AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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C'est la nuit, mon ami [Priv. Kvothe du Roux]
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C'est la nuit, mon ami [Priv. Kvothe du Roux]
Normalmente mi radio de cacería no era tan amplio, hoy me había alejado más de lo normal de la zona donde solía trabajar, pero había oído de diversos sucesos "extraños" en esta zona y eso era motivo suficiente para hacerme venir.
La verdad es que era un escenario perfecto para vampiros hambrientos, un lugar de reunión para ciudadanos y turistas, que solía abrir por la noche. ¿Qué asqueroso vampiro se podría resistir a ello? y lo pobres humanos, tan despistados, confiados y seguros de nosotros mismos como éramos, a merced de sucios colmillos.
La gente reía, paseaba, escuchabas toda clase de conversaciones, tanta diversidad y colorido. "Ésto te habría gustado Sophie" pensé, ignorando una de las reglas que siempre tenía a la hora de salir de caza. "Jamás mezclarás el pasado con el presente mientras trabajes."
De repente se oyó un grito. Como un resorte accionado, mi cuerpo se puso en tensión y una de mis manos sacó una daga con gran rapidez, pero al mirar hacia el lugar de donde había provenido el grito vi que simplemente eran un grupo de personas divirtiéndose, el parecer una de las chicas había gritado porque un hombre de los que le acompañaba había derramado algo de cerveza sobre su vestido.
Guardé la daga, mirando que nadie me hubiera visto, y seguí con mi camino, perdiéndome entre la gente, buscando cualquier indicio de vampiros, cualquier persona que estuviera en peligro.
"Sí que te habría gustado, pequeña." sacudí ligeramente la cabeza, ¡céntrate! me grité desde el interior y apreté los puños, algo no iba bien, lo sentía, notaba un ligero cosquilleo en la espalda, como el vello de mi nuca se erizaba, había vampiros, o criaturas mágicas cerca pero no sabía ubicarlas. Miré a todos lados pero todo era normal, sospechosamente normal.
La verdad es que era un escenario perfecto para vampiros hambrientos, un lugar de reunión para ciudadanos y turistas, que solía abrir por la noche. ¿Qué asqueroso vampiro se podría resistir a ello? y lo pobres humanos, tan despistados, confiados y seguros de nosotros mismos como éramos, a merced de sucios colmillos.
La gente reía, paseaba, escuchabas toda clase de conversaciones, tanta diversidad y colorido. "Ésto te habría gustado Sophie" pensé, ignorando una de las reglas que siempre tenía a la hora de salir de caza. "Jamás mezclarás el pasado con el presente mientras trabajes."
De repente se oyó un grito. Como un resorte accionado, mi cuerpo se puso en tensión y una de mis manos sacó una daga con gran rapidez, pero al mirar hacia el lugar de donde había provenido el grito vi que simplemente eran un grupo de personas divirtiéndose, el parecer una de las chicas había gritado porque un hombre de los que le acompañaba había derramado algo de cerveza sobre su vestido.
Guardé la daga, mirando que nadie me hubiera visto, y seguí con mi camino, perdiéndome entre la gente, buscando cualquier indicio de vampiros, cualquier persona que estuviera en peligro.
"Sí que te habría gustado, pequeña." sacudí ligeramente la cabeza, ¡céntrate! me grité desde el interior y apreté los puños, algo no iba bien, lo sentía, notaba un ligero cosquilleo en la espalda, como el vello de mi nuca se erizaba, había vampiros, o criaturas mágicas cerca pero no sabía ubicarlas. Miré a todos lados pero todo era normal, sospechosamente normal.
Última edición por Vianna Wilde el Lun Ene 06, 2014 8:57 am, editado 1 vez
Vianna Wilde- Cazador Clase Media
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Re: C'est la nuit, mon ami [Priv. Kvothe du Roux]
Y allí empezaba mi nueva misión, por supuesto. Hacía poco que había empezado a trabajar para la Inquisición. De hecho, el título me tocaba la moral. ¿Vampiro "Condenado"? ¿En serio? El día que me sacasen de mis casillas descubriríamos quién estaba condenado aquí. Pero, por el momento, había que ganarse su confianza; unos cuantos miembros puristas de la organización eclesiástica no acababan de ver con buenos ojos la división de los Condenados, y se dedicaban a espiarnos clandestinamente y parar los pies a los que se desviaban del camino, si entendéis lo que quiero decir. Y nosotros, entretanto, a sus ojos, podíamos cumplir dos papeles: el de chico bueno que hace bien su trabajo pero seguro que a la mínima se corrompe, o bien el de "ha caído a la primera de cambio, exterminémosle". Resultaban tan irritables en ese aspecto... Ya les llegaría el día. Ya me dedicaría a arrancarles la carne de las entrañas. Pero para eso, por supuesto, tenía que terminar la etapa de poder de la Iglesia. Y aún tenía para rato.
Así que, volviendo al tema, habían corrido rumores recientes de un pequeño aquelarre apostado en uno de esos parques nocturnos de entretenimiento que tanto disfrutaban los humanos últimamente. El lugar en cuestión, en realidad, apestaba a vampiro y a lobo, e incluso a cierto aroma gitano. Ignoré este último y me centré en mi objetivo: el aquelarre. Los aquelarres "modernos", por lo general, se fortalecían al recibir nuevos miembros, que solían ser vampiros errantes. Y ese papel habría yo de desempeñar: entrar al aquelarre, ganarme su confianza y destrozarlo por dentro, empezando, por supuesto, por el líder. No era el método de la Iglesia, desde luego. Se suponía que tenía que purificar su alma y bla, bla, bla. O intentar que se redimiera y se uniera a la causa. Pero conocía demasiado bien a los líderes de los aquelarres clandestinos como para ser plenamente consciente de que preferían morir antes de hincar la rodilla ante nadie. Hubo un tiempo en que yo pensé así, desde luego, pero si he vivido tanto tiempo ha sido porque he aprendido a tragarme mi orgullo en favor de mantener la cabeza sobre los hombros.
Merodeaba por el parque, entre la muchedumbre, buscando algún signo de los de mi especie. Resultaba complicado, en cierto modo, con tanta presencia entremezclada de razas diversas.
En esas andaba cuando escuché un grito. Me deslicé rápidamente entre las sombras, a tiempo para darme cuenta de la falsa alarma. Lo que no se me escapó, tampoco, fue aquel destello rojo, fugaz: una humana armándose ante el peligro, y guardando el arma rápidamente al comprobar el error. Pero a alguien como yo, altamente experimentado en tales reflejos, no se le escapaban esas cosas con facilidad.
Me dispuse a seguirla, pues, preguntándome qué haría allí, sin darme cuenta de que andaba con la mirada fijamente clavada en su cabellera de fuego.
Así que, volviendo al tema, habían corrido rumores recientes de un pequeño aquelarre apostado en uno de esos parques nocturnos de entretenimiento que tanto disfrutaban los humanos últimamente. El lugar en cuestión, en realidad, apestaba a vampiro y a lobo, e incluso a cierto aroma gitano. Ignoré este último y me centré en mi objetivo: el aquelarre. Los aquelarres "modernos", por lo general, se fortalecían al recibir nuevos miembros, que solían ser vampiros errantes. Y ese papel habría yo de desempeñar: entrar al aquelarre, ganarme su confianza y destrozarlo por dentro, empezando, por supuesto, por el líder. No era el método de la Iglesia, desde luego. Se suponía que tenía que purificar su alma y bla, bla, bla. O intentar que se redimiera y se uniera a la causa. Pero conocía demasiado bien a los líderes de los aquelarres clandestinos como para ser plenamente consciente de que preferían morir antes de hincar la rodilla ante nadie. Hubo un tiempo en que yo pensé así, desde luego, pero si he vivido tanto tiempo ha sido porque he aprendido a tragarme mi orgullo en favor de mantener la cabeza sobre los hombros.
Merodeaba por el parque, entre la muchedumbre, buscando algún signo de los de mi especie. Resultaba complicado, en cierto modo, con tanta presencia entremezclada de razas diversas.
En esas andaba cuando escuché un grito. Me deslicé rápidamente entre las sombras, a tiempo para darme cuenta de la falsa alarma. Lo que no se me escapó, tampoco, fue aquel destello rojo, fugaz: una humana armándose ante el peligro, y guardando el arma rápidamente al comprobar el error. Pero a alguien como yo, altamente experimentado en tales reflejos, no se le escapaban esas cosas con facilidad.
Me dispuse a seguirla, pues, preguntándome qué haría allí, sin darme cuenta de que andaba con la mirada fijamente clavada en su cabellera de fuego.
Kvothe du Roux- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: C'est la nuit, mon ami [Priv. Kvothe du Roux]
Normalmente las cosas nunca estaban tan tranquilas, no tenía tantos problemas para localizar a alguna criatura mágica entre la gente, pero hoy parecía ser la excepción que confirmaba la regla.
Seguí deslizándome entre la gente, acercándome de vez en cuando a algún grupo concentrado de gente, normalmente al rededor de un pequeño espectáculo improvisado por los animadores que se ganaban así el dinero, pero todo mantenía su alarmante calma. Mi cuerpo, aun en tensión era como si gritara la palabra PELIGRO por cada poro de mi piel, sabía que algo no iba bien y mis sentidos nunca me habían fallado.
Fue entonces cuando, saliendo de una muchedumbre de personas que se agolpaban alrededor de un animado malabarista, vi como una pareja se alejaba hacia una zona de arboles y arbustos. Vale, sí, podía ser cualquier pareja normal en busca de intimidad, pero la forma de andar que llevaba él no eran para nada humanas. Con el tiempo había aprendido a fijarme en aquellos detalles, en pequeñas señales casi imperceptibles. Por la forma de andar y agarrar a la muchacha que llevaba deduje que se trataba de un vampiro algo novato.
Seguí a la pareja con una distancia prudente a través de los árboles y setos, alejándonos del gentío. Mientras caminaba saqué un cuchillo y con la otra mano una daga de madera.
Normalmente cuando salía de caza llevaba ropa cómoda y que permitiera moverme con soltura, pero eso era cuando patrullaba los callejones o calles solitarias de la noche, hoy había decidido ponerme un vestido y arreglarme, por la cosa de no destacar.
Entré a un pequeño claro entre los árboles y arbustos justo para ver como el vampiro, de espaldas a mí, rodeaba a la chica con sus brazos y acercaba la cara a su cuello. Sin pensármelo dos veces lancé el cuchillo que acertó en su espalda, el vampiro gritó sorprendido y se dio la vuelta dejando caer el cuerpo de la muchacha.
- ¿Interrumpo? - pregunté con una angelical sonrisa. El chupa sangre, furioso, se lanzó contra mí a gran velocidad y yo me preparé para el impacto que nos hizo caer a los dos contra el suelo. Él intentaba alcanzar mi cuello con sus colmillos brillando a la luz de la Luna, estiré la mano y alcancé el cuchillo clavado en su espalda y lo saqué para volver a clavarlo en la zona de su corazón. El vampiro chilló de dolor, aunque seguía vivo, empujé con mis rodillas bajo su cuerpo para separarle y echarle hacia atrás, dándome tiempo para incorporarme. En cuento estuve de pie el vampiro volvió a por mí, ahora más cabreado, pero yo estaba preparada, me había colocado frente a un árbol y cuando corría hacia mí dispuesto a hacerme otro placaje puse la estaca de madera entre él y yo. El golpe fue brutal, la madera detrás de nosotros evitó que nos cayéramos e hizo que la estaca se clavara profundamente en él. El golpe me dejó sin aire y con un terrible dolor en la espalda, especialmente en el final del cuello, pero sin perder un instante y aprovechando el momento de confusión del vampiro, saqué otra estaca y se la clavé en el corazón, haciéndole caer, matándolo.
Me doblé sobre mí misma y tosí un par de veces, no notaba gran dolor en el pecho, afortunadamente no tenía ninguna costilla rota, simplemente el dolor en mi espalda que seguramente me dejaría un enorme moratón en ella.
Andando con cuidado me acerqué a la chica caída en el suelo e inspeccioné su cuello, sin mordeduras. Ella abrió los ojos lentamente y luego me miró asustada, me empujó y echó a correr.
- ¡Acabo de salvarte la vida! - exclamé extendiendo los brazos - Desagradecida... - murmuré mientras tocaba con mi mano la parte trasera de mi cuello y gruñía un poco de dolor. Pero entonces lo volví a notar, no estaba sola, y ahora estaba segura de ello.
Saqué una de mis dagas y me di la vuelta mirando hacia unos árboles.
-¿Cuánto hace que me sigues? - pregunté con los músculos en tensión, preparada para cualquier cosa.
Seguí deslizándome entre la gente, acercándome de vez en cuando a algún grupo concentrado de gente, normalmente al rededor de un pequeño espectáculo improvisado por los animadores que se ganaban así el dinero, pero todo mantenía su alarmante calma. Mi cuerpo, aun en tensión era como si gritara la palabra PELIGRO por cada poro de mi piel, sabía que algo no iba bien y mis sentidos nunca me habían fallado.
Fue entonces cuando, saliendo de una muchedumbre de personas que se agolpaban alrededor de un animado malabarista, vi como una pareja se alejaba hacia una zona de arboles y arbustos. Vale, sí, podía ser cualquier pareja normal en busca de intimidad, pero la forma de andar que llevaba él no eran para nada humanas. Con el tiempo había aprendido a fijarme en aquellos detalles, en pequeñas señales casi imperceptibles. Por la forma de andar y agarrar a la muchacha que llevaba deduje que se trataba de un vampiro algo novato.
Seguí a la pareja con una distancia prudente a través de los árboles y setos, alejándonos del gentío. Mientras caminaba saqué un cuchillo y con la otra mano una daga de madera.
Normalmente cuando salía de caza llevaba ropa cómoda y que permitiera moverme con soltura, pero eso era cuando patrullaba los callejones o calles solitarias de la noche, hoy había decidido ponerme un vestido y arreglarme, por la cosa de no destacar.
Entré a un pequeño claro entre los árboles y arbustos justo para ver como el vampiro, de espaldas a mí, rodeaba a la chica con sus brazos y acercaba la cara a su cuello. Sin pensármelo dos veces lancé el cuchillo que acertó en su espalda, el vampiro gritó sorprendido y se dio la vuelta dejando caer el cuerpo de la muchacha.
- ¿Interrumpo? - pregunté con una angelical sonrisa. El chupa sangre, furioso, se lanzó contra mí a gran velocidad y yo me preparé para el impacto que nos hizo caer a los dos contra el suelo. Él intentaba alcanzar mi cuello con sus colmillos brillando a la luz de la Luna, estiré la mano y alcancé el cuchillo clavado en su espalda y lo saqué para volver a clavarlo en la zona de su corazón. El vampiro chilló de dolor, aunque seguía vivo, empujé con mis rodillas bajo su cuerpo para separarle y echarle hacia atrás, dándome tiempo para incorporarme. En cuento estuve de pie el vampiro volvió a por mí, ahora más cabreado, pero yo estaba preparada, me había colocado frente a un árbol y cuando corría hacia mí dispuesto a hacerme otro placaje puse la estaca de madera entre él y yo. El golpe fue brutal, la madera detrás de nosotros evitó que nos cayéramos e hizo que la estaca se clavara profundamente en él. El golpe me dejó sin aire y con un terrible dolor en la espalda, especialmente en el final del cuello, pero sin perder un instante y aprovechando el momento de confusión del vampiro, saqué otra estaca y se la clavé en el corazón, haciéndole caer, matándolo.
Me doblé sobre mí misma y tosí un par de veces, no notaba gran dolor en el pecho, afortunadamente no tenía ninguna costilla rota, simplemente el dolor en mi espalda que seguramente me dejaría un enorme moratón en ella.
Andando con cuidado me acerqué a la chica caída en el suelo e inspeccioné su cuello, sin mordeduras. Ella abrió los ojos lentamente y luego me miró asustada, me empujó y echó a correr.
