AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Hermano, ¿en qué estás pensando? [Brandon Acklang]
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Hermano, ¿en qué estás pensando? [Brandon Acklang]
¿Qué sonido era el que cantaba la brisa al adentrarse en los pasillos que llevaban a los diversos callejones de los desamparados? Como un ciervo atento a las nuevas que pudieran soplarle las melodías olvidadas del bosque, permanecía con su cabeza en lo alto mientras observaba al cielo, esperando recibir una señal, sólo una respuesta de las inexistentes notas musicales a la gran duda que lo había invadido a él y también a sus compañeros de callejón: ¿en dónde estaba Brandon? Los sin hogar lo esperaban en la zona de carretas junto al mercado para repartirse las migajas que habían obtenido algunos por medios lícitos y otros por caminos menos honrosos. Faltaba uno de sus protectores y se sentían más desamparados de lo usual, dándoles un trago demasiado amargo como para apartarlo de la cabeza; esa era la verdad.
Y para el pintor que soñaba con llenar un lienzo cuando apenas podía colmar las paredes del estómago, era aún peor la espera; el rostro de Brandon había perdido su color hacía un par de días, y como siempre decía que estaba bien, pero también como siempre no le había creído. Esperaba que esa mentira no le hubiese costado caro, pero a juzgar por su ausencia desde anoche, así debía haber acontecido. Así que suspiró de preocupación, olvidando momentáneamente que a sus espaldas continuaban sus amigos debatiéndose entre seguir esperando la llegada del mayor de la familia u olvidarse del tema para alcanzar a refugiarse en el callejón.
—¿Todavía no ha vuelto, Raoul? —la pregunta de una niña de rostro empolvado tirando de su pantalón hizo al artista voltear momentáneamente deseando decir alguna vez en su vida una mentira creíble. En vez de eso, sacudió el cabello sucio de la muchacha con una falsa sonrisa.
—No debe tardar —esperanzó el rubio con voz tenue para no levantar el miedo en la niña; para que ella no descubriese que también estaba intranquilo. Tenía que ser fuerte, ya que en el peor de los casos, su mejor amigo no regresaría jamás y se volvería él el responsable.— Vuelve con los otros a ver si alcanzas a comer un poco más.
La pequeña abrió sus ojos un poco más de lo normal sin esforzarse en esconder sus preocupaciones. Raoul le sonrió.
—Se me ha ido el hambre —mintió; su estómago rugía como un demonio enjaulado— Anda. Yo me quedaré para que no se pierda cuando regrese.
Volvió a mirar hacia delante cuando escuchó los pasos ligeros de la menor alejándose paulatinamente. Solamente volvió a preguntarse qué había pasado con su responsable amigo cuando se sintió solo nuevamente. Se preguntaba del sentido que tenía mendigar por las calles buscando formas de alimentarse, ¿y todo para qué? ¿para amanecer al día siguiente con un nuevo agujero en la barriga? No parecía justo ni lógico, pero así era. ¿Cuándo podría dejar de pensar en callar sus necesidades básicas para ponerse a pintar sin culpa? Con el extravío de Brandon, sólo podía pensar que aquel día nunca llegaría.
—Entonces… ¿un buen día algo saldrá mal, no volveré y se acabará todo? —vida ingrata, que siempre lo hacía cuestionarse su propia existencia. Si Brandon había sido succionado por la tierra sin previo aviso, ¿qué le decía que mañana no podía pasarle lo mismo? ¿Habría valido la pena vivir para sobrevivir?— Así que moriría sin haber logrado nada más que enriquecer más a los ricos con mi trabajo. Suena a algo fácil de olvidar.
Justo cuando pensaba que la idea de una muerte en las calles no podía tener peor pronóstico, distinguió entre las figura del mercado una muy familiar. Parpadeó varias veces para convencerse de que no era un mero juego de su imaginación y de pronto ahí estaba; su camarada en todas hacía presencia en donde le correspondía, con su gente.
—¡Brandon!, ¡¿Eres tú, hermano?! —no contuvo su sorpresa al notarlo acercarse.
Y la esperanza había vuelto a los ojos de los desesperanzados tan rápido como no lo había sido la llegada del hijo pródigo. Raoul aprovechó su ligereza de pies para atravesar el lugar a buena velocidad. Dejó que la pintura salpicara sobre su rostro para plasmar esa colorida sonrisa que lo caracterizaba y con la misma fiereza de las brochas que daban vida a murales inolvidables, abrazó a su camarada con un firme golpe de hombros.
Pero Brandon no venía solo; la historia de qué lo había retrasado y de qué lo había hecho volver lo seguía detrás, una que del todo no —ya veía— gustaría a Raoul.
Y para el pintor que soñaba con llenar un lienzo cuando apenas podía colmar las paredes del estómago, era aún peor la espera; el rostro de Brandon había perdido su color hacía un par de días, y como siempre decía que estaba bien, pero también como siempre no le había creído. Esperaba que esa mentira no le hubiese costado caro, pero a juzgar por su ausencia desde anoche, así debía haber acontecido. Así que suspiró de preocupación, olvidando momentáneamente que a sus espaldas continuaban sus amigos debatiéndose entre seguir esperando la llegada del mayor de la familia u olvidarse del tema para alcanzar a refugiarse en el callejón.
