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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Vianna Wilde Dom Ene 05, 2014 4:16 pm

Recuerdo del primer mensaje :

Normalmente mi radio de cacería no era tan amplio, hoy me había alejado más de lo normal de la zona donde solía trabajar, pero había oído de diversos sucesos "extraños" en esta zona y eso era motivo suficiente para hacerme venir.
La verdad es que era un escenario perfecto para vampiros hambrientos, un lugar de reunión para ciudadanos y turistas, que solía abrir por la noche. ¿Qué asqueroso vampiro se podría resistir a ello? y lo pobres humanos, tan despistados, confiados y seguros de nosotros mismos como éramos, a merced de sucios colmillos.
La gente reía, paseaba, escuchabas toda clase de conversaciones, tanta diversidad y colorido. "Ésto te habría gustado Sophie" pensé, ignorando una de las reglas que siempre tenía a la hora de salir de caza. "Jamás mezclarás el pasado con el presente mientras trabajes."

De repente se oyó un grito. Como un resorte accionado, mi cuerpo se puso en tensión y una de mis manos sacó una daga con gran rapidez, pero al mirar hacia el lugar de donde había provenido el grito vi que simplemente eran un grupo de personas divirtiéndose, el parecer una de las chicas había gritado porque un hombre de los que le acompañaba había derramado algo de cerveza sobre su vestido.
Guardé la daga, mirando que nadie me hubiera visto, y seguí con mi camino, perdiéndome entre la gente, buscando cualquier indicio de vampiros, cualquier persona que estuviera en peligro.

"Sí que te habría gustado, pequeña." sacudí ligeramente la cabeza, ¡céntrate! me grité desde el interior y apreté los puños, algo no iba bien, lo sentía, notaba un ligero cosquilleo en la espalda, como el vello de mi nuca se erizaba, había vampiros, o criaturas mágicas cerca pero no sabía ubicarlas. Miré a todos lados pero todo era normal, sospechosamente normal.


Última edición por Vianna Wilde el Lun Ene 06, 2014 8:57 am, editado 1 vez
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Mensaje por Vianna Wilde Mar Ene 07, 2014 11:29 am

Preparé mi cuerpo para recibir el impacto cuando vi como aquella vampiresa rubia se lanzaba contra mí, pero algo se interpuso entre nosotras. El vampiro grandote de antes, del cual me di cuenta en ese momento que no sabía ni su nombre, se colocó frente a mí y, como si de una polilla se tratase, envió de un golpe al chupa sangre contra un árbol.

"Yo la vi primero. Es mía." aquellas palabras resonaron varias veces en mi cabeza. ¿¡Suya!? ¡sabía que era un mentiroso y lo único que quería era mi sangre! ¿¡cómo podía haber sido tan estúpida para confiar en él!?
Intenté protestar, pero cuando abrí la boca no me dio tiempo a articular palabra, mi "propietario" utilizó sus poderes para torturar a uno de los de su misma especie. Los gritos del vampiro que estaba siendo torturado me hicieron temblar, sabía que algunos chupa sangre tenían la capacidad o habilidad con diversos poderes, pero nunca había visto a ninguno utilizarlos. Aquello me dejó realmente estupefacta, pero no hizo que mi cabreo menguara, al revés, lo aumentó.
Me había manipulado, se había estado riendo de mí y hasta se atrevía a decir en alto que yo le pertenecía. Y yo como una estúpida le había creído.
La vampira rubia se incorporó y siseó mostrando los dientes en el momento menos indicado. Con una gran rapidez, lancé el cuchillo que llevaba sujeto a mi cintura, acertando de pleno en la garganta de la vampiresa. La fuerza con la que lo lancé, sorprendiendo a la sanguijuela, hizo que el impacto la devolviera contra el árbol, el cuchillo se clavó en la corteza del árbol y la dejó atrapada.
Podía parecer por mi aspecto que era una muchacha enclenque, débil y que se rompía al mínimo soplido, pero llevaba muchos años en esto, y cuando me cabreaba podía llegar a limites preocupantes.

- ¿¡Cómo que soy tuya!? - grité nada más lanzar el cuchillo. Los demás vampiros tomaron mi gesto como una forma de dar comienzo a la pelea y se lanzaron contra nosotros.
Vacié el bote de agua bendita sobre la cara de uno, dejándolo entretenido unos minutos mientras se retorcía de dolor y comencé a pelear con otro. El combate cuerpo a cuerpo era lo que mejor se me daba, después de mi puntería con el arco, pero hoy no lo había traído conmigo.
El vampiro lanzó un gancho que yo no pude esquivar, arañando uno de mis costados, sus uñas traspasaron la tela del vestido y el corsé, dejando arañazos bien marcados en mi piel de los que pronto empezó a salir sangre, aunque no mucha. Aquello también me cabreó mucho, normalmente las heridas solían ser en los brazos y piernas, e incluso alguna en la cara, eran partes de mi cuerpo que había asumido que siempre tendría llenas de cicatrices, pero tener cicatrices por otras partes de mi cuerpo no era algo que me agradara. Podía ser una chica con ganas de pelear contra cualquier ser sobrenatural, pero eso no implicaba que no me preocupada de mi cuerpo.
Asesté una buena patada al vampiro y salté sobre él, clavando la estaca varias veces en su cuerpo hasta que cayó inerte. Luego me acerqué al otro, aún dolorido por el quemazón que el agua bendita le había provocado y le golpeé la barbilla con mi rodilla, clavando también la estaca en su pecho. Aquello fue fácil, el vampiro estaba medio ciego por el agua, no le dio mucho tiempo a reaccionar.
Me acerqué a la muchacha que estaba encogida junto al árbol, el otro chico al que habían estado torturando había desaparecido entre los árboles. Otro que se me escapaba... además necesitaba encontrarle, había visto mordeduras en su cuello y tenía que encargarme de él.
La muchacha traumatizada se agarró a mí en cuanto me arrodillé a su lado. Acaricié su cabeza mientras le susurraba palabras sueltas, aunque aquello no era más que una escusa para apartar el pelo de su cuello e inspeccionarla. Vi dos puntitos sangrantes en él y maldije por dentro, agarrando con fuerza la estaca de madera llena de sangre que llevaba en la mano.

- Te-tenían colmillos... salieron de la nada - la chica lloraba contra mi cuerpo, temblando de puro terror y yo seguí acariciando su pelo.

- Estarás bien, todo va a ir bien a partir de ahora, te lo prometo. - susurré levantando la estaca sobre su espalda y dejándola caer con fuerza y precisión, atravesando su corazón justo por donde me habían enseñado, el lugar exacto para llegar al corazón de alguien a través de la espalda.
La chica emitió un leve gemido antes de morir sobre mis brazos. Su sangre manchó mi vestido, o lo que quedaba de él. No me dio tiempo a incorporarme o a apartar el cadáver de aquella muchacha, en seguida escuché un grito ahogado y me giré justo para ver como la vampira rubia se lanzaba contra mí con el cuchillo que yo había clavado en su garganta en la mano.
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Mensaje por Kvothe du Roux Mar Ene 07, 2014 12:19 pm

No sólo no me lo agradeció, sino que se cabreó, lo suficiente como para que los demás vampiros se lo tomasen como una declaración de guerra y se lanzasen contra nosotros. Uno, dos y tres. Agua bendita, estacazo y cuchillo en la garganta. Ese último no serviría de mucho, pero bueno. El caso era que podía defenderse solita. Pero, ¿a quién quería engañar? Tratar de congeniar con los humanos siempre había sido un error. Cinco mil años después, no aprendía.
Siempre te topabas con alguno que parecía diferente. Dentro de una sociedad humana que odiaba, temía y ansiaba erradicar a los vampiros, siempre había alguien que parecía marcar la diferencia. Alguien que decía: oye, lo mismo me puedo llevar bien con alguno de ellos. Al fin y al cabo, no son tan distintos a nosotros.

Pero eso no era más que una ilusión. Ya fuera por desamor, por confusión, por una desconfianza que rozaba lo absurdo o por cualquier otro motivo, todo eso terminaba por desplomarse. Los humanos se quejaban de la falta de humanidad de los vampiros, pero ellos mismo pecaban de lo mismo. Y, teniendo en cuenta que estaban ciegos a sus propios errores, poco se podía hacer.
Me hice a un lado mientras se encargaba de todo ellos... Salvo de uno, el que yo mismo había atacado, que salió corriendo. Ya me encargaría de él, no sería difícil seguir su rastro e impedirle dar la voz de alarma. Al fin y al cabo, poco me quedaba ya allí por hacer. Observé cómo iba a encargarse del proyecto de neófita que se había dejado el grupo, y me di la vuelta para irme justo en el momento en que la rubia profiría un chillido gutural, se arrancaba el cuchillo de la garganta -un espectáculo macabro que, os lo aseguro, no querríais presenciar- y se lanzaba de nuevo a por su presa.

