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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Aleck Murray Vie Jun 20, 2014 11:36 pm

“Los destinos se forjan lentamente y nadie sabe cuál de sus actos sembrados al azar ha de germinar para desarrollarse como un árbol”–Maurice Druon


El relincho del negro semental resonó con fuerza en el amplio y despejado campo. El animal movía inquieto sus patas delanteras, en parte deseoso por continuar la cabalgata forzada que su jinete acababa de finalizar, en parte intranquilo por el espacio desconocido que se extendía ante sí. Los débiles rayos del sol primaveral naciente empujaban casi con timidez a la oscuridad de la noche ahora agonizante. Pronto la claridad inundaría el mundo y los parisinos y extranjeros de aquellas zonas darían inicio a sus actividades matutinas. Debía darse prisa si esperaba que su presencia pasase lo mas desapercibida posible, no deseaba poner sobre aviso a su “querido” medio hermano. Llevaba algún tiempo buscándole, caminando sobre sus pasos, indagando sobre su paradero. El hecho de que cambiase su nombre le había complicado un poco las cosas pero, después de todo, era algo de esperarse. La deshonra había caído sobre él por sus acciones. Si alguien le preguntaba (sonrió sarcásticamente ante la idea de que hubiese alguien a quien le importase lo que pensara) Carmichael, o Morgan como ahora se hacía llamar, era un completo idiota por sacrificar su posición y futuro dentro del clan por salir corriendo tras una mujer. Sabia de buena fuente que se trataba de una fémina hermosa pero eso no era suficiente para justificarle ante sus ojos. Huir, mezclarse, desparecer. Las opciones para los perseguidos, solo que ya no había nadie que le persiguiera más que él ¿sabría que su padre había muerto? Lo dudaba, seguro seguía pensando que el clan entero esperaba su regreso, sin importar las condiciones, solo para que reconociera su culpa y pagara por sus errores.

La vida no era justa y aún así el destino se las apañaba para ensañarse más con unos que con otros. La dura realidad de no ser digno ante los ojos de su padre, a pesar de todo lo ocurrido, le despojó al brujo de la última de sus ilusiones. Ahora solo la obsesión gobernaba su vida. Después de que asesinase a Sloan, el líder del clan, de quien llevaba su sangre y la cual quisiera poder devolver tan fácilmente como había cambiado su apellido, se lanzó en pos del rastro de sus hijos. De James nada logró averiguar así que se concentró en la búsqueda más sencilla en primer lugar: Carmichael y su esposa Shannon, quien ahora respondía al nombre de Brianna según había conseguido averiguar. Los duros meses durante los cuales les perdió el rastro le sirvieron a Aleck para conocerse a sí mismo, para reforzar sus convicciones y fortalecer su voluntad. Finalmente había comprendido que los tortolitos habían abandonado la isla, huyendo hacia el continente y refugiándose en el lugar menos pensado, Francia. No le hizo gracia alguna tener que internarse justamente en ese país. Cargaba con un odio especial hacia los franceses y el tener que aprender su lengua fue solo un insultó más que añadió a la gran lista que le cobraría a la feliz pareja.

Y ahora aquí estaba, sobre un corcel que había robado a un cobarde caballero y en medio del campo que daba la bienvenida a la nueva familia de su medio hermano. Palmeó cariñosamente el flanco de Cysgod, tranquilizándole. A pesar del poco tiempo transcurrido desde que le cabalgara el caballo se había convertido en más que solo un vehículo. Su cuidado en las últimas semanas era incluso más meticuloso que el que prodigaba para sí mismo. Esto se lo hizo entender una bonita tabernera que ni siquiera se molestó en ocultar la repugnancia que le causó la idea de intimar con él. En cualquier otra condición eso no le importaría. La hubiese sometido a sus deseos por la fuerza pero lo último que necesitaba era llamar la atención. Solo por eso decidió postergar su llegada y tomarse un par de días para recomponer su atuendo. Alimento y reposo para su montura. Adquisición de ropas para sí mismo, un baño, un corte de cabello (que hasta entonces llevaba recogido con una cinta), una afeitada para la larga y desprolija barba… y evitar los espejos y las superficies reflectantes. No necesitaba que su físico le recordara su ascendencia aunque se engolosinaba en imaginar la reacción de los que buscaba cuando viesen su rostro, cuando le reconocieran por sus lazos. Esa dulce mañana la búsqueda finalmente terminaba y ahora era cuando en realidad empezaba la tragedia, solo que esta vez no sería la suya.

Sonriendo espoleó con suavidad al caballo y se acercó en medio de un trote suave hasta encontrarse lo suficientemente cerca como para poder percibir los detalles de la construcción. Gracias a la cercanía consiguió observar con total claridad como la puerta se abría para dar paso al cuerpo menudo de lo que debía ser una criada. Se trataba de una mujer de edad mediana que se congeló en el umbral en el momento de verle. Un cubo vacio que llevaba entre sus manos rodó estrepitosamente hasta el suelo mientras la pálida mujer salía de su ensoñación y dando un grito de alarma corría nuevamente al interior de la casa. Desconcertado descendió de Cysgod mientras escuchaba los gritos femeninos en el interior, pero sin conseguir comprender algo más allá de un simple “…regresó”. Dando por hecho de que el señor de la casa saldría a plantar cara a quien quiera que se hubiese atrevido a perturbar la paz de su hogar, esperó, medio recostado contra el flanco del caballo, con los brazos cruzados y una expresión de satisfacción en el rostro.


Última edición por Aleck Murray el Jue Nov 20, 2014 9:59 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Shannon Sinclair Mar Jul 15, 2014 2:30 am

Que el Señor me castigue más de lo debido, si logra separarme de ti algo que no sea la muerte"
Libro de Ruth

Un día más sin él. ¿Cuántos eran? ¿Cuánto se había prolongado su agonía? Nerys. Nerys ya sentía la molestia de los primeros dientitos que querían nacer. ¿Realmente tanto tiempo habían pasado? Casi cuatro largos meses esperándolo, soñándolo, llorándolo como si él hubiera muerto. Nadie le sacaría de la cabeza que seguía vivo, que estaba en alguna parte del mundo aguardando por su presencia. Pero no podía irse, no podía cargar con tres niños tan pequeños en busca de un hombre que quizá estuviera malherido, y tampoco podía dejarlos. Debía quedarse allí, aletargada, viendo los días pasar frente a su ventana, atenta a cualquier figura que apareciera a lo lejos. Malcolm ya no preguntaba por su papá, Douglas todas las noches antes de dormir, en su oración, rogaba para que su papito volviera pronto, Nerys no tenía consciencia –dichosa ella-. Había vuelto a trabajar, solía irse días completos con un grupo de cazadores y regresaba a su casa a la noche, con los pechos doloridos y ansiosos de la succión de su hija, que la aliviaba en cuestión de segundos. Ella ya comía puré, por eso, había decidido regresar a sus labores, por más que a Morgan no le hubiera gustado. Él la quería lejos del peligro, la quería segura criando a los pequeños; pero él ya no estaba, y las cuentas comenzaban a apremiarla. Agradecía al Cielo la bendición de tener a la institutriz, a la que sus niños tanto querían y respetaban, y a la cual ella había comenzando a ver como imprescindible. Era una mujer hecha y derecha, que transmitía buenos valores y, sobre todo, cuidaba de los tres cuando ella debía ausentarse.

No era fácil no tener un hombre que cuidara de la casa. Los acreedores se creían con potestad de maltratarla, y su endeble carácter, caracterizado por la dulzura y los buenos modales, iba endureciéndose conforme pasaban las horas. Sólo en los escasos momentos de armonía y de esperanza, volvía a ser la misma de siempre; pero con la desaparición de su amado esposo, todo lo que ella era se había esfumado junto a él. Se sentía una pésima madre, porque el amor que ellos le generaban y le transmitían no podía arrancarla de la bruma en la que estaba sumida, pero se consolaba diciendo que eran lo único que la mantenía aferrada a la vida, lo único que le daba fuerzas para levantarse cada mañana y luchar, y pelear con aquellos que iban a cobrar o querían negociar, y se negaban a hacerlo con una mujer, y ella debía apelar a su mejor poder de convencimiento para demostrar que era apta para los truques y las transacciones. No faltaba el que quería propasarse con ella y la tomaba por una mujer liviana, motivo por el cual siempre estaba acompañada de sus empleados para que se hicieran cargo si algo salía de su control. Pero los que peor la ponían, eran aquellos que llegaban preguntando por la “viuda de Storr”, ya no era más la señora, ahora era la viuda. La ausencia de Carmichael había sido tomada como muerte, y muchos se sorprendían cuando no la veían llevar el luto. Se negaba rotundamente. Las explicaciones de sus ilusiones sólo eran devueltas con miradas de pena y sonrisas de lástima, que Brianna simulaba no interpretar y seguía con la cabeza erguida, sosteniendo su tesis como si se tratase de su alma…y que en parte lo era. Si ella aceptaba que él había perecido, perdería todo, se perdería a sí misma, y nada podría traerla de vuelta.

