AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Yeux bleus dans le bois [Privado]
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Yeux bleus dans le bois [Privado]
Faith corría todo lo que sus pies le permitían, aunque no sabía muy bien la dirección que había tomado. No conocía el lugar, por lo que era posible que estuviera corriendo en círculos. La oscuridad de la noche se cernía sobre el bosque y el crujir de las ramas a su paso hacían que el corazón de la muchacha se desbocara. Sentía que se le iba a salir del pecho en cualquier momento, pero no podía dejar de correr. El miedo agarrotaba sus músculos, pero el instinto de supervivencia le gritaba que no se detuviera, que si lo hacía estaba muerta. La amenaza invisible que se ocultaba entre las sombras la seguía y cada vez estaba más cerca. Incluso podía notar su aliento en su nuca. Aunque tal vez no eran más que imaginaciones de la muchacha. Una macabra carcajada se escuchó alrededor y las lágrimas comenzaron a escocerle en los ojos.
Había escapado del internado al no tener noticias de su hermano, porque sospechaba que algo había ocurrido y había acabado por adentrarse en la boca del lobo. Uno que no había visto, pero que sabía que la estaba siguiendo. Si se hubiera quedado, si no hubiera hecho caso a su propia mente y a su corazón…No estaría en esa situación, pero sabía que, fuera como fuera, no habría podido quedarse allí sin saber lo que había ocurrido. Intentó aumentar la velocidad de su propia carrera, aunque su cuerpo comenzaba a no responderle y un intenso pinchazo recorrió su gemelo. Gritó ante el dolor, pero siguió corriendo, no podía hacer otra cosa.
Las lágrimas comenzaron a descender por sus mejillas, el miedo se estaba apoderando de ella. O puede que ya lo hubiera hecho hace tiempo, cuando escuchó por primera vez unos pasos aproximarse al claro del bosque en el que estaba descansando. La luna resplandecía en el cielo, dotando a los árboles de un color plateado por culpa de su luz. Un paisaje hermoso, pero que ahora se iba a convertir en lo último que vería en su vida. Porque sabía que el propietario de esa risa iba acabar atrapándola. El cansancio comenzaba a hacer mella en ella. No sabía muy bien cuánto llevaba huyendo de algo que todavía no se había mostrado ante ella. Le parecían horas, aunque puede que solo se trataran de minutos. Las ramas habían desgarrado su vestido y habían herido sus brazos y sus piernas, pero a pesar de todo eso no se había detenido.
Miró hacia atrás, intentado vislumbrar la silueta de su perseguidor, un error que le iba a costar caro puesto que al hacerlo no vio la raíz de un árbol centenario que hizo que tropezara y rodara por el suelo, haciendo que su cabellera se embarrara y sus heridas se mancharan. Ahogó un grito de dolor y miró a su alrededor, asustada. Intentó ponerse en pie, pero se había torcido el tobillo y no pudo levantarse sin ver las estrellas. Cayó de nuevo al suelo y apretó fuertemente los labios, haciéndose un ovillo y abrazando sus propias rodillas. La iba a atrapar, ahora sí que no tenía ninguna posibilidad. Una figura comenzó a avanzar hacia ella y Faith se quedó paralizada. Observó al muchacho y, durante unos instantes, se perdió en sus ojos azules olvidándose, incluso, de respirar.─Por favor─susurró, asustada mientras las lágrimas seguían resbalando por sus mejillas─No me hagas daño.
Había escapado del internado al no tener noticias de su hermano, porque sospechaba que algo había ocurrido y había acabado por adentrarse en la boca del lobo. Uno que no había visto, pero que sabía que la estaba siguiendo. Si se hubiera quedado, si no hubiera hecho caso a su propia mente y a su corazón…No estaría en esa situación, pero sabía que, fuera como fuera, no habría podido quedarse allí sin saber lo que había ocurrido. Intentó aumentar la velocidad de su propia carrera, aunque su cuerpo comenzaba a no responderle y un intenso pinchazo recorrió su gemelo. Gritó ante el dolor, pero siguió corriendo, no podía hacer otra cosa.
