AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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(No tan) Ángeles y demonios [Privado]
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(No tan) Ángeles y demonios [Privado]
Estaba llegando a París cuando la noche se me echó encima. Mi caballo se había torcido una pata a lo largo del camino, lo que me había retrasado más de lo esperado en mi viaje desde mi tierra natal: Alemania. Allá quedaban Berlín y sus frías calles, aunque se notaba cómo el otoño iba llegando también a tierras francesas.
De pronto oteé un gran edificio a lo lejos, en el centro de una explanada: un convento. Una sonrisa macabra se dibujó en mi rostro apático mientras pensaba en lo bien que recibirían las monjas a un apuesto, desvalido y perdido viajero que solicitara el asilo del Señor entre sus paredes. Sabía a ciencia cierta que las monnjas, por muy castas y puras que fuesen, no podían resistirse a mi hechizo de atracción. De hecho, si me aburría podría incluso ponerlas a pecar entre ellas con Dominatem y luego disfrutar de su remordimiento cuando se dieran cuenta de su lujurioso comportamiento.
Lo mirara por donde lo mirara, aquel convento era una interesante alternativa a pasar una fría noche a la intemperie sin más compañía que mi caballo.
Dejé mi montura en un modesto pero resguardado establo que había al lado del convento, el cual estaba vacío, supuse que lo utilizarían para las monturas de los carros de suministros que la Iglesia solía enviar a este tipo de instituciones regularmente. Me apeé del caballo y me dirigí al portón principal, de madera maciza y con una aldaba en forma de león alado, supuse que simbolizando a San Marcos.
Llamé con dos fuertes golpes de la aldaba de hierro y me peiné. Con mi gabardina gris y mis pantalones negros, a juego con unas lustrosas botas de montar, ofrecía una estampa elegante. Llevaba la barba recién recortada, siempre me la dejaba de un par de días y perfectamente cuidada, que unida a mi pelo negro hacía un impactante contraste con el color de mis ojos, de un azul celeste que parecía traspasar lo que fuera que mirara. Esperé pacientemente a que alguien contestara.
De pronto oteé un gran edificio a lo lejos, en el centro de una explanada: un convento. Una sonrisa macabra se dibujó en mi rostro apático mientras pensaba en lo bien que recibirían las monjas a un apuesto, desvalido y perdido viajero que solicitara el asilo del Señor entre sus paredes. Sabía a ciencia cierta que las monnjas, por muy castas y puras que fuesen, no podían resistirse a mi hechizo de atracción. De hecho, si me aburría podría incluso ponerlas a pecar entre ellas con Dominatem y luego disfrutar de su remordimiento cuando se dieran cuenta de su lujurioso comportamiento.
Lo mirara por donde lo mirara, aquel convento era una interesante alternativa a pasar una fría noche a la intemperie sin más compañía que mi caballo.
Dejé mi montura en un modesto pero resguardado establo que había al lado del convento, el cual estaba vacío, supuse que lo utilizarían para las monturas de los carros de suministros que la Iglesia solía enviar a este tipo de instituciones regularmente. Me apeé del caballo y me dirigí al portón principal, de madera maciza y con una aldaba en forma de león alado, supuse que simbolizando a San Marcos.
Llamé con dos fuertes golpes de la aldaba de hierro y me peiné. Con mi gabardina gris y mis pantalones negros, a juego con unas lustrosas botas de montar, ofrecía una estampa elegante. Llevaba la barba recién recortada, siempre me la dejaba de un par de días y perfectamente cuidada, que unida a mi pelo negro hacía un impactante contraste con el color de mis ojos, de un azul celeste que parecía traspasar lo que fuera que mirara. Esperé pacientemente a que alguien contestara.
Stein Ackerman- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 114
Fecha de inscripción : 01/11/2016
Re: (No tan) Ángeles y demonios [Privado]
La noche había caído sobre París, y el convento de San Marcos se cubría de silencio, ni campanas ni pasos, ni voces, ni toses, nada podía escucharse en el lugar. Solo la madres superiora, una mujer mayor de pelo cano y arrugas, y una joven que había llegado hacía pocos años al convento, de largo pelo castaño, profundos ojos verdes y aires serios.
Algunas monjas seguían recelando de ella, la veían demasiado joven como para ser monja, cuando llegó esa noche hace tantos años, con su ropa elegante, su figura de dama y su mirada profunda, no les daba buena espina, y lo comprendía, no es que fuera una monja con todas las de la ley, precisamente. Si podía beber, bebía, si le apetecía quitarse el velo, lo hacía, no le preocupaba nada lo que pensaran, y era más feliz así, la gente era idiota, las monjas, aun buenas, recelaban mucho.
Pero prefería eso a la gente que la había rodeado hasta hacía pocos años, el monasterio le permitía leer en paz, estudiar, pasear y disfrutar de su soledad lejos de la gilipollez de las damas de alta clase que cuchicheaban, lanzaban miradas y mal metían de las demás mientras ellas se dedicaban a engañar a sus maridos, prometidos o familiares a base de mentiras y noches de lujuria lejos de sus hogares.
Prefería la soledad del convento mil veces por encima de sus asquerosas, odiosas, horribles, falsas y ridículas, “amigas” de la alta sociedad. Esa noche le tocaba la ronda, debía correr los pasillos del convento asegurándose de que todo estuviera cerrado, las velas apagadas y la chimenea sin ningún rastro de fuego, pintaba una noche pacífica, hasta que unos golpes en la puerta sonaron y los pasos de la madre superiora comenzaron a sonar, de camino a la puerta.
- ¿Vaya, sois un viajero?- escuchó la voz de la madre, calmada, tras abrir la puerta.- Pase, la noche es fría y no podemos dejar a un viajero helándose en la puerta.- invitó al hombre mientras se apartaba de la puerta.- Hermana Bernadette, haga el favor de darle algo de comer al caballero y mostrarle un cuarto.- le pidió, girándose a mirarla, tras haber oído acercarse sus pasos silenciosos.
- Si, Madre.- contestó saliendo a la luz de la luna que dejaba entrar la puerta abierta, desde detrás de un pasillo de columnas.- Soy Bernadette.- sonrió con calma al recién llegado, tendiéndole una mano.- Hermana Bernadette.- se corrigió al notar la mirada de la madre superiora.- Sígame, si es tan amable.- pidió mientras la Madre superiora se alejaba mirándolos de reojo.
