Dos Hombres Extraños y Una Joven Con Clase || Privado

 
Le encantaba ver como la carreta se movía, miraba por la ventana embelesada, por la gente que dejaban atrás, de verdad había sido bendecida por nacer en la cuna de oro, lastima por las otras personas que no habían tenido la suerte que ella, aun así, no sentía verdadera lástima por ellos, el mundo debía tener gente así, para que gente como ella, pudiera vivir bien, era el ciclo de la vida, se necesitaba hacer así, no importaba cuanto se esforzaran para llegar más alto, siempre se necesitaría alguien que estuviera debajo, para hacer el trabajo sucio.

Sus manos estaban cubiertas por un blanco, mientras su bello vestido color ámbar, reposaba tranquilamente en el mullido y fino asiento, mientras los caballos seguían jalando la carreta. Hasta que se detuvieron al frente del gran y hermoso Museo de parís, la joven de 19 años, miraba emocionada la poderosa estructura que se imponía ante ella. La puerta fue abierta, mientras con ayuda del cochero ayudaba a bajar, noto que abajo había un pequeño charco y dio un salto, para volver atrás — Maldito idiota… mira donde te has parado — se exaspero moviendo sus ojos, hacia el otro lado, por suerte sucio suelo fue cubierto por una alfombra para que ella pasara, sin ningún problema.

Cuando toco el inicio de la entrada, el choque se había ido, pero no estaba sola, había quedado con un guarda espalda contratado por su padre, como si ya no le fuera suficiente con su dama de honor Dominique, quien parecía otra vez seguir los pasos muy de lejos de su señorita — Dominique! No tenemos todo el día — mascullo, dando algunos aplausos para que la mujer tuviera la dignación de apurarse. Pero antes de que pudiera llegar hasta donde estaba ella, Joséphine ya se había adentrado hacia el museo, en donde había demasiada gente, aquel día, miro al hombre que estaba a su lado —No sé porque padre hizo esto, pero bueno… al menos no estorbe— sus manos sujetaron su vestido, para levantarlo un poco y asi elegantemente, con un aire de superioridad alejarse lo más posible de aquellos dos que eran sus acompañantes, aunque sabía que el hombre llamado Volk la perseguiría hasta tener su sombra pegada a la de ella

¿Era difícil ser mercenario? Si, los veinte años que llevaba practicando la profesión le decían que solo se hacía aún más difícil matar por dinero. Aunque la motivación de Volk nunca fue el dinero, ni mucho menos matar gente como fuente de ingreso. Lo que realmente motivaba al hombre lobo era el hecho de saber que los mercenarios eran seres capaces de hacer lo imposible y enfrentar a la muerte cuantas veces podían cara a cara con todas las posibilidades en su contra. Todas las posibilidades tenía en contra de salir con vida desde que fue convertido y debía enfrentarse a algo que fue capaz de evadir a la muerte, un vampiro que ha sabido mantenerse con vida por más de un milenio...

Los ojos de Volk se posaron sobre el rostro de Josephine quien por fin podía admirar el museo al que se dirigían. Volk también pudo desde donde estaba sentado, aunque no compartía el mismo interés de aquella a la que debía proteger. Así es, de mercenario a guarda espaldas. No le agradaba nada aquel trabajo. Era sabido que solo los mercenarios con fama en el extranjero podían ser contratados como guarda espaldas, aunque estos solo lo hacían cuando el dinero escaseaba y aquella era la situación del licántropo. Tampoco le agradaba nada la persona a la que tenía que proteger. Tenía el ego incluso más alto que el suyo y eso ya era decir mucho. Poco había compartido con ella, pero lo suficiente como para saber que su arrogancia provenía en gran parte por ser de clase alta, bastante distinto al de Volk que se lo había ganado derramando sudor y muchas veces su propia sangre.

Ignoró el accidente del charco de agua por el cual lady Josephine hizo tanto escandalo. Cuando llegó su  turno de bajarse del vehículo, Volk simplemente saltó el charco una vez que la alfombra fue retirada. Después de eso su ballesta paso a su hombro izquierdo, misma mano que la portaba. Una mirada que decía ¨tocame las pelotas y te mueres¨ se dibujaba en el rostro del hombre quien en nada logró pararse a un lado de la señorita engreída. En esos momentos todos los que pasaban cerca se quedaban mirando al hombre que vestía su camiseta negra, pantalones y botas militares de cuero negro. Su complexión y altura también eran de temer aunque solo aparentaba veinte años.

