AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Feu dans l'eau [Privado]
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Feu dans l'eau [Privado]
El no y el sí son breves de decir pero piden pensar mucho.
Moví las piernas que las tenía flexionadas con las rodillas hacia arriba de un lado para otro mordiéndome el labio atenta a la lectura, estaba sobre el piano de la mansión, sí, suena grotesco lo utilicé como si fuera cama o sofá pero estaba tan emocionada con lo que estaba leyendo que no me podía mantener en un solo lugar, murmuré –Amélia Lincoln después de esto necesitaremos una buena dosis de buscar problemas, sangre y peleas niña- eso sonó tan divertido que una risa se me escapó, mis ojos se movían con las letras que engalanaban las líneas de aquel libro que era de mi madre y justo lo había encontrado empolvado en un baúl que tenía de ella en el sótano, estaba buscando una libreta donde mi madre apuntaba cosas que descubría acerca de los colores, texturas y diferentes tácticas con el pincel que ayudaban a adornar y hacer más meticulosa una obra, cuando lo miré y en un principio me pareció tan tonto que lo dejé a un lado pero después de que su presencia me estuviera inquietando por todo ese lapso de tiempo en el que estaba llevando a cabo mi objetivo me venció, era adictivo y para mí una experiencia nueva, lo llevé a la mansión de mi creador y aquí lo tenía muy bien guardado en un cajón con llave cuando no estaba leyéndolo, no quería que nadie se diera cuenta que tenía estos gustos escondidos, me dejaría débil y como una vil patética ante cualquiera y las noches en las que estaba acostada en mi cama lo leía a la luz de la luna ¿El romanticismo me quería poseer? Negué porque estaba claro que solo era una etapa, algo que dejaba salir muy poco, estiré una pierna y coloque el libro abierto sobre mi estomago, mirando al techo y la carta que me había entregado Francesca donde John me confesaba que su muerte había sido algo deseado aparecieron en mi mente, no lo odiaba y era porque aún lo amaba, no sabía si algún día lo iba a dejar de hacer, ningún hombre me entusiasmaba a ese nivel, claro que en mi cabeza habían quienes me atraían pero no sabía si eso podría llegar a ocupar lo que sentía por ese cazador, por mi maestro, mi novio, ese egoísta, cobarde y que me había dejado sola, rodé la cabeza negando, las lagrimas quemaban los bordes de mis ojos y eso solamente hacía que me odiara, odiaba llorar, no lo hacía por cualquier cosa o persona.
De improviso se me vino a la cabeza el recuerdo del maldito lobo que había encontrado en Londres en la fiesta de mi prima, ese desgraciado del que había bebido y me había dejado besar, me causaba repulsión el recuerdo de sus besos, de sus manos en mi cuerpo, de cierta forma lo odiaba, lo único que podía sacar como positivo de aquella noche amarga era el sabor de su sangre bañarme los labios, llenarme la garganta, excitar a mi demonio sanguinario, el olor a humano se hizo evidente en mis fosas nasales y los pasos de la criada no se hicieron esperar, miré hacia atrás viéndola aparecer de inmediato, traía una vela y la colocó en una pequeña mesa al lado de uno de los sillones –Señorita Amélia, le traje una vela no es bueno que lea en la oscuridad- sonreí de lado porque no necesitaba luz para leer, suspiré cansada –Gracias Monique- susurré y le miré de pies a cabeza, su humilde vestido de algodón estaba algo desgastado y llevaba un delantal de color café que no parecía sucio –Pon la vela aquí cerca de mí- susurré, ella la tomó de inmediato y me miró –Dámela- me la extendió y la miré a los ojos, su actitud sumisa, no entendía porque se comportaban así conmigo, de acuerdo, podía ser que por veces andaba de tan mal humor que ni yo misma me soportaba, pero jamás los había golpeado o insultado, al menos yo no lo recordaba, tomé la vela y la pasé a mi otra mano colocándola a mi lado y con mi mano libre le sostuve de la muñeca dándole vuelta para apreciar las arterias y venas que pasaban por ahí, saboreé mis labios, sentía su pulso debajo de su muñeca acelerado, escuché que soltó un ligero suspiro, sonreí –Monique…- susurré y acerqué la muñeca a mis labios, alcé los ojos y ella tenía los ojos cerrados, sus facciones tensas, se mordía el labio fuertemente –Tranquila- susurré y deslicé mis labios por aquellas venas, ella soltó un jadeo –Shh- susurré y afiancé más el agarre deslizando la punta de mi lengua por su tibia piel y coloqué su palma en mi mejilla –Siénteme- susurré y ella asintió mientras seguía con el labio entre sus dientes –No te haré daño- acerqué de nueva cuenta la muñeca y atrapé su piel con mis dientes jalándola suavemente, ella abrió los ojos de golpe y me miraba atenta con los labios entreabiertos, sonreí con un aire de maldad contra su muñeca y succioné –Mmmm- ahogué un gemido contra su carne, mis colmillos que todavía estaban ocultos por mis labios rozaron su punta, listos para perforarle y dejar que su elixir, su miel, su vino de vida me diera por unos breves segundos la sensación de calor corporal, la jalé para acercarla más a mí sin dejar de verle a los ojos cuando escuché que tocaron la puerta, la solté y la mujer pareció volver a poner los pies en la tierra, fruncí el ceño cerrando los ojos por la molestia de que me habían interrumpido, susurré –Ve- escuché como se marchaba, me levanté sentándome en el piano y mis pies colgando a unos metros del suelo agudicé mi oído y escuché la voz de un hombre, fruncí el ceño curiosa cuando el apellido Levesque se hizo notar –Levesque ¿Por qué rayos buscas a la déspota uh? Y sobre todo como rayos me hallaste miserable pulgoso - sonreí de lado y mi iris cambio brevemente a un amaranto puro y lleno de rabia.
Me tiré del piano tirando mi cabello hacia mi espalda y pasándome las manos por mi vestido de algodón color negro, tres dedos por encima de medio muslo, era sencillo, me ajusté la cinta azul que tenía en la cintura y caminé descalza a la entrada viéndole –¿Qué pasa aquí? - dije con un tono educado, el sirviente me explicó que Stéphane Levesque me estaba invitando a cenar a un pequeño restaurante cerca de la Laguna, ese tipo al parecer no entendía que yo no quería saber nada de él, rodé los ojos y me crucé de brazos negando –Dile a tu amo que no me interesa tener ningún tipo de contacto con él- dije con desdén y el hombre casi me suplicaba con la mirada que fuese a la mentada reunión, ya casi sus ojos derramaban lagrimas de suplica, algo me hizo estremecer el cuerpo, tal vez era la mirada del hombre y de imaginarme a ese inepto golpeando a sus empleados me hervía la sangre, solté un suspiro y asentí –De acuerdo, me cambiaré y llegaré a la cita con tu amo, dame la dirección- el hombre empezó a decirme que traía un carruaje para mí, miré por encima de su hombro a la salida y pude notar al carruaje fuera de los predios de la mansión –No, yo puedo irme sola- el hombre insistía en que así era mejor, tensé la mandíbula y acepté invitándolo a pasar mientras esperaba porque me cambiara, subí hasta mi habitación y busqué de mala gana algo para la ocasión, daba gracias a Dios que acababa de darme un largo baño y en ese momento miré un diseño nuevo y no antes visto que me había diseñado Lorenzo, se trataba de un traje de seda de una sola pieza que constaba de pantalón, era de color rojo vino con la espalda descubierta y ceñido en la cintura mientras que en la parte de abajo era ligeramente abombado apretándose en los tobillos, alcé la ceja y lo tomé, amarrándome el cabello en una cola larga que guindaba en mi espalda, unos zarcillos de oro con esmeraldas y unos botines color negro de tacón de aguja, me maquille sutilmente y apliqué perfume, dejando olor a mi paso, de nueva cuenta baje y salí acompañada del hombre llegando al carruaje, me repudiaba en ese momento, pero aprovecharía la ocasión para dejarle en claro que no lo quería ver nunca más, que dejara de acosarme con estúpidos regalos porque no los necesitaba ni los quería, mirando por la ventana del carruaje de reojo notaba la sumisión del hombre, en todo momento tenía sus manos juntas y mirando hacia su regazo, justo cuando me decidí a decirle que levantara la cabeza el carruaje se detuvo llegando a la laguna y el cochero nos abrió la puerta extendiéndome la mano para bajar, mis ojos se deslizaron a la laguna y el viento proveniente de aquel manto azul me chocaba la cara haciéndome ligeras cosquillas, cuando escuché de nuevo al sirviente pidiéndome que entráramos al restaurante, ya adentro el lujo y aire costero se hicieron notar, algunas mujeres me quedaban viendo, claro les parecía una ofensa que estuviera usando un pantalón cuando yo era una chica, rodé los ojos, había una ligera música de violín que endulzaba el ambiente, dando una tranquilidad que podría calmar el mal humor de cualquiera, un hombre nos abrió la puerta a un salón, se escuchaban unos ligeros murmullos no habían muchas personas , en ese momento el sirviente desapareció, sonreí un poco y le miré irse mientras que uno de los meseros me encaminaba a la mesa en la que debía estar el atrevido que llevaba por apellido Levesque, llevándome a una mesa a un lado y al fondo lo pude ver, mis orbes verde-azuladas se centraron en su mirada, quería destrozarlo por estar jugando el papel de caballero que claramente no le quedaba.
Baltasar Gracián
Este libro era fantástico, no era amante de la lectura romántica, la consideraba pretenciosa, insípida, demasiado cliché y llena de expectativas abismales que solamente hacían a las mujeres empecinarse en encontrar hombres perfectos, claramente eso es algo fantasioso, la vida no era un cuento de hadas, aquí había sufrimiento y alegría y al final muchas veces la tristeza y amargura salían victoriosas, pero este libro me tenía atrapada, era el hecho del amor incondicional que se tenían dos seres a pesar de haber cruzado la línea que separa la vida de la muerte, sonreí amplio con los ojos cerrados y negué no me podía creer que esto me estaba gustando demasiado, después de todo era una chica y como toda chica tenía un lado cursi y patético escondido, muy en el fondo lo poseía pero al final del camino ahí estaba.Moví las piernas que las tenía flexionadas con las rodillas hacia arriba de un lado para otro mordiéndome el labio atenta a la lectura, estaba sobre el piano de la mansión, sí, suena grotesco lo utilicé como si fuera cama o sofá pero estaba tan emocionada con lo que estaba leyendo que no me podía mantener en un solo lugar, murmuré –Amélia Lincoln después de esto necesitaremos una buena dosis de buscar problemas, sangre y peleas niña- eso sonó tan divertido que una risa se me escapó, mis ojos se movían con las letras que engalanaban las líneas de aquel libro que era de mi madre y justo lo había encontrado empolvado en un baúl que tenía de ella en el sótano, estaba buscando una libreta donde mi madre apuntaba cosas que descubría acerca de los colores, texturas y diferentes tácticas con el pincel que ayudaban a adornar y hacer más meticulosa una obra, cuando lo miré y en un principio me pareció tan tonto que lo dejé a un lado pero después de que su presencia me estuviera inquietando por todo ese lapso de tiempo en el que estaba llevando a cabo mi objetivo me venció, era adictivo y para mí una experiencia nueva, lo llevé a la mansión de mi creador y aquí lo tenía muy bien guardado en un cajón con llave cuando no estaba leyéndolo, no quería que nadie se diera cuenta que tenía estos gustos escondidos, me dejaría débil y como una vil patética ante cualquiera y las noches en las que estaba acostada en mi cama lo leía a la luz de la luna ¿El romanticismo me quería poseer? Negué porque estaba claro que solo era una etapa, algo que dejaba salir muy poco, estiré una pierna y coloque el libro abierto sobre mi estomago, mirando al techo y la carta que me había entregado Francesca donde John me confesaba que su muerte había sido algo deseado aparecieron en mi mente, no lo odiaba y era porque aún lo amaba, no sabía si algún día lo iba a dejar de hacer, ningún hombre me entusiasmaba a ese nivel, claro que en mi cabeza habían quienes me atraían pero no sabía si eso podría llegar a ocupar lo que sentía por ese cazador, por mi maestro, mi novio, ese egoísta, cobarde y que me había dejado sola, rodé la cabeza negando, las lagrimas quemaban los bordes de mis ojos y eso solamente hacía que me odiara, odiaba llorar, no lo hacía por cualquier cosa o persona.
