AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Mientras los hombres bebían alcohol, nosotros bebíamos el vino más puro: la sangre. /Privado/
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Mientras los hombres bebían alcohol, nosotros bebíamos el vino más puro: la sangre. /Privado/
Sedienta, sola y aburrida, caminaba por las calles de París, sumergida en mis pensamientos. Podría decirse que me había perdido si eso me importara. Había aprendido en estos años los lugares de París a base de estar toda la noche deambulando por los rincones de la Cuidad de la Luz.
-Ville de la Lumière, ¿qué te ha pasado?, que te hallas toda oscura y con ausencia de aquella que más te caracteriza- dije para mí misma. Desde luego, echo de menos poder pasear con los rayos del sol acariciando y calentando mi rostro cuando aún se sonrojaban mis mejillas por la temperatura. Hace más de dos siglos que no siento nada. Si me hiero, me curo rápidamente.
Recuerdo la primera década de mi nueva naturaleza, salía al patio de mi hogar a plena luz del día, siendo cubierta por la sombra del porche. Sacaba el brazo unos segundos sintiendo siempre lo mismo, dolor. Pero ello no me importaba, si tenía que ser dolor lo único que sentiría el resto de mi vida, así sería. Aunque pronto me cansé y me acostumbré a no sentir nada.
Hasta que volví a tener encuentros con varones, siempre dispuestos a complacer mis deseos, haciéndome sentir algo parecido al amor que experimenté cuando aún respiraba.
Cuando quise darme cuenta, estaba frente a una taberna con una sonrisa pícara en mis labios. Me decidí a entrar a por una copa de vino y, con suerte, algo de alimento.
Cuando me adentré en el local, el olor a hombre era fuerte y concentrado. Muchas de las miradas de los borrachos pararon a mí, en concreto a mis pechos, descubiertos por el gran escote de mi vestido. Recorrían con su mirada mis curvas, lo cual me repugnaba y hacía sentir deseada a la vez, creando una sensación híbrida entre excitación y asco.
Haciéndome hueco por lo hombres apelotonados, esquivé una pelea y noté varias manos estiradas hacia mi cintura. Ignorando las miradas, pedí al camarero un bourbon. Tenía principalmente una idea de un buen vino, pero necesitaría un néctar más fuerte para aguantar aquella situación.
Sabía que en cualquier momento podría irme, dejando atrás las miradas de los borrachos, pero sin embargo, me quedé allí. ¿Por qué? Un apuesto caballero que no había quitado sus ojos de mí desde que entré en aquel garito.
Cuando me sirvieron mi copa, me apoyé en la barra, sin importarme ser la única mujer de aquel lugar, exceptuando a las prostitutas, que coqueteaban con los hombres. ¡Pobres esclavos del amor y de la pasión! Creen que van a encontrar algo más que interés por la billetera de parte de aquellas señoritas. Lo sé bien porque yo misma viví aquello.
Cuando llevaba un par de sorbos, fijé de nuevo la mirada en aquel hombre, que se había evaporado en cuestión de minutos. Busqué su rostro entre todos los presentes, sin encontrarlo. Pero, ¿por qué estaba buscando a ese hombre? ¿acaso me había vuelto a encaprichar? Sí, era así, y no desistiré hasta tener una presentación de aquel desconocido.
-Ville de la Lumière, ¿qué te ha pasado?, que te hallas toda oscura y con ausencia de aquella que más te caracteriza- dije para mí misma. Desde luego, echo de menos poder pasear con los rayos del sol acariciando y calentando mi rostro cuando aún se sonrojaban mis mejillas por la temperatura. Hace más de dos siglos que no siento nada. Si me hiero, me curo rápidamente.
Recuerdo la primera década de mi nueva naturaleza, salía al patio de mi hogar a plena luz del día, siendo cubierta por la sombra del porche. Sacaba el brazo unos segundos sintiendo siempre lo mismo, dolor. Pero ello no me importaba, si tenía que ser dolor lo único que sentiría el resto de mi vida, así sería. Aunque pronto me cansé y me acostumbré a no sentir nada.
Hasta que volví a tener encuentros con varones, siempre dispuestos a complacer mis deseos, haciéndome sentir algo parecido al amor que experimenté cuando aún respiraba.
Cuando quise darme cuenta, estaba frente a una taberna con una sonrisa pícara en mis labios. Me decidí a entrar a por una copa de vino y, con suerte, algo de alimento.
Cuando me adentré en el local, el olor a hombre era fuerte y concentrado. Muchas de las miradas de los borrachos pararon a mí, en concreto a mis pechos, descubiertos por el gran escote de mi vestido. Recorrían con su mirada mis curvas, lo cual me repugnaba y hacía sentir deseada a la vez, creando una sensación híbrida entre excitación y asco.
Haciéndome hueco por lo hombres apelotonados, esquivé una pelea y noté varias manos estiradas hacia mi cintura. Ignorando las miradas, pedí al camarero un bourbon. Tenía principalmente una idea de un buen vino, pero necesitaría un néctar más fuerte para aguantar aquella situación.
Sabía que en cualquier momento podría irme, dejando atrás las miradas de los borrachos, pero sin embargo, me quedé allí. ¿Por qué? Un apuesto caballero que no había quitado sus ojos de mí desde que entré en aquel garito.
Cuando me sirvieron mi copa, me apoyé en la barra, sin importarme ser la única mujer de aquel lugar, exceptuando a las prostitutas, que coqueteaban con los hombres. ¡Pobres esclavos del amor y de la pasión! Creen que van a encontrar algo más que interés por la billetera de parte de aquellas señoritas. Lo sé bien porque yo misma viví aquello.
Cuando llevaba un par de sorbos, fijé de nuevo la mirada en aquel hombre, que se había evaporado en cuestión de minutos. Busqué su rostro entre todos los presentes, sin encontrarlo. Pero, ¿por qué estaba buscando a ese hombre? ¿acaso me había vuelto a encaprichar? Sí, era así, y no desistiré hasta tener una presentación de aquel desconocido.
Última edición por Kim Chessire el Jue Abr 28, 2016 9:05 am, editado 1 vez
Kim Chessire- Vampiro Clase Media
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Re: Mientras los hombres bebían alcohol, nosotros bebíamos el vino más puro: la sangre. /Privado/
"Trouble is a friend, trouble is a foe"
Cae la noche y me encuentro deambulando sin rumbo. Llevo la mirada al cielo y no puedo detallar nada más que el manto oscuro que cubre la tierra. No hay estrellas, no hay luna, no hay nada, sólo inmensa oscuridad. Las nubes se han encargado de esconder el espacio de los ojos humanos. Las farolas ubicadas a los costados de las calles no parecen encandecer lo suficiente en esta gélida noche. Quizá este sea el momento de sentirme afortunado de que mi vista funcione de bajo la luna tan bien como bajo el sol. Quisiera negar que la licantropía trajo sus beneficios e incluso que de vez en cuando disfruto más de lo debido de las habilidades que me fueron concedidas junto con la maldición. La sinceridad es la más detestable de mis virtudes.
Me considero un fervoroso amante de la luna, incluso si ella y yo no nos llevamos muy bien cuando se encuentra en el auge de su esplendor. El frío cada vez es un poco más intenso, refriego mis manos en búsqueda de calor propio, pero el efecto se desvanece tras unos cuantos segundos. Quizá sea hora de volver a casa… o quizá pueda beber algunos tragos antes de regresar. A lo lejos mis ojos se topan con lo que parece ser una taberna. No soy conozco en demasía esta parte de la ciudad pero podría darle una oportunidad, lo cierto es que la noche es joven y el alcohol me ayudará a entrar en calor y tal vez a olvidar una que otra pena.
Tan pronto como entro en el establecimiento me arrepiento de mi decisión. No sé qué tipo de hedor sea el que capta mi nariz pero estoy seguro que es uno que no había olfateado antes. Si hace unos minutos agradecía el ser poseedor de los dones de la licantropía, en este momento lo encuentro detestable. Recuerdo cuando mi hermano y yo teníamos la taberna, incluso en su peor momento nunca le hubiéramos dejado caer en un aspecto tan decadente. Trato de hacer caso omiso a mi sentido del olfato, lo más probable es que después de algunos tragos ignore todo lo que se encuentra mal con este establecimiento. Me acerco a la barra y pido una copa de vino, deseo algo ligero y el clima se presta para ello. Una vez me es entregada la bebida me tomo asiento en el rincón más escondido del local.
Unos minutos después, cuando me encuentro con algunas copas encima, entra a la taberna una jovencita que capta la atención de todos los hombres en el lugar, incluyéndome, debo admitir. Como animales salvajes, los hombre lanzan miradas lujuriosas a la chica, sin embargo la razón por la que ella ha captado mi atención difiere de la de aquellos de mi género. No hay forma de desmentirlo, es bastante atractiva y el ajustado y escotado vestido que lleva consigo le hace ver provocativa; puedo entender por qué los demás le devoran con la mirada, sus atributos no pasan desapercibidos. No obstante; no soy víctima del engaño, sé exactamente qué tipo de criatura es, los de su clase no son mis favoritos, reconocería el aroma de un vampiro incluso si estuviese a kilómetros, pero una vez el vino hace efecto el mundo entero se hace más ameno. Entonces me doy cuenta que de todos los especímenes en el lugar, también he llamado la atención de la chica.
Me muevo con rapidez y sigilo de mi posición, me ha perdido de vista. Me contradigo a mí mismo, así como algunas veces detesto la bestia en la que me convierto, muchas otras disfruto de las ventajas que esto conlleva, es un dilema. Me siento extrañamente halagado de sentir que me busca con la mirada. Ahora, con una leve ventaja me encuentro tras de ella. Veo que ya ha acabado su copa así que le hago una seña al hombre de barra, quien me entrega dos copas más.
— ¿Una copa, señorita? — Indago a media sonrisa mientras estiro la mano en la que sostengo la copa, no soy el mejor en cuanto al coqueteo respecta, pero considero posible que el alcohol hace de mi un hombre más extrovertido, así como la luna llena hace de mí una bestia. Le miro directo a los ojos— Puede tomarla si desea, no muerdo.
Malachai Vlahovic- Licántropo Clase Media
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Localización : París
Re: Mientras los hombres bebían alcohol, nosotros bebíamos el vino más puro: la sangre. /Privado/
Por muy frustrante que me pareciera, admití que aquel muchacho se había desvanecido, desapareciendo con él toda la diversión que empezaba a crear mi imaginación.
Contrariada, apuré mi copa, obligándome a mí misma a abandonar pronto aquel repugnante establecimiento, ya que la única esperanza de divertirme un poco se había esfumado, al igual que el humo de los puros que se transformaban en ceniza en los labios de aquellos hombres que aún me miraban descaradamente. Lancé un gesto de repulso hacia la mesa de borrachos que hacían comentarios sobre mí. Lo cierto es que hablaban en un tono que desaparecía entre los demás mortales, sin embargo, yo me tendría que resignar a escuchar con mi agudo oído aquellos comentarios que para nada eran propios de los caballeros que aparentaban ser con aquellos trajes bien confeccionados y sombreros de copa posados sobre los respaldos de las sillas.
Desde luego, me había equivocado cuando pensé que esta noche podría aportarme algo de interés. Suspiré y alcé la vista, mirando hacia el techo. ¿Quién era aquel muchacho, y por qué no puedo evitar pensar en él? La curiosidad, característica en mí de nuevo se manifestaba, haciéndome pensar que soy idiota por no resignarme a olvidarme de él. Desde luego, aquel hombre, aquel mortal, no merecía mi atención. O al menos eso me decía, autoconvenciéndome de que debería volver a casa sola.
