AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Lágrimas nocturnas{Mikelangelo Van Dort}
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Lágrimas nocturnas{Mikelangelo Van Dort}
La noche, caricia delicada al alma, luz de luna tenue y fría, la luz perfecta para perderte en la obscuridad y seguir solo su rastro al andar. La soledad del cementerio era ideal para pasar un momento de calma, Dianthe odiaba el ruido de los carruajes para ella eran inventos innecesarios para la vida, la gente había olvidado la dicha de caminar en el bosque o de recorrer distancias largas mientras el viento se encargaba de refrescar su mente, mientras les mostraba las maravillas del mundo en el que vivían. Dianthe caminaba descalza por aquel lugar, tenía poco tiempo de haber regresado a París después de ir al aniversario de muerte de su padre en Grecia, su ropa lucía sucia y algo rota, pero no importaba, seguro buscaría la forma de llegar a su casa y cambiarse, pero no en ese momento. Se sentó sobre una de las lápidas, la visitaba con frecuencia, era de aquella mujer que la había criado, para su mala suerte su muerte había sido muy próxima al aniversario de muerte de su padre, apenas le daba el tiempo suficiente para ir a Grecia y volver, Chariz había sido como su madre, había sido su mejor amiga y acompañante en este tiempo, la persona que le había dado el cariño suficiente para animarla a vivir después de enterarse de la realidad de su pasado, de su historia y todo lo que le había sucedido a su verdadera madre. Chariz se había encargado de borrar el rencor del corazón de Dianthe hacia su padre, le debía mucho a esa mujer y en vida no pudo pagárselo, a pesar de brindarle todo su amor y respetarla hasta el día de su muerte y aun 3 años después de ella.
Comenzó a limpiar la lapida como pudo, arrancando inclusive un poco de tela de aquel vestido que estaba hecho ya un estropajo, caminó entre aquella inmensa obscuridad que se abría de par en par entre los arboles solo para recoger algunas flores y piedras, cuando tuvo lo que necesitaba volvió a la tumba y comenzó a decorar como lo hacía cada año, era su manera de decirle que la amaba y que la extrañaba sin tener que hablar, aunque a veces parecía más que necesario hacerlo, se sentía sola sin ella, perdida en un mundo de extraños, donde la realidad parecía más terrible que un cuento de aquellos que Chariz le contaba de seres capaces de matar a otros por el placer de sentir la sangre correr por sus manos. Una vez que termino de limpiar y arreglar se puso de rodillas junto a ella, leía una y otra vez la frase escrita sobre la lápida, aquella frase que se repetiría hasta el día de su muerte en su cabeza “Día a la noche y noche al día” para muchos aquella frase no tenía sentido, ni siquiera cuando la leyeron en la tumba, pero para ella era más que clara, la vida era un ciclo, cuando todo pareciera perdido y en obscuridad había que buscar la luz para iluminar y cuando la luz del día te cegara lo mejor era buscar la sombra… Era su forma de decirle que en todo había un equilibrio, así como su vida, así como su personalidad, aquella que tanto trabajo le había costado aceptar.
-Desearía poder ver la vida como tú lo hacías Chariz… Quizá sería más fácil aceptar que la soledad será mi compañera de aquí hasta que me encuentre de nuevo contigo…
Susurró con tristeza, pero no con lágrimas, aquellas gemas brillantes ya no brotaban de sus ojos al pensar en ella, ahora sus lágrimas eran los fulgores del cielo resplandeciente, donde Chariz la observaba día con día.