—¿Todavía no ha vuelto, Raoul? —la pregunta de una niña de rostro empolvado tirando de su pantalón hizo al artista voltear momentáneamente deseando decir alguna vez en su vida una mentira creíble. En vez de eso, sacudió el cabello sucio de la muchacha con una falsa sonrisa.
—No debe tardar —esperanzó el rubio con voz tenue para no levantar el miedo en la niña; para que ella no descubriese que también estaba intranquilo. Tenía que ser fuerte, ya que en el peor de los casos, su mejor amigo no regresaría jamás y se volvería él el responsable.— Vuelve con los otros a ver si alcanzas a comer un poco más.
La pequeña abrió sus ojos un poco más de lo normal sin esforzarse en esconder sus preocupaciones. Raoul le sonrió.
—Se me ha ido el hambre —mintió; su estómago rugía como un demonio enjaulado— Anda. Yo me quedaré para que no se pierda cuando regrese.
Volvió a mirar hacia delante cuando escuchó los pasos ligeros de la menor alejándose paulatinamente. Solamente volvió a preguntarse qué había pasado con su responsable amigo cuando se sintió solo nuevamente. Se preguntaba del sentido que tenía mendigar por las calles buscando formas de alimentarse, ¿y todo para qué? ¿para amanecer al día siguiente con un nuevo agujero en la barriga? No parecía justo ni lógico, pero así era. ¿Cuándo podría dejar de pensar en callar sus necesidades básicas para ponerse a pintar sin culpa? Con el extravío de Brandon, sólo podía pensar que aquel día nunca llegaría.
—Entonces… ¿un buen día algo saldrá mal, no volveré y se acabará todo? —vida ingrata, que siempre lo hacía cuestionarse su propia existencia. Si Brandon había sido succionado por la tierra sin previo aviso, ¿qué le decía que mañana no podía pasarle lo mismo? ¿Habría valido la pena vivir para sobrevivir?— Así que moriría sin haber logrado nada más que enriquecer más a los ricos con mi trabajo. Suena a algo fácil de olvidar.
Justo cuando pensaba que la idea de una muerte en las calles no podía tener peor pronóstico, distinguió entre las figura del mercado una muy familiar. Parpadeó varias veces para convencerse de que no era un mero juego de su imaginación y de pronto ahí estaba; su camarada en todas hacía presencia en donde le correspondía, con su gente.
—¡Brandon!, ¡¿Eres tú, hermano?! —no contuvo su sorpresa al notarlo acercarse.
Y la esperanza había vuelto a los ojos de los desesperanzados tan rápido como no lo había sido la llegada del hijo pródigo. Raoul aprovechó su ligereza de pies para atravesar el lugar a buena velocidad. Dejó que la pintura salpicara sobre su rostro para plasmar esa colorida sonrisa que lo caracterizaba y con la misma fiereza de las brochas que daban vida a murales inolvidables, abrazó a su camarada con un firme golpe de hombros.
Pero Brandon no venía solo; la historia de qué lo había retrasado y de qué lo había hecho volver lo seguía detrás, una que del todo no —ya veía— gustaría a Raoul.
Última edición por Raoul Jeanneau el Miér Mar 26, 2014 9:35 am, editado 1 vez
Raoul Jeanneau- Humano Clase Baja
- Mensajes : 25
Fecha de inscripción : 04/11/2013
Re: Hermano, ¿en qué estás pensando? [Brandon Acklang]
Todo dolor tenía una gran recompensa, o al menos eso era lo que él creía. La noche anterior Brandon había sufrido como hace tiempo no recordaba, de forma física claro, porque la muerte de su madre jamás nunca nada lo superaría. Con todo y que vivía en las calles sólo una vez de enfermó, de gripe, lo cual fue muy ligero, pero lo que aconteció en aquella falta de luz fue demasiado, tanto que creyó que iba a morir. Su sufrimiento se desvaneció en el momento que fue tratado por alguien más. Seguramente eso era lo que le hacía falta para volver a la vida. No es que menospreciara el amor o la compañía de sus compañeros de callejón, a veces los nuevos rostros, los nuevos caminos y oportunidades ejercían una influencia tan grande que lograban milagros, ese que llevaba de la mano.
Tulipe había llegado cuando alucinaba, de hecho la creyó un ángel enviada por Dios para llevarlo al reino de los cielos, para su buena serte ella existía, era real y la podía tocar. La llevaba de la mano aunque la moza estuviera con muchas preguntas y dudas. Gracias a ella seguía con vida, por eso le debía demasiado, y comenzaría por darle lo que sabía podía, porque no había más que ofrecerte de su parte. La protección no se gana ni se da todos los días. De hecho les sale muy caro a quienes su posición es más baja que un animal consentido. Si estaba en su poder ofrecerle eso, no lo pensaría dos veces. No a ella.
