AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Smoke and Mirrors · Libre ·
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Smoke and Mirrors · Libre ·
Era fascinante el límite que podía llegar a tener la vanidad humana. Todos querían más y más sin importar lo que conllevaba el exceso, no sólo hablándose del gusto por el beber y el tragar como si al día siguiente lo fuesen a sacrificar. Nadie entendía el gusto por lo sutil, por lo naturalmente fragante, por lo nuevo, por lo recién hecho, por una pizca de todo aquello que se desea a expensas de que todo se te puede ir de las manos; eso, era la esencia de la vida. Muchos nos tachaban de monstruos y aunque tampoco andaban mal encaminados, esa misma faceta era la que nos hacía disfrutar más intensamente de lo banal, de lo supérfluo, de aquello que nadie percibía al estar completamente cegados por la ostentosidad.
Quizás fuera su modo de ver la vida sin filtro alguno, quizás fuese por su pasado lleno de atrocidades y su nueva faceta de confesor que le hacía estar junto a Amanda y a su vez, sin pretenderlo siquiera, diese a entender al mundo que no era alguien amistoso; pero siempre tuviese esa pizca de cordialidad que dejaba mostrar -tan sólo por el simple hecho de agradecer- a Amanda todo lo que había hecho por él, tratando de salvarle, de hacerle ser un hombre un tanto más civilizado, en lugar de dejarle destruirse a sí mismo.
9:45 post meridian
Teatro de París
Teatro de París
El carruaje color caoba paró a los pies de las escaleras que daban entrada al teatro. Allí, muchos de los asistentes conversaban con algunos conocidos, pues bien era sabido que aquellas galas no eran más que reuniones entre personajes de alto status y alguna que otra compañía agradable a la vista, que no dejaban sinó una estela de belleza entre tanto ego. Un muchacho que no tendría más de 20 años le abrió la puerta del carruaje con falsa cortesía, a lo que Orn respondió con un: "Hazte un favor y cambia de trabajo" sereno, sin apenas mirarle. Bien en su voz podría notarse a la perfección que lo decía de buen agrado, por el simple hecho de tener que aguantar tanta hipocresía junta, aunque tanto su voz como sus rasgos le hicieran difícil la tan sola idea de crear un ambiente armónico.
¿Por qué estaba allí? Bien era sabido que él prefería un salón vacío, ruinoso, lleno de ecos, para así sentirse cómodo con sus propios demonios sin temor al qué dirán o por el simple hecho de no tener que soportar a nadie más que no fuese él mismo así como prefería el simple bullicio de una taberna, en la que cualquiera que hubiese allí dentro actuaría tal y como le viniese en gana, como si aquel lugar fuese un santuario para las almas perdidas de aquellos que no encajan en la sociedad parisina.
Siendo quién era, no era mundialmente conocido, pero su trabajo consistía en aconsejar a la reina de los países bajos y por lo tanto, debía mantener ciertas relaciones puntuales con gente que creía divertido invitarle a una mísera obra de teatro. Pese a su innegable y brutal sinceridad, él era tachado de ser un hombre tosco y no era más que un error el pensar que a un hombre de su calaña, no pudiesen gustarle las más hermosas muestras de arte, que bien no se limitaban a las que la mayoría de la gente solía conocer. Orn subió las escaleras y se adentró engalanado al patio de butacas; allí le dieron instrucciónes de por dónde tenía que subir a su palco, pero para él, aún era muy pronto para que la obra empezase.
Ørn Fridrikson- Vampiro Clase Alta
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Re: Smoke and Mirrors · Libre ·
I am all there is to know
I am all that you've forgotten
I am dressed in tragedy
I am by design immortal
Old as all you feel
Old as all the world around you
― Stone Sour, reborn
I am all that you've forgotten
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Old as all you feel
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― Stone Sour, reborn
Aún se cuestionaba la razón por la que había aceptado ir, si claro, un título de nobleza exigía su presencia en muchos de los eventos de caridad y otro tipo de beneficencias, inclusive uno en los que claramente, el beneficiado no tenía nada de necesitado.
Ella no era una persona recatada, sencilla, vamos que de humilde no tenía un pelo, pero al menos era honesta, no soportaba la hipocresía ni la falsedad en palabras huecas, sonrisas canales y contacto físico innecesario ¿que había de malo en mantener distancias? ¿en el espacio vital y personal tan importante?, pero claro, tenía obligaciones y un nombre que mantener tal como sus abuelos -o intentar hacerlo-
Su mirada se movía al compás del paisaje, quizás de una manera mas lenta y borrosa, pero intentando mantener su mente serena, preparándose para la noche que le esperaba. El carruaje se detuvo a la entrada del teatro, Mara descendió del vehículo, y entre en el recinto, el piso de mármol y las paredes adornadas con filamentos de oro, los candelabros colgando y la tenue luz alumbrando, un espacio hermoso sin duda pero que los ecos y murmullos lo ultrajaban por completo.
Inclinó un poco la cabeza, dibujando una pequeña sonrisa cuando uno de los acomodadores le indicó el camino a seguir para llegar a su palco ―No es necesario, conozco el camino - sus abuelos siempre se esforzaron en sus modales, a pesar de que ella nunca hubiera estado de acuerdo en formar parte de la gran masa de falsedad llamada sociedad.
Las escaleras que conducían a los palcos privados, aquellas que no estaban por la sala baja, se formaban por pasillos pequeños y sin tanto alboroto, un poco mas silenciosos, para Mara, aquello era un deleite. Se quedó parada en el pasillo, justo frente a la pesada cortina de terciopelo negro rojizo que daba entrada al palco ¿quería entrar? en realidad no, no quería, se giró, ni siquiera escuchó otros pasos ―Aghn.... - se quejó por el ligero empujon haciéndose hacia atrás.
Ella no era una persona recatada, sencilla, vamos que de humilde no tenía un pelo, pero al menos era honesta, no soportaba la hipocresía ni la falsedad en palabras huecas, sonrisas canales y contacto físico innecesario ¿que había de malo en mantener distancias? ¿en el espacio vital y personal tan importante?, pero claro, tenía obligaciones y un nombre que mantener tal como sus abuelos -o intentar hacerlo-
Su mirada se movía al compás del paisaje, quizás de una manera mas lenta y borrosa, pero intentando mantener su mente serena, preparándose para la noche que le esperaba. El carruaje se detuvo a la entrada del teatro, Mara descendió del vehículo, y entre en el recinto, el piso de mármol y las paredes adornadas con filamentos de oro, los candelabros colgando y la tenue luz alumbrando, un espacio hermoso sin duda pero que los ecos y murmullos lo ultrajaban por completo.
Inclinó un poco la cabeza, dibujando una pequeña sonrisa cuando uno de los acomodadores le indicó el camino a seguir para llegar a su palco ―No es necesario, conozco el camino - sus abuelos siempre se esforzaron en sus modales, a pesar de que ella nunca hubiera estado de acuerdo en formar parte de la gran masa de falsedad llamada sociedad.
