When the Smoke is Going Down ~~ Kurt

La música es un arte del cuál nadie puede escapar, y todas aquellas personas que se arremolinaban para escuchar al trompetista y a mí - en éste caso - no eran la excepción. El dueto improvisado se escuchaba bastante bien, dándole al ambiente un toque de romanticismo. Inclusive, una pareja de la tercera edad, dejando atrás la vergüenza, se tomó de las manos para bailar al ritmo de la melodía. Era reconfortante observar, que a pesar de que el mundo estaba cabeza arriba, el amor era el amor, independientemente de la edad, color, raza y clase social. Aquel rincón de la callejuela, se había convertido en un pequeño pedazo de Francia repleto de gente dispuesta a olvidar sus pequeños grandes problemas por breves momentos.

Monedas iban y venían, e inesperadamente, una joven que había visto una sola vez no recuerdo exactamente donde, porque mi memoria a largo plazo suele fallar, me saludó de lejos y abriéndose paso se sentó a mi lado, ayudándome a cantar con su claro acento franco-canadiense. Ahora era un trío y los presentes lo agradecieron aplaudiendo y cantando también, aunque algunos que parecían ser extranjeros, no supieran ni siquiera lo que estaban diciendo. A la gente siempre había que tenerla contenta, ya sea con una canción, con un abrazo o una sonrisa sincera, porque de inmediato su espíritu desprendido se viera reflejado en la caída de algunos francos, en aquel estuche que comenzaba a llenarse de dólares.

Desafortunadamente, todo lo que empieza, tiene que terminar y el momento mágico llegó a su fin. Tabby - si mi memoria no me gastataba una mala jugada - se levantó y quitándose su gorro, lo pasó por todas partes para recolectar la mayor cantidad de dinero posible. Un gesto noble de su parte. Y cuando terminó de “desfalcar” a los presentes, depositó lo recolectado en el estuche del hombre. Después de acercó hasta mi llamándole por mi nombre, regalándome un beso en la mejilla a manera de saludo cordial. Para sorpresa de ambos (más bien mía pues su rostro no me recordaba absolutamente nada) el trompetista - que ahora sabía se llamaba Essis (gracias a la información de otro joven que parecía conocerle bastante bien, y que se había aproximado a escucharnos tocar) le indicó a Tabby que se acercara para alabar su bella voz y decirle que se le veía realmente hermosa. No podía ser mas acertado, ya que se le veía bastante bien, aunque claro la miré con disimulo tratando de recordarle, no quería ser un completo descortés. Luego la chica regresó a mi lado preguntándome algo que no sabía cómo contestar, porque me daba un poco de vergüenza, pero tenía que ser honesto con ella:

-Ambas cosas - le regalé la mejor de mis sonrisas -. Pero creo que la próxima vez, traeré mi estuche y te pediré que me acompañes. Creo que eres como un talismán de la suerte - Bromeé y acto seguido, el hombre llamado Essis recogió su tendido. Al parecer tenía cierto tipo de asunto que resolver con el recién llegado de apellido Callahan, parecían conocerse, pues su trato era cordial, de negocios o qué se yo. Essis a su vez, me obsequió diferentes monedas de distintas denominaciones, alabando mi talento, antes de retirarse por un encargo. Mis ojos brillaron y suspiré aliviado. Al menos ésa noche no me iría a la cama con el estómago vacío. La chica se despidió de inmediato, quedando en regresar algún otro día para hacer una especie de dueto, dejándome con la duda: ¿En verdad yo le conocía? ¿Habría estado tan perdido, u ahogado, que las lagunas mentales estaban haciendo de las suyas? un frío me recorrió el cuerpo… ¿En verdad se llamaba Tabby o acababa de inventármelo?

-No te he visto antes por aquí, ¿conoces a Essis desde hace mucho?

La voz de Callahan me regresó a la realidad. Parpadeé un par de veces antes de responder su pregunta, porque estaba en un estado de ensimismamiento tal, que ni siquiera me daba cuenta de lo que ocurría a mi alrededor, como tantas veces. Odiaba aquella faceta en mí, siempre tan ausente, tan distraído de la realidad, viviendo o más bien sobreviviendo en mi propio mundo.

-Eh, no. Es la primera vez que lo veo- respondí con una mentira - No suelo visitar con frecuencia ésta parte de la ciudad. - Ló último si era verdad, casi siempre me la pasaba encerrado escribiendo música y tocando la guitarra. Así era mi vida, sin grandes complicaciones. - Sólo me nació el gusto por hacerle compañía, en verdad Essis es un maestro con la trompeta y… Bueno el resultado acaba de verlo. Teníamos buen público. Público conocedor, ni más ni menos. - bromeé - ¿Qué le ha parecido la improvisación? -Pregunté por mera cortesía, puesto que no sabía más que hacer en aquel momento.

Aquel joven tan excéntrico parecía una buena persona, sus melodías que tan hábilmente había conseguido extraer de su instrumento me dejaban entre ver un poco de su sensibilidad.

-Muy buena-reconocí respondiendo a su pregunta- ha sido un sonido nuevo sin duda, el viento con la cuerda suelen encajar muy bien. -Sonreí y me balance sobre mis pies impaciente por que Essis me trajera mi encargo y sin saber muy bien que más decirle al muchacho.
Bueno, en realidad no tenia por que seguir la conversación, no le conocía ni era mi amigo, tampoco nos encontrábamos en una situación en la que lo exigieran las buenas formas pero...

-Me llamo Kurt Callahan- estire mi mano para presentarme- Puedes llamarme Kurt- sonríe y espere a que él también se presentase.
Essis nos interrumpió, caminaba cojeando un poco hacia mí con tres paquetes en las manos.

-Bien joven, aquí esta- Los recibí.
Tenían tres tamaños distintos, el que coronaba la el bulto era pequeño y envuelto en una tela negra, lo guarde en uno de mis bolsillos mágicos sin comprobar la mercancía, el segundo era un sobre de papel marrón mediano, voluminoso y que apenas pesaba.

-Eh, creo que esta vez tiene menos Essis-le mire con desconfianza y lo abrí, las hojas desmenuzadas de tabaco desprendieron su aroma y voluptuosidad- Jumm..-espachurre el sobre con cuidado comprobando la cantidad.

