AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿Mi héroe? || Priv. +18
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¿Mi héroe? || Priv. +18
"Basta un instante para hacer un héroe y una vida entera para hacer un hombre de bien" Paul Brulat.
Summer se colocó sus guantes de encaje blanco mientras miraba por la ventana de su carruaje. El clima no podía ser mejor para pasear; las nubes de un color grisáceo oscuro anunciaban que llovería pronto. Traía su pequeño paragüas floreado, aunque el agua de lluvia no le molestaba en absoluto. A su nuevo cochero le tenía asombrado que su ama quisiera ir a dar un paseo en barco con un clima tan hostil y por todos los medios había intentado hacerla desistir. Pobre hombre, ni se imaginaba lo tozuda que ella podía llegar a ser. No iba a quedarse en casa con un día tan espléndido, era algo que los humanos parecían no poder entender. Un par de gotitas no iban a detenerla: nadie podía, en realidad.
El carruaje se detuvo y la puerta se abrió para ella. Solo había una pareja en los alrededores que parecía estar levantando su pequeño picnic junto al lago. ¿No iban a quedarse a jugar con ella? ¡Qué falta de educación! Suspiró, viendo a sus bocaditos andantes marcharse y le pidió al cochero que la dejara sola. Su presencia le irritaba. El joven se marchó sin contradecirla aunque por la expresión en su rostro claramente pensaba que ya no habían caramelos en su rubia caramelera. Rió suave y se dispuso a caminar junto a la orilla de la laguna, utilizando su paragüas para protegerse de los débiles rayos de sol que, aunque tapados por las nubes, lograban generarle un leve ardor en la piel.
Nunca había visitado aquel lugar, a pesar de haber vivido sus 43 años unicamente en París. El hecho de que de humana fuera tan pobre podría haber tenido que ver, ese lugar le había quedado demasiado lejos como para ir a pie de paseo. Además, siempre estaba demasiado ocupada encargándose de la casa, de sus hermanos o de conseguir comida mediante cualquier medio como para tener un tiempo libre. Se detuvo en una zona de gran profundidad y solo observó el agua cristalina a sus pies. O también podría haber sido porque no sabía nadar y hasta la actualidad le daba miedo ahogarse. Ridículo, porque los vampiros no se ahogan, pero no quería terminar días siendo llevada por alguna corriente hasta que la marea la sacara a la orilla. No era su paseo ideal.
Delante de ella se extendía un pequeño muelle que se internaba en la laguna. Anclado en él solo quedaba una pequeña barca, sin dueño aparente. Era angosta, larga y comprimida; capacidad máxima con suerte de dos personas. Ahora o nunca. Debía aprovechar que era uno de esos pocos días en los que se animaba a salir para hacer todo lo que quisiera. Y ahora mismo solo había una cosa en su mente: pasear en aquel barco. Se quitó los zapatos de tacón y los arrojó dentro. Soltó el paragüas a pesar de la incomodidad que tenía con la luz y el mismo siguió el mismo destino que los zapatos. Tenía que hacer equilibrio para subirse o la barca se voltearía, así que apoyó un pie dentro, se agarró con las manos de los bordes de la embarcación y subió el otro pie más lejos, balancéandose.
Lamentablemente parecía no tener tan bien balanceado el peso con su fuerza sobrehumana y el conjunto fue excesivo. Durante un par de segundos intentó mantener el equilibrio entre ambos pies pero finalmente la fuera de gravedad venció y la barca se fue a un costado, mandándola con paragüas y zapatos incluídos al agua. Manoteó el borde de la embarcación pero ésta se dio vuelta, haciendo que perdiera cualquier punto de apoyo. Pasaron otro par de segundos hasta que sacó la cabeza del agua nuevamente y logró subir la mitad de su cuerpo sobre la barca volteada. Buscó su paragüas con la mirada, completamente desesperada, pero no estaba a la vista. Si se había hundido, no tenía forma de ir a buscarlo. No; no tenía modo de recuperarlo, punto.
Alzó la vista al cielo nublado. Tenía dos problemas. Uno, volver a subirse a la orilla. Dos, que por alguna razón las nubes cedieran y se calcinara bajo el inclemente Sol. Solo bastaban treinta segundos y sería polvo. Resopló y golpeó su frente contra la parte inferior de la barca. Al parecer uno puede morir de las maneras más simples y estúpidas.
Summer se colocó sus guantes de encaje blanco mientras miraba por la ventana de su carruaje. El clima no podía ser mejor para pasear; las nubes de un color grisáceo oscuro anunciaban que llovería pronto. Traía su pequeño paragüas floreado, aunque el agua de lluvia no le molestaba en absoluto. A su nuevo cochero le tenía asombrado que su ama quisiera ir a dar un paseo en barco con un clima tan hostil y por todos los medios había intentado hacerla desistir. Pobre hombre, ni se imaginaba lo tozuda que ella podía llegar a ser. No iba a quedarse en casa con un día tan espléndido, era algo que los humanos parecían no poder entender. Un par de gotitas no iban a detenerla: nadie podía, en realidad.
El carruaje se detuvo y la puerta se abrió para ella. Solo había una pareja en los alrededores que parecía estar levantando su pequeño picnic junto al lago. ¿No iban a quedarse a jugar con ella? ¡Qué falta de educación! Suspiró, viendo a sus bocaditos andantes marcharse y le pidió al cochero que la dejara sola. Su presencia le irritaba. El joven se marchó sin contradecirla aunque por la expresión en su rostro claramente pensaba que ya no habían caramelos en su rubia caramelera. Rió suave y se dispuso a caminar junto a la orilla de la laguna, utilizando su paragüas para protegerse de los débiles rayos de sol que, aunque tapados por las nubes, lograban generarle un leve ardor en la piel.
Nunca había visitado aquel lugar, a pesar de haber vivido sus 43 años unicamente en París. El hecho de que de humana fuera tan pobre podría haber tenido que ver, ese lugar le había quedado demasiado lejos como para ir a pie de paseo. Además, siempre estaba demasiado ocupada encargándose de la casa, de sus hermanos o de conseguir comida mediante cualquier medio como para tener un tiempo libre. Se detuvo en una zona de gran profundidad y solo observó el agua cristalina a sus pies. O también podría haber sido porque no sabía nadar y hasta la actualidad le daba miedo ahogarse. Ridículo, porque los vampiros no se ahogan, pero no quería terminar días siendo llevada por alguna corriente hasta que la marea la sacara a la orilla. No era su paseo ideal.
Delante de ella se extendía un pequeño muelle que se internaba en la laguna. Anclado en él solo quedaba una pequeña barca, sin dueño aparente. Era angosta, larga y comprimida; capacidad máxima con suerte de dos personas. Ahora o nunca. Debía aprovechar que era uno de esos pocos días en los que se animaba a salir para hacer todo lo que quisiera. Y ahora mismo solo había una cosa en su mente: pasear en aquel barco. Se quitó los zapatos de tacón y los arrojó dentro. Soltó el paragüas a pesar de la incomodidad que tenía con la luz y el mismo siguió el mismo destino que los zapatos. Tenía que hacer equilibrio para subirse o la barca se voltearía, así que apoyó un pie dentro, se agarró con las manos de los bordes de la embarcación y subió el otro pie más lejos, balancéandose.
Lamentablemente parecía no tener tan bien balanceado el peso con su fuerza sobrehumana y el conjunto fue excesivo. Durante un par de segundos intentó mantener el equilibrio entre ambos pies pero finalmente la fuera de gravedad venció y la barca se fue a un costado, mandándola con paragüas y zapatos incluídos al agua. Manoteó el borde de la embarcación pero ésta se dio vuelta, haciendo que perdiera cualquier punto de apoyo. Pasaron otro par de segundos hasta que sacó la cabeza del agua nuevamente y logró subir la mitad de su cuerpo sobre la barca volteada. Buscó su paragüas con la mirada, completamente desesperada, pero no estaba a la vista. Si se había hundido, no tenía forma de ir a buscarlo. No; no tenía modo de recuperarlo, punto.
Alzó la vista al cielo nublado. Tenía dos problemas. Uno, volver a subirse a la orilla. Dos, que por alguna razón las nubes cedieran y se calcinara bajo el inclemente Sol. Solo bastaban treinta segundos y sería polvo. Resopló y golpeó su frente contra la parte inferior de la barca. Al parecer uno puede morir de las maneras más simples y estúpidas.
Última edición por Summer J. Abadie el Mar Mar 04, 2014 9:25 pm, editado 4 veces
Summer J. Abadie- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Mi héroe? || Priv. +18
Día nublado en la zona, pareciese que los vientos que se van colando a través del paisaje de la laguna traen consigo distintas estelas de polvo cuyo matiz es claro pues entre sus viajes por el efecto eólico chocan ante la fisionomía de un ente de andar lento y orgulloso; de su rostro se pueden notar un par de ojos marrones que pareciesen haberse revestido con luz propia. Su vello facial que cae graciosamente por su barbilla en forma vertical teje junto a su cabellera larga y sujetada por una cola de caballo la imagen evidente de un personaje extranjero.
La paz y quietud del marco escénico parece interrumpirse, puesto que el varón de vestimenta fina observa a una rubia intentar robar lo que pareciese un bote –Bueno, puede que sea todo un ejemplo de belleza… Pero con este aire las cosas pueden salir mal, es mejor que…- y al cabo de sus palabras todo se interrumpe pues observa como la dama cae al agua y en una paradoja del destino se golpea la cabeza -¡Por Satanás, pero que chica tan inconsciente!- menta para salir corriendo a su salve, llegando a la orilla del lago y arrojándose sin pensarlo al agua.
Utilizando sus extremidades hábilmente para llegar a donde ella, éste le toma desde la cintura y la arrastra rápidamente a la orilla, donde la toma en brazos y la lleva hasta bajo la copa de un frondoso árbol –Está bien, eres demasiado hermosa para tener una muerte tan… bueno… Tan tonta- dialoga solo con su voz gruesa y de diferente acento. Las acciones no se hacen esperar y sus manos rápidamente abren un poco el escote de la musa sin segundas intenciones, esto para hacer presión en su pecho y ayudarle a respirar; así pues, también intenta darle respiración de boca a boca en busca de que suelte toda el agua que tragó y pueda volver en sí -¡Vamos! ¡Tienes que reaccionar! No me mojé solo para que mueras en mis brazos- reniega con su típico humor negro, ignorando que la preciosa criatura a su cuidado tiene más tiempo de vida que la misma historia.
La paz y quietud del marco escénico parece interrumpirse, puesto que el varón de vestimenta fina observa a una rubia intentar robar lo que pareciese un bote –Bueno, puede que sea todo un ejemplo de belleza… Pero con este aire las cosas pueden salir mal, es mejor que…- y al cabo de sus palabras todo se interrumpe pues observa como la dama cae al agua y en una paradoja del destino se golpea la cabeza -¡Por Satanás, pero que chica tan inconsciente!- menta para salir corriendo a su salve, llegando a la orilla del lago y arrojándose sin pensarlo al agua.
Utilizando sus extremidades hábilmente para llegar a donde ella, éste le toma desde la cintura y la arrastra rápidamente a la orilla, donde la toma en brazos y la lleva hasta bajo la copa de un frondoso árbol –Está bien, eres demasiado hermosa para tener una muerte tan… bueno… Tan tonta- dialoga solo con su voz gruesa y de diferente acento. Las acciones no se hacen esperar y sus manos rápidamente abren un poco el escote de la musa sin segundas intenciones, esto para hacer presión en su pecho y ayudarle a respirar; así pues, también intenta darle respiración de boca a boca en busca de que suelte toda el agua que tragó y pueda volver en sí -¡Vamos! ¡Tienes que reaccionar! No me mojé solo para que mueras en mis brazos- reniega con su típico humor negro, ignorando que la preciosa criatura a su cuidado tiene más tiempo de vida que la misma historia.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: ¿Mi héroe? || Priv. +18
"¡Por Satanás, pero que chica tan inconsciente!" Las palabras hacían eco en su cabeza como si la voz masculina se lo hubiera gritado al oído. Al parecer se había equivocado al creer que estaba en soledad. Gruñió por lo bajo para que nadie oyera. ¿Se estaba volviendo antipática o la gente era cada vez más molesta? Mejor ni pensar en que alguien hubiera visto esa patética caída; qué humillación. La vampira solo permaneció con la frente contra el bote y los ojos cerrados. Probablemente mala idea porque el dueño de esa voz la creería desmayada y no la dejaría en paz, pero no tenía mucho más que hacer.
Ni siquiera movió un dedo cuando escucha que alguien se tira al agua, a pesar de que por dentro entraba en pánico. No era una muy buena actriz en situaciones de emergencia, ¿podría fingir ser una damisela en peligro? Aguantó la respiración para no tragar agua mientras la sacaba e intentó reprimir las ganas de agarrarse del hombre como una garrapatas. Siendo vampira debería tener pánico del fuego y llevarse bien con el agua, pero ya estaba más que acostumbrada a que todo en ella funcionara de modo poco convencional.
Dejó el cuerpo flojo sobre aquellos brazos fuertes; no necesitaba actuar como muerta, eso le salía natural. Sin embargo, la tentación de ver el rostro de su salvador amenazaba con delatarla. ¿Quién era aquél que la había sacado del agua y llevado lejos de la orilla sin titubear ni un segundo? Podía oler su sangre a tan corta distancia, sentir el calor que irradiaba su piel. Era un humano y bastante ágil. Insultante como un mortal podía nadar y ella no.
