AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Entre ángeles y demonios{Kvothe du Roux}
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Entre ángeles y demonios{Kvothe du Roux}
Siempre había pensado en la muerte como un hecho inevitable. Com o algo que hay que aceptar y continuar la vida. Como algo que indudablemente llegara. Como se solía decir, la muerte tenía asegurada su victoria.
Una vez creyó que estaba justificado el asesinar a aquellos que estaban en la tierra solo para sembrar el caos y la destrucción. Y ella misma había dado ese fin a quienes había creido lo merecían.
Sin embargo, allí plantada, en medio de lápidas grabadas y ángeles de mármol, sentía una profunda y dolorosa punzada en el corazón que parecía tocar una parte de ella que no sabía que existía. Allí plantada, sola, sentía que las almas impenitentes a las que había dado muerte, volvían a ella, recordándole los pecados de su pasado.
Si creyera en dios, seguro hubiera terminando confesando sus pecados en la iglesia. Pero la iglesia estaba incluso más corrupta que su posible alma. Incluso la iglesia tenía sus propias huestes que acabaran con lo que consideraban impuro. Las manos de todos estaban igualmente teñidas de sangre. Pero la diferencia era que ella había intentado expiar realmente sus pecados.
Examinó las lápidas. Hombres mujeres y niños enterrados en aquella tierra, pero ninguno que conociera. Ninguno el que había ido a buscar. La primera vez que había estado en aquel mismo lugar no había sido capaz de mira a la muerte de otros, temerosa de que la que sus sueños anunciaban fuera ya realidad.
Pero tenía que hacerlo. Ya no era una niña indefensa. Se había fortalecido, los años le habían curtido la piel. No estaba ella huir y no lo volvería a hacer. Con determinación comenzó a andar por las filas de lápidas.
Tan concentrada iba en las lápidas que no se dio cuenta que frente a ella había un hombre hasta que se dio de bruces con él. Dio un paso atrás, un acto reflejo mientras se disculpaba.
-Disculpad milord, no os he visto, no estaba prestando atención…
Una vez creyó que estaba justificado el asesinar a aquellos que estaban en la tierra solo para sembrar el caos y la destrucción. Y ella misma había dado ese fin a quienes había creido lo merecían.
Sin embargo, allí plantada, en medio de lápidas grabadas y ángeles de mármol, sentía una profunda y dolorosa punzada en el corazón que parecía tocar una parte de ella que no sabía que existía. Allí plantada, sola, sentía que las almas impenitentes a las que había dado muerte, volvían a ella, recordándole los pecados de su pasado.
Si creyera en dios, seguro hubiera terminando confesando sus pecados en la iglesia. Pero la iglesia estaba incluso más corrupta que su posible alma. Incluso la iglesia tenía sus propias huestes que acabaran con lo que consideraban impuro. Las manos de todos estaban igualmente teñidas de sangre. Pero la diferencia era que ella había intentado expiar realmente sus pecados.
Examinó las lápidas. Hombres mujeres y niños enterrados en aquella tierra, pero ninguno que conociera. Ninguno el que había ido a buscar. La primera vez que había estado en aquel mismo lugar no había sido capaz de mira a la muerte de otros, temerosa de que la que sus sueños anunciaban fuera ya realidad.
Pero tenía que hacerlo. Ya no era una niña indefensa. Se había fortalecido, los años le habían curtido la piel. No estaba ella huir y no lo volvería a hacer. Con determinación comenzó a andar por las filas de lápidas.
Tan concentrada iba en las lápidas que no se dio cuenta que frente a ella había un hombre hasta que se dio de bruces con él. Dio un paso atrás, un acto reflejo mientras se disculpaba.
-Disculpad milord, no os he visto, no estaba prestando atención…
Isobel Twist- Hechicero Clase Media
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Re: Entre ángeles y demonios{Kvothe du Roux}
Mis visitas al cementerio solían estar fundamentadas en la nostalgia. No había nadie enterrado allí que tuviese relación conmigo; no que yo supiera, al menos. Al fin y al cabo, llevaba demasiado tiempo vivo como para reconocer un vínculo de sangre a través de un nombre y un apellido.
Pero no; lo que me atraía realmente a los cementerios era el hecho de que podía disfrutar de tranquilidad, de soledad y de un silencio lúgubre y tranquilizador. Nadie te molestaba en un cementerio; la humanidad en general estaba ocupada cayendo sus propias trampas, entre ellas, la de mantenerse alejados de aquellos lugares por mera superstición. Temer a los muertos... Menuda estupidez. Los únicos "muertos", si se podían llamar así, que había que temer, eran precisamente los vampiros. Y sus razones tenían. Los muertos, especialmente los que permanecían bajo tierra, no solían hacer daño a nadie a menos que viniera un nigromante a hacer de las suyas. Y no era algo que sucediese muy a menudo.
Volviendo al tema, había caminado hasta allí para pensar. Normalmente lo hacía cuando me daban aquellos "ataques de nostalgia" que, si bien no solían ser duraderos, sí daban golpes notorios a mis vampíricas capacidades emocionales.
Y, por una vez, no era así: mi necesidad para pensar recaía sobre el presente. Sobre algo que había tenido lugar apenas unos días atrás, y que concernía a cierta cazadora dotada de cabellos de fuego. Mi ensimismamiento me había llevado al punto de olvidarme parcialmente de mis misiones y objetivos, incluso de aquel que llevaba ya un tiempo arrastrando y que involucraba a una fugitiva, presunta servidora de Satanás. Una bruja, por supuesto.
Imaginaos lo perdido que estaba en mis pensamientos que ni siquiera capté la presencia de la bruja que merodeaba por allí; al menos, no lo hice hasta el momento en que se chocó contra mí, rompiendo mi firmamento particular en mil pedazos para arrastrarme de nuevo, sin preámbulos, a la realidad.
- No te preocupes, sobreviviré -bromeé, sin perder el corte siniestro que solía mantener para, digamos, hacer perdurar la reputación de mi raza. Bien podía haber respondido con las mismas formalidades que ella, pero me había cansado de todo eso. Lo había soportado durante la Edad Media, y no pensaba postergarlo más. Tutearía a todo el mundo, y quien tuviera algún problema al respecto, sabía dónde estaba la puerta.
O la verja, en este caso.
- ¿Qué hace una bruja como tú en un cementerio como este? -apliqué la más conocida, vieja y sobreexplotada fórmula de toma de contacto para entablar conversación mientras mi cabeza divagaba ya entre las posibles opciones. ¿Una nigromante que buscaba apoyo entre los muertos? ¿Una bruja que había perdido a un ser querido? ¿Alguien que buscaba lo mismo que yo, o que planeaba encontrar alguna víctima entre las lápidas? Supuse que no tardaría en averiguarlo.
Pero no; lo que me atraía realmente a los cementerios era el hecho de que podía disfrutar de tranquilidad, de soledad y de un silencio lúgubre y tranquilizador. Nadie te molestaba en un cementerio; la humanidad en general estaba ocupada cayendo sus propias trampas, entre ellas, la de mantenerse alejados de aquellos lugares por mera superstición. Temer a los muertos... Menuda estupidez. Los únicos "muertos", si se podían llamar así, que había que temer, eran precisamente los vampiros. Y sus razones tenían. Los muertos, especialmente los que permanecían bajo tierra, no solían hacer daño a nadie a menos que viniera un nigromante a hacer de las suyas. Y no era algo que sucediese muy a menudo.
