AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Descubriendo la alegría para poder sobrevivir || Libre
2 participantes
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Descubriendo la alegría para poder sobrevivir || Libre
Estoy frente al abismo oscuro,abajo están los hombres
con cadenas que aguardan mi caída.
¡Oh, compañero! soy tan pequeño para el viento que hala,
si mis piernas son frágiles espigas.
con cadenas que aguardan mi caída.
¡Oh, compañero! soy tan pequeño para el viento que hala,
si mis piernas son frágiles espigas.
Le habían dicho que el clima de Francia era cálido, abrazador, y lleno de confort, pero se daba cuenta que le habían mentido, para ella todo el tiempo hacía frío, no uno placentero cómo en sus tierras, lo que ella sentía era una mezcla de vacío, tristeza y desesperación. La joven extrañaba sus tierras, pero no a sus padres. Sus hermanos Erik, y Henrik se la pasaban de un lado a otro, buscando su propia felicidad, olvidando la verdadera razón del porqué estaban en esas tierras nuevas. Ahora la mayor parte del tiempo la pasaba sola, encerrada en esa gran mansión, analizando todo tipo de información que le pudiera llegar de su familia escondida. ¿Cuánto tiempo más podría aguantar ella en ese estado? No lo sabía, y probablemente pasaría toda su vida hasta poder encontrar a esas dos de sus personas favoritas. Tenía en su cabeza guardado el recuerdo perfecto de Peter y Nikolay, cómo si se tratara de una fotografía, claro, ese último punto de haber ya sido inventada tal cosa en esa época. Sólo una pequeña comparación aclarando puntos de comparación.
Todos los días se levantaba exactamente a las siete de la mañana, con ello aprovechaba el día para su limpieza personal, algunas clases particulares, y el resto para seguir en sus descubrimientos. Pistas, rutas, nombres, hospitales, propiedades, de todo tipo de información, tanta era su obsesión que incluso lo soñaba, eran las once de la mañana, y seguía hundida en su descanso. Dos de sus damas se adentraron al cuarto, abrieron las cortinas pesadas, le quitaron las sabanas de encima, sacudieron su cuerpo, y fue entonces cuando sus ojos se abrieron. Hizo pucheros, jaló de nueva cuenta las sabanas para cubrirse, se quejó, pero al mismo tiempo soltó una gran sonrisa de agradecimiento. Aquel día decidió hacer algo nuevo, no podía pasar toda su vida encerrada. Necesitaba nuevos aires, conocer a alguien con quien poder platicar, incluso un hombro con el cual llorar, o quién sabe, tal vez entre tanta gente, sumado a sus pasos, podría encontrar a sus hermanos. Su esperanza no se iba, no iba a morir, pues prefería morir en el intento, a darse por vencida; tomó un baño bastante rápido, cálido, y lleno de esencias para poder relajarla; después del baño, tomó su desayuno, y por alguna extraña razón, después de alimentarse, decidió pasar protocolos tocando las mejores piezas que sabía en el violín.
La fémina llevaba un vestido azul marino, no tan llamativo, pues el color tornaba ligeramente opaco. Sus cabellos sueltos en forma de cascada hasta sus hombros, había colocado un poco de color en sus labios, y una flor en sus castaños hilos brillantes. Salió de la casa dejando una nota en la mesita de la entrada por si a alguno de sus hermanos se le daba por ir a visitarla. Era temprano, pero dado que "al que madruga, Dios lo ayuda", muchas cosas se les antojaba hacer muy temprano. Las calles en París eran bastante extrañas para ella, en una cuadra se podía notar la clase social alta, todo pulcro, refinado, y destilando olores deliciosos, pero la siguiente cuadra podía oler a defecación, basura y desperdicio. Extraño si, pero la realidad simplemente era de esa manera, no había más, los cuentos de hada que le leían de pequeña estaban muy despegados de la realidad.
- ¡Que cantidad de gente! - Dijo emocionada cuando entraba a la zona comercial, sus dos damas principales le daban espacio para que pudiera respirar con tranquilidad, pero la seguían vigilando, lo que le gustaba de ellas es que no eran simplemente sus empleadas, también eran sus amigas, y entendían que en ocasiones necesitaba sus momentos, su espacio personal. Observaba los grandes ventanales, todos llenos de vestidos finos, joyas, y cosas costosas para ser comprados por la alta sociedad, y por la misma realeza, pero ella no estaba interesada en eso, necesitaba compañía, relaciones, no vestidos nuevos. Encontró entonces una banca para descansar un pequeño momento, su buena suerte es que alado se encontraba un árbol que le daba sombra, y así no padecería del sol, y el calor… Si, ella comenzaba a sentir calor.
