AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La Noche - libre
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La Noche - libre
Se quedó escondida tras bambalinas, mientras el solo de violín, interpretado por aquel nuevo músico que llegara a la ciudad apenas unas noches atrás, destrozaba su corazón. Deseaba llorar, pero Aitzier se imponía ser una mujer que debía prender a ocultar sus tristezas tras una máscara, aunque su alma sufriera cada vez que debía colocarse esa pesada carga. Así se quedó, aun vestida con el traje de tules, rasos y pedrería, mientras en su delicado peinado una tiara de genuinos rubíes y diamantes, la hacían parecer la princesa rusa de un cuento de hada. En sus pies las zapatillas de punta que apretaban sus piernas como una dolorosa tortura a la que ya se había acostumbrado y el corsé finamente bordado con piedras semi preciosas, que le ceñía su esbelta y espigada figura.
Ocultó su rostro en la tela de terciopelo que era parte del cortinado del suntuoso teatro y dejó que la máscara cayera de su rostro, junto con los últimos acordes del instrumento. Las lagrimas surgieron en un silencioso sollozo, como cada noche que se detenía a escuchar la misma canción, la triste melodía que le recordaba que en ésta vida debía esperar como única compañía la soledad. Ese era su triste destino y cuanto mas rápido se hiciera la idea, menos doloroso sería el camino restante hasta que la muerte viniera a liberarla. No existía duda alguna su sino estaba marcado por una estrella de soledad, o una luna maldita, ¿o acaso era posible que alguien la amara a pesar de su maldición? - no, ni siquiera lo sueñes – se dijo, dándose vuelta y bajando lentamente los escalones que la alejaban del escenario y de las luces, hundiéndola en una penumbra, igual de tenebrosa como la tristeza en que se encontraba su corazón.
Entró en su camerino, tras cambiarse y comprobar que estaba lo mas decente posible, tomó su bolso de mano, dirigió sus pasos a la puerta, en la que hizo girar el picaporte que con el movimiento hizo ceder el pestillo. Al salir al pasillo lo vio desierto, su instinto le dijo que algo pasaba, pero movió la cabeza negando, - estas demasiado sensible – caviló, bien sabía que la proximidad de la luna llena la estaba poniendo demasiado nerviosa. Por un momento pensó que podía ser el pintor que la había abordado hacía un mes, en el ensayo de la obra que estrenaran no mas de dos semanas atrás, pero no sabía porque no lo había vuelto a ver.
Se quedó meditando en ello, la mirada fija en la veta de la madera, y sus manos poniendo cerrojo a su cuarto de forma automática. Suspiró bajando la mirada y apoyando la frente en la superficie de la puerta, - tonta, ¿que pensasteis, que por charlar un rato y tomar una tasa de te, ese hombre recordaría a una simple bailarina? - las lagrimas volvieron a inundar sus ojos, los que secó con rapidez sacando un delicado pañuelo bordado, con las iniciales de su familia, de su bolso.
Inspiró tomando todo el oxigeno que le permitieron sus pulmones, sonrió para si misma y se prometió no pensar mas en nada que pudiera angustiarla, debía seguir con su vida, o acaso no había comenzado de la nada al llegar a París, ni siquiera necesitó de la ayuda de su padrino que vivía en Lion para subsistir. Se acomodó un mechón de cabello y decidió ir a tomar un café, - que importa que la gente murmure, acaso ya no lo hace por dedicarme a una profesión tan poco ortodoxa para una mujer?- sonrió con malicia - ¿no comparan, acaso, a las bailarinas con cortesanas dedicadas a la diversión de la nobleza? Pues claro que si – se dijo dándose valor, - entonces que hablen, iré a sentarme en el mas lujoso de los restaurantes y brindaré a la memoria de todos los que me han abandonado – hizo una mueca de lado, en verdad le dolía la ausencia de las personas que estimaba.
Ocultó su rostro en la tela de terciopelo que era parte del cortinado del suntuoso teatro y dejó que la máscara cayera de su rostro, junto con los últimos acordes del instrumento. Las lagrimas surgieron en un silencioso sollozo, como cada noche que se detenía a escuchar la misma canción, la triste melodía que le recordaba que en ésta vida debía esperar como única compañía la soledad. Ese era su triste destino y cuanto mas rápido se hiciera la idea, menos doloroso sería el camino restante hasta que la muerte viniera a liberarla. No existía duda alguna su sino estaba marcado por una estrella de soledad, o una luna maldita, ¿o acaso era posible que alguien la amara a pesar de su maldición? - no, ni siquiera lo sueñes – se dijo, dándose vuelta y bajando lentamente los escalones que la alejaban del escenario y de las luces, hundiéndola en una penumbra, igual de tenebrosa como la tristeza en que se encontraba su corazón.