El grito de la empleada la arrancó de la concentración que había adquirido mientras afilaba uno de sus cuchillos de trabajo, el de mango de marfil que le había regalado Morgan y tenía grabadas las iniciales de ambos. “S&C” rezaba a la luz del Sol, que se colaba por la ventana. Un pequeño corte en el dedo, producto del susto, la hizo ahogar una exclamación, y salir del cuarto de armas para entrar al living pidiendo tranquilidad. Sus hijos saltaban alrededor de la mujer, que lloriqueaba y balbuceaba palabras ininteligibles. Otra de las criadas le dio a Nerys, que lloraba desconsolada a causa del susto que le provocaba el escándalo. Todo quedó en silencio cuando debió gritar para que se callaran, y tras aquel exabrupto, acaparó las miradas de todos sus dependientes. La doméstica se tranquilizó, y explicó que el señor había vuelto. Ante el gesto incrédulo de Brianna, la mujer lo repitió más tranquilamente, y no hubo poder de Dios que parara a Malcolm y a Douglas, que se lanzaron a la carrera a buscar a su padre. Más guiada por el instinto de proteger a sus niños de una desilusión, que convencida por las palabras de su empleada, fue tras ellos. Cuando los vio, estaban cada uno aferrado a la pierna de un hombre que más parecía un vagabundo que su marido. Los pequeños lloraban y gritaban “papá”. Brianna lo miró de arriba abajo, con el corazón en un puño. A medida que se acercaba a él, las piernas le flaqueaban, y sintió que voló hacia su marido. Por fin estuvo junto a él, y no pudo impedir que las lágrimas emanaran de sus ojos ante la visión. Finalmente, había vuelto, finalmente, estaban juntos otra vez. Apoyó una mano en su pecho y luego la mejilla, hasta envolverlo con un brazo, ya que en el otro sostenía a su pequeña, que poco y nada debía comprender aquella situación, pero que se mantenía en silencio. Lamentaba profundamente no estar bonita para él.

Has vuelto, mi amor, has vuelto —susurró y se apretó más a su figura. Estaba un poco más delgado, pero era Morgan. —Sabía que no habías muerto, sabía que volverías a nosotros, que volverías a mí… Te he extrañado tanto —hizo una pausa, ahogada por el llanto— Me has hecho tanta falta —dijo de manera entrecortada. Ella y sus niños, parecían querer absorberlo. Hubiera eternizado aquel momento. Inspiró profundamente, y no fue el olor a sucio de su hombre lo que le hizo abrir de súbito los ojos, sino el hecho de no sentir su aroma. Se alejó escasos centímetros, le abrió la camisa a la altura del pecho, se puso en puntas de pie, acercó su nariz hasta rozar su piel e inhaló profundamente. Lo alejó de un empujón que hizo relinchar al caballo y tomó a sus hijos para ponerlos detrás de sí. — ¡Usted no es mi esposo! —exclamó espantada. Era él, pero no lo era. ¿Qué clase de truco era aquel? ¿Quizá un ser sobrenatural había tomado su forma para vengarse? — ¿Quién es usted? —preguntó entre dientes. Sintió las manitos de Douglas y Malcolm cerrarse en torno a su pollera, aterrados y confusos. Como un acto reflejo, sacó de la manga un cuchillo, y en un santiamén, el filo besaba la yugular del extraño. —Repito, ¿quién es usted, qué quiere con nosotros y por qué se parece a mi esposo? —apretó el arma un poco más contra la garganta del extraño, por las dudas no le hubiera quedado clara la pregunta.


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Mensaje por Aleck Murray Dom Jul 20, 2014 10:52 pm

“ Se dice que nuestro enemigo es nuestro mejor maestro. Al estar con un maestro, podemos aprender la importancia de la paciencia, el control y la tolerancia, pero no tenemos oportunidad real de practicarla. La verdadera práctica surge al encontrarnos con un enemigo” - Dalai Lama


Desde su cómoda ubicación en las afueras de la casa el hechicero podía escuchar el barullo creado por la empleada que le había visto. Le resultaba en extremo extraño que se desarrollara tal escándalo solo por la presencia de un forastero ¿Qué era lo que estaba ocurriendo? ¿Dónde estaba él? ¿Por qué no salía y le hacía frente? Solo voces femeninas eran perceptibles y, entre ellas, una resaltaba más que las demás. La espera no fue larga, sin embargo aquellos pocos minutos crearon mella en su fachada de tranquilidad. Tal vez hubiese sido más prudente acercarse de otra manera, tomarse un poco más de tiempo en conocer a la familia de lejos, en instruirse sobre sus costumbres y conocer las buenas nuevas que les rodeaban. Bien, pues ya era un poco tarde para eso. Ahora solo tenía una opción, permanecer de pie justo donde estaba y esperar para que el tiempo le brindara las respuestas para las nuevas preguntas que tomaban forma en su mente.

La puerta se abrió nuevamente y surgieron de la oscuridad dos figuras pequeñas que corrieron sin medida hasta donde él se encontraba. La sorpresa ablandó por un segundo su semblante. Los pequeños poseían rasgos tan familiares que resultaría absurdo preguntar de quienes eran vástagos. Sus caritas rellenas e inocentes se iluminaban por unas enormes sonrisas mientras cada uno se asía a una de sus piernas mientras gritaban una palabra que le resultaba tan ajena como la caridad. Sin saber qué hacer ante las pequeñas criaturas Aleck permaneció inmóvil, permitiendo aquel acercamiento que más que molestarle le asustaba. Es gracias a las heridas e infortunios que las almas débiles consiguen alcanzar la fortaleza para prevalecer en el mundo duro y cruel. Se trata ésta de una verdad ampliamente difundida en muchos de idiomas y por infinidad de guías. Sacerdotes, Padres, maestros o sabios, todos coincidían en que el recobrarse de las desventuras enviadas por Dios, el hado o el destino, como quiera que le llamasen, significaba ilustrarse y evolucionar, cambiar para estar mar preparado en el futuro y poder hacerles frente de una mejor manera. Solo equivocándose se aprende a no cometer los mismos errores. Aleck aceptaba esa ley de la vida. La comprendía y aplicaba. Sin embargo no podía evitar preguntarse a veces si se trataba en realidad de solo la apariencia de rudeza. Había cambiado, el mundo le había endurecido hasta el punto de parecer que nada le importase, pero él sabía que aún en su interior residía el esbozo de un pequeño en busca de afecto y aceptación. Era poco común que algo tocase la fibra sensible que le llevaba a sentirse como ese desvalido crio y los dos pequeños que se aferraban a sus piernas en ese momento lo lograron sin mayores esfuerzos.

Afortunadamente no hubo tiempo suficiente para que su debilidad fuese percibida pues, un momento después, una mujer salió corriendo tras los niños con un bebé en sus brazos. Debía tratarse de ella, Brianna, la madre de los pequeños, la esposa de su medio hermano. Era en verdad tan hermosa como había escuchado pero, para él, no dejaba de ser solo una mujer. Ella se acercó y le abrazó. Las lágrimas que corrían por las tersas mejillas y la expresión de asombro e incredulidad le dieron a entender lo que no había comprendido en realidad hasta ese momento. Carmichael no se encontraba y su familia pensaba ahora que el hombre que tenían en frente era el desaparecido patriarca. Pero ¿Qué le había ocurrido? Después de abandonar todo y a todos por esta mujer resultaba inconcebible que simplemente la dejase. Ella le daba por muerto ¿era posible que en realidad estuviese tras los pasos de un difunto? Aleck estaba preparado para el desafío y el enfrentamiento, no para encontrarse de improviso rodeado por tres abrazos calurosos y el calor de un bebé de brazos junto a su pecho. Se había transformado de un hombre invadido por el rencor a una estatua viviente que se limitaba a respirar y a permanecer en pie mientras le tocaban y aún buscaba en su mente la mejor salida para tan irreal situación cuando ella percibió lo obvio. No se trataba de su marido. Fue su olor, sin duda. Sus acciones eran claras. El empujón le tomó nuevamente por sorpresa pero sirvió, al mismo tiempo para sacarle de su embotamiento justo cuando el filo de una hoja presionaba contra su garganta. Podría intentar desarmarle pero el bebé en sus brazos le detuvo ¿desde cuándo le importaban esas cosas?