Todos los días se levantaba exactamente a las siete de la mañana, con ello aprovechaba el día para su limpieza personal, algunas clases particulares, y el resto para seguir en sus descubrimientos. Pistas, rutas, nombres, hospitales, propiedades, de todo tipo de información, tanta era su obsesión que incluso lo soñaba, eran las once de la mañana, y seguía hundida en su descanso. Dos de sus damas se adentraron al cuarto, abrieron las cortinas pesadas, le quitaron las sabanas de encima, sacudieron su cuerpo, y fue entonces cuando sus ojos se abrieron. Hizo pucheros, jaló de nueva cuenta las sabanas para cubrirse, se quejó, pero al mismo tiempo soltó una gran sonrisa de agradecimiento. Aquel día decidió hacer algo nuevo, no podía pasar toda su vida encerrada. Necesitaba nuevos aires, conocer a alguien con quien poder platicar, incluso un hombro con el cual llorar, o quién sabe, tal vez entre tanta gente, sumado a sus pasos, podría encontrar a sus hermanos. Su esperanza no se iba, no iba a morir, pues prefería morir en el intento, a darse por vencida; tomó un baño bastante rápido, cálido, y lleno de esencias para poder relajarla; después del baño, tomó su desayuno, y por alguna extraña razón, después de alimentarse, decidió pasar protocolos tocando las mejores piezas que sabía en el violín.
La fémina llevaba un vestido azul marino, no tan llamativo, pues el color tornaba ligeramente opaco. Sus cabellos sueltos en forma de cascada hasta sus hombros, había colocado un poco de color en sus labios, y una flor en sus castaños hilos brillantes. Salió de la casa dejando una nota en la mesita de la entrada por si a alguno de sus hermanos se le daba por ir a visitarla. Era temprano, pero dado que "al que madruga, Dios lo ayuda", muchas cosas se les antojaba hacer muy temprano. Las calles en París eran bastante extrañas para ella, en una cuadra se podía notar la clase social alta, todo pulcro, refinado, y destilando olores deliciosos, pero la siguiente cuadra podía oler a defecación, basura y desperdicio. Extraño si, pero la realidad simplemente era de esa manera, no había más, los cuentos de hada que le leían de pequeña estaban muy despegados de la realidad.
- ¡Que cantidad de gente! - Dijo emocionada cuando entraba a la zona comercial, sus dos damas principales le daban espacio para que pudiera respirar con tranquilidad, pero la seguían vigilando, lo que le gustaba de ellas es que no eran simplemente sus empleadas, también eran sus amigas, y entendían que en ocasiones necesitaba sus momentos, su espacio personal. Observaba los grandes ventanales, todos llenos de vestidos finos, joyas, y cosas costosas para ser comprados por la alta sociedad, y por la misma realeza, pero ella no estaba interesada en eso, necesitaba compañía, relaciones, no vestidos nuevos. Encontró entonces una banca para descansar un pequeño momento, su buena suerte es que alado se encontraba un árbol que le daba sombra, y así no padecería del sol, y el calor… Si, ella comenzaba a sentir calor.
Pero oigo tu voz que también al viento teje el universo
y hará de la caída un tránsito,
de cuatro muros un arroyo con palabras que palpitan donde tu voz me sostendrá…
Y ya no temo.
Del libro Las horas de la espera
y hará de la caída un tránsito,
de cuatro muros un arroyo con palabras que palpitan donde tu voz me sostendrá…
Y ya no temo.
Del libro Las horas de la espera
Siobhan Lundqvist- Humano Clase Alta
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Re: Descubriendo la alegría para poder sobrevivir || Libre
The show must go on.
Ha amanecido, el sol se cuela por las rendijas de la madera iluminando los rastros nocturnos en la carreta, un rayo de luz impacta en la cara de la joven cambiaformas, en respuesta frunce el ceño sabe que es momento de despertar pero no quiere hacerlo, las cálidas sabanas la atrapan impidiéndole levantarse incitándola a permanecer en ese cálido lugar más tiempo pero eso no impide que los rayos de sol vuelva a dar directamente en su cara haciendo que girara sobre su cama para cubrirse, mala decisión.
Antes de poder hacer algo cae de espaldas impactando contra el suelo frio, abre los ojos del golpe cualquier pizca de sueño que hubiera en ella había desaparecido por completo, no le ha dolido tanto como el golpe ha sonado sin embargo el pequeño felino que descansaba a su lado ha despertado y ha maullado buscándola, su sorpresa fue mirarla tirada en el suelo sobándose la cabeza.
Annika levanta el rostro para encontrarse con su peludo amigo y sonríe levemente – No me he hecho daño, descuida – El animal se acurruca de vuelta en la cama mientras la joven se levanta del suelo sobándose la cabeza, la cambiaformas rara vez habla con alguien tanto como lo hacía con ese viejo gato que su hermana no soportaba, decía que era un felino gruñón y que seguramente era un saco lleno de pulgas a annika no le importaba el aspecto del gato sino lo cariñoso que podía llegar a ser con ella era por eso que lo había acogido en la última parada que habían hecho con el circo en Rusia.
Llegaron a Paris unas horas antes apenas y habían pegado el ojo pero era momento de trabajar para ellos si querían cenar esa noche, se puso un viejo vestido de color azul cielo con detalles en plateado que dejaba ver parte de su escote infantil y sus delgadas piernas, en sus pies zapatos de pointe de un tono casi hueso, se amarro el cabello en una larga coleta y apenas maquillo su rostro, la idea era dar un par de espectáculos callejeros, ganarse unas monedas e invitar a la gente que asistiera a la función de la noche.
