AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Tú, yo. Nosotros [Privado]
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Tú, yo. Nosotros [Privado]
Es dífícil saber en qué momento exacto comienza el amor; menos díficil es saber que ha comenzado.
Henry Longfellow
Henry Longfellow
Desde aquella noche en que se había encontrado atrapada en las fauces y las garra de dos licántropos, una luna llena que se tiño de sangre, toda su vida había cambiado hasta ser imposible retornar a su antigua vida. Con su padre muerto, sin cuerpo sobre el que velar o despedirse, se vio obligada a confiar en el licántropo vencedor, quien sanó sus heridas y se prometió a ella y a si mismo a protegerla, pasando por la mas dura de las pruebas, abandonar su casa, todo lo que quedaba de su familia, enterrar recuerdos y empezar lejos, en otra tierra, en otro pueblo y a su lado una nueva vida, en la que se harían pasar por prometidos para no alarmar y pasar desapercibidos.
Aquel licántropo no era nadie mas que Astor Gray, con el que extrañamente esos dos días que habían compartido juntos, desde la noche de su ataque hasta cuando abandonaron la casa de ella para ir a la suya, le había tomado un cariño especial, algo que no podía describir, pero cuando estaba a su lado, como en mucho tiempo no se había sentido, se sentía segura, protegida y hasta cierto punto, atraída por él, hasta el punto de no solo haber compartido algún inocente beso, si no exceder en estos la intensidad y en su fuero interno desear mas de ellos.
Habían llegado hacia apenas cuatro días, tras todo un día de viaje a caballo. Corinne se sorprendió al ver su nuevo hogar y las grandes hectáreas de terreno que tenia, y tendría para sus caballos. Enseguida tras que Astor la ayudara a bajar de su montura, admiró todo y siguiendo a Astor, fue descubriendo las habitaciones principales. El iluminado salón, la cocina, la habitación donde dormiría ella, la de él y el gran baño de esta, con una gran cantina donde poder bañarse en agua caliente. Luego los jardines, con sus establos y el lugar donde podría tener a sus caballos en libertad sin peligro alguno. Y aún le quedaban habitaciones que descubrir y donde husmear, ya que tras el viaje y colocar sus pertenencias, rendida había caído en la fría cama que ahora seria la suya, donde había dormitado hasta el amanecer del siguiente, empezando ahora si el escrutinio de su nuevo hogar.
Tras ir y ver si Astor seguía dormido, empezó a husmear con curiosidad el piso de arriba y las habitaciones, descubriendo pequeños rincones con mucho encanto, que enseguida la enamoraron. Pese a solo vivir él, aquella casa estaba completamente adaptada para una gran familia. Tenía muchas preguntas sobre él, apenas sabia nada más de lo que le había dicho y de que se pasaría con ella unos días, mientras se adaptaba a toda su nueva situación. Preguntas no obstante, que quedaron en un segundo plano en su mente, al ser descubierta por Astor y su fruncimiento de ceño cuando abría una habitación. — Sentía curiosidad por conocer cada rincón de tu casa…de la nuestra. —Se corrigió avergonzada de haber sido sorprendida con solo un camisón y una bata que había encontrado por allí. Le dio sus buenos días y un fugaz beso en los labios antes de salir corriendo a cambiarse de ropa y ponerse un vestido, dejando a un Astor sorprendido tras ella. Tras desayunar juntos, Astor terminó de enseñarle los jardines y los límites de la propiedad, encontrándose en el paseo con los vecinos más cercanos a ellos, con lo que Astor tuvo que presentarla como su prometida. Dulce y amable había conversado con ellos, junto a Astor contestando a las preguntas de la vecina, que más que nadie ya aseguraba con su mirada brillante y calculadora, que aquella información ya rondaría por el pueblo en apenas pocas horas después.
Tras aquel encuentro, todo era muy confuso, Corinne a la vez quería sentirse como en casa, pero la presencia de Astor y a veces sus gruñidos y palabras, la confundían. A ratos cuando chocaban entre ellos, o coincidían sus miradas podía sentir que la miraba receloso y en ocasiones parecía perdido en su sonrisa. Ella insegura le preguntaba que le ocurría, preguntándose si se estaría echando atrás en lo de la convivencia, y en tenerla allí viviendo con él, pero él siempre le contestaba que no le ocurría nada. Asintiendo pero sin creérselo asentía para no buscarse problemas y así fueron pasando días, en concreto tres días, en los que fue presentada a los sirvientes de la casa como prometida, y en los que tras el encuentro con los vecinos, su nombre ya corría por el pueblo.
Se estaba adaptando bien a sus nuevas rutinas, en las que se levantaba muy temprano y acudía a sus caballos o paseaba con ellos, junto a Shack el perro que se había llevado también a vivir con ellos. Preparaba el desayuno si Astor no se había levantado, o ayudaba en algunas ocasiones a las sirvientas tras insistir mucho y tras desayunar salían a pasear. Corinne siempre mantenía su sonrisa, menos cuando las miradas de Astor le confundían o por ejemplo, cuando llegaba la noche, en la que lo pasaba mal al dormir sola. Tras su primera noche, ya llevaba las demás noches teniendo pesadillas, despertándose cada poco tiempo aterrada. En esos casos, para no molestar a Astor, había hecho entrar a Shack en la casa para que durmiera con ella, saltándose la regla de que no entraran animales a las habitaciones. Pero si los licántropos, eran supuestamente bestias… por que si entraba ella, no podía entrar Shack, en un caso de necesidad? Aquella era su lógica, con la que pensaba defenderse si Astor algún día se encontraba a Shack en su habitación, durmiendo junto a ella. No sería demasiado efectiva en caso de necesitarla y no ser regañada, pero era lo mejor que podía hacer, ya que hasta entonces se había detenido ante sus pensamientos de acudir y dormir junto a Astor, como las primeras noches en que se conocieron, noches que tanto echaba de menos.
Pero la cuarta noche que pasó en aquella casa, le fue imposible no salir aterrada y acudir finalmente a Astor, metiéndose en su cama sin decir palabra. Esta vez las pesadillas habían sido tan reales que se había escuchado gritar a si misma y temblando había acudido a él, acurrucándose a su lado sin ser consciente de nada mas que de su miedo, de sus frenéticos latidos del corazón y de cómo lentamente se tranquilizaba al sentir la calidez de Astor y sus brazos calmándola, hasta que quedó placidamente dormida, sin despertarse de nuevo en mitad de la noche.
[...]
La luz del sol se colaba ya entre la ventana, alumbrando tenuemente la habitación de Astor. Corinne a un lado de la cama se removió hasta abrir los ojos, entrecerrándolos al encontrarse con toda la luz incidiendo en su vista. Tras un momento de confusión, en el que no recordaba donde estaba, se giró encontrándose a Astor a su lado profundamente dormido. Aún mantenía su cuerpo en la forma que se había puesto para calmarla y acurrucarla contra él, de lado y con los brazos en forma que daban a ver que había permanecido toda la noche abrazándola, hasta que ella en sueños se había movido alejándose levemente. Mirándole sonrío al verlo así. Ya no quedaba nada del joven que gruñía molesto, ahora parecía ser simplemente un joven jovial y encantador, que con una sonrisa dormía tras un día productivo. — Buenos días… —Susurró sin despertarle tentada a volver a tumbarse a su lado y a quedarse entre sus brazos, cuando sintió como un extraño peso a sus pies impedía que ella volvería al lado de él. Frunció el ceño y mirando hacia los pies en la cama, se encontró con que Shack tumbado, tenia la cabeza alzada mirándola con el rabo contento de un lado para otro. En su ajetreada noche se había olvidado de cerrar la puerta tras ella, y el perro en medio la noche había ido a dormir junto a ellos.
— Shack… vete, sal de aquí. No te puede ver... vamos.—Le dijo en unos susurros, intentando con los pies que se moviera y se fuera de allí antes de que despertara Astor y lo viera allí y se enfadara. El perro negado a irse de allí se quedó en el lugar, retrocediendo un poco acercándose a los pies de Astor. Corinne abrió los ojos horrorizada y lentamente moviéndose por la cama fue hacia él y tomándolo del collar que tenía intentó empujarlo, recibiendo unos fuertes gruñidos de parte de Shack. Corinne que nunca antes había sido mordida por Shack, siguió haciendo presión para que se bajara de la cama sin despertar a Astor, cuando este se giró hacia ella y le mordió ligeramente la mano. No le hizo daño, apenas unos rasguños, pero al ser aquel la primera vez que su perro se revolvía contra ella, se asustó despertando a Astor, quien empezó a moverse bajo las sabanas. Quedándose estática se quedó mirando a Astor, mientras se sujetaba la mano y el perro decidía volver a dormirse en los pies de la cama, cuando los ojos oscuros de él se abrieron, encontrándosela. Ella le sonrío, temiendo por un momento su regaño al encontrar que el perro dormía junto a ellos, pero al pensar en como en la noche la consoló se calmó y esperó por su reacción, sintiendo como lentamente su piel iba cerrando los rasguños de la mordida de Shack en su mano.
Última edición por Corinne Strasse el Dom Feb 02, 2014 8:17 am, editado 2 veces
Corinne Strasse- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 89
Fecha de inscripción : 22/08/2013
Re: Tú, yo. Nosotros [Privado]
Cualquier otra unión fuera del amor sería una tiranía intolerable y la más indigna de tolerancia.
Percy Bysshe Shelley
Todo parecía ir de la manera en la que esperaba que fueran desde que volvieron a su hogar. Había sido dificil para Corinne dejar todo detrás pero Astor le había prometido que estaría con ella siempre que le necesitara y de hecho así planeaba el que fuera aunque no absolutamente siempre pudiera estar al lado de ella.
Agradecía enormemente que Ángel debiera estar como infiltrada en la casa de un ricachón, pues de esa manera no le tendría fastidiando y observado como le lanzaba miradas a Corinne y mucho menos de sus burlas. Así que las cosas estaban al menos bien.
Para su fortuna después de la misión aquella aparentemente tendría unos días de descanso; esperaba que los necesarios para poder poner a la loba al corriente de todo si es que podía. Desde que había descendido del caballo le había visto en la mirada ese brillo de curiosidad y con cada nueva habitación que le mostraba y cada sitio nuevo, la sonrisa en los labios de ella iba en aumento. No podía negar que le gustaba verle sonreír, después de todo ni él, ni Ángel eran de esos que decidían sonreír mucho así que la mayor parte del tiempo estaban juntos como si nadie estuviera a su lado y con Corinne, las cosas eran muy diferentes.
Le había indicado su habitación y claro, la suya por si en algún punto necesitaba algo. Le dijo las reglas de la casa, la cual incluía que Shack permaneciera fuera, pues si bien no detestaba los perros algo que definitivamente le molestaba era que cuando decidía descansar y dormir por un buen rato, aquellas criaturas endemoniadas se pusieran a ladrar. Corinne acepto todas las reglas de la casa y entonces Astor se sintió lo suficientemente satisfecho como para irse a su habitación y después de tomar un baño descansar en su cama.
No le fue posible conciliar el sueño de inmediato. Tenía aún muchas cosas en las cuales pensar sobre toda aquella situación y Corinne, e incluso cuando durmió su mente siguió en aquellos pensamientos ya que sus sueños trataron todos sobre Corinne. Hasta que el aroma de ella llego a su nariz fue que se despertó y se dio cuenta de que ella ya estaba levantada.
Con pesadez fue como se levanto de la cama y fue en persecución de ella, con pasos calmos. No le gustaba que su sueño fuera perturbado de esa manera y fue cuando encontró a Corinne intentando entrar en la habitación que se suponía era de Ángel cuando hizo una mueca y ella se giro a su dirección sorprendida.
– La curiosidad mato al gato… en tu caso a la loba – le sonrío entonces, relajando aquel ceño fruncido que tenia momentos antes y antes de haber podido detenerle fue que paso corriendo y le beso. Se quedó ahí unos minutos, soltó un suspiro y paso una de sus manos por su cabellera, definitivamente la paz que creía poder obtener jamás la tendría y con ella en su hogar mucho menos que antes.
Después de haber tomado el desayuno entre miradas, unas sonrisas y sus propias confusiones respecto a ella y todo lo que había aceptado hacer fue que salieron a terminar de mostrar todos los alrededores a Corinne. En su andanza fue cuando se toparon con la pareja que eran vecinos de Astor. Como era de esperarse la presento como su prometida; su vecina después de todo se encargaría de hacer correr la historia de que al parecer finalmente sentaba cabeza. El esposo de aquella mujer no tardo en decirle que había elegido a una buena mujer; que al verla se notaba que era dulce y buena. La mirada del licántropo se enfoco en ella, en la manera en la que platicaba con la vecina y como en algunos momentos se sonrojaba y dirigía su mirada a él que le respondía con una sonrisa, ante las palabras del hombre, comenzó a pensar en que si iba a pasar como su prometida lo mejor era que tuviera un anillo de compromiso.
