AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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No place like home (Joshua Maloney)
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No place like home (Joshua Maloney)
There's no yellow bricks
to follow back and run from that disaster,
familiar sins come crashing in
and sever forever and after.
My old friend, its time I leave you here
for once for all in frozen alabaster.
Believe me,
There's no place like home
There's no place like home
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My old friend, its time I leave you here
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Believe me,
There's no place like home
There's no place like home
Hacía trece años exactos que había salido de allí y ahora, por azares de la vida, se encontraba ante la puerta del mismo orfanato donde creció y pasó los que paradójicamente fueron los mejores tiempos de su infancia. Si alguien le hubiera pedido que le llevara al hogar de su niñez Edouard no habría sabido, se habría perdido, pues de pequeño eran pocas las ocasiones que tenía de salir del recinto y por lo tanto de memorizar su situación exacta en las calles de París. De todos modos tampoco era un lugar donde quisiera ir a pasear. ¿A quién iba a mostrárselo? Cuando alguien le preguntaba a una persona a la que tenía cariño que donde se había criado no esperaba un centro de acogida para huérfanos sino un pueblecito bucólico, con vacas pastando y tal vez un molino junto al río. No se podía mostrar a alguien un hospicio comparándolo con el calor de un hogar verdadero. En realidad al principio, cuando sin esperarlo cruzó una esquina nunca antes transitada y se encontró cara a cara con la construcción de piedra, no supo si estaba más sorprendido o asustado. Por un instante casi temió ver salir por la puerta a los mismos compañeros de juegos de antaño, todos niños menores de once años, y a las mismas hermanas religiosas que dirigían por aquel entonces el lugar. ¿Dónde estarían ahora esos críos? Carrouges no podía decir que hubiese corrido mala suerte, al menos había encontrado algo parecido a una madre cuyo apellido había heredado con su muerte junto a una sortija que, por motivos que no venían al caso, ya no obraba en su poder.
Suspiró, percatándose de que había estado aguantando la respiración, y sin mirar a derecha ni a izquierda cruzó la calzada y se plantó bajo el arco de la entrada para echar un vistazo al interior. Tenía la estúpida sensación de que era un fantasma husmeando en el pasado, y no se habría extrañado si al cruzarse con alguno de los habitantes de la casa hubieran pasado junto a él sin verlo, que lo hubieran atravesado incluso, pues por un momento se sentía hecho de humo y de recuerdos. - ¿Quiere pasar? - La voz dirigida a él lo tuvo que sacar a la fuerza de esas ideas surrealistas de antes. A su lado había aparecido una monja anciana, encorvada como una ardilla, con una sonrisa desdentada bajo su hábito oscuro. - No, solo estaba... mirando. - Tragó saliva. La mujer lo estaba mirando con demasiada fijeza para su gusto, pero él adivinó lo que quería y metió la mano en uno de sus bolsillos. - Puedo hacer una donación. No será muy cuantiosa. - Advirtió. Ganaba un sueldo de criado doméstico y la prioridad era que él y Anuar comieran con ese dinero, ¿pero cómo podía resistirse? Alimentar a esos niños, contribuir a que tuvieran mantas calientes en sus camas y un médico decente cuando enfermaran, era en cierto modo como estarse cuidando a sí mismo. - ¿Edouard? - Casi se le cayeron los billetes al suelo cuando la religiosa lo reconoció. Sus ojillos vivaces habían estado buscando eso todo el tiempo, no una paga, sino un destello de memoria en los rasgos del muchacho que tenía delante y al que tantas veces intentó en vano enseñar a leer en las clases impartidas tras el catecismo. - ¿Eres tú? - Ella entornaba los ojos, seguramente no veía bien. - No. - Respondió el francés con más acritud de la que pretendía, y entregándole unos francos en la mano casi salió corriendo de allí.
No se detuvo hasta llegar a la parte trasera del edificio, donde se dio cuenta de que las manos le temblaban y se detuvo un momento para serenarse. Entrecruzó los dedos y cerró los ojos notando la firmeza del muro de roca contra la espalda. Tantos años... tanto tiempo y seguía siendo aquel niño que sintió ilusión por primera vez el día en que le anunciaron que iba a ser adoptado por una mujer a la que después habría querido matar. Betrice fue para él un consuelo como el de aquellas monjas, con su instinto maternal y su vientre seco, buscando criaturas a las que dar ese amor de madres que sentían perder en saco roto con el paso de los días. ¿Qué tendría que haber dicho? "Soy yo, madre. ¿Me recuerda? Ahora soy un esclavo que vive con otro hombre. Hago todo lo que me enseñaron que no tenía que hacer y no me importa, porque soy feliz". Su hogar ya no estaba allí, ahora había otros brazos que cuidaban de él con más afecto, pero no era algo que pudiera gustar a las hermanas. Cómo iban ellas a comprender...
Edouard F. Carrouges- Humano Clase Baja
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Localización : La mansión Destutt de Tracy
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Re: No place like home (Joshua Maloney)
All around me are familiar faces
Worn out places, worn out faces
Bright and early for the daily races
Going nowhere, going nowhere
Worn out places, worn out faces
Bright and early for the daily races
Going nowhere, going nowhere
________
Siempre soy una persona que no se adapta a las rutinas. Las detesto, el estancamiento me aturde y me aburro de él rápidamente. Sin embargo, estoy descubriendo que haberme vuelto voluntario en el Orfanato es una de las mejores decisiones que pude haber tomado. No sólo me mantiene ocupado, atento, sino que estoy aprendiendo muchas de cosas que en mi vida había imaginado comprender. Y, aunque muchas veces me hundo en un profundo pesar al ver rostros de aquellos chicos marcados por el dolor y la soledad, aquella debía ser una de las experiencias más renovadoras de mi vida. Jamás un día era igual al otro y pocas veces solía ver a los mismos chicos. Había mucho que hacer, siempre, y usualmente el ambiente se carga de histeria y tensión, pero no me dejo amedrentar y ayudo en lo que puedo. No soy el mejor en lo que hago, pues apenas estoy comenzado, pero tengo como meta sacarle provecho a esta nueva experiencia y ser más de utilidad que un estorbo para la sociedad parisina. Como buen cristiano que soy, el ayudar a chicos con menos oportunidades, me sirve de aliciente para ser mejor persona día tras día.
Luego de un día particularmente tranquilo, en el cual debí ensayar por varias horas, mi mente necesita tomarse un descanso prolongado. A pesar de que suelo caminar hasta el orfanato, este día he decidido romper la rutina con un viaje en carruaje. Por nada en particular, simplemente porque se me ha antojado hacerlo, y porque tengo los francos suficientes para darme un pequeño gusto de vez en cuando; aprovechando también para observar a los amilanados transeúntes que caminan por las callejuelas, observar los rostros de los ancianos, la estupefacción de los niños que subían por primera vez a un carromato como yo (me pregunto si yo también tendré el rostro iluminado como ellos) y el aburrimiento de los viajeros usuales. Me gustaba mirarlos, recordarlos y grabarlos en mi memoria. Asignarle un adjetivo a cada expresión y descubrir el abanico de sensaciones que los rostros de las personas me ofrecen.
