AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Caminata de luna nueva (Mandar primero MP)
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Caminata de luna nueva (Mandar primero MP)
Era una noche fría de invierno, no fría e insoportable como otras. Matthew se encontraba dando una caminata cerca de Île Seguin una pequeña isla en la zona suroeste de parís. Una semana atrás habían encontrado el cadáver de una joven prostituta que aparentemente murió ahogada tras intentar huir de unos violadores, probablemente algún ataque de hipotermia. Era casi imposible nadar con un vestido tan frondoso, un corsé apretado en aguas tan heladas como las de ese rio.
Sin embargo Matthew sabía que no había muerto ahogada, un vampiro le succionó casi toda su sangre y la dejó caer al rio para encubrir su cacería maldita. Quien quiera que fuese era muy experimentado, probablemente con conocimientos de anatomía humana o medicina, la mujer no tenía la típica mordida del cuello, los orificios se encontraban en frente del hombro muy cerca de su pecho, debajo de la ropa ligeramente desgarrada. El vampiro sabio que en el cuello no estaba la única vena que bombeaba sangre a borbotones. “Es un veterano” pensó para sí Matthew.
De pronto unos aplausos y risas le desconectaron de sus pensamientos y le hicieron volver a la realidad y al motivo por el cual estaba ahí. No estaba investigando el caso de la joven, estaba ahí para disfrutar de un circo de gitanos que venían desde las costas mediterráneas a mostrar su espectáculo. Había toda clase de malabaristas, magos, bailarinas, cantantes y bufones: Matthew amaba todo ese folclor, música y ambiente, le ayudaba a olvidar la tristeza que le provocaba recordar a su hermana.
-Jessica- susurró expulsando una pequeña nube de vaho.
Un suave escalofrío le recorrió la espalda, había tomado un baño esa tarde a pesar del clima frio y le hacía resentir las brisas que llegaban a su nuca. Odiaba tomar baños seguido, pero su olor lobezno saldría a flote de no tomar esa precaución, para su propia fortuna había logrado hacer funcionar un mecanismo que calentaba el agua de una tina a una temperatura muy agradable, unos inventores Italianos le sugirieron añadir a la tina una maquina de burbujas que le daría un masaje relajante, pero eso sería un proyecto a futuro. De todos modos el amaba el frio y no tenía tiempo de relajarse, habían pasado meses y no podía encontrar aun a un sospechoso de la muerte de Jessica. Queria olvidar lo ocurrido, quería distraerse.
La danza de los gitanos comenzó a atraer a más espectadores, la música era alegre, los aplausos rítmicos y las chicas hermosas. Matthew no dejaba de admirarlas, su instinto animal le podía decir que la mayoría de las jóvenes morenas tenían caderas mucho más fértiles que las de la fría Europa. Hombres ágiles saltaban y hacían acrobacias desde el suelo, y una chica en el centro comenzaba a lanzar fuego por la boca. Los niños anonadados exclamaban, la gente gritaba emocionada y aplaudían tras cada llamarada al aire, creían que era magia. El joven Belmont se odiaba a sí mismo de entender que todo aquello tenía una explicación lógica, como la grasa de animales, o aceites siendo escupidos frente a una pequeña antorcha; quería ser sorprendido por algo realmente mágico.
De pronto un estruendo a unos cien metros de ahí le distrajo, era un sonido metálico pero conocido, el vapor caliente saliendo a presión de un escape. Estaban realizando pruebas con una locomotora de vapor, en unos años o quizás décadas abrirían la estación de trenes de Montparnasse. Les faltaba mejorar mucho la ingeniería de ese maquinaria, el sonido era ensordecedor.
Unos murmullos resaltaron tras un silencio corto de la multitud, algo había ocurrido en el espectáculo que sobresalto a la mayoría con preocupación en lugar de con asombro. Matthew logro ver con facilidad gracias a su ojo superior, a pesar de encontrarse detrás de la multitud pudo ver claramente lo que ocurría: la chica lanzafuegos había caído al suelo, no estaba desmayada pero si aturdida y desorientada.