Volviendo al tema, había caminado hasta allí para pensar. Normalmente lo hacía cuando me daban aquellos "ataques de nostalgia" que, si bien no solían ser duraderos, sí daban golpes notorios a mis vampíricas capacidades emocionales.
Y, por una vez, no era así: mi necesidad para pensar recaía sobre el presente. Sobre algo que había tenido lugar apenas unos días atrás, y que concernía a cierta cazadora dotada de cabellos de fuego. Mi ensimismamiento me había llevado al punto de olvidarme parcialmente de mis misiones y objetivos, incluso de aquel que llevaba ya un tiempo arrastrando y que involucraba a una fugitiva, presunta servidora de Satanás. Una bruja, por supuesto.
Imaginaos lo perdido que estaba en mis pensamientos que ni siquiera capté la presencia de la bruja que merodeaba por allí; al menos, no lo hice hasta el momento en que se chocó contra mí, rompiendo mi firmamento particular en mil pedazos para arrastrarme de nuevo, sin preámbulos, a la realidad.
- No te preocupes, sobreviviré -bromeé, sin perder el corte siniestro que solía mantener para, digamos, hacer perdurar la reputación de mi raza. Bien podía haber respondido con las mismas formalidades que ella, pero me había cansado de todo eso. Lo había soportado durante la Edad Media, y no pensaba postergarlo más. Tutearía a todo el mundo, y quien tuviera algún problema al respecto, sabía dónde estaba la puerta.
O la verja, en este caso.
- ¿Qué hace una bruja como tú en un cementerio como este? -apliqué la más conocida, vieja y sobreexplotada fórmula de toma de contacto para entablar conversación mientras mi cabeza divagaba ya entre las posibles opciones. ¿Una nigromante que buscaba apoyo entre los muertos? ¿Una bruja que había perdido a un ser querido? ¿Alguien que buscaba lo mismo que yo, o que planeaba encontrar alguna víctima entre las lápidas? Supuse que no tardaría en averiguarlo.
Kvothe du Roux- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/12/2013
Re: Entre ángeles y demonios{Kvothe du Roux}
Un pequeño escalofrío la recorrió. Su secreto expuesto en menos de medio minuto. Aquello debía ser alguna clase de record. A parte de una brutal descortesía. Por lo cual ni siquiera se molestó en preguntar sutilmente cómo lo sabía o quien era sino que directamente recurrió a su poder y escrutó su aura.
Vampiro. La metra palabra debería asustarla, o tal vez despertar sus instintos de autodefensa. Una media sonrisa, cortes pero distante, se extendió por sus labios mientras evaluaba la situación. Por sus palabras no tenía intención de atacarla, si bien un movimiento brusco, la intención de huir mismamente, podía alentar la idea de una caza de sangre.
No, debía actuar con normalidad. O toda la normalidad que se pudiera en una situación como esa en cualquier caso.
-Supongo que lo mismo que hace un vampiro aquí- contestó, reusando ella también a los convencionalismos y camuflando su acento escoces bajo uno francés, ligeramente decente- buscar algo que no puedo encontrar en las calles de la ciudad.
La media verdad escapó con total naturalidad de su boca, un viejo hábito que la acompañaba desde antes de lo que podía recordar y que en casos como este le venía muy bien. Si sabía algo de los vampiros era que algunos de ellos podían ver en tu mente y había que ser muy idiota para mentir a un vampiro cuando se está a menos de ¿tres kilómetros? No, si quiera esa sería una distancia segura para mentirle a un vampiro.
Permaneció tranquila mientras lo decía, como si el hecho de que un vampiro hablara con ella fuera algo habitual. Mantuvo bajo control su respiración y su pulso, cosas aprendidas en su breve pero intenso entrenamiento de cazadora. Esperaba que si la creía tranquila se lo tomara como que era una mujer lo suficientemente capaz de defenderse de un vampiro. Cosa que realmente era cuando la situación se ponía fea.
Mientras permanecía allí de pies, pensó en lo irónica que era la situación. Figuras de ángeles junto a ellos le recordaban que para los humanos corrientes ellos eran los servidores del demonio, mientras que otros a su alrededor, en ese mismo instante, rezaban por los suyos a pesar de lo tardío de la hora. “Y esos inocentes que ni siquiera llegan a imaginar que caminan entre ángeles y demonios. Que nos condenan por ser algo que no entienden”.
Sus ojos se centraron en el hombre frente a ella de nuevo. Era consciente de que había permanecido en silencio unos minutos, pero no le importaba lo que fuera que pudiera hacerle pensar aquello al tipo. No le importaba lo que nadie pudiera pensar de ella ya.
-Pero también asumo que si estás aquí a estas horas en vez de disfrutando de la noche- añadió con una sonrisa un tanto torcida ante las muchas cosas que eso podía significar- supongo que tampoco querrás escuchar las motivaciones de una bruja medio enloquecida, así que…- sin llegar a terminar la frase dio un paso al lado para esquivar al tipo, tratando de no interrumpirle más.
Vampiro. La metra palabra debería asustarla, o tal vez despertar sus instintos de autodefensa. Una media sonrisa, cortes pero distante, se extendió por sus labios mientras evaluaba la situación. Por sus palabras no tenía intención de atacarla, si bien un movimiento brusco, la intención de huir mismamente, podía alentar la idea de una caza de sangre.
No, debía actuar con normalidad. O toda la normalidad que se pudiera en una situación como esa en cualquier caso.
-Supongo que lo mismo que hace un vampiro aquí- contestó, reusando ella también a los convencionalismos y camuflando su acento escoces bajo uno francés, ligeramente decente- buscar algo que no puedo encontrar en las calles de la ciudad.
La media verdad escapó con total naturalidad de su boca, un viejo hábito que la acompañaba desde antes de lo que podía recordar y que en casos como este le venía muy bien. Si sabía algo de los vampiros era que algunos de ellos podían ver en tu mente y había que ser muy idiota para mentir a un vampiro cuando se está a menos de ¿tres kilómetros? No, si quiera esa sería una distancia segura para mentirle a un vampiro.
Permaneció tranquila mientras lo decía, como si el hecho de que un vampiro hablara con ella fuera algo habitual. Mantuvo bajo control su respiración y su pulso, cosas aprendidas en su breve pero intenso entrenamiento de cazadora. Esperaba que si la creía tranquila se lo tomara como que era una mujer lo suficientemente capaz de defenderse de un vampiro. Cosa que realmente era cuando la situación se ponía fea.
Mientras permanecía allí de pies, pensó en lo irónica que era la situación. Figuras de ángeles junto a ellos le recordaban que para los humanos corrientes ellos eran los servidores del demonio, mientras que otros a su alrededor, en ese mismo instante, rezaban por los suyos a pesar de lo tardío de la hora. “Y esos inocentes que ni siquiera llegan a imaginar que caminan entre ángeles y demonios. Que nos condenan por ser algo que no entienden”.