– No voy a recibir un no, ya lo sabes – Masculló el hombre sin ocultar la emoción que ese encuentro le daba. Ella, la joven de ojos azules ahora era tan importante para él como Raoul, y aunque a su mejor amigo, más bien su hermano no le gustara la forma en que se habían conocido, él estaba consciente que al final aceptaría, lo había ayudado a vivir. Brandon llevaba con una mano a la mujer, y con otro llevaba sus víveres, no es que ninguno de los dos le costara trabajo llevar, la mujer era muy ligera, y los productos no se comparaban con los costales que tenía que llevar de un lado a otro en la zona comercial. Además que su salud había mejorado, ya no eran esos dolores agudos que le hacían desear morir, sino más bien pequeñas punzadas esporádicas. Él no era un hombre delicado, no necesitaba sufrir cada dos por tres, sino más bien, echarle ganas para poder cuidarse y cuidar a aquellos que dependían de su seguridad en un callejón. ¿Estarían acaso preocupados por él o simplemente ya lo habían olvidado? Es un hombre sentimental, saber que pueden olvidarle de la noche a la mañana le causa terror, ama a cada mendigo que se encuentra entre los callejones, sin su familia.
– No va a pasar nada malo, lo prometo – Pero la joven se mantenía en silencio, como si el ratón le hubiera comido la lengua. Brandon se sentía entusiasmado por volver sano y salvo, por saber que podría dar más de él a los pocos que lo necesitaban. No le importaba que no tuvieran que comer, lo que valoraba es que se apreciaban tal cual eran. Aún recuerda cuando conoció a Raoul, un chico tan vivo que lo deslumbraba. Ketu apenas pintaba en algunos pergaminos con carboncillo, Raoul era más profesional, de hecho gracia a su hermano menor (cómo lo llamaba), incluso aprendió mejores técnicas, aunque claro, ambos no eran profesionales, y tristemente quizás nunca lo serían por falta de un patrocinador, pero ¿quién se fijaría en dos vagabundos? Nadie, porque la sociedad estaba cada vez más hundida, más interesada en incrementar sus riquezas, no su conocimiento.
Los pensamientos del hambriento se vieron truncados con aquel abrazo cálido de Raoul que no vio venir, incluso tuvo que soltar unos momentos a Tulipe.
– Sí, soy yo ¿quién más? Lamento no llegar anoche, me puse algo mal, no deseaba preocuparlos, saca esa cara de susto por favor, no pienso dejarte desamparado, suficiente tienes con el hambre de cada día – Se encogió de hombros, acomodó su cabello, y un poco celoso y protector se colocó alado de la criada para darle de su seguridad.
– Ella es Tulipe, me ha salvado la vida, la he conocido hoy, la traje para que la conocieran y la protejan si la encuentran en peligro, me cuidó un rato en la mañana cuando creía que no iba a librarla – Con torpeza Brandon jaló de Tulipe para ponerla frente a su mejor amigo – Ella ahora es parte de nosotros – Con eso quería decirlo todo, dejar en claro que ella sería la luz de sus ojos.
Tulipe había llegado cuando alucinaba, de hecho la creyó un ángel enviada por Dios para llevarlo al reino de los cielos, para su buena serte ella existía, era real y la podía tocar. La llevaba de la mano aunque la moza estuviera con muchas preguntas y dudas. Gracias a ella seguía con vida, por eso le debía demasiado, y comenzaría por darle lo que sabía podía, porque no había más que ofrecerte de su parte. La protección no se gana ni se da todos los días. De hecho les sale muy caro a quienes su posición es más baja que un animal consentido. Si estaba en su poder ofrecerle eso, no lo pensaría dos veces. No a ella.
– No voy a recibir un no, ya lo sabes – Masculló el hombre sin ocultar la emoción que ese encuentro le daba. Ella, la joven de ojos azules ahora era tan importante para él como Raoul, y aunque a su mejor amigo, más bien su hermano no le gustara la forma en que se habían conocido, él estaba consciente que al final aceptaría, lo había ayudado a vivir. Brandon llevaba con una mano a la mujer, y con otro llevaba sus víveres, no es que ninguno de los dos le costara trabajo llevar, la mujer era muy ligera, y los productos no se comparaban con los costales que tenía que llevar de un lado a otro en la zona comercial. Además que su salud había mejorado, ya no eran esos dolores agudos que le hacían desear morir, sino más bien pequeñas punzadas esporádicas. Él no era un hombre delicado, no necesitaba sufrir cada dos por tres, sino más bien, echarle ganas para poder cuidarse y cuidar a aquellos que dependían de su seguridad en un callejón. ¿Estarían acaso preocupados por él o simplemente ya lo habían olvidado? Es un hombre sentimental, saber que pueden olvidarle de la noche a la mañana le causa terror, ama a cada mendigo que se encuentra entre los callejones, sin su familia.
– No va a pasar nada malo, lo prometo – Pero la joven se mantenía en silencio, como si el ratón le hubiera comido la lengua. Brandon se sentía entusiasmado por volver sano y salvo, por saber que podría dar más de él a los pocos que lo necesitaban. No le importaba que no tuvieran que comer, lo que valoraba es que se apreciaban tal cual eran. Aún recuerda cuando conoció a Raoul, un chico tan vivo que lo deslumbraba. Ketu apenas pintaba en algunos pergaminos con carboncillo, Raoul era más profesional, de hecho gracia a su hermano menor (cómo lo llamaba), incluso aprendió mejores técnicas, aunque claro, ambos no eran profesionales, y tristemente quizás nunca lo serían por falta de un patrocinador, pero ¿quién se fijaría en dos vagabundos? Nadie, porque la sociedad estaba cada vez más hundida, más interesada en incrementar sus riquezas, no su conocimiento.