"Lo conozco, pero no es francés" pensó. El marcado acento extranjero fue lo que la hizo dudar. Lo conocía, una voz tan distintiva no se le olvidaba y ella, que no viajaba nunca a ninguna parte, reconocía aquél el acento. Lo había escuchado antes. Pero, ¿en dónde? Muy bien, evidentemente, no lo conocía o sería capaz de recordarlo con claridad. Sus pensamientos se vieron interrumpidos por un leve tironeo en su vestido. La estaba... ¡¿la estaba desnudando?! ¿Acaso pensaba darle sentido a su "muerte" aprovechándose de la vulnerabilidad?
Le costó unos segundos reconocer su accionar. Pobre hombre, ni él podía hacer que su corazón frío y muerto reaccionara. Algo suave, tibio y húmedo se presionó contra sus labios. Hasta ahí llegaba su acto de muerta; no iba a dejar que cualquiera la besara solo por salir con el orgullo menos dañado. Abrió los ojos de golpe y lo alejó a empujones suaves que intentaban imitar la fuerza humana. Fingió toser unos cuantos segundos, aunque no había agua que pudiera escupir para hacerlo más realista. Ella sabía de las intenciones nobles del individuo, pero supuestamente había estado inconsciente. Disfrutaría de esa insconciencia tanto como pudiera. El tiempo pareció detenerse cuando la vampira alzó la mano y se desquitó con una bofetada que le dejaría la mano marcada el tiempo suficiente. -¡¿Qué cree que hace?!-recriminó.
El alma se le cae a los pies cuando reconoce al individuo. Era el ladrón enmascarado que había conocido en los callejones parisinos, robando a otro ladrón para devolver a sus propietarios. Era una moral retorcida, sí, pero ya lo había visto siendo honesto y ahora lo hacía cobrar por hacer otra buena acción. Desvió la mirada, tapándose el pecho con una mano. Tenía que admitir que se sentía levemente culpable.
Ni siquiera movió un dedo cuando escucha que alguien se tira al agua, a pesar de que por dentro entraba en pánico. No era una muy buena actriz en situaciones de emergencia, ¿podría fingir ser una damisela en peligro? Aguantó la respiración para no tragar agua mientras la sacaba e intentó reprimir las ganas de agarrarse del hombre como una garrapatas. Siendo vampira debería tener pánico del fuego y llevarse bien con el agua, pero ya estaba más que acostumbrada a que todo en ella funcionara de modo poco convencional.
Dejó el cuerpo flojo sobre aquellos brazos fuertes; no necesitaba actuar como muerta, eso le salía natural. Sin embargo, la tentación de ver el rostro de su salvador amenazaba con delatarla. ¿Quién era aquél que la había sacado del agua y llevado lejos de la orilla sin titubear ni un segundo? Podía oler su sangre a tan corta distancia, sentir el calor que irradiaba su piel. Era un humano y bastante ágil. Insultante como un mortal podía nadar y ella no.
"Lo conozco, pero no es francés" pensó. El marcado acento extranjero fue lo que la hizo dudar. Lo conocía, una voz tan distintiva no se le olvidaba y ella, que no viajaba nunca a ninguna parte, reconocía aquél el acento. Lo había escuchado antes. Pero, ¿en dónde? Muy bien, evidentemente, no lo conocía o sería capaz de recordarlo con claridad. Sus pensamientos se vieron interrumpidos por un leve tironeo en su vestido. La estaba... ¡¿la estaba desnudando?! ¿Acaso pensaba darle sentido a su "muerte" aprovechándose de la vulnerabilidad?
Le costó unos segundos reconocer su accionar. Pobre hombre, ni él podía hacer que su corazón frío y muerto reaccionara. Algo suave, tibio y húmedo se presionó contra sus labios. Hasta ahí llegaba su acto de muerta; no iba a dejar que cualquiera la besara solo por salir con el orgullo menos dañado. Abrió los ojos de golpe y lo alejó a empujones suaves que intentaban imitar la fuerza humana. Fingió toser unos cuantos segundos, aunque no había agua que pudiera escupir para hacerlo más realista. Ella sabía de las intenciones nobles del individuo, pero supuestamente había estado inconsciente. Disfrutaría de esa insconciencia tanto como pudiera. El tiempo pareció detenerse cuando la vampira alzó la mano y se desquitó con una bofetada que le dejaría la mano marcada el tiempo suficiente. -¡¿Qué cree que hace?!-recriminó.
El alma se le cae a los pies cuando reconoce al individuo. Era el ladrón enmascarado que había conocido en los callejones parisinos, robando a otro ladrón para devolver a sus propietarios. Era una moral retorcida, sí, pero ya lo había visto siendo honesto y ahora lo hacía cobrar por hacer otra buena acción. Desvió la mirada, tapándose el pecho con una mano. Tenía que admitir que se sentía levemente culpable.
Summer J. Abadie- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Mi héroe? || Priv. +18
El paso del tiempo parece ser casi instantáneo. Las brisas que balancean las cortinillas de polen chocan cual caricia fría con los cuerpos mojados de los jóvenes, principalmente el humano, quien yace tratando de resucitar a la hermosa rubia a toda costa, aun cuando ella no parece ser del todo desconocida. ¿Qué más da? No hay tiempo para ponerse a admirar lo bella que es y darse el lujo de reconocer a la doncella con la que de antaño cruzó camino… ¿O quizás sí?
El rostro del español al instante se ve volteado por la bofetada que recibe de lleno, sus ojos se cierran en un gesto de dolor y por unos segundos se queda así -¿Okay? Te salvo de tener probablemente la muerte más tonta en la historia de este lugar… ¿Y me agradeces casi arrancándome la cabeza?- impregnando un aire de ironía en sus palabras no tarda en sobar su mejilla, reincorporándose lentamente para al cabo de los segundos quedarse en silencio.
De sus ojos marrones solo se puede observar un shock debido a que ya con la cercanía logra reconocer esos ojos, esa voz, ese rostro… Era la vampiresa de aquella noche en el callejón –Será mejor que busquemos algo seco o si no enfermaremos- Realmente no sabe por qué dice algo tan estúpido, después de todo ella no puede morir, pero quiere pensar que ella no lo ha reconocido a él -¿Vienes conmigo a buscar algo o te regreso al agua?- trata de aguantar la carcajada para así reincorporarse y extender su mano en ayuda a que la damisela se coloque de pie.
El rostro del español al instante se ve volteado por la bofetada que recibe de lleno, sus ojos se cierran en un gesto de dolor y por unos segundos se queda así -¿Okay? Te salvo de tener probablemente la muerte más tonta en la historia de este lugar… ¿Y me agradeces casi arrancándome la cabeza?- impregnando un aire de ironía en sus palabras no tarda en sobar su mejilla, reincorporándose lentamente para al cabo de los segundos quedarse en silencio.
De sus ojos marrones solo se puede observar un shock debido a que ya con la cercanía logra reconocer esos ojos, esa voz, ese rostro… Era la vampiresa de aquella noche en el callejón –Será mejor que busquemos algo seco o si no enfermaremos- Realmente no sabe por qué dice algo tan estúpido, después de todo ella no puede morir, pero quiere pensar que ella no lo ha reconocido a él -¿Vienes conmigo a buscar algo o te regreso al agua?- trata de aguantar la carcajada para así reincorporarse y extender su mano en ayuda a que la damisela se coloque de pie.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: ¿Mi héroe? || Priv. +18
El hombre pareció no reconocerla. Quizás la máscara del que había conocido en los callejones hacía que se lo confundiera con alguien más. Aún así el acento era practicamente único en todo París. No había conocido nunca a un extranjero que hablara así, ni siquieratenía idea de dónde venía. ¿Era en verdad posible que la conociera y no se acordara de ella? No le importaba realmente la modestia. La belleza era su principal arma de combate. Entrecerró los ojos, observando detalladamente el agraciado rostro del mortal. Realmente era una lástima que ocultara algo tan bueno bajo una máscara oscura. Quizás sólo era un loco, atormentado por su propios pensamientos. Eso explicaría su accionar en los callejones. La vampira suspiró; loco o no, la había salvado.
Con suma paciencia volvió a abrocharse el escote de aquél ligero vestido, que de por sí tenía suficiente escote. No le importaba que viera más piel de lo adecuado para una mujer, ella no se regía necesariamente por la ética religiosa. De todos modos, ya estaba condenada.
Intentaba pensar en alguna respuesta inteligente que brindarle, algo que reivindicara su orgullo. ¿Sarcasmo? ¿Ironía? Nunca habían sido su fuerte, mas si se esmeraba podía sacar buen provecho de ellas. Ahora toda fuente de inspiración parecía seca. ¡Qué frustrantes esos ojos de color café! Tenía en su mente la imagen de aquella mirada tiempo atrás y no podía creer que fuera la misma. Antaño la habrían hecho perder la cordura con su frialdad y burla, ahora solo eran cálidos. Como si la luz del día reflejara en él una inocencia de la que no era dueño. Summer se levantó del césped ignorando toda ayuda caballerosa que le ofreciera y sacudió la falda de su vestido para limpiar toda suciedad que se le hubiera pegado al estar mojada. De haber sido humana probablemente no hubiera dejado de estornudar una y otra vez.
-Para su información, podía salir de ese problema perfectamente sin su ayuda-respondió irritada. ¡La trataba como a una niña! ¡Qué ganas de dejar claro que el débil de ambos era él y no ella! Cruzó sus brazos, intentando permanecer con el semblante impasible y no arruinarlo todo con algún destello de sus caprichos. -Le acompaño sólo porque el agua está muy fría... no quisiera que enfermara por intentar ser un caballero -murmuró esto último con la mandíbula apretada y forzando las palabras a que salieran de su boca. Era lo más cercano a un agradecimiento que iba a obtener de su parte así que ojalá le contentara.
Con suma paciencia volvió a abrocharse el escote de aquél ligero vestido, que de por sí tenía suficiente escote. No le importaba que viera más piel de lo adecuado para una mujer, ella no se regía necesariamente por la ética religiosa. De todos modos, ya estaba condenada.
Intentaba pensar en alguna respuesta inteligente que brindarle, algo que reivindicara su orgullo. ¿Sarcasmo? ¿Ironía? Nunca habían sido su fuerte, mas si se esmeraba podía sacar buen provecho de ellas. Ahora toda fuente de inspiración parecía seca. ¡Qué frustrantes esos ojos de color café! Tenía en su mente la imagen de aquella mirada tiempo atrás y no podía creer que fuera la misma. Antaño la habrían hecho perder la cordura con su frialdad y burla, ahora solo eran cálidos. Como si la luz del día reflejara en él una inocencia de la que no era dueño. Summer se levantó del césped ignorando toda ayuda caballerosa que le ofreciera y sacudió la falda de su vestido para limpiar toda suciedad que se le hubiera pegado al estar mojada. De haber sido humana probablemente no hubiera dejado de estornudar una y otra vez.
-Para su información, podía salir de ese problema perfectamente sin su ayuda-respondió irritada. ¡La trataba como a una niña! ¡Qué ganas de dejar claro que el débil de ambos era él y no ella! Cruzó sus brazos, intentando permanecer con el semblante impasible y no arruinarlo todo con algún destello de sus caprichos. -Le acompaño sólo porque el agua está muy fría... no quisiera que enfermara por intentar ser un caballero -murmuró esto último con la mandíbula apretada y forzando las palabras a que salieran de su boca. Era lo más cercano a un agradecimiento que iba a obtener de su parte así que ojalá le contentara.
Summer J. Abadie- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Mi héroe? || Priv. +18
El paso de los minutos hacen que la tarde vaya cayendo y junto con esto el descenso de la temperatura es algo inminente. Así pues, los aires que se tornan un poco más inquietos se cuelan entre el marco escénico donde ambos jóvenes yacen dialogando o mejor dicho, argumentando –Claro, salir perfectamente sin mi ayuda- cita de manera sarcástica el de herencia española -¿Y eso en que parte era?- hace una retórica mientras hace un gesto al notar como la rubia se levanta despreciando su ayuda -¿En la parte donde estabas inconsciente o donde casi terminas en el fondo de la laguna?- insiste con su sarcasmo mientras no puede evitar notar la belleza y el cuerpo de la berrinchuda.
-¡Oh, pero muchas gracias!... ¡No tenía por qué molestarse!- ejecuta con toda ironía el hijo prodigio de España, quien camina al lado de la fémina rumbo a lo que pareciese un hostal –Bueno, parece que nos toca ir dentro, seguro se podrá dar un baño y descansar un poco… La noche está cayendo y es muy tarde para un camino a casa- interpreta el de voz ronca quien conoce bien la zona y por ello es que se atreve dar el augurio de algo malo en caso de emprender camino hacia la ciudad.
La mente de Aldebarán no deja de recordar aquella noche hace ya varias semanas, él confía que la vampiresa no le haya reconocido por su antifaz, sin embargo, conoce bien las habilidades de los de su especie y por ello se limita a fingir amnesia, quizás así, ella pueda comprarle su teatro de un simple casanova que va por ahí salvando damiselas de morir ahogadas por sus propias manos.
-Buenas noches, bienvenidos al Hostal- les recibe una amable señora, algo grande y con una vestimenta que delata la posición del lugar, quizás no lo más lujoso de París pero si algo decente y acogedor –Fortuna es poca al toparnos con este bello lugar, le agradecería su pudiese facilitarnos dos cuartos- Con su nata habilidad en el habla se puede observar como el moreno intenta conseguir hospedaje. ¿Qué si la dama aceptó? ¡Qué más da! Él necesita un baño y ropa seca.
-Lo lamento, por el momento estamos totalmente llenos, la temporada y la estación del año han hecho que nuestro Hostal esté al tope- Dice con algo de tristeza la mujer, a quien pronto se le dedica una respuesta –¡Oh, vamos! Tiene que haber algo para mi hermana menor y para mí… Sé que una mujer tan bella como usted también posee la autoridad y los medios para ayudar a este par de jóvenes perdidos… De hacerlo, jamás olvidaré este gran favor- insiste el nocturno, quien acaricia la mano de la recibidora a la par de guiñar su ojo bajo la mueca sonriente de su rostro.