- Annika debes quedarte cerca de estas calles y no te alejes mucho de la plaza – sentenció su hermana gemela antes de alejarse para cubrir otro terreno de Paris, la gente caminaba alrededor de ella mirándola parada con aquella ropa, se mantuvo quieta, inmóvil por tan solo un segundo es como estar sobre el escenario Annika susurro para si misma y tomando aire se dispuesto a caminar de un lado a otro marcando el espacio mentalmente de su escenario imaginario, Respira hondo… 1…2…3 llena sus pulmones de aire y comienza con unas suaves marometas, sus manos se apoyan en el suelo y levanta la cadera para pararse de manos… el show debe continuar.
Ha amanecido, el sol se cuela por las rendijas de la madera iluminando los rastros nocturnos en la carreta, un rayo de luz impacta en la cara de la joven cambiaformas, en respuesta frunce el ceño sabe que es momento de despertar pero no quiere hacerlo, las cálidas sabanas la atrapan impidiéndole levantarse incitándola a permanecer en ese cálido lugar más tiempo pero eso no impide que los rayos de sol vuelva a dar directamente en su cara haciendo que girara sobre su cama para cubrirse, mala decisión.
Antes de poder hacer algo cae de espaldas impactando contra el suelo frio, abre los ojos del golpe cualquier pizca de sueño que hubiera en ella había desaparecido por completo, no le ha dolido tanto como el golpe ha sonado sin embargo el pequeño felino que descansaba a su lado ha despertado y ha maullado buscándola, su sorpresa fue mirarla tirada en el suelo sobándose la cabeza.
Annika levanta el rostro para encontrarse con su peludo amigo y sonríe levemente – No me he hecho daño, descuida – El animal se acurruca de vuelta en la cama mientras la joven se levanta del suelo sobándose la cabeza, la cambiaformas rara vez habla con alguien tanto como lo hacía con ese viejo gato que su hermana no soportaba, decía que era un felino gruñón y que seguramente era un saco lleno de pulgas a annika no le importaba el aspecto del gato sino lo cariñoso que podía llegar a ser con ella era por eso que lo había acogido en la última parada que habían hecho con el circo en Rusia.
Llegaron a Paris unas horas antes apenas y habían pegado el ojo pero era momento de trabajar para ellos si querían cenar esa noche, se puso un viejo vestido de color azul cielo con detalles en plateado que dejaba ver parte de su escote infantil y sus delgadas piernas, en sus pies zapatos de pointe de un tono casi hueso, se amarro el cabello en una larga coleta y apenas maquillo su rostro, la idea era dar un par de espectáculos callejeros, ganarse unas monedas e invitar a la gente que asistiera a la función de la noche.
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- Annika debes quedarte cerca de estas calles y no te alejes mucho de la plaza – sentenció su hermana gemela antes de alejarse para cubrir otro terreno de Paris, la gente caminaba alrededor de ella mirándola parada con aquella ropa, se mantuvo quieta, inmóvil por tan solo un segundo es como estar sobre el escenario Annika susurro para si misma y tomando aire se dispuesto a caminar de un lado a otro marcando el espacio mentalmente de su escenario imaginario, Respira hondo… 1…2…3 llena sus pulmones de aire y comienza con unas suaves marometas, sus manos se apoyan en el suelo y levanta la cadera para pararse de manos… el show debe continuar.
Última edición por Annika Klijnsma el Sáb Feb 01, 2014 12:17 am, editado 1 vez
Annika Klijnsma- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 14/01/2014
Re: Descubriendo la alegría para poder sobrevivir || Libre
Se encuentra consiente de una cosa: sino sale de casa a distraerse, es muy probable que termine de nuevo hundida en la miseria, en la tristeza y la soledad. Por esa razón, (sumadas a un par más) se encuentra en la zona comercial. Inquieta, curiosa y expectante a lo que ocurre a su alrededor. La castaña disfrutaba de buena compañía, recuerda bien que los fines de semana por las noches sus padres le dejaban ir a visitar el teatro de la ciudad junto con sus hermanos. En ese momento del día es cuando más feliz se encontraba, por eso no tiene razones ni ganas para ir al que se encuentra en París, el saberse no asistir con ellos que son sangre de su sangre le resulta inconcebible. Imperdonable. Más valía que se buscara una rutina nueva, por eso, sale a caminar con aquellas dos que no tienen otra pero que al mismo tiempo lo realizan con mucho gusto.
Se adentró entonces entre las masas de parisenses. Todos al voltear a verle le regalaban una reverencia, quizás sus ropajes jugaban parte del porqué le ofrecían respeto, una joven con delicada figura, rostro de inocencia y ropa de alta costura siempre era bien acunada en otras ciudades. París no sería la excepción. Lo gracioso del asunto fue cuando una señorita de carácter fuerte y soberbia kilométrica se acercó a platicar con ella; en la cabeza de la holandesa no parecía procesar lo que le decía la ahora nueva conocida, sino más bien, para evitar escuchar su porquería, la castaña se puso a tararear, eso hasta que algo más llamó su atención.
