AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Una puerta al País de Nunca Jamás (Privado)
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Una puerta al País de Nunca Jamás (Privado)
-TÉÉ!
-Claro, té! Cómo no se me había ocurrido? Té...
-AZÚCAAR!
-Azúcar! Claro, azúcar. Dos cucharas... dos cucharas. Gracias, eso es.
-JALEAA!
-Jalea! Se me olvidaba la jalea...
-MOSTAZAA!
-Mostaza, sí! Mos... mostaza? No! Ni que fuera un sandwich! Limón, eso sí!
-Claro, té! Cómo no se me había ocurrido? Té...
-AZÚCAAR!
-Azúcar! Claro, azúcar. Dos cucharas... dos cucharas. Gracias, eso es.
-JALEAA!
-Jalea! Se me olvidaba la jalea...
-MOSTAZAA!
-Mostaza, sí! Mos... mostaza? No! Ni que fuera un sandwich! Limón, eso sí!
Hacía mucho tiempo que no cocinaba. Aunque para alguien como ella, lo mejor sería decir que hacía tiempo que no rompía sartenes o calderos. Pero hacía muy poco que había descubierto la existencia de Löwe. Con la muerte de su tía y la desaparición de Brett, había decidido encerrarse en su Mansión. No podía volver a escuchar la música, no sin poder evocar la imagen sonriente del hombre que se había marchado sin decir nada. No entendía el porqué, pero había marcado su destino con ello. El escaso avance que había realizado en su vida personal, había sido arrancado de raíz. Ahora raras veces sonreía, sólo hablaba con su familia y se había endurecido. Löwe le había dicho que ahora era más parecida a él. Quizás tuviera razón. Quizás ambos eran seres destinados a crecer sin la necesidad de ser amados por nadie. Aunque ella sabía que su querido vampiro había caído en la trampa del amor. El cambiaformas lo había atrapado con su belleza y desfachatez. Eran una pareja demasiado encantadora.
- Bien... ¿qué toca ahora?- Se preguntó mientras revolvía el contenido amarillento que se cocinaba en el gran caldero. Había tenido que dar el día libre a su cocinero para que le dejase tranquila en la cocina. Siempre ponía cara de pánico cuando se acercaba a sus hermosos utensilios de cocina. Los trataba como si fueran seres vivos, era un hombre muy serio con su labor. Lo mejor era que ella y la cocina estuvieran en lugares diferentes. Siempre conseguía destruir todo a su paso. Su tía solía reñirle, amenazando con quitarle los libros si volvía a explotar algo en la cocina.
Miró el libro, mientras se manchaba la barbilla con la harina que manchaba sus dedos. Sin saberlo, se estaba decorando la cara con el polvo blanco, mientras su mente intentaba pensar qué era lo que le faltaba meter en la olla. Golpeándose la frente, recordó que para que el hechizo funcionase, necesitaba echar dentro del caldero, un fragmento del libro que desease hacer realidad. Si la poción funcionaba, conseguiría meterse dentro de un cuento. Aunque podía parecer una idea loca, era sólo una prueba para lo que realmente estaba tramando en su cabeza. Si ella pudiese visitar cualquier libro, podría encontrar al hombre que había buscado por tanto tiempo. Su padre.
Corrió hacia el despacho de Löwe. Cuando él se había instalado allí, su propio despacho, el que había sido de su abuelo, había sido tomado por Löwe. Así ambos compartían el mismo escritorio que había estado con los Del Mar por siglos. Abrió la puerta con un impulsivo movimiento, descubriendo a un hombre dentro de él. - Buenos días...- Murmuró con prisa, moviéndose con rapidez hacia el estante en el que estaba el libro, sin embargo, para su sorpresa, había un hueco en donde debería estar el libro. Gruñó con frustración, acariciándose su larga trenza con movimiento ausente, intentando pensar dónde habría dejado el libro por última vez.
Un escalofrío le recorrió la espalda cuando su cerebro le gritó que había saludado a alguien que no debería estar en la habitación. Löwe se había marchado con Maurice a cabalgar, y este despacho era una zona restringida para los criados. A decir verdad, todos evitaban sus alrededores. No querían encontrarse con el señor de la casa. Muchos temían a Löwe, mientras que acudían a Ruslana para protegerse de su mirada azulada. Ruslana se había erigido como la protección de todos los sirvientes de la casa. Sin embargo, Rembrandt, el amo de las llaves de la Mansión, un hombre tan viejo que podría ser su abuelo, sonreía a Löwe, enfrentándolo con tranquilidad. REmbrandt había servido a su abuelo en la juventud, según él, ambos se parecían mucho.
Con cuidado, se giró, enfrentando al hombre. Deslizó sus ojos por su figura, analizándolo con cuidado. Estaba claro que no lo conocía, pero algo le decía que debía tener cuidado con él. Y ella seguía su instinto, había aprendido que éste nunca le engañaba.- ¿Quién es usted?- Sus ojos bajaron hasta el libro que sacudía entre sus manos. Era el que ella buscaba, ¿pero porqué él tenía un cuento entre sus manos?. Subió sus ojos de nuevo hasta el rostro del desconocido. Su cuerpo se irguió, adoptando una pose orgullosa.- Deme el libro.- Tendió su mano hacia él. Mientras su voz era fría, su mano no pudo evitar temblar. Odiaba eso. No quería ser débil ante los demás. - Ahora.- Su voz imitó el tono de Löwe, mientras sus ojos comenzaban a cambiar de color al azul. Después de enfrentar al hombre lobo. Sus ojos cambiaban de color cuando sus sentimientos se convertían en un arma arrojadiza. Löwe decía que cuando aprendiera a controlar sus sentimientos, éso sólo ocurriría cuando se enfadase o excitase.
