Aun los demonios tienen algo de ángeles... ¿Verdad? - [Libre]

por **Laura Tejada Luna** Miér Dic 17, 2014 7:06 pm

Odiaba la navidad, solo cuando era muy pequeña había amado aquellas fechas, y no era porque en su tierra se celebraban, ya que al ser uno de los dogmas del papado, estaba mal visto que un miembro de la corte, como era su familia, festejara tales fechas. Pero su madre, aquel único rastro de bondad que había tocado su vida, ese ángel que la protegiera en su niñez, adoraba la navidad, en las noches cuando su padre salía para asistir a las interminables veladas que se realizaban en palacio, ella y su madre solían festejarlas. Con la ayuda de su doncella personal y otros criados fieles a la señora, lograban mantener a Charleen en una burbuja en la que la maldad de aquel hombre no la tocaba, y así Charleen disfrutaba de la navidad y de toda ternura y bondad de los que la amaban.

Pero al morir su madre, esas fechas se volvieron el momento en que más le reprochaba a Dios por haberle quitado a su madre; noches negras y desoladas. Llegó a odiarlas tanto, que solía encerrarse en su cuarto y no salir hasta que llegaba el veintiséis de diciembre, entonces resurgía, ojerosa, desgreñada, devastada. Su padre ni siquiera se daba cuenta que ella desaparecía por cuatro o cinco días. Solo los criados, contaban las charolas que dejaban en el cuarto de la adolescente, solo la doncella personal de la difunta Baronesa, lograba entrar al cuarto, para intentar que ella tomara aunque fuera un poco de agua, allí entre penumbras, Mary, lograba ver un atado de telas que se arrastraba por el suelo o apenas se movía sobre el lecho, entonces se acercaba para terminar abrazándola y consolándola.

Pensar en ese tiempo, la volvía insegura, aún ahora, después de tantos años pasados, de tanta vida transcurrida, Charleen prefería seguir apartándose del mundo cuando estos días llegaban. Por eso, había decidido internarse en una de sus propiedades que se encontraba en el bosque. allí, en una cabaña con techos a dos aguas, en la que existía un pequeño salón, en el que una bella chimenea de piedra se enseñoreaba. La joven se había refugiado. Aquella estancia, estaba iluminada por un amplio ventanal que daba a un jardín a orillas de un recodo del lago que comenzaba en ese lugar para terminar extendiéndose por varias hectáreas. En ese lugar Charleen se sintió por primera vez en años, libre de la maldad que por tanto tiempo la había cubierto hasta modificar su carácter. Allí, una Charleen diferente comenzaba a surgir, sentada frente al piano, que había hecho transportar hasta la cabaña, se pasó la tarde tocando una pieza que le recordaba a su madre, a ese ángel que jamás logró olvidar. Se lamentó, pensando en lo desilusionada que su madre estaría, al comprobar que tipo de mujer se había convertido su hija, y por primera vez en años, la joven, dejó que su tristeza se disolviera entre las notas melancólicas del piano y la tarde que moría afuera.

por **Aldebaran Ballester** Sáb Ene 10, 2015 1:54 am

Navidad, una época que pareciese ser celebrada por muchos debido a un concepto abstracto de la compañía y el querer entre las familias. Algo muy lejano de lo que el moreno español estaba acostumbrado; No es que su vida fuese mala, ni tampoco llena de soledad. Simplemente una noche tan bella no era para quedarse en casa sino para llevar esperanza cual héroe que trabaja en las sombras para servir a la luz y es que eso mismo es lo que pasó. Pecados, robos, mentiras, engaños, manipulación... Lejos está ser un ciudadano u hombre modelo, pero al menos si tenía que romper las reglas serían para el bien mayor, para algo positivo pues si de ensuciarse las manos se trata, está dispuesto a hacerlo si así puede mantener los principios y el juramento que él mismo se ha hecho.

Los bosques, zona desolada que alberga a una silueta que viaja con alta velocidad entre los árboles, siendo perseguido por la guardia francesa ya que un motín en sus manos lleva -Con esto los perderé, dudo mucho que puedan siquiera ver lo que está frente a sus narices- menta para él cuando logra observar una cabaña que yace rodeada por algunas cercas, mismas que decide pasar dando un solo y perfecto brinco, concediéndole una altura perfecta para girar sobre su propio eje y caer hábilmente del otro lado, dejando ir de largo a los uniformados.

