AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Burn to shine || Privado
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Burn to shine || Privado
– Bienvenida Madeimoselle Demouy – el mayordomo se inclinó ligeramente mientras recibía la tarjeta de invitación que le era entregada. Luego procedió a acompañar a la dama hasta la entrada del salón. Aunque no era su deber se sintió comprometido con la sonrisa discreta que le fue ofrecida como agradecimiento. No era extraño que algunos de los invitados llegasen sin acompañante, sin embargo, para nadie era un secreto las circunstancias que rodeaban a la mujer que ahora le seguía. El mismo fue testigo de la discusión entre sus amos sobre incluirla o no en la lista de invitados. Como parte de la servidumbre debía anteponer sus deberes como mayordomo a sus opiniones personales, por lo que permaneció en silencio hasta que el veredicto final fue manifestado. Aunque no la conocía personalmente, le alegró sobremanera el elaborar la tarjetita de invitación que ahora reposaba una vez más en sus manos. Los sentimientos hacia aquella dama estaban divididos en la alta sociedad entre los que la juzgaban y los que la compadecían. Él creía que ninguna de las dos posiciones era completamente justa. Con otra inclinación y una mirada comprensiva la abandonó en la puerta abierta del salón el cual se encontraba relativamente lleno con toda clase de invitados.
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Odette sonrió nuevamente al mayordomo y esperó de pie en el umbral a que este se retirara. No tenía idea de las motivaciones del hombre para haber tenido la cortesía de acompañarla, pero se lo agradecía. Retorció las manos en gesto nervioso mientras tomaba aire lo más profundo que le permitió el apretado corsé. Después de algunas horas de indecisión finalmente se había inclinado por un pesado vestido azul oscuro con estampado de diminutas flores blancas. Era bastante apropiado para la temporada aunque tal vez no tan llamativo como algunos de los que usaban las damas presentes en el baile. Un halo de tristeza de instaló en su pecho. En antaño sería ella quien llevase un descarado vestido rojo burdeos, con el escote más pronunciado de toda la congregación y adornada con las joyas más extravagantes que pudiese encontrar. Ser el centro de atención era su objetivo en ese entonces, ahora era todo lo contrario. Se encontraba demasiado agradecida con la invitación como para importunar a sus anfitriones. Sabía que entre menos llamase la atención mejor podría volver a ingresar a una sociedad que la había repudiado.
Irguiéndose ingresó al salón. Algunas miradas se volvieron, los susurros empezaron. Ignorándolos a todos caminó con una seguridad que no sentía, hurgando con los ojos entre los grupos de personas en busca de algún rostro amistoso. Muchos le resultaban familiares, por supuesto, pero no se arriesgaría a intentar un acercamiento que podría terminar mal. Algunos de los presentes habían sido invitados por ella misma a los bailes que ofrecía su Madre e, incluso, a su boda. Parecía que habían pasado siglos desde aquello… desde que fuera genuinamente feliz. Cierto conocido le había sugerido que padecía de ceguera ya que no era capaz de apreciar la belleza de una vida sencilla. Pero ella se conocía, sabía lo que le gustaba y lo que necesitaba y las reuniones de sociedad estaban en una posición muy alta en su lista de prioridades. Había sido criada para desenvolverse en ese ambiente, para ser la piedra preciosa que más brillase. Muy tarde había prendido que la peor manera de billar era ardiendo.
Hizo una pausa para tomar una copa de champagne de una reluciente bandeja de plata. Era exquisita, de las bebidas más finas que podrían encontrarse actualmente en Paris. Tomó un nuevo sorbo antes de levantar la vista y encontrarse, finalmente, con una sonrisa de reconocimiento. Satisfecha avanzó hacia un grupo de tres mujeres jóvenes, una rubia y dos morenas, elegantemente ataviadas y que charlaban animadamente. No bien se acercó una de las chicas se dirigió a ella – Mi querida Odette, no sabes cuánto me alegra ver que sales de esa oscura casa – el cálido saludo no fue secundado ni por la rubia ni por la otra morena, quienes observaban a Odette con curiosidad y sorpresa – Solitaria tal vez, pero nunca oscura. Daniella, estaba segura de que te encontraría aquí – contenta besó en la mejilla a su vieja amiga. Hacía años que no se veían y no dudaba en que tendrían mucho de qué hablar. Se encontraba a punto de preguntarle sobre su familia cuando la rubia le interrumpió groseramente – Oh, Danielle, mira quien está allá!, es Evans. Justo en el momento perfecto para la presentación que tanto ansiabas – y tomándola del antebrazo la halo alejándola de Odette. Lo único que se atrevió a hacer Danielle fue ofrecerle una mirada suplicante antes de desaparecer entre el gentío.
Una sensación amarga se instaló en su pecho. Por supuesto todo era un ardid para apartarlas, después de todo su reputación seguía precediéndola. Y ahora se encontraba parada entre la gente, tan cerca de todos y al mismo tiempo apartada por una cortina invisible. La música festiva en derredor y las parejas que bailaban alegremente solo consiguieron contrariarla aún más. De un sorbo terminó el líquido que quedaba en su copa mientras pensaba en abandonar el lugar. Si hacia aquello estaría dando la razón a las mentes cerradas que no la querían cerca y se rehusaba a darles ese placer. No, perecería donde estaba aunque se estuviese condenando a pasar sola el resto de la velada.
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Odette sonrió nuevamente al mayordomo y esperó de pie en el umbral a que este se retirara. No tenía idea de las motivaciones del hombre para haber tenido la cortesía de acompañarla, pero se lo agradecía. Retorció las manos en gesto nervioso mientras tomaba aire lo más profundo que le permitió el apretado corsé. Después de algunas horas de indecisión finalmente se había inclinado por un pesado vestido azul oscuro con estampado de diminutas flores blancas. Era bastante apropiado para la temporada aunque tal vez no tan llamativo como algunos de los que usaban las damas presentes en el baile. Un halo de tristeza de instaló en su pecho. En antaño sería ella quien llevase un descarado vestido rojo burdeos, con el escote más pronunciado de toda la congregación y adornada con las joyas más extravagantes que pudiese encontrar. Ser el centro de atención era su objetivo en ese entonces, ahora era todo lo contrario. Se encontraba demasiado agradecida con la invitación como para importunar a sus anfitriones. Sabía que entre menos llamase la atención mejor podría volver a ingresar a una sociedad que la había repudiado.
Irguiéndose ingresó al salón. Algunas miradas se volvieron, los susurros empezaron. Ignorándolos a todos caminó con una seguridad que no sentía, hurgando con los ojos entre los grupos de personas en busca de algún rostro amistoso. Muchos le resultaban familiares, por supuesto, pero no se arriesgaría a intentar un acercamiento que podría terminar mal. Algunos de los presentes habían sido invitados por ella misma a los bailes que ofrecía su Madre e, incluso, a su boda. Parecía que habían pasado siglos desde aquello… desde que fuera genuinamente feliz. Cierto conocido le había sugerido que padecía de ceguera ya que no era capaz de apreciar la belleza de una vida sencilla. Pero ella se conocía, sabía lo que le gustaba y lo que necesitaba y las reuniones de sociedad estaban en una posición muy alta en su lista de prioridades. Había sido criada para desenvolverse en ese ambiente, para ser la piedra preciosa que más brillase. Muy tarde había prendido que la peor manera de billar era ardiendo.
Hizo una pausa para tomar una copa de champagne de una reluciente bandeja de plata. Era exquisita, de las bebidas más finas que podrían encontrarse actualmente en Paris. Tomó un nuevo sorbo antes de levantar la vista y encontrarse, finalmente, con una sonrisa de reconocimiento. Satisfecha avanzó hacia un grupo de tres mujeres jóvenes, una rubia y dos morenas, elegantemente ataviadas y que charlaban animadamente. No bien se acercó una de las chicas se dirigió a ella – Mi querida Odette, no sabes cuánto me alegra ver que sales de esa oscura casa – el cálido saludo no fue secundado ni por la rubia ni por la otra morena, quienes observaban a Odette con curiosidad y sorpresa – Solitaria tal vez, pero nunca oscura. Daniella, estaba segura de que te encontraría aquí – contenta besó en la mejilla a su vieja amiga. Hacía años que no se veían y no dudaba en que tendrían mucho de qué hablar. Se encontraba a punto de preguntarle sobre su familia cuando la rubia le interrumpió groseramente – Oh, Danielle, mira quien está allá!, es Evans. Justo en el momento perfecto para la presentación que tanto ansiabas – y tomándola del antebrazo la halo alejándola de Odette. Lo único que se atrevió a hacer Danielle fue ofrecerle una mirada suplicante antes de desaparecer entre el gentío.
Una sensación amarga se instaló en su pecho. Por supuesto todo era un ardid para apartarlas, después de todo su reputación seguía precediéndola. Y ahora se encontraba parada entre la gente, tan cerca de todos y al mismo tiempo apartada por una cortina invisible. La música festiva en derredor y las parejas que bailaban alegremente solo consiguieron contrariarla aún más. De un sorbo terminó el líquido que quedaba en su copa mientras pensaba en abandonar el lugar. Si hacia aquello estaría dando la razón a las mentes cerradas que no la querían cerca y se rehusaba a darles ese placer. No, perecería donde estaba aunque se estuviese condenando a pasar sola el resto de la velada.
Odette Demouy- Humano Clase Alta
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Re: Burn to shine || Privado
La velada había transcurrido tranquila, tal vez demasiado para el gusto de Daniel. 600 años de aventuras al rededor del mundo lo convertían en algo apático con las personas de alta sociedad y sus pretensiones. Había sido invitado hacía una semana a aquella gala, los sobres elaborados a mano con acabados exquisitos, el envío de un carruaje a las residencias de los invitados con las invitaciones como único cargamento, las exigencias para la vestimenta y presentación para la asistencia, los lujosos banquetes que servían para los invitados, aunque apenas los degustaran, la música, la iluminación, la decoración los asistentes de sonrisas falsas y máscaras de moralidad, escondiendo demonios prejuciosos y fanáticos de la desgracia ajena, todo por un motivo de celebración que nadie allí tenía del todo claro.
Pero Daniel se encontraba allí, tratando de esconder su repudio con su sonrisa carismática y disposición a cualquier conversación hipócrita que lo encontrara escabulléndose de copa en copa de champagne, tratando de no preguntarse nuevamente la razón que lo llevara a estar allí, evidentemente era importante que lo consideraran parte de esa sociedad, hacía algunos años que no vivía en Francia, y Paris le había dejado un hermoso recuerdo hacía casi un siglo, pero volver allí luego de tanto tiempo era volver a empezar, en su haber llegar a una ciudad tan demandante como esa, con las facilidades que le brindaba la vida inmortal y su conocimiento y buenos negocios lo ubicaría en esa clase de sociedad, pero su joven rostro le impedía demostrar creíblemente que su fortuna se debía únicamente a su trabajo y talento, y cambiar su nombre solo sería el comienzo, más presentarse ante la crema innata parisina resultaría un desafío para que sus negocios siguieran floreciendo, aún como el joven heredero italiano de la familia Leoni, una que nadie allí conocía pero, evidentemente, tratándose de una poderosa familia romana, pocos serían los capaces de declarar que nunca habían escuchado de ella, pues quien lo hiciera quedaría tachado inmediatamente como alguien de malos contactos y perfil de negocios cuestionable, y no solo el o ella sino toda la familia, eso era lo único bueno de las pretensiones de estas personas.
