AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Le voyage s'achève dans les bras de l'amour? [Privado]
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Le voyage s'achève dans les bras de l'amour? [Privado]
─Creo que deberías llevar este sombrero, nunca se sabe ─comentó─ Y quedaría muy bien con el vestido azul, el que te compraste la última vez que fuimos a la capital ─comentó su madre mientras le daba indicaciones a la doncella para que lo metiera dentro del baúl en el que estaba empacando todo lo que Erzsébet pudiera necesitar, y todavía más. Mientras tanto, la pelirroja se había dejado caer en la cama, cerrando los ojos y contando mentalmente para no soltar un improperio muy poco apropiado para señoritas de su clase social. No quería ir, por supuesto que no. En otro tiempo, no hace demasiado, se hubiera alegrado de recorrer la distancia que los separaba, pero ahora todo era muy distinto. O puede que, sencillamente, ella fuera la que había cambiado. No estaba segura de ello.
Miró su mano y observó con detenimiento el anillo que en adornaba su dedo anular. Aunque era algo que había deseado durante mucho, aunque desde que sus familias decidieron comprometerlos había deseado ver un anillo en su mano y una fecha en el horizonte, ahora sentía que le quemaba. ¿Eso era el amor del que todo el mundo contaba maravillas? ¿Era ese sentimiento que podía mover masas, que iniciaba guerras y que robaba el aliento a los que quedaban heridos por él? No lo creía, no podía ser. No sentía nada, al menos nada que no fuera la mayor de las indiferencias. O al menos eso era lo que creía, aunque se decía que todo cambiaría cuando lo volviera a ver, cuando sus ojos se perdieran en su mirada, cuando su mano agarrara la suya y pasearan por las calles de París.
Un carruaje pasó a recogerlas y las llevó hasta el puerto, donde la joven tomaría un barco rumbo a la ciudad del amor, válgase la ironía. Durante el trayecto en el coche de caballos no dijo nada, pero su madre se encargó de sacar conversación. ─¡Nada menos que París, la capital de la moda! Espero que me escribas con las últimas tendencias, con todo lo que se lleve entre las damas de la alta sociedad francesa─ Erzsébet se limitó a sonreír, asintiendo levemente con la cabeza, sin mirarla. No quería ir, pero era algo que tenía que hacer. La obligaban a ello.─Incluso podrías tantear a alguna costurera para tu vestido de novia. ¿No sería fantástico? Causarías sensación─la conversación se detuvo porque la carroza llegó a su destino y el tiempo apremiaba. Entre lágrimas maternas y promesas de escribir todas las semanas se despidieron y la joven subió al barco.
El viaje duró un poco más de lo previsto o a la muchacha se le hizo más largo de lo que esperaba. Una buena mañana, cuando el sol todavía no se alzaba por completo en el cielo, la tripulación avisó de que la costa francesa ya estaba a la vista y que en unas horas llegarían a su destino. Ella se preparó, poniéndose un vestido color turquesa que contrastaba más de lo que le gustaría con su cabello y un sombrero a juego. Se acercó hasta la proa del barco y esperó allí, hasta que las horas pasaron y amarraron en el puerto. Garland acudiría en su búsqueda, eso era lo planeado, y ella no podía hacer otra cosa que buscarlo con la mirada entre todo el gentío que se encontraba a orillas del puerto.
Miró su mano y observó con detenimiento el anillo que en adornaba su dedo anular. Aunque era algo que había deseado durante mucho, aunque desde que sus familias decidieron comprometerlos había deseado ver un anillo en su mano y una fecha en el horizonte, ahora sentía que le quemaba. ¿Eso era el amor del que todo el mundo contaba maravillas? ¿Era ese sentimiento que podía mover masas, que iniciaba guerras y que robaba el aliento a los que quedaban heridos por él? No lo creía, no podía ser. No sentía nada, al menos nada que no fuera la mayor de las indiferencias. O al menos eso era lo que creía, aunque se decía que todo cambiaría cuando lo volviera a ver, cuando sus ojos se perdieran en su mirada, cuando su mano agarrara la suya y pasearan por las calles de París.
Un carruaje pasó a recogerlas y las llevó hasta el puerto, donde la joven tomaría un barco rumbo a la ciudad del amor, válgase la ironía. Durante el trayecto en el coche de caballos no dijo nada, pero su madre se encargó de sacar conversación. ─¡Nada menos que París, la capital de la moda! Espero que me escribas con las últimas tendencias, con todo lo que se lleve entre las damas de la alta sociedad francesa─ Erzsébet se limitó a sonreír, asintiendo levemente con la cabeza, sin mirarla. No quería ir, pero era algo que tenía que hacer. La obligaban a ello.─Incluso podrías tantear a alguna costurera para tu vestido de novia. ¿No sería fantástico? Causarías sensación─la conversación se detuvo porque la carroza llegó a su destino y el tiempo apremiaba. Entre lágrimas maternas y promesas de escribir todas las semanas se despidieron y la joven subió al barco.