Ya entonces, se acomoda sus ropas las cuales consisten en un atuendo negro en totalidad. Su capa que hasta hace unos momentos pendía de sus hombros es retirada para dejarse cerca de las sombras, en una esquina. Su sombrero ladino con una pluma en su yelmo se queda oculto también, dando paso a una larga cabellera sujetada por una coleta -Y ahora, el toque final- dice con una sonrisa ladina, desprendiendo un antifaz azabache para depositarlo en una bolsa dentro de su camisa oscura -Bueno, parece que deberé esperar aquí un poco en lo que todo se despeja, solo espero que las luces, el humo de la chimenea y ese exquisito sonido no representen una amenaza-

Y al cabo de sus palabras observa a través de un ventanal la silueta de una hermosa mujer, tocando el piano que emula unas notas musicales que deliciosamente invaden sus oídos. Como si fuese hipnotizado camina al borde tratando de no ser descubierto, admirando no solo la belleza sino la extrema habilidad de esa fémina con la música, embriagándose de curiosidad y sobre todo de unas ganas inmensas por averiguar un poco más; lástima que es momento de esconderse y no de socializar... O eso pensaba, pues estúpidamente golpea un jarrón que termina por caer y romperse, delatando quizás su presencia justo en la parte trasera de la cabaña.

por **Laura Tejada Luna** Sáb Ene 31, 2015 7:10 pm

Con sus ojos cerrados, sus manos que parecían flotar sobre las teclas de marfil del piano, del que una música triste, melancólica podían atraer hasta los ángeles del cielo, Charleen, recordaba las pocas navidades en que no tuviera que haberlas pasado sola, encerrada en su cuarto, a obscura, llorando y suplicando al cielo para que le devolviera el único amor que había experimentado en su vida, el de madre. La niña imaginaria, esa que alguna vez había sido, y que aún lloraba aquella pérdida irreparable, le hacía. Sonrió con tristeza, con un dejo de amargura, - no te preocupes Bonny – susurró, llamando a la niña, de la misma forma como lo hiciera su madre, - aquellos bastardos saldaron la deuda que nos debían - , sus ojos se abrieron, su mirada era de hielo, - ahora se revuelcan en sus putrefactas tumbas, jamás volverán a levantarnos la mano – su voz sonó fuerte, autoritaria, no le importaba decirlo en voz alta, allí solo estaba ella, pues la doncella que era su única compañía, hacía varias horas que la había mandado a la ciudad, con la excusa de comprar alguna tontería. Deseaba estar sola, poder ser ella, la pequeña niña que aún sufría por la vida que le tocara soportar.

El ruido de un objeto al caerse, llamó su atención, fue en ese momento cuando se dio cuenta que la noche había caído y afuera, alguien o algo rondaba la casa. Sus dedos se detuvieron en el segundo de haber escuchado el sonido de algo al quebrarse. Se fue levantando lentamente, observó con precaución el paisaje por los grandes ventanales. Hizo una mueca de fastidio, - hermosa construcción, pero poco segura, tal vez debería haber aceptado contratar a dos guardaespaldas – se reprendió, pero ya era tarde para lamentarse. Además, Charleen era una excelente cazadora, tenía una puntería magistral, claro, aquello solo lo sabía ella, porque siempre se presentaba como la típica ingenua, coqueta mujercita. Gracias a eso había saldado una antigua deuda, con el último ser que había ganado su odio más visceral, y quien le hiciera daño por muchos años. Un accidente de caza, una bala perdida, que terminó en mitad de la frente del condenado hermano de Charleen. Acaso la joven aristócrata ¿Lamentaba haberle matado? Tanto como el moretón que le quedara por días en el hombro y que disimulara. Por supuesto que había llorado, pero las lágrimas eran por el brazo que aún le dolía, no por haber perdido a su medio hermano.

Lentamente, sacó un arma de fuego que guardaba en el escritorio y tras verificar que estuviera cargada, lista para disparar, se dirigió a donde suponía alguien intentaba entrometerse.

por **Aldebaran Ballester** Jue Feb 19, 2015 3:00 pm

La suerte y fortuna esa noche no acompaña al joven español, quien una vez que escucha el estruendo del objeto roto en el suelo no puede evitar renegar y terminar por observar como la silueta femenina sale casi disparada hacia un escritorio.

Quedarse para averiguar que busca no es una opción, por lo que el hijo pródigo de España usa esa instantánea distracción para caminar por el borde de la cabaña, utilizando el juego de las sombras para cubrir su anatomía y entonces se traslada hacia la entrada principal del recinto.

En cuclillas observa bien la cerradura y con cierta rapidez formula la estrategia perfecta para abrirla. Algo muy básico pues de uno de los bolsillos de su camisa saca sus herramientas, específicamente su ganzúa que con maestría empieza a ejecutar sobre la puerta, forzándola con cierta rapidez hasta poder abrir la puerta, adentrándose en total silencio en la cabaña.

