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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Narcisse Capet Miér Sep 24, 2014 7:47 pm

“Me pregunto si las estrellas se iluminan con el fin de que algún día,
cada uno pueda encontrar la suya.”


La vida de Narcisse son constantes vueltas, espirales que no terminan como se supone deben de concluir, tiene demasiados ciclos inconclusos, muchos de ellos le han traido consecuencias graves, amarguras innecesarias, y odio a todo aquel que se le cruzara enfrente.

Cómo buena líder de una facción, tenía todo en orden, sus trabajadores eran eficientes, y todos tenían tiempo para poder descansar, o avanzar en otras actividades. Ella sabía delegar, poder ordenar todo cómo se le pedía, e incluso darse tiempo para generar otro tipo de pasatiempos, y fue por esa razón, que su curiosidad grande, y el recuerdo de lo que vivió tiempo atrás, le dieron una oportunidad maravillosa, una que jamás imaginó, y aunque cualquiera pudiera asegurar que jamás la verían en ese estado, pudo más sus deseos de hacer la diferencia con su ser, pero sobretodo con aquel pequeño. Así que se aventuró, era momento de hacerlo.

Eran exactamente las cinco de la mañana cuando tocaron con fuerza las grandes puertas de su propiedad. La inquisidora ya se encontraba arreglada cómo era debido. Llevaba puesto un vestido blanco con detalles verdosos en los costados. Su cabello se encontraba suelto y ondulado (pocas veces lo portaba de esa manera). Su tono de labios había pasado de ser un rojizo imponente a un rosáceo dulzón. ¿Para que mentir? Se encontraba nerviosa, no sabía que esperar, y mucho menos lo que debía de hacer. En su cabeza sólo se encontraba aquel expediente con un nombre que apenas tenía cuatro letras. Si el retrato que había visto del niño era casi parecido a él, podía adivinar que era un infante hermoso, dulce, y con una infancia interrumpida, una que debía volver a su cause como debía ser.

Los inquisidores resultaban ser más crueles de lo imaginado, incluso con un pequeño niño que merecía ser tratado con amor y bondad. ¿Qué podía esperar de ellos? Ella misma era una roca, una que iba a mostrar un lado distinto a todo lo demás enseñado por él; porque lo sabía, las corazonadas se lo decían.

Se subió al carruaje que había llegado por ella. El camino había sido breve, pero le resultó eterno. Aquel "santuario" que tanto conocía le resultó extraño, el silencio era abrumador y alarmante, sin embargo no se distrajo con eso, avanzó a paso decidido hasta el lugar donde debía de ser el primer encuentro. Bastaron un par de instrucciones para dejarlos solos.

Recostado, dormido, y mostrando esa inocencia que cualquier niño poseía, Narcisse sintió como en su corazón algo comenzaba a derretirse y la calidez se albergaba. Aquellos hermosos cabellos rubios apenas se notaban con la tenue luz de las lamparas de parafina encendidas. Con rapidez y sigilo se colocó en la cama alado del pequeño bulto. Se sentó y con cuidado tomó el hombro de la criatura para moverlo con suavidad.

Despierta, Yuri, es momento de conocernos — Susurró haciendo el esfuerzo para no ser tan brusca cómo lo era con la mayoría.
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Mensaje por Yuri Alekséyevich Miér Sep 24, 2014 8:42 pm


Bajo la bóveda celeste descansaba el edificio aletargado, inmóvil. Las horas se morían incesantemente en ese vaivén sigiloso llamado tiempo. La noche previa había sido agotadora, se tenía conocimiento de un par de insectos que seguramente darían problemas tarde o temprano a la organización, por tal motivo los altos mandos de tomaron la libertad de utilizar una de sus tantas defensas recluidas en su arsenal de soldados fieles. El pequeño había llegado hasta ahí de la misma forma que siempre, el ritual de ser vestido apropiado para la ocasión, no necesitaba armas puesto que el mismo representaba una. Bajó del carruaje y acompañado de un par de soldados más, inició la cacería de aquellos sobrenaturales.

En realidad nunca les importaba si el niño tenía que enfrentarse solo, la única inquietud era no perderle de vista, dado que ese don suyo aún se mostraba volátil e impreciso en ciertas ocasiones. Una vez terminada la tarea los huestes pusieron punto final a aquel problema y regresaron de vuelta a Yuri. Para desgracia de uno de ellos se tuvo que encargar del aseo personal del chiquillo por única ocasión, habían pasado un par de meses con la ausencia de personal disponible y capacitado para conllevar tal encomienda. De mala gana fue bañado y vestido para dormir. Justo antes de que el reloj marcara media noche, una carta había sido enviada para confirmar la presencia de alguien nuevo para llevar tal labor.

Los sueños de Yuri siempre eran los mismos, caminar a lado de su madre a quien él veía como una mujer bella, sonriente y con cabellera espesa la cual gustaba de jugar de vez en cuando, a medida que el sueño avanzaba esa efigie se perdía e iba difuminando paulatinamente en retazos de imágenes en blanco y negro y al final. Nada. Se mantuvo así hasta la madrugada, no despertó de la pesadilla aunque esta pareciera engullir en sus fauces el ápice de inocencia que el niño siempre mostraba, se encontraba apacible descasando sobre el mullido lecho cuando de manera sutil fue despertando de ese trance, regresando a la realidad que lo mantenía cautivo en esas cuatro paredes. Abrió sus orbes cristalinos para toparse con una imagen muy diferente a la que estaba habituado encontrar.

-¿Qui… quién eres?-
Inquirió aún semidormido.

Frotó suavemente sus ojos para mostrarse alerta, la voz dulce de aquella mujer le tomó por sorpresa definitivamente, ya que estaba acostumbrado a despertar a solas y recibir órdenes de inmediato. Irguió su pequeño cuerpo recargado en el respaldo y con las manos frotó nuevamente sus ojos. Ya despierto del todo fue inevitable regalar una sonrisa a aquella figura.

-Eres muy linda, pero aún no me has dicho tu nombre.-

Y es que a veces la curiosidad del pequeño era un detonante para que terminaran por aburrirse de sus cuestionamientos. Estiró la mano hacia ella y en un acto de amabilidad volvió a sonreír.

-Mi nombre es Yuri ¿Cuál es el tuyo?-

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Mensaje por Narcisse Capet Vie Sep 26, 2014 1:06 pm

Se generó un impulso en su interior, éste le pedía que se levantara de esa cama y marcada desde el inicio un espacio vital que el niño no debía cruzar, sin embargo sus corazonadas - las cuales pocas veces escuchaba - le insistieron que debía permanecer de esa manera, que no debía moverse; necesitaba demostrarse que aún tenía corazón, y sin duda ese momento se lo estaba recordando sin titubeos, o quizás un par de ellos.