En ese momento fue que se dio cuenta de que al parecer se estaba tomando las cosas más en serio de lo que en un principio se había decidido a hacerlo y su expresión cambio.
Solo había sido necesario el encuentro con los vecinos para que de nuevo el mar de confusiones llegara hasta él. ¿Qué demonios estaba pensando? Un anillo… ¿era eso verdad? No, simplemente aquello no podía ser. Aún así de ves en cuando cuando la mirada de ambos coincidía le sonreía solo para después reprenderse a si mismo y terminar grujiendo a todo lo que ella le decía. En otros momentos le veía sonreír y solamente no podía resistir las ganas de rodear su cuerpo con sus brazos, pero antes de que cualquiera de esas cosas llegara a suceder terminaba por irse o decir que estaba cansado y tenía que dormir.
Claro que a diferencia de lo que planeaba hacer cuando le dejaba, no había dormido casi nada en las noches anteriores por estar dandole vueltas al asunto, pero por más vueltas que le daba a todo nada parecía esclarecerse. Fue hasta la cuarta noche desde que llegaron y la tercera sin que durmiera nada que cayo rendido y no se dio cuenta de nada de lo que estaba sucediendo.
Entre sueños había creído sentir el aroma de Corinne y la calidez de su cuerpo cerca. Pensando que era parte de lo agotado que estaba y de los sueños que había tenido antes termino por rodear aquella calidez y se quedo plácidamente dormido, cuidando de Corinne aunque él realmente pensaba que todo aquello era un simple sueño. El inquisidor claro que no podía negar que le gustaban esos sueños; en la casi inconsciencia de su mente era cuando podía ser realmente sincero y aceptar que le encantaba estar cerca de ella y ver su sonrisa, así como escuchar su voz y ver su mirada. No estaba aún seguro de que significaba todo aquello pero así eran las cosas.
[…]
Lentamente fue consciente de los ajetreos del exterior, o eso pensaba él. Que poco a poco escuchaba cada vez de manera más clara aquellos gruñidos y sentía el suave movimiento de su propia cama, lo que finalmente le llevo a abrir los ojos y a que lo primero que apareciera ahí, fuera nada más y nada menos Corinne que le miraba con una sonrisa y se sujetaba la mano.
Dandose cuenta de que lo que creyó un sueño no había sido más que la realidad soltó un suspiro.
– Buenos días… – le dijo estirando su cuerpo y sintiendo como su pie chocaba con algo que termino por soltar un gruñido y se incorporo de golpe mientras que la mirada de Corinne seguía clavada en él – Corinne… ¿Qué significa esto? – señalo entonces al perro que se mantenía inmóvil, tratando de conciliar nuevamente el sueño a los pies de ellos – Creí que la regla de que el perro no podía entrar a casa estaba clara y además… – le miro enarcando la ceja – ¿Qué se supone que haces en mi habitación?
Menos mal que en su cansancio no había dicho o hecho algo de lo que ahora pudiera arrepentirse, o eso era lo que sabía él mismo de esa noche. Se sobo la sien y entonces miro la mano de ella que tenía unos leves arañazos.
– ¿Qué te ha pasado en la mano ahora? – no espero realmente respuesta alguna pues tomo la mano de ella y de un leve tirón hizo que se acercara más a él – Te dije que el perro estaría diferente contigo así que deberías tener cuidado en lo que haces y como le tratas. Te protege y te reconoce pero sea como sea sabe que has cambiado así que deja de intentar actuar como si las cosas fueran como antes – su mirada oscura fue a encontrarse con los ojos de ella y se quedo perdido en aquel par de ojos, preguntándose que clase de magia era la que poseía para dejarle a ratos como un tonto.
Percy Bysshe Shelley
Todo parecía ir de la manera en la que esperaba que fueran desde que volvieron a su hogar. Había sido dificil para Corinne dejar todo detrás pero Astor le había prometido que estaría con ella siempre que le necesitara y de hecho así planeaba el que fuera aunque no absolutamente siempre pudiera estar al lado de ella.
Agradecía enormemente que Ángel debiera estar como infiltrada en la casa de un ricachón, pues de esa manera no le tendría fastidiando y observado como le lanzaba miradas a Corinne y mucho menos de sus burlas. Así que las cosas estaban al menos bien.
Para su fortuna después de la misión aquella aparentemente tendría unos días de descanso; esperaba que los necesarios para poder poner a la loba al corriente de todo si es que podía. Desde que había descendido del caballo le había visto en la mirada ese brillo de curiosidad y con cada nueva habitación que le mostraba y cada sitio nuevo, la sonrisa en los labios de ella iba en aumento. No podía negar que le gustaba verle sonreír, después de todo ni él, ni Ángel eran de esos que decidían sonreír mucho así que la mayor parte del tiempo estaban juntos como si nadie estuviera a su lado y con Corinne, las cosas eran muy diferentes.
Le había indicado su habitación y claro, la suya por si en algún punto necesitaba algo. Le dijo las reglas de la casa, la cual incluía que Shack permaneciera fuera, pues si bien no detestaba los perros algo que definitivamente le molestaba era que cuando decidía descansar y dormir por un buen rato, aquellas criaturas endemoniadas se pusieran a ladrar. Corinne acepto todas las reglas de la casa y entonces Astor se sintió lo suficientemente satisfecho como para irse a su habitación y después de tomar un baño descansar en su cama.
No le fue posible conciliar el sueño de inmediato. Tenía aún muchas cosas en las cuales pensar sobre toda aquella situación y Corinne, e incluso cuando durmió su mente siguió en aquellos pensamientos ya que sus sueños trataron todos sobre Corinne. Hasta que el aroma de ella llego a su nariz fue que se despertó y se dio cuenta de que ella ya estaba levantada.
Con pesadez fue como se levanto de la cama y fue en persecución de ella, con pasos calmos. No le gustaba que su sueño fuera perturbado de esa manera y fue cuando encontró a Corinne intentando entrar en la habitación que se suponía era de Ángel cuando hizo una mueca y ella se giro a su dirección sorprendida.
– La curiosidad mato al gato… en tu caso a la loba – le sonrío entonces, relajando aquel ceño fruncido que tenia momentos antes y antes de haber podido detenerle fue que paso corriendo y le beso. Se quedó ahí unos minutos, soltó un suspiro y paso una de sus manos por su cabellera, definitivamente la paz que creía poder obtener jamás la tendría y con ella en su hogar mucho menos que antes.
Después de haber tomado el desayuno entre miradas, unas sonrisas y sus propias confusiones respecto a ella y todo lo que había aceptado hacer fue que salieron a terminar de mostrar todos los alrededores a Corinne. En su andanza fue cuando se toparon con la pareja que eran vecinos de Astor. Como era de esperarse la presento como su prometida; su vecina después de todo se encargaría de hacer correr la historia de que al parecer finalmente sentaba cabeza. El esposo de aquella mujer no tardo en decirle que había elegido a una buena mujer; que al verla se notaba que era dulce y buena. La mirada del licántropo se enfoco en ella, en la manera en la que platicaba con la vecina y como en algunos momentos se sonrojaba y dirigía su mirada a él que le respondía con una sonrisa, ante las palabras del hombre, comenzó a pensar en que si iba a pasar como su prometida lo mejor era que tuviera un anillo de compromiso.
En ese momento fue que se dio cuenta de que al parecer se estaba tomando las cosas más en serio de lo que en un principio se había decidido a hacerlo y su expresión cambio.
Solo había sido necesario el encuentro con los vecinos para que de nuevo el mar de confusiones llegara hasta él. ¿Qué demonios estaba pensando? Un anillo… ¿era eso verdad? No, simplemente aquello no podía ser. Aún así de ves en cuando cuando la mirada de ambos coincidía le sonreía solo para después reprenderse a si mismo y terminar grujiendo a todo lo que ella le decía. En otros momentos le veía sonreír y solamente no podía resistir las ganas de rodear su cuerpo con sus brazos, pero antes de que cualquiera de esas cosas llegara a suceder terminaba por irse o decir que estaba cansado y tenía que dormir.
Claro que a diferencia de lo que planeaba hacer cuando le dejaba, no había dormido casi nada en las noches anteriores por estar dandole vueltas al asunto, pero por más vueltas que le daba a todo nada parecía esclarecerse. Fue hasta la cuarta noche desde que llegaron y la tercera sin que durmiera nada que cayo rendido y no se dio cuenta de nada de lo que estaba sucediendo.
Entre sueños había creído sentir el aroma de Corinne y la calidez de su cuerpo cerca. Pensando que era parte de lo agotado que estaba y de los sueños que había tenido antes termino por rodear aquella calidez y se quedo plácidamente dormido, cuidando de Corinne aunque él realmente pensaba que todo aquello era un simple sueño. El inquisidor claro que no podía negar que le gustaban esos sueños; en la casi inconsciencia de su mente era cuando podía ser realmente sincero y aceptar que le encantaba estar cerca de ella y ver su sonrisa, así como escuchar su voz y ver su mirada. No estaba aún seguro de que significaba todo aquello pero así eran las cosas.
[…]
Lentamente fue consciente de los ajetreos del exterior, o eso pensaba él. Que poco a poco escuchaba cada vez de manera más clara aquellos gruñidos y sentía el suave movimiento de su propia cama, lo que finalmente le llevo a abrir los ojos y a que lo primero que apareciera ahí, fuera nada más y nada menos Corinne que le miraba con una sonrisa y se sujetaba la mano.
Dandose cuenta de que lo que creyó un sueño no había sido más que la realidad soltó un suspiro.
– Buenos días… – le dijo estirando su cuerpo y sintiendo como su pie chocaba con algo que termino por soltar un gruñido y se incorporo de golpe mientras que la mirada de Corinne seguía clavada en él – Corinne… ¿Qué significa esto? – señalo entonces al perro que se mantenía inmóvil, tratando de conciliar nuevamente el sueño a los pies de ellos – Creí que la regla de que el perro no podía entrar a casa estaba clara y además… – le miro enarcando la ceja – ¿Qué se supone que haces en mi habitación?
Menos mal que en su cansancio no había dicho o hecho algo de lo que ahora pudiera arrepentirse, o eso era lo que sabía él mismo de esa noche. Se sobo la sien y entonces miro la mano de ella que tenía unos leves arañazos.
– ¿Qué te ha pasado en la mano ahora? – no espero realmente respuesta alguna pues tomo la mano de ella y de un leve tirón hizo que se acercara más a él – Te dije que el perro estaría diferente contigo así que deberías tener cuidado en lo que haces y como le tratas. Te protege y te reconoce pero sea como sea sabe que has cambiado así que deja de intentar actuar como si las cosas fueran como antes – su mirada oscura fue a encontrarse con los ojos de ella y se quedo perdido en aquel par de ojos, preguntándose que clase de magia era la que poseía para dejarle a ratos como un tonto.
Astor Gray- Condenado/Licántropo/Clase Alta
- Mensajes : 232
Fecha de inscripción : 22/04/2013
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Re: Tú, yo. Nosotros [Privado]
La calidez, la gentileza o la ternura, puede derretir muros, construir puentes o crear hermosos paisajes de afecto.
Eveleyn W
Eveleyn W
Era de esperar que Astor más temprano o tarde terminara despertándose gracias a sus movimientos en la cama y a los leves gruñidos del perro que rompían el silencio, así como los quejidos de ella misma, cuando intentaba echarlo al suelo antes de que quien ella sabia se levantara y le gruñera por culpa de su perro. Y así como temió, él lentamente se despertó, desesperezandose, pareciendo que sus ojos no se quisieran abrir. Corinne con la mano dolorida, se la sujetó contra ella y al lado de Astor de nuevo, tras darse vencida para mover al perro que parecía decidido a quedarse a los pies de ellos durmiendo a pata suelta. Se quedó mirándole mostrando una dulce sonrisa cuando los oscuros ojos de él se abrieron y la miraron. No parecía feliz de tenerla allí a su lado o aquello no parecía ser lo que el suspiro que él soltó al aire quería decir.
— Buenos días… —Le dijo ella de nuevo, solo que esta vez el estaba despierto finalmente. Agradeció en un suspiro que no se hubiera dado cuenta aún de donde se encontraba Shack, cuando tras que se estirara por dentro de las sabanas que lo recubrían, se incorporara de golpe, sobresaltándola a ella como al perro que levantó una oreja en señal de atención. Escuchó cada demanda de Astor en silencio, maldiciendo que en su ajetreada noche de pesadillas hubiera dejado la puerta abierto para que entrara el perro. Justo cuando le iba a contestar, él la acallaba con otra pregunta, sin darle tiempo a siquiera de defenderse o explicar el por qué de cada uno de sus interrogantes.