De improviso se me vino a la cabeza el recuerdo del maldito lobo que había encontrado en Londres en la fiesta de mi prima, ese desgraciado del que había bebido y me había dejado besar, me causaba repulsión el recuerdo de sus besos, de sus manos en mi cuerpo, de cierta forma lo odiaba, lo único que podía sacar como positivo de aquella noche amarga era el sabor de su sangre bañarme los labios, llenarme la garganta, excitar a mi demonio sanguinario, el olor a humano se hizo evidente en mis fosas nasales y los pasos de la criada no se hicieron esperar, miré hacia atrás viéndola aparecer de inmediato, traía una vela y la colocó en una pequeña mesa al lado de uno de los sillones –Señorita Amélia, le traje una vela no es bueno que lea en la oscuridad- sonreí de lado porque no necesitaba luz para leer, suspiré cansada –Gracias Monique- susurré y le miré de pies a cabeza, su humilde vestido de algodón estaba algo desgastado y llevaba un delantal de color café que no parecía sucio –Pon la vela aquí cerca de mí- susurré, ella la tomó de inmediato y me miró –Dámela- me la extendió y la miré a los ojos, su actitud sumisa, no entendía porque se comportaban así conmigo, de acuerdo, podía ser que por veces andaba de tan mal humor que ni yo misma me soportaba, pero jamás los había golpeado o insultado, al menos yo no lo recordaba, tomé la vela y la pasé a mi otra mano colocándola a mi lado y con mi mano libre le sostuve de la muñeca dándole vuelta para apreciar las arterias y venas que pasaban por ahí, saboreé mis labios, sentía su pulso debajo de su muñeca acelerado, escuché que soltó un ligero suspiro, sonreí –Monique…- susurré y acerqué la muñeca a mis labios, alcé los ojos y ella tenía los ojos cerrados, sus facciones tensas, se mordía el labio fuertemente –Tranquila- susurré y deslicé mis labios por aquellas venas, ella soltó un jadeo –Shh- susurré y afiancé más el agarre deslizando la punta de mi lengua por su tibia piel y coloqué su palma en mi mejilla –Siénteme- susurré y ella asintió mientras seguía con el labio entre sus dientes –No te haré daño- acerqué de nueva cuenta la muñeca y atrapé su piel con mis dientes jalándola suavemente, ella abrió los ojos de golpe y me miraba atenta con los labios entreabiertos, sonreí con un aire de maldad contra su muñeca y succioné –Mmmm- ahogué un gemido contra su carne, mis colmillos que todavía estaban ocultos por mis labios rozaron su punta, listos para perforarle y dejar que su elixir, su miel, su vino de vida me diera por unos breves segundos la sensación de calor corporal, la jalé para acercarla más a mí sin dejar de verle a los ojos cuando escuché que tocaron la puerta, la solté y la mujer pareció volver a poner los pies en la tierra, fruncí el ceño cerrando los ojos por la molestia de que me habían interrumpido, susurré –Ve- escuché como se marchaba, me levanté sentándome en el piano y mis pies colgando a unos metros del suelo agudicé mi oído y escuché la voz de un hombre, fruncí el ceño curiosa cuando el apellido Levesque se hizo notar –Levesque ¿Por qué rayos buscas a la déspota uh? Y sobre todo como rayos me hallaste miserable pulgoso - sonreí de lado y mi iris cambio brevemente a un amaranto puro y lleno de rabia.
Me tiré del piano tirando mi cabello hacia mi espalda y pasándome las manos por mi vestido de algodón color negro, tres dedos por encima de medio muslo, era sencillo, me ajusté la cinta azul que tenía en la cintura y caminé descalza a la entrada viéndole –¿Qué pasa aquí? - dije con un tono educado, el sirviente me explicó que Stéphane Levesque me estaba invitando a cenar a un pequeño restaurante cerca de la Laguna, ese tipo al parecer no entendía que yo no quería saber nada de él, rodé los ojos y me crucé de brazos negando –Dile a tu amo que no me interesa tener ningún tipo de contacto con él- dije con desdén y el hombre casi me suplicaba con la mirada que fuese a la mentada reunión, ya casi sus ojos derramaban lagrimas de suplica, algo me hizo estremecer el cuerpo, tal vez era la mirada del hombre y de imaginarme a ese inepto golpeando a sus empleados me hervía la sangre, solté un suspiro y asentí –De acuerdo, me cambiaré y llegaré a la cita con tu amo, dame la dirección- el hombre empezó a decirme que traía un carruaje para mí, miré por encima de su hombro a la salida y pude notar al carruaje fuera de los predios de la mansión –No, yo puedo irme sola- el hombre insistía en que así era mejor, tensé la mandíbula y acepté invitándolo a pasar mientras esperaba porque me cambiara, subí hasta mi habitación y busqué de mala gana algo para la ocasión, daba gracias a Dios que acababa de darme un largo baño y en ese momento miré un diseño nuevo y no antes visto que me había diseñado Lorenzo, se trataba de un traje de seda de una sola pieza que constaba de pantalón, era de color rojo vino con la espalda descubierta y ceñido en la cintura mientras que en la parte de abajo era ligeramente abombado apretándose en los tobillos, alcé la ceja y lo tomé, amarrándome el cabello en una cola larga que guindaba en mi espalda, unos zarcillos de oro con esmeraldas y unos botines color negro de tacón de aguja, me maquille sutilmente y apliqué perfume, dejando olor a mi paso, de nueva cuenta baje y salí acompañada del hombre llegando al carruaje, me repudiaba en ese momento, pero aprovecharía la ocasión para dejarle en claro que no lo quería ver nunca más, que dejara de acosarme con estúpidos regalos porque no los necesitaba ni los quería, mirando por la ventana del carruaje de reojo notaba la sumisión del hombre, en todo momento tenía sus manos juntas y mirando hacia su regazo, justo cuando me decidí a decirle que levantara la cabeza el carruaje se detuvo llegando a la laguna y el cochero nos abrió la puerta extendiéndome la mano para bajar, mis ojos se deslizaron a la laguna y el viento proveniente de aquel manto azul me chocaba la cara haciéndome ligeras cosquillas, cuando escuché de nuevo al sirviente pidiéndome que entráramos al restaurante, ya adentro el lujo y aire costero se hicieron notar, algunas mujeres me quedaban viendo, claro les parecía una ofensa que estuviera usando un pantalón cuando yo era una chica, rodé los ojos, había una ligera música de violín que endulzaba el ambiente, dando una tranquilidad que podría calmar el mal humor de cualquiera, un hombre nos abrió la puerta a un salón, se escuchaban unos ligeros murmullos no habían muchas personas , en ese momento el sirviente desapareció, sonreí un poco y le miré irse mientras que uno de los meseros me encaminaba a la mesa en la que debía estar el atrevido que llevaba por apellido Levesque, llevándome a una mesa a un lado y al fondo lo pude ver, mis orbes verde-azuladas se centraron en su mirada, quería destrozarlo por estar jugando el papel de caballero que claramente no le quedaba.
Leer Kruspe- Vampiro Clase Alta
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Re: Feu dans l'eau [Privado]
Tantos ojos a mi alrededor y los únicos que me interesan son los tuyos, vas a mostrarte tal cual eres, ambos lo haremos y no habrá marcha atrás
Las horas pasaban, casi era agónico el pasar de los segundos, Stéphane tenía tantas ansías de que por fin el sol se perdiera en el horizonte y la luna se proclamara en el cielo como la reina, la estrella de la noche la luna llena había terminado hace dos noches y en la última noche en que la gigante nocturno había mostrado su cara completa el instinto asesino de Stéphane había tomado tres víctimas por falta de una, con los pies subidos encima del escritorio y las manos sosteniéndole la nuca miraban con una sonrisa orgullosa la pequeña caja que contenía el diamante que le daría a la vampira déspota, a la cría salvaje, el fruto del demonio, Amelia Lincoln, esa mujer que lo tenía encaprichado, se había esmerado por saber donde vivía y debido a la mala fortuna se había llevado la desagradable sorpresa que aquella vampira salvaje no vivía ahí al menos no de tiempo completo lo que le hizo pensar que lo más seguro es que debía seguir bajo el dominio de su creador o creadora, después de haber averiguado aquello mandaba a un criado de confianza a que vigilara la mansión en un determinado lapso de tiempo, finalmente una noche el criado le trajo noticias positivas, buenas y alegres noticias, había seguido a la vampira desde que había salido de su mansión, la había visto cazar y luego dirigirse tan fresca como lechuga a otra mansión, la cual en un principio cuando el criado le indicó donde era el lugar sin dudarlo visitó el lugar y lo reconoció, era la mansión de uno de los vineros de París, hablaban muy bien de su producto pero Stéphane no había probado tales licores, no estaba en sus planes futuros tampoco y eso parecía dar muchas aclaraciones de aquello, se trataba de un vampiro lo más seguro porque la fémina vivia con él, había decidido empezar a molestar a la vampira, mandaba perfumes exclusivos a su mansión, donde todo mundo suponía que vivía pero fue hasta esa noche en la que decidiría mandarle una visita para invitarla a cenar a un restaurante exclusivo cerca de la laguna, le tenía varias sorpresas esa noche, quería molestarla, ponerla como cabra, como la creatura indomable que era, sus besos seguían vivos en su memoria, en sus labios, quería probar aquellos labios por unas cuantas veces más, aunque eso significase que pudiese llevarse un duro revés en el intento, se paso la lengua por el labio inferior y volvió a fijar sus ojos azules en el regalo que le llevaría a la vampira, era el diamante de su familia engalanado con una cadena de oro puro y brillante de varios quilates y el nombre de ella plasmado en la cadena, agarró la caja y la metió en uno de los gaveteros de su escritorio, sonriendo a medio lado agarrando unos papeles para firmarlos, miró el contrato que sería la segunda sorpresa de la noche para la vampira, en él le solicitaba una alianza, ella le haría cuadros a él, sabía que la pintura era su pasión, otro dato que había investigado, era acucioso y bastante observador y a cambio de la sociedad él no abriría la boca acerca de su condición a alguno de su familia por accidente, era una técnica cobarde pero la situación lo requería, mirando al reloj de pie que estaba a un lado de la puerta de su oficina el segundero parecía correr sin gravedad, odiaba esperar y más aún si la situación sabía que de alguna manera le sería beneficiosa
Saliendo de la bañera dos criadas le envolvieron una toalla a la cadera regresando a su habitación, ya su traje de noche estaba listo, era un fino traje color negro con rayas verticales finas y blancas y una corbata negra con una camisa de seda color blanco por dentro, las criadas lo vistieron y la ultima que quedó le acomodó un pañuelo en el bolsillo del saco mientras colocaba por ultimo un prendedor que era un dragón el una de las solapas del saco, se miró al espejo terminando de pinar su cabello hacia atrás mediante la aplicación de un fijador y sonrió a su reflejo, lucía como exactamente quería aparentar esa noche, un fino caballero que invita a una dama a cenar, ninguno de los dos eran tal cosa, él era caballero y fino pero la intención no había sido esa, sus planes eran más perversos y llenos de beneficios que tirarían solo de un lado y por el lado de la fémina vampira, ella no era una dama, era una bestia que podía destrozar a todos en ese lugar incluyéndolo a él si se descuidaba ya una vez había intentado ¿Qué le impediría hacerlo por una segunda vez? Sin mirar a la criada ni darle las gracias salió de su habitación dando un portazo dejando a la mortal dentro de esas cuatro paredes y bajó con un andar despreocupado a su carruaje, había mandado el mejor carruaje con caballos blancos y de largas cabelleras a traer a su acompañante junto con el criado, por el bien del hombre esperaba que la convenciera si no él tendría que presentarse personalmente y conocer el aposento de la vampira y quizás toparse cara a cara con quien le había dado de beber su sangre, podrían ser familias en un futuro y le entusiasmaba, negó porque estaba claro que aquello era todo sarcasmo, saliendo de la mansión subió a su carruaje y de inmediato el hombre al mando de los caballos empezó a poner en marcha a los corceles recostando la cabeza contra el cómodo asiento del carruaje cerró los ojos y pensó en el rostro de aquella cría salvaje al momento que le entregara el contrato y quizás lo más seguro es que le tiraría la joya a la cara si el salvajismo la poseía, era impredecible y le atraía demasiado, sostuvo con fuerzas la caja en sus manos y el sobre con el contrato sonriendo con burla y los ojos cerrados, la mesa estaba puesta para que la cena saliera de acuerdo a sus planes
Llegando al restaurante el cochero le abrió la puerta, saliendo mirando el restaurante llegó a la entrada y preguntó por sus reservaciones, el mismo gerente lo atendió y lo encamino a un salón especial que tenía para sus mejores clientes, el costo sería más elevado pero el dinero no eran problema ni inquietud para el licántropo, sentándose en una mesa al fondo el mismo gerente le atendió–¿Algo de beber señor Levesque, vino, champagne?- él licántropo deslizó su mano por la mesa sintiendo la textura del mantel y negó rozando la yema de los dedos en el florero que adornaba la mesa –Esperaré a mi acompañante, no tarda en llegar y por favor vendrá acompañada del mismo criado con el que he venido anteriormente no quiero inconvenientes que los hagan pasar de inmediato, eso sería de mi total agrado- el hombre asintió e hizo una reverencia –Sabe que usted es uno de nuestros mejores clientes señor Levesque, todo saldrá como quiera esta noche- Stéphane sonrió y le miró irse atento susurrando para él –Lo saldrá, exactamente como yo quiero y ella no podrá decirme que no- recostando la espalda y apoyando el codo en el respaldar de la misma miraba a una pareja que gozaban de sus cenas, no sabía que la tempestad estaba pronta en llegar, de su bolsillo sacó un reloj de mano mirando que habían pasado más de 10 minutos de la hora en que le había indicado al sirviente que trajera a la vampira, la pagaría con impuestos, cerró los ojos un momento, agarrando fuerzas de donde podía, calma y paciencia le pedía a todos los dioses existentes, gruñó agudo y palmeó el pie en el piso, impaciente ¿Acaso lo había dejado plantado? Esperaba que no porque entonces iría y la traería encima del hombro a fuerza, giró el rostro y de inmediato su aura pálida se le grabó en los ojos, una sonrisa de satisfacción se asomó en sus labios y se levantó del asiento, acomodándose el saco, deslizando sus ojos por todo su cuerpo, estaba esplendida como siempre, llevaba un pantalón que le parecía un insulto para las demás mujeres que solamente gozaban con faldas de vieja, cada curva era enmarcada por ese traje, una vez de frente a ella, sonrió con caballerosidad–Mademoiselle Lincoln, buenas noches- tomó su mano sin permiso y besó suave su dorso, sintiendo lo frio de su piel, enarcó una ceja y antes de que el mesero le deslizara la silla se adelantó –Déjame a mí, retírate- el muchacho se fue y él le extendió la mano en dirección a la silla –Vamos Amelia, siéntate no pienso cobrarte esta muestra de cortesía- sonrió amablemente pero todo aquello era fingido y ya una vez ella sentada, se desabotonó el saco y tomó asiento frente a ella, recostando la espalda contra el asiento –Te ves hermosa como siempre vampira déspota- sabía que le irritaría, así que aguantó la risa –Antes de que empecemos con nuestra cena mi hermosa y salvaje compañera, cría vampira, te traje un regalo- deslizó la caja hacia ella –Ojalá sea de tu gusto porque si no lo es entonces haremos que lo sea- susurró con un aire sarcástico mirándole a los ojos en todo momento –Y esto solo es el comienzo Amelia, esa no es la sorpresa más agradable que te tengo preparada- su mirada se volvió algo traviesa, recordando el papel –Pero antes de dártela, vamos a cenar ¿sí?- se golpeó con dos dedos suave la frente y cerró los ojos negando con la cabeza –Oh disculpa, ustedes no comen, al menos no comida que los demás normales si ingerimos- soltó un resoplido –Soy un tonto por veces, sobre todo estando frente a ti, dime ¿A cuál de todos estos mortales gordos y feos quieres?- sonrió de manera orgullosa y le sostuvo la mirada deslizando por un breve momento sus ojos a sus carnosos labios, quería besarle de nueva cuenta sin esperar más, la noche no era tan joven
Stéphane Levesque- Licántropo Clase Alta
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Re: Feu dans l'eau [Privado]
Una colección de pensamientos debe ser una farmacia donde se encuentra remedio a todos los males.