¿Quién eres? — Repitió la pregunta en voz alta — Soy miembro de la Inquisición, líder de una facción, profesional en mis trabajos y metódica a cada paso que doy, eso soy, pequeño — Comentó con seriedad, mostrando su rostro frío, sus facciones se habían endurecido. — Debes aprender a formular las preguntas correctas con personas desconocidas a primera instancia, porque tú mejor que nadie sabe que el mundo en el que vivimos no da tregua ni siquiera a los niños — Descansó sus manos sobre el propio regazo mientras su mirada estudiaba con atención ese pequeño cuerpecito. De nuevo el frío invernal en su interior se fue desasiendo. Sentía demasiada empatía en ese momento. Algo llegaba de energía y calidez su interior. Extraño, complicado, emocionalmente placentero.

Mi nombre es Narcisse — No le molestaba dar datos suyos a primera instancia, lo que le molestaba era tener que sentir ganas de abrazarlo y acunarlo en sus brazos después de presentarse — Yuri… Nombre bastante peculiar ¿Tú madre te lo puso? — Había leído un par de lineas del expediente del muchacho. Era un archivo amplio que había encontrado entre la lista de condenados de la iglesia. Ese expediente junto con el de Cedric habían llamado su atención. Quizás por eso se encontraba ahí, frente al infante. Cn Cedric la cosa había empezado mal, ambos dejaron en claro su naturaleza felina y dominante, con aquel cambiante buscaba conocer, estudiar y experimentar. ¿Qué acontecía entonces con el pequeño? — Puedo responder de nuevo tú pregunta. También a partir de ahora seré tú niñera — Lo último lo dijo con dificultad de expresar, con sorpresa para ella misma por el nuevo reto que se tomó.

Algo debes de tener en claro de una vez, Yuri — Le miró arqueando una ceja. Que el niño notara que no estaba jugando que nada de lo que hacía lo era, y que cada una de sus palabras debían ser tomabas con atención — Todo aquello que creías conocer de las niñeras debes desecharlo ¿Está bien? No hay comparaciones, esto es nuevo para mi, y por lo consiguiente y por decreto también lo será para ti, aprenderemos los dos a cuidarte — Por primera vez en la noche suavizó su expresión y le dedicó una sonrisa. La sonrisa era discreta, incluso tímida ¡si, una sonrisa tímida de Narcisse! Lo que más destacaba de ese gesto era la autenticidad del mismo, pero sobretodo su dulzura-

¿Deseas dormir un rato más? Tienes el permiso, y de ahora en adelante no irás a atacar criaturas sino es con mi permiso y bajo mi visión ¿lo entendiste? Si alguien quiere obligarte tienes que venir a decírmelo, sin miedo, nadie va a pasar por alto mi autoridad cuando se trate de ti — Más claro ni el agua. Si el pequeño ahora era parte de su vida, todo aquel que quisiera meterse con él en automático se metía con ella.
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Mensaje por Yuri Alekséyevich Dom Sep 28, 2014 2:07 pm


Se mantuvo con los ojos fijos, escrutando cada detalle de la mujer. Nunca había conocido a sus progenitores, pero en ella algunos detalles se asimilaban en el retrato que él había cimentado en su percepción. La cabellera espesa y el porte elegante que proyectaba al momento de expresarse. No se trataba de cualquier persona que hubiese conocido antes, poseía una categoría de renombre dentro de la organización y cierto don en sus palabras tajantes y precisas. Indudablemente uno de los errores del pequeño estaba fundamentado en su inocencia, pues a pesar de ser un arma letal en las filas de ofensiva seguía siendo un chiquillo, un pequeño que confiaba en casi cualquier persona, aunque en esta ocasión su sexto sentido le pudo haber alertado de alguna amenaza con Narcisse pareciera no haber problema.

–Lo siento– dijo en un susurro.

Pocas personas se interesaban en corregir estos detalles, en trabajar algo más que las habilidades del chico. Y es que Yuri significaba una labor de tiempo completo, su alimentación y educación demandaba paciencia pero sobre todo dedicación para su formación.

–Mucho gusto Narcisse– y estrechó su mano. Titubeó un par de segundos antes de responder a la pregunta puesto que hasta ahora él mismo no se explicaba el origen de su nombre. – Así es, bueno eso creo – Se encogió de hombros. –La primera niñera que se quedaba conmigo me explicó que el nombre fue un regalo de mis padres antes de salir de viaje– En sus palabras un sentimiento de añoranza flotaba al término de su breve réplica.

Ella fue directa y en los labios del niño se esbozó una sonrisa tenue. Hasta el día de hoy se cumpliría poco más de un mes sin alguien que se hiciera cargo de él. Sin importar la actitud de sus previas acompañantes el pequeño siempre recibía con los brazos abiertos a quienes se presentaban como sus futuras niñeras y esta vez no fue la excepción, se abrió paso entre las sábanas y se lanzó contra ella abrazándola, junto a ella cerró los ojos y aspiro el aroma sutil que le rodeaba. Retomando la compostura asintió.

–Trato hecho–

Se giró para tomar entre sus manos a Patrick, el único que siempre se encontraba a su lado en todo momento, mismo que lejos de representar un simple muñeco de trapo se había convertido en un confidente del pequeño.

–Mira Patrick, ella es Narcisse y será mi nueva nana ¿No es genial?–

Lo colocó de nuevo en su lugar y se levantó de la cama de un salto, camino hacia las gavetas donde siempre tenían sus vestimentas listas, buscó entre estas y le mostró a la inquisidora lo que quería vestir el día de hoy. Pantaloncillos cortos en color oscuro, una camisa blanca y pequeños tirantes con líneas verdes. Asintió nuevamente al sentirse rodeado por esa protección que la mujer le manifestaba.

–De acuerdo. ¿Sabes? Me apetece pasar el día contigo y me agrada la idea de no ir a cazar por un tiempo ¿Podrías ayudarme?– dijo sonriente.

El momento fue irrumpido por la servidumbre quien anunciaba que el desayuno estaba servido.

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Mensaje por Narcisse Capet Mar Sep 30, 2014 10:41 pm

Su figura esbelta pero perfectamente trabajada, se tensó al sentir el abrazo del chiquillo, se sintió extraña, y recordó entonces a su sobrino que no hace mucho había partido a mejor vida. El pecho de la inquisidora subió y bajo de forma acelerada por un momento, sus manos rodearon la figura del infante y lo aferró a ella por breves segundos con fuerza, estaban entablando el siguiente vinculo, el primero había sido cuando lo vio dormir, el segundo cuando sus miradas se chocaron, y el tercero estaba siendo ese el abrazo cálido que ambos se estaban dando.