El viaje duró un poco más de lo previsto o a la muchacha se le hizo más largo de lo que esperaba. Una buena mañana, cuando el sol todavía no se alzaba por completo en el cielo, la tripulación avisó de que la costa francesa ya estaba a la vista y que en unas horas llegarían a su destino. Ella se preparó, poniéndose un vestido color turquesa que contrastaba más de lo que le gustaría con su cabello y un sombrero a juego. Se acercó hasta la proa del barco y esperó allí, hasta que las horas pasaron y amarraron en el puerto. Garland acudiría en su búsqueda, eso era lo planeado, y ella no podía hacer otra cosa que buscarlo con la mirada entre todo el gentío que se encontraba a orillas del puerto.
Erzsébet Von Lothringen- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 24/03/2016
Re: Le voyage s'achève dans les bras de l'amour? [Privado]
Sufro sin enseñar mi descontento,
Y amo, aunque deba aparentar odio.
—Elizabeth I de Inglaterra.
Y amo, aunque deba aparentar odio.
—Elizabeth I de Inglaterra.
Hacía semanas atrás que estaba en París, en una propiedad que había adquirido su familia cuando él apenas era un crío. Solía viajar seguido con sus padres, y ya siendo un hombre, lo hacía solo. A Garland no le agradaban las compañías y desde que su prima dejó de hablarle, menos quería estar con otros molestándole. Apenas soportaba a los sirvientes. Era obstinado y raro; intolerante y poco sociable. Este comportamiento hacía muy difícil su convivencia con otras personas, en especial, con su prometida, a quien no toleraba en lo absoluto. No es que ella fuese una mala chica, en realidad, era porque su personalidad difería mucho de la de él, y eso le tocaba los nervios. No veía necesario comprometerse, él podía liderar a Baviera sin tener a una esposa, no era algo imprescindible. Sin embargo, aquellos que querían quedarse con el ducado, insistieron tanto en ello, que Garland tuvo que resignarse a la real voluntad de los demás.
Esta situación lo llevó a París para desconectarse de todo y todos; necesitaba unas largas vacaciones y disfrutar sólo de la compañía de su piano y libros. Los pocos días que llevaba ahí, le resultaron maravillosos, aunque tuvo algunos disgustos innecesarios, pero nada que le resultara grave. No obstante, cuando le llegó la misiva que le revelaba que Erzsébeth llegaría en pocos días a la ciudad, Garland no pudo evitar enojarse ante la inesperada noticia.
Tenía que irla a buscar al puerto en cuanto llegara a la capital, lo había prometido, y él era un hombre de palabra, por más que estuviera irritado y descontento ante la fatídica visita que tendría que soportar. Se juró a sí mismo que se comportaría, que se armaría de paciencia y pondría lo mejor de sí para evitar problemas, o enojarse más de lo que ya estaba. Caminaba como león enjaulado todas las noches; iba de un lado a otro, leía un libro y meditaba hasta que el sueño lo venciera. Y justamente, la noche anterior a la llegada de Erzsébeth, hizo lo mismo, lo que causó que se quedara dormido a la mañana siguiente.
- - -
Despertó repentinamente, casi cayéndose de la cama. Ni se molestó por su apariencia, sólo cogió el coche para que lo llevara al puerto de inmediato. Estaba nervioso, no por quien llegaría, sino por su manía de llegar puntual a cualquier parte. Garland estaba despeinado; apenas logró acomodarse la ropa mientras iba en el camino y las ojeras evidenciaban su desvelo. Quien lo viera en ese momento, no podría siquiera imaginar que se trataba de un miembro de la nobleza germana, y menos, al verlo correr entre la muchedumbre del puerto como un chiquillo, esquivando, entre gruñidos, a las personas, intentando recordar a la muchacha.
—Pelirroja... Sí, eso, ¡pelirroja! —Se repetía a sí mismo, hallando la mirada a alguna chica que cumpliera con la imagen que tenía en mente—. ¿Acaso no hay ninguna pelirroja por aquí? ¿Y si he sido engañado?
Se quedó de pie, dudando de lo que se había preguntado a sí mismo. Se llevó ambas manos a la cintura, con el ceño fruncido y cara de pocos amigos, sintiéndose un completo estúpido, además de tener un aspecto deplorable.
Garland de Wittelsbach- Humano Clase Alta
- Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 07/03/2016
Localización : De vacaciones en París(?)
Re: Le voyage s'achève dans les bras de l'amour? [Privado]
En cuanto Erzsebeth pisó el camerino del barco una sensación de desasosiego y de cierta tranquilidad se apoderó de ella a partes iguales. Ya no tenía que escuchar los comentarios de su madre, lo que la aliviaba, pero conocer el destino de ese viaje la hacía sentirse intranquila. Cerró los ojos y respiró hondo. En otro tiempo, no hacía mucho, habría saltado de alegría por pasar algunos días ellos dos a solas, pero ahora no quedaba ni rastro de esa emoción que solía embargarla. ¿Era esa clase de sensaciones las que el amor despertaba? No lo sabía, había intentado fijarse en las relaciones que tenía a su alrededor, pero no había llegado a ninguna conclusión clara. Igual esas mariposas en el estómago de las que se hablaba en los libros no serían más que ilusiones escritas en papel para avivar la imaginación de los lectores. Una fantasía para robar suspiros a más de una, algo irreal. Fuera como fuera, ella deseaba experimentar eso exactamente, aunque no se atrevía a expresarlo en voz alta al mundo entero. No, más bien era algo que se guardaba para ella, que no compartía con nadie.