Algunas monjas seguían recelando de ella, la veían demasiado joven como para ser monja, cuando llegó esa noche hace tantos años, con su ropa elegante, su figura de dama y su mirada profunda, no les daba buena espina, y lo comprendía, no es que fuera una monja con todas las de la ley, precisamente. Si podía beber, bebía, si le apetecía quitarse el velo, lo hacía, no le preocupaba nada lo que pensaran, y era más feliz así, la gente era idiota, las monjas, aun buenas, recelaban mucho.
Pero prefería eso a la gente que la había rodeado hasta hacía pocos años, el monasterio le permitía leer en paz, estudiar, pasear y disfrutar de su soledad lejos de la gilipollez de las damas de alta clase que cuchicheaban, lanzaban miradas y mal metían de las demás mientras ellas se dedicaban a engañar a sus maridos, prometidos o familiares a base de mentiras y noches de lujuria lejos de sus hogares.
Prefería la soledad del convento mil veces por encima de sus asquerosas, odiosas, horribles, falsas y ridículas, “amigas” de la alta sociedad. Esa noche le tocaba la ronda, debía correr los pasillos del convento asegurándose de que todo estuviera cerrado, las velas apagadas y la chimenea sin ningún rastro de fuego, pintaba una noche pacífica, hasta que unos golpes en la puerta sonaron y los pasos de la madre superiora comenzaron a sonar, de camino a la puerta.
- ¿Vaya, sois un viajero?- escuchó la voz de la madre, calmada, tras abrir la puerta.- Pase, la noche es fría y no podemos dejar a un viajero helándose en la puerta.- invitó al hombre mientras se apartaba de la puerta.- Hermana Bernadette, haga el favor de darle algo de comer al caballero y mostrarle un cuarto.- le pidió, girándose a mirarla, tras haber oído acercarse sus pasos silenciosos.
- Si, Madre.- contestó saliendo a la luz de la luna que dejaba entrar la puerta abierta, desde detrás de un pasillo de columnas.- Soy Bernadette.- sonrió con calma al recién llegado, tendiéndole una mano.- Hermana Bernadette.- se corrigió al notar la mirada de la madre superiora.- Sígame, si es tan amable.- pidió mientras la Madre superiora se alejaba mirándolos de reojo.
Bernadette Doboise- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 32
Fecha de inscripción : 12/11/2016
Re: (No tan) Ángeles y demonios [Privado]
Observé a la madre superiora cuando me abrió la puerta. Todas parecían seguir un prototipo: viejas, feas y amargadas. Aunque luego fueran las primeras en ponerse a pecar. Recordé especialmente una ocasión en la que empleé el Dominatem con una madre superiora y el cura de aquella Iglesia en un pueblito de Alemania. Fue divertido ver cómo depués de haber pecado (sin apenas resistencia por ninguna de las partes, por cierto) les reconcomía el remordimiento y corrían espantados a por sus cilicios. Sonreí de medio lado acordándome de la escena, pero enseguida recobré la compostura y asentí educadamente cuando me dejó entrar al edificio. Compuse una educada y agradecida sonrisa hacia la vieja monja:
- Se lo agradezco en el alma, madre, Dios le bendiga por su misericordia.
Cuando soltabas bediciones a aquel gremio siempre solías obtener lo que buscabas, mi experiencia me lo había enseñado. No había nada que le gustara más a una sierva de Dios que su Señor la bendijera. A mi memoria vino de repente la frase: "Se casan con Dios porque no hay dios que se case con ellas."
Pero entonces una voz sensualmente femenina me trajo de nuevo a la realidad. Una nueva monja de apariencia joven, aunque con el velo no alcanzaba a descubrirlo, se presentó como Bernadette. La Hermana Bernadette. Pero lo que me atrajo de ella no fue el hecho de que cometiera el error de omitir su estatus eclesiástico al presentarse o la suave cadencia de su voz. Fue su aura.
Como todo hechicero, podía ver el aura de las personas, lo que me solía indicar su naturaleza y su estado de ánimo. Hay quienes se especializaban en la lectura de auras y aunque yo no era un experto más que en el mentalismo, era capaz de identificar el aura de una igual cuando la veía. Aquella joven hermana era una bruja de la cabeza a los pies, aunque por el poco brillo de su aura, diría que con los poderes o las emociones muy reprimidas. El hecho de encontrarme una bruja en un convento sacudió mi curiosidad, por lo bizarro de la situación y porque mi aburrimiento vital pocas veces me ofrecía enigmas o cuestiones con las que entretener mi mente que no difirieran de mi objetivo habitual y de la razón por la que me encontraba en París. Sería interesante investigar a la "Hermana Bernadette" y su modo de vida.
Cuando me ofreció la mano me incliné un poco en señal de respeto mientras llevaba mis labios al dorso de su mano. El protocolo exigía en aquellos casos que yo colocara mi pulgar entre su mano y ms labios, para no mancillar con ellos a una pura y casta sierva de Dios. Pero en el último momento aparté el pulgar y besé suavemente el dorso de su mano, observando su velo fijamente con mis ojos color celeste como si quisiera traspasar aquel trozo de tela para vislumbrar la mirada de la chica. Envolví suavemente a Bernadette en mi halo mágico de atracción, poder innato que poseía y que afectaba a todo ser mortal realzando a sus ojos mi labia y mi magnetismo.
- Stein Ackerman, soy un humilde viajero que agradece profundamente sus atenciones. - sonreí de medio lado hacia la muchacha, ignorando a la Madre Superiora, que se alejó. Si sabía un poco de auras detectaría mi naturaleza enseguida. Solté su mano y esperé a ver la reacción de aquella misteriosa bruja perdida en un convento en medio de la nada.
- Se lo agradezco en el alma, madre, Dios le bendiga por su misericordia.
Cuando soltabas bediciones a aquel gremio siempre solías obtener lo que buscabas, mi experiencia me lo había enseñado. No había nada que le gustara más a una sierva de Dios que su Señor la bendijera. A mi memoria vino de repente la frase: "Se casan con Dios porque no hay dios que se case con ellas."
Pero entonces una voz sensualmente femenina me trajo de nuevo a la realidad. Una nueva monja de apariencia joven, aunque con el velo no alcanzaba a descubrirlo, se presentó como Bernadette. La Hermana Bernadette. Pero lo que me atrajo de ella no fue el hecho de que cometiera el error de omitir su estatus eclesiástico al presentarse o la suave cadencia de su voz. Fue su aura.