Sus ojos se centraron en el hombre frente a ella de nuevo. Era consciente de que había permanecido en silencio unos minutos, pero no le importaba lo que fuera que pudiera hacerle pensar aquello al tipo. No le importaba lo que nadie pudiera pensar de ella ya.
-Pero también asumo que si estás aquí a estas horas en vez de disfrutando de la noche- añadió con una sonrisa un tanto torcida ante las muchas cosas que eso podía significar- supongo que tampoco querrás escuchar las motivaciones de una bruja medio enloquecida, así que…- sin llegar a terminar la frase dio un paso al lado para esquivar al tipo, tratando de no interrumpirle más.
Isobel Twist- Hechicero Clase Media
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Re: Entre ángeles y demonios{Kvothe du Roux}
Mi conocimiento de su condición pareció sorprenderla. No era de extrañar; muchos tenían la habilidad de percibir la presencia de otras entidades no plenamente humanas, pero no todos sabían que la mayoría poseíamos ese "don", si acaso se pueda definir como tal a algo tan común y cotidiano entre las diferentes razas pseudohumanas que poblábamos la Tierra. Eso me hizo recordar aquella vez que maté a un cazador de vampiros después de que afirmara que los vampiros éramos "estúpidas e inferiores criaturas semihumanas"; hasta esos derroteros llegaba la soberbia del hombre en según qué casos.
La noté tensa, la clase de tensión que uno siente pero que pretende esconder para no llamar la atención. Por muy contenida que estuviera, sabía de esas cosas; alguien con sentidos de depredador captaba esas cosas, y uno tenía ya su experiencia al respecto.
- Hay muchas cosas que no se pueden encontrar en las calles de una ciudad. Soledad, árboles, lápidas, víctimas, intimidad con uno mismo o con alguien más, desaparecer... ¿Cuál es la tuya? La mía un poco de todo. Excepto la última, imagino -No tenía por qué esconder lo evidente, en realidad. Soledad e intimidad conmigo mismo, para poner en orden mis pensamientos o, al menos, intentarlo. Rodearme de árboles, o de lápidas, resultaba mucho más reconfortante que hacerlo de edificios, mucho menos... Claustrofóbico, por así decirlo, aunque no padeciera de eso. Víctimas... Bueno, nunca se sabía cuándo aparecía alguien propicio a un bocado en la yugular.
Me relamí, inconscientemente, ante semejante idea, antes de que la mujer recurriera a la vieja técnica de "no pinto nada robándote tu tiempo, mejor dejo de molestar". Si lo hacía porque realmente lo pensaba o para llamar mi atención, lo ignoraba. Uno siempre acababa pensando que era una lástima no haber adquirido el poder de la telepatía.
- Oh, puedes contarme tus penas si quieres. Soy un vampiro solitario dando vueltas por un cementerio, no es que tenga tanto que hacer ocupando mi tiempo, ¿sabes?
O, dicho de otro modo, pensar en mi soledad estaba bien, pero ganar distracciones también.
Y en aquel momento, me gustase o no, necesitaba distraerme de alguna forma. Sentía que me iba a explotar el cerebro de tanto comérmelo. No literalmente, claro. Eso sería un estropicio y, además, un tanto contraproducente para mi idea de seguir viviendo unos cuantos siglos más, como mínimo.
La noté tensa, la clase de tensión que uno siente pero que pretende esconder para no llamar la atención. Por muy contenida que estuviera, sabía de esas cosas; alguien con sentidos de depredador captaba esas cosas, y uno tenía ya su experiencia al respecto.
- Hay muchas cosas que no se pueden encontrar en las calles de una ciudad. Soledad, árboles, lápidas, víctimas, intimidad con uno mismo o con alguien más, desaparecer... ¿Cuál es la tuya? La mía un poco de todo. Excepto la última, imagino -No tenía por qué esconder lo evidente, en realidad. Soledad e intimidad conmigo mismo, para poner en orden mis pensamientos o, al menos, intentarlo. Rodearme de árboles, o de lápidas, resultaba mucho más reconfortante que hacerlo de edificios, mucho menos... Claustrofóbico, por así decirlo, aunque no padeciera de eso. Víctimas... Bueno, nunca se sabía cuándo aparecía alguien propicio a un bocado en la yugular.
Me relamí, inconscientemente, ante semejante idea, antes de que la mujer recurriera a la vieja técnica de "no pinto nada robándote tu tiempo, mejor dejo de molestar". Si lo hacía porque realmente lo pensaba o para llamar mi atención, lo ignoraba. Uno siempre acababa pensando que era una lástima no haber adquirido el poder de la telepatía.
- Oh, puedes contarme tus penas si quieres. Soy un vampiro solitario dando vueltas por un cementerio, no es que tenga tanto que hacer ocupando mi tiempo, ¿sabes?
O, dicho de otro modo, pensar en mi soledad estaba bien, pero ganar distracciones también.
Y en aquel momento, me gustase o no, necesitaba distraerme de alguna forma. Sentía que me iba a explotar el cerebro de tanto comérmelo. No literalmente, claro. Eso sería un estropicio y, además, un tanto contraproducente para mi idea de seguir viviendo unos cuantos siglos más, como mínimo.
Kvothe du Roux- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/12/2013
Re: Entre ángeles y demonios{Kvothe du Roux}
Paró, sorprendida. Sus contactos con los vampiros habían sido frecuentes pero la mayoría había sido para matarlos. Y las pocas veces que había llegado a ser amistosa con alguno, lo justo para conocer a su raza, había llevado más de tres segundos que se tomaran confianza con ella.
Sin embargo, si él se mostraba tan abierto, suponía que no había problemas tampoco si ella dejaba ir algo de la carga que llevaba encima. Aunque, claro, también podía ser una mentira y que el solo quisiera entretenerla, distraerla, para luego cenársela. En cualquier caso, si pensaba hacerlo, no perdía nada alargando la conversación.
Una vez superada la sorpresa, compuso una ligera sonrisa. No, ciertamente no es que hubiera mucho que hacer entre los muertos a esas horas.
-Lo que yo no puedo encontrar en la ciudad es un recuerdo- dijo-, un recuerdo de hace tanto tiempo que ya ni siquiera se si está allí. Por eso lo busco aquí- su mano abarcó el cementerio en un gesto vago.
Dada la amplitud del lugar, el trabajo de revisar todas y cada una de las lápidas le llevaría bastante tiempo. Cierto que podía pedir a su protegida que le facilitara una lista de sus “inquilinos”, al fin y al cabo ella era la vigilante del lugar. Sin embargo, prefería hacerlo ella personalmente.
-Supongo que en cierto modo, estoy intentando aceptar que es posible que la muerte se haya llevado ya ese recuerdo.
Se encogió de hombros, como quitándole importancia. La verdad era que los sueños que la habían hecho huir de su casa en medio de la noche seguían viniendo a ella pero cada vez eran más cortos, cada vez empezaban más tarde. Era como si le dijeran que estaba perdiendo un tiempo precioso y que estaba cometiendo errores que estaban reduciendo sus oportunidades.
En el último sueño ya no había salido él. Y eso solo podía significar dos cosas: o que era inevitable o que ya había sucedido. Por eso estaba allí esa noche, buscando la tumba del hombre que una vez conoció.