Levantando lentamente las manos hizo lo único que podía en ese momento, sonrió inocentemente – Permítame recordarle, Madame, que fue usted quien me confundió con quien no soy. En ningún momento he dicho o hecho algo para que crean usted y sus retoños que se encuentran frente a su padre o esposo. Ahora, aclarando el mal entendido ¿podría apartar el cuchillo de mi garganta? – su voz era serena y su expresión tan amigable como le era posible aparentar – lamento profundamente que me hayan confundido pero debe creerme cuando le digo que esa no era mi intención – . Si pretendía averiguar lo que ocurría más le valía ganarse la confianza de la mujer. Era su oportunidad, en ningún otro momento estaría más cerca y desafiarla, o desarmarla, le haría perder esa ventaja. – No soy más que un viajero que no desea causar problemas. Por favor, tenga en cuenta que ese filo podría lastimar sin querer a tan hermoso e indefenso bebé. Piense en eso y en sus hijos – repasó con los ojos a los sirvientes curiosos que observaban la escena antes de volver su atención a Brianna – Solo deseo hablar con usted, nada más –
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Mensaje por Shannon Sinclair Dom Oct 12, 2014 2:38 pm

El amor no se deja engañar por el tiempo, aunque los rosados labios y las mejillas caigan bajo un golpe de guadaña.
Fragmento Soneto 116 – William Shakespeare

Su voz era tan entrañable, profunda y seductora como la de su marido. Sin embargo, el extraño no había logrado despojarse por completo de la pronunciación acentuada de las “r”, que tanto ella como Morgan habían hecho, para pasar desapercibidos; ellos habían pasado noches enteras practicando quitarse el escocés del habla, y también de las venas. Sin embargo, las Tierras Altas de Escocia seguían latentes en sus almas apasionadas y vibraban en sus poros, y en ese arrojo de la juventud que los había llevado a escapar de todos para vivir su amor. Ahora el amor sólo le había quedado a Brianna, que lo lloraba y necesitaba cada día con más intensidad. Con el corazón en un puño y la duda aprisionándole la consciencia, quitó lentamente el cuchillo de la garganta del desconocido. ¡Desconocido! ¿Cómo aquellos rasgos, aquellos ojos, aquella boca, aquella nariz, aquellas orejas, aquellos pómulos, aquel cuello, aquellas manos, aquel cabello, podían ser desconocidos? Sus ojos la engañaban vilmente, sus oídos también. Le partía la voluntad escucharlo hablar, cada palabra era una daga que se le clavaba en las entrañas, cada vez más profundo, cada vez con más dolor. Tantos días soñando con volver a escucharlo, y su timbre estaba allí, envolviéndola, atraído por el viento cálido que le removía el ropaje y le entibiaba la piel. Estaba desangrándose por dentro, y estaba segura que no podía disimular la decepción, el horror, el pánico y el desamor en su rostro, por más que se esforzase en parecer segura y altiva. Ella no era así, ya no; su pilar ya no estaba, y sabía que cada segundo de ausencia de Carmichael, se desmoronaba como Roma atacada por los bárbaros.

Malcolm… —Brianna se acuclilló frente a su hijo mayor, que sorbió su nariz y puso su mejor gesto de hombre. La joven se enterneció y esbozó una leve sonrisa. Colocó a Nerys en los brazos del pequeño, que la tomó con seguridad; con la mano libre, agarró la de Douglas— Muy bien, hijo. Ahora quiero que lleves a tus hermanos adentro, ¿si? —el pequeño asintió. Ella leía en la mirada de sus dos varoncitos las preguntas, las dudas, pero también el miedo. Ella no tenía respuestas, y los tres entendieron que ese no era el momento de aclarar algo que estaba oscuro y empantanado. —Mamá en un rato entrará, pero ustedes continúen con sus actividades —el pequeño del medio estuvo a punto de hacer la interrogación de cada día, la rubia se adelantó. —No, cariño, hoy tampoco vendrá papá —tragó con dificultad, un nudo espantoso, duro y punzante le atravesaba la garganta. —Vamos, vamos, adentro —revolvió la cabeza de ambos y no se puso de pie hasta que los vio ingresar a la casa, acompañados por una de las empleadas más ancianas que tenían.

Shannon temía levantarse y volver a enfrentar al forastero. Quizá, con suerte, él se había desvanecido como las apariciones instantáneas, que aparecían y desaparecían cuando ella pestañeaba recordándolo. Cuando por fin lo hizo, se tomó varios segundos para voltear, a sabiendas que el extraño continuaba allí, no lo había escuchado alejarse, y el sonido de su respiración la atormentaba. Ella quería volver a sentir la calidez del aliento de Morgan sobre su piel, sus susurros, sus caricias, su risa, también quería su enojo, su furia; sus defectos, sus virtudes, quería tenerlo nuevamente completo, porque se había esfumado sin más, sin dejar rastros, y a veces le parecía irreal que él hubiera existido, y despertaba creyendo que aún estaría en Leoch, el castillo de los MacKenzie, y que su padre la llamaría para tomar sus clases, o su madre la convocaría al salón a tocar el piano para los visitantes y deleitarlos con su dulce voz. Pero no, lo único que notaba al abrir los ojos, era el espacio vacío de su esposo, y el cuerpito suave y cálido de su bebé, que se acurrucaba contra ella. Y Brianna se sentaba en la cama y amamantaba a su niña entre lágrimas, rogando que él abriera la puerta, se apoyara en el marco y la observara, con una media sonrisa, alimentando a Nerys, como había sido con sus otros dos hijos. Le dolía la idea de que su hija nunca conociera a su padre, y se criara escuchando historias, formando en su cabeza una idea errónea del maravilloso hombre que le había dado la vida. Finalmente giró, y la impresión fue igual que la inicial. ¿Qué jugarreta del destino la ponía en aquel laberinto del horror?

Debo disculparme por la terrible bienvenida —como un acto reflejo, estiraba sus dedos; nunca sabía qué hacer con sus manos cuando se ponía nerviosa. —Estamos pasando una serie de inconvenientes, y su parecido con mi esposo nos ha dejado pasmados —el rumor de los sirvientes, que cuchicheaban a sus espaldas, se le hizo insoportable; volteó un segundo, lanzó una orden y todos volvieron a sus tareas, no sin echar unos vistazos finales. —Perdón, ellos también han quedado impactados —suspiró, quitándose un peso de encima. Ya estaba segura que el extraño no se iría de allí sin hablar con ella, también tenía la certeza de que no era su marido; internamente, agradecía tener seguridades en tantos meses de pura incertidumbre. Pero no le arrebatarían con tanta facilidad la esperanza. En su cabeza, rezó en gaélico para que Carmichael volviera pronto y le pidió a él que, desde donde estuviese, le enviase su fortaleza inquebrantable. —Mi nombre es Brianna Storr, soy la dueña de éstas tierras. Si me permite la observación, creo que antes de conversar, querrá higienizarse, comer algo y ponerse cómodo —dio por sentado que él diría que sí, más que nada porque necesitaba unos minutos para acomodar todo. —¡Úrsula, Richard! —llamó a la joven empleada que siempre estaba cerca cuando la necesitaba, y al encargado de las caballerizas. Ellos acudieron con prontitud. —Richard, lleva el caballo del señor y acondiciónalo, al parecer ha tenido un largo viaje. Úrsula, que nuestro invitado tome un baño y que en la cocina le preparen comida y algo para beber. Con certeza es escocés —no hubo ni una chispa de simpatía en su voz, pues desconfiaba de todos aquellos que venían de su país de origen, y más si era exactamente igual a su esposo— así que nuestro mejor whisky para él. Monsieur —sí se dirigió a él, a pesar de haberlo estado evitando en esos pocos segundos que dialogó con los subordinados— lo estaré esperando en cuanto considere que se encuentre en condiciones. Hasta luego —hizo una leve reverencia y se dirigió a su hogar. Luego, los empleados comentarían que la patrona, una vez cerrada la puerta, corrió escaleras arriba, a su habitación, dio un portazo y lloró en silencio, como siempre.


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Mensaje por Aleck Murray Jue Nov 20, 2014 10:10 pm

El filo se alejó de su garganta en representación de una primera pequeña gran victoria. No solo porque no hubiese sucumbido vergonzosamente ante una débil mujer, sino porque al parecer, por las expresiones cambiantes en el rostro de la rubia, sus palabras habían hecho mella en la coraza de la que se había revestido segundos antes. Esperó en silencio mientras ella ordenaba a sus hijos entrar y estos, decepcionados y confundidos, finalmente obedecían y desaparecían en el interior de la vivienda acompañados por una anciana mujer. Asintió cortésmente a las disculpas y explicaciones pero prefirió ignorar la pregunta. No era el momento adecuado para revelarle las razones de su parecido físico con Carmichael, de hecho aún dudaba de lo que haría y no lo que no. Su panorama cambió de un piso sólido y frío que pisar a una serie de arenas movedizas que amenazaban con engullirlo. Si era verdad que él había muerto Aleck perdía su objetivo principal, el impulso de su propia vida. Confundido y desorientado se aferró a lo único que podía brindarle un poco de estabilidad en ese momento, la hermosa mujer.