Ruslana Del Mar- Hechicero Clase Alta
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Re: Una puerta al País de Nunca Jamás (Privado)
Me tomo un tiempo considerable lograr encontrar el rastro de ese maldito, la compulsión que puso en mi mente se alimentaba de mi propia obsesión por encontrarlo, quitándome el descanso, mis sueños estaban plagados de su aroma y de su voz, en la obscuridad, ya sea consciente o inconsciente siempre acudían a mi los recuerdos de nuestro encuentro en el bosque para aumentar aún más mi odio hacia él. En parte por eso una vez tropecé con su esencia la seguí sin pensar realmente a donde me llevaría o que haría cuando lo encontrara, quizás esa era la razón de que la pusiera en mi mente en primer lugar. Actuando por impulso no era una verdadera amenaza para un guerrero con varios siglos a cuestas.
No obstante mi dama me sonreía, mi Diosa me concedía a aquella mujer cuyo aroma tenía la esencia del mar y la firmeza de sus palabras ocultaba una dulce vulnerabilidad, una que desnudaría cuando el dolor le atravesara todo el cuerpo y sus gritos llenaran aquel lugar. Sea quien fuera, una amante, una amiga, una sirvienta, su muerte y su dolor servirían para sacudir a mi enemigo, tanto como el lo hizo conmigo al herir a mis perros que actualmente seguían recuperándose de su intento de asesinarlos.
- ¿Es esto lo que quieres? - dije levantando el libro para que lo viera. Lo tome de la estantería sin ninguna razón en particular, para mi los libros no tenían ningún valor ni significado pues me era imposible leerlos, cuando deseaba enterarme del contenido de alguno contrataba a alguien para que lo leyera, de igual modo que ocasionalmente usaba a mis victimas para tal fin durante su cautiverio, en ocasiones incluso me serbia de ellos para que escribieran cartas para mi, claro que sin develarles que era incapaz de leer por mi mismo lo que ellos garabateaban en el papel. - Si lo quieres... aquí lo tienes - dije arrojándolo en la dirección de la cual provenía su respiración, para luego moverme con gran velocidad atrapándola por los cabellos los cuales aprese sin ninguna consideración - es una pena que no podamos disfrutar apropiadamente este encuentro... pero no tengo idea de cuanto pueda demorar ese maldito en aparecer... - tenía que hacer algo rápido y creativo, se acercaban las fiestas, asique parecía una buena opción usar sus intestinos para decorar la entrada del castillo, crear un concepto de "navidad Bizarra" con sus pies cercenados sobre la chimenea como calcetines, quizás su cuerpo decapitado adornado con trozos de cristal clavados en el y la cabeza podría dejarla sobre la mesa como si se tratara del platillo principal.
No obstante mi dama me sonreía, mi Diosa me concedía a aquella mujer cuyo aroma tenía la esencia del mar y la firmeza de sus palabras ocultaba una dulce vulnerabilidad, una que desnudaría cuando el dolor le atravesara todo el cuerpo y sus gritos llenaran aquel lugar. Sea quien fuera, una amante, una amiga, una sirvienta, su muerte y su dolor servirían para sacudir a mi enemigo, tanto como el lo hizo conmigo al herir a mis perros que actualmente seguían recuperándose de su intento de asesinarlos.
- ¿Es esto lo que quieres? - dije levantando el libro para que lo viera. Lo tome de la estantería sin ninguna razón en particular, para mi los libros no tenían ningún valor ni significado pues me era imposible leerlos, cuando deseaba enterarme del contenido de alguno contrataba a alguien para que lo leyera, de igual modo que ocasionalmente usaba a mis victimas para tal fin durante su cautiverio, en ocasiones incluso me serbia de ellos para que escribieran cartas para mi, claro que sin develarles que era incapaz de leer por mi mismo lo que ellos garabateaban en el papel. - Si lo quieres... aquí lo tienes - dije arrojándolo en la dirección de la cual provenía su respiración, para luego moverme con gran velocidad atrapándola por los cabellos los cuales aprese sin ninguna consideración - es una pena que no podamos disfrutar apropiadamente este encuentro... pero no tengo idea de cuanto pueda demorar ese maldito en aparecer... - tenía que hacer algo rápido y creativo, se acercaban las fiestas, asique parecía una buena opción usar sus intestinos para decorar la entrada del castillo, crear un concepto de "navidad Bizarra" con sus pies cercenados sobre la chimenea como calcetines, quizás su cuerpo decapitado adornado con trozos de cristal clavados en el y la cabeza podría dejarla sobre la mesa como si se tratara del platillo principal.
Colin Cumhaige- Vampiro Clase Alta
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Re: Una puerta al País de Nunca Jamás (Privado)
Levantó sus manos, dispuesta a atrapar el libro que aquel miserable hombre le había lanzado. Su malhumor, sólo fue en aumento, cuando sintió que el libro caía al suelo, mientras su cabello era tirado sin ninguna cortesía. Atrapada de la forma más estúpida, en las manos de aquel rufián, sólo pudo pensar que su vida era peor de lo que cualquiera podría llegar a imaginar.
Intentó no gritar de dolor, pues el hombre le hablaba, tirando aún más del cabello que amenazaba con desprenderse de su pequeña cabeza. - ¿Disfrutar este encuentro?. ¡Maldito bruto desconsiderado, suélteme!- Le gruñó enfadada. Sus manos intentaban agarrar las ajenas en un burdo intento de acabar con aquella humillación sin sentido. ¿Qué le había hecho para merecer aquello?. ¡Ni siquiera lo conocía!. Sabía que el mundo estaba lleno de gente malvada y sin escrúpulos, pero nunca pensó que se encontraría con una de ellas en su propio hogar. Una Mansión construida a miles de millas de la capital parisina, lejos de la suciedad y corrupción que reinaba en ella. Pensó, estúpidamente, que su encierro en su casa después de la terrible muerte de su tía acabaría con todo el mal que había entrado en su vida. Pero sólo era el principio del caos.