-Pero bueno, supongo que lo que realmente busco es que no esté aquí. ¿Un poco irónico, verdad?- dijo con una pequeña risa, burlándose de si misma- Por cierto, soy Isobel- terminó por presentarse, aunque no le tendió la mano, un gesto que consideraba inocuo- ¿Puedo saber tu nombre?
Sin embargo, si él se mostraba tan abierto, suponía que no había problemas tampoco si ella dejaba ir algo de la carga que llevaba encima. Aunque, claro, también podía ser una mentira y que el solo quisiera entretenerla, distraerla, para luego cenársela. En cualquier caso, si pensaba hacerlo, no perdía nada alargando la conversación.
Una vez superada la sorpresa, compuso una ligera sonrisa. No, ciertamente no es que hubiera mucho que hacer entre los muertos a esas horas.
-Lo que yo no puedo encontrar en la ciudad es un recuerdo- dijo-, un recuerdo de hace tanto tiempo que ya ni siquiera se si está allí. Por eso lo busco aquí- su mano abarcó el cementerio en un gesto vago.
Dada la amplitud del lugar, el trabajo de revisar todas y cada una de las lápidas le llevaría bastante tiempo. Cierto que podía pedir a su protegida que le facilitara una lista de sus “inquilinos”, al fin y al cabo ella era la vigilante del lugar. Sin embargo, prefería hacerlo ella personalmente.
-Supongo que en cierto modo, estoy intentando aceptar que es posible que la muerte se haya llevado ya ese recuerdo.
Se encogió de hombros, como quitándole importancia. La verdad era que los sueños que la habían hecho huir de su casa en medio de la noche seguían viniendo a ella pero cada vez eran más cortos, cada vez empezaban más tarde. Era como si le dijeran que estaba perdiendo un tiempo precioso y que estaba cometiendo errores que estaban reduciendo sus oportunidades.
En el último sueño ya no había salido él. Y eso solo podía significar dos cosas: o que era inevitable o que ya había sucedido. Por eso estaba allí esa noche, buscando la tumba del hombre que una vez conoció.
-Pero bueno, supongo que lo que realmente busco es que no esté aquí. ¿Un poco irónico, verdad?- dijo con una pequeña risa, burlándose de si misma- Por cierto, soy Isobel- terminó por presentarse, aunque no le tendió la mano, un gesto que consideraba inocuo- ¿Puedo saber tu nombre?
Isobel Twist- Hechicero Clase Media
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Re: Entre ángeles y demonios{Kvothe du Roux}
Un recuerdo. Aquella confesión no ayudaba a mejorar mi estado mental, si vamos a hablar desde la honestidad. Estaba tratando de zafarme de mis pensamientos y recuerdos, o algo por el estilo. Pero, si lo que pretendía era eso y no lo contrario, ¿a qué diablos había ido allí?
Cómo me gustaba contradecirme, sin apenas darme cuenta de ello.
Lo peor que tenían, desde mi punto de vista, aquellas etapas de mi día a día, era que no tenía el menor problema en abrirme, hasta cierto punto, a un completo desconocido, sin pararme a plantear ninguna de las posibles consecuencias. ¿Y cómo dejabas atrás una costumbre que llevabas cincuenta vidas arrastrando?
No hablé, no dije nada. No aún. Había aprendido a escuchar los silencios, y los suyos daban a entender que no había terminado de hablar, de expresar lo que quería dar a entender, por muy largas que pudieran ser las pausas. Y no me equivoqué. Escuché con tranquilidad hasta que se presentó y lanzó aquella broma, arrancándome una ligera sonrisa que me apartó de mi ensimismamiento.
- Kvothe. Me llamo Kvothe -siempre tendía a inventarme historias sobre mí, pero mi nombre no tenía por qué ser un secreto. ¿Qué daño podían hacerme? Si alguno tuviera el legendario don del Táborlin que me contaban cuando era pequeño, se sabría.
Medité durante un rato más sus palabras antes de decidirme a comentar algo al respecto.
- Irónico, sí -reí por lo bajo-, pero tiene sentido. Hay ocasiones en que cerciorarnos de que algo no está se convierte en una certeza más poderosa de la que tendríamos si estuviera. Un recuerdo, en este caso: si está ahí, implica ciertas cosas. Si no está, en la mayoría de los casos, sencillamente implica eso, que no está. El problema, en sí mismo, es la incertidumbre -el volumen de mi voz se fue apagando, hasta tornarse en un "incertidumbre" casi inaudible; lo habría sido si no estuvieramos en un lugar totalmente silencioso y calmo-. Pero buscar la presencia o ausencia de algo, de noche, en un cementerio... Hay quienes te acusarían imprudente, y con razón. La mayoría de los vampiros que te encontrarías aquí no dudarían en darse un festín con tu sangre. Yo mismo lo habría hecho, en otras circunstancias -admití, de forma honesta.
Y así era; lo habría hecho. Pero... ¿A quién quería engañar? Cierta cazadora estaba trastocando mi mundo de una forma harto inesperada.
Cómo me gustaba contradecirme, sin apenas darme cuenta de ello.
Lo peor que tenían, desde mi punto de vista, aquellas etapas de mi día a día, era que no tenía el menor problema en abrirme, hasta cierto punto, a un completo desconocido, sin pararme a plantear ninguna de las posibles consecuencias. ¿Y cómo dejabas atrás una costumbre que llevabas cincuenta vidas arrastrando?
No hablé, no dije nada. No aún. Había aprendido a escuchar los silencios, y los suyos daban a entender que no había terminado de hablar, de expresar lo que quería dar a entender, por muy largas que pudieran ser las pausas. Y no me equivoqué. Escuché con tranquilidad hasta que se presentó y lanzó aquella broma, arrancándome una ligera sonrisa que me apartó de mi ensimismamiento.
- Kvothe. Me llamo Kvothe -siempre tendía a inventarme historias sobre mí, pero mi nombre no tenía por qué ser un secreto. ¿Qué daño podían hacerme? Si alguno tuviera el legendario don del Táborlin que me contaban cuando era pequeño, se sabría.
Medité durante un rato más sus palabras antes de decidirme a comentar algo al respecto.
- Irónico, sí -reí por lo bajo-, pero tiene sentido. Hay ocasiones en que cerciorarnos de que algo no está se convierte en una certeza más poderosa de la que tendríamos si estuviera. Un recuerdo, en este caso: si está ahí, implica ciertas cosas. Si no está, en la mayoría de los casos, sencillamente implica eso, que no está. El problema, en sí mismo, es la incertidumbre -el volumen de mi voz se fue apagando, hasta tornarse en un "incertidumbre" casi inaudible; lo habría sido si no estuvieramos en un lugar totalmente silencioso y calmo-. Pero buscar la presencia o ausencia de algo, de noche, en un cementerio... Hay quienes te acusarían imprudente, y con razón. La mayoría de los vampiros que te encontrarías aquí no dudarían en darse un festín con tu sangre. Yo mismo lo habría hecho, en otras circunstancias -admití, de forma honesta.
Y así era; lo habría hecho. Pero... ¿A quién quería engañar? Cierta cazadora estaba trastocando mi mundo de una forma harto inesperada.