Entró en su camerino, tras cambiarse y comprobar que estaba lo mas decente posible, tomó su bolso de mano, dirigió sus pasos a la puerta, en la que hizo girar el picaporte que con el movimiento hizo ceder el pestillo. Al salir al pasillo lo vio desierto, su instinto le dijo que algo pasaba, pero movió la cabeza negando, - estas demasiado sensible – caviló, bien sabía que la proximidad de la luna llena la estaba poniendo demasiado nerviosa. Por un momento pensó que podía ser el pintor que la había abordado hacía un mes, en el ensayo de la obra que estrenaran no mas de dos semanas atrás, pero no sabía porque no lo había vuelto a ver.
Se quedó meditando en ello, la mirada fija en la veta de la madera, y sus manos poniendo cerrojo a su cuarto de forma automática. Suspiró bajando la mirada y apoyando la frente en la superficie de la puerta, - tonta, ¿que pensasteis, que por charlar un rato y tomar una tasa de te, ese hombre recordaría a una simple bailarina? - las lagrimas volvieron a inundar sus ojos, los que secó con rapidez sacando un delicado pañuelo bordado, con las iniciales de su familia, de su bolso.
Inspiró tomando todo el oxigeno que le permitieron sus pulmones, sonrió para si misma y se prometió no pensar mas en nada que pudiera angustiarla, debía seguir con su vida, o acaso no había comenzado de la nada al llegar a París, ni siquiera necesitó de la ayuda de su padrino que vivía en Lion para subsistir. Se acomodó un mechón de cabello y decidió ir a tomar un café, - que importa que la gente murmure, acaso ya no lo hace por dedicarme a una profesión tan poco ortodoxa para una mujer?- sonrió con malicia - ¿no comparan, acaso, a las bailarinas con cortesanas dedicadas a la diversión de la nobleza? Pues claro que si – se dijo dándose valor, - entonces que hablen, iré a sentarme en el mas lujoso de los restaurantes y brindaré a la memoria de todos los que me han abandonado – hizo una mueca de lado, en verdad le dolía la ausencia de las personas que estimaba.
Anka Zbierać- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 92
Fecha de inscripción : 19/10/2013
Localización : Paris - Francia
Re: La Noche - libre
Se dice que siempre volvemos a las cosas que nos hacen daño... El ser humano tiende al masoquismo involuntario,sin darse cuenta...sin ser influenciado por nadie. ¿Sera cierto eso?
Frío... ese frío que se clava hasta en los huesos,células,músculos,logrando congelar todo. Si... todo. Congelado. Se levantó del pequeño banco de marmol que adornaba el jardin de la mansión y se dirigió hacía dentro.
-Marieta,preparame la ropa porfavor. Nada de vestidos.Ya sabes,corsé,pantalones y botas.- Dijo ella dirigiendose a la cocina,donde se encontraba su criada. Marieta no era unicamente eso. Era su amiga,confidente,madre,hermana. Era todo y lo único que le quedaba. Se tuteaban ya que Nicoleta no era partidaria de la esclavisación y humillación de los criados. De hecho,la palabra criados,le aborrecía los oidos. Eran empleados.
- Seño...Niki..- corrigió Marieta- ¿Piensa ir a algun lado? ¿Le llamo también el cochero?- Preguntó con aquella voz calida y cariñosa que tanto la caracterizaba. Se podía notar preocupación en su tono. "La señorita nunca sale de noche y menos sola. ¿Querra volver a buscar al Señor Mihail? Dios la ayude no cometa ningún pecado ante sus ojos" Pensó ella para si misma.
-Si,mi querida Mari.No prepares nada para cenar,haz lo que a ti te apetezca y después ve a descansar. Necesito aire.No tardaré mucho. Enseguida voy a asearme y me ayudas a vestirme- Contestó la morena dandole un beso en la mejilla y dirigiendose hacía la puerta que daba al gran salón. Unos instantes después,volvió y asomó la cabeza hacía la cocina. -Tranquila,no buscaré a Mihail. - agregó guiñandole el ojo a Marie,como si hubiera podido leerle el pensamiento. La conocía a ella y sus miradas de preocupación.