Una lágrima se deslizó por su mejilla, mientras su cuerpo se debatió en vano contra el hombre que la atacaba. Pensó con rapidez, qué podría usar contra él, que no fuera la harina que manchaba sus dedos. Aunque una parte muy infantil dentro de ella, se alegraba de las manchas blanquecinas que dejaba en la ropa ajena con sus manos. Ojalá pudieran marcarlo siempre, por sus actos. - Basta- Lloriqueó cuando sintió el aliento ajeno cerca del suyo. Una oleada de asco, la recorrió, haciéndola estremecer de miedo.
Y como siempre, su magia se reveló contra el dolor, susurrándole lo que debía hacer antes de que ella misma lo comprendiese. Dejó que su poder de empatía cobrase vida, uniéndose al de encandilamiento. Afortunadamente, la dolorosa cercanía hacía que su poder pudiera filtrarse al no muerto, con mayor rapidez y fuerza. - Basta- Susurró de nuevo, dejando que su poder cambiase sus sentimientos de rabia, odio y venganza, por otros mucho más suaves para ella. Despertó el sentimiento de curiosidad y tranquilidad, con la empatía. Sin mbargo, su poder de encandilamiento sólo se reveló contra ella, buscando el anhelo del hombre, para sustituirlo con el de odio. Más vale que te deseen, a que quieran matarte, pensó aún atrapada entre sus brazos.
No entendía el porqué, pero le era sumamente difícil buscar sentimientos buenos dentro de él, así que tuvo que conformarse con los que había palpado en su interior, en lo más oculto de él, y sin más, los sacó a la superficie. Cuando el agarre de su pelo disminuyó considerablemente, retrocedió hasta que su cuerpo quedó pegado a la estantería. Deslizando sus ojos hacia la puerta, ésta parecía tan lejana como la posibilidad de escapar por ella sin ser atrapada. - ¿Quién eres?- Le preguntó con voz temblorosa, mientras aumentaba el poder de encandilamiento en él, para asegurarse de que pensase en cualquier cosa, menos matarla.
Ruslana Del Mar- Hechicero Clase Alta
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Re: Una puerta al País de Nunca Jamás (Privado)
Algo muy extraño estaba ocurriendo en mi interior, mis pensamientos y emociones estaban siendo revueltos por una mano invisible que trabajaba eficazmente, consiguiendo aplacar mi anhelo por matar a la mujer para convertirlo en otra clase de deseo, igual de intenso aunque con un propósito distinto.
- Llámame Colin... si necesitas un nombre - dije moviéndome velozmente para recuperar a mi presa, apresándola contra un librero mientras atrapaba sus muñecas llevándolas sobre su cabeza donde las mantuve unidas bajo la opresión de mi mano izquierda. Con mi mano libre explore su suculento cuerpo, deteniéndome a acariciar su busto por encima del vestido, como ya había notado ella olía muy bien, su cabello se sentía como la seda, perfumado con una esencia similar al aroma del mar embravecido. - Creo que... he cambiado de idea, voy a disfrutar de ti - dicho esto rasgue su escote hasta el ombligo, dejando su piel expuesta para mi.
Me incline hacia ella lamiendo su mejilla en tanto le pellizcaba uno de los pezones, a ese punto ya me encontraba lo bastante excitado para hacérselo notar solo con mi cercanía, pero quería que luchara, que me maldijera, mordiera o rasguñara, la quería domar como a una yegua salvaje, aplastar todo rastro de voluntad antes de satisfacerme con su cuerpo, hundirme dentro de su tibio canal para llenarla de mi inerte semilla.
- Dime tu nombre... - solicite mientras le separaba las piernas introduciendo una de las mías entre estas, presionando su sexo con mi muslo - quiero saber cual nombre le pondré a tu rostro cuando sólo existas en mi memoria - aunque en ese momento la deseaba, viva para que gritase y gimiera debajo de mi cuerpo, sabía que una vez esa súbita lujuria fuese apaciguada la mataría, era de ese modo que funcionaba, incluso cuando era un humano siempre había aborrecido a la mujer que calentara mi lecho luego de dormir con ella, y después de convertirme en lo que soy, jamás pude mantener ninguna viva más de unas horas luego de satisfacerme con sus cuerpos.
De un tirón rasque el resto del vestido, hasta que solo colgaba de su cuerpo sostenido por las mangas, completamente abierto. Su corazón acelerado sólo hizo que mi erección se pusiese más rígida. Deje de jugar con sus pechos para buscar su centro, introduje mi mano dentro de sus calzones acariciando sus pliegues antes de deslizar mi dedo medio en su interior.
- TU NOMBRE, MUJER! - grite tan cerca de su rostro que mis colmillos serian penamente visibles al igual que amenazantes, quería sentir el terror apoderándose de cada parte de ella.
- Llámame Colin... si necesitas un nombre - dije moviéndome velozmente para recuperar a mi presa, apresándola contra un librero mientras atrapaba sus muñecas llevándolas sobre su cabeza donde las mantuve unidas bajo la opresión de mi mano izquierda. Con mi mano libre explore su suculento cuerpo, deteniéndome a acariciar su busto por encima del vestido, como ya había notado ella olía muy bien, su cabello se sentía como la seda, perfumado con una esencia similar al aroma del mar embravecido. - Creo que... he cambiado de idea, voy a disfrutar de ti - dicho esto rasgue su escote hasta el ombligo, dejando su piel expuesta para mi.