-Esta todo correcto muchacho-Essis me dio unos golpecitos en el hombro-si no confías en mi será mejor que hagas tratos con otros. –Su tono fue suave pero no dejo de resultar amenazante
.
Resople y cerré el sobre- De acuerdo, tu ganas- Lo sujete con mi antebrazo y revise el ultimo sobre, el más fino y rectangular. Conté las hojas de papel para escribir y saque del fondo un pequeño paquetito con papel de arroz- Gracias amigo, siempre es un placer hacer negocios contigo- Le estreche la mano. Lo cierto es que no podía quejarme, por aquel precio era casi imposible conseguir esa cantidad de tabaco y papel de arroz.

-De nada muchacho, podrías invitar a este viejo a un cigarrillo en agradecimiento. -Sonreí de lado y me apoye en la pared junto a joven excéntrico. Saque tres papelinas de arroz y deje el sobre grande entre mis piernas. Abrí el sobre del tabaco y fui liando cigarrillos con la habilidad de quien ha hecho más de cien.
Hice tres en menos de lo que canta un gallo, le di uno al viejo Essis quien lo acepto con gratitud y me deje uno en la boca.

-¿Te apetece fumarte uno con nosotros?- Le ofrecí el tercero al chico de la guitarra, me había caído bien y en cierta forma buscaba la manera de hacerle quedar, había despertado ligera curiosidad en mi.

-Claro. ¿Por qué no? - Sonreí de lado, como si en verdad me valiera igual fumar o no fumar, pero ésta era la respuesta a mis plegarias. Necesitaba un cigarrillo con urgencia, y si éste te lo daban gratis, mucho mejor. Me había vuelto muy vago a recientes fechas, no teniendo que llevarme a la boca en muchas ocasiones. Bien me lo dijeron en casa: El artista muere de hambre. Yo era un muerto de hambre vicioso ni más ni menos, pero también era cierto que gracias a mis vicios, lograba arrancarle melodías maravillosas a mi guitarra y mis trazos en el lienzos eran magistrales. Se tenían que hacer grandes sacrificios para alcanzar el clímax y yo me estaba convirtiendo en todo experto.

Coloqué mi guitarra en mi espalda antes de recibir gustoso el tan anhelado artefacto humeante, llevándolo hasta mis labios, dándole un par de caladas. ¡En verdad el tabaco era de excelente calidad! Kurt sabía hacer tratos con la persona adecuada y Essis sabía el negocio. Detrás de esa fachada insignificante, se encontraba un traficante en potencia. Menuda calle y menuda gente me vine a encontrar por éstos recovecos de París. ¡Ah las sorpresas que la vida te da! Nunca había que juzgar a las personas por su apariencia. Yo también era un claro ejemplo de ello. ¿Quién podría decir que detrás de mi aspecto, se encontraba alguien completamente loco? Loco en el sentido estricto y literal de la palabra. Me daba vergüenza reconocerlo, pero era la verdad. A veces pienso que moriré demasiado joven y todo por culpa de los excesos. Ni hablar, una cosa por otra. Mientras espero el cruel desenlace de mi existencia por la vida, daré rienda suelta a mis impulsos.

-Delicioso - Me refería claramente al cigarrillo, pero, no podía dejar de pasar por alto que Kurt Callahan, estaba de muy buen ver. Ahí estaba yo de nuevo siendo "yo". Sin medias tintas, sin caretas. ¿Coqueteo? Si. ¿Descarado? no del todo, pero mis ojos fueron recorriendo su silueta de abajo hacia arriba sin perder detalle. -Muy buena calidad, si señor. Haz hecho una muy buena compra. mis labios, y mis pulmones acostumbrados a fumar, estaban complacidos. Di un par de caladas más, cerrando los ojos, deleitándome con el aroma. -Demonios, qué bueno que está esto...

Essis, sonrió, echó el cigarrillo al piso y moviendo la cabeza, se alejo de ahí, dejándonos solos. Situación que agradecí internamente. ¿Por qué? bueno, como ya he dicho, ése sujeto Callahan, parecía ser la clase de personas con la cuál hacer amistad y sacar un poco de provecho.

-Esteve Sa Michelle. Artista pintor y músico callejero en ratos libres - Extendí mi mano para presentarme "formalmente", ya que había tenido la amabilidad de decirme el suyo primero. -¿Llevas mucho tiempo haciendo negocios por aquí? -Pregunté con naturalidad, sonriendo y fingiendo no tener mayor interés, dejando escapar el humor por mis fosas nasales. -Yo llevo algunos meses deambulando por las calles Parisinas en busca de suerte, ya sabes, que alguien se interese en mis pinturas y en mi música. Lamentablemente no he tenido la suerte. ¿Qué le vamos a hacer? Por eso recurro a los duetos improvisados para arrancar algunas monedas a los bolsillos más desprendidos. -Me encojo de hombros. Era lo total y honesta verdad.

Jugaba con las bolas de humo que echaba, haciendo agujeros en ellas con los dedos antes de que se disipasen del todo, nos quedamos unos momentos en silencio, los tres parecíamos disfrutar de aquel tabaco quemado y áspero. Esis se despidió con gestos, su mujer le reclamaba dentro de la casa, sonreí de lado al ver aquella escena ¿algún día llegaría a algo similar? No…no lo creía, no al menos con la vida que llevaba. Mire nuevamente al joven que se presento en cuando Essis se fue.
Así que músico y pintor, esa información me hizo entender mejor su aspecto extraño y en cierta forma consiguió que sintiese una empatía con él. Ambos éramos artistas, cada uno a nuestra forma.

-Todos buscamos esa suerte que nunca llega- sonreí- eres bueno, seguramente venga a buscarte ella misma – Y no mentía, me gustó la forma en la que sus dedos jugaban con las cuerdas, la propia guitarra parecía suspirar de amor cada vez que la tocaba. Le guiñe un ojo, apague la colilla de mi cigarrillo en el suelo y me dispuse a marcharme, no veía motivo para quedarme más tiempo allí y el olor que salía de las cocinas del barrio me recordaban que era hora de comer.

El sol de medio día me insistió en llenar las tripas con algo. Mire a Esteve, parecía un chico interesante, con el que se podía hablar. Siempre he sido muy dado a hacer amigos y aquel muchacho parecía un buen candidato a entrar en el círculo selecto de egocéntrico Kurt Callahan. Me reí de mi mismo.