Cuando me daba la vuelta dispuesta a salir, me quedé muda, sorprendida. El misterioso hombre que se había desvanecido momentos antes estaba allí, ofreciéndome una copa. Ante la situación (cuando la asimilé) reí. Resulta que el hedor de los varones y los puros había camuflado el olor característico de un licántropo. Me pregunto el porqué de su supuestamente desinteresada amabilidad.
- Será un placer - tomé la copa de su mano, inclinando un poco la cabeza en muestra de aprobación y respeto.
He de admitir que últimamente no hago más que rodearme de estas criaturas, desde luego París está infestada.
Me quedo observando sus ojos, he de admitir, durante un buen rato. Desde luego este hombre tiene un gran misterio. Por su aliento, deduje que ya había consumido unas cuantas copas, sin ser demasiadas como para perder su encanto. Aquella pequeña embriaguez me facilitaría satisfacer mi curiosidad, o eso pensaba.
- ¿Puedo saber por qué se digna a invitarme a una copa sin habernos conocido antes, señor? -mi tono es respetuoso y mi voz no tiembla, aparentando una serenidad de la que carecía. Empecé a deslizar mi dedo por la boca del vaso, para luego depositar mis labios en él, dejando un rastro de carmín rojo en él, todo ello sin dejar de dirigirme a su mirada, profunda y seria.
Contrariada, apuré mi copa, obligándome a mí misma a abandonar pronto aquel repugnante establecimiento, ya que la única esperanza de divertirme un poco se había esfumado, al igual que el humo de los puros que se transformaban en ceniza en los labios de aquellos hombres que aún me miraban descaradamente. Lancé un gesto de repulso hacia la mesa de borrachos que hacían comentarios sobre mí. Lo cierto es que hablaban en un tono que desaparecía entre los demás mortales, sin embargo, yo me tendría que resignar a escuchar con mi agudo oído aquellos comentarios que para nada eran propios de los caballeros que aparentaban ser con aquellos trajes bien confeccionados y sombreros de copa posados sobre los respaldos de las sillas.
Desde luego, me había equivocado cuando pensé que esta noche podría aportarme algo de interés. Suspiré y alcé la vista, mirando hacia el techo. ¿Quién era aquel muchacho, y por qué no puedo evitar pensar en él? La curiosidad, característica en mí de nuevo se manifestaba, haciéndome pensar que soy idiota por no resignarme a olvidarme de él. Desde luego, aquel hombre, aquel mortal, no merecía mi atención. O al menos eso me decía, autoconvenciéndome de que debería volver a casa sola.
Cuando me daba la vuelta dispuesta a salir, me quedé muda, sorprendida. El misterioso hombre que se había desvanecido momentos antes estaba allí, ofreciéndome una copa. Ante la situación (cuando la asimilé) reí. Resulta que el hedor de los varones y los puros había camuflado el olor característico de un licántropo. Me pregunto el porqué de su supuestamente desinteresada amabilidad.
- Será un placer - tomé la copa de su mano, inclinando un poco la cabeza en muestra de aprobación y respeto.
He de admitir que últimamente no hago más que rodearme de estas criaturas, desde luego París está infestada.
Me quedo observando sus ojos, he de admitir, durante un buen rato. Desde luego este hombre tiene un gran misterio. Por su aliento, deduje que ya había consumido unas cuantas copas, sin ser demasiadas como para perder su encanto. Aquella pequeña embriaguez me facilitaría satisfacer mi curiosidad, o eso pensaba.
- ¿Puedo saber por qué se digna a invitarme a una copa sin habernos conocido antes, señor? -mi tono es respetuoso y mi voz no tiembla, aparentando una serenidad de la que carecía. Empecé a deslizar mi dedo por la boca del vaso, para luego depositar mis labios en él, dejando un rastro de carmín rojo en él, todo ello sin dejar de dirigirme a su mirada, profunda y seria.
Kim Chessire- Vampiro Clase Media
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Re: Mientras los hombres bebían alcohol, nosotros bebíamos el vino más puro: la sangre. /Privado/
"Let's go take a howl at that moon"
Le doy un sorbo a mi copa escondiendo así una sonrisa que varía entre presuntuosa y seductora. El vino que entra en mi boca se desliza por mi garganta, dejando a su paso una tenue sensación de calidez; relamo mis labios agasajándome con el rezago de su dulce sabor. Recuerdo cuando la amargura se adueñó de mi corazón tras la muerte de mi hermano, el alcohol fue la manera más práctica de sofocar el agobio y no acude a mi mente momento en el que haya me haya deleitado un trago desde entonces, al menos no hasta este preciso momento. Mi penitencia ya la he cumplido y mis pecados han sido expiados, he pasado más que tiempo suficiente enmendando errores y reprimiendo deseos que he olvidado cómo se saborea la libertad. No deseo dar muchas vueltas al asunto, la jovencilla, si es que aún lo es, ha captado mi atención, e incluso, si mis intenciones no están encaminadas a una ferviente satisfacción de lujuria como los demás en el aposento, no admitir que a su aura le encuentro provocadora estaría equivocado de mi parte. Para la bestia que he enjaulado en mi cuerpo es tentadora la idea de contagiarse de quien parece desbordar emancipación.
Coloco la copa medio vacía sobre la barra sin quitar los ojos de la joven, antes de dar respuesta a su pregunta me tomo unos segundos para pensar en una respuesta que no incluya nada comprometedor. Así como no deseo brindar mucha información a su indagatoria, tampoco me sentiría cómodo comentando algo que le provoque disgusto. Desde que poseo razón y lógica siempre he sido partidario de elegir mis palabras con precaución y ha sido aquello el único motivo por el cual me he ahorrado un millón de inconvenientes. El alcohol que he ingerido no es impedimento para ello.
— No hay una razón en especial — Me encojo de hombros ligeramente. En mis labios se traza una pequeña sonrisa — Quizá pensé que sería una forma cortés de presentarme — Paseo la mirada sobre algunos de los hombres en la taberna que aún observan a la chica hambrientos de carnales deseos ante su presencia, siento pena ajena pues lo encuentro patético — Espero no lo malentienda, considerando las circunstancias.
Un segundo antes de continuar mi dicción, un maloliente y depravado borracho se acerca a la vampira tomándole indecentemente de la cintura mientras le susurra cosas obscenas. Estoy muy seguro que la joven se puede defender por sí sola, pero si algo no puedo tolerar es la desvergüenza, así que sin armar mayor lío agarro al hombre de la camisa y le muestro los colmillos, mis garras permanecen escondidas pero sé que mis ojos brillan ligeramente pues observo mi reflejo en su mirada de terror. Un ligero pero profundo gruñido sale de mis labios en tono de advertencia. Despavorido, una vez el hombre se ve libre de mi agarre, corre fuera del local. Entonces devuelvo la vista hacia la chica, con la misma seriedad curiosa con la que me he encontrado observándole desde que piso el establecimiento.
— Lamento que haya tenido que presenciar eso — Me disculpo como si aquello fuese lo más normal del mundo — Estoy bastante seguro de que usted ya sabía lo que yo era, señorita, así como a mí me es imposible no saber lo que es usted —Levanto mi copa de la barra— No soy el mayor admirador de los de su clase pero figuré que una copa de vino no le haría daño a ninguno de los dos —Bebo un poco más dejando el vaso a la mitad— No le puedo negar que ha cautivado mi atención — Deslizo mis ojos hasta la copa de la muchacha, aún no ha consumido mucho de ella, así que nuevamente dejo la mía de lado— Mi nombre es Malachai pero me gustaría poder conocer el suyo, mademoiselle.
Malachai Vlahovic- Licántropo Clase Media
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Re: Mientras los hombres bebían alcohol, nosotros bebíamos el vino más puro: la sangre. /Privado/
Seguía notando las miradas de los borrachos, lo cual aunque me gustaría decir que no, empezaba a molestarme. Mi acompañante debió notarlo, ya que les dirigió la mirada, con un ligero gesto de repugnancia. Vaya, resulta que me encuentro ante un caballero. Hacía bastante que había dado por perdido esta clase de hombres: apuestos, elegantes, corteses, esa clase de hombres que a mi pesar, no merezco. Al pensar esto, mi rostro adoptó un pequeño rasgo de tristeza, con la mirada perdida en el suelo sucio y con los labios apretados. Entonces, con una minúscula e inapreciable agitación de cabeza, recuperé la compostura con una pequeña sonrisa forzada y mis brazos, terminados en la copa de vino, de nuevo sobre la barra.
Mientras el muchacho me contaba las razones de su invitación, noté como una mano grande, sudorosa y llena de callos, por supuesto perteneciente a un hombre de clase baja, me sujetaba por la cintura. Sonreí con un suspiro a mi acompañante, que serviría como excusa por lo que pensaba hacer a continuación. Empezaba a coger aire, furiosa, dispuesta a mostrar lo menos bello de mi ser, cuando se me adelantaron. En cuanto vi mi defensa, mi rostro cambió totalmente. Las venas de al rededor de los ojos, habían desaparecido, y mis colmillos, habían quedado ocultos. El resultado de esto fue un rostro resultado de una mezcla entre sorpresa y conmoción. Siempre había tenido que defenderme yo de estas situaciones, ya que siempre he estado sola, ¿acaso así se siente una cuando conoce a un hombre que no es simplemente sexo?. Estaba sorprendida, agradecida a la vez.
Ante su disculpa cortés, no puedo hacer otra cosa que adoptar un tono tímido, y sumergir la nariz en mi copa. -No, no, no se preocupe... gracias- bebo para evitar el silencio que creía venir. Pero no era así, retomaba la conversación como si nada, hablaba profundamente, muy cordial, esto sí era un hombre de verdad, y no los que se peleaban por mí en las tabernas hasta dejar al otro inconsciente, o muerto.
Lo cierto es que pensando en aquello, sólo pude escuchar la última pregunta que me formuló: quería mi nombre.
- Kimberlianne Chessire, pero prefiero que me llamen Kim- extiendo mi mano suavemente. Si era un caballero, la besará y notará el frío que se desliza por mis dedos. Nunca ha sido agradable hacer sentir a los demás aquella sensación de frío, por ello, la escondo rápidamente, quedando mi saludo en una pequeña reverencia. ¿Por qué había actuado así? Ya sé que este caballero sabe lo que soy, y aún así me escondo. Me he prometido aceptar mi condición, ¿por qué no soy capaz de hacerlo?
Entonces, sin tener referencia alguna a mis pensamientos, recuerdo su nombre.
Malachai, un nombre no demasiado francés, ¿de dónde será originario? No sé por qué, todas estas nuevas criaturas, están siendo presas de mi curiosidad. Será el desconocimiento que tengo de ellas, o simplemente que somos así, seres misteriosos de los que nadie, ni siquiera nosotros mismos, deberíamos saber.
Aunque la curiosidad, de nuevo, me invade, la esquivo, respetando la intimidad del muchacho. No parecía muy dispuesto a contar su historia, desde luego, debe haber sido dura. El dramatismo está presente desde luego en todos nosotros, criaturas de las sombras. Quizás como castigo, aunque de alguna vida pasada, ya que yo no tenía ninguna carga moral. Había sido buena hija e intenté ser buena esposa... aunque eso era antes de matar a mi padre y a mi marido.
Me di cuenta de que el hombre había soltado su copa ya en un par de ocasiones. - ¿Acaso no es de su agrado el vino?- sonrío y doy un sorbo observando su copa -he de admitir que no es de los más antiguos, pero no podíamos esperar más de una taberna. Sin embargo, la compañía con la que me encuentro hace que sepa delicioso.- Un desliz de coqueteo inundaba mi voz, pero después de todo, no creo que acabase con algo más que una fugaz amistad con él, y ello no me entristecía. Era demasiado bueno, demasiado noble para mí. Él es de esa clase de hombres que no merezco, o que simplemente merecen algo mejor.