Kvothe du Roux- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Entre ángeles y demonios{Kvothe du Roux}
Escuchó su razonamiento y asintió con la cabeza. Si, era precisamente eso lo que quería decir. Y el hecho de que la comprendiera la alivió un poco. Tal vez era algo extraño, pero allí, en medio de la noche, en un cementerio casi vacío, tenía la sensación de que había liberado parte del peso que la atormentaba desde hacía tiempo.
La sonrisa que había quedado en sus labios no desapareció aun cuando habló de darse un festín con su sangre. Lo cierto era que estaba mucho más segura de lo que él se imaginaba ya que, tanto sus dones de bruja como lo que había aprendido como cazadora la protegían de aquellos que osaban a tratar de herirla. Pero, claro, él no tenía por qué saber eso.
-Puede que realmente sea una imprudente- dijo, sabiendo que era bastante cierto- pero, ¿imaginas lo que me ocurriría si alguien me viera vagando por el día en un cementerio y le dijera que busco a alguien que ni siquiera sé si está? Acabaría en el sanatorio mental antes de poder siquiera darme cuenta. Y en cuanto supieran que soy bruja empezarían las pruebas y…
No llegó a acabar la frase y fingió un pequeño escalofrío, como si pudiera imaginar todas las torturas a las que la podían someter antes de reírse de nuevo. Poco a poco, la conversación estaba alejando la opresión que sentía en el pecho. Aunque no era precisamente una conversación para alejar los miedos que las sombras traían consigo, imaginar a los doctores y enfermeras humanos del sanatorio cuando descubrieran su origen tenía cierta gracia. No creía que aquello fuera peor de lo que había pasado ya.
Sus ojos vagaron por el campo santo una vez más. Las lápidas sobresalían en la oscuridad, recortándose contra las sombras en las que poco a poco se sumía el lugar. A lo lejos, los fantasmas de dos niños jugaban, como si no supieran que estaban muertos.
-Es sorprendente como este lugar puede dar tanta esperanza a algunas personas cuando su objetivo solo es mantener abiertas viejas heridas…
El pensamiento escapó de sus labios sin darme cuenta pero no hizo amago alguno de retirarlo. Al fin y al cabo no estaba del todo mal hablar con sinceridad a aquel desconocido vampiro.
-De todas formas- dijo, desviando el tema de conversación de sí misma. Nunca le había sido demasiado cómodo hablar de su persona con nadie- si has venido hasta aquí buscando silencio, sin duda ghas dado con el lugar perfecto para ello. Lo único que me… bueno, sorprende, se podría decir, es que los vampiros podáis entrar en un cementerio. Creía que lo de tierra santa y demás os repelía- sonrió- Eso me hace preguntarme que más mitos serán falsos.
“Isobel, la curiosidad mató al gato” dijo una voz en su cabeza, sospechosamente parecida a la de su mentor “Si” se contestó a si misma ”pero el gato murió sabiendo”. Aquel siempre había sido su peor defecto. Y esta vez jugaba con un fuego que tal vez no pudiera controlar.
La sonrisa que había quedado en sus labios no desapareció aun cuando habló de darse un festín con su sangre. Lo cierto era que estaba mucho más segura de lo que él se imaginaba ya que, tanto sus dones de bruja como lo que había aprendido como cazadora la protegían de aquellos que osaban a tratar de herirla. Pero, claro, él no tenía por qué saber eso.
-Puede que realmente sea una imprudente- dijo, sabiendo que era bastante cierto- pero, ¿imaginas lo que me ocurriría si alguien me viera vagando por el día en un cementerio y le dijera que busco a alguien que ni siquiera sé si está? Acabaría en el sanatorio mental antes de poder siquiera darme cuenta. Y en cuanto supieran que soy bruja empezarían las pruebas y…
No llegó a acabar la frase y fingió un pequeño escalofrío, como si pudiera imaginar todas las torturas a las que la podían someter antes de reírse de nuevo. Poco a poco, la conversación estaba alejando la opresión que sentía en el pecho. Aunque no era precisamente una conversación para alejar los miedos que las sombras traían consigo, imaginar a los doctores y enfermeras humanos del sanatorio cuando descubrieran su origen tenía cierta gracia. No creía que aquello fuera peor de lo que había pasado ya.
Sus ojos vagaron por el campo santo una vez más. Las lápidas sobresalían en la oscuridad, recortándose contra las sombras en las que poco a poco se sumía el lugar. A lo lejos, los fantasmas de dos niños jugaban, como si no supieran que estaban muertos.
-Es sorprendente como este lugar puede dar tanta esperanza a algunas personas cuando su objetivo solo es mantener abiertas viejas heridas…
El pensamiento escapó de sus labios sin darme cuenta pero no hizo amago alguno de retirarlo. Al fin y al cabo no estaba del todo mal hablar con sinceridad a aquel desconocido vampiro.
-De todas formas- dijo, desviando el tema de conversación de sí misma. Nunca le había sido demasiado cómodo hablar de su persona con nadie- si has venido hasta aquí buscando silencio, sin duda ghas dado con el lugar perfecto para ello. Lo único que me… bueno, sorprende, se podría decir, es que los vampiros podáis entrar en un cementerio. Creía que lo de tierra santa y demás os repelía- sonrió- Eso me hace preguntarme que más mitos serán falsos.
“Isobel, la curiosidad mató al gato” dijo una voz en su cabeza, sospechosamente parecida a la de su mentor “Si” se contestó a si misma ”pero el gato murió sabiendo”. Aquel siempre había sido su peor defecto. Y esta vez jugaba con un fuego que tal vez no pudiera controlar.
Isobel Twist- Hechicero Clase Media
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Re: Entre ángeles y demonios{Kvothe du Roux}
Asentí en silencio; no le faltaba razón, la verdad. Especialmente en aquellos tiempos, tenía razón. Antes el mundo no funcionaba así. La magia y las criaturas 'ancestrales' suponían un misterio, una mitología... Incluso había quienes lo adoraban, o divinizaban a quienes poseían tales dones. Pero, al mismo tiempo que la raza humana evolucionaba, su sentido de la superstición y la hostilidad hacia lo desconocido se hacían más fuertes. Su sentido de la "evolución" se centraba en gran medida en tenerlo todo controlado, cada vez más. Y nosotros, las criaturas que escapábamos a su control y entendimiento, suponíamos para ellos una amenaza a sus dotes de conocimiento. Seguíamos siendo un misterio. Y no podían soportarlo.
Todo eso, sumano a cierto "miedo" reprimido a lo que acababa de enunciar, fue lo que pude, o creí, leer en su mirada.
- Bueno, ya sabes cómo son los humanos, o en qué se han convertido. La superstición está al orden del día, y la Iglesia, con todo el poder que ha reunido, declara que toda criatura alejada de la mano del creador de todo es, por definición, un vástago de Satanás, y ha de aceptar la muerte como un sacrificio para purificar su alma -recité, prácticamente de memoria. Así era, en realidad; tuve que memorizar esas palabras para mi Ceremonia de Condenación. Un título peligrosamente irónico, ¿no creéis? Semejante recuerdo me arrancó una vaga sonrisa que, supuse, ella no alcanzaría a entender del todo.