Con pasos lentos y ayudado por lo incógnito, el moreno pronto observa como la fémina de hace unos momento se dirige a la puerta con un arma de fuego. Bastante rudo para una mujer sola. Por ello, en su camino coge una espada y sin temor alguno toma su tiempo para así de un paso al frente coloca el filo del arma a un lado de la yugular de la doncella, exclamando con calma -Por favor, las armas de fuego no me agradan... ¿Podría dármela?- esbozando una sonrisa sarcástica y manteniendo sus ojos sobre la mujer.

Admira su cuerpo, su belleza e inclusive la valentía de levantarse y ver hacia fuera aun cuando era casi seguro que un criminal yace ahí. Sin embargo es navidad, están en medio de la nada y ella tiene un arma de fuego, él solo una espada... Excelente forma de pasar tan simbólica noche.

por **Laura Tejada Luna** Mar Mar 10, 2015 5:47 pm

Se movió sigilosamente, intentando no hacer un movimiento que la pudiera delatar, si allí afuera, en las sombras que se extendían más allá de la puerta que daba a la pequeña terraza , se encontraba un delincuente. Maldijo por lo bajo, pensando en lo tonta que había sido al darles la noche libre a sus guardaespaldas, - tú y tu estúpida caridad… si no tienes con quien pasar ésta noche especial… ¿por qué ellos deberían pasarla con sus familias? – rezongó. Pero fuera como fuera, ya era tarde, se encontraba sola en mitad del bosque y ni siquiera su doncella le podía servir de señuelo para caer sobre quien estuviera rondando su propiedad.

Todo parecía ir bien, le faltaban pocos pasos para llegar a la puerta y allí poder apuntar a quien fiera que se estuviera escondiendo. Pero la sorpresa fue enteramente suya. Una voz de hombre le habló casi al oído, mientras con la velocidad de un buen espadachín, aquel extraño le ponía una espada en su cuello, advirtiendo que no debía moverse y debía entregarle el arma. Charleen, en vez de estar asustada, no podía dejar de pensar lo incauta y descuidada que había sido y no prever tal situación.

Entornó sus parpados ocultando los hermosos orbes, dejando que su frustración se expresara en una profunda exhalación. – Linda forma de presentarse… en una noche tan especial… - dijo con un dejo de ironía, mientras lentamente extendía la mano para dejar el arma apoyada en una pequeña mesa de arribo –¿ podría quitar de mi cuello la espada? – su voz seguía sonando irritada, odiaba ser sorprendida y más si se trataba de un hombre quien era el responsable de una sorpresa tan desagradable, - no se preocupes… señor ya encontraré la manera de hacerle tomar un poco de su propia medicina – caviló, mientras intentaba encontrar la manera de liberarse.

por **Aldebaran Ballester** Miér Mar 18, 2015 9:23 am

-Perfecto y muchas gracias- respondió cuándo observó como la dama colocó el arma de fuego sobre una mesilla, a la cuál con una nata habilidad física pateó para así alejarla de la mujer, asegurándose de no ser víctima de algún reflejo sorpresa que pudiese tener -Ahora que ambos estamos en paz...- quitando la espada del cuello de la fémina, clavándola en el suelo de madera para así tomarle de la cintura y girarle hasta quedar frente a frente, aun sonriendo ladino -Pero si su agresividad solo puede ser comparada con su belleza-

Aldebarán conocía a su sorpresiva acompañante pero todo indica que ella a él no, así es cómo debe de ser -Perdone mi indeseable entrada a su morada, una muy acogedora debo decir, pero fue por razones más allá de mi control y bueno... Parece que Navidad no será tan solitaria, claro, a menos que decida matarme mientras me descuido-

Sonrió y comentó con todo cinismo, su cuerpo entonces se separó de la doncella porque sabía que terminaría besándola o abusando de la situación ¿por qué? simplemente por su belleza, esa pronunciación de elegancia al hablar aun cuándo se supone debía tener su paciencia al tope. Su vestimenta relajada pero que no dejaba de acentuar su escultural cuerpo, curvas que perfectamente se movían cuál perfecto trazo en una obra de arte... Era una preciosura, pero una letal.

-Entonces... Puedo amarrarla, esperar aquí un par de horas o... Quizás invitarme un vaso de agua- terminó por guiñar su ojo diestro y esperó por una respuesta positiva, pues de lo contrario, esa noche de Navidad pasaría a hacer otra cosa que no fuese "tranquila"

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