Welcome to the new age(Uriel Müller)

Abro la ventana de mi habitación y salto sin pensármelo, aterrizo agazapada, es un segundo piso pero caer es sencillo-sobre todo cuando puedes saltar más de cinco metros- solo hay que saber como aterrizar.  Me quedo unos segundos quieta, no se escucha a nadie, todos duermen en la casa así que corro hasta el árbol que crece junto al muro del jardín y salgo al exterior.
Recorro las calles con rapidez solo dejando tras de mi el ligero rastro de mis pisadas en la nieve y mi alargada sombra creada por la luz de las farolas que me sigue de cerca.

No tardo en llegar al bosque y disminuyo la marcha, me abro paso entre los arboles y encuentro el árbol hueco donde suelo guardar la ropa, me desvisto con rapidez, el viento invernal sopla leve pero frio aun impregnado por el olor de las chimeneas. Me quito los zapatos, el camisón y el abrigo que doblo con cuidado y dejo en el tronco vaciado.

Tomo mi otra forma y el tigre hace presencia, mi cuerpo se vuelve más pesado pero más fuerte, mi pelaje me protege del frio y mis ojos se adaptan a la oscuridad. Me estiro mientras bostezo mostrando los colmillos y las uñas, después de unas semanas sin transformarme me siento algo agarrotada.

Comienzo a cazar y capto el rastro de una liebre, camino entre los arboles hasta encontrarla mimetizada con la nieve casi invisible gracias a su pelaje blanco excepto para los que saben ver.
Salto cerca de ella pero no la ataco, el animal se asusta por el inesperado asalto e intenta huir pero cierro su retirada rápidamente y la retengo entre mis patas. Miro al pobre animal tembloroso y asustadizo, por un segundo mi parte salvaje me insta a acabar con la pequeña liebre pero mi lado humano prevalece y la libero, no necesito su carne ni su sangre, lo divertido es perseguirla.

Sigo mi camino corriendo y rugiendo, el bosque es mío no hay nadie más que oiga mi llamado ni que se interponga en mi camino y aunque ese pensamiento crea un sentimiento de poder también trae algo de tristeza, no hay nadie más en allí como yo, ni siquiera tigres salvajes como los de mi infancia en la India.
Zarandeo la cabeza deshaciéndome de esos pensamientos oscuros, me tumbo en la nieve y comienzo a rodar por simple diversión sintiendo el frio, doy unas cuantas vueltas sobre mi misma y permanezco unos instantes observando el cielo nocturno, entre las nueves se puede ver un trozo de cielo estrellado.

De pronto siento algo o mejor dicho a alguien, me incorporo con rapidez con algunos restos de nieve sobre mi lomo temiendo que algún humano me haya visto, pero no huele a humano, es más no reconozco su olor, me quedo a la defensiva esperando al que ha llamado mi atención.

Observé con asombro como una pantera surgía de entre los arboles, sus ojos claros y vigilantes resaltaban en la oscuridad de su pelaje azabache.
Me relajé un poco al comprobar aliviada de que no se trataba de ningún humano que se había extraviado en el bosque; sin embargo la curiosidad y la sorpresa reemplazó el sentimiento de alerta, no se trataba de ningún animal salvaje que se hubiera escapado del circo o del zoológico, no, sus ojos tenían una mirada inteligente, demasiado humana y su olor era más parecido al mío que el de cualquier animal.

El intruso soltó un suave rugido y yo respondí enseñando levemente los colmillos con un gruñido recalcando mi posición. Pese a ello comencé a caminar lentamente rodeándole sin apartar mi mirada, había pasado toda mi existencia creyendo que yo era la única con la habilidad de cambiar de forma y ahora tenia la esperanza de que no fuera así, tal vez aquel animal era como yo.

Finalmente decidí utilizar mis poderes de comunicación. "Tal vez funcione, tal vez esta vez sea verdad" pensé, desde que había entendido lo que era había buscado a otros pero cada intento había fallado de forma dolorosa, no había nada más cruel y desgarrador que la falsa esperanza.

Una vez me hube tranquilizado me coloqué frente a la pantera y me concentré.
- "¿Eres como yo? ¿De donde vienes? ¿Eres el único o hay más?"-pregunté sin rodeos mentalmente

off rol: