Las palabras jamás contadas || Diario

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Cuando es apenas una niña, mi madre no perdía la oportunidad de ir a las zonas comerciales de mi ciudad. En específico: a la librería del pueblo.
Como es evidente, nací en cuna de oro, al igual que ella. Eso nos da privilegios, reglas y estatus para para entrar a tales lugares prohibidos para una mujer común (como suelen llamarles a algunas de clase baja), sin ser mal vista. Se. Os instruye para poder leer, escribir, sumar e incluso pensar. Claro, aunque no tengamos el derecho a expresarlo abiertamente; como decía, mi madre siempre iba a comprar los mejores cuentos infantiles, novelas románticas e incluso libros de filosofía. Todo eso y más me leía antes de dormir.

Recuerdo que en algunos cuentos se relataban la vida de animales que terminaban por mostrar enseñanzas, otros eran niños que protagonizaban con sus amigos o familia, todo dependía de lo que quisiera decir la historia.

Una noche, mientras me cambiaba (con la ayuda de mis doncellas) de ropa, mi madre entró a mi habitación. Llevaba una expresión facial que jamás le había conocido, se encontraba emocionada. La ropa de noche ya me la habían colocado. incluso mis piernas se habían cubierto con las sabanas, ya que me había acomodado en la cama.
En las manos de mi madre se encontraba un libro con algunas paginas rasgadas, el encuadernado era de color oscuro; algunos nombres escritos, al igual que el titulo de colores dorados. Se notaba que no era nada común de lo que me hubiese llevado antes para olerme antes de dormir porque todos los demás escritos que llevaba mi madre se distinguían por los colores.

Efectivamente era distinto, ya que la historia era de terror.

La voz de mi progenitora sonaba dulce, llenando de calidez y amor la habitación, sin embargo, aquello que sus labios y voz comenzaron a relatar, no dejaba sentir lo mismo. Mi corazón se oprimía a cada palabra que ella articulaba.

Aquella historia relataba la vida de criaturas sobrenaturales, monstruos que parecían humanos pero que no lo eran. Recuerdo que en uno de los relatos un hombre era el protagonista. Según la historia, sus características iban desde un rostro pálido, belleza singular, hasta la altura inmensa y las expresiones carentes. Llamó tanto mi atención, me aferré de tal manera a que no me diera mucho miedo la historia, que en mi cabeza aparecía como un príncipe que simplemente estaba maldito y triste, por falta de amor, incluso en su corazón podría haber esperanza, una que se guardaba, que procuraba no decir. Cuando le explicaba eso a mi madre, siempre sonreía, insistiendo en que mi corazón era muy noble como para ver la realidad de la historia. Quizás tenía razón. ¡Bendita imaginación la mía!

Conforme el relato iba avanzando, la criatura comenzó a verse en mi cabeza de forma diferente, sus ojos tomaron tintes distintos, la mirada se ensombrecía.
Lo que para mi podría resulta una voz angelical, quizás terminaría siendo la más grave, amenazante e imponente. La piel se me erizó.

La noche concluyó con lagrimas acariciando mis mejillas, tenía miedo ya que no dejaba de recordar a esa criatura cruel, sádica y enferma, lo que más me aterraba no eran simplemente sus acciones, sino aquel corazón que parecía marchito, no existir. En mi cabeza rondaba una pregunta importante ¿De verdad podrían existir criaturas así?

Mi madre me abrazó toda la noche, esperó a que me durmiera, me dejó aferrarme a ella, porque sólo de esa forma me podría tranquilizar, porque sólo de esa manera podía dormir, sin tener los nervios, pero sobretodo el miedo amenazándome a cada momento.

Sólo fueron unas semanas más que mi madre me acompañaba sin importar sus noches de desvelos, vigilándome, aguardando para no dejarme caer dentro de esa historia, dentro de mis sueños más violentos.

Lo recuerdo bien, como si hubiera sido ayer,  pero no lo fue. Mi madre se ha ido de este mundo, puedo jurar que esta con Dios, pero se llevó mi tranquilidad, me ha dejado sola. ¡No! Sola no, estoy con mi tía Viola, pero acompañadas de su hijo, el rey de Italia, un muchacho de belleza singular, un hombre que no parece humano, con un corazón que no late, tampoco lo tiene congelado. Cuando lo veo mis pensamientos y mi corazón se vuelven uno sólo, una sola voz que me dice: los monstruos existen.

Raimondo es aquel que yo imaginaba en mis pesadillas. Mi primo es el hombre del que en el libro hablaban. Tal vez, sólo tal vez él ha vivido demasiadas vidas, quizás es esa criatura que puede quitarte la cordura. Es malo, es cruel. Cuando me mira siento que estoy desnuda. ¿Así debe de ser? He observado como manda a quienes deben servirle, como mata a quienes no hacen lo que él pide, a veces sólo es necesario escuchar para saber cuando su ira es muy fuerte, siempre me escondo cuando escucho sus pasos aproximarse, pero no hay escondite que él no pueda ver. ¡Él es un monstruo lo sé! Pero es mi primo, me cuidará, tengo fe.