Tenía mucho tiempo por delante para pensar en ello, puesto que muy pocas opciones le quedaban mientras surcaba los mares rumbo a Francia. Perderse en sus pensamientos, encerrada en el camerino que se había convertido en sus aposentos improvisados, era una de las pocas distracciones que el viaje le ofrecía, aunque conforme se acercaba a su destino crecía su ansiedad y no conseguía aclararse en absoluto. Quizás…solo necesitaba verlo de nuevo, tal vez lo único que le ocurría era que llevaban mucho tiempo separados, aunque tampoco es que hubieran pasado mucho tiempo juntos antes del compromiso.
Fuera como fuera, los días fueron pasando hasta convertirse en semanas y por fin llegaron a su destino. Una sensación de temor la inundó por completo cuando sus ojos divisaron la silueta de tierra firme. París estaba ya muy cerca, tan solo un par de horas la separaban de Garland. La brisa marina acarició su cabello y jugueteó con él, enredando sus mechones en remolinos invisibles. Tenía ganas de pisar tierra firme, de descubrir esa nueva ciudad y perderse en sus calles, pero no estaba segura de querer hacerlo en su compañía. ─He ordenado que bajen ya sus baúles, señorita─comentó su dama de compañía, sacándola de sus ensoñaciones. Y ella, sencillamente, se limitó a asentir, sin decir palabra alguna.
Poco después se encontraban ya en tierra firme, esperando a que Garland apareciera, pero no había ni rastro de él. Al principio, la muchacha lo esperó de pie, bajo la sombrilla que ella misma sostenía, pero poco a poco sus piernas se cansaron de esperar sin hacer nada más y se sentó sobre uno de sus baúles, molesta porque él no estuviera esperándola antes de que el barco atracara, como se suponía que hacían todos los enamorados. Ni siquiera había mandado a nadie para recogerla. No sabía muy bien cuánto tiempo había pasado exactamente, pero ver escenas de reencuentros mientras ella se quedaba allí, esperando, hizo que fuera poniéndose cada vez de peor humor. Se sentía como una intrusa en las historias de los demás pasajeros, que poco a poco se iban yendo hasta casi no quedar ninguno.
Por fin lo vio. Durante unos instantes se sintió, incluso, conmovida, porque parecía que estaba realmente apurado buscándola, por lo que se acercó hasta a él justo a tiempo de escuchar sus pensamientos en voz baja. Inmediatamente se sintió desilusionada, ni siquiera se acordaba de cómo era ella o lo que era peor…Se estaba quejando de su color de cabello, como mucha gente había hecho antes de él. Se acarició un mechón de su pelo, de manera nerviosa. A ella le gustaba, pero sabía que muchos no veían con buenos ojos ese color de cabello, puesto que lo consideraban salido del propio infierno o algo todavía peor.
─Creía recordar que olías mejor─comentó, irguiéndose y llamando su atención─¿Es que en París no hay bañeras, caballero? No te vendría mal utilizar una, querido─añadió, mientras hacía un gesto a su dama de compañía para que se encargara del equipaje.─No se hace esperar a una dama─volvió a mirarlo─Y tampoco se acude así ante ella─deslizó su mirada de arriba abajo e hizo una mueca de desagrado─¿Vienes de una fiesta o algo por el estilo?─preguntó, mientras se ponía a caminar, sin saber la dirección que tenía que tomar.
Tenía mucho tiempo por delante para pensar en ello, puesto que muy pocas opciones le quedaban mientras surcaba los mares rumbo a Francia. Perderse en sus pensamientos, encerrada en el camerino que se había convertido en sus aposentos improvisados, era una de las pocas distracciones que el viaje le ofrecía, aunque conforme se acercaba a su destino crecía su ansiedad y no conseguía aclararse en absoluto. Quizás…solo necesitaba verlo de nuevo, tal vez lo único que le ocurría era que llevaban mucho tiempo separados, aunque tampoco es que hubieran pasado mucho tiempo juntos antes del compromiso.
Fuera como fuera, los días fueron pasando hasta convertirse en semanas y por fin llegaron a su destino. Una sensación de temor la inundó por completo cuando sus ojos divisaron la silueta de tierra firme. París estaba ya muy cerca, tan solo un par de horas la separaban de Garland. La brisa marina acarició su cabello y jugueteó con él, enredando sus mechones en remolinos invisibles. Tenía ganas de pisar tierra firme, de descubrir esa nueva ciudad y perderse en sus calles, pero no estaba segura de querer hacerlo en su compañía. ─He ordenado que bajen ya sus baúles, señorita─comentó su dama de compañía, sacándola de sus ensoñaciones. Y ella, sencillamente, se limitó a asentir, sin decir palabra alguna.