Aprovechando que tras su indignación se mantuviera callado, y con la vista fija en ella, suspiró y empezó a hablar. — Lo siento Astor. —Se disculpó. — Sé que reglas tienes y cuales son sagradas… —Empezó a decir en un susurro mientras que se acariciaba la mano herida de los dientes del perro, la que le escocía debido a que ya iba sanando por su propio pie. — Lo que pasó fue que ayer por la noche tuve pesadillas… y esta vez no pude no venir a buscar compañía. Por lo que entré y fui a tu lado esperando que así no me atormentaran más. Y en mi ajetreo, no me di cuenta de que dejé la puerta de tu habitación abierta… por lo que Shack en medio de la noche ha debido de entrar aprovechando que estábamos los dos dormidos. —Explicó en un débil susurro esperando no recibir más de sus frías palabras que en aquellos momentos se parecían a gruñidos, cuando aquellos oscuros ojos se fijaron en la mano que se acariciaba y lucía lastimada. Tomándola por sorpresa, la tomó de la mano y la acercó a él de un tirón que hizo que su cuerpo terminara recostada contra el ajeno.
Avergonzada de que su perro le hubiera mordido, fijó sus ojos en el cabello despeinado de Astor, lo que le provocó una tierna sonrisa y unas ganas irrefrenables de pasar la mano por él, mientras que él le examinaba los rasguños. — Lo sé… me lo dijiste. Es solo que nunca antes me había mordido y yo solo quería bajarlo de la cama, pero no me dejó echarlo. No quería que despertaras y te encontraras con ambos en tu cama. — Tras sus palabras miró a Astor y allí se quedó mirándole. Estaban tan juntos, el uno contra el otro que de bajar un poco sus labios, apenas lo que sería un suspiro, llegaría a besar los de él. Durante unos segundos en que su mirada bajó a aquellos labios, se lo pensó y hasta se vio seducida por darle un beso de buenas noches, pues si actualmente él no los daba de por sí, sin más, a ella le encantaba sorprenderlo con uno de ellos, aunque apenas fueran cortos besos. Los que por lo menos servían para que hubiera cierta confianza y cercanía las veces en las que él se mostraba accesible a ella; que no eran muchas. Y ahora mismo, parecía ser uno de esos momentos, por lo que lentamente se inclinó bajando su rostro al de él, y justo cuando apenas sus labios estaban por rozarse, Shack se levantó y empezó a ladrar, saltando de la cama y saliendo por la puerta yendo hacia la entrada. Roto aquel momento mágico o lo que iba a ser uno de ellos, se ruborizó estando aún demasiado cerca de él. — Lo siento… No volverá a ocurrir. —Balbuceó sin saber a ciencia cierta si se refería al perro o al intento de beso. Oyendo aún de fondo los ladridos de Shack, suspiró y antes de que Astor pudiera hacer algo, retenerla o hasta empujarla lejos de él, ella le besó la mejilla y rápidamente se levantó alejándose de la tentación de aquellos labios.
— Puedes quedarte un rato más en la cama… yo voy a sacar al perro afuera y ver quienes han venido. — Dijo atropelladamente, tomando una bata de él que yacía encima de una silla y poniéndosela por encima del fino camisón de lino con el que dormía, salió de la habitación, no sin antes mirarle una última vez y suspirar al ver como los rayos de sol que se colaban por la ventana jugaban en su rostro, creando sombras que solo servían para que lo viera más joven y dulce.
Al cerrar la puerta, tomó aire profundamente y salió a ver por que gritaba tanto Shack, para descubrir que un jovencito de no más de catorce años estaba en su puerta con correspondencia para Astor. Corinne tomó las cartas y antes de que el joven fuera a sus otros encargos le ofreció un trozo del pastel que hacia la cocinera de Astor, la que les había dejado preparado el desayuno en el salón. —Muchas gracias, señorita. Es usted muy amable. —Le dijo él agradecido tomando el trozo de pastel. Ella le sonrío.
— Debes de andar desde hace mucho tiempo levantado y trabajando, cualquiera en tu piel necesitaría de alimento para sobrellevar tantos encargos. — Su preocupación era notable por su voz y en la tierna forma que lo miraba. — Cuando vuelvas por aquí acuérdate de hacer que este perro de aquí ladre. —Sonrío señalando a Shack quien andaba olisqueando al jovencito. — Y así me alertara de tu visita y podré ofrecerte algo de la mesa. Pues yo no como tanto, y la cocinera cree que como para cuatro personas. —Añadió riendo suavemente. — Así lo haré señorita… — El muchacho se la quedó mirando, intentando adivinar su nombre, pero no se le hacía conocida.
— Corinne, me llamo Corinne. —Dijo ella en una sonrisa. Para sorpresa de ella, él abrió los ojos como si la reconociera. —Es usted la prometida del hijo de los Gray?
Ella asintió, sorprendida de que las buenas nuevas ya hubieran llegado hasta al cartero. — Creo que soy culpable de eso. Porque esta pregunta? —Le preguntó. El jovencito la miró y negó con la cabeza.
— Se dice por el pueblo que es usted una de las más hermosas de las cercanías, y que se le ve muy bondadosa. Y sin duda así es… Suerte ha tenido en encontrarla y amarla, el señor Gray. — Aquellas palabras hicieron que la sonrisa de Corinne se dulcificara más. — Suerte he tenido yo más en encontrarle. —Susurró más para si misma que para nadie, al recordar como en su sueño, él la había abrazado calmando así sus pesadillas.
Despidiéndose finalmente del chico, que volvía a su trabajo de mensajero, aún con la sonrisa en su rostro, se volvió hacia dentro de la casa, con la correspondencia de Astor, cuando alzó la vista y se lo encontró frente a ella. — Toma… esto es para ti. — Le dio en mano las cartas y se giró hacia la mesa del salón llena de comida. — Supongo que nos espera el desayuno. —Sonrío observando la cantidad de comida. Parecía ser que en aquella casa si algo no escaseaba era la comida, pensó volviendo su mirada a la de él. — ¿Me acompañas?
Corinne Strasse- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/08/2013
Re: Tú, yo. Nosotros [Privado]
Te veo y me declaro culpable de desear tu presencia más que desear la paz.
Ismael Serrano
¿Por qué es que estaba ella ahí? Cuando más intentaba mantenerla lejos de él y dejar de pensar en su aroma, sus ojos y la manera en la que se movía y sonreía era cuando ella parecía una terrorista y llegaba a su lado, llevándole a creer que eran meros sueños. ¿Qué pasaría si decía algo que no debía? Se quedo unos momentos en ese pensamiento, todo mientras miraba la mano de Corinne; pero no podía evitar de pensar ¿Por qué le importaba cuidar sus palabras al lado de ella? La loba debía aprender como era él en realidad y como eran las cosas y aún así pensaba solo en su bienestar y en no decir nada que terminara por implicarle de una manera sentimental con ella.
Volvía a sentirse estúpido en aquellos pensamientos.
Dejando aquello que solo le hacía perder tiempo, se centro nuevamente en Corinne y en esperar las explicaciones que no tardaron mucho en llegar. Le tranquilizaba saber que sabía de manera clara cuales eran las reglas aunque no las cumpliera, o eso era lo que parecía.
– Una disculpa no es suficiente Corinne, anda explicare, porque si sabes las reglas no lo parece – Señalo entonces al perro para hacer más obvio lo evidente y aguardo nuevamente para escuchar como ella empezada a hablar de las pesadillas. Suspiro pasando nuevamente una de sus manos por los cabellos, en un inicio supo que aquello de vivir juntos sería algo complicado, así que realmente no tenía un motivo real para reprenderla, solo esperar a que ambos se acostumbraran realmente al otro y que Corinne dejara de asustarse por las pesadillas, en las cuales era bastante probable que él estuviese involucrado y eso le provocaba cierto peso encima.
– Bueno, no esperaba que vinieras en medio de la noche por una pesadilla. Igual puedes hacerlo única y exclusivamente cuando las pesadillas sean demasiadas y te sientas verdaderamente atormentada… me gusta dormir solo y tampoco quiero despertar todas las mañanas contigo a mi lado – decía aquellas palabras sin pensar realmente lo que significaban. Despertar al lado de ella no era la peor cosa del mundo pero su algo que con el tiempo temía que le atara más y más a ella, hasta que no pudiese dormir sin que se encontrara aquella calidez y aquel aroma a su lado.
Ante aquella explicación comenzaba a sentirse más tranquilo hasta que se dio cuenta de un detalle que le dio un punto de duda y enarco la ceja al mirarle.
– Corinne… entiendo las pesadillas y que Shack entrara a mi cuarto cuando dejaste la puerta abierta pero aún tengo una duda… – cruzo los brazos – ¿Cómo es que entro si estaba fuera de la casa? – La seriedad volvió a su rostro, de aquel detalle no se podría escapar tan fácilmente y terminaría por aceptar lo que sospechaba. La loba dejaba entrar a aquel animal cuando él no estaba consciente de eso y tal acto implicaba que rompía las reglas. En algunos aspectos, realmente era una niña.
Dejando aquel regaño de lado, se centraba en la mano de ella, esa que se encontraba herida gracias al perro que seguía demasiado comido para el gusto del licántropo.
– Pues a partir de ahora las mordidas serán algo más usual de lo que imaginas, lo bueno del asunto es que ahora te curaras más pronto y no te hada tanto daño como el que podría si solo fueras una mujer normal – le mostró para que se viera la mano, que ya no sangraba.
La atmósfera alrededor de ellos cambiaba de manera tan radical que no solo los ojos de Corinne le hipnotizaban, todo parecía alterarse cuando entraban en ese especie de campo en el que solo había espacio para ellos. Astor se sentía encantado de todo lo que ella hacía en momentos como aquel, incluso cuando parecía reír de su cabello e intentar arreglarlo. Todo era secundario con ella frente a él.
Una de sus manos acaricio la mejilla de Corinne, estaba perdido y no notaba como ambos comenzaban a acercarse para juntar sus labios, hasta que aquel perro ladró, provocando que el licántropo maldijera mentalmente; no sabía si de frustración por no hacerlo o por no poder detenerse ante aquellos impulsos a los que la loba parecía ceder de igual manera. No dijo nada cuando ella dijo que no volvería a ocurrir, solo le miro y no pudo evitar sonreír cuando su bata cubrió el cuerpo de Corinne, justo antes de que ella sonriera para después salir disparada fuera de su habitación.
Dejo caer de nuevo su cuerpo en la cama y cubrió su cara con sus manos.
– Deja de pensar en eso maldito estúpido – se reprendía a si mismo entre gruñidos. Las cosas debían detenerse, tenía que poner distancia entre ella y él o definitivamente todo terminaría demasiado mal para ambos… sobre todo para Corinne que no tenía culpa de estar metida en aquel embrollo.
Con algo de pesadez y en contra de sus deseos salió de la cama y a ausencia de bata solo su puso unos pantalones y salió de su habitación. Apenas puso un pie fuera y reconoció el aroma de Gustav.
Avanzó por la casa, siguiendo el aroma del chiquillo que le llevaba las cartas y que siempre era demasiado parlanchín para su gusto, pero que le mantenía informado de las novedades que sucedían. Astor sabía que era un buen chico y que se esforzaba por ayudar a su familia, por ese motivo es que Astor siempre le daba algunos francos por sus buenos servicios al entregar las cartas.
Llegó cerca de una pilastra, detrás de la cual se mantuvo escuchando la conversación que llevaban a cabo aquel par. No pudo evitar sonreír al saber que todos hablaban ya de ella.
Sabía que los chismes no siempre traían cosas buenas, pero al parecer ella era tan encantadora no solo con él sino con todos, a tal punto que nadie hablaba mal de ella. Pensar en que todos hablaban de ella le hizo sentir una ligera punzada de celos a lo que sacudió la cabeza, buscando centrarse en lo realmente importante.
Para cuando Gustav se alejaba y Corinne cerraba la puerta fue que se puso a su vista. Recibió las cartas sin prestar atención a ninguna de ellas, solo seguía a Corinne.
– Claro, tengo hambre y no podemos desperdiciar todo – Observo al perro, que andaba buscando un lugar donde echarse y suspiro – Menos mal que no ha mordido a Gustav, ese chico es muy trabajador y tu has sido sumamente buena con él – le dedico una sonrisa al tiempo que avanzaba para mover una silla y esperar a que se sentara, solo para después sentarse a un lado de ella.
Fue hasta ese momento que observo las cartas y vio una de las que tanto solía recibir, una de la inquisición. Soltó la carta, restando importancia y dejándola a un lado con todas las demás para tomar algo de carne que había puesta en la mesa.