—  Siempre debe ser un gusto cuando conocemos nuevas personas ¿No lo crees? —  Le miró intentando relajar un poco más el rostro —  Es decir, nuevos comportamientos, nuevas aventuras ¿crees que tendrás suficientes conmigo? —  Le miró arqueando una ceja. En la inquisición la conocían por ser una mujer que no jugaba, siempre ejercía su trabajo como debía, y además de ello, carecía de sonrías, de vez en cuando movía un poco sus comisuras intentando ofrecer una más clara, sin embargo aquello resultaba poco convincente; la tachaban de amargada, incluso de grosera y tajante sólo porque no reaccionaba como los demás. Quizás los adjetivos calificativos que le daban tenían algo de razón, pero nadie se detenía un poco en observar y analizar lo que se encontraba detrás de esa mirada endurecida. Podría incluso sorprender a cualquiera, pero dado que eso no ocurría, entonces no había que mostrar a nadie; la falta de interés, también reduce las sorpresas que alguien pueda ofrecerte.

Mucho gusto, Patrick —  Narcisse estiró la mano para saludar al muñeco, y después con rapidez escondió su mano detrás de su espalda. Se sintió absurda por aquella presentación, sin embargo la ignoró al ponerse de pie, de esa forma no perdía detalle de lo que veía frente a ella: al niño. Suspiró con cierta pesadez. Cuando aceptó el empleó, le omitieron ciertos detalles como el ayudar a vestir al niño, o tener que alimentarlo. Ella había resumido aquel trato con sólo vigilarlo y darle ciertas lecciones, no se había puesto a pensar en lo que representaba la palabra niñera por completo. Se mordió el labio y riéndose - de ella misma, por supuesto - asintió y estiró las manos para que la criatura le diera las prendas.

- ¡Arriba las manos! - Comentó con cierto humor en su tono ignorando a los intrusos que habían llegado. Cuando el infante lo hizo, la mujer se dedicó a quitarle la prenda que cubría su delgado cuerpo, y luego le colocó la otra. —  ¡Separa las piernas! —  Ordenó de nuevo y le ayudó a retirar y a colocarle su nueva ropa, incluso su ropa interior — Limpio por completo, así debes estar siempre —  Lo tomó entre sus brazos, y recargó el peso del niño en su cadera para llevarlo a la pequeña mesa que se situaba detrás de ellos —  Hora de desayunar, Yuri —  Cómo había ordenado, la mujer también había recibido su desayuno, lo compartirían por primera vez.

—  Cuéntame un poco de lo que haces en un día normal dentro de la inquisición —  Preguntó con interés mientras tomaba un poco del té negro que le habían servicio, el vapor blanco ondeaba sobre la taza. —  Veamos si de verdad me interesa seguir esa regla o haremos una nueva —  Aunque en realidad a Narcisse no le gustaba seguir patrones anteriores, siempre se imponía, aquello no era raro de saber.

Tomó un trozo de pan y untó cierta cantidad de mermelada; fresa, su favorita. Con cuidado se la dio en las manos al niño. Esperaba que el sabor dulce le gustara.
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Mensaje por Yuri Alekséyevich Lun Oct 20, 2014 6:31 pm


Estaba habituado ya a tener que soportar los rostros duros y las palabras toscas de cada una de las mujeres que previamente habían tomado la encomienda de pasar los días junto a él. Narcisse era muy diferente a todas ellas, no solo en su físico sino en el trato que tenía hacía él. No mostraba una actitud completamente divertida pero tampoco le hablaba con malas palabras, para Yuri esto significaba mucho, un cambio siempre sienta bien.

–Sí, creo que lo pasaremos excelente el día de hoy–

Observó cómo se comportaba con Patrick y rió divertido al notar una ligera incomodidad en las facciones de la mujer. ¿Acaso nadie estaba acostumbrado en este lugar a tener amigos imaginarios o charlar con muñecos de felpa? Era algo que Yuri no terminaba de comprender. De manera mecánica pero sin mostrarse enfadado obedeció a las órdenes que ella inquirió, en un abrir y cerrar de ojos estaba completamente cambiado. Asintió al escuchar nuevamente la voz de Narcisse y se dejó tomar entre sus brazos, esto era algo completamente nuevo para él, por lo regular siempre se dirigía a desayunar por su propio pie.

Ya instalados en el enorme comedor un vaso de leche espumosa le estaba esperando, sus pequeños orbes cristalinos recorrieron los aperitivos que engalanaban la mesa, muchos de ellos no los había probado antes pues siempre le pedían consumir algo ligero y prepararse para su entrenamiento o dedicarse un par de horas a sus lecciones antes de volver a tomar otro aperitivo. Aspiro suavemente el aroma que desprendía cada uno de ellos mientras el tic tac del enorme reloj generaba un eco en la habitación, tomó el panecillo y después de darle un mordisco dedicó una sonrisa hacia la mujer.

–Gracias Narcisse, la mermelada de fresa es mi favorita– dijo mientras masticaba ligeramente. Hablar con la boca llena había sido un hábito por el cual era reprendido constantemente.

Tomó su servilleta para limpiar las migajas de su rostro y bebió un sorbo de su bebida.

–Normalmente siempre despierto de un sobresalto, pues tengo pesadillas recurrentes– agachó ligeramente la mirada –Posteriormente bajo a desayunar a solas y al terminar un par de guardias me escoltan a la sala de entrenamientos donde suelo pasar horas tratando de mejorar mis habilidades – encogió los hombros –Si alguno de mis escoltas está de buenas se me permite pasear un par de minutos por el jardín o descansar a lado de la enorme fuente– Probó nuevamente el panecillo e hizo una ligera pausa sin dejar de mirar el rostro de Narcisse, dedicó una sonrisa tenue y prosiguió con su relato –Por la tarde una institutriz se encarga de brindarme lecciones, técnicas para identificar mejor el aura de las personas y esas cosas– Rió –Es aburrido, en ocasiones me pregunto si todos los niños de mi edad trabajan de esta forma, aunque todo esfuerzo siempre es bien recompensado o al menos eso me han dicho– Suspiró –Todo sea por verles otra vez, sé que volverán ¿Puedo saber qué haces tú Narcisse?–

La pequeña charla fue apenas irrumpida cuando una joven de servicio entregó un sobre a la joven inquisidora.
Este es el itinerario del pequeño para este día, se espera que usted lo firme para aprobar las actividades previamente elaboradas.

Yuri miró de reojo a la chica que había entregado el sobre mientras terminaba su vaso de leche, suspiró al pensar que no habría mucho cambio en su rutina, todo empezaba así siempre.