Volk llegó a sentir lástima por la pobre Dominique, pero no era su trabajo reprimir el trato que Josephine le daba a sus sirvientes. Trató de recordar la suma de dinero que su cliente le había prometido en cuanto la señorita de vestido blanco le ordenó que no estorbe.   – Se lo dije a tu padre y te lo digo a ti. No soportó que me digan como hacer mi trabajo. Si me contrató es porque sé lo que hago. – Dijo aunque a pesar de su mirada en tono calmado.

Otra cosa que Volk no soportaba era ser mirado como un empleado cualquiera por el hecho de mantenerse a penas en la clase media. Había subido de la pobreza extrema hasta ahí, de haber perdido sus padres y su casa, ganado ser un hombre lobo y un trabajo que puede matarte en un parpadear de ojos para llegar ahí. Si Volk no subía a la clase alta era simplemente por el hecho de ser un nómada en todo sentido de la palabra porque si, era mucho lo que le pagaban con cada trabajo que hacia y la cantidad siempre era doblada una vez terminado el trabajo.

Un suave y pausado suspiro abandonó los labios del castaño cambiaformas de ojos azules; el cual se encontraba de pie, con los brazos hacia atrás de la espalda mientras se sujetaba el izquierdo con el derecho y la mirada perdida en una gran e imponente pintura que tenía frente suyo, a escasos metros ¿Qué hacía en aquel lugar? Ciertamente no era para admirar la técnica de la pintura que poco o nada sabía él sobre aquellas cosas; o para socializar con alguno de los numerosos visitantes que ingresaban en el museo, más le hubiese gustado silenciarlos a todos para cesar sus cuchicheos que se asemejaban al molesto zumbido de los mosquitos al lado del oído de alguien que intenta dormir ¿Entonces qué hacía ahí? Solo observar, una respuesta tan simple y sencilla que seguramente parecería incoherente y hasta demente en aquel lugar donde tantos iban para “analizar” las pinturas en busca de las ideas y misterios que los artistas querían supuestamente plasmar en sus cuadros, ahí donde tantos pensaban él solo se dedicaba a mirar y sentir.

Volvió a soltar un suspiro, esta vez cerrando lentamente los ojos. Desde hace varios días se encontraba realizando jornadas extenuantes; primero en la universidad con los exámenes y materias de sus estudiantes, que parecían mucho más interesados en descubrir los secretos que ocultaba el cuerpo del sexo opuesto que los del universo y segundo con sus tan preciadas experimentaciones, las cuales le provocaban noches en vela tras sus apuntes e instrumentos mientras analizaba alguna que otra muestra sin realizar demasiados avances que terminaban frustrándolo, dejando de lado cosas elementales como su propio cuidado personal hasta que una mañana recibió una queja del director por el hecho de que su barba llevaba ya bastante crecida que lo hacía parecer un obrero de las minas, cosa que no se había percatado antes. Fue esa llamada de atención lo que lo hizo detenerse y pensar acerca de si mismo, dándose cuenta del deplorable estado en el cual se había dejado estar y aunque la barba le gustaba no podía arriesgar su propia salud, especialmente la mental, necesitaba relajarse.

Así se preparó, se aseo, afeitó y partió de su hogar, vestido con una camisa beige, un abrigo largo negro y unos pantalones negros que iban acompañados de un calzado del mismo color; sin embargo, en vez de ir al bosque como era su costumbre cuando necesitaba relajarse decidió que requería un enfoque diferente, para lo cual anduvo a pie hacia el norte de la ciudad, observando a los transeúntes andar apresurados de un lugar a otro sin poder evitar soltar una que otra mirada de desprecio a los humanos hasta que llegó a su destino, el gigante museo del Louvre que se asemejaba a un palacio, rodeado de ornamentos y esculturas decorativas que predecían a lo que en su interior se encontraba, varias de las más bellas y trabajadas obras de arte que el mundo tenía. El cambiaformas estaba, sin embargo, interesado en una sola de las miles. Un cuadro que se encontraba en uno de los pasillos interiores del museo, cerca de la entrada principal y que había sido visto tantas veces que ya no despertaba tanto interés en aquellos que pasaban la vista para admirar los objetos pero a él lo continuaba cautivando como la primera vez que tuvo que ir al museo por una excursión de la universidad, aceptando primero de mala gana hasta que sus ojos se posaron en el. Tenía una pequeña inscripción debajo sobre una placa de bronce “El filósofo en meditación”. Siempre que lo veía, a aquel hombre ficticio o quizá real ¿Quién lo sabría? Sentado con la mirada baja en medio de su estudio, con un escritorio con pergaminos y una ventana abierta que lo iluminaba a la izquierda y a la derecha una gran escalera de caracol. La similitud con su propia situación lo hacía sentirse acogedor, además de transmitirle un sentimiento de tranquilidad y calma que no sabía explicar bien con palabras.