– Así que… señorita prometida – la miro – Tenemos que poner una historia sobre como nos hemos conocido y además una fecha de boda, no querrá que todos sepan que vive en mi casa y que no nos casaremos pronto ¿o si? – le sonrió entonces, si bien, aquel no era un tema que deseara tratar tiempo atrás por algún motivo en aquellos instantes era lo que más deseaba.
Ismael Serrano
¿Por qué es que estaba ella ahí? Cuando más intentaba mantenerla lejos de él y dejar de pensar en su aroma, sus ojos y la manera en la que se movía y sonreía era cuando ella parecía una terrorista y llegaba a su lado, llevándole a creer que eran meros sueños. ¿Qué pasaría si decía algo que no debía? Se quedo unos momentos en ese pensamiento, todo mientras miraba la mano de Corinne; pero no podía evitar de pensar ¿Por qué le importaba cuidar sus palabras al lado de ella? La loba debía aprender como era él en realidad y como eran las cosas y aún así pensaba solo en su bienestar y en no decir nada que terminara por implicarle de una manera sentimental con ella.
Volvía a sentirse estúpido en aquellos pensamientos.
Dejando aquello que solo le hacía perder tiempo, se centro nuevamente en Corinne y en esperar las explicaciones que no tardaron mucho en llegar. Le tranquilizaba saber que sabía de manera clara cuales eran las reglas aunque no las cumpliera, o eso era lo que parecía.
– Una disculpa no es suficiente Corinne, anda explicare, porque si sabes las reglas no lo parece – Señalo entonces al perro para hacer más obvio lo evidente y aguardo nuevamente para escuchar como ella empezada a hablar de las pesadillas. Suspiro pasando nuevamente una de sus manos por los cabellos, en un inicio supo que aquello de vivir juntos sería algo complicado, así que realmente no tenía un motivo real para reprenderla, solo esperar a que ambos se acostumbraran realmente al otro y que Corinne dejara de asustarse por las pesadillas, en las cuales era bastante probable que él estuviese involucrado y eso le provocaba cierto peso encima.
– Bueno, no esperaba que vinieras en medio de la noche por una pesadilla. Igual puedes hacerlo única y exclusivamente cuando las pesadillas sean demasiadas y te sientas verdaderamente atormentada… me gusta dormir solo y tampoco quiero despertar todas las mañanas contigo a mi lado – decía aquellas palabras sin pensar realmente lo que significaban. Despertar al lado de ella no era la peor cosa del mundo pero su algo que con el tiempo temía que le atara más y más a ella, hasta que no pudiese dormir sin que se encontrara aquella calidez y aquel aroma a su lado.
Ante aquella explicación comenzaba a sentirse más tranquilo hasta que se dio cuenta de un detalle que le dio un punto de duda y enarco la ceja al mirarle.
– Corinne… entiendo las pesadillas y que Shack entrara a mi cuarto cuando dejaste la puerta abierta pero aún tengo una duda… – cruzo los brazos – ¿Cómo es que entro si estaba fuera de la casa? – La seriedad volvió a su rostro, de aquel detalle no se podría escapar tan fácilmente y terminaría por aceptar lo que sospechaba. La loba dejaba entrar a aquel animal cuando él no estaba consciente de eso y tal acto implicaba que rompía las reglas. En algunos aspectos, realmente era una niña.
Dejando aquel regaño de lado, se centraba en la mano de ella, esa que se encontraba herida gracias al perro que seguía demasiado comido para el gusto del licántropo.
– Pues a partir de ahora las mordidas serán algo más usual de lo que imaginas, lo bueno del asunto es que ahora te curaras más pronto y no te hada tanto daño como el que podría si solo fueras una mujer normal – le mostró para que se viera la mano, que ya no sangraba.
La atmósfera alrededor de ellos cambiaba de manera tan radical que no solo los ojos de Corinne le hipnotizaban, todo parecía alterarse cuando entraban en ese especie de campo en el que solo había espacio para ellos. Astor se sentía encantado de todo lo que ella hacía en momentos como aquel, incluso cuando parecía reír de su cabello e intentar arreglarlo. Todo era secundario con ella frente a él.
Una de sus manos acaricio la mejilla de Corinne, estaba perdido y no notaba como ambos comenzaban a acercarse para juntar sus labios, hasta que aquel perro ladró, provocando que el licántropo maldijera mentalmente; no sabía si de frustración por no hacerlo o por no poder detenerse ante aquellos impulsos a los que la loba parecía ceder de igual manera. No dijo nada cuando ella dijo que no volvería a ocurrir, solo le miro y no pudo evitar sonreír cuando su bata cubrió el cuerpo de Corinne, justo antes de que ella sonriera para después salir disparada fuera de su habitación.
Dejo caer de nuevo su cuerpo en la cama y cubrió su cara con sus manos.
– Deja de pensar en eso maldito estúpido – se reprendía a si mismo entre gruñidos. Las cosas debían detenerse, tenía que poner distancia entre ella y él o definitivamente todo terminaría demasiado mal para ambos… sobre todo para Corinne que no tenía culpa de estar metida en aquel embrollo.
Con algo de pesadez y en contra de sus deseos salió de la cama y a ausencia de bata solo su puso unos pantalones y salió de su habitación. Apenas puso un pie fuera y reconoció el aroma de Gustav.
Avanzó por la casa, siguiendo el aroma del chiquillo que le llevaba las cartas y que siempre era demasiado parlanchín para su gusto, pero que le mantenía informado de las novedades que sucedían. Astor sabía que era un buen chico y que se esforzaba por ayudar a su familia, por ese motivo es que Astor siempre le daba algunos francos por sus buenos servicios al entregar las cartas.
Llegó cerca de una pilastra, detrás de la cual se mantuvo escuchando la conversación que llevaban a cabo aquel par. No pudo evitar sonreír al saber que todos hablaban ya de ella.
Sabía que los chismes no siempre traían cosas buenas, pero al parecer ella era tan encantadora no solo con él sino con todos, a tal punto que nadie hablaba mal de ella. Pensar en que todos hablaban de ella le hizo sentir una ligera punzada de celos a lo que sacudió la cabeza, buscando centrarse en lo realmente importante.
Para cuando Gustav se alejaba y Corinne cerraba la puerta fue que se puso a su vista. Recibió las cartas sin prestar atención a ninguna de ellas, solo seguía a Corinne.
– Claro, tengo hambre y no podemos desperdiciar todo – Observo al perro, que andaba buscando un lugar donde echarse y suspiro – Menos mal que no ha mordido a Gustav, ese chico es muy trabajador y tu has sido sumamente buena con él – le dedico una sonrisa al tiempo que avanzaba para mover una silla y esperar a que se sentara, solo para después sentarse a un lado de ella.
Fue hasta ese momento que observo las cartas y vio una de las que tanto solía recibir, una de la inquisición. Soltó la carta, restando importancia y dejándola a un lado con todas las demás para tomar algo de carne que había puesta en la mesa.
– Así que… señorita prometida – la miro – Tenemos que poner una historia sobre como nos hemos conocido y además una fecha de boda, no querrá que todos sepan que vive en mi casa y que no nos casaremos pronto ¿o si? – le sonrió entonces, si bien, aquel no era un tema que deseara tratar tiempo atrás por algún motivo en aquellos instantes era lo que más deseaba.
Astor Gray- Condenado/Licántropo/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/04/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Tú, yo. Nosotros [Privado]
Cuando me mira, mi corazón se ilumina.
A.D
A.D
¿Por qué se le hacía tan encantador en aquellos momentos? Aún cuando se mostrará algo molesto por su presencia, solo podía pensar en su rostro tenuemente alumbrado por el sol, su barba incipiente de pocos días que se sentía tentada a acariciar, en aquellos ojos brillantes que se dulcificaban al verla, lo contrario a sus labios, los que hacían un pequeño mohín serio, descontento. Y aquel cabello despeinado, sonrío mirándole, ella se veía a su lado, durmiendo junto a él pasándole las manos por su cabello y peinándoselo en la medida de lo posible entre sonrisas. Pero Astor no le decía lo mismo, él como esos últimos días parecía serio, receloso de su cercanía. Solo en ocasiones veía aquella muralla derrumbarse y aprovechaba para buscar la cercanía que extrañaba. Aquel lugar era tan frio y solitario. La casa se notaba que había sido construida sin el calor de un verdadero hogar y si de por sí, con Astor en las mismas cuatro paredes que ella, le hacía sentir a ratos así, sobrecogida por la soledad que asolaba la gran mansión, no podía imaginar cómo sería sentirse y estar allí sola durante largos días y sus largas noches.
Sin querer pensar en aquellos pensamientos, se centró en él, dejando que sus miedos se fueran de ella. Aún nadie había dicho nada de tener que quedarse sola, ni de una ausencia, todo iba bien. Sonriéndole asintió a sus palabras, desviando unos segundos sus ojos de los ajenas, al bajar la mirada a las manos de él. — Descuida… prometo solo venir cuando sea necesario y las pesadillas sean realmente tormentosas. —Le contestó, pensando en que siempre lo eran, que siempre la dejaban temblorosa en un mar de lagrimas en medio la noche, pero de aquello, él no tenía idea alguna. — No quise molestar tu sueño y cuando vine como no dijiste nada, pensé que me habrías dejado acudir a tu lado. —Dijo con una sonrisa desistiendo de confesarle lo que las pesadillas le atormentaban en las noches, decidida a aguantar sus miedos, sirviéndose de Shack o acudiendo al salón junto al fuego, antes de volver a importunarle, aunque no hubiera nada más que no quisiera ella más que dormir acurrucada a él y despertar a su lado.
Viendo de reojo a Shack, que volvía a dormitarse en los pies de Astor, sonrío pensando que aunque ahora le hubiera mordida, las anteriores noches cuando las pesadillas irrumpieron en ella, él había acudido a su lado gimoteando preocupado. Con una sonrisa en sus labios, no fue consciente de la mirada de Astor, hasta que él la descubrió, y volviendo la mirada a él se lo encontró cruzado de brazos, mirándola con tanta seriedad que helaba su piel. — Esta noche lo entré a mi habitación, cuando las primeras pesadillas me despertaron y no quise molestarte… sé que hice mal, pero no se me ocurría que mas hacer antes de venir a dormir aquí. — Le mintió, sin querer revelarle la verdad esperando que le creyese, mientras se mordió el labio con cierto nerviosismo, que al ver aquel rostro serio y el cabello despeinado, le fue substituido por una dulce sonrisa. — No me mires así, luciendo como luces en las mañanas es imposible que me des miedo… —Sonrío y sin poder no hacerlo, con la mano buena fue a peinar su cabello, mientras Astor tomaba su mano herida y la observaba. Por unos momentos desvió su mirada hacia su mano y observó cómo había dejado de sangrar. — Apenas me ha mordido fuerte…solo que al ser la primera vez que se vuelve contra mí, supongo que me tomo desprevenida, no me lo esperaba realmente. Pero ya veo que tendré que andar con cuidado. —Concluyó en un suspiro sintiéndose tan cerca de él, que sentía su aliento contra sus labios. Las irrefrenables ganas de besarle, quedaron silenciadas por los ladridos de Shack al sentir a alguien en las cercanías de la casa. En un suspiro y tras una disculpa, se levantó y tomando la bata de Astor fue que salió para encontrarse con el cartero, un joven llamado Gustav, que desde un buen principio le había caído bien y al que había invitado a pastel y a la invitación reiterada de que cuando volviera por allí, le guardaría desayuno y a poder ser, si Astor se lo permitía, algún día invitarlo a la mesa con ellos.
Una vez Gustav se fue y con Shack bajo control y calmado, se topó con Astor a quien le dio la correspondencia y le sonrío dirigiéndose al salón donde les esperaba el desayuno. — Adoro a los niños y ver a un niño tan pequeño verse así, me aflige. Me acuerdo de cuando yo era pequeña, y ni aún así creo que mi situación fuera peor. —Le contestó negando la cabeza ante lo de que había sido sumamente buena con él. — No es que haya sido buena. Solo le he invitado a desayunar, no es gran cosa. — Le sonrío y llegando a la mesa, observó como Astor le movía la silla. Dejando que la melancolía abandonara sus ojos, le sonrío agradecida y se sentó, tras lo cual Astor se sentó a su lado.
Observando la comida y tomando un poco de pan y queso que tenía a su alcance, observó como Astor echaba las cartas a un lado. — Si deseas leerlas, no hay ningún problema. Estamos solos, no creo que nadie se queje porque andes leyendo tus misivas de la mañana. —Comentó encogiéndose de hombros, mirándole con una suave sonrisa antes de tomar un mordisco al pan recién horneado y musitar un plácido ruido parecido a un ronroneo al sentir el crujir de la masa. — Recuérdame que le de las felicitaciones a la cocinera. Este pan podría ser el mejor que he probado en todos estos años. — Sonriente acercó el plato de pan ofreciéndoselo a Astor, quien había tomado un gran trozo de carne.