Agradeció con una sencilla palabra antes de observar como ella seguía el camino de sus retoños. Luego entregó las riendas de Cysgod al joven y siguió, en obediente silencio, a Úrsula. No le sorprendió en lo más mínimo que Brianna dedujera su origen. Su entonación le traicionaba todo el tiempo y resultaba demasiado obvio para alguien que se hubiese criado en las mismas tierras. Se movía lento y metódico. Como un río de cristalinas y sosegadas aguas en la superficie aunque solo él fuese testigo de la turbulencia que se agitaba en las profundidades. Permitió que el agua caliente relajase sus músculos y lavasen su piel. Y allí, tendido en una rustica bañera meditó largo y tendido sobre el infortunio que parecía acompañar cada uno de sus pasos. Nada parecía ocurrir como lo planeaba el pobre bastardo de un olvidado y casi extinto clan. Pero él no había elegido sus batallas al azar y no era de los que dedicaban su causa a la paz colocando la otra mejilla. Frotó sus ojos con las manos antes de pasarlas por su cabello. El agua, ahora casi fría, le recordaba que debía continuar con lo que había empezado aunque no supiese exactamente cuál era el camino que debía seguir. Con parsimonia salió de la tina y deambuló algunos minutos, completamente desnudo, por el pequeño recinto en el cual se encontraba. De seguro a su anfitriona no le importaría la demora, era claro que aquel gesto obedecía más a la necesidad que ella tenía de estar sola para aclarar sus propios pensamientos que a una verdadera muestra de cortesía u hospitalidad. Finalmente salió, encontró a alguien que le guiase hasta la cocina, y espero allí, comiendo apenas un poco de lo que era ofrecido y vaciando copa tras copa de un whisky para nada despreciable.

– Soy Aleck Murray – soltó tan pronto la dueña de la propiedad ingresó a la cocina en la cual se encontraban él, sentado en uno de los extremos de la mesa, y Úrsula, quien se negaba a dejarle en la solitaria compañía de sus pensamientos – Caí en cuenta demasiado tarde que no había correspondido a su amabilidad al presentarse – se explicó antes de vaciar su copa para luego llenarla nuevamente de licor - ¿Desea usted acompañarme?- le invitó y, sin mostrar un ápice de vergüenza, se limitó a llenar otra copa para ella. Permaneció en silencio algunos segundos, reclinado en su silla, con una de sus pantorrillas descansando sobre la rodilla contraria y una de sus manos asiendo la copa, como si fuese ella quien le mantuviese en el sitio. Los ojos de Brianna de encontraban levemente hinchados e irritados y ella, en su totalidad, se veía abatida, cansada y dolorida. El verla nuevamente le trajo a la memoria a las criaturas, los hijos de su hermanastro. Curioso, nunca antes había pensado en los vástagos de sus aborrecidos medio hermanos como sus sobrinos. Una sonrisa triste emergió ante tal pensamiento. Infortunio, infortunio… sobre sus cabezas cual nube gris amenazando una temible tormenta. Pero la tormenta ya había llegado a ese hogar y, esta vez, no era él quien la había convocado.

– Un whisky excelente he de añadir. Y, como bien sabrá, no se trata ésta de una falsa adulación al estilo parisiense, sino de un real halago escoses - que decir, que decir. Compraba tiempo con frívola palabrería siendo perfectamente consciente de que ella espera respuestas, unas que de seguro no le traerían satisfacción alguna. Soltó un suspiro rindiéndose a la única salida que le parecía remotamente viable. – Lamento mucho todo esto. Estoy aquí por una única razón aunque, por lo que he podido concluir, ha sido una travesía en vano – otro lago trago mientras sus ojos evaluaban con atención cada una de las reacciones de la mujer – Vine en busca de mi medio hermano. Cramichael Sinclair… Si, esa es la razón de nuestro gran parecido, uno que confundió a una esposa devota y a unos afectuosos hijos. Desafortunadamente será un encuentro que no se llevará a cabo. Solo quiero saber algo antes de partir y, le prometo, que después de eso nunca volverá a saber de mí. Dígame, Shannon ¿cómo y cuando murió? -

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Mensaje por Shannon Sinclair Jue Ene 01, 2015 9:09 pm

Si realmente hubiese podido dejarse morir en una cama, llorando hasta que las fuerzas se le extinguieran, y dejando que la inanición diera rienda suelta a una muerte lenta, lo habría hecho. La desaparición de su marido, de cierta forma, la había matado. Pero, hecha un ovillo en el suelo, apretando los ojos contra las rodillas y ahogando en silencio la pena líquida que rodaba por sus mejillas, escuchó el lejano sonido del piano, y supo que era su hijo mayor, comenzando la lección; ello le recordó que tenía tres motivos para vivir: Malcolm, Douglas y Nerys. Ellos eran la prolongación del amor, ellos eran las tablas a las cuales se aferraba en el naufragio espantoso que la tenía atrapada. Por ellos debía levantarse cada amanecer, por ellos se arremangaba y trabajaba a la par de sus peones, por ellos debía mantener su hogar, por ellos debía arriesgar su vida en las efímeras misiones, por ellos debía respirar, debía comer, debía vivir. Se puso de pie con cierta dificultad y llamó a una empleada, que en silencio la ayudó a cambiarse de ropa, lavarse el rostro y adecentar su cabello. Cuando se miró al espejo, sus ojos enrojecidos le devolvieron una imagen espantosa, y supo que esa era la que tenía cada mañana –porque no había despertar que no llorara por su esposo- y entendió por qué los dependientes la miraban con aquellos rostros de lástima. Sintió vergüenza y pena de sí misma, pero también se convenció de que debía transitar aquel dolor y llenarse de esperanza de que él volvería. Porque volvería. De eso no había duda. Carmichael encontraría el camino de regreso a casa, de regreso a sus brazos y de regreso a sus hijos. Él estaría de vuelta, y ella estaría allí esperándolo, en el umbral de la puerta, como cada jornada, le llenaría el rostro de besos y luego cenarían en familia, como si todo aquello no hubiera sucedido. La escena se le antojó tan hermosa y tan lejana, que una sonrisa mezclada con una lágrima que no logró contener, la instaron a voltearse y regresar a la realidad.

Se tomó su tiempo para amamantar a Nerys. Intentó relajar su rostro cuando su hijo del medio le preguntó por qué no paraba de juguetear con la alianza que no se quitaba jamás del anular de la mano izquierda, y cayó en la cuenta de que no quería hablar con el visitante. Debería excusarse con un dolor de cabeza, y postergar el asunto hasta el día siguiente, o el mes siguiente, o el año siguiente…pero sabía que era imposible. Cuando la pequeña se durmió y los niños se retiraron a higienizarse en compañía de su institutriz, la empleada a la cual le había encargado el cuidado del extraño, se presentó para avisarle que el “señor” estaba esperándola, y luego la muchacha se dedicó a encender los faroles de la residencia, lo que le hizo caer en la cuenta que la luz del Sol estaba casi extinta. Se asomó por la ventana, apretando los dedos contra el marco y tragando con dificultad debido al nudo insoportable que sentía en la garganta, y amenazaba con provocar una nueva escena lacrimógena. Inspiró profundo, cerró los ojos con fuerza, y buscó algún recuerdo bello que la hiciera sonreír, y recordó el día anterior, cuando descubrió a Malcolm y Douglas jugando en el barro provocado por la lluvia; y a pesar de que lo tenían prohibido, hacía tanto tiempo que no los veía reír con aquella frescura, que se escondió unos minutos tras un árbol y los observó con devoción. Luego apareció, ellos rápidamente se repusieron y pidieron disculpas; no pudo reprimirlos, sólo los envió a lavarse. Los días anteriores había pensado que sus hijos nunca más volverían a jugar, que les sería imposible seguir siendo niños, pero parecía que todo comenzaba a acomodarse, y supo que ella también debía hacerlo. Aquella escena la acompañó durante todo el trayecto hasta el encuentro con el desconocido, y le dio la fuerza para abrir la puerta de la cocina y no caerse desplomada al suelo al verlo nuevamente, tan parecido y tan distinto a la vez.