Pero tan abstraído como podría estar del mundo seguía siendo un científico, con una mente siempre despierta además de ser un cambiaformas, lo que ponía siempre a punto sus sentidos. Una combinación que siempre le provocaba la necesidad de encontrar toda fuente de cambio e investigarla y ese día no sería diferente su comportamiento pues su olfato había captado algo que hizo que abriera rápidamente los ojos y aspirara con profundidad, olfateando hasta que girando a un costado la mirada encontró lo que buscaba. Aquella aura era inconfundible a sus ojos, sin mencionar el característico olor que desprendía- Un licántropo… interesante- Para su fortuna no sería difícil de perder, parecía llevar un atuendo muy diferente al del común de las personas además de una ballesta al hombro- ¿Cómo es que dejan entrar a alguien armado? -Con cuidado comenzó a seguirlo, deslizándose entre la numerosa cantidad de personas que había en el lugar y cuidando de permanecer siempre a favor de las ligeras brisas de aire que se colaban por las numerosas puertas del museo, percatándose que parecía acompañar a otra persona, una joven humana que por su estilo de vestir y andar denotaba una instrucción en protocolo y una alta capacidad económica que difería enormemente con la de su acompañante- Curioso, me pregunto el tipo de relación que tendrán -Pensaba mientras continuaba vigilándolos de cerca y lejos a la vez, concentrando su agudo oído en su posible conversación.

 

“No vemos jamás las cosas tal cual son, las vemos tal cual somos.”
—Anais Nin
Escritora francesa

Esa era su naturaleza, ser una joven engreída, que pensaba que podría estar por encima de todo, pero la culpa de todo, era sus padres, que le habían criado, como si el universo girara sobre ella, por eso su hermano cole, parecía algo celoso, haciendo que estuviera apartado de la familia. Joséphine se había criado con la educación y el punto de vista social de la época; los de clase alta, eran los más poderosos, los que valían la pena vivir, mientras que los de clase baja, eran desafortunados en ser los menos beneficiados.

El estar en el museo, contoneándose, como pavo mostrando sus plumas, en este caso, su hermoso vestido, hecho a medida, de una gran modista, quien hacía varios vestidos para la realeza española, pero que residía en parís, por una temporada, Joséphine al enterarse de su existencia, hizo un berrinche a sus padres, que accedieron a llevarla hasta la costosa modista, quien le creó una colección de otoño-invierno exclusiva para ella, la rubia estaba tan feliz que no podía dejar de saltar de la emoción. Sus padres estaban felices de poder darle a la joven lo que quería, era así, que ellos pensaban que se necesitaba llegar al amor de su hija, su única niña.

La gente parecía mirar extrañada al hombre con la ballesta, a Joséphine le irritaba pensar que no fuera el centro de atención, con su elegante vestido, de vez en cuando se detenía en algún cuadro para mirarlo detenidamente, en algunos veía una explosión de vida, que la llenaba de curiosidad, otros eran muy complicados para su sencilla cabecita, así que los dejaba como “bonitos” sin lograr a entender bien la profundidad de su naturaleza. Algunas damas, de mentalidad algo alterada, comenzaban a susurrar algunas cosas que hacían sonrojar a Joséphine, deseaba alejar aquellos pensamientos inmorales de su mente ¡como se atrevían a llamarse damas de clase con esa mentalidad! En donde un hombre de tal alcurnia, les parecía atractivo por su porte varonil.