Llegué a la mesa y enderecé mi espalda, demostrando que estaba fastidiada pero a pesar de eso mi actitud era firme, solo venía a ver qué demonios quería y de la misma forma me retiraría, no iba a alargar un encuentro en donde él me demostraría de nueva cuenta que no era un caballero del que yo podría gustar, no era chica de flores y corazones pero tampoco gozaba con la arrogancia y apariencia de malo en los hombres, solo los hacía parecer mediocres desesperados por atención, hombre con los pantalones debajo de las rodillas, yo ya era lo bastante arrogante para sumar otro ego inalcanzable a la lista, y mi ego era… inigualable, sin sonreírle le miré desde abajo, estaba claro él me llevaba altura, tensé mi mano al sentir que la sujetó y beso haciendo una mueca de ligero asco la quité de inmediato –Buenas noches Monsieur Levesque- dije con un tono arrogante, el muy insolente le ordenó al empleado que se fuera lo que me hizo fruncir el ceño ¿Quién se creía? Rodé los ojos y acepté la invitación a sentarme sin decir ni una tan sola palabra ni dirigirle un segundo de mi mirada, tomé los brazos de la silla y jalé con algo de brusquedad hacia el centro de la mesa, tomando la servilleta la extendí y limpié el dorso de mi mano con ella extendiéndola sobre mi regazo en un segundo acto, ya me estaba comenzando a fastidiar el verle y estaba famélica, así que la tempestad podría desatarse en cualquier momento, siendo él tan solo una casucha que me llevaría con el tornado que podría aparecer sin previo aviso, arrugué la nariz por el olor –Apesta a perro mojado- murmuré con desdén, recostando la espalda contra el respaldar de la silla le miré a los ojos y me crucé de brazos –Dejémonos de protocolos simplones Stéphane ¿Qué rayos quieres? Habla de una vez que no estoy dispuesta a perder mi tiempo contigo- bufé y alcé una ceja sin dejar de verle a los ojos –Gracias por los halagos simplones pero viniendo de ti son mal aceptados y no queridos, lastima no pueda decir lo mismo de ti- le recorrí el traje con la mirada, había mentido, no podía negar que era un hombre elegante pero tampoco tendría por qué hacérselo saber, sonreí de lado ya quería aclaraciones y no dudas y las obtendría aunque tuviera que golpearlo hasta que los nudillos me sangraran.
Miré la caja que tiró hacia mi lado, fruncí el ceño curiosa por saber que era ¿A qué estaba jugando? Lo más seguro es que era un perfume, otro que iría directo a la basura -¿Otro regalo? - sonreí de lado y lo tomé apretujando la caja de cuero en mis manos -¿De qué manera se te hace entender que no quiero regalos tuyos uhm?- suspiré fastidiada y lo abrí con algo de aburrimiento –Oh Stéphane, ahora ¿qué regalo me tienes preparado eh? - le miré por debajo de mis cejas –Otro de tus baratos perfumes lo más seguro ¿Cuándo entenderás que no quiero nada tuyo, que tus productos son de mal gusto y que cuento con suficiente dinero para comprarme todos los perfumes de Paris sí se me antoja? - cuando terminé de quitar la tapa mis ojos se abrieron un poco, viendo al diamante que habían sido las gemas de la familia, de esas que no se vendían al mejor postor porque fueran las primeras que se habían encontrado cuando el negocio de la minería empezó a andar y sabía que era el diamante que mis tíos habían dado como obsequio al ganador en aquella noche, el ganador obviamente había sido el perro que tenía enfrente, todo merito mío, alcé la ceja y tomé el collar con los dedos delicado sacando el diamante y apreciándolo a la luz de los quinqués que iluminaban el lugar, colgando de mis dedos le di vuelta apreciando su perfecto corte y limpieza del mismo –¿Para qué rayos me traes esto? - le miré de reojo -¿Piensas comprarme con las propias gemas familiares? - lo volví a colocar dentro de la caja y cerré rápido deslizándolo hacia su lado de inmediato –No lo quiero, quédate con ese obsequio que para mí solo es una molestia- fruncí el ceño y miré hacia mi lado izquierdo, mirando a una pareja de la mano que iban a bailar, cerré los ojos y tensé la mandíbula escuchando la música de violín que endulzaba el ambiente hostil que había entre ambos –Mira Stéphane ya deja de decir sandeces y ve al grano ¿Cuál es el objetivo de esta artimaña que llamas cena? - apoyé los codos sobre la mesa inclinándome hacia al frente y colocando la barbilla entre mis manos –Ninguno de tus regalos son de mi agrado inepto, tu sola presencia me molesta, me molestas demasiado y huele peor- gruñí bajo y miré un sobre que estaba sobre la mesa, me inquietaba por saber que era lo que contenía, cuando escuché la siguiente oración no puede evitar reír –Stéphane eres divertido ¡eh! - le apunté con el dedo índice sin educación y volví a recostarme contra el respaldar de la silla cruzándome de brazos -¿Normales? - suspiré –El convertirse en un perro apestoso en luna llena es algo muy normal Stéphane demasiado- fruncí ligeramente el ceño -¿A cuál de todos quiero cenar? - doblé la boca de lado y miré hacia el techo –A ver déjame pensar, déjame…- le volví a ver a los ojos haciendo que mi iris cambiase al bermellón lleno de rabia –El tener tu corazón aquí en la mesa con un cuchillo clavado es algo que sería de mi total agrado insulso- sonreí de lado –Pero antes de que ese deseo mío se haga realidad, dime algo- volví a inclinarme hacia adelante tomando su mano y apretujándola -¿Cómo rayos diste con la dirección en donde tu empleado fue a traerme eh? - enterré un poco las uñas mirando que salían unas gotas de sangre y solté limpiándola en mi servilleta –Habla que la paciencia se me colma ¿Quién te dio esa dirección? - fruncí los labios mirándole a los ojos esperando una aclaración de ese dato que había descubierto y que me dejaba expuesta, dejaba expuesta mi maldita naturaleza y la del ser que vivía conmigo a alguien que podría usarla como cuchillo caliente en mantequilla si quisiese.
Voltaire
Desdichada noche, la luna estaba en cuarto menguante y parecía en cualquier momento caía un torrencial sobre París para sumirlo en truenos y relámpagos, llenar de agua y sacar la basura de la calle, en cambio para mí, estaba sumergida en un infierno con apellido Levesque, mi vida de nuevo estaba siendo sumergida en la molestia, después de aquella amarga noche en Londres, un encuentro eterno que se volvería mi peor pesadilla de nueva cuenta por lo que restaba de la noche ¡Tan ilusa! Debía estar encerrada en la mansión pero estaban empezando a tener confianza en mí y ya en estos momentos prefería ser una prisionera a ser alguien que gozaba de libertad condicionada, Stéphane Levesque, era el responsable de cualquiera rabieta que se me cruzara por la mente en estos días.Llegué a la mesa y enderecé mi espalda, demostrando que estaba fastidiada pero a pesar de eso mi actitud era firme, solo venía a ver qué demonios quería y de la misma forma me retiraría, no iba a alargar un encuentro en donde él me demostraría de nueva cuenta que no era un caballero del que yo podría gustar, no era chica de flores y corazones pero tampoco gozaba con la arrogancia y apariencia de malo en los hombres, solo los hacía parecer mediocres desesperados por atención, hombre con los pantalones debajo de las rodillas, yo ya era lo bastante arrogante para sumar otro ego inalcanzable a la lista, y mi ego era… inigualable, sin sonreírle le miré desde abajo, estaba claro él me llevaba altura, tensé mi mano al sentir que la sujetó y beso haciendo una mueca de ligero asco la quité de inmediato –Buenas noches Monsieur Levesque- dije con un tono arrogante, el muy insolente le ordenó al empleado que se fuera lo que me hizo fruncir el ceño ¿Quién se creía? Rodé los ojos y acepté la invitación a sentarme sin decir ni una tan sola palabra ni dirigirle un segundo de mi mirada, tomé los brazos de la silla y jalé con algo de brusquedad hacia el centro de la mesa, tomando la servilleta la extendí y limpié el dorso de mi mano con ella extendiéndola sobre mi regazo en un segundo acto, ya me estaba comenzando a fastidiar el verle y estaba famélica, así que la tempestad podría desatarse en cualquier momento, siendo él tan solo una casucha que me llevaría con el tornado que podría aparecer sin previo aviso, arrugué la nariz por el olor –Apesta a perro mojado- murmuré con desdén, recostando la espalda contra el respaldar de la silla le miré a los ojos y me crucé de brazos –Dejémonos de protocolos simplones Stéphane ¿Qué rayos quieres? Habla de una vez que no estoy dispuesta a perder mi tiempo contigo- bufé y alcé una ceja sin dejar de verle a los ojos –Gracias por los halagos simplones pero viniendo de ti son mal aceptados y no queridos, lastima no pueda decir lo mismo de ti- le recorrí el traje con la mirada, había mentido, no podía negar que era un hombre elegante pero tampoco tendría por qué hacérselo saber, sonreí de lado ya quería aclaraciones y no dudas y las obtendría aunque tuviera que golpearlo hasta que los nudillos me sangraran.
Miré la caja que tiró hacia mi lado, fruncí el ceño curiosa por saber que era ¿A qué estaba jugando? Lo más seguro es que era un perfume, otro que iría directo a la basura -¿Otro regalo? - sonreí de lado y lo tomé apretujando la caja de cuero en mis manos -¿De qué manera se te hace entender que no quiero regalos tuyos uhm?- suspiré fastidiada y lo abrí con algo de aburrimiento –Oh Stéphane, ahora ¿qué regalo me tienes preparado eh? - le miré por debajo de mis cejas –Otro de tus baratos perfumes lo más seguro ¿Cuándo entenderás que no quiero nada tuyo, que tus productos son de mal gusto y que cuento con suficiente dinero para comprarme todos los perfumes de Paris sí se me antoja? - cuando terminé de quitar la tapa mis ojos se abrieron un poco, viendo al diamante que habían sido las gemas de la familia, de esas que no se vendían al mejor postor porque fueran las primeras que se habían encontrado cuando el negocio de la minería empezó a andar y sabía que era el diamante que mis tíos habían dado como obsequio al ganador en aquella noche, el ganador obviamente había sido el perro que tenía enfrente, todo merito mío, alcé la ceja y tomé el collar con los dedos delicado sacando el diamante y apreciándolo a la luz de los quinqués que iluminaban el lugar, colgando de mis dedos le di vuelta apreciando su perfecto corte y limpieza del mismo –¿Para qué rayos me traes esto? - le miré de reojo -¿Piensas comprarme con las propias gemas familiares? - lo volví a colocar dentro de la caja y cerré rápido deslizándolo hacia su lado de inmediato –No lo quiero, quédate con ese obsequio que para mí solo es una molestia- fruncí el ceño y miré hacia mi lado izquierdo, mirando a una pareja de la mano que iban a bailar, cerré los ojos y tensé la mandíbula escuchando la música de violín que endulzaba el ambiente hostil que había entre ambos –Mira Stéphane ya deja de decir sandeces y ve al grano ¿Cuál es el objetivo de esta artimaña que llamas cena? - apoyé los codos sobre la mesa inclinándome hacia al frente y colocando la barbilla entre mis manos –Ninguno de tus regalos son de mi agrado inepto, tu sola presencia me molesta, me molestas demasiado y huele peor- gruñí bajo y miré un sobre que estaba sobre la mesa, me inquietaba por saber que era lo que contenía, cuando escuché la siguiente oración no puede evitar reír –Stéphane eres divertido ¡eh! - le apunté con el dedo índice sin educación y volví a recostarme contra el respaldar de la silla cruzándome de brazos -¿Normales? - suspiré –El convertirse en un perro apestoso en luna llena es algo muy normal Stéphane demasiado- fruncí ligeramente el ceño -¿A cuál de todos quiero cenar? - doblé la boca de lado y miré hacia el techo –A ver déjame pensar, déjame…- le volví a ver a los ojos haciendo que mi iris cambiase al bermellón lleno de rabia –El tener tu corazón aquí en la mesa con un cuchillo clavado es algo que sería de mi total agrado insulso- sonreí de lado –Pero antes de que ese deseo mío se haga realidad, dime algo- volví a inclinarme hacia adelante tomando su mano y apretujándola -¿Cómo rayos diste con la dirección en donde tu empleado fue a traerme eh? - enterré un poco las uñas mirando que salían unas gotas de sangre y solté limpiándola en mi servilleta –Habla que la paciencia se me colma ¿Quién te dio esa dirección? - fruncí los labios mirándole a los ojos esperando una aclaración de ese dato que había descubierto y que me dejaba expuesta, dejaba expuesta mi maldita naturaleza y la del ser que vivía conmigo a alguien que podría usarla como cuchillo caliente en mantequilla si quisiese.