Probaba el queso de cabra, cuando la voz de Astor la distrajo, y el que le llamara prometida, de aquella forma la hizo enrojecer. Dejando un momento la comida le miró y sonrío, en las noches que había dormido sola había pensado en todo ello. — Pensando que me traje lo que queda de los caballos de mi familia a tus establos, podríamos habernos conocido en alguna fiesta en la que yo estuviera presentando mis caballos y tú, buscando un nuevo corcel quizás. —Le sonrío mirándole fijamente con una expresión dulce y risueña, soñando despierta en lo que le habría gustado que todo fuera así con él, que de verdad no debieran de mentir. Astor la turbaba tanto, que solo verlo aquel primer día en el claro del bosque, a su lado le había faltado el aliento cautivada por sus ojos. — Un baile, una fiesta…y de allí algún encuentro más hasta que terminamos enamorados el uno del otro. —Aquella idea era tan tentadora, pero entonces cayó en lo que había dicho y frunció el ceño. — También si quieres podemos decir que es un matrimonio por conveniencia tras la muerte de mi familia, y que tú te ofreciste a protegerme, convirtiéndome en tu prometida y más adelante esposa. De esta forma no tendrás que fingir tanto a los demás. —Añadió nerviosa por su respuesta, esperando que descartara aquello de por conveniencia. — Y la fecha…mmm. Me gustaria que fuera en primavera. —Sonrío dulcemente mirandole— Para no apresurarnos, podríamos esperar unos meses, cuatro meses… y decir que estamos esperando que el duelo de mi familia termine para festejar nuestro matrimonio. O si deseas puede ser mas tarde… o más temprano. Dime, tenías algo pensado? —Le preguntó deseosa de escuchar lo que tenia para decirle y descubrir así que pensaba él de aquel matrimonio, el que ahora quizás en pocos minutos tendría fecha de boda para sorpresa de ella, y de ambos.
Corinne Strasse- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/08/2013
Re: Tú, yo. Nosotros [Privado]
La belleza complace los ojos; la dulzura encadena el alma.
Voltaire
Cuando Corinne hablaba le hacía ver a si mismo como si siempre estuviese buscando el momento de reprenderle y aunque en esos momentos era bastante parecido a eso lo que hacía, la verdad es que no podía evitar no pensar en ella. No le molestaba que estuviera a su lado o que durmiera con él, la cosa es que no deseaba terminar encariñandose con ella, solo para que después las cosas terminaran mal como con Danna, una mujer había sido suficiente como para darse cuenta de que las cosas no siempre eran lo que se deseaban.
Claro que no había dicho nada al sentir el cuerpo de Corinne cerca de él por la noche, ¿Qué iba a decirle? Lo que más le gustaba últimamente era ver la sonrisa en ese bello rostro y sentir la calidez de ese cuerpo, tanto que incluso creyó que era un sueño pero era más que eso, ella era real.
Astor creía que su deber estaba en alejarle, en protegerla de lo único que podría dañarle y eso era él mismo. Estaba convencido de que la licántropo encontraría protección de su parte contra todo y todos los agentes externos que intentaran dañarle, pero con él mismo, parecía ser que conforme más intentaba crear aquella barrera entre ellos le era mucho más complicado mantener la distancia con aquella mujer que poco a poco parecía hacerse espacio en su vida. Tampoco era que quisiera negarle la entrada ya que estaba irremediablemente ligado a ella y esas eran las cosas que tanto le confundían y que le impedían dormir de la manera en la que deseaba de noche.
– No dije nada precisamente porque estaba dormido, pero ya te dije que no es problema que vengas cuando realmente no puedas conciliar el sueño. Después de todo dormir es importante y no hacerlo terminara por traerte consecuencias; prefiero que vengas a media noche a que no duermas.
Espero la explicación para que Shack estuviese tan cómodamente en su cuarto y lo que escucho fue una razón que le pareció bastante justa para que el perro estuviese dentro, con todo y eso no le agradaba tener que verlo en su cama. Su seriedad se debía gran parte por el perro pero cuando escucho que su primera opción era dormir con el animal y después con él, esas palabras le hicieron molestar realmente mucho más que el acto de entrar al perro a la casa. No existía razón para que enojara por algo así, lo sabía pero aun así le era imposible sentir algo que nunca antes había sentido dentro de si mismo.
– La siguiente vez no importa ya si es que estas muy asustada o no, en el momento en el que no puedas dormir ven inmediatamente a mi cuarto, nada de que Shack te haga compañía para el miedo – desvió su mirada entonces de ella – si tanto temes a algo para eso estoy yo, te dije que te protegería y cuidaría de cualquier cosa y eso incluye las pesadillas – prefería tenerla a su lado, ahí donde podía sentir su cercanía y su calor a tener que compartirla con aquel animal. Su derecho sobre Corinne era inexistente, lo sabía, ella podía hacer lo que deseara, ya fuera dormir con el perro e incluso con algún otro hombre pero esa simple idea le hervía la sangre, tanto que prefería ignorarla.
Tanto se había quedado pensando en otra cosa que solo el tacto de ella le saco de aquellos pensamientos y le sonrió.
– Acabo de despertar, ¿Cómo se supone que debo lucir? – suspiro. Agradecía que ella le hubiese sacado de aquellos pensamientos y que la mordida de Shack les diera algo más en que enfocarse que en el otro; aunque realmente eso no duro mucho tiempo pues ambos fueron atraídos lentamente hasta que el que llamaran a la puerta volvió a alejarles, esta vez solo para que el inquisidor se culpara a si mismo de todas esas imprudencias y tratara de calmarse.
– Eres amable porque no cualquiera haría eso, muchos no se dignan ni siquiera a saber como es que se llama el chico de la correspondencia y bueno, no sé cual fue tu situación – se encogió ligeramente de hombros – pero supongo que eso es algo que deberé de saber considerando que ahora viviremos juntos y nos casaremos – todo lo decía como si fuese una transacción que era indispensable se realizara, de esa manera parecía al menos que las cosas eran menos personales y que no se enfocaba tanto en la manera que lucia su cabello por la mañana o el brillo de sus ojos al verle – hay tanto que deberemos conocer del otro, que sería bueno comenzáramos por las cosas más sencillas ¿no crees? – pero por más que él quisiera ser completamente sincero, existían fragmentos de su vida que no podía revelarle a Corinne y para hacérselo notar estaban aquellas cartas que había lanzado a un lado, aunque dicho acto no paso desapercibido por ella – No, son solo cartas sin grandes noticias, cosas que ya esperaba y que se que contienen así que descuida mejor centremos nuestra atención en el desayuno – sonrió entonces mirándole comer y tomo también algo de pan que le ofrecía antes de comenzar a comer sin poder apartar su mirada de ella – Te lo recordare o se lo diré yo mismo a ella.
Termino de comer la carne para prestar atención a lo que ella decía, al parecer a diferencia de él, Corinne había planeado ya algunas cosas y eso le parecía de cierta manera encantador. Escucho primero las dos opciones para comprometerse que le daba y la verdad es que no le gustaba para nada la idea de que todo hubiese sido acordado. Era la verdad claro, pero igual deseaba más de ella que un simple matrimonio arreglado. Era demasiado pedir tal vez, sobre todo viviendo de parte de alguien como él, pero aun así lo que más quería era que ella no pensara en nadie más que en él.
– La idea de que nos conociéramos mientras trataba de comprar algunos caballos es lo mejor, porque nadie creería la idea de que me comprometí solo por conveniencia – le miro fijo – además, no es lo que toda mujer desea el enamorarse y casarse – suspiro – al menos podríamos decir que ha sido de esa manera para que la idea no termine por molestarte tanto – Astor no estaba nada molesto con la idea de que se enamorar de él y aunque él lo negara o intentara decir que no era de esa manera, parte de él estaba cayendo enamorado de Corinne y su sonrisa.
Su mano fue de manera instintiva a la mejilla de la loba y se quedo ahí, sintiendo aquella tez suave contra su mano.
– Nos casaremos entonces en primavera – sus palabras se suavizaron y su mirada se volvió como aquella que le dirigió los primeros días. Estaba demasiado comodo a su lado, como si llevara toda una vida estando al lado de ella. Realmente a ese paso terminaría por enloquecer, queriéndole cerca a ratos y lo más lejos posible al siguiente momento. Suspiro. – La verdad es que no había pensado mucho en lo de la boda, solo quiero que sea algo que te agrade a ti, para nosotros es necesario solo un traje y todo estaría listo – alejo su mano de ella – para ustedes es más complicado – su mano fue a la cintura de ella y descendió apenas un poco – un vestido, zapatos, flores… – le miro – También debemos hacer la presentación formal de todo y… – continuaría hablando pero había olvidado un detalle importante – ya vengo – termino por decir antes de levantarse y salir de nuevo en dirección a su habitación.
Tardo apenas escasos dos minutos en regresar y sin decir nada fue que tomo la mano izquierda de Corinne.
– Sabrás que no he tenido tiempo de salir ya que hemos estado juntos, pero pedí que lo trajeran para ti, aunque si te molesta o no te agrada, podemos ir a cambiarlo pero de esta manera todos sabrán que estamos oficialmente comprometidos – y sin decir más coloco un anillo en el dedo anular de aquella delgada mano. Ahora aquello era oficial, a menos que la loba terminara por decir otra cosa.
Voltaire
Cuando Corinne hablaba le hacía ver a si mismo como si siempre estuviese buscando el momento de reprenderle y aunque en esos momentos era bastante parecido a eso lo que hacía, la verdad es que no podía evitar no pensar en ella. No le molestaba que estuviera a su lado o que durmiera con él, la cosa es que no deseaba terminar encariñandose con ella, solo para que después las cosas terminaran mal como con Danna, una mujer había sido suficiente como para darse cuenta de que las cosas no siempre eran lo que se deseaban.
Claro que no había dicho nada al sentir el cuerpo de Corinne cerca de él por la noche, ¿Qué iba a decirle? Lo que más le gustaba últimamente era ver la sonrisa en ese bello rostro y sentir la calidez de ese cuerpo, tanto que incluso creyó que era un sueño pero era más que eso, ella era real.
Astor creía que su deber estaba en alejarle, en protegerla de lo único que podría dañarle y eso era él mismo. Estaba convencido de que la licántropo encontraría protección de su parte contra todo y todos los agentes externos que intentaran dañarle, pero con él mismo, parecía ser que conforme más intentaba crear aquella barrera entre ellos le era mucho más complicado mantener la distancia con aquella mujer que poco a poco parecía hacerse espacio en su vida. Tampoco era que quisiera negarle la entrada ya que estaba irremediablemente ligado a ella y esas eran las cosas que tanto le confundían y que le impedían dormir de la manera en la que deseaba de noche.
– No dije nada precisamente porque estaba dormido, pero ya te dije que no es problema que vengas cuando realmente no puedas conciliar el sueño. Después de todo dormir es importante y no hacerlo terminara por traerte consecuencias; prefiero que vengas a media noche a que no duermas.
Espero la explicación para que Shack estuviese tan cómodamente en su cuarto y lo que escucho fue una razón que le pareció bastante justa para que el perro estuviese dentro, con todo y eso no le agradaba tener que verlo en su cama. Su seriedad se debía gran parte por el perro pero cuando escucho que su primera opción era dormir con el animal y después con él, esas palabras le hicieron molestar realmente mucho más que el acto de entrar al perro a la casa. No existía razón para que enojara por algo así, lo sabía pero aun así le era imposible sentir algo que nunca antes había sentido dentro de si mismo.
– La siguiente vez no importa ya si es que estas muy asustada o no, en el momento en el que no puedas dormir ven inmediatamente a mi cuarto, nada de que Shack te haga compañía para el miedo – desvió su mirada entonces de ella – si tanto temes a algo para eso estoy yo, te dije que te protegería y cuidaría de cualquier cosa y eso incluye las pesadillas – prefería tenerla a su lado, ahí donde podía sentir su cercanía y su calor a tener que compartirla con aquel animal. Su derecho sobre Corinne era inexistente, lo sabía, ella podía hacer lo que deseara, ya fuera dormir con el perro e incluso con algún otro hombre pero esa simple idea le hervía la sangre, tanto que prefería ignorarla.
Tanto se había quedado pensando en otra cosa que solo el tacto de ella le saco de aquellos pensamientos y le sonrió.
– Acabo de despertar, ¿Cómo se supone que debo lucir? – suspiro. Agradecía que ella le hubiese sacado de aquellos pensamientos y que la mordida de Shack les diera algo más en que enfocarse que en el otro; aunque realmente eso no duro mucho tiempo pues ambos fueron atraídos lentamente hasta que el que llamaran a la puerta volvió a alejarles, esta vez solo para que el inquisidor se culpara a si mismo de todas esas imprudencias y tratara de calmarse.