Los pensamientos del hambriento se vieron truncados con aquel abrazo cálido de Raoul que no vio venir, incluso tuvo que soltar unos momentos a Tulipe.
– Sí, soy yo ¿quién más? Lamento no llegar anoche, me puse algo mal, no deseaba preocuparlos, saca esa cara de susto por favor, no pienso dejarte desamparado, suficiente tienes con el hambre de cada día – Se encogió de hombros, acomodó su cabello, y un poco celoso y protector se colocó alado de la criada para darle de su seguridad.
– Ella es Tulipe, me ha salvado la vida, la he conocido hoy, la traje para que la conocieran y la protejan si la encuentran en peligro, me cuidó un rato en la mañana cuando creía que no iba a librarla – Con torpeza Brandon jaló de Tulipe para ponerla frente a su mejor amigo – Ella ahora es parte de nosotros – Con eso quería decirlo todo, dejar en claro que ella sería la luz de sus ojos.
Brandon Acklang- Humano Clase Baja
- Mensajes : 70
Fecha de inscripción : 07/03/2013
Re: Hermano, ¿en qué estás pensando? [Brandon Acklang]
El susto había pasado y el susodicho había hecho presencia, pero así y todo nada quitaba la sensación de riesgo y alerta que había generado no conocer su paradero durante ese tiempo no menor. Cuando alguien tomaba un rumbo diferente del que tenía el grupo, casi nunca podía esperarse que volviera a encontrarlo. Raoul sabía que Brandon poseía la experiencia suficiente para arreglárselas solo en caso de emergencia, pero también que los años eran mal presagio para la resistencia física de cualquiera. Las enfermedades eran inmortales, a diferencia de ellos. Diferentes plagas invadirían sus cuerpos una y otra vez, debilitándolos a cuentagotas, pero haciendo su energía decrecer finalmente. Había sido tal su temor por tener que cavar una tumba para su hermano de vida que no vio a la primera que una joven venía con él.
—Bastardo, no nos preocupes así. —deshizo el abrazo con un tono amigable y aún algo tenso— El hambre va y viene todos los días. Sabes cuánto odio eso. No adquieras esa mala costumbre si no quieres que te de una paliza. —sonrió sin relajarse.
Sólo cuando Brandon con un porte que jamás le había visto antes, uno que inspiraba poderío y protección, se ubicó junto a una menuda muchacha, volvió a activarse la alerta en la sangre de Raoul. Desconfiaba de la novedad, aunque viniera de ojos inocentes. Su conducta había sido moldeada por el instinto de supervivencia. Brandon hablaba y hablaba entusiasmadamente. No parecía consciente de lo que estaba haciendo. El pintor, en cambio, dio un vistazo hacia atrás para ver las reacciones de sus compañeros. Se quedó con la fijeza de sus rostros, esperando una explicación, observando pero no sabiendo qué analizar.
Siendo sincero Raoul consigo mismo, la situación era tan sospechosa para él como para los demás. Así fue que en esos instantes observó de pies a cabeza a la chica, no esforzándose para nada en disimular. Lo importante era saber de dónde provenía, porque lo que fuera que acarreara consigo, podría extenderlo a los hijos de la calle.
Lo primero que notó fue que no le era conocido ese rostro níveo y pecoso. ¿Tulipe, dijo Brandon que se llamaba? Ese nombre tampoco le sonaba ni de los callejones ni del mercado. En definitiva no pertenecía al mundo callejero; ¿adónde, entonces? La pulcritud se traslucía en sus humildes ropas y faz despejada. Hasta sus manos estaban limpias. No cabía duda de por qué su mejor amigo había quedado encantado con ella; era hermosa como la flor a la que evocaba, el peor pecado que podía cometer una mujer de clase baja, pues la convertía en un blanco seguro cuando no había quién no estuviera por encima de ella en la cadena alimenticia. Entonces, ¿por qué no mostraba signos de haber sido maltratada de alguna forma?
—Tulipe… un gusto conocerla. Llámeme Raoul. Aquí no debe temer. —inclinó su cabeza no queriendo incomodarla con su silencio. No confiaba en ella, pero sí Brandon. Por el bien de su hermano, tenía que asegurarse de identificarla bien.— ¿Sería tan gentil de disculparme un momento? —enfocó sus ojos oscuros en los de Brandon— Sólo darle un par de lecciones a este granuja para que no se vuelva a perder así. No tardará.
Con su cabeza indicó a su compañero que se alejaran unos pasos. Raoul estaba impaciente, sin ganas de guardarse nada. Reaccionaba asía ante cualquier posible amenaza que pudiera acercarse a quienes conformaban su familia, y Brandon era la parte más importante de ella.
Cuando estuvieron distanciados lo suficiente, Raoul se dispuso a hablar en susurro lo más rápido posible para no faltarle el respeto a la recién llegada.