¿Aleck Murray? ¿No debería usted ser Sinclair? —preguntó confundida, mientras tomaba asiento frente a él. Había dado las órdenes explícitas de que nadie rondase la cocina. Obvió la cortés disculpa del visitante. Recordó las lecciones de su padre, que durante toda la vida le había enseñado la historia de todos y cada uno de los clanes. Ella los recordaba todo, e intentó buscar en sus recuerdos el árbol genealógico de los Murray, que los uniera a los Sinclair, pero no encontró nada. Lo observó llenar el vaso con whisky. —Le agradezco, pero estoy amamantando a mi hija —aquel dato tan femenino no era correcto de ser revelado a un hombre, pero resultaba poco cordial rechazarle whisky a un escocés. Por cosas como aquella podía desatarse una pelea en un antro de mala muerte de las highlands. Agradeció con un asentimiento de su cabeza el elogio a la bebida. Le era imposible mirarlo o escucharlo, y aún más imposible le resultaba que dos personas se pareciesen tanto. En su familia todos tenían rasgos medianamente similares, pero su esposo y Aleck eran dos gotas de agua, hasta su voz era la misma. Sin embargo, a medida que lo escuchaba, notaba la distancia y la frialdad de sus palabras, ella era una desconocida para él, y lentamente, muy lentamente, pudo disociar la imagen de Carmichael de la de Murray. Debía escuchar su versión y dar un veredicto, y si bien no esperaba que él y su marido fuesen hermanos, no la sorprendió; no había hombre que no tuviera un bastardo, salvo su desaparecido esposo; si de algo Brianna estaba segura, era de que su marido no había dejado embarazada a aquella amante, y a ninguna otra, de haberla tenido. Sus únicos hijos eran los que ella había parido.

En primer lugar, debo pedirle que no me llame Shannon —y no sólo era por su seguridad y la de sus retoños, sino porque el único que en todos esos años la había llamado de aquella manera, era Carmichael, y no podía permitir que otro invadiese así la intimidad que habían compartido. —En segundo lugar, él no está muerto —y la firmeza de su voz, no daba margen a duda, o al menos eso quería creer. —Morgan —tampoco lo llamaría por su nombre verdadero— desapareció en una misión, hace unos meses. Sus hombres lo buscaron, yo misma lo hice, pero cayó por una pendiente muy sinuosa, el terreno es bastante complicado. Los traidores que se decían sus amigos abandonaron la búsqueda, pero yo no me resigno. Él está vivo —era la primera vez que contaba el relato, y hasta a sus oídos negados a la verdad, le resultó inverosímil la creencia de que hubiera sobrevivido; sin embargo, despojó aquel malicioso pensamiento, regresando a la única verdad posible: él seguía con vida, en algún lado. — ¿Ha sucedido algo con su familia? Sinceramente, me sorprende bastante que usted conociera su identidad, a lo largo de todos estos años nos encargamos de borrar todos nuestros rastros, de hacer que todos nos hubieran olvidado, de que nos creyeran muertos, y si usted llegó a nuestro hogar, significa que alguien más podría hacerlo —aquella reflexión debería haberla hecho en su interior, pero le fue inevitable emitirla en voz alta. Era demasiado tarde para echarse atrás. —Señor Murray, dígame si sus intenciones para con mi esposo son maliciosas, él no está aquí para defenderse, y si tiene alguna instrucción de hacerle daño a nuestros hijos, le aseguro que me obligará a hacer algo que no quiero —sonaba tranquila, pero había una amenaza implícita. A pesar de que Brianna era una dama repleta de paciencia y armonía –las cuales había perdido a lo largo de la espera por el regreso de Morgan-, durante todos los años al lado de su esposo, había aprendido que la violencia no siempre era el último recurso; y ahora que estaba sola, siempre sería el primero.


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Mensaje por Aleck Murray Sáb Ene 17, 2015 7:53 pm

Una sonrisa triste afloró de los labios del hechicero – Esa pregunta podría admitirla de cualquiera que continuara utilizando su nombre verdadero – comentó observándola con ironía y permitiendo que un poco más del ambarino y ardiente líquido se deslizara por su garganta. Las razones para cambiar su apellido resultaban tan obvias para él como el hecho de que la pareja de fugitivos también lo hubiesen hecho. Pero, tras terminar su trago, recordó que aquella mujer desconocía su pasado, de hecho desconocía su existencia, por tanto la pregunta no resultaba tan absurda después de todo. Solo por eso decidió añadir algo más – Fui un Sinclair, sin embargo las circunstancia me obligaron a ocultar mi ascendencia. Tampoco es que me causara mayor desagrado. En realidad, ahora que lo pienso, resultó de alguna manera liberador – su vista estaba enfocada en la mujer que tomaba asiento frente a él, pero sus pensamientos se encontraban en su tierra natal. Recordaba el anhelo que sintió alguna vez por ser un verdadero Sinclair, por ser reconocido dentro de su familia. Pero la traición del patriarca había transformado ese deseo en un odio irracional y repulsivo. No, no le había importado cambiarse el apellido así como no le importaba maldecir la esencia de la sangre que corría por sus venas.

Un estremecimiento le recorrió. Involuntariamente su mente había imaginado la escena de esa mujer ofreciendo su seno a la pequeña criatura que llevaba en brazos durante el primer momento de su encuentro. Aquello no debería perturbarlo, sin embargo sintió una desazón impropia que, unida a una ligera vergüenza por el rumbo de sus pensamientos, le obligó a apartar la mirada momentáneamente. Su mano se adelantó y tomó la copa que le había servido a ella. En lugar de insistir simplemente se limitó a vaciar el contenido y abandonar el recipiente boca abajo sobre la mesa. Asintió con la cabeza ante la petición de la mujer – Muy bien, Brianna, como usted desee – se empeñaba en mantener los ojos apartados pero no pudo evitar mirarla fijamente al escuchar la vehemente afirmación que siguió. Escuchó con renovada atención lo que tenía para decir sobre el destino de su esposo – Dicen que la esperanza es lo último que se pierde- comentó lanzándole una mirada entre consternada y apesadumbrada. Ella decía en voz alta lo que quería creer, pero la duda en sus ojos le indicaba claramente a Aleck que le costaba hacerlo. Por su parte con cada segundo reafirmaba lo insólito de la situación. Un viaje demandante que terminaba con un final sin gloria ni razón. Al menos el maldito podría haber elegido una muerte honrosa pero ¿desaparecido tras lo que parecía un accidente de novato? Una nueva pregunta se formuló instantáneamente - ¿Qué clase de misión? – tenía que admitir que durante toda su travesía se había limitado a seguirles el rastro sin empeñar demasiado esfuerzo en averiguar algo más que el lugar donde reposaban. Sabia, por supuesto, que habían estafado a muchos durante el trayecto, pero el instalarse en una ciudad complicaba bastante las andanzas para cualquier estafador. Podría asumir, dada la propiedad en la cual se encontraba, que en el presente se aventuraban con algo reaccionado con cultivos o incluso ganado o caballos. Sin embargo eso no esclarecía el que ella hubiese utilizado la palabra “misión”.

– No se preocupe, nadie más vendrá a su hogar. Sloan ha muerto y dudo que su padre tenga las habilidades para encontrarles – omitió los detalles sobre la muerte del padre que compartía con Carmichael – y créame, no ha sido una tarea sencilla incluso para alguien como yo – levantó una de sus cejas en un gesto de superioridad. – El tiempo pasa, Brianna, y hay prioridades que todo gobernante debe atender antes que sus intereses particulares. La guerra con los ingleses y los enfrentamientos entre clanes ocupan la mayor parte de los pensamientos de nuestros congéneres en Escocia. Pocos recuerdan ya su historia de traición, y menos aún conservan la esperanza de hacerles pagar su cuenta pendiente – estaba convencido de lo que decía. Ningún otro escocés vendría a golpear la puerta de aquella familia. Solo él y su implacable sed de venganza, unida a sus habilidades natas, podría haber llevado a cabo tan ilógica empresa ¿o no? Una débil luz empezó a iluminar un nuevo camino ante sus pies. Había alguien más que podría intentar alcanzarles aunque con otros propósitos: James, su medio-hermanito menor. ¡Pero claro! No era más que una posibilidad pero eso era mejor que nada. Con Carmichael muerto solo le quedaba vagar en busca de James, algo que consideraba prácticamente imposible teniendo el cuenta la cantidad de tiempo que había pasado dese lo último que supo de él. Pero si el sobreviviente menor de la línea Sinclair decidía encontrar a lo que quedaba de su familia seguramente daría con Shannon… y él estaría justo a su lado, esperándolo.

Se permitió un segundo alivio para su alma mientras pensaba en cómo enfrentar el cambio de panorama. A su alrededor las sombras se extendían conforme la luz del sol abandonaba el firmamento y en su lugar se alzaban, como dueñas del entorno, las titilantes llamas de las lámparas. Aunque se encontraban solos en la cocina una infinidad de ruidos daban fe de las almas que se dispersaban en la casa y que terminaban sus tareas con la expectativa de una noche de descanso. Casi podía imaginar el cotilleo entre los sirvientes, seguramente su llegada les daría material suficiente para hablar por lo menos durante un mes. Y los niños… No, no quería pensar en ellos, no ahora cuando requería de su concentración para hacer frente a la ama de la casa. – Como usted lo dice: él no está aquí así que ¿Qué más da cuales eran mis intenciones? – frunciendo ligeramente el ceño se levantó y deambuló por la cocina, dándole la espalda para poder contemplar desde una ventana el cambio de verde y azul a negro que acaecía en el exterior – Sin embargo sí importa lo demás por lo que aseguro que no tengo intención alguna de hacerle daño a sus hijos ni a usted – su tono de voz era firme y resuelto - Además no sigo instrucción alguna. Hace mucho tiempo que dejé de obedecer a rey o ley, soy el único dueño de mis acciones– – aunque no la única víctima de sus consecuencias - pensó para sí.

