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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Iris M. Der Kláuseen Dom Dic 15, 2013 5:09 pm

El estruendo me hizo encogerme cuál mohín, abrazándome a mí misma como gesto instintivo, cerrando así los ojos y apretando fuerte mis dientes, temiendo que también mi cuerpo se desintegrara en miles de pedazos que como la casa, saltaran por los aires. Pero no ocurrió, yo seguía viva según los desorbitados pálpitos que con fiereza golpeaban mi pecho. Seguía respirando, aunque entrecortadamente, así que decidí abrir primero un ojo y luego, tras cerciorarme que Kaél seguía a mi lado aunque un tanto más avanzado de mí puesto que seguía caminando y yo me había detenido, abriendo entonces el segundo ojo. Tomé una bocanada de aire que entró demasiado rápido y frío en mis pulmones, trayéndome consigo algunas partículas de cenizas que al llegar a mi garganta me hicieron toser compulsivamente. Diétrich seguía caminando como si paseara de buena mañana, como si fuera un día cualquiera en el que decide ir a comprar el pan para el desayuno. Sobrecogida aun, eché a correr hasta alcanzarle y tomarle del brazo, apegándome a él como si temiera perderle, como si también él fuera el escudo que necesitaba, aquél que me protegería de todo mal. Lo que Kaél no sabía era que yo era su mal.
 
- ¿Y ahora qué será de nosotros?- pedí con un nudo en mi garganta difícil de digerir, sosteniéndome también las irremediables ganas de llorar que sentí en aquél momento de máxima presión y ahogo. - ¿A dónde iremos?
 
Kaél posó una de sus manos sobre las mías, aun aferradas a su brazo. Miró hacia abajo cuando yo alcé la vista hacia él y entonces, su sonrisa me sosegó. Él tenía fe en si mismo, en mi y en nosotros. ¿Cómo no sentirme contagiada por ello?
 
- Ve a casa, Mischa. Recoge aquello que más necesario sea para subsistir. Yo he de ir a la sede para averiguar unas cosas pero... no te preocupes, vamos, no me mires así, todo irá bien, te lo prometo. Nos encontraremos al anochecer en el puente Nuevo, ¿de acuerdo? Te estaré esperando.
 
Fruncí el ceño, pues la idea de separarme de él no me entusiasmaba en absoluto, aunque bien sabía que no era momento de rechistar, pues el tiempo se escurría entre nuestros dedos y el peso de la guillotina casi podía sentirlo ya sobre mi cuello. Por ello accedí, despidiéndome de él con un efímero beso que me supo a poco, deseándole suerte y pidiéndole que fuera prudente.
 
De camino a casa, quise distraer mi mente con pensamientos optimistas e idílicos. Pensaba en el Puente Nuevo, lugar en el que me reencontraría con Kaél en unas horas. Era un bonito escenario, sin duda, pues adoraba aquél lugar. Era el puente más antiguo de la ciudad francesa, situado en la parte oeste de París. Sus más de doscientos metros de longitud estaban adornados con preciosos candelabros negros y más de trescientas máscaras talladas. Y allí, bajo la tenue luz de la luna curiosa, esperaba reencontrarme con el cálido y reconfortante abrazo de Kaél, susurrándome al oído que todo iría bien.
 
Antes de lo que deseé llegué a casa, deteniéndome ante la puerta durante unos largos instantes, dubitativa. ¿A qué temía? ¿Por qué sentía esas irremediables ganas de dar media vuelta y echar a correr? Entonces lo comprendí todo y el alma se me cayó a los pies. No quería despedirme de Naeem. De hecho, crucé los dedos para que él no estuviera en casa en aquél momento, pues todo sería más sencillo así. Pensaba entrar, subir las escaleras de caracol que conducían a mi habitación ubicada en el segundo piso, tomar la maleta localizada dentro de mi armario, verter en ella algo de ropa y algunos elementos de higiene personal, algo de dinero y poca cosa más. Luego rompería un trozo de papel de mi diario y escribiría una nota para Naeem, dejándosela sobre la encimera de la cocina. Luego daría un último vistazo a la casa dónde habría pasado casi diez años y cerraría la puerta tras de mí sin mirar atrás, tal y como me había pedido antes Kaél. Sin mirar atrás.
 
Así que decidí llevar a cabo mi sencillo plan, sintiéndome feliz al comprobar que Naeem no estaba en casa. Me di prisa y subí los peldaños de las escaleras de tres en tres, llegando a mi recámara dónde metí mano de la maleta y en la que dispuse lo más esencial para que ésta no pesara demasiado, pues todo apuntaba que se trataría de un largo viaje. Una vez sellada la maleta, abrí el diario que escribía sobre mi día a día y me detuve en la última página.


 
15 de diciembre de 1825

Querido diario,


¡Esta mañana me ha levantado el suculento aroma del pan recién hecho, las mermeladas y la mantequilla! Nada más abrir los ojos tuve que correr escaleras abajo -casi las bajo arrastrando mi trasero ante la caída que tuve-, encontrándome con un banquete que Naeem ha preparado. ¡El muy maldito quiere verme engordar cuál ceporro!
Después de desayunar y darme un buen baño, Naeem me hizo un masaje en los pies que me ha dejado como nueva y llena de energía, ideal para mi entrenamiento matutino con Kaél, quién me esperaba en su jardín mientras hacía meditación. Yo le miraba mientras él seguía concentrado, me relaja verle tan relajado.
Unas cuantas patadas y moretones después, comimos juntos en el jardín, dado que hoy hizo un día radiante y el sol calentaba bastante pese a ser pleno invierno. ¡Hablando de eso! Le propuse a Kaél de adornar la casa con motivos navideños, incluso de hacer un belén en el salón, pues pensé que sería divertido hacer algo juntos más allá de apalizarnos, pero la idea no le sedujo en exceso así que lo dejé estar. ¡Seguro que Naeem se anima conmigo!
Después de comer pasé la tarde con Kaél, simplemente charlando mientras le preparaba la cena tras la que tomamos un exquisito te con unas pastitas orientales. Luego me acompañó a casa como buen caballero y me despedí de él con pesar, viéndole marchar antes de entrar a casa, dónde Naeem se había quedado dormido en el sillón mientras, probablemente, me esperaba despierto. Al fin y al cabo, encontré en la cocina un segundo plato intacto de comida que seguramente, era para mí. Lo cierto es que me supo mal no haberle avisado antes que no cenaría en casa.
Le desperté entonces y aunque él se excusó por dormirse en el sillón y no mencionarme nada sobre la cena, le ofrecí algo de beber mientras charlábamos un poco sobre su día, despidiéndonos luego para acostarnos.
Y bueno, te escribo ahora a las tantas de la madrugada porque resulta que algo de la cena no debió sentarme muy bien, porque me siento extraña, mareada y con náuseas. Espero que no sea nada.
En fin, buenas noches y hasta mañana.


Iris
 
 
Un suspiro escapó de mis labios mientras pasaba la página y encontraba una en blanco donde escribir la carta que pensaba dejarle a Naeem como despedida. Pero, ¿cómo despedirme de él así? ¿Con tanta frialdad? Él no merecía un trato como aquél. Y sin embargo, ahí estaba, sentándome en la cama con el diario en mano, la tinta y la pluma en la otra, mojando la pluma en el líquido oscuro para empezar así a rasgar el papel, escribiendo con el pulso trémulo y las lágrimas aflorando en mis ojos.
 
Querido Naeem,
El curso de la vida A veces Las cosas no salen como uno quie La vida es injus Los errores que
Me voy para no regresar. Lo siento.
Cuídate.
Te quiere,
 
Iris

 
 
Dejé el frasco de tinta al aire, sabiendo que ésta se secaría y sería inútil. La pluma la deposité sobre la mesa auxiliar y tras cerrar la ventana y cerciorarme de que el cuarto quedaba impoluto, me despedí de éste con la maleta en mano y la carta arrugada en un bolsillo.
 
Bajé las escaleras con lentitud y cierta amargura, como si cada paso que dejara atrás fuera un pedazo de vida, un retal de recuerdos que también dejaba atrás, en el olvido, en el silencio y el vacío. Mucho de mí quedaría atrapado entre aquellas cuatro paredes cuando yo marchara de ahí. Lo sabía y aun así, no podía evitar el dolor que eso me provocaba.
 
Llegué al salón, decantándome finalmente en dejar la carta sobre la chimenea tras encender las brasas de la hoguera para que Naeem encontrara la casa más cálida al llegar luego, pues la humedad era fácil que hiciera de las suyas por las gélidas noches de invierno. Era asombroso cómo incluso antes de irme de aquella casa seguía preocupándome el bienestar de Naeem. Sonreí por ello con un deje triste en mis labios.
 
Miré por última vez aquél salón, deteniendo mi mirada en un retrato que había colocado cerca de una lámpara, acercándome a él para verlo de cerca. Se trataba de un retrato dónde unos jovencitos sonreían mostrando su primera casa construida con sus propias manos. No era más que una pequeña cabaña de madera y paja, suficiente para que les cubriera de la lluvia y el frío. Ocho años habían pasado desde entonces. Ocho años de penurias, de esperanza, de juegos, de lágrimas, de esfuerzo, de confidencias, de recuerdos, de confesiones, de secretos, de historias. Ocho largos años de amistad, cariño y amor a los que yo pretendía poner punto y final en una triste nota de apenas tres renglones y un portazo silencioso.
 
Tomé aquél retrato entre mis dedos, robándolo del marco que lo custodiaba y guardándolo bajo mi ropa, sobre mi pecho, cerca del corazón que bombeaba más sangre de lo habitual debido a los nervios que afloraban en mí.
 
Finalmente, decidí que era el momento de partir sin más remisión, caminando hacia la puerta ya sin mirar atrás. El pomo estaba frío, pero más frío sentí mi alma cuando la puerta se abrió y Naeem apareció allí, justo frente a mí. Sus ojos saltaron desde mi hierático rostro hasta mi maleta y de mi maleta, de nuevo a mi rostro. El corazón se me detuvo y el silencio impregnó el momento hasta tornarlo ciertamente amargo, sin saber qué decir.
 
- Me voy, Naeem.- musité con voz quebrada.- Me voy con Kaél muy lejos de aquí.
 