—¿Una de nosotros? Supongo que no te escuchaste; no realmente. —soltó la primera frase evidentemente fastidiado. Lo que siguió trató de decirlo más paciente, pero no por eso menos asertivo— ¿De dónde la sacaste? —hizo saber de inmediato su incomodidad— Por favor, yo me di cuenta, todos lo hicieron. Esa tiene cara de haberse paseado por el mundo sin conocerlo en lo más mínimo. ¿Una chica humilde que aún viéndose así esté intacta? Pamplinas; eso no pertenece a nuestra realidad, pero a alguna debe pertenecer. Tú lo sabes, ¿verdad? Dime que no la sustrajiste del lado de su esposo o algo así. Ensuciar sábanas ajenas no digno para nadie, pero en especial para ti. Sólo di lo que sabes y ya. Te creeré, pero si callas no puedo protegernos.
Un nuevo miedo surgió: que su hermano descartara la idea de protegerse.
—Bastardo, no nos preocupes así. —deshizo el abrazo con un tono amigable y aún algo tenso— El hambre va y viene todos los días. Sabes cuánto odio eso. No adquieras esa mala costumbre si no quieres que te de una paliza. —sonrió sin relajarse.
Sólo cuando Brandon con un porte que jamás le había visto antes, uno que inspiraba poderío y protección, se ubicó junto a una menuda muchacha, volvió a activarse la alerta en la sangre de Raoul. Desconfiaba de la novedad, aunque viniera de ojos inocentes. Su conducta había sido moldeada por el instinto de supervivencia. Brandon hablaba y hablaba entusiasmadamente. No parecía consciente de lo que estaba haciendo. El pintor, en cambio, dio un vistazo hacia atrás para ver las reacciones de sus compañeros. Se quedó con la fijeza de sus rostros, esperando una explicación, observando pero no sabiendo qué analizar.
Siendo sincero Raoul consigo mismo, la situación era tan sospechosa para él como para los demás. Así fue que en esos instantes observó de pies a cabeza a la chica, no esforzándose para nada en disimular. Lo importante era saber de dónde provenía, porque lo que fuera que acarreara consigo, podría extenderlo a los hijos de la calle.
Lo primero que notó fue que no le era conocido ese rostro níveo y pecoso. ¿Tulipe, dijo Brandon que se llamaba? Ese nombre tampoco le sonaba ni de los callejones ni del mercado. En definitiva no pertenecía al mundo callejero; ¿adónde, entonces? La pulcritud se traslucía en sus humildes ropas y faz despejada. Hasta sus manos estaban limpias. No cabía duda de por qué su mejor amigo había quedado encantado con ella; era hermosa como la flor a la que evocaba, el peor pecado que podía cometer una mujer de clase baja, pues la convertía en un blanco seguro cuando no había quién no estuviera por encima de ella en la cadena alimenticia. Entonces, ¿por qué no mostraba signos de haber sido maltratada de alguna forma?
—Tulipe… un gusto conocerla. Llámeme Raoul. Aquí no debe temer. —inclinó su cabeza no queriendo incomodarla con su silencio. No confiaba en ella, pero sí Brandon. Por el bien de su hermano, tenía que asegurarse de identificarla bien.— ¿Sería tan gentil de disculparme un momento? —enfocó sus ojos oscuros en los de Brandon— Sólo darle un par de lecciones a este granuja para que no se vuelva a perder así. No tardará.
Con su cabeza indicó a su compañero que se alejaran unos pasos. Raoul estaba impaciente, sin ganas de guardarse nada. Reaccionaba asía ante cualquier posible amenaza que pudiera acercarse a quienes conformaban su familia, y Brandon era la parte más importante de ella.
Cuando estuvieron distanciados lo suficiente, Raoul se dispuso a hablar en susurro lo más rápido posible para no faltarle el respeto a la recién llegada.
—¿Una de nosotros? Supongo que no te escuchaste; no realmente. —soltó la primera frase evidentemente fastidiado. Lo que siguió trató de decirlo más paciente, pero no por eso menos asertivo— ¿De dónde la sacaste? —hizo saber de inmediato su incomodidad— Por favor, yo me di cuenta, todos lo hicieron. Esa tiene cara de haberse paseado por el mundo sin conocerlo en lo más mínimo. ¿Una chica humilde que aún viéndose así esté intacta? Pamplinas; eso no pertenece a nuestra realidad, pero a alguna debe pertenecer. Tú lo sabes, ¿verdad? Dime que no la sustrajiste del lado de su esposo o algo así. Ensuciar sábanas ajenas no digno para nadie, pero en especial para ti. Sólo di lo que sabes y ya. Te creeré, pero si callas no puedo protegernos.
Un nuevo miedo surgió: que su hermano descartara la idea de protegerse.
Raoul Jeanneau- Humano Clase Baja
- Mensajes : 25
Fecha de inscripción : 04/11/2013
Re: Hermano, ¿en qué estás pensando? [Brandon Acklang]
Inevitablemente arqueó una ceja al notar la tensión que se encontraba a su alrededor. La mayor parte del tiempo, sus compañeros de miseria jamás le cuestionaban lo que estaba ocurriendo, mucho menos le hacían caras o algo por el estilo, siempre creían en su palabra, en sus acciones, y todos y cada uno de ellos sonreían ante cualquier situación, incluso un par de veces que llevó a nuevos integrantes se notaron muy animados con aquella noticia. Con ánimo abrazaron a sus nuevos hermanos y los llevaron a una realidad distinta a la de cualquier otro muerto de hambre, y es que ellos a pesar de sentir ese dolor, ese pesar por la falta de alimento y techo, pintaban otras realidades con el amor que sentían los unos por los otros, por su familia, por su unión. No entendía entonces que estaba ocurriendo de mal en ese momento. O al menos no quería entenderlo de un principio.