- ¡Acabo de salvarte la vida! - exclamé extendiendo los brazos - Desagradecida... - murmuré mientras tocaba con mi mano la parte trasera de mi cuello y gruñía un poco de dolor. Pero entonces lo volví a notar, no estaba sola, y ahora estaba segura de ello.
Saqué una de mis dagas y me di la vuelta mirando hacia unos árboles.
-¿Cuánto hace que me sigues? - pregunté con los músculos en tensión, preparada para cualquier cosa.
Vianna Wilde- Cazador Clase Media
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Re: C'est la nuit, mon ami [Priv. Kvothe du Roux]
No cabía la menor duda: era una de ellas. O de ellos, mejor dicho. En aquellos tiempos, en aquella cultura, los humanos con semejante capacidad de reflejos brillaban por su ausencia... Y no digamos las mujeres, tan apocadas y sumisas ellas, tan entregadas al hogar y a la prostitución. La Inquisición entrenaba a sus "agentes" en el noble arte de parar los pies a las criaturas de la noche, o del demonio, o como les apeteciese denominarlas según el momento.
Pero los reflejos de aquella joven... La forma en que detectó a la pareja, al vampiro y a su víctima, el brillo en su mirada al seguirles, la posición de su mano... No estaba actuando como una inquisidora; no, había lidiado con demasiados de los de su 'especie' como para saber identificar los rasgos de un cazador en cuanto tenía delante a uno de esos pobres desgraciados. Si realmente era una cazadora con los dotes que como tal debía poseer, habría notado mi presencia hace rato. Pero eso era, a fin de cuentas, lo más divertido de la situación. Admitámoslo; mi misión y objetivo en aquel lugar habían quedado aparcados a un segundo plano de mi cabeza, derrotados a favor de la curiosidad que me provocaba lo que pudiera suceder a continuación. ¿Estaría aquella jovenzuela a la altura de las circunstancias? Sólo había un modo de averiguarlo.
En resumidas cuentas, yo ya estaba en la arboleda cuando ella alcanzó a la pareja. Honestamente, ya pensaba que no llegaría a tiempo, pero lo hizo. No me molesté demasiado en ocultar mi presencia; me crucé de brazos, me apoyé contra el tronco de un árbol y me dediqué a observar tranquilamente el duelo entre ambos. Y enseguida supe que ella vencería: aquel vampiro no sabía moverse como tal, sino que se limitaba a enseñar los colmillos e intentar cobrarse a la fuerza el bocado que le habían arrebatado. Conocía esa mirada demasiado bien; era la desesperación de la atroz sed de sangre de tus primeros días de conversión. Yo había pasado por eso, y no resultaba agradable. La diferencia radicaba en que yo seguía aquí, y él, entretanto, acababa de perecer a "manos" de dos estacas de madera. Pobre. Lo más probable era que se tratase de un juguetito del aquelarre al que andaba buscando. Los "vampiros modernos", por lo visto, habían adquirido la costumbre de fabricar eso que había adquirido la denominación de "conversión atroz". Se basaba en algo tan simple como convertir a un humano aleatorio, soltarle en una multitud y hacer apuestas sobre el tiempo que permanecería vivo antes de morir de sed o a manos de algún cazador, inquisidor, licántropo o cualquier otra cosa. Les parecía entretenido, aunque un servidor no acababa de verle la gracia.
- Un buen rato -respondí con naturalidad, sin moverme de mi posición, contemplándola con curiosidad. En condiciones normales habría ignorado completamente su existencia y la de su cacería, pero... A quién quería engañar. Cinco milenios y medio después, el cabello de fuego seguía suponiendo una debilidad tremebunda en mis entrañas.
Me separé del tronco de árbol en que me había apoyado y di unos pasos hacia ninguna parte, contemplando algo del entorno sin verlo realmente. Cosas de estar absorto en tus pensamientos, ya sabéis.
- ¿Cuánto hace que sabes que te sigo? -devolví la pregunta. ¿Respondería con otra? Querría saber por qué la seguía. Qué quería hacer. Quizá hasta me atacase, pensando que iba detrás de ella para saciar mi sed con la sangre de una deliciosa cazadora humana. Así funcionaba esa raza, ya sabéis. "O estás conmigo o estás contra mí". Blanco o negro.
Así les va.
Pero los reflejos de aquella joven... La forma en que detectó a la pareja, al vampiro y a su víctima, el brillo en su mirada al seguirles, la posición de su mano... No estaba actuando como una inquisidora; no, había lidiado con demasiados de los de su 'especie' como para saber identificar los rasgos de un cazador en cuanto tenía delante a uno de esos pobres desgraciados. Si realmente era una cazadora con los dotes que como tal debía poseer, habría notado mi presencia hace rato. Pero eso era, a fin de cuentas, lo más divertido de la situación. Admitámoslo; mi misión y objetivo en aquel lugar habían quedado aparcados a un segundo plano de mi cabeza, derrotados a favor de la curiosidad que me provocaba lo que pudiera suceder a continuación. ¿Estaría aquella jovenzuela a la altura de las circunstancias? Sólo había un modo de averiguarlo.
En resumidas cuentas, yo ya estaba en la arboleda cuando ella alcanzó a la pareja. Honestamente, ya pensaba que no llegaría a tiempo, pero lo hizo. No me molesté demasiado en ocultar mi presencia; me crucé de brazos, me apoyé contra el tronco de un árbol y me dediqué a observar tranquilamente el duelo entre ambos. Y enseguida supe que ella vencería: aquel vampiro no sabía moverse como tal, sino que se limitaba a enseñar los colmillos e intentar cobrarse a la fuerza el bocado que le habían arrebatado. Conocía esa mirada demasiado bien; era la desesperación de la atroz sed de sangre de tus primeros días de conversión. Yo había pasado por eso, y no resultaba agradable. La diferencia radicaba en que yo seguía aquí, y él, entretanto, acababa de perecer a "manos" de dos estacas de madera. Pobre. Lo más probable era que se tratase de un juguetito del aquelarre al que andaba buscando. Los "vampiros modernos", por lo visto, habían adquirido la costumbre de fabricar eso que había adquirido la denominación de "conversión atroz". Se basaba en algo tan simple como convertir a un humano aleatorio, soltarle en una multitud y hacer apuestas sobre el tiempo que permanecería vivo antes de morir de sed o a manos de algún cazador, inquisidor, licántropo o cualquier otra cosa. Les parecía entretenido, aunque un servidor no acababa de verle la gracia.
- Un buen rato -respondí con naturalidad, sin moverme de mi posición, contemplándola con curiosidad. En condiciones normales habría ignorado completamente su existencia y la de su cacería, pero... A quién quería engañar. Cinco milenios y medio después, el cabello de fuego seguía suponiendo una debilidad tremebunda en mis entrañas.
Me separé del tronco de árbol en que me había apoyado y di unos pasos hacia ninguna parte, contemplando algo del entorno sin verlo realmente. Cosas de estar absorto en tus pensamientos, ya sabéis.
- ¿Cuánto hace que sabes que te sigo? -devolví la pregunta. ¿Respondería con otra? Querría saber por qué la seguía. Qué quería hacer. Quizá hasta me atacase, pensando que iba detrás de ella para saciar mi sed con la sangre de una deliciosa cazadora humana. Así funcionaba esa raza, ya sabéis. "O estás conmigo o estás contra mí". Blanco o negro.
Así les va.
Kvothe du Roux- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: C'est la nuit, mon ami [Priv. Kvothe du Roux]
En cuanto vi a aquel hombre supe que no se trataba de otro vampiro como el que acababa de matar, este era un vampiro de los viejos, de los que han visto muchas cosas... de los que han matado a muchas personas.
Nunca me había enfrentado con un vampiro de los antiguos, tenía que reconocerlo, pero nunca era tarde para estrenarme.
Cuando dijo que me había estado siguiendo durante un buen rato una sensación de orgullo me llenó por dentro, no porque aquel chupa sangre me hubiera seguido, sino porque yo había notado que lo hacía. Bueno, no le había notado a él especialmente, pero sí a algo. Sabía que mis sentidos no estaban mal.
- He notado que me seguías hace un buen rato - respondí haciendo énfasis en aquellas últimas palabras, sin concretar nada como él había hecho. La verdad es que no hacía mucho que me había dado cuenta de que alguien me seguía, pero sin especificar lo que había dicho era verdad ¿no?
- Si vienes buscando a tu amigo llegas tarde - me parecía extraño que aquel vampiro fuera solo, normalmente los vampiros más mayores nunca iban solo, siempre tenían a varios neófitos a su alrededor para utilizarlos de distracción si se cruzaban con algún cazador. - Deberías buscarte siervos mejores, siento decirte que este último te salió tonto - mientras hablaba en mi cabeza fui haciendo cuenta de las armas que me quedaban, no podría salir de allí sin luchar, y estaba claro que en cuanto aquel vampiro se lanzara contra mí muchos más lo harían.
Había utilizado dos estacas de madera, por lo que me quedaba una, también me quedaba una daga y un pequeño cuchillo atado al muslo de mi pierna bajo el vestido, además llevaba un bote con agua bendita, podía probar a lanzarselo y en la confusión correr hasta perderme entre el gentío del parque.
Odiaba los vestidos por esta razón, nunca podías guardar mucho en ellos, y eso que yo le había cosido algún que otro discreto bolsillo. Tampoco te permitía llevar armas contundentes como pistolas o el arco, me sentía inútil sin el arco, podría haber atravesado perfectamente a ese vampiro desde esta distancia.
Sentía un profundo dolor en la espalda, el golpe estaba pasando factura e incluso me sentía algo mareada. Un golpe en la espalda era malo, me impediría realizar movimientos, y no podía permitirme flojear.
Clavé bien los pies en la arena y saqué la última estaca de madera que me quedaba. Aparté un mechón de mi pelo, colocandolo detrás de mi oreja.
"Vale Viv, si va a matarte por lo menos pónselo difícil, y ya sabes qué hacer si te intenta convertir" pensé para mí misma.
El dolor de la espalda aumentaba y a mí me costaba respirar, agarré con fuerza la estaca pero esperé, si una cosa había aprendido con los vampiros, es que no debes atacar primero.
Nunca me había enfrentado con un vampiro de los antiguos, tenía que reconocerlo, pero nunca era tarde para estrenarme.
Cuando dijo que me había estado siguiendo durante un buen rato una sensación de orgullo me llenó por dentro, no porque aquel chupa sangre me hubiera seguido, sino porque yo había notado que lo hacía. Bueno, no le había notado a él especialmente, pero sí a algo. Sabía que mis sentidos no estaban mal.
- He notado que me seguías hace un buen rato - respondí haciendo énfasis en aquellas últimas palabras, sin concretar nada como él había hecho. La verdad es que no hacía mucho que me había dado cuenta de que alguien me seguía, pero sin especificar lo que había dicho era verdad ¿no?
- Si vienes buscando a tu amigo llegas tarde - me parecía extraño que aquel vampiro fuera solo, normalmente los vampiros más mayores nunca iban solo, siempre tenían a varios neófitos a su alrededor para utilizarlos de distracción si se cruzaban con algún cazador. - Deberías buscarte siervos mejores, siento decirte que este último te salió tonto - mientras hablaba en mi cabeza fui haciendo cuenta de las armas que me quedaban, no podría salir de allí sin luchar, y estaba claro que en cuanto aquel vampiro se lanzara contra mí muchos más lo harían.
Había utilizado dos estacas de madera, por lo que me quedaba una, también me quedaba una daga y un pequeño cuchillo atado al muslo de mi pierna bajo el vestido, además llevaba un bote con agua bendita, podía probar a lanzarselo y en la confusión correr hasta perderme entre el gentío del parque.
Odiaba los vestidos por esta razón, nunca podías guardar mucho en ellos, y eso que yo le había cosido algún que otro discreto bolsillo. Tampoco te permitía llevar armas contundentes como pistolas o el arco, me sentía inútil sin el arco, podría haber atravesado perfectamente a ese vampiro desde esta distancia.
Sentía un profundo dolor en la espalda, el golpe estaba pasando factura e incluso me sentía algo mareada. Un golpe en la espalda era malo, me impediría realizar movimientos, y no podía permitirme flojear.
Clavé bien los pies en la arena y saqué la última estaca de madera que me quedaba. Aparté un mechón de mi pelo, colocandolo detrás de mi oreja.
"Vale Viv, si va a matarte por lo menos pónselo difícil, y ya sabes qué hacer si te intenta convertir" pensé para mí misma.
El dolor de la espalda aumentaba y a mí me costaba respirar, agarré con fuerza la estaca pero esperé, si una cosa había aprendido con los vampiros, es que no debes atacar primero.
Vianna Wilde- Cazador Clase Media
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Re: C'est la nuit, mon ami [Priv. Kvothe du Roux]
Como era de esperar, la actitud que adoptó hacia mí fue puramente defensiva. No era para menos, claro: quizá fueran estúpidos y pecaran de necios y arrogantes, pero por muy acomodados que se encontrasen en el mundo algunos sabían mantener la guardia alta cuando la situación lo merecía. Adopté esa clásica postura despreocupada al escucharla, ya sabéis: bajar la mirada, negar con la cabeza y sonreír socarronamente; bien interpretado, aquel gesto daba a entender que intuías una respuesta por el estilo, y que no te preocupaba demasiado. Imprimía seguridad, vaya. Y cuando tenías delante a alguien a la defensiva, mostrarte tranquilo, sereno y con cara de no matar una mosca podía ser tu arma más poderosa.
De todas formas, ignoré ese comentario y pasé directamente a la tremebunda acusación que me dedicó. Me reincorporé, llevándome una mano al pecho, cambiando mi expresión a una que daba a entender que acabasen de darme una puñalada en el corazón.
- ¿Amigo? ¿Siervo? ¿Por quién me tomas? -negué asiduamente con la cabeza y di un pequeño salto, adentrándome de ese modo en aquel pequeño claro. Eché un vistazo al cielo y caminé a pasos cortos, pausados, tranquilos, con las manos en los bolsillos y los pulgares asomando, admirando las estrellas mientras trazaba alguna clase de semicírculo a su alrededor. Pudiera parecer que estaba tanteándola, estudiando el momento para lanzarme a su yugular mientras mataba el tiempo dándole una conversación vanal y superficial. Ese era, de hecho, el efecto que pretendía provocar en ella. Nada más lejos de la realidad. Evité, además, mirarla en todo momento; me había percatado de la distracción que me suponía el vivo coloreado de su cabellera, y no me parecía sensato cometer el error de dejarle pensar que había algo en ella que pudiera suponer una debilidad a su favor- Mi siervo... ¡Siervos! ¡Cosas desagradables, molestas e incómodas que retrasan la cena! ¿Quién quiere tener a alguien haciéndole el trabajo sucio y besándole los pies? Los corruptos líderes de los aquelarres, quizá. Los idiotas que pretenden volverse célebres, mostrar al mundo el poder de los vampiros, o incluso aspirar a dominarlo. Pero no, yo soy dueño de mi propio destino. ¿Siervos? No, gracias. En todo caso, a día de hoy, yo lo soy. De la Iglesia, para ser exactos.
No detuve mis pasos en ningún momento, contemplándola, ahora sí, de reojo, sin que se dejara ver demasiado tal hecho, estudiándola, analizando sus movimientos, sus reacciones. No era algo que necesitara contarle, pero había percibido su odio hacia los vampiros; el modo en que había disfrutado matando al otro, la forma en que me miraba... Había algo más que el desdén de un cazador; era un odio innato. No tanto como el que sentían la mayoría de los licántropos, desde luego, pero ahí estaba. Así que no podía evitar preguntarme qué pensaría de los Condenados. ¿Pensaría enfrentarse a mí también? Pobre de ella si lo hacía... Sería una lástima tener que acabar con una humana tan exótica. ¿Convertirla, tal vez? No, no parecía una posibilidad barajable. Cuando alguien que odiaba a los vampiros era convertido en uno de ellos, tendía a inclinarse por las acciones suicidas, con tal de librarse de semejante "corrupción del alma".