Y sin remedio alguno, dejé caer la maleta a un lado y me abalancé sobre su cuello para fundirme en un largo e intenso abrazo del que no quise despegarme jamás, escondiendo mi rostro en su cuello y aspirando así su aroma, queriendo guardar su recuerdo en lo más profundo de mi ser. Su último recuerdo.
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Mensaje por Naeem J. Asrhan* Dom Dic 15, 2013 8:25 pm

Habia sido un dia duro.
Hoy en el sanatorio, habia tratado a una mujer, a una madre. Quien rota por el dolor ante la perdida de su familia, habia intentado suicidarse arrojándose a la mar. Clinicamente ella habria sufrido una gran hipotermia y un shock postraumático ante lo sucedido aquella misma mañana al lanzarse y arrepentirse en cierto modo. Y humanamente, habia sufrido un intenso dolor y una perdida tal que le impedía contemplar la existencia de un futuro sin aquellos seres amados. Por lo que, habia sido particularmente duro, sacarle las palabras exactas para después darle a entender a una mente turbada que la esperanza seguía ahí pese a que ahora no existiera nada para ella.

Negue con la cabeza mientras caminaba por el jardín, y es que, ¿como infundir un tratamiento y sobretodo aliento a una persona que cada dia despertaría sabiendo que ya no puede seguir su rutina, que sus hijos no le reclamaran sus abrazos, ni que su marido volverá a besarla, o a decirle lo mucho que la quería?... Era francamente desolador pensar en una vida asi, una vida en la que se puede perder todo lo que mas se quiere. Después de todo, ¿como continuar cuando ya no te quedan esperanzas ni nada mas por lo que luchar?...

Torci una sonrisa. Pues eso tenia respuesta en el mundo de la psicología y la psiquiatría y eso era que siempre habia algo por lo que luchar pese a que no se supiera en aquel momento. Incluso cuando no sabias por lo que habia que luchar, habia que seguir para descubrir -si no lo habia-, porque no tenias un motivo que te alentara a continuar en tu vida. Ya que eso mismo ya suponía un objetivo por descubrir.

Volvi a negar con la cabeza mientras llegaba, y es que si, habia sido un dia duro y realmente estaba agotado. Tanto que ni siquiera pensaba cenar. Me ocuparía de saber como habia ido el dia de Iris, de dejar la chimenea encendida para cuando llegara y le prepararía algo para comer si tenia hambre. Luego de eso ya me iria directo a la cama, pues no podía con mi alma. Era hora de desconectar del mundo y simplemente olvidarlo todo.

Pero el destino nunca juega a nuestro favor. Creo que eso lo puedo decir con certeza y con conocimiento de causa.

Resople cuando llegue a la entrada, dejando mi maletín en el suelo antes de encajar la llave en el gran porton. Abriendo para encontrarme a Iris asi, con esa mirada, con esa actitud…con aquella maleta. Y es que, de pronto mis planes de descansar se habían ido al traste, pero también se habia ido al traste la sangre que fluia por mis venas, mi equilibrio, mi sensates y la lógica aplastante que era mi fiel compañera. Y es que en un solo segundo, el mundo se congeló. Y yo me quede inmobil, estatico, petrificado cual roca ante esa frase que tanto habia temido todo este tiempo.

Me voy, Naeem… Me voy con Kaél muy lejos de aquí.

A veces las peores pesadillas se hacen realidad. Yo lo sabia, muchas veces habia vivido en ellas. Pero esta…Esta esperaba que tardara mas en llegar. Y es que si, sabia que tarde o temprano llegaría el dia en que ella marcharia, en que me diría que su destino estaba saldado, en que ya no habia vuelta atrás. Y pese a saberlo me negaba a contemplarlo o siquiera a entenderlo. Pues no quería asimilar, que ella ya no estaría ahí para mi…
Y es que ¿como acostumbrarme a despegarme de mi familia, de mi compañera, de mi mejor amiga, de mi confidente…de quien aun hoy pese a todo era mi amor?

La puerta siguió abierta tras de mi, mientras que yo movia mis brazos con lentitud para rodearla en un abrazo infinito.
Me mantuve en silencio mientras le sujetaba, sintiéndole tan frágil como siempre que estaba entre mis brazos, pese a que ella fuera una gran mujer, una mujer fuerte como bruja e inquisidora, pues conmigo, siempre fue simplemente Iris, mi vecina, aquella chica traviesa y dulce que quería comerse al mundo entero.

No…no puede ser…
Aquella fue una de las pocas veces en mi vida, en las que pensé en voz alta sin poderlo remediar.
Evite su mirada y me despegué ligeramente de ella, aun sosteniéndole por la cintura con un brazo mientras recogía mi maletín sacando después las llaves para cerrar la puerta.

Vamos…vamos…Tranquila.
Cuentame que ocurrió…


Indique mientras la acompañaba haciendo que se sentara en el sofá a la vez que yo escuchaba atentamente sentándome en la fornida mesa de centro de roble macizo , dejando mi maletín a un lado sobre la misma. A la vez que escuchaba y leia su lenguaje gestual simplemente en silencio. Comprendiendo a travez del dialogo, que Kaél parecía haber tomado una decisión en cuanto hubo descubierto la verdad sobre embarazo de Iris…

Sus manos se agarraban con firmeza a las mias, mientras escuchaba su relato y lo sucedido en la residencia del inquisidor. Mientras suspiraba con pesar al llegar su temido silencio.
Ella bajo la mirada, como si su destino estuviera decretado, como si la maleta pesara ya demasiado, como si aquella fuera la única solución.

Iris no puedes irte…¿como te vas a ir así?

Ella me miro a la vez que yo miraba sus manos tragando saliva, acariciando el dorso de su blanca piel mientras notaba aquel nudo en mi garganta.
Negué. Negué ante mis palabras, pues entendía su situación y lo decidido por Diétrich, pues de algun modo parecía ser lo mas coherente ante lo que estaba por pasar, pero no. no me podía entrar en la cabeza, no podía creer ni querer comprender que ella ya no fuera a estar ahi...

Eleve la mirada hacia ella, encontrando sus ojos enrojecidos y su mirada triste. Y aquello fue como si no hubiéramos crecido. Como si aun siguiéramos siendo esos niños que se escaparon de casa sin querer mirar atrás. No hablaba con iris, la inquisidora, hablaba con Misha, la aventurera, la quejica, la cascarrabias, la que daba pataletas o la que me tiraba del pelo cuando se enfadaba conmigo. Y es que aun ahora, a nuestros largos añazos, seguía tirándome del pelo o pellizcándome cuando me metía con ella en la cocina por quemar algo o mientras ella limpiaba alguna cosa ensuciandola aun mas.
 
Cielo esto es de locos. Diétrich no puede … resople, apretando con mis dedos índice y pulgar el puente de mi nariz.
No puedes, simplemente no puedes irte así. Porque no dejaré que te vayas.
Indique como si aun tuviera alguna autoridad para hablarle de ese modo.

Me puse en pie, y me saque el grueso abrigo y la americana lanzandolos en uno de los sofas, quedándome tan solo con el chaleco y la camisa que no tarde en desabrochar del cuello y subir sus mangas.  Comence a caminar en círculos, paseándome nervioso, pasando mis cabellos hacia atrás mientras pensaba o intentaba centrarme, para finalmente posar mis brazos en jarras mientras le miraba con algo parecido a la indignación.

¿Es que tu crees que porque él diga que debéis marcharos, vais a marcharos así como si nada? ¿Yéndoos dios sabe dónde, estando tu así? ¿¡Así!? Indique señalando su abdomen.
Por dios, el puede ser duro pero tu, no puedes ser tratada de ese modo, a ver. ¿Es que va a hacerte pasar penurias o permitir que vivas de cualquier modo mientras os escondéis? Es un desconsiderado, esta actuando fuera de la lógica, fuera de la coherencia humana…
Eso se debe a ese desarraigo social y a la ausencia de agentes externos a los que anclarse y al déficit afectivo que este hombre lleva consigo. Si es que desde que le conocí que percibí los desequilibrios mentales de un hombre como él…


Iris parpadeo, parecía mas sosegada e incluso percibí un atisbo de sonrisa, una sonrisa triste, pero una sonrisa.
¿Se reía? ¿Se reía de mis desvaríos?
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Mensaje por Iris M. Der Kláuseen Lun Dic 16, 2013 10:39 am

Fue extraño, pero aquello parecía una de esas tantas charlas y discusiones que solíamos tener a la hora de cenar, sólo que en aquella ocasión habíamos substituido su rica comida por una maleta y un adiós.
 
Suspiré, poniéndome en pie sin perder la sonrisa que él con sus absurdos desvaríos había logrado dibujar en mis labios. Negué con la cabeza, avanzado hacia él para quedar más cerca, pasando así mis manos por sus brazos en tensión, aun dispuestos bajo la forma de dos firmes asas que quise relajar hasta que sus manos cayeron a sus lados suavemente.
 
- Creo que la noche será larga. Más vale relajarnos un poco. ¿Te apetece un poco de té?
 
En realidad, no esperé que me respondiera, tomando la iniciativa de dirigirme hacia la cocina. Era una forma de rehuir su inquisitiva mirada, su presencia me trastornaba y nublaba mis pensamientos. Justo ahora, cuando más lúcida y firme en mi decisión debía permanecer. Quedé un momento ahí, escondida entre la penumbra de la cocina solitaria, pensando en sus últimas palabras. ¿Y si tenía razón? ¿Y si era una locura? ¿Podríamos sobrevivir malviviendo en cualquier parte? ¿Mudándonos de un lado a otro constantemente? ¿Sin estabilidad? ¿Acechándonos miles de peligros? ¿Durmiendo con el miedo de ser descubiertos por la Inquisición? Y no solamente eso... ¿cómo  íbamos a sacar adelante a un crío sin siquiera tener la certeza de poder salir adelante nosotros dos solos? Quizás era una locura, un gran riesgo. Quizás no tendríamos un final feliz. Y lo más importante... quizás no podríamos darle un final feliz a aquél pequeño que ya se expandía en mi vientre.
 
Escuché sus pasos en el salón, por lo que probablemente Naeem seguiría quizás un tanto ansioso. Por ello decidí activarme, empezando a calentar el agua que luego vertí sobre la tetera, tras lo que añadí el té y dejé que reposara por unos minutos, llevando al salón un par de tazas, la azucarera, dos cucharas pequeñas, la tetera hirviente y una bandeja con algunas pastitas árabes, de aquellas que tanto le gustaban a Naeem.
 