-Esteve- le mire- ¿tienes hambre? Conozco un sitio en el que por dos centavos te ponen un plato caliente y no está muy lejos de aquí–me encogí de hombros –no me gusta comer solo

Un plato caliente no se escuchaba nada despreciable. Su cabeza funcionaba mejor con el estómago lleno, y... con los cigarrillos especiales, eso era algo más que seguro, y en aquellos instantes poseía uno sobre sus labios; aparte estaba el hecho de que había pasado bastante tiempo desde que su estómago había recibido alimentos decentes. A veces creía que vivía o sobrevivía de puro milagro y por amor al arte. Un artista con el estómago vacío, pero con la mente repleta de ideas, de ilusiones y de sueños. Así de simple era su vida, sin mayor preocupación que el "crear" buscando algún día ser reconocido artista de talla internacional, como había explicado hacía apenas unos minutos. Callahan no había sido tan esperanzador en su comentario, pero no le quitaba el sueño. Tenía juventud, ganas, destreza... Todo lo necesario para intentar y luchar por cumplir sus metas. Si no era ahora, en aquella ciudad, en Paris, siempre cabía la posibilidad de emigrar hacia otras tierras, aunque nunca hubiera puesto pies más allá de las fronteras de su adorada Francia.

-Acepto tu invitación, la verdad es que me estoy muriendo de hambre, si sigo así pareceré un cadáver andante-. Dio un par de caladas a su cigarrillo, tratando de consumirlo lo menos posible-. Puedo pagarte el favor después haciéndote un dibujo o cantando alguna canción que te agrade. Una especie de trueque ¿qué te parece? no sé quizás en algunos años, mi dibujo valga miles de francos y puedas alardear de que lo conseguiste a cambio de un plato de sopa de dos centavos-. Sonreí tratando de ser agradable, porque la seriedad en el rostro de Callahan me hacía pensar en miles de cosas, menos en lo que le estaba comentando. -¿Siempre eres así de serio? - quizás estaba pisando un terreno demasiado inestable. Yo no lo conocía lo suficiente como para saber a ciencia cierta si sólo estaba pensativo o qué se yo. La verdad es que me consideraba una persona social, y la seriedad de mi acompañante no me agradaba mucho por el momento. -Suelo ser un buen conversador- arremetí - Platicar de todo, ya sabes, intercambiar puntos de vista. ¿Ya me has dicho a qué te dedicas? -me coloqué a su lado, esperando seguirle a donde quiera que se encontrara aquel lugar que pintaba ser "maravilloso".

El chico pareció animarse con la invitación a comer algo caliente ¿Quién podría rechazar un plato de comida?
Le note mas despierto y hablador que al principio, eso me gusto, puede que se estuviese soltando, que le hubiese llegado a inspirar confianza.
Comenzó a hablarme de formas de devolverme el favor, ciertamente yo no buscaba nada a cambio, era verdad lo que le había dicho, no me gustaba comer solo y prefería compartir lo poco que tenia con un completo desconocido a tener que hacerlo. No me dio tiempo ni a responder, enseguida me hizo más preguntas, como por qué estaba tan serio ¿lo estaba? Comentarios sobre que era un gran conversador, de eso no me cabía duda, hasta ese momento ya había hablado más que yo, sonreí.

-perdona, solo estaba esperando a que terminases de hablar, parecía tener mucho que decir – Me reí ligeramente entre dientes – Empecemos por el principio- Dije mientras me ponía a caminar en dirección a la taberna donde iba a comer mis estofados calientes de dos centavos. – No pensaba pedirte ningún tipo de pago o compensación pero ya que te has ofrecido tan amablemente aceptare que me hagas un dibujo – Enarque una ceja y sonríe – puede que algún día me haga rico con él.

Doblamos la segunda calle a la izquierda y bajamos por una pequeña cuesta estrecha y empedrada, algunas personas pasaban entre nosotros maldiciendo y pidiendo sitio para pasar.

-Con respecto a lo otro, no es que sea serio, pero antes tengo que tomar cierta confianza con las personas, mi humor puede llegar a ser…chocante si no se entiende correctamente- le guiñe un ojo- y por ultimo…no, aun no te he dicho a que me dedico y creo que no lo hare, prefiero que lo adivines- sonreí ampliamente – puede que solo sea un pillo que vive del hurto…puede que sea un noble aburrido de palacio, puedo ser herrero…medico…vagabundo…-me encogí de hombros.

Dos calles más abajo nos esperaba una pequeña construcción pequeña y desatendida, por su chimenea emanaba un vapor oloroso a ajos y cebollas y las puertas de madera no dejaban de abrirse recibiendo y despachando a llenos y a hambrientos

-Es aquí, la taberna del Pony Pisador, te gustara, vamos- Avance más hasta sostener la pesada puerta en uno de sus vaivenes – Pasa- le cedí el paso a Esteve y yo entre detrás, dentro el local rebosaba de hombres de todo tipo, grandes, pequeños, anchos, escuálidos…solo habían cuatro mujeres en todo el local, la cocinera de buen corazón y pocas pulgas y las tres camareras gemelas y sonrientes, hijas del dueño, por eso nadie se atrevía a tocarlas. – Umm veamos si hay sitio al fondo…- Nos abrimos paso entre las mesas completas, el jaleo de las cucharas con la sopa y los vasos que golpeaban pidiendo más vino. –Este parece el único hueco…- Dije al llegar a la única mesa libre, era pequeña, pegada a la pared y con tres sillas que la rodeaban, me senté en una de ellas y mire a Esteve- ¿Y bien? ¿Se te ocurre algo sobre mi?- Sonreí

Empezábamos con el pie derecho, aceptaría un dibujo en compensación por la invitación a comer, no le molestaba que fuera un costal de preguntas y en el aire estaba la interrogante de saber exactamente a qué se dedicaba Kurt Callahan. Todas sus pistas parecían tener una factible posibilidad, ya me encargaría yo de seguir el pequeño juego de adivinanzas que comenzaba sin habérnoslos propuesto. No creía que su carácter fuera tan chocante después de todo, tenía un sexto sentido para ciertas cosas y situaciones; ésta era una de ellas.