Las escaleras que conducían a los palcos privados, aquellas que no estaban por la sala baja, se formaban por pasillos pequeños y sin tanto alboroto, un poco mas silenciosos, para Mara, aquello era un deleite. Se quedó parada en el pasillo, justo frente a la pesada cortina de terciopelo negro rojizo que daba entrada al palco ¿quería entrar? en realidad no, no quería, se giró, ni siquiera escuchó otros pasos ―Aghn.... - se quejó por el ligero empujon haciéndose hacia atrás.
Mara Beaumont- Realeza Francesa
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Re: Smoke and Mirrors · Libre ·
Y justamente se econtró con una muchacha. En el momento y lugar precisos, pretendiendo irse sin siquiera haber entrado aún.
Orn se quedó parado en el mismo lugar, observándola entre el leve murmullo que inevitablemente se podía escapar de las rendijas de aquella madera que cubría todo aquel palacio del arte. No pudo evitar admirar en ella desde el color de su cabello, hasta la luz que desprendían aquellos ojos negros, imposible de pensar siquiera. El impulso fué encerrarla en aquel palco y deleitarse con cada respiración suya hasta que el último aliento saliese vigoroso entre sus suaves labios. Pero hasta él, sabía que el esperar al momento oportuno era mejor que disfrutar del segundo más brutalmente excitante de todos. Esperar, cualidad rara en él, que solía manejarse del modo más directo y sincero de todos.
- Cualquiera diría que le asusta lo que hay ahí dentro. - Comentó con voz serena y aterciopelada, dejando muy en claro que no estaba ahí sino de forma cordial, aunque su porte era regio y sus formas eran relajadas, no más que ejercitando aquella educación que con el paso de los siglos logró domar así como a su bestia no interior sino exterior.
- Dicen que es uno de los mejores lugares desde dónde ver la obra, aunque discrepo. - Orn sabía mucho más de lo que siempre decía, dejando un salvaje y agradable espacio para el misterio que escondían sus saberes. Como ya sabía, el teatro era ya muy viejo y aunque fueron pocas las ocasiones en las que se vió asistiendo, sabía de cada rincón que tan sólo el hombre que la construyó así como dibujó sus planos, era conocedor de tales recovecos.
Un muchacho, apresurado, se acercó por el estrecho pasillo para llevarles lo que serían dos copas de Chardonay y un cuenco de cerezas. Orn le miró con notable desagrado por la interrupción y tomó lo que era para ellos, yéndose el muchacho por dónde hubo venido. Su mirada volvió a coincidir con la de la muchacha, dejando un espacio lo suficientemente cómodo tanto para él como para ella, ya que no le gustaba el acercamiento en exceso.
- Usted decide, aunque siendo la hora que es y que afuera está arreciando de frío, dudo de que tenga mejor lugar que compartir con alguien. - muy lejos de querer sonar tosco ni descarado, Orn siempre decía las cosas tal cual le venían a la boca sin filtros ni nada parecido a la usual hipocresía de los altos arcos franceses. Bueno, en realidad, en cualquier reino habían tipos y excepciones, y aquella muchacha había logrado captar su atención desde el segundo en el que vió sus pestanas revolotear cual mariposa en busca de ansiado nectar.
Orn se quedó parado en el mismo lugar, observándola entre el leve murmullo que inevitablemente se podía escapar de las rendijas de aquella madera que cubría todo aquel palacio del arte. No pudo evitar admirar en ella desde el color de su cabello, hasta la luz que desprendían aquellos ojos negros, imposible de pensar siquiera. El impulso fué encerrarla en aquel palco y deleitarse con cada respiración suya hasta que el último aliento saliese vigoroso entre sus suaves labios. Pero hasta él, sabía que el esperar al momento oportuno era mejor que disfrutar del segundo más brutalmente excitante de todos. Esperar, cualidad rara en él, que solía manejarse del modo más directo y sincero de todos.
- Cualquiera diría que le asusta lo que hay ahí dentro. - Comentó con voz serena y aterciopelada, dejando muy en claro que no estaba ahí sino de forma cordial, aunque su porte era regio y sus formas eran relajadas, no más que ejercitando aquella educación que con el paso de los siglos logró domar así como a su bestia no interior sino exterior.
- Dicen que es uno de los mejores lugares desde dónde ver la obra, aunque discrepo. - Orn sabía mucho más de lo que siempre decía, dejando un salvaje y agradable espacio para el misterio que escondían sus saberes. Como ya sabía, el teatro era ya muy viejo y aunque fueron pocas las ocasiones en las que se vió asistiendo, sabía de cada rincón que tan sólo el hombre que la construyó así como dibujó sus planos, era conocedor de tales recovecos.
Un muchacho, apresurado, se acercó por el estrecho pasillo para llevarles lo que serían dos copas de Chardonay y un cuenco de cerezas. Orn le miró con notable desagrado por la interrupción y tomó lo que era para ellos, yéndose el muchacho por dónde hubo venido. Su mirada volvió a coincidir con la de la muchacha, dejando un espacio lo suficientemente cómodo tanto para él como para ella, ya que no le gustaba el acercamiento en exceso.
- Usted decide, aunque siendo la hora que es y que afuera está arreciando de frío, dudo de que tenga mejor lugar que compartir con alguien. - muy lejos de querer sonar tosco ni descarado, Orn siempre decía las cosas tal cual le venían a la boca sin filtros ni nada parecido a la usual hipocresía de los altos arcos franceses. Bueno, en realidad, en cualquier reino habían tipos y excepciones, y aquella muchacha había logrado captar su atención desde el segundo en el que vió sus pestanas revolotear cual mariposa en busca de ansiado nectar.
Ørn Fridrikson- Vampiro Clase Alta
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Re: Smoke and Mirrors · Libre ·
“When one with honeyed words
but evil mind persuades the mob,
great woes befall the state.”
― Euripides, Orestes
but evil mind persuades the mob,
great woes befall the state.”
― Euripides, Orestes
Los ojos cerrados y el ceño fruncido, aquella expresión de molestia y desagrado comenzaba a formarse en su rostro cual costumbre ante lo inesperado o el roce no anunciado, levantó la barbilla con las palabras pegadas en sus labios listas para salir como reproche. Pero al abrir los ojos, su vista reparo en aquel hombre frente a ella, y su mente se puso en blanco. Era diferente, físicamente sobresalía al resto de caballeros, pero era algo mas, quizás el aroma, el timbre de su voz, el aura que desprendía, fue lo que la hizo quedarse con los pies clavados en el suelo con las palabras regresando por su garganta.