En un momento de la aburrida noche, un fulgor inminente brilló a sus espaldas en la sala, al otro lado del salón ingresaba una figura escultural, vestida ilustremente y con una sonrisa que buscaba aceptación, a pesar de la distancia, el brillo innegable de aquellos ojos azules que se presentaban en la habitación eran imposibles de ignorar, mientras ella se paseaba con un ritmo tranquilo y discreto, casi tímido, Daniel la seguía con la mirada sin siquiera parpadear, haciendo un gesto con la mano, excusándose por dejar a medias la conversación con las que serían hijas del anfitrión, o algo así, que retrocederían apenadas y buscarían algo de comer en el buffet.
Por primera vez en toda la noche, los instintos vampiricos de Daniel empezaban a despertar, su oído se agudizó y escuchaba el cuchicheo que precedía al paso de la hermosa joven, mientras la miraban de arriba a bajo y la desaprobaban, tal era esa personalidad que llamó la atención de todos los asistentes y nadie se permitía dejar de hacer un comentario al respecto, que persona tan impactante, que presencia tan arrolladora, unos cuantos movimientos y ya era el centro de atención del lugar entero.
Daniel se movía con estrategia por el salón sin llegar a estar demasiado cerca, sin advertir su presencia, definitivamente quería conocerla, pero no sería él quien diera el paso inicial, sería ella quien se acercara, una vez trazara en su cabeza el sendero que marcaría esa mujer, caminó hasta un punto donde sabía, se toparía en su camino, a unos cuantos metros, esperando detrás de un pequeño cúmulo de gente, moviéndose con determinación y haciendo danzar la copa de champagne en sus manos, mientras pacientemente esperaba que ella se fuera aproximando.
Pero Daniel se encontraba allí, tratando de esconder su repudio con su sonrisa carismática y disposición a cualquier conversación hipócrita que lo encontrara escabulléndose de copa en copa de champagne, tratando de no preguntarse nuevamente la razón que lo llevara a estar allí, evidentemente era importante que lo consideraran parte de esa sociedad, hacía algunos años que no vivía en Francia, y Paris le había dejado un hermoso recuerdo hacía casi un siglo, pero volver allí luego de tanto tiempo era volver a empezar, en su haber llegar a una ciudad tan demandante como esa, con las facilidades que le brindaba la vida inmortal y su conocimiento y buenos negocios lo ubicaría en esa clase de sociedad, pero su joven rostro le impedía demostrar creíblemente que su fortuna se debía únicamente a su trabajo y talento, y cambiar su nombre solo sería el comienzo, más presentarse ante la crema innata parisina resultaría un desafío para que sus negocios siguieran floreciendo, aún como el joven heredero italiano de la familia Leoni, una que nadie allí conocía pero, evidentemente, tratándose de una poderosa familia romana, pocos serían los capaces de declarar que nunca habían escuchado de ella, pues quien lo hiciera quedaría tachado inmediatamente como alguien de malos contactos y perfil de negocios cuestionable, y no solo el o ella sino toda la familia, eso era lo único bueno de las pretensiones de estas personas.
En un momento de la aburrida noche, un fulgor inminente brilló a sus espaldas en la sala, al otro lado del salón ingresaba una figura escultural, vestida ilustremente y con una sonrisa que buscaba aceptación, a pesar de la distancia, el brillo innegable de aquellos ojos azules que se presentaban en la habitación eran imposibles de ignorar, mientras ella se paseaba con un ritmo tranquilo y discreto, casi tímido, Daniel la seguía con la mirada sin siquiera parpadear, haciendo un gesto con la mano, excusándose por dejar a medias la conversación con las que serían hijas del anfitrión, o algo así, que retrocederían apenadas y buscarían algo de comer en el buffet.
Por primera vez en toda la noche, los instintos vampiricos de Daniel empezaban a despertar, su oído se agudizó y escuchaba el cuchicheo que precedía al paso de la hermosa joven, mientras la miraban de arriba a bajo y la desaprobaban, tal era esa personalidad que llamó la atención de todos los asistentes y nadie se permitía dejar de hacer un comentario al respecto, que persona tan impactante, que presencia tan arrolladora, unos cuantos movimientos y ya era el centro de atención del lugar entero.
Daniel se movía con estrategia por el salón sin llegar a estar demasiado cerca, sin advertir su presencia, definitivamente quería conocerla, pero no sería él quien diera el paso inicial, sería ella quien se acercara, una vez trazara en su cabeza el sendero que marcaría esa mujer, caminó hasta un punto donde sabía, se toparía en su camino, a unos cuantos metros, esperando detrás de un pequeño cúmulo de gente, moviéndose con determinación y haciendo danzar la copa de champagne en sus manos, mientras pacientemente esperaba que ella se fuera aproximando.