Busco pasar entre la gente y colarse entre los gitanos del circo, quería tener la oportunidad de conversar con alguna chica gitana, tal vez recibir una lectura de mano. La distracción que había generado la joven de la danza era suficiente para tener la atención de la multitud y del resto de los gitanos en ella, sería una sombra que se deslizaba suavemente hacia atrás del escenario desmontable que se alzaba detrás de los danzantes.
Sin embargo Matthew sabía que no había muerto ahogada, un vampiro le succionó casi toda su sangre y la dejó caer al rio para encubrir su cacería maldita. Quien quiera que fuese era muy experimentado, probablemente con conocimientos de anatomía humana o medicina, la mujer no tenía la típica mordida del cuello, los orificios se encontraban en frente del hombro muy cerca de su pecho, debajo de la ropa ligeramente desgarrada. El vampiro sabio que en el cuello no estaba la única vena que bombeaba sangre a borbotones. “Es un veterano” pensó para sí Matthew.
De pronto unos aplausos y risas le desconectaron de sus pensamientos y le hicieron volver a la realidad y al motivo por el cual estaba ahí. No estaba investigando el caso de la joven, estaba ahí para disfrutar de un circo de gitanos que venían desde las costas mediterráneas a mostrar su espectáculo. Había toda clase de malabaristas, magos, bailarinas, cantantes y bufones: Matthew amaba todo ese folclor, música y ambiente, le ayudaba a olvidar la tristeza que le provocaba recordar a su hermana.
-Jessica- susurró expulsando una pequeña nube de vaho.
Un suave escalofrío le recorrió la espalda, había tomado un baño esa tarde a pesar del clima frio y le hacía resentir las brisas que llegaban a su nuca. Odiaba tomar baños seguido, pero su olor lobezno saldría a flote de no tomar esa precaución, para su propia fortuna había logrado hacer funcionar un mecanismo que calentaba el agua de una tina a una temperatura muy agradable, unos inventores Italianos le sugirieron añadir a la tina una maquina de burbujas que le daría un masaje relajante, pero eso sería un proyecto a futuro. De todos modos el amaba el frio y no tenía tiempo de relajarse, habían pasado meses y no podía encontrar aun a un sospechoso de la muerte de Jessica. Queria olvidar lo ocurrido, quería distraerse.
La danza de los gitanos comenzó a atraer a más espectadores, la música era alegre, los aplausos rítmicos y las chicas hermosas. Matthew no dejaba de admirarlas, su instinto animal le podía decir que la mayoría de las jóvenes morenas tenían caderas mucho más fértiles que las de la fría Europa. Hombres ágiles saltaban y hacían acrobacias desde el suelo, y una chica en el centro comenzaba a lanzar fuego por la boca. Los niños anonadados exclamaban, la gente gritaba emocionada y aplaudían tras cada llamarada al aire, creían que era magia. El joven Belmont se odiaba a sí mismo de entender que todo aquello tenía una explicación lógica, como la grasa de animales, o aceites siendo escupidos frente a una pequeña antorcha; quería ser sorprendido por algo realmente mágico.
De pronto un estruendo a unos cien metros de ahí le distrajo, era un sonido metálico pero conocido, el vapor caliente saliendo a presión de un escape. Estaban realizando pruebas con una locomotora de vapor, en unos años o quizás décadas abrirían la estación de trenes de Montparnasse. Les faltaba mejorar mucho la ingeniería de ese maquinaria, el sonido era ensordecedor.
Unos murmullos resaltaron tras un silencio corto de la multitud, algo había ocurrido en el espectáculo que sobresalto a la mayoría con preocupación en lugar de con asombro. Matthew logro ver con facilidad gracias a su ojo superior, a pesar de encontrarse detrás de la multitud pudo ver claramente lo que ocurría: la chica lanzafuegos había caído al suelo, no estaba desmayada pero si aturdida y desorientada.
Busco pasar entre la gente y colarse entre los gitanos del circo, quería tener la oportunidad de conversar con alguna chica gitana, tal vez recibir una lectura de mano. La distracción que había generado la joven de la danza era suficiente para tener la atención de la multitud y del resto de los gitanos en ella, sería una sombra que se deslizaba suavemente hacia atrás del escenario desmontable que se alzaba detrás de los danzantes.