La suavidad, la femineidad, la elegancia y la armonía con que aquella muchacha ejercía sus movimientos delante del público la dejó pasmada. Aquello era como escuchar poesía a viva voz del mejor de los autores en medio de una noche triste. Se sentía cálido y al mismo tiempo como si fuera un abrazo. El talento que las personas lograban mostrar con tanta agilidad, siempre llegaba a conmover a aquellos que aprecian la sensibilidad que se encuentra en el interior de alguien; ni bien la joven había terminado su rutina, cuando los virotes de la audiencia se hicieron lugar, incluidos los sonidos de sorpresa que Siobhan hacía. Sus aplausos lo acompañaban.
– Señorita, señorita mía – Se acercó con esa sonrisa tímida, con las mejillas sonrosadas, no era muy bien visto que una chica de sociedad se acercara de esa forma a una desconocida, pero dado que ella no era ni de París, y desde que se llevaron a su hermano todo le daba igual, lo mejor sería ignorar si la volteaban a ver de forma aniquilante – Acepte por favor estás monedas, usted me ha cautivado – Y era verdad, en su interior su corazón latía con fuerza, como cuando su hermano mayor, ese que ya no vivía a su lado y se encontraba buscando, danzaba - ¿Podría saber su nombre? ¿Me dejaría invitarle una taza de te? – Su par de doncellas se sentían sorprendidas, pero igual de emocionadas por conocer a la talentosa señorita.
Se adentró entonces entre las masas de parisenses. Todos al voltear a verle le regalaban una reverencia, quizás sus ropajes jugaban parte del porqué le ofrecían respeto, una joven con delicada figura, rostro de inocencia y ropa de alta costura siempre era bien acunada en otras ciudades. París no sería la excepción. Lo gracioso del asunto fue cuando una señorita de carácter fuerte y soberbia kilométrica se acercó a platicar con ella; en la cabeza de la holandesa no parecía procesar lo que le decía la ahora nueva conocida, sino más bien, para evitar escuchar su porquería, la castaña se puso a tararear, eso hasta que algo más llamó su atención.
La suavidad, la femineidad, la elegancia y la armonía con que aquella muchacha ejercía sus movimientos delante del público la dejó pasmada. Aquello era como escuchar poesía a viva voz del mejor de los autores en medio de una noche triste. Se sentía cálido y al mismo tiempo como si fuera un abrazo. El talento que las personas lograban mostrar con tanta agilidad, siempre llegaba a conmover a aquellos que aprecian la sensibilidad que se encuentra en el interior de alguien; ni bien la joven había terminado su rutina, cuando los virotes de la audiencia se hicieron lugar, incluidos los sonidos de sorpresa que Siobhan hacía. Sus aplausos lo acompañaban.
– Señorita, señorita mía – Se acercó con esa sonrisa tímida, con las mejillas sonrosadas, no era muy bien visto que una chica de sociedad se acercara de esa forma a una desconocida, pero dado que ella no era ni de París, y desde que se llevaron a su hermano todo le daba igual, lo mejor sería ignorar si la volteaban a ver de forma aniquilante – Acepte por favor estás monedas, usted me ha cautivado – Y era verdad, en su interior su corazón latía con fuerza, como cuando su hermano mayor, ese que ya no vivía a su lado y se encontraba buscando, danzaba - ¿Podría saber su nombre? ¿Me dejaría invitarle una taza de te? – Su par de doncellas se sentían sorprendidas, pero igual de emocionadas por conocer a la talentosa señorita.
Siobhan Lundqvist- Humano Clase Alta
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Re: Descubriendo la alegría para poder sobrevivir || Libre
La gente pasa por las calles de Paris alguna que otra persona se acerca hasta donde la cambiaformas hace su rutina, personas que vienen y van dejando a veces una mirada de desprecio, las clases sociales a veces eran algo que los marcaba de por vida, algunas personas que se sentían superior a las otras por telas finas que cubrían su piel, Annika sabe que al final esas telas se desgastaran con el tiempo y no habrá más que rastros de un vestido o de un traje, al final solo es ropa que los separa de la desnudez.
Pero no todos son así, algunos chicos de trajes elegantes dejaron caer en el sombrero de la cambiaformas un par de monedas y una sonrisa que alegraba su tarde, la timidez de Annika desaparecía cuando su rutina empezaba, era una mujer diferente electricidad que recorría por su cuerpo y que no cesaba hasta que todos los pasos fueran ejecutados.
Tarareo cada una de las notas de la música que usaba para sus rutinas, nota por nota hasta el fin, sonrió para su público haciendo una pequeña reverencia los aplausos comenzaron y lentamente el silencio se hizo presente, la multitud se dispersó hasta quedar casi nadie, entonces una joven de bello cabello rubio y mejillas sonrosadas fue hasta ella ofreciéndole unas monedas, Annika se sonrojo del mismo modo haciendo una pequeña reverencia la confianza en si misma que había minutos atrás desaparecía al compas de la canción. – Muchas gracias señorita – susurró apenas mirando el suelo tan solo unos segundos.