No fue capaz de siquiera retobar a aquella afirmación ¿miedo? de pronto no estuvo tan segura de no tenerlo. Intentó desviar la mirada, no mostrar interés, alejarlo como era su costumbre, ser déspota y orgullosa, pero solo consiguió balbucear un quedo ―No - y respirar profundo al final de la respuesta sin estar segura de que aquello fuera por completo verdad.
Mara se destacaba por su carácter fuerte, por la determinación de sus actos, por no quedarse callada bajo ninguna circunstancia, en estos momentos, se desconocía a si misma. Volvió a escuchar ese timbre de voz tan peculiar, solo entonces, se sintió totalmente libre como para desviar la mirada hacia el pesado telón, como si aquel simple acto le permitiera ver a través de la tela; desde niña había visitado el teatro, y sabía que aquello era mentira, no había mejor lugar que en las vigas del escenario, pero aquello se lo quedó para ella, como un recuerdo agradable de su infancia.
Aquel mozo -no mas grande que ella- pareció romper con el aura enrarecida y misteriosa, algo que le hizo sentir una opresión en el pecho ¿de que se preocupaba? no pudo mantener la vista alejada de la extraña y cuando fue consciente de ello, ya se encontraba observando a detalle cada movimiento de aquel hombre, la manera en como se hizo de las copas y el pequeño cuenco, tan elegante, sin derramar una sola gota y apenas agitando el líquido en el interior de la cristalería.
Ladeó la cabeza un poco y enarcó la ceja ante aquella propuesta oculta ¿lo era? ―Acaso ¿es eso una invitación monsieur? - se sorprendió a si misma por el tono tan ingenuo y meloso que había utilizado, siempre había sido la primera en criticar a esas doncellas de su edad que se emocionaban ante la proposición de alguna galante caballero, con el rubor en sus mejillas y la risilla tan exasperante, ahora, se sentía igual que ellas. No fue sino segundos después, que cayó en cuenta de su pregunta ¿y si solo había sido un comentario? bien podía haber asistido acompañado, bien podía solo ser amable ¿por que le interesaba su respuesta y preocupaba su reacción? sintió una sensación de calor subiendo por su cuello hasta sus mejillas ¿estaba sonrojada? ―Yo... me refiero... - por primera vez, se quedó sin palabras.
Una campanada sonora se escuchó retumbando en las paredes del lugar, el primer aviso para los asistentes para que fueran tomando precauciones y estuvieran atentos al momento de las demás llamadas que anunciarían por fin el inicio del evento, mismo anuncio que dio la pauta para que Mara saliera de aquella situación, o al menos lo intentara ―Creo que... - de pronto, la idea de recorrer la cortina no le pareció tan mala, al notar a lo que se refería en primer lugar, aquel palco sería compartido, sin embargo, tampoco le pareció una idea descabellada el frío del exterior si así lograba llamar su atención ¿eso quería? ―¿Alguna propuesta? - se dio por vencida, cerró los ojos y resopló con fuerza.
No fue capaz de siquiera retobar a aquella afirmación ¿miedo? de pronto no estuvo tan segura de no tenerlo. Intentó desviar la mirada, no mostrar interés, alejarlo como era su costumbre, ser déspota y orgullosa, pero solo consiguió balbucear un quedo ―No - y respirar profundo al final de la respuesta sin estar segura de que aquello fuera por completo verdad.
Mara se destacaba por su carácter fuerte, por la determinación de sus actos, por no quedarse callada bajo ninguna circunstancia, en estos momentos, se desconocía a si misma. Volvió a escuchar ese timbre de voz tan peculiar, solo entonces, se sintió totalmente libre como para desviar la mirada hacia el pesado telón, como si aquel simple acto le permitiera ver a través de la tela; desde niña había visitado el teatro, y sabía que aquello era mentira, no había mejor lugar que en las vigas del escenario, pero aquello se lo quedó para ella, como un recuerdo agradable de su infancia.
Aquel mozo -no mas grande que ella- pareció romper con el aura enrarecida y misteriosa, algo que le hizo sentir una opresión en el pecho ¿de que se preocupaba? no pudo mantener la vista alejada de la extraña y cuando fue consciente de ello, ya se encontraba observando a detalle cada movimiento de aquel hombre, la manera en como se hizo de las copas y el pequeño cuenco, tan elegante, sin derramar una sola gota y apenas agitando el líquido en el interior de la cristalería.
Ladeó la cabeza un poco y enarcó la ceja ante aquella propuesta oculta ¿lo era? ―Acaso ¿es eso una invitación monsieur? - se sorprendió a si misma por el tono tan ingenuo y meloso que había utilizado, siempre había sido la primera en criticar a esas doncellas de su edad que se emocionaban ante la proposición de alguna galante caballero, con el rubor en sus mejillas y la risilla tan exasperante, ahora, se sentía igual que ellas. No fue sino segundos después, que cayó en cuenta de su pregunta ¿y si solo había sido un comentario? bien podía haber asistido acompañado, bien podía solo ser amable ¿por que le interesaba su respuesta y preocupaba su reacción? sintió una sensación de calor subiendo por su cuello hasta sus mejillas ¿estaba sonrojada? ―Yo... me refiero... - por primera vez, se quedó sin palabras.
Una campanada sonora se escuchó retumbando en las paredes del lugar, el primer aviso para los asistentes para que fueran tomando precauciones y estuvieran atentos al momento de las demás llamadas que anunciarían por fin el inicio del evento, mismo anuncio que dio la pauta para que Mara saliera de aquella situación, o al menos lo intentara ―Creo que... - de pronto, la idea de recorrer la cortina no le pareció tan mala, al notar a lo que se refería en primer lugar, aquel palco sería compartido, sin embargo, tampoco le pareció una idea descabellada el frío del exterior si así lograba llamar su atención ¿eso quería? ―¿Alguna propuesta? - se dio por vencida, cerró los ojos y resopló con fuerza.
Mara Beaumont- Realeza Francesa
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Re: Smoke and Mirrors · Libre ·
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Orn curvó una de sus comisuras, embelesado por cada músculo que la muchacha movía con la gracia de una gacela. Su hablar meloso hizo que el vampiro entrecerrase los ojos pero no por aburrimiento o sospecha, sino por hacer compañía a la sonrisa que misteriosa se escondía entre sus labios. Definitivamente aquella noche aguraba un buen entretenimiento, ya que no había cosa que captase más su atención que una muchacha frágil, de aparente fortaleza y mirada feroz, entibiada por unos labios que invitaban a ser besados. Era ese el tipo de mujer que podría engatusarle por horas, sin temor a matarla, al igual que una obra de arte, ésta no debería ser dañada, aunque... ¿Por qué no admirarla? Podía imaginar sus labios manchados de la dulce fruta y cómo con cautela éstos serían limpiados con sus dedos. Quizás era una idea muy descabellada el que un vampiro tan cercano a su parte animal, quisiera ver cuánto podría aguantar en presencia de la muchacha de ojos negros, pero la tan sóla idea de compartir un segundo más en su presencia, se le antojaba, de todas, algo realmente excitante.