Mientras el muchacho me contaba las razones de su invitación, noté como una mano grande, sudorosa y llena de callos, por supuesto perteneciente a un hombre de clase baja, me sujetaba por la cintura. Sonreí con un suspiro a mi acompañante, que serviría como excusa por lo que pensaba hacer a continuación. Empezaba a coger aire, furiosa, dispuesta a mostrar lo menos bello de mi ser, cuando se me adelantaron. En cuanto vi mi defensa, mi rostro cambió totalmente. Las venas de al rededor de los ojos, habían desaparecido, y mis colmillos, habían quedado ocultos. El resultado de esto fue un rostro resultado de una mezcla entre sorpresa y conmoción. Siempre había tenido que defenderme yo de estas situaciones, ya que siempre he estado sola, ¿acaso así se siente una cuando conoce a un hombre que no es simplemente sexo?. Estaba sorprendida, agradecida a la vez.
Ante su disculpa cortés, no puedo hacer otra cosa que adoptar un tono tímido, y sumergir la nariz en mi copa. -No, no, no se preocupe... gracias- bebo para evitar el silencio que creía venir. Pero no era así, retomaba la conversación como si nada, hablaba profundamente, muy cordial, esto sí era un hombre de verdad, y no los que se peleaban por mí en las tabernas hasta dejar al otro inconsciente, o muerto.
Lo cierto es que pensando en aquello, sólo pude escuchar la última pregunta que me formuló: quería mi nombre.
- Kimberlianne Chessire, pero prefiero que me llamen Kim- extiendo mi mano suavemente. Si era un caballero, la besará y notará el frío que se desliza por mis dedos. Nunca ha sido agradable hacer sentir a los demás aquella sensación de frío, por ello, la escondo rápidamente, quedando mi saludo en una pequeña reverencia. ¿Por qué había actuado así? Ya sé que este caballero sabe lo que soy, y aún así me escondo. Me he prometido aceptar mi condición, ¿por qué no soy capaz de hacerlo?
Entonces, sin tener referencia alguna a mis pensamientos, recuerdo su nombre.
Malachai, un nombre no demasiado francés, ¿de dónde será originario? No sé por qué, todas estas nuevas criaturas, están siendo presas de mi curiosidad. Será el desconocimiento que tengo de ellas, o simplemente que somos así, seres misteriosos de los que nadie, ni siquiera nosotros mismos, deberíamos saber.
Aunque la curiosidad, de nuevo, me invade, la esquivo, respetando la intimidad del muchacho. No parecía muy dispuesto a contar su historia, desde luego, debe haber sido dura. El dramatismo está presente desde luego en todos nosotros, criaturas de las sombras. Quizás como castigo, aunque de alguna vida pasada, ya que yo no tenía ninguna carga moral. Había sido buena hija e intenté ser buena esposa... aunque eso era antes de matar a mi padre y a mi marido.
Me di cuenta de que el hombre había soltado su copa ya en un par de ocasiones. - ¿Acaso no es de su agrado el vino?- sonrío y doy un sorbo observando su copa -he de admitir que no es de los más antiguos, pero no podíamos esperar más de una taberna. Sin embargo, la compañía con la que me encuentro hace que sepa delicioso.- Un desliz de coqueteo inundaba mi voz, pero después de todo, no creo que acabase con algo más que una fugaz amistad con él, y ello no me entristecía. Era demasiado bueno, demasiado noble para mí. Él es de esa clase de hombres que no merezco, o que simplemente merecen algo mejor.
Kim Chessire- Vampiro Clase Media
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Re: Mientras los hombres bebían alcohol, nosotros bebíamos el vino más puro: la sangre. /Privado/
'By the light of the moon'
El comentario de la chica sonsaca una sonrisa tímida de mis labios. Si bien hasta el momento me he mostrado un tanto extrovertido e incluso sugestivo, aún bajo el ligero efecto del alcohol que he consumido, la forma más austera de mi ser no tarda en aflorar. Para este momento debería tener perfectamente claro que el coqueteo no es una de mis más grandes virtudes, sin embargo, algo en la pelirroja hace el asunto un tanto más sencillo y aquello me agrada, pues de repente todo se siente más elemental. Para ser alguien que vive al borde de las cosas me es imposible no calificar tal tipo de sosiego frente a esta situación como refrescante. Con un ligero movimiento de cabeza sacudo todas las ideas que rondan mi mente, quizá esta vez sea mejor vivir el momento, si bien pensar con cautela las cosas me ha librado de toda clase de aprietos, no está de más admitir que no me he permitido deleitar la simpleza de dejar las cosas fluir.
En breve recupero la compostura que creí perdida, mi mejor suposición es que he sido bastante sutil, sin embargo intento no enfocar mi atención en ello, por el contrario, mi expresión se torna en una más relajada y mi rostro que hasta ahora yacen en dirección al suyo ahora gira hacia el tendero. Una vez mi mirada capta la atención del hombre tras la barra con una ligera seña de mi mano le solicito una botella de vino y tan pronto como el hombre se aproxima con aquello que he encargado dispongo cuidado nuevamente en la vampira frente a mí.
— Tiene razón mademoiselle, es inquietante como una buena compañía puede darle un toque de dulce a la noche más amarga — tomo la botella de vino entre mis manos y la observo con curiosidad — Incluso hasta vino menos ostentoso. —Hago una pausa disfrazada en una sonrisa, aquello que deseo proponer tiene la más pura de las intenciones, sin embargo deseo encontrar las palabras adecuadas para expresar mi más reciente ocurrencia — Pero, sinceramente creo que este vino podría saber mucho mejor bajo la luz de la luna — saco de mi bolsillo unos cuantos peniques y los coloco sobre el mesón pagando así el producto que sostengo. — Señorita, le propongo que me acompañe esta noche en una caminata por las calles de la ciudad; sólo usted, yo y esta botella de vino barata —comento con gracia.
Quizá sea osado de mi parte proponer tal cosa a una dama que acabo de conocer, sin embargo, creo firmemente que un ambiente más calmo dará lugar a una mejor conversación. Sé muy bien que mi oferta no es la más pomposa, pero supera por mucho la condición de este lugar. Me hierve la sangre, pues no tolero la manera vulgar e insolente en la que estas bestias que se hacen llamar hombres evidencian sus mugrientos y lujuriosos deseos por ella; No obstante, también es cierto que mi sentido del olfato agradecería alejarse de lo que sea que haya muerto aquí.
— ¿Qué opina mademoiselle? — indago con simpleza — Le aseguro que si acepta no tendrá de que preocuparse pues a diferencia de estos hombres… — expreso con desdén — me gusta creer que sé cómo tratar a una dama.
Malachai Vlahovic- Licántropo Clase Media
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Localización : París
Re: Mientras los hombres bebían alcohol, nosotros bebíamos el vino más puro: la sangre. /Privado/
Desde luego la idea de beber vino con un apuesto muchacho era tentadora, si no tuviese el presentimiento de que sólo estaba siendo cortés podría llegar a pensar que aquel chico estaba interesado en mí.
Aquello despertó una picardía propia de mí, y a mi extrañar, relució demasiado tarde ya que nada más empezar a conversar con hombres apuestos ya comienzo a imaginar situaciones más íntimas.
Con una sonrisa en los labios, asentí, y seguí al chico hacia la puerta del bar. Ya me había acostumbrado a las miradas de aquellos maleducados, y no me importaba ya que me sentía segura al lado de mi acompañante. Le tomé del brazo, para hacer más cercano nuestro encuentro.
- Nunca pensé que me llegaría a molestar ser deseada por varios hombres a la vez - le miré riendo. En realidad me sentía segura tomada de su brazo, podía sentir a través de la tela que envolvía su piel el calor, la sangre en movimiento. Siempre había sido duro para mí mantener el contacto con algún ser vivo sin querer alimentarme de él. Aunque en realidad no deseaba causarle molestia alguna, me conformaba con oler el contenido de sus venas, era un aroma dulce a pesar del olor característico de un hombre lobo.
Dejé mis pensamientos atrás cuando observé el silencio que se había creado entre nosotros, para nada incómodo he de admitir. Entonces, me surgió una cuestión en la que no había pensado hasta el momento.
- Por cierto, ¿qué hacía un caballero como vos en un garito como aquel? No suele haber variedad en su clientela, siempre son borrachos o jugadores de cartas que se apuestan el pan de sus hijos. Y vos desde luego no parecéis ninguno de aquellos. - le miraba atenta, lo cierto es que el claro de la luna se reflejaba en sus ojos y aquello creaba un ambiente demasiado íntimo a lo que aquel chico creo que estaría dispuesto a tener.
Aquello despertó una picardía propia de mí, y a mi extrañar, relució demasiado tarde ya que nada más empezar a conversar con hombres apuestos ya comienzo a imaginar situaciones más íntimas.
Con una sonrisa en los labios, asentí, y seguí al chico hacia la puerta del bar. Ya me había acostumbrado a las miradas de aquellos maleducados, y no me importaba ya que me sentía segura al lado de mi acompañante. Le tomé del brazo, para hacer más cercano nuestro encuentro.
- Nunca pensé que me llegaría a molestar ser deseada por varios hombres a la vez - le miré riendo. En realidad me sentía segura tomada de su brazo, podía sentir a través de la tela que envolvía su piel el calor, la sangre en movimiento. Siempre había sido duro para mí mantener el contacto con algún ser vivo sin querer alimentarme de él. Aunque en realidad no deseaba causarle molestia alguna, me conformaba con oler el contenido de sus venas, era un aroma dulce a pesar del olor característico de un hombre lobo.
Dejé mis pensamientos atrás cuando observé el silencio que se había creado entre nosotros, para nada incómodo he de admitir. Entonces, me surgió una cuestión en la que no había pensado hasta el momento.
- Por cierto, ¿qué hacía un caballero como vos en un garito como aquel? No suele haber variedad en su clientela, siempre son borrachos o jugadores de cartas que se apuestan el pan de sus hijos. Y vos desde luego no parecéis ninguno de aquellos. - le miraba atenta, lo cierto es que el claro de la luna se reflejaba en sus ojos y aquello creaba un ambiente demasiado íntimo a lo que aquel chico creo que estaría dispuesto a tener.
Kim Chessire- Vampiro Clase Media
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Re: Mientras los hombres bebían alcohol, nosotros bebíamos el vino más puro: la sangre. /Privado/
Me gusta caminar bajo la guardia protectora del astro por el cual se rige mi condición y por qué no, mi naturaleza. A pesar de que la licantropía es algo más o menos nuevo, siempre me consideré, me permito afirmar, un alma nocturna. La noche me seduce, me encanta, ilumina mis ideas y fortalece mi cuerpo, me hace sentir renovado en todos y cada uno de los aspectos posibles. No obstante, si bien prefiero disfrutar de mi sosegada musa por mi cuenta he de admitir que no me molesta en lo más mínimo estar en compañía de la vampiresa que me toma por el brazo. Por un momento me permito a mí mismo dejar de lado el desprecio que siento por los de su clase, aunque por supuesto que con ella ha sido más que sencillo, lo cierto es que esta podría transformarse en una mejor velada de lo que pudiese haber previsto.