Torcí el gesto, alzando la mirada al cielo. Sanatorios mentales, pruebas... ¿Qué esperaban conseguir? ¿Acaso creían que encerrarnos con humanos dementes iba a solucionar algo? ¿Que abriéndonos en canal se les desvelaría el misterio de nuestra naturaleza? Acabaría sintiendo aún más lástima por ellos.
Seguí la dirección de su mirada, pero no me pareció ver nada, aunque sí creí escuchar una risa lejana. Infantil. Torcí el gesto de nuevo y, distraído como estaba, a punto estuve de tropezar con una lápida más.
- Puede servir para las dos cosas, en realidad. Los humanos creen que, si vinenen aquí, establecen alguna clase de "vínculo" con sus muertos. No se desprenden por completo de ellos. He visto personas echar aquí tardes enteras para contarle sus penas a una lápida, y luego marcharse con una sonrisa. Y he visto otras quitándose la vida ante los mismos sepulcros -así de radicales eran los humanos. Blanco o negro. Vida o muerte. Bien o mal.
Y, para una sociedad dominaba por la superstición de la Iglesia, las criaturas de la noche éramos vástagos de Satanás. Salvo los Condenados, claro, que por lo visto "servíamos a un bien mayor para purificar nuestra alma a través de nuestros actos". No había pasado mucho tiempo entre ellos hasta que me di cuenta de cómo empleaban la excusa de la purificación para toda clase de actos que, en otras circunstancias, habrían sido considerados mucho más satánicos que lo que se consideraría de nuestra mera existencia. De todos modos, evité mencionar el pequeño detalle de que había prestado mis servicios, de algún modo, a esa misma Iglesia que, interiormente, tanto criticaba.
Pero bueno, así era la Iglesia. Siempre repleta de lagunas.
Giré la cabeza hacia ella, alzando las cejas, evitando reírme.
- ¿Quieres que te desvele el misterio detrás de los rumores que corren sobre nosotros? -pregunté, con cierto deje irónicamente divertido. Por lo general, la gente prefería mantener sus propias teorías, aunque no estuvieran probadas o se alejasen de la realidad. Fantasías personales, las llamaban algunos.
Todo eso, sumano a cierto "miedo" reprimido a lo que acababa de enunciar, fue lo que pude, o creí, leer en su mirada.
- Bueno, ya sabes cómo son los humanos, o en qué se han convertido. La superstición está al orden del día, y la Iglesia, con todo el poder que ha reunido, declara que toda criatura alejada de la mano del creador de todo es, por definición, un vástago de Satanás, y ha de aceptar la muerte como un sacrificio para purificar su alma -recité, prácticamente de memoria. Así era, en realidad; tuve que memorizar esas palabras para mi Ceremonia de Condenación. Un título peligrosamente irónico, ¿no creéis? Semejante recuerdo me arrancó una vaga sonrisa que, supuse, ella no alcanzaría a entender del todo.
Torcí el gesto, alzando la mirada al cielo. Sanatorios mentales, pruebas... ¿Qué esperaban conseguir? ¿Acaso creían que encerrarnos con humanos dementes iba a solucionar algo? ¿Que abriéndonos en canal se les desvelaría el misterio de nuestra naturaleza? Acabaría sintiendo aún más lástima por ellos.
Seguí la dirección de su mirada, pero no me pareció ver nada, aunque sí creí escuchar una risa lejana. Infantil. Torcí el gesto de nuevo y, distraído como estaba, a punto estuve de tropezar con una lápida más.
- Puede servir para las dos cosas, en realidad. Los humanos creen que, si vinenen aquí, establecen alguna clase de "vínculo" con sus muertos. No se desprenden por completo de ellos. He visto personas echar aquí tardes enteras para contarle sus penas a una lápida, y luego marcharse con una sonrisa. Y he visto otras quitándose la vida ante los mismos sepulcros -así de radicales eran los humanos. Blanco o negro. Vida o muerte. Bien o mal.
Y, para una sociedad dominaba por la superstición de la Iglesia, las criaturas de la noche éramos vástagos de Satanás. Salvo los Condenados, claro, que por lo visto "servíamos a un bien mayor para purificar nuestra alma a través de nuestros actos". No había pasado mucho tiempo entre ellos hasta que me di cuenta de cómo empleaban la excusa de la purificación para toda clase de actos que, en otras circunstancias, habrían sido considerados mucho más satánicos que lo que se consideraría de nuestra mera existencia. De todos modos, evité mencionar el pequeño detalle de que había prestado mis servicios, de algún modo, a esa misma Iglesia que, interiormente, tanto criticaba.
Pero bueno, así era la Iglesia. Siempre repleta de lagunas.
Giré la cabeza hacia ella, alzando las cejas, evitando reírme.
- ¿Quieres que te desvele el misterio detrás de los rumores que corren sobre nosotros? -pregunté, con cierto deje irónicamente divertido. Por lo general, la gente prefería mantener sus propias teorías, aunque no estuvieran probadas o se alejasen de la realidad. Fantasías personales, las llamaban algunos.
Kvothe du Roux- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Entre ángeles y demonios{Kvothe du Roux}
Sus palabras la sorprendieron ligeramente. No por el contenido, conocido por todos los sobrenaturales, siendo incluso un tema tan trillado que ya caso se podían predecir los argumentos de ambos bandos, sino por la manera de expresarlo. Vástagos de Satanás.
Aquellas palabras, que tan inocentes podían parecer dado el cariz de la conversación, una mera analogía cristiana, eran algo más complicado para ella. Inquietantemente parecidas a las palabras de Lady Drag, eran lo que la había marcado en su vida, lo que la había encaminado a ser lo que era. Lo que la había condenado y salvado, todo al mismo tiempo.
-Supongo que esa es la razón por la que jamás he pisado una iglesia- dijo, ignorando los recuerdos que llamaban a la puerta de su memoria- la Iglesia ya ha derramado suficiente de nuestra sangre y yo no pienso ponérsela en bandeja de plata. Parecen olvidar que nosotros también fuimos una vez humanos.
Barrió de nuevo con la mirada el cementerio mientras hablaban. Filosofia sepulcraria. Era algo nuevo. Sin duda Kvothe podía ser un tipo muy interesante.
-Es el efecto placebo. Los fantasmas realmente tienen cosas mejores que hacer- comentó, mientras pensaba en los dos niños que habían visto su infancia truncada pero aun así jugaban unas callejuelas más allá- y personalmente, lo de quitarse la vida lo considero de cobardes- dijo con toda sinceridad- y más en un cementerio. ¿No es acaso la misma iglesia quien condena a los suicidas? Si ánimo de ofender a los que lo hicieron, pero es de idiotas.
Siguió caminando a su lado, sin prestar ya atención a las lápidas junto a las que pasaban. Si el futuro había llegado antes de lo deseado, seguro podía comprobarlo otro día. Además era más interesante aquella charla con el no muerto que sentirse mal al alegrarse de no reconocer una vida.
Sonrió a su pregunta con inocencia y se encogió de hombros. En realidad esperaba que evitara la pregunta o que se molestara por ello. Antes ya había tratado de sonsacarles con tacto a algunos vampiros más conocidos y afables e inmediatamente habían reculado, sospechando de sus intenciones.