Leer Kruspe- Vampiro Clase Alta
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Re: Feu dans l'eau [Privado]
Di que sí, aunque te estés muriendo de miedo, sé que te arrepentirás después, pero te lamentaras toda tu eternidad si me dices que no, juega o quémate en tu propio infierno
Era un espectáculo prometedor lo que presenciaba el licántropo, poco a poco se desarmaba al igual que la noche en que la conoció, era por eso que estaba demasiado interesado en ella por lo general las mujeres caían sin mucho trabajo en las intenciones de Stéphane pero al ver que la vampira se rehusaba a verlo como un prospecto a hombre le hacía más interesante la situación, eso sin contar su condición, enemigos naturales, sonrió ladinamente al ver como empezaba con sus palabras infantiles y groseras –No veo ningún perro por acá- miró hacia la pequeña pista de baile con tres parejas que se mecían sobre el suelo pulido y brilloso del restaurante –Al menos no por ahora- susurró con un poco de arrogancia, suspiró y se recostó más contra la espalda de la silla –Solamente quiero hablar contigo, saber cómo ha sido tu vida desde la noche en que te deje desnuda, charlar Amelia, nada en particular- cruzó la pierna y le miró fijo –No te preocupes, no pienso dejarte desnuda de nuevo- su mirada se volvió sombría agitando la cabeza en señal de negación –Pero mejor abre tu regalo, que eso es lo único que me interesa por el momento- hizo un movimiento con el mentón hacia la cajita esperando que ella fuese civilizada y se dejara de andar por las ramas –Oh no Amelia, no es un perfume, es algo mucho mejor- sonrió socarronamente y jugueteó con la servilleta que estaba perfectamente doblada sobre la mesa viéndole con la cabeza ladeada a la vampira, no quería perderse ninguna mueca de ella al ver de lo que se trataba el regalo
Notando como sacaba el diamante enderezó la cabeza y un deje de orgullo en su rostro no se dejo esperar –¿Te gusta Amelia?- susurró con picardía –Es el regalo que me ayudaste a conseguir aquella noche pero ahora tiene algo extra- se inclino hacia adelante cruzando sus brazos sobre la mesa –Algo para que luzcas en ese perfecto y violado cuello- esas palabras las decía solo con la intención de provocarla, ponerla como cabra, hacerla que la rabia visceral le sofocara tanto que se tuviera que levantar como una maleducada y llevar todo aquel show fuera de las paredes del restaurante –No te preocupes, no tengo segundas intenciones al traerte eso, simplemente creí conveniente que la que había ganado el premio a escondidas debía tenerlo- llevó un brazo por detrás apoyándolo sobre la espalda de la silla y siguió tocando la servilleta, sacudiéndola en ocasiones sobre la mesa –Es una lástima Amelia- frunció el entrecejo –Porque te guste o no, lo quieras o no te vas a llevar tu diamante, yo no lo ocupo, no lo necesito, esa gema debe quedarse en la familia y que mejores manos que las tuyas- su voz salió con algo de molestia y un tono propio, volvió a deslizar la caja hacia su lado mirándola completamente serio, ya no estaba jugando con ella, estaba empezando a cansarse de sus teatros de cría malcriada –No hay ningún objetivo en especifico Amelia, solamente quería verte y darte eso ¿Acaso no he sido claro?- enarcó una ceja viéndole a la boca –Y si mi tan sola presencia te molesta ¿Por qué aceptaste venir?- chocó su lengua contra su paladar negándose a la idea –Creo que eso no concuerda con las palabras que salen de esos carnosos labios cría vampira- apretó la mandíbula porque el deseo por besarla lo estaba llevando a lo más alto de su impaciencia –Esta noche soy una persona normal Amelia, no hay luna llena, así que como lo has dicho eso no entra en mi frase si la luna estuviera en esa fase en cuanto a ti- le recorrió con la mirada –No hay manera humanamente posible que cambie tu condición, jamás vas a poder salir a ver la luz del sol de nuevo Amelia, la comida jamás te saciara y estarás más fría que un tempano de hielo eternamente- en ningún momento su voz titubeo de aquello, era momento de poner las cartas sobre la mesa y no la dejaría llevarse el premio, entrecerró los ojos –¿Tanto me deseas Amelia?- se rió suavemente –¿Tan irresistible soy para ti vampira?- enarcó ambas cejas preguntando –Eso va a tener que esperar cría, primero vamos a aclarar alguna preguntas, ya te dejaré probar mi sangre de nueva cuenta Amelia, no desesperes- guiñó el ojo retándola con sus gestos
Y ahí estaba lo que estaba esperando toda la noche que ella misma sacara el tema a colación, apoyó su espalda contra la silla entrecruzando sus dedos por detrás de su cuello y le miró con una arrogancia demasiado fastidiosa –Creí que no lo ibas a preguntar- susurró con diversión -¿Cómo conseguí la dirección?- cerró los ojos relamiéndose los labios –Ese hombre con el que vives cría es conocido en París su dirección es fácil de ubicarla con los medio posible- gruñó un poco –Vaya sorpresa la que me llevé- su sonrisa se volvió más divertida, burlándose de ella eso era poco –Así que deja de decir estupideces y toma tu regalo porque si no Amelia, soy capaz de ir hasta la mansión donde vives y entregárselo en las manos al dueño de esa propiedad- había dado en la diana -¿Es tu creador el hombre este que no recuerdo su apellido…- cerró los ojos simulando indagar la respuesta que claramente sabía –Chassier ¿Es su apellido no?- asintió con una enorme sonrisa –Deiran Chassier- bufó una risa –Jamás se me hubiera cruzado por la mente- estaba seguro que ya con eso la tenía atrapada –Pero antes de que sigamos hablando sobre esa muy beneficiosa sorpresa tengo otro regalo para ti- agarró el sobre y se lo entregó –Creo que esto es lo mejor de la noche- miró al sobre con malicia –Y dentro de ese sobre Amelia esta la decisión más importante de lo que llevas como inmortal- puso sus codos sobre la mesa sosteniendo la mandíbula entre sus manos viéndole sin perderse –De tu respuesta a eso depende mi silencio Amelia y no solamente hacia ti misma, también va incluido mi silencio acerca de la condición del vinero con el que vives- miró hacia la mesa contigua al mesero haciéndola una señal con la mano para que se acercara –Tráenos una botella de champagne del mejor que tengan de inmediato- el chico asintió retirándose –Sé que vamos a celebrar Amelia porque estoy seguro que no te podrás negar a mi oferta- susurró con maldad, esa sería la cereza del pastel y estaba seguro que su respuesta sería afirmativa, no había manera de que ella se negara cuando la tenía fuertemente sujetada a cualquier idiotez que se le cruzara por la mente
Stéphane Levesque- Licántropo Clase Alta
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Re: Feu dans l'eau [Privado]
Los temores, las sospechas, la frialdad, la reserva, el odio, la traición, se esconden frecuentemente bajo ese velo uniforme y pérfido de la cortesía.
La ira se acumulaba en mi cabeza, estaba a punto de explotar, era un maldito cínico, no entendía ni por las buenas ni por las malas que yo no quería saber nada de su existencia, que me irritaba hasta la coronilla, claro con él todo era mejor cuando mi lado perverso se apoderaba de mi ser, de mi cuerpo, de mi alma completa –Cálmate Amélia, cálmate- me repetía por dentro cada que abría su boca para dejar sus palabras desdeñosas y ramplonas en el aire, cerré los ojos moviendo mis parpados un poco, saliendo del enojo rápidamente cuando escuché lo que dijo y no pude evitar soltar una sonrisa divertida -¿Violado? - me tiré una carcajada baja y demasiado burlona –Eres realmente bastante bien hablado Stéphane, me sorprendes tu léxico, cada que te veo me sorprendes- alcé la ceja y sonreí de lado retándolo con la mirada –Ya te dije, no quiero nada que venga de ti y puede ser una gema de la familia pero tus sucias manos lo han tocado, no voy a ensuciarme con tu olor a perro mojado- alcé la barbilla viéndole con altanería, no me causaba intimidación, no causaba nada que me hiciera verlo como hombre –Stéphane no es necesario que te conviertas en un perro pulgoso para que veas que incluso en tu forma humana actúas como tal, ya ves no puedes dejar de pensar en mí, me invitas a cenas simplonas sin ningún objetivo en especifico, me mandas regalos tan de poca clase que la basura es la que mejor los recibe, andas detrás de mí como cachorrito faldero, tal cual un fiel perro a su amo, no se crea las palabras tan literal Monsieur Levesque- susurré con cierto aire de arrogancia para que dejara de balbucear cosas sin sentidos y dejara ese papel de macho empedernido que estaba haciendo que mis colmillos empezaran a mostrarse un poco por debajo de mi labio superior.
Bajé la cabeza y me apreté el puente de la nariz, cada segundo que pasaba solamente me hacía convencerme que había hecho mal en salir de la mansión, me odiaba en ese momento por ser tan curiosa por siempre buscar la atracción del peligro, por llevar la contraria y hacer siempre lo que se me antojara, negué y sonreí irritada volviéndole a ver los ojos -Esa sonrisa Stéphane, sabes las ganas que tengo de borrártela a bofetadas- suspiré hastiada –Mejor aún las ganas de salir de acá para atravesarte el corazón y tirarlo a la laguna para que descanse con los peces, uhm eso sería la mejor forma de saldar cuentas contigo insulso- sonreí perversamente mostrando la punta de los colmillos relamiéndomelos luego y apoyando mi espalda contra el respaldar de la silla –Stéphane no necesito que me traigas el premio, te ayude a conseguirlo porque sé que tu pequeño cerebro no tiene mucha capacidad que no se estar oliendo las faldas de mujeres que no están interesadas en ti ¿Cómo te hago entender que me eres totalmente indiferente uh? - torcí los labios con un deje de molestia –Me alegra que no tengas segundas intenciones porque como te dije mi única intención contigo es salir de acá y no volverte a ver jamás en mi vida- moví el cuello de un lado para otro haciéndolo crujir –En cuanto a segundas intenciones…- mi iris cambio a rojo carmesí dándole a entender que mis intenciones no eran las más angelicales –La única segunda intención que se me cruza por la mente en cuanto a ti es dejarte como una perfecta obra de arte, esparcido en pedazos por toda París para que al fin te des a conocer cómo te lo mereces- sonreí y me mordí el labio inferior jugueteando con el borde del mantel. Asentí a sus palabras –Lo eres Stéphane- susurré y le miré por debajo de las cejas –Pero no te creas tan importante, nada de eso irresistible que dices ser es lo que te imaginas- coloqué mis codos en la mesa posando la barbilla en mis manos –Eres irresistible como lo es una pequeña rata frente a un gato- alcé la ceja –Solamente mi juguete mientras me aburro de tu existencia- me pasé el pulgar por el labio inferior sin dejar de verlo -¿Sabes qué? – le recorrí hasta donde podía ver su traje –Esto es tan infantil que siento nauseas, estoy harta de discutir contigo, de hablar niñerías y estupideces cada que te miro, termina de decirme todas tus artimañas para que ambos regresemos a nuestras casas y nos olvidemos de que existimos- mi tono se hizo seria, ya no estaba siendo presa del sarcasmo que él provocaba en mi actitud –Sé que no solamente me invitaste para entregarme ese diamante, termina de hablar Stéphane- hablé de manera tranquila mordiéndome la lengua después por estar demostrando esa parte que no merecía conocer –Contesta mi pregunta en cuanto a cómo conseguiste mi dirección- succioné mis labios levemente para humectarlos, recostándome contra la silla de nueva cuenta y cruzándome de brazos viéndole atenta y en ese momento empecé a darme cuenta de su juego, conocía a mi creador, después de todo no era una novedad pero lo que me molestaba es que él lo supiera, me odiaba por ser tan descuidada en estos momentos, cerré los ojos y moví mi mandíbula –Tú no vas a ir a ningún lado idiota- gruñí y abrí los ojos mirándole totalmente sombría –Ese hombre con el que dices que vivo, es un amigo, un conocido con el que estoy llevando a cabo un proyecto, alguien que no es como yo, una “cría vampira” - fruncí el ceño –No tengo por qué darte explicaciones de mi vida personal- bufé una risa –Semejante disparate el que me has dicho Stéphane- sonreí de lado viendo hacia la entrada –Creer que él es un vampiro- chasqueé la lengua y negué –Pero si quieres ir a hacer el ridículo y entregarle algo a una persona que no tiene nada que ver en esta situación adelante- hice un movimiento con la cabeza invitándolo a que saliera y fuera a la mansión –Anda, ve a averiguar personalmente de quien se trata Chassier- tensé la mandíbula porque estaba mintiendo, él estaba en toda la razón, había descubierto quien me había condenado a la inmortalidad y que convivía con él, aunque eso ultimo fuera algo bastante difícil la mayoría del tiempo –Vamos Levesque, ve a ponerte en ridículo tú mismo ante él, me sigues convenciendo que eres bastante limitado en cuanto a pensar- tragué mirando a otro lado, deseaba acercarme a él y arrancarle la lengua de un tajo para que dejara de ser tan entrometido y hablador en cuanto a asuntos que no iban ni eran de su interés.