Un plácido silencio se sitúa en el ambiente mientras París duerme y me deleito de la soledad de sus calles. A pesar de que la ausencia de palabra es considerada como la más prominente muestra de incomodidad esta vez me opongo a verlo de tal forma, a decir verdad, este instante lo percibo como si Kim y yo ya hubiésemos convenido en confianza desde tiempo atrás. No obstante, una vez la joven decide romper el silencio no puedo evitar extender una pequeña sonrisa en mis labios. Sí, era cierto, en una noche normal no se me cruzaría por la cabeza realizar hazaña tal como la de poner un pie en aquella taberna. Habitualmente no me apetecería asistir a un lugar de tal calaña pues la obstinación por dirigirme a lugares de tal tipo se desvaneció una vez deje de sentirme impotente, una vez encaminé mi vida por un motivo tan insustancial y poco sensato como la venganza. Entornos como el de aquella taberna me transportan a un lugar en mi mente en el que me puedo enfrentarme con mi pasado, mi hermano y el único momento en el que viví una vida plena, feliz; por supuesto, con un poco más de clase y mucha menos fetidez.
— Usted está en lo cierto Mademoiselle, no suelo frecuentar lugares de tal estilo pero para ser justos, no creo que algún ser vivo con mediano sentido del olfato, más de dos dedos de frente y menos de dos tragos encima pueda tolerar una estancia superior a unos pocos segundos dentro de un lugar así — Comento con gracia. No Recuerdo la última vez que logre sentirme tan ameno en compañía de otro ser; No obstante, Lo que más fascina a mi sentido común es que quien me brinda mayor conforte en este momento es todo lo que usualmente me mantendría en alerta, lo que despertaría a la bestia que escondo bajo la fachada de un corriente e indefenso humano pero finalmente ¿qué no todos lo hacemos? — Al parecer tengo peculiares formas de romper la rutina — Lanzo a la joven una breve mirada sugestiva — Sin embargo he encontrado compañía bastante agradable en tal garito así que no tengo mucho por lo que protestar — Me siento un poco un poco más charlatán de lo usual, esa es quizá la mayor cantidad de palabras que he dicho en años y no sé si se deba al licor pero me agrada bastante la sensación de poder relajarme, por un instante dejar de sentirme al borde de cada situación — Aunque si desea satisfacer mi curiosidad Señorita, la misma cuestión quisiera indagar, ¿qué ha llevado a una dama tan bella como usted a un lugar así?
Un plácido silencio se sitúa en el ambiente mientras París duerme y me deleito de la soledad de sus calles. A pesar de que la ausencia de palabra es considerada como la más prominente muestra de incomodidad esta vez me opongo a verlo de tal forma, a decir verdad, este instante lo percibo como si Kim y yo ya hubiésemos convenido en confianza desde tiempo atrás. No obstante, una vez la joven decide romper el silencio no puedo evitar extender una pequeña sonrisa en mis labios. Sí, era cierto, en una noche normal no se me cruzaría por la cabeza realizar hazaña tal como la de poner un pie en aquella taberna. Habitualmente no me apetecería asistir a un lugar de tal calaña pues la obstinación por dirigirme a lugares de tal tipo se desvaneció una vez deje de sentirme impotente, una vez encaminé mi vida por un motivo tan insustancial y poco sensato como la venganza. Entornos como el de aquella taberna me transportan a un lugar en mi mente en el que me puedo enfrentarme con mi pasado, mi hermano y el único momento en el que viví una vida plena, feliz; por supuesto, con un poco más de clase y mucha menos fetidez.
— Usted está en lo cierto Mademoiselle, no suelo frecuentar lugares de tal estilo pero para ser justos, no creo que algún ser vivo con mediano sentido del olfato, más de dos dedos de frente y menos de dos tragos encima pueda tolerar una estancia superior a unos pocos segundos dentro de un lugar así — Comento con gracia. No Recuerdo la última vez que logre sentirme tan ameno en compañía de otro ser; No obstante, Lo que más fascina a mi sentido común es que quien me brinda mayor conforte en este momento es todo lo que usualmente me mantendría en alerta, lo que despertaría a la bestia que escondo bajo la fachada de un corriente e indefenso humano pero finalmente ¿qué no todos lo hacemos? — Al parecer tengo peculiares formas de romper la rutina — Lanzo a la joven una breve mirada sugestiva — Sin embargo he encontrado compañía bastante agradable en tal garito así que no tengo mucho por lo que protestar — Me siento un poco un poco más charlatán de lo usual, esa es quizá la mayor cantidad de palabras que he dicho en años y no sé si se deba al licor pero me agrada bastante la sensación de poder relajarme, por un instante dejar de sentirme al borde de cada situación — Aunque si desea satisfacer mi curiosidad Señorita, la misma cuestión quisiera indagar, ¿qué ha llevado a una dama tan bella como usted a un lugar así?
Malachai Vlahovic- Licántropo Clase Media
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Re: Mientras los hombres bebían alcohol, nosotros bebíamos el vino más puro: la sangre. /Privado/
Era agradable este hombre, repetía que se sentía cómodo en mi compañía, y recibir tales comentarios de un hombre tan apuesto y gentil, en algún momento de mi vida podría haberme hecho sonrojar.
Siempre que algo me daba vergüenza, o sentía que todo el mundo escuchaba lo que decía, hacía que mis mejillas cobrasen un color exageradamente rojo. Antes, en aquellos años en los que mi corazón palpitaba, odiaba aquellos momentos, ya que me hacían sentir estúpida. Ahora, acompañada de este hombre con su vida en sus manos, desearía poder volver a sonrojarme ante los cumplidos de un caballero. Sin embargo, debería conformarme con dedicarle una mirada de gratitud y una sonrisa.
La verdad es que nunca se me habría ocurrido visitar lugares tan hostiles varios años atrás, pero tenía la necesidad de beber un buen vino y quién sabe, a lo mejor encontrar alguien con quien pasar la noche, pero no era, ni de lejos, la idea que tenía en mente de "pasar la noche con un hombre" mi situación actual. Miré al chico con una pequeña sonrisa que marcaba las comisuras de mis labios para darle una respuesta más o menos digna de una dama.
-Lo cierto es que anduve por las calles de París buscando algún tipo de entretenimiento cuando me topé con aquella taberna. En cuanto entré en el establecimiento, pude notar que aquella no era la compañía que andaba buscando, como vos comprenderéis. Sin embargo, como no tenía nada mejor que hacer que esperar una pelea entre borrachos u observar a las putas seducir a los hombres, me quedé allí, observando el comportamiento humano, hasta que crucé la mirada con un caballero que no concordaba con la estética del garito- le miré sonriendo - y entonces, apareció a mi lado, me invitó a una copa y aquí estoy, junto a él tomando un vino amargo que resulta ser dulce en su compañía.
Por supuesto que estaba coqueteando con él, soy así, una mujer peleona, si le gusta algo lo demuestra. No quería incomodar a mi acompañante, solo hacerle reír. Yo tenía una forma de alagar a los hombres mucho más directa que el hombre que me acompañaba estaba acostumbrado a recibir. Por eso reí ante su cara de sorpresa. Desde luego estaba teniendo una noche agradable.
En las calles solo se escuchaba el sonido de nuestros zapatos pisando el suelo, creando una melodía armoniosa y relajante. Los suelos estaban húmedos debido a la lluvia que debió azotar París mientras nosotros conversábamos en aquel lugar demasiado cálido. Me gustaba pisar los pequeños charcos y ver las ondas que se creaban sobre mis pies, que veía asomar a través del vestido que estaba absorviendo la lluvia caída, pero no me importaba. De pequeña hasta que no tenía el vestido cubierto de barro, no había terminado de jugar. Supongo que ver así los pies de la falda de mi ropa me recuerda a estos momentos y justifica la poca importancia que le daba.
Siempre que algo me daba vergüenza, o sentía que todo el mundo escuchaba lo que decía, hacía que mis mejillas cobrasen un color exageradamente rojo. Antes, en aquellos años en los que mi corazón palpitaba, odiaba aquellos momentos, ya que me hacían sentir estúpida. Ahora, acompañada de este hombre con su vida en sus manos, desearía poder volver a sonrojarme ante los cumplidos de un caballero. Sin embargo, debería conformarme con dedicarle una mirada de gratitud y una sonrisa.
La verdad es que nunca se me habría ocurrido visitar lugares tan hostiles varios años atrás, pero tenía la necesidad de beber un buen vino y quién sabe, a lo mejor encontrar alguien con quien pasar la noche, pero no era, ni de lejos, la idea que tenía en mente de "pasar la noche con un hombre" mi situación actual. Miré al chico con una pequeña sonrisa que marcaba las comisuras de mis labios para darle una respuesta más o menos digna de una dama.
-Lo cierto es que anduve por las calles de París buscando algún tipo de entretenimiento cuando me topé con aquella taberna. En cuanto entré en el establecimiento, pude notar que aquella no era la compañía que andaba buscando, como vos comprenderéis. Sin embargo, como no tenía nada mejor que hacer que esperar una pelea entre borrachos u observar a las putas seducir a los hombres, me quedé allí, observando el comportamiento humano, hasta que crucé la mirada con un caballero que no concordaba con la estética del garito- le miré sonriendo - y entonces, apareció a mi lado, me invitó a una copa y aquí estoy, junto a él tomando un vino amargo que resulta ser dulce en su compañía.
Por supuesto que estaba coqueteando con él, soy así, una mujer peleona, si le gusta algo lo demuestra. No quería incomodar a mi acompañante, solo hacerle reír. Yo tenía una forma de alagar a los hombres mucho más directa que el hombre que me acompañaba estaba acostumbrado a recibir. Por eso reí ante su cara de sorpresa. Desde luego estaba teniendo una noche agradable.
En las calles solo se escuchaba el sonido de nuestros zapatos pisando el suelo, creando una melodía armoniosa y relajante. Los suelos estaban húmedos debido a la lluvia que debió azotar París mientras nosotros conversábamos en aquel lugar demasiado cálido. Me gustaba pisar los pequeños charcos y ver las ondas que se creaban sobre mis pies, que veía asomar a través del vestido que estaba absorviendo la lluvia caída, pero no me importaba. De pequeña hasta que no tenía el vestido cubierto de barro, no había terminado de jugar. Supongo que ver así los pies de la falda de mi ropa me recuerda a estos momentos y justifica la poca importancia que le daba.
Kim Chessire- Vampiro Clase Media
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Re: Mientras los hombres bebían alcohol, nosotros bebíamos el vino más puro: la sangre. /Privado/
Quizá sea una completa locura, pero, finalmente ¿qué la vida no es bastante desquiciada ya? Destapo la botella de vino y en un acto que supongo caballeroso le ofrezco el primer sorbo de la botella. Ciertamente me siento avergonzado, pues, a pesar de que las circunstancias de ahora son más apropiadas que las de aquel antro del que nos retiramos hace algunos minutos ya, me gustaría ofrecerle a la dama que se encuentra a mi lado una mejor situación que la actual. Las calles de París no son las más seguras cuando la luna se levanta sobre los cielos, pero aun así ambos somos hijos del oscuro manto, por tanto no hay nada que temer.
Una vez ella le da el primer degusta el primer sorbo del vino, recibo la botella, lo suficientemente ruborizado como para esperar que no sea de su desagrado beber del mismo pico; sin embargo, me dispongo a realizar la misma acción. Para entonces ya hemos avanzado algunas cuadras. La noche continúa igual de apacible, como si por una noche todos los astros se hubiesen alineado para que la fiereza de sus hijos permaneciera oculta incluso a las sombras. Le observo de soslayo y le brindo una sonrisa a medias, tras ella se extiende una calle que me es bastante familiar. No sé si se trate de una simple casualidad o de un golpe de suerte; a pesar de que no me he fijado en demasía en el rumbo que hemos tomado la imagen de un lugar en especial toma forma en mi mente. Me detengo y con delicadeza tomo a la vampiresa de la mano sin esperar otra reacción qué sorpresa.