Observó un momento el rostro de Raoul, estaba más extraño que de costumbre, entonces se percató que algo no estaba bien, que su amigo no estaba de buenas y que probablemente algo tenía atorado en el pecho que deseaba decirle. Suspiró profundamente y luego miró a su ángel guardián que se veía preciosa pero al mismo tiempo frágil, como temerosa al siguiente movimiento que cualquiera de ellos pudiera hacer, y no la culpaba, él mismo se sentía de esa manera. No le gustaba para nada que le miraran como si hubiera cometido el peor de los pecados. Simplemente se sentía encantado con la joven, lo había embelesado, y es que había cuidado de él sin ni siquiera conocerlo, con todo y los riesgos que llevaba consigo auxiliar a un desconocido.
Tomó la mano de Tulipe y depositó un beso suave en el dorso antes de realizarle una reverencia. Había estado aprendiendo un poco de modales, así que aunque aquel acto fuera un poco salvaje, intentaba ser propio y adecuado con ella. Era lo mínimo que se merecía. Aunque para él merecía todo, todo y buscaría la manera de dárselo.
Brandon se quedó un poco perturbado al notar como eran ahora sus pensamientos, al darse cuenta que las cosas se las estaba tomando más enserio, y que sus sentimientos estaban despertando. Lo cual lo hizo sentir expuesto, sin embargo no dijo nada.
Escuchó con atención las palabras de Raoul. No dijo nada al principio, prefirió guardar silencio y buscar en su cabeza que sería lo más correcto de decir, de expresar, aunque debía decir que se sentía muy herido.
— Es criada de los reyes — Terminó por romper su silencio, aunque criada no le parecía la palabra más adecuada, al menos era la más acertada tomando en cuenta la situación, el entorno en el que se encontraban — Me salvó la vida, me cuidó cuando no tenía porque hacerlo, es de los nuestros — Le aseguró con el rostro endurecido de la molestia. Su tono de voz era grave. — ¿Me crees capaz de meterme con alguien comprometido? — Eso había un golpe fuerte para Brandon; Raoul conocía la situación del chico, sus principios, su educación, el que constantemente recordara a su madre y que gracias a eso, respetara de forma tan exagerada a las mujeres. Ketu se encontraba más que molesto con su hermano, se sentía incluso decepcionado — Es una señorita aún, y la más honesta y buena que he conocido — Le aseguró. El jefe de la pandilla no titubeaba, se estaba imponiendo.
— Y la traje para no perder más tiempo, para que supieran que estaba bien, para que ella los conociera y le brindaran protección así como ella me dio la vida de nuevo, si eso no te parece, por mi bien — Y caminó dejando a un lado a Raoul, molesto y regresando alado de la joven se ojos azules, a la cual le sonrió como si nada hubiera ocurrido.
Observó un momento el rostro de Raoul, estaba más extraño que de costumbre, entonces se percató que algo no estaba bien, que su amigo no estaba de buenas y que probablemente algo tenía atorado en el pecho que deseaba decirle. Suspiró profundamente y luego miró a su ángel guardián que se veía preciosa pero al mismo tiempo frágil, como temerosa al siguiente movimiento que cualquiera de ellos pudiera hacer, y no la culpaba, él mismo se sentía de esa manera. No le gustaba para nada que le miraran como si hubiera cometido el peor de los pecados. Simplemente se sentía encantado con la joven, lo había embelesado, y es que había cuidado de él sin ni siquiera conocerlo, con todo y los riesgos que llevaba consigo auxiliar a un desconocido.
Tomó la mano de Tulipe y depositó un beso suave en el dorso antes de realizarle una reverencia. Había estado aprendiendo un poco de modales, así que aunque aquel acto fuera un poco salvaje, intentaba ser propio y adecuado con ella. Era lo mínimo que se merecía. Aunque para él merecía todo, todo y buscaría la manera de dárselo.
Brandon se quedó un poco perturbado al notar como eran ahora sus pensamientos, al darse cuenta que las cosas se las estaba tomando más enserio, y que sus sentimientos estaban despertando. Lo cual lo hizo sentir expuesto, sin embargo no dijo nada.
Escuchó con atención las palabras de Raoul. No dijo nada al principio, prefirió guardar silencio y buscar en su cabeza que sería lo más correcto de decir, de expresar, aunque debía decir que se sentía muy herido.
— Es criada de los reyes — Terminó por romper su silencio, aunque criada no le parecía la palabra más adecuada, al menos era la más acertada tomando en cuenta la situación, el entorno en el que se encontraban — Me salvó la vida, me cuidó cuando no tenía porque hacerlo, es de los nuestros — Le aseguró con el rostro endurecido de la molestia. Su tono de voz era grave. — ¿Me crees capaz de meterme con alguien comprometido? — Eso había un golpe fuerte para Brandon; Raoul conocía la situación del chico, sus principios, su educación, el que constantemente recordara a su madre y que gracias a eso, respetara de forma tan exagerada a las mujeres. Ketu se encontraba más que molesto con su hermano, se sentía incluso decepcionado — Es una señorita aún, y la más honesta y buena que he conocido — Le aseguró. El jefe de la pandilla no titubeaba, se estaba imponiendo.