Poco después se encontraban ya en tierra firme, esperando a que Garland apareciera, pero no había ni rastro de él. Al principio, la muchacha lo esperó de pie, bajo la sombrilla que ella misma sostenía, pero poco a poco sus piernas se cansaron de esperar sin hacer nada más y se sentó sobre uno de sus baúles, molesta porque él no estuviera esperándola antes de que el barco atracara, como se suponía que hacían todos los enamorados. Ni siquiera había mandado a nadie para recogerla. No sabía muy bien cuánto tiempo había pasado exactamente, pero ver escenas de reencuentros mientras ella se quedaba allí, esperando, hizo que fuera poniéndose cada vez de peor humor. Se sentía como una intrusa en las historias de los demás pasajeros, que poco a poco se iban yendo hasta casi no quedar ninguno.
Por fin lo vio. Durante unos instantes se sintió, incluso, conmovida, porque parecía que estaba realmente apurado buscándola, por lo que se acercó hasta a él justo a tiempo de escuchar sus pensamientos en voz baja. Inmediatamente se sintió desilusionada, ni siquiera se acordaba de cómo era ella o lo que era peor…Se estaba quejando de su color de cabello, como mucha gente había hecho antes de él. Se acarició un mechón de su pelo, de manera nerviosa. A ella le gustaba, pero sabía que muchos no veían con buenos ojos ese color de cabello, puesto que lo consideraban salido del propio infierno o algo todavía peor.
─Creía recordar que olías mejor─comentó, irguiéndose y llamando su atención─¿Es que en París no hay bañeras, caballero? No te vendría mal utilizar una, querido─añadió, mientras hacía un gesto a su dama de compañía para que se encargara del equipaje.─No se hace esperar a una dama─volvió a mirarlo─Y tampoco se acude así ante ella─deslizó su mirada de arriba abajo e hizo una mueca de desagrado─¿Vienes de una fiesta o algo por el estilo?─preguntó, mientras se ponía a caminar, sin saber la dirección que tenía que tomar.
Erzsébet Von Lothringen- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 24/03/2016
Re: Le voyage s'achève dans les bras de l'amour? [Privado]
Cuando se le exigió que debía, si o si, contraer nupcias con la persona que sus padres eligieran, porque sería lo mejor para el futuro de Baviera, Garland se sintió derrotado. Había hecho de todo para que aquello nunca ocurriera, ni siquiera por error. Él no deseaba compartir su vida con ninguna persona, salvo con su soledad; pero cuando apareció su prima, todo cambió hasta el punto de arruinarse por completo. Maldecía todos los días de su vida por haber caído tan bajo, y ahora tenía que aguantar a una mujer que no le resultaba agradable. Se empeñaba en compararla con su prima; sin embargo, ambas eran muy diferentes. Algo le decía que hacer eso estaba mal, pero era tan testarudo que no era capaz de sacarse tal pensamiento de la cabeza. Quisiera o no, Erzsébet iba a convertirse en su esposa, y aceptaría por compromiso con su linaje y, por supuesto, con Baviera. Aunque seguía prefiriendo mantenerla lejos, al menos mientras se casaban. Pero a sus padres les pareció una magnífica idea (y terrible para Garland) que ambos compartieran unos días en París. Tal vez eso era lo que necesitaban para congeniar.
Garland no podía estar más indignado. Todo cuanto había considerado hermoso en París, se arruinó con tan sólo leer aquella carta; con tan sólo saber que ella ya había pisado tierras francesas. En ese instante, su residencia parecía más oscura, menos cómoda y ya no estaba tan a gusto como en días anteriores. Pero tenía que comportarse, evitar enojarse por tonterías o cualquier otra actitud que pudiera causarle problemas con Erzsébet. Esas habían sido las palabras de su madre en la carta; le recomendaba mantenerse calmado y evitar que su terquedad le ganara. Sin embargo, al estar en el puerto, y mientras miraba distraído el horizonte, no pudo evitar soltar un bufido. Bufido que justo se le escapó cuando una voz conocida se dirigió a él, pudiendo confirmar de quien se trataba al darse la vuelta.
—¿Qué? —Alcanzó a murmurar, intentando organizar las ideas en su cabeza—. Yo sólo me... Un momento, ¿qué has dicho? —El rostro de Garland se encendió de pura rabia y vergüenza. Obviamente estaba hecho un desastre, pero era precisamente por culpa de ella, y no se lo iba a callar—. ¿Acaso eres un sabueso como para estar olfateando a las personas? ¿Qué clase de actitudes son esas? Ya decía yo que no eras tan normal como aparentabas ser.
¡Shhh!
Sencillamente ignoró la advertencia de su propia mente y tuvo que seguir replicándole. A Garland le faltaba la paciencia en momentos así, en especial si se trataba de la heredera de los Lothringen. La siguió y la tomó por el brazo, deteniéndola.
—Vas por la dirección incorrecta, inteligente —dijo con un tinte de sarcasmo en su voz, jalándola para que lo siguiera—. Pero, ya que soy un apestoso, según tú —la soltó—, te irás a casa solita. No me ofreceré a acompañarte sin escuchar una disculpa de tu parte.
Sencillamente se alejó un par de pasos de ella y al detenerse, cruzó los brazos, retándola con la mirada. Estaba bastante disgustado por los comentarios de la muchacha.