— Sé que no han pasado más de minutos de nos conocernos — comienzo de forma apresurada, tanto que me obligó a mí mismo a detenerme para sostener el aliento. Quisiera admitir que el hecho que hace aflorar los nervios reside en la simple razón del vampirismo de la mujer frente a mi, no obstante, que el verdadero motivo sea aún más sencillo me causa cierta gracia. Solo una dama podría causar tal reacción en mi— Y que posiblemente no tiene razón para confiar en un extraño, más en uno con mi condición, mademoiselle —Doy un pequeño paso adelante, uno ligeramente tembloroso, con el fin de guiar el camino — Aún así ha confiado lo suficiente como para acompañarme en esta caminata nocturna. Me agrada que lo haya hecho pues he de admitir que concuerdo con usted señorita, en efecto, el vino sabe mejor en buena compañía — continuo mientras busco con la mirada el lugar que concuerda con el recuerdo que se ha formado en mi mente.
Finalmente lo encuentro. A pesar de que las calles de la capital se sumen en bajo la oscuridad del cmanto nocturno, no es necesario acudir a la vista de la bestia para hallar el lugar que momentos atrás invadió pensamientos. Una iglesia, no muy grande, se alza sobre nuestras cabezas. Sin embargo, tal y como lo recuerdo, su ubicación es perfecta para mis intenciones.
— Ese lugar... — Estiro el dedo índice en dirección a un espacio entre el campanario y el reloj que adorna la fachada de la iglesia; un espacio lo suficientemente amplio como para dos almas sin rumbo — Tiene una vista estupenda — prosigo haciendo un ademán para agarrarle de la cintura — Si me permite lo permite... —me detengo esperando aprobación — quisiera llevarle hasta allí para conversar, para conocer más acerca de usted, madame, pues lo considero mejor que andar sin rumbo por las calles. Todavía tenemos vino de más y bueno... Usted ha removido bastante mi curiosidad, espero no lo considere un sacrilegio —sonrío, esta vez ampliamente, quizá esta sea la primera sonrisa que alguna vez le haya obsequiado a un vampiro
Una vez ella le da el primer degusta el primer sorbo del vino, recibo la botella, lo suficientemente ruborizado como para esperar que no sea de su desagrado beber del mismo pico; sin embargo, me dispongo a realizar la misma acción. Para entonces ya hemos avanzado algunas cuadras. La noche continúa igual de apacible, como si por una noche todos los astros se hubiesen alineado para que la fiereza de sus hijos permaneciera oculta incluso a las sombras. Le observo de soslayo y le brindo una sonrisa a medias, tras ella se extiende una calle que me es bastante familiar. No sé si se trate de una simple casualidad o de un golpe de suerte; a pesar de que no me he fijado en demasía en el rumbo que hemos tomado la imagen de un lugar en especial toma forma en mi mente. Me detengo y con delicadeza tomo a la vampiresa de la mano sin esperar otra reacción qué sorpresa.
— Sé que no han pasado más de minutos de nos conocernos — comienzo de forma apresurada, tanto que me obligó a mí mismo a detenerme para sostener el aliento. Quisiera admitir que el hecho que hace aflorar los nervios reside en la simple razón del vampirismo de la mujer frente a mi, no obstante, que el verdadero motivo sea aún más sencillo me causa cierta gracia. Solo una dama podría causar tal reacción en mi— Y que posiblemente no tiene razón para confiar en un extraño, más en uno con mi condición, mademoiselle —Doy un pequeño paso adelante, uno ligeramente tembloroso, con el fin de guiar el camino — Aún así ha confiado lo suficiente como para acompañarme en esta caminata nocturna. Me agrada que lo haya hecho pues he de admitir que concuerdo con usted señorita, en efecto, el vino sabe mejor en buena compañía — continuo mientras busco con la mirada el lugar que concuerda con el recuerdo que se ha formado en mi mente.
Finalmente lo encuentro. A pesar de que las calles de la capital se sumen en bajo la oscuridad del cmanto nocturno, no es necesario acudir a la vista de la bestia para hallar el lugar que momentos atrás invadió pensamientos. Una iglesia, no muy grande, se alza sobre nuestras cabezas. Sin embargo, tal y como lo recuerdo, su ubicación es perfecta para mis intenciones.
— Ese lugar... — Estiro el dedo índice en dirección a un espacio entre el campanario y el reloj que adorna la fachada de la iglesia; un espacio lo suficientemente amplio como para dos almas sin rumbo — Tiene una vista estupenda — prosigo haciendo un ademán para agarrarle de la cintura — Si me permite lo permite... —me detengo esperando aprobación — quisiera llevarle hasta allí para conversar, para conocer más acerca de usted, madame, pues lo considero mejor que andar sin rumbo por las calles. Todavía tenemos vino de más y bueno... Usted ha removido bastante mi curiosidad, espero no lo considere un sacrilegio —sonrío, esta vez ampliamente, quizá esta sea la primera sonrisa que alguna vez le haya obsequiado a un vampiro
Malachai Vlahovic- Licántropo Clase Media
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Re: Mientras los hombres bebían alcohol, nosotros bebíamos el vino más puro: la sangre. /Privado/
Absorta en mis recuerdos de la infancia, algo me trae de vuelta a la realidad, y es que mi acompañante me ha tomado la mano. Este gesto siempre me causa una extrema intranquilidad, porque sé que nadie quiere tocar algo tan frío como un cadáver que realmente es lo que soy. Sin embargo, este muchacho no reaccionó de modo alguno ante el frío que corría entre mis dedos. Cuando me quise dar cuenta, estábamos frente a un iglesia, con un gran campanario. Me quedé unos segundos observando su exquisita altura y las sombras de sus relieves proyectadas gracias a la luz de la luna.
Era cierto que llevábamos escaso tiempo conociéndonos, y sin embargo estaba dispuesta a subir al lugar que apuntaba su índice. Cuando volví a dirigir la mirada al rostro del caballero, me sorprendí al ver tan amplia sonrisa dirigida a mí. Parecía que ambos disfrutábamos de aquella noche, lo que no había experimentado ya hace demasiado tiempo.
Tomé la mano del muchacho y la coloqué en mi cintura, dando a entender que estaba dispuesta a acompañarlo a aquel lugar que afirmaba él, tenía buenas vistas.
-Lo cierto es que tengo curiosidad por ver cómo es la París nocturna desde lo alto, y sería de gran agrado hacerlo en tan buena compañía-
Yo también le sonreí, aunque sin despegar los labios bañados en carmín, no era propio de mí enseñar los dientes ya que me había acostumbrado a ocultarlos a la sociedad, es por eso que cuando sonreía quedaba un gesto un tanto forzado, pero esta vez estaba tan cómoda con mi compañía, que al final sí despegué un tanto mis labios, dejando ver el blanco de mis dientes por un segundo.
Era cierto que llevábamos escaso tiempo conociéndonos, y sin embargo estaba dispuesta a subir al lugar que apuntaba su índice. Cuando volví a dirigir la mirada al rostro del caballero, me sorprendí al ver tan amplia sonrisa dirigida a mí. Parecía que ambos disfrutábamos de aquella noche, lo que no había experimentado ya hace demasiado tiempo.
Tomé la mano del muchacho y la coloqué en mi cintura, dando a entender que estaba dispuesta a acompañarlo a aquel lugar que afirmaba él, tenía buenas vistas.
-Lo cierto es que tengo curiosidad por ver cómo es la París nocturna desde lo alto, y sería de gran agrado hacerlo en tan buena compañía-
Yo también le sonreí, aunque sin despegar los labios bañados en carmín, no era propio de mí enseñar los dientes ya que me había acostumbrado a ocultarlos a la sociedad, es por eso que cuando sonreía quedaba un gesto un tanto forzado, pero esta vez estaba tan cómoda con mi compañía, que al final sí despegué un tanto mis labios, dejando ver el blanco de mis dientes por un segundo.
Kim Chessire- Vampiro Clase Media
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Re: Mientras los hombres bebían alcohol, nosotros bebíamos el vino más puro: la sangre. /Privado/
La última campanada del día resonó hace un par minutos en medio de las calles de París; no volverá a sonar hasta el amanecer, al menos no hasta cuando mi acompañante deba ocultarse del cálido astro que adornará el día. Considero esta la hora perfecta, el momento en el que muere la noche y nace la madrugada, el instante en el que se nos brinda la oportunidad perfecta de desechar los desaciertos la velada, desaciertos propios de cualquier otra noche que no sea esta. Con el agridulce sabor del vino filtrándose entre mis labios y a través de mi lengua se han ido también mis creencias, mis preocupaciones y todo resentimiento restante que aún sostengo por los de su clase. La bestia descansa bajo el sosiego de una enigmática luna nueva y lo que resta de mí queda a disposición de una botella de vino y la vampiresa que ahora la sostiene. Por ahora, por algún indescifrable motivo, la inmortal y yo nos hemos convertido en iguale, dos hijos del cielo nocturno que se encuentran en lo que se asemeja al preámbulo de un suceso mayor.
Una vez mi mano se encuentra firme sobre su cintura sólo es cuestión de un salto perfectamente premeditado para que la vampiresa y yo aterricemos sobre el campanario. Consciente de que la mujer pudo llegar a tal altura por sí sola mi mano sólo descansa sobre su cuerpo algunos instantes tras llegar a nuestro destino; ella denota simpatía ante el más mínimo gesto de caballerosidad, mis ojos inquieren sobre los suyos buscando el motivo de tal reacción y es entonces cuando me pregunto ¿Cuál habrá sido el último día, ya sea en la corta o larga vida de la bella mujer, en el que recibió una atención que no fuese malintencionada?
Inquiero con la mirada sobre sus ojos, pero no encuentro respuesta a la cuestión que revuela mi mente, pues no me considero remotamente bueno leyendo a otras personas y quizá esa sea una de las razones más considerables por las que nunca pude ser un cazador. He aprendido a desconfiar de mi instinto, de mi bestia y de las corazonadas mientras coloco mi fe en la lógica de los hechos y la experiencia, por tanto, todo lo que llegue a conocer de la inmortal, será aquello que ella decida contarme; después de todo, aún tenemos toda la madrugada por delante y una botella de vino que se torna más dulce con cada sorbo.
— ¿Me creería usted, Milady si le digo que esta es la mejor vista de todo París?
Extiendo mi mano brindándole a la mujer el apoyo de mi mano con el fin de que tome asiento sobre el borde del campanario.
— Con cuidado Madame, caer no le representa mayor daño, pero aun así no me gustaría verle herida.
Una vez Kim se encuentra segura tomo asiento a su lado. La capital mantiene un aspecto lóbrego, esta noche las luces se han apagado, más lo especial de nuestra vista nos permite una magnífica percepción de la ciudad incluso aunque esté sumida en la oscuridad. Un breve vistazo sobre el horizonte me basta para sentirme a gusto, entonces decido devolver mi atención a la vampiresa.
— Me gustaría conocer más de usted, Mademoiselle.
Una vez mi mano se encuentra firme sobre su cintura sólo es cuestión de un salto perfectamente premeditado para que la vampiresa y yo aterricemos sobre el campanario. Consciente de que la mujer pudo llegar a tal altura por sí sola mi mano sólo descansa sobre su cuerpo algunos instantes tras llegar a nuestro destino; ella denota simpatía ante el más mínimo gesto de caballerosidad, mis ojos inquieren sobre los suyos buscando el motivo de tal reacción y es entonces cuando me pregunto ¿Cuál habrá sido el último día, ya sea en la corta o larga vida de la bella mujer, en el que recibió una atención que no fuese malintencionada?
