The Hidden Power | ID

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Sølvi nunca fue una niña dulce. Ni una niña fácil de tratar. Siempre tuvo todo lo necesario para ser feliz, perfecta. Y nunca lo fue. La decepción de sus padres no fue mayor que su desengaño por el banal mundo en el que le había tocado vivir. Familia numerosa, tanto en ruido como en miembros. Desayunaban juntos. Almorzaban juntos. Cenaban juntos. Su desahogo económico era tal que ninguno de sus integrantes necesitó nunca trabajar. Otros lo hacían por ellos. Y ella, desde el inicio, encontró este hecho de lo más frustrante. Desde muy niña, la soledad era su mejor refugio, y el único en el que se sentía verdaderamente a salvo. Odiaba ser el centro de atención, tanto que muchos la tenían por una persona netamente antisocial, además de por una muchacha agresiva y antipática. No se equivocaban demasiado.

A la "tierna" edad de ocho años, su comportamiento varió desde la más extrema indiferencia por todo cuanto la rodeaba, a una siniestra obsesión por provocar dolor de las formas más imaginativas que se le ocurrían. Maltrataba a sus hermanos, ya fuese golpeándoles con objetos varios mientras dormían, o lanzándose contra ellos en cuanto los otros le dirigían una simple mirada que ella interpretaba como inadecuada... Y qué decir de lo que le hacía a los pobres animales que por desgracia acababan en sus manos. Dos de los gatos que le habían regalado por su cumpleaños, acabaron con la cabeza y el rabo cortados, sin pelo, y colgados de la chimenea como simple trozos de carne. Disfrutaba haciendo daño. Se sentía, en cierta forma, superior. Poco importaba su corta estatura o su bajo peso. Poco importaba  que fuese la más pequeña de cinco hermanos. Su superioridad quedaba patente con aquellas "pequeñas" cosas que hacía enloquecer a sus padres, y temblar a sus criados.

Pronto fue aislada al ala desocupada de la mansión en la que su familia vivía. Dejó de verles diariamente pero, contrariamente a lo que ella había pensado, eso sólo hizo alimentar su odio. Si su forma de llamar la atención era hacer cosas moralmente reprochables, ¿quién podría reprochárselo? Los estúpidos de sus hermanos lloriqueaban y no obtenían mirada alguna por parte de unos padres siempre ausentes, en fiestas y recepciones, que abandonaban a sus hijos con criados que, en muchas ocasiones, ni siquiera hablaban su idioma. No es de extrañar que la siniestra niña aprendiese cinco idiomas en los años que pasó junto a ellos. Nadie dudaba de su inteligencia, es más, sorprendía a más de uno... El problema era en qué la aplicaba. Antes que a dibujar, aprendió a diseccionar. Y antes de tocar el piano, aprendió a divertirse causando terror allí donde andaba, dibujando una mueca retorcida en el rostro cuando sus planes salían bien. Claro que, de asesinar gatos y ahogar palomas, nadie se imaginaba que fuese a llegar tan lejos. Hasta que cometió su primer crimen... Y el que provocó una oleada de ellos en aquella lejana región de Noruega.

Su primera víctima se llamaba "Alanna". La asesinó porque pensaba que tenía los ojos más bonitos que ella. Tras rajarla en canal y decorar el salón comedor con sus tripas, le sacó los ojos y los metió en un frasco, que pasó a formar parte de su "colección" de travesuras, en el más alto estante de su armario, al que nadie podía acceder. Siempre recordaría la expresión de terror que aquella chica, que había sido su doncella desde hacía años, mientras vaciaba sus cuencas con una sonrisa de oreja a oreja. Tras aquel "incidente", que sus padres escondieron al resto de la ciudadanía pagándole una suma considerable a sus familiares, decidieron encerrarla en el ala que ocupaba, privada de cualquier servicio, salvo en las horas de comer, cuando un cocinero dejaría la comida en la puerta de su habitación. Sølvi, como un animal salvaje, no pudo aguantar su cautiverio demasiado tiempo. ¿Qué creían? ¿Que solo por decirle que estaba castigada, iba a privarse de aquella maravillosa sensación que le producía el cortar carne fresca y viva? Por aquel entonces, la niña sólo tenía doce años.

En los siguientes meses, ocho víctimas más se sumaron a su lista de crímenes. Todos ellos habían sido "condenados" a ir a servirle la comida a la macabra niña, y todos tenían algo que a ella le gustaba. A uno, le cortó el cuero cabelludo para luego degollarlo y lanzarlo por la ventana, demostrando así que su fuerza era bastante diferente a la magnitud de sus músculos. A otro, le cortó las manos, a otro, los pies... Y así, uno por uno, fueron formando parte de su oscura colección, a la que mimaba y cuidaba más que a los propios miembros de su familia. Tanto miedo tenían ya los criados, y su propia familia, que las doncellas huían y los cocineros nunca dejaban comida en su puerta. Y, evidentemente, no se lo tomó nada bien. Tras planear una cuidadosa estrategia, una semana después desde que nadie se dignase a llevarle comida, escapó de su "parte" de la casa. La bestia estaba suelta. Se mantuvo oculta durante algunos días, durmiendo en el cuarto de servicio, y comiendo a escondidas mientras los que aún quedaban en la casa dormían tranquilamente. Fue por aquella época cuando fue sintiéndose extraña. Era capaz de hacer cosas, que otros no podían. Era capaz de controlar y jugar con la mente de las cocineras, de hacer que se cortaran dedos, e incluso, de que intentaran matar a sus compañeras.