Pronto la obra hizo su llamado, dándoles a entender que en pocos minutos daría su tan ansiado comienzo. Era una de las obras más largas, por lo que la gente incluso llegaba a almorzar entre bambalinas. Sin embargo, tras el aviso, Orn decidió que aquel palco no sería el mejor lugar dónde comenzar la travesía, así que acercose a ella con la tan sóla intención de volver a cerrar la cotina y con un grácil gesto, quizás acercándose peligrosamente hacia ella, selló las cortinas con un cinto dorado, que daría a entender a los trabajadores del lugar que no querrían ser molestados. Una mera trampa que esperaba que la muchacha entendiese, ya que de seguir los caminos ocultos del teatro, de algún modo debían de no levantar sospechas.
- No se preocupe, no debería estar tan nerviosa en mi presencia, piense que soy alguien a quién tampoco le agrada la idea de ver las cosas con la misma perspectiva. - Su tono de voz era aterciopelado, profundo, meloso, dejando que el ambiente a su alrededor hiciese el resto para evitar que ella se sintiese incómoda. Orn, miró hacia el otro lado del pasillo para asegurarse de que no vendría nadie y con las mismas, empujó la pared desde la cual se abrió una puerta que serviría a los trabajadores para huir en caso de incencio o para proporcionar a los nobles muchachas jóvenes con quien pasar una excitante velada entre las aterciopeladas cortinas. Una de sus manos mantenía la puerta abierta a modo de invitación una, que deseaba que no fuese rechazada.
- Antes de que diga que no camina con desconocidos, le daré mi nombre. - Una trampa muy sutíl, mera palabrería que él gustaba de usar tan sólo cuando sabía que la recompensa merecería la pena. - Mi nombre es Orn, y ahora no aceptaré la escusa del desconocido, ahora, la desconocida sois vos para mí. - Dicho aquello, esbozó una sonrisa, que se veía hermosa aún cuando su rubia barba la medio escondiese. A cada segundo que pasaba, más interés ponía en aquella muchacha y cada vez menos la veía como un mero juguete. Nadie entendería tan bién como él el hecho de sentir aquella irrefrenable sensación que a la vez aplacaba con aquel misticismo que ponía en cada gesto, en cada sutil palabra. Nadie, nadie, sabría cuánto aguantaría el hecho de poder destrozar literalmente el teatro con ella, con su fragilidad, con su aura de infinito atractivo.
···
Ørn Fridrikson- Vampiro Clase Alta
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Re: Smoke and Mirrors · Libre ·
“Licence my roving hands, and let them go
Before, behind, between, above, below.”
― John Donne, The Complete English Poems
Before, behind, between, above, below.”
― John Donne, The Complete English Poems
Se sorprendió a si misma, mirándolo de forma persistente, como un niño que admira algo con deseo y emoción. Su corazón se detuvo, o al menos eso le pareció, en cuanto aquel sujeto se acercó a ella, la piel se le erizó e instintivamente cerró los ojos y entreabrió los labios a la espera.
La distancia entre ambos no era mucha, era a penas la suficiente para pasar por la obligada en cuanto reglas y normas, la espera se le hizo eterna, se obligó a abrir los ojos y respirar profundo, jalando el aire al interior de sus pulmones de la manera mas lenta posible, dolía demasiado. Tragó saliva al sentir la cercanía de su brazo y darse cuenta que estaba justo detrás de ella, giró la cabeza lentamente y miró de reojo el pesado telón en donde se suponía, la esperaban sus asientos.
De pronto, su corazón latió desbocado, aquel timbre de voz grave y rasposo le recordó a su cuerpo las mas básicas funciones biológicas para mantenerla con vida, el pecho le ardió, aunque quizás fue el calor del rubor subiendo hasta sus mejillas ―Usted... no me pone nerviosa - mentía, metía en demasía, pero contrario a cualquier otro tono utilizado con cualquier otra persona, esta afirmación denotaba inseguridad, duda. Una parte que Mara no sabía existía en ella.
Se sintió atrapada bajo su mirada y el sonido de su voz, hechizada por completo y sin ningún afán de querer huir, era un animal en la obscuridad que intenta refugiarse en la luz mas brillante del bosque, aunque sepa que el futuro a su llegada será incierto.
Aquella interacción resonó en su cabeza, se mareó por un segundo, pero fue completamente capaz de captar el nombre del caballero ―Orn... - repitió para si hasta dejarlo grabado con fuego en su memoria. Alzó de a poco la mirada, con nueva fuerza y seguridad, la tranquilidad la abordó en cuanto él dejó de ser un completo enigma. Esbozó una sonrisa, una sincera e infantilmente seductora, sin sarcasmo, sin egocentrismo, completamente desnuda y natural extendió la diestra hasta el borde contrario del marco de la puerta que Orn mantenía abierta para ella ―Mara, monsieur... mi nombre es Mara - una última mirada antes de adentrarse en aquel laberinto, pero no para revisar si alguien los vigilaba, no para arrepentirse en el último momento, sino para asegurarse que él venía tras de ella.
Le costó un tiempo que sus ojos se adaptaran a la obscuridad, los mantuvo cerrados, con la espalda recargada en una de las paredes de aquel estrecho pasillo; los conocía, sabía de su existencia, cuales eran mas usados y cuales estaban casi abandonados, los había recorrido, pero de eso hacía años y la mente juega con uno cuando al parecer se olvidan las cosas, no quería dar un paso en falso, además... quería dejar que fuera él quien la guiara a donde fuese que quería ―Sigo sin saber hacia donde tiene pensado ir, por lo que... - abrió con lentitud los ojos, frunciendo el ceño al forzar la vista, misma que buscaba aquel perfil cincelado y rubio matiz ―Por lo que creo que será mejor dejar que usted guíe - una sonrisa que, bajo la tenue luz que se filtraba entre los tablones, parecía la mas pura y angelical posible
La distancia entre ambos no era mucha, era a penas la suficiente para pasar por la obligada en cuanto reglas y normas, la espera se le hizo eterna, se obligó a abrir los ojos y respirar profundo, jalando el aire al interior de sus pulmones de la manera mas lenta posible, dolía demasiado. Tragó saliva al sentir la cercanía de su brazo y darse cuenta que estaba justo detrás de ella, giró la cabeza lentamente y miró de reojo el pesado telón en donde se suponía, la esperaban sus asientos.
De pronto, su corazón latió desbocado, aquel timbre de voz grave y rasposo le recordó a su cuerpo las mas básicas funciones biológicas para mantenerla con vida, el pecho le ardió, aunque quizás fue el calor del rubor subiendo hasta sus mejillas ―Usted... no me pone nerviosa - mentía, metía en demasía, pero contrario a cualquier otro tono utilizado con cualquier otra persona, esta afirmación denotaba inseguridad, duda. Una parte que Mara no sabía existía en ella.
