AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Las Casualidades no existen - (Privado)
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Las Casualidades no existen - (Privado)
Y las vacaciones en la compañía llegaron. Sus amigas, aquellas cuatro inseparables chicas, bailarinas como ella, decidieron ir unos días a una ciudad cercana. Tanto habían insistido para que Aitzier las acompañara, que estuvo apunto de subirse al coche que las llevaría, pero había prometido a Clara que esperaría al nuevo inquilino y lo ayudaría a instalarse. En esa época estaba muy mal visto que cuatro jóvenes viajaran solas, por eso la señorita Thompson y la señora Potter, sus profesoras de Ballet, las acompañarían, y por esa razón la encargada del edificio no estaría. Aitzier las saludó desde la puerta, con su mano en alto, - adiós, que tengáis un bello viaje – les gritó desde la acera, la mirada inquisidora de Clara le hizo reír, podía adivinar que pensaba que ella estaba dando un espectáculo, gritando en mitad de la calle, pero eso a la joven poco le importó, estaba demasiado feliz, ya que por unos cuantos días, el bullicio de las jóvenes bailarinas no atormentarían sus oídos. En verdad que era una bendición para ella que la dejaran sola por unos días, - aunque mas no fuera tres días – había rogado mentalmente.
La mañana antes de partir, Clara Potter, tocó a la puerta del apartamento en el que vivía Aitzier, ésta le abrió, no se sorprendió al verla, pues su olfato ya la había reconocido cuando se acercaba por las escaleras que daban a la zona de las buhardillas. Una amplia sonrisa se marcó en el rostro de la bailarina, - ¿Clara, que te trae hasta aquí? - le dijo, haciéndola pasar rápidamente, porque el frío del invierno parisino se colaba por las ventanas del pasillo. Cerró la puerta tras de su invitada y la condujo hasta un par de sillones cercanos a una de las chimeneas que existían en el amplio departamento. Era una excentricidad de parte de los antiguos propietarios del edificio contar con chimeneas en esa zona de la construcción, ya que era costumbre que se alojaran allí la servidumbre. Aitzier, suponía que el noble, que alguna vez había vivió allí, usaba el lugar como estudio, por eso las comodidades poco usuales. Dejó a su invitada sentada cómodamente en el sillón y se dispuso a servirle algo para mitigar el frio, - ¿gustas un poco de coñac? - ofreció mientras se servía una copa para ella también.
Hubo un momento de tirante silencio en el cual la joven pensó mil cuestiones que podían llevar a esa mujer a su apartamento, cosa que no era para nada común. La contempló con tranquilidad dejando su mirada clavada en el rostro de la mujer. Tras moverse en su asiento, y luego de beber de un solo trago el contenido, Clara, por fin hablo, - veras Aitzier... no podemos dejar a esa niñas ir solas a Lion y en verdad no nos gustaría dejarte sin nuestra ayuda cuando... bueno... tu y yo sabemos que en pocas noches... - no se animó a terminar la frase, pero la joven asintió con su cabeza, ella también se daba cuenta que la cercanía de la luna llena, podía volverla mas inestable, explosiva y temía cometer una locura. La mujer la contempló un momento y tras sonreír con tristeza le palmeó la mano que reposaba en el regazo de la joven, - no te preocupes, yo volveré antes para que no pases sola ese trance - , aquellas palabras significaban mucho para la loba, desde que había llegado a Paris las dos profesoras habían cuidado de ella cada mes, para que no se hiciera daño, ni dañara a otras. Por eso, y aunque no quería admitirlo, se había sentido desolada al saber que viajarían, - quien me ayudará a no hacer daño – había pensado angustiada.