Lancé un suspiro y me volví a interponer pero, en este caso, estaca en mano, aprovechando una de las que la cazadora se había dejado por ahí, y me situé de modo que la criatura cayese a mis brazos y a los de la estaca al mismo tiempo. La dejé caer al suelo y se la clavé de nuevo, en el pecho, bien hondo, hasta asegurarme de que había muerto. Me incorporé, dejé caer la estaca y le di la espalda a la chica.
-
Por si no te habías dado cuenta, sólo intentaba protegerte. Los vampiros solemos respetar las adquisiciones de los demás, aunque los neófitos no parecen conocer esa norma no escrita. Pero, claro, no me había dado cuenta de que no necesitabas protección, estás perfectamente. Siento haberme entrometido -comenté con cierta resignación en el tono de voz, y dicho esto me encaminé hacia la dirección en que había huido el único vampiro restante, con la intención de darle caza y acabar con él. Si informaba de esto al aquelarre, mi misión aquí correría peligro.
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Mensaje por Vianna Wilde Mar Ene 07, 2014 1:25 pm

Miré a mi, por dos veces consecutivas, salvador y me quedé parada con lo que me dijo, de espaldas a mí. Vale, la había fastidiadio y había perdido todo lo que había conseguido con aquel vampiro grandote durante nuestra charla en el bosque. Suspiré y me levanté, no sin antes coger la estaca del cuerpo muerto de la muchacha, y fui detrás de él.
Ahora mismo dentro de mi cabeza había dos facciones bien diferenciadas; por un lado estaba la facción "pro-humanos", si se le podía llamar así. Era la parte que me reprochaba caminar detrás de aquel vampiro preparando una disculpa, la Vianna de siempre le habría dado una patada y se habría marchado, era básicamente lo que pregonaba aquella parte. Y la segunda facción era la del arrepentimiento y vergüenza, la cual me recordaba partes sueltas de la conversación que había tenido con él en el bosque momentos antes, y la que me animaba a sacar de mi boca aquella disculpa.

- Oye, vampiro grandullón, espera - en esa frase quedó claro la poca imaginación que tenía para poner motes a la gente.
Me coloqué frente a él cortandole el paso y tomé aire, lo que estaba a punto de hacer pasaría a los libros de historia con el título de: "Cómo perder la dignidad con dos palabras y renunciar a todo tipo de principio de cazador de vampiros."

- Lo siento, ¿vale? - extendí los brazos - ¡Soy humana! tengo defectos, soy bocazas, cabezona y algo estúpida, pero no puedo cambiarlo. Y no, no necesito que me protejan, soy fuerte, pero parece que la gente no piensa lo mismo, siempre soy subestimada. Además durante más de la mitad de mi vida he sido golpeada, tirada, empujada, arañada, por vampiros y hombres lobos, no puedes esperar que confíe en ti simplemente porque has conseguido que me ría, que por cierto enhorabuena, eres el primer vampiro que lo consigue... La última vez que confié en un vampiro acabé colgada boca abajo en una pocilga rodeada de cerdos - no era un bonito recuerdo la verdad. Respiré hondo y me mordí el labio antes de soltar la palabra de la que seguramente más tarde me arrepentiría - Gracias... por salvarme la vida... dos veces - mis mejillas empezaron a ponerse rojas y me di la vuelta para seguir caminando y evitar que él pudiera verme la cara.

Caminé a paso firme, intentando pensar en cualquier otra cosa que no fuera lo que acababa de hacer. Pensé en las ganas de un baño caliente que tenía en esos momentos, en las ganas de un buen masaje de espalda... pero que me lo diera alguien a quien sus colmillos no le sobresalieran de la boca. También tenía algo de hambre, y mi tripa sonaba tímidamente dando nota de ello.

- Por cierto, el anciano de los libros al que salvé la vida se llamaba Adrien - murmuré - Me lo preguntaste antes de echar a correr y dejarte con la palabra en la boca, cosa que no te gusta - dije recordando lo que había dicho - Cuando murió heredé la mayoría de sus libros y su pequeña tienda... y su gato, un gato color crema muy gordo al que puso mi nombre. Espero que no se lo pusiera porque le recordaba a mí - arrugué la nariz rememorando aquellos años, lo bien que estuve durante un tiempo en aquella ciudad, lo mal que me llevaba con aquel gato gordo y cómo me hizo descubrir mi odio hacia los felinos. Me gustaba hablar de Adrien. - Yo creo que os habríais llevado bien, os parecéis un poco, los dos con vuestra mente abierta, dejando sin argumentos a los demás y siempre dispuestos a ayudar a los débiles - aunque aquella última parte no sabía si la tenían mucho en común - No me quedé con su herencia. Cuando Adrien murió una sobrina suya, Roxanne - pronuncié el nombre con asco - apareció reclamando todo lo de Adrien. Yo se lo entregué todo, menos una pequeña colección de libros, los primeros que me enseñó a leer y los que más me gustaban. Por aquel entonces lo único que yo tenía en la cabeza era la caza de vampiros por lo que no me importó mucho darle toda la herencia a aquella niñata. Más tarde me enteré de que Roxanne vendió la tienda y que al cabo de unos años no sería nada de ella por un grave incendio que sufrió. Es triste pensar que todo lo que Adrien era terminó por un incendio, todos aquellos libros...
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Mensaje por Kvothe du Roux Mar Ene 07, 2014 7:17 pm

Fuera de esperar o no, no me adentré en la espesura; apareció un obstáculo en mi camino. Uno pelirrojo, para ser exactos. Entorné los ojos y desvié la mirada, aunque no pude evitar que una fugaz sonrisilla mancillara mis intentos de parecer absolutamente serio cuando me llamó "vampiro grandullón". ¿No se le había ocurrido nada mejor? Por el amor de la sangre.

Asentí conforme cuando se disculpó, aunque mi expresión daba a entender que se lo tendría que currar un poco más. Ella fue la que le dijo, en primer lugar, que "tendría que ganárselo", así que yo no iba a ser menos. Había... ¿Cómo lo llamaban los humanos ahora? Herido mis sentimientos, eso. Aunque me permití aflojar un poco la expresión cuando me dio las gracias, con esa cara que dejaba bien claro que se odiaría a sí misma toda la vida por haberlo hecho. Ahh, los principios.
-
Disculpas aceptadas -concedí. Eché una ojeada hacia la oscuridad del bosque que se abría a espaldas de la pelirroja, y fruncí los labios. No iba a perseguirle. Dejaría que se reuniese con los suyos y diese la voz de alarma... Y entonces acabaría con ellos, uno por uno. Si me preguntaban, diría que me descubrieron y no me quedó otra opción. Fácil, sencillo, y para toda la... Bueno, eso. Ya sabéis-. Y te entiendo, créeme. Cuando has vivido tanto tiempo aprendes muchas cosas, no te limitas a cazar y ver pasar los siglos. Pero déjame decirte algo, a modo de consejo. A fin de cuentas, no soy nadie para sermonearte -encogí los hombros, volviendo sobre mis pasos, dando a entender que no me importaba quedarme allí un rato más. Allá ella, sería la que se privara de dormir-. Siguiendo tu lógica, yo te habría matado hace rato ya. He visto a los humanos cometer atrocidades inimaginables. He visto a niñas con cara de ángel cortarle el cuello a su propio padre. Les he visto perseguir, maldecir, torturar y matar a los pocos allegados que he tenido durante toda mi existencia... Pero he aprendido una cosa: odiar a los humanos no sirve para nada. Habrá estereotipos, sí. Siempre. Pero cada persona es un mundo, y si juzgas a cada uno por el todo, es algo con lo que tendrás que lidiar en tu conciencia.
Menuda ristra de testamentos le estaba dejando caer a la pobre esa noche. Me prometí a mí mismo que, al menos, intentaría cortarme un poco. Me tomé la libertad de revolverle el pelo cuando terminé de soltar semejante perorata antes de alejarme algunos pasos más, en dirección al tronco caído sobre el que me había sentado hacía un rato, durante nuestra... Toma de contacto.