Daniel Leoni- Vampiro Clase Alta
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Re: Burn to shine || Privado
La música se detuvo al igual que las parejas quienes, obedientes, aplaudieron a la banda antes de que esta iniciara su próxima melodía. Como había pronosticado nadie se le acercó, nadie le habló, nadie le ofreció al menos una tímida sonrisa de consuelo. ¿Era tonto el pretender permanecer allí? Empezaba a dudar sobre su decisión. Tal vez lo más sensato fuese buscar a los anfitriones, ofrecerles su agradecimiento por la amable invitación y excusarse con algún invento creíble, quizás una jaqueca. La decepcionaba la idea de vencerse pero estaba resultando más difícil de lo que había pensado el permanecer en un lugar donde evidentemente no era bienvenida. ¿Qué haría entonces? ¿Abandonar la ciudad, el país? ¿Forjarse acaso una nueva vida en algún lugar donde nadie pudiese señalarla con el dedo? Gruño por lo bajo ante tal expectativa. Ella era una francesa, una parisina, y no deseaba abandonar su tierra natal. Lo que necesitaba era otro trago.
Ubicó con la mirada la bandeja más próxima de copas rebosantes de burbujas y se adelantó con paso lento y resuelto hacia ella. Mantuvo, sin embargo, la mirada ausente, evitando encontrarse con algún par de ojos acusadores. Estaba harta de todo y de todos, en especial de sí misma, de sus intentos por que la aceptasen nuevamente, por regresar al espectáculo, a las fiestas, a las charlas insulsas y cargadas de comentarios puntillosos y sarcásticos. Ni siquiera podía explicarse completamente porque lo deseaba tanto ¿poder? Si, quizás esa fuese la piedra que sostenía todo lo demás. Maldito fuera su difunto marido, era él el culpable de haber arruinado sus sueños, su futuro. Finalmente alcanzó la copa ansiada de la cual bebió un largo trago. Fue entonces, al bajarla nuevamente, que sus ojos se posaron sobre un rostro que no conocía y que la observaba desde detrás de un pequeño pero parlanchín grupo. Se trataba de un hombre joven y evidentemente adinerado. Tenía unas facciones hermosas, tanto que rayaban en la perfección. La pálida tez resaltaba extravagantemente en medio del marco oscuro que proporcionaba su cabellera. Lo más extraño, sin embargo, era el hecho de que él la miraba con una intensidad que no veía desde hacía algunos años.
Dudó indecisa sobre qué hacer a continuación. No podía percibir ningún tipo de desprecio o burla pero temía ser desdeñada nuevamente en una misma noche. Tomó un nuevo sorbo de champagne mientras miraba en derredor. A esa altura de la velada estaba segura de que nadie se le acercaría así que ¿Qué podía perder? En última instancia retornaría al plan de abandonar la escena con la poca dignidad que aún le quedara. Tomó aire y jugueteó con un mechón de su suelta cabellera antes de avanzar hacia el caballero. Una de las mujeres del grupito que les separaban la reparó de arriba abajo antes de cambiar el tema de conversación. No necesitaba prestarles atención para saber sobre quien hablaban. Sintió como los colores ascendían a su rostro pero ya era demasiado tarde para arrepentirse. Sintiéndose un poco incomoda y abochornada cubrió los pocos pasos que aún los separaban hasta quedar justo al lado del hombre aunque giró sutilmente el cuerpo de manera que su rostro encaraba la pista de baile y evitaba, así, mirar de frente al desconocido.
– Una hermosa velada ¿no le parece? La música es estupenda y la decoración simplemente adorable – un comentario totalmente inocuo. Podría responderle, asentir en silencio o simplemente ignorarle sin que aquello significara un gran acontecimiento. Acercó la copa nuevamente hasta los labios en un intento de esconder su nerviosismo. ¿Le habrían hablado ya sobre ella a aquel caballero o tendría la fortuna de poder entablar una conversación al menos?
Odette Demouy- Humano Clase Alta
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Re: Burn to shine || Privado
Ella caminaba con cautela y sin mucha determinación, la expresión tardía de sus manos discordantes con su mirada demostraban su incomodidad y su afán por plantar su estampa donde no se empañara por la vergüenza, buscando refugio de los comentarios truhanes y resentidos. Sus bellos ojos azules brillaban cada vez con menor intensidad y reflejaban su deseo innegociable de salir huyendo, ya fuera, dejando la gala o buscando compañía en una mirada noble y una voz menos intransigente. Para ello estaba Daniel metido en su camino, esperando con paciencia su proximidad, que sonrió espontáneo cuando por fin esos ojos tristes se posaran en su figura, y respondieran tímidamente al contacto con su mirada.
Daniel tomó un largo trago de su champagne, pues estaba perdiendo su efervescencia de tanto estar estancada en la misma copa, pero seguía bastante fría, y dejó un sabor astringente en su lengua, era eso lo que amaba del espumoso, aunque este no afectara sus sentidos por mayor que fuese el consumo. Mientras la dulce chica se acercaba dudosa a su lado y le dirigía la palabra, tímida, dubitativa.
-La buena música puede amenizar cualquier evento, la melodía, siempre que sea correcta, tiene el poder de hacernos vivir sensaciones a su antojo, despertar la alegría o el quebranto, y debería ser delito desperdiciar esta que, particularmente me invita a disfrutarla en la pista ¿no cree usted?-
Sonrió a la joven sin titubear, a pesar de pensar, tardíamente, que quizá sus palabras fueran más de las necesarias, pero al tratarse de música no podía detenerse, es como si quisiera expresar lo que la música le hacía sentir, aunque sabía que era imposible. Entonces hizo un gesto de recato, inclinando la cabeza, esperando algo de aceptación a sus palabras como alguien que no sabe mucho, pero si lo siente.