El carruaje llegó a la puerta de la mansión y mientras acababa de abrocharse los botones del largo abrigo subió y le dijo el destino al cochero. Las calles de París ultimamente estaban mas transitadas de lo normal por la noche. No sabía la razón de eso,pero no estaba segura y era bueno para la economía o es que el índice de delincuencia estaba subiendo notablemente. Hacía un año que no salía a esas horas.La última vez había sido con su marido,en el mismo restaurante al que ella se dirigía. Fue alli donde probó por primera vez el Bourbon,el cual le encantó. Esta noche se bebería una copa. El traqueteo del carruaje cesó y eso fue indicio de la llegada a su destino. Le abrió la puerta,bajó y le dejó el dinero,mas una propina.
En el momento que entró en el restaurante,ignoró la mirada de los que no hacían mas que degollarla. Siempre la había catalogado de rara,pero aún así,era respetada por su trabajo,dedicación y los servicios gratuitos que solía ofrecer a los mas desfavorecidos.
Le recogieron el abrigo y le comentaron que no quedaba ningúna mesa libre,pero podría estar en la mesa que había una señorita,por supuesto pidiendo su permiso. Le agradeció la información y se acercó a la dicha mesa. No le gustaba interrumpir a nadie,muchas veces la soledad era buena,pero sin exceder.
- Buenas noches.-Saludó cortesmente-¿Le molestaría y me siento aquí mientras tengan una mesa libre? - Preguntó en voz bajita intentando causar la mínima molestia posible mientras señalaba la silla que estaba enfrente de la mujer.
Nicoleta Yoldi- Humano Clase Media
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 26/11/2013
Edad : 33
Re: La Noche - libre
Noche libre, eso era lo que esta noche era para mi... despertándome de mi pequeña siesta me levante de la cama y comencé a vestirme, contenta, sonriente, o bueno, algo sonriente, y muy animada, por primera vez en mucho tiempo esta noche no era como las otras en donde tendría que dedicarme a espiar o informarme de alguien, esta noche no tendría que trabajar, ya que no había nuevos trabajos mi ultima caza que había hecho me había salido demasiado bien, y a demás de fácil, había ganado un buen botín, así que al menos por una noche no tendría que trabajar....
Al terminar de vestirme con mi típico traje de noche y alistarme el cabello con los dedos, decidida baje a la planta baja de la casa y llame a Hans, mi fiel sirviente, y el cual me había ayudado mucho en la administración de la casa. le dije que tendría que salir, el muy amablemente asintió y se fue a la cocina, sin preguntar ni preocuparse. bueno, el era de esos tipos, de esos tipos a los que estaba acostumbrada... amables, gentiles, que no se meten en tu vida a pesar de que forman parte de ella y que no hacen preguntas a no ser que de verdad necesiten oír una respuesta, y eso mayor mente no era necesario, ya que Hans era muy inteligente y astuto. era un hombre de 70 años, lo mas cercano a un padre para mi, y tal vez era el único hombre que tenia importancia en mi vida diaria.
Saliendo de mi casa comencé a caminar por las calles, todo ya estaba oscuro y las luces se encendía prontamente... faroles de fuego, la verdad es que las personas resultaban ser inteligentes, claro que no todas, pero cada dia nos maravillaban con sus inventos...
doble un par de esquinas a la derecha e izquierda y listo, llegue al lugar que quería, el restaurante mas importante de la ciudad, muy popular, a demás que se jactaba del buen estatus que tenia: solo para ricos, en realidad solo para tres clases, y entre estas no se contaba a la clase baja, para este tipo de restaurante no existía esa clase....
sonriendo de lado entre en el restaurante, la verdad es que me reclamarían por mi vestimenta, no permitían entrar en el lugar a personas como yo: reveladas y perdidas (según ellos que con el credo creían que todo lo sabían). sin embargo, al llegar al frente del que recibía a las personas, y al notar que me veía fijamente, chasqueando los dientes me dejo entrar...
las personas dentro me vieron y murmuraron, algunas me señalaron, sin embargo, con la música de violines que comenzó a tocar estos se confundieron con el momento y dejaron de prestarme importancia.
Buscando una mesa, un mesero llego a mi diciéndome que no quedaban mesas vacías... mirándolo de reojo y alzando una ceja el chico busco rápidamente con la mirada y antes de que yo pudiera decirle algo este soltó entre asustado y nervioso que había una en la que podria estar por el momento, mientras las mesas se desocuparan. asintiendo levemente me acerque a la mesa aun mirándolo aterradoramente, este tipo no me gustaba. una vez que se fue como alma que lleva el diablo salude a las dos personas que esperaban de seguro una mesa.