Matthew "Matt" Belmont- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 24/11/2013
Edad : 34
Localización : Paris (Callejones)
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Re: Caminata de luna nueva (Mandar primero MP)
Ontem eu sonhei, eu estava sozinho ainda sem rumo sem medo, na estrada eu vou encontrar muitos amigos e wanderlust.
Pom. Pom, pom. Tac. Pom, pom. Tac, tac.
Retumbaban los sonidos más escandalizadores creados por algunos palos y platillos al chocar entre sí, creando miles de combinaciones musicales. Musicales. Creaban música. El barbullo de la gente y su aplaudir se unía junto a la banda musical del circo. Esa pequeña banda que tenía mucho que mostrar tanto como la entrada al espectáculo que ameniza a montones de gente que buscaba un espectáculo barato y algo diferente al que estaban acostumbrados. No teníamos atuendos brillosos con ropas cortas para bailar, ni animales exóticos a los cuales retener para sombrar al público maravillado, aunque eso para mí era un vil pecado para los Dioses de la selva y los espíritus salvajes.
El frescor se esparcía por toda mi piel, sin embargo, mi atuendo lo hacía eliminarse. Un corto vestido morado, acompañado de un cinturón de enormes colmillos al igual como un collar que colgaba de mi cuello, todos ellos falsos creados o robados por Jhon. Una enorme capa de disimulando un pelaje blanco textil tan reluciente que llegaba hasta mis tobillos. Llevaba la cara adornada con dos líneas rojas y mi nuca cubierta por una marcara del mismo color de la pintura. Un color tan intenso que sobresalía al hacer parte de mis escenas.
Mis compañeros hacían de lo suyo y yo con una feroz sonrisa movía las caderas de un lado a otro, llevando conmigo una antorcha y un pequeño bote un líquido algo amargo. Desconocía de su composición, pero era fantástico la forma que provocaba el parecer escupir fuego como un dragón. Como si fuera el orisha Orungan, el fuego eterno que se escapa de la boca de mí ser, mi todo. Los asombros de los niños me divertida, daba giros creando que el mismo fuego girara conmigo en uno solo. Logre acercarme a un grupo de niños y niñas quienes se detuvieron a verme con atención. Mostré mi feroz dentadura y desde mis entrañas escapo un fiero rugido, a lo cual volví a escupir una larga llama que llego varios metros de alto.
Tac.
A continuación en siguiente sonido ensordecedor fue lo que causo que callera al suelo con tan agilidad. Estando en el frio solado deje de escuchar los barullos de los demás, varias de mis compañeras seguían bailando moviendo sus largas faldas y solo dos que estaban cubiertas con largas plumas negras se acercaron a mí a cubrirme. Respiré hondo y abriendo los ojos en par, rece porque la escena saliera bien y que ninguna de nosotras saliera quemada o alguna otra lesión. Cherly y Carly, así eran sus nombres, pegaron un salto hacia atrás y fue el momento en el que volví a escupir fuego acompañado de un gran salto.
Esta vez fue algo diferente. La lumbre era mucho más grande y explosiva. En lugar de esos colores típicos rojo anaranjado, tenía un pigmento verde y azul. Era hermoso a los ojos de cualquiera. Lo demostraba ese “wow” que resonaba en el lugar. Los aplausos y gritos retumbaron por doquier, creando en mi cuerpo un escalofríos que erizo mi piel. Fue el color que deslumbro ante mis ojos atónitos. Un color oscuro, entre café y morado. Utilicé ese momento para escapar al terminar parte de mi show. Me encontraba en la parte trasera del escenario cubierta por una carpa. Metí la antorcha en una tinaja de agua para que se apagase y coloque el pequeño bote en el suelo junto a la tinaja. El sudor provocado por la euforia se deslizaba por mi cuello hasta llegar a mi escote, lo sentía tan caliente que incluso deseaba el quitarme la capa blanca que llevaba encima.
De inmediato, volví a vislumbrar aquellos colores de antes. Con mi semblante tranquilo dije.- entonces… ¿Te presentaras o seguirás ahí? –di como comunicado al tiempo en el que secaba mi sudor con un pequeño pañuelo rojo. Lo que me preocupo fue el tono de mi voz, tan fuerte y autoritario, algo tan normal en mí que jamás logre cambiar, ya que incluso sonaba ofensivo para los demás. Pero que más daba, como si me importara eso.- déjame verte
Pom. Pom, pom. Tac. Pom, pom. Tac, tac.