Daniel tomó un largo trago de su champagne, pues estaba perdiendo su efervescencia de tanto estar estancada en la misma copa, pero seguía bastante fría, y dejó un sabor astringente en su lengua, era eso lo que amaba del espumoso, aunque este no afectara sus sentidos por mayor que fuese el consumo. Mientras la dulce chica se acercaba dudosa a su lado y le dirigía la palabra, tímida, dubitativa.
-La buena música puede amenizar cualquier evento, la melodía, siempre que sea correcta, tiene el poder de hacernos vivir sensaciones a su antojo, despertar la alegría o el quebranto, y debería ser delito desperdiciar esta que, particularmente me invita a disfrutarla en la pista ¿no cree usted?-
Sonrió a la joven sin titubear, a pesar de pensar, tardíamente, que quizá sus palabras fueran más de las necesarias, pero al tratarse de música no podía detenerse, es como si quisiera expresar lo que la música le hacía sentir, aunque sabía que era imposible. Entonces hizo un gesto de recato, inclinando la cabeza, esperando algo de aceptación a sus palabras como alguien que no sabe mucho, pero si lo siente.
Daniel Leoni- Vampiro Clase Alta
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Re: Burn to shine || Privado
La sonrisa que el hombre le había obsequiado le insufló un poco de aliento. Las palabras expresadas por ella durante su tímido acercamiento fueron cuidadosamente elegidas para evitar un bochorno mayor en caso de que él no quisiere entablar una conversación. Pero, para su sorpresa, no solo recibió una respuesta estándar. Sus ojos giraron rápidamente hacia el caballero y le miró con asombro durante un segundo antes de recobrar la compostura. Una sonrisa muy leve afloró en sus labios como respuesta a la del hombre – No podría estar más de acuerdo Monsieur, tanto en sus pensamientos sobre la música y lo que trasmite como en el desperdicio de una tan hermosa – afirmó complacida con la ligera inclinación. Después de todo no tendría que abandonar la velada a tan temprana hora. Sintiéndose mucho mejor terminó lo que le quedaba de champagne de sorbo. Se recordó a sí misma que debida ser un poco recatada con el alcohol pues era esa su segunda copa y los efectos empezaban a sentirse. Se empinó ligeramente buscando a un mesero al cual hizo gestos para que se acercara.
– Disculpe usted mi curiosidad pero ¿ha arribado hace poco a Paris? Es que no creo haberle visto en ninguna velada anterior – preguntó mientras el mesero se acercaba en medio de una pequeña reverencia. Odette depositó la copa vacía casi inconscientemente sobre la bandeja que le era ofrecida por el joven sirviente y ahora, con las manos libres, dio un paso hacia la pista. Adoraba bailar aunque en los últimos tiempos no pudiese hacerlo muy a menudo. La música se alzaba sobre las charlas y risas que pululaban en derredor y con el inicio de una nueva canción las parejas de apresuraban a tomar su lugar. La morena se volvió y ofreció una de sus manos a su acompañante en un gesto tan osado que reconoció, por una fracción de segundos, a la joven que había sido. – Estaría encantada de concederle esta pieza Monsieur, eso claro, si no ha cambiado usted de parecer en estos pocos segundos sobre disfrutarla en la pista – su tono era un poco juguetón, tal vez debido al champagne, pero cualquier observador mínimamente atento podría haber vislumbrado el brillo de temor que aún persistía en los ojos azules. Allí permaneció, de pie, con el brazo extendido y su mano hacia abajo, esperando que él se aproximara y la guiase hacia donde otros hombres y mujeres empezaban a girar al compás de los acordes.
– Disculpe usted mi curiosidad pero ¿ha arribado hace poco a Paris? Es que no creo haberle visto en ninguna velada anterior – preguntó mientras el mesero se acercaba en medio de una pequeña reverencia. Odette depositó la copa vacía casi inconscientemente sobre la bandeja que le era ofrecida por el joven sirviente y ahora, con las manos libres, dio un paso hacia la pista. Adoraba bailar aunque en los últimos tiempos no pudiese hacerlo muy a menudo. La música se alzaba sobre las charlas y risas que pululaban en derredor y con el inicio de una nueva canción las parejas de apresuraban a tomar su lugar. La morena se volvió y ofreció una de sus manos a su acompañante en un gesto tan osado que reconoció, por una fracción de segundos, a la joven que había sido. – Estaría encantada de concederle esta pieza Monsieur, eso claro, si no ha cambiado usted de parecer en estos pocos segundos sobre disfrutarla en la pista – su tono era un poco juguetón, tal vez debido al champagne, pero cualquier observador mínimamente atento podría haber vislumbrado el brillo de temor que aún persistía en los ojos azules. Allí permaneció, de pie, con el brazo extendido y su mano hacia abajo, esperando que él se aproximara y la guiase hacia donde otros hombres y mujeres empezaban a girar al compás de los acordes.
Odette Demouy- Humano Clase Alta
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Re: Burn to shine || Privado
Daniel aprovechó la bandeja que se aproximaba para devolver la copa vacía, tomó con decoro la mano de su acompañante y llevándola a la pista.
-Esta noche no permite pensarlo dos veces, ¿verdad?
Sonrió con gracias mientras la tomaba por la cintura y comenzaba un balanceo de los cuerpos al compás de la música.
-Tiene usted razón, soy de la familia Leoni, de Roma ¿ha escuchado de nosotros no?, eh venido a completar unos estudios y hacerme de algunos contactos a la capital, ya sabe como son en Italia, necesitaba algo de independencia.