Como todo hechicero, podía ver el aura de las personas, lo que me solía indicar su naturaleza y su estado de ánimo. Hay quienes se especializaban en la lectura de auras y aunque yo no era un experto más que en el mentalismo, era capaz de identificar el aura de una igual cuando la veía. Aquella joven hermana era una bruja de la cabeza a los pies, aunque por el poco brillo de su aura, diría que con los poderes o las emociones muy reprimidas. El hecho de encontrarme una bruja en un convento sacudió mi curiosidad, por lo bizarro de la situación y porque mi aburrimiento vital pocas veces me ofrecía enigmas o cuestiones con las que entretener mi mente que no difirieran de mi objetivo habitual y de la razón por la que me encontraba en París. Sería interesante investigar a la "Hermana Bernadette" y su modo de vida.
Cuando me ofreció la mano me incliné un poco en señal de respeto mientras llevaba mis labios al dorso de su mano. El protocolo exigía en aquellos casos que yo colocara mi pulgar entre su mano y ms labios, para no mancillar con ellos a una pura y casta sierva de Dios. Pero en el último momento aparté el pulgar y besé suavemente el dorso de su mano, observando su velo fijamente con mis ojos color celeste como si quisiera traspasar aquel trozo de tela para vislumbrar la mirada de la chica. Envolví suavemente a Bernadette en mi halo mágico de atracción, poder innato que poseía y que afectaba a todo ser mortal realzando a sus ojos mi labia y mi magnetismo.
- Stein Ackerman, soy un humilde viajero que agradece profundamente sus atenciones. - sonreí de medio lado hacia la muchacha, ignorando a la Madre Superiora, que se alejó. Si sabía un poco de auras detectaría mi naturaleza enseguida. Solté su mano y esperé a ver la reacción de aquella misteriosa bruja perdida en un convento en medio de la nada.
Stein Ackerman- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 114
Fecha de inscripción : 01/11/2016
Re: (No tan) Ángeles y demonios [Privado]
Las costumbres de su educación no habían pasado aun totalmente, y seguía presentándose como una dama de alta clase en lugar de una sierva de Dios, parecía que, por muchos años que pasaran, nunca sería una monja con todas las letras, culpa de su personalidad cabezota, suponía, no le pegaba ser monja, después de todo, pero solo en el convento había encontrado liberta.
Al menos, el hombre parecía seguir el protocolo, colocó el dedo entre sus labios y la mano, pero pronto lo retiró antes de dejar un suave beso en el dorso de su mano. Bernadette frunció un poco el gesto, de forma a penas notable, ante esto, y retiró la mano con suavidad ante la presentación del hombre, que debía ser poco mayor que ella. Sintió como un ligero tirón, como si un hilo invisible quisiera atraerla hacia el hombre que se había presentado como Stein Ackerman y frunció el ceño.
Nunca se había especializado en la lectura de auras, y a penas podía practicar su magia, dado que vivía con el grupo menos dado a aceptar los poderes, pero algo sabía y decidió concentrarse. Como suponía, el tipo no era un simple viajero perdido, era un brujo, al igual que ella, y parecía querer usar sus poderes sobre Bernadette para algo. Cuando la madre superiora se retiró y ella comenzó a avanzar por el pasillo de columnas, se detuvo un instante frente al hombre.
Con lentitud y aire serio, se retiró el velo, tanto el de la cara como el de la cabeza y lanzó un suspiro, no se alzaría nadie hasta las seis de la mañana, le daba igual ir o no cubierta. Ya con la cara descubierta, alzó una ceja y miró al señor Ackerman de arriba a bajo y sonrió de medio lado.
- Supongo, señor Ackerman, que estará acostumbrado a que le hagan caso, es lógico, entre su aspecto y sus trucos, lo raro sería que sucediera lo contrario.- comentó con voz tranquila.- pero siento decirle, que a mi no me gustan los juegos, así que deje de intentarlo.- comentó con gesto serio, pero sin perder esa diminuta sonrisa.- ahora, sígame, le daré algo para entrar en calor.- comentó atusándose el pelo con un suspiro antes de seguir su camino hasta la cocina.
Encendió un par de lámparas de aceite y la chimenea antes de cerrar la puerta a sus espaldas y coger un taburete para subirse encima y comenzar a rebuscar en un armario alto donde había madera para chimenea y fogones, usualmente solo ella alcanzaba a ese armario, era la más alta del convento, y se lo acababan pidiendo, así que se había vuelto su escondite.
- ¿Qué le trae por este lugar alejado? Dudo que a un hombre joven le interese estar en un convento- preguntó palpando la botella de wisky, de puntillas, hasta que, finalmente, la alcanzo, y al intentar volver a su posición, perdió el equilibrio.
Al menos, el hombre parecía seguir el protocolo, colocó el dedo entre sus labios y la mano, pero pronto lo retiró antes de dejar un suave beso en el dorso de su mano. Bernadette frunció un poco el gesto, de forma a penas notable, ante esto, y retiró la mano con suavidad ante la presentación del hombre, que debía ser poco mayor que ella. Sintió como un ligero tirón, como si un hilo invisible quisiera atraerla hacia el hombre que se había presentado como Stein Ackerman y frunció el ceño.
Nunca se había especializado en la lectura de auras, y a penas podía practicar su magia, dado que vivía con el grupo menos dado a aceptar los poderes, pero algo sabía y decidió concentrarse. Como suponía, el tipo no era un simple viajero perdido, era un brujo, al igual que ella, y parecía querer usar sus poderes sobre Bernadette para algo. Cuando la madre superiora se retiró y ella comenzó a avanzar por el pasillo de columnas, se detuvo un instante frente al hombre.
Con lentitud y aire serio, se retiró el velo, tanto el de la cara como el de la cabeza y lanzó un suspiro, no se alzaría nadie hasta las seis de la mañana, le daba igual ir o no cubierta. Ya con la cara descubierta, alzó una ceja y miró al señor Ackerman de arriba a bajo y sonrió de medio lado.
- Supongo, señor Ackerman, que estará acostumbrado a que le hagan caso, es lógico, entre su aspecto y sus trucos, lo raro sería que sucediera lo contrario.- comentó con voz tranquila.- pero siento decirle, que a mi no me gustan los juegos, así que deje de intentarlo.- comentó con gesto serio, pero sin perder esa diminuta sonrisa.- ahora, sígame, le daré algo para entrar en calor.- comentó atusándose el pelo con un suspiro antes de seguir su camino hasta la cocina.
Encendió un par de lámparas de aceite y la chimenea antes de cerrar la puerta a sus espaldas y coger un taburete para subirse encima y comenzar a rebuscar en un armario alto donde había madera para chimenea y fogones, usualmente solo ella alcanzaba a ese armario, era la más alta del convento, y se lo acababan pidiendo, así que se había vuelto su escondite.