La charla se había extendido y cuando ya se encontraban despidiéndose en el umbral del departamento, la mujer mayor le pidió un favor, - escucha, tal vez mañana llegue el nuevo inquilino, tomará el departamento de Gloria – le explicó. Las dos cruzaron una mirada de tristeza, pues recordaron el triste final de aquella actriz que por un tiempo había vivido en el edificio. Aitzier intentó sacarse de la cabeza los recuerdos de aquella mañana cuando tuvo que acompañar a la señora Potter a reconocer el cuerpo de la joven. Sacudió su cabeza para que las imágenes se esfumaran, pero el recuerdo del olor a formol y otros químicos que atestaban la sala forense le quedaron impregnados en la nariz, como si volviera a revivir la dramática situación. - No te preocupes, yo lo recibiré y cuando vuelvas le tendrás ya instalado - sonrió con picardía, la mujer la miró con extrañeza, tensando el entrecejo, para después sonreirle al comprender la broma. Le dio unas palmaditas en el hombro y se marchó. Aitzier se quedó viendo como la mujer bajaba las escaleras y cuando ya no la pudo ver, giró su cuerpo apoyándose en el marco de la puerta, - Gloria, que destino mas trágico – pensó mientras cerraba tras de si la puerta.
En todo lo vivido el ida anterior se encontraba cavilando la bailarina, mientras practicaba en silencio los pasos de ballet que estaba aprendiendo para la nueva obra que se estrenaría en el Teatro Garnier, cuando sintió los golpes en la puerta de entrada. Se paró en seco y tras tomar la toalla y secarse la transpiración, se acercó a la puerta.
La mañana antes de partir, Clara Potter, tocó a la puerta del apartamento en el que vivía Aitzier, ésta le abrió, no se sorprendió al verla, pues su olfato ya la había reconocido cuando se acercaba por las escaleras que daban a la zona de las buhardillas. Una amplia sonrisa se marcó en el rostro de la bailarina, - ¿Clara, que te trae hasta aquí? - le dijo, haciéndola pasar rápidamente, porque el frío del invierno parisino se colaba por las ventanas del pasillo. Cerró la puerta tras de su invitada y la condujo hasta un par de sillones cercanos a una de las chimeneas que existían en el amplio departamento. Era una excentricidad de parte de los antiguos propietarios del edificio contar con chimeneas en esa zona de la construcción, ya que era costumbre que se alojaran allí la servidumbre. Aitzier, suponía que el noble, que alguna vez había vivió allí, usaba el lugar como estudio, por eso las comodidades poco usuales. Dejó a su invitada sentada cómodamente en el sillón y se dispuso a servirle algo para mitigar el frio, - ¿gustas un poco de coñac? - ofreció mientras se servía una copa para ella también.
Hubo un momento de tirante silencio en el cual la joven pensó mil cuestiones que podían llevar a esa mujer a su apartamento, cosa que no era para nada común. La contempló con tranquilidad dejando su mirada clavada en el rostro de la mujer. Tras moverse en su asiento, y luego de beber de un solo trago el contenido, Clara, por fin hablo, - veras Aitzier... no podemos dejar a esa niñas ir solas a Lion y en verdad no nos gustaría dejarte sin nuestra ayuda cuando... bueno... tu y yo sabemos que en pocas noches... - no se animó a terminar la frase, pero la joven asintió con su cabeza, ella también se daba cuenta que la cercanía de la luna llena, podía volverla mas inestable, explosiva y temía cometer una locura. La mujer la contempló un momento y tras sonreír con tristeza le palmeó la mano que reposaba en el regazo de la joven, - no te preocupes, yo volveré antes para que no pases sola ese trance - , aquellas palabras significaban mucho para la loba, desde que había llegado a Paris las dos profesoras habían cuidado de ella cada mes, para que no se hiciera daño, ni dañara a otras. Por eso, y aunque no quería admitirlo, se había sentido desolada al saber que viajarían, - quien me ayudará a no hacer daño – había pensado angustiada.