Lo cierto es que debí prepararle una buena cena como Dios manda, pero ni yo tenía hambre, ni tiempo... y seguramente tampoco a Naeem le apeteciera comer nada, así que esperé que aquello fuera suficiente.
 
Me giré entonces hacia él para tomarle de la mano y conducirle al sofá en el que quise sentarme, pero él me miraba ceñudo, sosteniendo en su mano aquella carta que había pretendido dejarle como despedida. Tragué saliva ruidosamente y una risa nerviosa afloró en mi boca trémula.
 
- ¿Una pastita?
 
Suspiré, desviando la mirada y finalmente, dándole la espalda hasta dirigirme a un lado del salón, apoyando mi hombro derecho contra la pared. Mi mirada pronto se perdió en el paisaje nocturno que la ventana de cortinas apartadas por mis manos me mostraba. Extrañaría también aquél paraje virginal.
 
- No puedes impedírmelo, Naeem.- rechisté con sosiego y cierta tristeza en mi voz.- Es la única alternativa que tengo. Ésta vez no podrás salvarme, tendrás que dejarme perder.
 
Eché entonces mi aliento en el cristal, empañando parte del mismo. Con la yema de mis dedos dibujé un corazón que pronto se fue difuminando hasta desaparecer en un parpadeo, cuál metáfora de lo efímero. De aquello que uno siente y debe ver cómo se desvanece sin remedio alguno.
 
Giré entonces mi rostro hacia él, sonriéndole con cierta timidez.
 
- ¿Serás capaz al menos de despedirte decentemente de mí?- añadí con un tono algo más alegre que el anterior, buscando romper la tensión acumulada en la conversación del momento. ¿Funcionaría? ¿O me lo pondría más difícil todavía?
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Mensaje por Naeem J. Asrhan* Lun Dic 16, 2013 9:13 pm

Dejarme una nota como esta habría sido algo de muy mal gusto Iris. Y créeme cuando te digo que no te lo habría perdonado asi como asi.
Indique enseñándole la nota que ella pretendía dejarme en casa, para luego estrujarla entre mis dedos que formaron un puño para posteriormente lanzar el papel hecho una bola hacia las llamas de la chimenea, cayendo allí en el centro con gran precisión sin que yo quitara la vista de Iris ni un solo segundo.

No. No quiero pastitas.
Los dulces árabes eran mi perdición, pero no habría podido comerlos ni queriendo. Pues estaba seguro de que si intentaba tragar algo, iba a vomitar. Pues empezaba a sentirme enfermo a la par que enfadado.

Camine hacia ella resoplando, pero después me desvié, negando. Estaba confuso e indeciso, pues después de todo, ¿porque estaba tan enfadado? ¿Porque se iba, porque desaparecería de mi vida, porque estaba embarazada, porque era una locura o porque realmente se iba con Diétrich?
Entrecerre los ojos al descubrir la estaca que malmetía en mi pecho. Pues mas pronto que tarde entendí que mis pensamientos me delataban y que no era tanto el miedo a lo que podría suceder lo que me enfadaba, sino el hecho de no ser yo el elegido, de no ser yo quien tuviera derecho a voto, de no ser yo quien tuviera algo que decir al respecto. No, no era yo. Era Diétrich.

Despedirme…
Incline el rostro ante su mirada suplicante y torci una sonrisa, que pese a hacerme parecer un tanto a mi odioso hermano, afloro de mi con naturalidd, como quien descubre una pista perdida sobre si mismo.
Claro. Claro que si. Por supuesto que voy a despedirte, con una gran cena, con guirnaldas de flores, y una orquesta entera. Indique exagerando con un tono perverso impropio de mi mientras caminaba hacia ella hasta quedar delante suyo, demasiado cerca como para que ella se sintiera cómoda, demasiado lejos como para agobiarla en exceso.

Si, es así, debo despedirme de ti..
Lleve los dedos de mi mano a su barbilla, alzándola para que sus ojos se fijaran en los míos mientras le miraba fijamente, de ese modo que tanto habia evitado con ella. Con franqueza, queriendo mirar mas alla de su propia alma, descubriendo cada matiz y oscuridad de su pulcra mirada que ahora un tanto desorbitada me contemplaba casi sin parpadear.
¿Cuántas noches habían pasado en las que me había perdido en su mirada, cobijándome entre sus brazos para compartir el calor de su cuerpo? ¿Cuántas veces habrían sido las que bajo las estrellas nos habíamos amado por completo sin que existiera el tiempo ni nada más? ¿Cuántos besos habrían quedado atrapados en el tintero de esa pluma dirigida por la mano cruel de mi destino?
Las yemas de mis dedos acariciaron su barbilla y subieron por su mejilla, acercándola a mí, mientras yo me acercaba a ella con sutileza, haciendo que todo fuera natural, como si el mismo aire o sus latidos la condujeran hacia mi hasta con cautela, hasta que la rugosidad de sus labios fue perceptible por mi respiración pausada que ahora se mantenía a pocos centímetros de su boca carnosa. Roce su nariz, llevando mi mano a su cuello con suavidad, acercando mi otra mano a su cintura para palpar los pliegos de su camisa, mientras mis dedos recorrían su costado sintiendo ese atisbo eléctrico aflorar en mi piel con su simple y tensa cercanía.  Ella contenía la respiración y me miro con angustia y tristeza, mordiéndose los labios. Mientras que yo notaba como mi mismo cuello se tensaba, así como mis músculos, que ahora reclamaban abrazarla y apegarla a mi…Yo no era un hombre cuyos instintos pudieran dominarme, pero en aquel momento, el enfado con Diétrich, el miedo a perderla y la pasión desmadrada que ella provocaba sobre mi fueron suficientes como para que quisiera dejar de acatar la lógica. Aquella noche no.
Mis mano se apegó con firmeza a su cintura dándole un tirón hacia mí para poder así encontrar su boca húmeda, invadiendo sus labios cálidos con mi lengua, mordiéndola y degustándola con fervor, como si aquel fuera el último beso robado, el último beso prohibido, el ultimo adiós, mi despedida…
Mordí con cierta fiereza su carne antes de separarme escasos milímetros de su piel, con la mirada encendida en la rabia y la pasión que ahora mismo Iris me provocaba.

No iba despedirme, ni iba a ser este no es un beso de adiós pese a que ella lo pensará…

Es una locura que te vayas esta noche, porque pese a todo el tiempo que ha transcurrido aun hay algo que nos une y lo sientes.
Míramé Iris, mírame bien, porque en el fondo es una verdad irrefutable.
Mírame porque si...aunque te pese y me pese a mi mismo porque quiero que seas feñiz, si que puedo impedírte que vayas. Porque aun tengo derecho sobre ti y tu misma lo sabes.
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Mensaje por Iris M. Der Kláuseen Mar Dic 17, 2013 10:54 am

Y ahí me quedé, estática, congelada ante el imponente porte de Naeem acercándose peligrosamente a mí, mirándome del modo en que solía hacerlo antaño, brillándole los ojos cuando la pasión le encendía el alma. Sus dedos, firmes, decididos y conocedores ya de las sendas que recorrían, se posaron sobre mi ropa y aun así podía sentir la calidez de su piel, casi febril. Su mirada me desnudó y antes de poder recordar siquiera mi nombre, sus labios envolvieron los míos con cierto frenesí, sintiendo cómo un turbulento torbellino de electricidad chocaba contra las paredes de mi boca, llenándola de un sabor ardiente, chispeante y excitante. Muy excitante.

La sangre me subió de pronto y el corazón dio un vuelco. Mi piel temblaba entre su abrazo y mi cuerpo se amobló al suyo de forma innata, pues no era un desconocido y aquella situación no me era ajena. ¡Tantas veces habían sido sus manos las que me habían aferrado! ¡Tantas veces había sido su aroma hogareño el que me había envuelto! ¡Tantas veces había sido su boca mi refugio! ¡Tantas veces había sido su piel mi abrigo! ¡Tantas veces habían sido sus ojos mi espejo! ¡Tantas veces habían sido sus pálpitos la música que me hacía sentir viva! Ay… ¡tantas veces nos habíamos amado!

Naeem se apartó y con él una ráfaga de aire amargo se coló por mis fosas nasales y descendió por mi garganta hasta hinchar mis pulmones y traerme los remordimientos hasta lo más hondo de mi ser. Mi mano extendida abofeteó su rostro, girándolo del mismo modo que mi mirada se desviaba para evitar ver su expresión. La electricidad que sacudía con latigazos mi anatomía fue descendiendo de a poco por mi cuerpo, aunque seguía temblando de igual modo. Temblaba de miedo, de rabia, de incomprensión.

- No vuelvas a hacer algo así en tu vida.

Mi voz, grave y profunda, parecía haber sido extraída de la ultratumba. Seguía sin mirarle y aun así, supe que su rostro seguía girado tras mi bofetada. Oprimí mis labios y con ellos, intenté mantener mis ojos secos, algo que me costó grandes esfuerzos.

Y no, no estaba enfadada con él. No era él quien ahora me había triturado el corazón en un invisible puño de hierro. Era yo, yo misma. Yo y mi conciencia. ¿Qué demonios pasaba conmigo? ¿A qué estaba jugando? Me maldije una y mil veces, sopesando la opción de darme cabezazos contra la misma pared. Finalmente, opté por poner tierra de por medio con Naeem, a quién ni siquiera le dediqué mirada alguna cuando crucé la sala entera para situarme ante la mesa de roble, al lado de la cual se hallaba mi maleta. La tomé con decisión, encaminándome hacia la puerta principal y abriéndola de nuevo, estremeciéndome entonces por la gélida brisa nocturna que me azotó. Miré a Naeem, estático aun en el salón. Le miré y despegué mis labios, buscando las palabras adecuadas para cerrar aquél episodio de mi vida, para poder despedirme de él. Le sostuve la mirada y tras suspirar, di un paso al frente.

Sólo fue uno. En solamente un paso supe que no podría seguir adelante. Retrocedí, dejé caer la maleta a un lado sin importarme que ésta se abriera por el golpe recibido y mi ropa saltara por los aires y se desperdigara por el suelo. Cerré la puerta de un golpe brusco y con la respiración agitada, le busqué. Clavé mis ojos en los suyos y entonces…

Corrí. Corrí hacia él, corrí hacia sus brazos sin importarme tampoco que las lágrimas bañaran mi rostro. Corrí y no cesé de hacerlo hasta que mis manos se envolvieron en su cuello y sus manos en mi cadera, buscando su boca una vez más, con ansia, con desespero, con necesidad. Encontré sus labios y sólo Dios sabe hasta qué punto quise fundirme con ellos, devorándolos, mordiéndolos, besándolos, lamiéndolos, apretándolos con los míos.