Fruncí el ceño tomando con desconfianza el sobre y enderezando mi postura lo abrí lentamente sin dejar de verle, saqué el papel del sobre y fruncí más el ceño empezando a deslizar mis ojos por las líneas que daban aviso que no era nada bueno, la boca se me secó, esto debía ser una maldita broma, él quería una sociedad, una maldita artimaña, en el papel me daba a entender que quería yo fuera su artista personal, pintaría cuadros para él del contenido que quisiese y a cambio él mantendría la boca cerrada en cuanto a mi naturaleza, abrí los ojos un poco, la furia se fundía en mis cuencas verdes-azuladas -¿Qué rayos es esto? - murmuré demasiado bajo y amenazante -¿Qué pretendes con esta maldita trampa que me estás dando? - apreté el papel entre mis manos arrugándolo, estas me temblaban debido a la furia –¡Ya te dije que él no tiene nada que ver! - dije con la mandíbula tensa y cerrando los ojos fuertes arrugando más el papel –Habla lo que quieras, no voy a caer, ve y cuéntale a París entero que soy una vampiresa, es tu palabra contra la mía Stéphane, no voy a salir perdiendo- tiré el papel hacia su lado –Y mi respuesta es simple- tensé la mandíbula –No- susurré con arrogancia –Jamás pintaría algo para ti, jamás haría una sociedad con alguien tan cobarde para tenderme una maldita trampa, jamás haría amistad con alguien que no es de mi agrado- gruñí por lo bajo y tragué de nueva cuenta sin voltear a ver al mesero cuando se acercó y le pidió una botella –No vamos a celebrar nada cobarde- fruncí el ceño –Odio el alcohol, sobre todo si tengo que compartirlo contigo Stéphane, ya te dije no voy a firma nada, no vas a chantajearme y en cuanto a mí, puedes contarle a quien sea lo que soy, no te van a creer porque mi familia tiene una confianza extrema y ciega en mí- alcé la barbilla –Pero anda, empieza ya con tu cometido, levántate y confiésale a todos en esta sala lo que soy Levesque, termina con tu cobardía- sonreí de lado –Creo que te has metido con la equivocada pequeño e ingenuo cachorro, yo no sé con quienes has tratado pero conmigo te has topado con la pared Stéphane- bufé y tiré mi cabeza hacia atrás sonriendo con los ojos cerrados y en ese momento una presencia se hizo tan fuerte que dolían las encías, abrí los ojos de golpe deslizándome un poco en la silla para quedar algo acostada y abrazándome el estomago –No puede ser- pensé y tragué pesado viéndole al cobarde con algo de preocupación, no quería problemas y esperaba que no los hubiera, en mi interior me maldecía una y otra vez, era una tonta impulsiva y él un cobarde descuidado.
Jean Jacques Rousseau
La ira se acumulaba en mi cabeza, estaba a punto de explotar, era un maldito cínico, no entendía ni por las buenas ni por las malas que yo no quería saber nada de su existencia, que me irritaba hasta la coronilla, claro con él todo era mejor cuando mi lado perverso se apoderaba de mi ser, de mi cuerpo, de mi alma completa –Cálmate Amélia, cálmate- me repetía por dentro cada que abría su boca para dejar sus palabras desdeñosas y ramplonas en el aire, cerré los ojos moviendo mis parpados un poco, saliendo del enojo rápidamente cuando escuché lo que dijo y no pude evitar soltar una sonrisa divertida -¿Violado? - me tiré una carcajada baja y demasiado burlona –Eres realmente bastante bien hablado Stéphane, me sorprendes tu léxico, cada que te veo me sorprendes- alcé la ceja y sonreí de lado retándolo con la mirada –Ya te dije, no quiero nada que venga de ti y puede ser una gema de la familia pero tus sucias manos lo han tocado, no voy a ensuciarme con tu olor a perro mojado- alcé la barbilla viéndole con altanería, no me causaba intimidación, no causaba nada que me hiciera verlo como hombre –Stéphane no es necesario que te conviertas en un perro pulgoso para que veas que incluso en tu forma humana actúas como tal, ya ves no puedes dejar de pensar en mí, me invitas a cenas simplonas sin ningún objetivo en especifico, me mandas regalos tan de poca clase que la basura es la que mejor los recibe, andas detrás de mí como cachorrito faldero, tal cual un fiel perro a su amo, no se crea las palabras tan literal Monsieur Levesque- susurré con cierto aire de arrogancia para que dejara de balbucear cosas sin sentidos y dejara ese papel de macho empedernido que estaba haciendo que mis colmillos empezaran a mostrarse un poco por debajo de mi labio superior.
Bajé la cabeza y me apreté el puente de la nariz, cada segundo que pasaba solamente me hacía convencerme que había hecho mal en salir de la mansión, me odiaba en ese momento por ser tan curiosa por siempre buscar la atracción del peligro, por llevar la contraria y hacer siempre lo que se me antojara, negué y sonreí irritada volviéndole a ver los ojos -Esa sonrisa Stéphane, sabes las ganas que tengo de borrártela a bofetadas- suspiré hastiada –Mejor aún las ganas de salir de acá para atravesarte el corazón y tirarlo a la laguna para que descanse con los peces, uhm eso sería la mejor forma de saldar cuentas contigo insulso- sonreí perversamente mostrando la punta de los colmillos relamiéndomelos luego y apoyando mi espalda contra el respaldar de la silla –Stéphane no necesito que me traigas el premio, te ayude a conseguirlo porque sé que tu pequeño cerebro no tiene mucha capacidad que no se estar oliendo las faldas de mujeres que no están interesadas en ti ¿Cómo te hago entender que me eres totalmente indiferente uh? - torcí los labios con un deje de molestia –Me alegra que no tengas segundas intenciones porque como te dije mi única intención contigo es salir de acá y no volverte a ver jamás en mi vida- moví el cuello de un lado para otro haciéndolo crujir –En cuanto a segundas intenciones…- mi iris cambio a rojo carmesí dándole a entender que mis intenciones no eran las más angelicales –La única segunda intención que se me cruza por la mente en cuanto a ti es dejarte como una perfecta obra de arte, esparcido en pedazos por toda París para que al fin te des a conocer cómo te lo mereces- sonreí y me mordí el labio inferior jugueteando con el borde del mantel. Asentí a sus palabras –Lo eres Stéphane- susurré y le miré por debajo de las cejas –Pero no te creas tan importante, nada de eso irresistible que dices ser es lo que te imaginas- coloqué mis codos en la mesa posando la barbilla en mis manos –Eres irresistible como lo es una pequeña rata frente a un gato- alcé la ceja –Solamente mi juguete mientras me aburro de tu existencia- me pasé el pulgar por el labio inferior sin dejar de verlo -¿Sabes qué? – le recorrí hasta donde podía ver su traje –Esto es tan infantil que siento nauseas, estoy harta de discutir contigo, de hablar niñerías y estupideces cada que te miro, termina de decirme todas tus artimañas para que ambos regresemos a nuestras casas y nos olvidemos de que existimos- mi tono se hizo seria, ya no estaba siendo presa del sarcasmo que él provocaba en mi actitud –Sé que no solamente me invitaste para entregarme ese diamante, termina de hablar Stéphane- hablé de manera tranquila mordiéndome la lengua después por estar demostrando esa parte que no merecía conocer –Contesta mi pregunta en cuanto a cómo conseguiste mi dirección- succioné mis labios levemente para humectarlos, recostándome contra la silla de nueva cuenta y cruzándome de brazos viéndole atenta y en ese momento empecé a darme cuenta de su juego, conocía a mi creador, después de todo no era una novedad pero lo que me molestaba es que él lo supiera, me odiaba por ser tan descuidada en estos momentos, cerré los ojos y moví mi mandíbula –Tú no vas a ir a ningún lado idiota- gruñí y abrí los ojos mirándole totalmente sombría –Ese hombre con el que dices que vivo, es un amigo, un conocido con el que estoy llevando a cabo un proyecto, alguien que no es como yo, una “cría vampira” - fruncí el ceño –No tengo por qué darte explicaciones de mi vida personal- bufé una risa –Semejante disparate el que me has dicho Stéphane- sonreí de lado viendo hacia la entrada –Creer que él es un vampiro- chasqueé la lengua y negué –Pero si quieres ir a hacer el ridículo y entregarle algo a una persona que no tiene nada que ver en esta situación adelante- hice un movimiento con la cabeza invitándolo a que saliera y fuera a la mansión –Anda, ve a averiguar personalmente de quien se trata Chassier- tensé la mandíbula porque estaba mintiendo, él estaba en toda la razón, había descubierto quien me había condenado a la inmortalidad y que convivía con él, aunque eso ultimo fuera algo bastante difícil la mayoría del tiempo –Vamos Levesque, ve a ponerte en ridículo tú mismo ante él, me sigues convenciendo que eres bastante limitado en cuanto a pensar- tragué mirando a otro lado, deseaba acercarme a él y arrancarle la lengua de un tajo para que dejara de ser tan entrometido y hablador en cuanto a asuntos que no iban ni eran de su interés.
Fruncí el ceño tomando con desconfianza el sobre y enderezando mi postura lo abrí lentamente sin dejar de verle, saqué el papel del sobre y fruncí más el ceño empezando a deslizar mis ojos por las líneas que daban aviso que no era nada bueno, la boca se me secó, esto debía ser una maldita broma, él quería una sociedad, una maldita artimaña, en el papel me daba a entender que quería yo fuera su artista personal, pintaría cuadros para él del contenido que quisiese y a cambio él mantendría la boca cerrada en cuanto a mi naturaleza, abrí los ojos un poco, la furia se fundía en mis cuencas verdes-azuladas -¿Qué rayos es esto? - murmuré demasiado bajo y amenazante -¿Qué pretendes con esta maldita trampa que me estás dando? - apreté el papel entre mis manos arrugándolo, estas me temblaban debido a la furia –¡Ya te dije que él no tiene nada que ver! - dije con la mandíbula tensa y cerrando los ojos fuertes arrugando más el papel –Habla lo que quieras, no voy a caer, ve y cuéntale a París entero que soy una vampiresa, es tu palabra contra la mía Stéphane, no voy a salir perdiendo- tiré el papel hacia su lado –Y mi respuesta es simple- tensé la mandíbula –No- susurré con arrogancia –Jamás pintaría algo para ti, jamás haría una sociedad con alguien tan cobarde para tenderme una maldita trampa, jamás haría amistad con alguien que no es de mi agrado- gruñí por lo bajo y tragué de nueva cuenta sin voltear a ver al mesero cuando se acercó y le pidió una botella –No vamos a celebrar nada cobarde- fruncí el ceño –Odio el alcohol, sobre todo si tengo que compartirlo contigo Stéphane, ya te dije no voy a firma nada, no vas a chantajearme y en cuanto a mí, puedes contarle a quien sea lo que soy, no te van a creer porque mi familia tiene una confianza extrema y ciega en mí- alcé la barbilla –Pero anda, empieza ya con tu cometido, levántate y confiésale a todos en esta sala lo que soy Levesque, termina con tu cobardía- sonreí de lado –Creo que te has metido con la equivocada pequeño e ingenuo cachorro, yo no sé con quienes has tratado pero conmigo te has topado con la pared Stéphane- bufé y tiré mi cabeza hacia atrás sonriendo con los ojos cerrados y en ese momento una presencia se hizo tan fuerte que dolían las encías, abrí los ojos de golpe deslizándome un poco en la silla para quedar algo acostada y abrazándome el estomago –No puede ser- pensé y tragué pesado viéndole al cobarde con algo de preocupación, no quería problemas y esperaba que no los hubiera, en mi interior me maldecía una y otra vez, era una tonta impulsiva y él un cobarde descuidado.
Leer Kruspe- Vampiro Clase Alta
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Re: Feu dans l'eau [Privado]
Traté de ser lo más breve posible colocando en mi cabeza los prioridades y puntos importantes a evacuar, sería de gran ayuda, detestaba las reuniones donde tenía que fingir y pretender ser agradable, aunque en el negocio de la viticultura y cualquier otro rubro las cosas siempre se manejaban así, con hipocresía. Estaba claro, los beneficios para mí serían grandes. Me gustaba obtener lo que quería sin entregar nada a cambio, cosa que, con algunos humanos era fácil al manipular con unas cuantas palabras y un poco de persuasión. Es por ello, la reunión que tendría dentro de unos pocos minutos no bastaría con un poco de sentido común y quizás mis habilidades como inmortal. Cerca de ese paradisiaco lago, que prometería regalar una inolvidable velada en ese tan renombrado restaurant, un ensueño irreal para cualquier pareja de enamorados, un lugar memorable que seguramente lograría guardar un buen recuerdo cosa que no me interesaba en lo absoluto pues lo mío eran los negocios y nada más. Cerré los ojos aspirando un poco el aire que no necesitaba desde hace más de medio siglo, sólo para recordar cómo se sentía la humedad de la naturaleza, el vapor del agua y el olor de la briza de primavera.
La puerta del carruaje fue abierta por el cochero, sin verle al rostro salí de allí inmediatamente terminando de ajustar el jaqué que hacía juego con los pantalones largos negro de fino corte italiano, así mismo como la camisa manga larga de seda blanco hueso oculta tras un chaleco de satén de un tono similar y una pajarita negra. Y el camarero rápidamente atendió a mi presencia a lo que hice una seña para que esperase, estaba dándole minutos a la llegada de mi compañía. Alcé la vista a la luna y detuve mis ojos un par de segundos en aquel excelso espejo frunciendo el ceño levemente, algo no estaría bien, detrás de tan hermosa joya siempre había un animal que ensucia con sus aullidos, adorando su poder. Cerré los ojos hastiado por la espera que duró poco, como si hubiera comprado el tiempo, una futura accionista de Camelias Vinn a su pronta apertura en España era quien tendría el placer de conocer. El detener de un carruaje llamó mi atención y sonreí de lado caminando hacia este y ofrecí una mano a la mujer de ojos miel que la tomó en el acto con cierta sorpresa, quizás no se esperó que personalmente le recibiera.
La española de cuerpo esbelto y una estatura media me saludó con una sonrisa una vez fuera de su medio de transporte a lo que con caballerosidad tomé el dorso de su mano y besé sin perder el contacto con sus ojos, era básico, los primeros minutos y ella se daría una idea de mí, así como yo, sabría todo de ella. —Bienvenida a París, Linneth- ella asintió con una reverencia y yo no veía la hora de terminar el ritual —Deiran Chassier- se deslizó mi nombre por los labios rojos de la castaña —Espero hayas tenido un excelente viaje. Te ves muy hermosa. Digna hija de la madre patria pero, por favor… Sigamos la conversación en un lugar más cómodo- tiré un poco de su mano con delicadeza y mi rostro inmediatamente se volvió algo inexpresivo justo cuando su mano rodeó mi brazo y comencé a caminar al lado de la humana siguiendo al camarero quien mostró la mesa que con anticipación había sido reservada junto a una de las mejores vistas. Estando frente a ella alcé la ceja mi rápidamente visualizando mi alrededor y justo mis ojos gustaron de un amaranto que se transformó al verde característico.
Ella comenzó a sonreír con amabilidad comentándome su viaje a lo que devolví con la sonrisa que mejor supe fingir. La ira en mi nacía como volcán ferviente, ¿cómo era que ella estaba aquí? Y justo obviando la mirada de mi compañía noté la presencia de un hombre a su frente, no cualquiera, un licántropo, lo que añadió más aditivo al fuego. La música se mezcló perfectamente con el ambiente ocultando realmente mis intenciones, un violín suave propio de una serena velada —Traénos vino, cerciórate que sea de la mejor cosecha- inquirí al humano pasando como trago amargo la presencia de la humana que seguía con su parloteo barato, no me interesaba para nada sus historias, quería firmar los papeles y reprender a mi descendencia por estar con el enemigo. No recordaba que tuviese tan malos gustos y menos con un perro salvaje. Agudicé los sentidos tratando de inmiscuirme más en la conversación de la neófita pero fue algo imposible, solo escuchaba su risa estridente que lejos de causarme buena impresión me alertó que algo no estaría bien, ella se encontraba de espaldas a mí y quise romper todo lo que tuviese a mi paso, incluso a la castaña, ella sería el postre.
—¿Deiran?- susurró la mujer con algo de preocupación y negué viendo al mesero que había seguido a la perfección sirviendo la copa de vino frente a ambos, levantando el cristal y dando un leve toque haciendo el típico sonido brindé —Salud- salieron de mis labios las palabras y dirigí mi vista tan serio como piedra al sangre caliente que acompañaba a Leer, no me inspiraba ni el mínimo destello de confianza y di un sorbo corto justo cuando alguien se acercó a la mesa dirigiéndose a mí. —Buenas noches Monsieur, siento la molestia pero, ¿habría algún problema en pedirle una pieza a la bella dama?- negué de inmediato, justo lo que necesitaba, deshacerme de la humana por un rato —Si ella no tiene ningún inconveniente- ella negó y se retiró de a la mesa haciendo una cortesía perdiéndose en el vacío de la música, ahora sí podría mover mis piezas.
Levantándome del asiento comencé a cruzar unas cuantas mesas que nos mantenían a distancia. Mis facciones eran tan recias que no había cabida para nada más que el deseo de ese repudiable lycan. Justo detrás de ella pude sentir como se percató de mi presencia y mis ojos se fijaron únicamente en ella. Posé una mano en su hombro sólo para llamar su atención, aunque sabía que la tenía. —Amélia...- susurré —No esperé encontrarte aquí y menos con tan agradable compañía- crují los dientes tomando de su mano para fingir un saludo, como si no hubiese despertado con ella esa noche, en el mismo diván y volteé a ver al mitad lobo haciendo una reverencia, en estos casos era donde odiaba toda etiqueta y protocolo. —Buenas noches- sonó aquello tan seco e inimaginable. —Sé que es algo prematuro pero quisiera una pieza contigo, sé que el caballero no tendrá ninguna molestia- necesitaba hablar con ella, no me importaba si el licántropo estaba de acuerdo o no, ella me pertenecía. Tiré de su mano sin esperar la respuesta positiva de la neófita, ya habría tiempo para las presentaciones.
Una vez en la pista, el piano comenzó como si me hubiese puesto de acuerdo con el músico. Mi mano izquierda rodeó su cintura algo apretada y mi diestra tomó su mano manteniéndola en el aire un buen tiempo dando el primer paso hacia un lado y comenzando a dar los típicos pasos al momento de realizar un vals de salón, el un, dos, tres, de manera lenta y rápida tal cual la música pautaba. Miré sus ojos en todo momento tratando de parecer tranquilo, me recordó el preludio a su muerte, el único baile que había dado a la antes humana Amélia Lincoln y no fue hasta un par de segundos más tarde que abrí mis labios a su oído acercándola dando un pequeño salto en la aceleración del ritmo —¿Quién es él?- le separé de mi cuerpo haciendo un giro rápido y volviendo a ser todo lento —No me lo digas, serán tus pensamientos, tus palabras- llevé un dedo a su labio y cerré los ojos. La música seguía su curso, por un momento todo se extinguió. La conexión entre ella y yo era casi perfecta, podía recrearme las escenas de sus memorias pasadas. El ceño se frunció casi de inmediato naciendo de inmediato odio y sed de venganza. Negué con una sonrisa de medio lado cayendo de nuevo a la realidad notando que la canción había terminado sin siquiera decirle ni una tan sola palabra a ella. Necesitaba encarar al licántropo. Hice una reverencia de despedida y no solté su mano hasta no llevarle al sitio donde el otro seguramente le esperaría.
Una vez allí noté al sangre caliente y mis ojos se clavaron en los ajenos —Stéphane- mencioné sin ninguna vergüenza pues podría ahorrarme a escena de las presentaciones si al parecer entre los tres no habían secretos —¿Te parece conveniente hacer negocios con una mujer desconocedora de la extensión de la palabra?- miré de reojo a Leer —Creo que es algo decepcionante de tu parte pero para tu suerte, yo conozco perfectamente el quehacer- musité sin gesticulaciones aparentes. —Verás…- una sonrisa se dibujó levemente —Es difícil cuando quieres sacar provecho de alguien que no te pertenece, estarías entonces- mis ojos se volvieron fríos —¿dispuesto a correr riesgos?- alcé la ceja aguardando sus palabras, esperaba que con ese mismo humor ácido contestara esas únicas dos interrogantes para que probase algo realmente amargo.
Deiran Chassier- Vampiro Clase Alta
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Re: Feu dans l'eau [Privado]
Ni el uno ni el otro, un baile es un acto de dos, quien baila de tercero, baila solo
Stéphane estaba atento a sus reacciones, ella era tan predecible cuando se lo proponía, su rostro era un libro abierto el cual podía leer en el momento que quisiese, sin ningún reproche, sin ningún estorbo, sin ningún retraso, sonrió burlón al escucharla hablar acerca de donde había conseguid la dirección, no la creía tan tonta pero después de todo no todo lo que brilla es diamante, enarcó su ceja y soltó un largo suspiro –Amelia- susurró –Vives con un hombre que es empresario y como tal hay ciertas cualidades y pertenencias que le son bastante difíciles de ocultar- restregó sus manos juntas haciéndose tronar los dedos –Así que no trates de mentirme porque esa táctica no te funciona, pequeña cría- mordió su labio inferior y sonrió mirándole a los ojos sin perderse de su contacto ni una milésima de segundo, hizo un movimiento de cabeza desinteresado –¿Desde cuándo pactamos esta noche que yo debería pedirte permiso a ti?- enarcó ambas cejas en forma interrogativa –No me hagas gritarle a todos los presentes de acá lo que eres y en ese momento todo acabará Amelia, te aseguró que saldrán despavoridos y vendrá la Iglesia a querer asesinarte, sin contar cazadores y- soltó una risa burlona –Varios de tus enemigos naturales a querer deshacerse de la neófita imprudente que acepta las invitaciones poco cordiales de un enemigo natural- apretó la mandíbula debido a que no le gustaba la severidad pero era la actitud de ella lo que obligaba a sacar a la bestia puñetera de su interior. Pasó su dedo medio por su ceja rascándose y miró hacia la entrada –No lo creo- susurró viéndole por el rabillo del ojo –Estoy seguro que ese hombre tiene que ver con esto que era ahora, esta abominación, esta déspota- soltó secamente y fundió su vista con la verde de ella –Vamos, niégalo, niega a tu creador vampira déspota, miénteme y miéntete a ti misma- apretó los labios haciendo una mueca vengativa
Miró detenidamente como tomaba el sobre con lo que para él sería la ventaja en el juego y ajustó el nudo de su corbata viéndole con una expresión sarcástica, no había vuelta atrás, su voz hizo eco en sus oídos agudizados y cerró los ojos sonriendo ladinamente –No es una trampa- susurró y abrió los ojos solo un poco –Es una sociedad que formaremos tú y yo, limpia, sin trampas, clara como el agua- estrechó los ojos -Lo harás porque no creo que a los Lincoln les parezca una idea honorable tener a una criatura muerta, fría como el hielo entre sus miembros- inclinó su cuerpo hacia adelante pegando su abdomen contra el borde de la mesa –Una vampira déspota que los puede atacar y acabar con su vida en cualquier momento- explicó susurrante y tomó su mano apretando fuertemente pero sin ser muy molesto -¿Saco mi bolígrafo para que te dejes de rodeos y pongas el sello en esto que quedara para la historia?- enarcó su ceja y le soltó -¿O vas a seguir comportándote como una niña con rabietas de muy mal gusto? - volvió a hacer tronar sus dedos por el hecho que se estaba empezando a molestar con él mismo, era lo que merecía en ese momento
Negando con diversión escuchó sus palabras –Amelia creo que te estar resquebrajando porque la pared que representas no me intimida- su voz salió bastante pesada –No eres ni la mitad de atemorizante que otros vampiros- se llevó los dedos por detrás del cuello flexionando los brazos –Y créeme han sido mucho más astutos que tú, con visiones a futuro y sobre todo más viejos- soltó un bostezo malcriado y notó su actitud, algo le había alertado, frunció el entrecejo viéndola como se escondía -¿Qué te sucede?- murmuró y luego alzó sus ojos hacia un hombre que despedía una aura pálida, con su expresión seria, de cierta manera le hizo molestar aquello –Buenas noches- exclamó con un tono sin nada de placer por verlo tomarla de la mano –Claro que no- susurró viéndola a ella cuando internamente una rabia visceral le quemaba la garganta y le ardía en el estomago con intensidad y los siguió mientras se iban a “bailar” hizo sonar su lengua contra su paladar y negó pensando en quien era, nunca lo había visto y sabía que era un vampiro, sus pensamientos se ordenaron y el recuerdo embargó su cabeza ¿Acaso era posible? miró fijamente a ambos vampiros esperando que así fuera porque ni él ni nadie le echaría a perder el plan y mucho menos la cena, apoyando su espalda contra la de la silla miró llegar al mesero e hizo un movimiento con el mentón para que le sirviera una copa y dejara la botella de champagne en la mesa, no la quería cerca de él, de nadie en particular, seguía encaprichado con la vampira y no era un hombre que aceptaba negativas como respuesta, cerró los ojos y bajó la cabeza un poco para no ver tan grotesca escena y dejándose llenar por las notas que salían del piano, pensaba que el músico no era tan bueno, para Stéphane sus habilidades en las teclas eran incomparables, pero todo terminó volvió a dejar entrar la luz a sus cuencas y les miró acercarse se levantó esperando que ella tomara asiento y fijo sus ojos azules en los del vampiro –Que conocido soy- murmuró cuando él supo su nombre –Amelia habla tan bien de sus conocidos que me da bastante gusto- le miró a ella sonriendo con burla –Creí que me odiabas pequeña cría- se dirigió a ella olvidándose de la existencia del otro –Sabes me parece muy conveniente- había sido sarcástico –Porque al parecer no la conoces muy bien, es muy buena negociando y sobre todo estando sola con la contraparte- suspiró sonriendo ladinamente sin dejar de verle al vampiro –Y ya que tú y como no creo conveniente tratarte de usted me sería de mucha ayuda saber quién eres tú- entrecerró los ojos –Déjame adivinar- volvió a bajar su vista a la de ella –El hombre con el que vive la pequeña vampira aquí presente, su amigo, el vinero que se apellida Chassier- por el rabillo del ojo miró al vampiro –Es de bastante ayuda que tú lo sepas, si no tu negocio estaría en la quiebra pero dime- se cruzó de brazos viéndolo con duda -¿Y qué cabida tienen esas habilidades tuyas en esta cena?- enarcó ambas cejas –Invite a la dama presente aquí, tú has venido a llevártela a bailar como si fueras su dueño- negó –No creo que a ella le guste que la marquen con el nombre de otro que no es ella-hizo hacia un lado su cabeza viéndolo –Pero no creo que sea conveniente que hablemos de esto mientras estamos parados- chasqueó los dedos y un mesero apareció –Trae una silla- se dirigió a él sin verle, el chico de inmediato lo hizo –Toma asiento por favor, no hay que ser descorteces si vamos a hablar de negocios- hizo un movimiento con la mano hacia la silla mirándolo con sarcasmo, no iba a dejarse vencer, y el contrato sería firmado porque así se lo había propuesto
Stéphane Levesque- Licántropo Clase Alta
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Re: Feu dans l'eau [Privado]
La bravura de que muchos hacen alarde es un hábil cálculo sobre el miedo que domina a sus adversarios.