-El pony pisador, qué nombre tan… Original. -solté una pequeña risa. Dí las gracias por su amable gesto de abrir la puerta para mí. -¡Oh mi Dios! - exclamé al observar que el restaurante estaba completamente abarrotado de comensales hambrientos. A éste paso tardaríamos horas en poder tomar una mesa. Acaricié mi estomago. El aroma a comida caliente ya me había alcanzado y en cualquier momento estaba seguro de que comenzaría a protestar. No podía darme el lujo de hacer semejante papelón enfrente de mi anfitrión. Pero era tan difícil aparentar cuando se estaba muerto de hambre, literalmente…

-Éste parece el único hueco. Kurt había alcanzado a distinguir un lugar. Un sitio al fondo con tres sillas. Apuramos el paso, no iba a haber poder humano que nos hiciera perder el lugar. Ya podía saborear cualquier cosa que me pusieran enfrente sin objetar, ya a estas alturas mi paladar no era demasiado exigente. Un par de huevos duros, los consideraba todo un manjar. Dejé descansando mis escasas pertenencias por debajo de la mesa recargándolas sobre la pared para que no nos estorbaran demasiado. El cigarrillo le dejé descansando en una protuberancia que salía del borde de la ventana que quedaba justo a un costado.

-Bien, se me ocurren muchas cosas sobre tu persona - Fijé mis vista en sus manos. Las manos eran un libro abierto, en ellas podías encontrar alguna que otra historia sin que dijeras una sola palabra. Ellas hablaban por ti. Podrías intentar mentir pero… Serías descubierto por ojos conocedores como los míos que se dedicaban a tocar algunos instrumentos musicales.

-En primer lugar, esos callos en tus dedos me dicen que tocas un instrumento de cuerda. -Mostré los míos poniéndolos sobre la cubierta de la mesa-. Muy parecidos a los míos ¿Lo notas? -sonreía alzando una ceja, porque estaba cien por ciento seguro de que le había logrado arrancar uno de sus muchos secretos.- Puedes trabajar en una compañía de música, o… - recargué la espalda sobre el espaldar de la silla, analizando, torciendo el gesto - …Si yo te encontré o más bien nos encontramos en aquella callejuela de mala muerte, quizás sólo quizás, puedas ser un músico ambulante-. Mis dedos comenzaron tamborilear sobre la mesa, impaciente porque alguna de las tres camareras viniera a tomarnos la orden.

-He acertado, podría apostarlo. -Sonreí muy seguro de mi mismo - Un músico ambulante que trafica con sustancias prohibidas. En algo nos parecemos. - Moví las cejas de abajo hacia arriba - ¿Y bien? ¿Algo qué objetar? ¿Vas a darme un punto a favor, o negarás lo obvio? -Tomé el cigarrillo, para seguir disfrutando de su sabor.

Posé mi vista en aquellos ojos azules. Repasé el contorno de su cara: Los pómulos, la nariz, sus labios. Ya mismo estaba haciendo un dibujo mental de su rostro. No podía evitarlo, siempre ocurría lo mismo con todos y cada uno con quienes interactuaba. Un dibujo a carboncillo se me antojaba viable para saldar mi deuda, por el momento.

Nuestra charla continuó mientras esperábamos ser atendidos. Esteve se aventuro tomando de referencia los callos en sus dedos, “muy listo” pensé y sonreí al escuchar su veredicto, era algo impaciente y lanzado. Me quede en silencio un momento haciéndole sufrir y finalmente contesté.

-Has acertado- calle un momento más- Pero solo en parte…es cierto que toco un instrumento musical, no trafico pero de vez en cuando consumo y si, a veces toco en la calle pero esa no es mi profesión – sonreí ampliamente- aunque te doy otra oportunidad.

Por fin una de las gemelas se acerco a nuestra mesa, llevaba un delantal blanco con manchas sobre su vestido sencillo de color azul, eso resaltaba sus ojos azules y el negro azabache de sus rizos.

-Hola Kurt – me sonrió y se balanceo sutilmente- veo que te has traído a un nuevo amigo...-miro a Estive con una sonrisa amplia – ¿qué va a ser hoy?- me miro y se topo con mis ojos, se puso un poco colorada y centro su mirada en la libreta arrugada donde apuntaba las comandas.

-Ya sabes, lo de siempre, el plato de la casa- sonríe – y de beber vino, ya sabes cual me gusta- le guiñe un ojo, ella asintió y se fue a prisa.

Eche un vistazo ligero por todo el local, el olor a humo y a alcohol tomaba fuerza, muchos ya no comían, solo bebían.

-Así que tú eres músico ambulante…y además pintas, ¿algún otro tipo más de arte que desarrolles? – no quería quedarme atrás y comencé a preguntar también, aquel joven me intrigaba y habíamos conectado de una forma a la que de momento no podía ponerle nombre, solo lo sentía, la confianza y la empatía que me despertaba era intensa.

Por supuesto que había acertado, negarlo habría sido una rotunda mentira. Músico no engaña músico. Teníamos ya dos cosas en común. La interrogante palpitaba en el aire. Todavía tenía un gran secreto más y me estaba dando una nueva oportunidad de acertar. No estaba muy seguro aún de ella pero algo estaba seguro: El tipo era un conquistador desde luego. No pasé desapercibido el cómo observaba aquella chica, misma que tiñó sus mejillas de rojo carmesí. Bien podría conseguir el plato de sopa gratis si se lo proponía, nada mal, quizás copiara su técnica en alguna otra ocasión que regresara, no me consideraba menos agraciado que mi interlocutor. Por mi parte no pude dejar de observar el bamboleo de la cadera de la señorita al caminar. Caminaba con gracia, queriendo llamar la atención eso estaba claro, nos coqueteaba como sólo una mujer sabe hacer. Una pilla y más allá, otras dos bellas florecillas silvestres. ¡Hermanas tenían que ser! Mujeres...