- ¿Qué le trae por este lugar alejado? Dudo que a un hombre joven le interese estar en un convento- preguntó palpando la botella de wisky, de puntillas, hasta que, finalmente, la alcanzo, y al intentar volver a su posición, perdió el equilibrio.
Bernadette Doboise- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 32
Fecha de inscripción : 12/11/2016
Re: (No tan) Ángeles y demonios [Privado]
La muchacha me llevó hasta la cocina. De verdad me intrigaba un poco la historia de que una bruja pudiera vivir entre siervas del Señor sin ser descubierta. Si las hermanas se enteraban, podían delatarla a la Inquisición y de todos nosotros era sabido que el castigo por brujería se pagaba con la hoguera.
Observé cómo se subía a un taburete, pero no era muy alta y al coger una botella del altillo, perdió el equilibrio. Actué como por resorte, dando un paso rápido hacia ella y recogí su cuerpo, que cayó entre mis brazos salvándola de un buen golpe. La miré a los ojos y le dirigí una sonrisa torcida, contestando entonces a su pregunta.
- No me hace falta el whisky para entrar en calor si se me acerca tanto, hermana.- solté una pequeña risa y la dejé en el suelo con suavidad, sentándome en el taburete del que casi se cae. La observé detenidamente.
- ¿Que qué hago aquí? Soy un simple viajero al que le ha alcanzado la noche a la intemperie. Aunque aquí la pregunta interesante es: ¿Qué hace alguien como tú aquí?
Me froté las manos arrimando el taburete a la chimenea y la observé, con cierta intriga. Sugerí algo:
- Ninguno de nosotros cree realmente en las religiones tradicionales, los dioses son nombres inventados por los hombres. ¿Por qué sigues entonces una en la que se prohíbe todo lo divertido? Quiebras la imagen predefinida de todos los pecados por los que dicen condenarnos los de tu credo.- la miré enarcando una ceja. - Fascinante. Y créame cuando le digo que lamento que no le gusten los juegos... - le dirigí una intensa mirada. - Porque a mí me encantan.
Observé cómo se subía a un taburete, pero no era muy alta y al coger una botella del altillo, perdió el equilibrio. Actué como por resorte, dando un paso rápido hacia ella y recogí su cuerpo, que cayó entre mis brazos salvándola de un buen golpe. La miré a los ojos y le dirigí una sonrisa torcida, contestando entonces a su pregunta.
- No me hace falta el whisky para entrar en calor si se me acerca tanto, hermana.- solté una pequeña risa y la dejé en el suelo con suavidad, sentándome en el taburete del que casi se cae. La observé detenidamente.
- ¿Que qué hago aquí? Soy un simple viajero al que le ha alcanzado la noche a la intemperie. Aunque aquí la pregunta interesante es: ¿Qué hace alguien como tú aquí?
Me froté las manos arrimando el taburete a la chimenea y la observé, con cierta intriga. Sugerí algo:
- Ninguno de nosotros cree realmente en las religiones tradicionales, los dioses son nombres inventados por los hombres. ¿Por qué sigues entonces una en la que se prohíbe todo lo divertido? Quiebras la imagen predefinida de todos los pecados por los que dicen condenarnos los de tu credo.- la miré enarcando una ceja. - Fascinante. Y créame cuando le digo que lamento que no le gusten los juegos... - le dirigí una intensa mirada. - Porque a mí me encantan.
Stein Ackerman- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 114
Fecha de inscripción : 01/11/2016
Re: (No tan) Ángeles y demonios [Privado]
No llegó a tocar el suelo, de pronto se encontró en el aire en los brazos del señor Ackerman, ese viajero perdido tan poñecador como ella, que bromeó acerca de su cercanía. ¿Coqueteaba? ¿Acaso no había visto el hábito? Alzó una ceja curiosa por sus palabras y le devolvió la sonrisa torcida, no era una persona común, ese hombre, dejando de lado su aura, era alguien.... extraño.
- Gracias.- dijo simplemente cuando la dejó en el suelo.
Mientras él se acercaba a la chimenea, tomando como asiento el taburete del que ella se había caido, Bernadette buscaba dos vasos en los que servir el licor, si no, bebería a morro, en realidad, le daba un poco igual, era, mas que nada, para controlar la cantidad. Tomando el primer vaso y dejandolo sobre el banco de cocina escuchó, de nuevo, la voz del viajero, que parecía convencido de saber que era.
Suponia que, si ella se había dado cuenta, el no habria sido tonto, tambien lo sabría. Sirvió las dos copas mientras él hablaba, y, cuando acabó, se apoyó en el ban o dando un trago de la suya.
- No se confunda, señor, soy creyente, si no, nunca habria llegado a un lugar donde se rechaza a... bueno, a los nuestros si así quiere llamarlo.- explicó.- Pero Dios fue quien me hizo pecadora, asi que no pienso reprimir nada, por mucho que deba ocultarlo.- le sonrió acercándose y tendiendole su vaso de wisky.- además, me gusta ser un quiebre.- susurró al agacharse frente a él para darle el vaso.- chin chin.- chocó su bebida con la del hombre antes de coger otro taburete y tomar asiento a su lado.- ¿y usted? Si no cree en los dios es, ¿en qué cree?- preguntó con naturalidad, lejos del escandalo que habria sido para cualquier otra mujer del convento.
- Gracias.- dijo simplemente cuando la dejó en el suelo.
Mientras él se acercaba a la chimenea, tomando como asiento el taburete del que ella se había caido, Bernadette buscaba dos vasos en los que servir el licor, si no, bebería a morro, en realidad, le daba un poco igual, era, mas que nada, para controlar la cantidad. Tomando el primer vaso y dejandolo sobre el banco de cocina escuchó, de nuevo, la voz del viajero, que parecía convencido de saber que era.
Suponia que, si ella se había dado cuenta, el no habria sido tonto, tambien lo sabría. Sirvió las dos copas mientras él hablaba, y, cuando acabó, se apoyó en el ban o dando un trago de la suya.
- No se confunda, señor, soy creyente, si no, nunca habria llegado a un lugar donde se rechaza a... bueno, a los nuestros si así quiere llamarlo.- explicó.- Pero Dios fue quien me hizo pecadora, asi que no pienso reprimir nada, por mucho que deba ocultarlo.- le sonrió acercándose y tendiendole su vaso de wisky.- además, me gusta ser un quiebre.- susurró al agacharse frente a él para darle el vaso.- chin chin.- chocó su bebida con la del hombre antes de coger otro taburete y tomar asiento a su lado.- ¿y usted? Si no cree en los dios es, ¿en qué cree?- preguntó con naturalidad, lejos del escandalo que habria sido para cualquier otra mujer del convento.