Se sintió atrapada bajo su mirada y el sonido de su voz, hechizada por completo y sin ningún afán de querer huir, era un animal en la obscuridad que intenta refugiarse en la luz mas brillante del bosque, aunque sepa que el futuro a su llegada será incierto.
Aquella interacción resonó en su cabeza, se mareó por un segundo, pero fue completamente capaz de captar el nombre del caballero ―Orn... - repitió para si hasta dejarlo grabado con fuego en su memoria. Alzó de a poco la mirada, con nueva fuerza y seguridad, la tranquilidad la abordó en cuanto él dejó de ser un completo enigma. Esbozó una sonrisa, una sincera e infantilmente seductora, sin sarcasmo, sin egocentrismo, completamente desnuda y natural extendió la diestra hasta el borde contrario del marco de la puerta que Orn mantenía abierta para ella ―Mara, monsieur... mi nombre es Mara - una última mirada antes de adentrarse en aquel laberinto, pero no para revisar si alguien los vigilaba, no para arrepentirse en el último momento, sino para asegurarse que él venía tras de ella.
Le costó un tiempo que sus ojos se adaptaran a la obscuridad, los mantuvo cerrados, con la espalda recargada en una de las paredes de aquel estrecho pasillo; los conocía, sabía de su existencia, cuales eran mas usados y cuales estaban casi abandonados, los había recorrido, pero de eso hacía años y la mente juega con uno cuando al parecer se olvidan las cosas, no quería dar un paso en falso, además... quería dejar que fuera él quien la guiara a donde fuese que quería ―Sigo sin saber hacia donde tiene pensado ir, por lo que... - abrió con lentitud los ojos, frunciendo el ceño al forzar la vista, misma que buscaba aquel perfil cincelado y rubio matiz ―Por lo que creo que será mejor dejar que usted guíe - una sonrisa que, bajo la tenue luz que se filtraba entre los tablones, parecía la mas pura y angelical posible
Mara Beaumont- Realeza Francesa
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Re: Smoke and Mirrors · Libre ·
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Distinto a sus comienzos, distinto a su yo usual, distinto a lo que conocía y desconocía sobre sí mismo, pero era increíble el real parecido con su yo humano, aquel que hubiese vivido la plenitud de su vida, si realmente hubiese vivido en aquella época tan llena de misterios y fanatismo, así como de intriga y de sabores que creía nuevos. Ese, en realidad estaría riéndose de sí mismo, alertado por lo increíble de su cambio de actitud, aunque en esencia sería el mismo, disfrutando de todo lo que amaba y destrozando todo cuanto suponía un mal povenir en la vida. amanda, aquella mujer que le guió en su renacer como vampiro fué el verdadero motivo por el que luchar con esa segunda oportunidad. No volvería a ser el de antes, pero ella supo enseñarle a disfrutar de aquello que le brindaba, siendo más que una mera conversción y un mero respeto entre hermanos del mismo padre. Ella, seguro que se reiría al verle jugar con aquella humana de una forma tan sutíl e interesado por su bienestar que seguro le sorprendería. Más a sí mismo se sorprendía.
Con un atisbo de sonrisa que asomaba por su espesa barba, Orn dió por comenzada aquella "expedición". Deseaba ver su mirada según qué fuese lo que encontrasen. Pasillos y más recámaras que quizás perteneciesen a parte del elenco que preparaban largas sonatas para demostrarlas a su público, pero... ¿Qué había de interesante en todo aquello? ¿Qué llevaba a una muchacha de alta cuna a rendirse bajo el yugo de un desconocido? La aventura,; el deseo por conocer los secretos ya fuesen cualquiera y el consiguiente atractivo que el posible peligro ofrecía a aquel par que no hacían otra cosa que caminar entre tablas que escondían secretos infinitos, impregnados en su aroma a viejo. El pasillo era oscuro, pero él supo guiarla haciendo lo posible por que no fuese a dar un paso en falso y saliese herida antes de que pudieran mantener una mínima conversación.
- Veo que eres de pocas palabras, mas nunca me ví haciendo tal travesura con alguien de tan pocas palabras.- Una risa más suave, pero que resonaba en el silencio de los pasillos que nada más era adornado por el murmullo del coro que comenzaba a cantar algo más abajo.
- El camino hacia dónde quiero llevarte no es fácil, pero al ir conmigo ten por segura que no ocurrirá nada. Ahora, debo plantearte un trato que consistirá en que seguiremos adelante si tus labios por fín dicen algo que no sepa de tí, algo que no sea superficial pues los ojos saben bastante de sobra sobre eso, me refiero a algo que no te atrevieses a contarlea cualquiera, sin embargo, si tus labios quedan sellados o te niegas a contestar, retrocederemos.- Luego de aquello, tomó un silencio para voltearse y ofrecer su mano para proseguir el camino, ya que estaban en el punto justo para decidir si ir adelante o por el contrario desistir aquella perturbadora idea. - Tu decides, Mara, aunque te prometo que el final del camino alberga algo que tus ojos jamás habían visto. Y sólo entonces me darás la razón y pediré algo a cambio; sin embargo, si no hay la más mínima expresión de acierto, seré yo quién te deba una.
Con un atisbo de sonrisa que asomaba por su espesa barba, Orn dió por comenzada aquella "expedición". Deseaba ver su mirada según qué fuese lo que encontrasen. Pasillos y más recámaras que quizás perteneciesen a parte del elenco que preparaban largas sonatas para demostrarlas a su público, pero... ¿Qué había de interesante en todo aquello? ¿Qué llevaba a una muchacha de alta cuna a rendirse bajo el yugo de un desconocido? La aventura,; el deseo por conocer los secretos ya fuesen cualquiera y el consiguiente atractivo que el posible peligro ofrecía a aquel par que no hacían otra cosa que caminar entre tablas que escondían secretos infinitos, impregnados en su aroma a viejo. El pasillo era oscuro, pero él supo guiarla haciendo lo posible por que no fuese a dar un paso en falso y saliese herida antes de que pudieran mantener una mínima conversación.
- Veo que eres de pocas palabras, mas nunca me ví haciendo tal travesura con alguien de tan pocas palabras.- Una risa más suave, pero que resonaba en el silencio de los pasillos que nada más era adornado por el murmullo del coro que comenzaba a cantar algo más abajo.