– Eres amable porque no cualquiera haría eso, muchos no se dignan ni siquiera a saber como es que se llama el chico de la correspondencia y bueno, no sé cual fue tu situación – se encogió ligeramente de hombros – pero supongo que eso es algo que deberé de saber considerando que ahora viviremos juntos y nos casaremos – todo lo decía como si fuese una transacción que era indispensable se realizara, de esa manera parecía al menos que las cosas eran menos personales y que no se enfocaba tanto en la manera que lucia su cabello por la mañana o el brillo de sus ojos al verle – hay tanto que deberemos conocer del otro, que sería bueno comenzáramos por las cosas más sencillas ¿no crees? – pero por más que él quisiera ser completamente sincero, existían fragmentos de su vida que no podía revelarle a Corinne y para hacérselo notar estaban aquellas cartas que había lanzado a un lado, aunque dicho acto no paso desapercibido por ella – No, son solo cartas sin grandes noticias, cosas que ya esperaba y que se que contienen así que descuida mejor centremos nuestra atención en el desayuno – sonrió entonces mirándole comer y tomo también algo de pan que le ofrecía antes de comenzar a comer sin poder apartar su mirada de ella – Te lo recordare o se lo diré yo mismo a ella.
Termino de comer la carne para prestar atención a lo que ella decía, al parecer a diferencia de él, Corinne había planeado ya algunas cosas y eso le parecía de cierta manera encantador. Escucho primero las dos opciones para comprometerse que le daba y la verdad es que no le gustaba para nada la idea de que todo hubiese sido acordado. Era la verdad claro, pero igual deseaba más de ella que un simple matrimonio arreglado. Era demasiado pedir tal vez, sobre todo viviendo de parte de alguien como él, pero aun así lo que más quería era que ella no pensara en nadie más que en él.
– La idea de que nos conociéramos mientras trataba de comprar algunos caballos es lo mejor, porque nadie creería la idea de que me comprometí solo por conveniencia – le miro fijo – además, no es lo que toda mujer desea el enamorarse y casarse – suspiro – al menos podríamos decir que ha sido de esa manera para que la idea no termine por molestarte tanto – Astor no estaba nada molesto con la idea de que se enamorar de él y aunque él lo negara o intentara decir que no era de esa manera, parte de él estaba cayendo enamorado de Corinne y su sonrisa.
Su mano fue de manera instintiva a la mejilla de la loba y se quedo ahí, sintiendo aquella tez suave contra su mano.
– Nos casaremos entonces en primavera – sus palabras se suavizaron y su mirada se volvió como aquella que le dirigió los primeros días. Estaba demasiado comodo a su lado, como si llevara toda una vida estando al lado de ella. Realmente a ese paso terminaría por enloquecer, queriéndole cerca a ratos y lo más lejos posible al siguiente momento. Suspiro. – La verdad es que no había pensado mucho en lo de la boda, solo quiero que sea algo que te agrade a ti, para nosotros es necesario solo un traje y todo estaría listo – alejo su mano de ella – para ustedes es más complicado – su mano fue a la cintura de ella y descendió apenas un poco – un vestido, zapatos, flores… – le miro – También debemos hacer la presentación formal de todo y… – continuaría hablando pero había olvidado un detalle importante – ya vengo – termino por decir antes de levantarse y salir de nuevo en dirección a su habitación.
Tardo apenas escasos dos minutos en regresar y sin decir nada fue que tomo la mano izquierda de Corinne.
– Sabrás que no he tenido tiempo de salir ya que hemos estado juntos, pero pedí que lo trajeran para ti, aunque si te molesta o no te agrada, podemos ir a cambiarlo pero de esta manera todos sabrán que estamos oficialmente comprometidos – y sin decir más coloco un anillo en el dedo anular de aquella delgada mano. Ahora aquello era oficial, a menos que la loba terminara por decir otra cosa.
Astor Gray- Condenado/Licántropo/Clase Alta
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Re: Tú, yo. Nosotros [Privado]
No hay disfraz que pueda largo tiempo ocultar el amor donde lo hay, ni fingirlo donde no lo hay.
François De La Rochefoucauld
Lo último que habría esperado Corinne de él, tras decirle y repetirle que solo fuera a él en las noches que las pesadillas fueran demasiado para ella, que de pronto tomaría y deshaciendo sus palabras, le diría que podía ir a dormir con él, en cualquier situación, ya fueran pesadillas extremas o más leves con las que le costara conciliar el sueño. Ella asintió completamente perdida y confundida, como siempre se encontraba en presencia del joven, que tenía el hábito apenas conocerla de contradecirse, mareándola constantemente.François De La Rochefoucauld
— Así lo haré entonces...cuando tenga pesadillas acudiré a ti. — Dijo con una suave sonrisa, solo delatándole la confusión que la embargaba en el brillo de sus ojos, que al contrario de su feliz sonrisa, estos no brillaban como siempre acostumbraban. No le entendía, un segundo era duro y al siguiente se volvía tierno, recordándole a aquel Astor que durmió con ella la última noche en su casa y la despertó con una bella sonrisa. Suspiró y asintió de nuevo a sus últimas palabras, que hicieron que se volviera a verle y lentamente fueran acercándose hasta que Shack les interrumpió y ella acudiera rápidamente con la bata de Astor cubriendo su cuerpo a ver quien andaba a esas horas en la entrada de su casa. — Luces como todo un jovencito, tierno y adorable. —Dijo por eso antes de salir por la puerta, llevándose con ella la última imagen de él, despeinado, mirándola fijamente, con una pequeña sonrisa curvando sus labios y el ceño fruncido. Y así sonriente fue que descubrió al jovencito del correo y habló con él, terminando por darle las cartas a Astor cuando este apareció detrás de ella y encaminándose a la mesa, se sentó a desayunar, mientras el tema de la boda se hablaba.
Esperando sus respuestas no podía dejar de mirarle de reojo y buscar sus miradas como analizar sus gestos, el movimiento de sus labios y la forma en que tenia por tomar los cubiertos. Tenía unas manos grandes, no tan suaves como las suyas, pero tampoco las tenía demasiado curtidas, aunque si eran fuertes y marcadas. Podía jurar que aquellas manos tanto podían acariciarte como llevarte a tu último soplo de vida, como ya intentó al conocerla, tras el encuentro con las dos bestias una noche de luna llena. ¿Algún día le contaría el porqué había deseado asesinarla? A veces veía en sus pesadillas, aquella mirada que le dedicó mientras ella con fuerza intentaba tomar el aire que le era bloqueado por una de esas manos que apretaba el cuello, impidiéndole respirar, la tenía grabada en la mente. Solo esperaba no ver más esa mirada en él, coincidió viéndole comer la carne y tomar un poco del pan que le ofrecía.
— Si, deberíamos saber las pequeñas cosas del uno al otro. Todo y que tu llevas ventaja sobre mí, en mi casa ya te conté muchas cosas, por lo que de entre los dos, el misterioso eres tú. —Clavó sus ojos en él y le sonrío todo lo amablemente que pudo, sintiéndose por dentro morir. ¿Como podía hablarle de aquella vil forma? Parecía que estuvieran hablando de un negocio, de algo ajeno a ellos, y en lo contrario, el matrimonio que los uniría era algo que les implicaba. Quizás no tanto como debía de haber sido, como cuando un lazo amoroso los une, pero sí como algo que si llevaban adelante, y ella quería hacerlo, de manera u otra los uniría irremediablemente. Y al menos por ella, podría esperar fidelidad completa, porque no se imaginaba con nadie más que no fuera él.
Volviendo su atención a su plato y al queso que comía junto una tostada, sonrío. — Si algún día te urge una carta, dímelo antes y aquel día te las llevaré enseguida. En mi casa todas eran importantes por lo que enseguida las abría mi padre. — Tras su comentario se quedó en silencio unos segundos, en los que se maldecía a si misma por acordarse de su familia. Por suerte para salir del incomodo momento fue que alabó el pan y a la cocinera que lo había preparado, alejándola de aquellos pensamientos dolorosos para ella. — Recuérdamelo... hoy o un día de estos me gustaría conocer a todos los que te sirven y trabajan para ti. Por si algún día no estás y surja algo, pueda arreglármelas yo sola en la casa. —Le miró— Claro, si no te importa. —Añadió esperando que él le diera su aprobación o por lo contrario se lo denegara, dejando a cargo su casa en su ausencia a la ama de llaves, si es que tenía alguna.
Terminando de comer su tostada, fue que habló sobre lo que tenía pensado de la boda y lo que debían de hablar antes de decir nada y hablar con más gente, pues ya era cuestión de tiempo que en unos días la gente quisiera saber más de ella y su matrimonio. — Yo también opino que aquella idea sea la mejor, siempre podemos decir que solo mirarnos nos enamoramos y en pocos días nos comprometimos. Somos jóvenes y los jóvenes en ocasiones hacen grandes locuras... —Río suavemente y también le miro fijo, rezando en su cabeza de que Astor pudiera sentir algo por ella, lo suficiente por lo menos para tener un futuro más cercano a lo que harían creer a los demás, que de lo que tenían. — No me molesta Astor...si no deseamos fingir podemos aclarar que es por conveniencia. Todo y que no me gustaría si te soy sincera. No me gusta que solo se vea como una transacción. Yo... — Quisiera un amor de verdad, que me amaras, poder relatar nuestra historia como la de dos enamorados que solo mirarse y pasar unos días juntos, cayeron embobados el uno al otro...Pensó dejando escapar un suspiro sin poder seguir con sus palabras, siendo en aquel momento cuando la mano ajena terminó en su mejilla, la que se ruborizó ante aquella inesperada caricia y acercamiento. Mordiéndose el labio le miró, cerrando un momento los ojos cuando lo que deseaba oír finalmente oyó. En primavera seria la boda. Sonrío y abrió los ojos encantada por la noticia, apenas quedaban pocos meses, pero lo suficiente para poder planear la boda con calma.
— Gracias por dejarme escoger cuando hacer la boda. Primavera...será la estación ideal para celebrar nuestra unión. —Dijo por unos segundos con los ojos brillando de nuevo ilusionados, le miró con amor y sonrío. Ahora en aquel acercamiento, en aquel momento volvía a sentirse como se sintió aquellos primeros días a su lado. Placida, cómoda y tranquila a su lado, como nerviosa y anhelante de sus besos, tras aquellos primeros. Quería y deseaba con todas sus fuerzas ir a por él, abrazarle y besarle. Necesitaba sentirle cerca de ella, antes de que de nuevo Astor se enfriara y volviera a cambiar, tomando la faceta impersonal con la que muchas veces le hablaba. Cuando la mano de él bajó hacia su cintura sintió su cuerpo ligeramente temblar, y sus mejillas colorearse. Asintió a sus palabras, mirándole fijamente a ratos bajando a verle los labios con deseo, hasta que bajo su sorpresa antes de que pudiera decir más se levantó y salió del salón en un andar decidido hacia su habitación.
— ¿Astor? —Preguntó extrañada viéndole desaparecer de la habitación. Frunció el ceño oyendo como abría unos cajones y luego volvía a cerrarlos, y tras aquel ruido volvía tras sus pasos de nuevo a ella, pero esta vez en vez de sentarse a su lado y seguir conversando, tomó la mano izquierda de ella. Corinne le escuchó sintiendo tras cada una de sus palabras como las mariposas que sentía en su estomago revoloteaban en ella, hasta que como imaginó tras aquellas últimas palabras que le dijo, le vio colocando un anillo en su dedo. Se quedó unos instantes en silencio, admirando el anillo que le había puesto y sonriendo, tras constatar de que era todo real, que estaba sucediendo sin que Astor lo viera venir se abrazó a él radiante de felicidad, olvidando por unos segundos que quizás él no sentía lo mismo que ella, pero teniendo en cuenta más que nunca los sentimientos que nacían de ella al estar con él.
— ¡Si quiero! Si quiero! —Musitó sin poder dejar de sonreír alzando la mirada hacia él. — Es precioso. No habrías podido encontrar alguno mejor... ¡Es perfecto Astor! —Le dijo volviendo su mirada al anillo, volviendo luego de nuevo a mirarle. — Gracias, gracias...yo nunca imaginé esto, me hiciste tan feliz. — Irradiaba felicidad y por unos instantes se vio tentada a decirle lo que su corazón deseaba revelarle, pero mordiéndose los labios se contuvo con miedo a expresarse en voz alta y que todo aquello desapareciera y la dejara sola por quererlo todo, incluyendo un final feliz y real entre ambos, por lo que tras sonreír y negar con la cabeza, al verle la intención de hablar y decirle algo, fue que alzándose de puntillas, juntó sus labios contra los de él y le besó. Al principio tiernamente, subiendo lentamente de intensidad, hasta rodearle el cuello con sus brazos y permanecer bebiendo de aquellos labios que igual que los suyos parecían anhelantes de mucho más.