Garland no podía estar más indignado. Todo cuanto había considerado hermoso en París, se arruinó con tan sólo leer aquella carta; con tan sólo saber que ella ya había pisado tierras francesas. En ese instante, su residencia parecía más oscura, menos cómoda y ya no estaba tan a gusto como en días anteriores. Pero tenía que comportarse, evitar enojarse por tonterías o cualquier otra actitud que pudiera causarle problemas con Erzsébet. Esas habían sido las palabras de su madre en la carta; le recomendaba mantenerse calmado y evitar que su terquedad le ganara. Sin embargo, al estar en el puerto, y mientras miraba distraído el horizonte, no pudo evitar soltar un bufido. Bufido que justo se le escapó cuando una voz conocida se dirigió a él, pudiendo confirmar de quien se trataba al darse la vuelta.
—¿Qué? —Alcanzó a murmurar, intentando organizar las ideas en su cabeza—. Yo sólo me... Un momento, ¿qué has dicho? —El rostro de Garland se encendió de pura rabia y vergüenza. Obviamente estaba hecho un desastre, pero era precisamente por culpa de ella, y no se lo iba a callar—. ¿Acaso eres un sabueso como para estar olfateando a las personas? ¿Qué clase de actitudes son esas? Ya decía yo que no eras tan normal como aparentabas ser.
¡Shhh!
Sencillamente ignoró la advertencia de su propia mente y tuvo que seguir replicándole. A Garland le faltaba la paciencia en momentos así, en especial si se trataba de la heredera de los Lothringen. La siguió y la tomó por el brazo, deteniéndola.
—Vas por la dirección incorrecta, inteligente —dijo con un tinte de sarcasmo en su voz, jalándola para que lo siguiera—. Pero, ya que soy un apestoso, según tú —la soltó—, te irás a casa solita. No me ofreceré a acompañarte sin escuchar una disculpa de tu parte.
Sencillamente se alejó un par de pasos de ella y al detenerse, cruzó los brazos, retándola con la mirada. Estaba bastante disgustado por los comentarios de la muchacha.
Garland de Wittelsbach- Humano Clase Alta
- Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 07/03/2016
Localización : De vacaciones en París(?)
Re: Le voyage s'achève dans les bras de l'amour? [Privado]
El tiempo y la distancia dicen que curan todo, pero Sissi no estaba demasiado segura de que eso fuera cierto. De la misma forma que no sabía muy bien qué era, exactamente, lo que sentía por Garland. O lo que había sentido. Fuera como fuera, sus pensamientos o sus propios sentimientos poco importaban cuando era su familia la que había considerado que él era un buen partido para ella. Habían presionado para que pusiera una fecha, justo cuando la muchacha pensaba que el compromiso se convertiría en palabras vacías que se irían con el viento. Sí, él había acabado arrodillándose ante ella, pero no había ni rastro de las mariposas y los nervios que se suponía que debería haber sentido. Puede que en otro momento los hubiera sentido, pero ahora estaba lejos a experimentar algo parecido. Y para colmo de males, sus padres habían tenido la brillante idea de que pasaran un tiempo juntos, en París, lugar en el que él se encontraba ahora mismo. Seguramente sería una ciudad mágica, pero la chica sabía que no podría disfrutar de ella si él se encontraba cerca. Pasear por las calles de la mano de Garland no es algo que le emocionara especialmente, pero no tenía otra opción.
El viaje fue bastante incómodo, pero nada comparado con la llegada al puerto francés. Estar esperando al chico, darse cuenta de que él ni siquiera se había acordado de su llegada, pues no había nadie allí para recogerla...Hizo que se pusiera de peor humor todavía. Se sentía humillada, como cuando él evitaba el tema del compromiso. Tenía la sensación de que le importaba poco o nada y eso, por alguna razón, la enfurecía. Se decía a sí misma que era por el poco respeto que le procesaba, pero lo cierto era que no quería ahondar más en el asunto, tal vez por miedo. O puede que por cualquier otra cosa, no se había detenido a meditarlo. No tenía fuerzas para ello, simple y llanamente.
Tal vez se había equivocado. Tal vez debería no haber hecho caso a su retraso o a su aspecto y suponer que tenía un buen motivo, pero Garland sacaba a la luz la peor parte de la muchacha. Con él no tenía paciencia alguna, atacaba sin mirar, seguramente por miedo, para evitar un posible ataque de su parte. Sin embargo, el comentario que él le replicó, hizo que la chica apretara tanto los puños como los dientes.-¿Qué?-espetó-¿Qué no soy normal? Deberías trabajar como bufón, querido-comentó, poniendo los ojos en blanco-El problema aquí es que tú no me conoces, en absoluto. Y por mí podría seguir siendo así, pero nuestras familias tienen una opinión distinta al respecto.
Se fue sin esperar respuesta, pero Garland no tardó en alcanzarla. Sissi se giró y observó la rojez en su rostro y no pudo evitar sonreír dulcemente unos segundos, hasta que se dio cuenta de lo que estaba haciendo y volvió a controlarse. No conocía la ciudad, estaba claro. Ni siquiera sabía la dirección exacta del lugar en el que estaba viviendo el muchacho, pero no pensaba dar su brazo a torcer. Bastante había herido él su orgullo durante los últimos meses.-¿Una disculpa, yo?-lo miró-Muy bien, no me acompañes si no quieres, no me importa perderme en la ciudad. Seguro que estarás mejor así-se acercó más, hasta quedar a escasos centímetros de él-Pero ni sueñes con que me voy a disculpar. No después de todo lo que has hecho tú-dijo, aunque estas últimas palabras no eran más que un susurro.