Las lágrimas comenzaron a descender por sus mejillas, el miedo se estaba apoderando de ella. O puede que ya lo hubiera hecho hace tiempo, cuando escuchó por primera vez unos pasos aproximarse al claro del bosque en el que estaba descansando. La luna resplandecía en el cielo, dotando a los árboles de un color plateado por culpa de su luz. Un paisaje hermoso, pero que ahora se iba a convertir en lo último que vería en su vida. Porque sabía que el propietario de esa risa iba acabar atrapándola. El cansancio comenzaba a hacer mella en ella. No sabía muy bien cuánto llevaba huyendo de algo que todavía no se había mostrado ante ella. Le parecían horas, aunque puede que solo se trataran de minutos. Las ramas habían desgarrado su vestido y habían herido sus brazos y sus piernas, pero a pesar de todo eso no se había detenido.
Miró hacia atrás, intentado vislumbrar la silueta de su perseguidor, un error que le iba a costar caro puesto que al hacerlo no vio la raíz de un árbol centenario que hizo que tropezara y rodara por el suelo, haciendo que su cabellera se embarrara y sus heridas se mancharan. Ahogó un grito de dolor y miró a su alrededor, asustada. Intentó ponerse en pie, pero se había torcido el tobillo y no pudo levantarse sin ver las estrellas. Cayó de nuevo al suelo y apretó fuertemente los labios, haciéndose un ovillo y abrazando sus propias rodillas. La iba a atrapar, ahora sí que no tenía ninguna posibilidad. Una figura comenzó a avanzar hacia ella y Faith se quedó paralizada. Observó al muchacho y, durante unos instantes, se perdió en sus ojos azules olvidándose, incluso, de respirar.─Por favor─susurró, asustada mientras las lágrimas seguían resbalando por sus mejillas─No me hagas daño.
Faith S. McQuoid- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/02/2016
Re: Yeux bleus dans le bois [Privado]
De vez en cuando a Baptiste le gustaba dejarse llevar por su lado más oscuro, ese que usualmente detestaba por hacerlo parecerse tanto a su padre. El vampiro había sido criado únicamente por su padre, quien en un intento no solo de crear un soldado inquisidor perfecto sino también de mantener a la perfección en su vida, asesino a la madre de Baptiste, dejando al chiquillo únicamente bajo su tutela. Las enseñanzas de Desmond siempre fueron respecto a sobre naturales, lo que termino por llevar a Baptiste a aceptar la inmortalidad una vez que su progenitor se la ofreció.
El vampiro entraba una vez más en el juego de su padre, quien regularmente iba en busca de sujetos para sus investigaciones y evidentemente, en varias ocasiones Baptiste ayudaba a la causa. Esa noche, mientras que su progenitor dirigía sus pasos a lugares donde conseguir personas resultaba más sencillo, su hijo optaba por dirigir sus pasos a la zona de bosques, esa donde podía encontrar no solamente humanos vulnerables sino además, sobre naturales, quienes nunca estaban mal para las investigaciones de Desmond. Así pues, fue como el vampiro terminaba caminando de manera despreocupada por las zonas boscosas, siguiendo rastros ya fueran de personas o cambiantes.
La búsqueda emprendida por el inmortal lo llevó a detectar el olor de uno de los suyos, un vampiro que seguramente estaba jugando una presa desde la ciudad, todo para llevarla a los bosques y divertirse con su dolor. En la mayoría de las ocasiones, Baptiste respetaba esos juegos de los suyos pero ese día, con la urgencia de regresar al lado de su padre con sujeto de experimentación, entró en el juego de persecución de otro vampiro dispuesto pues a quedarse con la presa ajena.
El Baines comenzó entonces a correr en dirección a la esencia inmortal que detectaba, encontrándose pronto con un vampiro neófito que seguía a una muchacha de cabellos rubios, quien lloraba y corría de manera desesperada. La sangre de la fémina llamaba a los vampiros a tomarla y beber de ella pero Baptiste sabía que necesitaba contenerse. Para él esa persecución no era por comida sino por algo más importante. Cuando los cuerpos de ambos vampiros se encontraron terriblemente cerca, el neófito se atrevió a exigir al Baines que desapareciera y no se entrometiera en asuntos ajenos, siendo aquellas las últimas palabras que pudo pronunciar, ya que sin pensarlo mucho, Baptiste lo elimino del mapa para centrar entonces toda su atención en la rubia.