- ¿Para qué quieres eso? -me detuve, girándome por completo hacia ella, y señalé la estaca que sujetaba con una fuerza casi psicótica- ¿No te has hecho bastante daño ya? Deja que te dé un masaje, el duelo de antes te habrá dejado hecha trizas -cinco mil años después, aún no tenía del todo claro por qué hacía aquellas cosas. Mera curiosidad, supongo; era plenamente consciente de que no iba a permitir que me acercara, mucho menos la tocara, pero sentía una irresistible curiosidad a sus reacciones. Y es que los humanos, de un modo u otro, nunca dejaban de sorprenderme, pasara el tiempo que pasase.
De todas formas, ignoré ese comentario y pasé directamente a la tremebunda acusación que me dedicó. Me reincorporé, llevándome una mano al pecho, cambiando mi expresión a una que daba a entender que acabasen de darme una puñalada en el corazón.
- ¿Amigo? ¿Siervo? ¿Por quién me tomas? -negué asiduamente con la cabeza y di un pequeño salto, adentrándome de ese modo en aquel pequeño claro. Eché un vistazo al cielo y caminé a pasos cortos, pausados, tranquilos, con las manos en los bolsillos y los pulgares asomando, admirando las estrellas mientras trazaba alguna clase de semicírculo a su alrededor. Pudiera parecer que estaba tanteándola, estudiando el momento para lanzarme a su yugular mientras mataba el tiempo dándole una conversación vanal y superficial. Ese era, de hecho, el efecto que pretendía provocar en ella. Nada más lejos de la realidad. Evité, además, mirarla en todo momento; me había percatado de la distracción que me suponía el vivo coloreado de su cabellera, y no me parecía sensato cometer el error de dejarle pensar que había algo en ella que pudiera suponer una debilidad a su favor- Mi siervo... ¡Siervos! ¡Cosas desagradables, molestas e incómodas que retrasan la cena! ¿Quién quiere tener a alguien haciéndole el trabajo sucio y besándole los pies? Los corruptos líderes de los aquelarres, quizá. Los idiotas que pretenden volverse célebres, mostrar al mundo el poder de los vampiros, o incluso aspirar a dominarlo. Pero no, yo soy dueño de mi propio destino. ¿Siervos? No, gracias. En todo caso, a día de hoy, yo lo soy. De la Iglesia, para ser exactos.
No detuve mis pasos en ningún momento, contemplándola, ahora sí, de reojo, sin que se dejara ver demasiado tal hecho, estudiándola, analizando sus movimientos, sus reacciones. No era algo que necesitara contarle, pero había percibido su odio hacia los vampiros; el modo en que había disfrutado matando al otro, la forma en que me miraba... Había algo más que el desdén de un cazador; era un odio innato. No tanto como el que sentían la mayoría de los licántropos, desde luego, pero ahí estaba. Así que no podía evitar preguntarme qué pensaría de los Condenados. ¿Pensaría enfrentarse a mí también? Pobre de ella si lo hacía... Sería una lástima tener que acabar con una humana tan exótica. ¿Convertirla, tal vez? No, no parecía una posibilidad barajable. Cuando alguien que odiaba a los vampiros era convertido en uno de ellos, tendía a inclinarse por las acciones suicidas, con tal de librarse de semejante "corrupción del alma".
- ¿Para qué quieres eso? -me detuve, girándome por completo hacia ella, y señalé la estaca que sujetaba con una fuerza casi psicótica- ¿No te has hecho bastante daño ya? Deja que te dé un masaje, el duelo de antes te habrá dejado hecha trizas -cinco mil años después, aún no tenía del todo claro por qué hacía aquellas cosas. Mera curiosidad, supongo; era plenamente consciente de que no iba a permitir que me acercara, mucho menos la tocara, pero sentía una irresistible curiosidad a sus reacciones. Y es que los humanos, de un modo u otro, nunca dejaban de sorprenderme, pasara el tiempo que pasase.
Kvothe du Roux- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: C'est la nuit, mon ami [Priv. Kvothe du Roux]
No le quité el ojo de encima en todo momento mientras el andaba a pasos cortos a mi alrededor, jugando conmigo, un juego solitario del que únicamente disfrutaba él.
Alcé las cejas ante su confesión de trabajar para la Iglesia. Nunca me había encontrado antes con un Condenado, sabía que existían pero eran un grupo realmente reducido, y si los vampiros ya de por sí pretendían pasar desapercibidos, un Condenado todavía más.
Aquel dato no me hizo bajar la guardia, nunca me había cruzado con uno de los de su clase, no sabía a qué me enfrentaba, y seguía siendo un vampiros, por mí como si era el que le besaba el culo al Papa, pretendía calvarle una estaca en el corazón, o donde antes había habido un corazón humano.
Su lento paseo me ponía nerviosa, era el paseo que hacía todo depredador antes de lanzarse a por la presa. Odiaba aquello, odiaba el comportamiento depredador de aquellos demonios, como si estuvieran por encima del mundo y tuvieran poder para hacer lo que quisieran.
Sonreí irónica ante su ofrecimiento a darme un masaje. - Me subestimas demasiado ¿sabes? - estiré mi espalda y levanté mi barbilla. - Creo que tendré que rechazar su oferta monsieur, pero creo que tendré que rechazar su oferta, sospecho que el masaje acabará con un derramamiento de sangre, por muy bien que combine el color de la sangre con el de mi pelo, no es algo que me agrade. - empecé a moverme yo también, con pasos cortos, entrando en su juego. Si quería divertirse, yo no iba a ser menos.
- Si trabajas para la Iglesia supongo que tendrás prohibido atacar a un cazador - afirmé desconociendo las reglas o pactos que la Iglesia mantenía con los Condenados. Sinceramente yo pensaba que aquellos pactos o tratos eran repulsivos, ¿trabajar junto a vampiros? antes prefería morir. Parecían medidas desesperadas, como si los humanos nos hubiéramos quedado sin otras formas de combatir a los vampiros que utilizando a otros vampiros. Era patético.
- ¿Cómo es eso de que los de tu propia especie te repudien? La sanguijuela que no tenía amigos, es un buen título para una novela, creo que el drama ahora está de moda. - dije picándole un poco, si aquel vampiro pensaba que me daba miedo o intimidaba, aunque sí en una pequeña parte, se equivocaba.
Alcé las cejas ante su confesión de trabajar para la Iglesia. Nunca me había encontrado antes con un Condenado, sabía que existían pero eran un grupo realmente reducido, y si los vampiros ya de por sí pretendían pasar desapercibidos, un Condenado todavía más.
Aquel dato no me hizo bajar la guardia, nunca me había cruzado con uno de los de su clase, no sabía a qué me enfrentaba, y seguía siendo un vampiros, por mí como si era el que le besaba el culo al Papa, pretendía calvarle una estaca en el corazón, o donde antes había habido un corazón humano.
Su lento paseo me ponía nerviosa, era el paseo que hacía todo depredador antes de lanzarse a por la presa. Odiaba aquello, odiaba el comportamiento depredador de aquellos demonios, como si estuvieran por encima del mundo y tuvieran poder para hacer lo que quisieran.
Sonreí irónica ante su ofrecimiento a darme un masaje. - Me subestimas demasiado ¿sabes? - estiré mi espalda y levanté mi barbilla. - Creo que tendré que rechazar su oferta monsieur, pero creo que tendré que rechazar su oferta, sospecho que el masaje acabará con un derramamiento de sangre, por muy bien que combine el color de la sangre con el de mi pelo, no es algo que me agrade. - empecé a moverme yo también, con pasos cortos, entrando en su juego. Si quería divertirse, yo no iba a ser menos.
- Si trabajas para la Iglesia supongo que tendrás prohibido atacar a un cazador - afirmé desconociendo las reglas o pactos que la Iglesia mantenía con los Condenados. Sinceramente yo pensaba que aquellos pactos o tratos eran repulsivos, ¿trabajar junto a vampiros? antes prefería morir. Parecían medidas desesperadas, como si los humanos nos hubiéramos quedado sin otras formas de combatir a los vampiros que utilizando a otros vampiros. Era patético.
- ¿Cómo es eso de que los de tu propia especie te repudien? La sanguijuela que no tenía amigos, es un buen título para una novela, creo que el drama ahora está de moda. - dije picándole un poco, si aquel vampiro pensaba que me daba miedo o intimidaba, aunque sí en una pequeña parte, se equivocaba.
Vianna Wilde- Cazador Clase Media
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Re: C'est la nuit, mon ami [Priv. Kvothe du Roux]
La sonrisa espontánea e instantánea que se reflejó en mi expresión dio a entender precisamente lo que pensaba en aquel momento: que no esperaba menos. Los cazadores y la mayoría de los humanos, a fin de cuentas, eran así de simples. Si te veían inferior, te atacaban. Si te sentían superior, bien se escondían en sus agujeros, bien tanteaban tu juego y trataban de estar a tu altura, normalmente imitando tus actos y tratando de burlarse de ti con tus palabras. ¿Es que no habían aprendido nada en los últimos cinco mil años?
Pero, por supuesto, algo tendría que hacer para convertir en añicos el aburrimiento que amenazaba con asomar. ¿Llegaría a decepcionarme aquella cazadora? Esperaba que no. Sus pecados como criatura predecible sólo habían alcanzado un nivel moderado, por el momento.
- Un derramamiento de sangre... ¿Qué clase de masajes acostumbras, jovencita? -dejé que en mi rostro se dibujara una muy bien fingida expresión de horror, como si tratara de imaginar un masaje que equivaliera a una flagelación, o algo por el estilo. Sabía muy bien a qué se refería, por descontado, pero precisamente en eso estaba lo interesante del juego verbal, ¿no es cierto? En confundir al adversario.
De todos modos, cuando mencionó el color de su pelo no pude evitar contemplarlo con cierta... Admiración. Por desgracia, todo aquello que tenía relación con ella suponía aún una peligrosa debilidad para mí, incluso después de ver pasar tantos malditos milenios. Así que, resumiendo, quedó bastante exteriorizado el hecho de que me encantaba su pelo. Como siempre, sacudí la cabeza como si no pasara nada y entrecerré los ojos, criticándome a mí mismo por ello.
Mucho me quejaba de los humanos, pero yo tampoco terminaba de aprender.
-¿Prohibido? -eché a reír. No fue una carcajada maliciosa, pretenciosa, ni nada por el estilo. Reí de forma sana, clara, espontánea; la clase de risa que a uno le salía cuando le contaban un chiste especialmente bueno- Llevo ya unos cuantos años viviendo como para que unos pocos humanos y sus creencias puedan prohibirme nada. Creen que tienen poder para prohibírmelo, que es diferente -maticé ese "creen" con una entonación especial y un gesto con el dedo índice, y ante su último ataque, no pude menos que levantar las cejas. Pobrecita, cómo se estaba confundiendo conmigo. Los humanos y sus deducciones erróneas pero "de lógica aplastante", ya sabéis. Si alguna vez habéis pasado un rato con alguno de ellos sin intentar matarle, entenderéis de lo que estoy hablando-. Lo que es y lo que los demás creen que es son cosas muy distintas, me temo. ¿Repudiado por mi especie? Por favor. Nosotros no somos como los humanos, ¿sabes? No nos molestamos en hacernos la vida imposible unos a otros o "exiliar" a los que chocan con nuestros principios. Cada cual es libre para hacer lo que le salga del pie. Yo, personalmente, prefiero vincularme al bando vencedor. Y como en esta época la iglesia lleva las de ganar, resulta más cómodo estar con ellos que contra ellos. Bien podría esconderme en algún castillo transilvano, apodarme Drácula y dejar pasar los años, pero uno se cansa de morirse del aburrimiento, ¿sabes? La inmortalidad es lo que tiene, has de sacarte tus castañas del fuego. Y la vida es así: nosotros pensamos que todos los humanos son unos inútiles homicidas que se cargarán la naturaleza, y vosotros pensáis que todos los vampiros son unos demonios sin escrúpulos que se tiran a la yugular del primer humano que ven paseando por el parque. Las sociedades se sustentan en eso, las generalizaciones y los estereotipos -me encogí de hombros mientras, instintivamente, alzaba el brazo a una velocidad vertiginosa y atrapaba una polilla, aplastándola entre los dedos y frotándome las manos, acto seguido, para dejar caer los restos del insecto. Lancé un suspiro y le di deliberadamente la espalda. Menudos discursos soltaba cuando me ponía. ¿Sería cosa de estar tan viejo?
Pero, por supuesto, algo tendría que hacer para convertir en añicos el aburrimiento que amenazaba con asomar. ¿Llegaría a decepcionarme aquella cazadora? Esperaba que no. Sus pecados como criatura predecible sólo habían alcanzado un nivel moderado, por el momento.
- Un derramamiento de sangre... ¿Qué clase de masajes acostumbras, jovencita? -dejé que en mi rostro se dibujara una muy bien fingida expresión de horror, como si tratara de imaginar un masaje que equivaliera a una flagelación, o algo por el estilo. Sabía muy bien a qué se refería, por descontado, pero precisamente en eso estaba lo interesante del juego verbal, ¿no es cierto? En confundir al adversario.
De todos modos, cuando mencionó el color de su pelo no pude evitar contemplarlo con cierta... Admiración. Por desgracia, todo aquello que tenía relación con ella suponía aún una peligrosa debilidad para mí, incluso después de ver pasar tantos malditos milenios. Así que, resumiendo, quedó bastante exteriorizado el hecho de que me encantaba su pelo. Como siempre, sacudí la cabeza como si no pasara nada y entrecerré los ojos, criticándome a mí mismo por ello.
Mucho me quejaba de los humanos, pero yo tampoco terminaba de aprender.
-¿Prohibido? -eché a reír. No fue una carcajada maliciosa, pretenciosa, ni nada por el estilo. Reí de forma sana, clara, espontánea; la clase de risa que a uno le salía cuando le contaban un chiste especialmente bueno- Llevo ya unos cuantos años viviendo como para que unos pocos humanos y sus creencias puedan prohibirme nada. Creen que tienen poder para prohibírmelo, que es diferente -maticé ese "creen" con una entonación especial y un gesto con el dedo índice, y ante su último ataque, no pude menos que levantar las cejas. Pobrecita, cómo se estaba confundiendo conmigo. Los humanos y sus deducciones erróneas pero "de lógica aplastante", ya sabéis. Si alguna vez habéis pasado un rato con alguno de ellos sin intentar matarle, entenderéis de lo que estoy hablando-. Lo que es y lo que los demás creen que es son cosas muy distintas, me temo. ¿Repudiado por mi especie? Por favor. Nosotros no somos como los humanos, ¿sabes? No nos molestamos en hacernos la vida imposible unos a otros o "exiliar" a los que chocan con nuestros principios. Cada cual es libre para hacer lo que le salga del pie. Yo, personalmente, prefiero vincularme al bando vencedor. Y como en esta época la iglesia lleva las de ganar, resulta más cómodo estar con ellos que contra ellos. Bien podría esconderme en algún castillo transilvano, apodarme Drácula y dejar pasar los años, pero uno se cansa de morirse del aburrimiento, ¿sabes? La inmortalidad es lo que tiene, has de sacarte tus castañas del fuego. Y la vida es así: nosotros pensamos que todos los humanos son unos inútiles homicidas que se cargarán la naturaleza, y vosotros pensáis que todos los vampiros son unos demonios sin escrúpulos que se tiran a la yugular del primer humano que ven paseando por el parque. Las sociedades se sustentan en eso, las generalizaciones y los estereotipos -me encogí de hombros mientras, instintivamente, alzaba el brazo a una velocidad vertiginosa y atrapaba una polilla, aplastándola entre los dedos y frotándome las manos, acto seguido, para dejar caer los restos del insecto. Lancé un suspiro y le di deliberadamente la espalda. Menudos discursos soltaba cuando me ponía. ¿Sería cosa de estar tan viejo?