La charla se había extendido y cuando ya se encontraban despidiéndose en el umbral del departamento, la mujer mayor le pidió un favor, - escucha, tal vez mañana llegue el nuevo inquilino, tomará el departamento de Gloria – le explicó. Las dos cruzaron una mirada de tristeza, pues recordaron el triste final de aquella actriz que por un tiempo había vivido en el edificio. Aitzier intentó sacarse de la cabeza los recuerdos de aquella mañana cuando tuvo que acompañar a la señora Potter a reconocer el cuerpo de la joven. Sacudió su cabeza para que las imágenes se esfumaran, pero el recuerdo del olor a formol y otros químicos que atestaban la sala forense le quedaron impregnados en la nariz, como si volviera a revivir la dramática situación. - No te preocupes, yo lo recibiré y cuando vuelvas le tendrás ya instalado - sonrió con picardía, la mujer la miró con extrañeza, tensando el entrecejo, para después sonreirle al comprender la broma. Le dio unas palmaditas en el hombro y se marchó. Aitzier se quedó viendo como la mujer bajaba las escaleras y cuando ya no la pudo ver, giró su cuerpo apoyándose en el marco de la puerta, - Gloria, que destino mas trágico – pensó mientras cerraba tras de si la puerta.
En todo lo vivido el ida anterior se encontraba cavilando la bailarina, mientras practicaba en silencio los pasos de ballet que estaba aprendiendo para la nueva obra que se estrenaría en el Teatro Garnier, cuando sintió los golpes en la puerta de entrada. Se paró en seco y tras tomar la toalla y secarse la transpiración, se acercó a la puerta.
Última edición por Aitzier Donizetti el Lun Ene 13, 2014 4:59 pm, editado 1 vez
Anka Zbierać- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 92
Fecha de inscripción : 19/10/2013
Localización : Paris - Francia
Re: Las Casualidades no existen - (Privado)
Zona comercial | Enero, 10.18 a.m.
¿Cuántas veces has visto pasar un minuto? Sesenta segundos exactos, el preciso instante en que la manecilla regresa al punto de partida. Es como atrapar el humo con las manos, las horas fluyen a través de ti sin que te des cuenta y cuando despiertas de la ensoñación, siempre es demasiado tarde. Sjón podía sentir el tic-tac incesante en su cabeza, el ritmo monótono procedente de los desgastados mecanismos del reloj de la estación martilleaban su consciencia. Como si de un ejercicio hipnótico se tratase, no podía apartar la mirada, tampoco tenía nada mejor que hacer, sólo esperar. De vez en cuando, secaba sus labios en el cigarrillo y exhalaba el aire impregnado de nicotina. Iba bien de tiempo, se decía, pese a que el tranvía tardaba más de la cuenta. El vapor blanco de la máquina no tardó en asomar en el horizonte. La gente empezaba a levantarse de su asiento para subir al tranvía. Sjón agarró su maleta y se situó al final de la cola. Pese a llevar allí metidas todas sus pertenencias, todos sus recuerdos, no abultaba demasiado. La experiencia le había enseñado que en una vida tan nómada como la suya no había lugar para trastos inútiles. Eso, y que todo se puede remendar varias veces.
Saludó al conductor con un gesto de cabeza y dejó caer algunas monedas, justo lo que costaba el viaje por la capital francesa. Era media mañana y el vagón estaba prácticamente vacío, por lo que no tuvo dificultad para encontrar sitio, un lugar privilegiado al lado de la ventana, cerca de la puerta de salida. Desde allí podía ver pasar los edificios bajos ante sus ojos con total claridad, bañados por la luz matinal del sol resplandeciente de invierno. Unos matices ciertamente curiosos, pensó, mientras daba otra calada a su cigarro. Estaba alerta, pendiente de bajarse en la parada correcta para no perderse, debía seguir las indicaciones al pie de la letra, puesto que aún no dominaba el idioma y temía no ser capaz de encontrar el lugar.
Bordeaban el centro de la ciudad, podía averiguarlo por los colores brillantes de las fachadas, los árboles y las avenidas. Los jardines se multiplicaban a medida que se adentraban en el casco antiguo; los vestidos de los transeúntes eran cada vez más elegantes y distinguidos. Sin lugar a dudas, se trataba de una ciudad interesante, tenía un encanto particular y sabía que no tardaría en deleitarse desnudando sus secretos poco a poco. La excitación de haber llegado a su destino se mezclaban con el cansancio físico del viaje, haciendo de sus sentidos un bizarro cóctel. Temía quedarse dormido a causa del traqueteo apacible del tranvía, por lo que, una vez en el barrio comercial, se levantó de su asiento y se dirigió a la puerta, listo para apearse en cuanto se abriera.
