Todo puede pasar en un día cualquiera (Libre)

-Maldición, que dolor de cabeza...- Dijo con los ojos aun cerrados, mientras el sol iluminaba y calentaba lentamente su dolorido cuerpo. Un horrible olor acrecentó su dolor de cabeza. Había pasado la noche en un establo de cerdos y lo peor de todo es que ignoraba como narices había acabado ahí. La mañana anterior, un hombre había llegado a los bajos barrios de su ciudad, para buscar cuestionable compañía y un servicio sucio y bien pagado. Valar, consiguió sustraer a base de golpes cierta información que uno de los ricos necesitaba y este le pagó por ello. Lo ultimo que recordó, era contratar los servicios de una prostituta y embestirla como si se fuera a acabar el mundo, mientras bebía vino como dos hombres. -Mataré a ese mesonero... Ha envenenado mi vino- Dijo mientras se ponía en pie, con cara de mal estar, a la vez que propinaba una patada a un cerdo para que se apartara.

Lo hecho estaba hecho. Ahora tenía que encontrar algo para llevarse a la boca y aguantar el dolor de cabeza. Le dolía demasiado la cabeza incluso para asearse, así que con olor a mierda de cerdo, caminó por las calles. Por dios que pensaba que aun estaba borracho.

Doblando dos esquinas llegó a la calle donde las prostitutas mas jóvenes empezaban en su placentero negocio de vender su cuerpo. Era una calle demasiado demacrada para ser Parisina. Llena de suciedad, ratas, heces y enfermedades... Por no hablar del mal olor. A pesar de todo ello, ellas vivían ahí, se vendían ahí y prosperaban ahí.
Pasó al lado de una joven... A penas tendría 16 años. Tenía la cara sucia, las tetas rojas y mordisqueadas y el coño parecía estar como una veterana del oficio. Aunque con una bonita cara. La chica tenía una pequeña porción de pan y otra de queso en la mano, las cuales saboreaba lentamente. Probablemente tendría que haber complacido a mas de un hombre la noche anterior para poder pagarse eso. Normalmente no habría hecho algo por el estilo, pero su hambre, falta de dinero y mal humor provocado por la resaca, hizo que sacara una daga de su pantalón y al llegar a la altura de la chica, se la puso en el cuello. -Dame eso, si no quieres que tu dueño se folle tu cuerpo sin vida- La niña, echó a llorar y le dio toda la comida. -Como folles igual que das pena, tienes que ser un volcán- Los remordimientos asolaron su mente, pero el hambre pudo mas... Le tiró al suelo el trozo de queso al suelo para que se arrastrara a por el y pudiera seguir comiendo. Salió del callejón con el pan en la mano y todas las putas de la calle asesinándolo con la mirada.

Dobló dos esquinas mas y llegó a una zona algo mas transitada y de mejor ver. Aunque desentonaba con su olor a mierda y pis de cerdo y su ropa rota... Se colocó en la esquina con pinta de matón, por si algún forastero o ricachón con escrúpulos contratara sus bajos servicios.

Analicé el establecimiento con ojos detallistas para poder encontrar cualquier pista que fuera importante. Aquel juego sin sentido llevaba en mi agenda desde hace una semana, y ya empezaba a ser muy pesado. Las reglas parecían ser justas y claras pero a la hora de la verdad solo contradecían a los hechos.

Las miradas feroces de hombres sentados en las mesas comían milimetradamente mi cubierto cuerpo pero ¿para qué habría de hacerles caso? Guardé mi cuaderno bajo mi axila, dirigiendo mi aturdida mirada al camarero de la taberna. Él llevaba toda la noche en vela, era un testigo de mi caso.

Me acerqué con el sigilo propio de mi y apoyé mis brazos sobre la barra, quitando el cuaderno de la zona molesta.

-Viene por lo de esta noche, ¿me equivoco? -preguntó arqueando una ceja. Su tono me ponía otra vez a prueba. Él me conocía, pero le gustaba jugar con mi orgullo-. No lo vi.

Mi mirada envenenada se comía la suya. Me concentraba en mantener mi compostura, sin dejar un espacio débil. Él suspiró.

-Habéis ganado -se rindió acercándose un poco. Observó el lugar antes de vover a mi mirada-. Hubo otra vez una pelea, él la produjo -declaró enderezándose al acto. Sus ojos cansados decían mucho sobre la noche movida que tuvo que aguantar. Definitivamente no mentía-. Tras ganar al mozuelo el cual atacó huyó, pues sabía que le sigues la pista.

Fruncí el cejo por la rábia de no haber llegado a tiempo. Di media vuelta, cortando las palabras de tan buen garçon.

-Merci -agradecí costosamente. Tuve que tragarme el orgullo-. Otro día nos veremos, buen hombre.

Emprendí la marcha al exterior, dejando atrás varios sospechosos. Llevaba días sin descanso alguno, y eso se me empezaba a notar, mi mente no pensaba con agilidad. Abrí el cuaderno mientras mis piernas se movían, llevándome a saber donde. Mi mente estaba bastante ocupada analizando las pistas que tenía.