— Y la traje para no perder más tiempo, para que supieran que estaba bien, para que ella los conociera y le brindaran protección así como ella me dio la vida de nuevo, si eso no te parece, por mi bien — Y caminó dejando a un lado a Raoul, molesto y regresando alado de la joven se ojos azules, a la cual le sonrió como si nada hubiera ocurrido.
Brandon Acklang- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 07/03/2013
Re: Hermano, ¿en qué estás pensando? [Brandon Acklang]
Maldita sea. Era peor de lo que Raoul creía. Apenas oyó la respuesta de su amigo, el pintor frustrado arrugó la zona que comprendía la frente y el entrecejo, acompañando sus expresiones con una sonora exhalación. Había esperado que dijera la muchacha era de cuna humilde, pero de condiciones trabajadoras; o que acababa de llegar a París en uno de los incontables barcos pesqueros que arribaban al puerto, pero nada como eso. ¡Criada de los reyes! Incluso se quedó con la faz intacta un par de milésimas de segundos para detectar el toque de la broma, pero nada.
—Criada de los reyes. ¿Has perdido la razón? —repitió antes de levantar la vista. Estaba preocupado, sí, pero también herido. Brandon sabía más que nadie lo que significaban esas figuras de poder. A pesar de eso, procuró mantenerse tranquilo, pero le costó— De acuerdo. Bien. Dices que te cuidó sin interés. Eminente, admirable. Un gracias, un hasta luego, e incluso ofrecer protección hubiera sido más que razonable. Pero esto…
No le cabía en la cabeza. Brandon no se caracterizaba ni por error por ser el más irreflexivo; por algo era el más viejo del grupo y seguía con vida. Pero no estaba viendo; realmente no lo hacía. Estaba como encandilado y todo parecía indicar que había sido por la recién llegada. Sus sentimientos eran nobles, pero no iban acorde a lo que estaban pasando sus hermanos. En ese instante, Raoul realmente deseó que Brandon fuese peor persona. Tal vez así dejaría que la cabeza predominara antes que el corazón.
—¡Ojalá hubieras traído una chica comprometida! —algunos de la pandilla voltearon a verlos. Sólo ahí Raoul se dio cuenta de que debía mantener la conversación entre los dos y nadie más— Una vendedora de flores, una pescadora, alguien que sepa lo que es que te rompan la espalda a patadas, cualquiera menos el gato faldero de esos bastardos que dejan morir en la calle a los hijos de su nación mientras ellos se revuelcan en joyas y pasteles. Pero sólo mira su piel; blanca como la de un recién nacido, más pálida que la de cualquiera de nosotros. ¿Los alimenta, los viste, los baña, o sólo les sopla el caldo antes de dárselos en la boca?
Desde luego que debía hacerlo. Echó una mirada a Tulipe por sobre el hombro de Brandon y se percató de que tenía la postura propia de quienes llevaban la servidumbre a cuestas, con esa tendencia a mantener la mirada baja y la espalda semi encorvada. Apostaba que se había inclinado más veces de las que se había incorporado. Hasta gracioso era que todavía reflejara la inocencia en sus ojos. Estaba más expuesta que una liebre a campo abierto. Se preguntaba si Brandon sería capaz de recordar eso. Y lo miró de vuelta.
—¿Te gusta, es eso? El destino no es afable contigo, hermano. Te hubiera sido menos doloroso enamorarte de una mujerzuela —al menos ellas sabían a lo que se enfrentaban. Esa niña no debía tener ni idea de en dónde estaba ubicada ni quiénes la rodeaban. Por último, su amigo estaría enterado. No tendría que llevarse sorpresas— Está bien, supongamos que sigue doncella. Dale un mes o dos antes de que ese cerdo con corona aplique un poco de su “voluntad real” con ella. O si no, podría entretener a su tío o a un consejero, ¿tal vez? Podría seguir toda el día. ¿Crees que puedas con ello? ¿Qué tal si un día comienza a notársele la panza? ¿Cómo sabrías si trata de un hijo tuyo o del bastardo de cualquiera en esa pocilga? Y lo peor es que ni siquiera hace falta que ella te traicione. Sólo basta que uno de esos sujetos lo decida y ya está. Ni tú, ni yo, ni nadie que nosotros consideremos cercano puede hacer nada. Eso es lo que le toca a las mujeres de nuestra clase que se venden a los poderosos.
Lo decía con dolor de quien había vivido algo muy similar y que no quería que le sucediera a su camarada y familia. El recuerdo de una Darcelle casada y con el hijo de otro hombre en la barriga volvió a herirlo. Mujeres de diferentes realidades eran mujeres que serían vendidas, con quienes no les correspondía soñar. Brandon podía despertarse muy abruptamente, en una pesadilla.
—Es típico. Todas las que te gustan son bonitas. Con el tiempo comprobarás que algunas serán honestas y otras buenas. Con suerte será las tres cosas. Pero sólo un milagro permitirá que una de ellas sea para ti —para cuando se dio cuenta, Brandon ya no le prestaba atención y volvía a la compañía de la moza del rostro blanquecino— ¿”Por mí bien”? ¿Eso es todo? ¿No te importa nada más?