Bernadette Doboise- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/11/2016
Re: (No tan) Ángeles y demonios [Privado]
La hermana Bernadette era, cuanto menos, interesante. ¿Una bruja de monja en un convento? Creía que había visto mucho en este mundo, pero era la primera vez que me encontraba a una hechicera en ese gremio. No solían interesarme los asuntos mundanos y mi elenco de emociones siempre había sido bastante reducido, pero las intrigas como aquella llamaban mi atención. Cogí el vaso de whisky de sus manos y le di un pequeño trago mientras escuchaba sus respuestas y su pregunta, observando el fuego. ¿Que era creyente? Enarqué una ceja dirigiendo mis ojos azules hacia ella. Pues desde luego, no parecía seguir mucho el camino de lo divino. Aún menos cuando habló del pecado con una pequeña sonrisa.
El asunto empezaba a tornarse interesante.
- ¿Y qué creencia podría llevarle a acabar en un lugar donde se veta su verdadera naturaleza, hermana? ¿Eso no choca acaso con las escrituras sagradas? - le dirigí media sonrisa y cité: - "No dirás falso testimonio ni mentirás."- di otro trago de whisky, observé el fuego y seguí hablando. - ¿Que en qué creo yo? Esa es una buena pregunta. - Torné de nuevo mis ojos hacia ella con un brillo misterioso en los ojos. - Creo que en esta vida hermana, que es una y en muchas ocasiones corta, hay que divertirse. Disfrutar todo lo que uno pueda. Porque cuando muramos y las fuerzas superiores nos lleven, de nada valdrá lo que uno haya dejado de hacer en vida. Valdrá lo que uno la haya disfrutado.
Volví a mirarle con media sonrisa en el rostro, observando a la bruja y preguntándome qué escondería bajo aquel hábito y todo lo que parecía representar... o quizás no tanto.
El asunto empezaba a tornarse interesante.
- ¿Y qué creencia podría llevarle a acabar en un lugar donde se veta su verdadera naturaleza, hermana? ¿Eso no choca acaso con las escrituras sagradas? - le dirigí media sonrisa y cité: - "No dirás falso testimonio ni mentirás."- di otro trago de whisky, observé el fuego y seguí hablando. - ¿Que en qué creo yo? Esa es una buena pregunta. - Torné de nuevo mis ojos hacia ella con un brillo misterioso en los ojos. - Creo que en esta vida hermana, que es una y en muchas ocasiones corta, hay que divertirse. Disfrutar todo lo que uno pueda. Porque cuando muramos y las fuerzas superiores nos lleven, de nada valdrá lo que uno haya dejado de hacer en vida. Valdrá lo que uno la haya disfrutado.
Volví a mirarle con media sonrisa en el rostro, observando a la bruja y preguntándome qué escondería bajo aquel hábito y todo lo que parecía representar... o quizás no tanto.
Stein Ackerman- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 114
Fecha de inscripción : 01/11/2016
Re: (No tan) Ángeles y demonios [Privado]
Sonrió dando un trago al licor y sonrió a medias mirándo al hombre frente a ella, ¿aun estaría jugando con ella? No lo sabía, pero fuera como fuere, no pensaba caer en sus tretas. Había tratado con hombres así muchas veces. Posiblemente intentase confundirla, y tal vez, sus palabras estuvieran en lo cierto, no tenía demasiado sentido estar en un lugar que aprisiona la esencia, pero había sido su elección, y no iba a retirarse a medio camino sin una razón de peso.
- Las mías.- contestó con sencillez.- y que choque no es problema mío, son las manos poderosas de la iglesia las que cometen los crimenes que más condena lo que creen, no creo que una pequeña mentira importe demasiado a mi Diós en comparación a lo que hacen algunos.- contestó mirándolo de costado, con su pelo callendo a un lado.- Que lleve los hábitos no quiere decir que no disfrute.- Levantó la copa en señal de demostración y se la llevó a los labios para beber un trago de licor que le quemó la garganta.
Se levantó al acabar la copa y la frego antes de dejarla secar a un lado, no queria dejar rastro alguno de alcohol, o sabrían que había sido ella, lo último que necesitaba era que la señalasen más con el dedo. No era sencillo ocultarse a plena vista de aquellos que la querían muerta. Y, probablemente, si la descubrían, se viera obligada a volver a huir, y se negaba a ello.
- Venga, le enseñaré su cuarto, al menos podrá descansar.- lo invitó a seguirla apoyada en el marco de la puerta, tenía ganas de llegar a su propio cuarto, quitarse el hábito y meterse en la cama.
- Las mías.- contestó con sencillez.- y que choque no es problema mío, son las manos poderosas de la iglesia las que cometen los crimenes que más condena lo que creen, no creo que una pequeña mentira importe demasiado a mi Diós en comparación a lo que hacen algunos.- contestó mirándolo de costado, con su pelo callendo a un lado.- Que lleve los hábitos no quiere decir que no disfrute.- Levantó la copa en señal de demostración y se la llevó a los labios para beber un trago de licor que le quemó la garganta.
Se levantó al acabar la copa y la frego antes de dejarla secar a un lado, no queria dejar rastro alguno de alcohol, o sabrían que había sido ella, lo último que necesitaba era que la señalasen más con el dedo. No era sencillo ocultarse a plena vista de aquellos que la querían muerta. Y, probablemente, si la descubrían, se viera obligada a volver a huir, y se negaba a ello.
- Venga, le enseñaré su cuarto, al menos podrá descansar.- lo invitó a seguirla apoyada en el marco de la puerta, tenía ganas de llegar a su propio cuarto, quitarse el hábito y meterse en la cama.
Bernadette Doboise- Hechicero Clase Alta
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Re: (No tan) Ángeles y demonios [Privado]
Cuando mencionó lo de sifrutar la miré con un brillo pícaro en los ojos. Aquella monja se las traía. Me llevó por un entramado de pasillos de piedra hasta llegar a la parte de las "celdas", aunque éstas estaban apartadas de las del resto de religiosas del convento. La seguí al que sería mi cuarto, pero aquella monja me intrigaba más de lo que pensaba que lo iba a hacer. La seguí hasta aquella "celda", constituida por un catre, un pequeño armario y una palangana y enarqué una ceja. Observé a Bernadette. ¿Cómo podía llevar voluntariamente una vida tan aburrida?