El viaje fue bastante incómodo, pero nada comparado con la llegada al puerto francés. Estar esperando al chico, darse cuenta de que él ni siquiera se había acordado de su llegada, pues no había nadie allí para recogerla...Hizo que se pusiera de peor humor todavía. Se sentía humillada, como cuando él evitaba el tema del compromiso. Tenía la sensación de que le importaba poco o nada y eso, por alguna razón, la enfurecía. Se decía a sí misma que era por el poco respeto que le procesaba, pero lo cierto era que no quería ahondar más en el asunto, tal vez por miedo. O puede que por cualquier otra cosa, no se había detenido a meditarlo. No tenía fuerzas para ello, simple y llanamente.
Tal vez se había equivocado. Tal vez debería no haber hecho caso a su retraso o a su aspecto y suponer que tenía un buen motivo, pero Garland sacaba a la luz la peor parte de la muchacha. Con él no tenía paciencia alguna, atacaba sin mirar, seguramente por miedo, para evitar un posible ataque de su parte. Sin embargo, el comentario que él le replicó, hizo que la chica apretara tanto los puños como los dientes.-¿Qué?-espetó-¿Qué no soy normal? Deberías trabajar como bufón, querido-comentó, poniendo los ojos en blanco-El problema aquí es que tú no me conoces, en absoluto. Y por mí podría seguir siendo así, pero nuestras familias tienen una opinión distinta al respecto.
Se fue sin esperar respuesta, pero Garland no tardó en alcanzarla. Sissi se giró y observó la rojez en su rostro y no pudo evitar sonreír dulcemente unos segundos, hasta que se dio cuenta de lo que estaba haciendo y volvió a controlarse. No conocía la ciudad, estaba claro. Ni siquiera sabía la dirección exacta del lugar en el que estaba viviendo el muchacho, pero no pensaba dar su brazo a torcer. Bastante había herido él su orgullo durante los últimos meses.-¿Una disculpa, yo?-lo miró-Muy bien, no me acompañes si no quieres, no me importa perderme en la ciudad. Seguro que estarás mejor así-se acercó más, hasta quedar a escasos centímetros de él-Pero ni sueñes con que me voy a disculpar. No después de todo lo que has hecho tú-dijo, aunque estas últimas palabras no eran más que un susurro.
Erzsébet Von Lothringen- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 24/03/2016
Re: Le voyage s'achève dans les bras de l'amour? [Privado]
La familia era, sin duda, el peor karma que podía cargar un hombre. Eso era lo que pensaba Garland; estaba harto de toda aquella situación. No hallaba la manera para poder deshacerse del tedioso compromiso de una vez por todas, porque él no estaba dispuesto a aguantar a una joven como la heredera de los Lothringen. Se le pasaban por la cabeza varias ideas que debería poner en práctica; tarde o temprano tendría que hacerlo. No deseaba estar atado a alguien cuya presencia le desagradaba, y peor aún, ella no buscaba la manera de que eso cambiara. Garland tampoco esperaba que lo hiciera. Erzsébet tenía la capacidad de derrumbar su paz en cuestiones de segundos, y por más que él intentara mantenerse sereno ante las impertinencias de la joven, no podía. Respiró hondo, contó mentalmente hasta diez, ignorando todas las malas respuestas por parte de Erzsébet, pero fue imposible hacerlo.
—Exacto, no eres normal —replicó aún más enojado—. Una persona que esté olfateando a otra como sabueso, no tiene que ser normal. Eso es algo totalmente ilógico. ¡Eres rara! ¡Rara! —Se llevó los dedos al entrecejo, masajeándose aquella zona con firmeza—. ¿Ves? También eres grosera. No sé a qué has venido aquí; debiste haberte quedado en tus montañas, como la salvaje que eres.
Y ahí volvía de nuevo, dejando escapar las primeras frases que se pasaban por su cabeza, sin hacer caso a lo muy mal que resultaban ser. Pero ella también lo había agredido y Garland no iba a quedarse callado; no era ningún sumiso para tener que cumplir la real voluntad de la muchacha. Le generaba un terrible dolor de cabeza, sumado al insomnio que ahora se hacía mucho más pesado.
Viró los ojos y bufó.
—Tú empezaste, tú te disculpas. Yo no tengo porque hacer nada —espetó—, tú fuiste quien aceptó venir. ¡Tú fuiste quien aceptó este compromiso! ¿Qué pretendías, eh? Bah, ya ni sé para qué te pregunto eso. Tu mundo de fantasía y salvajismo no te deja pensar de manera coherente. —Gruñó—. Es más, puedes regresarte a tu casucha ahora, porque yo no voy a cambiar de parecer con respecto a nada. —Alzó la mirada hacia el cielo—. ¿Qué hice yo para merecer esto? Lo que tengo que aguantar por el honor de los Wittelsbach… Mein Gott.
