Donde todo puede pasar, aun el nacimiento de una amistad - Libre

El tren se ha tornado el bólido de hierro más potente y capaz de todos los vehículos terrestres. Los cambios en el mundo son cada vez más acelerados. Quizá algún día el tren sea algo del pasado y lo nuevo sea explorar los cielos. Hoy, es lo único que puede llevarle desde los Himalaya hasta la cosmopolita ciudad de París en poco tiempo y sin arriesgar demasiado el equipaje que lleva. El baúl que puede echarse a la espalda y el bolso que trae su ropa es lo único que le acompaña en esta nueva misión. Su pater familis ha sido insistente en cada punto a seguir y él no es quien va a negarle el placer de obtener lo que quiere.

Vestido con un abrigo de lana, pantalones oscuros y botas, emerge del vagón observando a su alrededor para tener una mejor visión del sitio. El gorro que cubre su cabeza es acomodado tras dejar el baúl en el piso y poner un pie encima del mismo para encenderse un cigarrillo. El frío en la estación es poco, por lo que pronto y expedito, se desprende del abrigo para dejarlo caer doblado sobre el antebrazo al tiempo que la mochila muere en el piso al lado del baúl y su mano sostiene con fuerza el cilindro de tabaco antes de soltar la primera bocanada de humo.

París, ciudad llena de pecado y estiércol. El que lucen cada uno de sus compañeros de tren y el que se puede vislumbrar en los que esperan en la estación. Familias reciben a sus miembros con algarabía, otros sólo se marchan en pos de un hogar. Él tiene trabajo. Buscar dónde asentarse y luego, dirigir sus acciones para obtener su preciado botín: la satisfacción de una misión bien hecha.

Alguien pasa a su lado empujándolo. Acto reflejo, le toma de la solapa del traje acercándolo a su rostro. Es sólo un chico, más debería tener modales. El pavor se asoma en los ojos más jóvenes en contraste de la forma helada que se refleja en los del mayor. Le suelta con fuerza - cuidado por donde vas - su voz es gruesa y gutural. El crío sale a pies en carrera por entre las personas. Algunos le ven mal por su acción, otros con cierta desconfianza. Que piensen lo que quieren, él no va a aminalarse por tan poco.

El cigarrillo vuelve a su boca, otra calada antes de tomar el baúl y la mochila para alejarse buscando una esquina. Su atención se desvía con el pizarrón de anuncios. Observa con rapidez hasta tomar uno donde se promueve el arrendamiento de un inmueble. Es sólo un cuarto, suficiente para él. No va a tener visitas, ni siquiera será su hogar. Será utilizado para mantener sus cosas sanas y salvas en el tiempo que le tome terminar con lo que le ha sido asignado. Otea alrededor intentando encontrar un lugar donde acceder a un mapa, pero no parece que lo haya.

Sólo hay una figura entre él y el mundo. Una simple mujer. No es dado a ser conversador, no está en su naturaleza y aún así... - ¿Sabe de un lugar donde pueda obtener un mapa de la ciudad? - ni siquiera saluda. Va directo al objetivo dando a conocer cómo es. No va con rodeos, al grano.

*Me inmiscuyo, si no le gustó el roleo o bien, quiere algo diferente, sólo mándeme MP y edito o borro mi post*

Inmersa en sus fantacias, Luba no se habia percatado de aquel extraño incidente, en el mismo anden, de donde partió el tren a San Petersburgo, ¿en que momento había llegado otro y llenado de seres el anden? Luba no lo podía saber, porque en su mente los campos nevados de su Rusia natal, habían vuelto a apoderase de su imaginación y de sus sentimientos.

La voz de un hombre, la trajo de vuelta al presente, un caballero, de mirada recia, labios finos y con semblante intimidatorio, la contemplaba, como esperando una respuesta. La joven rusa le contempló, con una expresión de asombro y a la vez de inseguridad, ya que era poco común que un caballero se acercara a una dama, y le hablara, sin haber sido previamente presentados. Pero, ¿no podría ser que se tratase de algun antiguo expectador del Borshoir, que la hubiera reconocido? eso no era para nada descabellado, ya que noche tras noche, decenas de caballeros, habían intentado tener unas palabras con la bailarina principal y en mas de una ocasión, aquellas pocos intercambios de palabra, terminaban en pedidos - por parte de ella - de que se retiraran, ya que los caballeros no aceptaban un no, por respuesta, cuando intentaban seducirla o invitarla a cenas o salidas que no le apetecían.

Contempló al hombre a los ojos, tragó saliva un tanto nerviosa, rogando mentalmente que éste caballero, no fuera alguno de los que ella hiciera echar por atrevidos. Intentó sonreír y parecer segura de sus actos, aunque sus manos temblaban casi imperceptiblemente, - Pues... creo que en la estafeta postal - dijo levantando su mano derecha y señalando la ventana que se mantenía abierta, - allí, de seguro podrán entregarle un mapa de la ciudad -, bajó delicadamente su brazo, para terminar llevando sus manos a la espalda, sin saber que hacer con ellas. Le volvió a contemplar, deteniendo su mirada en la ajena, que aún mantenía la seriedad, o el enfado, con el que le hablara por primera vez, ¿que debía hacer? ¿presentarse, o simplemente esperar a que fuera el caballero, el que lo hiciera, si es que así deseaba hacerlo?.

* Perdón la demora en la contestación, estuve de ausencia y recién vuelvo al foro. Me grada mucho que haya tomado el tema y vuelvo a pedir disculpas por la demora.