Comenzó a limpiar la lapida como pudo, arrancando inclusive un poco de tela de aquel vestido que estaba hecho ya un estropajo, caminó entre aquella inmensa obscuridad que se abría de par en par entre los arboles solo para recoger algunas flores y piedras, cuando tuvo lo que necesitaba volvió a la tumba y comenzó a decorar como lo hacía cada año, era su manera de decirle que la amaba y que la extrañaba sin tener que hablar, aunque a veces parecía más que necesario hacerlo, se sentía sola sin ella, perdida en un mundo de extraños, donde la realidad parecía más terrible que un cuento de aquellos que Chariz le contaba de seres capaces de matar a otros por el placer de sentir la sangre correr por sus manos. Una vez que termino de limpiar y arreglar se puso de rodillas junto a ella, leía una y otra vez la frase escrita sobre la lápida, aquella frase que se repetiría hasta el día de su muerte en su cabeza “Día a la noche y noche al día” para muchos aquella frase no tenía sentido, ni siquiera cuando la leyeron en la tumba, pero para ella era más que clara, la vida era un ciclo, cuando todo pareciera perdido y en obscuridad había que buscar la luz para iluminar y cuando la luz del día te cegara lo mejor era buscar la sombra… Era su forma de decirle que en todo había un equilibrio, así como su vida, así como su personalidad, aquella que tanto trabajo le había costado aceptar.
-Desearía poder ver la vida como tú lo hacías Chariz… Quizá sería más fácil aceptar que la soledad será mi compañera de aquí hasta que me encuentre de nuevo contigo…
Susurró con tristeza, pero no con lágrimas, aquellas gemas brillantes ya no brotaban de sus ojos al pensar en ella, ahora sus lágrimas eran los fulgores del cielo resplandeciente, donde Chariz la observaba día con día.
Dianthe Soiledis- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 31
Fecha de inscripción : 21/11/2013
Edad : 35
Localización : Francia
Re: Lágrimas nocturnas{Mikelangelo Van Dort}
Mis pies rozaban ligeramente la tierra húmeda del cementerio, mientras salía del obscuro y gran mausoleo donde yacían los restos de mi querida ex esposa Constance. Yo había elegido tras pensar con conciencia alejarme de aquella tumba en donde ella permanecía en el silencio de la noche, pero la verdad, la soledad que me embargaba era tan fuerte que mis pies se dirigían inconscientemente por el cementerio, hasta llegar a ella… ¿Por qué, por qué tener esta maldición recorriendo las venas de mi muerto cuerpo?... ¿Por qué no puedo librarme de esta agonía a la que me habían condenado?....
Era un peso enorme el tener que vivir eternamente caminando por los parajes más antiguos de París, donde los recuerdos invadían mi interior, y me hacían ver a través de mis ojos llenos y reflejos de sangre de mortales, mi propia realidad.
La melancolía que me producía ahora el tener un cuerpo sobre mis brazos desangrado, alimentándome a mi mismo, sin compartir con nadie esta maldita condición, como si de un humano con problemas de ansiedad por la comida, se tratase…
Estaba anciano, y estos cuatro milenios que llevaba en mi hombro viviendo como una bestia de sangre y sexo me consumía pedazo a pedazo. Era aveces tan cansador seguir viviendo cuando lo único que quisieses es aveces…. que tu cuerpo llegara a ser exhumado.
Yo iba caminando encerrado entre todos estos pensamientos, observando la noche lúgubre y húmeda a través de mis pupilas, la verdad es que yo no veía ninguna estrella de esas que me enamoran cada vez que alzo mi cabeza hacia ellas. Nada a mi alrededor era hermoso esa noche, como quizás, lejanamente en alguna otra lo fueron… sobre aquellos “años dorados” de pasión y compañía que podía llegar a conseguir con tan solo una mirada.
De pronto a lo lejos sentí un extraño aroma a melancolía, muy parecido al que yo sentía que tenía, cubriéndome como en un velo. Sentí un suave y agudo susurro en mi oído y entendí que no era el único que estaba perdido esa noche en la angustia por un ser querido perdido…
A lo lejos divisé a una mujer, que parecía vestida casi como si tuviera harapos, pues en una esquina de su vestido había quedado un espacio de tela rasgado… alcé la mirada y se vio concentrada observando una descuidada lápida. Un extraño sentimiento de curiosidad surgió en mi al ver a la joven, pues en el aire podía sentir una extraña conexión con la tristeza que se parecía a la mía…
Me acerqué con cuidado, mientras llevaba mis manos tomadas por atrás en mi espalda. La verdad es que tampoco iba a ocasionarle algún daño, por lo que el tomar distancia no me importaba en ese momento yo la veía más como un Padre preocupado.
