Cuando todo se complica... Cualquiera se acerca a Dios || Privado

Sus ojos eran lo suficientemente vidriosos como para prohibirle ver con claridad lo que estaba dibujado en los vitrales, ¿Por qué se había llegado a tal situación? Aún estaba sin comprender lo que su madre había ido a hacer ahí, pero era mejor salir corriendo que quedarse en ese sitio, así lo había hecho, la alcanzó a ver en la sala de espera y ella mejor dio la vuelta, no quería recibirla y menos si iba con dos hombres más, no eran su papá ni su hermano ¿Por qué empeñarse en que ella tenía que casarse? Gabrielle no se negaba a ello, pero entre su carácter fuerte y maneras de no querer ser un juguete... Aún así creía en el amor, en que alguien un día se fijaría en lo que ella era para amarla en serio y no esperar que su padre les diera todo lo que había trabajado por años y viceversa, no quería unir su vida a alguien que lo único que podía darle eran lujos y riquezas, quizá también algún niño o niña que al final tendría que hacer lo mismo, no, ella no quería.

Nunca había creído tanto en aquellos Dioses de los que se hablaba tanto, no era muy afecta a pensar que existía algo poderoso, alguna persona que todo lo podía con tal de que el bien reinara en el mundo, eso no era para ella y aún así se encontraba sentada en las bancas intermedias de aquella catedral, la misma que era famosa por muchas razones, el olor a incienso se sentía por todos lados y la paz también lograba envolverla, aún así en su interior no podía concentrarse para comenzar a rezar o a pedir, ya había llorado, ahora su pañuelo se encargaba de borrar aquellos rastros. Sus manos se sujetaron con firmeza por el asiento de la banca y su cuerpo se echó un poco adelante -Ya no me acuerdo como se hace- murmuró tan bajo con miedo de romper el silencio que le reconfortaba, todos iban a dar a una iglesia o pensando en Dios cuando las cosas realmente eran complicadas y debía aceptar que ahora era su caso, por mucho que aquello le molestara.

Muchas personas pasaban por ahí y dejaban sus pesares, aseguraban que la carga que llevaban en la espalda era mucho menos pesada cuando hablaban con Dios, sin embargo Gabrielle no sentía aquél alivio, seguramente algo estaba haciendo mal y eso era no creer, ella no creía pero no lo veía mal, todo lo que necesitaba era un abrazo de ella, de su madre, un voto de confianza, una palabra de consuelo, un "Todo estará bien", pero sabía que no lo iba a recibir, lo único que esperaban era que ella fuera al hotel para entonces recibir a quien sería su marido en breve... Aquello simplemente le causaba demasiados calosfríos que no podía describir. ¿Y si así había pasado con sus padres? Realmente Gaby no se creía de aquellas que pensaban en los cuentos rosas, pero... El amor entonces perdería sentido porque todo había sido tramado y ella, ella perdería el poco juicio que aún le quedaba, pensaba que era mejor seguir creyendo que sus padres se amaban, pero entonces los mil recuerdos acerca de las múltiples discusiones nocturnas siempre salían a relucir y era cuando aún más sentía que el mundo se le venía abajo ¿Por qué hacían eso? Sólo generaban gente infeliz, con hijos infelices y... Todo era una farsa, una en donde ella se tenía que dibujar todos los días una sonrisa, aunque se estuviera muriendo por dentro, era fuerte, siempre lo había sido y siempre lo sería, no había más.