La pasión desatada fue tal, que me impulsé con tal de arrinconarlo contra la pared de forma muy brusca, disponiendo de mis manos para así desabrochar su chaleco con urgencia para luego abrir su camisa con un gesto brusco, haciéndole saltar sus botones y romper parte de la tela misma. Y así, contemplando su torso desnudo ante mí, sentí una paz y un alivio que hacía años que no paladeaba. Era como reencontrarme con aquello que más amaba y adoraba, como encontrarme ante mi refugio favorito, como si fuera la obra de arte más perfecta que ninguna mirada pudiera comprender jamás. Me quedé sin aliento al contemplarle de aquél modo, puesto que por muchas ocasiones en las que le hubiera visto desnudo, nada se equiparaba al placer de saber que ese cuerpo pertenece a uno mismo. Él estaba ahí, ante mí, expuesto, capaz de ser mío. Mío… La palabra resonaba en mi cabeza y yo relamí mis labios de forma inconsciente, excitándome ante las fantasías que tomaban forma en mi subconsciente. Sí, él era mío… Y aquella noche podría serlo más aún.

Posé las palmas de mis manos sobre sus pectorales, dejándolas descansar por un momento ahí mientras tanto Naeem como yo recuperábamos el aliento. Sólo cuando bajo mi piel me percaté del sosiego de su corazón, me animé a alzar la vista y perderme una vez más en su centelleante mirada. Y sólo entonces, tomé mi buen juicio, lo arrugué como un papel fino se arruga en un puño cerrado, y como Naeem había hecho con mi nota de despedida, yo también lo lancé a las brasas. Pero no a las brasas de nuestra chimenea, no, sino a las brasas de la lujuria que me llevó de nuevo a las profundos y húmedos rincones de la boca de Naeem.
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Mensaje por Naeem J. Asrhan* Mar Dic 17, 2013 7:12 pm

Paz
Pese a la intensidad del momento  de los besos y la pasión que empezaba a envolveros era paz lo que sentía. Paz al saber que eran sus besos los que ahora me llenaban, paz al saborearla como antaño, paz al sentir que nuestros cuerpos se amoldaban…Como si la vida fuera justa, como si todo siguiera su curso normal. Como si al fin las tuercas se ajustaran y todo volviera a su cauce.
Paz, por sentir que al fin me podía morir tranquilo al haber sentido su contacto una vez mas. Paz en mi alma por poder amarla sin miedo aunque tan solo fuera un instante, siendo correspondida por ella.

Lujuria
Desatada, y que como una enfermedad se expandía con rapidez, contagiosa, necesaria, imprescindible y enloquecedora…
Todo en ella me incitaba a tomarla, a hacerla mia, a quedármela ,a devorarla, a reclamarla para mi como mi posesión.
Le tome por la cintura, alzándole para que sus piernas se aferraran a mi cintura mientras yo deslizaba mis manos por debajo de su ropa para poder acariciar e incluso arañar su tierna piel caliente que ahora se estremecía ante mi contacto fiero, mientras sus brazos se enredaban en mi cuello, enredándose sus dedos entre mis cabellos.

¿Amor?
Había existido amor, había existido deseo, y todo eso era palpable como el mismo cariño que casi se podia tocar de lo denso que realmente era.
¿Como no hablar de amor, cuando habíamos vivido tanto, cuando la vida nos habia quitado tanto…? ¿Como no hablar de amor ante nuestras confidencias, ante nuestro dia a dia, ante la vida que nos rodeaba y que siempre parecía querer indicarnos la posibilidad de una vida y un futuro juntos?...

...
Junte mi frente con la suya, sintiendo su respiración sobre mis labios, mientras sus cabellos rubios y alborotados acariciaban mis mejillas.

Ilusión…
Si...Ilusión ante la posibilidad de recuperar lo perdido, ante la idea de recuperar nuestra identidad, nuestro pasado, nuestro amor y un futuro que podía ser pleno si estábamos juntos ante las adversidades que nos acecharían a ambos y a quien estaba en camino.

Mis pasos la llevaron a mi habitación, mas no le lance en la cama, continue sujetándole contra mi, mientras ella se aferraba a mi torso. Me apoye en la puerta que cerre.

Porque…¿porque te quiero tanto, porque no puedo dejar que seas feliz? ¿Porque no puedo despertar un solo dia sin que sea tu rostro el primero que imagine?...
Sus ojos brillantes en la oscuridad, se iluminaron con las pocas luces que entraban del exterior.

Me encamine hacia mi lecho y le deje caer, arrastrándome por encima suyo para desgarrar su camisa así como había hecho ella conmigo momentos antes, dejando a la vista su corsé, jugueteando con los hilos que enrede entre mis dedos, sabiendo que con un solo tirón mío me dejarían a la vista el eterno paraíso de su cuerpo que aun recordaba palmo a palmo. Pero me contuve un instante teniendo que saber algo. Algo cuya respuesta temia mas que cualquier otra que pudiera hacerse en mi vida, una que era más que importante y mas que necesaria antes de volver a entregarme en cuerpo y alma a mi amor perdido.

¿Me amas…?
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Mensaje por Iris M. Der Kláuseen Miér Dic 18, 2013 4:14 am

Su pregunta me robó el aliento por un largo e intenso instante, focalizando su mirada toda mi atención.

El amor…

Muchos hablan del amor y pocos han confesado haberlo sentido. ¿Qué es pues el amor? Seguramente muy lejos de lo que es la definición de un diccionario está mi propia definición. Para mí, el amor es aquello que uno siente por otra persona, es una sensación, un sentimiento poderoso que te cambia, que te hace hacer cosas que jamás pensaste hacer, ¡mil locuras! El amor provoca en el cuerpo una sensación eléctrica, espásmica incluso, te hace vibrar. Controla incluso tus pulsaciones, tu respiración, ¡tus instintos! Todo vale, dicen, en el amor y en la guerra. Muchos cometieron grandes barbaridades en nombre del amor y aunque suene excéntrico, ¡me encantan las barbaridades! Aunque el amor no puede conseguirse a cualquier precio. El amor ha de ser puro, sincero, entregado sin límites, sin excusas. El amor te concede un lugar privilegiado en tu particular Paraíso, te permite alzar tus pies del suelo y volar hacia sendas que sólo conoces por la literatura romántica y compruebas que existen, ¡que realmente existen! El amor es la felicidad más sencilla llevada al máximo nivel, dónde con sólo un roce de aquella persona amada tu mundo entero cambia y todo parece posible, todo parece hermoso, todo parece brillar con luz propia. Con sólo una sonrisa puedes experimentar la aceleración de tu sangre en tu cuerpo, cambiando en función de la cercanía del ser amado, como cuando la luna crea las mareas en el océano. El amor es utopía, es fantasía, es un imposible hecho realidad. Es aquello intangible más tangible, lo oscuro echo claridad, lo dolorosamente placentero. Porque sí, el amor es un conjunto de incongruencias e incoherencias, de paradojas y dobles filos. Y aun así, el amor sigue siendo el sentimiento más hermoso que uno puede experimentar en la vida. Sólo por amar vale la pena respirar.

Reseguí los contornos de su rostro con las yemas de mis dedos, grabándolos en mi memoria. Jamás, ni siquiera aunque quisiera, podría ya olvidar la textura de su piel, suave en sus mejillas y un tanto rasposa en su mentón cuando no se afeitaba por un par de días. Jamás podría ya olvidar las formas de su rostro, alargadas, rectas y marcadas, pronunciándose más aun el ovillo de su barbilla. Jamás podría ya olvidar el cálido y hogareño aroma de su piel, como tampoco podría olvidar aquél centello de sus ojos, aquella viva tonalidad de su mirada cuando me veía reflejada en ella. Jamás podría olvidarle, ¡cuán estúpida había sido!

Despegué mis labios con lentitud, tomando aliento para así responderle al fin. Sin embargo, el sonido de unas campanas anunciaba la llegada de un tercero captó toda nuestra atención, mirándonos una vez más antes de que mis manos le empujaran un tanto, pudiendo así salir del lecho. Caminé nerviosa por el dormitorio.

- Es Kaél, estoy segura.- concluí con ansiedad en mi voz.- Ha venido a por mí.

Estoy segura que Naeem quizás habría querido que no abriera aquella puerta, aunque bien era sabido por ambos que si no la abría yo, Diétrich la tiraría abajo. Por ello dejé la habitación de Naeem atrás tras enfundarme la camisa y descendí las escaleras hasta el salón, encaminándome hacia la puerta principal por cuyos cristales pude divisar la imponente sombra de Kaél. Un nudo imaginario sobre mi cuello en forma de soga casi me asfixia en aquél instante cuando posé la mano sobre el pomo y abrí la puerta con decisión, encontrándome con el rostro serio y preocupado de Kaél. Tragué saliva.

- ¿Podrías… pasar un momento, por favor? Es importante.

Tomé la mano de Kaél sin esperar respuesta, llevándole hacia el salón dónde le senté en el sofá mientras podía escuchar los pasos de Naeem descendiendo por las escaleras con suma calma y serenidad. Deseé que al menos se vistiera y gracias a Dios cuando ladeé mi cabeza hacia él, éste se encontraba abrochándose otra camisa, una que le iba demasiado holgada para mi gusto aunque le sentaba genial. Desvié la mirada para centrarme en Kaél, quién no quitaba el ojo de encima de Naeem, frunciendo el ceño. Probablemente, por su cabeza pasaban muchas historias que explicaran mi retraso en su cita y el motivo por el que Naeem parecía feliz mientras se abrochaba una camisa. Quise ir al grano antes de que la tensión del ambiente hiciera estallar las primeras chispas.

- Kaél.- nombré con voz dulce, tomando sus manos entre las mías para que sus ojos me miraran a mí y no a Naeem.- Lamento mucho no poder irme contigo.

Sus ojos se desencajaron y casi podría adivinar la vena palpitante en su cuello, pero me mantuve firme, sin temerle aunque esperaba una retahíla de reproches, conjeturas y quizás un zarandeo. De hecho, todo eso me lo merecía. Pero no esperé a recibirlo. Volví a hablar.