- El camino hacia dónde quiero llevarte no es fácil, pero al ir conmigo ten por segura que no ocurrirá nada. Ahora, debo plantearte un trato que consistirá en que seguiremos adelante si tus labios por fín dicen algo que no sepa de tí, algo que no sea superficial pues los ojos saben bastante de sobra sobre eso, me refiero a algo que no te atrevieses a contarlea cualquiera, sin embargo, si tus labios quedan sellados o te niegas a contestar, retrocederemos.- Luego de aquello, tomó un silencio para voltearse y ofrecer su mano para proseguir el camino, ya que estaban en el punto justo para decidir si ir adelante o por el contrario desistir aquella perturbadora idea. - Tu decides, Mara, aunque te prometo que el final del camino alberga algo que tus ojos jamás habían visto. Y sólo entonces me darás la razón y pediré algo a cambio; sin embargo, si no hay la más mínima expresión de acierto, seré yo quién te deba una.
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Ørn Fridrikson- Vampiro Clase Alta
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Re: Smoke and Mirrors · Libre ·
“We're never so vulnerable than when we trust someone
- but paradoxically, if we cannot trust,
neither can we find love or joy.”
― Frank Crane
- but paradoxically, if we cannot trust,
neither can we find love or joy.”
― Frank Crane
Abrió los ojos de par en par, aquello le sorprendió mas de lo que realmente podía confesar ¿pocas palabras? en ese momento se dio cuenta que en realidad, no había dicho mucho, el tiempo que había transcurrido, el cual en realidad era bastante, se la paso observando las facciones de aquel hombre misterioso, grabándose en la memoria como se fruncía su ceño al hablar, como si en el fondo gruñera al final de cada palabra, la cordialidad que dejaba ver escondiendo algo que no podía descifrar... desvió la mirada ―Yo nunca había confiado a la primera - el sarcasmo natural se apodero nuevamente de su lengua, su subconsciente aprovecho aquel momento de confusión para brotar nuevamente y ser quien era, el murmullo fue soltado entre dientes, haciéndola respirar profundamente una vez que se dio cuenta de lo que había dicho y carraspeó suavemente intentando ocultar el eco olvidado de su voz.
Aquel tono rasposo, ese acento único que ya resonaba en su mente, la suavidad con la que su voz la envolvía... dirigió nuevamente la mirada hacia su acompañante, aquel rostro angelical que le parecía mas endemoniado y seductor debido a la tonalidad que tomaban sus ojos por la tenue luz; su corazón latió desbocado.
Intentó hacerse hacia atrás, no por miedo, si no para ocultar el rubor de sus mejillas, pero se encontró acorralada en aquel minúsculo espacio, el aire se volvió pesado y el calor subía por su pecho. Pero no importaba que tan aturdida se encontraba, le escuchó con claridad.
¿No era fácil? sintió un acertijo detrás de aquello, un camino secreto que sin duda alguna quería y debía averiguar, se sintió atrapada, como una mosca hacia la luz, y su carácter obstinado no le permitiría dar paso atrás, aunque eso significara abrirse con un completo extraño, pero ¿lo era? de alguna forma, sentía que PERTENECÍA a ese lugar, aquí y ahora, con él.
En ese momento, algo nuevo se apoderó de ella ¿miedo? ¿acaso así se sentía? estar temerosa de como su mirada cambiaría en cuanto se confesase, aquel pavor al rechazo, al abandono, a perder algo que quería así nunca lo hubiera tenido antes... eran cosas a las que no estaba acostumbrada.
Miró la palma abierta, las lineas en ella parecían dibujar una historia, un camino serpenteante, se sintió mareada y cerró los ojos respirando profundo ―Extraño a mi abuela, mas de lo que pudiese haber imaginado... - se remojó los labios y abrió los ojos ―... el segundo cajón inferior de mi cómoda, nadie tiene llave, solo yo, allí guardo su chalina favorita, el camafeo que le regaló mi abuelo en su noche de bodas... y el camisón ensangrentado del día que la asesinaron - de pronto se sintió vulnerable, la respiración le faltó, su abuela fue la persona mas importante en su vida y él, su otra mitad, se la había quitado, si no fuese por que era su gemelo y por el odio que le guardaba, ese rostro idéntico ya estaría distorsionado en su mente, pero cada mañana tenía que seguir mirándolo en el espejo, cada tarde, cada noche, un constante recordatorio de lo que realmente eran.
―¿Es eso lo que querías? - estaba dolida, molesta, pero aún así, las palabras no sonaron con aquel tono enérgico esperado en ella, mas bien sonó a la niña indefensa que aún era por debajo de la máscara.
Aquel tono rasposo, ese acento único que ya resonaba en su mente, la suavidad con la que su voz la envolvía... dirigió nuevamente la mirada hacia su acompañante, aquel rostro angelical que le parecía mas endemoniado y seductor debido a la tonalidad que tomaban sus ojos por la tenue luz; su corazón latió desbocado.
Intentó hacerse hacia atrás, no por miedo, si no para ocultar el rubor de sus mejillas, pero se encontró acorralada en aquel minúsculo espacio, el aire se volvió pesado y el calor subía por su pecho. Pero no importaba que tan aturdida se encontraba, le escuchó con claridad.
¿No era fácil? sintió un acertijo detrás de aquello, un camino secreto que sin duda alguna quería y debía averiguar, se sintió atrapada, como una mosca hacia la luz, y su carácter obstinado no le permitiría dar paso atrás, aunque eso significara abrirse con un completo extraño, pero ¿lo era? de alguna forma, sentía que PERTENECÍA a ese lugar, aquí y ahora, con él.
En ese momento, algo nuevo se apoderó de ella ¿miedo? ¿acaso así se sentía? estar temerosa de como su mirada cambiaría en cuanto se confesase, aquel pavor al rechazo, al abandono, a perder algo que quería así nunca lo hubiera tenido antes... eran cosas a las que no estaba acostumbrada.
Miró la palma abierta, las lineas en ella parecían dibujar una historia, un camino serpenteante, se sintió mareada y cerró los ojos respirando profundo ―Extraño a mi abuela, mas de lo que pudiese haber imaginado... - se remojó los labios y abrió los ojos ―... el segundo cajón inferior de mi cómoda, nadie tiene llave, solo yo, allí guardo su chalina favorita, el camafeo que le regaló mi abuelo en su noche de bodas... y el camisón ensangrentado del día que la asesinaron - de pronto se sintió vulnerable, la respiración le faltó, su abuela fue la persona mas importante en su vida y él, su otra mitad, se la había quitado, si no fuese por que era su gemelo y por el odio que le guardaba, ese rostro idéntico ya estaría distorsionado en su mente, pero cada mañana tenía que seguir mirándolo en el espejo, cada tarde, cada noche, un constante recordatorio de lo que realmente eran.
―¿Es eso lo que querías? - estaba dolida, molesta, pero aún así, las palabras no sonaron con aquel tono enérgico esperado en ella, mas bien sonó a la niña indefensa que aún era por debajo de la máscara.