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Mensaje por Narcisse Capet Mar Oct 28, 2014 1:18 pm

La interrupción de la impertinente empleada domestica de la inquisición la hizo mostrar una mueca clara. Su rostro severo se endureció un poco más. Eso era sin duda falta de respeto, de educación, de orden, y evidentemente ella no dejaba pasar nada de eso. La miró de mala forma, cómo comúnmente lo haría con cualquiera que de presentara y comportara de esa forma. Negó repetidas veces y desvió la mirada al pequeño. Sólo estiró la mano para recibir el sobre, bastó un movimiento de muñeca para despedirla, pero al mismo tiempo la mujer estiró la palma, y de esa forma daba la orden de mantenerse en su lugar.

Se toca antes de entrar, se pide permiso y yo veré si lo concedo o no. — Hizo una pausa sólo para limpiarse las comisuras — Y sea lo que sea que diga este sobre, yo sabré si lo hago o no, ve y dile esto a quienes te mandan — Articuló con total tranquilidad. — Sino obedeces mis ordenes para tú siguiente aparición, voy a tener que buscar otro empleo — Mujer de armas tomar, siempre lo había sido. En la inquisición tenía la fama de ser una desalmada, pero sólo ocurría cuando las cosas no salían a su voluntad. — Ahora veté — Articulo con firmeza observando el sobre. Con tranquilidad la mujer retiró la hoja blanca con escritos de altos mandos. La leyó. Inevitablemente arqueó una de sus cejas, y la sonrisa burlona apareció en su rostro. Esa que dejaba en claro su burla por ciertas decisiones y acciones. — Bueno, está más que claro que no haremos nada de esto, me resulta ridículo que te hayan tenido en estás condiciones — Negó una última vez antes de romper la hoja en pedazos. — Sigue desayunando, necesitas fuerza, come lo que desees — El silencio apareció en ese momento, pero se dedicó a comer.

¿Alguna vez te dejaron utilizar una paleta de colores? Me refiero a pintura, mancharte las manos con ellas — Un recuerdo apareció, la hizo subir y bajar el pecho con frenesí. Cuando era pequeña, ella, sus padres, y sus hermanos, dedicaban horas al aprendizaje del arte. Mientras su padre les leía libros de historia que los instruía en esa rama, ellos imaginaban algunos retratos detallados en las paginas y buscaban la manera de copiarlos. En la biblioteca de casa existía ejemplares de todo un poco archivados, al final se hacía una comparación, quien tuviera el mayor parecido o la mejor idea trazada tenía un premio ¿Y si lo aplicaba con él? Recordar es volver a vivir. ¿Que querría vivir con él? Tomó un poco más de jugo, se puso de pie y le tendió la mano antes de comenzar el camino a su oficina.

¿Algo que quieras llevar? Porque no volverás hasta la noche aquí, así que debes de estar seguro que no necesitas nada — Preguntó bajando la mirada a la mujer. Ambos avanzaron con tranquilidad y cerró la puerta de golpe. — Limpias todo, más vale que lo único que salga de esta habitación sean los trastes del desayuno — Sentenció de nuevo y ambos caminaron con tranquilidad por el pasillo, eso hasta encontrarse en lugares más concurridos. Las miradas de sorpresa por ver a Narcisse con el pequeño resultaban emocionantes, algunas inquietantes; a la mujer le divertían sin duda alguna.

Ambos de vez en cuando saludaban a un par con asentimientos de cabeza, pero no se detenían a charlar, seguían su camino sin interrupciones. No era momento de escuchar opinar a nadie sobre el futuro trato de ambos. Pensar en que intentarían aconsejarle le aburría.

Si ellos volverán, creo que se sentirían completamente desilusionados al ver que su hijo no tuvo una infancia correcta, sino fue tratado como un hombre, como una arma ¿no lo consideras de esa manera? — Abrió la puerta de su oficina dejándolo pasar. Era amplia, con dos escritorios, estantes grandes, archiveros, una pequeña sala con su mesa de centro. Era amplia, lujosa, elegante y con aires ligeramente eróticos que el niño seguramente no comprendería, pero reflejaba por completo su personalidad. Ella se sentó frente a su escritorio y mandó a pedir las cosas para que el pudiera pintar.
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Mensaje por Yuri Alekséyevich Dom Abr 05, 2015 12:56 pm


Desconcertado, miraba de reojo el semblante frio de la joven que recién había ingresado al comedor y entre sorbos pausados al vaso de leche detenía los orbes también en las articulaciones que Narcisse mostraba ante los mandatos estipulados en la carta. El tono que empleaba en sus oraciones era demandante y seguro, el pequeño no imagino lo que sería estar en los zapatos de aquella a quien ahora reprendían, por primera vez, no era él quien recibía los regaños, sostenía el panecillo en su mano izquierda cuando la joven inquisidora ordenó se marchara. Nuevamente leía aquellos dictámenes y la risa sarcástica que emanó de sus labios mantuvieron en penumbra la mente del niño ¿Qué habría causado tal reacción en Narcisse? El únicamente acataba las ordenes, su itinerario estaba planeado meticulosamente ¿Qué podrá ser? Algún error ortográfico, pensó ingenuamente.

La tonalidad en su voz había cambiado por completo ahora que se dirigía la pequeño una vez más. Había roto la hoja en pedazos, lo cual indicaba que seguramente poseía un alto rango en la jerarquía de la Sacra Organización para tomar tal acción con una seguridad imponente. Continuó con su desayuno, mostrándose extrañamente risueño con la joven que esperaba impaciente a retirar los platos de la mesa. Un sorbo final antes de responder a los cuestionamientos de Narcisse.

–Sólo una vez, me pidieron plasmar las tonalidades diversas que el aura de un sobrenatural refleja en su estado pasivo, no fue tan divertido como suena, pero ha sido la única vez Narcisse–
respondió amablemente.

Una ligera marca del ultimo sorbo sobre su labio superior arrancó una tenue sonrisa en la misma joven que segundos atrás había observado con detenimiento. Yuri limpió la misma con la servilleta en su extremo derecho antes de levantarse de la mesa. Tomó una manzana y un melocotón, mismos que depositó en los bolsillos de su pequeño abrigo.

–Gracias por el desayuno– dijo antes de encaminarse con la inquisidora hacia la salida.

Narcisse hacía gala de más de una virtud. Demandaba las cosas de una forma que nadie quisiese contradecirla, pero sin resultar grosera, era clara y objetiva en su forma de hablar, sin huecos que atacar en caso dado de querer argumentar en su contra. El pequeño no dijo palabra alguna de camino a la oficina de la joven, tan solo respondía a los saludos de un par de personas que admirados le veían caminar a lado de la bibliotecaria.
Nuevamente la voz de una Narcisse más sutil invadió esa parte oculta para el resto de los que mantenían contacto con el chico: sus padres. Escuchó claramente la sentencia pero no articular respuesta alguna.