En solo instantes y con un rubor obvio en el rostro de la mujer, esta responde –Veré si por casualidad hay algo…- Así, con solo un minuto o dos encuentra entre mucho papeleo algo –Todo indica que tenemos un solo cuarto… Así que tendrían que compartir- El rostro del Conde pareciese ponerse nervioso, no tanto por quedar encerrado con una dama bajo el mismo cuarto, sino por quedar encerrado con una dama como lo es aquella bella rubia –Creo que la fortuna y su inmensa misericordia nos ha sonreído, guapa- comunica con descaro, tomando la llave y dejando un beso en el dorso de la suspirante femenina quien solo ve al prodigio darse la vuelta.
-Después de ti-
-¡Oh, pero muchas gracias!... ¡No tenía por qué molestarse!- ejecuta con toda ironía el hijo prodigio de España, quien camina al lado de la fémina rumbo a lo que pareciese un hostal –Bueno, parece que nos toca ir dentro, seguro se podrá dar un baño y descansar un poco… La noche está cayendo y es muy tarde para un camino a casa- interpreta el de voz ronca quien conoce bien la zona y por ello es que se atreve dar el augurio de algo malo en caso de emprender camino hacia la ciudad.
La mente de Aldebarán no deja de recordar aquella noche hace ya varias semanas, él confía que la vampiresa no le haya reconocido por su antifaz, sin embargo, conoce bien las habilidades de los de su especie y por ello se limita a fingir amnesia, quizás así, ella pueda comprarle su teatro de un simple casanova que va por ahí salvando damiselas de morir ahogadas por sus propias manos.
-Buenas noches, bienvenidos al Hostal- les recibe una amable señora, algo grande y con una vestimenta que delata la posición del lugar, quizás no lo más lujoso de París pero si algo decente y acogedor –Fortuna es poca al toparnos con este bello lugar, le agradecería su pudiese facilitarnos dos cuartos- Con su nata habilidad en el habla se puede observar como el moreno intenta conseguir hospedaje. ¿Qué si la dama aceptó? ¡Qué más da! Él necesita un baño y ropa seca.
-Lo lamento, por el momento estamos totalmente llenos, la temporada y la estación del año han hecho que nuestro Hostal esté al tope- Dice con algo de tristeza la mujer, a quien pronto se le dedica una respuesta –¡Oh, vamos! Tiene que haber algo para mi hermana menor y para mí… Sé que una mujer tan bella como usted también posee la autoridad y los medios para ayudar a este par de jóvenes perdidos… De hacerlo, jamás olvidaré este gran favor- insiste el nocturno, quien acaricia la mano de la recibidora a la par de guiñar su ojo bajo la mueca sonriente de su rostro.
En solo instantes y con un rubor obvio en el rostro de la mujer, esta responde –Veré si por casualidad hay algo…- Así, con solo un minuto o dos encuentra entre mucho papeleo algo –Todo indica que tenemos un solo cuarto… Así que tendrían que compartir- El rostro del Conde pareciese ponerse nervioso, no tanto por quedar encerrado con una dama bajo el mismo cuarto, sino por quedar encerrado con una dama como lo es aquella bella rubia –Creo que la fortuna y su inmensa misericordia nos ha sonreído, guapa- comunica con descaro, tomando la llave y dejando un beso en el dorso de la suspirante femenina quien solo ve al prodigio darse la vuelta.
-Después de ti-
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: ¿Mi héroe? || Priv. +18
La única respuesta a las inquisiciones del hombre que había salvado su vida -si lo que ella tenía podía denominarse así- fue un bufido. Él tenía razón, aunque creyera haberla salvado del modo equivocado. Por más que no pudiera ahogarse, si podría haber quedado varada en aquél lugar durante el tiempo suficiente para que el sol asomara entre las nubes y la quemara. Y aunque el cielo encapotado no se despejara, si no lograba llegar a la orilla durante la noche, cuando nadie pasara por ahí, el amanecer la bañaría con su luz poco piadosa. Tampoco se sentía con la suficiente valentía de intentar soltarse del bote para intentar alcanzar la orilla, bajo el riesgo inminente de terminar en el fondo de la laguna. Todo parecía extraído de una pesadilla sin sentido; era el agua que aún le resbalaba por la piel blanquecina, lo que lo volvía más terriblemente real... -Cuando despertara, por supuesto-afirmó, alzando la barbilla. El resto del camino debería callarse e ignorar sus comentarios. Al parecer su habilidad con el sarcasmo y la ironía había encontrado un buen rival al que no le importaba usarlos. Sonaba mejor de lo que se sentía.
La rubia sólo caminó en la dirección a la que él iba sin prestar demasiada atención. Se iba quitando diferentes y minúsculos pasadores del cabello, soltando a la vez sus rulos húmedos para que se secaran con la fría brisa que corría en su contra. De haber visto antes a dónde se dirigían o de haberle prestado algo de atención a aquél extraño, alguna excusa previa le habría salido. -¿Tarde para emprender el camino a casa? ¡Nunca es tarde para eso! No puede hablar enserio...-se quejó. Con gusto habría emprendido el camino a casa por su cuenta, pero para ser vampira, su sentido de la orientación dejaba mucho que desear y su conocimiento de aquellas zonas también. Por tanto, de nuevo estaba ligada a lo que el destino le pusiera enfrente. En este caso, un hombre tan terco, sarcástico y guapo como ella podía serlo... ¿Apuesto? ¿Un humano? Tenía que dejar de pensar en esas cosas.
Entró al hostal detrás de él, reticente y cautelosa. Paseaba la mirada de un lado al otro como un gato enjaulado. Así se sentía; arrastrada a aquél lugar tan impropio para ella y digno de la humilde y hambrienta humana que había sido alguna vez. La mujer detrás del mostrador no le inspiraba confianza. Joder; nada le inspiraba confianza, solo quien la había sacado del agua, aunque no tuviera razones para ello. Suspiró, jugando a las estatuas detrás de él. No había juego que se le diera mejor, aunque el resto del tiempo fuera demasiado inquieta.
Otra cosa que, para ser humano, el ex-enmascarado tenía aparentemente muy bien dominada, era su habilidad de seducción. Daba asco tanta mirada coqueta entre la mujer del hostal y él. Hizo una mueca, observando el intercambio con fastidio. La estaban ignorando de forma espectacular. Ella no era su hermanita. De hecho, en todo caso era su rehén, considerando que no la ayudaría a volver a casa. Podría preguntarle a la mujer allí el camino a París... pero de pronto no le caía muy bien. ¿Cómo iba a confiar en que supiera darle las indicaciones correctas para atravesar el bosque y llegar a la ciudad?
Su fastidio fue en aumento hasta llegar al tope con la noticia de la habitación simple. No se le movía un pelo, pero por dentro los había asesinado a ambos en mil y una sádicas y sanguinarias ocasiones los últimos diez segundos. Le quitó la llave de la mano al "galán" y se dio la vuelta con brusquedad para buscar por su cuenta la habitación en el pasillo. Sus pasos rápidos y sigilosos sobre la alfombra de un verde desgastado le sacaron ventaja rapidamente. Sí necesitaba esa ducha después de todo. ¿De qué otra forma se iba a sacar ese mal humor de encima? Y la mala suerte también ya que parecía perseguirla.
"15, 16, 17... 18". Abrió la puerta y la cerró detrás de ella sin llave, dejándolo afuera. Era pequeña y tenía una sola cama que, aunque se veía cómoda, no iba a utilizar si tenía que compartirla con él. Dejó sus zapatos junto a la puerta y avanzó con curiosidad y rapidez inhumana, aprovechando que él aún no abría la puerta, hasta las cortinas de un estampado antiguo. Su mano reposó un momento sobre ella, observando las cantidades de polvo que se habían acumulado allí. La limpieza dejaba qué desear. Descorrió la cortina de una vez. Afuera ya era el atardecer y las tonalidades de naranja, rosa y lila teñían las nubes por completo, dándole al cielo un color nuevo para variar de tanto gris. No podía recordar si era luna llena o no, lo cual sólo lograba inquietarla más.
Suspiró al oír la puerta abrirse, pegando la naríz al vidrio. -Dormiré en el piso.
La rubia sólo caminó en la dirección a la que él iba sin prestar demasiada atención. Se iba quitando diferentes y minúsculos pasadores del cabello, soltando a la vez sus rulos húmedos para que se secaran con la fría brisa que corría en su contra. De haber visto antes a dónde se dirigían o de haberle prestado algo de atención a aquél extraño, alguna excusa previa le habría salido. -¿Tarde para emprender el camino a casa? ¡Nunca es tarde para eso! No puede hablar enserio...-se quejó. Con gusto habría emprendido el camino a casa por su cuenta, pero para ser vampira, su sentido de la orientación dejaba mucho que desear y su conocimiento de aquellas zonas también. Por tanto, de nuevo estaba ligada a lo que el destino le pusiera enfrente. En este caso, un hombre tan terco, sarcástico y guapo como ella podía serlo... ¿Apuesto? ¿Un humano? Tenía que dejar de pensar en esas cosas.
Entró al hostal detrás de él, reticente y cautelosa. Paseaba la mirada de un lado al otro como un gato enjaulado. Así se sentía; arrastrada a aquél lugar tan impropio para ella y digno de la humilde y hambrienta humana que había sido alguna vez. La mujer detrás del mostrador no le inspiraba confianza. Joder; nada le inspiraba confianza, solo quien la había sacado del agua, aunque no tuviera razones para ello. Suspiró, jugando a las estatuas detrás de él. No había juego que se le diera mejor, aunque el resto del tiempo fuera demasiado inquieta.
Otra cosa que, para ser humano, el ex-enmascarado tenía aparentemente muy bien dominada, era su habilidad de seducción. Daba asco tanta mirada coqueta entre la mujer del hostal y él. Hizo una mueca, observando el intercambio con fastidio. La estaban ignorando de forma espectacular. Ella no era su hermanita. De hecho, en todo caso era su rehén, considerando que no la ayudaría a volver a casa. Podría preguntarle a la mujer allí el camino a París... pero de pronto no le caía muy bien. ¿Cómo iba a confiar en que supiera darle las indicaciones correctas para atravesar el bosque y llegar a la ciudad?
Su fastidio fue en aumento hasta llegar al tope con la noticia de la habitación simple. No se le movía un pelo, pero por dentro los había asesinado a ambos en mil y una sádicas y sanguinarias ocasiones los últimos diez segundos. Le quitó la llave de la mano al "galán" y se dio la vuelta con brusquedad para buscar por su cuenta la habitación en el pasillo. Sus pasos rápidos y sigilosos sobre la alfombra de un verde desgastado le sacaron ventaja rapidamente. Sí necesitaba esa ducha después de todo. ¿De qué otra forma se iba a sacar ese mal humor de encima? Y la mala suerte también ya que parecía perseguirla.
"15, 16, 17... 18". Abrió la puerta y la cerró detrás de ella sin llave, dejándolo afuera. Era pequeña y tenía una sola cama que, aunque se veía cómoda, no iba a utilizar si tenía que compartirla con él. Dejó sus zapatos junto a la puerta y avanzó con curiosidad y rapidez inhumana, aprovechando que él aún no abría la puerta, hasta las cortinas de un estampado antiguo. Su mano reposó un momento sobre ella, observando las cantidades de polvo que se habían acumulado allí. La limpieza dejaba qué desear. Descorrió la cortina de una vez. Afuera ya era el atardecer y las tonalidades de naranja, rosa y lila teñían las nubes por completo, dándole al cielo un color nuevo para variar de tanto gris. No podía recordar si era luna llena o no, lo cual sólo lograba inquietarla más.
Suspiró al oír la puerta abrirse, pegando la naríz al vidrio. -Dormiré en el piso.
Última edición por Summer J. Abadie el Sáb Jul 26, 2014 9:00 pm, editado 2 veces
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Re: ¿Mi héroe? || Priv. +18
Las reacciones no se han dejado esperar, ¡Pero que ternura de mujer! Esas rabietas cual niña pequeña y ¿celosa? Solo han hecho sonreír al de herencia española, quien siente el arrebato de la llave y no hace más que negar con su cabeza, sonriendo burlón y lleno de total cinismo cual casanova que ha cosechado un triunfo más –Si vas a darme la espalda, es mejor que sea bajo tu propio consentimiento… Podría ser peligroso, rubia querida- los ojos marrones del irreconocido noble se clavan fuertemente en el cuerpo caminante de su acompañante, a quien por cierto, no puede ignorar y es que su belleza sencillamente le han despertado algo muy dentro de él.
No tarda en perderse y a diferencia de la doncella, este no duda en dar varias observaciones al lugar. Los pasillos, las ventanas, puertas, salidas, totalmente analizado el recinto debe quedar pues ¿Qué sería de un ladrón si no tuviese sus precauciones?
Así pues, el altivo joven observa una de las mucamas a la cual no duda en sonreír de manera coqueta; su mano se estira para tomar la ajena sin ninguna clase de vergüenza y así, su rostro se acerca hasta la oreja de la trabajadora para musitar con calma –Que nadie moleste en la 18… Ni siquiera servicio al cuarto, de necesitar algo, nosotros llamaremos- y con total disimulo deja una bolsa de dinero en las manos de la sirvienta, claro está, él no se queda con las manos vacías pues un beso robado de la mejilla perteneciente a la fémina se queda en sus garras.