¡Y otra vez! Aquel maldito sentimiento paternal que me sale con seres inferiores a mi ¿Por qué, por qué siempre asi eterna muerte?...¿Por qué aquel sentimiento está tan arraigado a mi pecho como si me fuese imposible desecharlo?.... –pensaba yo para mis adentros, mientras rodaba la vista-
-Mademoiselle… ¿Se encuentra bien?- pregunté con mi voz suave que aunque fuese baja, resonaba en el desolado lugar.
Pregunté esto porque me pareció ver que lloraba, pero me había equivocado, el llanto solo era íntegro desde su alma…
Era un peso enorme el tener que vivir eternamente caminando por los parajes más antiguos de París, donde los recuerdos invadían mi interior, y me hacían ver a través de mis ojos llenos y reflejos de sangre de mortales, mi propia realidad.
La melancolía que me producía ahora el tener un cuerpo sobre mis brazos desangrado, alimentándome a mi mismo, sin compartir con nadie esta maldita condición, como si de un humano con problemas de ansiedad por la comida, se tratase…
Estaba anciano, y estos cuatro milenios que llevaba en mi hombro viviendo como una bestia de sangre y sexo me consumía pedazo a pedazo. Era aveces tan cansador seguir viviendo cuando lo único que quisieses es aveces…. que tu cuerpo llegara a ser exhumado.
Yo iba caminando encerrado entre todos estos pensamientos, observando la noche lúgubre y húmeda a través de mis pupilas, la verdad es que yo no veía ninguna estrella de esas que me enamoran cada vez que alzo mi cabeza hacia ellas. Nada a mi alrededor era hermoso esa noche, como quizás, lejanamente en alguna otra lo fueron… sobre aquellos “años dorados” de pasión y compañía que podía llegar a conseguir con tan solo una mirada.
De pronto a lo lejos sentí un extraño aroma a melancolía, muy parecido al que yo sentía que tenía, cubriéndome como en un velo. Sentí un suave y agudo susurro en mi oído y entendí que no era el único que estaba perdido esa noche en la angustia por un ser querido perdido…
A lo lejos divisé a una mujer, que parecía vestida casi como si tuviera harapos, pues en una esquina de su vestido había quedado un espacio de tela rasgado… alcé la mirada y se vio concentrada observando una descuidada lápida. Un extraño sentimiento de curiosidad surgió en mi al ver a la joven, pues en el aire podía sentir una extraña conexión con la tristeza que se parecía a la mía…
Me acerqué con cuidado, mientras llevaba mis manos tomadas por atrás en mi espalda. La verdad es que tampoco iba a ocasionarle algún daño, por lo que el tomar distancia no me importaba en ese momento yo la veía más como un Padre preocupado.
¡Y otra vez! Aquel maldito sentimiento paternal que me sale con seres inferiores a mi ¿Por qué, por qué siempre asi eterna muerte?...¿Por qué aquel sentimiento está tan arraigado a mi pecho como si me fuese imposible desecharlo?.... –pensaba yo para mis adentros, mientras rodaba la vista-
-Mademoiselle… ¿Se encuentra bien?- pregunté con mi voz suave que aunque fuese baja, resonaba en el desolado lugar.
Pregunté esto porque me pareció ver que lloraba, pero me había equivocado, el llanto solo era íntegro desde su alma…
Mikelangelo Van Dort- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 1498
Fecha de inscripción : 27/09/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Lágrimas nocturnas{Mikelangelo Van Dort}
Los pasos de una persona la alertaron, ahora que tenía más control sobre sus habilidades le era difícil ignorar ese tipo de señales que su propio cuerpo le daba, se quedó quieta, no sabía que tipo de criatura sería o si la atacaría, por lo que se limito a seguir en su postura como si no se hubiese percatado de la presencia, giró lentamente el rostro cuando escuchó la voz de un hombre preguntarle si se encontraba bien.