Si ellos volvieran….

La oración resonaba una y otra vez en su mente pueril. ¿Existía esa posibilidad? ¿Realmente en algún momento tales palabras cobrarían forma y figura ante su incredulidad? Dicho evento tan solo se había cristalizado en sus sueños, solamente ahí. Ella estaba en lo cierto, pero Yuri difícilmente conocería algo opuesto a lo que en las salas de entrenamiento aprendía, incluso llegaba a pensar si la vida de los niños de su edad con padres ausentes transcurría del mismo modo que la suya. Se mostró absorto en esas ideas antes de soltar una respuesta.

–Creo Narcisse, que debo dar lo mejor de mí sin importar lo que pueda suceder, ya que como siervos de nuestro Señor, es un deber velar por los intereses de los desprotegidos–

Dicha idea había sido implantada desde que tuvo uso de razón, pero así mismo, la inocencia propia le marcaba a no mostrarse egoísta con sueños propios. Para sorpresa del infante, un amplio espacio invadió su atención al momento de ingresar a la sala. Narcisse tomó su lugar como era debido mientras ordenaba nuevamente a su personal. Yuri se mantuvo de pie contemplando cada una de las efigies plasmadas.

-Qué bonita habitación Narcisse, ¿aquí es donde trabajas?– inquirió sonriente.

De forma mecánica sus pasos pausados le guiaron frente al archivero. Múltiples tomos y volúmenes, cuadernillos bellamente empastados. Creyó que un sinfín de historias y fabulas podrían estar atrapadas dentro de sus antiguas páginas, la línea que se perfilaba en sus labios era franca y amplia, estaba admirado y de inmediato acertó una posible conclusión.

–Ahora sé porque conoces tantas cosas– susurró.




Última edición por Yuri el Jue Ago 06, 2015 5:35 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Narcisse Capet Mar Mayo 05, 2015 11:00 pm

Estaba claro que Narcisse Capet era una mujer que no se andaba con rodeos. Una fémina que se mantenía firme, segura, e inteligente. Alguien a quien no se le podía contradecir, y que ponerla de mal humor podría ser lo último que alguien haría. Ella podría ser todo eso y más, incluso la peor de las mujeres, el veneno más mortífero, sin embargo no era alguien ventajoso, mucho menos mentiroso, hipócrita e injusto. Ella sabía apremiar cuando alguien lo merecía, y reconocer los dones de sus conocidos, porque de eso también se valía su poder. Quizás por eso le ponía de malas, profundamente indignada e intranquila al ver la situación de Yuri.

Narcisse había sido una niña muy juguetona, risueña, y llena de sueños. Su imaginación siempre volaba, y tener a sus padres para ella había sido algo especial. Recordaba sus travesuras tanto como los cuentos que le contaba su padre antes de dormir. No siempre fue una mujer desalmada, pero la vida y las circunstancias la orillaron a volverse lo que la actualidad le demandaba, quizás si hubiese seguido la linea de vida de su niñez, otra sería, ¿y cómo no? quizás hasta hijos tendría. Ver a Yuri de esa forma le dolía, era como si hubiesen atravesado una estaca en medio de su corazón. Se prometió que le daría los mejores próximos años que pudiera, y aunque nadie se imaginaba a la mujer de esa forma, el infante tendría la fortuna, y el gozo de disfrutarla así. La vulnerabilidad de su alma saldría por él, y si sus padres no volvían, al menos ayudaría a que tuviera alegrías, y su mente se distrajera de la realidad.

La realidad desapareció por un momento frente a sus ojos. Verse de pequeña animó y al mismo tiempo entristeció su alma, pero vivir en el pasado nunca ayudaba, por eso regresó a la habitación, y su mirada se enfocó en el niño que ahora tenía a cargo.

Para lograr el éxito completo se necesita conocimiento. Si deseas que los demás de teman, o te respeten, también necesitas saber. Todo depende de lo que leas, hay mujeres que se enfocan en las novelas de amor, y no digo que esté mal, simplemente sus deseos van de la mano de una familia y alguien que puedan amar, claro también que les corresponda, pero para poder llegar a donde estoy, es necesario aprender, informarse y conocer — Le guiñó el ojo — Te enseñaré, para que en algún momento con la sabiduría hagas el bien, pero todo a su debido tiempo, necesitas vivir, disfrutar, sonreír y ser feliz — Ella estaba comenzando a cumplir su promesa. La idea de hacerlo feliz, de regresarle su esencia natural la motivaba.

La puerta de su oficina sonó. Narcisse dio permiso para que se adentraran al lugar. Las pinturas de colores habían llegado, al igual que los largos pliegues de hojas blancas que ella había encargado. Ordenó al mozo que tapizara el piso del papel blanco, que nada que fuera importante quedara al descubierto. Se tardaron unos minutos en hacerlo. Ella por su parte se disculpó unos segundos para ir al cuarto de baño que tenía. Al regresar ya no vestía igual, sino que portaba ropa de entrenamiento. Pantalones negros y una camiseta igual. Se retiró los zapatos para poder pisar aquellos pliegues blanquecinos.

Puedes retirarle — Mencionó al chico que adornó la habitación. Parecía que el mozo no deseaba retirarse al intuir que iban a hacer — Quítate los zapatos, Yuri, no creo desees manchar tú próxima obra de arte — La inquisidora le acercó algunos frascos con pintura — ¿Qué deseas pintar? — Se sentó en uno de los sillones más lejanos para observarlo — Bienvenido a la diversión — Comentó con una pizca de emoción que buscaba esconder; Narcisse Capet nunca hacía esas cosas.
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Mensaje por Yuri Alekséyevich Jue Ago 06, 2015 5:34 pm


La visión del pequeño hacia el mundo había cambiado en muchas formas desde que tuvo uso de consciencia. Su realidad era sacudida desde entonces todos los días a voluntad de los altos mandos. Mediante los hilos de hipocresía y mentiras sus acciones eran corregidas y estipuladas a su merced. Se necesitaba poseer una fuerza de voluntad inquebrantable para sobrevivir a los entrenamientos arduos o bien a la simple cotidianeidad que un soldado de la Inquisición debía enfrentar en cada una de las pruebas.

Sin embargo en él, podría decirse que poseía un arma más poderosa. Yuri poseía un sueño y ese elemento era lo suficientemente sólido para no quebrantar su esperanza. La oportunidad que la joven le regalaba el día de hoy, significaba un solaz en ese campo de guerra que por las noches tenía que desafiar a solas. Un espacio para desarrollar otra parte en él que hasta el día de hoy seguía sumergida en una fantasía placentera.