Algo dentro de mí me decía que esto no saldría como yo me lo había planeado desde que acepté la invitación a cenar, algo dentro de mí se había empezado a cansar hace tanto, quizás era algo debido a mi naturaleza, no es algo que se debe mal interpretar, aunque yo no era alguien que podía ser afectuosa o respetuosa con los demás, le estaba empezando a tener respeto a mi creador pero aún así sentía que algo no andaba bien en mí, como cuando ves una pared que está pintada a la perfección y parece que nada la puede derrumbar y cuando la tocas está hueca y amenaza con romperse en pedazos en cualquier momento, quizás mi breve eternidad era demasiado para mi sentido del gozo, todo se resumía a quitar vidas con la diferencia de que esta vez estaba del lado en donde poseía un corazón argentado y en reposo absoluto, el peligro me seguía atrayendo pero una parte de mí consideraba que esa era la vida para culminar con cualquier plan perverso que se dibujara en mi maldita mente, Stéphane quizás era considerado por mí como otro objeto con el que pudiera probar y quizás tener resultados positivos finalmente, cerré los ojos y me acosté más en el asiento, no por el momento, de reojo lo miré llegar y mi iris quiso volverse a fundir dentro de aquel amaranto que era el centro de toda mi existencia desde la noche en la que me convirtió –Sí, quise salir un momento del encierro, a cenar y me encontré al caballero al que ves- mi boca se curvo en una sonrisa apretada, me sentía acorralada ¿Cómo saldría de aquello sin verme como una imprudente? Era una coincidencia que no pudo llegar en mejor momento, me había escapado de la mansión tantas veces y no había sido descubierta en el acto, claro la mayoría de las veces las consecuencias me esperaban al llegar de nuevo a mi “hogar” pero no en el transcurso de cualquiera de mis rebeldías, omití su nombre y apellido porque él seguía estando ante ambos, no quería que usara eso que me había comentado minutos atrás para chantajearme, todo era más fácil cuando se resumía a mi entera existencia pero poner en peligro la reputación de mi creador y sobre todo por ese insulso sentimiento que sentía por él no era que podía dejar pasar, hice una reverencia de cabeza al sentir su saludo y de reojo noté a Levesque que parecía atento a lo que estaba ocurriendo, alcé la ceja a su petición –Creo…- antes de que pudiera terminar de establecer una artimaña para salir de ahí ya estaba en la pista de baile, me mordí ambos labios un poco mirando a los demás con algo de cansancio y suspiré poniéndome de frente a él sintiendo su tacto en mi cintura, odiaba algunos ojos fisgones de mujeres que me recorrían el atuendo, rodé los ojos y negué lacónicamente, colocando mi mano sobre su brazo abracé su mano, moviéndome de un lado para otro con algo de velocidad, miré a una pareja de dos humanos de tercera edad bailando sonriendo y sin separar sus ojos del uno del otro, de cierta forma me daba ciertas nostalgia aquello, jamás gozaría de llegar a esa edad, no deseaba envejecer la mayoría del tiempo y ese cometido lo tenía logrado pero era el final del camino y el mío no lo tenía, apreté la mano en su manga y tensé la mandíbula cuando el recuerdo del papel se vino a mi mente ¿Cuánto tiempo más tardaría con la cobardía de Levesque? Esa noche en Londres había sido maldita y amarga, quería borrarla del mapa pero era imposible.
Volteé mis ojos hacia los de él cuando escuché su pregunta –Mejor dicho ¿Tú qué haces acá? - alcé la ceja de forma interrogativa, mirándole fijo –Y él es un…- de nuevo no pude terminar mi oración, apreté los labios al sentir su dedo sobre ellos y bajé la mirada –Deiran, no hagas esto- susurré –No tienes derecho- murmuré con molestia y lo miré por debajo de las cejas, era inútil, así que solo me quedaba concentrar mis pensamientos en lo demás omitiendo el beso que nos habíamos dado en Londres y lo que habíamos hecho con nuestro atuendos, miré nuestro pies moverse cerca los unos de los otros y cerré los ojos fuerte –Basta- murmuré y el recuerdo parecía emerger entre las aguas negras y turbulentas de mis pensamientos –Ha sido suficiente- susurré y apreté mis dedos contra los de él, parecía que nuestras mentes estaban siendo tiradas la una con la otra por un fino hilo de oro que jamás se rompería, solté un discreto chillido porque me estaba rehusando e hice más presión en su mano, mi oído no se percató cuando la pieza había terminado, abrí los ojos debido a que nos habíamos dejado de mover y le miré ceñuda –Esto es el colmo- dije con molestia y negué haciendo una ligera y falsa reverencia con la cabeza al estar frente a frente, totalmente tensa caminé de la mano con Chassier hasta la mesa donde nos esperaba Levesque, no quería ningún infierno pero mi ser me avisaba que el fuego se había desatado desde hace minutos atrás.
Mirándole fijo y con el enojo plasmado en mis facciones llegamos hasta donde estaba ese perro, solté mi mano con algo de brusquedad de la de él y le miré de reojo –El colmo- volví a susurrar muy bajo lo siguiente solamente aumentó mi molestia, los dos me creían una estúpida, era impulsiva pero mi cerebro gozaba de optimas condiciones, uno creyendo que me podía chantajear como una pequeña niña inocente y Chassier dejándome como una idiota que no sabía que era barajar las cartas, sonreí irritada y negué –Yo no he hablado de ti- murmuré viendo a Levesque –No gastaría mi tiempo hablando de ineptos que no gozan del sentido de la razón- sentencié mientras me sentaba y me señalé la sien mientras le regalaba una sonrisa irritada, la educación había sido borrada de mi personalidad en ese momento apreté los puños mirando hacia el lado opuesto en donde estaba discutiendo ellos dos, me estaba irritando que me trataban como un objeto, pero ya lo había dejado en claro tantas veces que ya no gustaba de seguir soltando palabras vanas y vacías -¿Odiarte? - sonreí de lado y mi iris se torno bermellón puro, le miré al perro –Odiarte sería mucha molestia de mi parte hacia ti, para mí solo eres alguien que es tan poco cuidadoso con sus objetivos que da pena- le miré sombría, había tirado la primera flecha, Levesque hablaba con tanto sarcasmo y yo lo único que quería era tomar del codo a Chassier y sacarlo de ahí o llevarlo de vuelta a su mesa convenciéndolo que se olvidara del asunto, si tenía que usar la fuerza bruta para zafarme de ese maldito papel y la boca audaz de Levesque lo haría, pero él mismo se estaba dejando expuesto –Te estás equivocando- murmuré mirándolo de reojo –No es el “vinero” es un amigo nada más- terminé de murmurar y cerré los ojos, me masajeé las sienes y escuchaba su diatriba, eran un par de testarudos, dos seres sobrenaturales tozudos con los cuales por el momento no deseaba tratar, pero fue cuando él le pidió una silla a un mesero y abrí los ojos amplios volteando a ver con algo de desesperación -¡No!- me interpuse –Esto ya he sido suficiente- apreté la mano alrededor del brazo de la silla –Tú y yo hablaremos en otra ocasión- me levanté y tomé a Chassier del codo con fuerza –Vámonos, esto no vale la pena- susurré viéndole fijo, esperaba que entrara en razón, que por fin decidiera escucharme y no me tratara como su descendencia impulsiva y salvaje.
Honoré de Balzac
Algo dentro de mí me decía que esto no saldría como yo me lo había planeado desde que acepté la invitación a cenar, algo dentro de mí se había empezado a cansar hace tanto, quizás era algo debido a mi naturaleza, no es algo que se debe mal interpretar, aunque yo no era alguien que podía ser afectuosa o respetuosa con los demás, le estaba empezando a tener respeto a mi creador pero aún así sentía que algo no andaba bien en mí, como cuando ves una pared que está pintada a la perfección y parece que nada la puede derrumbar y cuando la tocas está hueca y amenaza con romperse en pedazos en cualquier momento, quizás mi breve eternidad era demasiado para mi sentido del gozo, todo se resumía a quitar vidas con la diferencia de que esta vez estaba del lado en donde poseía un corazón argentado y en reposo absoluto, el peligro me seguía atrayendo pero una parte de mí consideraba que esa era la vida para culminar con cualquier plan perverso que se dibujara en mi maldita mente, Stéphane quizás era considerado por mí como otro objeto con el que pudiera probar y quizás tener resultados positivos finalmente, cerré los ojos y me acosté más en el asiento, no por el momento, de reojo lo miré llegar y mi iris quiso volverse a fundir dentro de aquel amaranto que era el centro de toda mi existencia desde la noche en la que me convirtió –Sí, quise salir un momento del encierro, a cenar y me encontré al caballero al que ves- mi boca se curvo en una sonrisa apretada, me sentía acorralada ¿Cómo saldría de aquello sin verme como una imprudente? Era una coincidencia que no pudo llegar en mejor momento, me había escapado de la mansión tantas veces y no había sido descubierta en el acto, claro la mayoría de las veces las consecuencias me esperaban al llegar de nuevo a mi “hogar” pero no en el transcurso de cualquiera de mis rebeldías, omití su nombre y apellido porque él seguía estando ante ambos, no quería que usara eso que me había comentado minutos atrás para chantajearme, todo era más fácil cuando se resumía a mi entera existencia pero poner en peligro la reputación de mi creador y sobre todo por ese insulso sentimiento que sentía por él no era que podía dejar pasar, hice una reverencia de cabeza al sentir su saludo y de reojo noté a Levesque que parecía atento a lo que estaba ocurriendo, alcé la ceja a su petición –Creo…- antes de que pudiera terminar de establecer una artimaña para salir de ahí ya estaba en la pista de baile, me mordí ambos labios un poco mirando a los demás con algo de cansancio y suspiré poniéndome de frente a él sintiendo su tacto en mi cintura, odiaba algunos ojos fisgones de mujeres que me recorrían el atuendo, rodé los ojos y negué lacónicamente, colocando mi mano sobre su brazo abracé su mano, moviéndome de un lado para otro con algo de velocidad, miré a una pareja de dos humanos de tercera edad bailando sonriendo y sin separar sus ojos del uno del otro, de cierta forma me daba ciertas nostalgia aquello, jamás gozaría de llegar a esa edad, no deseaba envejecer la mayoría del tiempo y ese cometido lo tenía logrado pero era el final del camino y el mío no lo tenía, apreté la mano en su manga y tensé la mandíbula cuando el recuerdo del papel se vino a mi mente ¿Cuánto tiempo más tardaría con la cobardía de Levesque? Esa noche en Londres había sido maldita y amarga, quería borrarla del mapa pero era imposible.
Volteé mis ojos hacia los de él cuando escuché su pregunta –Mejor dicho ¿Tú qué haces acá? - alcé la ceja de forma interrogativa, mirándole fijo –Y él es un…- de nuevo no pude terminar mi oración, apreté los labios al sentir su dedo sobre ellos y bajé la mirada –Deiran, no hagas esto- susurré –No tienes derecho- murmuré con molestia y lo miré por debajo de las cejas, era inútil, así que solo me quedaba concentrar mis pensamientos en lo demás omitiendo el beso que nos habíamos dado en Londres y lo que habíamos hecho con nuestro atuendos, miré nuestro pies moverse cerca los unos de los otros y cerré los ojos fuerte –Basta- murmuré y el recuerdo parecía emerger entre las aguas negras y turbulentas de mis pensamientos –Ha sido suficiente- susurré y apreté mis dedos contra los de él, parecía que nuestras mentes estaban siendo tiradas la una con la otra por un fino hilo de oro que jamás se rompería, solté un discreto chillido porque me estaba rehusando e hice más presión en su mano, mi oído no se percató cuando la pieza había terminado, abrí los ojos debido a que nos habíamos dejado de mover y le miré ceñuda –Esto es el colmo- dije con molestia y negué haciendo una ligera y falsa reverencia con la cabeza al estar frente a frente, totalmente tensa caminé de la mano con Chassier hasta la mesa donde nos esperaba Levesque, no quería ningún infierno pero mi ser me avisaba que el fuego se había desatado desde hace minutos atrás.
Mirándole fijo y con el enojo plasmado en mis facciones llegamos hasta donde estaba ese perro, solté mi mano con algo de brusquedad de la de él y le miré de reojo –El colmo- volví a susurrar muy bajo lo siguiente solamente aumentó mi molestia, los dos me creían una estúpida, era impulsiva pero mi cerebro gozaba de optimas condiciones, uno creyendo que me podía chantajear como una pequeña niña inocente y Chassier dejándome como una idiota que no sabía que era barajar las cartas, sonreí irritada y negué –Yo no he hablado de ti- murmuré viendo a Levesque –No gastaría mi tiempo hablando de ineptos que no gozan del sentido de la razón- sentencié mientras me sentaba y me señalé la sien mientras le regalaba una sonrisa irritada, la educación había sido borrada de mi personalidad en ese momento apreté los puños mirando hacia el lado opuesto en donde estaba discutiendo ellos dos, me estaba irritando que me trataban como un objeto, pero ya lo había dejado en claro tantas veces que ya no gustaba de seguir soltando palabras vanas y vacías -¿Odiarte? - sonreí de lado y mi iris se torno bermellón puro, le miré al perro –Odiarte sería mucha molestia de mi parte hacia ti, para mí solo eres alguien que es tan poco cuidadoso con sus objetivos que da pena- le miré sombría, había tirado la primera flecha, Levesque hablaba con tanto sarcasmo y yo lo único que quería era tomar del codo a Chassier y sacarlo de ahí o llevarlo de vuelta a su mesa convenciéndolo que se olvidara del asunto, si tenía que usar la fuerza bruta para zafarme de ese maldito papel y la boca audaz de Levesque lo haría, pero él mismo se estaba dejando expuesto –Te estás equivocando- murmuré mirándolo de reojo –No es el “vinero” es un amigo nada más- terminé de murmurar y cerré los ojos, me masajeé las sienes y escuchaba su diatriba, eran un par de testarudos, dos seres sobrenaturales tozudos con los cuales por el momento no deseaba tratar, pero fue cuando él le pidió una silla a un mesero y abrí los ojos amplios volteando a ver con algo de desesperación -¡No!- me interpuse –Esto ya he sido suficiente- apreté la mano alrededor del brazo de la silla –Tú y yo hablaremos en otra ocasión- me levanté y tomé a Chassier del codo con fuerza –Vámonos, esto no vale la pena- susurré viéndole fijo, esperaba que entrara en razón, que por fin decidiera escucharme y no me tratara como su descendencia impulsiva y salvaje.