¿Saber su nombre? Le sorprendía que una chica de tan fina ropa se acercara hasta ella y le ofreciera una taza de té, Annika miró sobre su hombro buscando a su hermana gemela que no estaba ni cerca de donde ella estaba, se mordió el labio un par de veces pero asintió – Annika… - trago saliva levantando un poco la voz buscando la confianza en su interior – Annika Klijsma, señorita, no acostumbro a tomar mucho té pero acepto la invitación – recogió el sombrero del suelo apretándolo entre sus manos de tal modo que las monedas en su interior no cayeran.
- Pero ¿y usted bella dama? ¿cuál es su nombre? – por su acento era claro que no era del lugar y era por ello que había aceptado la invitación la poca gente que había conocido en París hasta ese momento parecía ser grosera y en cambio aquella joven irradiaba una luz que no podía pasar por alto, Annika se puso a un lado de la joven para echar andar, dio varios hacia el frente y paro en seco dándose cuenta de un minúsculo error, no sabia hacia donde se dirigía y peor aun, no conocía Francia como para alejarse demasiado. - Se me ha olvidado algo mi bella señorita, no se hacia donde nos dirigimos y tengo que admitir que apenas ahora reconozco el camino de como volver al circo - afirmó apenada, si se alejaba demasiado no sabría volver y eso le traería problemas.
Pero no todos son así, algunos chicos de trajes elegantes dejaron caer en el sombrero de la cambiaformas un par de monedas y una sonrisa que alegraba su tarde, la timidez de Annika desaparecía cuando su rutina empezaba, era una mujer diferente electricidad que recorría por su cuerpo y que no cesaba hasta que todos los pasos fueran ejecutados.
Tarareo cada una de las notas de la música que usaba para sus rutinas, nota por nota hasta el fin, sonrió para su público haciendo una pequeña reverencia los aplausos comenzaron y lentamente el silencio se hizo presente, la multitud se dispersó hasta quedar casi nadie, entonces una joven de bello cabello rubio y mejillas sonrosadas fue hasta ella ofreciéndole unas monedas, Annika se sonrojo del mismo modo haciendo una pequeña reverencia la confianza en si misma que había minutos atrás desaparecía al compas de la canción. – Muchas gracias señorita – susurró apenas mirando el suelo tan solo unos segundos.
¿Saber su nombre? Le sorprendía que una chica de tan fina ropa se acercara hasta ella y le ofreciera una taza de té, Annika miró sobre su hombro buscando a su hermana gemela que no estaba ni cerca de donde ella estaba, se mordió el labio un par de veces pero asintió – Annika… - trago saliva levantando un poco la voz buscando la confianza en su interior – Annika Klijsma, señorita, no acostumbro a tomar mucho té pero acepto la invitación – recogió el sombrero del suelo apretándolo entre sus manos de tal modo que las monedas en su interior no cayeran.
- Pero ¿y usted bella dama? ¿cuál es su nombre? – por su acento era claro que no era del lugar y era por ello que había aceptado la invitación la poca gente que había conocido en París hasta ese momento parecía ser grosera y en cambio aquella joven irradiaba una luz que no podía pasar por alto, Annika se puso a un lado de la joven para echar andar, dio varios hacia el frente y paro en seco dándose cuenta de un minúsculo error, no sabia hacia donde se dirigía y peor aun, no conocía Francia como para alejarse demasiado. - Se me ha olvidado algo mi bella señorita, no se hacia donde nos dirigimos y tengo que admitir que apenas ahora reconozco el camino de como volver al circo - afirmó apenada, si se alejaba demasiado no sabría volver y eso le traería problemas.
Annika Klijnsma- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 14/01/2014
Re: Descubriendo la alegría para poder sobrevivir || Libre
Le resultaba un poco triste su situación, sino es que deprimente. Resultaba casi alarmante la manera en que buscaba un poco de compañía, una distinta a la de sus doncellas. Ella debe reconocer que, aunque no es cómo todas las ricas comunes, al menos sabe que las que se encuentran a sus costados están soportando su presencia por la paga, por esa necesidad que no les permite otra cosa. Además de estar lejana de su tierra natal, el deseo de poder encontrar a sus hermanos le nublaron la visión. Pocos eran sus conocidos, estos incluían a sus
hermanos mayores, las esposas de los míos y sus pequeños críos. La belleza pasaba a segundo lugar en esas ocasiones. De nada le servía que le dijeran “que hermosa eres”, cuando esa belleza no callaba el dolor que su alma tenía. La soledad iba a terminar por acabarla, la iba a arrojar contra un abismo del que no había viaje de regreso, el impacto le daría una muerte instantánea.
La observó por unos momentos, se dio cuenta de cómo el brillo personal de la chica se había desvanecido. Por un momento creyó que se encontraba con un espejo enfrente, se veía, miedosa, insegura, frágil y perdida. Podía entender lo que sentía aquella joven frente a sus ojos, pero guardó silencio, lo que menos deseaba era espantarla, no podía hacerlo, porque cuando las mujeres (cómo ellas), se sentían amenazadas, siempre terminaban por correr, por no volver a dónde se supone estaban pasando un buen trato. Para aminorar la tensión optó por sonreír ampliamente. ¿Qué otra cosa podría hacer? Menos mal le había aceptado la invitación, sino terminaría por sentirse un poco más miserable.