-Tengo otra teoría - No iba a dejar pasar la oportunidad de hacerle notar lo que acababa de descubrir - Eres un casanova - Sonreí de oreja a oreja, acercándome un poco a él - No he pasado en alto como miraste a la mesera; sabes llegarle al punto. Un tipo listo. Ahora comprendo lo del "pony pisador" -. Una calada más al cigarrillo que estaba a punto de desaparecer de entre mis dedos-. Pero no te culpo, yo haría lo mismo. Con un poco de suerte, podría comer gratis todos los días. Teniendo cuidado -eso sí- de que su padre no me pescara en la faena, tiene cara de pocos amigos.-Con un ademán le hice entender que debía voltear hacia la entrada del restaurante. El susodicho echaba a patadas a un tipo que había osado sonreír a su hija, manchando su honor-. ¡Vaya, que se lo toma muy apecho! Vas a tener mucho cuidado artista, si es que le quieres tocar las... cuerdas de tan fino instrumento. - sonreí - O tus bolas terminarán servidas en tu propia sopa.

Lamentando que mi justo premio ilegal terminara hecho cenizas, acepté de buena gana el delicioso plato de sopa, que la mesera tan amablemente acababa de poner delante nuestro. Lentamente tomé la cuchara, soplando un poco para no quemarme. ¡Estaba deliciosa! una tras otra, cucharada tras cucharada, la fui desapareciendo del planto hondo. -No había comido algo tan sabroso como esto, en mucho tiempo - Tomé la servilleta de papel para quitar los restos de sopa de mis labios-. Todo por eso, he de decirte que no, ya no tengo otros secretos que pudieran interesarte. Soy un tipo sencillo. Aunque... si de arte hablamos, ¿podría contar el arte del escape? -Me encogí de hombros- Los problemas a veces suelen buscarme, ya sabes, el artista es incomprendido y la paga por tu trabajo es mala. No logramos llegar a un acuerdo monetario y... ¡Cataplum! ¡Sálvese quien pueda! a hacer la graciosa huída antes que te muelan a palos.

Suspiré.

-Venga, rebélame aquello que no supe adivinar. No me dejes con la interrogante. -Guiñé un ojo, volviendo a tamborilear los dedos - ¿Hazlo por nuestra reciente amistad? ¿Por tus futuros hijos?- Estaba de broma, pero Kurt me empezaba a caer bien, unas pequeñas bromas no caerían mal.

Comencé a reírme, lo cierto es que no podía parar, primero con lo de Casanova, ciertamente no iba mal desencaminado, me gustaban las mujer y sobre todo su compañía. Me había crido en un burdel en el que todas las mujeres del lugar me mimaban, cierto es que acabe fuera pronto y hasta viviendo en la calle pero las vivencias y las costumbres de la niñez difícilmente se olvidan.

Lo cierto es que Esteve tenía un tono de voz, una forma de hablar…algo que dejaba un regusto a canción, parecía que cantaba cuando hablaba…más o menos. Eso hacía que sus bromas me resultasen aun más graciosas. Llego la sopa y apenas probé bocado, me costaba.
La comida no nos salió gratis pues Inés, la camarera, me cobró los veinte centavos que costaba pero si nos invito dos trozos de pan. Cogí el mío e intente serenarme para poder disfrutar de mi sopa.

-Bien…me alegra saber que ya no tienes secretos para mí- yo también bromeaba- Bueno, he trabajado toda mi vida en la calle, de actor itinerante. Estuve aquí y allá interpretando a príncipes malcriados, héroes épicos y nobles valientes.- me encogí de hombros y mordí mi pan- Créeme es una profesión entretenida- dije con la boca algo llena. Me comentó que hacía tiempo que no comía algo así, sonreí.- La madre de las gemelas es la que cocina y lo hace como nadie ciertamente.

Aunque la sopa estaba tremendamente caliente eso no me frenaba demasiado, fuera hacia mucho frío y casi era un alivio meterse algo cálido en el cuerpo.

-Por eso se que si me casase lo haría con Inés- la señale con la mirada y me reí- no es tan santa como parece… su padre no hace más que echar a hombres de su local pero lo cierto es que ninguna de ellas es inocente- Me reí entre dientes. Me estire un poco en la silla, me sentía muy cómodo con aquel joven, parecía que nos conociésemos de siempre.

-Cambiando de tema… ¿Dónde me harás el retrato? Y algo más importante aun ¿Cuándo?-me reí, realmente no esperaba a que cumpliese, muchas veces prometemos cosas sin pensarlo muy bien, tampoco me ofendería si no lo hacía a decir verdad, los lienzos no son baratos.

Le escuché con atención mientras comía la deliciosa sopa. Me sorprendí mucho cuando le escuché decir que era actor itinerante. De todas las profesiones que pude haber imaginado - independientemente de la de músico - Jamás pasó por mi cabeza que lo fuera. Bien, a veces nos llevábamos gratas sorpresas y aquella era una de ellas. Ahora podía comprender el por qué teníamos una especie de química. Dentro de diferentes rangos, ambos éramos artistas como bien me referí a él hacía pocos minutos; teníamos muchas cosas en común.

-¿Tendré alguna vez la oportunidad de verte actuar? ¿Estás presentando actualmente algún espectáculo?-Dos preguntas lanzadas al aire mientras la sopa iba desapareciendo finalmente del tazón muy a mi pesar, porque no estaba en posición de pedir un segundo plato. La invitación había sido únicamente para comer sopa, yo me tomaba las proposiciones literalmente de manera seria.

Volví a sonreír cuando la plática retornó hacia el tema: Gemelas y comida.

-Las conoces muy bien, demasiado diría yo. -Guiñé el ojo mientras llevaba la última cucharada a mi boca- Al juzgar por el intercambio de miradas y los enrojecimientos, puedo jurar que se han acostado en más de una ocasión-. No quería ser demasiado atrevido respecto a su vida personal cruzando la línea, pero el comentario lo creí justo, oportuno.- Son muy guapas, de esas bellezas que pocas veces tienes oportunidades de disfrutar. Eres un hombre con suerte...

Limpié mis labios una vez más, antes de que la mesera retirara el plato regalándome una brillante sonrisa, preguntando a su vez si deseaba ordenar algo más. Negué, si bien el hambre continuaba, podía soportar pasar la noche. No quería abusar de la amabilidad de mi acompañante.

-Respecto al retrato... -Tomé aire, para luego dejarlo escapar lentamente por mi nariz- Mucho depende de ti. Bien podría hacerte un retrato a carboncillo que no me llevaría más allá de media hora. Algo sencillo... -Le observé fijamente tratando de visualizar su mejor ángulo -. Pero si soy honesto, me gustaría aprovechar tus cualidades físicas. Tienes buena estatura, eres buen mozo... Un cuadro al óleo sería una oportunidad que no puedes dejar escapar. Dejo la decisión en tus manos, dejando en claro, que sería un obsequio.