Se detuvo, agotada, cansada, totalmente irritada, Dominique la miraba esperando que volviera a caminar, con el paso que ella impusiera, la que ella impusiera, nuevamente sus ojos se posaron en el hombre — Señor Volk… — inquirió con un tono suave, aunque en sus ojos se notaba la irritación en sus ojos — Una pregunta… ¿Por qué la ballesta? — Sonrió algo forzado, mientras juntaba sus dedos — ¿acaso no es poco de bárbaros? — suspiro largamente, dando a conocer su descontento por tal atrevimiento, era cierto, para ella se veía tan rustico, tan poco civilizado.

Algo irónica se podía describir la escena formada por la fémina y el lobo. Mientras ella quería y hacía todo para llamar la atención de la gente en el lugar, era Volk quien lo conseguía con total naturalidad. Había optado por esa imagen no para tratar de buscar buena impresión, de hecho no quería buscar impresión alguna, pero su puntería por primera vez no fue certera. Mas aquello parecía no inmutar al licántropo quien simplemente seguía los pasos de Josephine con más molestia debido a su compañía que complicación.

El haberse acostado ya con dos cortesanas y probablemente haber encontrado a la mujer correcta lo hacían más atento ante los pensamientos perversos de las mujeres. Podía ver cierto rastro de deseo en las miradas de algunas damas que pasaban cerca, mas para Volk por muy de clase que fueran solo eran parte del rebaño que no podían pensar por si mismas. A penas dirigía la mirada a Josephine o a las obras de arte del museo... La verdad no entendía la necesidad de contratar un guarda espaldas para protegerla. Volk por unos momentos se imaginó así mismo echándola de casa y dejarla ver uno de los mil horrores que él había visto. Sonrió levemente a esta idea cuando la joven le hablaba, seguro la ayudaría a madurar mucho, pero no podía hacer nada más que resignarse y dejar las como estaban.

Tardo unos segundos en responder a la joven puesto que su refinado olfato capto un olor curiosamente familiar. Un cambia formas estaba cerca, no había duda de eso. Se preguntó que podría estar haciendo ahí, aunque su mente viajo unos segundos más a la mañana en que conoció a Dianthe, pero sabía que debía volver a la realidad. Cuando lo hizo, una mirada más que acusativa se posó sobre los ojos de Josephine, como si la estuviese amenazando. – El ¨señor¨  esta demás – Dijo como si estuviese dando una orden, aunque luego recordó que era una hija mimada con la que hablaba. – Un bárbaro no podría usar un arma como esta, carecen de la precisión y auto control que se necesita para usarla efectivamente y si algo llega a pasarte niña, créeme... Agradecerás que haya traído esta ballesta conmigo   – Dijo para darse en el hombre dos golpes con el arma, sin perder con el olfato el rastro del cambia formas puesto que le parecía la amenaza más probable en aquel lugar.

– Solo necesitó un disparo, siempre digo y hago. Es por eso que tu padre me ha contratado, nunca he fallado un trabajo y no pretendo hacerlo ahora. Si lo amas deberías confiar mejor en él – Terminó de decir aún con esa mirada asesina típica de Volk, llena de determinación en su rostro y tono de voz.

Parecía más como si la estuviera reprochando que intentando calmarla o darle explicaciones. Empero no era algo que le preocupase. Se notaba a lo lejos que era la primera vez que alguien le hablaba así a Josephine, pero tendría que acostumbrarse con Volk. Así era él después de todo, cortante y directo, pero siempre honesto cuando la determinación se apoderaba de él. ¨Te tomas muchas molestias por una mocosa mimada. Sabes que mi paciencia es menor que la tuya... Escuchó en su cabeza como la bestia le reprochaba, aunque esta vez si estaba de acuerdo con ella. ¨Si termina por sacarme de quicio haz lo que quieras...¨ Le respondió a la bestia en su cabeza, aunque esta no quiso tomar el control esa vez puesto que le parecía más divertido esperar a que Volk le suplicase para que acabará con la muchacha y todos al rededor. Ante esto Volk simplemente bufó molesto y miro hacía otro lado.