- Kaél… no puedo pasar el resto de mi vida fingiendo no sentir nada por Naeem, que no le amo como realmente le amo. No puedo estar a tu lado y pensar en él, en su compañía, en mis recuerdos junto a él, en mis anhelos a su lado. No lo mereces… y yo no puedo pretender ser una muñeca de trapo.- suspiré, girándome entonces hacia Naeem, cuyo rostro se había iluminado ante mis palabras. Negué con la cabeza.- Naeem... mi lugar tampoco es a tu lado. Es cierto que te amo y no lo pienso ocultar por más tiempo, pero mentiría si te dijera que mi corazón sólo te pertenece a ti. Amo a Kaél tanto como te amo a ti y por esa misma razón, echaría en falta su compañía, su cariño y su tiempo cuando permaneciera a tu lado.

Me puse en pie sin darme cuenta de cuando me había sentado realmente, caminando hacia la chimenea para quedar mirando el fuego por unos segundos en los que el silencio imperó en el salón. Sí, estaba rechazando a ambos pese a amar a los dos por igual. Así lo decidí porque así lo creí oportuno, pues nunca quise lastimar a ninguno de los dos, ni engañarles ni destruirles. Tenía que ser justa conmigo misma y mi corazón, ignorando pese a ello los gritos que éste me profería en los que me empujaba a entablar la vida que anhelaba con ambos. ¡Porque amaba a ambos!

- Si Naeem me lo permite tras esta situación, querría seguir residiendo junto a él.- proseguí con un tono sereno pese al dolor que sentía en aquellos instantes por perder a las dos personas que más quería en el mundo y a los que estaba alejando de mí pese a no ser esa mi voluntad.- El bebé llevará mis apellidos y si alguien pregunta, su padre será Naeem. No obstante, Kaél, podrás verle siempre que así lo desees. Nuestro hijo, te garantizo, conocerá la verdad sobre su padre. De esta forma, podré darle un hogar, una familia estable con la que crecer y ser persona, sin olvidar sus raíces y la verdad.

Me fui girando poco a poco hasta quedar expuesta a sus miradas, cohibiéndome un tanto por el mismo temor que sentía a sus rechazos. ¿Podrían comprender mi decisión?

Deslicé mi mano por mi vientre hasta acariciar mi abdomen de forma sobreprotectora. Ahora ya no era cuestión de elegir al muchacho que más me gustara o más me hiciera vibrar. Ahora la cuestión era el futuro que podría yo ofrecer a mi hijo. Y ahora, ese futuro sólo dependía de mí.

Kaél y Naeem se dedicaron un cruce de miradas.
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Mensaje por Naeem J. Asrhan* Jue Dic 19, 2013 11:12 am

Fuera habia empezado a llover. Y las ropas del inquisidor demostraban que habia estado bastante tiempo a la interperie...¿Cuanto le habria esperado bajo la lluvia?

El inquisidor se levanto, y aprecie casi cortándoseme el aliento, la forma en la que su mirada cambio, tornándose triste y rota. Como psiquiatra, pude contemplar casi a tiempo directo como algo se rompía en su interior. Su mirada bajó desde el rostro de Iris, perdiéndose un instante en el infinito.
Fue realmente extraño, pues pese a la imponente y firme pose de aquel hombre fiero, me pareció por un instante no ver al espia, al maestro o al asesino, sino a un niño, un niño pequeño, perdido y “Desamparado” …Esa fue la palabra que resonó en mi mente. Iris acababa de romperle el corazón a un hombre que en aspecto no parecía poseer semejante reliquia sentimental.

De pronto, ante mi sorpresa y la sorpresa de Iris, mientras aun su mirada gris seguía perdida en un punto del infinito, sus labios se entreabrieron y su potente voz grave resonó con pausa y sosiego entre nosotros.

Estaba … Realmente preocupado por ti. Preocupado por si te habían encontrado, por si habías tenido problemas, por si la inquisición te habia encontrado…
Debi pensar mal…piensa mal y acertaras, ¿no es eso lo que dicen?...

Habia un tono mordaz y venenoso en su voz acusadora. Y no le faltaba motivo para dirigirse asi… Momentos antes yo habia estado a punto de llevarme a su mujer a la cama sin cargos de conciencia…
Pero en aquel entonces, Diétrich me dirigio una mirada de reojo casi como si hubiera leído mis pensamientos, clavándose su penetrante mirada en la mia y no lo pude evitar, me sentí avergonzado ante mis actos. Después de todo…Iris era su pareja mientras yo la tentaba… y entonces ante nuestros sorpresa él sonrió casi con dulzura y negó.

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Mensaje por Diétrich Von Kraft Jue Dic 19, 2013 9:34 pm

Volví la mirada hacia Iris, sonriéndole con picardía, con recelo, con celos, con intensidad, con ferocidad e incluso con una pizca de odio por hacerme pasar por tal momento...

De Naeem…ya me encargaría, porque simple y sencillamente no quería ni mirarle, temiendo mis propios actos.

Estas muy equivocada si piensas que voy a quedarme de brazos cruzados viendo cómo te escurres entre mis dedos.
Porque tú, y escúchame bien como lo digo
, indique susurrándole, acercándome a sus labios.
ERES-MIA.
En aquel momento sentí como su piel se erizaba, y aprecie como sus labios se entreabrían, dilatándose sus pupilas. Mis deseos jamás fueron respondidos por mi, porque definitivamente no había nada que me incitara a actuar con pasión a excepción de Iris…Ella despertaba la vida que había en mi, por lo que no me contuve. Le encerre en mi abrazo buscando sus labios con necesidad, teniendo que sentirlos para poder saber que seguía vivo y no me había convertido en un mero títere sin alma ni sentimientos. Por lo que apretándole contra mi bese aquellos labios apasionadamente, encontrando en sus labios el confort y el sosiego, como si su saliva curara mis heridas y su aliento fuera mi oxigeno necesario para sobrevivir a su misma cercanía, que me atraía y me mataba, como si no pudiera vivir sin que su piel rozara la mía. Ella era mi veneno ponzoñoso y el más dulce de los antídotos. La necesitaba para existir…

Me separe de sus labios efímeramente para susurrar una vez más…Mía…Simplemente mía… Su aliento pareció pararse, y casi sentí como su corazón se desbocaba por lo que le di un poco de espacio –cabe añadir que no en exceso, no quería distancias con mi mujer.-
No puedes pretender engañarme con este aprendiz de Merlín. chasque la lengua contra el paladar.
Y es que no...
No... Lo siento por ti pequeña, créeme cuando lo digo. lo siento, lo siento por ti y también por mí, por no haberme ganado aun tu corazón al completo, pero creeme que aun tengo toda la vida para devorar tus besos, para anclarme a tu abrazo, para recordarte cuanto te amo hasta que tu corazón sea solo mio y no pueda ser compartido por nadie más.... porque eso... eso que hay ahi.
Indique con mi dedo índice, presionándolo a la altura de su corazón. Es mío. Porque soy yo quien lo reclamo, porque tú eres mi amor, porque eres la dueña de todo lo que soy, porque serás mi esposa, porque vas a ser la madre de mis hijos, porque tu eres mi mujer y porque no voy a irme a ningún lado sin ti Iris Mischa Der Kláuseen, ni siquiera aunque renuncies a mi como ahora dices hacer, pues si lo haces seguiré tus pasos hacia el mismísimo infierno...

Los pasos de Naeem se acercaron a nosotros.
El entreabrió los labios mientras nos miraba a ambos, mientras que Iris giraba el rostro hacia él….Pero lo cierto es que pese al temblor de mis manos, y el autocontrol que intente sobre mismo, supe que ni quería ni podía retener mis ansias en aquel momento. Por lo que me gire con una dulce sonrisa…antes de abalanzarme encima suyo, partiéndole literalmente su bonita cara de egipcio exótico, mientras en el suelo encima de el, me encargaba de darle una nueva forma a sus facciones con mis nudillos ante la horrorizada mirada de Iris.

¡NO QUIERO QUE VUELVAS A ACERCARTE A MI MUJER!
¡NO QUIERO QUE VUELVAS A HABLARLE!
¡NO QUIERO QUE VUELVAS A TOCARLA O TE JURO POR MI HIJO…QUE TE DESPELLEJARE VIVO Y ME HARÉ UN ABRIGO CON TU CARNE!


-:

Y TU…Indique mirando feroz y tajantemente a Iris. No quiero que nunca jamás en tu vida oses decirme algo como lo que me has dicho antes, porque te guste o no, te prohíbo que vuelvas a ver y a hablar con este hombre, como si tengo que matarle para sacarle de tu tozuda cabeza. Porque sabes que estaria mas que gustoso de hacerlo ahora mismo.Indique señalando a Naeem mientras me ponia en pie, dejandole a el en suelo retorciendose de dolor.
Le mire con asco y desden pues me parecia un simple desperfecto y desperdicio humano.

Él decía que te amaba…y sin embargo te dejo escapar. Mientras que yo, siendo la misma sangre la que nos une, siendo la inquisición la que nos sigue los pies, siendo tu maestro y mentor, estoy aquí. Como cada día, junto a ti, luchando contigo y luchando por ti, porque me quieras, porque sonrías a mi lado.  Se que mi vida es inestable, que no puedo parecer “un ejemplar” ideal y estable. Pero no dejare que ni tu ni mi hijo estéis solos, ni que sufráis, ni que viváis alerta temiendo por mi. Sera difícil, eso te lo puedo prometer aunque no lo deseo, pero te prometo también que este tiempo que nos alejemos de París te proporcionare todo cuanto desees, y que nunca dejare que pierdas tu hogar o la paz que pueda almacenar tu corazón.
Porque si es necesario venderé mi alma a mismísimo diablo con tal de que tu estés bien y cómoda a mi lado…


Pasión, fervor e ira…Eso era lo que acompañaba a mis palabras. Pero habia algo mas que también acompañaba a mi voz y eso era valentía. Porque sabia que de ella dependía dejarme atrás y sin embargo ahí estaba, reclamándole lo que sabia que por derecho era mío y me pertenecía.

Necesito esto para sobrevivir. Indique posando la mano sobre su corazón.
Necesito que me dejes tomarlo por entero, que me lo brindes solo a mi. Porque esto es lo que realmente me alienta a seguir.
Tu eres mi luz en la oscuridad…y necesito que ilumines mi camino.