Cuando el carromato se detiene, me pongo de pie de forma apacible, sin ningún tipo de apuro, escabulléndome entre las personas. A partir de éste punto continuaré a pie, pues la paga sólo alcanzó para éste tramo, aunque en realidad solo estoy a un par de bloques de llegar a destino. Me echo el cabello desordenado hacia atrás, miro a ambos lados de la calle, buscando la salida más rápida y con menos congragación de personas posible. Voy un tanto distraído, pensando en qué es lo que tendría que hacer en cuanto llegara. ¿Cuál sería mi tarea aquella tarde? ¿En qué podría ser útil? ¿Volvería a contarles cuentos o a fingir que soy un lobo feroz para corretearles por todo el patio? Sin embargo, algo hizo que perdiera rápidamente la concentración y me enfocara en algo más. Allá adelante, hay un joven… Un joven recargado en la pared. No es en sí el hecho de ver a una persona cualquiera, el detalle es que su rostro me es familiar, de hecho demasiado, pero no puedo acordarme exactamente dónde es que lo he visto. Soy bueno para recordar nombres y rostros, es por eso que me encuentro un tanto absorto. Yo sé y estoy casi completamente seguro. Mi memoria y mi vista no pueden engañarme… No se le nota muy bien, incluso puedo jurar que está sosteniéndose de la pared porque se siente mal. Pero vamos, que yo de médico no tengo nada, pero mi instinto me dice que algo no marcha muy bien. ¿Debería acercarme y brindarle mi ayuda? Cruzo la calle, y me acerco hasta él, intentando no sobresaltarle, porque puede tomarse a mal, el hecho de que un completo desconocido se le acerque. Sólo espero equivocarme.
-¿Te encuentras bien? ¿Puedo ayudarte en algo? – le hablé casi en un susurro, interesado en serle de ayuda.
Luego de un día particularmente tranquilo, en el cual debí ensayar por varias horas, mi mente necesita tomarse un descanso prolongado. A pesar de que suelo caminar hasta el orfanato, este día he decidido romper la rutina con un viaje en carruaje. Por nada en particular, simplemente porque se me ha antojado hacerlo, y porque tengo los francos suficientes para darme un pequeño gusto de vez en cuando; aprovechando también para observar a los amilanados transeúntes que caminan por las callejuelas, observar los rostros de los ancianos, la estupefacción de los niños que subían por primera vez a un carromato como yo (me pregunto si yo también tendré el rostro iluminado como ellos) y el aburrimiento de los viajeros usuales. Me gustaba mirarlos, recordarlos y grabarlos en mi memoria. Asignarle un adjetivo a cada expresión y descubrir el abanico de sensaciones que los rostros de las personas me ofrecen.
Cuando el carromato se detiene, me pongo de pie de forma apacible, sin ningún tipo de apuro, escabulléndome entre las personas. A partir de éste punto continuaré a pie, pues la paga sólo alcanzó para éste tramo, aunque en realidad solo estoy a un par de bloques de llegar a destino. Me echo el cabello desordenado hacia atrás, miro a ambos lados de la calle, buscando la salida más rápida y con menos congragación de personas posible. Voy un tanto distraído, pensando en qué es lo que tendría que hacer en cuanto llegara. ¿Cuál sería mi tarea aquella tarde? ¿En qué podría ser útil? ¿Volvería a contarles cuentos o a fingir que soy un lobo feroz para corretearles por todo el patio? Sin embargo, algo hizo que perdiera rápidamente la concentración y me enfocara en algo más. Allá adelante, hay un joven… Un joven recargado en la pared. No es en sí el hecho de ver a una persona cualquiera, el detalle es que su rostro me es familiar, de hecho demasiado, pero no puedo acordarme exactamente dónde es que lo he visto. Soy bueno para recordar nombres y rostros, es por eso que me encuentro un tanto absorto. Yo sé y estoy casi completamente seguro. Mi memoria y mi vista no pueden engañarme… No se le nota muy bien, incluso puedo jurar que está sosteniéndose de la pared porque se siente mal. Pero vamos, que yo de médico no tengo nada, pero mi instinto me dice que algo no marcha muy bien. ¿Debería acercarme y brindarle mi ayuda? Cruzo la calle, y me acerco hasta él, intentando no sobresaltarle, porque puede tomarse a mal, el hecho de que un completo desconocido se le acerque. Sólo espero equivocarme.
-¿Te encuentras bien? ¿Puedo ayudarte en algo? – le hablé casi en un susurro, interesado en serle de ayuda.
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Disculpa la tardanza.
Joshua Maloney- Cambiante Clase Baja
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Re: No place like home (Joshua Maloney)
De haber sabido que el orfanato le removería tantas cosas no se le habría ocurrido nunca acudir en viaje nostálgico. Maldición, ¿cómo era posible? Su método de supervivencia desde que creció en casa de Madame, obligado a hacer cosas indignas y humillantes, había sido anularse a sí mismo hasta convencerse de que no podía sentir nada porque estaba hueco como un jarrón de cristal. Creyó haber hecho un estupendo trabajo de mimetización con la nada, con el humo, con cualquiera de los muebles domésticos de aquella vivienda, pero ahora empezaba a preguntarse si no se habría sencillamente partido en dos, dejando en el hogar de huérfanos al Edouard niño, travieso e ilusionado, y llevándose consigo una carcasa vacía. Tal vez era posible dividirse en trozos que fueran más difíciles de romper, y de ese modo encerrar bajo llave las partes más frágiles y olvidarse de que en otro tiempo se había sido un ser entero. Eso explicaría por qué le había costado tanto volver a conciliarse con sus emociones una vez muerta la anciana Betrice, cuando se quedó solo y enfermó de pena. Si hubiera tenido un corazón capaz de absorber ese golpe y amortiguarlo... pero a lo mejor su alma se había quedado siempre aguardándole en el orfanato. Acarició pensativo la pared de piedra contra la que se apoyaba mientras la cabeza le daba vueltas y no cejaba de asombrarse de que algo tan banal pudiera producirle ese terremoto interior que ponía en peligro sus cimientos.
Se sobresaltó cuando oyó una voz cerca de él de alguien a quien no había visto llegar. Parpadeó como si quisiera cerciorarse de que el muchacho que le hablaba no iba a desaparecer en las brumas de sus recuerdos, pero era muy real y lógicamente se estaría preguntando si Edouard estaba en sus cabales. Debía de tener cara de alucinado. - ¿Crees que se puede viajar al pasado? - Le preguntó en vez de contestarle. Necesitaba que alguien en pleno uso de sus facultades mentales le asegurara que tales experiencias eran posibles, que no había tenido una alucinación. Sentía tanta añoranza del niño que había sido que creyó que su alma se iba a desgarrar, pero se había curtido con los años y poseía mucha más fuerza de la que creía. Dejó de subestimarse cuando comprendió que se estaba reconciliando a toda velocidad con esa parte de su persona que había estado esperándole allí siempre. Nunca podría volver a ser el mismo, un infante puro y sin contaminar por los reveses del destino, pero tampoco tenía por qué seguir siendo el soldado acorazado que se había empeñado en erigir por bandera. Hacía tiempo ya que su enemigo estaba abatido y en su afán por seguir luchando solo conseguía herirse a sí mismo. Parpadeó otra vez y fue como posar los pies en el suelo después de haber volado unas horas sobre la ciudad. Volvió a ocupar su lugar físico y se avergonzó de estar asustando a ese desconocido con sus peculiaridades. - Estoy bien, gracias. - Repuso, esperando que el otro no hiciera mucho caso a sus desvaríos de antes.