Kvothe du Roux- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: C'est la nuit, mon ami [Priv. Kvothe du Roux]
Su risa me paró en seco. ¿Se reía de lo que había dicho o simplemente se reía de mi ignorancia? ¿Quizá las dos cosas?
Todo lo que me explicó sobre el funcionamiento de su especie me pareció extrañamente... interesante. Los vampiros eran traicioneros, jugaban sucio y no se preocupaban por los demás, lo sabía, pero jamás pensé que aquello pudiera llegar a esos límites. Siempre había visto a los Condenados como repudiados, malditos dentro de su grupo, pero estaba claro que me equivocaba. El amor hacia su propia persona en un vampiro llegaba incluso más lejos.
Mientras él me contaba todo aquello, mi cuerpo se fue relajando, escuchando la voz del vampiro. Mis brazos bajaron lentamente hasta mis costados. Nunca había visto el punto de vista que él me mostraba ahora, e incluso me hizo sentir estúpida por lo que había hecho. Fue en aquel momento cuando me di cuenta de los años que ese vampiro llevaba en la espalda, realmente era uno de los viejos, de los más viejos.
Tragué saliva cuando aplastó la polilla entre sus dedos como si nada y luego me dio la espalda. Lo más lógico habría sido marcharse, parecía que él daba la conversación por finalizada, ¿por qué no huir y dejar toda aquella conversación como una anécdota? Pero no, era una bocazas curiosa.
- No... no te entiendo - murmuré. Había gran cantidad de preguntas en mi cabeza ahora mismo - ¿Por qué me has seguido si no quieres beberte mi sangre o matarme? No te comportas como los otros vampiros - Me acerqué a él, mientras estaba de espaldas y no sin precaución, hasta dejar una distancia más corta entre nosotros. Sabía que no debía confiarme mucho, a lo largo de mi vida como cazadora había presenciado muchos trucos que utilizaban los vampiros para dejar que el humano se confiase, eran grandes actores y jamás debías confiar en ellos, pero había algo en aquel vampiro que me intrigaba y asustaba a la vez, incluso se podría decir que había una mínima parte de admiración, ¿cómo sería vivir durante tanto tiempo? ¿conocer a tanta gente a lo largo de tu vida, ver el mundo entero, verlo cambiar...? realmente es una cosa que a mí me habría gustado hacer, aunque nunca al precio de convertirme en vampiro.
También me intimidaba, me había descolocado, no era a lo que estaba acostumbrada, era diferente, pero ¿era un simple truco para atacarme cuando estuviera desprevenida? aunque él había dicho... Apreté los puños.
- Hablas de los humanos como criaturas inútiles, hablas de estereotipos y generalizaciones pero mírate, eres el estereotipo de vampiro antiguo andante. Con ese aire de superioridad, como si nada pudiera herirte o tocarte, te crees por encima de todo el mundo, de cualquier criatura, ¡y eso es lo que más odio de vosotros! - exclamé notando subir la sangre a mis mejillas, que empezaron a arder. Estaba perdiendo la compostura y lo sabía, pero aquella conversación no podía ser más extraña, y había tocado una parte susceptible - Os creéis con poder para todo, arrebatáis vidas como si no significaran nada, y no lo hacen, os creéis Dioses, y es esa divinidad que os otorgáis la que acaba con vosotros. Pronto tu especie desaparecerá, a lo mejor no ahora, ni dentro de varios cientos de años, pero créeme que yo me encargaré de ayudar en ello. - cuando terminé de hablar el corazón me latía muy deprisa, quería sentarme o apoyarme en algo, la espalda me ardía de dolor y mi cabeza estaba a punto de estallar, pero seguí de pie, desafiándole con la mirada.
Todo lo que me explicó sobre el funcionamiento de su especie me pareció extrañamente... interesante. Los vampiros eran traicioneros, jugaban sucio y no se preocupaban por los demás, lo sabía, pero jamás pensé que aquello pudiera llegar a esos límites. Siempre había visto a los Condenados como repudiados, malditos dentro de su grupo, pero estaba claro que me equivocaba. El amor hacia su propia persona en un vampiro llegaba incluso más lejos.
Mientras él me contaba todo aquello, mi cuerpo se fue relajando, escuchando la voz del vampiro. Mis brazos bajaron lentamente hasta mis costados. Nunca había visto el punto de vista que él me mostraba ahora, e incluso me hizo sentir estúpida por lo que había hecho. Fue en aquel momento cuando me di cuenta de los años que ese vampiro llevaba en la espalda, realmente era uno de los viejos, de los más viejos.
Tragué saliva cuando aplastó la polilla entre sus dedos como si nada y luego me dio la espalda. Lo más lógico habría sido marcharse, parecía que él daba la conversación por finalizada, ¿por qué no huir y dejar toda aquella conversación como una anécdota? Pero no, era una bocazas curiosa.
- No... no te entiendo - murmuré. Había gran cantidad de preguntas en mi cabeza ahora mismo - ¿Por qué me has seguido si no quieres beberte mi sangre o matarme? No te comportas como los otros vampiros - Me acerqué a él, mientras estaba de espaldas y no sin precaución, hasta dejar una distancia más corta entre nosotros. Sabía que no debía confiarme mucho, a lo largo de mi vida como cazadora había presenciado muchos trucos que utilizaban los vampiros para dejar que el humano se confiase, eran grandes actores y jamás debías confiar en ellos, pero había algo en aquel vampiro que me intrigaba y asustaba a la vez, incluso se podría decir que había una mínima parte de admiración, ¿cómo sería vivir durante tanto tiempo? ¿conocer a tanta gente a lo largo de tu vida, ver el mundo entero, verlo cambiar...? realmente es una cosa que a mí me habría gustado hacer, aunque nunca al precio de convertirme en vampiro.
También me intimidaba, me había descolocado, no era a lo que estaba acostumbrada, era diferente, pero ¿era un simple truco para atacarme cuando estuviera desprevenida? aunque él había dicho... Apreté los puños.
- Hablas de los humanos como criaturas inútiles, hablas de estereotipos y generalizaciones pero mírate, eres el estereotipo de vampiro antiguo andante. Con ese aire de superioridad, como si nada pudiera herirte o tocarte, te crees por encima de todo el mundo, de cualquier criatura, ¡y eso es lo que más odio de vosotros! - exclamé notando subir la sangre a mis mejillas, que empezaron a arder. Estaba perdiendo la compostura y lo sabía, pero aquella conversación no podía ser más extraña, y había tocado una parte susceptible - Os creéis con poder para todo, arrebatáis vidas como si no significaran nada, y no lo hacen, os creéis Dioses, y es esa divinidad que os otorgáis la que acaba con vosotros. Pronto tu especie desaparecerá, a lo mejor no ahora, ni dentro de varios cientos de años, pero créeme que yo me encargaré de ayudar en ello. - cuando terminé de hablar el corazón me latía muy deprisa, quería sentarme o apoyarme en algo, la espalda me ardía de dolor y mi cabeza estaba a punto de estallar, pero seguí de pie, desafiándole con la mirada.
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Re: C'est la nuit, mon ami [Priv. Kvothe du Roux]
Su pregunta, a qué negarlo, me hizo reír. Había ido notando cómo su tensión se relajaba, cómo... Bajaba la guardia, por decirlo de algún modo. En ese momento podría haber aprovechado para saltar y dejarla seca, pero ni era mi estilo ni me apetecía confirmar sus sospechas. En realidad, ni siquiera yo conocía del todo la respuesta a esa incógnita, así que me limité a encogerme de hombros.
- Mera curiosidad, supongo. Te vi desenfundar un arma al oír un grito, y después perseguir a un vampiro y su víctima hacia la arboleda, así que pensé en pasarme a ver de lo que serías capaz. Aunque, teniendo en cuenta la clase de vampiro al que te enfrentabas, tampoco hay mucho que haya podido sacar en claro -me relajé yo también, no lo voy a negar. Ya no sólo porque, si se le ocurría intentar alguna estupidez, mis reflejos superarían con creces su humana experiencia como cazadora, sin duda; tenía la intuición de que, en aquel momento, tampoco tenía demasiadas intenciones de lanzarse contra mí estaca en mano.
A pesar de que notaba estallar su rabia contenida al soltar todo aquello, me limité a sonreír, sumamente tranquilo, sin girarme todavía.
- Los estereotipos a nivel personal no son graves. Están ahí, en todos nosotros. Es muy difícil no caer involuntariamente en ninguno de ellos, sería como tratar de escribir un libro sin que tuviera el menor parecido con ninguno que se haya publicado ya. El problema es cuando eso se extiende a un nivel social: los humanos son así, los americanos son así, los vampiros son así. Y, normalmente, esas generalizaciones van hacia los defectos, porque las virtudes sí se quedan a nivel personal. Curioso, ¿no te parece?
Escuché entonces la segunda parte de su discurso, la más... Contundente y rabiosa, por así decirlo. Me volví hacia ella mientras escuchaba, manteniendo la compostura y ladeando la cabeza; resultaba evidente que, desde que había comenzado a hablar, mi cabeza ya había construido los argumentos suficientes para contrarrestarla.
- Dime una cosa, pelirroja -la llamé así, sin venir a cuento, por el mero hecho de que me salió solo-. ¿Qué es lo que estás describiendo, exactamente? Me dices que hablamos de los demás como criaturas inútiles, que nos creemos por encima de todas las demás, con poder para todo, quitando vidas sin pensárnoslo dos veces hasta el punto de creernos dioses. Si esa es tu generalización de los vampiros, ¿no son así los humanos con todo lo que les rodea? A día de hoy, todos los vampiros fuimos humanos antes de nuestra conversión. ¿No será que la humanidad no es capaz de ver sus propios defectos, pero los ataca cuando los ve en otra criatura sin darse cuenta de que son los mismos pecados que destruyen su propia existencia? ¿No será que los vampiros hemos heredado esos mismos defectos de los humanos que fuimos en algún momento? -suspiré de pura resignación. A decir verdad, nunca había tenido ocasión de soltar todo esto de una vez, por el mero hecho de que los humanos con los que me topaba tenían "cosas mejores que hacer" que sentarse a escucharme, y al resto de vampiros no les interesaban aquellas cosas. ¿Sería el axioma de estar ante uno de los más veteranos de la raza?-. Y dime otra cosa... ¿Dónde empezó el enfrentamiento entre tu raza y la mía? ¿Dimos nosotros el primer bocado, o clavasteis vosotros la primera estaca? Es indiferente, en realidad. Lo importante es que ninguno de los dos comprendemos la realidad: que las dos razas tienen una porción destinada a agredir a la otra, y eso se ha generalizado en un odio general. Y algunos somos considerados bichos raros por ambas especies, por el mero hecho de no pensar así y considerarnos neutrales en una afrenta sin pies ni cabeza. Si eso te hace pensar que tengo aires de superioridad... Bueno, no me quita el sueño. No llevo existiendo más de cinco mil años por preocuparme de las ideas que se forman sobre mí, ya sabes.
Y dicho esto, viendo que estaba sufriendo del dolor de espalda pero no se atrevía a mostrarse débil, ni mucho menos a permitir aquello del masaje, opté por sentarme en un tronco caído. Quizá eso le pareciera suficiente como para confiarse y decidir pensar un poco en su propio bienestar. O tal vez no; a fin de cuentas, cuando pecaban de desconfiados, por mucha razón que tuvieran, los humanos podían estar dispuestos a morir por su propia cabezonería con tal de no bajar la guardia.
- Mera curiosidad, supongo. Te vi desenfundar un arma al oír un grito, y después perseguir a un vampiro y su víctima hacia la arboleda, así que pensé en pasarme a ver de lo que serías capaz. Aunque, teniendo en cuenta la clase de vampiro al que te enfrentabas, tampoco hay mucho que haya podido sacar en claro -me relajé yo también, no lo voy a negar. Ya no sólo porque, si se le ocurría intentar alguna estupidez, mis reflejos superarían con creces su humana experiencia como cazadora, sin duda; tenía la intuición de que, en aquel momento, tampoco tenía demasiadas intenciones de lanzarse contra mí estaca en mano.
A pesar de que notaba estallar su rabia contenida al soltar todo aquello, me limité a sonreír, sumamente tranquilo, sin girarme todavía.
- Los estereotipos a nivel personal no son graves. Están ahí, en todos nosotros. Es muy difícil no caer involuntariamente en ninguno de ellos, sería como tratar de escribir un libro sin que tuviera el menor parecido con ninguno que se haya publicado ya. El problema es cuando eso se extiende a un nivel social: los humanos son así, los americanos son así, los vampiros son así. Y, normalmente, esas generalizaciones van hacia los defectos, porque las virtudes sí se quedan a nivel personal. Curioso, ¿no te parece?
Escuché entonces la segunda parte de su discurso, la más... Contundente y rabiosa, por así decirlo. Me volví hacia ella mientras escuchaba, manteniendo la compostura y ladeando la cabeza; resultaba evidente que, desde que había comenzado a hablar, mi cabeza ya había construido los argumentos suficientes para contrarrestarla.
- Dime una cosa, pelirroja -la llamé así, sin venir a cuento, por el mero hecho de que me salió solo-. ¿Qué es lo que estás describiendo, exactamente? Me dices que hablamos de los demás como criaturas inútiles, que nos creemos por encima de todas las demás, con poder para todo, quitando vidas sin pensárnoslo dos veces hasta el punto de creernos dioses. Si esa es tu generalización de los vampiros, ¿no son así los humanos con todo lo que les rodea? A día de hoy, todos los vampiros fuimos humanos antes de nuestra conversión. ¿No será que la humanidad no es capaz de ver sus propios defectos, pero los ataca cuando los ve en otra criatura sin darse cuenta de que son los mismos pecados que destruyen su propia existencia? ¿No será que los vampiros hemos heredado esos mismos defectos de los humanos que fuimos en algún momento? -suspiré de pura resignación. A decir verdad, nunca había tenido ocasión de soltar todo esto de una vez, por el mero hecho de que los humanos con los que me topaba tenían "cosas mejores que hacer" que sentarse a escucharme, y al resto de vampiros no les interesaban aquellas cosas. ¿Sería el axioma de estar ante uno de los más veteranos de la raza?-. Y dime otra cosa... ¿Dónde empezó el enfrentamiento entre tu raza y la mía? ¿Dimos nosotros el primer bocado, o clavasteis vosotros la primera estaca? Es indiferente, en realidad. Lo importante es que ninguno de los dos comprendemos la realidad: que las dos razas tienen una porción destinada a agredir a la otra, y eso se ha generalizado en un odio general. Y algunos somos considerados bichos raros por ambas especies, por el mero hecho de no pensar así y considerarnos neutrales en una afrenta sin pies ni cabeza. Si eso te hace pensar que tengo aires de superioridad... Bueno, no me quita el sueño. No llevo existiendo más de cinco mil años por preocuparme de las ideas que se forman sobre mí, ya sabes.
Y dicho esto, viendo que estaba sufriendo del dolor de espalda pero no se atrevía a mostrarse débil, ni mucho menos a permitir aquello del masaje, opté por sentarme en un tronco caído. Quizá eso le pareciera suficiente como para confiarse y decidir pensar un poco en su propio bienestar. O tal vez no; a fin de cuentas, cuando pecaban de desconfiados, por mucha razón que tuvieran, los humanos podían estar dispuestos a morir por su propia cabezonería con tal de no bajar la guardia.
- Spoiler:
- Off: He de decirlo, me encanta tu forma de rolear. Es un muy buen comienzo en este foro para mí. xDD
Kvothe du Roux- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: C'est la nuit, mon ami [Priv. Kvothe du Roux]
Escucharle hablar me producía una especie de atontamiento, no a nivel cerebral, sino de una forma en la que me sumergía en sus palabras de forma inconsciente, el tono y timbre de su voz no hacía más que acrecentar esta sensación.