Tome sus manos y la pose sobre mi pecho, situando las mías encima de las suyas, sus manos estaban frías mientras que las mías estaban extrañamente cálidas.
Cerré los ojos, intentando que su cercanía pausara los latidos desbocados de mi corazón. No lo pude evitar, sonreí pues ella me aportaba sociego y paz, como si mi alma quebrada se recompusiera gracias a ella. Abri los ojos mientras la miraba viendo el temblor de su alma hecha girones, viendolo todo en el matiz de sus ojos; su miedo, sus deseos, sus sueños y su pasado, sus defectos, sus virtudes, su esencia, el todo, el infinito en una sola mirada, una mirada que por un momento compartimos.

Cásate conmigo Mischa… Entrégame tu día a día, entrégame tu vida, y te prometo que hare que cada uno de esos instantes sea una poesía y que cada una de esas horas se convierta en una sinfonía, porque cada uno de esos minutos que me brindes será para mi, mi gran y único tesoro.
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Mensaje por Iris M. Der Kláuseen Mar Dic 24, 2013 12:50 pm

El corazón de una mujer es un cofre lleno de secretos.
Meses habían transcurrido desde aquella noche y aun evitaba hablar de Naeem, aun pareciéndome muy pronto para ello, aun recordándole sin remisión. Aun Diétrich pretendía ignorarlo, aun su nombre no podía pronunciarse en aquella casa. Aun, sin embargo, mi alma estaba hecha girones. Aun mi corazón palpitaba en carne viva. Aun era incapaz de olvidar, aun permanecía desconcertada, aun me costaba dar un paso con firmeza. Aun me sentía frágil, aun seguía sintiéndome agonizar, sin vida, cerca de una muerte anunciada. Nada me interesaba, todo en mí era tristeza. No me bastaba el hecho de encontrarme lejos de él, lejos de dónde él conmigo estuvo, dónde nada me recordara algo suyo.
 
Estrujé el papel entre mis dedos, derramándose sobre éste una de las lágrimas que sin remedio escapó de mis ojos vacíos y llevé mis dedos a mis cabellos, ahora cortos y desiguales, resultado de uno de mis brotes de rabia que me había llevado a tomar tijeras en mano y cortar mechón a mechón, como si así me deshiciera de parte de mi, de parte de mis recuerdos y de mis olvidos. Aquella tarde era una de esas en las que peor me sentía y allí, ante el espejo de mi dormitorio, volví a gritarme.
 
- ¿Qué sabe nadie de mis secretos deseos? ¿De mi manera de ser? ¿De mis ansias y mis sueños? ¿De mi verdadera vida? ¿De mi forma de pensar? ¿De mis llantos y mis risas? ¿Qué sabe nadie si ni yo misma muchas veces sé qué quiero? ¿Qué sabe nadie por lo que vibra de emoción mi corazón? ¿De mis placeres y mis íntimos deseos? ¿De aquello que me preocupa y no me deja dormir? ¿De lo que mi vida busca? ¡AAAAAAH! ¡MALDITA SEA!
 
Mi vida parecía estar compuesta para una balada triste de trompeta. Una balada triste de trompeta por un pasado que murió y que lloraba y que gemía. Con tanto llanto de trompeta mi corazón desesperado iba llorando, recordando mi pasado. Balada triste de un corazón desesperado.
 
Y volví a llorar sin sentir ya mis ojos escocer o el estremecimiento en mi espalda tras cada aliento perdido entre lágrimas y agitadas respiraciones. Nada sentí. Nada excepto aquella patada en mi vientre que me hizo agachar la mirada y llevar mi mano sobre el gran bulto. Una efímera sonrisa iluminó mi rostro.
 
- Es cierto, pequeño. Quizás todo sea aun posible. En fin, mírate, aquí estás, creciendo, expandiéndote en mis entrañas, recordándome día a día que la vida es un regalo y tú mi mayor tesoro. Sosiégate, te prometo que yo también me sosegaré. Dame fuerzas, se mi luz en esta oscuridad, guíame y yo llenaré tus días de risas, cariño y un futuro resplandeciente.
 
Me alcé del taburete, encaminándome hacia la chimenea para lanzar en las brasas incandescentes aquella carta que nunca llegaría a su destino, viendo cómo el papel se arrugaba y sus retales desaparecían en una montaña de cenizas grises y negras que el humo alzaba hasta perderse en la nada. Suspiré, cansada, retrocediendo hasta dejarme caer sobre el lecho y quedar mis ojos mirando el techo.
 
- ¡Oh dioses!- vociferé de nuevo.- ¡Y es que me acostumbré a él! ¡A sus besos, a su piel, a la espiga de su cuerpo, a su risa y a su ser!
 
Mi voz se quebró al llamarle, pues su nombre se volvió cuál hiedra que abraza y entre sus ramas yo escondí mi tristeza una vez más. Algo de mí se iba muriendo sin saber por qué.
 
- ¿Por qué sigues tan dentro de mí? ¿Por qué formas parte de mi ser, de mi alma? ¡¿Por qué hay un sitio para ti?! ¿Por qué mañana al despertar no hallaré más que el vacío en mi lecho? ¿Por qué me mata tu ausencia?
 
En ese instante, pude escuchar el retumbar de unos pasos firmes que se acercaban a mi habitación, por lo que di la espalda a la puerta que de repente se abrió y quedé hecha un ovillo, con las piernas recogidas y mis brazos contraídos sobre mi pecho, escondiendo mi rostro bajo mis manos. No quería mirarle, no aun. No cuando la traición aun planeaba sobre mi torturada conciencia.
 
Meses habían transcurrido desde aquella noche. Meses en los que mi vida había dado un giro radical tras mi marcha de París junto a Kaél. Meses llevábamos residiendo en un lugar que ni siquiera yo conocía. Un recóndito lugar que nos permitiría vivir en calma hasta reencontrarnos, hasta recomponer aquello que tanto se rompió aquella noche en casa de Naeem. Pero pese a mi aceptación a la petición hecha por Kaél, lo nuestro parecía marchitarse, separándonos un gran muro de dudas, recelos, silencios y un frío que penetró en nuestra llama hasta congelarla. Sólo el fruto de un amor pasado siguió creciendo en mi interior, tomando poco a poco la forma de un ser de corazón palpitante que pronto robaría nuestros corazones y los llenaría de un profundo amor inigualable.
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Adieu, mon amour [PRIVADO] Empty Re: Adieu, mon amour [PRIVADO]

Mensaje por Diétrich Von Kraft Miér Dic 25, 2013 6:48 pm

Los Alpes suizos habían sido el lugar escogido para aquella precipitada huida.
Y el lugar…Una cabaña en lo alto de la montaña... Estaba un tanto aislado, pero cerca habia un poblado con todo lo necesario para sobrevivir. –includos unos cuantos médicos.- Por lo que aquel tiempo, me había dedicado a cultivar el terreno de la propia casa, comprando el resto de víveres en aquel pequeño y agradable pueblo hasta que todo se sosegara. Y es que para el mundo eramos el la Sra y el Sr Von Kraft.  Siendo yo un agricultor e Iris mi delicada mujer, cuya salud requería el paisaje y el aire de esas tierras…

La casa de los Alpes...:
Si, la trama había sido bien montada y yo sabia que todo iria bien en aquel lugar, pues nadie nos conocía, nadie sospechaba y la inquisición no operaba en la zona, no había por que temer…Iris podía vivir en paz aquel tiempo, pero por alguna extraña razón, la paz no parecía querer volver a nosotros. Como si de algún modo, el tormento nos hubiera seguido hasta donde ahora estábamos. Era como si no nos habíamos alejado de los problemas, solo le habíamos puesto una cuerda mas larga…

Limpie mi frente de la tierra que se había almacenado en ella y me adentre en la estancia apreciándo a Mischa como casi cada dia. Allí, sola…hecha un ovillo. Sumida en sus pensamientos y ajena a mi…

...Mire la hora e hice una mueca…debía de estar cerca...

Me adentre y cerré la puerta con suavidad. me sente en la cama y estire mi brazo hacia ella, temiendo que se hubiera dormido. Frote su brazo, mas el movimiento de sus dedos, me hizo saber que estaba despierta. Volví a mi posición original, sentado. Dandole la espalda mientras ella echa un ovillo me la daba a mi. Comence a quitarme las botas embarradas y los calcetines, desabrochando mi camisa, pero sin acabar de hacerlo al distraerme.
Torcí una sonrisa y me quedé tal cual, a medio desvestir. Era por la tarde, pero no había ya mucho más que hacer mas que estarse tranquilo. Seguramente ella…se aburría.

Tuve un extraño sueño anoche…

Indique rompiendo el silencio, queriendo que charláramos de algo, aun en un intento desesperado por volver a conectar con ella.

Caminaba por un camino hecho en medio de una plantación de trigo. Y  me perdía allí, mirando a cualquier parte. No había mas que trigo a mi alrededor, así como un sol de otoño. ¿Conoces ese sol? Es de esos que iluminan mucho y te mantienen fresco, sin darte calor realmente. Un sol de otoño es como un sol de mentira… Negue con la cabeza y continúe intentando no perderme en mi relato.
Pasaban muchas horas hasta que veía una figura en el horizonte. Y cuando llegue, me di cuenta de que tú estabas allí, tu eras la figura y me dabas la espalda…No querías mirarme… mas tomado de tu mano había un niño que me miraba con curiosidad. El parecía querer venir conmigo…Y tu giraste tu rostro hacia mí y me miraste con la tristeza que marca tu día a día desde que nos fuéramos de París.
Supongo que … estabas enfadada conmigo.

Quise acercarme a ti, pero no era bienvenido… Ni tu ni el niño queríais que me acercara. Él se asusto de mi y se escondió finalmente atrás de tus piernas…
Sonreí nerviosamente.
Lo cierto…Es que se me partió el alma al veros así conmigo…Aunque solo era un sueño. No deberían afectarme cosas así… No hay que hacerle caso a esas cosas…¿a qué no?
Indique quitándole importancia a algo que incluso en sueños me hacía sentir desgraciado.

El silencio continúo entre nosotros y yo suspire. Ella seguía dándome la espalda quizás ausente a todo lo que yo le había dicho, mientras que yo en la misma cama, sentado, dándole la espalda también, empezaba a acostumbrarme a aquella grieta en mi interior.  Apoyé mis codos en mis rodillas, dejando que el silencio nos invadiera unos minutos más, quien sabe cuántos… hasta que decidi romper el silencio una vez mas, sin saber si dialogaba solo o si realmente ella me escuchaba algo. Por lo que hable, como si quisiera hablar conmigo mismo.