Tratando de alcanzar a su… ¿damisela en apuros?... Aldebarán sencillamente se adentra a la habitación, notando el nerviosismo de la musa y junto con sus palabras este dedica –Por más que me encante la sensación y vista desde el suelo…- su sonrisa ladina delata el doble sentido de sus palabras –Llevaré la contraria… Quédate con la cama, el sillón me basta y sobra o si prefieres… Puedo dormir en el balcón, después de todo soy una criatura nocturna- Y al termino de esto, su mano diestra ajusta bien la cortinilla para que tape toda luz entrante desde el exterior, después de todo, sabe bien quien es ella, su especie y que el Sol no es su mejor amigo.
-Aquí esperaré a que salgas, luego yo tomaré mi baño… Disfrútalo y relájate, si necesitas algo, no dudes en llamarme- un guiño de su ojo se suscita con todo descaro, ¡¿Qué sería de él sin su clásico aire cínico?! El hijo prodigio de la madre patria bien sabe jugar sus cartas y prefiere hacerle creer que no es más que un casanova en busca de disfrazar su verdadera identidad, la cual, está en peligro al compartir descanso junto a la rubia que desde ese momento… Ha osado con robar sus pensamientos.
No tarda en perderse y a diferencia de la doncella, este no duda en dar varias observaciones al lugar. Los pasillos, las ventanas, puertas, salidas, totalmente analizado el recinto debe quedar pues ¿Qué sería de un ladrón si no tuviese sus precauciones?
Así pues, el altivo joven observa una de las mucamas a la cual no duda en sonreír de manera coqueta; su mano se estira para tomar la ajena sin ninguna clase de vergüenza y así, su rostro se acerca hasta la oreja de la trabajadora para musitar con calma –Que nadie moleste en la 18… Ni siquiera servicio al cuarto, de necesitar algo, nosotros llamaremos- y con total disimulo deja una bolsa de dinero en las manos de la sirvienta, claro está, él no se queda con las manos vacías pues un beso robado de la mejilla perteneciente a la fémina se queda en sus garras.
Tratando de alcanzar a su… ¿damisela en apuros?... Aldebarán sencillamente se adentra a la habitación, notando el nerviosismo de la musa y junto con sus palabras este dedica –Por más que me encante la sensación y vista desde el suelo…- su sonrisa ladina delata el doble sentido de sus palabras –Llevaré la contraria… Quédate con la cama, el sillón me basta y sobra o si prefieres… Puedo dormir en el balcón, después de todo soy una criatura nocturna- Y al termino de esto, su mano diestra ajusta bien la cortinilla para que tape toda luz entrante desde el exterior, después de todo, sabe bien quien es ella, su especie y que el Sol no es su mejor amigo.
-Aquí esperaré a que salgas, luego yo tomaré mi baño… Disfrútalo y relájate, si necesitas algo, no dudes en llamarme- un guiño de su ojo se suscita con todo descaro, ¡¿Qué sería de él sin su clásico aire cínico?! El hijo prodigio de la madre patria bien sabe jugar sus cartas y prefiere hacerle creer que no es más que un casanova en busca de disfrazar su verdadera identidad, la cual, está en peligro al compartir descanso junto a la rubia que desde ese momento… Ha osado con robar sus pensamientos.
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Re: ¿Mi héroe? || Priv. +18
Resopló, poniendo los ojos en blanco. Por supuesto que lo entendería de aquél modo. Tendría que haber previsto lo mal que tomaría el hombre aquello de dormir en el piso, pero tampoco podía cuidarse de todo lo que él pudiera o no malpensar porque terminaría sumiéndose en un eterno silencio. De todos modos, no era como si se hubiera tomado aquella propuesta muy enserio. ¿Ella? ¿Dormir en el suelo y ensuciar su ya maltratado vestido cuando él podía hacerlo perfectamente? Su ofrecimiento le venía como anillo al dedo y era todo lo que esperaba de su parte. “Ya sé que eres una criatura nocturna y también un ladrón. Por eso deberías dormir en la laguna o haber tenido el coraje de ayudarme a volver a casa, maldito” pensó para sus adentros. Su rostro de muñeca se mantuvo tan imperturbable e indescifrable como el del caballero mientras su mente buscaba los peores adjetivos para aquél individuo que la había llevado a aquella situación. ¡Ni siquiera camas separadas! –Si insistes –fue todo lo que contestó, con una sonrisita entre la cortesía y la burla. Ella no era nadie para impedirle que durmiera en el balcón si quería hacerlo.
-Espérame sentado. No creo necesitar ayuda para bañarme- respondió a la pasada, ignorando sus intentos de ser un Casanova y dirigiéndose al baño con una toalla limpia… o al menos se esforzaría en ignorar cuan limpia. Le sorprendió lo inmaculadamente blanco y frío del baño; se encontraba casi a su misma temperatura cadavérica. Dejó la toalla seca a un costado y dejó el agua calentar junto al fuego, en un rincón, mientras se desnudaba. Que estuviera del otro lado de la puerta de madera mientras ella estaba desnuda no le inspiraba nada de confianza. Solo unos centímetros de un material tan frágil como peligroso los separaban. Permanentemente echaba un vistazo a la puerta para asegurarse de que siguiera cerrada. Para su alivio, no se abrió en ningún momento hasta el final de su baño. El muy descarado podía decir cualquier cosa de la boca para afuera, pero no actuaba como el pervertido que aparentaba ser, hasta el momento.
Mucho más relajada se envolvió en la toalla seca y fue a buscar la ropa limpia cuando se dio cuenta de que… bueno, no la había. Ahora que estaba limpia y veía el vestido con mayor detenimiento estaba completamente perdido. El barro de la laguna se le había pegado por todas partes. Inclusive tenía pasto en algunas partes. Y ni hablar de que tantas capas de tela se hubieran secado para entonces. Podría haber pensado todo aquello antes, sí. Debería haberlo pensado. Ojalá se abriera un agujero en la Tierra, se la tragase y listo. O al menos que mágicamente se abriera un agujero en el techo que permitiera el paso de la luz del Sol. Tenía más ánimos de esperar hasta el amanecer que de pedirle ayuda al hombre de afuera.
Se paseó de un lado al otro de la habitación durante por lo menos cinco minutos. Tenía que juntar coraje. Finalmente suspiró y se paró junto a la puerta. Sus mejillas estaban prácticamente de color carmesí y la vergüenza era aplastante y bochornosa. Si le había tomado el pelo con lo de la laguna, con esto le daba la herramienta perfecta para humillarla hasta la mañana siguiente. Golpeó la madera un par de veces para atraer su atención y abrió la puerta lo suficiente como para pasar una mano al otro lado. Estaba tan pendiente en asegurarse la toalla alrededor del pecho que ni siquiera había notado que él podía no estar en la habitación sino que coqueteando de nuevo con las empleadas del hostal.
-No tengo nada que ponerme-murmuró, asomando sus ojos azules por la rendija. Se sentía una niña pidiendo cualquier ayuda. Después de todo, ¿él que podía hacer? A no ser que cargara con el vestido de alguna de sus amantes y ella no lo hubiera visto… o se ponía aquello todo sucio y embarrado o se quedaba así en toalla.
-Espérame sentado. No creo necesitar ayuda para bañarme- respondió a la pasada, ignorando sus intentos de ser un Casanova y dirigiéndose al baño con una toalla limpia… o al menos se esforzaría en ignorar cuan limpia. Le sorprendió lo inmaculadamente blanco y frío del baño; se encontraba casi a su misma temperatura cadavérica. Dejó la toalla seca a un costado y dejó el agua calentar junto al fuego, en un rincón, mientras se desnudaba. Que estuviera del otro lado de la puerta de madera mientras ella estaba desnuda no le inspiraba nada de confianza. Solo unos centímetros de un material tan frágil como peligroso los separaban. Permanentemente echaba un vistazo a la puerta para asegurarse de que siguiera cerrada. Para su alivio, no se abrió en ningún momento hasta el final de su baño. El muy descarado podía decir cualquier cosa de la boca para afuera, pero no actuaba como el pervertido que aparentaba ser, hasta el momento.
Mucho más relajada se envolvió en la toalla seca y fue a buscar la ropa limpia cuando se dio cuenta de que… bueno, no la había. Ahora que estaba limpia y veía el vestido con mayor detenimiento estaba completamente perdido. El barro de la laguna se le había pegado por todas partes. Inclusive tenía pasto en algunas partes. Y ni hablar de que tantas capas de tela se hubieran secado para entonces. Podría haber pensado todo aquello antes, sí. Debería haberlo pensado. Ojalá se abriera un agujero en la Tierra, se la tragase y listo. O al menos que mágicamente se abriera un agujero en el techo que permitiera el paso de la luz del Sol. Tenía más ánimos de esperar hasta el amanecer que de pedirle ayuda al hombre de afuera.
Se paseó de un lado al otro de la habitación durante por lo menos cinco minutos. Tenía que juntar coraje. Finalmente suspiró y se paró junto a la puerta. Sus mejillas estaban prácticamente de color carmesí y la vergüenza era aplastante y bochornosa. Si le había tomado el pelo con lo de la laguna, con esto le daba la herramienta perfecta para humillarla hasta la mañana siguiente. Golpeó la madera un par de veces para atraer su atención y abrió la puerta lo suficiente como para pasar una mano al otro lado. Estaba tan pendiente en asegurarse la toalla alrededor del pecho que ni siquiera había notado que él podía no estar en la habitación sino que coqueteando de nuevo con las empleadas del hostal.
-No tengo nada que ponerme-murmuró, asomando sus ojos azules por la rendija. Se sentía una niña pidiendo cualquier ayuda. Después de todo, ¿él que podía hacer? A no ser que cargara con el vestido de alguna de sus amantes y ella no lo hubiera visto… o se ponía aquello todo sucio y embarrado o se quedaba así en toalla.
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Re: ¿Mi héroe? || Priv. +18
El pasar del tiempo sin duda alguna se hace muy pero muy lento. ¿Qué se puede esperar? Es una doncella tomando un baño y para variar, una muy… ¿coqueta? El rostro del español se gira a la puerta, quizás sea un Casanova y sus actitudes sean del todo descaradas al estar a solas con ella pero a diferencia de lo que cualquiera pudiese juzgar, él tiene decencia por lo tanto prefiere solo alejarse a cambio de espiarla decidió ir a la cama, sacudirla un poco del polvo así como los muebles, la cocina, alfombras entre otros objetos… Técnicamente se dedica a limpiar la habitación y colocarla un poco más decente para la rubia.
Calmadamente decide ir al ventanal para abrirle solo unos segundos y dejar que el aire circule en la habitación lo suficiente para que malos olores se vayan y el aroma de la laguna se adentre puesto que con la caída de la noche es más sencillo que los aromas naturales se mezclen en el ambiente, después de todo, ¿Qué sería de una noche “romántica” sin algo de naturaleza?
La dama toma el protagonismo y decide llamarle, al parecer hay algo mal. Solicitando un par de ropas, el español sencillamente suelta una ligera risa y comenta –Aun cuando me encante la idea de tenerte aquí en… Bueno, solo toalla… Debo decir que primero me gustaría tomar un baño para poder salir a traerte algo decente para dormir- Al cabo de esto, el de cabellos largos atrevidamente abre la puerta del baño, sabiendo bien que ella ya está con su cuerpo protegido de su vista –Así que si me disculpas, creo que primero… Tomaré un baño- “ayudándole” a salir, este cierra la puerta en el rostro de la lluvia sin darse cuenta que deja un hueco por el cual se observa como decide utilizar el agua que ella había dejado y por lo tanto yace ideal en temperatura.
Su cuerpo se va desnudando lentamente, primero decide quitarse su camisa que al terminar en el suelo revela su cuerpo bien trabajado, con un abdomen marcado y sus músculos que si bien no son voluptuosos, no dejan de ser una prueba del ejercicio y actividad física que obviamente desarrolla. Así también, bastantes cicatrices se pueden observar a lo largo y ancho de su espalda, costados e inclusive pectorales; huellas de sus travesuras nocturnas, algunos errores y otros sucesos que envuelven látigos, armas y golpes que desgraciadamente… No fueron hechos por alguien del sexo femenino.
El pantalón de Aldebarán también cae y con esto decide meterse a la tina donde suela un hondo suspiro que pronto deja salir todo estrés de su cuerpo. Sus ojos se cierran y su yelmo se recarga en el borde del mueble, sintiendo la calidez del baño así como remojando su cabeza y su cabellera, sin duda alguna y merecía y necesitaba un descanso como este.
Calmadamente decide ir al ventanal para abrirle solo unos segundos y dejar que el aire circule en la habitación lo suficiente para que malos olores se vayan y el aroma de la laguna se adentre puesto que con la caída de la noche es más sencillo que los aromas naturales se mezclen en el ambiente, después de todo, ¿Qué sería de una noche “romántica” sin algo de naturaleza?
La dama toma el protagonismo y decide llamarle, al parecer hay algo mal. Solicitando un par de ropas, el español sencillamente suelta una ligera risa y comenta –Aun cuando me encante la idea de tenerte aquí en… Bueno, solo toalla… Debo decir que primero me gustaría tomar un baño para poder salir a traerte algo decente para dormir- Al cabo de esto, el de cabellos largos atrevidamente abre la puerta del baño, sabiendo bien que ella ya está con su cuerpo protegido de su vista –Así que si me disculpas, creo que primero… Tomaré un baño- “ayudándole” a salir, este cierra la puerta en el rostro de la lluvia sin darse cuenta que deja un hueco por el cual se observa como decide utilizar el agua que ella había dejado y por lo tanto yace ideal en temperatura.