Dejé que el rostro se me iluminara al escuchar el nombre que pronunció, y escuché su historia con suma atención.
-
¡No me digas que tú eres la famosa amiguita del viejo Adrien! -solté, expresándome de una forma efusiva bastante poco previsible viniendo de alguien como yo y de la imagen de mí mismo que estaba dando, pero casi al instante bajé los brazos y agravé la expresión- No sabía que estaba muerto... Cuando vives eternamente, los años pasan de otra forma para ti. ¿Cuánto hace ya de eso? Vaya. De haberlo sabido... -chasqueé la lengua y me mordí el labio inferior, ligeramente molesto conmigo mismo, aunque volví a suavizarme y centrar mi atención en ella cuando dijo eso último-. Oh, vamos, no digas eso. Sabes tan bien como yo que no es verdad. Todo lo que Adrien era... Es su legado. Quizá sus libros se hayan perdido en ese incendio, pero lo importante de él está contigo siempre que lo recuerdes, ya sabes -sonaba al típico discurso emotivo de un funeral, pero no se alejaba demasiado de la idea que tenía uno de la "presencia" después de la muerte.

Tras unos instantes de solemne silencio en nombre del viejo librero, recordé un detalle y la miré de nuevo, con las cejas levantadas.
-
La gata... Te llamas Vianna -una pregunta sin pregunta; afirmación en tono interrogante, más bien-. Kvothe. Aunque dejo que los pocos que me agradan me llamen Kote. ¿Te parece si volvemos a la feria y paseamos un rato como personas normales? Así dejarás de tensarte cada vez que me levanto sin avisar -sonreí, socarrón... y sí, lo del apodo no dejaba de ser una indirecta. Lo intuyese ella o no, viniendo de mí eso ya era bastante-. Tienes que contarme esa historia del vampiro y la pocilga con los cerdos... -reí, mientras me enorgullecía de mí mismo, como un crío, con la idea de "ser el primer vampiro que la ha hecho reír". No se había topado con muy buenos ejemplares de mi raza, no.
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Mensaje por Vianna Wilde Miér Ene 08, 2014 8:49 am

Tras su discurso mi mente se quedó algo trastocada, no paraba de pensar en todo lo que me acababa de decir. ¿El resumen de todo aquello era que no debía tratarle como a otros vampiros? Bueno, la verdad es que me había mostrado varias veces que era así... pero me resultaba tan difícil de asimilar. ¿Yo siendo "amiga" o la relación que fuera esta que tuviéramos, de un vampiro? Claramente hoy me pasaba algo, no era la Vianna de siempre, seguro que había comido algo en mal estado.
Le seguí en silencio metida en mis pensamientos sin saber muy bien donde íbamos hasta que llegamos al lugar. Me pregunté por qué habíamos vuelto al claro donde nos habíamos conocido no hace mucho, pero ni dije nada.
Pegué un pequeño saltito ante la reacción que tuvo tan efusiva cuando le hablé de Adrien. Al parecer no era la única que estaba teniendo comportamientos extraños acorde con la personalidad.
Desvié la mirada mientras el me contaba que no sabía que Adrien había muerto y que el tiempo pasaba de forma diferente. Y sonreí cuando me intentó consolar.
La verdad es que ahora me sentía algo más cómoda con él, no dejaba de olvidar que era un vampiro, pero era un vampiro diferente, que estaba poniendo patas arriba todas mis creencias para ser más exactos.

Sonreí, algo sonrojada cuando adivinó mi nombre. Vaya, sí que tenía buena memoria, se acordaba del nombre de un minino. Aquello no dejó que tuviera la oportunidad de ponerme un nombre nuevo, la verdad es que tenía pensado decirle mi nombre, pero no el real, Vianna nunca había sido un nombre que me gustara, me parecía un nombre que me volvía más niña de lo normal, era un nombre inocente, de cría.
Cuando dijo que dejaba que los pocos que le agradaban le llamaran Kote levanté una ceja, ¿con eso estaba diciendo que me daba permiso para llamarle así? ¿que yo... le agradaba? Una sensación de orgullo apareció en mí, pero la voz de mi cabeza no tardó en replicar.
"¿Y a ti qué más te da agradarle? Recuerda los colmillos, ¡los colmillos!

Asentí ante su ofrecimiento y fruncí el ceño cuando se rió de mí y mi historia con los puercos.
-¡A no! - exclamé - Jamás te contaré esa historia, tendrás que utilizar tus super poderes si quieres que lo haga - cuando dije eso me acordé de que tenía super poderes vampíricos y rápidamente me tapé la cara con ambas manos para no mirarle. - ¡No lo hagas! - reproché con mi voz sonando algo ahogada por tener mi cara cubierta. Intenté caminar hacia él pero me choqué contra su cuerpo por llevar los ojos cubiertos. Abrí un poco los dedos para mirarle - No entres sin permiso en mi mente - dije frunciendo el ceño y luego aparté las manos para comenzar a andar hacia la feria, viendo cada vez mejor esa idea ya que el hambre que tenía hace unos momentos había crecido considerablemente.
Cuando llegamos a la zona del parque mi nariz captó el olor del caramelo. Me giré hacia Kvothe.

- Vampiro grand... Kote, espera aquí. Ahora vuelvo, no te marches, quiero preguntarte muchas cosas, pero espera solo un momento. - me giré y fui hacia un pequeño puestecillo gitano donde un hombre mayor vendía manzanas de caramelo.
Sonreí al vendedor y le pedí una manzana mientras utilizaba "mis armas de mujer", que consistían basicamente en sonreír mientras me retorcía un mechón de pelo... en ese momento pensé en lo patéticas que eran aquellas armas de mujer. Le conté al vendedor un chiste subido de tono sobre manzanas que recordé que mi padre solía contar cuando algunos amigos suyos venían a casa y yo o Sophie hacíamos tarta de manzana. El vendedor rió y me dio una manzana.

- Ten preciosa, de regalo, sabes como animar la noche a un viejo aburrido.

Sonreí ampliamente ante aquello y con mis dos manzanas de caramelo, una en cada mano, volví al lado de Kvothe. Cuando llegué a su lado le guiñé un ojo.
- Puedes quedarte la otra manzana, pero si no te las vas a comer me la das - dije mientras chupaba el caramelo de la mía. Sabía que en cuanto la terminara me compraría otra cosa para comer. Normalmente comía como una posesa, mucha gente se sorprendía de que tanta comida me cupiera en la tripa.
- Vale, me toca preguntar, yo te he contado la historia de Adrien, ahora te toca a ti contarme algo - me pensé la pregunta mientras paseábamos entre casetas, puestecillos y gente actuando en la calle. - Época de las que has vivido preferida y un trabajo al que te hayas dedicado en estos cinco mil años, porque algo habrás hecho ¿no? - pregunté mirándole mientras disfrutaba de mi manzana de caramelo como si fuera la mejor comida del mundo.
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Mensaje por Kvothe du Roux Miér Ene 08, 2014 5:56 pm

Eché a reír, sin poder evitarlo, cuando habló sobre mis poderes y se puso de aquella manera a la defensiva. Hice un aspaviento con la mano para quitarle importancia y carraspeé, negando con la cabeza. Ignoraba si realmente me creía capaz o, por el contrario, sólo bromeaba, pero decidí que podía jugar un poco con el tema. Acabábamos de conocernos, pero, oye... Uno ya sentía la confianza suficiente como para picarla un poco con temas de los que era consciente que podían, digamos, tocarle las narices.
-
No, no, tranquila. Leer mentes no está en mi lista de habilidades -alcé las manos a la defensiva, declarándome a mí mismo de esa clase de inocente que no ha matado una mosca-. Provocarte dolor a través de ella y obligarte a hacer lo que yo quiera sin que te des cuenta... Ya es otra cosa -solté la bomba, como si tal cosa, decidiendo que jugaría un poco con su psicología, por mero entretenimiento personal. ¿Sería ya consciente de que no pensaba atacarla o mancillarla de alguna forma? No, desde luego que no. Estaba entrenada, más que entrenada por sí misma y por los demás para ser desconfiada. Mantendría la guardia alta de nuevo... De hecho, lo más probable era que se pusiese a pensar que, por lógica, su comportamiento conmigo podía estar siendo perfectamente promovido por mis propios intereses-. Aunque, en realidad, si te obligase a hacer algo ni siquiera te acordarías de lo que has hecho. Podría pedirte que te acostaras conmigo, lo harías sin rechistar, y luego estarías como si nada, sin acordarte de una pizca -dejé que su mente divagara entre el horror y la sorpresa atroz durante unos instantes, sin poder evitar pensar que personalmente no me parecía tan mala idea que eso sucediera, antes de aclarar un último punto-. Si lo hubieras hecho te habrías sentido ligeramente desorientada, claro. Algo de mareo, quizá náuseas. Incluso vómitos, según casos. Son los efectos secundarios de volver a ti después de que alguien controle tus acciones -encogí los hombros, como si fuese lo más normal del mundo. Aunque también dejé que mi mirada pusiese en claro un detalle: no era algo que estuviera pensando en hacer con ella, y ese poder prefería enfocarlo a mis agresores, si los hubiera. Resultaba de lo más estimulante comprobar cómo se dejaban fuera de combate a sí mismos.