La desesperación de la humana la hizo caer al suelo, rodar y quedar hecha un ovillo por el suelo; situación que él aprovecho para aparecer frente a ella ya que contrario a lo que hacía el otro inmortal, Baptiste no pensaba extender mucho su sufrimiento aunque no podía decir lo mismo de Desmond. Acercándose entonces a la rubia con pasos calmos y decidido completamente a llevarla hasta su padre, la observó levantar la mirada en dirección a él y en ese segundo, el vampiro se quedo inmóvil, congelado no solo por las palabras ajenas sino también por los ojos tan bellos que lo miraban fijamente.
– Yo no voy a hacerte daño – soltó sin ser consciente de las verdaderas implicaciones de aquellas palabras, las que una vez dichas cambiaron el curso de los hechos. Baptiste entonces camino una vez más en dirección a ella pero en esa ocasión, estiro su mano para ayudarla – ¿Te encuentras bien?
El vampiro entraba una vez más en el juego de su padre, quien regularmente iba en busca de sujetos para sus investigaciones y evidentemente, en varias ocasiones Baptiste ayudaba a la causa. Esa noche, mientras que su progenitor dirigía sus pasos a lugares donde conseguir personas resultaba más sencillo, su hijo optaba por dirigir sus pasos a la zona de bosques, esa donde podía encontrar no solamente humanos vulnerables sino además, sobre naturales, quienes nunca estaban mal para las investigaciones de Desmond. Así pues, fue como el vampiro terminaba caminando de manera despreocupada por las zonas boscosas, siguiendo rastros ya fueran de personas o cambiantes.
La búsqueda emprendida por el inmortal lo llevó a detectar el olor de uno de los suyos, un vampiro que seguramente estaba jugando una presa desde la ciudad, todo para llevarla a los bosques y divertirse con su dolor. En la mayoría de las ocasiones, Baptiste respetaba esos juegos de los suyos pero ese día, con la urgencia de regresar al lado de su padre con sujeto de experimentación, entró en el juego de persecución de otro vampiro dispuesto pues a quedarse con la presa ajena.
El Baines comenzó entonces a correr en dirección a la esencia inmortal que detectaba, encontrándose pronto con un vampiro neófito que seguía a una muchacha de cabellos rubios, quien lloraba y corría de manera desesperada. La sangre de la fémina llamaba a los vampiros a tomarla y beber de ella pero Baptiste sabía que necesitaba contenerse. Para él esa persecución no era por comida sino por algo más importante. Cuando los cuerpos de ambos vampiros se encontraron terriblemente cerca, el neófito se atrevió a exigir al Baines que desapareciera y no se entrometiera en asuntos ajenos, siendo aquellas las últimas palabras que pudo pronunciar, ya que sin pensarlo mucho, Baptiste lo elimino del mapa para centrar entonces toda su atención en la rubia.
La desesperación de la humana la hizo caer al suelo, rodar y quedar hecha un ovillo por el suelo; situación que él aprovecho para aparecer frente a ella ya que contrario a lo que hacía el otro inmortal, Baptiste no pensaba extender mucho su sufrimiento aunque no podía decir lo mismo de Desmond. Acercándose entonces a la rubia con pasos calmos y decidido completamente a llevarla hasta su padre, la observó levantar la mirada en dirección a él y en ese segundo, el vampiro se quedo inmóvil, congelado no solo por las palabras ajenas sino también por los ojos tan bellos que lo miraban fijamente.
– Yo no voy a hacerte daño – soltó sin ser consciente de las verdaderas implicaciones de aquellas palabras, las que una vez dichas cambiaron el curso de los hechos. Baptiste entonces camino una vez más en dirección a ella pero en esa ocasión, estiro su mano para ayudarla – ¿Te encuentras bien?