- No es necesario que sepas mucho de la ciudad, si observas bien, Paris tiene calles que suelen ser tan largas que te llevan a todos lados, sólo es cuestión de tener una buena memoria, en todo caso, yo conozco dónde se encuentra el circo, puedes decirme a que hora deseas volver y pondré el carruaje a andar, no te preocupes – El ofrecimiento era en serio, no le molestaba en absoluto tener que llevar a la joven de regreso, por el contrario, se sentiría honrada, además que Siobhan había pasado un par de veces en el lugar, pero jamás le había puesto atención, mucho menos tómalo el tiempo para asistir, a pesar de que lo quisiera con el alma.
- Tampoco se sienta obligada a ir, sino lo cree conveniente puede que lo tomemos en otra ocasión, siempre habrá café, té, o cualquier otro tipo de bebida para pasar el rato, no se preocupe por ahora – Se encogió de hombros con tranquilidad, no deseaba presionar a nadie con la compañía del otro, de hecho la simple idea de obligar a la jovencita a permanecer en compañía de ella le resultaba un poco triste. ¿Tener que obligar a alguien para poder desaparecer por unos momentos su soledad era tan deprimente cómo dar media vuelta y volver a casa sin haber tenido una charla acompañadas de una taza de café.
hermanos mayores, las esposas de los míos y sus pequeños críos. La belleza pasaba a segundo lugar en esas ocasiones. De nada le servía que le dijeran “que hermosa eres”, cuando esa belleza no callaba el dolor que su alma tenía. La soledad iba a terminar por acabarla, la iba a arrojar contra un abismo del que no había viaje de regreso, el impacto le daría una muerte instantánea.
La observó por unos momentos, se dio cuenta de cómo el brillo personal de la chica se había desvanecido. Por un momento creyó que se encontraba con un espejo enfrente, se veía, miedosa, insegura, frágil y perdida. Podía entender lo que sentía aquella joven frente a sus ojos, pero guardó silencio, lo que menos deseaba era espantarla, no podía hacerlo, porque cuando las mujeres (cómo ellas), se sentían amenazadas, siempre terminaban por correr, por no volver a dónde se supone estaban pasando un buen trato. Para aminorar la tensión optó por sonreír ampliamente. ¿Qué otra cosa podría hacer? Menos mal le había aceptado la invitación, sino terminaría por sentirse un poco más miserable.
- No es necesario que sepas mucho de la ciudad, si observas bien, Paris tiene calles que suelen ser tan largas que te llevan a todos lados, sólo es cuestión de tener una buena memoria, en todo caso, yo conozco dónde se encuentra el circo, puedes decirme a que hora deseas volver y pondré el carruaje a andar, no te preocupes – El ofrecimiento era en serio, no le molestaba en absoluto tener que llevar a la joven de regreso, por el contrario, se sentiría honrada, además que Siobhan había pasado un par de veces en el lugar, pero jamás le había puesto atención, mucho menos tómalo el tiempo para asistir, a pesar de que lo quisiera con el alma.
- Tampoco se sienta obligada a ir, sino lo cree conveniente puede que lo tomemos en otra ocasión, siempre habrá café, té, o cualquier otro tipo de bebida para pasar el rato, no se preocupe por ahora – Se encogió de hombros con tranquilidad, no deseaba presionar a nadie con la compañía del otro, de hecho la simple idea de obligar a la jovencita a permanecer en compañía de ella le resultaba un poco triste. ¿Tener que obligar a alguien para poder desaparecer por unos momentos su soledad era tan deprimente cómo dar media vuelta y volver a casa sin haber tenido una charla acompañadas de una taza de café.
Siobhan Lundqvist- Humano Clase Alta
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Re: Descubriendo la alegría para poder sobrevivir || Libre
La soledad podía ser tan llevadera o como un pozo sin fondo y a ella no le importa quién seas ni de donde vengas, siempre que todos se van aparece y muchas veces puede convertirse en tu mejor amiga o tu peor enemiga, Annika siempre ha sido una chica solitaria, temerosa y callada; muchas veces sintió envidia de su propia hermana al ver cómo podía desenvolverse y expresarse con libertad y fluidez, sus comentarios aunque a veces fuera de lugar según su madre eran sinceros y Makenna no le importaba decir lo que sentía.
Annika difícilmente diría algo si sabía que lastimaba a otra persona, además le costaba demasiado dar su opinión de cualquier cosa por temor a imponerse y mucha gente podía llegar a abusar de la joven cambiaformas por su inocencia, la cambiaformas aunque rodeada de todos los cirqueros con los que vivía se sentía en completa sola, no tenía un amigo a quien contarle sus más escondidos secretos, tampoco tenía alguien con quien pasar las tardes cuando no tenían alguna función, con quien desvelarse a mirar las estrellas y encontrar en las nubes formas divertidas.