Daniel sabía que allí podía utilizar la misma introducción con cualquier persona asistente a una gala en el Royal Palace, se lamentaba ligeramente por usarlo con alguien que llamara su atención como lo había hecho una mujer como aquella, pero no podía iniciar con algo como la verdad, ni mucho menos, así que se apegó del plan principal, el que tenía desde su arribo, el era el heredero de la familia Leoni, prestigiosa y de renombre, tenía que comportarse como tal, aunque fuese un chiquillo caprichoso que gustaba de dejarse ver en ambientes prestigiosos y rodeado de la crema innata, aunque también era la oveja negra, el aventurero y arriesgado, tal vez era esa la razón por la que estaba más que dispuesto a compartir la velada con una chica que todos los demás asistentes estuvieran evitando.
-Y ¿cual es su nombre? Mademoiselle
La música se desplegaba con elegancia por el inmenso salón, las parejas daban vueltas y brillaban de tantas alhajas que traían encima, sonreían a la delicadeza de los pasos simples e insípidos que habían ensayado por años, para ir coreografiados con los demás bailarines en la pista. Daniel por su parte dejaba que su cuerpo, junto al de ella, guiara una danza que solo podía ser dirigida por la música, discordando con los demás.
-Esta noche no permite pensarlo dos veces, ¿verdad?
Sonrió con gracias mientras la tomaba por la cintura y comenzaba un balanceo de los cuerpos al compás de la música.
-Tiene usted razón, soy de la familia Leoni, de Roma ¿ha escuchado de nosotros no?, eh venido a completar unos estudios y hacerme de algunos contactos a la capital, ya sabe como son en Italia, necesitaba algo de independencia.
Daniel sabía que allí podía utilizar la misma introducción con cualquier persona asistente a una gala en el Royal Palace, se lamentaba ligeramente por usarlo con alguien que llamara su atención como lo había hecho una mujer como aquella, pero no podía iniciar con algo como la verdad, ni mucho menos, así que se apegó del plan principal, el que tenía desde su arribo, el era el heredero de la familia Leoni, prestigiosa y de renombre, tenía que comportarse como tal, aunque fuese un chiquillo caprichoso que gustaba de dejarse ver en ambientes prestigiosos y rodeado de la crema innata, aunque también era la oveja negra, el aventurero y arriesgado, tal vez era esa la razón por la que estaba más que dispuesto a compartir la velada con una chica que todos los demás asistentes estuvieran evitando.
-Y ¿cual es su nombre? Mademoiselle
La música se desplegaba con elegancia por el inmenso salón, las parejas daban vueltas y brillaban de tantas alhajas que traían encima, sonreían a la delicadeza de los pasos simples e insípidos que habían ensayado por años, para ir coreografiados con los demás bailarines en la pista. Daniel por su parte dejaba que su cuerpo, junto al de ella, guiara una danza que solo podía ser dirigida por la música, discordando con los demás.
Daniel Leoni- Vampiro Clase Alta
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Re: Burn to shine || Privado
– Está helado – pensó al sentir el frío contra el calor de su propia piel. No era muy inusual que las manos de las personas estuviesen frías en aquella temporada del año al encontrarse a en un recinto cerrado y atiborrado de gente como esta en ese momento el salón se esperaría que hubiese entrado en calor. Este pensamiento, sin embargo, no consiguió hacer mella en su sonrisa ni le hizo titubear al acompañar al hombre hasta el punto que él consideró conveniente en la pista. – Verdad – confirmó mientras él la tomaba por la cintura. Y con solo esa palabra, y aunque su acompañante lo ignorase, se prometió a sí misma no pensar dos veces nada durante la velada. Apartar de su mente y corazón las inseguridades y temores que la atenazaban e intentar disfrutar del baile con aquel encantador caballero. – Por supuesto que he escuchado de su familia, Monsieur, ¿Quién no ha escuchado de los Leoni? – rápidamente trató de recordar lo que sabía sobre aquel apellido. Había escuchado sobre ellos pero nunca había tenido la oportunidad de conocer a ningún miembro en persona – solo puedo llegar a imaginar cómo son las cosas en Italia, pues hasta el momento no he tenido el gusto de visitarle, sin embargo he de advertirle que si busca libertad tal vez no se encuentre en el lugar indicado. Es verdad que en París se respira un ambiente menos… como decirlo… dogmático, pero la jerarquía familiar, y los deberes y responsabilidades que conlleva un apellido, dificultan, también aquí, la espontanea expresión de los libre pensantes – ¡Oh, si tan solo él supiera cuantas cosas querría ella decir a muchos de los presentes! Pero debía callar, porque era eso lo que la sociedad demandaba.
Los acordes llenaban el espacio mientras las parejas danzaban según la coreografía especifica, con coordinación y elegancia. En un primer momento ella tuvo la intención de unirse al grupo, obedientemente, pero, al notar que su acompañante tenía en mente otros planes, se dejo llevar por él. Y hasta allí llego su plan de intentar pasar inadvertida. Ninguno de los presentes dejaría de observar y hablar sobre la pareja que, no solo se abstenía de seguir la rutina, sino que además hacia perder el paso de tanto en tanto a otras parejas. Una risa suave brotó de los labios de Odette. Resultaba increíble como algo tan simple como bailar a gusto, improvisando los pasos, llegaba a hacerla tan feliz. – Odette Demouy, a su servicio – contestó justó en el momento en que chocaba contra otra de las damas. El toque fue tan suave que solo las dos afectadas pudieron percibirlo de manera que cada cual pudo continuar con lo suyo sin mayor inconveniente que una mirada furiosa dirigida hacia Odette quien rió nerviosamente, como si de una cría en medio de una travesura se tratase. – Dudo que haya usted escuchado de mi por lo que no se angustie si no puede encontrar ningún referente – bromeó aunque por dentro esto fuese un alivio, incluso antes de escuchar su respuesta. Si hubiese escuchado de ella antes tal vez no le hubiese invitado a la pista en primer lugar… la presión social afectaba a todos y dudaba que a aquel hombre fuese invulnerable a la misma.