Raoul Zarkozi- Vampiro Clase Alta
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Re: Yeux bleus dans le bois [Privado]
Correr. Eso era lo que tenía que hacer, pero su cuerpo comenzaba a pesarle. Sus músculos se agarrotaban, debido al miedo que recorría cada fibra de su ser, y cada vez se le hacía más complicado el seguir huyendo. Estaba asustada, más de lo que lo había estado nunca. Sentía el aliento de quien quiera que la estuviera persiguiendo en su nuca, aunque seguramente no era más que algo producido por su propia mente. Estaba sugestionada, aterrada, y eso eran factores que la llevaban a imaginarse cosas. Tenía que ser así. Ese cazador, si tenemos en cuenta que ella era la presa, esa era una forma apropiada de llamarlo, aunque no lo hubiera visto nunca, no podía estar tan cerca. Faith tenía que escapar de allí y encontrar a su familia.
La oscuridad de la noche y la tenebrosidad del bosque no ayudaban a que sus pulsaciones se redujeran y a que ella se calmara. Si conseguía pensar un segundo, tal vez, y solo tal vez, podría encontrar una salida, un escondite. Pero de lo único que era capaz la muchacha era de correr, y ya casi ni eso. Su cuerpo se movía por inercia, aunque comenzaba a estar demasiado cansada como para ver dónde pisaba. Huía, sin saber muy bien la dirección que había tomado o si estaba corriendo en círculos. No podía fijarse en si había pasado ya por allí o no, aunque tampoco estaba segura de poder darse cuenta de eso en otras circunstancias. Ni estando tranquila, disfrutando de un paseo podría asegurar si el árbol que acababa de dejar atrás era nuevo o ya lo había visto hacía un rato.
Y acabó pasando lo que tenía que pasar. Su propio cuerpo, su miedo y un entorno desconocido se unieron para hacer que tropezara, reduciendo así la ventaja que le hubiera podido sacar a su perseguidor. Rodó por la hierba, raspándose las rodillas y los codos. La tela de su vestido se enredó con alguna rama seca del suelo y se desgarró. La muchacha quedó hecha un ovillo, abrazándose a si misma y sollozando. Las lágrimas volvieron a rodar por sus mejillas, ahora todavía más intensamente. No podía moverse. El miedo la tenía paraliza o, tal vez, se había torcido el tobillo. Fuera como fuera, se quedó allí durante unos segundos que le parecieron eternos.
Escuchó unos pasos aproximándose. Ya estaba, todo había acabado. No podría volver a ver a su familia, no podría averiguar qué es lo que les estaba pasando, porque si de algo estaba segura era de que le ocultaban algo. Por ese motivo se había escapado. Y ahora sus días terminarían en ese bosque. En un lugar en el que, seguramente, nadie la encontraría nunca. Se secó las lágrimas y levantó la vista, temblorosa. Sus ojos se quedaron prendados de los de su atacante. Por un segundo, su respiración se detuvo. ¿Ese era su atacante? No podía ser...O tal vez, su deseo de salir sana y salva de allí, le estaba haciendo pensar cosas que eran imposibles. ¿Quién más iba a estar en ese bosque salvo ellos dos? Nadie, absolutamente nadie. La gente era más sensata y prefería quedarse en su casa, bajo el calor de la chimenea y ante una copa de vino y una buena charla que adentrarse en un bosque tan denso de noche.
-No me hagas daño-repitió mientras intentaba levantarse, pero sus piernas le fallaron. Un dolor punzante atravesó su tobillo y volvió a caer al suelo, dolorida y todavía más asustada. Cuando el muchacho le dijo que no le iba a hacer daño le interrogó con la mirada. Tal vez él también se había perdido como ella. Tal vez no se había dado cuenta de que la seguían. Tal vez...-Hay un...cazador en el bosque-comenzó a decir, mirando a todos lados-¡Tenemos que salir de aquí!-exclamó y volvió a romper a llorar-Lleva mucho persiguiéndome-comentó, aunque no sabía con exactitud cuánto, aunque a ella le parecía que habían pasado horas.-Yo...no me puede mover.