Me incline hacia ella lamiendo su mejilla en tanto le pellizcaba uno de los pezones, a ese punto ya me encontraba lo bastante excitado para hacérselo notar solo con mi cercanía, pero quería que luchara, que me maldijera, mordiera o rasguñara, la quería domar como a una yegua salvaje, aplastar todo rastro de voluntad antes de satisfacerme con su cuerpo, hundirme dentro de su tibio canal para llenarla de mi inerte semilla.
- Dime tu nombre... - solicite mientras le separaba las piernas introduciendo una de las mías entre estas, presionando su sexo con mi muslo - quiero saber cual nombre le pondré a tu rostro cuando sólo existas en mi memoria - aunque en ese momento la deseaba, viva para que gritase y gimiera debajo de mi cuerpo, sabía que una vez esa súbita lujuria fuese apaciguada la mataría, era de ese modo que funcionaba, incluso cuando era un humano siempre había aborrecido a la mujer que calentara mi lecho luego de dormir con ella, y después de convertirme en lo que soy, jamás pude mantener ninguna viva más de unas horas luego de satisfacerme con sus cuerpos.
De un tirón rasque el resto del vestido, hasta que solo colgaba de su cuerpo sostenido por las mangas, completamente abierto. Su corazón acelerado sólo hizo que mi erección se pusiese más rígida. Deje de jugar con sus pechos para buscar su centro, introduje mi mano dentro de sus calzones acariciando sus pliegues antes de deslizar mi dedo medio en su interior.
- TU NOMBRE, MUJER! - grite tan cerca de su rostro que mis colmillos serian penamente visibles al igual que amenazantes, quería sentir el terror apoderándose de cada parte de ella.
Colin Cumhaige- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/04/2013
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Re: Una puerta al País de Nunca Jamás (Privado)
- ¿Colin..?- Susurró antes de que el vampiro se lanzara contra ella. Su mente a penas había procesado que él era un desconocido, cuando sus manos ya habían capturado sus manos sobre su cabeza. Era demasiado lenta, su rapidez y fiereza la hacían temblar de miedo. Jamás había sido tratado como un objeto. Le dolía saber que durante todo este tiempo había pensado que ella era fuerte, cuando ahora, frente a un vampiro que no conocía, éste hacía con ella lo que deseaba.
El frío se cernió sobre la piel descubierta, mientras ella sólo abrió sus ojos con sorpresa. Miró a Colin con una estúpida expresión de incomprensión, hasta que sus ojos bajaron hasta su pecho, ahora al descubierto. - No...- Susurró viendo su propia desnudez, mientras su cuerpo se retorcía contra el poderoso agarre del hombre. La rabia se mezcló con el miedo, creando una poderosa mezcla, que la hacía gruñir como un animal, intentando soltarse de aquel que se atrevía a decir que iba a disfrutar con esto.
- ¡¡Suéltame!!.- Le gritó, mientras su lengua recorría la mejilla. Todo su estómago se revolvió, amenazando con vomitar si volvía a sentir su aliento sobre ella de nuevo. ¿Cómo se atrevía a tratarla así, acaso no sabía quién era?. Una dolorosa punzada en sus pechos la hizo sonrojar, hasta que todo su rostro se tornó de un sonrosado carmesí.- No me toques, bastardo. Aparta tus manos de mi.- Gruñó mientras sus ojos se llenaban del odio que sentía. Pero cuando él preguntó su nombre, una lenta sonrisa le recorrió el rostro, mientras alzaba su cabeza con orgullo, mirándolo en silencio. Si creía que iba a seguir sus órdenes estaba equivocado, no había dado con una mujer dócil que se limitaría a llorar y gritar.
Las lágrimas comenzaron a deslizarse de sus ojos, fruto de la rabia que sentía hacia una situación que ella misma se había buscado. ¿Es que no había aprendido nada?. Su magia no era una tontería, siempre sacaba los sentimientos más fuertes que tenían aquellos que tocaba. Debería de haberlo entendido cuando Brett desapareció, nadie podía vivir con alguien que generaba sentimientos capaces de volver locos a los demás.
Un pequeño grito se escapó de sus labios cuando sintió que la tela cedía por completo ante las manos de Colin. El miedo la llenó, haciendo que por un instante, su fachada orgullosa se tambalease. Sus labios temblaron incontroladamente, pero los mordió con fuerza, hasta sentir el sabor metálico de su propia sangre. No podía dejar que él supiera cuán aterrorizada estaba. Pero aunque quisiera, no podía controlar el acelerado latido de su corazón, quién golpeaba su pecho con brutalidad. Sus piernas le fallaron y se tambaleó, aunque gracias al agarre del vampiro, no calló al suelo.
Un gemido asustado se escapó de sus labios cuando su mano se deslizó por su ropa interior, tocando lo más íntimo de ella.- ¿Qué?! ¿Qué haces...?!!- Su respiración quedó atrapada en su garganta cuando uno de sus dedos se introdujo en ella. Una punzada de dolor la recorrió, haciendo que gritara. - ¡¡Basta, te ordeno que lo saques!!- Le gritó fuera de sí, mirando su mano como si fuera un monstruo que quisiera devorarla desde su interior. Era tan humillante, que si pudiera se mataría a sí misma para dejar de sentir cómo la tocaban contra su voluntad.
La dureza que sentía contra el estómago le hacía recordar que aún había algo peor a lo que le estaba haciendo. La asustaba, su tamaño la hacía querer sentir sus colmillos en su piel, robándole la vida. El no usaría esa cosa con ella, ¿verdad?. Por eso debía usar un dedo... quizás era un pervertido. Aunque no lo entendía, ¿por qué la tocaba ...allí?.