Se sobresaltó cuando oyó una voz cerca de él de alguien a quien no había visto llegar. Parpadeó como si quisiera cerciorarse de que el muchacho que le hablaba no iba a desaparecer en las brumas de sus recuerdos, pero era muy real y lógicamente se estaría preguntando si Edouard estaba en sus cabales. Debía de tener cara de alucinado. - ¿Crees que se puede viajar al pasado? - Le preguntó en vez de contestarle. Necesitaba que alguien en pleno uso de sus facultades mentales le asegurara que tales experiencias eran posibles, que no había tenido una alucinación. Sentía tanta añoranza del niño que había sido que creyó que su alma se iba a desgarrar, pero se había curtido con los años y poseía mucha más fuerza de la que creía. Dejó de subestimarse cuando comprendió que se estaba reconciliando a toda velocidad con esa parte de su persona que había estado esperándole allí siempre. Nunca podría volver a ser el mismo, un infante puro y sin contaminar por los reveses del destino, pero tampoco tenía por qué seguir siendo el soldado acorazado que se había empeñado en erigir por bandera. Hacía tiempo ya que su enemigo estaba abatido y en su afán por seguir luchando solo conseguía herirse a sí mismo. Parpadeó otra vez y fue como posar los pies en el suelo después de haber volado unas horas sobre la ciudad. Volvió a ocupar su lugar físico y se avergonzó de estar asustando a ese desconocido con sus peculiaridades. - Estoy bien, gracias. - Repuso, esperando que el otro no hiciera mucho caso a sus desvaríos de antes.
Edouard F. Carrouges- Humano Clase Baja
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Re: No place like home (Joshua Maloney)
-¿Crees que se pueda viajar al pasado?
La pregunta lo descoloca, pero no se inmuta. Puede ver al chico contrariado, acongojado y con una clara mueca de sufrimiento en su rostro. Le recuerda a el mismo en alguna etapa de su vida, no hace mucho tiempo, por lo que “viajar al pasado” no es una idea descabellada. Se puede. Para bien o para mal. Le sucede a menudo en lo momentos menos oportunos; sobre todo cuando la molesta voz interior le recuerda a cada momento los tragos amargo de su niñez y adolescencia. Toda una bribona. A veces desearía hacerla desaparecer de mi vida, porque no hace masque hacerle sufrir, atormentándome cada que me encuentro con la moral por los suelos.
-Estás pálido. ¿Estás seguro de que te encuentras bien? Me acerco un par de pasos más, con cuidado, porque no quiero que piense que puedo representar peligro o soy una especie de ladrón que se quiere aprovechar de la situación. La aura del muchacho fluctúa en varias tonalidades de colores; si mi escasa experiencia en éstas cosas no me engaña, puedo saber que aunque el me insta en que no pasa nada malo, la realidad es otra. En el fondo lo entiendo. No es grato encontrarte en una situación difícil y que un completo extraño se acerque a ti para brindarte auxilio con las mejores intenciones. Es incomodo. Pero en verdad quisiera hacer algo por él, me recuerda a alguien, aunque no logro recordar exactamente a quién. Quizás nos hayamos cruzado alguna vez por las callejuelas de Paris. Todo puede suceder en una ciudad como ésta, que aunque grande, es pequeña en realidad.
--Puedo acercarte a algún lugar para que puedas tomar asiento - insistí - Traerte un poco de agua, tal vez. Todavía tenía algunos minutos de sobra antes de acudir a la cita en el Orfanato. Era una costumbre muy arraigada el llegar puntual a una cita fuere cual fuere el lugar. Además me agradaba sentirme útil, ayudar a mi prójimo. ¿Para qué negarlo? era una satisfacción muy grande.
La pregunta lo descoloca, pero no se inmuta. Puede ver al chico contrariado, acongojado y con una clara mueca de sufrimiento en su rostro. Le recuerda a el mismo en alguna etapa de su vida, no hace mucho tiempo, por lo que “viajar al pasado” no es una idea descabellada. Se puede. Para bien o para mal. Le sucede a menudo en lo momentos menos oportunos; sobre todo cuando la molesta voz interior le recuerda a cada momento los tragos amargo de su niñez y adolescencia. Toda una bribona. A veces desearía hacerla desaparecer de mi vida, porque no hace masque hacerle sufrir, atormentándome cada que me encuentro con la moral por los suelos.
