Descanza ángel, el cielo siempre fue tu hogar [priv. Deiran]

por **Amadeo VanderHoeven** Sáb Dic 14, 2013 8:44 pm

“¿Cuantas noches han pasado?, háblame hermosa luna y cuéntame los secretos del mundo que has visto, has recorrido hasta el último rincón de este planeta, has visto lo que ningún humano ha visto, aun así eres la más solitaria y callada de todas. Cuéntame como es el mundo de los sueños, porque creo haber estado mucho tiempo viviendo en uno.”

Luego de tanto, volvía a vagar por las calles de París, ¿Por qué?, simplemente necesitaba recordar cómo era la brisa helada, los aromas fuertes e intoxicantés, sin duda no eran agradables pero era algo que le traía muchos recuerdos. Recuerdos de la oscuridad, soledad y todas esas cosas malas que al cabo de un tiempo resultaban no ser tan malas. Sentía que mi hermoso ángel había sido solo un sueño, un producto de mi imaginación, la necesidad de ser protegido por alguien vuelto carne y hueso, pero tristemente todas las pruebas que presentaban los días que habían pasado en realidad no había sido un sueño y el temor a la inseguridad era leve comparado con el temor a regresar y no encontrar a nadie en aquella mansión que recordaba a ratos ya que cada textura y pedazo de aquel lugar estaba desparramado en mi inconsciente.

Vague como nunca había vagado antes, terminando por llegar a un cementerio, extrañamente no sentí cansancio alguno, era como que mis piernas no sentían dolor físico y inconscientemente seguían avanzando a través de las tumbas, sobre ellas y por el lado, tocando con mi índice aquellas ásperas lapidas de piedra. Me preguntaba, ¿entre tantos cuerpos, entre tanta belleza teñida de color fúnebre, se encontrarían los cuerpos de alguien que hubiera cambiado el rumbo de mi destino?, puede ser pero paralelamente sabía que el único ser que se había vuelto mi luz era un ángel de ensueño que sentía de alguna forma apartado de mi realidad.

“Duerme mi ángel, en el eterno candor.
Duerme mi ángel, el cielo es tu morada.
Duerme mi ángel, la vida es más dulce allá en tu cielo, tu oscuridad.”

Me quede inerte frente a una tumba con el apellido VanderHoeven, era como si aquel día un instinto dormido en mi hubiera despertado y este supiera que debía ir a aquel lugar pero yo me negaba a creerlo. Aquel apellido, mi apellido en una tumba que para mí era desconocida, algún día para mi seria así ¿no?, las personas fallecían pero más que a fallecer yo le temía a envejecer, a aquella enfermedad de la cual todos padecían en algún momento. Todos menos unos cuantos, escondidos en las sombras, aquellos seres que habían liberado de la inocencia todo sueño soñado y por soñar que habría de tener por el resto de mi vida.

Me senté frente a aquella tumba, y con mis dedos acaricie el pasto, no me interesaba mancharme la ropa, y al cabo de un rato sin pensarlo me recosté sobre la tumba, ante la lápida con mi apellido, sin importarme quien descansara allí yo solo intentaba imaginarme 5 metros bajo tierra y al cabo de un rato sentía que estaba realmente a esa distancia, el aroma a tierra y humedad era fuerte pero no me moví, al cabo de un rato sentí que me quedaba dormido.

“Lamento si he titubeado y dudado, si he regresado sin un objetivo claro. Siento que camino en una cuerda floja que a cada lado tiene grandes rosales de espinas, desearía que se me hiciera normal tener aquellas espinas clavadas en mi piel así el dolor se haría normal y ya no se sentiría como dolor.”

.

por **Deiran Chassier** Mar Dic 17, 2013 9:43 pm

El destino es una creación humana para acomodar sus acciones en lo incierto y no en lo verdadero.

Cuan dramática puede ser la noche, que es testigo de las lágrimas que en silencio son derramadas, que es espectadora de carne de la amargura de cada uno de los transeúntes de París. Yo por mi parte, bajo aquella helada en donde sólo el viento chocar podía calentarme me disponía a llegar a casa, esperar encontrar el amanecer de camino y con un poco de suerte algo que me hiciese arrancar ese hueco tan pesado que se me hacía en el fondo del pecho, era como si estuviese vivo, como si mi corazón muerto funcionara de nuevo pero con cada bombeteo arrancara un pedazo de músculo y me hiciera pedazos. Opté por ir a pie pues París es tan callada cuando todos duermen, es tan solitaria que es lo único que te acompaña.

El suelo raspar mis zapatos hacían un sonido peculiar y sensual, que despertaban a los animales que con precaución se alimentaban en la oscuridad, me pregunté cuando sería mi turno. Era como una espera infinita, una que no acaba hasta que abría mis ojos y me daba cuenta que estaba ahí, recorriendo por casi un centenario esas calles con cambios por su puesto, porque con la evolución vienen la redención. De mi pecho colgaba una cruz invertida y mi ajustado abrigo me apretaba los huesos, me sentí preso. Llegué hasta la intercepción en donde se cruzaban dos camino, hacia mi mano derecha estaba el cementerio Montmartre y a la izquierda a lo lejos estaría la mansión en donde habitaba Yuna y yo, me pregunté que estaría haciendo y fue cuando automáticamente decidí explorar qué energía me envolvería si tomaba el canto de las almas no escuchadas así que aligeré mi paso. Una vez estando frente al portón crucé de manera veloz el sendero. Los árboles que estaban raquíticos por la nieve estática que no dejaba de caer, era como una pequeña cobija que adornaba sus ramas.

Últimamente se me daba bien las caminatas por este sitio, siempre arrastraba consigo algo curioso, algo tétrico, algo inocente. Y fue cuando a la distancia percibí unos lamentos, no es que los estuviese escuchando como si fuesen gritos, eran más pensamientos horribles, quejidos, ideas, delirios de muerte, miedo, mezclado con una sed de confusión. Chasqueé mis dientes y miré a no menos de seis metros un cuerpo delgado tirado en una lápida, como si velase por el que estaba ahí enterrado pero aquello era más personal.

Caminé con las manos metidas en los bolsillos y con la ligereza de una pluma me deslicé por la nieve hasta quedar sobre la cabeza de aquel chiquillo rubio, pálido como la leche. Sus pensamientos eran una inundación a mis oídos y meramente lo escuchaba por los gestos de insatisfacción que mostraba su cara. —Recostado de esa manera eres muy fácil de persuadir- le dije desde una de las ramas altas encima de él y bajé haciendo un sonido sordo con los pies al tocar el suelo —No quieres envejecer pero sin duda serías un mal vampiro- las palabras eran como baldes de agua fría, sinceramente aquel chiquillo no sabía de lo que se estaba perdiendo mientras se lamentaba en aquella lápida. —Seguro tu pariente estaría muy avergonzado al esccharte resongar de esa manera ¿Por qué tanto dolor? Eres un bienaventurado pero de cierta manera me miraba bizarramente reflejado en él- murmuré acercándome a él, quería escuchar su corazón más de cerca.

‘’El que teme sufrir, sufre de temor.’’

Descanza ángel, el cielo siempre fue tu hogar [priv. Deiran]

Descanza ángel, el cielo siempre fue tu hogar [priv. Deiran]

Re: Descanza ángel, el cielo siempre fue tu hogar [priv. Deiran]