Y ahora de la nada había aparecido aquella chica de rubios cabellos, dueña de una belleza innegable, por fuera era todo lo que una chica fina y de alta alcurnia podía desear, Anni estaba segura que aquel vestido costaba lo que ella podría ganar en un año (sino es que más) pero no era feliz, podía verlo en sus verdaceos ojos, una capa de tristeza y soledad parecían opacar su mirada.
Entonces se preguntó si su mirar era tan parecido al suyo, desde que la había observado acercarse había visto algo en ella que la cambiaformas no podía explicar, ¿creía en el destino? Si, lo hacía, tal vez ese encuentro estuvo planeado mucho antes que ambas se encontraran en aquel lugar… ambas necesitaban una amiga y si el destino las había unido ¿Quiénes eran ellas para alejarse?
El regreso al circo había sido solucionado por su joven amiga, Annika sonrió con un poco más de seguridad a la joven haciendo una pequeña reverencia – Un segundo – Indicó con el dedo cuando vio acercarse a un viejo colega suyo, el tragafuego que caminaba por esa misma calle para reunirse con el resto, la cambiaformas le llamo por su nombre y el viejo de no más de cuarenta años giró la cabeza, al acercarse Anni le pidió que avisara a sus padres que llegaría para la hora de la merienda, el viejo frunció el ceño pero no añadió más, ambos se despidieron con una pequeña sonrisa antes de que Annika volviera casi corriendo hasta donde Siobhan, respiró hondo varias veces para recuperar el aliento antes de atreverse a hablar de vuelta.
– Claro que no me siento obligada a acompañarle a tomar una taza de té o las que quiera – sus manos descansaban en sus rodillas con la cabeza gacha antes de levantar la mirada y sonreírle ampliamente a su acompañante – será divertido – aseguró, por primera vez en su vida no tenía miedo de tomar una decisión, de divertirse y conocer a otra persona, la soledad no tenía por qué ser obligatoria muchas veces uno se obliga a mantener en su compañía entonces podían dar un paso hacia delante y que más con una mano amiga a su lado.
Annika difícilmente diría algo si sabía que lastimaba a otra persona, además le costaba demasiado dar su opinión de cualquier cosa por temor a imponerse y mucha gente podía llegar a abusar de la joven cambiaformas por su inocencia, la cambiaformas aunque rodeada de todos los cirqueros con los que vivía se sentía en completa sola, no tenía un amigo a quien contarle sus más escondidos secretos, tampoco tenía alguien con quien pasar las tardes cuando no tenían alguna función, con quien desvelarse a mirar las estrellas y encontrar en las nubes formas divertidas.
Y ahora de la nada había aparecido aquella chica de rubios cabellos, dueña de una belleza innegable, por fuera era todo lo que una chica fina y de alta alcurnia podía desear, Anni estaba segura que aquel vestido costaba lo que ella podría ganar en un año (sino es que más) pero no era feliz, podía verlo en sus verdaceos ojos, una capa de tristeza y soledad parecían opacar su mirada.
Entonces se preguntó si su mirar era tan parecido al suyo, desde que la había observado acercarse había visto algo en ella que la cambiaformas no podía explicar, ¿creía en el destino? Si, lo hacía, tal vez ese encuentro estuvo planeado mucho antes que ambas se encontraran en aquel lugar… ambas necesitaban una amiga y si el destino las había unido ¿Quiénes eran ellas para alejarse?
El regreso al circo había sido solucionado por su joven amiga, Annika sonrió con un poco más de seguridad a la joven haciendo una pequeña reverencia – Un segundo – Indicó con el dedo cuando vio acercarse a un viejo colega suyo, el tragafuego que caminaba por esa misma calle para reunirse con el resto, la cambiaformas le llamo por su nombre y el viejo de no más de cuarenta años giró la cabeza, al acercarse Anni le pidió que avisara a sus padres que llegaría para la hora de la merienda, el viejo frunció el ceño pero no añadió más, ambos se despidieron con una pequeña sonrisa antes de que Annika volviera casi corriendo hasta donde Siobhan, respiró hondo varias veces para recuperar el aliento antes de atreverse a hablar de vuelta.
– Claro que no me siento obligada a acompañarle a tomar una taza de té o las que quiera – sus manos descansaban en sus rodillas con la cabeza gacha antes de levantar la mirada y sonreírle ampliamente a su acompañante – será divertido – aseguró, por primera vez en su vida no tenía miedo de tomar una decisión, de divertirse y conocer a otra persona, la soledad no tenía por qué ser obligatoria muchas veces uno se obliga a mantener en su compañía entonces podían dar un paso hacia delante y que más con una mano amiga a su lado.
Annika Klijnsma- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 31
Fecha de inscripción : 14/01/2014
Re: Descubriendo la alegría para poder sobrevivir || Libre
Siobhan se dio cuenta que la desesperación parecía invadirle. La joven no gustaba de la soledad, desde que era muy pequeña se descubrió llena de hermanos, en sus clases estaba rodeada de compañeras, en las fiestas igual, siempre había sido parte de un gran número de personas, aunque eso no quisiera decir que todos sus círculos sociales le importaran, ya que el dejar la mayoría no le costó. Su familia se había dividido, dos de sus hermanos estaban desaparecidos y uno gracias a Dios había encontrado el amor.