Aguardé tranquilamente a que volviera cuando salió despavorida hacia la feria. Cuando regresó y lo hizo con dos manzanas de caramelo, no pude menos que sonreír.
-
¿Qué pasa? ¿Puedes enfrentarte a un grupo de vampiros tú sola con la espalda hecha trizas pero te da corte que te vean paseando en una feria nocturna en compañía de un hombre galante? -solté una carcajada antes de darle un bocado a la manzana-. ¡Está deliciosa! Muchas gracias, señorita. No tenía por qué haberlo hecho. Ahora le deberé una -añadí, emulando aquellos flirteos que tanto habíamos criticado hacía un rato, quizá no tanto del que parecía. A fin de cuentas, la confianza que había ganado con ella, por llamarla de alguna forma, resultaba increíble visto el tiempo que había pasado desde que nos conocimos.
-
Eh, eso son dos preguntas -me quejé, risueño. Hacía tiempo que no me topaba con una compañía así de agradable; nunca lo habría esperado con alguien que se dedicaba a erradicar a nuestra raza en su tiempo libre. Deliberé unos segundos conmigo mismo, pensando en la respuesta adecuada a su pregunta-. ¿Y si te digo que esta? El mundo moderno tiene muchas ventajas. Muchas... Comodidades. La evolución ha dado sus frutos, algunos vampiros cazamos vampiros, y algunos vampiros comen manzanas con caramelo acompañados de cazadores de vampiros. Son cosas con las que nuestros ancestros jamás osarían soñar siquiera -bromeé-. Aparte de eso... El medievo, creo. Lo que realmente se considera Edad Media, ya sabes. Castillos, reyes, príncipes, caballeros, justas, batallas por el honor y la gloria, todas esas cosas. Fui caballero, traidor, justiciero, héroe, esclavo, verdugo y acusado de secuestrar una princesa, todo eso en una sola semana. ¿Te sirve para la pregunta del oficio? -sonreí con cierta complicidad, preguntándome su reacción. Cuanto más tiempo pasaba, más épocas viviría, y más tendría que contar. Curiosamente, lo primero que sentí al pensar en los próximos quinientos años fue lástima al percatarme de aquella cazadora ya estaría a unos cuantos metros bajo tierra-. Venga, sorprende a este viejo vampiro. ¿Cuál ha sido la mejor anécdota de toda tu existencia? La más graciosa, memorable, intensa... Lo que quieras. Como si me quieres contar el episodio de la pocilga -reincidí, pinchándola, antes de hurgar en el caramelo con el dedo y embadurnárselo en la punta de la nariz, soltando acto seguido una sonora carcajada ante semejante efecto de payasa de circo. Sí, ¿qué queréis? Incluso los vampiros milenarios sabemos ser como niños cuando viene bien.

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Mensaje por Vianna Wilde Jue Ene 09, 2014 8:54 am

Su aclaración sobre sus poderes y habilidades produjo que un escalofrío recorriera mi espalda de arriba abajo y me pusiera los pelos de punta. ¿Existían vampiros capaces de manipular mis acciones sin que yo me diera cuenta? ¿cuántas veces me habría pasado eso en mi vida? ¿y si me había cruzado con algún vampiro que me lo hubiera hecho?... aquellas preguntas me revolvían el estómago. ¿Qué me habían hecho hacer?
Le miré asustada mientras me contaba cómo podía manipularme y qué podía pedirme que hiciera. ¿Y si ya me lo había pedido y aquello era una especie de confesión? Mi estómago se revolvió todavía más, aunque le sonreí al ver que era una broma y su explicación sobre cómo me habría encontrado.
Él no me preocupaba, no me preocupaban sus poderes, confiaba en él... o intentaba hacerlo, me preocupaba la posibilidad de que otros vampiros ya hubieran jugado con mi mente.
- Pues sería un poco patético ¿no crees? Acostarte con alguien y que no se acordara de ello, es como si indirectamente te dijera que has estado tan mal que ni se acuerda - intente decirlo como si me diera igual, pero no pude evitar sonrojarme hasta la raíz del pelo. Tampoco quise seguir con aquel tema, la verdad es que yo nunca había estado con nadie y no entendía muy bien todo aquello, aunque ahora a saber si seguía siendo pura después de saber que los vampiros te pueden manipular para lo que quisieran...


Saboreé mi manzana con gusto, mordiendo el caramelo y haciéndolo crujir entre mis dientes, dejando una sensación pegajosa en mis labios por rozarlos con la manzana.
Escuché con gran curiosidad todo lo que me contaba y pensé que podría pasarme media vida escuchándole hablar sobre todo lo que había vivido. Cinco mil años daban para mucho, y sospechaba que los cinco mil años de Kvothe no habían sido para nada aburridos.
- ¡Eso no son oficios! - protesté aunque pronunciando de forma extraña por hablar mientras chupaba el caramelo - Pobre princesa... - dije compadeciéndome de ella.
Entrecerré los ojos mirándole de reojo - Estás pesado con los cerdos - sonreí cuando me puso el caramelo en la nariz e intenté chuparlo con la lengua pero no llegué así que me lo quité con el dedo y me lo metí a la boca mientras pensaba una respuesta. Se me ocurrían muchas, pero ninguna que me apeteciera que él supiera. Suspiré y me decidí a contarle la historia de los cerdos.
- Cuando yo empecé como cazadora podría decirse que era algo bastante torpe. No a la hora de pelear, sorprendentemente el arte de pelear lo cogí a la primera. No estuve mucho tiempo con el hombre que me enseñó a ser una cazadora, no pasé mucho tiempo con él y eso me hizo aprender de forma más lenta, dolorosa y decepcionante - todo rastro de diversión se había esfumado de mi voz, miraba los puestecillos o atracciones por las que pasábamos al lado sin verlas. - Por aquel entonces yo todavía estaba en Inglaterra, antes de colarme de polizona en un barco y llegar a Francia. El caso es que hice noche en un pequeño pueblo, un pueblo bastante pequeño comparado con el que yo crecí. Había escuchado desapariciones misteriosas y una disminución de animales de granja considerable, así que fui a investigar. Pasé allí tres días, al tercero encontré al vampiro, vivía escondido en una granja, mantenía preso al propietario de la parcela, le hacía trabajar para él o si no le mataba - hice una pausa para terminar de morder los últimos trozos de mi manzana y tirar el palo. Pasé la lengua por mis labios varias veces para quitar el caramelo que pudiera quedar en ellos y seguí - Ya te he dicho que yo era muy torpe, entré en la casa de noche, de golpe y gritando. Lo único que recuerdo es que amanecí colgada boca abajo en una pocilga, estuve toda una noche allí, parece ser que le gusté al vampiro, no llegó a morderme pero sí me hacía pequeños cortes de vez en cuando, probaba mi sabor... bastante dulce según decía él. No fue una noche muy agradable la verdad. El caso es que cuando amaneció toda la gente del pueblo llegó a la casa con antorchas, picos, rastrillos... y la quemaron, me liberaron y yo salí viva de allí - sonreí al recordar cómo no se habían creído que yo fuera cazadora - Y esa es la historia, ¿¡contento!? - dije sin dejar de sonreír y estiré mis brazos para despejarme, moviendo el cuello de un lado a otro. El dolor de espalda había menguado un poco, aunque aún la notaba tirante, y seguro que me salía un moratón.
- ¿Puedo pedirte un favor? - pregunté colocándome frente a él - Quiero que utilices tus poderes conmigo, quiero que entres en mi mente, pídeme que haga algo y que luego no lo recuerde. Necesito saber cómo es esa sensación, así podré saber si algúnn lo ha hecho y yo no lo recuerdo, podré saber cuando me han manipulado. Por favor. - extendí mi mano y toqué con un dedo su mejilla - ¿Funciona mejor si te toco mientras lo haces? - pregunté poniendo una media sonrisa, colocando la mano entera con su mejilla, aunque sin presionar, simplemente rozándola.
Me di cuenta que era la primera vez que tocaba a un vampiro, fuera de cualquier contacto asesino, y eso me hizo estremecerme un poco. Aquella noche estaba rompiendo muchas de las promesas que me hice hace tantos años, cuando descubrí que los vampiros existían.
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Mensaje por Kvothe du Roux Jue Ene 09, 2014 9:56 am