El grito del hombre la sacudió, haciendo que se encogiera un poco ante sus colmillos. Pero lo cierto es que prefería sus colmillos a su maldito saqueo en su cuerpo. - Suéltame y te lo diré- Le dijo con tranquilidad, haciéndola sentir orgullosa de sí misma el que su voz no hubiera temblado. Aunque sabía que no resistiría mucho más, sus muñecas gritaban de dolor, y su espalda estaba resentida de los libros que se apretaban contra ella. ¿Cuánto debía aguantar?. Cerró sus ojos, obligándose a calmarse, mientras usaba su poder para buscar dentro de él el sentimiento de dolor. Tiró de él, como si de un hilo se tratase, envolviéndolo alrededor del cuerpo del hombre, dejando que éste sintiese un dolor punzante en todo sus miembros. Quería que sufriera igual que ella. Fue intensificando el dolor, a medida que tiraba más y más del sentimiento. Agradecía poder tener a la magia como aliada. - Mantén tus manos en mi y te juro que haré que tu cuerpo parezca partirse en dos del dolor.- Sacó pecho orgullosa, mientras tiraba de sus manos para soltarse. Usaría su poder para continuar manteniendo su atracción y dolor. Ojalá muriera de un placentero dolor.
Ruslana Del Mar- Hechicero Clase Alta
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Re: Una puerta al País de Nunca Jamás (Privado)
Ella estaba usando alguna clase de truco conmigo, el dolor, sin ningún motivo se apoderaba de cada milímetro de mi cuerpo, creciendo desproporcionalmente mientras continuaba reteniéndola, llego un punto en que no pude mantener mi agarre sobre sus manos, liberándola casi por accidente mientras retrocedía desorientado y aturdido, demasiado afectado por esa sensación de estar siendo aguijoneado por todas partes para poder dominar mis otros sentidos.
Luche contra la sensación, rugí con toda la fuerza de mis pulmones haciendo que los vidrios de toda la casa se estremecieran en tanto algunos adornos más frágiles estallaban desperdigando sus afilados fragmento por la habitación. La sensación continuaba aferrándose a mi como un lastre, pero la empuje a lo profundo de mi conciencia, lo bastante profundo para conseguir recuperar el dominio de mi mismo.
Aquello le concedió a mi presa un preciado tiempo para intentar huir de mi, pero no estaba dispuesto a desistir de ella, cuando pusiese mis manos sobre su suave carne se acabarían los juegos. Decidido a devolverle algo de lo que me había dado empecé a enviar ráfagas de dolor mental, aunque lo hiciera de manera aleatoria, buscando un blanco debido a que mis capacidades se veían afectada por el dolor que seguía latente en mi interior.
- Mientras más corras peor será para ti! - le amenace, logrando aferrarme al aroma de su perfume para seguirla a donde sea que hubiese escapado - ¡No puedes esconderte! - exclame mientras conectaba un puñetazo contra la pared provocando un boquete en la misma.
Luche contra la sensación, rugí con toda la fuerza de mis pulmones haciendo que los vidrios de toda la casa se estremecieran en tanto algunos adornos más frágiles estallaban desperdigando sus afilados fragmento por la habitación. La sensación continuaba aferrándose a mi como un lastre, pero la empuje a lo profundo de mi conciencia, lo bastante profundo para conseguir recuperar el dominio de mi mismo.
Aquello le concedió a mi presa un preciado tiempo para intentar huir de mi, pero no estaba dispuesto a desistir de ella, cuando pusiese mis manos sobre su suave carne se acabarían los juegos. Decidido a devolverle algo de lo que me había dado empecé a enviar ráfagas de dolor mental, aunque lo hiciera de manera aleatoria, buscando un blanco debido a que mis capacidades se veían afectada por el dolor que seguía latente en mi interior.
- Mientras más corras peor será para ti! - le amenace, logrando aferrarme al aroma de su perfume para seguirla a donde sea que hubiese escapado - ¡No puedes esconderte! - exclame mientras conectaba un puñetazo contra la pared provocando un boquete en la misma.
Colin Cumhaige- Vampiro Clase Alta
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Re: Una puerta al País de Nunca Jamás (Privado)
Corrió como si su alma dependiera de ello, agarrando la ropa desgarrada con sus manos, impidiendo que su cuerpo quedase al descubierto. Había tenido suerte de caer de rodillas sobre el libro que Colin le había lanzado antes, pues con él podría terminar el hechizo que le hacía falta, ahora más que nunca, para escapar a otro mundo. Según la poción, un portal se abriría, si ella colocaba las palabras exactas dentro del caldero. Pero eso eran muchas letras para tener a un vampiro sangriento detrás de ti.
Una ráfaga del dolor más cruel que jamás había sentido, se abrió paso por su cuerpo, tomándola por sorpresa. Sin poderlo evitar, un grito desesperado salió de sus labios, mientras se retorcía de dolor, cayendo al suelo. A pocos pasos, se encontraba la cocina. Sin entenderlo, el dolor se marchó como vino. Aunque ella seguía gritando, mientras se intentaba levantar. - Levántate, levántate....- Se dijo a sí misma, mientras las piernas la ignoraban. Se arrastró, golpeando la puerta para abrirla, mientras las piernas poco a poco volvían a responder, temblando mientras los calambres que dejaron el dolor en ellas, desaparecía cada vez más.
- ¡Maldita sea!- Gritó, levantándose, mientras se apoyaba en la puerta. Dio dos pasos, antes de caer de nuevo al piso por otra nueva ráfaga de dolor. Esta vez parecía incrementarse, mientras la lágrimas se derramaban de sus ojos como respuesta al horrible sonido que salía de sus labios. Los gritos aumentaron, mientas sus manos aferraban el libro. Tenía su única escapatoria entre las manos.