Su cuerpo se va desnudando lentamente, primero decide quitarse su camisa que al terminar en el suelo revela su cuerpo bien trabajado, con un abdomen marcado y sus músculos que si bien no son voluptuosos, no dejan de ser una prueba del ejercicio y actividad física que obviamente desarrolla. Así también, bastantes cicatrices se pueden observar a lo largo y ancho de su espalda, costados e inclusive pectorales; huellas de sus travesuras nocturnas, algunos errores y otros sucesos que envuelven látigos, armas y golpes que desgraciadamente… No fueron hechos por alguien del sexo femenino.
El pantalón de Aldebarán también cae y con esto decide meterse a la tina donde suela un hondo suspiro que pronto deja salir todo estrés de su cuerpo. Sus ojos se cierran y su yelmo se recarga en el borde del mueble, sintiendo la calidez del baño así como remojando su cabeza y su cabellera, sin duda alguna y merecía y necesitaba un descanso como este.
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Re: ¿Mi héroe? || Priv. +18
Si bien la vampiresa no estaba segura de cuál sería la reacción que obtendría de su parte, había pensado que sería por las líneas de la cortesía y caballerosidad que venía usando con ella desde que la había sacado del agua. ¿Por qué había pensado eso? Conocía la naturaleza de aquél ladronzuelo descortés desde la primera vez que lo había visto. ¿Había pensado que intentaría ayudarla en vez de aprovecharse de la situación? Pobre ilusa. Quizás por tanta inocencia fue que no estaba lista para ofrecer resistencia cuando él abrió la puerta y se metió en el baño, ignorando el hecho de que ella solo estaba cubierta por una toalla amarrada a la altura de sus pechos y que llegaba apenas a la mitad de sus muslos, dejando sus largas piernas al descubierto. -¿Qué crees que haces? ¡No he terminado! ¡Estoy...! ¡Argh! -gritó con rabia y frustración. A pesar de sus quejas le había cerrado la puerta en la cara. La había sacado del baño. "¡Bastardo, infeliz, insoportable...!" fueron algunas de las cosas que le gritaba mentalmente, mas nunca saldrían de sus labios puesto que era una dama y debía comportarse como tal.
La rabia se fue disipando con la rapidez característica que tenían sus estados de ánimo y pudo pensar con mayor claridad. ¿Demoraría mucho? No podía esperarlo cientos de años y lo creía capaz de tomarse un baño tan largo como el de una reina. O mejor dicho: sí podía esperarlo siglos pero la idea no le hacía ninguna gracia. Entonces notó por el rabillo del ojo que la puerta no estaba del todo cerrada; tenía una pequeña abertura por la que se veía para adentro e inevitablemente a quién estaba dentro.
Tal fue su estado de shock que por un rato permaneció boquiabierta, espiando sin siquiera ser consciente de que lo hacía. Siguió embelesada cada uno de sus movimientos con la mirada mientras se quitaba la ropa, dejando cada vez más de su piel dorada al descubierto. Se encontraba tan cautivada con la magnificencia de aquél cuerpo humano como horrorizada por las marcas y cicatrices en él. ¿Quién era este hombre en realidad?¿En dónde se había ganado tantas cicatrices? ¿Era por sus extrañas actividades nocturnas? Despertó de golpe cuando el pantalón se deslizó por sus piernas, desviando la mirada a tiempo. No había advertido como sus mejillas tomaban color hasta ahora, que emanaban tanto calor como si las hubiera puesto al fuego. Lo que había visto estaba mucho más allá de lo apropiado.
Retrocedió rapidamente hasta la cama y se sentó junto a la almohada, intentando volver a pensar. Su cerebro había quedado en blanco, lo único que hacía era reproducirle las imágenes recién presenciadas. "Sal de mi cabeza" pensó desesperadamente. Se dejó caer sobre la cama y cerró los ojos, como si estuviera dormida. Pasaron pocos minutos antes de que se hubiera recobrado, aunque sus mejillas seguían delatando a la dulce pícara. Ahora que lo pensaba... tenía que admitir que la cama era más cómoda de lo que esperaba en un principio.
Se dio la libertad de rodar de un lado al otro de la cama como si fuera una niña. La toalla seguía perfectamente anudada a su pecho. No tenía sueño, pero estaba demasiado cómodo para moverse. Y... ¿estaba todo más limpio o realmente había salido positiva de aquél baño? Salir. Del. Baño. "Mierda". ¿Cómo iba a salir él del baño si tampoco traía ropa? ¿Acaso no lo había pensado o le incomodaba muy poco pasearse por el hostal en toalla? "Respira profundo Summ..."
La rabia se fue disipando con la rapidez característica que tenían sus estados de ánimo y pudo pensar con mayor claridad. ¿Demoraría mucho? No podía esperarlo cientos de años y lo creía capaz de tomarse un baño tan largo como el de una reina. O mejor dicho: sí podía esperarlo siglos pero la idea no le hacía ninguna gracia. Entonces notó por el rabillo del ojo que la puerta no estaba del todo cerrada; tenía una pequeña abertura por la que se veía para adentro e inevitablemente a quién estaba dentro.
Tal fue su estado de shock que por un rato permaneció boquiabierta, espiando sin siquiera ser consciente de que lo hacía. Siguió embelesada cada uno de sus movimientos con la mirada mientras se quitaba la ropa, dejando cada vez más de su piel dorada al descubierto. Se encontraba tan cautivada con la magnificencia de aquél cuerpo humano como horrorizada por las marcas y cicatrices en él. ¿Quién era este hombre en realidad?¿En dónde se había ganado tantas cicatrices? ¿Era por sus extrañas actividades nocturnas? Despertó de golpe cuando el pantalón se deslizó por sus piernas, desviando la mirada a tiempo. No había advertido como sus mejillas tomaban color hasta ahora, que emanaban tanto calor como si las hubiera puesto al fuego. Lo que había visto estaba mucho más allá de lo apropiado.
Retrocedió rapidamente hasta la cama y se sentó junto a la almohada, intentando volver a pensar. Su cerebro había quedado en blanco, lo único que hacía era reproducirle las imágenes recién presenciadas. "Sal de mi cabeza" pensó desesperadamente. Se dejó caer sobre la cama y cerró los ojos, como si estuviera dormida. Pasaron pocos minutos antes de que se hubiera recobrado, aunque sus mejillas seguían delatando a la dulce pícara. Ahora que lo pensaba... tenía que admitir que la cama era más cómoda de lo que esperaba en un principio.
Se dio la libertad de rodar de un lado al otro de la cama como si fuera una niña. La toalla seguía perfectamente anudada a su pecho. No tenía sueño, pero estaba demasiado cómodo para moverse. Y... ¿estaba todo más limpio o realmente había salido positiva de aquél baño? Salir. Del. Baño. "Mierda". ¿Cómo iba a salir él del baño si tampoco traía ropa? ¿Acaso no lo había pensado o le incomodaba muy poco pasearse por el hostal en toalla? "Respira profundo Summ..."
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Re: ¿Mi héroe? || Priv. +18
El pasar de los minutos es algo inevitable, inclusive la velocidad con la que lo hacen es realmente alta puesto que el de herencia española termina por dormir solo unos minutos, es imposible no hacerlo, después de todo la exquisitez del agua y el momento de paz –Que no había tenido en muchísimo días- le sedujeron hasta sucumbir por unos instantes al abrazo de Morfeo.
Un suspiro largo y profundo dan pie al reincorpore de su postura, el agua se desliza por todo su cuerpo y así es como termina por tomar una toalla que yace cerca, colocándose de pie y así empezando a secar su cuerpo con toda confianza, empezando por sus brazos, su torso y después sus piernas; sus ojos marrones se fijan que la puerta yace abierta y sin poderlo evitar una sonrisa ladina se apodera de su rostro, ¿Qué será lo que imagina?
Envolviendo con rapidez la toalla a su cintura, este decide salir semidesnudo al cuarto –Bueno, creo que es momento de ir por tu vestido, así que solo me pondré….- Sus palabras se interrumpen, notando que él por igual no tiene ropa que ponerse, esto rompe en una carcajada -… Esto es un pequeño GRAN problema, ¿cierto?- moviendo su rostro de lado a lado mientras piensa que hacer.
Lentamente se dirige al ventanal, cerrándolo para así darle privacidad al cuarto y por fin dejar que todo el aire circulante quede fresco –Creo que tendré que salir, deberé sacrificarme por… Heemmm… Nuestras ropas- así es como ahora se encamina a la puerta, dándose media vuelta para anexar justo antes de salir –Pórtate bien y por favor, no le abras a extraños- le guiña el ojo con ironía, saliendo al pasillo.
Una vez ahí decide simplemente quedarse fuera, aguantando la risa y haciendo el menor ruido posible. Sus ojos delatan la maldad que pasea por sus entrañas y es que ella no se ha portado muy amable pese a todo lo que han compartido, así que para el español, va siendo hora que se le dé una cucharada de su propia medicina.
Varios minutos pasan y decide volver entrar a la habitación, sus ojos se dirigen a donde la rubia y con un tono de exclamación algo irónico comenta –Lo siento, guapa… Busqué, busqué y busqué pero nada… Creo que nos toca dormir en toallas o si prefieres desnuda… Claro, bajo cobijas- un nuevo guiño continuo a sus líneas para solamente reír y alzar sus brazos con aires de inocencia dramatizada, lastimosamente, la toalla que yace amarrada a su cintura ha caído a sus pies.
Un suspiro largo y profundo dan pie al reincorpore de su postura, el agua se desliza por todo su cuerpo y así es como termina por tomar una toalla que yace cerca, colocándose de pie y así empezando a secar su cuerpo con toda confianza, empezando por sus brazos, su torso y después sus piernas; sus ojos marrones se fijan que la puerta yace abierta y sin poderlo evitar una sonrisa ladina se apodera de su rostro, ¿Qué será lo que imagina?
Envolviendo con rapidez la toalla a su cintura, este decide salir semidesnudo al cuarto –Bueno, creo que es momento de ir por tu vestido, así que solo me pondré….- Sus palabras se interrumpen, notando que él por igual no tiene ropa que ponerse, esto rompe en una carcajada -… Esto es un pequeño GRAN problema, ¿cierto?- moviendo su rostro de lado a lado mientras piensa que hacer.
Lentamente se dirige al ventanal, cerrándolo para así darle privacidad al cuarto y por fin dejar que todo el aire circulante quede fresco –Creo que tendré que salir, deberé sacrificarme por… Heemmm… Nuestras ropas- así es como ahora se encamina a la puerta, dándose media vuelta para anexar justo antes de salir –Pórtate bien y por favor, no le abras a extraños- le guiña el ojo con ironía, saliendo al pasillo.
Una vez ahí decide simplemente quedarse fuera, aguantando la risa y haciendo el menor ruido posible. Sus ojos delatan la maldad que pasea por sus entrañas y es que ella no se ha portado muy amable pese a todo lo que han compartido, así que para el español, va siendo hora que se le dé una cucharada de su propia medicina.
Varios minutos pasan y decide volver entrar a la habitación, sus ojos se dirigen a donde la rubia y con un tono de exclamación algo irónico comenta –Lo siento, guapa… Busqué, busqué y busqué pero nada… Creo que nos toca dormir en toallas o si prefieres desnuda… Claro, bajo cobijas- un nuevo guiño continuo a sus líneas para solamente reír y alzar sus brazos con aires de inocencia dramatizada, lastimosamente, la toalla que yace amarrada a su cintura ha caído a sus pies.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: ¿Mi héroe? || Priv. +18
La eternidad y unos cuántos años más parecieron correr mientras el "caballero" tomaba su baño. El reloj junto a la cama emitía ese curioso y constante "tic-tac" que parecía dispuesto a llevarla a la locura, sin embargo no era capaz de marcarle una hora correcta. Decía que eran las cinco y cuarto pero sus cálculos decían que tenían que ser por lo menos las ocho a esa altura. La paciencia no era una de sus virtudes, si tenía alguna realmente. Sin embargo, ahora se estaba comportando como toda una niña buena, sin levantarse y molestar en ningún momento. Ni siquiera estaba hablando sola para llenar el silencioso vacío como hacía cuando el aislamiento en su hogar la arrastraba a ello, siendo más de lo que podía soportar. Lo único que podía escuchar era el viento silbar contra el marco de la ventana. ¿Se habría muerto allí adentro que estaba tan silencioso? Si espiaba por la rendija de la puerta sería unicamente con el fin de comprobar que estuviera vivo...
Un suspiro. Agua en movimiento. Unos cuantos pasos. Se apoyó sobre sus codos para incorporarse un poco y verlo salir del baño. Si sus mejillas antes estaban coloradas, ahora tomaban un tono violáceo. Ella recostada sobre la cama y tapada con solo una toalla. Él mojado, saliendo del baño con el torso desnudo y una toalla en la cadera. Lamentablemente no podía preguntarse qué había hecho para merecer aquello porque no le alcanzaban las manos y los pies para contar la cantidad de veces que había obrado mal. ¿Si se arrepentía? De casi todas. ¿Lo hubiera hecho de otro modo? Jamás. Cuánto peores fueran las opiniones respecto a su persona, mejor. -¿Qué quieres decir con eso? Tendrías que haberlo pensado antes de sacarme del baño así-murmuró con la mandíbula en tensión, sin poder creer lo indiferente que aparentaba mostrarse ante todo aquello.
Intentando mantener la calma y practicamente dándose por vencida a la cadena de infortunios que le venían ocurriendo, esperó con las piernas cruzadas hasta que se fue de la habitación antes de levantarse y comenzar a caminar de un lado al otro de la habitación como perro enjaulado. Si al llegar los hubiera recibido un hombre en vez de una mujer, quizás estuviera entrando en un pánico severo. No era así. Algo en ella confiaba en que les sacaría la ropa con la facilidad con la que lo había hecho con ella. Después de todo, sólo le había tomado un "aquí esperaré a que salgas, luego yo tomaré mi baño… Disfrútalo y relájate, si necesitas algo, no dudes en llamarme". ¿Fácil o qué?