El terror volvió a invadir la hasta entonces tranquila mansión. Y la descubrieron. Psiquiatras de todas las regiones trataron de hablar con la niña pero, tras horas y horas de encierro junto a ella, acababan suicidándose, volviéndose locos, o tan deprimidos que apenas si podían moverse. Sølvi pudo observar con suma satisfacción como sus poderes se iban desarrollando cada vez más a diario, sin que nadie pudiese hacer nada al respecto. Ni siquiera aquellos patéticos intentos de su madre por proteger a sus demás hijos con escudos, valían de nada frente a ella... Como les demostraría en la noche de su decimocuarto cumpleaños. Nadie se dignó a mirarla, como ya era costumbre. Nadie se acordó de que aquella noche era especial. Nadie le habló nunca de lo que significaba llegar a ese punto de su vida. Nadie se atrevió nunca a decirle que ella, como su fallecida abuela y su madre, también tenía poderes. Lo descubrió gracias a un diario que encontró en el sótano, donde la obligaban a dormir, con la única compañía de las ratas.

Gracias a él supo que su madre nunca quiso tenerla. Que su padre tenía amantes. Y que ella había nacido en una relación extramatrimonial de su madre. También supo que su abuela había sido quemada por bruja, y que su madre había sido quien la vendió a la Inquisición, a fin de salvarse el pellejo. Supo que su verdadero padre era un empresario francés que tuvo que huir de Noruega cuando su padrastro se enteró de lo suyo con su madre. Descubrió que su padrastro había intentado matarla mientras dormía en más de diez ocasiones, cuando aún no tenía uso de razón... Y fue entonces cuando se dio cuenta, de que su vida era una pantomima. ¿Cuánto tiempo habían pretendido tenerla engañada? ¿Acaso creían que un ser como ella nunca se enteraría de la verdad? ¿Nunca se habían planteado qué pasaría si eso ocurría? No cayeron lágrimas por su rostro. La rabia se llevó todo lo demás. Toda aquella indiferencia que siempre había sentido por su familia, ahora se había convertido en odio. En ansias de sangre.

No tardó demasiado en salir de su "jaula". Recorrió el caserón en silencio, atenta a cualquier movimiento. La primera oportunidad la tuvo con uno de sus hermanos, al que descubrió caminando por el pasillo en busca del cuarto de baño. Antes de que el niño pudiera gritar, enunció su orden. Y él asintió. Le dio un cuchillo de cocina, y se llevó otro para sí. Había ordenado a su hermano que acabase con los demás, mientras ella misma se encargaba de sus farsantes padres. Los gritos se apoderaron del hogar. Su madre intentó ineficazmente zafarla de sus intenciones, intentando dominarla. Nada parecía funcionar. La ira era tan grande que nada podía apagarla. Tras propinarle más de quince profundos cortes, se dirigió a su padrastro, al que, con infinita paciencia, degolló para después trocear, con infinita paciencia, en la cocina. Ni se molestó en comprobar la suerte de sus hermanos. Cuando el mayor hubo acabado su mandato, despertó, cubierto de sangre, y sin saber qué había pasado. Ella le clavó el cuchillo en el pecho y se marchó.

Al día siguiente, las llamas consumían los cimientos de la casa que, en algún momento, fingió que podía ser su hogar. Algunos criados pudieron escapar, aunque al no tener ninguna duda de quién había sido el causante, jamás dijeron nada. A ojos del mundo, Sølvi era una pobre niña huérfana, triste y solitaria a causa del trauma, que necesitaba marcharse de allí. Gracias a la fortuna de su familia, y a un abofado que ellos mismos habían contratado por si algún día uno de sus hijos se quedaba huérfano, pudo viajar hasta París en busca de su verdadero padre al que nunca encontró. Tras comprar una casa lo suficientemente grande como para poder vivir bien, asesinó al abogado, su "tutor", y donó la mayor parte de su dinero a diferentes organizaciones de la caridad. Todo fuera por mantener su imagen de señorita amable y con poca suerte en la vida. Ser rica no le aportaba nada, y eso lo tenía más que claro. Lo que no sabe, es que aún queda alguien en el mundo conocedor de la verdad, y que no tiene miedo a decirlo en voz alta. Aquel hermano al que ordenó matar a los demás, sobrevivió a su poca certera cuchillada. ¿Volverán a encontrarse alguna vez?

Otros:

- Posee un cuaderno en el que ha ido anotando los nombres de la mayoría de sus víctimas -desconoce cuántos criados murieron en el incendio-. Actualmente hay veinticinco nombres, y aumentando.
- Desde que llegó a París, ha ido "tatuando" diferentes símbolos en su piel, la mayoría de ellos, satánicos.
- No tiene conciencia. No se arrepiente de nada de lo que ha hecho.

Por Jackin & LaufeysonSister de OurSourceCode