Entré a mi cuarto, como me indicó, pero no cerré la puerta. Apoyé uno de mis hombros en el marco y me crucé de brazos, mirándola intensamentee con ojos color zafiro.
- No cuestionaré sus ideales entonces, hermana. Pero dígame una cosa... acerca del... dsfrute, como usted lo ha llamado. ¿Cómo se lleva lo del celibato en este estilo de vida? Me corroe la curiosidad...
Por supuesto, quería ponerla al límite y ver hasta dónde estaba comprometida con su "Orden". El whisky comenzaba a calentarme el cuerpo y para qué engañarnos, la hermana Bernadette y esos ojos brillantes atraían mucho mi atención. Esa noche prometía ser menos fría y lóbrega de lo acostumbrado...
Entré a mi cuarto, como me indicó, pero no cerré la puerta. Apoyé uno de mis hombros en el marco y me crucé de brazos, mirándola intensamentee con ojos color zafiro.
- No cuestionaré sus ideales entonces, hermana. Pero dígame una cosa... acerca del... dsfrute, como usted lo ha llamado. ¿Cómo se lleva lo del celibato en este estilo de vida? Me corroe la curiosidad...
Por supuesto, quería ponerla al límite y ver hasta dónde estaba comprometida con su "Orden". El whisky comenzaba a calentarme el cuerpo y para qué engañarnos, la hermana Bernadette y esos ojos brillantes atraían mucho mi atención. Esa noche prometía ser menos fría y lóbrega de lo acostumbrado...
Stein Ackerman- Hechicero Clase Media
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Re: (No tan) Ángeles y demonios [Privado]
Una media sonrisa se plantó en sus labios al oirlo coquetear tan descaradamente, no acostumbraba a ver a gente tan descarada. Usualmente los viajeros pasaban por allí como cristianos devotos que respetaban a las monjas como si de santas se tratase. Ella no solía, siquiera, acercarse a los viajeros, que preferían no entrometerse en la vida monástica.
Este hombre no parecía respetar ese tipo de cosas, no solo no era creyente, ya se lo había dejado claro, si no que tampoco parecía importarle romper las barreras de otros, incluso, podría jurar Bernadette, le divertía poner a los demás al límite. Se poyó en la pared, cruzando los brazos y miró al hombre tanteando su respuesta.
En silencio, se empujó para acercarse a él, y le tomó las solapas de la camisa, poníendose de puntillas para acercar los labios poco a poco, y, cuando estuvo a escasos milímetros de estos, cuando las respiraciones ya se mezclaban, le subió las solapas de la camisa y bajo sobre sus pies.
- Se sobrelleva.- sonrió más lejos.- es usted un curioso, pero... no cuenta nada. Si quiere saber algo, deberá contar algo a cambio, soy monja, pero no creo en eso de dar sin recibir.- Levantó una ceja, espectante, por saber que contaba ese hombre que parecía querer tentar a una sierva de Dios, que, en cambio, no iba a dejarse convencer con facilidad.
Este hombre no parecía respetar ese tipo de cosas, no solo no era creyente, ya se lo había dejado claro, si no que tampoco parecía importarle romper las barreras de otros, incluso, podría jurar Bernadette, le divertía poner a los demás al límite. Se poyó en la pared, cruzando los brazos y miró al hombre tanteando su respuesta.
En silencio, se empujó para acercarse a él, y le tomó las solapas de la camisa, poníendose de puntillas para acercar los labios poco a poco, y, cuando estuvo a escasos milímetros de estos, cuando las respiraciones ya se mezclaban, le subió las solapas de la camisa y bajo sobre sus pies.
- Se sobrelleva.- sonrió más lejos.- es usted un curioso, pero... no cuenta nada. Si quiere saber algo, deberá contar algo a cambio, soy monja, pero no creo en eso de dar sin recibir.- Levantó una ceja, espectante, por saber que contaba ese hombre que parecía querer tentar a una sierva de Dios, que, en cambio, no iba a dejarse convencer con facilidad.
Bernadette Doboise- Hechicero Clase Alta
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Re: (No tan) Ángeles y demonios [Privado]
Solté una pequeña risa ante su intento de provocarme y me di la vuelta para entrar en la habitación. Miré de soslayo a la monja y dije:
- Si quiere saber más de mí, tendrá que pasar un rato conmigo, y si ésta es mi habitación por esta noche, le diré que no me gustan los curiosos indeseados en mis... "aposentos". - concluí refiriéndome a que alguien podría acercarse a escuchar.
De un gesto de la mano invoqué al aire, cerrando la puerta tras la hermana Bernadette, que se quedó dentro del cuarto. Me senté al borde del catre y me quité los zapatos y los calcetines sn ningún tipo de vergüenza, dejando la gabardina que antes me había quitado en un pequeño gancho en la pared que serviría como perchero y quedando en pantalones y camisa negros. La miré desde mi asiento y le invité a sentarse a mi lado con un gesto de la mano mientras comenzaba a hablar.
- Mi nombre ya lo conoce, provengo de las frías tierras del Imperio Germánico y he venido a París a tratar unos asuntos de negocios. - le sonreí y me levanté, desabrochando mi camisa lentamente y dejando ver mis marcados abdominales, fruto del entrenamiento diario en diversas disclipinas físicas que yo mismo me autoexigía. -Me han hablado mucho de estas tierras, sobre todo de la grandeza de sus mujeres. Soy un forastero que pasará aquí una noche. - Me levanté y me acerqué a Bernadette, dejando nuestros rostros a milímetros y notando cómo la tensión era palpable entre los dos. - Venimos de mundos distintos... acerquémoslos esta noche. El suyo... - miré a los lados refiriéndome al convento - ... y el mío.
Chasqueé los dedos insonorizando el habitáculo y me mordí el labio, atravesándole con mis penetrantes ojos azules y a la espera de su respuesta.
- Si quiere saber más de mí, tendrá que pasar un rato conmigo, y si ésta es mi habitación por esta noche, le diré que no me gustan los curiosos indeseados en mis... "aposentos". - concluí refiriéndome a que alguien podría acercarse a escuchar.
De un gesto de la mano invoqué al aire, cerrando la puerta tras la hermana Bernadette, que se quedó dentro del cuarto. Me senté al borde del catre y me quité los zapatos y los calcetines sn ningún tipo de vergüenza, dejando la gabardina que antes me había quitado en un pequeño gancho en la pared que serviría como perchero y quedando en pantalones y camisa negros. La miré desde mi asiento y le invité a sentarse a mi lado con un gesto de la mano mientras comenzaba a hablar.