Retumbaban los sonidos más escandalizadores creados por algunos palos y platillos al chocar entre sí, creando miles de combinaciones musicales. Musicales. Creaban música. El barbullo de la gente y su aplaudir se unía junto a la banda musical del circo. Esa pequeña banda que tenía mucho que mostrar tanto como la entrada al espectáculo que ameniza a montones de gente que buscaba un espectáculo barato y algo diferente al que estaban acostumbrados. No teníamos atuendos brillosos con ropas cortas para bailar, ni animales exóticos a los cuales retener para sombrar al público maravillado, aunque eso para mí era un vil pecado para los Dioses de la selva y los espíritus salvajes.
El frescor se esparcía por toda mi piel, sin embargo, mi atuendo lo hacía eliminarse. Un corto vestido morado, acompañado de un cinturón de enormes colmillos al igual como un collar que colgaba de mi cuello, todos ellos falsos creados o robados por Jhon. Una enorme capa de disimulando un pelaje blanco textil tan reluciente que llegaba hasta mis tobillos. Llevaba la cara adornada con dos líneas rojas y mi nuca cubierta por una marcara del mismo color de la pintura. Un color tan intenso que sobresalía al hacer parte de mis escenas.
Mis compañeros hacían de lo suyo y yo con una feroz sonrisa movía las caderas de un lado a otro, llevando conmigo una antorcha y un pequeño bote un líquido algo amargo. Desconocía de su composición, pero era fantástico la forma que provocaba el parecer escupir fuego como un dragón. Como si fuera el orisha Orungan, el fuego eterno que se escapa de la boca de mí ser, mi todo. Los asombros de los niños me divertida, daba giros creando que el mismo fuego girara conmigo en uno solo. Logre acercarme a un grupo de niños y niñas quienes se detuvieron a verme con atención. Mostré mi feroz dentadura y desde mis entrañas escapo un fiero rugido, a lo cual volví a escupir una larga llama que llego varios metros de alto.
Tac.
A continuación en siguiente sonido ensordecedor fue lo que causo que callera al suelo con tan agilidad. Estando en el frio solado deje de escuchar los barullos de los demás, varias de mis compañeras seguían bailando moviendo sus largas faldas y solo dos que estaban cubiertas con largas plumas negras se acercaron a mí a cubrirme. Respiré hondo y abriendo los ojos en par, rece porque la escena saliera bien y que ninguna de nosotras saliera quemada o alguna otra lesión. Cherly y Carly, así eran sus nombres, pegaron un salto hacia atrás y fue el momento en el que volví a escupir fuego acompañado de un gran salto.
Esta vez fue algo diferente. La lumbre era mucho más grande y explosiva. En lugar de esos colores típicos rojo anaranjado, tenía un pigmento verde y azul. Era hermoso a los ojos de cualquiera. Lo demostraba ese “wow” que resonaba en el lugar. Los aplausos y gritos retumbaron por doquier, creando en mi cuerpo un escalofríos que erizo mi piel. Fue el color que deslumbro ante mis ojos atónitos. Un color oscuro, entre café y morado. Utilicé ese momento para escapar al terminar parte de mi show. Me encontraba en la parte trasera del escenario cubierta por una carpa. Metí la antorcha en una tinaja de agua para que se apagase y coloque el pequeño bote en el suelo junto a la tinaja. El sudor provocado por la euforia se deslizaba por mi cuello hasta llegar a mi escote, lo sentía tan caliente que incluso deseaba el quitarme la capa blanca que llevaba encima.