-Estás pálido. ¿Estás seguro de que te encuentras bien? Me acerco un par de pasos más, con cuidado, porque no quiero que piense que puedo representar peligro o soy una especie de ladrón que se quiere aprovechar de la situación. La aura del muchacho fluctúa en varias tonalidades de colores; si mi escasa experiencia en éstas cosas no me engaña, puedo saber que aunque el me insta en que no pasa nada malo, la realidad es otra. En el fondo lo entiendo. No es grato encontrarte en una situación difícil y que un completo extraño se acerque a ti para brindarte auxilio con las mejores intenciones. Es incomodo. Pero en verdad quisiera hacer algo por él, me recuerda a alguien, aunque no logro recordar exactamente a quién. Quizás nos hayamos cruzado alguna vez por las callejuelas de Paris. Todo puede suceder en una ciudad como ésta, que aunque grande, es pequeña en realidad.
--Puedo acercarte a algún lugar para que puedas tomar asiento - insistí - Traerte un poco de agua, tal vez. Todavía tenía algunos minutos de sobra antes de acudir a la cita en el Orfanato. Era una costumbre muy arraigada el llegar puntual a una cita fuere cual fuere el lugar. Además me agradaba sentirme útil, ayudar a mi prójimo. ¿Para qué negarlo? era una satisfacción muy grande.
Joshua Maloney- Cambiante Clase Baja
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Re: No place like home (Joshua Maloney)
En un momento ni se acordó de la pregunta retórica que había planteado a aquel otro joven. Ni siquiera sabía precisar si esas palabras habían llegado a salir realmente de su boca o si solo las había pensado, y esperó que fuera lo último porque de lo contrario quedaría ante los ojos del chico como un demente. Trató de sonreír con confianza para demostrar al cambiaformas que sus temores eran infundados y que no tenía ninguna dolencia, o al menos física de la clase que pudiera requerir ayuda de nadie. No sabría cómo explicar aunque quisiera que su atribulado estado se debía a que por un momento se había cogido de la mano con el niño que había sido y al que había vuelto a ver jugando y riendo después de tantos años, cuando aún la vida no lo había moldeado en ninguna dirección.
El desconocido se acercó a él y Edouard se sintió incómodo por inercia, porque estaba tan acostumbrado a desconfiar de todo el mundo que ya no podía evitar que su piel se erizase sola como el lomo de los gatos aunque no existiera una disconformidad real con esa aproximación en su mente ni en sus sentimientos. No creyó que el muchacho fuera a dañarlo y además llevaba encima poca cosa que robar, por lo que permaneció apoyado contra la pared de piedra examinando al otro más con curiosidad que con recelo. Tenía unos ojos que le parecieron dulces, llamadlo intuición, y eso le impulsó a confiar en él más de lo que normalmente confiaba en el resto de seres humanos. - Viví aquí cuando era pequeño. - Le confesó girando el rostro lo mínimo para mirar la fachada y cerciorarse de que el edificio seguía tras él y que no se había esfumado como un espejismo después de haber soñado despierto con la época en la que lo habitaba. - Lo he encontrado bastante cambiado. - Pero las piedras seguían amontonadas una sobre otra del mismo modo que entonces. El que era distinto era él.
El desconocido se acercó a él y Edouard se sintió incómodo por inercia, porque estaba tan acostumbrado a desconfiar de todo el mundo que ya no podía evitar que su piel se erizase sola como el lomo de los gatos aunque no existiera una disconformidad real con esa aproximación en su mente ni en sus sentimientos. No creyó que el muchacho fuera a dañarlo y además llevaba encima poca cosa que robar, por lo que permaneció apoyado contra la pared de piedra examinando al otro más con curiosidad que con recelo. Tenía unos ojos que le parecieron dulces, llamadlo intuición, y eso le impulsó a confiar en él más de lo que normalmente confiaba en el resto de seres humanos. - Viví aquí cuando era pequeño. - Le confesó girando el rostro lo mínimo para mirar la fachada y cerciorarse de que el edificio seguía tras él y que no se había esfumado como un espejismo después de haber soñado despierto con la época en la que lo habitaba. - Lo he encontrado bastante cambiado. - Pero las piedras seguían amontonadas una sobre otra del mismo modo que entonces. El que era distinto era él.