- Mi nombre ya lo conoce, provengo de las frías tierras del Imperio Germánico y he venido a París a tratar unos asuntos de negocios. - le sonreí y me levanté, desabrochando mi camisa lentamente y dejando ver mis marcados abdominales, fruto del entrenamiento diario en diversas disclipinas físicas que yo mismo me autoexigía. -Me han hablado mucho de estas tierras, sobre todo de la grandeza de sus mujeres. Soy un forastero que pasará aquí una noche. - Me levanté y me acerqué a Bernadette, dejando nuestros rostros a milímetros y notando cómo la tensión era palpable entre los dos. - Venimos de mundos distintos... acerquémoslos esta noche. El suyo... - miré a los lados refiriéndome al convento - ... y el mío.
Chasqueé los dedos insonorizando el habitáculo y me mordí el labio, atravesándole con mis penetrantes ojos azules y a la espera de su respuesta.
Stein Ackerman- Hechicero Clase Media
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Re: (No tan) Ángeles y demonios [Privado]
Suspiró dándose un empujón para moverse de la pared y entró al cuarto rodando los ojos, parecía que si quería conversar, sería en su terreno. En realidad, no le molestaba, no sería la primera vez que incumplía las normas del convento, no le gustaban las ataduras, aunque la vida monacal no era incómoda, ya tenía sus propias cadenas, como para que la atasen, además, las de una vida que, prácticamente, se había visto obligada a elegir.
Se mantuvo de pie mientras la puerta se cerraba, sola, a sus espaldas, y miró al brujo alzando una ceja. Estaba más que claro lo que era, y que el pudor no era algo que necesitara, así que ella tampoco necesitaba comportarse como una monja. Desabrochó el alzacuellos blanco y se lo retiró logrando respirar hondo. Esa ropa era un auténtico incordio. Se sentó en el borde de la estrecha cama y lo miró de hito en hito mientras él hablaba, levantándose y quitándose la camisa.
Mientras el se acercaba ella fue tirándose hacia atrás en la cama pegada a la pared, dejando la espalda sobre el frío muro y poniendo una mano en el pecho de él, impidiendo más su avance. Evitando que sus labios se tocasen, y sonrió de medio lado.
- ¿No va muy rápido?- le preguntó, dándole un ligero empujón, para que se sentase en la cama junto a ella.- ¿Qué le hace pensar que le diré que si?- se sentó sobre él a horcajadas.- Después de todo, soy monja.- sonrió acercando ella, esta vez, su cara a la de él, dejando sus labios a escasos centímetros, como había hecho él instantes antes.
Se mantuvo de pie mientras la puerta se cerraba, sola, a sus espaldas, y miró al brujo alzando una ceja. Estaba más que claro lo que era, y que el pudor no era algo que necesitara, así que ella tampoco necesitaba comportarse como una monja. Desabrochó el alzacuellos blanco y se lo retiró logrando respirar hondo. Esa ropa era un auténtico incordio. Se sentó en el borde de la estrecha cama y lo miró de hito en hito mientras él hablaba, levantándose y quitándose la camisa.
Mientras el se acercaba ella fue tirándose hacia atrás en la cama pegada a la pared, dejando la espalda sobre el frío muro y poniendo una mano en el pecho de él, impidiendo más su avance. Evitando que sus labios se tocasen, y sonrió de medio lado.
- ¿No va muy rápido?- le preguntó, dándole un ligero empujón, para que se sentase en la cama junto a ella.- ¿Qué le hace pensar que le diré que si?- se sentó sobre él a horcajadas.- Después de todo, soy monja.- sonrió acercando ella, esta vez, su cara a la de él, dejando sus labios a escasos centímetros, como había hecho él instantes antes.
Bernadette Doboise- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/11/2016
Re: (No tan) Ángeles y demonios [Privado]
Me sentó en la cama, seguía tentándome mientrs se quitaba el alzacuellos. Era demasiado guapa pasa ser una simple monja. La belleza de bruja asomaba por sus facciones y me mordí el labio inferior, intentando aplacar a la bestia interna que me instaba a hacerla mía contra la pared, allí y ahora. Cuando se sentó a horcajadas sobre mí sonreí salvajemente. Esa monja quería hacerme enloquecer de excitación y luego hacerse la inocente, pero calaba muy bien a las personas y me apetecía una noche de diversión.
- ¿Muy rápido? Según con qué lo comparéis. El tiempo es relativo, querida, y la oscuridad que nos abriga en su manto de noche es limitado. ¿Por qué perder el tiempo con palabras cuando la mejor manera de comunicarse es el tacto? - pasé mis manos por sus piernas, por encima del hábito mientras sentía sus caderas contra las mías. Mi boca se pego a su oído cuando dijo que era monja y susurré con voz profunda:
- No olvides que soy brujo. ¿Qué pasa si se unen la virtud y el pecado?
No pude resistirme más. Mordí el lóbulo de su oreja y le cogí el rostro mirándola fijamente a los ojos antes de devorar su boca como si nos persiguiera el amanecer.
- ¿Muy rápido? Según con qué lo comparéis. El tiempo es relativo, querida, y la oscuridad que nos abriga en su manto de noche es limitado. ¿Por qué perder el tiempo con palabras cuando la mejor manera de comunicarse es el tacto? - pasé mis manos por sus piernas, por encima del hábito mientras sentía sus caderas contra las mías. Mi boca se pego a su oído cuando dijo que era monja y susurré con voz profunda:
- No olvides que soy brujo. ¿Qué pasa si se unen la virtud y el pecado?
No pude resistirme más. Mordí el lóbulo de su oreja y le cogí el rostro mirándola fijamente a los ojos antes de devorar su boca como si nos persiguiera el amanecer.
Stein Ackerman- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/11/2016
Re: (No tan) Ángeles y demonios [Privado]
Sonrió un poco, él no se andaba con chiquitas, notó la caricia por la pierna y apoyó su pecho en él de él, como una ligera provocación, mientras le devolvía una mirada curiosa. Si realmente quería algo, y tanta prisa como había demostrado al ser tan directo, las palabras sobraban. Esperaba que pronto él mismo siguiera su propio consejo, y que cerrara la boca y hablase con la piel.
No respondió a la pregunta, pero lo tenía muy claro, un ángel caido, ella perdería sus alas. No es que hubiera sido pura antes de entrar al convento precisamente, ni dentro de este, en realidad, pero llevaba ya un par de mese comportándose, solo había caido un par de veces con el cura, que había acabado marchándose por vergüenza, pero ella no sentía culpabilidad ni remordimientos, solo sentía no haber aprovechado más al único hombre potable que había tenido cerca. El nuevo parroco era feo, gordo y viejo, no lo tocaría ni con un palo, por suerte, pronto la mandarían lejos de ese lugar, a una parroquia en el centro de París, pero no iba a perder la oportunidad de pecar, de nuevo, en ese lugar "santo".