-Claro que quiero. Está claro que la Iglesia nos mantiene engañados respecto a ciertas cosas. Tierra sagrada, evidentemente, no es un lugar seguro- fingió tachar algo en el aire. En ese momento, volvía a parecer una niña, pero no la niña que había sido sino una niña realmente feliz- ¿Qué más? Imagino que la decapitación funciona- añadió- ya que, sin cabeza, no hay centro regulador del resto del cuerpo. ¿Es cierto que las cruces os repelen?
Aquellas palabras, que tan inocentes podían parecer dado el cariz de la conversación, una mera analogía cristiana, eran algo más complicado para ella. Inquietantemente parecidas a las palabras de Lady Drag, eran lo que la había marcado en su vida, lo que la había encaminado a ser lo que era. Lo que la había condenado y salvado, todo al mismo tiempo.
-Supongo que esa es la razón por la que jamás he pisado una iglesia- dijo, ignorando los recuerdos que llamaban a la puerta de su memoria- la Iglesia ya ha derramado suficiente de nuestra sangre y yo no pienso ponérsela en bandeja de plata. Parecen olvidar que nosotros también fuimos una vez humanos.
Barrió de nuevo con la mirada el cementerio mientras hablaban. Filosofia sepulcraria. Era algo nuevo. Sin duda Kvothe podía ser un tipo muy interesante.
-Es el efecto placebo. Los fantasmas realmente tienen cosas mejores que hacer- comentó, mientras pensaba en los dos niños que habían visto su infancia truncada pero aun así jugaban unas callejuelas más allá- y personalmente, lo de quitarse la vida lo considero de cobardes- dijo con toda sinceridad- y más en un cementerio. ¿No es acaso la misma iglesia quien condena a los suicidas? Si ánimo de ofender a los que lo hicieron, pero es de idiotas.
Siguió caminando a su lado, sin prestar ya atención a las lápidas junto a las que pasaban. Si el futuro había llegado antes de lo deseado, seguro podía comprobarlo otro día. Además era más interesante aquella charla con el no muerto que sentirse mal al alegrarse de no reconocer una vida.
Sonrió a su pregunta con inocencia y se encogió de hombros. En realidad esperaba que evitara la pregunta o que se molestara por ello. Antes ya había tratado de sonsacarles con tacto a algunos vampiros más conocidos y afables e inmediatamente habían reculado, sospechando de sus intenciones.
-Claro que quiero. Está claro que la Iglesia nos mantiene engañados respecto a ciertas cosas. Tierra sagrada, evidentemente, no es un lugar seguro- fingió tachar algo en el aire. En ese momento, volvía a parecer una niña, pero no la niña que había sido sino una niña realmente feliz- ¿Qué más? Imagino que la decapitación funciona- añadió- ya que, sin cabeza, no hay centro regulador del resto del cuerpo. ¿Es cierto que las cruces os repelen?
Última edición por Isobel Twist el Miér Ene 15, 2014 2:48 am, editado 1 vez
Isobel Twist- Hechicero Clase Media
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Re: Entre ángeles y demonios{Kvothe du Roux}
Aquella mujer, aquella bruja, me provocaba algo parecido a una incipiente curiosidad. No había muchas personas dispuestas a pararse a charlar tranquilamente con un vampiro en mitad de la noche y en un cementerio, qué queréis que os diga. Además, no había caído en el infortunio de aburrirme con sancedes nerviosas y estúpidas. No; era una conversación inteligente.
No tenía la menor idea de lo que habría revoloteando por la cabeza de aquella bruja, ni de cuáles eran las circunstancias de ese recuerdo del que me había hablado, pero algo la había vuelto adulta, sabia. Sé de lo que hablo, creedme; la mayoría de los brujos que había conocido estaban tan cegados por sus dotes que no se molestaban en plantearse las cosas de una forma inteligente.
Y había conocido a muchos.
- Y la gente sigue esas leyes -añadí, continuando sus palabras como si ella no las hubiera terminado-. La gente sabe que el suicidio es un pecado grave, que dejar este mundo de esa forma es de cobardes, es una forma drástica de huir de él y de sus problemas. Pero, en los momentos de crisis, al final el impulso prevalece sobre la razón -el nerviosismo, la desesperación, esa clase de factores tenían la culpa de que sucediera eso tan a menudo: los grandes errores de actuar sin pensar en circunstancias de vida o muerte.
Me percaté de que la bruja caminaba ya a mi vera, sin que cada uno fuera por su lado. Ni me importó ni me traté de zafar, las conversaciones funcionaban así. Y la naturaleza humana y no tan humana, junto con sus intereses, siempre resultaba un misterio. Sonreí, pensando en todas esas leyendas absurdas que los humanos habían creado sobre nosotros.
- Bien, veamos. Eso que dice la Iglesia son sandeces. Podrías ponerme de rodillas ante el altar de cualquier templo cristiano plantándome una cruz en las narices, y no me pasaría absolutamente nada, aunque llevase un collar de dientes de ajo al cuello. Lo sagrado no nos hace ningún daño porque, a diferencia de lo que los supersticiosos inquisidores puedan pensar, no somos "hijos de Satanás" ni nada por el estilo -bromeé, descartando tres de los grandes rumores sobre nosotros con una simple afirmación-. Hay muchas formas de matarnos, claro. Decapitarnos es una de ellas. Dejarnos la cabeza en su sitio no; por mucho que nos partas el cuello o nos claves un cuchillo en la garganta, nos regeneraremos y te perseguiremos de por vida -llegamos hasta el límite del cementerio, y ahí me detuve, contemplando la inmensidad de la oscuridad que se abría ante nosotros, entre cuya nebulosa penumbra apenas se distinguían sombras y siluetas de árboles. Alcé la mirada el cielo y metí las manos en los bolsillos de mis pantalones-. Lo más destructivo para nosotros, aparte de una buena estaca de madera en el corazón, es la luz del sol. No somos hijos de Satán; somos hijos de la noche, y el día nos mata. "Polvo eres, y en polvo te convertirás". Nosotros los vampiros vemos esa cita bíblica con un... enfoque diferente -torcí el gesto en una sonrisa ligeramente macabra y me volví hacia ella-. Bueno, ¿y qué hay de vosotros? ¿Sois los brujos tal y como os definen? ¿Voláis en escobas? ¿Os salen verrugas en la nariz? ¿Hacéis pócimas en calderos y adoptáis gatos parlanchines para que os hagan compañía? -contuve la risa ante mis ocurrencias; una vez conocí a una bruja así, de hecho. Hace siglos.
Esperé, pues, su historia, a pesar de que supiese ya lo mío sobre los suyos, sin molestarme en pensar siquiera que pudiera haberme preguntado aquello para saber cómo quitarse de encima a alguno de mi raza.
No tenía la menor idea de lo que habría revoloteando por la cabeza de aquella bruja, ni de cuáles eran las circunstancias de ese recuerdo del que me había hablado, pero algo la había vuelto adulta, sabia. Sé de lo que hablo, creedme; la mayoría de los brujos que había conocido estaban tan cegados por sus dotes que no se molestaban en plantearse las cosas de una forma inteligente.