No negaré haber disfrutado con sus reacciones faciales a mi confesión sobre algunos de los poderes a nivel mental que los vampiros podíamos poseer; fue precisamente buscando aquello por lo que elaboré la descripción de aquella forma, dejando los síntomas para el final, cultivando en ella el beneficio de la duda. Al final, a fin de cuentas, decidí ser bueno; si no lo soltaba, la pobre podría pasarse toda la vida pensando que ese vampiro que conoció una vez le mandó hacer cosas terribles y ella sin saberlo. Con la mayoría de humanos y vampiros que iba conociendo no me habría importado, si os soy honesto. Pero aquella pelirroja se estaba ganando ciertos privilegios para conmigo.
-
Hay muchas opiniones sobre el sexo, pero en eso estoy de acuerdo contigo -"sino ya lo habrías hecho", sugirió aquella endiablada vocecilla de la conciencia. La aparté de un tortazo figurado y encogí los hombros, observando mi manzana y la espectacular pinta que tenía-. También hay quien piensa que está reservado para la persona ideal, en el momento ideal, con una vida ideal. Tampoco estoy de acuerdo con eso. La vida no es un cuento de hadas, y cuando no tienes la muerte anclada como una realidad inevitable, menos aún. Esas cosas surgen, simplemente. El error es forzarlas. Si las dos partes no se llevan un buen recuerdo de ello, ¿qué gracia tiene? -¿por qué una conversación sobre los poderes de los vampiros había desembocado en la valoración de ciertos aspectos sexuales? Sacudí la cabeza, confuso, y evitando pensar demasiado en lo que pudiera significar el ruborizamiento de Vianna, me centré en zamparme la manzana.

Solté una carcajada ante su frustración y escuché su historia mientras me relamía y relamía el caramelo. La mezcla de sabores resultaba interesante, aunque el caramelo se hacía empalagoso de más en algunos puntos, endulzando los labios y pegándose de cuando en cuando al paladar o a alguna muela. A punto estuve de pinchármela con mi propio colmillo, pero mantuve las distancias. La fui observando a ratos mientras hablaba, incluyendo un escueto vistazo a sus labios cuando se relamía, y reí de nuevo cuando terminó.
-
Así que, resumiendo, aquel vampiro te dejó colgada -sonreí, estirándome un poco después de haberme terminado mi manzana, y tratando de evitar que mi cabeza retuviera la idea de que aquella criatura había declarado que tenía la sangre dulce-. Contento, sí. Gracias por la confesión, señorita, a partir de ahora esta historia podrá ser utilizada en su contra -ensanché la sonrisa de forma angelical, y relajé la expresión cuanto pude en el momento en que se me plantó delante.

Sentí algo electrizante en la cara cuando me tocó, pero no hice demasiada cuenta de ello.
-
¿Estás segura..? Bueno, podría venirte bien, sí -permanecí unos instantes ensimismado, contemplándola, disfrutando del roce, hasta que me di cuenta de lo que estaba haciendo-. ¡Ah, sí! El favor. En realidad, no ha tenido por qué pasarte, por muchos vampiros que te hayas topado. Hay varios poderes diferentes, y sólo algunos dominan los que tienen que ver con la mente. Además, el que estamos tratando es la persuasión. Habrá unos cuantos que lo posean y sepan utilizarlo, pero no te olvidas de ello; eres plenamente consciente, sólo que no eres capaz de controlar tus actos y tu cuerpo obedece las acciones por sí solo, aunque tú no quieras. Sólo unos pocos, en especial los más longevos, lo dominamos hasta el punto de poder hacer que no recuerdes lo que te han hecho hacer -alcé el brazo, cubriendo con mi mano la que ella misma había posado sobre mi mejilla-. Dudo mucho que vayan a molestarse en tocarte, en realidad. Pero sí es cierto que, mediante el contacto físico, el efecto es más potente. Con este deberías tener suficiente para detectarlo en ambos casos. ¿Preparada? -asentí, sin perder el contacto visual, pues resultaba esencial para ejercer la persuasión. Intensifiqué mi mirada, perdiéndome en sus ojos, buscando su mente en ellos, conectándola a mí-. Quiero que bajes tu mano hasta mi pecho. Quiero que des cinco vueltas sobre ti misma mientras cacareas. Y después, quiero que vayas a ese puesto, compres dos de lo más barato que tenga y lo traigas aquí -aguardé a que lo hiciera, sin poder evitar reírme. Se me pasó por la cabeza pedirle algo más... Comprometedor, si entendéis a qué me refiero. Pero, como había dicho ella misma, pedir esa clase de cosas resultaba patético, como mínimo. Una vez hubo completado las tareas, liberé su mente-. ¿Y bien?



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Mensaje por Vianna Wilde Jue Ene 09, 2014 1:32 pm

Tomé aire y lo solté lentamente cuando me preguntó si estaba preparada, asentí apretando el puño de la mano que me quedaba libre. No sabía cómo sería y estaba algo nerviosa.
Me perdí en sus ojos cuando me miró de aquella forma, mis pensamientos se fueron relajando, como si me durmiera poco a poco, y entonces me di cuenta que todas las órdenes que me estaba dando mi cuerpo las hacía, aunque mi mente me gritaba que parase. Aquello era horrible, no podías controlar lo que hacías, ¿y si a cualquier vampiro se le ocurría pedirte cualquier cosa? estarías consciente mientras la realizaras, aunque luego lo olvidaras.
Cuando volví en mí la sensación de mareo que Kvothe había descrito me duró unos segundos, tuve que cerrar los ojos con fuerza para recomponerme.
Las piedrecitas de la "suerte" que había comprado en el puesto tal y como me había mandado estaban en mi mano. Miré a Kvothe y se las lancé, no con mucha fuerza, haciendo que todas revotaran contra su pecho.

- ¡Idiota! - exclamé notando como me ruborizaba por las miradas furtivas que algunos transeúntes me echaban por todo el ridículo que había hecho - ¿Cacarear? ¿¡en serio!? ¿para eso utilizas tus super poderes? - le di un pequeño puñetazo en el brazo y seguí caminando para alejarme de todas aquellas personas que no paraban de mirarme.

- Ha sido... horrible - musité mientras caminaba - No por lo que me has mandad hacer, sino porque notaba como mi cuerpo no fuese mío. ¿Y si me hubieras pedido que matara a una persona? - la idea me puso los pelos de punta - ¿No hay ninguna forma de evitar que controlen mi mente? - pregunté, abrazándome a mí misma. La idea de presenciar como mataba a alguien sin poder hacer nada me revolvía el estómago. - No quiero que me lo hagas nunca más - murmuré, aunque la vocecilla picajosa de mi cabeza no tardó en saltar. [i]¿Qué te garantiza que no lo hará contigo?

Me quedé unos minutos en silencio, metida en mis propios pensamientos y divagaciones, pero algo húmedo cayó en mi nariz. La arrugué y fruncí el ceño, mirando hacia arriba, otras pequeñas gotitas de agua fría me cayeron sobre la cara y en seguida empezó a llover con fuerza.
- ¡Vamos a buscar un lugar cubierto! - exclamé mirando a Kvothe mientras la gente corría a hacer lo mismo. Miré a nuestro al rededor, pero los pocos sitios cubiertos estaban llenos de gente, hasta que vi al fondo del parque, cerca de una atracción algo vieja y roñosa, a la que no se acercaba mucha gente, un gran cilindro que servía como tablón de anuncios, con un pequeño tejadito al rededor de él.
Agarré a Kvothe del brazo y tiré de él, corriendo hacia aquel lugar, notando como la lluvia calaba cada parte de mi cuerpo, como las gotas de agua resbalaban por mi pelo y mis mejillas.
Me doblé sobre mí misma cuando llegamos y nos pusimos a cubierto, aunque de poco serviría ya, recuperando el aire. Hoy había superado mi cupo de carreras, mis piernas pedían un descanso, al igual que todo mi cuerpo.
Me senté en el suelo, con la espalda apoyada en la estructura. Escurrí mi pelo mojado, ahora de un tono algo más oscuro por el agua, e hice lo mismo con el vestido, lleno de barro y algunos rasguños. La verdad es que aquel vestido no podía acabar peor.
Suspiré y abracé mis piernas, intentando entrar en calor. Miré a Kvothe.