Me mata verte asi. Me mata ver que añoras algo que no te puedo dar…Me mata saber que no puedo apropiarme de tu corazón.
No debí prohibirte que hablaras de el, ni que le intentaras quitar de tu cabeza…Después de todo, el es parte de tu pasado. Yo no puedo competir con eso.
Lamento ser yo quien ha robado tu sonrisa Iris…Jamás lo desee…


Ni siquiera me di cuenta de cómo se empañaba mi vista ni de cómo aquella avergonzante prueba de mi humanidad resbalaba por mi mejilla sin que yo le prestara atención. Puede que quizás, porque pese a estar roto por dentro, aun me quedaba algo que me golpeaba, insistiendo en que no perdiera lo único que me anclaba a la categoría de ser humano.

Debería ir a preparar algo de cenar… Te sentara bien tomar algo caliente… Indique cual autómata, decidido a darle su espacio, su intimidad. Pues de algún modo me hacia entender que no era bienvenido con su silencio. Más, cuando iba a marcharme, su mano me lo impidió…
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Mensaje por Iris M. Der Kláuseen Jue Dic 26, 2013 6:34 pm

Ya no hay tiempo ni espacio, y nadie nunca entenderá que verte duele.
 
Tragué saliva y alargué mi mano hacia él, reteniéndole conmigo en silencio y aun sin desear mirarle. Nunca nadie comprendería que verle dolía, me escocía. Era una cobarde.
 
- Cada noche me acecha un mismo sueño.- balbuceé, soltando su agarre y abrazándome de nuevo, quedando de nuevo cuál ovillo, dándole la espalda.- En él, siempre me recitas el mismo discurso.

Volví a tragar saliva, dejando que el espeso silencio se acomodara sobre nuestros labios, conteniendo yo el aliento antes de proseguir:

- Ahora que estás sola entre sábanas y cama, dime, ¿qué es lo que harás?. Ahora que todo ya es casualidad, que ya no soy un peso, dime, ¿qué excusa inventarás? ¿Que ya no hay tiempo? ¿Que todo ya se ha apagado? ¿Que ahora te amas mucho más? ¿Que ya eres fuerte? ¿Que fue cosa de la suerte? Seguro que encuentras una excusa más, pero sólo será una más. Y recordarás cómo feliz esperaba por ti aquella noche, sin importar que la lluvia ya cayera mientras miraba hacia Ámsterdam lleno de las ilusiones de las que tú misma me alimentaste. Sí, los recuerdos te sugerirán de todas las formas posibles cuánto daño me hiciste aquella noche y tú, sola como ahora, te torturarás en silencio y llorarás sin encontrar consuelo alguno en los brazos de nadie. Porque sólo te consuela el tiempo cuando vuela, pero hay algo más que vuelve, y es el gran frío del que no puedes protegerte. Quiero que sepas que no me convencerás jamás, así que deja de decir que hace calor desde que no me tienes a tu lado, que estás mejor y ríes más. No lo hagas por ti, ambos sabemos que mi recuerdo de alcanzará y te destrozará del mismo modo que hiciste añicos mi vida. Si por lo contrario es cierto lo que te dices, entonces mírame y dímelo, porque lo que siempre pedí al cielo es que esta vida te donara amor verdadero, lo sabes.
 
Tomé aire, queriendo esconderme más aun bajo las sábanas, queriendo que me tragaran y me hundieran en el olvido. Lloré, lloré sin saber por qué, sin entender por qué sentía cómo alguien encerraba en su puño mi desdichado corazón, oprimiéndolo con fuerza, exprimiendo todo de él, reduciéndolo a cenizas y dejando un vacío insustituible en mi pecho. Me faltó el aire.
 
- Luego me ofreces tu mano y me pides que te la tome y la apriete. Yo dudo. Tú dejas caer tu mano a un lado y agachando la mirada, me das la espalda. Empiezas a caminar. Empiezas a desvanecerte. Te pierdo. Te pierdo. Te sigo perdiendo. Y sin embargo... yo no hago nada.
 
Estiré mis piernas en el lecho, sintiendo sus sábanas extrañamente frías y duras, casi como si hubieran sido talladas en mármol. Estiré luego uno de mis brazos sobre el que me había recostado, aplicando mi peso sobre su codo. Poco a poco me fui irguiendo, aun dándole la espalda a Diétrich, hasta quedar sentada frente a la ventana de cortinas corridas. Hacía días que no salía de aquél dormitorio. Hacía semanas que no miraba fuera. Y aquél día, quise romper con aquella rutina. Me puse en pie, descalza sin que el frío del parquet me importara en exceso, sintiendo un escalofrío bajar por mi espalda. Me abracé el torso, agachando la mirada y clavando mis ojos en mis propios pies que se movían con lentitud, arrastrándose con cansancio.
 

- Permíteme preparar la cena yo esta noche.- susurré apenas audiblemente, pasando por su lado cuando quise dirigirme a la cocina.
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Mensaje por Diétrich Von Kraft Sáb Dic 28, 2013 6:44 pm

Pasé las manos por mi rostro y luego lleve hacia atrás mis cabellos. Me puse en pie y terminé de desabrochar mi camisa sucia para dejarla a un lado. Tomando un grueso jersey para ponérmelo, subiéndome las mangas.

Los sueños, solo son eso… Reflejos a veces absurdos de lo que pasa por nuestra mente o nuestro corazón. A veces incluso, como fieles reflejos de nuestros mayores miedos…
No es bueno dejarse llevar por ellos cuando solo crean ansiedad.
Comente con sosiego ante su silencio.

¿Qué tal si preparamos la cena entre los dos?
Indique mientras abría la puerta y ambos salíamos caminando por el pasillo, dejando que ella pasara por delante para poder quedarme un poco más atrás. Volví a mirar la hora, resople, me habría encantado parar el tiempo, pero supuse que en fondo era inevitable…

Camine hasta llegar a la cocina, donde Iris miraba hacia todos lados, en busca de los alimentos.

¿Sabes?, estos días me he estado planteando comer carne.
Indique sin mirarla. Sacando algunos alimentos de una despensa y posándolos sobre la encimera.
Más que nada, porque empieza a darme curiosidad…Aunque sobre los dieciocho la probé y realmente me dio muchas nauseas. Hoy podría volver a intentarlo…
¿Canelones?


Ella asintio y yo saque un viejo libro de recetas y pase las paginas, leyéndolo todo con rapidez pues no parecía difícil pero tampoco sencillo, seria divertido intentarlo.

¿Qué tal si tu preparas la carne que tu sabes mas de eso y yo me encargo de la masa?

Iris asintió sin demostrar emoción alguna, mientras yo cogía un delantal y arqueaba una ceja al contemplar los diversos volantitos y bordados rosas de la tela. Mire otro cajón y encontré otro delantal aun mas pomposo. Iris me miraba de reojo, y yo, me acerque a ella por detrás para colocarle uno de los delantales, anudandolo a su cintura con mucho cuidado, dejándolo holgado. No pude evitar posar mis  manos sobre su vientre un instante. Lo cierto es que me moria de ganas de tocar su vientre y sentir su piel, queria saber que se sentiria. ¿se moveria mucho? Pero ni siquiera sabia como intentarlo sin que ella se sintiera incomoda conmigo.
Eleve mis manos por sus brazos y los frote pausadamente, besando su hombro izquierdo y separándome para  tomar el otro delantal –el delantal mas pomposo, cursi y ridículo que hubiese visto en toda mi santa vida- para calzármelo con dignidad. Aguantándome la risa al pensar en un inquisidor como yo con semejante indumentaria.

Saque la harina y le acerque la carne a ella para que la preparase.  Mientras yo colocaba en un bol la harina, los huevos y la sal, mezclándolos con una cuchara de madera hasta que se hizo tan denso que tuve que utilizar las manos para empezar a unir la masa. Realmente ni sabía si se hacia así, pero parecía divertido. Saque un poco mas de harina y la desparrame por la encimera, ensuciando la manga de Iris a posta. Ella me miro de reojo y siguió a lo suyo mientras yo amasaba y sacaba mas harina. Desparramándola y ensuciándola aun más. Ella me miro y yo seguí como si nada, amasando. Mas cuando ella volvía a estar concentrada con la carne, cogí un buen puñado de harina y se lo lance, cayéndole sobre el pecho y la mitad de la cara y el pelo, sin disimulo, ni nada. Seguí amasando sin decirle nada, mordiéndome los labios.

¿Cómo llevas lo de la carne?
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Mensaje por Iris M. Der Kláuseen Sáb Dic 28, 2013 7:47 pm

Se me escapó una risa suave, casi como un susurro del aire al acariciar la punta de una caña de bambú. Reí, pero antes de dedicarle la mirada más pícara, lamí mis dedos sin importarme que estuvieran manchados de carne cruda y triturada, caminando luego hasta el salón, dispuesto junto a la cocina. Elegí un disco y lo posé en el tocadiscos, deslizando la aguja hasta el círculo negro y sonriendo al escuchar las primeras notas de la melodía elegida, sin dudar a la hora de regresar a la cocina contoneándome unos pasos al ritmo de la canción, cantándola incluso.
 
 Soñar contigo by Zenet on Grooveshark
 
- Déjame esta noche... soñar contigo, déjame imaginarme en tus labios los míos, déjame que me crea que te vuelvo loca, déjame que yo sea quien te quite la ropa, déjame que mis manos rocen las tuyas, déjame que te tome por la cintura, déjame que te espere aunque no vuelvas, déjame que te deje, tenerme pena.
 
Torcí la sonrisa, tomando un puñado de harina del cuenco y lanzándoselo a Kaél con un largo e intenso soplido, riendo cuando su rostro quedó cubierto por un polvo blanquecino. Aproveché que sus ojos permanecían cerrados para danzar hasta quedar tras su espalda, posando entonces mis manos sobre sus fuertes hombros, incitándole a que se moviera a mi son.
 
- Si algún día diera con la manera de hacerte mía, siempre yo te amaría como si fuera siempre ese día, qué bonito seria jugarse la vida, probar tu veneno. Qué bonito seria arrojar al suelo la copa vacía.  Déjame presumir, de ti un poquito, que mi piel sea el forro de tu vestido, déjame que te coma solo con los ojos, con lo que me provocas yo me conformo.
 