De nuevo en tierra, sólo tenía que caminar recto hasta encontrar una plaza y allí girar a la derecha por una callejuela empinada hasta el número 19. Una vez frente al portal, tiró el tercer cigarro del trayecto al suelo y lo aplastó con la suela antes de llamar a la puerta. No podía creer que hubiese sido tan fácil. Dejó por un momento la maleta en el suelo, apoyada en la pared, aprovechando para estirar su roído traje y acicalarse en la medida de lo posible. Tras la puerta podía escuchar unos pasos taimados acercándose y el chirrido de la madera al abrir la misma. Los ojos de una joven asomaban desde el umbral. Le observaban de la misma forma que él la observaba a ella, mezcla de sorpresa y curiosidad. La puerta se abrió del todo y se encontraron cara a cara, le estaba esperando. Sjón, a modo de saludo, inclinó levemente su torso.
— ¿Señorita Donizetti? Me dijeron que me recibiría usted —decía con fuerte acento extranjero, al tiempo que buscaba las palabras adecuadas, no sin cierta dificultad.— Mi nombre es Sjón, el nuevo... el nuevo inquilino. Es un placer conocerla.
Pese a que sus palabras podían sonar poco acertadas, su sonrisa desprendía la misma seguridad de siempre. Sentía curiosidad por lo que iba a ser su futuro hogar por tiempo indefinido.
Sjón- Humano Clase Media
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Re: Las Casualidades no existen - (Privado)
Mientras se dirigía a la puerta, se acordó que la Señora Potter no le había informado si éste nuevo inquilino, sabía que ella lo atendería o si era mujer. Pero dio por sentado que, sabiendo Clara de su fobia a los hombre, le hubiera informado, por eso, cuando abrió la puerta, la sonrisa con que deseaba recibir a su nueva compañera de edificio se murió a medio camino, y le costó terminar de abrir la puerta. Tragó saliva antes de abrirla del todo y se quedo en silencio contemplando al hombre que tenía en frente. Lo escuchó decir su apellido y un repeluzno le recorrió la espalda, algo en su interior le decía que nadie debía reconocerla, porque en el fondo de su alma comprendía que ella estaba huyendo de algo o de alguien, - solo con Ninoir me siento segura – caviló mientras forzada una sonrisa y saludaba también con una leve inclinación.
Se hizo a un lado para darle paso, mientras el hombre se presentaba, ella notaba que era extranjero y algo se distendió en su interior, era como si tuviera mas antipatía por los españoles que por los provenientes de los países mas nórdicos. No lo podía afirmar pero le parecía que la lengua de origen era mucho mas enrevesada que el alemán o el escoces que le eran mas familiares, como si los hubiera hablado alguna vez. Por los movimientos de su cuerpo y los gestos al hablar, la bailarina se dio cuenta que el viajero estaba cansado, así que no perdió tiempo y le indicó el camino hacia los apartamentos.
Dulcificó la mirada, algo torpe y nerviosa intentó alizar su falda de gasa,- pase, por favor, por aquí – dijo con voz suave y algo cohibida. Con su mano extendida señaló rápidamente los lugares comunes, aquellos que todos los inquilinos utilizaban y en donde se podían socializar, - en el edificio contamos con sala de estar, salón de música, Estudio de Baile, comedor, por supuesto la parte de la servidumbre, que solo se quedan hasta después de la cena – iban pasando por cada uno de los cuartos, abriendo las puertas para que él pudiera dar un vistazo, pero estaba tan nerviosa que no le daba mucho tiempo para asomarse y contemplarlas, ya abría el próximo recinto y lo nombraba -, poseemos ademas Biblioteca, estudio, y salón de fumar, para los caballeros – se apresuró a decir, se paró en seco y dio media vuelta casi chocando con el individuo, - disculpe, seguro voy muy rápido, pero es que usted debe estar exhausto – bajó su cabeza, cohibida por la sensación que le provocaba su fobia, sin pensarlo cruzó sus brazos sobre su pecho, entonces su rostro se tiñó de rojo, al darse cuenta que estaba vestida solo con la ropa de ballet , una malla ceñida al cuerpo y un vestido corto de gasa hasta un poco mas abajo de sus glúteos, que era parte de los trajes que usarían.