Y había conocido a muchos.
- Y la gente sigue esas leyes -añadí, continuando sus palabras como si ella no las hubiera terminado-. La gente sabe que el suicidio es un pecado grave, que dejar este mundo de esa forma es de cobardes, es una forma drástica de huir de él y de sus problemas. Pero, en los momentos de crisis, al final el impulso prevalece sobre la razón -el nerviosismo, la desesperación, esa clase de factores tenían la culpa de que sucediera eso tan a menudo: los grandes errores de actuar sin pensar en circunstancias de vida o muerte.
Me percaté de que la bruja caminaba ya a mi vera, sin que cada uno fuera por su lado. Ni me importó ni me traté de zafar, las conversaciones funcionaban así. Y la naturaleza humana y no tan humana, junto con sus intereses, siempre resultaba un misterio. Sonreí, pensando en todas esas leyendas absurdas que los humanos habían creado sobre nosotros.
- Bien, veamos. Eso que dice la Iglesia son sandeces. Podrías ponerme de rodillas ante el altar de cualquier templo cristiano plantándome una cruz en las narices, y no me pasaría absolutamente nada, aunque llevase un collar de dientes de ajo al cuello. Lo sagrado no nos hace ningún daño porque, a diferencia de lo que los supersticiosos inquisidores puedan pensar, no somos "hijos de Satanás" ni nada por el estilo -bromeé, descartando tres de los grandes rumores sobre nosotros con una simple afirmación-. Hay muchas formas de matarnos, claro. Decapitarnos es una de ellas. Dejarnos la cabeza en su sitio no; por mucho que nos partas el cuello o nos claves un cuchillo en la garganta, nos regeneraremos y te perseguiremos de por vida -llegamos hasta el límite del cementerio, y ahí me detuve, contemplando la inmensidad de la oscuridad que se abría ante nosotros, entre cuya nebulosa penumbra apenas se distinguían sombras y siluetas de árboles. Alcé la mirada el cielo y metí las manos en los bolsillos de mis pantalones-. Lo más destructivo para nosotros, aparte de una buena estaca de madera en el corazón, es la luz del sol. No somos hijos de Satán; somos hijos de la noche, y el día nos mata. "Polvo eres, y en polvo te convertirás". Nosotros los vampiros vemos esa cita bíblica con un... enfoque diferente -torcí el gesto en una sonrisa ligeramente macabra y me volví hacia ella-. Bueno, ¿y qué hay de vosotros? ¿Sois los brujos tal y como os definen? ¿Voláis en escobas? ¿Os salen verrugas en la nariz? ¿Hacéis pócimas en calderos y adoptáis gatos parlanchines para que os hagan compañía? -contuve la risa ante mis ocurrencias; una vez conocí a una bruja así, de hecho. Hace siglos.
Esperé, pues, su historia, a pesar de que supiese ya lo mío sobre los suyos, sin molestarme en pensar siquiera que pudiera haberme preguntado aquello para saber cómo quitarse de encima a alguno de mi raza.
Kvothe du Roux- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Entre ángeles y demonios{Kvothe du Roux}
-La iglesia se aprovecha de la ignorancia de los humanos- asintió, mientras cruzaba los brazos sobre el pecho- Cuando era más joven solía oir a mi madre comparar a la iglesia con el opio. En aquel entonces no lo entendía- recordé con una sonrisa. Que inculta había sido en aquella época…-, no entendía como algo que nosotros usábamos para el bien, para aliviar el dolor, podía ser algo malo. Pero cuando crecí lo ví. La iglesia se aprovecha de la constante necesidad de esperanza y ofrece un falso remedio…
De repente pareció recordar donde estaba y dejó que sus palabras se apagara. En un cementerio crisitiano lo último que necesitaba era provocar a los fieles, aunque claro, pocos estarían ya por allí a esas horas. Sin embargo, la experiencia le había enseñado que las paredes tenían ojos y oídos.
-Siento la crudeza de mis palabras- dijo, más por precaución que por que creyera poder haber ofendido a su compañero- es solo que me tienen un tanto harta.
Asintió mientras desmentía los mitos que seguro habían acompañado a los vampiros desde que fue creado el primero de ellos. Las malditas supersticiones seguro eran tan antiguas como los propios inmortales.
-Antes de nada diré que preferiría no tener que arrodillarte en ningún altar ni plantarte ninguna cruz delante. Seguro que sería condenadamente difícil y creo que se perdería un gran conversados. Ademas- le dedicó una mirada de curiosidad- he notado que has omitido el agua bendita.
Rio mientras oía los estereotipos de las brujas salir de sus labios y negó con la cabeza.
-Llevo años luchando con la verruga- dijo - Y claro, las escobas pueden ser hechizadas, aunque no las recomiendo como medio de transporte. Lo único que nunca he conseguido, por mucho que lo haya intentado es conseguir que Mika hable. Pero oye, no digo que no existan los gatitos parlantes. En el mundo tiene que haber de todo ¿no? Y eso de los calderos… Bueno, tan bueno como un caldero puede ser un cazo, y mucho más cómodo de manejar.
Sacudió la cabeza. Era realmente increíble que se pudieran crear tantas mentiras alrededor de un solo ser.
-Y tampoco llevamos sombrero de punta, habitualmente al menos. Espero no haberte decepcionado rompiendo todos esos mitos- dijo de broma.
De repente pareció recordar donde estaba y dejó que sus palabras se apagara. En un cementerio crisitiano lo último que necesitaba era provocar a los fieles, aunque claro, pocos estarían ya por allí a esas horas. Sin embargo, la experiencia le había enseñado que las paredes tenían ojos y oídos.
-Siento la crudeza de mis palabras- dijo, más por precaución que por que creyera poder haber ofendido a su compañero- es solo que me tienen un tanto harta.
Asintió mientras desmentía los mitos que seguro habían acompañado a los vampiros desde que fue creado el primero de ellos. Las malditas supersticiones seguro eran tan antiguas como los propios inmortales.
-Antes de nada diré que preferiría no tener que arrodillarte en ningún altar ni plantarte ninguna cruz delante. Seguro que sería condenadamente difícil y creo que se perdería un gran conversados. Ademas- le dedicó una mirada de curiosidad- he notado que has omitido el agua bendita.
Rio mientras oía los estereotipos de las brujas salir de sus labios y negó con la cabeza.
-Llevo años luchando con la verruga- dijo - Y claro, las escobas pueden ser hechizadas, aunque no las recomiendo como medio de transporte. Lo único que nunca he conseguido, por mucho que lo haya intentado es conseguir que Mika hable. Pero oye, no digo que no existan los gatitos parlantes. En el mundo tiene que haber de todo ¿no? Y eso de los calderos… Bueno, tan bueno como un caldero puede ser un cazo, y mucho más cómodo de manejar.
Sacudió la cabeza. Era realmente increíble que se pudieran crear tantas mentiras alrededor de un solo ser.
-Y tampoco llevamos sombrero de punta, habitualmente al menos. Espero no haberte decepcionado rompiendo todos esos mitos- dijo de broma.
Isobel Twist- Hechicero Clase Media
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