Acto seguido fue sorprendida, sus brazos se encogieron y sus manos se colocaron en el torso de aquél desconocido, sus palabras eran agradecidas, pero en verdad le había causado demasiado recelo que hiciera aquello, se había percatado que ya no estaba acostumbrada a recibir gestos de aprecio, aunque ¿él por qué la apreciaría? -Gracias...- mencionó e hizo poca fuerza en los brazos hasta que logró que el hombre la soltara. Le miró con una sonrisa en los labios y dio un paso atrás mientras que le miraba, prefería guardar distancias, era lo mejor que podía hacer en aquél momento -¿Cree en mí?- negó con la cabeza -Agradezco sus palabras en verdad, pero yo no creo en mí, así que de poco sirve todo lo que haga por estar bien, seguiré lamentándome...- no era de aquellas, pero en ese momento las fuerzas se le habían escapado. Bajó la mirada por breves instantes mientras que sentía como la gente comenzaba a salir, dejando la última súplica ante aquél que se erigía poderoso delante de todos -Ojalá que los milagros existieran...- fue lo que dijo mientras se quitaba el velo del cabello, sabía que eso estaba mal, pero ¿Quién podía juzgarla? Está bien, todos ahí podían hacerlo pero no le importaba -Me llamo Gabrielle- mencionó al caballero y le hizo una suave reverencia -Gracias de nuevo por el tiempo que se ha tomado escuchando a una loca que no sabe que hacer con su vida- se rió amargamente sobre su mala fortuna, aunque recordaba algo que alguien le había dicho en algún momento "Mientras más oscura es la noche, más pronto será el amanecer", suspiró, en verdad esperaba que aquello pasara.

Ella estaba ahí, en la iglesia, pero su cabeza se encontraba un poco lejos de ese sitio, era como si se estuviera partiendo en dos, sus pensamientos se habían quedado en el hotel, ¿Quién era aquél hombre? ¿Por qué iba tan sonriente con mamá? Nunca antes se habían visto, pero no parecía demasiado mayor, a lo mucho alrededor de cinco o seis años más grandes que Gabrielle, no más, así que...Así que no sabía nada de él, sólo que su mirada estaba llena de algo... No de amabilidad igual que su sonrisa y sus gestos, sino de algo extraño que la hacían querer irse muy lejos de donde él se encontraba, hasta cierto punto podía decir que ella estaba loca, haría todo lo posible porque el hombre no se le acercara, incluso mentir, si es que era necesario, pero poco podría hacer donde su madre elevara la voz, la voluntad de la joven se iría por la borda, ella ya lo sabía, estaba completamente consciente de aquello, nunca había podido hacerle frente.

-Gracias de nuevo, señor, aunque ya le he dicho lo que pienso al respecto- no quería parecer grosera, al menos no con él, pero es que no creía absolutamente en nada y cuando decía nada, así era, quizá Gabrielle era demasiado extremista, pero no podía cambiar esa parte de ella, por mucho que lo intentara o aunque no lo hiciera, era algo natural en ella, que tarde o temprano se reflejaba -No tengo porque abofetearlo señor, sólo que no me gusta mucho que se me acerquen...- a toda costa había evitado siempre que la tocaran, así era ella, no se acostumbraba a eso, siempre había mantenido a todos los hombres lejos de ella, no daba oportunidad a un mal entendido, era parte de como se había desarrollado -Supongo que tiene razón, nosotros debemos hacer que los milagros existan...- guardó el velo en su bolso mientras que caminaba hacia uno de los pasillos cercanos y sus ojos miraban de nuevo los murales que se vestían poderosos en aquél lugar -¿Un ángel?- rió dulcemente mientras que se tapaba la boca con una de sus manos, su cabeza negó en un par de ocasiones y le miró de nuevo -Creo que no, señor, justo ahora me siento como un demonio, al menos porque estoy maldita...- suspiró largamente, la risa se había borrado y ya ni siquiera quedaba el eco de esta resonando por el atrio.

-¿En serio? Bueno al menos sirvo de algo todavía- sonrió con cierta amabilidad mientras que sus manos tomaban firmemente su bolso delante de ella -¿Usted se va a confesar o ya se retira?- preguntó con cierta amabilidad mientras le observaba con detenimiento.

En ese momento ella intenta que sus pensamientos sólo se centren en su interlocutor, no había forma en que Gaby mejorara las cosas que pasaban a fuera de esas cuatro paredes, pero tendría que calmarse si quería observar mejor todo, salirse del problema para poder encontrar una solución, eso es lo que ella debería de hacer o al menos intentar, claro, eso... Ni más ni menos, sólo eso. Respiró profundo mientras escuchaba las palabras de aquél hombre, ¿De dónde había salido? aún no lo tenía muy claro que digamos, era como si las cosas salieran mal a propósito, denotando lo maleducada que ella podía ser, pues no estaba poniendo la atención adecuada a la conversación, sonrió ligeramente ¿Debía sonreír? Tampoco lo tenía demasiado claro, así que simplemente se quedó esa fina línea curva dibujada en sus labios.