Una vez más me dejó sin palabras, tiró por tierra todos mis argumentos e hizo que opiniones y pensamientos que habían estado conmigo desde que me hice cazadora temblaran de forma violenta. Justificaba a los vampiros con su pasado humano y la herencia que ellos habían tenido, ante lo que yo no tuve ni un argumento que lo refutara, no esperaba aquello... una vez más. Me limité a escuchar todo lo que dijo en un momento, sin mover un solo músculo de mi cuerpo.
Lo último que dijo hizo crecer una sensación de culpa en mi interior, de culpa por haberle considerado como los demás y haberle clasificado tan pronto. Pero eso era lo que hacía siempre, los vampiros no merecían más que eso, ellos me habían arrebatado lo que más quería de este mundo sin pestañear, sin pararse a pensarlo dos veces, ¿merecían entonces algo mejor?
Cuando se sentó en el árbol sopesé la idea de mantenerme de pie por el simple hecho de aparentar, ¿pero a quién quería engañar? después de lo que me había mostrado, aquel chupa sangre no era común y seguramente sabía de mi estado desde el primer golpe que había recibido del vampiro contra el que había luchado.
Sin darle la espalda, me senté yo también junto a un árbol, apoyándome en la corteza, suspirando lentamente y frunciendo un poco el ceño por el dolor.
- No creas que no sigo pensando que quieres matarme. He visto demasiado como para reconocer un truco barato de vampiro hambriento - murmuré cerrando los ojos unos segundos - Pero no eres de los que juegan sucio ¿me equivoco? No me atacarás mientras estoy herida, y menos siendo una señorita. No querrás manchar mi precioso vestido de sangre. - bromeé sin ganas, me sentía muy muy cansada, normalmente podía enfrentarme contra varios vampiros en una noche sin acabar tan cansada, pero hoy no era mi día.
- No voy a cambiar mi opinión sobre vosotros - le miré, apoyando la cabeza también contra el tronco y estirando la mano para deshacer el improvisado moño, ya deshecho, que me había hecho para llevar con el vestido, para que no me molestara al apoyar la cabeza. - He presenciado demasiado dolor causado por vosotros como para sentir un ápice de compasión... y yo voto por que fue primero una estaca, no un mordisco - sonreí recordando lo que había dicho y me coloqué mejor contra el árbol, gruñendo ligeramente por la espalda.
Una vez más me dejó sin palabras, tiró por tierra todos mis argumentos e hizo que opiniones y pensamientos que habían estado conmigo desde que me hice cazadora temblaran de forma violenta. Justificaba a los vampiros con su pasado humano y la herencia que ellos habían tenido, ante lo que yo no tuve ni un argumento que lo refutara, no esperaba aquello... una vez más. Me limité a escuchar todo lo que dijo en un momento, sin mover un solo músculo de mi cuerpo.
Lo último que dijo hizo crecer una sensación de culpa en mi interior, de culpa por haberle considerado como los demás y haberle clasificado tan pronto. Pero eso era lo que hacía siempre, los vampiros no merecían más que eso, ellos me habían arrebatado lo que más quería de este mundo sin pestañear, sin pararse a pensarlo dos veces, ¿merecían entonces algo mejor?
Cuando se sentó en el árbol sopesé la idea de mantenerme de pie por el simple hecho de aparentar, ¿pero a quién quería engañar? después de lo que me había mostrado, aquel chupa sangre no era común y seguramente sabía de mi estado desde el primer golpe que había recibido del vampiro contra el que había luchado.
Sin darle la espalda, me senté yo también junto a un árbol, apoyándome en la corteza, suspirando lentamente y frunciendo un poco el ceño por el dolor.
- No creas que no sigo pensando que quieres matarme. He visto demasiado como para reconocer un truco barato de vampiro hambriento - murmuré cerrando los ojos unos segundos - Pero no eres de los que juegan sucio ¿me equivoco? No me atacarás mientras estoy herida, y menos siendo una señorita. No querrás manchar mi precioso vestido de sangre. - bromeé sin ganas, me sentía muy muy cansada, normalmente podía enfrentarme contra varios vampiros en una noche sin acabar tan cansada, pero hoy no era mi día.
- No voy a cambiar mi opinión sobre vosotros - le miré, apoyando la cabeza también contra el tronco y estirando la mano para deshacer el improvisado moño, ya deshecho, que me había hecho para llevar con el vestido, para que no me molestara al apoyar la cabeza. - He presenciado demasiado dolor causado por vosotros como para sentir un ápice de compasión... y yo voto por que fue primero una estaca, no un mordisco - sonreí recordando lo que había dicho y me coloqué mejor contra el árbol, gruñendo ligeramente por la espalda.
- Off:
- Jo gracias, no llevo mucho tiempo en esto de los roles (por no decir casi nada) me hace mucha ilusión que me lo digas ^^
Vianna Wilde- Cazador Clase Media
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Re: C'est la nuit, mon ami [Priv. Kvothe du Roux]
Asentí, conforme, bajando la mirada, cuando se sentó también. Después de tanto tiempo interactuando con tantas personas de distintas razas, resultaba demasiado fácil entender lo que representaba cada detalle en la expresión de cada cual. Podía ver en su rostro cómo sus argumentos se desmoronaban, cómo sus barreras se resquebrajaban, cómo comenzaba a darse cuenta de algunas realidades que jamás había tenido presentes. No podía culparla, desde luego; la mentalidad de cada uno podía estar limitada por un sinfín de razones, todas ellas justificadas, razonables. Más aún si sólo había vivido un puñado de lustros y sentía un odio ciego hacia los vampiros que, intuí, tendría que ver con su pasado. Si algo caracterizaba a los cazadores es que, en su mayoría, habían emprendido su cruzada desde un nivel personal, la mayoría movidos por la sed de venganza, razón mayoritaria de las cegeras psicológicas.
No era suficiente para desbaratar todas sus defensas, desde luego. Un cazador no se dejaba vencer así como así, ni siquiera en el ámbito oral. Pero tampoco es que fuera mi objetivo. Mi objetivo, de hecho, era pasar el rato, teniendo en cuenta que me había olvidado por completo del aquelarre al que debía espiar.
- ¿Un truco barato de un vampiro hambriento? -no me reí, pero a poco estuve. Si no lo hice, supongo que fue porque el nuevo tono de la conversación resultaba más... Cordial. Lo suficiente como para evitar esas cosas innecesarias-. Bueno, puedes pensar lo que quieras, desde luego. Pero creo que un vampiro hambriento se dejaría de trucos baratos y se te habría tirado encima hace rato, importándole más bien poco manchar o no tu vestido -sonreí escuetamente y recogí del suelo un palito, probablemente porción fracturada de una rama más grande, dedicándome a juguetear de forma distraída con él entre los dedos, observándolo sin verlo realmente, absorto en mis pensamientos-. Nah, no te atacaré. De momento -aporté, llevando la sonrisa a un punto mínimamente travieso.
Levanté la mirada; ese sonido que había escapado a su garganta denotaba el dolor que se esforzaba en ocultarme.
- ¿Y quién ha dicho que te quiera hacer cambiar de idea? Cada cual es libre de pensar lo que quiera, e imagino que habrá motivos sólidos que fundamenten tu odio. Aunque también te sugiero que recuerdes que, sea lo que sea lo que algunos vampiros hayan roto en tu pasado, la culpa es suya, no de toda una raza. La de conflictos que no se habrían producido si todo el mundo entendiera una idea tan simple, ¿eh? -pero no resultaba fácil de asimilar, claro está. A él le había costado siglos... Y aún no lo conseguía. Y es que así eran las razas de mentalidad humana, siempre necesitadas de desahogar su rabia hacia un todo-. ¿Seguro que no quieres ese masaje? -pregunté afablemente, a sabiendas de que la respuesta sería la misma, y sin darme cuenta de que me había quedado parcialmente "embobado" al contemplar cómo se soltaba el pelo. Sencillamente fascinante, semejante atractivo natural. El de las vampiras era... Diferente. Eterno. Etéreo. El de las humanas resultaba más exótico, más intenso, por el mero hecho de que se trataba de flores que se marchitarían en algún momento, y cuando algo tiene fecha de caducidad su brillo es más intenso.
No era suficiente para desbaratar todas sus defensas, desde luego. Un cazador no se dejaba vencer así como así, ni siquiera en el ámbito oral. Pero tampoco es que fuera mi objetivo. Mi objetivo, de hecho, era pasar el rato, teniendo en cuenta que me había olvidado por completo del aquelarre al que debía espiar.
- ¿Un truco barato de un vampiro hambriento? -no me reí, pero a poco estuve. Si no lo hice, supongo que fue porque el nuevo tono de la conversación resultaba más... Cordial. Lo suficiente como para evitar esas cosas innecesarias-. Bueno, puedes pensar lo que quieras, desde luego. Pero creo que un vampiro hambriento se dejaría de trucos baratos y se te habría tirado encima hace rato, importándole más bien poco manchar o no tu vestido -sonreí escuetamente y recogí del suelo un palito, probablemente porción fracturada de una rama más grande, dedicándome a juguetear de forma distraída con él entre los dedos, observándolo sin verlo realmente, absorto en mis pensamientos-. Nah, no te atacaré. De momento -aporté, llevando la sonrisa a un punto mínimamente travieso.
Levanté la mirada; ese sonido que había escapado a su garganta denotaba el dolor que se esforzaba en ocultarme.
- ¿Y quién ha dicho que te quiera hacer cambiar de idea? Cada cual es libre de pensar lo que quiera, e imagino que habrá motivos sólidos que fundamenten tu odio. Aunque también te sugiero que recuerdes que, sea lo que sea lo que algunos vampiros hayan roto en tu pasado, la culpa es suya, no de toda una raza. La de conflictos que no se habrían producido si todo el mundo entendiera una idea tan simple, ¿eh? -pero no resultaba fácil de asimilar, claro está. A él le había costado siglos... Y aún no lo conseguía. Y es que así eran las razas de mentalidad humana, siempre necesitadas de desahogar su rabia hacia un todo-. ¿Seguro que no quieres ese masaje? -pregunté afablemente, a sabiendas de que la respuesta sería la misma, y sin darme cuenta de que me había quedado parcialmente "embobado" al contemplar cómo se soltaba el pelo. Sencillamente fascinante, semejante atractivo natural. El de las vampiras era... Diferente. Eterno. Etéreo. El de las humanas resultaba más exótico, más intenso, por el mero hecho de que se trataba de flores que se marchitarían en algún momento, y cuando algo tiene fecha de caducidad su brillo es más intenso.
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Re: C'est la nuit, mon ami [Priv. Kvothe du Roux]
El argumento que planteó ante mi odio hacia los vampiros y mi tendencia a generalizar los actos de unos sobre los de otros no me sorprendió, yo misma cuando empecé en todo esto me hice esos mismos argumentos, pero entonces salía de caza y veía vampiros matando muchachas de mi edad, matando padres de familia a los que sus hijos esperaban esa noche en casa preparados para que les arropara, les había visto incluso matar niños... aquello era lo que me había hecho seguir e incluso sobrevivir. Recuerdo como los primeros años de cazadora era temeraria, impulsiva, era una persona a la que no le importaba morir, la muerte simplemente me habría reunido con mi hermana pequeña y al fin y al cabo era lo que quería, pero salvar vidas, ver a hijos, padres, madres... volver a sus hogares era lo que me había mantenido viva, me había dado ganas de sobrevivir.
Sonreí ante su nuevo ofrecimiento de un masaje - Tendrás que esforzarte más que un simple ofrecimiento a "curarme y una bonita sonrisa para acercarte a mi cuello. Además, prefiero seguir moribunda - exageré - Eso me da garantías de que no intentará saltar sobre mi cuello - saqué un pequeño cuchillo y corté el bajo de la falda del vestido, todo destrozado dejando a la vista las botas que llevaba, introduje la mano bajo ella para sacar el bote de agua bendita que llevaba atado al muslo, lo destaponé y bebí un pequeño sorbo que calmó mi garganta.
- ¿Quieres? - ofrecí levantando una ceja y poniendo una media sonrisa.
Suspiré y eché la cabeza hacia atrás, sin apartar la mirada de él - Te diré otra cosa que no me gusta de los vampiros, vuestra forma de mirarnos, nos miráis como si fuéramos cachos de carne en una carnicería y vosotros eligierais cuál queréis para cenar. Aunque supongo que así me miran si aparezco a media noche en un bar lleno de corpulentos marineros - me encogí de hombros de forma natural, aunque arrugué la nariz al hacerme algo de daño. - ¿Y tienes alguna historia? que puedas y quieras contarme, entenderé perfectamente que no quieras hacerlo, yo no lo haría en tu lugar, cualquier dato importante que digas lo utilizaré en tu contra, yo no juego limpio - bromeé, estaba demasiado cansada como para preocuparme de lo que un viejo vampiro de a saber cuántos años, me contara. Simplemente me gustaba la conversación, y para que negarlo, me gustaba su voz.
Sonreí ante su nuevo ofrecimiento de un masaje - Tendrás que esforzarte más que un simple ofrecimiento a "curarme y una bonita sonrisa para acercarte a mi cuello. Además, prefiero seguir moribunda - exageré - Eso me da garantías de que no intentará saltar sobre mi cuello - saqué un pequeño cuchillo y corté el bajo de la falda del vestido, todo destrozado dejando a la vista las botas que llevaba, introduje la mano bajo ella para sacar el bote de agua bendita que llevaba atado al muslo, lo destaponé y bebí un pequeño sorbo que calmó mi garganta.
- ¿Quieres? - ofrecí levantando una ceja y poniendo una media sonrisa.
Suspiré y eché la cabeza hacia atrás, sin apartar la mirada de él - Te diré otra cosa que no me gusta de los vampiros, vuestra forma de mirarnos, nos miráis como si fuéramos cachos de carne en una carnicería y vosotros eligierais cuál queréis para cenar. Aunque supongo que así me miran si aparezco a media noche en un bar lleno de corpulentos marineros - me encogí de hombros de forma natural, aunque arrugué la nariz al hacerme algo de daño. - ¿Y tienes alguna historia? que puedas y quieras contarme, entenderé perfectamente que no quieras hacerlo, yo no lo haría en tu lugar, cualquier dato importante que digas lo utilizaré en tu contra, yo no juego limpio - bromeé, estaba demasiado cansada como para preocuparme de lo que un viejo vampiro de a saber cuántos años, me contara. Simplemente me gustaba la conversación, y para que negarlo, me gustaba su voz.
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Re: C'est la nuit, mon ami [Priv. Kvothe du Roux]
Una situación de lo más curiosa, la nuestra. Mentiría si dijera que no se me hacía, de algún modo, extraña, por aquello de estar sentado cara a cara con un humano, charlando tranquilamente. Tranquilamente a medias, al menos. Las trifulcas entre ambas razas estaban a un nivel muy severo, y la mayoría, no sin razones, prefería evitar esas "confianzas". Para más información, revisar los argumentos que le había dado a la muchacha.
- ¿Esforzarme? -en este caso sí, la carcajada, por sutil que fuera, se me antojó inevitable- Eres tú la que está dolorida, y yo el que te ofrece una forma de sobrellevarlo. Si no lo aceptas, es problema tuyo -encogí los hombros, ignorando nuevamente la parte de acercarme a su cuello. Se dejaba notar ya ese cómplice tono bromista propio de alguien relajado que no acaba de decidir si se encuentra en una situación comprometida o no, o si lo preferís, de alguien que no está seguro de si su interlocutor es un asesino en serie o, por el contrario, no sería capaz de matar ni una mosca-. Además, te recuerdo que soy un Condenado. ¿Quieres saber por qué me uní a ellos, a la Inquisición, en lugar de, digamos, "luchar por el honor de mi raza", como dicen algunos? Porque estoy cansado de estos conflictos, y prefiero echar una mano en la noble tarea de parar los pies a esos que mancillan la reputación de mi raza -pensé en extenderme, en explicar ese punto, pero me detuve cuando vi que daba un trago y me lo ofrecía. Su sonrisa me lo dijo todo, por supuesto, así que denegué la oferta con una cortés negativa silenciosa, como si sencillamente no tuviera sed. Tampoco yo era de los que caían en trucos baratos, aunque admito que una vez sí caí en algo así, y aquel trago casi me mata. Jamás olvidaré aquel día.