Mara Beaumont- Realeza Francesa
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Re: Smoke and Mirrors · Libre ·
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No podía negar que aquella muchacha en tan pocos minutos logró de alguna forma ajena a su entendimiento, hacer que Orn se volcase en ella, en su forma de respirar, en el modo que tenía de escoger cuidadosamente las palabras denotando su buena educación, sus palabras aunque crudas eran quizás la cosa más parecida al cielo que había sentido en toda su existencia. Deseaba que siguiera hablando, simplemente oir cada una de sus vivencias o cualquier cosa que le estorbase en su mente y que necesitase sacarlo con la misma velocidad que su lengua le permitiese. Ella, había conseguido que Orn sintiera tanta fijación que bien podría rivalizar con la que sentía por Amanda, aunque quello era de algún modo u otro muy distinto de concebir.
Él, sintió en el temblor de sus labios en el simple movimiento que causaba el hablar, la pasión con la que sentía aquello y cómo ni de lejos se podía ver que mentía. Sincera, pasional, respetuosa e infinitamente dolida por algo que pudo haber ocurrido en el pasado, incluso ligeramente enfadada o molesta con el Vampiro que le había hecho recordar aquello que quizás quería dejar enterrado en el olvido.
Orn volvió a tomar su mano y la acercó hacia sí sin mediar palabra, sintiéndo algo parecido a la compasión, tratando de ordenar o mejor dicho, trataba de elegir cuál era la primera verdad de muchas que amenazaban con venir. Antes de aquello, Orn la guió por un nuevo camino, cada vez subían más hasta que llegaron a un punto que había una especie de escalera medio destruída, era decaracol y salvo por la parte rota parecía estar bien sujeta. Orn giró el diminuto cuerpo de la muchacha, quedando frente a frente por ella, teniendo que bajar la mirada para encontrarse con la suya de forma para nada premeditada.
- Diría que lo lamento, pero no es así. - Orn apartó un mechón de cabello de la muchacha y la tomó firmemente de la cintura para alzarla con cierta soltura, siempre midiendo su fuerza para no hacerle daño, todo para que alcanzase el peldaño más alto y resistente que podía posar para seguir subiendo. - Lo único que lamento es no haber podido hacer nada al respecto, pero déjame decirte que no debemos olvidar las cosas difíciles que se nos han puesto en el camino. Lo fácil nunca nos llena, ni tampoco la felicidad plena es tan buena, todos necesitamos un momento de perturbación, lágrimas y dolor, eso es lo que te hace especial al resto. Cuando más hermosa te ves es cuando más apenada estás. Pienso que eso te hace ser una persona con sentimientos y no alguien que se esfuerza en ocultarlo.
La cabeza de él había quedado a la altura del pecho de ella y entonces fué que con un simple salto y buen fijación a la barandilla, él subió con ligereza. La volvió a guyiar unos metros, ya no quedaba mucho por caminar, habían pasado ya muchos minutos como para que ambos se diesen cuenta de que quizás eran las únicas personas en sus respectivas vidas, con las que habían pasado más tiempo juntos en aquella semana. Orn la guió hacia una última puerta, desvelando así una vieja habitación, pero cuidada aunque llena de polvo en la que había percheros de ropa, baúles, un tocador e incluso una cama, como si fuese una gran habitación que alguien había procurado tener durante muchos años en buen uso en aquel viejo teatro. Algunas de las cosas parecían dignas de un museo y de la gente saber que existía ese lugar, seguro que la mitad de las cosas acabarían en cualquier mano, incluso matarían por tener algunos de los trajes que allí se mostraban como si fuesen a usarlos en la propia obra. Orn, en silencio, buscó la mirada de la muchacha tras cerrar la puerta tras de sí y se acercó al centro dónde apartando una mera alfombra se podía distinguir una ventana en el suelo desde la cual se podía ver todo el teatro y desde la cual quienquiera que viviese allí de seguro podría ver cualquier obra desde un sitio privilegiado. Pero aquello no era todo. Aquella habitación escondía mucho más que una pequeña ventana al suelo, pero ahora mismo lo que Orn necesitaba es volver a escuchar la voz de aquella muchacha aunque fuese en réplica ante lo que le había dicho minutos atrás.
Él, sintió en el temblor de sus labios en el simple movimiento que causaba el hablar, la pasión con la que sentía aquello y cómo ni de lejos se podía ver que mentía. Sincera, pasional, respetuosa e infinitamente dolida por algo que pudo haber ocurrido en el pasado, incluso ligeramente enfadada o molesta con el Vampiro que le había hecho recordar aquello que quizás quería dejar enterrado en el olvido.
Orn volvió a tomar su mano y la acercó hacia sí sin mediar palabra, sintiéndo algo parecido a la compasión, tratando de ordenar o mejor dicho, trataba de elegir cuál era la primera verdad de muchas que amenazaban con venir. Antes de aquello, Orn la guió por un nuevo camino, cada vez subían más hasta que llegaron a un punto que había una especie de escalera medio destruída, era decaracol y salvo por la parte rota parecía estar bien sujeta. Orn giró el diminuto cuerpo de la muchacha, quedando frente a frente por ella, teniendo que bajar la mirada para encontrarse con la suya de forma para nada premeditada.
- Diría que lo lamento, pero no es así. - Orn apartó un mechón de cabello de la muchacha y la tomó firmemente de la cintura para alzarla con cierta soltura, siempre midiendo su fuerza para no hacerle daño, todo para que alcanzase el peldaño más alto y resistente que podía posar para seguir subiendo. - Lo único que lamento es no haber podido hacer nada al respecto, pero déjame decirte que no debemos olvidar las cosas difíciles que se nos han puesto en el camino. Lo fácil nunca nos llena, ni tampoco la felicidad plena es tan buena, todos necesitamos un momento de perturbación, lágrimas y dolor, eso es lo que te hace especial al resto. Cuando más hermosa te ves es cuando más apenada estás. Pienso que eso te hace ser una persona con sentimientos y no alguien que se esfuerza en ocultarlo.
La cabeza de él había quedado a la altura del pecho de ella y entonces fué que con un simple salto y buen fijación a la barandilla, él subió con ligereza. La volvió a guyiar unos metros, ya no quedaba mucho por caminar, habían pasado ya muchos minutos como para que ambos se diesen cuenta de que quizás eran las únicas personas en sus respectivas vidas, con las que habían pasado más tiempo juntos en aquella semana. Orn la guió hacia una última puerta, desvelando así una vieja habitación, pero cuidada aunque llena de polvo en la que había percheros de ropa, baúles, un tocador e incluso una cama, como si fuese una gran habitación que alguien había procurado tener durante muchos años en buen uso en aquel viejo teatro. Algunas de las cosas parecían dignas de un museo y de la gente saber que existía ese lugar, seguro que la mitad de las cosas acabarían en cualquier mano, incluso matarían por tener algunos de los trajes que allí se mostraban como si fuesen a usarlos en la propia obra. Orn, en silencio, buscó la mirada de la muchacha tras cerrar la puerta tras de sí y se acercó al centro dónde apartando una mera alfombra se podía distinguir una ventana en el suelo desde la cual se podía ver todo el teatro y desde la cual quienquiera que viviese allí de seguro podría ver cualquier obra desde un sitio privilegiado. Pero aquello no era todo. Aquella habitación escondía mucho más que una pequeña ventana al suelo, pero ahora mismo lo que Orn necesitaba es volver a escuchar la voz de aquella muchacha aunque fuese en réplica ante lo que le había dicho minutos atrás.