Inspiró profundamente tratando de serenarse, - que le parece si... me espera aquí un segundo – no esperó contestación, corrió con todas sus fuerzas hasta el salón de baile y tras buscar desesperada la bata de lana, se la puso, cruzando bien los paños y ajustando con fuerza el cinto. Suspiró aliviada, de su boca salió una cristalina y casi inaudible carcajada, al pensar que de seguro el nuevo inquilino diría que se trataba de una autentica loca, - si lo espanto, seguro que Clara me comerá el hígado – reflexionó, mientras se acercaba por el pasillo, nuevamente a donde había dejado al hombre esperando, - disculpe, es que el frío de éstos días me puede enfermar y tenemos un estreno en apenas unas semanas – dijo suavemente, mientras se paraba a su lado, - Ahora si me permite le mostraré cual es el apartamento... y por cierto mi nombre es Aitzier -.
Se hizo a un lado para darle paso, mientras el hombre se presentaba, ella notaba que era extranjero y algo se distendió en su interior, era como si tuviera mas antipatía por los españoles que por los provenientes de los países mas nórdicos. No lo podía afirmar pero le parecía que la lengua de origen era mucho mas enrevesada que el alemán o el escoces que le eran mas familiares, como si los hubiera hablado alguna vez. Por los movimientos de su cuerpo y los gestos al hablar, la bailarina se dio cuenta que el viajero estaba cansado, así que no perdió tiempo y le indicó el camino hacia los apartamentos.
Dulcificó la mirada, algo torpe y nerviosa intentó alizar su falda de gasa,- pase, por favor, por aquí – dijo con voz suave y algo cohibida. Con su mano extendida señaló rápidamente los lugares comunes, aquellos que todos los inquilinos utilizaban y en donde se podían socializar, - en el edificio contamos con sala de estar, salón de música, Estudio de Baile, comedor, por supuesto la parte de la servidumbre, que solo se quedan hasta después de la cena – iban pasando por cada uno de los cuartos, abriendo las puertas para que él pudiera dar un vistazo, pero estaba tan nerviosa que no le daba mucho tiempo para asomarse y contemplarlas, ya abría el próximo recinto y lo nombraba -, poseemos ademas Biblioteca, estudio, y salón de fumar, para los caballeros – se apresuró a decir, se paró en seco y dio media vuelta casi chocando con el individuo, - disculpe, seguro voy muy rápido, pero es que usted debe estar exhausto – bajó su cabeza, cohibida por la sensación que le provocaba su fobia, sin pensarlo cruzó sus brazos sobre su pecho, entonces su rostro se tiñó de rojo, al darse cuenta que estaba vestida solo con la ropa de ballet , una malla ceñida al cuerpo y un vestido corto de gasa hasta un poco mas abajo de sus glúteos, que era parte de los trajes que usarían.
Inspiró profundamente tratando de serenarse, - que le parece si... me espera aquí un segundo – no esperó contestación, corrió con todas sus fuerzas hasta el salón de baile y tras buscar desesperada la bata de lana, se la puso, cruzando bien los paños y ajustando con fuerza el cinto. Suspiró aliviada, de su boca salió una cristalina y casi inaudible carcajada, al pensar que de seguro el nuevo inquilino diría que se trataba de una autentica loca, - si lo espanto, seguro que Clara me comerá el hígado – reflexionó, mientras se acercaba por el pasillo, nuevamente a donde había dejado al hombre esperando, - disculpe, es que el frío de éstos días me puede enfermar y tenemos un estreno en apenas unas semanas – dijo suavemente, mientras se paraba a su lado, - Ahora si me permite le mostraré cual es el apartamento... y por cierto mi nombre es Aitzier -.
Anka Zbierać- Hechicero Clase Alta
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