La situación se volvía a momentos más interesante para Ashmed. No necesitaba estar demasiado cerca a sus objetivos gracias a su propia condición racial que le proporcionaba un agudo y más que excelente sentido de la audición, por lo que podía estar a unas cómodas cuantas personas atrás y aun así entender lo que ambos hablaban como si estuviera al lado suyo. Poco podía percatarse que ya había sido localizado por el único capaz de representar un homólogo a sus cualidades físicas, el Licántropo, así que él se limitaba a seguir con su bien tramado y ahora inútil desplazamiento calculado entre la muchedumbre, que lejos de parecer proporcionarle alguna ayuda en su pequeña misión le provocaban varias dificultades ya que si bien escuchaba a la pareja hablar el entender de lo que hablaban era un asunto completamente distinto. El sonido de las voces de ambos se mezclaban con los murmullos y conversaciones que tenía el resto del cúmulo de gentuza que se encontraba como paseando en aquel amplio lugar y forzaba a Ashmed a tener que concentrarse demás para ignorar todo aquello que no fuera interesante.

- Debo dejar de hacer caso a mis instintos y apegarme más a mis planes - Se reprochaba mentalmente a sí mismo, después de todo no había sido la primera vez. Mientras más lo pensaba más parecía que se volvía una constante el hecho de que su curiosidad lo moviera a involucrarse de manera inconsciente con todo tipo de personas y con ello venían los problemas, todo desde aquel encuentro en el cementerio donde tantas penurias había pasado por un poco de sangre…sangre que le había sido realmente muy útil al final y cuyos resultados descansaban ahora, resguardados de miradas curiosas, en su laboratorio en lo profundo del bosque- Ya falta poco -Pensó y sonrió para sí sin darse cuenta que había vuelto a abstraerse como tantas veces le había pasado, ignorando la mayoría de los sucesos que le parecían poco relevantes del mundo que le rodeaba como el grupo de mujeres que hablaba y apuntalaba con la mirada al Licántropo, los niños que correteaban mientras eran reprendidos verbalmente por los guardas del lugar o el hecho de que se encontraba a punto de darse de bruces contra el voluptuoso frente trasero de una igualmente voluptuosa y rechoncha mujer vestida con lo que podrían haber sido las cortinas del museo mismo. Abrió los ojos como platos al regresar su mente a la realidad, encontrándose en curso de colisión inmediata sin la posibilidad de detenerse, ya era demasiado tarde para eso por lo que solo tenía una opción viable.

Valiéndose de toda su agilidad posible, reflejos e instinto incluso logró extender su pie hacia el costado derecho y con ello llevar su cuerpo, pasando rozando a la imponente mujer, soltando un leve suspiro de alivio mientras relajaba sus facciones solo para encontrarse frente a frente con el que debía ser el jarrón más antiguo y horrible que los Chinos pudieran haber fabricado en su vida aunque debía admitir que el emblema de dragón junto con los símbolos correspondientes le daban cierto toque especial. Su mente, veloz como como el relámpago, ya había formulado dos posibles opciones, siendo la primera completamente inaceptable ya que implicaba chocar de lleno con el objeto y realizar un escándalo exagerado- La segunda será entonces -Cerrando los ojos volvió a extender una pierna hacia afuera, esta vez la izquierda y nuevamente desplazó su cuerpo, alejándose del jarrón y salvando un incidente solo para, a sabiendas, ubicarse peligrosamente frente a la voluptuosa mujer; la cual, como la mente del cambiaformas había predicho, al no contar con la agilidad ni destreza física necesaria se dio de bruces contra la espalda de Ashmed en lo que una lucha de las leyes físicas tuvo lugar donde el peso del mismo no fue contrincante contra la masa y aceleración de la mujer, dando como resultado que el cambiaformas volara un metro o más de su posición y cayera de cara al suelo. Para su fortuna había logrado salvar la caída apoyando sus manos en el suelo y solo tuyo que girarse para quedar sentado en el piso del museo.