Lanzando un suspiro la enfrentó de nuevo. Sentía por ella una contradicción de sentimientos. Por una parte le tenía lástima por la perdida y la carga que debía asumir en un país extraño, sin el apoyo del resto de su familia y temiendo por su futuro y el de sus hijos. Por otra la respetaba por la fuerza que había demostrado al encontrarse frente a frente con lo que podría ser el fantasma de su marido y el arrojó al haberle amenazado con el filo que suponía debía mantener aún al alcance de la mano. Poseía incluso ahora una extraña calma que, a pesar de todo, era traicionada por la luz de sus ojos y el estado apesadumbrado y cansado de su expresión. – No es mi deseo obligarla a hacer algo que no desea, así como tampoco era importunarla como veo que lo hago. Disculpe mi atrevimiento por haber venido – inclinó ligeramente la cabeza antes de dirigirse con paso decidido hacia la puerta. Sin embargo, al llegar a la misma se detuvo por un instante – Tiene unos niños preciosos… considérese afortunada por poder conservar al menos una parte de su familia, algunos no contamos con tanta suerte ¿Podría por favor darles un abrazo afectuoso de mi parte? – se giró apenas lo suficiente como para ella pudiese contemplar una expresión de profunda pena.
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Mensaje por Shannon Sinclair Mar Ene 27, 2015 12:13 am

Había hablado de más, lo sabía. Creyó que su visitante, que resultaba ser su cuñado, si había logrado dar con el paradero de la familia, también tendría conocimiento de la clase de tareas que ellos habían realizado desde su huida. No se habían ganado con honra nada de lo que tenían, pero estaba segura que nunca le habían hecho daño a un inocente. Su marido era un hombre incapaz de lastimar a un ser indefenso y ella, por su naturaleza compasiva, mucho menos. No podía negar que se había manchado las manos con sangre, y que había adquirido frialdad ante aquella situación, a pesar de su sensibilidad que tanto solía alterar a quienes la rodeaban. Había aprendido que si debía proteger su vida o la de su esposo, tenía que despojarse de aquella moral que tan anclada tenía en la mente; y lo había conseguido con mucho esfuerzo. Pero no la perseguían los rostros de sus víctimas fatales, ni siquiera los recordaba, había sido una cuestión de vida o muerte, una elección que ella había hecho y que debía sostener en el tiempo, a pesar de lo difícil que podía resultar. Desde el primer instante, había tenido una fe ciega en su esposo, y lo habría seguido hasta el mismo infierno si hubiese sido necesario; había acatado casi todas sus órdenes –las que no, eran pequeñas menudencias que había intentado ocultarle- a sabiendas de que él habría sido incapaz de ponerla en peligro o de hacer algo malo. Se arrepentía de muy pocas cosas, como de haber convertido el embarazo de Nerys en un calvario, tanto para ella como para Morgan. Había cerrado filas, se había vuelto en una mujer egoísta y, jamás pensó en los derechos que tenía su marido de conocer su estado de salud y las posibles consecuencias. Los últimos meses con el amor de su vida, ella barrió los buenos momentos compartidos. Deseó que no tuviera consecuencias en su hija, que resultaba demasiado tranquila para su corta existencia. Ni Douglas ni Malcolm habían tenido aquella serenidad, y en ocasiones se preguntaba si la pequeña no tendría problemas; pero era algo en lo que prefería no pensar, porque no tenía fuerza para ello.

Fue en busca de un animal que azotaba un pequeño poblado. Un licántropo, quizá —deslizó dubitativa. No le gustaba –además tenía prohibido- dar detalles sobre las tareas que realizaban. La vida que llevaron luego de haber abandonado Escocia, fue dura y peligrosa. La necesidad de asentarse para darles un hogar y un marco de seguridad a sus hijos, aplacó por un corto tiempo aquellas misiones casi suicidas que llevaban a cabo. Carmichael le prohibió que continuara, ella debía mantenerse al resguardo y criar a los niños, pero Brianna que, durante toda su infancia y adolescencia fue una muchacha introvertida y sobreprotegida, y que había saboreado la libertad y el desafío, no había podido dar por terminada su independencia, y cuando su esposo no sospechaba, solía hacer pequeños trabajos, que, luego de su desaparición, comenzaban a adquirir cada vez mayor riesgo. —Qué coincidencia —continuó para que no pudiera indagar más— que tanto usted, como Morgan y como yo, seamos exiliados y hayamos tenido que cambiar nuestras identidades por la ortodoxia familiar —reflexionó con cierta tristeza. Después de ser madre, comprendía el dolor que sus padres habrían sentido al perderla, aunque sospechaba que ellos jamás habían superado la muerte de sus hermanos, y que ella no era tan importante, aunque seguía siendo hija, y de sólo imaginar que sus retoños desapareciesen de su lado, sentía como si le apalearan el alma. Se obligó a no volver a pensar en ello, no necesitaba más ideas dolorosas.

Conflictos familiares, tramas políticas, clanes, Escocia, ingleses… Todo aquello había desaparecido de su horizonte. Jamás volvió a pensar en todas aquellas historias de héroes highlanders que su padre se había esmerado en contarle desde muy pequeña. La batalla de Culloden que había diezmado a los clanes escoceses, les había quitado identidad, tierra, había perseguido a herederos y había socavado las raíces más profundas de su pueblo natal, era una daga que ningún escocés se quitaba. Los pocos sobrevivientes de aquella matanza desmedida por parte de los casacas rojas, se esmeraron en que nadie olvide. La ingratitud que sintió Brianna la ahogó. Ella había crecido embebiéndose de toda aquella cultura, y no se la transmitía a sus hijos, al menos no de la manera que se esperaba. Les enseñaba gaélico –algo que en Escocia se había prohibido y que, sin embargo, en la clandestinidad se seguía haciendo-, Malcolm había comenzado clases de gaita –instrumento censurado por la corona británica- y, dentro de sus pequeñas mentes, sabían dónde habían nacido sus padres, pero estaba segura que en ellos no germinaba aquella esencia. Los MacKenzie, su familia paterna, habían logrado acomodarse luego de años de exilio, y habían pastado su odio hacia todos aquellos que traicionaron a los clanes que lucharon con los Estuardo. Ella se había enamorado y había huido con el heredero de uno de los grandes objetos de odio de su padre, y Shannon tenía la certeza de que, por más que le pidiese perdón de rodillas mientras se laceraba el cuerpo, él jamás la perdonaría. Y como no tenía intenciones de humillarse de aquella manera, decidió no indagar en algo que le resultaba tan ajeno, algo de lo que se había alejado y que no tenía la menor intención de volver a incorporar.

Agradezco sus palabras de tranquilidad, pero si usted, Aleck, ha llegado a ésta casa luego de tantos años, significa que cualquiera puede hacerlo —en muchas ocasiones pensó que el patriarca MacKenzie la estaría buscando para un juicio público por libertina o, en su defecto, para decirle verdades que no quería escuchar; luego fueron haciéndose peores enemigos que un pasado familiar un tanto escabroso, y si bien sabía que en presencia de Morgan nada les ocurriría ni a los niños ni a ella, tras su desafortunada desaparición, habían vuelto aquellos temores de antaño, que le provocaban noches de insomnio, y habían vuelto a convertir su sueño en algo muy liviano, que se disipaba ante el menor ruido. Vivía atenta a los sonidos de la noche, los cambios en el ambiente, los rostros desconocidos, y hasta había limitado los paseos de sus hijos que, sumado a la desazón que los abrazaba desde que su padre ya no estaba, en contadas ocasiones salían de la propiedad. —Y me alegra no tener que hacerle daño —una fugaz sonrisa apareció en sus labios. Lo siguió con la mirada mientras caminaba hacia la puerta, y se paró, acompañando el gesto.