-bonnes nuits, mesdemoiselles...- comente -espero no les moleste, pero ¿podria sentarme con ustedes? es solo hasta que me encuentren una mesa. al parecer el restaurant esta muy lleno.
Al terminar de vestirme con mi típico traje de noche y alistarme el cabello con los dedos, decidida baje a la planta baja de la casa y llame a Hans, mi fiel sirviente, y el cual me había ayudado mucho en la administración de la casa. le dije que tendría que salir, el muy amablemente asintió y se fue a la cocina, sin preguntar ni preocuparse. bueno, el era de esos tipos, de esos tipos a los que estaba acostumbrada... amables, gentiles, que no se meten en tu vida a pesar de que forman parte de ella y que no hacen preguntas a no ser que de verdad necesiten oír una respuesta, y eso mayor mente no era necesario, ya que Hans era muy inteligente y astuto. era un hombre de 70 años, lo mas cercano a un padre para mi, y tal vez era el único hombre que tenia importancia en mi vida diaria.
Saliendo de mi casa comencé a caminar por las calles, todo ya estaba oscuro y las luces se encendía prontamente... faroles de fuego, la verdad es que las personas resultaban ser inteligentes, claro que no todas, pero cada dia nos maravillaban con sus inventos...
doble un par de esquinas a la derecha e izquierda y listo, llegue al lugar que quería, el restaurante mas importante de la ciudad, muy popular, a demás que se jactaba del buen estatus que tenia: solo para ricos, en realidad solo para tres clases, y entre estas no se contaba a la clase baja, para este tipo de restaurante no existía esa clase....
sonriendo de lado entre en el restaurante, la verdad es que me reclamarían por mi vestimenta, no permitían entrar en el lugar a personas como yo: reveladas y perdidas (según ellos que con el credo creían que todo lo sabían). sin embargo, al llegar al frente del que recibía a las personas, y al notar que me veía fijamente, chasqueando los dientes me dejo entrar...
las personas dentro me vieron y murmuraron, algunas me señalaron, sin embargo, con la música de violines que comenzó a tocar estos se confundieron con el momento y dejaron de prestarme importancia.
Buscando una mesa, un mesero llego a mi diciéndome que no quedaban mesas vacías... mirándolo de reojo y alzando una ceja el chico busco rápidamente con la mirada y antes de que yo pudiera decirle algo este soltó entre asustado y nervioso que había una en la que podria estar por el momento, mientras las mesas se desocuparan. asintiendo levemente me acerque a la mesa aun mirándolo aterradoramente, este tipo no me gustaba. una vez que se fue como alma que lleva el diablo salude a las dos personas que esperaban de seguro una mesa.
-bonnes nuits, mesdemoiselles...- comente -espero no les moleste, pero ¿podria sentarme con ustedes? es solo hasta que me encuentren una mesa. al parecer el restaurant esta muy lleno.
Marie Monserrath Goretti- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 40
Fecha de inscripción : 21/11/2013
Edad : 28
Re: La Noche - libre
Decir que para Aitzier era una tortura estar en un lugar así y que había hecho un esfuerzo sobrehumano conteniéndose y no salir corriendo del lugar, era la pura verdad. La joven se mantenía alerta, insegura de la decisión tomada. Sus oídos, que se habían vuelto mucho mas sensibles desde la conversión en licantropo, le dolían un poco, - ¿porque la gente no puede hablar en un tono mas bajo o quedarse callada? – pensó algo fastidiada.