De inmediato, volví a vislumbrar aquellos colores de antes. Con mi semblante tranquilo dije.- entonces… ¿Te presentaras o seguirás ahí? –di como comunicado al tiempo en el que secaba mi sudor con un pequeño pañuelo rojo. Lo que me preocupo fue el tono de mi voz, tan fuerte y autoritario, algo tan normal en mí que jamás logre cambiar, ya que incluso sonaba ofensivo para los demás. Pero que más daba, como si me importara eso.- déjame verte
Alexine Baenera- Gitano
- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 24/11/2013
Re: Caminata de luna nueva (Mandar primero MP)
Matthew se infiltró hasta la parte posterior de la carpa, el extremo norte de la isla descendía haya el rio. La brisa helada agitaba un par de cabellos que cosquilleaban su frente, el calor provocado por el túmulo de gente y el espectáculo de llamas de la joven le hicieron entrar en calor por unos segundos, dejando atrás los escalofríos de la noche.
Escuchó unos pasos dentro de la carpa que después se alejaron, pero alguien se quedó ahí. Pudo escuchar el sonido de una tinaja y el agua salpicando. Algún danzante descansaba o se preparaba para su próximo turno. Los eventos de los gitanos no duraban poco tiempo, eran capaces de bailar hasta el amanecer, cuando las botellas de vino y ron baratos quedaban vacías.
Antes de poder asomarse para averiguar quién era, una voz femenina fuerte y golpeada le espetó por estar en las sombras espiándole. Matthew no se sintió intimidado en lo absoluto, estaba acostumbrado a que la gente le hablara fuerte, especialmente los oficiales de la policía de Paris con los que estaba trabajando últimamente. Sin embargo, sintió un poco de vergüenza al haber sido descubierto tan fácilmente. Dio un paso dentro de la carpa deslizando la pesada tela con su mano, una brisa entró al lugar erizando la piel sudorosa de la chica sentada sobre el banquillo.
“La chica escupe-fuego, probablemente no pudo seguir después de la caída que tuvo.”
La joven no aparentaba un semblante molesto como el del tono en su voz, tenía ojos de un verde esmeralda penetrante y los hilos húmedos de su cabello se pegaban en su rostro en formas de espirales. Sus ropas de colores llamativos tenían un par de desgarres cerca de las rodillas. Aparentaba cierta fragilidad y candidez en esencia, pero contrastaba esa voz tan fuerte. Como todo gitano, ella estaba llena de sorpresas.
-Soy Matthew Belmont—respondió haciendo una pequeña reverencia—, disculpa la intromisión.
La chica le observó a detalle en sus movimientos. Matt trató de mostrar educación a pesar de haberse entrometido en los aposentos gitanos. Con suerte, sólo aparentaría ser un niño chiflado en busca de diversión. Nadie sabía que buscaba respuestas a cuestiones de las cuales desconocía la pregunta. Quería conocer más sobre su destino.
-Noté que los sonidos de la locomotora provocaron tu desequilibrio en la danza—intentó mostrar preocupación pero su comentario sonó mas a una burla—. Sin embargo, considero que tu desempeño fue soberbio y excelente…
La chica exprimía el trapo con el que secaba su sudor, debía abrigarse pronto antes de enfriarse o el clima le provocaría algún daño pulmonar. Matthew le habría ofrecido su abrigo al instante, no obstante conocía el orgullo de los gitanos y los prejuicios que tenían respecto a la gente de clase alta, tal acto le haría ver pretencioso y sería en cierto grado humillante para la chica, así que se detuvo un momento antes de ofrecerle su ropaje.
-¿Y sabes hacer verdadera magia—preguntó con una sonrisa juguetona—, o te dedicas únicamente a lanzar fuego?
Fijó la mirada en la chica mientras ella deslizaba el trapo para secar las últimas gotas de sudor de su cuello y el escote de su pecho. Sintió que fue otro intento de intimidación, pues dado que aparentaba ser un adolescente era frecuente que las mujeres pensaran que sería fácil hacerle sentir incómodo con unos movimientos sensuales o sugerentes. Matt decidió ignorar esos ademanes y mantuvo una mirada neutra esperando a que ella hablara.
Escuchó unos pasos dentro de la carpa que después se alejaron, pero alguien se quedó ahí. Pudo escuchar el sonido de una tinaja y el agua salpicando. Algún danzante descansaba o se preparaba para su próximo turno. Los eventos de los gitanos no duraban poco tiempo, eran capaces de bailar hasta el amanecer, cuando las botellas de vino y ron baratos quedaban vacías.