Un trabajo de tal envergadura, me llevaría mucho más tiempo y recursos - que no tenía por el momento - pero ya me las arreglaría. Kurt tenía la última palabra. Guardé silencio esperando su respuesta, mientras los olores de la comida jugaban conmigo.

Mientras me iba terminando la sopa lanzo varios comentarios y preguntas, no paraba y lejos de desagradarme, pues me complacía su conversación fluida y sus pocos remilgos a la hora de preguntarme algo. Es lo mejor.
De repente supe que quería ser su amigo, surgió sin más, me caía muy bien y nos tratábamos como si nos conociéramos de toda la vida, era agradable, así que decidí que lo incluiría en mi círculo.

-Contestado a tu primera pregunta…de momento no estoy en ninguna Trope pero eso es solo porque estoy formando la mía propia- moví las cejas- estuve fuera de París un tiempo y perdí mi trabajo en la compañía teatral en la que estaba así que decidí crear la propia.- Llame con la mano a la camarera y esta vez vino la hermana de Inés, Catalina, le pedí dos cervezas grandes.- Si algún día te apetece puedo enseñarte nuestro trabajo, aun estamos empezando y todos son bastante novatos pero promete- sonreí

Las cervezas no tardaron en llegar, era un raro contraste con la sopa caliente pero la cerveza tiene la capacidad de llenar el estomago fácilmente, en mi imaginación un tanto infantil creía que se debía a la espuma, que todas esas diminutas bolas de aire se concentraban en el estomago y conseguían llenártela.

-Con respecto a Inés…solo fue un par de veces pero te aseguro que ella no tiene mayor interés en mi que el que pueda tener por otro muchacho cualquiera- le di un trago largo a mi bebida- incluso a ti ya te hace ojitos- me reí- una vez me dijo que no pensaba casarse, no quería ser la sirvienta de nadie y que con tantos chicos guapos que pasaban por aquí para admirarla seria tonta si lo hiciera- bebí más – así que mi supuesta boda con ella es un tanto imposible- me reí nuevamente, no pensaba en Inés como en una mujer de casa, a pesar de sus dotes para la cocina, su cara de niña buena y su coquetería era una chica bastante independiente que sin dudarlo te daba la patada, como me hizo a mí en su momento.

-Bien lo siguiente es el tema que me interesa-sonreí de oreja a oreja- lo que sugiera el artista, sin duda un oleo es algo que no se puede rechazar, seria idiota si lo hiciese y más si es un obsequio- bebí- pero...no quisiera abusar de tu amabilidad, no por nada son los burgueses y no los actores como yo los que se hacen retratos de ese tipo- y era cierto, en aquella época ni la que fuera la nobleza más encopetada de todos los tiempos se podía permitir ahora retratos, solo los burgueses más ricos con aires de grandeza hacían ese tipo de pedidos- la decisión te la dejo a ti, que eres el artista, aceptare lo que me ofrezcas

Mis ojos se iluminaron y mis oídos pitaron al escuchar que una deliciosa y espumosa cerveza venía en camino. ¡Cigarrillo, plato de sopa y cerveza! ni más ni menos, hacía tiempo ya que alguien había sido lo suficientemente generoso para con mi persona, por consiguiente, el retrato al óleo estaba más que justificado. Poseía un lienzo virgen en aquel ático que me servía como refugio, algunas pinturas sobrantes... Me disgustaba el recordar aquel trabajo fracasado con el burgués que jamás pago por su cuadro, pero vamos, que con los excedentes del único pago anticipado que me otorgó en su momento, pude proveerme de algunos pinceles y cosas de "artistas" que nunca están de más. Lo estaba guardando para cuando se presentara otra oportunidad jugosa, pero... No me importaba, Kurt parecía un buen tipo y yo era un hombre de palabra.

-Me encantaría conocer tu trabajo, pero sólo observar, no creo que yo pudiera formar parte de una compañía de teatro salvo como "escenografía" ya sabes: Cómo un árbol o como un cupido tocando el arpa sostenido por una cuerda, volando por todo el escenario - Solté una carcajada al imaginar la escena -. Disculpa pero eso sería muy gracioso... -. Tomé el tarro de cerveza probándola discretamente. Todo un gusto al paladar, la encontraba completamente deliciosa como... Como el sujeto que acababa de traspasar la puerta, sentándose a pocos metros de nosotros. No le despegué la mirada hasta que me dio la espalda. Ésas eran las clases de situaciones que me dejaban desconcertado. Gustaba de las mujeres, y al parecer también de los hombres; era algo que aún no tenía definido: Si decantarme por ellas o por ellos.

-¡Salud! - alcé la cerveza, olvidándome del hombre apuesto -. ¡Por nuestra recién adquirida sociedad! -acerqué mi bebida para chocarla con la de mi benefactor. Si otras fueran las circunstancias, la habría bebido de un sólo golpe, más no quería parecer mal educado ni desesperado (que de las dos tenía bastante, pero por mera distracción, así era yo, distraído) -Olvidemos un poco el tema: Mujeres y pongámonos serios - tosí un poco, porque en realidad el ponerme serio no se me daba mucho. Una vez empezaba conocer a alguien y había empatía, me gustaba hablar, hablar y hablar-. Si no tienes nada mejor que hacer, si tu valioso tiempo te lo permite, me gustaría invitarte a mi estudio. No... es un estudio en sí - rectifiqué de inmediato -Es el lugar que me han prestado para vivir. Trabajo en una tienda de muñecas - rodé los ojos - Pero el dueño me permite vivir en la parte superior, una oferta que no pude dejar pasar, entonces, si tú quieres podemos ir después de apurar la cerveza ¿qué me dices?

Esperaba que dijera que sí; la mayor parte del día la pasaba aburrido mientras la tan ansiada inspiración llegaba, sumado a eso, el muñequero tenía días de no aparecerse por la tienda, así que un poco de compañía no me haría nada mal.