– Si no le molesta, Monsieur Leoni, ¿puedo preguntarle que estudios ha venido a completar? – eran muchas las preguntas que se agolpaban en su mente pero conservaba la suficiente cordura como para mostrar un mínimo de recato. Cayó en cuenta entonces que si bien él le había revelado su apellido no conocía aún su nombre. Un gesto curioso, pensó.
Los acordes llenaban el espacio mientras las parejas danzaban según la coreografía especifica, con coordinación y elegancia. En un primer momento ella tuvo la intención de unirse al grupo, obedientemente, pero, al notar que su acompañante tenía en mente otros planes, se dejo llevar por él. Y hasta allí llego su plan de intentar pasar inadvertida. Ninguno de los presentes dejaría de observar y hablar sobre la pareja que, no solo se abstenía de seguir la rutina, sino que además hacia perder el paso de tanto en tanto a otras parejas. Una risa suave brotó de los labios de Odette. Resultaba increíble como algo tan simple como bailar a gusto, improvisando los pasos, llegaba a hacerla tan feliz. – Odette Demouy, a su servicio – contestó justó en el momento en que chocaba contra otra de las damas. El toque fue tan suave que solo las dos afectadas pudieron percibirlo de manera que cada cual pudo continuar con lo suyo sin mayor inconveniente que una mirada furiosa dirigida hacia Odette quien rió nerviosamente, como si de una cría en medio de una travesura se tratase. – Dudo que haya usted escuchado de mi por lo que no se angustie si no puede encontrar ningún referente – bromeó aunque por dentro esto fuese un alivio, incluso antes de escuchar su respuesta. Si hubiese escuchado de ella antes tal vez no le hubiese invitado a la pista en primer lugar… la presión social afectaba a todos y dudaba que a aquel hombre fuese invulnerable a la misma.
– Si no le molesta, Monsieur Leoni, ¿puedo preguntarle que estudios ha venido a completar? – eran muchas las preguntas que se agolpaban en su mente pero conservaba la suficiente cordura como para mostrar un mínimo de recato. Cayó en cuenta entonces que si bien él le había revelado su apellido no conocía aún su nombre. Un gesto curioso, pensó.
Última edición por Odette Demouy el Sáb Ene 18, 2014 8:04 pm, editado 1 vez
Odette Demouy- Humano Clase Alta
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Re: Burn to shine || Privado
Podía ver a las parejas a su alrededor y burlarse cuando perdían el paso de su tan ensayada coreografía con solo verlos a él y Odette bailar, y al tiempo escuchar la amena charla con su compañera, que hablara de su apellido con la propiedad que todos los demás con quien se había presentado en el lugar, no le sorprendía, pero al escuchar su nombre se percató que él solo le había hablado de su apellido, sonrió esperando el momento oportuno de presentarse correctamente, en retorno de su tan cordia introducción.
- Mi nombre es Daniel Leoni, enchanté-
Aunque no habían tenido que traerla a colación en conversaciones que tuviera previas en esa velada, ciertamente sabía que reputación precedía a tan encantadora joven, las personas allí no solo pensaban montones de cosas al verla pasar, sino que también tenían la necesidad casi biológica de comentarlo con todos los demás, si bien, él mismo hizo caso omiso cuando quisieron hablarle directamente del escándalo que ella protagonizaba y el había rechazado la conversación buscando acercarse a ella, tuvo tiempo de escuchar las palabras en el aire que le contaban aquella historia que ponía a todos histéricos con su arribo, y fueran verdades o falsedades lo que se hablase de ella, no podía menos que llamarle más la atención a Daniel, si estaba ella allí era porque era fuerte a pesar de tener tanto cotilleo en contra, era una mujer segura de lo que era y lo que tenía, además de su delicada y agraciada apariencia. No había necesidad que rebuscar en sus pensamientos para darse una idea de la clase de persona que era, y en un lugar como aquel, era justo la clase de persona con la que Daniel quería toparse.
-Digamos, por ahora, que vine a estudiar los efectos de bailar en contra de la corriente en una gala de el royal palace-
Dijo en respuesta de la pregunta que Odette le hacía, rió disculpándose con un gesto de su rostro, por lo que acababa de decir.
- Discúlpeme, Mademoiselle, ahora mismo trato de despejarme de los negocios, ¿le molestaría que hablásemos de otra cosa?-
No solo era eso, también que habían cosas que le gustaría más conocer de ella que el hablar de las razones por la que ambos pertenecían a la alta sociedad, mas bien ¿de que escaparían si pudieran?
- Mi nombre es Daniel Leoni, enchanté-
Aunque no habían tenido que traerla a colación en conversaciones que tuviera previas en esa velada, ciertamente sabía que reputación precedía a tan encantadora joven, las personas allí no solo pensaban montones de cosas al verla pasar, sino que también tenían la necesidad casi biológica de comentarlo con todos los demás, si bien, él mismo hizo caso omiso cuando quisieron hablarle directamente del escándalo que ella protagonizaba y el había rechazado la conversación buscando acercarse a ella, tuvo tiempo de escuchar las palabras en el aire que le contaban aquella historia que ponía a todos histéricos con su arribo, y fueran verdades o falsedades lo que se hablase de ella, no podía menos que llamarle más la atención a Daniel, si estaba ella allí era porque era fuerte a pesar de tener tanto cotilleo en contra, era una mujer segura de lo que era y lo que tenía, además de su delicada y agraciada apariencia. No había necesidad que rebuscar en sus pensamientos para darse una idea de la clase de persona que era, y en un lugar como aquel, era justo la clase de persona con la que Daniel quería toparse.