Antes de poder asomarse para averiguar quién era, una voz femenina fuerte y golpeada le espetó por estar en las sombras espiándole. Matthew no se sintió intimidado en lo absoluto, estaba acostumbrado a que la gente le hablara fuerte, especialmente los oficiales de la policía de Paris con los que estaba trabajando últimamente. Sin embargo, sintió un poco de vergüenza al haber sido descubierto tan fácilmente. Dio un paso dentro de la carpa deslizando la pesada tela con su mano, una brisa entró al lugar erizando la piel sudorosa de la chica sentada sobre el banquillo.
“La chica escupe-fuego, probablemente no pudo seguir después de la caída que tuvo.”
La joven no aparentaba un semblante molesto como el del tono en su voz, tenía ojos de un verde esmeralda penetrante y los hilos húmedos de su cabello se pegaban en su rostro en formas de espirales. Sus ropas de colores llamativos tenían un par de desgarres cerca de las rodillas. Aparentaba cierta fragilidad y candidez en esencia, pero contrastaba esa voz tan fuerte. Como todo gitano, ella estaba llena de sorpresas.
-Soy Matthew Belmont—respondió haciendo una pequeña reverencia—, disculpa la intromisión.
La chica le observó a detalle en sus movimientos. Matt trató de mostrar educación a pesar de haberse entrometido en los aposentos gitanos. Con suerte, sólo aparentaría ser un niño chiflado en busca de diversión. Nadie sabía que buscaba respuestas a cuestiones de las cuales desconocía la pregunta. Quería conocer más sobre su destino.
-Noté que los sonidos de la locomotora provocaron tu desequilibrio en la danza—intentó mostrar preocupación pero su comentario sonó mas a una burla—. Sin embargo, considero que tu desempeño fue soberbio y excelente…
La chica exprimía el trapo con el que secaba su sudor, debía abrigarse pronto antes de enfriarse o el clima le provocaría algún daño pulmonar. Matthew le habría ofrecido su abrigo al instante, no obstante conocía el orgullo de los gitanos y los prejuicios que tenían respecto a la gente de clase alta, tal acto le haría ver pretencioso y sería en cierto grado humillante para la chica, así que se detuvo un momento antes de ofrecerle su ropaje.
-¿Y sabes hacer verdadera magia—preguntó con una sonrisa juguetona—, o te dedicas únicamente a lanzar fuego?
Fijó la mirada en la chica mientras ella deslizaba el trapo para secar las últimas gotas de sudor de su cuello y el escote de su pecho. Sintió que fue otro intento de intimidación, pues dado que aparentaba ser un adolescente era frecuente que las mujeres pensaran que sería fácil hacerle sentir incómodo con unos movimientos sensuales o sugerentes. Matt decidió ignorar esos ademanes y mantuvo una mirada neutra esperando a que ella hablara.
Matthew "Matt" Belmont- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 24/11/2013
Edad : 34
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Re: Caminata de luna nueva (Mandar primero MP)
Aquel estruendo que escuche con el golpeteo de sus pasos con el suelo provoco que frunciera el ceño. A pesar del tiempo que tenía viviendo acá, me sacaba de quicio esos zapatos que las personas suelen usar por aquí. Entonces, como si fuera un tesoro escapado de las sombras, vislumbre a un joven alto, no tanto. Parecía joven y vuelvo a decirlo, parecía. No llevaba el cabello tan largo como los demás, pero ondeaba como pequeñas enredaderas del bosque. Levante la mirada por sobre su cabeza, observaba el escandaloso color oscuro que parecía ser su aura o era así como le llamaba mi ma. Chasque la lengua sonriente, soltando el nudo que me ataba con la enorme capa que azoto contra el suelo.
-Entonces, Matthew será –dije con un ligero y extenso acento de mi nativa aldea. 16 O 17 años aparentaba pero su edad verdadera se me era insignificante descifrar.- ¿Notaste? –enarque las cejas soltando una estremecedora carcajada.- pues sí, supongamos que fue ese estruendo el que me hizo perder el equilibrio y no que fuera parte del espectáculo –porque así lo era. Lo había practicado muchas veces antes para que saliera perfecto. Una caía que demostraba el renacimiento de las llamas. Pocos conocían esas leyendas como aquí le llamaban, pero existía un dios que renacía de las llamas para la eternidad y el provocaba ese don, de tener la vida eterna, viviendo por siglos y siglos pero, incluso todo tenía su final, que el mismo fuego lograba terminar.