¿No le gustaría cenar con nosotros? Recién conoce a los niños, al fin de cuentas, son sus sobrinos y ellos nunca han estado cerca de más parientes que mi marido y yo —se acercó a él, decidida a convencerlo. —No ha hecho un viaje tan largo en vano, ellos son su familia, y estoy segura que a Carmichael le encantaría que compartiera nuestra mesa —sabía que no, él no tenía esa vocación de anfitrión y, seguramente, si presentía que ella le abría las puertas a un completo extraño, a un forastero escocés, la habría regañado días enteros, no sin antes haber desangrado al huésped. Además, a leguas se notaba que ese hombre estaba atormentado por su tórrido pasado familiar, y no veía en él las intenciones de asesinar a unos infantes inocentes. —Puede pernoctar aquí el tiempo que desee, haré que le preparen una habitación y que le busquen ropa limpia. Quizá nos trae suerte, y mi esposo regresa, y puedan concretar un encuentro que la vida les ha negado —ni ella creía en eso, pero cualquier situación era una buena esperanza para aguardar el regreso de Morgan. — ¡Cèline! —llamó a una empleada, que acudió inmediatamente. —Que agreguen un plato más a la mesa, ésta noche tenemos un invitado —se sentía un poco más animada y, si bien no era una mujer avasallante, no había esperado la aceptación de Murray.


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Mensaje por Aleck Murray Vie Feb 20, 2015 8:58 pm

– Un licántropo – repetía en su interior. Nadie iba en pos de tal criatura sin poseer conocimientos básicos contra ella, además eran pocos los humanos que conocían sobre la existencia de tales criaturas, o daban tanto crédito a los mitos sobre ellas, como para salir de caza tras una ¿Cómo sabrían ellos sobre la existencia de los hombres lobo? ¿Eran acaso más de lo que él propio Aleck sospechaba? “Misión” la palabra utilizada por la mujer le seguía perturbando. Si se trataba de una cacería debería haberla llamado por su nombre. Una misión tenía una connotación que sugería algún tipo de nivel profesional y llegados a ese punto el hechicero solo podía pensar en dos opciones. ¿Inquisidores o cazadores? ¿Solo Carmichael o también ella? La respuesta le pareció obvia, no solo porque explicaba la destreza mostrada por la fémina con el filo con el cual pretendía rebanarle la garganta, sino también por el aplomo que había mostrado ante una situación tan difícil como en la que se encontraba y en la reafirmación de su propia confianza en poder hacerle daño sentenciada en ese momento. Aquello podría ser tanto un inconveniente como una ventaja, todo dependía de a qué grupo pertenecieran. Según lo que había visto hasta el momento Aleck se aventuraría a especular que se trataban de simples cazadores, lo cual le convendría, pero tenía que asegurarse antes de sentirse realmente cómodo con el asunto, y para eso, claro, tendría que funcionar primero su estratagema.

Para su fortuna la mujer reaccionó justo como esperaba que lo hiciera. Se detuvo con la mano en la puerta y una expresión de agradecimiento mientras ella se aproximaba – Es usted mucho más amable de lo que imaginé – la alabó con una media sonrisa. Luego, tras la desaparición de la empleada, la tomó con suavidad por el brazo al tiempo que la invitaba con un gestó de la mano libre a regresar a su lugar en la mesa. – Sé que no debe ser sencillo abrirle las puertas de su hogar a un extraño que llega con semejante historia. Aunque claro, supongo que mi aspecto ayuda a darle veracidad a mis palabras ¿De qué otra manera podría parecerme tanto a Carmi… perdón, Morgan, sino siendo un pariente muy cercano? – tomó asiento – Sin embargo le agradezco infinitamente por darme la oportunidad de conocerlos, a mis sobrinos, a usted y a él cuando regrese – no mantenía esperanza de que continuara con vida, no después de saber a qué se había enfrentado, pero igual mantuvo el cordial optimismo que requería su interlocutora. – Y será un honor para mí compartir con ustedes el techo por algunos días – ¿Podía acaso pedir más? resultó tan fácil que le costó el no soltar una carcajada ante la credulidad e inocencia de las mujeres.

Lanzó otra mirada al exterior. Pronto seria hora de cenar. Muchas otras cosas, mucho más importantes, debería mantener centrada su atención, pero su propio cuerpo contaba con otras prioridades. La prisa por el encuentro, y la batalla que había pensado ocurriría, le había impelido a comer someramente por lo que ahora, ante la perspectiva de una cena decente y tras los tragos bebidos, su estomago demandaba algo con lo que entretenerse y no lo hacía precisamente en silencio – Lo siento, la travesía ha sido larga y fatigosa – se disculpó ante el gruñido mientras una de sus manos se posaba sobre su estomago. Maldijo aquel gestó físico de debilidad aunque a la larga pudiese serle conveniente. Casi de inmediato retornó a algunas de las palabras pronunciadas por Brianna en un intento por evitar que la conversación se centrara en su hambre evidente – Tal vez estaría de acuerdo con usted si nuestras familias no fuesen como son, o como eran. En nuestro caso en particular no creo que se trate de una coincidencia el que hayamos recurrido al cambio de apellido, yo le diría más bien “una salida sensata” – bromeó guiñándole un ojo. Sus pensamientos volaron sobre los pequeños que apenas había visto. Las facciones eran una mezcla perfecta de la pareja y no podía evitar reconocer algo de sí mismo en ellos. Ya tendría oportunidad de estudiarlos mejor más tarde ¿Por qué le producían de pronto ansiedad aquellos mocosos?

Nuevamente, sin pedir consentimiento, se sirvió otro trago. La diplomacia no era su fuerte y le costaba un poco pensar en la manera de actuar que no llevara a la mujer a clavarle el puñal en medio de los ojos – Permítame intentar sosegarla respecto a que yo les haya encontrado – levantó la copa y vació el contenido antes de volver a hablar – El que esté sentado frente a usted hoy no es garantía de que cualquier otro pueda encontrarles. Por parte de la mi familia, la familia de Morgan, es poco probable que alguien se interese en hacerlo. Como ya mencione, la muerte de Sloan acabó con cualquier interés en sus hijos, y disculpe mi atrevimiento pero en verdad dudo que alguien de su familia cuente con las habilidades con las que cuento yo. No, nadie les encontrará – le observó fijamente por un par de segundos – Y si por un milagro divino lo hiciesen tendrían que vérselas conmigo primero. No permitiré que nadie le dañe a usted o a sus hijos, después de todo son ahora la única familia que me queda – ¡Que discurso! Si pudiese se aplaudiría a sí mismo. En su lugar permaneció quieto y en medio de una solemne seriedad. - ¿Lo permitirá Brianna? ¿Me dejará formar parte de su adorable familia hasta que Morgan regrese? – le cuestionó alargando la mano sobre la mesa y posándola sobre la de ella. Podía sentir su calor, su invitadora suavidad. Por un segundo deseó tenerla bajo él, someterla y poseerla entre gritos y sollozos solo por el placer de saber que robaba algo a Carmichael, algo que en verdad quería. Era una idea tan tentadora como prohibida, al menos hasta que estuviese seguro por completo de que ya no le serviría jugar el papel de cuñado afectuoso.

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Mensaje por Shannon Sinclair Jue Mar 26, 2015 3:47 pm

A pesar de lo mucho que la entusiasmaba recibir a un visitante amable –todos los que se hacían presentes en su morada, desde la desaparición de su esposo, eran hombres que querían aprovecharse de su soledad-, y de que le sonreía con una mezcla de realidad y ficción, no podía quitarse de la boca del estómago el pequeño nudo que se la endurecía. Sentía que estaba traicionando a Morgan, que no era correcto invitar a Aleck a pernoctar en el mismo sitio donde vivían sus hijos. Se sentía culpable, aunque hacía más de un año que la culpa se había convertido en su sombra fiel. El embarazo de Nerys, tan tormentoso que significó para su matrimonio por la actitud espantosa que había adoptado; luego la aparición de aquella mujerzuela, y a pesar de que había buscado la manera de culpar a su marido, era consciente de que ella lo había arrastrado a los brazos de otra; las peleas que los niños habían tenido que presenciar; y posteriormente el escaso tiempo de paz antes de que Carmichael se emprendiera en aquella misión. Ella había empujado a su familia por la borda, y seguramente, cuando decidió tomar una postura de madurez y asumir las consecuencias de sus actos, sólo había conseguido unas escasas semanas de armonía, y a pesar de que intentaba convencerse de que debían ser su bálsamo, la tabla a la cual aferrarse, el recuerdo de los últimos días felices, la perseguía atormentándola. Sabía que el dolor sólo se iría el día que volviera a tener a su amado junto a ella, y no importaba el tiempo que pasase, ella seguiría esperándolo hasta su último suspiro. Al fin de cuentas, como rezaba el juramento que habían hecho el día de su casamiento, él era sangre de su sangre y hueso de sus huesos.