-Digamos, por ahora, que vine a estudiar los efectos de bailar en contra de la corriente en una gala de el royal palace-
Dijo en respuesta de la pregunta que Odette le hacía, rió disculpándose con un gesto de su rostro, por lo que acababa de decir.
- Discúlpeme, Mademoiselle, ahora mismo trato de despejarme de los negocios, ¿le molestaría que hablásemos de otra cosa?-
No solo era eso, también que habían cosas que le gustaría más conocer de ella que el hablar de las razones por la que ambos pertenecían a la alta sociedad, mas bien ¿de que escaparían si pudieran?
Daniel Leoni- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 28/11/2013
Re: Burn to shine || Privado
Odette escuchó el nombre del hombre, agradeciendo en su fuero interno que él se hubiese percatado de la omisión y la hubiese corregido sin su intervención. Aunque hubiese sido mucho más cortes simplemente agradecer con una modesta inclinación de cabeza, la morena no pudo ocultar la risa que se formaba en sus labios. – Que curioso – comentó mientras con los ojos oteaba el salón buscando a su “amiga”, quien la dejase sola solo algunos minutos antes - hace tan solo un rato pensé que se me concedería una charla amena con una vieja amiga cuyo nombre, casualmente, es Danielle. Lamentablemente mis ilusiones fueron vanas y ahora… heme aquí… con Monsieur Daniel Leoni, como si el cielo se hubiese apiadado y reemplazado a Danielle con una versión, no solo masculina, sino evidentemente mejorada. Me gustaría pensarle como mi Arcángel personal, al menos durante este baile, si no le molesta– Demasiadas palabras, demasiado abiertas e incluso impertinentes. Nuevamente se ruborizó pero, fiel a su promesa, no se disculpó por decir lo que pensaba.
Daniel resultó ser un maravilloso bailarín, incluso en algo tan poco objetivo como un baile al estilo “libre”. La guió con facilidad y armonía por medio de la pista y ella, quien se consideraba buena en el arte, sintió que por fin había encontrado a alguien que pudiese enseñarle algo nuevo. Rió con el hombre cuando esté contestó a su pregunta – Quiere eso decir, Monsieur Daniel, que sin querer he venido yo también a estudiar. Y eso que pensaba que las fiestas y el estudio eran contrarios – a pesar de que hubiese sido ingeniosa y jocosa, la respuesta en realidad era una evasiva y, aunque ella ardía en deseos de que le contestara sinceramente, dada la petición que siguió prefirió mantener la charla en la dirección que él le había dado - ¿Y puedo preguntarle a qué conclusiones ha llegado durante este experimento? – le cuestionó señalándose con la mano.
La canción, que tan alegremente les había acompañado, finalizó. Odette se apartó ligeramente del hombre y le observó fijamente antes de aplaudir a los músicos, junto con los demás presentes. En instantes daría inicio la siguiente pieza y era momento de decidir si continuarían o no en la pista. – Es usted un gran compañero de baile, Monsieur. Lo he disfrutado enormemente – la idea de seguir danzando le agradaba pero el poder hablar tranquilamente con él resultaba una tentación mayor en ese momento – Sin embargo me pregunto si podría concederme algunos minutos para recuperar el aliento. Tal vez podamos continuar nuestra charla en el balcón y podría usted iluminarme sobre esas “otras cosas” sobre las que desea que hablemos. Eso claro si está usted de acuerdo y no tiene prometida la siguiente pieza con alguna otra dama –
Daniel resultó ser un maravilloso bailarín, incluso en algo tan poco objetivo como un baile al estilo “libre”. La guió con facilidad y armonía por medio de la pista y ella, quien se consideraba buena en el arte, sintió que por fin había encontrado a alguien que pudiese enseñarle algo nuevo. Rió con el hombre cuando esté contestó a su pregunta – Quiere eso decir, Monsieur Daniel, que sin querer he venido yo también a estudiar. Y eso que pensaba que las fiestas y el estudio eran contrarios – a pesar de que hubiese sido ingeniosa y jocosa, la respuesta en realidad era una evasiva y, aunque ella ardía en deseos de que le contestara sinceramente, dada la petición que siguió prefirió mantener la charla en la dirección que él le había dado - ¿Y puedo preguntarle a qué conclusiones ha llegado durante este experimento? – le cuestionó señalándose con la mano.
La canción, que tan alegremente les había acompañado, finalizó. Odette se apartó ligeramente del hombre y le observó fijamente antes de aplaudir a los músicos, junto con los demás presentes. En instantes daría inicio la siguiente pieza y era momento de decidir si continuarían o no en la pista. – Es usted un gran compañero de baile, Monsieur. Lo he disfrutado enormemente – la idea de seguir danzando le agradaba pero el poder hablar tranquilamente con él resultaba una tentación mayor en ese momento – Sin embargo me pregunto si podría concederme algunos minutos para recuperar el aliento. Tal vez podamos continuar nuestra charla en el balcón y podría usted iluminarme sobre esas “otras cosas” sobre las que desea que hablemos. Eso claro si está usted de acuerdo y no tiene prometida la siguiente pieza con alguna otra dama –
Odette Demouy- Humano Clase Alta
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