Corinne Strasse- Licántropo Clase Alta
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Re: Tú, yo. Nosotros [Privado]
Es lo mejor que me ha pasado.
La quiero más que a mí mismo.
Matthew Quick
Tierno y adorable no eran precisamente las palabras que espera escuchar de ella, de hecho, nunca había esperado escucharlas de nadie pero si en algún punto hubiese sabido que eso sucedería, sin dudas, habría elegido a Corinne para que le dijera aquello. Además de ser la única capaz de llenarle el cuerpo entero de confusiones y sacarle las sonrisas más inesperadas, era a la única que se concebía permitiéndole decir aquellas cosas con todo y que le gruñera a modo de mostrar malestar; siempre que ella no le veía después de todas aquellas muestras de afecto, terminaba por sonreír, sintiéndose solamente más encadenado a ella. Llegaba incluso a puntos en los que le era complicado imaginarse nuevamente solo y eso que no llevaban tanto tiempo juntos; Astor temía a la necesidad de ella, a esa preocupación que aunque negaba, se mantenía latente; ¿Qué pasaría si ella desaparecía? Si la loba era nada más que un sueño, deseaba permanecer en ese sueño eternamente con todo y que significara perderse de la realidad.
Mientras tomaban el desayuno se sentía tranquilo, en momentos en que los dos estaban calmados, sobre todo él, parecían realmente una pareja que se quería y buscaban estar uno al lado del otro todo tiempo. Eso era parte de lo que debía mostrar cuando fueran a la presentación de Corinne en el Palacio Royale. Para Astor, no era realmente complicado mostrar su comodidad al lado de la loba, solo que no deseaba que ella terminara metida en algo que su trabajo como inquisidor la pusiera en peligro. Había estado tanto tiempo alejando todo de su vida que ahora que verdaderamente no quería alejar a alguien, debía de hacerlo al menos un poco; parecer un hombre distante que se casaba solo por la promesa hecha antes, fingir que no sentía nada por ella cuando parecía que el mundo se le venía abajo si estaban lejos, decirle que no la quería ver dormir a su lado cuando el calor del cuerpo de Corinne a su lado era lo mejor de las noches en casa.
Todo era tan sencillo y a la vez tan complicado.
Estaba consciente de que su tono de voz en momentos la lastimaba, lo veía en la manera en que sus ojos brillaban con menor intensidad y la sonrisa en su rostro se volvía un poco más melancólica. Como quería en esos momentos protegerla como las noches que pasaron juntos lejos de todo, allá en la casa de Corinne donde era un inquisidor lejos de todo, más que eso, era simplemente un hombre que se estaba permitiendo caer por la mujer que podría cambiar toda su vida.
El matrimonio de ambos era tratado por le licántropo con toda la frialdad de la que era capaz, aunque en determinados momentos se le escapara de las manos los deseos reales de estar al lado de ella. Un suspiro salió de sus labios cuando su prometida menciono que él era el misterioso. Sí, lo era; pero todo eso era para mantenerla a salvo, ¿Qué diría ella cuando supiera que era un inquisidor? ¿Se dejaría tocar por aquellas manos que quitaron tantas vidas? Lo dudaba. Corinne era frágil, amable… él solo un asesino.
– No es que sea un misterio, es simplemente que no tengo grandes cosas que contar. Mi vida siempre ha sido muy aburrida así que – se encogió de hombros, fingiendo en que aquello que decía era la verdad – no sé, ¿Que quieres saber? – en base a la respuesta de ella, sabría en que más mentir y en que ser un poco más sincero.
Si bien las mentiras no podían mantenerse por siempre, el lobo estaba dispuesto a ocultar todo aquello por el tiempo que fuera necesario, hasta que ella se enterase de todo y paulatinamente terminara por dejarle. Una sonrisa más de tristeza que de nada, se asomo a sus labios. Cuando fuera el momento en que ella planeara dejarle ¿Podría él dejarle ir? Decía que si, quería pensar que si; esperaba que ella se detuviera en cierto punto, que n tratara de entrar más en él porque si seguía como hasta esos momentos, no le dejaría ir jamás.
Le miro preocupado cuando hablo de su padre, aquel hombre había muerto asesinado por uno de los suyos y pronto, ella sería como ese animal que mataba sin consideración alguna pero al menos él estaría a su lado para tratar de cuidarle aún así.
– Las cartas aquí no suelen ser importantes, así que no hay problema – toda la correspondencia que solía recibir era de la inquisición y muy extraña vez de los negocios que llevaba fuera de las cacerías de sobrenaturales.
Volvió a su propio plato, se hizo un silencio entre ambos que no duro mucho tiempo y la miro de nueva cuenta.
– Sí, pensaba presentarte a todos ya que existirán ocasiones en que deba ausentarme varios días y quiero que te sientas lo más cómoda y segura posible en nuestro hogar. Las personas que están al cuidado de la casa son en realidad muy pocas y todas trabajan bajo el mandato de la ama de llaves, te la presentare a ella y los demás – sonrió – ellos se presentaran solos, después de todo que alguien nuevo viva en la casa debe tenerlos intrigados a todos, mucho más con lo que se habla sobre ti – También había escuchado sobre lo que los vecinos decían de ella y no le extrañaba para nada.
No dijo nada en un inicio al escucharle hablar sobre la manera en que decía del amor a primera vista y que se hacían grandes locuras. Ella era su gran locura y sin duda alguna su amor a primera vista. N tenía otra forma de explicarse a si mismo porque cuando estaba a segundos de matarla se arrepintió o porque estuvo a su lado y le pidió que se casaran.
– Entiendo – bajo su mirada a una jarra que había con agua – Mi gran locura… – susurro aquello antes de dirigir su mirada y dejarla fija en ella. Los ojos de ambos estaban fijos en el otro, Astor escuchaba cada una de las palabras de Corinne y aprovechando la pausa que dio ella, intervino – entonces no diremos que es una transacción, además nadie creería que me casaría por algo como eso. No hay otra explicación para que decida casarme que no sea que realmente… – antes de continuar se dio cuenta de lo que estaba por decir – bueno tu sabes, ya lo has dicho. Se hacen grandes locuras y los amores a primera vista son causantes de eso – trato de desviar la atención de aquellas palabras que estuvieron muy cercanas a salir de sus labios y que hubiesen sonado como una confesión.
No podía negarle la posibilidad de tener todo lo que las mujeres buscaban. Aquel según sabía y se escuchaba por todos lados era un día especial para ellas; quizás no pudiera darle aquel a quien realmente amara para estar a su lado, pero él haría todo lo que estuviese a su alcance para hacerle feliz el tiempo que estuviesen juntos.
Había escuchado su voz tras él cuando salió en dirección a buscar el anillo y solo cuando regreso para colocarlo en el dedo de Corinne fue que sonrío. La loba se miraba el dedo pero no decía nada y eso hizo que la sonrisa de Astor desapareciera, creyendo que había hecho algo mal.
– ¿No te gusta? – apenas salió aquella pregunta de sus labios y la sonrisa ilumino el rostro femenino, provocando que nuevamente el inquisidor sonriera – ¿No lo imaginaste? Pero si eres mi prometida y… – iba a continuar, a decir nuevamente que eso era lo que se esperaba que se hiciera cuando los labios de prometida tocaron los suyos y Astor se dejo llevar.
La beso con la necesidad que tenía de ella, de su cercanía y de saberle real. Le rodeo sin dudar la cintura para acercarla más a él aumentando la intensidad del beso y llegando a morderle suavemente el labio inferior antes de separarse de ella y se quedo mirándola. Esas eran la clase de cosas que iban a acabar con él sin duda alguna, con todo y que lo sabía no la soltó, se limito simplemente a observarla tratando de grabarse por siempre la imagen de aquella mujer que le alejaba de la soledad.
– Me alegra que seas feliz… – su voz era apenas un susurro y el inquisidor termino por juntar su frente con la de ella – siempre voy a hacer todo para que lo seas, solo… – iba a pedirle que se quedara a su lado por siempre, que sin importar que sucediera no lo dejara y que no preguntara nada sobre él, que él le diría todo lo prudente; pero fue incapaz de hacerlo.
Suavemente solto la cintura de Corinne y se alejo de ella.
– ¿Qué más deseas para la boda? Dime lo que quieras – le sonrió aunque no quería hacerlo realmente. Solo quería estar cerca de ella y que aquel calor que ella despedía le hiciera olvidarse de todo.
La quiero más que a mí mismo.
Matthew Quick
Tierno y adorable no eran precisamente las palabras que espera escuchar de ella, de hecho, nunca había esperado escucharlas de nadie pero si en algún punto hubiese sabido que eso sucedería, sin dudas, habría elegido a Corinne para que le dijera aquello. Además de ser la única capaz de llenarle el cuerpo entero de confusiones y sacarle las sonrisas más inesperadas, era a la única que se concebía permitiéndole decir aquellas cosas con todo y que le gruñera a modo de mostrar malestar; siempre que ella no le veía después de todas aquellas muestras de afecto, terminaba por sonreír, sintiéndose solamente más encadenado a ella. Llegaba incluso a puntos en los que le era complicado imaginarse nuevamente solo y eso que no llevaban tanto tiempo juntos; Astor temía a la necesidad de ella, a esa preocupación que aunque negaba, se mantenía latente; ¿Qué pasaría si ella desaparecía? Si la loba era nada más que un sueño, deseaba permanecer en ese sueño eternamente con todo y que significara perderse de la realidad.
Mientras tomaban el desayuno se sentía tranquilo, en momentos en que los dos estaban calmados, sobre todo él, parecían realmente una pareja que se quería y buscaban estar uno al lado del otro todo tiempo. Eso era parte de lo que debía mostrar cuando fueran a la presentación de Corinne en el Palacio Royale. Para Astor, no era realmente complicado mostrar su comodidad al lado de la loba, solo que no deseaba que ella terminara metida en algo que su trabajo como inquisidor la pusiera en peligro. Había estado tanto tiempo alejando todo de su vida que ahora que verdaderamente no quería alejar a alguien, debía de hacerlo al menos un poco; parecer un hombre distante que se casaba solo por la promesa hecha antes, fingir que no sentía nada por ella cuando parecía que el mundo se le venía abajo si estaban lejos, decirle que no la quería ver dormir a su lado cuando el calor del cuerpo de Corinne a su lado era lo mejor de las noches en casa.
Todo era tan sencillo y a la vez tan complicado.
Estaba consciente de que su tono de voz en momentos la lastimaba, lo veía en la manera en que sus ojos brillaban con menor intensidad y la sonrisa en su rostro se volvía un poco más melancólica. Como quería en esos momentos protegerla como las noches que pasaron juntos lejos de todo, allá en la casa de Corinne donde era un inquisidor lejos de todo, más que eso, era simplemente un hombre que se estaba permitiendo caer por la mujer que podría cambiar toda su vida.
El matrimonio de ambos era tratado por le licántropo con toda la frialdad de la que era capaz, aunque en determinados momentos se le escapara de las manos los deseos reales de estar al lado de ella. Un suspiro salió de sus labios cuando su prometida menciono que él era el misterioso. Sí, lo era; pero todo eso era para mantenerla a salvo, ¿Qué diría ella cuando supiera que era un inquisidor? ¿Se dejaría tocar por aquellas manos que quitaron tantas vidas? Lo dudaba. Corinne era frágil, amable… él solo un asesino.
– No es que sea un misterio, es simplemente que no tengo grandes cosas que contar. Mi vida siempre ha sido muy aburrida así que – se encogió de hombros, fingiendo en que aquello que decía era la verdad – no sé, ¿Que quieres saber? – en base a la respuesta de ella, sabría en que más mentir y en que ser un poco más sincero.
Si bien las mentiras no podían mantenerse por siempre, el lobo estaba dispuesto a ocultar todo aquello por el tiempo que fuera necesario, hasta que ella se enterase de todo y paulatinamente terminara por dejarle. Una sonrisa más de tristeza que de nada, se asomo a sus labios. Cuando fuera el momento en que ella planeara dejarle ¿Podría él dejarle ir? Decía que si, quería pensar que si; esperaba que ella se detuviera en cierto punto, que n tratara de entrar más en él porque si seguía como hasta esos momentos, no le dejaría ir jamás.
Le miro preocupado cuando hablo de su padre, aquel hombre había muerto asesinado por uno de los suyos y pronto, ella sería como ese animal que mataba sin consideración alguna pero al menos él estaría a su lado para tratar de cuidarle aún así.
– Las cartas aquí no suelen ser importantes, así que no hay problema – toda la correspondencia que solía recibir era de la inquisición y muy extraña vez de los negocios que llevaba fuera de las cacerías de sobrenaturales.
Volvió a su propio plato, se hizo un silencio entre ambos que no duro mucho tiempo y la miro de nueva cuenta.