Con desesperación, arrancó las páginas del libro e hizo unas bolas de ellas. Sin poder moverse por el dolor que se atenuaba por segunda vez, como si fuera un ataque lanzado sin un rumbo determinado, lanzó las bolas, rezando porque éstas cayeran dentro del caldero. El hechizo decía que se necesitaban más de 1000 palabras describiendo un lugar, para poder abrir el portal. - Vamos...- Murmuró cuando escuchó unos pasos venir hacia la cocina. Y cuando sintió una mano atrapando su tobillo, lanzó la última página. La bola calló dentro del caldero, haciendo que la habitación se llenase de una luz blanquecina. Tuvo que cerrar sus ojos ante aquella luz, y sin más todo desapareció.
Ruslana Del Mar- Hechicero Clase Alta
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Re: Una puerta al País de Nunca Jamás (Privado)
Algo estaba mal... lo notaba en los escalofríos que subían por mi espalda desde hacía un rato, era una sensación que me inquietaba e hizo que pidiese al amo que nos regresáramos antes de lo previsto de las practicas de equitación. En parte porque aun me costaba controlar mi montura la lleve hasta la entrada misma de la mansión, donde por fin logre hacer que ese obstinado animal se detuviera, aun no lograba descifrar porque los caballos parecían decididos a ignorarme como jinete mientras Löwe los dominaba con tanta facilidad. Pero pronto me olvide de los estúpidos caballos cuando un aroma que ya conocía llego desde el interior de la mansión hasta mi nariz.
Colin... era su aroma, estaba seguro ya que se había gravado en mi memoria al igual que su voz y su despiadado rostro, ocasionalmente me visitaba en mis pesadillas, pero eso no era un sueño y la necesidad de huir crecía con cada respiración contaminada con su esencia. Hubiese saltado y corrido hacia el bosque tan rápido como mis piernas me lo hubiesen permitido si no supiese que allí dentro había alguien más, la señorita Ruslana era la única que permaneció en la mansión luego de darles a los sirvientes el día libre y que Löwe y yo nos manchasemos para unas clases privadas de equitación.
Salte a tierra notando el temblor apoderarse de mi cuerpo gracias a un miedo irracional que estaba fuera de mi control, por un instante sólo pude quedarme ahí parado, paralizado como una estatua, solo que cuando cerré los ojos y me imagine a esa gentil mujer siendo torturada por aquel monstruo despiadado logre encontrar el valor suficiente para correr al interior de la mansión, sin embargo, a pocos pasos del umbral fui golpeado por una cegadora luz blanca, aun con los ojos cerrados brillaba dentro de mi cabeza, su intensa luz convirtió mi mente en un espacio blanco que poco a poco se fue llenando con extrañas palabras que describían a una criatura diferente a mi y en quien sin embargo me estaba convirtiendo mientras mi yo real quedaba cada vez más opacado por aquella brillante luz.
Colin... era su aroma, estaba seguro ya que se había gravado en mi memoria al igual que su voz y su despiadado rostro, ocasionalmente me visitaba en mis pesadillas, pero eso no era un sueño y la necesidad de huir crecía con cada respiración contaminada con su esencia. Hubiese saltado y corrido hacia el bosque tan rápido como mis piernas me lo hubiesen permitido si no supiese que allí dentro había alguien más, la señorita Ruslana era la única que permaneció en la mansión luego de darles a los sirvientes el día libre y que Löwe y yo nos manchasemos para unas clases privadas de equitación.
Salte a tierra notando el temblor apoderarse de mi cuerpo gracias a un miedo irracional que estaba fuera de mi control, por un instante sólo pude quedarme ahí parado, paralizado como una estatua, solo que cuando cerré los ojos y me imagine a esa gentil mujer siendo torturada por aquel monstruo despiadado logre encontrar el valor suficiente para correr al interior de la mansión, sin embargo, a pocos pasos del umbral fui golpeado por una cegadora luz blanca, aun con los ojos cerrados brillaba dentro de mi cabeza, su intensa luz convirtió mi mente en un espacio blanco que poco a poco se fue llenando con extrañas palabras que describían a una criatura diferente a mi y en quien sin embargo me estaba convirtiendo mientras mi yo real quedaba cada vez más opacado por aquella brillante luz.
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Re: Una puerta al País de Nunca Jamás (Privado)
Había pasado toda la tarde y parte de la noche, en comenzar a darle clases de equitación a Maurice. Aunque al principio se había llevado duras miradas de parte del cambiaformas, al final hasta él mismo había terminado riéndose de sus primeras prácticas.
Aprovechó cada segundo, intentando acercarse más a él. Tocando la piel que quedaba expuesta de su cuello, susurrándole en el oído, lanzándole miradas sucias que sólo él sabía lo que implicaban. Al fin y al cabo, ambos eran amantes. Se conocían el uno al otro casi a la perfección. Quizás por eso siempre jugasen a molestar más al otro, viendo quién caía primero en los celos o el orgullo. Debía reconocer que había perdido demasiadas veces, para su propio gusto. Pero era imposible no hacerlo cuando le daba la ley de la indiferencia, entregándoles sonrisas a todos los demás.