Casi echo parte del liquido que tenía en la boca por su comentario de que mejor se le daría ser un árbol. Me reí a carcajadas con él, sin embargo eso me dio una idea interesante…pero antes de que pudiese abrir la boca para comentárselo el ya había cambiado de tema, se aclaro la garganta y se puso serio, eso me sorprendió ligeramente y también adopte una actitud seria, seguramente querría hablarme del tema del cuadro.
Así era, se decanto por hacerme un retrato a oleo, he de admitir que era lo que quería desde el principio pero no podía exigir algo así, así que cuando él se ofreció sonreí de oreja a oreja ¡tendría un cuadro! Para mí, de mí. Era estupendo.
Evite mostrarme más efusivo aunque por dentro estaba muy emocionado. Me hablo de su estudio, que no era un estudio, de su trabajo en una tienda de muñecas, de todos los oficios que podría haber elegido ese era el que menos podías esperarte de alguien como él.

-Perfecto- le di un trago largo a mi jarra pero parecía ser un pozo sin fondo- En cuanto nos terminemos esto pongámonos en camino, ahora mismo no tengo nada que hacer así que perfecto.

Era martes, acababa de de hacer los castings no había casi nada organizado así que tenía bastante trabajo pero podía retrasarlo un día, ser partícipe de una pintura no era algo que ocurriese muy a menudo y menos a gente como yo. Todo lo demás podría esperar.

Me termine mi jarra sin más demora, como predije termino de llenarme el estomago, lo sentía hinchado y solté un eructo bastante disimulado, sonreí y me sonroje, no solía pasarme y ese tipo de cosas me avergonzaban un poco.

-Bueno, yo ya estoy listo para la siguiente parada- Deje las monedas justas para pagar toda la cuenta, cogí mi chaqueta gris de bolsillos mágicos y me puse de pie- ¿por dónde vives? – Nos preparábamos para salir.

Fuera el sol se había escondido detrás de unas nubes espesas. Parecían de tormenta, después de la mañana tan agradable que había estado haciendo era una lástima que de pronto se pusiese a llover, pero bueno, así era París.

Nos pusimos en marcha y sin previo aviso las gotas empezaron a caer, al principio tímidas y temerosas y poco a poco fueron tomando confianza hasta dominar el escenario.

-Será mejor que corramos- Propuse a mi acompañante y tomamos el camino hacia la tienda de muñecas.

-Perfecto, terminemos la bebida y partamos, no hay tiempo que perder.

Apuré la cerveza dando algunos tragos grandes y sustanciosos. Esto ocasionó que también mis entrañas se llenaran de espuma. A Kurt pareció ocurrirle lo mismo, entonces - para evitarle el bochorno o al menos aligerarlo - hice lo mismo, dejando salir gran un eructo de mi ronco pecho.

-Más vale afuera que adentro, siempre lo he dicho.- Le sonreí, no tenía por qué guardar las apariencias, puesto que era una reacción netamente natural, además estábamos en confianza-. La próxima vez, tu serás mi invitado. Esteve Sa-Michelle sabe ser agradecido y nunca olvida un favor.- Acomodé la guitarra sobre mi espalda como tenía acostumbrado-. Vivo justo en el centro, aunque hacia adentro de una callejuela poco transitada. No está a la vista, si me doy a entender- Me encogí de hombros- Sólo los clientes frecuentes saben cómo llegar. Publicidad boca a boca, la tienda de muñecas es un establecimiento muy peculiar, ya te darás cuenta de lo que hablo.

Salimos a la calle, donde una gélida ventisca nos recibió de frente, recordándonos que el invierno era implacable y que nunca descansaba, oprimiendo a los menos favorecidos.

-Brr, creo que hace más frío que cuando llegamos. Apuremos paso, no quiero que se me congelen las... Ideas. -Bromeé.

Le conduje a través de varias cuadras angostas y pequeñas si queríamos llegar en una sola pieza, debíamos evitar chocar con el viento que soplaba al sur, y nosotros nos dirigíamos hacia el norte. Aquel cuadro de la ciudad me lo sabía como la palma de mi mano.

-Es ahí. - Señalé con un dedo- ¡Vamos, que ya no soporto el frío! - Una vez tuvimos la puerta en frente, me revolví en mi lugar. Saqué el manojo de llaves que estaba helado. Para mi mala suerte se me cayó de las manos en un par de ocasiones haciéndome gruñir, pero finalmente pude abrir y cerrar la puerta inmediatamente después de entrar para evitar que el aire frío se colara al interior.

-¡Uf! Vaya clima. - me froté las manos- No da tregua, pero ya hemos llegado, al fin. ¿Qué te parece?- Me refería a las decenas de muñecas colocadas estratégicamente por todos los rincones, desde las más pequeñas y menos costosas, hasta las mas ostentosas y de buen tamaño.


-He pasado tanto tiempo aquí, que ya les he puesto un nombre a cada una de ellas. Ésta por ejemplo se llama Gertrude - La levante de su lugar y tomé su pequeña manita-. ¡Hola Kurt! un placer tenerte en la tienda - fingí voz de "muñeca" dejándola nuevamente en su sitio, acomodando su vestido-. Ésta otra se llama Corinne, aquella otra Sophie y .. En fín, paso mucho tiempo solo, en algo debo entreneterme... Bien sígueme, es por aquí.

Le llevé hacia la parte trasera de la tienda, donde se encontraba el taller de creación y reparación de muñecas. Al final se encontraban las escaleras de madera para subir a la parte de arriba donde yo vivía. Era un ático bastante amplio y acogedor, al menos a mí me lo parecía. Le adorné a mi "estilo" con todo lo que encontré dentro de un viejo baúl, volviendo el espacio más personalizado y exótico.

-¡Tachán! Bienvenido a mi estudio improvisado. Disculpa el desorden, no me ha dado tiempo de asear - Había pinceles, hojas pautadas, ropa, y algunos cachivaches más esparcidos por todos lados y hasta el fondo una cama de una sola pieza.- Toma asiento donde puedas - susurré apurado, recogiendo todo - Mientras yo poco ésto un poco más decente. No suelo tener visitas, tú comprenderás...

Hice lo mejor que pude, y me eché a su lado para tomar un poco de aire después de acabar de recoger.

-Aquí es donde mis locas ideas cobran vida - le miré serio- Aquí es donde tendrás que posar para mí cada cierto tiempo. Por el muñequero - hablaba de mi jefe por supuesto- Está de viaje y tardará algunas semanas en volver- suspiré- ¿Y bien? ¿Qué opinas? - estaba ansioso por que me diera su punto de vista, ya fuera para bien o para mal.