Inquiero con la mirada sobre sus ojos, pero no encuentro respuesta a la cuestión que revuela mi mente, pues no me considero remotamente bueno leyendo a otras personas y quizá esa sea una de las razones más considerables por las que nunca pude ser un cazador. He aprendido a desconfiar de mi instinto, de mi bestia y de las corazonadas mientras coloco mi fe en la lógica de los hechos y la experiencia, por tanto, todo lo que llegue a conocer de la inmortal, será aquello que ella decida contarme; después de todo, aún tenemos toda la madrugada por delante y una botella de vino que se torna más dulce con cada sorbo.
— ¿Me creería usted, Milady si le digo que esta es la mejor vista de todo París?
Extiendo mi mano brindándole a la mujer el apoyo de mi mano con el fin de que tome asiento sobre el borde del campanario.
— Con cuidado Madame, caer no le representa mayor daño, pero aun así no me gustaría verle herida.
Una vez Kim se encuentra segura tomo asiento a su lado. La capital mantiene un aspecto lóbrego, esta noche las luces se han apagado, más lo especial de nuestra vista nos permite una magnífica percepción de la ciudad incluso aunque esté sumida en la oscuridad. Un breve vistazo sobre el horizonte me basta para sentirme a gusto, entonces decido devolver mi atención a la vampiresa.
— Me gustaría conocer más de usted, Mademoiselle.
Malachai Vlahovic- Licántropo Clase Media
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Re: Mientras los hombres bebían alcohol, nosotros bebíamos el vino más puro: la sangre. /Privado/
En cuanto mis pies se despegan del suelo, la mano del caballero suma un tanto la fuerza de sujeción de mi cintura, lo cual me hace sentir segura y a salvo. El hecho de que rompamos el frío que invade el aire, hace que mi melena se descontrole un poco, deshaciendo el pequeño recogido que llevaba, sin embargo no me molestaba en absoluto, todo lo que es bueno despeina: correr, saltar, reír, ser cogida en brazos, hacer el amor...
Cuando por fin conseguí la estabilidad de pisar algo, se deshizo un tanto ya que las tejas del edificio estaban sueltas y lo cierto es que caminar sobre ellas hacía sonar una melodía que rompía el silencio de París. Con este sonido del barro chocando entre sí, se marcaban mis pasos, dispuestos a encontrar un lugar en el que sentarme. Mi acompañante me tomaba de la mano y la verdad es que sin su ayuda podría haberme resbalado al pisar la verdina que cubría ciertos lugares del campanario.
Me senté cuidadosamente y observé el paisaje: las calles iluminadas con ligeros rastros de luz, que vagos crean un camino entre la oscuridad, algunas casas completamente apagadas mientras en otras se podía distinguir un leve resplandor de alguna lámpara o vela que iluminaba la estancia.
Me gustaba imaginar a los habitantes de esos hogares, a las madres contándoles cuentos y fábulas a los pequeños, y los padres recogiendo el estropicio que estos habrían dejado en aquella tarde de juego. Yo nunca podría experimentar el ser madre, me habían arrebatado junto a mi vida, todos mis planes, casarme, tener hijos, quizás un perro... ya no quedaba nada de eso.
Mis pensamientos se disiparon cuando observé que mi acompañante me miraba con cierta curiosidad, seguramente preguntándose el porqué de mi silencio, a lo que simplemente respondí con una sonrisa que escondía mil enigmas.
Cuando aparta la vista y separa sus labios para revelarme su intención, no puedo hacer más que reír levemente y contestar con toda la sinceridad posible:
- No sé si quiere que le cuente mi historia realmente, pues seguramente tras hacerlo, ni el vino sea tan dulce, ni la noche tan brillante - me dediqué a quedarme en silencio, mirando los irregulares edificios, apoyada sobre mis manos, a las se les empezaba a marcar la silueta de las tejas.
Cuando por fin conseguí la estabilidad de pisar algo, se deshizo un tanto ya que las tejas del edificio estaban sueltas y lo cierto es que caminar sobre ellas hacía sonar una melodía que rompía el silencio de París. Con este sonido del barro chocando entre sí, se marcaban mis pasos, dispuestos a encontrar un lugar en el que sentarme. Mi acompañante me tomaba de la mano y la verdad es que sin su ayuda podría haberme resbalado al pisar la verdina que cubría ciertos lugares del campanario.
Me senté cuidadosamente y observé el paisaje: las calles iluminadas con ligeros rastros de luz, que vagos crean un camino entre la oscuridad, algunas casas completamente apagadas mientras en otras se podía distinguir un leve resplandor de alguna lámpara o vela que iluminaba la estancia.
Me gustaba imaginar a los habitantes de esos hogares, a las madres contándoles cuentos y fábulas a los pequeños, y los padres recogiendo el estropicio que estos habrían dejado en aquella tarde de juego. Yo nunca podría experimentar el ser madre, me habían arrebatado junto a mi vida, todos mis planes, casarme, tener hijos, quizás un perro... ya no quedaba nada de eso.
Mis pensamientos se disiparon cuando observé que mi acompañante me miraba con cierta curiosidad, seguramente preguntándose el porqué de mi silencio, a lo que simplemente respondí con una sonrisa que escondía mil enigmas.
Cuando aparta la vista y separa sus labios para revelarme su intención, no puedo hacer más que reír levemente y contestar con toda la sinceridad posible:
- No sé si quiere que le cuente mi historia realmente, pues seguramente tras hacerlo, ni el vino sea tan dulce, ni la noche tan brillante - me dediqué a quedarme en silencio, mirando los irregulares edificios, apoyada sobre mis manos, a las se les empezaba a marcar la silueta de las tejas.
Kim Chessire- Vampiro Clase Media
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Re: Mientras los hombres bebían alcohol, nosotros bebíamos el vino más puro: la sangre. /Privado/
Media sonrisa agridulce surca mis labios ante la respuesta que obtengo por parte de la inmortal. Bien he saboreado la amargura de un caótico pasado y es cierto que vislumbro con claridad la situación en la que he colocado a mi acompañante, mas me es imposible no sentir un punzante atisbo de decepción pues auténtica curiosidad que me invade. Me inclino a la diplomacia, obligándome a retener las indagaciones para mí mismo; persistir en aquello que cause disgusto en la dama no es una opción, al menos no la de un caballero. Desde la primera luna en la que de que una Bestia presida mi corporeidad entera bajo la luna llena no significa que deba poseer la lógica de una de su misma estirpe. Los impulsos, hasta el momento, han sido germen de mi infortunio.
— Otra víctima de esta vida, me temo — comento con penoso humor
Permanezco en silencio regocijándome del sosiego de la noche y la serenidad que tanta nostalgia ha engendrado en mí, una que nunca pensé compartir junto a un ser de la misma naturaleza del asesino de mi hermano. Extravío la mirada sobre en pico de la botella que me tienta nuevamente a degustar el adictivo cáliz, ese que paciente yace en su fondo, líquido de mística receta que ahoga las penas mortales y suple hombres por bestias.
Finalmente accedo a que la bebida me seduzca, sin embargo antes de dejar fluir el apetecido líquido por mi garganta, ofrezco un sorbo a la vampiresa, quien perdida entre las tenues luces de los faros que se esfuerzan en alumbrar la capital, no advierte la invitación. Titubeo entre distraer la concentración de la señorita o permitirle contemplar la vista sin interrupciones, pues si bien mis intenciones son correctas, me declaro apasionado admirador de la observación y por supuesto de quienes se toman la molestia de observar, pues a pesar de que el tiempo sigue su curso sin que la mudez del momento se perturbe, a mi parecer es más confortable que un discurso de diez mil palabras sin sentido.
Retiro una moneda de uno de los bolsillos en mi cazadora y le hago girar en el aire, cara me llevará a romper el silencio, sello a callar. Una alegre curvatura se dibuja en mis labios, cara será.
— Le daré esta moneda a cambio de sus pensamientos, Madame — Mis palabras atraviesan el silencio llegando directo a los oídos de mi acompañante, captando su atención instantáneamente — Seguramente tienen un valor mucho mayor, sin embargo, tengo la esperanza de que podamos negociar — Levanto la moneda a la altura de sus pardos irises— Podemos obviar las partes amargas, pues el vino es bastante dulce como para arruinarlo, pero… — hago una pausa breve mientras escondo la dorada pieza entre mi puño — si tiene usted una mejor propuesta estoy dispuesto a escuchar, mi señora.
— Otra víctima de esta vida, me temo — comento con penoso humor
Permanezco en silencio regocijándome del sosiego de la noche y la serenidad que tanta nostalgia ha engendrado en mí, una que nunca pensé compartir junto a un ser de la misma naturaleza del asesino de mi hermano. Extravío la mirada sobre en pico de la botella que me tienta nuevamente a degustar el adictivo cáliz, ese que paciente yace en su fondo, líquido de mística receta que ahoga las penas mortales y suple hombres por bestias.
Finalmente accedo a que la bebida me seduzca, sin embargo antes de dejar fluir el apetecido líquido por mi garganta, ofrezco un sorbo a la vampiresa, quien perdida entre las tenues luces de los faros que se esfuerzan en alumbrar la capital, no advierte la invitación. Titubeo entre distraer la concentración de la señorita o permitirle contemplar la vista sin interrupciones, pues si bien mis intenciones son correctas, me declaro apasionado admirador de la observación y por supuesto de quienes se toman la molestia de observar, pues a pesar de que el tiempo sigue su curso sin que la mudez del momento se perturbe, a mi parecer es más confortable que un discurso de diez mil palabras sin sentido.
Retiro una moneda de uno de los bolsillos en mi cazadora y le hago girar en el aire, cara me llevará a romper el silencio, sello a callar. Una alegre curvatura se dibuja en mis labios, cara será.
— Le daré esta moneda a cambio de sus pensamientos, Madame — Mis palabras atraviesan el silencio llegando directo a los oídos de mi acompañante, captando su atención instantáneamente — Seguramente tienen un valor mucho mayor, sin embargo, tengo la esperanza de que podamos negociar — Levanto la moneda a la altura de sus pardos irises— Podemos obviar las partes amargas, pues el vino es bastante dulce como para arruinarlo, pero… — hago una pausa breve mientras escondo la dorada pieza entre mi puño — si tiene usted una mejor propuesta estoy dispuesto a escuchar, mi señora.
Malachai Vlahovic- Licántropo Clase Media
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Re: Mientras los hombres bebían alcohol, nosotros bebíamos el vino más puro: la sangre. /Privado/
Cuando el tenso lazo que unía la luz de la noche en París y mis pensamientos se vio cortado por mi acompañante, cierto es que tuve que parpadear varias veces seguidas para ubicarme de nuevo, había estado tan absorta que olvidaba el lugar en el que me encontraba. Sin embargo, si intentaba recordar en lo que estaba pensando segundos antes, mentiría si dijera que habría salido exitosa. Abandonando la opción de seguir recapacitando más adelante, centré toda mi atención en el hombre que se encontraba a mi lado, con una moneda en la mano, preguntándome sobre aquello que acababa de olvidar.
- Aunque dudo que me crea, caballero, me encontraba tan absorta por mis pensamientos y tan profundos eran éstos que en cuanto he dejado de tenerlos presentes, se han disipado. Puede que fuera porque si volvía a encontrarme barajando las cartas de mi cabeza, volvería a obviar su presencia, y he de admitir que la prefiero a mil momentos de reflexión conmigo misma. Sin embargo, tomaré su moneda - mientras decía esto, tomé el objeto de sus dedos sin que su poseedor pudiera reaccionar - y le propondré un juego.