Alzando la vista pudo observar que el evento no había pasado desapercibido ¿Cómo podría? Las personas pasaban de largo y con la mirada hacia él, algunas riendo, otras como la mujer que lo había lanzado simplemente se quejaban hasta por los cielos con algún que otro improperio. Sin embargo, el mundo funciona de maneras misteriosas y poco comunes ya que por azar del destino y la bueno, o mala fortuna, había terminado cayendo frente mismo a la pareja que venía siguiendo, frente al Licántropo y la Humana. Ya no podría seguirlos así como si nada por lo que solo le quedaba un camino, un enfoque más directo y frontal. Rápidamente se levantó del suelo mientras se sacudía el abrigo que llevaba encima-Mis disculpas, mademoiselle y Monsieur, espero no haber golpeado a alguno durante este percance ¿Se encuentran bien? -Decía con un tono de pena en su voz y una media sonrisa mientras hacía unos ademanes en señal de disculpa, que si pudieran leer su mente, descubrirían que eran de lo más fingidos que el cambiaformas pudiera hacer.

¡No le respondió! Volk no pudo hacer más que sonreír levemente cuando Josephine bufó por su comentario. Por primera vez el licántropo creyó que la niña mimada si tenía algo de clase o al menos ceso. Realmente había buscado más callar las quejas de la humana que iniciar una discusión en vana con ella. Su puntería fue certera como siempre. A pesar de estar feliz por aquel hecho simplemente siguió los pasos de ella esquivando sin problema alguno a los niños que correteaban cerca. Seguía caminando con su arma al hombro pues le hacía mucho más cómodo caminar así. También le ayudaba a recordar que estaba trabajando y la única que paseaba por el museo era la hijita de papá.

Notó mientras caminaba como la gente saludaba a la humana y luego de eso dirigían cualquier tipo de mirada hacía Volk. No le importaba y no había más respuesta suya además de seguir mirando sobre el hombro de Josephine. Era a quien debía proteger le gustase o no. Sin embargo su oído era fino al igual que su olfato, más fino que cualquier cosa que Josephine podría imaginar. Seguía olfateando al cambia formas. No pensaba de momento que podría ser una gran amenaza, pero el olor de su raza le traían recuerdos. Llevar su mente hasta los recuerdos que tenía con Dianthe le ayudaba a mantener la compostura y hacer todo lo que podía para callar la bestia de su interior, aunque por ahora parecía tranquila. Se giró para mirarle, aunque lo que vio no era nada lo que esperaba. En vez de mirar un hombre apreciando las obras de arte parecía ser más un hombre atacado por su propia sombra. Pudo ver que los niños lo habían puesto en una situación algo complicada, aunque si Volk hubiese estado en su lugar habría quitado a cualquiera que se cruzará por su camino.

Observó como el cambia formas ahora volaba hasta donde estaba Volk con Josephine. Instintivamente se puso frente a la joven, aunque no la cubrió entera de la vista del cambia formas. Casi se dispone a apuntarle con su arma, pero al recordar lo torpe que había sido se dibujo en su cabeza que podría ganarle perfectamente un mano a mano sin necesidad de soltar o usar su arma. También pudo observar como la gente lo miraba como si nunca hubieran visto un hombre volar antes. ¨Normalmente soy yo quien los manda a volar¨ Pensó para si mismo mientras el sujeto se disculpaba.

El rostro de Volk no mostraba despreció, pero si un aburrimiento terrible. Situación como esa no sería capaz de sacarle de sus casillas o sorprenderlo. Tenía nervios de acero y había visto mucho más que eso antes. Se mantuvo en silenció solo hasta que que la humana le habló mientras le seguía el paso sin mayor problema.

–Me provoca más volver al bosque, pero la señorita manda – Dice realmente aburrido. No veía la hora de volver con Dianthe y descansar en sus brazos como lo había hecho la mañana después de la luna llena en que se conocieron. Dudaba demasiado que la señorita con mucho dinero que no era suyo pudiera ofrecerle mejor panorama que eso, pero no podía darse el lujo de fallar dos trabajos solo por no tolerarla. Realmente hacía un esfuerzo enorme para soportar sus berrinches y caprichos.