– Sí, pensaba presentarte a todos ya que existirán ocasiones en que deba ausentarme varios días y quiero que te sientas lo más cómoda y segura posible en nuestro hogar. Las personas que están al cuidado de la casa son en realidad muy pocas y todas trabajan bajo el mandato de la ama de llaves, te la presentare a ella y los demás – sonrió – ellos se presentaran solos, después de todo que alguien nuevo viva en la casa debe tenerlos intrigados a todos, mucho más con lo que se habla sobre ti – También había escuchado sobre lo que los vecinos decían de ella y no le extrañaba para nada.
No dijo nada en un inicio al escucharle hablar sobre la manera en que decía del amor a primera vista y que se hacían grandes locuras. Ella era su gran locura y sin duda alguna su amor a primera vista. N tenía otra forma de explicarse a si mismo porque cuando estaba a segundos de matarla se arrepintió o porque estuvo a su lado y le pidió que se casaran.
– Entiendo – bajo su mirada a una jarra que había con agua – Mi gran locura… – susurro aquello antes de dirigir su mirada y dejarla fija en ella. Los ojos de ambos estaban fijos en el otro, Astor escuchaba cada una de las palabras de Corinne y aprovechando la pausa que dio ella, intervino – entonces no diremos que es una transacción, además nadie creería que me casaría por algo como eso. No hay otra explicación para que decida casarme que no sea que realmente… – antes de continuar se dio cuenta de lo que estaba por decir – bueno tu sabes, ya lo has dicho. Se hacen grandes locuras y los amores a primera vista son causantes de eso – trato de desviar la atención de aquellas palabras que estuvieron muy cercanas a salir de sus labios y que hubiesen sonado como una confesión.
No podía negarle la posibilidad de tener todo lo que las mujeres buscaban. Aquel según sabía y se escuchaba por todos lados era un día especial para ellas; quizás no pudiera darle aquel a quien realmente amara para estar a su lado, pero él haría todo lo que estuviese a su alcance para hacerle feliz el tiempo que estuviesen juntos.
Había escuchado su voz tras él cuando salió en dirección a buscar el anillo y solo cuando regreso para colocarlo en el dedo de Corinne fue que sonrío. La loba se miraba el dedo pero no decía nada y eso hizo que la sonrisa de Astor desapareciera, creyendo que había hecho algo mal.
– ¿No te gusta? – apenas salió aquella pregunta de sus labios y la sonrisa ilumino el rostro femenino, provocando que nuevamente el inquisidor sonriera – ¿No lo imaginaste? Pero si eres mi prometida y… – iba a continuar, a decir nuevamente que eso era lo que se esperaba que se hiciera cuando los labios de prometida tocaron los suyos y Astor se dejo llevar.
La beso con la necesidad que tenía de ella, de su cercanía y de saberle real. Le rodeo sin dudar la cintura para acercarla más a él aumentando la intensidad del beso y llegando a morderle suavemente el labio inferior antes de separarse de ella y se quedo mirándola. Esas eran la clase de cosas que iban a acabar con él sin duda alguna, con todo y que lo sabía no la soltó, se limito simplemente a observarla tratando de grabarse por siempre la imagen de aquella mujer que le alejaba de la soledad.
– Me alegra que seas feliz… – su voz era apenas un susurro y el inquisidor termino por juntar su frente con la de ella – siempre voy a hacer todo para que lo seas, solo… – iba a pedirle que se quedara a su lado por siempre, que sin importar que sucediera no lo dejara y que no preguntara nada sobre él, que él le diría todo lo prudente; pero fue incapaz de hacerlo.
Suavemente solto la cintura de Corinne y se alejo de ella.
– ¿Qué más deseas para la boda? Dime lo que quieras – le sonrió aunque no quería hacerlo realmente. Solo quería estar cerca de ella y que aquel calor que ella despedía le hiciera olvidarse de todo.
Astor Gray- Condenado/Licántropo/Clase Alta
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Re: Tú, yo. Nosotros [Privado]
Bésame y no será necesario que me digas cuánto me amas…
Anónimo
Anónimo
A Corinne ya no le preocupaba el no saber convivir con él, ya que en el no tan fondo de su alma, lo sabía. Le sería sumamente fácil acostumbrarse a estar con él en aquella casa, a ser realmente una devota esposa, criadora de caballos y amar mucho a su esposo. Podría entregar su vida por aquella certeza que conforme día a día iba pasando en su compañía se hacía más notorio, hasta que en ocasiones soñaba despierta con que todo aquello fuera verdad. Tan real como el suave y joven rostro que veía tan solo despertarse a su lado y del que intentaba contenerse a besar y sin embargo fallaba en su intento, no soportando no poder darle los buenos días aunque aquello le hiciera despertar molesto y gruñón por unos segundos. Allí viéndoles con él, parecían que desde siempre hubiesen estado juntos, convivido el uno junto al otro y no había ni gruñido, ni molestia, ni tampoco regaño de Astor que la hiciera sentirse incomoda en aquella mesa junto a él, en la que solo deseaba permanecer por años y siglos así de bien.
Corinne entre sorbo y sorbo de su leche, no podía dejar de ver a Astor, sonriendo divertida al verle en ocasiones como se le dibujaba un rastro de su desayuno en los labios o hasta como se le dibujaba un gracioso bigote blanco de su café al tomarlo. Sentía la tentación de acercársele y borrar todo rastro con sus labios, y así tener una excusa para besarle. Iría a molestarse, como hacía siempre pero más valía aquello que escuchar la frialdad con la que él se refería a toda su unión, aunque muchas veces los ojos le brillaban inusualmente cuando se lo encontraba viéndola fijamente. Sin desear comerse la cabeza con sus pensamientos, empezó a hablarle entre tostada y tostada, hasta que por una vez en aquellos días se vio libre para preguntarle todo lo que quisiera saber de él.
Con una sonrisa dejó lo que comía en el plato y le miró feliz. Deseaba conocerle más, llegar a conquistar de alguna forma su corazón y cada información que pudiera extraerse seria de ayuda. Le vio encogerse de hombros y río negando con la cabeza suavemente — Seguro eres muy interesante… siempre eres tan misterioso que haces que desea saber que secretos escondes. —Dijo sonriéndole sin tener idea de que era lo que le escondía su prometido. — Me gustaría saber todo de ti. — Al decir aquello se encogió de hombros igual que él y río, bajando unos instantes la mirada de sus oscuros orbes, concentrándose en que deseaba saber y que podría esperar a más adelante. — Me gustaría saber sobre tu trabajo. Creo que eres una especie de protector o soldado por el traje que he visto en tu habitación, pero no sé mucho más. Luego sobre si tienes familia y si los conoceré algún día, tus principales aficiones, tus gustos… ¿Dulce o salado? ¿Día o noche? Tus manías…. —Se quedó callada al verse muy habladora y sonrojada se mordió el labio inferior. — Una de mis manías es a veces hablar demasiado supongo. — Dijo en una especie de disculpa. Tampoco lo quería avasallar a preguntas y ella de él quería saberlo todo, resultándole difícil de controlar su lengua avispada muchas veces en su compañía.
El semblante de Astor resultaba tranquilo y apacible, hasta sonriéndole en ocasiones en las que a Corinne se le aceleraba el corazón. Adoraba su masculina voz, cada una de sus sonrisas, su forma de andar y moverse. Todo de aquel licántropo la llamaba, como si hubiera sido creada expresa para él, una mitad de su ser. Era por eso que no podía dejar de mirarle y sonreírle en lo que él hablaba y la hacía conocedora de mucha de la información que le había pedido. En unos efímeros segundos tras que terminó de hablar fue consciente de la sonrisa triste de Astor, con lo cual inconscientemente alargó la mano hacia la de él y tomándola entre la suya se la quedó unos instantes en su calidez, intentando así darle su apoyo para lo que fuera que hubiera pensado y lo hubiera puesto así. No me gusta que estés triste, parecía decir su mirada preocupada cuando ambos volvieron a encontrarse en una mirada que parecía decirlo todo o nada. Ambos se encontraban demasiado confundidos ante los inesperados sentimientos que nacían hacia el otro, en el caso de Corinne, aquellos sentimientos, lo que sentía cuando estaba con él la hacía soñar despierta cada segundo que se encontraba en su presencia.
Tras un silencio en el que pensativamente se volvió hacia su desayuno, le comentó lo de que debía presentarla ante el resto de sirvientes, arrepintiéndose tras unos segundos de sus palabras al decirle Astor que en ocasiones debería ausentarse varios días de la casa, dejándola sola. — Ausentarte varios días… ¿Por qué? —Preguntó intentando disimular su voz triste al pensar en aquello. — La casa es tan grande y sin tí… —Suspiró y asintió a sus otras palabras, sonriendo ante lo último. —Supongo que para ellos debo de ser una extranjera, la novedad del día… la nueva vecina. O tienes por costumbre llevar a muchachas a tu casa normalmente? —Le preguntó divertida, sabiendo que lo más seguro era de que no o no habría causada tanto revuelo su presencia en aquel pequeño y acogedor pueblo de las afueras de Paris.
Entonces volvieron al tema del matrimonio y Corinne siguió soñando, permitiéndose hacerlo más al caer en las palabras de Astor y tras una mirada intensa en la que cada uno estaba fijo en el otro fue que su dulce sonrisa volvió a su rostro. — Te entiendo y en verdad lo nuestro podría ser una gran locura. —Siguió mirándole fijamente sin atreverse a decir lo que de verdad deseaba decirle. — Dos jóvenes que se encuentran en una extraña situación que cambia las vidas por completo, luego ellos prometidos… y ahora una boda en camino. El destino tiene diferentes formas de hacer cruzar los caminos. — Y no me arrepiento de haberte conocido esa noche nevada, pensó de nuevo conteniéndose por no revelar lo que de verdad deseaba, con el miedo de que al saberlo, él huyera de ella. — Nos casaremos por… amor, entonces. —Añadió sonriente, sonrojándose como cada vez que le ocurría al hablar de sentimientos con él. Sus mejillas parecían querer delatarla cuando ella intentaba no descubrirse, como cuando en las noches acudía a dormir con él y solo tras que él yaciera dormido de nuevo, era que se abrazaba a él y se acurrucaba a su lado, buscando su contacto que él muchas veces le negaba.
Tras sus últimas palabras, Astor se levantó y Corinne acudió tras él, preocupada de que pudiera haber sido por algo que sin querer había dicho, encontrándose por unos segundos muda de expectación para terminar sonriendo dichosa y feliz, ilusionada con su anillo de compromiso, con aquel anillo que la unía a él en una promesa no muy lejana de llegar a ser alguien en su vida, porque si de algo estaba segura era de que intentaría que la amara, hasta si tuviera que comportarse y no hacerle gruñir o molestarse constantemente. Por él, haría cualquier cosa se dijo a sí misma en lo que sus labios rozaron los ajenos, besándose. La necesidad de Astor por profundizar el beso, sentir su cercanía contra el cuerpo de él, pronto hizo estragos en ella la que devolviéndole aquel sentimiento se encontró perdida por completo en la textura y sabor de él, hasta enlazar sus brazos en su cuello y apretarse contra Astor. Tras unos minutos se separó, Corinne jadeó suavemente contra él sintiendo como le mordía el labio inferior antes de separarse de ella y en un inesperado tierno gesto, el inquisidor juntó su frente contra la de ella a lo que ella le correspondía nuevamente con una sonrisa dichosa y unos ojos brillantes en cuando le miraban.
No podía simplemente no sonreír a su lado, con él todo parecía salir bien, estar en su lugar, perfecto. — Siempre estoy feliz… —Le dijo ella mirándole esperando que dijera algo más, cuando optando por quedarse callado se alejó de ella, terminando por soltarle también de la cintura. — Solo… dime que deseas, que ibas a decirme…? — Insistió viéndole huir de ella. Su sonrisa se entristeció y esta vez no hizo nada para ocultarlo, solo dejó que de forma breve desapareciera al oír la pregunta de él.
— Deseo que sea al aire libre, en los jardines… que sea en una bonita mañana y los pájaros canten para nosotros ese día, y muchas más cosas. Solo que ahora solo una sobresale de los demás deseos. — Esperó a tener su atención puesta en ella y solo cuando sintió su mirada en ella, prosiguió asegurándose que no cedieran las miradas. — Lo único que deseo es que vuelvas a besarme Astor. Por favor no dejes de besarme. No hoy… y tampoco mañana. Nunca dejes de hacerlo…— Estiró una de sus manos hacia él, esperando que se la tomara y volviera de nuevo junto a ella y se quedó esperando a que la tomara de nuevo o se alejara de ella, en ese caso rompiéndole su inocente y dulce prometida el corazón en ciento de pedazos.
Corinne Strasse- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/08/2013
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