El mesero apenas verla había sido extremadamente afectuoso, como si la conociera de toda la vida, aunque fuera la primera vez que pisaba ese restaurante. La recibió abriendo la puerta de forma parsimoniosa y haciendo un gesto como si ella fuese parte de la realeza, - señorita Donizetti, pero que agradable sorpresa – dio un grito agudo que provocó que rechinara sus dientes – gracias – le respondió, la bailarina, haciendo un gran esfuerzo. El joven no hizo caso a la forma sarcástica como ella le había contestado y siguió con su soliloquio - pero como no estaríamos felices de tenerla aquí, la primera bailarina del Teatro de Paris y por cierto, felicitaciones por la relación con el príncipe de... - Aziert no lo soportó mas, con un movimiento de su mano lo hizo calla, - disculpe pero debe estar confundiendo, no existe relación alguna, aunque me parece que no debería tomarse atribuciones y hablar de la vida privada de sus clientes – dijo mordiendo cada palabra de la frase. El metré se percató en el acto de su imprudencia y bajó la cabeza en señal de disculpas – si por supuesto, disculpe mi imprudencia, por favor por acá – la voz del hombre se había vuelto monótona y vacía. Aitzier se reprochó por sus salidas tan duras, que por lo general, hacían enojar a las personas. Aun así no le pediría disculpas, pues en verdad era un atrevido, - que le importa con quien salgo – se dijo mientras posaba su mirada en la espalda del empleado que la conducía una de las mesas mejor ubicadas del lugar, - si tuviera una relación con un príncipe, él, debería saber que por debe mantener la privacidad, para que sus mejores clientes no estén en boca de todos – tuvo que reprimir las ganas de resoplar, pues en verdad, aquella actitud le había molestado.
Cuando llegaron a la mesa, el hombre corrió el asiento para que se pudiera sentar cómodamente. Aun con un poco de rencor, el mozo le preguntó – ¿espera a alguien más la señorita, o traigo el menú? - la bailarina lo volvió a fulminar con la mirada, - no, traiga la carta, por favor – fueron sus palabras, y en el acto la dejó sola. Comenzó a mirar con disimulo cada una de la mesas que allí se encontraban. Reconoció a varios personajes de Clase Alta y Nobleza, ademas, varias Cortesanas que vestidas de forma primorosa pasaban como parte de la corte de algún príncipe extranjero.
La puerta se abrió y una mujer entró, todas las miradas se clavaron en ella, Aitzier pudo escuchar algunos comentarios ácidos y otros halagadores, sobre la recién llegada, así pudo saber que se trataba de una doctora y que en esa sociedad pacata ,a pesar de hacer el bien, una debía pagar la valentía de tomar sus propias decisiones, aguantando los prejuicios de los demás, solo por ser mujer o por dedicarse a trabajos que no eran bien vistos en una mujer, - claro, para ellos el único lugar que deberíamos ocupar es en casa, pariendo un hijo por año – pensó con ira, la cual trató de reprimir, no le convenía llamar la atención.
Se sorprendió cuando el mozo acompañó a la recién llegada hasta su mesa y la mujer la saludó para posteriormente, solicitar compartir la velada. Aiztier asintió con la cabeza, su mirada de ojos abiertos y sorprendidos, fascinada con el carácter indolente de la mujer. Sonrió de lado, en verdad que la noche se veía muy prometedora, - por favor, tome asiento, la verdad, es que no deseaba tener que pasar una velada sola y menos bajo la mirada de tantos dioses - dijo en tono sarcástico refiriéndose a los comensales que se atrevían a juzgarlas.
Estaba por preguntarle algo a su compañera de velada, cuando el pequeño escenario que existía en el restaurante se iluminó, y un violinista comenzó su ejecución, la música de ese instrumento provocaba en la bailarina una nostalgia que aún no entendía. No sabía porqué la triste mirada de Ninoir se presentó en su mente, como si con esa melodía, él, le estuviera diciendo que no la había olvidado. Bajó la cabeza, sus manos estrujaron el pañuelo bordado, pues recordarlo le había hecho emocionarse. Intentó secarse la lagrima rebelde, en el momento que la atención de todos se concentraba en la puerta que se volvía a abrir y la delicada música emanada del violín.
Esta vez otra joven hacía su ingreso al lugar, - vaya que hay mujeres hermosas en Paris – pensó sintiéndose la menos agraciada. Otra vez el mozo se acercó con la nueva cliente, informándole que no había mesas disponibles. La española miró al joven, - en verdad para mi, no es ninguna molestia – giró su rostro para observar a su compañera - ¿a usted, le molestaría que fuéramos tres a la mesa, verdad? - dijo con voz suave, intentando que la agradable atmósfera creada por el instrumento no se quebrara.