- ¡Diablos! -Se recriminaba mentalmente. No solo había sido forzado a hacer el ridículo, aunque eso le importaba muy poco, sino que ahora la pareja planeaba abandonar el lugar y ya no le sería tan fácil el pasar desapercibido tras eso. Lo más probable es que el Lycan ya supiera que se trataba de un cambiaformas y eso lo mantendría alerta ya que siempre es un riesgo encontrarse con un no-humano por lo que si optaba seguirlos luego las posibilidades de algún tipo de confrontación crecían exponencialmente y Ashmed prefería obviarlas de momento. Al menos había algo positivo sobre el estar tan próximo a ambos; a esa distancia ya podía escuchar los tonos de voz y la clase de conversación que ambos compartían a la perfección y podía deducir que el Lycan estaba ahí para proteger a la pequeña humana, su porte defensiva, el arma que tenía a los hombros y su tono cansado ante las peticiones de esta lo dejaban en claro pero lo más curioso lo captó su propio olfato. Tan cerca podía detectar cierta mezcla de olores, rastros residuales de… ¡Un cambiaformas! No es que todos los cambiaformas olieran igual así como los Lycan y los vampiros pero entre el olor propio siempre había uno racial que delataba nuestra condición a otros y este estaba impregnado aunque levemente sobre él. Ashmed trató vagamente de encontrar algún olor a sangre pero no lo captaba por lo que la permanencia del olor no podía ser debido a un combate, debió ser algo más duradero y sutil como para permanecer.

No se había dado cuenta que nuevamente se había desconectado por uno o dos segundos del mundo y sus objetivos ya se apartaban de él. No tenía muchas alternativas, seguirlos sería cada vez más complicado y no podría recurrir a una iniciativa directa de entablar conversación de algún tipo. Nuevamente su mente maquinó dos alternativas, aunque la segunda no era una a la que quisiera recurrir en lo absoluto- Lo tendré joven dama, shukran, ma’as salama as salam aleykum -Había abandonado su claro acento francés y había adoptado su nativo acento árabe tras cada palabra dicha en su idioma. Debía recurrir a la pequeña, ella tenía las riendas que dirigían el andar de ambos de momento así que tendría que tratar de llamar su atención hacia él y que naciera de ella la iniciativa. Una jugada algo desesperada pues ponía en evidencia sus propios orígenes, algo que no trataba de ocultar pero que siempre había tratado de no revelar a los demás si era posible úes implicaría darse a conocer más de lo que sabía de los demás.

La vida de Volk era mucho más interesante que estar en un museo. Hace apenas unas semanas se había enfrentado casi solo con Dianthe a un grupo de brujos en medio de una tormenta provocada por ellos y en las profundidades del bosque. Además, los miembros de su familia comenzaban a hacer presencia mucho más que antes en su vida. Empero así iban las cosas, tras tanta acción ahora estaba obligado a proteger la aburrida vida de una joven mimada que mostraba cierto interés en un hombre que hablaba un idioma extraño. Para Volk no era tan extraño, a pesar de desconocer el Árabe podía distinguirlo de otros idiomas, aunque asuntos tan triviales como esos no eran lo suficiente como para captar el interés del licántropo.

Siguió sin mirar más al cambia formas a la humana hasta llegar al lugar que ella quería ir. No sabía si para ella era de su agrado, pero al menos para él la cosa se mostraba algo más animada que en el museo en general. ¨Unas cervezas, riñas y canciones... Es lo que falta¨ Pensó Volk para si mismo con una leve sonrisa en su rostro mientras dejaba caer su bulto sobre la silla frente a Josephine. Sus ojos se cerraron al tiempo que los de la humana comenzaban a brillar con toda intención de darle una orden y así lo hizo antes de que se sentarán. Por un momento pensó en cumplirla sin reproche, mas aquello no iba con la personalidad de Volk. En primer lugar, su jefe era el padre de Josephine. En segundo, su trabajo era de guarda espaldas, no de sirviente. Tercero, nunca hacía las cosas como sus jefes lo ordenaban, pero siempre se aseguraba de cumplir con su objetivo.

Negó levemente con la cabeza. – Si prestarás más atención a lo que digo dejarías de darme ordenes como si fuese tu sirviente – Reprochó descaradamente tranquilo mientras dejaba su ballesta sobre la mesa y cruzaba sus brazos por detrás para usar sus manos como respaldo y seguía sin mirarla. La cosa se había vuelto de súbito interesante. Debía hacer que el cambia formas volviera a hacer acto en escena sin cumplir la orden directa de la humana.

¿Qué podía hacer para llamar la atención del hombre que se acababa de marchar? Tomando en cuenta de que ya había cruzado palabras con Joséphine y Volk no dudo un segundo en interponerse entre ambos, se le ocurrían muchas formas de cumplir con su objetivo, mas optó por la solución más simple; aquella que no requería levantarse de su asiento.