Centré de nuevo mi atención en el palo que sostenía entre los dedos, decidiendo partirlo por la mitad y observar detenidamente las astillas que se habían formado.
- Y una vez más, generalizas. Aunque, en ese caso, me temo que he de defender a los míos. Un león mira así a la gacela que se va a merendar. Un carnicero mira así al cerdo que va a trocear. Un vampiro mira así al humano al que va a morder. Puede parecerte más o menos cruel, pero así es la vida del depredador.
Solté una carcajada ante la ocurrencia de la taberna, y ladeé la cabeza, observándola con más interés, repasando "desinteresadamente" sus rasgos faciales con la mirada.
- ¿Mi historia? Podrían salirte canas de escucharme, querida. A fin de cuentas, llevo siendo lo que soy más de cinco mil años. He tenido mucho tiempo para observar, para viajar, para aprender, para cambiar. No soy ni la sombra de lo que fui, tanto en los buenos aspectos como en los malos. ¿Cómo se diría? "El hombre quedó abducido por la bestia". Soy un vampiro veterano y solitario. Nunca he formado parte de ningún aquelarre, nunca me he atado a nada ni a nadie. Y admito que he gastado parte de ese largo tiempo en intentar encontrar al vampiro que me convirtió, siempre en vano. Ni siquiera sé si sigue con vida, pero es lo único que me ata a mi pasado humano, del que apenas tengo memoria. También puedo contarte, a modo de anécdota, que en mis primeros años como vampiro escapé de una isla griega llevándome una esclava conmigo, de esas que en su cultura tenían como tributos a la diosa de la fertilidad, cuyo objetivo en la vida era procrear al máximo posible. ¿Te gusta la historia? ¿Has oído hablar del legendario incendio de la isla de Creta allá por el tres mil antes de Cristo? Fue cosa mía -podría contar muchas cosas más, pero decidí darle el beneficio de la duda y, si le apetecía, dejar que me preguntase por alguna época, etapa o acontecimiento en concreto-. ¿Y qué hay de ti, eh? ¿Qué razones llevan a una jovencita como tú a formar filas entre los cazavampiros? O cazadores, si lo prefieres. Para el caso...
Me reincorporé, frotándome las nalgas para apartar la suciedad del tronco, y di unos pasos hacia ninguna parte, alzando la mirada para contemplar la luna. Si seguía así, volvería a arrancarme la vena nostálgica. Y eso no sería bueno. No me gustaba parecer vulnerable.
- ¿Esforzarme? -en este caso sí, la carcajada, por sutil que fuera, se me antojó inevitable- Eres tú la que está dolorida, y yo el que te ofrece una forma de sobrellevarlo. Si no lo aceptas, es problema tuyo -encogí los hombros, ignorando nuevamente la parte de acercarme a su cuello. Se dejaba notar ya ese cómplice tono bromista propio de alguien relajado que no acaba de decidir si se encuentra en una situación comprometida o no, o si lo preferís, de alguien que no está seguro de si su interlocutor es un asesino en serie o, por el contrario, no sería capaz de matar ni una mosca-. Además, te recuerdo que soy un Condenado. ¿Quieres saber por qué me uní a ellos, a la Inquisición, en lugar de, digamos, "luchar por el honor de mi raza", como dicen algunos? Porque estoy cansado de estos conflictos, y prefiero echar una mano en la noble tarea de parar los pies a esos que mancillan la reputación de mi raza -pensé en extenderme, en explicar ese punto, pero me detuve cuando vi que daba un trago y me lo ofrecía. Su sonrisa me lo dijo todo, por supuesto, así que denegué la oferta con una cortés negativa silenciosa, como si sencillamente no tuviera sed. Tampoco yo era de los que caían en trucos baratos, aunque admito que una vez sí caí en algo así, y aquel trago casi me mata. Jamás olvidaré aquel día.
Centré de nuevo mi atención en el palo que sostenía entre los dedos, decidiendo partirlo por la mitad y observar detenidamente las astillas que se habían formado.
- Y una vez más, generalizas. Aunque, en ese caso, me temo que he de defender a los míos. Un león mira así a la gacela que se va a merendar. Un carnicero mira así al cerdo que va a trocear. Un vampiro mira así al humano al que va a morder. Puede parecerte más o menos cruel, pero así es la vida del depredador.
Solté una carcajada ante la ocurrencia de la taberna, y ladeé la cabeza, observándola con más interés, repasando "desinteresadamente" sus rasgos faciales con la mirada.
- ¿Mi historia? Podrían salirte canas de escucharme, querida. A fin de cuentas, llevo siendo lo que soy más de cinco mil años. He tenido mucho tiempo para observar, para viajar, para aprender, para cambiar. No soy ni la sombra de lo que fui, tanto en los buenos aspectos como en los malos. ¿Cómo se diría? "El hombre quedó abducido por la bestia". Soy un vampiro veterano y solitario. Nunca he formado parte de ningún aquelarre, nunca me he atado a nada ni a nadie. Y admito que he gastado parte de ese largo tiempo en intentar encontrar al vampiro que me convirtió, siempre en vano. Ni siquiera sé si sigue con vida, pero es lo único que me ata a mi pasado humano, del que apenas tengo memoria. También puedo contarte, a modo de anécdota, que en mis primeros años como vampiro escapé de una isla griega llevándome una esclava conmigo, de esas que en su cultura tenían como tributos a la diosa de la fertilidad, cuyo objetivo en la vida era procrear al máximo posible. ¿Te gusta la historia? ¿Has oído hablar del legendario incendio de la isla de Creta allá por el tres mil antes de Cristo? Fue cosa mía -podría contar muchas cosas más, pero decidí darle el beneficio de la duda y, si le apetecía, dejar que me preguntase por alguna época, etapa o acontecimiento en concreto-. ¿Y qué hay de ti, eh? ¿Qué razones llevan a una jovencita como tú a formar filas entre los cazavampiros? O cazadores, si lo prefieres. Para el caso...
Me reincorporé, frotándome las nalgas para apartar la suciedad del tronco, y di unos pasos hacia ninguna parte, alzando la mirada para contemplar la luna. Si seguía así, volvería a arrancarme la vena nostálgica. Y eso no sería bueno. No me gustaba parecer vulnerable.
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Re: C'est la nuit, mon ami [Priv. Kvothe du Roux]
Escuché con curiosidad su historia, intentando que la boca no se me abriera de la sorpresa cuando dijo que tenía más de cinco mil años... ¿¡Cinco mil años!? Pensaba que era viejo, pero no tanto, madre mía, ¡aquel vampiro era una momia de exposición!
Me costó seguir el hilo de lo que decía, mi cabeza no paraba de repetir cinco mil años, cinco mil años, cinco mil años...
La historia sobre Creta captó todavía más mi atención, me costaba creer que la historia que yo había estudiado, que conocía por viejas historias, documentos... podía ser obra de vampiros, vampiros con los que acabaría hablando o luchando, como era el caso. Aquello me hizo plantearme la longevidad de los vampiros desde otro punto de vista.
Mis músculos se tensaron por instinto propio cuando se levantó pero en seguida se relajaron de nuevo tras comprobar que no había peligro.
- ¿En serio quieres escuchar mi historia? - pregunté levantando las cejas - ¡Has vivido cinco mil años! ¡has conocido, has vivido, toda clase de acontecimientos históricos, ¿y quieres saber mi aburrida historia?! -exclamé mirándole sin comprenderlo. Me aclaré la garganta - Bueno, si es lo que quieres oír... Llevo siendo cazadora unos... cuatro-cinco años -mentí, toda la historia que iba a contarle era inventada, no quería que conociera mi pasado, nadie lo hacía y un chupa sangre no sería el primero - Por aquella época yo era una jovencita de alta cuna, ya sabes, vestidos preciosos, peinados adornados con los pasadores más lujosos de todos... créeme, los pasadores de perlas quedaban preciosos con los tirabuzones que me hacían - mientras relataba toda aquella historia en mi cabeza los recuerdos de la pequeña aldea, de mi padre en la herrería y los caballos llegaban a mi cabeza dispersos, aunque los recuerdos más dolorosos los bloqueaba - Un día una rica familia llegó a las tierras, poseía gran fortuna según los rumores que corrían. Mi padre decidió ofrecerme al hermano mayor, un tipo elegante, con buena palabra, de esos que pestañeaban y conseguían a cualquier mujer... más o menos como tú. El caso es que aquel joven y yo estuvimos un tiempo tanteándonos, hablábamos de libros, de poesía especialmente, hasta que se convirtió en una costumbre ir a su casa... - mi mirada se quedó fija en la nada, el recuerdo de una gran casa, con unas puertas de madera blanca entre abiertas, y unas pisadas de sangre entrando a través de ellas, llegó como un torrente a mi cabeza. El corazón empezó a latirme con más fuerza.
Miré al vampiro y me recompuse, siguiendo con la historia - El caso es que el joven me forzó y resultó ser un vampiro, yo lo maté con la pata de una silla, a él y al resto de su familia y me gustó tanto que decidí hacerme cazadora - terminé de corrillo, enfocando mis pensamientos en otra cosa. ¿Qué me pasaba hoy?
Apoyándome en el suelo y en el tronco del árbol me incorporé yo también, me moría de ganas de preguntarle cosas, no muchas veces te encuentras a alguien que ha vivido cinco mil años, pero quería irme de allí, no quería seguir con aquello. ¿Pero él me dejaría marcharme? No sabía cómo decírselo, las palabras no salían de mi boca, entonces me fijé en algo que brilló en su cuello a la luz de la Luna.
- ¿Qué es ese colgante? - pregunté acercándome un poco a él.
Me costó seguir el hilo de lo que decía, mi cabeza no paraba de repetir cinco mil años, cinco mil años, cinco mil años...
La historia sobre Creta captó todavía más mi atención, me costaba creer que la historia que yo había estudiado, que conocía por viejas historias, documentos... podía ser obra de vampiros, vampiros con los que acabaría hablando o luchando, como era el caso. Aquello me hizo plantearme la longevidad de los vampiros desde otro punto de vista.
Mis músculos se tensaron por instinto propio cuando se levantó pero en seguida se relajaron de nuevo tras comprobar que no había peligro.
- ¿En serio quieres escuchar mi historia? - pregunté levantando las cejas - ¡Has vivido cinco mil años! ¡has conocido, has vivido, toda clase de acontecimientos históricos, ¿y quieres saber mi aburrida historia?! -exclamé mirándole sin comprenderlo. Me aclaré la garganta - Bueno, si es lo que quieres oír... Llevo siendo cazadora unos... cuatro-cinco años -mentí, toda la historia que iba a contarle era inventada, no quería que conociera mi pasado, nadie lo hacía y un chupa sangre no sería el primero - Por aquella época yo era una jovencita de alta cuna, ya sabes, vestidos preciosos, peinados adornados con los pasadores más lujosos de todos... créeme, los pasadores de perlas quedaban preciosos con los tirabuzones que me hacían - mientras relataba toda aquella historia en mi cabeza los recuerdos de la pequeña aldea, de mi padre en la herrería y los caballos llegaban a mi cabeza dispersos, aunque los recuerdos más dolorosos los bloqueaba - Un día una rica familia llegó a las tierras, poseía gran fortuna según los rumores que corrían. Mi padre decidió ofrecerme al hermano mayor, un tipo elegante, con buena palabra, de esos que pestañeaban y conseguían a cualquier mujer... más o menos como tú. El caso es que aquel joven y yo estuvimos un tiempo tanteándonos, hablábamos de libros, de poesía especialmente, hasta que se convirtió en una costumbre ir a su casa... - mi mirada se quedó fija en la nada, el recuerdo de una gran casa, con unas puertas de madera blanca entre abiertas, y unas pisadas de sangre entrando a través de ellas, llegó como un torrente a mi cabeza. El corazón empezó a latirme con más fuerza.
Miré al vampiro y me recompuse, siguiendo con la historia - El caso es que el joven me forzó y resultó ser un vampiro, yo lo maté con la pata de una silla, a él y al resto de su familia y me gustó tanto que decidí hacerme cazadora - terminé de corrillo, enfocando mis pensamientos en otra cosa. ¿Qué me pasaba hoy?
Apoyándome en el suelo y en el tronco del árbol me incorporé yo también, me moría de ganas de preguntarle cosas, no muchas veces te encuentras a alguien que ha vivido cinco mil años, pero quería irme de allí, no quería seguir con aquello. ¿Pero él me dejaría marcharme? No sabía cómo decírselo, las palabras no salían de mi boca, entonces me fijé en algo que brilló en su cuello a la luz de la Luna.
- ¿Qué es ese colgante? - pregunté acercándome un poco a él.
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Re: C'est la nuit, mon ami [Priv. Kvothe du Roux]
¿Tan difícil era de creer aquello? Encogí los hombros, sin acabar de encontrar la relación entre mi longevidad y el posible interés de su historia.
- Precisamente por eso. Entre otras muchas cosas, una longevidad como la mía te enseña a... Ya sabes. Apreciar los pequeños detalles de la vida. Las cosas más importantes, por lo general, suelen ser, de hecho, detalles. Y las historias más cortas pueden resultar de lo más reveladoras, ¿sabes? -argumenté, explayándome a gusto. Me encantaba divagar, más de lo que estaría dispuesto a admitir jamás.
Empecé a escuchar su historia con suma atención pero, en cuanto entrelazó un par de frases, dejé de parecer interesado. La escuché de forma vaga, con la mirada distraída típica de quien escucha un cuento que ya le han repetido cincuenta veces.
- 'La doncella y el vampiro' -enuncié, sin más. Dejé que el silencio volara entre nosotros al ritmo de la brisa espontánea que recorrió el claro y me erizó el vello de la nuca-. Es una novela interesante. Salió hace poco, creo. Me sorprende que te la hayas leído y aprendido tan rápido, lo suficiente como para utilizar su historia para encubrir la tuya. Si no querías hablarme de ti sólo tenías que decirlo -encogí los hombros, frunciendo el ceño mientras me rascaba la nariz-. Pero es un relato interesante, sí. Me lo leí en una tarde. No es que me sorprenda la imagen que da de los vampiros, pero es una historia muy bien construida.
No le reprochaba nada, en realidad. Imaginaba que habría tenido una experiencia traumática con algún vampiro o grupo de vampiros, y que se habría convertido en cazadora empujada por la sed de venganza. He de admitir que el episodio del asesinato del chupasangre mediante la pata de la silla no aparecía en la novela, así que debía ser de invención propia; no negaré que me hizo gracia semejante ocurrencia. En la novela, de hecho, aquel vampiro mataba a la hermana de la protagonista, y ella le perseguía por pura venganza; de ahí que supusiera que había inventado esa parte precisamente porque la versión de la novela se aproximaba peligrosamente a la historia real.
Dejé de pensar en esas cosas cuando se incorporó y se me acercó. Me abrumó de nuevo aquella cercana presencia pelirroja, pero escondí ese hecho tan bien como pude, a pesar de que quedara ligeramente exteriorizado de nuevo cuando, al recibir la pregunta sobre mi colgante, vacilé. A punto estuve de soltar la historia real, pero carraspeé, me lo pensé dos veces y desvié la mirada.
- Un... recuerdo de mi vida humana -nada mejor que una verdad a medias, en aquellos casos, para salir al paso. Una mentira directa habría resultado demasiado evidente, y ya tenía experiencia con esas cosas. Giré sobre mis pies, dándole de nuevo la espalda y dando unos pasos más, haciendo ademán de salir del claro y adentrarme en la oscuridad, desapareciendo de su alcance. Pero, en lugar de eso, me detuve a escasa distancia de la penumbra, de modo que ésta sólo me ocultase parcialmente-. Aunque, ¿quién sabe? Quizá sólo sea un pedrusco sin importancia, y lo del recuerdo lo leí en un libro -pinché, para averiguar cómo reaccionaba a esa clase de nimios ataques. Supongo que el ligero quiebre en mi tono de voz me delató; aquel episodio de mi existencia, el de la dama de fuego, suponía la única y mayor debilidad de cuantas pudieran rodearme, y la única que no había superado aún.