Escuchó con detenimiento la  cátedra de Narcisse, sin perder en ningún momento la atención en cada movimiento de su delineada anatomía. Sus aseveraciones eran directas, algo que el pequeño agradecía, pues normalmente solía distraerse con facilidad. Así, de esta forma guardó en sí mismo el consejo que ella proliferaba con ahínco. Una ligera sonrisa escapó de sus labios cuando ella guiñó el ojo como un gesto de complicidad asintió dando por hecho que seguiría esa línea que la inquisidora describía.

Los orbes de Yuri se posaron en aquellos pliegues de papel mientras el encargado se daba a la tarea de esparcir los mismos sobre la duela alfombrada. El espacio en blanco le conllevo a pensar en un campo nevado, por unos segundos su mente traviesa le transportó hacia un momento perfecto con ellos. Papá y mamá jugando con el sobre el frío manto que se esparcía bajo sus pies. Estaba de más decir que esa escena se repetía en más de una ocasión. Nuevamente el anhelo del pequeño presente en cada vivencia.

El sonido de la puerta al cerrarse le despertó de su ensueño. Entonces dirigió sus ojos hacia Narcisse nuevamente, como era de esperarse lucía igualmente de bella sin importar el atuendo que usara.  Sonrió al escuchar la instrucción y de inmediato se descalzó. Se quitó el pequeño abrigo, mismo que colocó con cuidado sobre un pequeño sofá ubicado a su izquierda. Sin mostrarse presuroso remangó la camisa y con un poco de timidez se aproximó a los frascos que Narcisse le mostraba. Se aseguró de utilizar los colores adecuados antes de tomarlos, regresó nuevamente a su espacio colocándose de rodillas.

–Creo saber que es– respondió un tanto serio.

Tomó uno de los pinceles con su diestra y con trazos firmes delineó poco a poco sin prisa un par de siluetas. El fondo se presumía un tanto oscuro con apenas un poco de claridad en lo alto simulando el astro argento que derramaba un poco de su tibia luz sobre aquellas figuras humanas. Una de ellas masculina, la otra femenina. A sus pies el blanquecino paisaje simulaba ese campo nevado que minutos atrás había imaginado. Un par de árboles cubiertos del mismo elemento en sus copas.

Transportaba ese deseo ferviente de encontrarles en aquel dibujo sin recato alguno, su fragilidad expuesta no mermaba sus ojos, aunque aparentemente cualquiera podría asegurar que este rompería en llanto en cualquier momento. Su semblante se concentró en detallar cada elemento en su acuarela, sus facciones endurecieron un poco cuando se mostraba concentrado. Dichas lecciones previas en los cuarteles rendían frutos en su disciplina. El espacio entre ambas personas se mantenía en blanco. Parpadeó unos segundos, buscándose a sí mismo en su lienzo.


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Mensaje por Narcisse Capet Miér Feb 10, 2016 11:20 pm

Sensibilidad. Aquella característica que creía perdida en ella. Se trataba de un sentimiento que mostraba empatía hacía los demás, hacía aquel ser humano que valía la pena. Cerró los ojos por unos instantes relajándose. Quizás aquella sería la misión más importante en su vida. Ni siquiera se trataba de la venganza de sus padres, porque ellos ya se habían muerto, ya no estaban en aquel plano terrenal, y aunque su venganza rindiera frutos, no los volvería a la vida, sin embargo Yuri representaba un mundo totalmente distinto, algo que había conocido con sus sobrinos, pero que no había llegado a experimentar aquel compromiso de salvación, porque de cierta manera ambos se estaban rescatando.

Sus ojos se mantuvieron cerrados por un largo rato. Narcisse se encontraba reflexionando. Le parecía correcto el manejo de la inquisición, siempre creyó que el miedo era una herramienta que ayudaba a controlar a quien no se creía del dominio de ellos, sin embargo nunca tomó en cuenta a los niños, ignoraba esa parte, más bien, prefería no pensarla, porque le causaba un gran malestar. ¿Por qué la niñez debía sufrir la ambición del adulto? ¿Por qué se interrumpe la inocencia cuando se debe de cuidar? ¿Por qué el diablo se cuela bajo la piel humana obligándolo a destrozar? Ella era una mujer corrompida, un ser que no valía demasiado en alma, aunque muchos creyeran que se trataba de una mujer más que valiosa y necesaria. ¿Qué era entonces primordial?

Nunca se detenía a pensar en el bien o el mal. Vivía de acuerdo a sus creencias, caminaba en base a sus deseos, y trabajaba conforme a sus metas. Hacer creer que eres egoísta, es distinto a actuar como tal y darlo a conocer. La vida estaba tan llena de interrogantes, y ella se había vuelto alguien tan básico, porque sólo se preocupaba por contestar las suyas, nunca las de los demás. ¿Por qué Yuri había llegado a su vida? ¿Estaba siendo aquello una clase de moral? ¿Una cachetada certera de Dios para hacerla entrar en razón? Se sintió tan confundida, no era el momento para reflexionar, necesitaba atender a quien había aparecido como un milagro en medio de una desgracia.

Abrió los ojos lentamente. La realidad apareció de nueva cuenta, su rostro se inclinó para poder percibir la figura de aquel pequeño hombrecito que se encontraba a su lado. Suspiró, se acercó y sintió un poco de temor al observar la escena. Narcisse lo sabía, podía captar de que se trataba aquella imagen. Sintió presión en medio de su pecho, recordó como era sentir que sus padres le hacían falta. Lo comprendía, quizás por esa razón se sentía tan conectada a él. Cuando vio que había dejado de trazar lo abrazó con ternura, se sentó a su lado en el suelo alfombrado, y lo acomodó en su regazo buscando su mirada; sonrió con ternura.

¿Ellos son tus padres? — Su tono de voz era bajo, como un susurro. Se trataba de calidez pura, de empatía y complicidad — ¿Es tú familia? — Colocó el dibujo sobre el regazo del pequeño — Creo que eres un verdadero artista, eres igualito, seguro ellos también lo son, te prometo que buscaremos cualquier dato de ellos, te prometo que te diré toda la verdad cuando la encuentre — La hermana mayor de las Capet nunca hacía promesas al aire, todas y cada una de ellas eran realidad.