Pero toda la felicidad del momento se esfumó, cuando ambos comenzaron a regresar a la Mansión. – Maurice…- Le susurró en tensión, antes de que el hombre comenzase a correr con agilidad y destreza. Malgastó dos segundos en deslizar sus ojos hasta cierta parte de su cuerpo, que se marcaba cada vez que él daba una zancada, camino a la Mansión Del Mar. Por si fuera poco, su cabello rubio azotaba la parte más baja de su espalda, haciendo imposible el que sus ojos se separasen de aquella imagen. Tengo que obligarlo a correr con mayor frecuencia, se recordó mentalmente, mientras sus pies se movían a una velocidad sobrenatural, dando alcance a Maurice en cuestión de segundos.
Un cegador haz de luz lo golpeó con fuerza en el estómago, y mientras su cuerpo caía de rodillas en el suelo, palabras inconexas se gravaban en su piel. Su cabello creció, convirtiéndose en una maraña de hebras oscuras. Sus ojos se agrandaron en su rostro, mutando el color de su iris en un verde claro, mezclado con puntos azulados. Y sus labios formaron una sonrisa enloquecida, con el rojo más intenso que jamás se le hubo ocurrido poseer jamás. El pánico de los últimos segundos, desapareció, al mismo tiempo que su cuerpo se halló sentado en una alargada mesa llenas de tazas de té y teteras. Un largo sombrero adornaba su cabeza, mientras su mente divagaba sobre locuras imposibles.
- Hace un día maravilloso para un No Cumplaños – Dijo con una sonrisa, mientras mojaba un reloj de bolsillo dentro del té como si fuera una galleta.
Aprovechó cada segundo, intentando acercarse más a él. Tocando la piel que quedaba expuesta de su cuello, susurrándole en el oído, lanzándole miradas sucias que sólo él sabía lo que implicaban. Al fin y al cabo, ambos eran amantes. Se conocían el uno al otro casi a la perfección. Quizás por eso siempre jugasen a molestar más al otro, viendo quién caía primero en los celos o el orgullo. Debía reconocer que había perdido demasiadas veces, para su propio gusto. Pero era imposible no hacerlo cuando le daba la ley de la indiferencia, entregándoles sonrisas a todos los demás.
Pero toda la felicidad del momento se esfumó, cuando ambos comenzaron a regresar a la Mansión. – Maurice…- Le susurró en tensión, antes de que el hombre comenzase a correr con agilidad y destreza. Malgastó dos segundos en deslizar sus ojos hasta cierta parte de su cuerpo, que se marcaba cada vez que él daba una zancada, camino a la Mansión Del Mar. Por si fuera poco, su cabello rubio azotaba la parte más baja de su espalda, haciendo imposible el que sus ojos se separasen de aquella imagen. Tengo que obligarlo a correr con mayor frecuencia, se recordó mentalmente, mientras sus pies se movían a una velocidad sobrenatural, dando alcance a Maurice en cuestión de segundos.
Un cegador haz de luz lo golpeó con fuerza en el estómago, y mientras su cuerpo caía de rodillas en el suelo, palabras inconexas se gravaban en su piel. Su cabello creció, convirtiéndose en una maraña de hebras oscuras. Sus ojos se agrandaron en su rostro, mutando el color de su iris en un verde claro, mezclado con puntos azulados. Y sus labios formaron una sonrisa enloquecida, con el rojo más intenso que jamás se le hubo ocurrido poseer jamás. El pánico de los últimos segundos, desapareció, al mismo tiempo que su cuerpo se halló sentado en una alargada mesa llenas de tazas de té y teteras. Un largo sombrero adornaba su cabeza, mientras su mente divagaba sobre locuras imposibles.
- Hace un día maravilloso para un No Cumplaños – Dijo con una sonrisa, mientras mojaba un reloj de bolsillo dentro del té como si fuera una galleta.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: Una puerta al País de Nunca Jamás (Privado)
Aquella mujer… me estaba muriendo por su causa, subiendo por un maldito túnel de luz mientras mi mente se disolvía en aquella luminiscencia que por vez primera experimentaba, era doloroso, un ser de las tinieblas jamás debería ser expuesto a tal cosa, nacido en la obscuridad, existiendo bajo su manto, debería ser mi muerte también de aquella manera, siempre en la negrura.
- ¡Que le corten la cabeza! – salió en un grito agudo desde mi garganta, una sentencia irrevocable contra el atrevido diente de león que germinaba entre mis magníficos rosales. Simplemente no se podía ser benevolente de ninguna manera, hoy le muestra piedad a un diente de león y al día siguiente tienes el jardín invadido de sus semillas.
Rápidamente mis fieles naipes se arrojaron a cumplir mi orden, con tanta presteza que casi se decapitan entre ellos mismos, eran un manojo de descerebrados, tan inútiles como leales, solo superados en incompetencia por mi propio rey. ¿Qué seria del País de la Maravillas sin la guía de su reina? ¡El caos! ¡Completo y absoluto caos!
Una vez cumplida mi orden camine con toda la dignidad de mi cargo de regreso al interior del castillo, una vez más, la Reina de Corazones mantenía su reino a salvo de los insurgentes y ¿Qué mejor que organizar una partida de criquet para celebrarlo? Era la mejor idea que escuche en todo el día, y como de costumbre sólo podía venir de la única persona de alguna sensatez en todo el castillo, es decir yo mismo… o yo misma? si eso, las reinas son “mismas” evidentemente.
- ¡Que le corten la cabeza! – salió en un grito agudo desde mi garganta, una sentencia irrevocable contra el atrevido diente de león que germinaba entre mis magníficos rosales. Simplemente no se podía ser benevolente de ninguna manera, hoy le muestra piedad a un diente de león y al día siguiente tienes el jardín invadido de sus semillas.
Rápidamente mis fieles naipes se arrojaron a cumplir mi orden, con tanta presteza que casi se decapitan entre ellos mismos, eran un manojo de descerebrados, tan inútiles como leales, solo superados en incompetencia por mi propio rey. ¿Qué seria del País de la Maravillas sin la guía de su reina? ¡El caos! ¡Completo y absoluto caos!