El mal tiempo nos persiguió por allí por donde nos metíamos, menos mal que el sitio al que me llevaba no estaba muy lejos, unas cuantas calles a paso ligero y ya.
Esteve parecía un poco nervioso, las llaves se le cayeron un par de veces y al llegar empezó a hablarme sin parar y enseñarme toda la tienda, no es que eso me molestase, más todo lo contrario, me hizo sonreír.

Esteve era muy particular, lo supe desde el momento en que le vi con aquel atuendo extraño sin pies ni cabeza , su forma sencilla de tomar confianza y si, he de admitir que el hecho de que le hubiese puesto nombre a todas las muñecas de la tienda solo conseguía reafirmar esa idea. En cualquier caso pasé y contemple la estancia con la boca entre abierta cada vez que miraba hacia las estanterías más altas , las cuales estaban repletas de muñecas. Bueno, todo estaba repleto de muñecas.

Sin mucho tiempo para entretenerme en aquel lugar que me había dado unas cuantas ideas para una historia que podría tornar en siniestras. Se me ocurría la vida de un hombre solo, dueño de una tienda de muñecas, que perdió a su única hija y….en fin, no es momento de pensar en eso pero me quedé con la idea para seguir masticándola más adelante.

Me llevó a través de unas escaleras hasta su “espacio personal” lo cierto es que era un lugar agradable, me gustaba el olor a pintura, libros y cuero. Como un huracán se puso a recoger todo lo que tenía por la habitación, le insistí en que no era necesario ya que a mi no me molestaba en absoluto pero el continuo, hablándome de que su jefe estaba fuera y de que debía ir más de una vez para que terminase el cuadro. Me esperaba algo así aunque no era del todo consciente del trabajo que implicaba y del mucho tiempo que tendría que pasar quieto desde ese momento, aún así era un precio mínimo que pagar por un autorretrato.

-Me gusta tu ático-era verdad, me gustaba y mucho-no deberías preocuparte por el desorden, si vieses el mio…-me reí haciendo la broma para que no se sintiese incómodo.-es muy acogedor y estaré encantado de volver más veces para posar-sonreí y me senté en el sofá que tenia- Bueno, yo estoy listo ¿qué debo hacer?-mire toda la estancia -¿dónde me pongo? Y sobre todo cómo-Me reí entre dientes, era un completo novato en todo eso y tenía muchas dudas, esperaba no molestarle con tantas preguntas pero no podía evitarlo.

No tarde mucho en ponerme en pie, huvo algo que llamó mi atención, unos lienzos cubiertos en una parte de la habitación.

-¿Qué son estos lienzos? ¿Son cuadros tuyos?- tenía muchas ganas de desparlos y husmear pero no me parecio educado -¿podría verlos? –quiza simplemente era lienzos en blanco pero ya me había picado la curiosidad.

Sentí un poco de congoja cuando me pidió ver algunos cuadros que estaban cubiertos. Eran cuadros a medio terminar que jamás fueron liquidados y que simplemente se quedaron ahí, ocupando espacio recordándome que la vida era una desgraciada conmigo. Medité un par de segundos antes de volverme a levantar e ir hasta su encuentro, destapando el primero:

-Por supuesto, aunque faltan detalles. - negué desairado - Mira, éste por ejemplo iba a ser para una mujer encopetada que sólo quería verme el torso desnudo - Me encogí de hombros - Le gustaba que me quitara la camisa para así poder ella... Inspirarse y quedarse quieta todo el tiempo. Aceptaba sólo porque la paga era buena y la comida estaba para chuparse los dedos. Dejé de ir en cuanto quiso intimar conmigo. Era gorda, casi calva y demasiado parlanchina. No era mi tipo - Le guiñé un ojo - Éste otro más - Destapé el segundo en turno - Era para una niña de cinco años que, lamentablemente falleció antes de poder terminarlo. Un suceso lamentable ciertamente, y no he querido terminarlo aún por obvias razones aunque tampoco quiero deshacerme de él. No sé si me entiendes artista. -Suspiré - En cuanto a tu persona y respondiendo a tus muchas preguntas - Bromeé - Puedes hacer lo que quieras y ponerte como quieras, incluso te doy permiso para que deambules por todos los recovecos. Estoy seguro de que podré captar tu esencia aunque estés en movimiento. -Sonreí con franqueza, era la verdad - Tú déjame todo a mi, ya verás que te vas a sorprender con los resultados.

Esteve levanto las telas dejando al descubierto los lienzos que tanta curiosidad me habían causado al principio, me enseño dos de ellos, el primero de una mujer poco agraciada que por lo visto tampoco tenía buenas intenciones y el segundo de una niña que había fallecido. Aquellos trabajos parecían entristecerle, realmente un trabajo inacabado atormenta a cualquier artista.

Me dijo que podía deambular por la habitación, que eso no supondría un problema para él y su trabajo, ciertamente eso me alegro, el mero hecho de pensar que tenía que estar quieto como una estatua me agobiaba, aunque…podría seguir el ejemplo de la mujer y pedirle que se quitase la camisa para aguantar…me reí dentro de mí y me sonroje un poco por aquel pensamiento. Hasta ese momento no había pensado en Esteve de esa forma…y tampoco me interesaba mucho hacerlo, aunque él sí que era mi tipo.

-Está bien…intentaré no moverme demasiado de todas formas- Me acerque a una de las ventanas de la estancia y descubrí París desde otra perspectiva. Podía ver los tejados de tejas naranjas y algunos de madera, a la gente caminando siempre con prisa y a los niños perseguir los carruajes.
Me gire para ver lo que hacía Esteve, como se preparaba y demás. Era curioso pero nunca había conocido a un pintor y sentía verdadero interés por saber cómo trabajan. Había escuchado varios rumores e historias sobre como conseguían captar la realidad de aquella forma tan perfecta. Alguien me contó que utilizaban la luz del sol, que la encerraban en una caja de madera y que dentro se formaba la imagen que tuviesen delante, parecían cuentos para niños, aun así y aunque jamás lo admitiría, pensaba que se podía hacer algo así.
Me senté en el alfeizar de la ventana esperando.