Su mano hizo que ella encogiera los dedos casi de inmediato -Tal vez usted necesitara el abrazo, pero hay ocasiones en os que... No se puede, yo... Lo siento pero es que no me gusta mucho que las personas me abracen- y eso pasaba, ella se sentía incómoda en brazos ajenos, habían muy pocos que en verdad le llegaban a reconfortar, como los de su padre o los de Antoine, o los de... Se quedó con aquél pensamiento en su cabeza, sólo para ella, pero recordaba perfectamente como era que sus brazos le envolvían y ella podía encontrarse en perfecta paz, con una sonrisa sincera en los labios y la calidez de un cariño que al menos ella podía llegar a sentir.

-Yo no me voy a confesar- negó con la cabeza- La realidad es que nunca lo he hecho, no creo en estas cosas- murmuró por lo bajo mientras se arrepentía un poco ¿Ahora qué le diría a Dios? Que simplemente estaba jugando, no era buena respuesta -Pero preguntaba si usted lo haría para no quitarle el tiempo, monsieur, seguramente es mejor que yo me vaya- suspiró sin poder evitarlo, no quería regresar a la realidad, pero tendría que hacerlo, tarde o temprano, no sabía cual era el tiempo exacto para que las cosas no fueran tan mal.

Sus propios pensamientos le seguían atormentando en gran medida, era como si algo estuviera pagando, el precio de tener una madre que no daba crédito de que su hija fuera tan rebelde, no era rebeldía, pero a pesar de no creer en el romanticismo, la simple idea de compartir su vida con alguien a quien le interesaba más el dinero que ella, le llenaba de vergüenza y de asco, simplemente eso no era lo que quería, aunque se decía que después de tanto tiempo te acostumbrabas y lo ibas queriendo, te ibas enamorando poco a poco, hasta que al final disfrutabas de aquellos momentos que pasabas con esa persona, pero ¿Cuánto tiempo se necesitaba para que aquello sucediera? No lo sabía. Miró al hombre y simplemente sonrió -No soy un ángel, en verdad, pero de nuevo agradezco sus palabras- de algún modo la hacían sentir un poco mejor a todo lo que estaba pasando en ese horrible momento, pero tampoco es que ella pudiera olvidar todo por completo para simplemente disfrutar de una compañía, sus pensamientos siempre le jugaban bastante sucio y estaba acostumbrada a ello, siempre a la defensiva, pues estaba acostumbrada a lidiar contra su propia madre, lo cual era más agotador que cualquier otra cosa.

-No digo que sus opiniones no cuenten para algo, simplemente que yo no estoy acostumbrada a este tipo de cosas y mucho menos cuando provienen de un desconocido, no es lo que me han enseñado mis padres, siempre se puede llegar a malinterpretar y no es mi intención que eso pase- aclaró lo más tranquila que pudo, aunque recordar que tenía que hacer caso a sus padres casi le causa risa y llanto al mismo tiempo, era una sensación que iba por demás de sus posibilidades pues reconocía expresamente que no era la hija modelo, pero en ocasiones ella debía de hacer caso a los que "Sabían" -Me debo retirar en verdad, necesito hacer algunas cosas para mi regreso a Lyon, monsieur, y se me hace un poco tarde, sólo venía a buscar un poco de paz en este lugar- no la había encontrado por completo, pero tal vez ya estaba un poco más relajada que hace rato, pero no había olvidado del todo y el solo hecho de pensar que tenía que volver a ver a su madre hacía que los nervios le ataran los pies para que no se pudiera mover, sabía que terminaría de pleito y quizá hasta desheredada, eso no le importaba mucho, pero para los demás eso sería la peor vergüenza que alguien pudiera llegar a tener, si no la querían en "su círculo social" de ese modo menos, sería mucho más rechazada, lo único bueno es que no habría nadie que se le acercara por su dinero y eso le daba una ligera esperanza.