La oscuridad de la noche y la tenebrosidad del bosque no ayudaban a que sus pulsaciones se redujeran y a que ella se calmara. Si conseguía pensar un segundo, tal vez, y solo tal vez, podría encontrar una salida, un escondite. Pero de lo único que era capaz la muchacha era de correr, y ya casi ni eso. Su cuerpo se movía por inercia, aunque comenzaba a estar demasiado cansada como para ver dónde pisaba. Huía, sin saber muy bien la dirección que había tomado o si estaba corriendo en círculos. No podía fijarse en si había pasado ya por allí o no, aunque tampoco estaba segura de poder darse cuenta de eso en otras circunstancias. Ni estando tranquila, disfrutando de un paseo podría asegurar si el árbol que acababa de dejar atrás era nuevo o ya lo había visto hacía un rato.
Y acabó pasando lo que tenía que pasar. Su propio cuerpo, su miedo y un entorno desconocido se unieron para hacer que tropezara, reduciendo así la ventaja que le hubiera podido sacar a su perseguidor. Rodó por la hierba, raspándose las rodillas y los codos. La tela de su vestido se enredó con alguna rama seca del suelo y se desgarró. La muchacha quedó hecha un ovillo, abrazándose a si misma y sollozando. Las lágrimas volvieron a rodar por sus mejillas, ahora todavía más intensamente. No podía moverse. El miedo la tenía paraliza o, tal vez, se había torcido el tobillo. Fuera como fuera, se quedó allí durante unos segundos que le parecieron eternos.
Escuchó unos pasos aproximándose. Ya estaba, todo había acabado. No podría volver a ver a su familia, no podría averiguar qué es lo que les estaba pasando, porque si de algo estaba segura era de que le ocultaban algo. Por ese motivo se había escapado. Y ahora sus días terminarían en ese bosque. En un lugar en el que, seguramente, nadie la encontraría nunca. Se secó las lágrimas y levantó la vista, temblorosa. Sus ojos se quedaron prendados de los de su atacante. Por un segundo, su respiración se detuvo. ¿Ese era su atacante? No podía ser...O tal vez, su deseo de salir sana y salva de allí, le estaba haciendo pensar cosas que eran imposibles. ¿Quién más iba a estar en ese bosque salvo ellos dos? Nadie, absolutamente nadie. La gente era más sensata y prefería quedarse en su casa, bajo el calor de la chimenea y ante una copa de vino y una buena charla que adentrarse en un bosque tan denso de noche.
-No me hagas daño-repitió mientras intentaba levantarse, pero sus piernas le fallaron. Un dolor punzante atravesó su tobillo y volvió a caer al suelo, dolorida y todavía más asustada. Cuando el muchacho le dijo que no le iba a hacer daño le interrogó con la mirada. Tal vez él también se había perdido como ella. Tal vez no se había dado cuenta de que la seguían. Tal vez...-Hay un...cazador en el bosque-comenzó a decir, mirando a todos lados-¡Tenemos que salir de aquí!-exclamó y volvió a romper a llorar-Lleva mucho persiguiéndome-comentó, aunque no sabía con exactitud cuánto, aunque a ella le parecía que habían pasado horas.-Yo...no me puede mover.
Faith S. McQuoid- Humano Clase Alta
- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 27/02/2016
Re: Yeux bleus dans le bois [Privado]
Luchaba por aquella muchacha a quien no consideraba más que una presa. Luchaba con tanto ahínco por alcanzarla y ganársela a aquel otro inmortal que fue incluso capaz de terminar con la existencia ajena sin que eso significara alguna clase de remordimiento para él, después de todo, lo único que le importaba era conseguir un humano para experimentación, no importaba la clase social a la que perteneciera, si era hombre o mujer, lo único que era importante era llevarlo frente a Desmond.
La sonrisa de satisfacción que se dibujo en su rostro cuando el cuerpo del otro vampiro cayó al suelo para no volver a levantarse, se mantuvo en sus labios hasta el momento en que se acercaba hasta el cuerpo agazapado en la tierra de la joven. Mientras se acercaba a ella, Baptiste pensaba en lo inútil que había resultado el intento de la muchacha por escapar de seres como ellos. Pocos mortales podían escapar de los vampiros y cuando lo hacían era simplemente porque los inmortales no necesitaban sangre, no los veían como amenaza o los tomaban como una inversión a futuro; claro que para el Baines, los humanos nunca habían significado nada o al menos hasta aquel momento había sido de esa manera.