No recibió respuesta. En vez de eso, fue testigo de cómo a su amigo le volvía la sonrisa de la mano de aquella joven. Raoul tuvo que conformarse con volver a sentarse con sus hermanos a terminar de comer. El mayor de la pandilla continuaba con ellos, pero sin ellos. Estaba como embrujado. Sin duda estaba enamorado, como nunca antes lo había visto el artista.
—Hermano… ¿en qué estás pensando?
—Criada de los reyes. ¿Has perdido la razón? —repitió antes de levantar la vista. Estaba preocupado, sí, pero también herido. Brandon sabía más que nadie lo que significaban esas figuras de poder. A pesar de eso, procuró mantenerse tranquilo, pero le costó— De acuerdo. Bien. Dices que te cuidó sin interés. Eminente, admirable. Un gracias, un hasta luego, e incluso ofrecer protección hubiera sido más que razonable. Pero esto…
No le cabía en la cabeza. Brandon no se caracterizaba ni por error por ser el más irreflexivo; por algo era el más viejo del grupo y seguía con vida. Pero no estaba viendo; realmente no lo hacía. Estaba como encandilado y todo parecía indicar que había sido por la recién llegada. Sus sentimientos eran nobles, pero no iban acorde a lo que estaban pasando sus hermanos. En ese instante, Raoul realmente deseó que Brandon fuese peor persona. Tal vez así dejaría que la cabeza predominara antes que el corazón.
—¡Ojalá hubieras traído una chica comprometida! —algunos de la pandilla voltearon a verlos. Sólo ahí Raoul se dio cuenta de que debía mantener la conversación entre los dos y nadie más— Una vendedora de flores, una pescadora, alguien que sepa lo que es que te rompan la espalda a patadas, cualquiera menos el gato faldero de esos bastardos que dejan morir en la calle a los hijos de su nación mientras ellos se revuelcan en joyas y pasteles. Pero sólo mira su piel; blanca como la de un recién nacido, más pálida que la de cualquiera de nosotros. ¿Los alimenta, los viste, los baña, o sólo les sopla el caldo antes de dárselos en la boca?
Desde luego que debía hacerlo. Echó una mirada a Tulipe por sobre el hombro de Brandon y se percató de que tenía la postura propia de quienes llevaban la servidumbre a cuestas, con esa tendencia a mantener la mirada baja y la espalda semi encorvada. Apostaba que se había inclinado más veces de las que se había incorporado. Hasta gracioso era que todavía reflejara la inocencia en sus ojos. Estaba más expuesta que una liebre a campo abierto. Se preguntaba si Brandon sería capaz de recordar eso. Y lo miró de vuelta.
—¿Te gusta, es eso? El destino no es afable contigo, hermano. Te hubiera sido menos doloroso enamorarte de una mujerzuela —al menos ellas sabían a lo que se enfrentaban. Esa niña no debía tener ni idea de en dónde estaba ubicada ni quiénes la rodeaban. Por último, su amigo estaría enterado. No tendría que llevarse sorpresas— Está bien, supongamos que sigue doncella. Dale un mes o dos antes de que ese cerdo con corona aplique un poco de su “voluntad real” con ella. O si no, podría entretener a su tío o a un consejero, ¿tal vez? Podría seguir toda el día. ¿Crees que puedas con ello? ¿Qué tal si un día comienza a notársele la panza? ¿Cómo sabrías si trata de un hijo tuyo o del bastardo de cualquiera en esa pocilga? Y lo peor es que ni siquiera hace falta que ella te traicione. Sólo basta que uno de esos sujetos lo decida y ya está. Ni tú, ni yo, ni nadie que nosotros consideremos cercano puede hacer nada. Eso es lo que le toca a las mujeres de nuestra clase que se venden a los poderosos.
Lo decía con dolor de quien había vivido algo muy similar y que no quería que le sucediera a su camarada y familia. El recuerdo de una Darcelle casada y con el hijo de otro hombre en la barriga volvió a herirlo. Mujeres de diferentes realidades eran mujeres que serían vendidas, con quienes no les correspondía soñar. Brandon podía despertarse muy abruptamente, en una pesadilla.
—Es típico. Todas las que te gustan son bonitas. Con el tiempo comprobarás que algunas serán honestas y otras buenas. Con suerte será las tres cosas. Pero sólo un milagro permitirá que una de ellas sea para ti —para cuando se dio cuenta, Brandon ya no le prestaba atención y volvía a la compañía de la moza del rostro blanquecino— ¿”Por mí bien”? ¿Eso es todo? ¿No te importa nada más?
No recibió respuesta. En vez de eso, fue testigo de cómo a su amigo le volvía la sonrisa de la mano de aquella joven. Raoul tuvo que conformarse con volver a sentarse con sus hermanos a terminar de comer. El mayor de la pandilla continuaba con ellos, pero sin ellos. Estaba como embrujado. Sin duda estaba enamorado, como nunca antes lo había visto el artista.
—Hermano… ¿en qué estás pensando?
Raoul Jeanneau- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 04/11/2013
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