- No he olvidado que me toca preguntar - le recordé con una sonrisa. Pasé mi mano por mis mejillas, quitando las pocas gotas que seguían corriendo por ellas como si fueran lágrimas. De vez en cuando me estremecía cuando el agua caía de mi pelo por mi espalda. - Quiero saber la historia de tu collar - murmuré, haciendo la pregunta que llevaba gran parte de la noche haciéndome. Apoyé también la mejilla sobre mis rodillas y le miré, el cansancio empezaba a aparecer, y el sonido relajante de la lluvia no ayudaba. - Déjame adivinar, fue una mujer... - bostecé - Una mujer muy guapa, posiblemente con el pelo negro y ojos rasgados, de esos que te hacen parecer fiera. Una mujer fogosa... sí, te pegan esas mujeres - sonreí - Tuviste un tórrido romance, al estilo romeo y julieta, aunque tú no puedes morirte... - levanté la cabeza, abriendo los ojos - ¡Oh Dios! dime que tú no dejaste que esa pobre muchacha se suicidara sola
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Mensaje por Kvothe du Roux Jue Ene 09, 2014 3:13 pm

Eché a reír como un poseso cuando terminó, se puso roja y empezó a maldecir. No había esperado otra reacción por su parte, la verdad. Me gustase o no, poco a poco, creo que iba entendiendo cómo funcionaba la muchacha. Menudas preguntas se puso a hacerme, desde luego. Observé, divertido, con una ligera sonrisa ladina dibujaba en los labios, cómo caía al suelo lo que había traído y se había puesto a arrojarme, preguntándome qué narices hacía un puesto de feria vendiendo piedras, y ella comprándolas.
Ah, espera, eso último lo había hecho yo.
-
No acostumbro a usar mi poder para demostrarle a nadie lo que se siente, ¿sabes? -respondí, sarcástico, sin perder la sonrisa- Pero ha sido divertido, quizá lo apunte en mi lista de "cosas que obligar a alguien a hacer cuando ejerza mi poder sobre él". Una pena no haber traído el cuaderno -bromeé.

Sus reacciones, de todos modos, me empujaban a preguntarme cómo me sentiría yo si los papeles estuvieran invertidos, y ella fuese la vampira milenaria y yo el cazador, y acabase de comprobar lo que se siente cuando te obligan mentalmente a hacer algo sin que tú se lo hayas pedido a tu organismo. ¿Sería una cosa tan fuerte como para volverse loco? Por lo visto había sido horrible, y eso que ni siquiera le había hecho olvidarlo.
-
Pues da gracias de que no he añadido el efecto amnésico al poder, aún te estaría doliendo la cabeza. Y no podrías caminar recto -eso sí que lo tenía comprobado, por aquello de que había sido testigo de cómo las víctimas de ese poder sufrían unos mareos terribles. Decidí no pensar mucho en ello, aunque realmente no me importase. Encogí los hombros a su pregunta-. Por poder, podría haberlo hecho. Es para lo que la mayoría utiliza este poder, para no mancharse las manos. Obligarte a matar a tu mejor amigo o atravesarte el corazón a ti misma, por ejemplo. No he conocido a nadie que pueda evitarlo... Bueno, sí, a mí. Pero eso es porque tengo otro poder, uno "pasivo" que evita que la gente se cuele en mi cabeza -aunque, para ser exactos, sabía que ese poder evitaba que se metieran en mi cabeza, que leyeran mis pensamientos, que me provocaran dolor por ese medio. Nadie había tratado nunca de persuadirme, que yo supiera, así que, en realidad, no estaba tan claro-. De todos modos, quizá te sirva de algo saber que, como la mayoría de habilidades a nivel mental, requiere de contacto visual directo para tener efecto. Si no te fías, no le mires a los ojos y no podrá hacerlo.

Fui a añadir algo más, pero tiró de mi brazo arrastrándome en alguna dirección justo cuando comenzó a gotear... Y la lluvia cayó sobre nosotros sin piedad. ¿En qué momento se había nublado? Ni si quiera me había percatado de ello. Pensar que hacía nada estaba admirando las estrellas... Me dejé llevar, al trote, sintiendo cómo se me pegaba el pelo a la cabeza y la ropa contra el cuerpo, hasta que me llevó bajo cubierto. El espacio era más bien reducido, pero serviría para resguardarse hasta que amainara.
-
Vaya, esto no me lo esperaba -comenté, en referencia al repentino cambio climático, mientras me quitaba la chaqueta y la escurría como buenamente pude. Me sacudí un poco la camisa, sin quitármela, y vacié primero un zapato, y después el otro-. Dame un respiro -me quejé, medio bromeando, mientras terminaba de quitarme todo el agua posible de encima. Me pasé las manos por la cara y por el pero, suspiré y, entonces, la miré.

¿Qué puedo decir? Había oído muchas veces que había algunas mujeres que, sencillamente, por mucha belleza natural que tuvieran, ganaban en atractivo cuando estaban mojadas. Aquel fue el momento en el que decidí que Vianna era una de ellas. Empleé una buena ristra de segundos en observar su rostro humedecido, su cabello empapado y oscurecido, su figura encogida. Inconscientemente me relamí y, sólo entonces, volví en mí mismo, a tiempo para escuchar su reclamación de historia y su teoría al respecto. Instintivamente, me llevé una mano al colgante y lo saqué de debajo de la camisa empapada, conteniendo una sonrisa.
-
Sí, claro. Morena como la noche, de tez clara como la luna. Era perfecta, en todos los sentidos. Mi Julieta... Se llamaba Felurian. Era grácil, apasionada, única. Esta perla se la fabricó Táborlin el Grande, su padre. Táborlin conocía el nombre de todas las cosas, y todas las cosas estaban a su nombre. Le dijo a la piedra que se quemase, y la piedra se quemó -señalé la perla negra con una amplia sonrisa en los labios antes de sacudir la cabeza y borrar esa misma sonrisa, bajando la cabeza y contemplando la lluvia caer, incesante, sobre el suelo-. Está bien, está bien. En realidad tiene poca historia. No es un recuerdo de mi vida humana en sí misma... Sino de mi transición. Pertenece a la vampira que me convirtió. Cuando era humano no sabía lo que ella era, ni siquiera conocía la existencia de esas criaturas. La noche que la cortejé y me aceptó fue la noche que me convirtió... Y no he vuelto a saber de ella, ni si está viva o muerta a día de hoy. Sólo sé que esta perla se la dejó, y yo me la quedé, como un recuerdo de lo que fui y de lo que soy -mantuve la mirada fija en algún punto de la lejanía, nostálgico, ausente. Sin estar muy seguro de qué más añadir. Sostuve mi chaqueta, comprobando que apenas estaba húmeda en realidad, y se la eché sobre los hombros. Después de vacilar un momento, probé a empezar algo que le había propuesto más de una vez: un masaje. Aunque, estando sentada y acurrucada y yo de pie, apenas alcanzaba a tocarle los hombros sobre mi chaqueta.
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Mensaje por Vianna Wilde Jue Ene 09, 2014 4:28 pm

Me preparé para escuchar la historia que había detrás de su colgante, pero cuando empezó a describir a la mujer sentí una punzada de envidia. Una mujer así debía ser hermosa, una mujer espectacular... no una niña, como lo era yo.
Seguí escuchando su historia hasta que algo no me encajó, fruncí el ceño, entrecerrando los ojos - Nadie se llama Táborlin - musité - No me mientas, ¡yo te conté la historia de los cerdos! - protesté.