Cuando los ojos de ambos se encontraron, se hizo el silencio. La sonrisa burlona que Baptiste luciera en sus labios se desvaneció en segundos, dejando en su lugar una mueca de preocupación y cierta consternación. La suave y temerosa voz de la muchacha pidió al Baines que no le dañara y un impulso verbal que no fue capaz de contener, Baptiste le aseguró que no le dañaría, todo para terminar estirando su mano en dirección a ella. El vampiro se mantenía inmóvil, aguardando porque ella se acercara y dejará de temblar como un cervatillo asustado.
– De verdad que no te lastimare – garantizó, observando como la frágil figura femenina trataba de incorporarse únicamente para volver a caer al suelo. El olor de la sangre apareció en el ambiente y Baptiste la recorrió con la mirada, era incapaz de ver la herida en el tobillo femenino pero era capaz de oler la sangre que de ella fluía. Su mano continuo estirada en dirección a la muchacha, quien en lugar de tomarla le advirtió de que en el bosque se hallaba un cazador y que tenían que salir pronto de ahí. ¿Un cazador? Aquello si era una novedad. Ser llamados cazadores en lugar de monstruos no era algo común y ese detalle lo hizo sonreír para acercarse más a ella – Tranquila que no se escucha que venga alguien, quizás solo te lo has imaginado. Los bosques son lugares que juegan con tu mente cuando es de noche – mintió en un intento por calmarla – Pero voy a ayudarte a salir de aquí, así que dime, ¿Por qué no puedes moverte? – Baines sabía que diría algo respecto a la herida pero no podía ponerse a si mismo en evidencia, así que no le quedaba más opción que esperar a que ella le mostrara exactamente de donde es que provenía el olor a sangre.
La sonrisa de satisfacción que se dibujo en su rostro cuando el cuerpo del otro vampiro cayó al suelo para no volver a levantarse, se mantuvo en sus labios hasta el momento en que se acercaba hasta el cuerpo agazapado en la tierra de la joven. Mientras se acercaba a ella, Baptiste pensaba en lo inútil que había resultado el intento de la muchacha por escapar de seres como ellos. Pocos mortales podían escapar de los vampiros y cuando lo hacían era simplemente porque los inmortales no necesitaban sangre, no los veían como amenaza o los tomaban como una inversión a futuro; claro que para el Baines, los humanos nunca habían significado nada o al menos hasta aquel momento había sido de esa manera.
Cuando los ojos de ambos se encontraron, se hizo el silencio. La sonrisa burlona que Baptiste luciera en sus labios se desvaneció en segundos, dejando en su lugar una mueca de preocupación y cierta consternación. La suave y temerosa voz de la muchacha pidió al Baines que no le dañara y un impulso verbal que no fue capaz de contener, Baptiste le aseguró que no le dañaría, todo para terminar estirando su mano en dirección a ella. El vampiro se mantenía inmóvil, aguardando porque ella se acercara y dejará de temblar como un cervatillo asustado.
– De verdad que no te lastimare – garantizó, observando como la frágil figura femenina trataba de incorporarse únicamente para volver a caer al suelo. El olor de la sangre apareció en el ambiente y Baptiste la recorrió con la mirada, era incapaz de ver la herida en el tobillo femenino pero era capaz de oler la sangre que de ella fluía. Su mano continuo estirada en dirección a la muchacha, quien en lugar de tomarla le advirtió de que en el bosque se hallaba un cazador y que tenían que salir pronto de ahí. ¿Un cazador? Aquello si era una novedad. Ser llamados cazadores en lugar de monstruos no era algo común y ese detalle lo hizo sonreír para acercarse más a ella – Tranquila que no se escucha que venga alguien, quizás solo te lo has imaginado. Los bosques son lugares que juegan con tu mente cuando es de noche – mintió en un intento por calmarla – Pero voy a ayudarte a salir de aquí, así que dime, ¿Por qué no puedes moverte? – Baines sabía que diría algo respecto a la herida pero no podía ponerse a si mismo en evidencia, así que no le quedaba más opción que esperar a que ella le mostrara exactamente de donde es que provenía el olor a sangre.
Raoul Zarkozi- Vampiro Clase Alta
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