En cuanto acabé de hablar, tomé la botella y la puse en mi regazo, mientras una sonrisa híbrida entre divertida y traviesa surcaba mi rostro.
-El ganador, podrá disfrutar de los últimos sorbos que puede ofrecer esta deliciosa botella de vino, y el juego consistirá en lo siguiente: cada uno dirá la impresión que tiene del compañero, y el participante que más se aproxime a la realidad, será el beneficiario de este néctar.
-Y con su permiso- me levanto y le hago una pequeña reverencia a forma de broma- me tomaré la libertad de ser la primera, ya que un caballero siempre le cedería a una dama el primer turno. - Río, y noto que mi acompañante se encuentra divertido por mi forma de actuar, quizá demasiado cercana y bromista con un desconocido, quizá causada por el vino, pero qué más da, estaba pasándolo bien y era una oportunidad para demostrar mis dotes de observación, las cuales tenía la impresión de que eran nulas en este contexto.- No se enoje si no acierto, ya que tampoco he tenido la posibilidad de conocerlo tan profundamente como me habría gustado. Sin embargo, creo que tengo cierta idea de cómo es usted. Desde luego usted es un hombre encantador, mujeres no le han faltado, es posible incluso que esté enamorado, y si es así, lo lamentaría mucho... - el alcohol sin duda estaba haciendo efecto en mí, desde luego estaba flirteando con aquel caballero, pero no podemos esconder nuestra esencia por mucho tiempo, ¿cierto? Así que no me detuve, simplemente decía todo lo que se me pasaba por la cabeza, con la leve sensación de que acabaría arrepintiéndome si estos comentarios destruyeran el pequeño lazo que había entre nosotros. - Y por muy encantador que usted me resulte, hay algo de su atmósfera que me causa una irritante curiosidad y crea un ambiente misterioso en todas nuestras conversaciones. No puedo encontrarle otro motivo que le guste esconder cosas de su personalidad, o que no sea así, sino que simplemente no le agrade mostrase tal y como es a las personas, sobre todo a las que conoce desde hace poco entre las que me incluyo. Pero sin embargo, algo me dice esta noche que conoceré más de usted que algunas personas más cercanas que yo, ¿o acaso me equivoco?
- Aunque dudo que me crea, caballero, me encontraba tan absorta por mis pensamientos y tan profundos eran éstos que en cuanto he dejado de tenerlos presentes, se han disipado. Puede que fuera porque si volvía a encontrarme barajando las cartas de mi cabeza, volvería a obviar su presencia, y he de admitir que la prefiero a mil momentos de reflexión conmigo misma. Sin embargo, tomaré su moneda - mientras decía esto, tomé el objeto de sus dedos sin que su poseedor pudiera reaccionar - y le propondré un juego.
En cuanto acabé de hablar, tomé la botella y la puse en mi regazo, mientras una sonrisa híbrida entre divertida y traviesa surcaba mi rostro.
-El ganador, podrá disfrutar de los últimos sorbos que puede ofrecer esta deliciosa botella de vino, y el juego consistirá en lo siguiente: cada uno dirá la impresión que tiene del compañero, y el participante que más se aproxime a la realidad, será el beneficiario de este néctar.
-Y con su permiso- me levanto y le hago una pequeña reverencia a forma de broma- me tomaré la libertad de ser la primera, ya que un caballero siempre le cedería a una dama el primer turno. - Río, y noto que mi acompañante se encuentra divertido por mi forma de actuar, quizá demasiado cercana y bromista con un desconocido, quizá causada por el vino, pero qué más da, estaba pasándolo bien y era una oportunidad para demostrar mis dotes de observación, las cuales tenía la impresión de que eran nulas en este contexto.- No se enoje si no acierto, ya que tampoco he tenido la posibilidad de conocerlo tan profundamente como me habría gustado. Sin embargo, creo que tengo cierta idea de cómo es usted. Desde luego usted es un hombre encantador, mujeres no le han faltado, es posible incluso que esté enamorado, y si es así, lo lamentaría mucho... - el alcohol sin duda estaba haciendo efecto en mí, desde luego estaba flirteando con aquel caballero, pero no podemos esconder nuestra esencia por mucho tiempo, ¿cierto? Así que no me detuve, simplemente decía todo lo que se me pasaba por la cabeza, con la leve sensación de que acabaría arrepintiéndome si estos comentarios destruyeran el pequeño lazo que había entre nosotros. - Y por muy encantador que usted me resulte, hay algo de su atmósfera que me causa una irritante curiosidad y crea un ambiente misterioso en todas nuestras conversaciones. No puedo encontrarle otro motivo que le guste esconder cosas de su personalidad, o que no sea así, sino que simplemente no le agrade mostrase tal y como es a las personas, sobre todo a las que conoce desde hace poco entre las que me incluyo. Pero sin embargo, algo me dice esta noche que conoceré más de usted que algunas personas más cercanas que yo, ¿o acaso me equivoco?
Kim Chessire- Vampiro Clase Media
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Re: Mientras los hombres bebían alcohol, nosotros bebíamos el vino más puro: la sangre. /Privado/
Es posible que la respuesta que obtengo por parte de la inmortal me sorprenda aún más que todos los eventos que han forjado el camino hasta este preciso momento, una situación en la que me encuentro dispuesto a disfrutar de la compañía de un ser cuya naturaleza no está destinada a concordar con la mía, al menos no por historia, ni la propia, ni la que se remonta al origen de las bestias que cargamos con cada puesta de sol. La jocosa reacción de la mujer me hace imposible no soltar un par de risas, que a pesar de ser reservadas, no pierden su toque de diversión. Ahora me indago a mí mismo si mi desprecio por su especie entera es correcto, si he hecho bien en apuntar a toda su estirpe como culpable de los males del mundo, incluidos, evidentemente, los que me han acogido. Si bien hace unos años fue un vampiro quien me arrebató a mi hermano, mis principios y mi humanidad, es hoy, una mujer, que comparte la misma maldición del criminal, quien sin querer, contribuye a acallar las voces de los fantasmas de mi pasado, aquellas que he recogido en el sendero de la venganza y que se rehúsan a abandonarme. La mujer y ahora el último sorbo del vino que aún está en juego.
Asiento con la cabeza una vez la inmortal formula su propuesta y a continuación escucho sus observaciones con extrema atención, cuidando siempre de que ella no pierda el equilibrio una vez se levanta. Encuentro su actitud refrescante y su compañía confortable, pues no rememoro haber tenido un buen acompañante desde hace tiempo ya, más exactamente, desde el día en el que Cameron, quien se ha vuelto tan cercano como un hermano, decidió volver a Italia sin razón o motivo aparente, dejándome a la expectativa de su bienestar.
El desconcierto ha sido una sensación amiga esta noche, pero no me contengo a brindarle una sonrisa amigable a la bella mujer de rojiza cabellera una vez termina su dicción. Ciertamente, no soy un hombre de cuestiones sociales y más bien conservo pocos amigos; me he empeñado en distanciarme del mundo y de libertad de la vida misma; la ausencia de mi igual no sólo eclipsó una parte de mi alma más me convirtió en una clase de bestia superior a la que despierta cada luna llena. He cometido atroces crímenes y me he castigado a mí mismo con equivalencia a mis acciones. El licor ha desvanecido casi por completo mi capacidad de control, esa misma que me ha mantenido lejos de la calidez que no necesariamente en el cuerpo, sino en el alma, se puede encontrar en otro ser, provocación de la que soy presidiario ahora mismo.
Para tratarse de una primera impresión, las palabras de la mujer han sido bastante acertadas.
— Mujeres no me han faltado es verdad — me levanto con cuidado, pues el espacio firme en el que nos encontramos es bastante estrecho, no obstante, ningún caballero le hablaría a una dama sin poder mirarle a los ojos — Más no por la razón que usted cree, madame. — una sonrisa sagaz surca mis labios — Sin embargo, conociéndome como me conozco, diría yo que su intuición ha sido bastante certera.
Doy un paso adelante, sin dejar de intercambiar mirada con la inmortal, quedando tan cerca de ella como lo considero conveniente. Coloco entonces mi mano sobre el cuello de la botella y la deslizo hasta que esta queda sobre la suya, con el fin de retirar el objeto de su agarre. Me aseguro de hacerlo con la suficiente delicadeza para no hacerle daño, pues es un hecho que el tamaño y grosor de mis manos puede doblar el de las suyas. Una vez reclamo la botella en mi poder la sacudo brevemente y le doy una última mirada al gustoso líquido en su interior.
— Supongo entonces que es mi turno — dudo un instante antes de dejar las palabras fluir, observando a mi acompañante con los ojos entrecerrados como si de esta forma pudiese mirar más allá de su existencia corpórea— Es usted indiscutiblemente una mujer hermosa, pero considero eso tan evidente que tanto usted, mademoiselle, como yo, ya lo sabemos — continuo, eligiendo mis palabras con precaución, deseando todo menos molestar de alguna forma a mi acompañante; siempre he sido mejor leyendo palabras que pronunciándolas — Por la forma en la que se expresa, diría que ha deambulado por esta tierra un largo tiempo, y que la belleza con la que carga le ha traído fortuna y a la vez desgracia. Sin embargo, le prometí que obviaríamos las partes amargas, así que proseguiré, por otro camino — doy un paso más, sin pretender realizar acción que observe no complazca a la mujer frente a mí — Veo a una mujer que quiere sentirse libre y aceptar su condición, sin haberlo lograrlo por completo, lamentablemente. Estoy seguro de que ha buscado distracción en lugares equivocados… incluso, me atrevo a decir, en las personas equivocadas...
Levanto la botella a la altura de sus ojos y la remuevo nuevamente; el sonido del licor chocando contra el vidrio, corta el silencio en el que nos hemos sumido.
— A excepción de esta noche — Sonrío ampliamente algo seguro de mí mismo, ya sin poseer rezago alguno de la timidez que me abordó al principio de este fortuito encuentro — Haya acertado o no y esperando que no le moleste mi suposición, deseo que Milady beba lo que resta de este vino — La mano en la que sostengo el frasco desciende de sus ojos a sus labios, esperando firme a que ella se decida a tomarlo — Sólo si usted lo desea, Madame, podremos conocer del otro más que una vaga impresión.
Asiento con la cabeza una vez la inmortal formula su propuesta y a continuación escucho sus observaciones con extrema atención, cuidando siempre de que ella no pierda el equilibrio una vez se levanta. Encuentro su actitud refrescante y su compañía confortable, pues no rememoro haber tenido un buen acompañante desde hace tiempo ya, más exactamente, desde el día en el que Cameron, quien se ha vuelto tan cercano como un hermano, decidió volver a Italia sin razón o motivo aparente, dejándome a la expectativa de su bienestar.
El desconcierto ha sido una sensación amiga esta noche, pero no me contengo a brindarle una sonrisa amigable a la bella mujer de rojiza cabellera una vez termina su dicción. Ciertamente, no soy un hombre de cuestiones sociales y más bien conservo pocos amigos; me he empeñado en distanciarme del mundo y de libertad de la vida misma; la ausencia de mi igual no sólo eclipsó una parte de mi alma más me convirtió en una clase de bestia superior a la que despierta cada luna llena. He cometido atroces crímenes y me he castigado a mí mismo con equivalencia a mis acciones. El licor ha desvanecido casi por completo mi capacidad de control, esa misma que me ha mantenido lejos de la calidez que no necesariamente en el cuerpo, sino en el alma, se puede encontrar en otro ser, provocación de la que soy presidiario ahora mismo.
Para tratarse de una primera impresión, las palabras de la mujer han sido bastante acertadas.