Dianthe pudo distinguir sin problemas y gracias a su visión perfecta, a un hombre caminando entre las sombras, que se acercaba un poco a ella, su atuendo era muy elegante, casi podía jurar que era una persona con mucho poder económico.
Se levantó e hizo una pequeña reverencia, aunque se avergonzaba de que en esos momentos sus ropas fueran unos tristes trapos en comparación a los vestidos de galas que acostumbraba utilizar en otras ocasiones, agachó la mirada en gesto de respeto y respondió a su pregunta.- Si mi Lord, muchas gracias, yo solamente… Estaba solamente recordando a una persona muy querida, que descansa bajo este suelo santo.- respondió aun con la mirada baja, puso sus manos a la altura de su pecho y por fin levantó la mirada hacia el hombre misterioso. ¿Quién caminaba por el cementerio a esas horas de la noche?
El hombre hablando físicamente era delgado, de ojos obscuros al igual que su cabello, era sin duda un poco más alto que ella, sus labios eran delgados y parecía ser una persona muy seria, aunque eso ultimo era un juicio de valor.
Lo miró e intentó sonreír para asegurarle que se encontraba bien, pero en ese momento no se sentía tan “feliz” para hacerlo, sus labios se rehusaban a fingir una sonrisa. Se miró la ropa e intentó acomodarla un poco, estaba segura que a la vista de aquel hombre era una campesina o una huérfana en busca de alimento.
-Disculpe mi mala educación mi Lord.- hizo de nuevo una reverencia ante el hombre, ya un poco más tranquila respecto a sus emociones, lo miró con una sonrisa dulce.- Dianthe Soiledis… encantada de conocerlo, lamento que tenga que verme en estas condiciones.- dijo referente no solo a su ropa, si no también a su estado sentimental. Pero a pesar de todo aun había algo que no cuadraba, que hacía un hombre, con su atuendo y presencia en ese lugar.- ¿Se ha perdido mi Lord?..- preguntó un poco confundida al hombre que se encontraba frente a ella, pues aquel encuentro era poco peculiar.
Dianthe pudo distinguir sin problemas y gracias a su visión perfecta, a un hombre caminando entre las sombras, que se acercaba un poco a ella, su atuendo era muy elegante, casi podía jurar que era una persona con mucho poder económico.
Se levantó e hizo una pequeña reverencia, aunque se avergonzaba de que en esos momentos sus ropas fueran unos tristes trapos en comparación a los vestidos de galas que acostumbraba utilizar en otras ocasiones, agachó la mirada en gesto de respeto y respondió a su pregunta.- Si mi Lord, muchas gracias, yo solamente… Estaba solamente recordando a una persona muy querida, que descansa bajo este suelo santo.- respondió aun con la mirada baja, puso sus manos a la altura de su pecho y por fin levantó la mirada hacia el hombre misterioso. ¿Quién caminaba por el cementerio a esas horas de la noche?
El hombre hablando físicamente era delgado, de ojos obscuros al igual que su cabello, era sin duda un poco más alto que ella, sus labios eran delgados y parecía ser una persona muy seria, aunque eso ultimo era un juicio de valor.
Lo miró e intentó sonreír para asegurarle que se encontraba bien, pero en ese momento no se sentía tan “feliz” para hacerlo, sus labios se rehusaban a fingir una sonrisa. Se miró la ropa e intentó acomodarla un poco, estaba segura que a la vista de aquel hombre era una campesina o una huérfana en busca de alimento.
-Disculpe mi mala educación mi Lord.- hizo de nuevo una reverencia ante el hombre, ya un poco más tranquila respecto a sus emociones, lo miró con una sonrisa dulce.- Dianthe Soiledis… encantada de conocerlo, lamento que tenga que verme en estas condiciones.- dijo referente no solo a su ropa, si no también a su estado sentimental. Pero a pesar de todo aun había algo que no cuadraba, que hacía un hombre, con su atuendo y presencia en ese lugar.- ¿Se ha perdido mi Lord?..- preguntó un poco confundida al hombre que se encontraba frente a ella, pues aquel encuentro era poco peculiar.
Dianthe Soiledis- Cambiante Clase Alta
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