¿Es un dibujo feliz, Yuri? — Cuestionó. Ella quería hacerle un bien, no recordarle la cruel realidad.
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Mensaje por Yuri Alekséyevich Mar Abr 26, 2016 12:43 pm



Absorto. Distante y sumergido completamente en aquel panorama que sus pequeñas manos habían trazado con sumo cuidado, olvidó por unos instantes donde se encontraba. No dejaba de mirar azorado la escena. Pues aunque se trataba de un paisaje muy personal, en más de una ocasión llegó a dudar de ese sueño. Si era realmente posible que se llegara a cristalizar o solo era una ilusión vana que se escaparía como lluvia entre sus dedos. Del mismo modo que la nieve se esfumaba a la mínima fricción del tacto. Suspiró mientras sus dedos trazaban semi círculos alrededor de los personajes. Era algo inusual verle en ese estado de fragilidad. Sus risas se reducían a medida que las lecciones y el conocimiento en los entrenamientos aumentaban. ¿Acaso estaba perdiendo su esencia? ¿El candor que le diferenciaba del resto de los soldados al servicio de Dios? Suspiró y pudo entonces sentir el roce de la mujer que ahora se encontraba a su lado. Extrañamente se sintió confortado por aquel gesto y se mostró maleable cuando ella le acomodaba en su regazo. Lo más cercano quizás a ser mimado por una madre.

Asintió.

–Lo son, es decir, eso imagino pues no recuerdo mucho de ellos, una de mis niñeras me contó un secreto que quiero confiarte Narcisse–

Se giró levemente para encontrar los orbes ajenos.

–Yo era un bebé cuando ellos se fueron, lejos, muy lejos me han dicho en un viaje que aún no ha terminado–

Sonrió con un ligero pesar en sus facciones.

–Sólo espero que no se hayan olvidado de mí, yo no lo he hecho a pesar de conocerles muy poco–


Acalló para escuchar las oraciones de la inquisidora y aunque a últimas fechas, la mayoría del personal se negaba a dar detalles, ella parecía estar dispuesta a brindarle el mayor apoyo posible, Yuri sonrió ya con un poco menos de dolo, algo en su corazón le decía que pudiera ser una mentira. Sin razón o motivo de peso que validaran semejante acto en contra suya, no obstante, abrazado por ella, decidió confiar, soñar que esa posibilidad existía.

–Eres una mujer muy bondadosa–

Atesoraba esos juramentos más que un día de esparcimiento, o un juguete nuevo. Pues a pesar de ser solo un niño, la organización había infundido en él la idea de madurar inconscientemente. Resultaba benéfico de algún modo y le preparaba para el golpe duro de la verdad llegado el momento. Se quedó quieto, analizando con ella la pregunta antes de poder responder. Un nudo en la garganta le impedía hilar una respuesta coherente, dado que los eventos que sucedían a su alrededor, estaban demasiado alejados del concepto de felicidad. Nunca había llorado su ausencia por la carga de trabajo que recaía a tan temprana edad, no había hecho falta tampoco, no obstante una lágrima logró colarse entre sus ojos. Rápidamente pasó sus dedos para que ella no le viese en tal estado.

Aclaró la garganta.

–Lo es. Ya que muy pronto podré verles a mi lado justo como aquí lo he dibujado, solo debo seguir mostrando buen comportamiento y ser disciplinado para lograrlo–

Se puso de pie, quedando a la misma altura que la mujer quien yacía detrás de él. Sin poder explicar aquel sentimiento solo dejó que su cuerpo, que su alma hablara.

–Gracias Narcisse, me has hecho recordar porque estoy aquí…–

Aun parecía tener la voz entre cortada y simplemente le abrazó, sin pensar que podía ser rechazado, quería saber que no estaba solo.



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Mensaje por Narcisse Capet Mar Mayo 10, 2016 8:47 pm

¿Bondadosa? No recordaba cuando había sido la última vez que algo llegara a impresionarla. Ni siquiera hecho sentir fuera de lugar, perro o miedo, pero una palabra había bastado para desarmarla por completo, lo cual la hizo perderse un momento en su interior. Sabía el significado de esa minúscula palabra, cuando era pequeña, su madre se encargaba de inculcar aquel valor a sus hijos, en un principio todos los hermanos lo eran, conforme pasaba el tiempo cada uno lo utilizaba a su manera, pues el tiempo les estaba definiendo su carácter, y algunos se escudaban en aquella virtud, y otros, como ella, habían aprendido a fingirla muy bien frente a su madre.

¿Qué la había orillado a ser de esa manera? Yuri, según los papeles que daban el perfil del brujo, era un soldado más, con el carácter necesario para aguantar cualquier golpe, sin embargo, seguía teniendo el cuerpo de un niño pequeño, y quizás, aunque su poder fuera lo suficientemente fuerte para derribar a un hombre lobo, o a un vampiro, lo cierto es que seguía siendo un niño, y lo natural para un infante era vivir de acuerdo a su edad, seguir siendo una criatura inocente y disfrutar hasta que los años le obligaran a ser un ser humano ejemplar, aquello era injusto ¡Ella odiaba las injusticias! Aunque también podía ser vista como una hipócrita, porque la mayoría de las injusticias ella terminaba por elaborarlas, incluso de peor manera que un ser humano normal.

Narcisse había visto el miedo de la soledad en el mundo, el dolor de la perdida y el abandono en los ojos del pequeño, su luz interna era tenue, y entonces se dio cuenta que estaba siendo tan afin del niño, porque sus hermanos y ella habían estado en esa situación, una que nadie se merecía. Arrancar a un pequeño del lado de sus padres era lo más cruel que podía existir. Ella lo consideraba más inhumano que el tener que asesinar a alguien, aunque ese alguien también podría ser padre o madre. Todo dependiera de la situación, o quien sabe, la moralidad no entraba demasiado en ella, o al menos eso había creído hasta ese momento. La mujer entendió que quizás también existía el instinto materno en su interior, porque lo sucedido con su sobrino la puso peor que cualquier otro dolor físico.

Sintió aquel abrazo cálido y sincero, ella lo devolvió sin ni siquiera titubear un poco. La conexión entre ambos se estaba estrechando a cada segundo que pasaban juntos. Quizás la misión de Narcisse en el mundo era Yuri, no dejarlo solo, también ser parte de su familia, quizás a partir de ese encuentro jamás volverían a estar solos porque se tendrían. Muchas preguntas venían a la mente de la mujer, y mientras se cuestionaba si lo que hacía estaba bien o mal, acariciaba la cabellera sedosa del infante. Ella juraría que tenía el cabello más cuidado, lo cual la hizo sonreír. Al menos no estaba perdiendo el sentido del humor.