-¿Verdadera magia? –una llama interior recorrió mi cuerpo, provocando a lo que yo le llamaría un coraje que quería salir. Su cuestionamiento logro eso. Hice los ojos en blanco y con otra sonrisa felina agregue.- si lo que buscas es magia, ve a buscar a una bruja si lo que quieres es quitar esa maldición que te ata a la luna, aquí solo encontraras gitanos –me cruce de brazos, algo ofendida por su comentario de la magia y de lanzar fuego. Me acerque hacia él, dejando mi rostro a solo centímetros al de él, examinándolo un poco.
Fue entonces cuando desde este punto logre observar la claridad de sus ojos, ese color que parecían hojas secas del otoño. Sin tener el contacto físico opte por alejarme y darle la espalda y rebuscando entre un bulto de ropas el vestuario que seguía por utilizar.- entonces, dime. ¿Qué atrae a un hijo de la luna por aquí? –saque de entre el bulto un traje azul, muy brillante y un sombrero del mismo color. Sin que me importara la presencia del hombre aquí me quite de mi vestuario y me puse el nuevo el cual me daba una apariencia de un duendecillo.- los licántropos no suelen a visitarnos
Esperando una respuesta de su parte, comencé a pegar en mis orejas una especie de triángulos de goma del mismo color de mi piel. Esto con cautela y exactitud, no quería que quedara pegada en mi cabello. Tome el violín que se encontraba en la mesa colocándolo sobre mi hombro. Dirigí mi mirada de nuevo al lobato que estaba presente aún.
-Entonces, Matthew será –dije con un ligero y extenso acento de mi nativa aldea. 16 O 17 años aparentaba pero su edad verdadera se me era insignificante descifrar.- ¿Notaste? –enarque las cejas soltando una estremecedora carcajada.- pues sí, supongamos que fue ese estruendo el que me hizo perder el equilibrio y no que fuera parte del espectáculo –porque así lo era. Lo había practicado muchas veces antes para que saliera perfecto. Una caía que demostraba el renacimiento de las llamas. Pocos conocían esas leyendas como aquí le llamaban, pero existía un dios que renacía de las llamas para la eternidad y el provocaba ese don, de tener la vida eterna, viviendo por siglos y siglos pero, incluso todo tenía su final, que el mismo fuego lograba terminar.
-¿Verdadera magia? –una llama interior recorrió mi cuerpo, provocando a lo que yo le llamaría un coraje que quería salir. Su cuestionamiento logro eso. Hice los ojos en blanco y con otra sonrisa felina agregue.- si lo que buscas es magia, ve a buscar a una bruja si lo que quieres es quitar esa maldición que te ata a la luna, aquí solo encontraras gitanos –me cruce de brazos, algo ofendida por su comentario de la magia y de lanzar fuego. Me acerque hacia él, dejando mi rostro a solo centímetros al de él, examinándolo un poco.
Fue entonces cuando desde este punto logre observar la claridad de sus ojos, ese color que parecían hojas secas del otoño. Sin tener el contacto físico opte por alejarme y darle la espalda y rebuscando entre un bulto de ropas el vestuario que seguía por utilizar.- entonces, dime. ¿Qué atrae a un hijo de la luna por aquí? –saque de entre el bulto un traje azul, muy brillante y un sombrero del mismo color. Sin que me importara la presencia del hombre aquí me quite de mi vestuario y me puse el nuevo el cual me daba una apariencia de un duendecillo.- los licántropos no suelen a visitarnos
Esperando una respuesta de su parte, comencé a pegar en mis orejas una especie de triángulos de goma del mismo color de mi piel. Esto con cautela y exactitud, no quería que quedara pegada en mi cabello. Tome el violín que se encontraba en la mesa colocándolo sobre mi hombro. Dirigí mi mirada de nuevo al lobato que estaba presente aún.