Dudaba que alguien anduviera curioseando bajo su ventana a esas horas así que se sentó en el borde de la ventana y cruzó sus brazos, esperando a que llegara. Se sentía engañada, por decir lo mínimo. Y ese era, con seguridad, el sentimiento que menos toleraba de todos. Le resulta algo extraño cuando la puerta se vuelve a abrir sin previo aviso. Tendría que haber escuchado sus pasos. No le da demasiada importancia pues sus ojos buscan las prendas de ropa que efectivamente no sostenía.
Desde que tenía memoria sus lágrimas habían sido tan fáciles de sacar que le resultaba sumamente humillante. Incluso cuando se había golpeado o caído de humana y sin que le doliera, el hecho de que le preguntaran "¿Estás bien?" era suficiente como para arrancarlas. Aplacarlas era toda una lucha, pero al final había conseguido transformarlo en un don más que en una carga sobre su espalda. Conocía a la perfección hasta donde podía presionarse antes de que la delataran y si podía elegir delante de quién llorar, aunque odiara hacerlo, este hombre estaba en la lista negra. No sólo sería tonto llorar delante de él sino que extremadamente vergonzoso. Pero, ¡oh, que ganas de dejarlas fluir y llevarse toda esa frustración con ellas!
-Es una suerte que te hayas ofrecido a dormir en el balcón, ¿verdad?-respondió con toda la frialdad que le fue posible. No iba a soportar la idea de dormir junto a ese pervertido, que alcanzó su punto máximo dejando la toalla caer. No hacía falta volver a sonrojarse y pasar por esa situación otra vez, tenía la impresión de que directamente la sangre había llegado a sus mejillas para no marcharse.-¿Q-q-qué haces? -balbuceó, tapándose los ojos. Ya era algo tarde, lo había visto todo -¡Ponte eso! ¡Eres un...! -comenzó, sin tener realmente palabras para terminar la oración. ¿Qué era él? No había adjetivo alguno que le pareciera correcto para aquél multifacético extraño.
Un suspiro. Agua en movimiento. Unos cuantos pasos. Se apoyó sobre sus codos para incorporarse un poco y verlo salir del baño. Si sus mejillas antes estaban coloradas, ahora tomaban un tono violáceo. Ella recostada sobre la cama y tapada con solo una toalla. Él mojado, saliendo del baño con el torso desnudo y una toalla en la cadera. Lamentablemente no podía preguntarse qué había hecho para merecer aquello porque no le alcanzaban las manos y los pies para contar la cantidad de veces que había obrado mal. ¿Si se arrepentía? De casi todas. ¿Lo hubiera hecho de otro modo? Jamás. Cuánto peores fueran las opiniones respecto a su persona, mejor. -¿Qué quieres decir con eso? Tendrías que haberlo pensado antes de sacarme del baño así-murmuró con la mandíbula en tensión, sin poder creer lo indiferente que aparentaba mostrarse ante todo aquello.
Intentando mantener la calma y practicamente dándose por vencida a la cadena de infortunios que le venían ocurriendo, esperó con las piernas cruzadas hasta que se fue de la habitación antes de levantarse y comenzar a caminar de un lado al otro de la habitación como perro enjaulado. Si al llegar los hubiera recibido un hombre en vez de una mujer, quizás estuviera entrando en un pánico severo. No era así. Algo en ella confiaba en que les sacaría la ropa con la facilidad con la que lo había hecho con ella. Después de todo, sólo le había tomado un "aquí esperaré a que salgas, luego yo tomaré mi baño… Disfrútalo y relájate, si necesitas algo, no dudes en llamarme". ¿Fácil o qué?
Dudaba que alguien anduviera curioseando bajo su ventana a esas horas así que se sentó en el borde de la ventana y cruzó sus brazos, esperando a que llegara. Se sentía engañada, por decir lo mínimo. Y ese era, con seguridad, el sentimiento que menos toleraba de todos. Le resulta algo extraño cuando la puerta se vuelve a abrir sin previo aviso. Tendría que haber escuchado sus pasos. No le da demasiada importancia pues sus ojos buscan las prendas de ropa que efectivamente no sostenía.
Desde que tenía memoria sus lágrimas habían sido tan fáciles de sacar que le resultaba sumamente humillante. Incluso cuando se había golpeado o caído de humana y sin que le doliera, el hecho de que le preguntaran "¿Estás bien?" era suficiente como para arrancarlas. Aplacarlas era toda una lucha, pero al final había conseguido transformarlo en un don más que en una carga sobre su espalda. Conocía a la perfección hasta donde podía presionarse antes de que la delataran y si podía elegir delante de quién llorar, aunque odiara hacerlo, este hombre estaba en la lista negra. No sólo sería tonto llorar delante de él sino que extremadamente vergonzoso. Pero, ¡oh, que ganas de dejarlas fluir y llevarse toda esa frustración con ellas!
-Es una suerte que te hayas ofrecido a dormir en el balcón, ¿verdad?-respondió con toda la frialdad que le fue posible. No iba a soportar la idea de dormir junto a ese pervertido, que alcanzó su punto máximo dejando la toalla caer. No hacía falta volver a sonrojarse y pasar por esa situación otra vez, tenía la impresión de que directamente la sangre había llegado a sus mejillas para no marcharse.-¿Q-q-qué haces? -balbuceó, tapándose los ojos. Ya era algo tarde, lo había visto todo -¡Ponte eso! ¡Eres un...! -comenzó, sin tener realmente palabras para terminar la oración. ¿Qué era él? No había adjetivo alguno que le pareciera correcto para aquél multifacético extraño.
Última edición por Summer J. Abadie el Sáb Jul 26, 2014 9:12 pm, editado 2 veces
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Re: ¿Mi héroe? || Priv. +18
Un escalofrío recorre por completo la espina dorsal del español quien sencillamente por mero reflejo vuelve a colocarse la toalla en su cintura; su rostro por de más de sorpresivo pero con una cínica risa formula un dialogo –Un… ¿hombre semidesnudo atrapado junto contigo en el mismo cuarto? Así es… justamente eso soy- vuelve a reír ante la cruda forma de completar la frase de la preciosa rubia.
Sus ojos no pueden evitar notar el rubor en las mejillas de la inmortal, a quien solamente trata de mantener dentro de su campo visual, sin embargo se percata de algo que quizás podría romper con la… ¿paz? Que se respira dentro de la habitación que yace ahora iluminada por algunas cuantas velas.
-Creo he olvidado… Algo en el baño… Este… Ugh- y así dirige su anatomía de nuevo al cuarto para buscar entre su camisa un objeto realmente especial y sagrado; un antifaz azabache con algunos encajes dorados que se apresura a ocultar tras el marco que sostiene el espejo del baño. Instantáneamente regresa a donde su acompañante.
-Tú estás semidesnuda, yo estoy semidesnudo… La noche ha caído, dudo que haya alguna tienda abierta y por si fuera poco ni tú me soportas y a mí se me acaba la paciencia… ¿Alguna idea para poder sobre llevar esto? Claro, que no incluya morir de una pulmonía por dormir en el balcón- Sus palabras envueltas en cinismo y sinceridad a la vez tratan de dirigirse a Summer, quien obviamente no parece muy contenta con él.
Sus manos tratan de buscar algunas ropas por el lugar más no tiene resultados. En eso, su mente le da una idea perfecta y con ello regresa a donde el baño para tomar su camisa y arrojarla a la tina –Esto quizás pueda funcionar- se dice a si mismo antes de escuchar algún otro reclamo de la niña, empezando a lavar su prenda con éxito pues después de todo no se trataba más que de barro.
Al paso de los minutos logra dejar limpia la camisa, la cual aún mojada pasa a ser colocada en el balcón, esperando que con el viento y la baja temperatura se pueda secar con rapidez –Te dejaré usar mi camisa, creo que será suficiente para cubrirte… Dale un ojo, mientras bajaré por algo de leña, no quiero que te enfermes… más- Y así decide salir del cuarto lentamente para dirigirse al lobby por algo de combustible para la chimenea de la habitación, quizás sea un Casanova y un cínico… Pero nunca un patán.
Sus ojos no pueden evitar notar el rubor en las mejillas de la inmortal, a quien solamente trata de mantener dentro de su campo visual, sin embargo se percata de algo que quizás podría romper con la… ¿paz? Que se respira dentro de la habitación que yace ahora iluminada por algunas cuantas velas.
-Creo he olvidado… Algo en el baño… Este… Ugh- y así dirige su anatomía de nuevo al cuarto para buscar entre su camisa un objeto realmente especial y sagrado; un antifaz azabache con algunos encajes dorados que se apresura a ocultar tras el marco que sostiene el espejo del baño. Instantáneamente regresa a donde su acompañante.
-Tú estás semidesnuda, yo estoy semidesnudo… La noche ha caído, dudo que haya alguna tienda abierta y por si fuera poco ni tú me soportas y a mí se me acaba la paciencia… ¿Alguna idea para poder sobre llevar esto? Claro, que no incluya morir de una pulmonía por dormir en el balcón- Sus palabras envueltas en cinismo y sinceridad a la vez tratan de dirigirse a Summer, quien obviamente no parece muy contenta con él.
Sus manos tratan de buscar algunas ropas por el lugar más no tiene resultados. En eso, su mente le da una idea perfecta y con ello regresa a donde el baño para tomar su camisa y arrojarla a la tina –Esto quizás pueda funcionar- se dice a si mismo antes de escuchar algún otro reclamo de la niña, empezando a lavar su prenda con éxito pues después de todo no se trataba más que de barro.
Al paso de los minutos logra dejar limpia la camisa, la cual aún mojada pasa a ser colocada en el balcón, esperando que con el viento y la baja temperatura se pueda secar con rapidez –Te dejaré usar mi camisa, creo que será suficiente para cubrirte… Dale un ojo, mientras bajaré por algo de leña, no quiero que te enfermes… más- Y así decide salir del cuarto lentamente para dirigirse al lobby por algo de combustible para la chimenea de la habitación, quizás sea un Casanova y un cínico… Pero nunca un patán.
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Re: ¿Mi héroe? || Priv. +18
La frialdad en las palabras de la vampiresa parecen surtir un efecto instantáneo en el extraño desubicado, que vuelve a anudar la toalla en el lugar correspondiente. La ironía, la desfachatez y el cinismo parecen no abandonarlo ni por medio minuto. ¿Acaso hay necesidad de recalcar en voz alta la situación? Su frase no iba a terminar de ningún modo similar al que él había pensado, pero mejor así. Que fuese feliz en la mentira. Ya había olvidado lo difícil que podía ser la convivencia, mucho más con gente así. Si fuera un vampiro ya le habría alertado con sus colmillos hace rato, y es que las encías ya casi le dolían de las ganas que tenían sus colmillos afilados de sobresalir y hundirse en su cálida piel...
Mientras que se perdía fantaseando sobre la deliciosa sangre que corría por sus venas y la sed acumulada en toda una semana de haberse negado a probar bocado, él se excusó con algo muy patético para volver al baño. ¿Ir a buscar algo cuando no había traído nada más consigo que la ropa con la que se había metido al agua? Realmente no sabía mentir. La chica se separó de la ventana y caminó hacia allí para ver que hacía. Casi se dio de bruces contra él cuando salió repentinamente del baño a pedirle respuestas a preguntas que no sabía contestar. ¡Si supiera qué hacer ya lo habría sugerido! Como si le gustara esa situación...
El extraño deambuló de un lado al otro. Lavó su camisa y la dejó en el balcón mientras ella se limitaba a mirarlo desde los pies de la cama. Incluso se fue antes de que ella llegase a decir palabra alguna. Entonces se levantó y fue hasta el balcón. El frío era cada vez mayor, incluso para ella. No, no podía dejarlo dormir ahí, no iba a ser tan cruel. Podían compartir la cama. Después de todo, él era un simple humano, no podía intentar nada que a ella no le agradara.
¿Qué sabía en verdad de él? Nada aparte de que sabía lavar su ropa. ¿Cuál era su nombre? ¿Cuántos años tenía? ¿De dónde era? Suspiró. Quería saberlo todo. De ese modo, si ocurría algo podía pasar otro día por su casa a hacer una mortal "visita" de las que tan bien se le daban. Tenía que agradecer a Raphael ser tan buena con la frialdad y la búsqueda, captura y tortura de sus presas. Si no hubiera sido por él, no habría llegado a ninguna parte.
La camisa, a dos metros de ella, comenzó a moverse de a poco hacia el borde del muro del balcón, como dando tumbos. Un paso, dos, tres... De un salto se estiró para buscarla, atrapándola con la punta de los dedos cuando ya estaba por caer al abismo. "Demasiado cerca" pensó aliviada. La estiró y sacudió mientras volvía a la habitación. Podía ponérsela aunque siguiera húmeda. Dejó caer la toalla y se la puso. Era fina, pero no transparente. La tapaba poco, pero más que la toalla de baño seguro. Olía a perfume de hombre y también tenía algo de ese aroma natural que el enmascarado traía consigo. Podía acostumbrarse, aunque era difícil ignorar la sequedad y el ardor que ocasionaban en su garganta.
Volvió al baño y para aprovechar el agua en la bañera hundió su vestido dentro. Podía pasar semanas intentando limpiarlo. Con algo de suerte la suciedad se aflojaría y se la llevaría el agua. La puerta se abrió en ese momento. -¿Encontraste lo que buscabas?-preguntó con el tono más amable que puedo mientras volvía a la habitación. ¿Una ofrenda de paz? Quizás.