Había un hombre en especial en ese lugar que le estaba molestando bastante. Tenía toda la pinta de ser un guarda espaldas, aunque no uno de muy buena clase. Vestía similar a Volk, todo cubierto de cuero y podía apostar que estaba armado hasta los dientes. Se trataba de un simple humano cuya contextura doblaba por mucho la de Volk. El cabeza de musculo en vez de estar realizando su trabajo intentaba de la peor forma cortejar a una dama quizás del mismo estatus social de Joséphine. Por alguna razón aquel tipo de hombres no necesitaban decir una sola palabra para hacer enfadar al licántropo, pero era el blanco perfecto para llamar la atención del cambia formas.

Volk tomo su ballesta y con una sola mano apuntó al hombre. El camino de la flecha estaba despejado y no presentaba un tiro difícil. Abriendo sus ojos Volk precisó un poco más el disparo, su intención no era matarlo, mas hacer que su presa se enfadará e hiciera precisamente lo que él quería. Disparó, aparentemente fallando por centímetros la cabeza del humano.  La flecha pasó rozando hasta clavarse con la pared más cercana al hombre quien no dudo un segundo en pararse y girarse hasta encontrar a Volk aún apuntando con su arma.

Era de esperarse que el público guardará silencio ante la escena provocada por el hombre-lobo quien permanecía sumamente tranquilo mientras el gigante musuculoso se acercaba hasta donde estaba la dama, su sirvienta y él.

– ¡¿Te crees muy valiente, enclenque?! ¡Pagarás por tu insolencia! – Gritó el hombre hacía Volk quien para sorpresa de muchos seguía sentado y bastante tranquilo al momento de depositar su arma sobre la madera de la mesa. – Listo, Joséphine. Creo que tendrás la oportunidad de charlar con tu amigo Árabe – Dijo tranquilo mientras esperaba que todas las piezas entrarán en juego tal y como lo había planeado. – Espero que también para la próxima te la pienses un poco antes de darme una orden – Agregó sin más sabiendo que el hombre al que había provocado no sería el único molesto por el hecho de ignorar lo que estaba diciendo.

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Off: Lamento la tardanza, no pude dar prioridad al tema, espero que el post compense D:

Ashmed resopló fastidiado, tan fuerte que dos personas sentadas cerca suyo giraron sus rostros y alzaron la vista para mirarlo con cuidado, con los ojos llenos de reprobación y advertencia para no empeorar las cosas, más por lo que pudiera pasarle a los que estaban cerca de él pero poco le importaba lo que les pudiera pasar ¿Por qué el resto del mundo debía complicar las cosas de manera tan innecesaria? Había seguido de cerca a la niña y el licántropo desde que salieron del museo ya que aparentemente su última estrategia no había resultado como esperaba y, con lo terco que se vuelve cuando desea algo, no podía simplemente dejarlos pasar e irse a su hogar. No lograría concentrarse nunca si no lograba aplacar su curiosidad. Ya estaba incluso planeando como acercarse casualmente y alegar alguna posible casualidad del destino a tan “fortuito” encuentro cuando al licántropo no se le pudo ocurrir mejor cosa que levantar su arma y lanzar descaradamente una flecha entre tanta gente, llamando la atención de lo que para Ashmed debía ser un eslabón perdido del Neanderthal de lo horrible que resultaba a la vista.

Pues bien, él no tenía el tiempo para estar dejando que un remedo de homo-sapiens se estuviera inmiscuyendo en sus asuntos. Con total tranquilidad había avanzado entre las personas que se encontraban sentadas aún en sus mesas, llegado hasta ubicarse detrás del hombre y depositar con cuidado su mano sobre el hombro ajeno- Mira “amigo”, no ha sido un día muy bueno así que por qué no te haces un favor a ti mismo… -Su mano había comenzado a oprimir con fuerza el hombro del humano- …Y te sientas –Y pateando por detrás de sus rodillas, lo obligó a caer sentado en el suelo al lado suyo ante la mirada atónita de los presentes- Y tú… -Su tono de voz era de completo fastidio y reprobación mientras se dirigía hacia el licántropo a la par que se sentaba junto a ellos- No deberías andar con un arma así en las calles, podrías sacarle un ojo a alguien ¿Qué no te enseñaron modales?