Ella añoraba tener compañía, la que fuera, pero su obsesiva idea de encontrar y traer de vuelta a esos que llevan su misma sangre le privaba de ser una joven normal. ¿Qué más debía hacer entonces? ¿Salir a la calle e improvisar? ¿Pagarle a alguien para que le acompañasen? La idea parecía tentadora, sin embargo no buscaba compañía comprada, para eso tenía a sus doncellas.
Impaciente se quedó esperando a que la joven volviera ya fuera para darle la buena o mala noticia de ser o no su acompañante. Sonrió ampliamente al recibir la noticia positiva. La mujer se sentía joven de nuevo, libre, esa chica privilegiada de familia rica que se podía da los lujos que quisiera para pasar una buena tarde. En ese instante sintió un peso menos de encima, el peso de la responsabilidad se había desvanecido momentáneamente, eso que iba de la mano con la culpa, con la desesperación por volver a reunir a su familia. Ahora era la Siobhan sonriente, la burlona y parlanchina, la que no medía las cosas antes de actuar, sino que se dejaba llevar por sus impulsos. Esa que había estado dormida.
- Me alegra que te hayas decidido a venir, te prometo que no te pasara nada malo, es más, te llevaremos hasta donde vives para que te sientas segura, si vemos a tus padres podría saludarlos y pedirles permiso para que me vayas a visitar de vez en cuando, claro, todo eso si tu lo quieres, sino, no les diría nada ¿Está bien? - Le sonrió aún mostrando nerviosismo, perdida en su euforia por la compañía, y es que Siobhan no deseaba un simple amigo, quería que fuera mujer, que entendiera sus problemas existenciales tanto como su ciclo menstrual, claro que entre mujeres y en secreto el tabú al hablar de eso se dejaba en el olvido.
- ¿Qué te gustaría hacer? Quizás sea buena idea que tu escojas, que hagas algo que jamás en la vida hicieras, no sé ¿qué opinas? Tomar el café puede ser al final, ya sabes, cuando estemos cansadas de caminar, no sé, hay tanto que no hago, o hay tanto que puede no conozcamos de París, porque no conozco demasiado, así que nos vendría muy bien ir aprendiendo de él, juntas sería menos peligroso ¿no lo crees? - Guardó silencio sólo para dejarla hablar, para evitar llenar de miedo o angustia a la hora ya no desconocida, Siobhan dejaba de lado su melancolía, le hacía falta distraerse un poco. A todos en realidad.
Ella añoraba tener compañía, la que fuera, pero su obsesiva idea de encontrar y traer de vuelta a esos que llevan su misma sangre le privaba de ser una joven normal. ¿Qué más debía hacer entonces? ¿Salir a la calle e improvisar? ¿Pagarle a alguien para que le acompañasen? La idea parecía tentadora, sin embargo no buscaba compañía comprada, para eso tenía a sus doncellas.
Impaciente se quedó esperando a que la joven volviera ya fuera para darle la buena o mala noticia de ser o no su acompañante. Sonrió ampliamente al recibir la noticia positiva. La mujer se sentía joven de nuevo, libre, esa chica privilegiada de familia rica que se podía da los lujos que quisiera para pasar una buena tarde. En ese instante sintió un peso menos de encima, el peso de la responsabilidad se había desvanecido momentáneamente, eso que iba de la mano con la culpa, con la desesperación por volver a reunir a su familia. Ahora era la Siobhan sonriente, la burlona y parlanchina, la que no medía las cosas antes de actuar, sino que se dejaba llevar por sus impulsos. Esa que había estado dormida.
- Me alegra que te hayas decidido a venir, te prometo que no te pasara nada malo, es más, te llevaremos hasta donde vives para que te sientas segura, si vemos a tus padres podría saludarlos y pedirles permiso para que me vayas a visitar de vez en cuando, claro, todo eso si tu lo quieres, sino, no les diría nada ¿Está bien? - Le sonrió aún mostrando nerviosismo, perdida en su euforia por la compañía, y es que Siobhan no deseaba un simple amigo, quería que fuera mujer, que entendiera sus problemas existenciales tanto como su ciclo menstrual, claro que entre mujeres y en secreto el tabú al hablar de eso se dejaba en el olvido.
- ¿Qué te gustaría hacer? Quizás sea buena idea que tu escojas, que hagas algo que jamás en la vida hicieras, no sé ¿qué opinas? Tomar el café puede ser al final, ya sabes, cuando estemos cansadas de caminar, no sé, hay tanto que no hago, o hay tanto que puede no conozcamos de París, porque no conozco demasiado, así que nos vendría muy bien ir aprendiendo de él, juntas sería menos peligroso ¿no lo crees? - Guardó silencio sólo para dejarla hablar, para evitar llenar de miedo o angustia a la hora ya no desconocida, Siobhan dejaba de lado su melancolía, le hacía falta distraerse un poco. A todos en realidad.
Siobhan Lundqvist- Humano Clase Alta
- Mensajes : 78
Fecha de inscripción : 18/10/2012
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