Mientras que se perdía fantaseando sobre la deliciosa sangre que corría por sus venas y la sed acumulada en toda una semana de haberse negado a probar bocado, él se excusó con algo muy patético para volver al baño. ¿Ir a buscar algo cuando no había traído nada más consigo que la ropa con la que se había metido al agua? Realmente no sabía mentir. La chica se separó de la ventana y caminó hacia allí para ver que hacía. Casi se dio de bruces contra él cuando salió repentinamente del baño a pedirle respuestas a preguntas que no sabía contestar. ¡Si supiera qué hacer ya lo habría sugerido! Como si le gustara esa situación...
El extraño deambuló de un lado al otro. Lavó su camisa y la dejó en el balcón mientras ella se limitaba a mirarlo desde los pies de la cama. Incluso se fue antes de que ella llegase a decir palabra alguna. Entonces se levantó y fue hasta el balcón. El frío era cada vez mayor, incluso para ella. No, no podía dejarlo dormir ahí, no iba a ser tan cruel. Podían compartir la cama. Después de todo, él era un simple humano, no podía intentar nada que a ella no le agradara.
¿Qué sabía en verdad de él? Nada aparte de que sabía lavar su ropa. ¿Cuál era su nombre? ¿Cuántos años tenía? ¿De dónde era? Suspiró. Quería saberlo todo. De ese modo, si ocurría algo podía pasar otro día por su casa a hacer una mortal "visita" de las que tan bien se le daban. Tenía que agradecer a Raphael ser tan buena con la frialdad y la búsqueda, captura y tortura de sus presas. Si no hubiera sido por él, no habría llegado a ninguna parte.
La camisa, a dos metros de ella, comenzó a moverse de a poco hacia el borde del muro del balcón, como dando tumbos. Un paso, dos, tres... De un salto se estiró para buscarla, atrapándola con la punta de los dedos cuando ya estaba por caer al abismo. "Demasiado cerca" pensó aliviada. La estiró y sacudió mientras volvía a la habitación. Podía ponérsela aunque siguiera húmeda. Dejó caer la toalla y se la puso. Era fina, pero no transparente. La tapaba poco, pero más que la toalla de baño seguro. Olía a perfume de hombre y también tenía algo de ese aroma natural que el enmascarado traía consigo. Podía acostumbrarse, aunque era difícil ignorar la sequedad y el ardor que ocasionaban en su garganta.
Volvió al baño y para aprovechar el agua en la bañera hundió su vestido dentro. Podía pasar semanas intentando limpiarlo. Con algo de suerte la suciedad se aflojaría y se la llevaría el agua. La puerta se abrió en ese momento. -¿Encontraste lo que buscabas?-preguntó con el tono más amable que puedo mientras volvía a la habitación. ¿Una ofrenda de paz? Quizás.
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Re: ¿Mi héroe? || Priv. +18
Al momento de cerrar la puerta, el caballero suelta un profundo suspiro tratando de controlar sus impulsos y hacer lujo de una de sus habilidades personales más eficientes, la cual es el autocontrol. Con rapidez se dirige al lobby donde la dueña del Hostal no puede evitar sonreír maliciosamente al verle semidesnudo, un detalle que Él parece haber olvidado.
-Madame, ¿sería tan amable de facilitarme un poco de leña?- comenta guardando la calma y tratando de impregnar un tono de voz que le diera acceso a lo que necesita –Ya son dos los favores que le debo, eso jamás lo olvidaré- y con un guiño en su ojo añade al recibir la indicación de ir justo a una puerta que yace en contra su posición.
Una vez ahí, este toma varios trozos de leña que gracias a su condición física y su cuerpo le es fácil cargar en gran cantidad hacia el cuarto. Sus pasos son lentos y seguros, sintiendo como la toalla empieza a aflojarse –Oh no, otra vez no… Al menos espera a que lleguemos al cuarto, no necesito ir por ahí enseñando la mercancía- susurra para sí mismo.
Con habilidad, este logra abrir la puerta, encontrando a la hermosa rubia con su camisa puesta. ¡Pero que belleza de mujer! No sabe bien sí es porque toda ella es una obra de arte por sí misma o porque con su camisa puesta se ve increíblemente preciosa.
Sus ojos no pueden evitar delinear su cuerpo de pies a cabeza y es que aun cuando la camisa le queda ciertamente grande, es algo evidente que se le ve mucho mejor a ella que a Él –Veo que te pusiste mi camisa…- es lo único que logra formular al tener una cara de tonto debido a la belleza que tiene frente a él.
Al escuchar su pregunta, regresa en sí y exclama -¡Sí! Traje un poco de leña, con esto será suficiente para pasar la noche, yo cuidaré de la chimenea si gustas… Deberías descansar- Y con una sonrisa –y sin poder dejar de admirarla- da un paso después de cerrar la puerta, sin embargo, oh sorpresa… La toalla cae, ¡De nuevo!
-Madame, ¿sería tan amable de facilitarme un poco de leña?- comenta guardando la calma y tratando de impregnar un tono de voz que le diera acceso a lo que necesita –Ya son dos los favores que le debo, eso jamás lo olvidaré- y con un guiño en su ojo añade al recibir la indicación de ir justo a una puerta que yace en contra su posición.
Una vez ahí, este toma varios trozos de leña que gracias a su condición física y su cuerpo le es fácil cargar en gran cantidad hacia el cuarto. Sus pasos son lentos y seguros, sintiendo como la toalla empieza a aflojarse –Oh no, otra vez no… Al menos espera a que lleguemos al cuarto, no necesito ir por ahí enseñando la mercancía- susurra para sí mismo.
Con habilidad, este logra abrir la puerta, encontrando a la hermosa rubia con su camisa puesta. ¡Pero que belleza de mujer! No sabe bien sí es porque toda ella es una obra de arte por sí misma o porque con su camisa puesta se ve increíblemente preciosa.
Sus ojos no pueden evitar delinear su cuerpo de pies a cabeza y es que aun cuando la camisa le queda ciertamente grande, es algo evidente que se le ve mucho mejor a ella que a Él –Veo que te pusiste mi camisa…- es lo único que logra formular al tener una cara de tonto debido a la belleza que tiene frente a él.
Al escuchar su pregunta, regresa en sí y exclama -¡Sí! Traje un poco de leña, con esto será suficiente para pasar la noche, yo cuidaré de la chimenea si gustas… Deberías descansar- Y con una sonrisa –y sin poder dejar de admirarla- da un paso después de cerrar la puerta, sin embargo, oh sorpresa… La toalla cae, ¡De nuevo!
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Re: ¿Mi héroe? || Priv. +18
Sintiéndose desnuda bajo su mirada, se entretuvo jugando con el borde inferior de la camisa que traía puesta, como si mágicamente la tela se fuera a estirar bajo sus dedos para cubrirle aún más las piernas. La tela húmeda se pegaba a su piel blanquecina sin que pudiera evitarlo, delatando la forma de su cuerpo en más de una curva. Reconocía esa mirada en un hombre; no era ajena a los dones que el vampirismo le había regalado a su cuerpo a cambio de su propia vida y la exposición al Sol. Un precio muy alto, sin dudas. Lo que aún no lograba deducir dentro de su propia cabecita era cómo le afectaba esa mirada. En general solía darle repulsión, pero no era el caso. Incomodidad y vergüenza, sí. Pero... ¿por qué no quería golpearlo por ser tan poco honrado y caballero? ¿Es que ya sabía qué esperar de él o... le gustaba que cayera ante sus falsos encantos? ¿Es por eso que la dama ya no se sonroja?
Habiéndose despertado después del mediodía para aprovechar el día nublado y salir de los muros que bordeaban su mansión, dudaba poder dormir algo a esas horas de la noche. Aún así, dormir era algo que nunca se despreciaba, por lo que al escuchar su tentadora oferta se regodeó internamente pensando en meterse bajo la sábanas y solo cerrar los ojos, cediendo ante su vasta e inagotable imaginación por un par de horas como mínimo.
La ilusión se escurre como agua entre sus dedos al caer la toalla de la cadera del desconocido nuevamente. Esta vez, los troncos que cargaba impiden que vea más allá de lo debido. Tanto esfuerzo intentando no distraerse con ese cuerpo mortal que parecía esculpido por los dioses no iba a irse a la basura así de rápido. -Dame eso... Como marinero morirías de hambre -reclamó, aunque en voz más suave que antes. Era pésimo en los nudos, evidentemente. Cuidando de no acercarse demasiado a su cuerpo desnudo, quitó los troncos de sus musculosos brazos y los cargó hasta la estufa sin siquiera reparar en su peso. Era como cargar plumas para ella, por más que su apariencia delicada resultara contrastante.
Apoyó tronco sobre tronco en una perfecta pirámide sobre la superficie manchada de hollín donde iba y tomó asiento a unos cuantos pasos de distancia de dónde estaría el fuego, cuidando de doblar la piernas hacia un costado porque no traía la ropa interior puesta. No sabía prenderlo ni tenía intenciones de hacerlo. Apenas podía soportar las tenues velas que alumbraban la habitación. Velas y vampiros no eran una buena combinación. -Así que... ¿cómo te llamas? Me has sacado del agua y traído hasta aquí, pero sigo sin conocer tu nombre -preguntó con curiosidad, sin quitar los ojos de los troncos en la chimenea. Se negaba a mirarlo, tenía miedo de que siguiera desnudo. Tampoco quería ir a dormir. Su anterior idea había sido bañarse y así habían terminado: ella solo en su camisa y él "cubierto" por una toalla rebelde.
Habiéndose despertado después del mediodía para aprovechar el día nublado y salir de los muros que bordeaban su mansión, dudaba poder dormir algo a esas horas de la noche. Aún así, dormir era algo que nunca se despreciaba, por lo que al escuchar su tentadora oferta se regodeó internamente pensando en meterse bajo la sábanas y solo cerrar los ojos, cediendo ante su vasta e inagotable imaginación por un par de horas como mínimo.
La ilusión se escurre como agua entre sus dedos al caer la toalla de la cadera del desconocido nuevamente. Esta vez, los troncos que cargaba impiden que vea más allá de lo debido. Tanto esfuerzo intentando no distraerse con ese cuerpo mortal que parecía esculpido por los dioses no iba a irse a la basura así de rápido. -Dame eso... Como marinero morirías de hambre -reclamó, aunque en voz más suave que antes. Era pésimo en los nudos, evidentemente. Cuidando de no acercarse demasiado a su cuerpo desnudo, quitó los troncos de sus musculosos brazos y los cargó hasta la estufa sin siquiera reparar en su peso. Era como cargar plumas para ella, por más que su apariencia delicada resultara contrastante.
Apoyó tronco sobre tronco en una perfecta pirámide sobre la superficie manchada de hollín donde iba y tomó asiento a unos cuantos pasos de distancia de dónde estaría el fuego, cuidando de doblar la piernas hacia un costado porque no traía la ropa interior puesta. No sabía prenderlo ni tenía intenciones de hacerlo. Apenas podía soportar las tenues velas que alumbraban la habitación. Velas y vampiros no eran una buena combinación. -Así que... ¿cómo te llamas? Me has sacado del agua y traído hasta aquí, pero sigo sin conocer tu nombre -preguntó con curiosidad, sin quitar los ojos de los troncos en la chimenea. Se negaba a mirarlo, tenía miedo de que siguiera desnudo. Tampoco quería ir a dormir. Su anterior idea había sido bañarse y así habían terminado: ella solo en su camisa y él "cubierto" por una toalla rebelde.
Última edición por Summer J. Abadie el Miér Ene 08, 2014 4:35 pm, editado 1 vez
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Re: ¿Mi héroe? || Priv. +18
El paso del tiempo parece que ha hecho que las manecillas de los relojes se detengan. Los brazos del galán rápidamente sienten el alivio al ver como la hermosa rubia toma los troncos sin problema alguno para colocarlos en su lugar, algo que inminentemente le hacen sonreír ladino puesto que sabiendo la naturalidad de la raza de su dama en apuros, este tiene que dedicarse a actuar, aunque claro, después de recoger su toalla.
-Debo decir que esto ha sido un terrible accidente…- comenta soportando la risa, esta vez la pena corre por su cuerpo debido al comentario de la vampiresa -… Quizás no sea un marinero, pero sí su jefe- murmura por lo bajo en un chiste local, después de todo, es el líder del negocio Mercantil más grande bajo el estandarte europeo.
Sus manos ajustan fuertemente la toalla a su cintura, lo suficiente para asegurarse que no vuelva a caer, claro está, a menos que Ella no desee lo contrario –Creo que la temperatura empieza a descender, permíteme- dialoga al asegurar que las cortinas yacen escudando el ventanal, así, rápidamente se dirige a la estufa donde deposita algunos trozos de leña y consiguiente comienza a encenderle para al cabo de los segundos todo el cuarto se ilumine con la fogata.
El fuego y los vampiros no son buenos amigos, sin embargo velas y una chimenea hacen que el ambiente se torne un poco más reflexivo y sobre todo relajante; el de cabellos largos trata de hacerle entrar en confianza y al parecer funciona, después de todo no quiere incendiar el cuerpo de la hermosa señorita, claro está, no con fuego… ¿Hacerlo de otra manera? Quizás sea elección de ella.
Tomando una cobija, este recubre el cuerpo de la preciosa mujer, realmente no puede dejar de admirar su belleza, su misterio y sobre todo ese “algo” que le intriga… ¿Será su frialdad?, ¿su sensualidad al actuar como una mujer recia y con carácter?, ¿sus labios carnosos que son la invitación al pecado? O quizás… si, probablemente sea inclusive esa obra de arte que lleva como cuerpo.
Sus ojos marrones siguen paseándose por toda la fisionomía de su hermosa acompañante. Su camisa que yace entallada y algo transparente por la humedad que revela los atributos de la fémina, llevándole a admirarle por sus adentros sin tener –aún- el descaro de hacerlo en voz alta, es inevitable, si el deseo es el pecado… Nuestro ladrón iría al infierno en cada religión existente.