Sonrió un poco cuando notó el leve mordisco en su oreja y se ensanchó cuando notó sus labios sobre los de ella, devolviendole el beso sin pudor, tirándose hacia atrás para que ambos quedasen tumbados en la cama, sin cortar el beso, y notando el hábito resvalar por sus piernas, suaves y sin medias, que escandalizarían a la madre superiora.
- Pues pequemos.- fue su única respuesta.
No respondió a la pregunta, pero lo tenía muy claro, un ángel caido, ella perdería sus alas. No es que hubiera sido pura antes de entrar al convento precisamente, ni dentro de este, en realidad, pero llevaba ya un par de mese comportándose, solo había caido un par de veces con el cura, que había acabado marchándose por vergüenza, pero ella no sentía culpabilidad ni remordimientos, solo sentía no haber aprovechado más al único hombre potable que había tenido cerca. El nuevo parroco era feo, gordo y viejo, no lo tocaría ni con un palo, por suerte, pronto la mandarían lejos de ese lugar, a una parroquia en el centro de París, pero no iba a perder la oportunidad de pecar, de nuevo, en ese lugar "santo".
Sonrió un poco cuando notó el leve mordisco en su oreja y se ensanchó cuando notó sus labios sobre los de ella, devolviendole el beso sin pudor, tirándose hacia atrás para que ambos quedasen tumbados en la cama, sin cortar el beso, y notando el hábito resvalar por sus piernas, suaves y sin medias, que escandalizarían a la madre superiora.
- Pues pequemos.- fue su única respuesta.
Bernadette Doboise- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/11/2016
Re: (No tan) Ángeles y demonios [Privado]
Me tumbó sobre ella y gruñí con una sonrisa en sus labios. Devoré su boca, primero lentamente, explorando cada rincón de ésta y oyéndola suspirar bajo mi cuerpo, lo que empezaba a enloquecerme. La besé con ansia mientras notaba cómo se iba resbalando la tela del hábito, observando sus piernas, firmes y suaves, que quedaron a ambos lados de mi cuerpo. Me apoyé en mis brazos doblados para no aplastarla con mi peso y jadeé para coger aire, mientras bajaba por su cuello entre besos. Una sonrisa pícara que no llegó a ver apareció en mi rostro antes de susurrarle al oído:
- Perdóname padre, porque he pecado... mejor dicho, porque voy a pecar...
Comencé a subirle el hábito con mano experta hasta quitárselo, lanzándolo al suelo. Mis músculos resaltaban sin camisa, ya que mi respiración agitada los movía en un roce continuo contra su pecho, sólo cubierto por su ropa interior. Un gruñido ronco salió de mi pecho cuando apreté mi cuerpo al suyo, notando endurecerse mi hombría ante la gloriosa visión de aquella monja tan extraña y excitante al mismo tiempo.
Mi boca comenzó a bajar por su cuello, rozando su clavícula con los dientes, donde dejé una pequeña marca succionando con ansia contenida. bajé con los labos rozando su blanca piel por su esternón, enganchando con los dientes el sujetador y buscando su mirada, la mía de un profundo azul refulgiendo en la oscuridad.
- Perdóname padre, porque he pecado... mejor dicho, porque voy a pecar...
Comencé a subirle el hábito con mano experta hasta quitárselo, lanzándolo al suelo. Mis músculos resaltaban sin camisa, ya que mi respiración agitada los movía en un roce continuo contra su pecho, sólo cubierto por su ropa interior. Un gruñido ronco salió de mi pecho cuando apreté mi cuerpo al suyo, notando endurecerse mi hombría ante la gloriosa visión de aquella monja tan extraña y excitante al mismo tiempo.
Mi boca comenzó a bajar por su cuello, rozando su clavícula con los dientes, donde dejé una pequeña marca succionando con ansia contenida. bajé con los labos rozando su blanca piel por su esternón, enganchando con los dientes el sujetador y buscando su mirada, la mía de un profundo azul refulgiendo en la oscuridad.
Stein Ackerman- Hechicero Clase Media
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Re: (No tan) Ángeles y demonios [Privado]
Sonrió enredando los dedos en el pelo del brujo mientras notaba los besos por el cuello y su aliento cálido susurrar en su cuello. Y alzó los brazos para que él pudiera retirarle el hábito. Su pelo suelto calló en cascadas rozando su espalda y acariciando los músculos tensos del visitante. Mientras sus cuerpos se apretaban juntos llevó una mano a su espalda y deshizo el lazo que mantenía unidos los tirantes y el cuerpo de su sostén, desmontándolo, mientras sentía su boca bajar hasta la clavícula.
Alzó la cabeza dejándole paso, notando que le dejaba una ligera marca en la piel, despreocupado. Se mordió los labios, divertida, las monjas eran las que más podían pecar, porque era a las que menos se les marcaban los pecados. Suspiró y bajo la mirada para encontrarse con sus ojos mientras su mano, segura, bajaba por su abdomen para desabrochar el pantalón. Bajó rozándole con los labios la mandíbula, el cuello, siguió por su pecho y llegó hasta el pantalón, que comenzó a retirar con la boca y las manos.
Sonrió de medio lado al volver a subir para situar su pecho sobre el de él, y besarle los labios, mordiéndolos con los suyos. Esa noche, sin duda, el demonio iba a entrar en el cuarto y se sentiría en su elemento, después de todo, el cuarto, en ese instante, ardía.
Alzó la cabeza dejándole paso, notando que le dejaba una ligera marca en la piel, despreocupado. Se mordió los labios, divertida, las monjas eran las que más podían pecar, porque era a las que menos se les marcaban los pecados. Suspiró y bajo la mirada para encontrarse con sus ojos mientras su mano, segura, bajaba por su abdomen para desabrochar el pantalón. Bajó rozándole con los labios la mandíbula, el cuello, siguió por su pecho y llegó hasta el pantalón, que comenzó a retirar con la boca y las manos.
Sonrió de medio lado al volver a subir para situar su pecho sobre el de él, y besarle los labios, mordiéndolos con los suyos. Esa noche, sin duda, el demonio iba a entrar en el cuarto y se sentiría en su elemento, después de todo, el cuarto, en ese instante, ardía.
Bernadette Doboise- Hechicero Clase Alta
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