Reprimió una leve carcajada cuando el estómago de su cuñado hizo acto de presencia. ¿Cuánto tiempo habría llevado viajando? Sintió vergüenza por desconfiar de él, quizá era un simple hombre que sólo buscaba un poco de tranquilidad en su vida y reconciliarse con su pasado. Supuso que ella, en su lugar, habría hecho lo mismo. Nunca había pensado tanto en sus padres como en aquellos días en los que la soledad se erigía bajo las paredes de su hogar, la imagen de ellos era tan nítida que solía creer que se habían convertido en fantasmas. Podía escuchar la voz severa de su madre, dándole órdenes; y la grave de su padre, explicándole cómo apuñalar a un hombre. Las lecciones que ambos les daban habían sido tan disímiles como sus personalidades, pero ambas le habían terminado sirviendo para sobrevivir. En muchas ocasiones, su educación les había conseguido una morada; en otras, los puñales la habían ayudado a seguir respirando. El contacto de Aleck la tomó tan desprevenida que, en un primer momento, no supo qué hacer; luego, retiró sutilmente su mano, sin abandonar la suave sonrisa que le curvaba los labios, como si se tratase de un gesto natural. No podía permitir que otro hombre la tocase, al menos no con un gesto tan íntimo como aquel. ¡Cuánto deseaba el contacto con Morgan! La piel le ardía en las noches, recordando su calor, su aroma… Los ojos se le llenaron de lágrimas, pero procuró disimularlo poniéndose de pie, nuevamente.

La agradezco me transmita tanta tranquilidad con sus palabras —respondió, casi con incomodidad. Se acercó a la ventana para ver la oscuridad, que ya cubría el exterior. —Usted es familia de mi marido, por ende, de mis hijos, no podría negarles ni a usted, ni a ellos, la posibilidad de forjar un vínculo —agregó, con la voz serena y nostálgica, quizá también con orgullo, segura de que ella podría proteger a su pequeña familia. ¿La vida sería tan injusta de negarles a sus pequeños la posibilidad de crecer con un padre? Agradeció que tocasen la puerta, pues ya no sabía qué agregar, y estar sola junto a su cuñado, le provocaba una intranquilidad de que no le agradaba. La doméstica se explayó con los detalles de la cena, que Brianna aprobó. —Aleck, lo veré en unos minutos en la mesa, iré a buscar a los niños —dijo una vez que la mujer se hubo retirado. —Le recomendaría no continuase bebiendo, al menos hasta que ingiera algún alimento, puede hacerle daño; y no quisiera ofenderlo, pero mis hijos nunca vieron ni a su padre, ni a nadie, en estado de ebriedad —comentó suavemente, antes de desaparecer tras la puerta.

Subió a los aposentos de los pequeños, y luego de calzarse a Nerys en la cadera, buscó a Malcolm y a Douglas, que lucían muy tristes, a pesar de estar aseados y vestidos de forma adorable. Se sentó en la cama del mayor, y ellos se colocaron uno de cada lado, apoyando sus cabecitas en sus brazos. La bebé jugaba con los bucles de Malcolm, ajena al sufrimiento que impregnaba a su familia. Tras unos minutos de silencio, Brianna les explicó sobre su tío, un hombre que era muy parecido a su papá, que había llegado de Escocia y que se quedaría unos días a hacerles compañía, que estaba muy ansioso por conocerlos y jugar con ellos. Douglas, que difícilmente callaba sus apreciaciones, preguntó si su padre estaría contento con la visita de su hermano, y a pesar de que la consulta la enmudeció escasos segundos, salió rápidamente del paso explicando que era como si Malcolm lo visitara, o ellos visitaran a Nerys el día que viviese con su esposo; y si bien la respuesta se les antojó algo lejana, quedaron conformes. Luego preguntaron si era verdad que Aleck jugaría con ellos, y la rubia contestó que sí, y le agradeció a Dios la mirada de picardía que había vuelto a los ojitos de sus pequeños. Tras la corta conversación, bajaron tomados del vestido de la cazadora, que descubrió que su cuñado ya estaba en el comedor.

Aleck… Le presento a Malcolm y a Douglas —ellos dieron un paso adelante, como dos caballeritos. —Y a Nerys, por supuesto —como dándose por aludida, la niña balbuceó. —Malcolm, Douglas, saluden a su tío Aleck —los instó. Los pequeños se acercaron, y como indicaban las normas, el mayor fue el que primero extendió su manito para saludar al invitado.


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Mensaje por Aleck Murray Mar Abr 21, 2015 9:03 pm

Una enorme sonrisa se extendió por el rostro del hechicero. Aún no podía cantar un triunfo absoluto pero disfrutaría de aquella pequeña victoria todo el tiempo que pudiese. Dejó sus ojos vagar por el mobiliario mientras Brianna (tenía que acostumbrarse a llamarla de aquel modo) hablaba con una de las mujeres que le servían respecto a la cena. Inconscientemente apoyó una de sus manos sobre su estómago, como si intentase calmarlo antes de tiempo y evitar que se repitiera cualquier gruñido vergonzoso que reafirmara su apetito. A pesar de la satisfacción que sentía sabía lo extraño que sería para él ser el huésped de la casa. No estaba acostumbrado a vivir bajo normas de urbanidad. Prácticamente toda su vida se había tenido que defender solo, con dientes y uñas, por lo que nunca consideró importante ni necesario saber algo tan simple como comportarse en la mesa de alguien de alta alcurnia. Ahora que lo pensaba aquello podría llegar a ser un inconveniente. Era claro que el matrimonio ya no contaba con las riquezas que antaño les hubiese correspondido por parte de las dos familias. Sin embrago, aquella mujer había nacido y crecido rodeada de comodidades y tutores. Seguramente sus modales serían tan finos como los de cualquiera de las damas de la alta sociedad de París.

– Por supuesto – contestó a la par que empujaba la botella y abandonaba boca abajo la copa sobre la mesa. Sin embargo, no bien la puerta se hubo cerrado tras de ella, se sirvió nuevamente. - ¿Acaso he de dejar de tomar por que los mocosos no ha visto a nadie haciéndolo? – se rió en voz baja. Para cuando él tenía la edad del menor de los varones ya había visto más de lo que debería. – Lo que falta en esta casa es una dosis de realidad. No les vendría mal a esos pequeños mimados enterarse de lo que se encontraran cuando abandonen la protección de las emplumadas alas de su madre – pensó observando la copa (otra vez vacía). Era estos pensamientos parte de su filosofía de vida. Si él había tenido que vivir algo, y haber sufrido por ello, ¿Por qué habría de esforzarse para evitárselo a los demás? Sonriendo con sorna abandonó la cocina y se tomó la libertad de deambular por la casa a pesar de tener una idea sobre el lugar donde se encontraría el comedor. Recibió algunas miradas de incredulidad combinadas con recelo por parte de los sirvientes con quienes se topó, pero eso no le afectaba en lo más mínimo. Más valía que fueran acostumbrándose a tenerlo dando vueltas por la propiedad. Finalmente, y cubierta parte de su curiosidad, se presentó en el comedor y tomó asiento.

De pronto aparecieron por la puerta. – Bueno, pues es un placer – contestó sonriendo mientras apretaba con suavidad la manita que le era extendida a forma de saludo. Luego, tratando de ocultar su incomodidad, respondió al siguiente saludo de igual forma y sonrió a la pequeña que permanecía en brazos de Brianna. No pudo evitar notar la belleza innata de los niños. Los tres poseían características que les proveerían en el futuro de una apariencia bastante aceptable, sin embargo fue el mayor el que capturó la atención del hechicero. Había algo en el aura del pequeño que le causaba curiosidad aunque en ese momento no pudiese afirmar que era. – Yo soy Aleck, y como su madre ya les mencionó, soy el hermano de su padre– ellos le miraban de manera inquisitiva, como si quieran tratar de comprender la razón por la cual lucía tan parecido a su progenitor, o como si esperaran que él les dijera que se trataba de una broma y descubrieran que en realidad se encontraban frente a su padre. – es decir su tío – repitió – pero pueden decirle Aleck a secas – .

Aleck carraspeó. La incomodidad se acrecentaba con cada segundo. Sabía tratar con toda clase de rufianes, manipular a las mujeres y defenderse ante cualquier situación adversa que se encontrara, pero no tenía la menor idea de cómo comportarse ante aquellos niños. Para su fortuna en ese momento empezaron a servir la mesa, por lo que cada cual se dirigió a su asiento. Tras humedecerse los labios y obligarse a comportarse como el hombre vengativo que se suponía era, se dirigió a Brianna – Son unos niños esplendidos, de seguro Morgan estaba orgulloso – apuntó intentado hacer un halago y dándose cuenta, demasiado tarde, que con sus palabras daba a entender que en realidad pensaba que él estaba muerto. Platos con humeante comida de aspecto apetitoso fueron colocados sobre la mesa y el hechicero, ignorante de que debía esperar a que el ama de la casa diera inicio al festín, se estiró y con la mano desnuda tomó una pierna de pollo. De un mordisco desprendió la mitad de la carne y, con la boca aún medio llena, le habló a la mujer – Dígame, Brianna, ¿han vivido siempre en esta casa? – una pregunta sonsa e insípida, la única que se le ocurrió para tratar de desviar la atención de su anterior afirmación.
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