Me rebocé con la harina y contra su espalda, girándose luego él para encerrarme en un abrazo que me sorprendió, sorprendiéndome del mismo modo el encontrarme con su mirada tras tanto tiempo. Mi corazón dio un vuelco. Dejé de respirar. Dejé de escuchar la melodía. Dejé de moverme. Dejé de pensar. Simple y llanamente, me perdí en su mirada centelleante, navegando en el mar de sus ojos, de sus profundos y enigmáticos ojos, llenos de matices cuales olas estallando contra las rocas en pleno solsticio de verano. Me conmovió. Su mirada me desarmó, me desnudó como otras tantas veces lo habían hecho. Su mirada penetró en mi ser cuál ponzoña venenosa, llenándome de paz, de calor, de familiaridad, de cariño... Me inspiró todo aquello que creí perdido y yo, por primera vez en meses, me sentí casi recompuesta, como si los pedazos de mi ser hubieran empezado a unirse poco a poco. Casi.
 
- Déjame esta noche... soñar... soñar... contigo.- añadí cuando la canción llegó a su fin y el tocadiscos enmudeció, del mismo modo que mi boca despertó sin palabras ni saliva que tragar.
 
Y entonces, las yemas de mis dedos se posaron en apenas un roce magnético sobre la piel de sus brazos desnudos, ascendiendo por la ropa de su jersey al mismo tiempo que me disponía en puntillas, inclinándome hacia su pecho sin apartar un sólo instante mis ojos de los suyos, olvidando el pestañear incluso. Mis manos llegaron a sus hombros y se reencontraron al fin tras su nuca. Pocas distancias nos separaban. Pocos milímetros. Sentía su aliento sobre mi boca. Podía contar ya el número de pestañas que adornaban sus ojos claros. Podía incluso dibujar el camino que marcaban sus diminutos lunares dispuestos sobre el puente de su nariz. Eran pocos los milímetros que nos distanciaban, es cierto, pero aun así, parecía un abismo ante mí. Principalmente, por mi abultado vientre que impedía que pudiera yo acercarme más a su boca. Así que, finalmente, desistí con un disimulado suspiro y regresé mi paso a mis talones, agachando la mirada y sonriendo con timidez. Quizás... había algo más que mi abultado vientre que me impidió besarle.
 

- Sólo me falta espolvorear un poco de pimiento en la carne y estará lista.- indiqué al fin, separándome de su lado para regresar a mis quehaceres, esperando mientras tanto, que el rubor de mis mejillas abandonara pronto mi piel y todo volviera a la normalidad. Aunque, ¿era eso realmente lo que deseaba? ¿Volver a la normalidad de mis días sin él? ¿De mis noches sin él?
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Mensaje por Diétrich Von Kraft Dom Dic 29, 2013 11:46 am

Baje la mirada con una sonrisa. Observándole desde atrás como ella volvía sus manos a a la carne, sazonándola con el pimiento.
Y es que con aquella simple mirada que me dedicó, me recordó el porqué de todas las cosas. El porqué el mundo seguía girando, el porque yo seguía respirando, el porque me levantaba cada día sin saber a dónde iba ni porque estaba donde estaba, el porque luchaba contra algo que creía perdido… Resulta, que no había nada perdido. Era yo quien no veía el camino.

Me acerque por detrás de ella y pose mis manos sobre su cintura con cuidado. Le gire pese a que en sus manos aun se almacenaba la carne que mezclaba. Ella me miro con sorpresa y aun mas cuando yo haciendo a un lado algunas cosas de la encimera, le sujete por debajo de las axilas cual niña pequeña para sujetarle y alzarle, sentándole con cuidado en el borde de la encimera mientras ella parpadeaba.
Separe sus manos que sostenían la carne picada y lleve de ellas hasta mis hombros, mientras después abría sus piernas para que me dejara espacio, colocándome en medio de ellas para acercarme así. Rodeándole con suavidad para mirar sus ojos confundidos, son poder evitar sonreír ante su perplejidad. Acercándome yo a aquellos labios entreabiertos para degustarlos después de tanto tiempo, acariciándolos, mordiéndolos muy suavemente, para poder sentirlos y saborearlos cual trozo de cielo que eran para mi. Sus manos seguían apoyadas entre mis hombros y mi nuca, sus dedos aun contenían carne, una que ahora con sus dedos se desparramaba por mi ropa llegando a mis cabellos cuando sus dedos subieron a mi nuca. Mientras que yo, con los dedos llenos de masa y harina le abrazaba apretando su torso para ensuciarla aun mas. Mas, cuando mas perdido me hallaba entre sus labios, Iris se separo de los mios y agacho la mirada dando un brinco, y es que no estabamos solos en aquel instante. Su vientre se interponía entre los dos al parecer reclamando atención.

Pose la mano sobre el y le acaricie con cuidado.
Vamos vamos no seas así…Ella es mía también, déjamela un ratito para mi… Indique a aquel vientre mientras Iris me miraba quizás extrañada. Eleve la mirada y le sonreí, subiendo mi mano y acariciando su mejilla, llenándole aun mas de harina.

Te he echado de menos Mischa…No sabes cuánto…
Ella me miro con aquella tristeza en la mirada, y yo senti que se me desgarraba el alma al percibir su dolor. Por lo que le rodee, acercándome para abrazarle con cuidado, rodeando su torso en un abrazo cálido, queriendo reconfortarla y aun asi necesitado de su afecto. Como si realmente me encontrara con ella y no lleváramos todo aquel tiempo viviendo juntos. Por lo que le abrace como si no la hubiera visto en años…

Me alegro mucho de que estés aquí, conmigo…Porque necesitaba decirte cuanto te quiero y cuanta falta me has hecho…
La vida no tiene sentido ni gracia si no estas en ella…¿sabias eso?
Indique bromeando, mientras acariciaba su espalda con cuidado, llevando mis dedos a sus cabellos rubios, para enredar mis dedos en ellos en el abrazo más cálido que mi memoria podía recordar en todo aquel tiempo…
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Mensaje por Iris M. Der Kláuseen Dom Ene 12, 2014 2:17 pm

Cerré los ojos, estremeciéndome cuando sus dedos se enredaron en mi cabello corto y desaliñado. Pensé entonces, en cada momento de distancia, en cada rechazo, en cada mirada evitada, en cada silencio de mis labios, en todas las veces en las que le di la espalda y me refugié en mí misma y el vacío que sentía en mi interior, repudiándole en silencio, dañándole sin querer, alejándole de mí a cada día que transcurría. Recordé todas las noches que dormí a solas en mi lecho, sin su calor y sin su compañía, demasiado ocupada para extrañarle realmente, demasiado ofuscada en mi tormento para preocuparme del suyo.
 
Entre sus brazos me escurrí, sintiéndome frágil y pequeña, conteniendo mis irrefrenables ganas de llorar. Aquél era uno de esos momentos en los que deseaba poder darme cabezazos contra la pared, sin importarme si aquello me dañaba o no, queriendo sólo experimentar algo que me hiciera sentir viva, algo como el dolor. Me sentía cuál basura acunada entre los brazos de un ser celestial, como lo era Diétrich para mí. ¿Cómo poder mirarle a la cara? ¿Cómo manchar sus labios impolutos con mi beso mancillado? ¿Cómo mendigar su cariño cuando había sido yo la que había hecho una bola de papel con el suyo? ¿Cómo poder acostarme junto a él cuando yo me había acaramelado a otro en mis propias sábanas? ¿Cómo rozarle siquiera? ¿Cómo no sentir aquél ardor de mi conciencia cada vez que su tiempo quería robar? ¿Cómo? ¿Cómo hablarle de amor? ¡A él! ¿Cómo?
 
Antes debía perdonarme a mí misma.
 
Me separé de Kaél en silencio, abriendo los párpados aunque rehuyendo su mirada de nuevo, apartándole con mis manos con la excusa de terminar de preparar la cena, aunque lo cierto es que no me apetecía seguir allí, respirando siquiera su mismo oxígeno. Ni siquiera eso merecía de él: su aire.
 
Con su ayuda bajé de la encima dónde me había sentado, sintiendo sobre mí su mirada preocupada y atormentada, consumiéndome por dentro al pesarme el ahogo de todo cuanto quería decirle y no podía, lastimándome el no responder a sus muestras de cariño ni a sus palabras de amor, condenándome a mí misma por ello a un desconsuelo sin igual.
 
En silencio, procedí a envolver la pasta que Kaél ya había cocido alrededor de la carne que yo había picado previamente, repitiendo los pasos hasta conseguir llenar una bandeja entera con los canelones, sobrando pese a ello un poco de carne que pensaba usar al día siguiente, quizás para otro plato.
 
- Sólo falta hornear los canelones unos diez minutos a doscientos grados. ¿Puedes encargarte de hacer la bechamel mientras me doy un baño?
 
Tras lo que pareció  ser un asentimiento leve de cabeza, me despedí de él con una efímera y triste sonrisa, dándole la espalda y marchando hasta el baño arrastrando los pies. Al llegar, cerré la puerta y encendí un par de velas que allí habían dispuestas cerca de la bañera vacía y que yo llené con agua caliente, quedándome sentada sobre el suelo, mirando fijamente cómo el agua caía del grifo y la bañera se iba llenando de a poco. El sonido del agua me relajaba, lograba escapar de mis pensamientos, dejando atrás todos mis tormentos. Al percatarme de lo llena que estaba la bañera a punto de ser rebasada, desperté de mi trance y cerré el agua, vertiendo entonces unas sales aromáticas y jabón que pronto cubrieron la bañera de espuma. Olía a campo, a flores, a frutas silvestres. Adoraba esos aromas, pues me recordaban a mi hogar. Recordé entonces lo que era abrir la ventana del baño mientras me remojaba en la bañera rodeada de velas, cerrar los ojos y aspirar las fragancias que los bosques me traían. Extrañaba mi casa, extrañaba mi vida en París. Pero no había tiempo para eso, me dije entonces.
 

Me erguí, tambaleándome al hacerlo tan rápido. ¿Cuando me acostumbraría a estar embarazada? Me agarré al mármol de la pica y lentamente me deshice del camisón que llevaba luciendo desde hacía días, dejándolo a un lado para inmiscuirme en el agua cálida, cuyo recibimiento me robó un suspiro de alivio. Y allí me quedé, tumbada en la bañera, con la cabeza apoyada a un lado y los ojos cerrados, inspirando una vez más el aroma de la nostalgia.
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