Cuando de verdad me contó la historia me quedó la curiosidad de saber cómo era aquella mujer. ¿Era como me había descrita al principio? ¿Morena y tan fascinante? Seguro que era así, una mujer. La envidiaba un poco.
Quería preguntar más cosas, ¿dónde estaba ella? ¿cómo se llamaba? ¿la había vuelto a ver?, pero cuando colocó su chaqueta sobre mis hombros mi mente se bloqueó. Su chaqueta olía a él, huele a vampiro me recordó la vocecilla de mi cabeza. Sus manos comenzaron a rozar mis hombros y mis músculos se tensaron, pero no duró mucho. Estiré la espalda para que sus manos no se limitaran a simples roces, no quería un débil contacto.
Mi corazón empezó a latir más y más rápido, jamás un vampiro se había acercado tanto, ni me había hecho querer su contacto. Cerré los ojos y solté un par de débiles gemidos cuando sus manos ocaban alguna zona con contractura o moratón.
¿Qué estoy haciendo?, apreté los puños, estoy traicionando a Sophie, los vampiros la mataron, ¿y qué hago? ¿tontear con uno? ¿dejar y querer que me toque, una lágrima se me escapó y rodó por mi mejilla, viste el cuerpo mutilado de Sophie, los vampiros no pueden ser de otra manera, matar es lo único que les importa. Pero yo deseaba que las manos de Kvothe no pararan, las puntas de mis dedos tenían un ligero cosquilleo, quería tocarle yo también. Eres patética.

- Para - susurré con la voz quebrada - Para, para, para - me levanté, tirando la chaqueta al suelo. No me giré, me mordí el labio con fuerza para controlarme - No me toques - mi voz se perdía con el sonido de la lluvia, me temblaba todo el cuerpo y yo luchaba por no llorar. Mi cabeza no paraba de repetir el nombre de Sophie. - ¡Deja de ser así! - le grité girándome y mirándole a la cara - ¡Deja de ser diferente! - le empujé - ¡A la mierda los estereotipos y tus generalizaciones! ¡eres un vampiro, compórtate como tal! ¡atácame! ¡matame! - le empuje una vez más, sacándolo bajo la lluvia - ¡Por el amor de Dios, deja de ser tan... humano! ¡No quiero que me toques, no quiero desear que me toques! - no pude evitar las lágrimas, que se mezclaron con la lluvia cuando yo también salí de debajo del porche. Volví a darle un empujón, pero esta vez sin fuerza, cayendo de rodillas en el barro mientras gritaba y me abrazaba a mí misma. Llevaba reprimiendo tanto tiempo aquello, el día que vi el cuerpo de Sophie no lloré, ni si quiera grité... llevaba demasiado tiempo sin pensar en aquello - ¡Vosotros la matasteis! ¡me la quitasteis! - lloré con más fuerza - ¡solo tenía diez años! ¡yo debería haber muerto, no ella! - no paraba de pensar que le había fallado, le prometí que mataría a todos los vampiros que se cruzaran en mi camino, que les haría sufrir lo que ellos le hicieron sufrir. Me destrozaron la vida. - Oh Dios... - dije doblándome sobre mí misma, respirando con dificultad, sollozando y notando como el frío se me calaba hasta los huesos y entumecía todas mis articulaciones. - Solo tenía diez años - susurraba una y otra vez, mientras notaba un dolor en el pecho, me dolía respirar e incluso me dolía cada latido que daba mi corazón. En aquel momento era incapaz de pensar en nada, solo quería cerrar los ojos, quería morirme.
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Mensaje por Kvothe du Roux Jue Ene 09, 2014 5:47 pm

Lo primero que hice, desde luego, fue dejarme llevar. Apenas mostró una ligera defensa, una tensión muscular, antes de relajarse y otorgarme, de alguna forma, el permiso para continuar, como si llevase un buen rato pidiéndome aquel masaje pero su carácter antivampírico y desconfiado le hubiera impedido decírmelo con palabras. Ante ese gesto, no pude menos que ceder, entre otras cosas porque lo estaba deseando. Había algo en mis dedos que me incitaba a tocarla, a acariciar esa ahora húmeda piel, ordenar sus empapados cabellos rojizos. Algo electrizante, casi irresistible, que me empujaba a disfrutar de sus facciones con algo más que con los ojos. Pero me resistí, como buen caballero que era, y me limité a darle ese masaje...
Al menos, eso fue lo que hice antes de que llegara la tempestad.

Y con tempestad no me refiero a climatológica, exactamente. No quiero decir que aquel chuvasco viese su fuerza aumentada, se tornara diluvio, o convocara el rugir de los truenos y el resplandor de los relámpagos. En realidad, ni siquiera iba acompañado de la más ínfima brisa.
No; era una tempestad desatada por las emociones de Vianna. Lo primero que sentí fue cómo el hielo que había resguardado su corazón de los daños sufridos se resquebrajaba poco a poco. "Para", me repetía una y otra vez mientras ese cristal se rasgaba, más y más, hasta que no hubo vuelta atrás.
Entonces comenzaron a sonar los chasquidos: la cobertura gélida de su corazón se rompía poco a poco, aquí y allá, a cada palabrería que escupía, a cada empujón que me daba. Volví a sentir la lluvia, impasible, caer sobre mí, y la vi caer sobre ella. A ninguno de los dos nos importó. La ceguera de la tempestad se lo impedía, y yo estaba demasiado ocupado comprendiendo cómo se sentía, en silencio, tan impasible e imperturbable a sus palabras y acciones como la propia lluvia.

Y de pronto, sin previo aviso, se rompió en mil pedazos, esparciendo los añicos en todas direcciones, mezclándolos con el agua que caía del cielo. Desvió los ataques hacia sí misma, se derrumbó y, finalmente, lloró, desesperada.
Había pasado por aquello más de una vez. Guardar toda una cadena de odio y rabia en el interior hasta que, pasados unos años, no puedes más y explotas. El clima aportaba más dramatismo, si cabe, pero eso no era lo importante en aquel momento.
Quería ayudarla. No soportaba estar allí, de pie, contemplándola, sin hacer nada, dejándola pudrirse en sí misma.

Sabía que nada de lo que dijese importaría. Cuando explotas después de tanto tiempo, las palabras entran tan rápido como han salido, por mucho que tengan sentido. Porque has dejado de creer en el sentido, en la realidad, en ti mismo: sólo ves el odio, la resignación, la impotencia y, finalmente, el deseo todopoderoso de morir allí mismo.
Nada de lo que dijera serviría, pero podía hacer algo por ella. Podía ayudarla a volver en sí, a recuperar la cordura. El primer paso, el del desahogo de la rabia contenida, ya estaba dado. Sin pensármelo dos veces, me dejé caer de rodillas frente a ella.
-
No estás sola -le recordé; sabía que podría oírme, aunque no me escuchara. Sin previo aviso, la rodeé con los brazos y la abracé contra mí, con fuerza, con decisión, sin vacilar. Sentí su cabello empapado acariciando mi rostro y mi cuello, sentí el alterado ritmo de su corazón contra mi pecho. Cerré los ojos-. Desahógate -susurré contra su oído. En esa sola palabra le transmití todo lo que podría haber dicho sin que realmente fuera a escucharme: que no todos éramos iguales, que sabía que yo tenía razón, pero que también tenía motivos para odiar a mi raza, que la entendía perfectamente y que no podía echárselo en cara. Y que se desahogara. Que me gritara, que me golpeara, que me atacara. Me daba igual. Si necesitaba hacerlo para volver a ser ella misma, la chica luchadora y llena de vida que había conocido aquella misma noche, lo haría
-
. ¿Querría Sophie ver cómo te derrumbas? -susurré, en el mismo tono tranquilo, recuperando el nombre de la niña de sus propios sollozos-. No, sabes que no. Donde quiera que esté prefiere a la Vianna de siempre, fuerte, luchadora, independiente. Y si necesitas gritar, golpear e insultar a este viejo vampiro para volver a ser la de siempre, lo harás -permanecí inmóvil, abrazándola, con fuerza. Si quería que la soltara tendría que hacerme un poco de eso, y aquello era exactamente lo que yo pretendía.
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Mensaje por Vianna Wilde Vie Ene 10, 2014 12:33 am

Le escuché hablar, pero no me moví, mi cuerpo inmóvil lo único que hacía era temblar, aunque los temblores menguaron cuando Kvothe me abrazó, susurrando palabras en mi oído que me llegaban como si estuviéramos  cada uno a cada lado de una pared. Todo mi cuerpo me dolía, era como si estuviera lleno de pequeñas grietas que si me movía harían que me rompiera en mil pedazos.
Escuché el nombre de Sophie escapar de su boca, y luego un montón de palabras que llegaron desordenadas a mí cabeza. No, no quería que hablara de Sophie, nadie podía hablar de ella. Levanté la cara y junté mis labios a los suyos para hacerle callar.
Le besé con fuerza, poniendo una mano a cada lado de su mejilla. Solo había dado un beso en mi vida, a un joven de mi pueblo, y recuerdo como mi padre al enterarse me había pegado mientras me gritaba que era  una indecente. Pero aquel beso con aquel niño había sido distinto, había sido caliente, húmedo y torpe. Mientras besaba a Kvothe pensé en que era frío, pero no en el mal sentido.
Mis labios resbalaban sobre los suyos por el agua de la lluvia que se mezclaba en nuestras bocas. Le besé con rabia, notando en un momento un ligerísimo sabor a sangre, la fuerza con la que le besaba había hecho que me hiciera una pequeña herida en el interior del labio.
Mi mano resbaló por su cuello hasta su pecho, y tocó aquel colgante que llevaba. Su contacto me pareció más frío que cualquier cosa, eso me hizo abrir los ojos y apartar mi boca de la de Kvothe. Apoyé la cabeza en su hombro, tiritando de frío.