Edouard F. Carrouges- Humano Clase Baja
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Re: No place like home (Joshua Maloney)
Siento un nudo en la garganta y el estómago hacerse pequeño. Así que el joven había vivido en el Orfanato, por consiguiente, los recuerdos - tristes o felices- le hacen volver al viejo terruño. No lo culpo e inclusive me identifico con él, porque a pesar de que nunca sufrí la carencia de unos padres, siempre me sentí solo, rodeado únicamente por cuatro paredes viviendo en mi pequeño refugio interior, sin nadie más que platicar que conmigo mismo y alguno que otro amigo imaginario.
-Comprendo, si... Yo, soy voluntario en el Orfanato ¿sabes?- Trato de comenzar una plática más o menos cordial. No quiero que mi presencia le incomode o que sienta que estoy pisando terreno frágil para él - sentimentalmente hablando -. Llevo un par de meses, pero siento que he congeniado muy bien con los niños y los empleados. No sé... me gusta ayudar. Me siento como en casa.- Ciertamente lo era, el estar lejos de casa me sumía en un profundo estado de desolación que sólo actuando e interactuando con personas, me hacían olvidar lo patética que podía resultar mi vida en ocasiones.
Me encojo de hombros. Por el momento no tengo otra plática más relevante. No le conozco, no me conoce pero quiero darle la suficiente confianza como para que su aura cambie de color. No soy experto leyéndolas, apenas si conozco algo de mi propia naturaleza, pero si hay algo que puedo percibir, son los estados de ánimo, y el chico aquí delante mío, parece no estarlo pasando muy bien. Siento pena por su situación, porque me veo reflejado en él, en algún punto de mi vida, una década atrás.
-Puedo... ¿Preguntar tu nombre? Yo soy Joshua. Joshua Maloney-. Tímidamente estiro mi mano. Generalmente no soy yo quien comienza las presentaciones, pero bueno, siempre hay una primera vez, y es ésta. Espero que no me deje con la mano extendida porque percibo que me sentiré miserable; suelo tomar muy mal los rechazos, la falta de confianza en mi mismo, siempre ha sido uno de mis peores y grandes defectos.
-Comprendo, si... Yo, soy voluntario en el Orfanato ¿sabes?- Trato de comenzar una plática más o menos cordial. No quiero que mi presencia le incomode o que sienta que estoy pisando terreno frágil para él - sentimentalmente hablando -. Llevo un par de meses, pero siento que he congeniado muy bien con los niños y los empleados. No sé... me gusta ayudar. Me siento como en casa.- Ciertamente lo era, el estar lejos de casa me sumía en un profundo estado de desolación que sólo actuando e interactuando con personas, me hacían olvidar lo patética que podía resultar mi vida en ocasiones.
Me encojo de hombros. Por el momento no tengo otra plática más relevante. No le conozco, no me conoce pero quiero darle la suficiente confianza como para que su aura cambie de color. No soy experto leyéndolas, apenas si conozco algo de mi propia naturaleza, pero si hay algo que puedo percibir, son los estados de ánimo, y el chico aquí delante mío, parece no estarlo pasando muy bien. Siento pena por su situación, porque me veo reflejado en él, en algún punto de mi vida, una década atrás.
-Puedo... ¿Preguntar tu nombre? Yo soy Joshua. Joshua Maloney-. Tímidamente estiro mi mano. Generalmente no soy yo quien comienza las presentaciones, pero bueno, siempre hay una primera vez, y es ésta. Espero que no me deje con la mano extendida porque percibo que me sentiré miserable; suelo tomar muy mal los rechazos, la falta de confianza en mi mismo, siempre ha sido uno de mis peores y grandes defectos.
Joshua Maloney- Cambiante Clase Baja
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