Una vez cumplida mi orden camine con toda la dignidad de mi cargo de regreso al interior del castillo, una vez más, la Reina de Corazones mantenía su reino a salvo de los insurgentes y ¿Qué mejor que organizar una partida de criquet para celebrarlo? Era la mejor idea que escuche en todo el día, y como de costumbre sólo podía venir de la única persona de alguna sensatez en todo el castillo, es decir yo mismo… o yo misma? si eso, las reinas son “mismas” evidentemente.
Colin Cumhaige- Vampiro Clase Alta
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Re: Una puerta al País de Nunca Jamás (Privado)
Sus ojos se abrieron después de que aquella extraña sensación de caída hubiera desaparecido. Por un instante, pensó que estaba cayendo por la madriguera de un conejo, pero eso era estúpido. Lo era, ¿verdad?.
Sus manos tocaron las paredes terrosas de un túnel que se extendía frente a ella. ¿Dónde estaba?, se preguntó mientras se levantaba y sacudía la tierra de su traje azul y blanco. Hacía unos instantes había estado debajo de un árbol, leyendo una de las lecciones que tenía que aprender. El libro era tan aburrido, que no había podido evitar dejarse dormir. Sí, seguramente aún seguía durmiendo. No era posible que ella hubiera perseguido a un conejo parlante por el bosque. Los animales no hablaban.
Caminó por el largo túnel, encontrando al final una habitación extraña. Todo en ella era extremadamente pequeño, como si fuera de un niño, aunque todos los objetos eran de adulto. Sus dedos atraparon una pipa de fumar, volteándola en sus manos para verla mejor a la luz del fuego de la chimenea.
- ¡¡No deberías tocar lo que no es tuyo!!- Un conejo blanco apareció frente a ella, correteando para quitarle la pipa y devolverla al lugar del que la había tomado antes. Estaba tan sorprendida que apenas podía pedirle disculpas. – Llego tarde, excesivamente tarde.- Murmuró el conejo mirando el reloj de bolsillo. Cada una de las palabras era pronunciada con temor, como si el retraso fuera algo preocupante que no tuviera solución. Los ojos del conejo la miraron con molestia, demostrándole que no pensaba nada bueno de las niñas malcriadas que tocaban lo que no era suyo. Después, partió corriendo de la habitación, como si fuera más importante el llegar temprano, que el amonestarla.
- Per- perdón, señor conejo. – Le dijo mientras comenzaba a caminar detrás del conejo, recorriendo la red de túneles que llevaba a un enorme jardín. Pero al pisar el verde césped que adornaba la entrada de la casa, o la salida si considerabas el hueco por el que ella había caído como entrada, un grito de dolor la asustó. Sus ojos bajaron hasta un grupo de flores que lloraba al ver una pequeña margarita, muerta debajo de su zapato. ¿Qué estaba pasando?. – ¿Aquí todos los animales y flores hablan, señor conejo?- Preguntó después de disculparse con las flores y ser llamada asesina, pero en cuanto levantó los ojos, el conejo blanco había desaparecido. Suspiró y sintió que iba a comenzar a llorar. ¿Cómo podría llegar a casa, si el dueño de la madriguera había desaparecido?.
Sus manos tocaron las paredes terrosas de un túnel que se extendía frente a ella. ¿Dónde estaba?, se preguntó mientras se levantaba y sacudía la tierra de su traje azul y blanco. Hacía unos instantes había estado debajo de un árbol, leyendo una de las lecciones que tenía que aprender. El libro era tan aburrido, que no había podido evitar dejarse dormir. Sí, seguramente aún seguía durmiendo. No era posible que ella hubiera perseguido a un conejo parlante por el bosque. Los animales no hablaban.
Caminó por el largo túnel, encontrando al final una habitación extraña. Todo en ella era extremadamente pequeño, como si fuera de un niño, aunque todos los objetos eran de adulto. Sus dedos atraparon una pipa de fumar, volteándola en sus manos para verla mejor a la luz del fuego de la chimenea.
- ¡¡No deberías tocar lo que no es tuyo!!- Un conejo blanco apareció frente a ella, correteando para quitarle la pipa y devolverla al lugar del que la había tomado antes. Estaba tan sorprendida que apenas podía pedirle disculpas. – Llego tarde, excesivamente tarde.- Murmuró el conejo mirando el reloj de bolsillo. Cada una de las palabras era pronunciada con temor, como si el retraso fuera algo preocupante que no tuviera solución. Los ojos del conejo la miraron con molestia, demostrándole que no pensaba nada bueno de las niñas malcriadas que tocaban lo que no era suyo. Después, partió corriendo de la habitación, como si fuera más importante el llegar temprano, que el amonestarla.
- Per- perdón, señor conejo. – Le dijo mientras comenzaba a caminar detrás del conejo, recorriendo la red de túneles que llevaba a un enorme jardín. Pero al pisar el verde césped que adornaba la entrada de la casa, o la salida si considerabas el hueco por el que ella había caído como entrada, un grito de dolor la asustó. Sus ojos bajaron hasta un grupo de flores que lloraba al ver una pequeña margarita, muerta debajo de su zapato. ¿Qué estaba pasando?. – ¿Aquí todos los animales y flores hablan, señor conejo?- Preguntó después de disculparse con las flores y ser llamada asesina, pero en cuanto levantó los ojos, el conejo blanco había desaparecido. Suspiró y sintió que iba a comenzar a llorar. ¿Cómo podría llegar a casa, si el dueño de la madriguera había desaparecido?.
Ruslana Del Mar- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/10/2012
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