- Él me dejó - susurré con la voz temblorosa, mis labios estaban helados, todo mi cuerpo lo estaba, pero no me importaba - Dijo que me enseñaría a ser una cazadora, pero se marchó, me dejó... y tú también lo harás, en cuanto salga el Sol te irás, y luego ya no volverás - aquel pensamiento había estado rondando mi mente durante gran parte de la noche. Cuando saliera el Sol Kvothe tendría que irse, a cualquier lugar a cubierto, y allí acabaría todo. Puede que alguno de nosotros viniera a este mismo lugar, esperando encontrar al otro, pero sin encontrarlo, alguno de nosotros no volvería.
Recordé el colgante que llevaba al cuello y un fuerte temblor sacudió mi cuerpo, mis dientes castañeaban ligeramente. Kvothe tenía cinco mil años de vida detrás suyo, tenía grandes amores, pasiones, mujeres cien veces más hermosas, divertidas, interesantes... yo no era más que una niña intentando jugar a los soldados, intentando entender un mundo que no podía. No entendía nada de la vida, y sospechaba que nunca lo haría.
Quería quedarme bajo la lluvia, quería congelarme, que mis pulmones se congelaran y se pararan, al igual que mi corazón. Junté mi cara al cuello de Kvothe, dejando que las últimas lágrimas salieran de mis ojos.
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Mensaje por Kvothe du Roux Vie Ene 10, 2014 6:36 am

Podría haber esperado muchas cosas. Que me aporreara la espalda, por ejemplo. Que me obligara a soltarla, a apartarme de ella. Que me empujara. Que se abalanzase sobre mí y se desahogara a gusto a base de golpes. Que me gritara, que gritara al mundo por sus injusticias. Era lo que la gente solía hacer en estos casos.

Pero... ¿Creéis que nada puede sorprender a alguien que lleva más de cinco mil años viviendo? Bueno, pues ella lo hizo cuando alzó la cara y me besó. Me pilló totalmente desprevenido, con la guardia baja. Y no fui capaz de apartarme. No porque no tuviera capacidad para ello, ni mucho menos. Sencillamente, no quería. Me descubrí a mí mismo anhelando más de esos labios que ejercían presión sobre los míos, que buscaban en mí un beso furioso en el que, más allá de su sabor entremezclado con el de la lluvia, sentía cómo se descargaba toda la rabia contenida que no había fluido a través de su primer estallido. Sentí incluso un ligero sabor a sangre, que provocó en mí una repentina excitación que me esforcé por contener, limitándola a una ligera presión de mi brazo en torno a su cintura, acercándola más a mí en ese inconsciente deseo de sentirla más cerca.

Para bien o para mal, el "hechizo" se rompió cuando separó su boca de la mía. Se rompió parcialmente, en realidad; una parte de mí permanecía ensimismada, y con razón, sin acabar de creerse lo que acababa de pasar.
-
¿Y ya no volveré? -comprendí que, en realidad, Vianna estaba muy lejos de allí, en algún lugar perdido entre sus nefastos recuerdos. La abracé de forma suave, casi tierna, sintiendo cómo tiritaba, y eché un vistazo a mi chaqueta tirada en el suelo, bajo la lluvia; si se la volvía a echar por encima, sería peor. Necesitaba hablar con ella, calmar su situación, su rabia, antes de que se perdiera a sí misma en semejante remolino de desesperación. Y sabía de un lugar cercano en el que nos podríamos resguardar mejor, e incluso ella podía dormir, descansar, darse un baño. Lo que necesitara. Pero, para eso, tenía que ceder... O tendría que llevarla a la fuerza. No es que fuera una opción agradable, pero en aquellos momentos no era ella misma. Lo peor de todo era que una parte de mí deseaba quedarse allí y besarla de nuevo, pero... Eso no iba a pasar. No mientras estuviese fuera de sí, al menos-. Vamos. Necesitas entrar en calor, y relajarte. Ya has explotado, que era lo importante, aunque ninguno de los dos lo supiera. Ahora, vamos -insistí, aunque probablemente no me estuviera escuchando. Probé a tirar un poco de ella hacia arriba, para comprobar si se mostraba sumisa a ello o, por el contrario, se resistía a moverse de allí.
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Mensaje por Vianna Wilde Vie Ene 10, 2014 8:16 am

Mi cabeza estaba a punto de explotar, me sentía como si hubiera caído por una agujero muy hondo, pero nunca llegaba a tocar el suelo, todas mis emociones se habían relajado hasta el punto de no sentir nada, ya no sentía la lluvia caer contra mí, el cuerpo de Kvothe era algo que notaba demasiado lejano, como si estuviera soñando con él, como en un sueño cuando quieres tocar algo pero no puedes.
Millones de recuerdos se agolpaban también en mi cabeza, eran recuerdos desordenados, recuerdos de cuando era pequeña, recuerdos sobre mi madre cuando estaba embarazada, un recuerdo sobre Adrien, un recuerdo sobre el tacto de la hierba que crecía al rededor de mi antigua casa, Kovthe poniendo caramelo en mi nariz, Sophie yendo de mi mano a buscar a mi padre a la herrería... No había orden lógico, y cada recuerdo tenía una sensación distinta.
Me levanté cuando Kvothe tiró de mí y agarré su mano, acercándome a él, juntando mi cuerpo al suyo. No estaba soñando, en los sueños no llovía, ni tenía frío.
Empecé a caminar cuando él lo hizo, pero sin separarme mucho, tenía la sensación de que si me separaba de él me caería, o de que no sería capaz de seguir andando. Notaba todavía el sabor de la sangre en mi boca, e incluso el sabor de Kvothe, lo que hizo que me acercara más a él.

- No te vayas... - susurré, una parte de mí le susurró aquello a Kvothe, pero otra pensaba en todas aquellas personas que me habían abandonado, todos habían muerto o me habían dado la espalda. Pensé en Adrien y mi madre, en como habían desaparecido de mi vida, con una facilidad que daba miedo... o como mi padre y William me habían dado la espalda.
Sabía que Kvothe también desaparecería, pero pensé que simplemente sería un nombre más, alguien más que añadir a una lista, otro sentimiento que reprimir.
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Mensaje por Kvothe du Roux Vie Ene 10, 2014 8:51 am

Se acercó a mí, me cogió de la mano y comenzó a caminar conmigo. Tomé un rumbo fijo, sabía exactamente a dónde iba. La lluvia arreciaba y, a juzgar por el cielo, no tenía pinta de que fuese a amainar en un futuro próximo; quizá cayese durante horas. Podía sentir el frío de Vianna, sus temblores, a través de la mano que había entrelazado con la mía, aunque no estaba muy seguro de dónde terminaban los originados por el frío y empezaban los empujados por su preocupante estado psicológico actual.

Caminamos apenas unos metros pero, cuando susurró que no me fuera y se me acercó más, me detuve.
-
No voy a irme a ninguna parte -murmuré, lo suficientemente alto para que me oyera... O, para ser exactos, para que sus oídos captaran el mensaje; no tenía la menor idea de lo que se estaba sacudiendo en su cerebro, pero no podía ser nada bueno. Tenía que sacarla de aquel shock, y permanecer allí a la intemperie no iba a suponer una gran ayuda.
Podía haber avisado de lo que iba a hacer a continuación pero, para ser francos, empezaba a comprender que eso no iba a servir de nada. Ásí que, sin siquiera preguntarlo, la cogí en brazos y eché a correr bajo la lluvia.



Continúa aquí -> http://www.victorianvampires.com/t26175-i-m-not-going-anywhere-priv-vianna-wilde#303323
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