Garland estaba hecho un manojo de nervios y rabia. Sentía el pulso acelerado y la cabeza a punto de estallarle. De verdad, aquella muchacha, había hecho que se alterara de manera incontrolable. Él solía guardar la compostura, pero cuando se trataba de ella, sencillamente no podía. Volvió a respirar hondo; había reconocido que se había pasado de la raya. Sin embargo, el orgullo hacía que las palabras correctas se quedaran atoradas en su garganta, como un nudo difícil de deshacer.
—Mira, Erzsébet… Si de verdad no quieres estar a mi lado, bien puedes hallar lugar en el hotel principal de la ciudad. Estarás bien y nadie sospechará nada —dijo al cabo de unos largos segundos—. Puedo llevarte ahí, es lo menos que puedo hacer en este momento. De verdad, no estoy en condiciones para tener cerca a nadie. Ni a mis padres.
—Exacto, no eres normal —replicó aún más enojado—. Una persona que esté olfateando a otra como sabueso, no tiene que ser normal. Eso es algo totalmente ilógico. ¡Eres rara! ¡Rara! —Se llevó los dedos al entrecejo, masajeándose aquella zona con firmeza—. ¿Ves? También eres grosera. No sé a qué has venido aquí; debiste haberte quedado en tus montañas, como la salvaje que eres.
Y ahí volvía de nuevo, dejando escapar las primeras frases que se pasaban por su cabeza, sin hacer caso a lo muy mal que resultaban ser. Pero ella también lo había agredido y Garland no iba a quedarse callado; no era ningún sumiso para tener que cumplir la real voluntad de la muchacha. Le generaba un terrible dolor de cabeza, sumado al insomnio que ahora se hacía mucho más pesado.
Viró los ojos y bufó.
—Tú empezaste, tú te disculpas. Yo no tengo porque hacer nada —espetó—, tú fuiste quien aceptó venir. ¡Tú fuiste quien aceptó este compromiso! ¿Qué pretendías, eh? Bah, ya ni sé para qué te pregunto eso. Tu mundo de fantasía y salvajismo no te deja pensar de manera coherente. —Gruñó—. Es más, puedes regresarte a tu casucha ahora, porque yo no voy a cambiar de parecer con respecto a nada. —Alzó la mirada hacia el cielo—. ¿Qué hice yo para merecer esto? Lo que tengo que aguantar por el honor de los Wittelsbach… Mein Gott.
Garland estaba hecho un manojo de nervios y rabia. Sentía el pulso acelerado y la cabeza a punto de estallarle. De verdad, aquella muchacha, había hecho que se alterara de manera incontrolable. Él solía guardar la compostura, pero cuando se trataba de ella, sencillamente no podía. Volvió a respirar hondo; había reconocido que se había pasado de la raya. Sin embargo, el orgullo hacía que las palabras correctas se quedaran atoradas en su garganta, como un nudo difícil de deshacer.
—Mira, Erzsébet… Si de verdad no quieres estar a mi lado, bien puedes hallar lugar en el hotel principal de la ciudad. Estarás bien y nadie sospechará nada —dijo al cabo de unos largos segundos—. Puedo llevarte ahí, es lo menos que puedo hacer en este momento. De verdad, no estoy en condiciones para tener cerca a nadie. Ni a mis padres.
Garland de Wittelsbach- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/03/2016
Localización : De vacaciones en París(?)
Re: Le voyage s'achève dans les bras de l'amour? [Privado]
¿Qué se suponía que tenía que hacer? ¿Cómo debía sentirse? No lo sabía. Casarse era la meta de toda mujer que se precie, o al menos eso le habían inculcado, pero no sentía por Garland lo que se suponía que tenía que sentir. Una vez lo hizo, o eso creía, pero los desplantes del muchacho habían apagado cualquier sentimiento afectuoso y avivado el resentimiento y la ira en la joven. No quería casarse con él, pero su familia había decidido que lo hiciera, que era un buen partido. Lo observó durante unos segundos, tal vez más de los necesarios.
Clavó su mirada en su persona y dejó que un suspiro se escapara de sus labios. Él parecía estar tan poco conforme con esa decisión como ella. Lo había dejado claro al no pedirle matrimonio oficialmente, al dejarla en un limbo que suscitara todo tipo de rumores entorno a su persona. Lo odiaba por eso. Lo odiaba por las miradas de lástima que la habían perseguido durante demasiados meses, por los comentarios hirientes de personas de la corte que fingía que no había llegado a escuchar.
La sangre de la muchacha hervía en su interior y su temperatura aumentaba conforme su prometido iba hablando. Sus palabras se clavaban en ella como puñales, pero no estaba dispuesta a que él se diera cuenta. Se pondría una máscara, una fría y gris máscara que ocultara el daño que le hacía, aunque no revelar sus sentimientos estando él cerca era algo sumamente complicado. Garland tenía la capacidad de hacerla estallar con tan solo un par de palabras.-Así que es eso-musitó enfadada-Piensas que soy una salvaje. ¡Habló el que es todo un caballero!-bramó, poniendo los ojos en blanco y sus manos sobre sus caderas.