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Ørn Fridrikson- Vampiro Clase Alta
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Re: Smoke and Mirrors · Libre ·
“Fear doesn't shut you down; it wakes you up”
― Veronica Roth, Divergent
― Veronica Roth, Divergent
Aquel hombre la cautivaba de diferentes maneras, su tono de voz, su rostro perfecto, la firmeza de su toque combinada con una ternura y delicadeza que nunca había sentido, todo en él, toda esa esencia la tenían simplemente anonadada. Mara no se caracterizaba por la soltura e sus palabras o por la facilidad del trato, la vida le había enseñado que mientras mas confiabas, mientras mas dejabas acercarse a otras personas, mas te dañaban y mas dolía cuando partían; pero ahora, extrañamente quería saber todo de él.
Sin oponer resistencia, se dejó acercar a la figura masculina, se aferró a aquello que parecía ser el cimiento mismo de su vida ¿donde estaban? no puso atención a eso, olvidó por completo lo que estaban haciendo, dejó de mirar por sobre su hombro y fijó su mirada en la espalda ancha y fornida de su acompañante.
El rubor en sus mejillas fue algo que no pudo evitar cuando Orn giró quedando frente a frente viéndola directamente a los ojos, la diferencia de altura era algo que en vez de causar cierto nerviosismo, le produjo una sensación de protección, podría recargar la frente en su pecho y olvidarse del mundo ¿que pasaba? ¿por que de pronto tenía aquella necesidad de cercanía?. Su ritmo cardiaco se aceleró cuando volvió a escucharle hablar, era la primera vez que alguien le hechizaba de esa manera, ladeó un poco la cabeza cuando el vampiro apartó el mechón de su rostro solo para prolongar un poco mas el roce.
Sus manos fueron a parar a los hombros del caballero cuando este la levantó en vilo, entreabrió los labios y fijó la mirada en los azules ojos que la atraparon sin medida. No supo que responder, mil y un pensamientos surgían en esos momentos, ninguno le pareció adecuado para romper con aquella reflexión, aunque mas que nada, no se creyó capaz de hacerlo de manera coherente.
Volvió a dejar que la guiara, sin preguntar a donde se dirigían, sin retobar cuando se encontró con una habitación que parecía suspendida en el tiempo. Escuchó cerrarse la puerta a sus espaldas mas aquello no la inquieto, su mirada curiosa iba de un rincón a otro, caminó despacio como si no quisiera perturbar aquel santuario perdido en el tiempo. Se acercó al pequeño tocador de madera pintada de blanco ya deslavado y alzó una pequeña caja musical que comenzó a sonar debilmente al momento en el que sus dedos la tocaron, se giró llevándose el objeto al pecho ―No quiero si quiera preguntar si es aquí donde vives - aquello le pareció un tanto estúpido, pero ¿de que otra manera conocería de su existencia? entonces su mirada se posó en aquella ventana en el piso que, pensó, bien podría parecer un tragaluz visto desde el interior del teatro.
Se hincó cerca del filo mirando con emoción sincera aquello, volvió a experimentar el nerviosismo de lo inesperado que abandonó aún siendo una niña, giró el rostro hacia su acompañante y con el rostro iluminado le sonrió de una manera infantil pero seductora, una extraña combinación que denotaba la sinceridad de su sentimiento ―¿Debo preocuparme de que nadie escuchara si grito? - alzó una ceja, aquello tenía el tono sarcástico que la caracterizaba pero sin la nota agresiva u ofensiva que solía acompañarle.
Sin oponer resistencia, se dejó acercar a la figura masculina, se aferró a aquello que parecía ser el cimiento mismo de su vida ¿donde estaban? no puso atención a eso, olvidó por completo lo que estaban haciendo, dejó de mirar por sobre su hombro y fijó su mirada en la espalda ancha y fornida de su acompañante.
El rubor en sus mejillas fue algo que no pudo evitar cuando Orn giró quedando frente a frente viéndola directamente a los ojos, la diferencia de altura era algo que en vez de causar cierto nerviosismo, le produjo una sensación de protección, podría recargar la frente en su pecho y olvidarse del mundo ¿que pasaba? ¿por que de pronto tenía aquella necesidad de cercanía?. Su ritmo cardiaco se aceleró cuando volvió a escucharle hablar, era la primera vez que alguien le hechizaba de esa manera, ladeó un poco la cabeza cuando el vampiro apartó el mechón de su rostro solo para prolongar un poco mas el roce.
Sus manos fueron a parar a los hombros del caballero cuando este la levantó en vilo, entreabrió los labios y fijó la mirada en los azules ojos que la atraparon sin medida. No supo que responder, mil y un pensamientos surgían en esos momentos, ninguno le pareció adecuado para romper con aquella reflexión, aunque mas que nada, no se creyó capaz de hacerlo de manera coherente.
Volvió a dejar que la guiara, sin preguntar a donde se dirigían, sin retobar cuando se encontró con una habitación que parecía suspendida en el tiempo. Escuchó cerrarse la puerta a sus espaldas mas aquello no la inquieto, su mirada curiosa iba de un rincón a otro, caminó despacio como si no quisiera perturbar aquel santuario perdido en el tiempo. Se acercó al pequeño tocador de madera pintada de blanco ya deslavado y alzó una pequeña caja musical que comenzó a sonar debilmente al momento en el que sus dedos la tocaron, se giró llevándose el objeto al pecho ―No quiero si quiera preguntar si es aquí donde vives - aquello le pareció un tanto estúpido, pero ¿de que otra manera conocería de su existencia? entonces su mirada se posó en aquella ventana en el piso que, pensó, bien podría parecer un tragaluz visto desde el interior del teatro.
Se hincó cerca del filo mirando con emoción sincera aquello, volvió a experimentar el nerviosismo de lo inesperado que abandonó aún siendo una niña, giró el rostro hacia su acompañante y con el rostro iluminado le sonrió de una manera infantil pero seductora, una extraña combinación que denotaba la sinceridad de su sentimiento ―¿Debo preocuparme de que nadie escuchara si grito? - alzó una ceja, aquello tenía el tono sarcástico que la caracterizaba pero sin la nota agresiva u ofensiva que solía acompañarle.
Mara Beaumont- Realeza Francesa
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