Dado que necesitaba cambiar de tema con cierta urgencia, me giré con brusquedad y clavé mi mirada en ella, rescatando un detalle de su falsa historia.
- Así que era de los que consiguen a cualquier mujer con sólo pestañear... Más o menos como yo. ¿Qué quieres decir con eso, exactamente? -me mordí la lengua, a fin de ocultar la sonrisa socarrona que pretendía asomar a mis labios y mantenerme mínimamente serio.
- Precisamente por eso. Entre otras muchas cosas, una longevidad como la mía te enseña a... Ya sabes. Apreciar los pequeños detalles de la vida. Las cosas más importantes, por lo general, suelen ser, de hecho, detalles. Y las historias más cortas pueden resultar de lo más reveladoras, ¿sabes? -argumenté, explayándome a gusto. Me encantaba divagar, más de lo que estaría dispuesto a admitir jamás.
Empecé a escuchar su historia con suma atención pero, en cuanto entrelazó un par de frases, dejé de parecer interesado. La escuché de forma vaga, con la mirada distraída típica de quien escucha un cuento que ya le han repetido cincuenta veces.
- 'La doncella y el vampiro' -enuncié, sin más. Dejé que el silencio volara entre nosotros al ritmo de la brisa espontánea que recorrió el claro y me erizó el vello de la nuca-. Es una novela interesante. Salió hace poco, creo. Me sorprende que te la hayas leído y aprendido tan rápido, lo suficiente como para utilizar su historia para encubrir la tuya. Si no querías hablarme de ti sólo tenías que decirlo -encogí los hombros, frunciendo el ceño mientras me rascaba la nariz-. Pero es un relato interesante, sí. Me lo leí en una tarde. No es que me sorprenda la imagen que da de los vampiros, pero es una historia muy bien construida.
No le reprochaba nada, en realidad. Imaginaba que habría tenido una experiencia traumática con algún vampiro o grupo de vampiros, y que se habría convertido en cazadora empujada por la sed de venganza. He de admitir que el episodio del asesinato del chupasangre mediante la pata de la silla no aparecía en la novela, así que debía ser de invención propia; no negaré que me hizo gracia semejante ocurrencia. En la novela, de hecho, aquel vampiro mataba a la hermana de la protagonista, y ella le perseguía por pura venganza; de ahí que supusiera que había inventado esa parte precisamente porque la versión de la novela se aproximaba peligrosamente a la historia real.
Dejé de pensar en esas cosas cuando se incorporó y se me acercó. Me abrumó de nuevo aquella cercana presencia pelirroja, pero escondí ese hecho tan bien como pude, a pesar de que quedara ligeramente exteriorizado de nuevo cuando, al recibir la pregunta sobre mi colgante, vacilé. A punto estuve de soltar la historia real, pero carraspeé, me lo pensé dos veces y desvié la mirada.
- Un... recuerdo de mi vida humana -nada mejor que una verdad a medias, en aquellos casos, para salir al paso. Una mentira directa habría resultado demasiado evidente, y ya tenía experiencia con esas cosas. Giré sobre mis pies, dándole de nuevo la espalda y dando unos pasos más, haciendo ademán de salir del claro y adentrarme en la oscuridad, desapareciendo de su alcance. Pero, en lugar de eso, me detuve a escasa distancia de la penumbra, de modo que ésta sólo me ocultase parcialmente-. Aunque, ¿quién sabe? Quizá sólo sea un pedrusco sin importancia, y lo del recuerdo lo leí en un libro -pinché, para averiguar cómo reaccionaba a esa clase de nimios ataques. Supongo que el ligero quiebre en mi tono de voz me delató; aquel episodio de mi existencia, el de la dama de fuego, suponía la única y mayor debilidad de cuantas pudieran rodearme, y la única que no había superado aún.
Dado que necesitaba cambiar de tema con cierta urgencia, me giré con brusquedad y clavé mi mirada en ella, rescatando un detalle de su falsa historia.
- Así que era de los que consiguen a cualquier mujer con sólo pestañear... Más o menos como yo. ¿Qué quieres decir con eso, exactamente? -me mordí la lengua, a fin de ocultar la sonrisa socarrona que pretendía asomar a mis labios y mantenerme mínimamente serio.
Kvothe du Roux- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: C'est la nuit, mon ami [Priv. Kvothe du Roux]
¿Un recuerdo de su vida humana? Aquello me sorprendió todavía más, tampoco nunca había conocido a ningún vampiro que se aferrase a su vida humana, de ninguna manera, aunque la manera en la que él lo hacía me pareció, no menos, una forma muy bonita de recordar el pasado, de hecho yo mantenía mi pasado también presente gracias a la cadenita de plata de mi cuello. La coincidencia entre ambos en aquel aspecto me produjo un ligero cosquilleo en el vientre. ¿Eramos parecidos?
Me sonrojé bajando la mirada cuando volvió a pincharme con lo del libro, recordando mi patético intento de colarle una mentira. Aunque noté aquel cambio en su voz, así que tenía un pasado... un pasado triste. Sin despegar la mirada de mis pies hablé.
- Creo que entiendo lo de tu collar - murmuré - Es una forma de recordarte que el pasado realmente ha ocurrido, tener algo tangible de aquellos tiempos te hace recordar lo que eres ahora o por qué lo eres, y a la vez lo difícil que resulta desprenderse de él. - le miré a los ojos - No es una simple baratija, ni nunca lo será ¿me equivoco?
Cuando volvió a mirarme yo también lo hice y sonreí divertida ante su pregunta. Levanté la barbilla y caminé hacia él con movimientos fingidos, haciendo gestos airados.
- Ya sabes, caballeros capaces de crear furor allí donde pasan... Oh señor, se me ha caído mi pañuelo, ¿sería tan amable de recogerlo? - imité la voz chillona de una dama de alta clase, con gestos de suficiencia en mi mirada mientras tiraba un pañuelo, algo desgastado, que llevaba en uno de los bolsillos del vestido. - Y entonces la dama extiende la mano con la que ha dejado caer el pañuelo para que el galán al recoger el pañuelo se la bese y se lo devuelva - expliqué poniendo la mano como era, como había visto hacer a algunas chicas de mi aldea - ¡Oh vamos! has debido ver gestos así millones de veces, o pestañeos rápidos, sonrisas pillinas... te parezca mentira, me sé todos esos trucos yo también. Pero el truco más viejo es el de hacer que te desmayas para que el galante de turno te socorra - llevé una mano a mi frente y moví un poco los hombros - Oh monsieur, creo que el calor de este delicioso paseo ha dejado mella en mí. - mi voz chillona me hace reír y salirme del papel - Es realmente patético ver escenas así - comento riendo.
Me sonrojé bajando la mirada cuando volvió a pincharme con lo del libro, recordando mi patético intento de colarle una mentira. Aunque noté aquel cambio en su voz, así que tenía un pasado... un pasado triste. Sin despegar la mirada de mis pies hablé.
- Creo que entiendo lo de tu collar - murmuré - Es una forma de recordarte que el pasado realmente ha ocurrido, tener algo tangible de aquellos tiempos te hace recordar lo que eres ahora o por qué lo eres, y a la vez lo difícil que resulta desprenderse de él. - le miré a los ojos - No es una simple baratija, ni nunca lo será ¿me equivoco?
Cuando volvió a mirarme yo también lo hice y sonreí divertida ante su pregunta. Levanté la barbilla y caminé hacia él con movimientos fingidos, haciendo gestos airados.
- Ya sabes, caballeros capaces de crear furor allí donde pasan... Oh señor, se me ha caído mi pañuelo, ¿sería tan amable de recogerlo? - imité la voz chillona de una dama de alta clase, con gestos de suficiencia en mi mirada mientras tiraba un pañuelo, algo desgastado, que llevaba en uno de los bolsillos del vestido. - Y entonces la dama extiende la mano con la que ha dejado caer el pañuelo para que el galán al recoger el pañuelo se la bese y se lo devuelva - expliqué poniendo la mano como era, como había visto hacer a algunas chicas de mi aldea - ¡Oh vamos! has debido ver gestos así millones de veces, o pestañeos rápidos, sonrisas pillinas... te parezca mentira, me sé todos esos trucos yo también. Pero el truco más viejo es el de hacer que te desmayas para que el galante de turno te socorra - llevé una mano a mi frente y moví un poco los hombros - Oh monsieur, creo que el calor de este delicioso paseo ha dejado mella en mí. - mi voz chillona me hace reír y salirme del papel - Es realmente patético ver escenas así - comento riendo.
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Re: C'est la nuit, mon ami [Priv. Kvothe du Roux]
Creía que lo entendía... Bueno, lo entendía a medias. No era tanto un recordatorio de mi pasado en ese aspecto, como uno referente a la parte de él de la que no era capaz de desprenderme. A esa aguja en el pajar de mi existencia. Aunque razón no le faltaba, en realidad. Algunos humanos tenían esa capacidad de tocar la fibra sensible a un vampiro milenario; las conversaciones profundas a un nivel emocional solían tener esa capacidad.
- Algo así, sí. Si es una baratija o no, no tengo ni idea. Pero sí puedo decirte que pertenece a alguien... importante, de mi pasado. De mis orígenes, digamos -alguien cuya existencia había ocultado incluso a mi señora esposa, de hecho. Nunca le había contado nada sobre mi conversión, ni de lo que había supuesto para mí aquel episodio. Ni siquiera del pequeño detalle que suponía arrastrar esa espina hasta los tiempos que corrían cinco mil años más tarde. Al fin y al cabo, ser eterno tenía también cosas malas. Ya sabéis: el ser humano tiene cuatro puertas para escapar de sus problemas, inquietudes, espinas y dolores. La primera es la del sueño. La segunda es la del olvido. La tercera es la de la locura. Y la cuarta es la de la muerte. Al ser inmortal, la cuarta resultaba una opción bastante... ¿Cómo decirlo? Abstracta. Al fin y al cabo, sólo moríamos si nos mataban.
En realidad, el hecho de que Aleth no supiera nada al respecto, más que temor, me excitaba. ¿Cuál sería su reacción si descubriese todos los tributos que había hecho en mi larga existencia a mi creadora? Como poco, el planeta entero temblaría.
Sacudí la cabeza; me había quedado demasiado absorto en mis pensamientos, pero sus actuaciones me despertaron del letargo. Apoyé la espalda contra el tronco de un árbol, riéndome de sus ocurrencias. Cualquiera que nos viera, un vampiro y una cazadora bromeando sobre las frágiles doncellas desesperadas de la narrativa actual...
- Oh, sí. La sociedad ha evolucionado mucho desde el Antiguo Egipto hasta ahora, pero si algo ha caracterizado siempre a la raza humana en cuanto a interacción interna es a lo patético que rozan sus técnicas flirteo. Especialmente las modernas. ¿Sabías que los vikingos no se andaban con tonterías? Si tenías tu esposa y te ibas por ahí a saquear puertos, ella tenía todo el derecho del mundo a engañarte con otro. Y si lo hacía, te colgaba además el casco cornudo del hombre en cuestión en la puerta, para que todo el mundo lo supiera. De ahí viene la expresión de poner los cuernos, por cierto -acompañé eso último con el gesto de plantar el índice de cada mano sobre cada oreja, emulando la cornamenta de alguna clase de animal.
Volví a reírme al escucharla. Apenas la conocía, pero aquella voz chillona resultaba increíblemente cómica saliendo de ella.
- 'No os preocupéis, mi señora, os llevaré a algún lugar en el que podáis descansar. ¡A mis brazos!' -respondí, emulando una exageradamente caballerosa voz de tenor, antes de soltar una nueva carcajada-. Lo siguiente que sabes es que amaneces en la cama de alguien con quien sólo ibas a dar un paseo -culminé las palabras con una pequeña reverencia, como si acabara de terminar una interpretación de teatro.
- Algo así, sí. Si es una baratija o no, no tengo ni idea. Pero sí puedo decirte que pertenece a alguien... importante, de mi pasado. De mis orígenes, digamos -alguien cuya existencia había ocultado incluso a mi señora esposa, de hecho. Nunca le había contado nada sobre mi conversión, ni de lo que había supuesto para mí aquel episodio. Ni siquiera del pequeño detalle que suponía arrastrar esa espina hasta los tiempos que corrían cinco mil años más tarde. Al fin y al cabo, ser eterno tenía también cosas malas. Ya sabéis: el ser humano tiene cuatro puertas para escapar de sus problemas, inquietudes, espinas y dolores. La primera es la del sueño. La segunda es la del olvido. La tercera es la de la locura. Y la cuarta es la de la muerte. Al ser inmortal, la cuarta resultaba una opción bastante... ¿Cómo decirlo? Abstracta. Al fin y al cabo, sólo moríamos si nos mataban.
En realidad, el hecho de que Aleth no supiera nada al respecto, más que temor, me excitaba. ¿Cuál sería su reacción si descubriese todos los tributos que había hecho en mi larga existencia a mi creadora? Como poco, el planeta entero temblaría.
Sacudí la cabeza; me había quedado demasiado absorto en mis pensamientos, pero sus actuaciones me despertaron del letargo. Apoyé la espalda contra el tronco de un árbol, riéndome de sus ocurrencias. Cualquiera que nos viera, un vampiro y una cazadora bromeando sobre las frágiles doncellas desesperadas de la narrativa actual...
- Oh, sí. La sociedad ha evolucionado mucho desde el Antiguo Egipto hasta ahora, pero si algo ha caracterizado siempre a la raza humana en cuanto a interacción interna es a lo patético que rozan sus técnicas flirteo. Especialmente las modernas. ¿Sabías que los vikingos no se andaban con tonterías? Si tenías tu esposa y te ibas por ahí a saquear puertos, ella tenía todo el derecho del mundo a engañarte con otro. Y si lo hacía, te colgaba además el casco cornudo del hombre en cuestión en la puerta, para que todo el mundo lo supiera. De ahí viene la expresión de poner los cuernos, por cierto -acompañé eso último con el gesto de plantar el índice de cada mano sobre cada oreja, emulando la cornamenta de alguna clase de animal.
Volví a reírme al escucharla. Apenas la conocía, pero aquella voz chillona resultaba increíblemente cómica saliendo de ella.
- 'No os preocupéis, mi señora, os llevaré a algún lugar en el que podáis descansar. ¡A mis brazos!' -respondí, emulando una exageradamente caballerosa voz de tenor, antes de soltar una nueva carcajada-. Lo siguiente que sabes es que amaneces en la cama de alguien con quien sólo ibas a dar un paseo -culminé las palabras con una pequeña reverencia, como si acabara de terminar una interpretación de teatro.
Kvothe du Roux- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: C'est la nuit, mon ami [Priv. Kvothe du Roux]
Sonreí ampliamente cuando le escuché hablar de Egipto, no todos los días te encontrabas a alguien que había presenciado todo aquello, igual que lo de los vikingos. - Debe ser maravilloso haber visitado tantos lugar, en diferentes épocas del años. He oído historias sobre Egipto, una vez salvé a un viejo librero de un grupo de hombres lobo que casi queman su pequeña biblioteca. Hice amistad con él y me habló de cantidad de historias, me ayudó a perfeccionar mi lectura... no provengo de una familia rica y la enseñanza era algo que muy pocas veces podíamos permitirnos. Aquel librero me enseño a apreciar la belleza de los libros, y recuerdo que me habló de Egipto, al parecer uno de sus viejos amigos había sido explorador - sonreí con nostalgia al recordar a aquel anciano al que había cogido mucho cariño hasta el día que murió - Me habló de Cleopatra, una mujer admirada y una gran reina... creo que es la única cosa que envidio de tu raza, el poder vivir eternamente, ver la historia cambiar a tu alrededor - le miré y extendí mi dedo índice - Aunque jamás admitiré que os tengo envidia en algo - advertí.