Suspiró un par de momentos, más para relajarse que por que estuviera molesta. Confundida seguía,

Nunca nadie se había referido a mi como un ser bondadoso, eso es muy nuevo ¿sabes? pero debo aceptarlo con alegría si viene de tu persona. Yuri, la inquisición es dura, y también cruel, tanto para ti, como para todos, pero depende de cada uno aminorar la mala o buena experiencia, ya depende del individuo. — Hizo una pausa para aclararse la garganta y mirarlo a los ojos — Tu expediente es clasificación +18, por lo que no puedes ser gobernado, lo haces tu solo, puedes salir y entrar, y no necesitas demasiada vigilancia, solo una tutora, no entiendo porque abusan de eso y no te lo dicen — Y era momento de empezar a poner la vida de Yuri, en el cause que correspondía.
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Mensaje por Yuri Alekséyevich Jue Nov 24, 2016 2:29 pm


Nunca había sentido la necesidad de sentir un abrazo, ni siquiera palabras de aliento por parte de sus congéneres. Porque era bien sabido que el entorno en donde los inquisidores se movían, no daba pie a mostrarse débil o blando. El pequeño ruso, no conocía lo que una caricia cálida o un gesto amable significaban, no hasta ese instante que dedicó esa mañana a lado de Narcisse. Los métodos por parte de los altos mandos para asegurar la obediencia del niño eran rigurosos en todo momento, logrando destrozar el ímpetu de más de uno de sus soldados. Pero, existía aun cierto ápice de nobleza en Yuri, una parte que estaba libre de mácula y que si se desarrollaba con cautela, lograrían en él no solo un gran inquisidor, sino un grandioso ser humano.

Podría ser que la mujer hubiera notado esa grieta en el pequeño y con sus palabras y tacto buscaba acercarse a ese lado noble.

Poco consciente de sus actos, Yuri parecía retribuir ese lazo de confianza hacia la inquisidora, justo en ese momento algo fructífero estaba cobrando forma y figura. Un parte aguas en la vida de ambos personajes.

–Gracias Narcisse, todos los días doy lo mejor de mí para que mis padres estén muy orgullosos–

Los orbes cristalinos del pequeño recorrieron la figura imponente de la mujer que también posó su mirada en la ajena.

Escuchó con atención lo que ella trataba de explicarle. A su manera, Narcisse infundía en el niño esa libertad que la inquisición se había encargado de desvanecer en él. Dada la su condición sobrenatural, si le llegasen a perder, equivaldría a un fallo catastrófico en el proceder de los encargados de su educación. Mojó sus labios, mordiendo el inferior, estaba un tanto confundido con aquella explicación ¿Qué quería decir realmente? ¿Acaso estaba siendo víctima de un engaño?

Desde que tenía uso de razón, el niño jamás se atrevió a poner en tela de juicio el actuar de los mayores.

–No comprendo Narcisse ¿Qué quieres decir? Los adultos no pueden decir mentiras, serían castigados si eso ocurriera–

Una de sus pequeñas cejas se arqueó levemente, tratando de hallar sentido en el argumento contrario.

–¿Qué ganarían con hacerlo? ¿No es nuestro trabajo como sirvientes de dios predicar con la verdad?–

Con cada cuestionamiento nuevo, un temor distinto nacía en su mente. Era la primera vez que analizaba con detenimiento esa posibilidad. Sus cavilaciones podrían ser ingenuas, pero lo cierto es que si se determinaba a hallar la verdad no dejaría de preguntar hasta que obtuviera una respuesta. Confiaba en que si llegado el momento el buscara esas réplicas Narcisse no se negaría a revelárselas. Porque en tan poco tiempo ella se había ganado su confianza.



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Mensaje por Narcisse Capet Sáb Nov 26, 2016 6:39 pm

Era uno de los detalles más crueles del crecimiento de un ser humano: dejar de ser niño. Perder la inocencia, dejar caer la venda ficticia de los ojos, explotar la burbuja de la ignorancia cruel que existía en el mundo realmente. Eso sin duda resultaba lo mas cruel, sin embargo a las instituciones y los grandes líderes ea lo que menos importaba, para ellos resultaba una gran ventaja, más aún si lo tenían entrenados y dominados desde la cuna. Al no tener conocimiento de nada más, no les quedaba de otra que quedarse en el mundo seguro en el que crecieron. ¿Despreciable? Probablemente así lo era, sin embargo se debía aprender a nadar con la corriente, no en contra.

¿Cómo explicarle a Yuri que en la inquisición no habían arcoíris; no existían. Que probablemente las únicas tonalidades eran el negro y el blanco. ¿Cómo decirle a un niño que el obedecer no le traería a sus padres? Existían muchos comos que no podría jamás explicar, o quizá sí, sin embargo su interior se debatía en soltar todas las respuestas, o irlas mostrando conforme el tiempo transcurría. Se sentía en aprietos, aunque sinceramente no existía situación que ella no pudiera resolver. Los niños no eran su fuerte, no parecía tener el instinto materno de la misma manera que cualquier mujer común. No importaba, hallaría la manera de resolver aquel desastre de la manera más correcta y menos hiriente.

Los adultos suelen mentir en algunas ocasiones — Articuló, aunque con el paso del tiempo aprendió que a veces el tono en que se empleaban las palabras podía resultar la clave. Su voz fue dulce, incluso lenta y pausada. — No lo hacen porque quieran, muchas veces suele ser para poder ayudar a alguien, eso no significa que sea correcto — Aclaró, no debía ser tan brutal desde el inicio. — En las oficinas de la iglesia suelen mentir porque muchas personas se encuentran en riesgo — Suspiró. — A veces quienes ordenan son personas malas, eso depende del interés y el deseo de las personas. Dios creó al hombre, pero es el único ser lleno de verdad, bondad y amor. Los humanos cometemos errores — Volvió a aclarar, está vez justificaba las acciones de los seres humanos.

Hay personas que te han mentido por miedo — Sonrió ligeramente — No es que seas un elemento de peligroso, tienes mucho poder, sí, pero si llegarás a escapar, si llegaras a perderte  y no encontrarte en el momento que debes, entonces ellos serían severamente castigados — Aseguró con voz firme, dejando en claro lo peligroso que podría ser para quienes cuidaban de su estancia. — Sin embargo no veo que tengas una mala vida aquí, simplemente están enseñándote a ser un hombre duro y disciplinado. Mis padres hicieron lo mismo conmigo — Aclaró, aunque claro, nunca careció de amor.

Desde que había nacido en la Inquisición la respetaron.

No sientas tristeza por eso, las instituciones cuidan y proteger de maneras extrañas a sus mejores elementos — Le animó dando un pequeño golpecito en la punta de aquella nariz pequeñita — Tu eres valioso al igual que yo, por eso todos deben aprender a respetarnos tanto como a cuidarnos y también entrenarnos, sino estaríamos en grave peligro — Suspiró. Narcisse a diferencia de Yuri, causaba miedo. Era mujer que tenía muchos aliados así como enemigos, pero la información que manejaba, y las vidas que podía hacer acabar si algo le pasaba, hacía que muchos ni siquiera quisieran llegar a acercarse a ella. Para su fortuna Yuri no lo sabía.
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