-Perdona mis modales. Tanto tiempo juntos, momentos íntimos y ni siquiera sabes mi nombre- ríe por lo bajo, acomodando la leña para que arda de forma correcta –Mi nombre es Aldebarán Ballester, mi placer señorita… ¿?- responde sin decir su título como noble y mucho menos como hombre de negocios, Él sabe bien que su identidad es bien conocida pero prefiere no alardear como tal.
Su cuerpo toma asiento al lado de ella -¿Te molestaría?- cuestiona mientras sonríe sincerado. El momento es perfecto, algo que no había compartido con anterioridad y eso le hace sentirse de una manera muy especial, compartiendo algo así con… ¿una extraña? O quizás, con alguien que pronto dejará de serlo.
-Debo decir que esto ha sido un terrible accidente…- comenta soportando la risa, esta vez la pena corre por su cuerpo debido al comentario de la vampiresa -… Quizás no sea un marinero, pero sí su jefe- murmura por lo bajo en un chiste local, después de todo, es el líder del negocio Mercantil más grande bajo el estandarte europeo.
Sus manos ajustan fuertemente la toalla a su cintura, lo suficiente para asegurarse que no vuelva a caer, claro está, a menos que Ella no desee lo contrario –Creo que la temperatura empieza a descender, permíteme- dialoga al asegurar que las cortinas yacen escudando el ventanal, así, rápidamente se dirige a la estufa donde deposita algunos trozos de leña y consiguiente comienza a encenderle para al cabo de los segundos todo el cuarto se ilumine con la fogata.
El fuego y los vampiros no son buenos amigos, sin embargo velas y una chimenea hacen que el ambiente se torne un poco más reflexivo y sobre todo relajante; el de cabellos largos trata de hacerle entrar en confianza y al parecer funciona, después de todo no quiere incendiar el cuerpo de la hermosa señorita, claro está, no con fuego… ¿Hacerlo de otra manera? Quizás sea elección de ella.
Tomando una cobija, este recubre el cuerpo de la preciosa mujer, realmente no puede dejar de admirar su belleza, su misterio y sobre todo ese “algo” que le intriga… ¿Será su frialdad?, ¿su sensualidad al actuar como una mujer recia y con carácter?, ¿sus labios carnosos que son la invitación al pecado? O quizás… si, probablemente sea inclusive esa obra de arte que lleva como cuerpo.
Sus ojos marrones siguen paseándose por toda la fisionomía de su hermosa acompañante. Su camisa que yace entallada y algo transparente por la humedad que revela los atributos de la fémina, llevándole a admirarle por sus adentros sin tener –aún- el descaro de hacerlo en voz alta, es inevitable, si el deseo es el pecado… Nuestro ladrón iría al infierno en cada religión existente.
-Perdona mis modales. Tanto tiempo juntos, momentos íntimos y ni siquiera sabes mi nombre- ríe por lo bajo, acomodando la leña para que arda de forma correcta –Mi nombre es Aldebarán Ballester, mi placer señorita… ¿?- responde sin decir su título como noble y mucho menos como hombre de negocios, Él sabe bien que su identidad es bien conocida pero prefiere no alardear como tal.
Su cuerpo toma asiento al lado de ella -¿Te molestaría?- cuestiona mientras sonríe sincerado. El momento es perfecto, algo que no había compartido con anterioridad y eso le hace sentirse de una manera muy especial, compartiendo algo así con… ¿una extraña? O quizás, con alguien que pronto dejará de serlo.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: ¿Mi héroe? || Priv. +18
Summer había estado más de una vez en el puerto. Era capaz de revivir el olor a pescado y suciedad como si estuviera allí presente. Recordaba haber negociado con un viejo mercenario en aquél lugar en busca de cualquier objeto o comestible que resultara más barato que en el centro de París, por más sucio o medianamente dañado que estuviera. Detestaba ir a ese lugar por las noches, lleno de cortesanas, sicarios y malvivientes de toda especie. Sin embargo, por alguna razón, ella siempre parecía conseguir los mejores precios con aquél hombre. Así que debía aguantar sus miradas indecentes y su sonrisa de pocos y negros dientes. Lo recorrió de arriba a abajo con la mirada, intentando agregarlo a sus recuerdos de aquél lugar. Ni siquiera enmascarado podía insertarlo dentro de aquél paisaje. ¿Era uno de sus aires de grandeza, sólo una mentira? -Ver a sus subordinados trabajar y aprender de su labor hace a un buen jefe-se burló con diversión. Tendría que haber sido más cautelosa y no delatar su buen oído, pero controlar sus impulsos nunca había sido su fuerte.
Se aferra a la manta, tapándose bien. No tenía frío ni tampoco calor, pero le gustaba hacer eso; se sentía más tapada y protegida, aunque sólo fuera por un trozo de tela. Ahora que se había permitido bajar la guardia, aunque quizás no fuese lo más sensato, perdía su mirada en las llamas danzantes olvidando por un momento que su acompañante estaba allí. Sale de ese estado ausente cuando lo escucha hablar. Sin poder evitarlo se le escapa también una risa. Casi llevaban más momentos íntimos o embarazosos juntos que el tiempo en que se conocían. Ni siquiera su nombre sabía al momento.
Aldebarán. Bueno, ese sí que no lo había escuchado nunca en la vida. Ballestér, sin embargo, era otra historia. ¿Por qué se le hacía tan familiar? Quizás algún conocido en su vida humana o un vecino poco importante. Sí, seguramente fuera eso. -Aldebarán Ballestér. ¿De dónde es eso? Claramente no suena a francés -comentó, deleitándose en secreto con los marcados músculos de sus brazos mientras acomodaba el fuego. Suspiró disimulando cuando se volvió hacia ella. No quería ni por casualidad que se diera cuenta del efecto que causaba en ella, aunque sus hormonas estuvieran completamente fuera de control. Prefería que se diera cuenta de su sed de sangre a que la encontrara viéndolo de aquella forma.
Le hizo un lugar junto a ella e incluso le cedió una parte de su manta para que se cubriera. Así con suerte, por más que se ocultara bajo la misma manta, no tendría tantas oportunidades de quedarse admirándolo como una idiota. -Summer Juliette, ese es mi nombre. Summer, como el lluvioso verano inglés-aclaró, puesto que su nombre era algo muy fuera de serie. Dudaba encontrar alguna otra Summer en todo el continente. ¿Quién habría sido el culpable de enamorarse del verano y destinarla así a aquél nombre tan curioso que ningún francés podía pronunciar con corrección? Entonces hizo un mohín. -Y Juliette, como la enamorada de Sheakspeare con el fatídico final-. Si llamarse como el verano era una mordaz ironía desde que el Sol y el calor para ella eran una maldición, Juliette le resultaba una patética broma puesto que ya estaba muerta y no había persona en la Tierra que rechazara más el romanticismo y los sentimientos que ella misma.
Se aferra a la manta, tapándose bien. No tenía frío ni tampoco calor, pero le gustaba hacer eso; se sentía más tapada y protegida, aunque sólo fuera por un trozo de tela. Ahora que se había permitido bajar la guardia, aunque quizás no fuese lo más sensato, perdía su mirada en las llamas danzantes olvidando por un momento que su acompañante estaba allí. Sale de ese estado ausente cuando lo escucha hablar. Sin poder evitarlo se le escapa también una risa. Casi llevaban más momentos íntimos o embarazosos juntos que el tiempo en que se conocían. Ni siquiera su nombre sabía al momento.
Aldebarán. Bueno, ese sí que no lo había escuchado nunca en la vida. Ballestér, sin embargo, era otra historia. ¿Por qué se le hacía tan familiar? Quizás algún conocido en su vida humana o un vecino poco importante. Sí, seguramente fuera eso. -Aldebarán Ballestér. ¿De dónde es eso? Claramente no suena a francés -comentó, deleitándose en secreto con los marcados músculos de sus brazos mientras acomodaba el fuego. Suspiró disimulando cuando se volvió hacia ella. No quería ni por casualidad que se diera cuenta del efecto que causaba en ella, aunque sus hormonas estuvieran completamente fuera de control. Prefería que se diera cuenta de su sed de sangre a que la encontrara viéndolo de aquella forma.
Le hizo un lugar junto a ella e incluso le cedió una parte de su manta para que se cubriera. Así con suerte, por más que se ocultara bajo la misma manta, no tendría tantas oportunidades de quedarse admirándolo como una idiota. -Summer Juliette, ese es mi nombre. Summer, como el lluvioso verano inglés-aclaró, puesto que su nombre era algo muy fuera de serie. Dudaba encontrar alguna otra Summer en todo el continente. ¿Quién habría sido el culpable de enamorarse del verano y destinarla así a aquél nombre tan curioso que ningún francés podía pronunciar con corrección? Entonces hizo un mohín. -Y Juliette, como la enamorada de Sheakspeare con el fatídico final-. Si llamarse como el verano era una mordaz ironía desde que el Sol y el calor para ella eran una maldición, Juliette le resultaba una patética broma puesto que ya estaba muerta y no había persona en la Tierra que rechazara más el romanticismo y los sentimientos que ella misma.
Última edición por Summer J. Abadie el Mar Feb 25, 2014 11:00 pm, editado 2 veces
Summer J. Abadie- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Mi héroe? || Priv. +18
El calor de la noche se vuelve algo pasajero pues pese a las temperaturas bajas de invierno que hay en el exterior, todo pareciese ser agradable y por demás de íntimo entre estos jóvenes al ser atestiguados por una fogata que de manera experta es prendida así como mantenida por el de herencia española, quien escucha atento las palabras de la hermosa rubia.
-Aldebarán Ballester, como dices, no viene de Francia…- ríe suavemente mientras se sienta a su lado, la verdad es que por vez primera el nervio le invade y la sorpresa le golpea al recibir el cálido detalle de compartir la manta junto a su salvante -… Mi apellido, nombre y persona vienen de España, La Madre Patria- cierta emoción se impregna en su diálogo, marcando un poco más su acento de forajido.
-Quizás te suene el apellido, puesto que…- sus palabras cortan en seco, realmente la idea de revelar que es el mismo Conde de España y líder del emporio mercantil Ballester –aún con la obviedad del apellido- no le parece ser buena, al menos no a la hora de explicar que hace alguien de su estatus social y económico rondando la laguna.
-… Es algo común en los inmigrantes, especialmente con los gitanos- arregla un poco su dialogo y así, rápidamente se dirige asegurarse que ambos cuerpos yacen bajo el manto albino. Una sonrisa blanca y perfecta se asoma en su iris, sus ojos marrones se quedan como idiotas admirando la belleza cercana de la vampiresa y pareciese que por solo un segundo se haya olvidado que ya se conocían desde antes.
Con atención escucha la introducción de su bella acompañante, es algo que en el acto le hace contestar –Summer… Verano lluvioso de Inglaterra… Fuerte y resistente, agresivo con espíritu cual tempestad bajo la tormenta- musita cual poeta sin poder evitar acariciar la mejilla de su propia Dulcinea -… Pero con la imagen tan hermosa que indudablemente hacen que el rocío de la lluvia sea la inspiración para cualquier artista-
El momento se queda en silencio, en el segundo que una risa por parte del español rompe todo debido al segundo nombre de la fémina –Juliette, quizás a simple vista sea una tragedia para todos, algo que nadie desee…- ejecutando una metáfora que le sale del alma pues sabe la verdadera raza de la señorita -… Pero que encierra una obra de arte tan sublime que cuesta creer que tanta hermosura tenga solo una portada mal interpretada pues no es más que una joya- finiquita aun sonriente, perdiéndose en esos zafiros que le observan.
-Aldebarán Ballester, como dices, no viene de Francia…- ríe suavemente mientras se sienta a su lado, la verdad es que por vez primera el nervio le invade y la sorpresa le golpea al recibir el cálido detalle de compartir la manta junto a su salvante -… Mi apellido, nombre y persona vienen de España, La Madre Patria- cierta emoción se impregna en su diálogo, marcando un poco más su acento de forajido.
-Quizás te suene el apellido, puesto que…- sus palabras cortan en seco, realmente la idea de revelar que es el mismo Conde de España y líder del emporio mercantil Ballester –aún con la obviedad del apellido- no le parece ser buena, al menos no a la hora de explicar que hace alguien de su estatus social y económico rondando la laguna.
-… Es algo común en los inmigrantes, especialmente con los gitanos- arregla un poco su dialogo y así, rápidamente se dirige asegurarse que ambos cuerpos yacen bajo el manto albino. Una sonrisa blanca y perfecta se asoma en su iris, sus ojos marrones se quedan como idiotas admirando la belleza cercana de la vampiresa y pareciese que por solo un segundo se haya olvidado que ya se conocían desde antes.
Con atención escucha la introducción de su bella acompañante, es algo que en el acto le hace contestar –Summer… Verano lluvioso de Inglaterra… Fuerte y resistente, agresivo con espíritu cual tempestad bajo la tormenta- musita cual poeta sin poder evitar acariciar la mejilla de su propia Dulcinea -… Pero con la imagen tan hermosa que indudablemente hacen que el rocío de la lluvia sea la inspiración para cualquier artista-
El momento se queda en silencio, en el segundo que una risa por parte del español rompe todo debido al segundo nombre de la fémina –Juliette, quizás a simple vista sea una tragedia para todos, algo que nadie desee…- ejecutando una metáfora que le sale del alma pues sabe la verdadera raza de la señorita -… Pero que encierra una obra de arte tan sublime que cuesta creer que tanta hermosura tenga solo una portada mal interpretada pues no es más que una joya- finiquita aun sonriente, perdiéndose en esos zafiros que le observan.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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