No desafíes al Rei [Privado Franek]

por **Joao Alves** Dom Ago 18, 2013 12:58 pm

Un enésimo suspiro se salió de mis labios al leer aquel informe del inventario. Por segunda vez en la semana, había un vacío. Y coincidentemente, aquellos vacíos se producían cuando decidía tomarme un día libre e irme con Maya. Y eso podía significar tres cosas: o eran desafortunadas coincidencias, o uno de mis trabajadores estaba traicionándome, o mis trabajadores no estaban haciendo bien su trabajo para detener al ladrón. La primera opción no me era tan factible, y no quería siquiera pensar en la idea de que me estuvieran apuñalando por la espalda considerando lo bien que les trataba –y les pagaba-, De todas formas, lo que tenía que hacer estaba más que claro.

Revisé junto con mis trabajadores el detalle de los robos, y aproveché mis habilidades para poder identificar el aroma que había quedado impregnado en las habitaciones por las que había pasado recientemente. Aquello sería de gran ayuda, aunque suponía que al ver que los robos le iban tan bien en mi local, iba a regresar por un nuevo botín. Pero la tercera sería la vencida para mí.

Ordené que repusieran todo, y que incluso dejaran algunos signos de descuido para atraer más al potencial ladrón, cuyo aroma concluía que se trataba de algún humano, desconociendo eso sí si tenía alguna especie de habilidad o no. Por un momento deseé que no fuera un cazador, aunque dudaba que los que se dedicaban a ello pasasen por períodos de falta de dinero tan graves como para robar. Pero fuera lo que fuera, lo iba a enfrentar con la “trampa” que había creado.

Dejé que todos se fueran excepto uno, que me avisaría oculto desde fuera si se acercaba alguien sospechoso –el supuesto ladrón-. Yo le esperaría oculto también dentro del recinto, lejos de la zona de los víveres pero lo suficientemente cerca como para atraparlo con las manos en la masa, en el pan y en el café. No pasó mucho tiempo hasta que recibí la señal, y me preparé. Era hora de enseñarle a ese ladrón que no tenía que meterse con O Rei do América.

por **Franek Bowanksçi** Sáb Nov 30, 2013 6:18 pm

"Un robo no es más que un descuido" Jonás Cuchillo

No era la primera vez que volvía a ese local, pero necesitaba hacerlo. Me daba vergüenza. Pero era necesario. Pasábamos por un mal momento y la familia no tenía para comer: yo debía ayudar a este problema. Nadie me daba el dinero suficiente con las funciones de violín y los transeúntes no se apiadaban de un pillo sin comida. La vida era muy injusta y algunas personas no eran capaces de verlo, o simplemente seguían su camino, ignorando. Esa era la desventaja de no pertenecer a una casta social lo suficientemente honrada. No, era un gitano, y gitano sería siempre. Había descubierto ese local una noche justo cuando mi estomago crujía y unas lagrimas de odio y dolor afloraban en mis ojos de vagabundo. Bueno, no de vagabundo. De pobre gitano apartado por el mundo. Maldita sociedad. El local estaba ya cerrado pero el olor a comidas no pudo más con mi autocontrol. Y entré. Así había hecho, no una, sino dos veces esta semana.

Esta sería la tercera. Y ultima vez. Sigilosamente, crucé la ciudad de París a mitad de la noche, cosa que venía haciendo ya por tercera vez en la semana. No podía dejar a la familia sin comer y esta era, por poca, la mejor oportunidad de tomar “prestado” lo que hacía desaparecer del local. No podían descubrirme. Pero tampoco estaría robando: devolvería el dinero en alguna noche, una vez ganado algunas monedas. No estaba orgulloso, pero no podía desaprovechar la oportunidad. Y menos, en tan hermosa noche, habiendo ya revisado el local más de una vez, memorizándome cada recoveco para poder ocultarme con facilidad si algo llegase a pasar.

Me coloqué mi gorro y me encaje unas cuchillas en el cinturón para cortar hilos y demás obstáculos que encontrase, al igual que siempre. Esperé a que todos se fueran, pero no había caído en cuenta de que el dueño del local no se había ido y tampoco uno de los empleados que siempre dejaba una de las ventanas abiertas por donde entraba con mayor facilidad.

Subí por unos zócalos exteriores y me metí en la tienda, no haciendo ningún ruido, caminando sobre las puntas de mis pies, siempre con la mente en guardia por si aparecía alguien. No había más luz que la de la luna que entraba únicamente por la ventana por donde había entrado. Pero algo no iba bien. Todo estaba en demasiado orden e incluso había cosas descuidadas, haciendo que las cosas no tuvieran sentido.

“Demonios, estoy en problemas”

Me di la vuelta, preparándome para salir, pero agudicé mis sentidos: había alguien allí, y no solo por casualidad. Me estaban esperando. Lo más inteligente que se me ocurrió hacer fue, entonces, esconderme detrás de unas cajas lo suficientemente grandes como para tapar mi cuerpo flaco y aguanté la respiración. Pero eso no dio resultado… Lo que me esperaba estaba cazándome.

por **Joao Alves** Lun Dic 23, 2013 7:11 pm

Como lo supusimos, la tentación, la curiosidad y la necesidad terminaron por traer al ladrón a la trampa. A medida que iba revisando las habitaciones, yo me encargaba de cercarlo gracias al sigilo que me daba mi condición –a pesar de ser una persona corpulenta, puedo caminar sin hacer ruidos audibles para humanos-, hasta que pegado a la puerta entrecerrada que daba paso a la oscura bodega noté sus movimientos. Nos había descubierto, pero no había posibilidad de que escapara estando yo y mi asistente dentro del local. Y era hora de enfrentarle.

Percibí sin problemas cuando se escondió, identificando el lugar basándome en su aroma y en su respiración que aunque intentaba ser reprimida era traicionada por los nervios propios de la situación. Seguramente estaba aterrado pensando en que llamaría a la policía o en que haría justicia con mis propias manos. Sonreí unos momentos para dejar paso a la seriedad al abrir la puerta, cerrándola tras de mí. Iluminé la habitación con el interruptor y el escondite se hizo más visible aún para mí.

Antes de acercarme, fingí buscarlo con la mirada para que no sospechase de mi condición en caso de que fuera un humano con poderes –ya que había descartado el que fuera un sobrenatural-. Luego, decidí proceder como había planeado estando detrás de la puerta: pacíficamente. – No te haré daño, ni tampoco permitiré que la policía te lastime. Sal pacíficamente para que podamos conversar. Sé que tienes alguna razón en especial para robar, y me gustaría ver si puedo ayudarte. – Le dije retrocediendo hasta quedar a un par de metros de la puerta, mirando hacia el frente e ignorando a propósito la real ubicación del chico. Sólo esperaba que confiase en mí.

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