Leer Kruspe- Vampiro Clase Alta
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Re: Feu dans l'eau [Privado]
Tres clases hay de ignorancia: no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no debiera saberse.
François de La Rochefoucauld
Sin duda hubiera precisado que las circunstancias de esta pieza fueran otras, que su olor no fuera la de ese perro, que su sonrisa no fuera de miedo por descubrir las cosas que sabía perfectamente habían sucedido en París y en Londres y que sus preocupaciones no fuera obra de un animal que no tenía ni arte ni parte en su vida cosa que, me encargaría dentro de poco de una manera tan sutil que no se daría cuenta cuando mis colmillos estuvieras traspasando su piel cortando uno a uno los tejidos hasta llegar a su corazón. Comerlo de a poco y escupir en un plato ya molido para dárselo a los perros domesticados de la mansión. Cerré los ojos penetrando cada una de las ideas de la neófita, todo comenzó a grabarse en mí de manera perfecta y cada vez estaba más consciente de lo que tenía que hacer con él. —No son necesarias las mentiras ahora que lo sé todo, Amélia.- miré su ropa un momento y sólo me causó gracia, así era ella de rebelde que no quise más que alabarle por su comportamiento.
—No importa qué hago aquí- murmuré sin siquiera molestarme por ver dónde estaba Linneth. Un giro más, un recorte menos y la pieza terminó. Justo lo que deseaba para poder finalmente dejarle en claro al licántropo que en territorio de vampiros nunca es ni será bienvenido. Nuestros mundos, nuestra raza está separada por un abismo que, jamás podrá tocarse nunca. Bastó con oírle hablar para que me hiciera esbozar una sonrisa, no recordaba que los animales tuvieran tan buen sentido del humor —-No sabía que los de tu naturaleza fueran tan inteligentes, ofrezco un aplauso a tu bravía por dejarme sorprendido- miré su mano que estaba en plena reconstrucción de una herida, su sangre era fuerte—Ella sabe perfectamente demostrar lo bien que le simpatizas- señalé con los ojos — Es maravillosa ¿no es así?- de reojo noté como ella tomaba asiento y una tranquilidad se acentuó en mi rostro, había aprendido a controlarme cuando quería sólo por instinto asesinar.
La energía de ella era tan fuerte que llamaba mi atención. Estaba esperando que sacara a colación el tema del contrato para poder responderle, en este caso había que ser pasivo para buscar lograr persuadir a su persona pero el soltó información sobre lo que parecía mi condición de vampiro. A kilómetros podría jurar que tiraba manotazos de ahogado por no saber con qué sorprender. ¿No entendía? Yo no soy sorprendible. Las coincidencias y los secretos en mí no existen y menos cuando se trata de ella. —Bien lo ha dicho ella, no soy ni el ‘’vinero’’, tampoco su amigo. Soy su creador- alcé la ceja —En ese caso- mis ojos se volvieron tan fríos que podría haberle cortado si quería —Ella se convierte en mía. Y no como una cosa o como algo que pueda marcar como mi propiedad. Hablo de mí descendencia, mi progenie, mí vampiresa - repetí cuantas veces ‘’mí’’ se pudiera para que se le quedara grabado en la cabeza mirando con un poco de lastima y pena la cara del licántropo la cual cerré con una sonrisa levemente —Y por supuesto que vive en mi mansión ¿Quieres más detalles?- negué —Qué descortés eres- le miré desde aquel ángulo sin olvidarme de ella que estaría hecha un demonio por mis palabras.
—¿Aun así te preguntas con qué derecho vengo a interrumpir su cena y le llevo a bailar?- arqueé ambas cejas intensificando la mirada devolviéndole a ella la vista cuando su fina mano tocó mi codo y uno a uno fui separando los dedos de su agarre —No creo que esta conversación vaya a durar más de cinco minutos, Amélia. terminando de soltar lo que quedaba unido a ella. Separé la silla para que volviera a tomar asiento con una firme autoridad que se la dejé saber —Así que puedo compartir la mesa contigo, Stéphane. – miré con suficiencia al lycan y agradecí al mesero por la atención. Tomando asiento ajustando el traje crucé las piernas de manera varonil sin quitarle la vista de encima al sangre caliente. —Entonces…- fruncí el ceño levemente —Según tú y tu lógica animal, ¿crees que vas a llevarme a la quiebra con una amenaza sobre el dueño de Camelia Vinn es un sobrenatural?- quise reírme pero no venía al caso —Podría destruirte antes, Levesque- miré a la vampiresa. —¿Sabes lo que significa que te metas con alguien a quien debes de proteger?- negué —No lo creo- volví a verle —Ella tiene la última palabra en esta cena. En sus manos está tu vida y la de cualquiera de este restaurante- me acerqué a la mesa —¿Bien?- volví a apoyar la espalda en la silla rogándole al infierno por una palabra de esos labios rojos con sabor a mi sangre.
Deiran Chassier- Vampiro Clase Alta
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Re: Feu dans l'eau [Privado]
Las visitas que menos esperas son las más entretenidas, pero en este los terceros son el plato principal
El vinero, su amigo ¿Qué era? Al licántropo no le era de interes saber si se trataba de su amigo, la quería a ella y lo demás salía sobrando ¿Era tan difícil de entender aquella situación? Pero si tenía que luchar contra la corriente lo haría, Stéphane lograba todo lo que propusiese sin importar si esto respirar o no, se moviese o no, fuera de carne y hueso o algo meramente material, las palabras de la vampira solamente eran susurros en segundo plano, primero debía deshacerse del vampiro que tenía enfrente de ella se encargaría de una manera más amena para ambos. Las palabras del vampiro estaban cargadas de sarcasmo , cosa que no le importaba al licántropo ya estaba acostumbrado a tratar con altaneros de su especie, eran difíciles pero nada que no se pudiera persuadir y dejar en su lugar, a donde pertenece –Gracias por el halago, pero no es necesario en este momento, la cuestión aquí es quién te invitó a esta cena privada, deberé hablar con mi empleado porque al parecer no dejo en claro que la quiero a ella- señaló con los ojos a la vampira –Y contigo podría hablar en otra ocasión , caballero- separó las silabas de la última palabra y agrego una sonrisa acida y burlona a la oración; volvió a ver a la cría vampira –¿O es que acaso me tienes tanto temor Amelia que debes venir con guardaespaldas a nuestras citas?- arqueó una ceja y sonrió ladinamente sin dejar de verle a los ojos, se veía tan adorable con la ira manifestándose en sus ojos que deseaba que la luna llena estuviera plasmada en el cielo negro para devorarla lentamente, parecido a un pequeño pedazo de pastel muy bien adornado
Suspirando y cruzándose de brazos sintió un pequeño ardor en la mano, tenía una herida que ella le había propiciado con las uñas pero decidió pasarla como inadvertida, porque eso era verse débil ante la fuerza de aquella bestia puñetera que tenía enfrente, hizo sonar la lengua contra su paladar y negó lentamente –Querida, no debes temerme, no pienso hacerte daño, es todo lo contrario- su voz susurrante adornó la frase, era él el que quería que ella lo hiriese, le gustaba ese carácter rebelde, sacaría toda aquella furia para luego calmarla a expensas de algo más placentero, le guiñó un ojo y apartó la mirada de ella volviendo a ver al vampiro. Arqueó una ceja y volteó su mano viéndosela –Sus muestras de cariño son espectaculares, invitado sorpresa, y aunque ella lo niegue, puedo deducir quien eres, no es nada que me sorprenda- se encogió de hombros desinteresado, pero fue el mismo vampiro quien dio la primera pista, corrección, esa era la verdad que Stéphane sabía y que no le era ninguna novedad, chasqueó sus dedos e hizo sonar sus dientes -¡Bien!- sonrió orgulloso -¡Lo sabía!- ladeó la cabeza restándole importancia a aquello –Pero sabes- se rió bajito –No me sorprende y eso nos lleva a- alargó la ultima vocal con un tono entonado y dividió su visión entre ambos terminando de escuchar al vampiro -¡Finamente!- abrió los brazos mostrándose como si fuera un luchador victorioso –Entonces no me equivoqué, eres su creador, el vinero, el que se apellida Chassier, pero ya que me has tratado con mi nombre de pila, creo que yo también estoy en todo el derecho de hacerlo- se inclinó ligeramente hacia delante como si le fuera a contar un secreto indecoroso –Deiran- agitó su mirada porque ni la seriedad ni las palabras de aquel vampiro lo incomodaban, solo se trataba de firmar el contrato por parte de ella, soportar su comportamiento infantil y luego quizás dejar que ella probase algo de él, claro, no sin antes recibir algo a cambio de ella y lo que formaba aquella rosa y carnosa boca era bastante parecido al objetivo
No le dirigía la mirada a la déspota, porque el asunto en cuestión había cambiado de manos, miraba por el rabillo del ojo la silla y su mano le seguía invitando a sentarse cuando notó como ella se exaltaba y quería salir huyendo, tal cual la primera vez que se encontraron en los laberintos y lo había dejado como costal de patatas en aquella oscuridad –Amelia- suspiró –Solo queremos conversar, no interrumpas a los mayores déspota- su voz salió burlona y le obsequió una sonrisa sarcástica a ella pero fue lo siguiente lo que en realidad le causó diversión, el vampiro creador se comportaba como padre reprendiendo a su pequeño vástago, hizo un sonido como si fuera una venenosa serpiente con la lengua y estrechó los ojos viéndola como se sentaba como niña regañada –Lo ves- susurró y arqueó ambas cejas y volvió a tomar asiento frente a ambos –Bien Deiran- se deslizó un poco contra la silla y extendió una pierna tanto así que hizo contacto debajo de la mesa con la pierna de ella y con el dorso del zapato acarició su rodilla de arriba hacia abajo sin dejar de ver al vampiro creador pero notando por el rabillo la reacción de ella de inmediato la volvió a encoger y comenzó a toquetear el florero del centro de la mesa –Creo que el descortés has sido tú, presentarte de esta forma sin ser invitado y en cuanto a detalles de tu vida con ella no me interesan, creo que he sido claro- movió su cabeza para que los huesos le tronasen –Pero, soy alguien que se place con la violencia y la caridad es mi buena amiga, no importa que tengamos una cena de tres y sobre todo si vamos a hablar de negocio, nunca es momento no oportuno para hacerlo- sonrió ladinamente y se inclinó hacia al frente pegando su abdomen contra el borde de la mesa tomó la copa que habían traído para ella y luego el champagne -¿Gustas?- sirvió viéndolo a él en todo momento –¿O prefieres vino?- le extendió la copa y sin esperar que la tomase la puso frente a su cuerpo –Lo siento pero es lo que hay por el momento- sus labios se curvaron hacia un lado en una mueca grotesca y luego llamó a un mesero que iba pasando con una bandeja –Trae un vaso con agua para la dama- ya le había dicho que la bebida no le gustaba –¿Está bien eso, Amelia o pueden traerte algún tipo de jugo?- no esperó respuesta –Trae el vaso con agua- ordenó y le guiñó el ojo a la cría, no esperaba que ella decidiera, su mandato había terminado, la ley varonil estaba servida sobre la mesa
–Deiran- resopló y se rió –No espero llevarte a la quiebra- hizo girar la copa sobre la mesa –Lo que no creo es que su familia, la de esta déspota que tienes como descendencia, le agrade saber que ella vive con un hombre que no tiene ningún compromiso con ella, siendo ella una señorita decente y adinerada y mucho menos les gustará saber que ella es una vampira, una no humana- se pasó la lengua por el labio –Creer que por haber dado de beber de tu sangre la hace tuya, que ironía- sonrió y negó –Realmente debes expandir tus visiones, pero si a ella le gusta que digan tal barbaridad de ella no pienso entrometerme, tú eres uno más y ella, ella es lo que yo quiero- se volvió a acostar contra a silla y llevó sus brazos por detrás de su cabeza –Y lo voy a tener- soltó con autoridad, de nuevo el mesero llegó con el vaso con agua y le pidió una carta de menú la cual le entregó, agradeció el gesto y lo miró retirarse –Bien Deiran- le extendió la carta y la dejó caer a un lado de la copa –Antes de que vayas a destruirme, vamos a cenar ¿quieres?– tomó su carta de menú -¿Qué se te antoja?- miró desde abajo a la vampira -¿Y tú querida mía qué vas a ordenar?- su voz sarcástica –¿O todavía tienes deseo de mi cuerpo?- abrió la boca como si fuera a aclarar lo contrario –Claro hablo de sangre, linda- su boca se curvó lentamente en una sonrisa –O podemos hablar del contrato- tomó el papel y lo dejo caer en el lado del vampiro –Ya que tú si sabes de estas cosas, puedes darle un vistazo, instruir a tu descendencia en cómo hacer tratos, míralo- hizo un movimiento con la barbilla hacia el papel –Realmente me entristece mucho que mi vida cuelgue de las manos de otra persona pero estoy seguro que ella no dirá nada, porque al contrario tuyo va a razonar con la cabeza y no con esa ira que te está consumiendo, ella no dejará que te dejes expuesto mucho menos que hagas alguna locura o ridiculez- se acarició la barbilla y extendió la mano hasta tomar la delgada y fría de ella abrazándola como si fueran novios y dándole un beso -¿No es así querida vampira déspota?- sus ojos no se apartaron de los diamantes de ella, solamente era una provocación porque no sería él quien dejaría ver su naturaleza ante un mar de humanos que no eran importantes
Stéphane Levesque- Licántropo Clase Alta
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