El mesero apenas verla había sido extremadamente afectuoso, como si la conociera de toda la vida, aunque fuera la primera vez que pisaba ese restaurante. La recibió abriendo la puerta de forma parsimoniosa y haciendo un gesto como si ella fuese parte de la realeza, - señorita Donizetti, pero que agradable sorpresa – dio un grito agudo que provocó que rechinara sus dientes – gracias – le respondió, la bailarina, haciendo un gran esfuerzo. El joven no hizo caso a la forma sarcástica como ella le había contestado y siguió con su soliloquio - pero como no estaríamos felices de tenerla aquí, la primera bailarina del Teatro de Paris y por cierto, felicitaciones por la relación con el príncipe de... - Aziert no lo soportó mas, con un movimiento de su mano lo hizo calla, - disculpe pero debe estar confundiendo, no existe relación alguna, aunque me parece que no debería tomarse atribuciones y hablar de la vida privada de sus clientes – dijo mordiendo cada palabra de la frase. El metré se percató en el acto de su imprudencia y bajó la cabeza en señal de disculpas – si por supuesto, disculpe mi imprudencia, por favor por acá – la voz del hombre se había vuelto monótona y vacía. Aitzier se reprochó por sus salidas tan duras, que por lo general, hacían enojar a las personas. Aun así no le pediría disculpas, pues en verdad era un atrevido, - que le importa con quien salgo – se dijo mientras posaba su mirada en la espalda del empleado que la conducía una de las mesas mejor ubicadas del lugar, - si tuviera una relación con un príncipe, él, debería saber que por debe mantener la privacidad, para que sus mejores clientes no estén en boca de todos – tuvo que reprimir las ganas de resoplar, pues en verdad, aquella actitud le había molestado.
Cuando llegaron a la mesa, el hombre corrió el asiento para que se pudiera sentar cómodamente. Aun con un poco de rencor, el mozo le preguntó – ¿espera a alguien más la señorita, o traigo el menú? - la bailarina lo volvió a fulminar con la mirada, - no, traiga la carta, por favor – fueron sus palabras, y en el acto la dejó sola. Comenzó a mirar con disimulo cada una de la mesas que allí se encontraban. Reconoció a varios personajes de Clase Alta y Nobleza, ademas, varias Cortesanas que vestidas de forma primorosa pasaban como parte de la corte de algún príncipe extranjero.
La puerta se abrió y una mujer entró, todas las miradas se clavaron en ella, Aitzier pudo escuchar algunos comentarios ácidos y otros halagadores, sobre la recién llegada, así pudo saber que se trataba de una doctora y que en esa sociedad pacata ,a pesar de hacer el bien, una debía pagar la valentía de tomar sus propias decisiones, aguantando los prejuicios de los demás, solo por ser mujer o por dedicarse a trabajos que no eran bien vistos en una mujer, - claro, para ellos el único lugar que deberíamos ocupar es en casa, pariendo un hijo por año – pensó con ira, la cual trató de reprimir, no le convenía llamar la atención.
Se sorprendió cuando el mozo acompañó a la recién llegada hasta su mesa y la mujer la saludó para posteriormente, solicitar compartir la velada. Aiztier asintió con la cabeza, su mirada de ojos abiertos y sorprendidos, fascinada con el carácter indolente de la mujer. Sonrió de lado, en verdad que la noche se veía muy prometedora, - por favor, tome asiento, la verdad, es que no deseaba tener que pasar una velada sola y menos bajo la mirada de tantos dioses - dijo en tono sarcástico refiriéndose a los comensales que se atrevían a juzgarlas.
Estaba por preguntarle algo a su compañera de velada, cuando el pequeño escenario que existía en el restaurante se iluminó, y un violinista comenzó su ejecución, la música de ese instrumento provocaba en la bailarina una nostalgia que aún no entendía. No sabía porqué la triste mirada de Ninoir se presentó en su mente, como si con esa melodía, él, le estuviera diciendo que no la había olvidado. Bajó la cabeza, sus manos estrujaron el pañuelo bordado, pues recordarlo le había hecho emocionarse. Intentó secarse la lagrima rebelde, en el momento que la atención de todos se concentraba en la puerta que se volvía a abrir y la delicada música emanada del violín.
Esta vez otra joven hacía su ingreso al lugar, - vaya que hay mujeres hermosas en Paris – pensó sintiéndose la menos agraciada. Otra vez el mozo se acercó con la nueva cliente, informándole que no había mesas disponibles. La española miró al joven, - en verdad para mi, no es ninguna molestia – giró su rostro para observar a su compañera - ¿a usted, le molestaría que fuéramos tres a la mesa, verdad? - dijo con voz suave, intentando que la agradable atmósfera creada por el instrumento no se quebrara.
Anka Zbierać- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 92
Fecha de inscripción : 19/10/2013
Localización : Paris - Francia
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