¿No había pactado con ella misma que el chico no conocería sus sentimientos? No había podido evitar enfadarse, aunque lo cierto era que, tras la furia, lo que realmente sentía Sissi no era más que tristeza. Garland pensaba que era una salvaje, alguien que estaría mejor en las montañas donde se había criado y no en una ciudad como aquella. O como alguna otra, eso daba igual.-¿Te crees que quiero estar aquí?-le preguntó, aunque en ese momento evitó su mirada. Sentía que era incapaz de sostenérsela.
-¡Yo no acepté nada!-exclamó, furiosa-¿Crees que quiero estar aquí? ¿Qué quiero casarme contigo? ¿Por qué iba a querer algo de eso si es evidente que no me quieres a tu lado? Sería más feliz en mi mundo de fantasía, como tú dices, pero me han obligado a vivir una realidad que me desagrada-bufó. Contuvo el aire unos segundos, pero la furia no desapareció de su interior.-¿Sabes qué? El compromiso queda anulado. Ya no tendrá que aguantar nada, señor Wittelsbach-pronunció, sin atreverse a mirarlo todavía. Se sintió algo más liberada, pero esa sensación se evaporó tan pronto como había llegado. Estaba dolida, furiosa y con la certeza de que él no quería tenerla a su lado. No se casarían, aunque no sabía cómo se lo iba a decir a su familia.
Solo se giró y lo miró a los ojos cuando él la llamó por su nombre, no por el apodo con el que solía referirse a ella y que tanto la irritaba.-No inventes excusas, Garland-suspiró-Mi compañía no te es grata y me lo has dejado más que claro. Encontraré la forma de llegar a ese hotel y no tendrás que soportarme durante más tiempo. Pediré a mi familia que me deje regresar lo antes posible y no volverás a verme nunca más, no te preocupes por eso-musitó y buscó con la mirada a los sirvientes que llevaban su equipaje, dispuesta a decirles que había un cambio de planes. Mientras esto ocurría, llevó su mano a su mejilla, para secar con las mangas de su vestido unas lágrimas que se habían escapado de sus ojos.
Clavó su mirada en su persona y dejó que un suspiro se escapara de sus labios. Él parecía estar tan poco conforme con esa decisión como ella. Lo había dejado claro al no pedirle matrimonio oficialmente, al dejarla en un limbo que suscitara todo tipo de rumores entorno a su persona. Lo odiaba por eso. Lo odiaba por las miradas de lástima que la habían perseguido durante demasiados meses, por los comentarios hirientes de personas de la corte que fingía que no había llegado a escuchar.
La sangre de la muchacha hervía en su interior y su temperatura aumentaba conforme su prometido iba hablando. Sus palabras se clavaban en ella como puñales, pero no estaba dispuesta a que él se diera cuenta. Se pondría una máscara, una fría y gris máscara que ocultara el daño que le hacía, aunque no revelar sus sentimientos estando él cerca era algo sumamente complicado. Garland tenía la capacidad de hacerla estallar con tan solo un par de palabras.-Así que es eso-musitó enfadada-Piensas que soy una salvaje. ¡Habló el que es todo un caballero!-bramó, poniendo los ojos en blanco y sus manos sobre sus caderas.
¿No había pactado con ella misma que el chico no conocería sus sentimientos? No había podido evitar enfadarse, aunque lo cierto era que, tras la furia, lo que realmente sentía Sissi no era más que tristeza. Garland pensaba que era una salvaje, alguien que estaría mejor en las montañas donde se había criado y no en una ciudad como aquella. O como alguna otra, eso daba igual.-¿Te crees que quiero estar aquí?-le preguntó, aunque en ese momento evitó su mirada. Sentía que era incapaz de sostenérsela.
-¡Yo no acepté nada!-exclamó, furiosa-¿Crees que quiero estar aquí? ¿Qué quiero casarme contigo? ¿Por qué iba a querer algo de eso si es evidente que no me quieres a tu lado? Sería más feliz en mi mundo de fantasía, como tú dices, pero me han obligado a vivir una realidad que me desagrada-bufó. Contuvo el aire unos segundos, pero la furia no desapareció de su interior.-¿Sabes qué? El compromiso queda anulado. Ya no tendrá que aguantar nada, señor Wittelsbach-pronunció, sin atreverse a mirarlo todavía. Se sintió algo más liberada, pero esa sensación se evaporó tan pronto como había llegado. Estaba dolida, furiosa y con la certeza de que él no quería tenerla a su lado. No se casarían, aunque no sabía cómo se lo iba a decir a su familia.
Solo se giró y lo miró a los ojos cuando él la llamó por su nombre, no por el apodo con el que solía referirse a ella y que tanto la irritaba.-No inventes excusas, Garland-suspiró-Mi compañía no te es grata y me lo has dejado más que claro. Encontraré la forma de llegar a ese hotel y no tendrás que soportarme durante más tiempo. Pediré a mi familia que me deje regresar lo antes posible y no volverás a verme nunca más, no te preocupes por eso-musitó y buscó con la mirada a los sirvientes que llevaban su equipaje, dispuesta a decirles que había un cambio de planes. Mientras esto ocurría, llevó su mano a su mejilla, para secar con las mangas de su vestido unas lágrimas que se habían escapado de sus ojos.
Erzsébet Von Lothringen- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 24/03/2016
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