Reí ante su gran interpretación de galán y mi risa aumentó con lo último que dijo - Creo que acabas de describir la vida de la mayoría de las mujeres de hoy en día - comenté entre risas. Pero mi risa fue cortada cuando un chillido se escuchó cerca de donde nosotros estábamos. Me giré hacia la penumbra, con el cuerpo en tensión pero nada apareció entre los árboles. Aquel grito me sonaba ¿era otra vez la joven a la que habían manchado el vestido? Esperé, en silencio, conteniendo la respiración, contando lentamente en mi cabeza, algo que hacía normalmente para concentrarme.
1... 2... 3... 4... un nuevo chillido, esta vez más débil y con voz ahogada volvió a sonar. Sin pensármelo dos veces salí corriendo a través de la maleza, sacando la daga y la estaca de madera, sin importarme el dolor de mi cuerpo.
Corrí hasta frenarme y agacharme entre los arbustos, observando el lugar de donde había venido el grito. Era una zona apartada de las atracciones y el bullicio de gente, que había menguado considerablemente por la hora que era.
Un grupo de unos cinco vampiros jugaban con el grupo de amigos que al comienzo de la noche había visto, la chica a la que habían manchado el vestido yacía en el suelo, inmóvil, cerca de otros tres compañeros suyos. Los vampiros se divertían con el último chico y otra muchacha estaba agachada, encogida contra un árbol, llorando.
Cinco vampiros, era imposible que pudiera con todos, pero no podía dejar a aquellas personas allí, los destrozarían. Sabía que debían haber más vampiros cerca, era un aquelarre, el vampiro que había matado antes seguramente pertenecía a su grupo.
Solté una palabrota por lo bajo, pensando en un improvisado plan de ataque. Sujeté la daga con el cinturón de tela de mi vestido, en una mano sujeté la estaca de madera, y en otra el pequeño bote de agua bendita, quitandole el tapón.
El muchacho con el que se divertían lloraba, llevaba varias heridas profundas en los brazos y el vientre, los vampiros se acercaban riendo, lamiendo sus heridas, haciéndole unas nuevas...
Salí de entre los matorrales y los vampiros se giraron todos a la vez.
- Una cazadora - dijo uno de ellos.
- Mirar qué graciosa, ¿¡podemos quedárnosla!? ¡yo la quiero! me gusta su pelo, tiene la piel muy blanca. ¡La quiero! - exclamó una vampira rubia, dando pequeños saltitos.
Los miré a todos uno por uno, ninguno parecía tener más de 100 años, ninguno era "potencialmente peligroso"
Reí ante su gran interpretación de galán y mi risa aumentó con lo último que dijo - Creo que acabas de describir la vida de la mayoría de las mujeres de hoy en día - comenté entre risas. Pero mi risa fue cortada cuando un chillido se escuchó cerca de donde nosotros estábamos. Me giré hacia la penumbra, con el cuerpo en tensión pero nada apareció entre los árboles. Aquel grito me sonaba ¿era otra vez la joven a la que habían manchado el vestido? Esperé, en silencio, conteniendo la respiración, contando lentamente en mi cabeza, algo que hacía normalmente para concentrarme.
1... 2... 3... 4... un nuevo chillido, esta vez más débil y con voz ahogada volvió a sonar. Sin pensármelo dos veces salí corriendo a través de la maleza, sacando la daga y la estaca de madera, sin importarme el dolor de mi cuerpo.
Corrí hasta frenarme y agacharme entre los arbustos, observando el lugar de donde había venido el grito. Era una zona apartada de las atracciones y el bullicio de gente, que había menguado considerablemente por la hora que era.
Un grupo de unos cinco vampiros jugaban con el grupo de amigos que al comienzo de la noche había visto, la chica a la que habían manchado el vestido yacía en el suelo, inmóvil, cerca de otros tres compañeros suyos. Los vampiros se divertían con el último chico y otra muchacha estaba agachada, encogida contra un árbol, llorando.
Cinco vampiros, era imposible que pudiera con todos, pero no podía dejar a aquellas personas allí, los destrozarían. Sabía que debían haber más vampiros cerca, era un aquelarre, el vampiro que había matado antes seguramente pertenecía a su grupo.
Solté una palabrota por lo bajo, pensando en un improvisado plan de ataque. Sujeté la daga con el cinturón de tela de mi vestido, en una mano sujeté la estaca de madera, y en otra el pequeño bote de agua bendita, quitandole el tapón.
El muchacho con el que se divertían lloraba, llevaba varias heridas profundas en los brazos y el vientre, los vampiros se acercaban riendo, lamiendo sus heridas, haciéndole unas nuevas...
Salí de entre los matorrales y los vampiros se giraron todos a la vez.
- Una cazadora - dijo uno de ellos.
- Mirar qué graciosa, ¿¡podemos quedárnosla!? ¡yo la quiero! me gusta su pelo, tiene la piel muy blanca. ¡La quiero! - exclamó una vampira rubia, dando pequeños saltitos.
Los miré a todos uno por uno, ninguno parecía tener más de 100 años, ninguno era "potencialmente peligroso"
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Re: C'est la nuit, mon ami [Priv. Kvothe du Roux]
¿Quién hubiera imaginado que fuera a entablar una despreocupada conversación conmigo después del modo en que había comenzado nuestra, por llamarlo de algún modo, interacción? Yo no, desde luego. Juzgar las cosas de manera precipitada nunca era una opción recomendable, entre otras cosas por el riesgo que corrías de estamparte la realidad contra las narices. Dejar que las situaciones fluyeran y pasara lo que tuviera que pasar, fuera en el sentido que fuese; esa era, a un nivel bastante superficial y genérico, mi ley de vida.
Así que me relajé y escuché con bastante más atención un relato que me resultaba más creíble que el anterior. Y además, era una apasionada de la lectura, por lo que me estaba contando. Aquello suponía un más que interesante punto a su favor.
- ¿Cómo se llamaba ese librero? Quizá le conozca. He conocido a muchos. Es una de las cosas más fascinantes de esta longevidad, ¿sabes? Cuando sientes amor por la lectura, puedes pasarte cinco mil años leyendo y aún no han pasado ante tus ojos todas las historias que se han escrito. Es fascinante.
Alcé la mirada, con una expresión soñadora, riendo ante su "amenaza oculta" en la que dejaba claro que su secreto siempre sería un secreto. ¿Era cosa mía, o se estaba abriendo a mí más de lo que había pretendido?
En realidad, no tuve tiempo de responder a mi propia incógnita. Ni siquiera a responder a la evidencia sobre las doncellas de la época; en cierto momento estaba riéndose y soltándome aquello, y al instante siguiente había desaparecido en la oscuridad, corriendo despavorida como si fuese una damisela en apuros que hubiera visto un fantasma. Y entonces lo capté, aquella presencia que embriagaba el ambiente y que no había tenido la decencia de detectar por haber bajado demasiado la guardia: vampiros.
Escuché un chillido, y después otro. Captaba la presencia de más de uno... Seguramente fueran cinco o seis, la clase de avanzadillas que envían los aquelarres para pasar el rato. Y ella era una sola cazadora, malherida, además. ¿Por qué me preocupaba? Bien podría largarme y dejar que hicieran su trabajo y la mataran, un problema menos en el mundo... O tal vez debiera matarla yo, y así me ganaría su confianza y me dejarían entrar a su estúpido grupo. Sí, eso haría. Sacudí la cabeza y recorrí la misma distancia en diez veces menos tiempo, justo en el momento en que mi improvisada amiguita se veía rodeada por ellos. Chasqueé la lengua, molesto. ¿Acaso no le importaba nada su vida o qué? Me ponía de los nervios la gente así, la clase de personas que cometían el más atroz de los suicidios por lo que consideraban "una causa justa". ¿Desde cuando ofrecerse como merienda a un grupo de vampiros jóvenes y estúpidos era una causa justa para morir?
Cuando escuché a la rubia "pedírsela", ya fue el colmo. En el momento en que contemplé cómo se lanzaba hacia la pelirroja, me interpuse entre ellas, a la velocidad del rayo, agarré a la criatura del cuello y la lancé hacia un lado, haciéndola estrellarse contra un árbol.
- Esa costumbre que tienes de dejar a la gente con la palabra en la boca para ir a suicidarte es un poco molesta, ¿sabes? -musité, sopesando mis opciones. En realidad, no había demasiado que analizar: cinco, ahora cuatro vampiros jóvenes, inexpertos. Sus miradas hipócritas lo decían todo. Querían divertirse, y al igual que los estúpidos humanos adolescentes echaban sus vidas a perder con el alcohol y el desfase, los estúpidos vampiros jóvenes, neófitos, como los llamaban algunos, lo hacían con las cacerías despreocupadas, poniéndose a sí mismos en riesgo... Como acababa de suceder. Aunque, en realidad, había sucedido porque yo me había interpuesto. De no ser así, los resultados habrían sido bastante diferentes.
- ¡Eh, tú! ¿De qué vas? ¡Apártate y déjanos merendar, o serás parte del almuerzo!
Suspiré, resignado. Humano o vampiro, un veterano nunca era capaz de hacer entrar en razón a un loco adolescente. No por las buenas, al menos.
- Lo siento, pero... Yo la vi primero. Es mía. Y me encargaré personalmente de cualquier otro que trate de hincarle el diente -¿por qué la defendía? Ni idea. Lo único que tenía claro era que tendría que pensar, y rápido. Podía dejarlos fuera de combate sin problema, desde luego, pero... Pertenecían a ese aquelarre, las probabilidades eran altísimas. Si no los mataba, correrían la voz. Si lo hacía... Bueno, podría seguir adelante con mis planes. Así que, resumiendo, no había mucho que pensar al respecto.
Ellos tampoco lo hicieron, en realidad. Uno de ellos abrió la boca, seguramente para criticarme, insultarme o atacarme. Pobre insensato. Parecía el más envalentonado de los cuatro, pero ya sabéis cómo son los líderes, sólo funcionan cuando tienen una actuación que proporcionar a su público. Una mirada directa y un mero pensamiento bastaron para activar mi poder. Inmediatamente, el vampiro cayó de rodillas, apretándose las orejas con las manos y chillando, suplicando que me detuviese. Ah, el dolor psicológico. Qué gran don-. ¿Alguien más tiene algo que decir? -corté el vínculo, liberando la mente del vampiro, que apoyó las manos contra el suelo, jadeando. Los otros tres me tanteaban, temerosos, pero con cierta decisión de quedarse aún. Y la rubia a la que había lanzado ya se reincorporaba; a fin de cuentas, un golpe así no suponía más que el equivalente a un mero bofetón. No suponían un gran peligro, pero tampoco iba a poder eliminarles así como así, y la humana no se encontraba en muy buenas condiciones, precisamente. ¿Cuál debería ser el siguiente paso?
Así que me relajé y escuché con bastante más atención un relato que me resultaba más creíble que el anterior. Y además, era una apasionada de la lectura, por lo que me estaba contando. Aquello suponía un más que interesante punto a su favor.
- ¿Cómo se llamaba ese librero? Quizá le conozca. He conocido a muchos. Es una de las cosas más fascinantes de esta longevidad, ¿sabes? Cuando sientes amor por la lectura, puedes pasarte cinco mil años leyendo y aún no han pasado ante tus ojos todas las historias que se han escrito. Es fascinante.
Alcé la mirada, con una expresión soñadora, riendo ante su "amenaza oculta" en la que dejaba claro que su secreto siempre sería un secreto. ¿Era cosa mía, o se estaba abriendo a mí más de lo que había pretendido?
En realidad, no tuve tiempo de responder a mi propia incógnita. Ni siquiera a responder a la evidencia sobre las doncellas de la época; en cierto momento estaba riéndose y soltándome aquello, y al instante siguiente había desaparecido en la oscuridad, corriendo despavorida como si fuese una damisela en apuros que hubiera visto un fantasma. Y entonces lo capté, aquella presencia que embriagaba el ambiente y que no había tenido la decencia de detectar por haber bajado demasiado la guardia: vampiros.
Escuché un chillido, y después otro. Captaba la presencia de más de uno... Seguramente fueran cinco o seis, la clase de avanzadillas que envían los aquelarres para pasar el rato. Y ella era una sola cazadora, malherida, además. ¿Por qué me preocupaba? Bien podría largarme y dejar que hicieran su trabajo y la mataran, un problema menos en el mundo... O tal vez debiera matarla yo, y así me ganaría su confianza y me dejarían entrar a su estúpido grupo. Sí, eso haría. Sacudí la cabeza y recorrí la misma distancia en diez veces menos tiempo, justo en el momento en que mi improvisada amiguita se veía rodeada por ellos. Chasqueé la lengua, molesto. ¿Acaso no le importaba nada su vida o qué? Me ponía de los nervios la gente así, la clase de personas que cometían el más atroz de los suicidios por lo que consideraban "una causa justa". ¿Desde cuando ofrecerse como merienda a un grupo de vampiros jóvenes y estúpidos era una causa justa para morir?
Cuando escuché a la rubia "pedírsela", ya fue el colmo. En el momento en que contemplé cómo se lanzaba hacia la pelirroja, me interpuse entre ellas, a la velocidad del rayo, agarré a la criatura del cuello y la lancé hacia un lado, haciéndola estrellarse contra un árbol.
- Esa costumbre que tienes de dejar a la gente con la palabra en la boca para ir a suicidarte es un poco molesta, ¿sabes? -musité, sopesando mis opciones. En realidad, no había demasiado que analizar: cinco, ahora cuatro vampiros jóvenes, inexpertos. Sus miradas hipócritas lo decían todo. Querían divertirse, y al igual que los estúpidos humanos adolescentes echaban sus vidas a perder con el alcohol y el desfase, los estúpidos vampiros jóvenes, neófitos, como los llamaban algunos, lo hacían con las cacerías despreocupadas, poniéndose a sí mismos en riesgo... Como acababa de suceder. Aunque, en realidad, había sucedido porque yo me había interpuesto. De no ser así, los resultados habrían sido bastante diferentes.
- ¡Eh, tú! ¿De qué vas? ¡Apártate y déjanos merendar, o serás parte del almuerzo!
Suspiré, resignado. Humano o vampiro, un veterano nunca era capaz de hacer entrar en razón a un loco adolescente. No por las buenas, al menos.
- Lo siento, pero... Yo la vi primero. Es mía. Y me encargaré personalmente de cualquier otro que trate de hincarle el diente -¿por qué la defendía? Ni idea. Lo único que tenía claro era que tendría que pensar, y rápido. Podía dejarlos fuera de combate sin problema, desde luego, pero... Pertenecían a ese aquelarre, las probabilidades eran altísimas. Si no los mataba, correrían la voz. Si lo hacía... Bueno, podría seguir adelante con mis planes. Así que, resumiendo, no había mucho que pensar al respecto.
Ellos tampoco lo hicieron, en realidad. Uno de ellos abrió la boca, seguramente para criticarme, insultarme o atacarme. Pobre insensato. Parecía el más envalentonado de los cuatro, pero ya sabéis cómo son los líderes, sólo funcionan cuando tienen una actuación que proporcionar a su público. Una mirada directa y un mero pensamiento bastaron para activar mi poder. Inmediatamente, el vampiro cayó de rodillas, apretándose las orejas con las manos y chillando, suplicando que me detuviese. Ah, el dolor psicológico. Qué gran don-. ¿Alguien más tiene algo que decir? -corté el vínculo, liberando la mente del vampiro, que apoyó las manos contra el suelo, jadeando. Los otros tres me tanteaban, temerosos, pero con cierta decisión de quedarse aún. Y la rubia a la que había lanzado ya se reincorporaba; a fin de cuentas, un golpe así no suponía más que el equivalente a un mero bofetón. No suponían un gran peligro, pero tampoco iba a poder eliminarles así como así, y la humana no se encontraba en muy buenas condiciones, precisamente. ¿Cuál debería ser el siguiente paso?
Kvothe du Roux- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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