Alexine Baenera- Gitano
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Fecha de inscripción : 24/11/2013
Re: Caminata de luna nueva (Mandar primero MP)
Matthew se dio la espalda al ver que la gitana comenzaba a desvestirse. Era evidente que la chica no se sentía en lo absoluto incomoda con su presencia, pero lo era también su desagrado por una persona como él, de clase alta. Matt no era orgulloso o altivo por pertenecer a ese nivel de la sociedad, después de todo era la oveja negra de la familia.
“Y la chica sabe perfectamente el por qué.”
Sin darse cuenta la gitana le había mostrado verdadera magia sin darse cuenta. Ni los detectives, ni siquiera una persona tan analítica e inteligente como Matt podrían deducir al instante que alguien es un licántropo a no ser que posea habilidades mágicas o sobrenaturales. Ya se sentía sorprendido por la energía y confianza de la chica, y en parte preocupado por la facilidad con que descubrió su secreto.
-La maldición que llevo—dijo sin dejar de darle la espalda—, no deseo despojarme de ella en lo absoluto. La tomé por voluntad y la conservo por voluntad.
Escuchó el deslizar de la ropa con la piel, un sonido peculiar que su fino oído podía fácilmente identificar y distinguir. Se volvió titubeante y cauteloso procurando no invadir con su mirada a la gitana, a ella no le importaría ser vista desnuda pero a él si le preocupaba el mirarla.
“De todos modos mis modales no sirven más que para molestarla, aquí la etiqueta y la educación solo serán perjudiciales si quiero entablar una conversación con ella.”
-He escuchado lo que la gente dice de ustedes—camino hacia ella observando a detalle su violín—, que pueden revelar los secretos del pasado, vislumbrar el presente… y predecir el futuro.
Matt decidió seguir el juego (o actitud) de la gitana invadiendo su espacio personal, dejando su rostro a unos centímetros del de ella. Era más alto que la chica, pero era gracias a los zapatos de pequeño tacón que acostumbraba usar en sus caminatas. Encajó la mirada en sus ojos esmeralda, podía percibir el aroma de su piel mientras lo registraba en su memoria: miel de maple y jazmines. Metió lentamente su mano en uno de sus bolsillos y con el puño cerrado lo acercó a ella dejándolo a la altura de su cuello. Matt sonrió de lado mientras abría la mano para dejarle ver el curioso objeto.
“Y la chica sabe perfectamente el por qué.”
Sin darse cuenta la gitana le había mostrado verdadera magia sin darse cuenta. Ni los detectives, ni siquiera una persona tan analítica e inteligente como Matt podrían deducir al instante que alguien es un licántropo a no ser que posea habilidades mágicas o sobrenaturales. Ya se sentía sorprendido por la energía y confianza de la chica, y en parte preocupado por la facilidad con que descubrió su secreto.
-La maldición que llevo—dijo sin dejar de darle la espalda—, no deseo despojarme de ella en lo absoluto. La tomé por voluntad y la conservo por voluntad.
Escuchó el deslizar de la ropa con la piel, un sonido peculiar que su fino oído podía fácilmente identificar y distinguir. Se volvió titubeante y cauteloso procurando no invadir con su mirada a la gitana, a ella no le importaría ser vista desnuda pero a él si le preocupaba el mirarla.
“De todos modos mis modales no sirven más que para molestarla, aquí la etiqueta y la educación solo serán perjudiciales si quiero entablar una conversación con ella.”
-He escuchado lo que la gente dice de ustedes—camino hacia ella observando a detalle su violín—, que pueden revelar los secretos del pasado, vislumbrar el presente… y predecir el futuro.
Matt decidió seguir el juego (o actitud) de la gitana invadiendo su espacio personal, dejando su rostro a unos centímetros del de ella. Era más alto que la chica, pero era gracias a los zapatos de pequeño tacón que acostumbraba usar en sus caminatas. Encajó la mirada en sus ojos esmeralda, podía percibir el aroma de su piel mientras lo registraba en su memoria: miel de maple y jazmines. Metió lentamente su mano en uno de sus bolsillos y con el puño cerrado lo acercó a ella dejándolo a la altura de su cuello. Matt sonrió de lado mientras abría la mano para dejarle ver el curioso objeto.
Matthew "Matt" Belmont- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 24/11/2013
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