— Mujeres no me han faltado es verdad — me levanto con cuidado, pues el espacio firme en el que nos encontramos es bastante estrecho, no obstante, ningún caballero le hablaría a una dama sin poder mirarle a los ojos — Más no por la razón que usted cree, madame. — una sonrisa sagaz surca mis labios — Sin embargo, conociéndome como me conozco, diría yo que su intuición ha sido bastante certera.
Doy un paso adelante, sin dejar de intercambiar mirada con la inmortal, quedando tan cerca de ella como lo considero conveniente. Coloco entonces mi mano sobre el cuello de la botella y la deslizo hasta que esta queda sobre la suya, con el fin de retirar el objeto de su agarre. Me aseguro de hacerlo con la suficiente delicadeza para no hacerle daño, pues es un hecho que el tamaño y grosor de mis manos puede doblar el de las suyas. Una vez reclamo la botella en mi poder la sacudo brevemente y le doy una última mirada al gustoso líquido en su interior.
— Supongo entonces que es mi turno — dudo un instante antes de dejar las palabras fluir, observando a mi acompañante con los ojos entrecerrados como si de esta forma pudiese mirar más allá de su existencia corpórea— Es usted indiscutiblemente una mujer hermosa, pero considero eso tan evidente que tanto usted, mademoiselle, como yo, ya lo sabemos — continuo, eligiendo mis palabras con precaución, deseando todo menos molestar de alguna forma a mi acompañante; siempre he sido mejor leyendo palabras que pronunciándolas — Por la forma en la que se expresa, diría que ha deambulado por esta tierra un largo tiempo, y que la belleza con la que carga le ha traído fortuna y a la vez desgracia. Sin embargo, le prometí que obviaríamos las partes amargas, así que proseguiré, por otro camino — doy un paso más, sin pretender realizar acción que observe no complazca a la mujer frente a mí — Veo a una mujer que quiere sentirse libre y aceptar su condición, sin haberlo lograrlo por completo, lamentablemente. Estoy seguro de que ha buscado distracción en lugares equivocados… incluso, me atrevo a decir, en las personas equivocadas...
Levanto la botella a la altura de sus ojos y la remuevo nuevamente; el sonido del licor chocando contra el vidrio, corta el silencio en el que nos hemos sumido.
— A excepción de esta noche — Sonrío ampliamente algo seguro de mí mismo, ya sin poseer rezago alguno de la timidez que me abordó al principio de este fortuito encuentro — Haya acertado o no y esperando que no le moleste mi suposición, deseo que Milady beba lo que resta de este vino — La mano en la que sostengo el frasco desciende de sus ojos a sus labios, esperando firme a que ella se decida a tomarlo — Sólo si usted lo desea, Madame, podremos conocer del otro más que una vaga impresión.
Malachai Vlahovic- Licántropo Clase Media
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Re: Mientras los hombres bebían alcohol, nosotros bebíamos el vino más puro: la sangre. /Privado/
A medida que el licántropo pronunciaba sus palabras, una sonrisa pícara se hacía más evidente en mi rostro, hasta tal punto que dejaba ver uno de los colmillos que siempre trataba de ocultar.
Era frustrante lo acertado que fue su diagnóstico, ya que siempre intentaba ocultar cómo soy en realidad. Debía admitir que no se equivocó en nada, por lo que no me sentía en absoluto ganadora de aquel juego. Así que ante el gesto del caballero tomé la botella, mas solo di un pequeño sorbo, dejando un leve resto.
Mi principal idea era darle aquella débil cantidad, pero notando cómo caía una pequeña gota por la comisura de mis labios se me ocurrió una coqueta mofa.
Escondí el recipiente a mi espalda, para que quedase oculto su contenido y me acerqué a él lenta y sinuosamente. A medida que la distancia se acortaba, notaba como mi acompañante se ponía más y más tenso, hasta que me encontré a unos centímetros de su rostro.
- Has sido todo un caballero al cederme el premio. No obstante, vos también habéis acertado bastantes hechos... - pasé el pulgar por mis labios y cuando éste quedó impregnado del néctar que los envolvía, se posó en los suyos. - Así que no sería justo que sólo yo disfrutase del premio. - Pasé mi dedo por sus labios, cubriéndolos con el resto del vino que hacía unos segundos bañaba mis comisuras. Cuando llegué a la mitad de la boca, lo retiré, haciendo que sus labios inferior y superior se separasen por un segundo.
No sabía yo muy bien si el chico se estaba escandalizando, o por el contrario seguiría el juego. Mientras me preguntaba qué reacción tendría, introduje el pulgar que tanto juego había dado en mi boca, terminando así el recorrido del vino.
Antes de que el muchacho pudiera reaccionar para bien o para mal, mostré la botella de vino que hasta entonces había estado oculta y le cedí el último sorbo que ofrecía ésta con una actitud divertida, ya que siempre me había gustado poner en aquellas situaciones a los hombres. Sin embargo, no quería incomodar demasiado al caballero, ya que realmente estaba disfrutando de aquella noche en su compañía. No obstante, la reacción que tuvo a continuación me dejó sin palabras, algo que no pasaba hacía ya mucho tiempo.
Era frustrante lo acertado que fue su diagnóstico, ya que siempre intentaba ocultar cómo soy en realidad. Debía admitir que no se equivocó en nada, por lo que no me sentía en absoluto ganadora de aquel juego. Así que ante el gesto del caballero tomé la botella, mas solo di un pequeño sorbo, dejando un leve resto.
Mi principal idea era darle aquella débil cantidad, pero notando cómo caía una pequeña gota por la comisura de mis labios se me ocurrió una coqueta mofa.
Escondí el recipiente a mi espalda, para que quedase oculto su contenido y me acerqué a él lenta y sinuosamente. A medida que la distancia se acortaba, notaba como mi acompañante se ponía más y más tenso, hasta que me encontré a unos centímetros de su rostro.
- Has sido todo un caballero al cederme el premio. No obstante, vos también habéis acertado bastantes hechos... - pasé el pulgar por mis labios y cuando éste quedó impregnado del néctar que los envolvía, se posó en los suyos. - Así que no sería justo que sólo yo disfrutase del premio. - Pasé mi dedo por sus labios, cubriéndolos con el resto del vino que hacía unos segundos bañaba mis comisuras. Cuando llegué a la mitad de la boca, lo retiré, haciendo que sus labios inferior y superior se separasen por un segundo.
No sabía yo muy bien si el chico se estaba escandalizando, o por el contrario seguiría el juego. Mientras me preguntaba qué reacción tendría, introduje el pulgar que tanto juego había dado en mi boca, terminando así el recorrido del vino.
Antes de que el muchacho pudiera reaccionar para bien o para mal, mostré la botella de vino que hasta entonces había estado oculta y le cedí el último sorbo que ofrecía ésta con una actitud divertida, ya que siempre me había gustado poner en aquellas situaciones a los hombres. Sin embargo, no quería incomodar demasiado al caballero, ya que realmente estaba disfrutando de aquella noche en su compañía. No obstante, la reacción que tuvo a continuación me dejó sin palabras, algo que no pasaba hacía ya mucho tiempo.
Kim Chessire- Vampiro Clase Media
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Re: Mientras los hombres bebían alcohol, nosotros bebíamos el vino más puro: la sangre. /Privado/
Me encuentro al tanto que desde el inicio, la velada fue abrazada por un ambiente de palpable insinuación, un sutil juego de provocación que se oculta tras la fachada de dos extraños, de opuestas naturalezas, que comparten un mismo mal: la soledad. La carencia de compañía, que casualmente nos unió con una botella, recipiente del delicioso elixir del olvido. Pasé la noche entera tanteando en mi mente el peso de mis acciones, pensando demasiado cuestiones que no están hechas para para ello, debatiéndome entre lo qué es correcto y lo que no, y finalmente, no me ha servido para nada. Las relaciones sociales que he mantenido en los últimos tres años, se han limitado a un estricto conflicto de intereses que no rebasan lo necesario, hoy Kim, una mujer de bellas facciones y cabellera rojiza tienta mi voluntad, que si bien ya se había aplacado con el licor al permitirme acercarme a ella por simple curiosidad, ahora amenazaba con desvanecerse por completo, incitándome a recaer en antiguos hábitos que me acercan a la vida de la que desesperadamente he intentado huir.
Reprimir es la palabra indicada. Me he ocupado en contenerme a mí mismo de sentir cualquier deseo, anhelo o pasión, manteniendo mis emociones en un inestable equilibrio, que con esfuerzo ha logrado hacerme una vida de poco interés; un camino que sé que debo tomar pero por el últimamente me resisto a andar.
La pelirroja se aventura a una distancia que dudo se hubiese interpuesto entre nosotros de no ser ella quien se hubiese acercado primero. Sin embargo, no es la distancia lo que me desconcierta, más su siguiente acto fue, a ciencia cierta, el detonante de mi asombro, pues aunque existió desde el primer momento de nuestro encuentro una ligera atmosfera de flirteo, no llegué a imaginar que pudiese materializarse en alguna acción. Su pulgar, brevemente remojado en una gota de vino que surcaba la comisura de sus labios, se desliza sobre los míos impregnando lo que parece ser el último rezago del dulce néctar que nos unió.
Permanezco inmóvil, hipnotizado por el coqueto movimiento al que sigo expectante con la mirada. No estoy seguro qué tipo de expresión atraviese mi rostro, ni qué pensamiento pase por la cabeza de la inmortal, pues la confusión es tal que ha llegado a aturdir la perspicacia de mi observación ¿Era aquello un juego? ¿Acaso me estaba poniendo a prueba? Pestañeo un par de veces cuando el mismo dedo con el que recorrió mis labios terminó nuevamente en su boca, mientras una burlesca sonrisa se abría paso en ella. He conocido mujeres a las que les gustaban aquellos tentadores juegos, más nunca me había convertido en presa de una.
Intento pronunciar una palabra, que de haber salido, probablemente hubiese tomado forma en un torpe tartamudeo; sin embargo, una vez finaliza de degustar los rezagos del licor en su pulgar, sin brindarme tiempo de reaccionar, estira su mano entregándome la botella de vino, que aún conservaba la mitad del sorbo que apostamos anteriormente.
Sin decir palabra alguna, manteniendo la compostura y con un ademán medianamente serio plasmado en mis facciones, me limito a recibir la botella y beber hasta la última gota de su contenido, cerrando los párpados mientras disfruto de la dulzura del barato vino que, a pesar de su condición, nos ha mantenido en calor. Cuando ya he terminado, coloco la botella a la altura de mi mirada y cadenciosamente, permito que mis ojos se abran de nuevo. Un intenso y amarillo resplandor se apropia del color de mis irises, perfectamente reflectado en el vidrio del recipiente que sostengo. Mi lengua se pasea con sutil ligereza sobre mis labios, haciendo el mismo recorrido que el pulgar de mi acompañante; sólo entonces, dejo caer el frasco al vacío, que se quiebra de forma instantánea, dejándonos como recuerdo el eco de su ruptura.
Es demasiado tarde, me he dejado llevar por la necesidad de sentir, permitiendo que mi bestia se asome, incluso aunque su astro madre nos dé su cara más oscura. Sin darme tiempo a pensarlo, me acerco presuroso a la inmortal y atrapo sus labios un tanto salvaje, apretándolos entre los míos en una danza que poco a poco pierde intensidad, terminando en un breve y cálido roce. Para cuando abro los ojos, a pesar de que no lo veo, siento que el brillo se ha desvanecido a la par que la bestia vuelve a su escondite, esperando fiera la luna llena.
Me alejo, tomando la misma distancia que nos apartaba justo antes de mi imprudencia; ningún señor que osase llamarse caballero hubiera actuado de tal forma y, aunque es una falacia pensar que no lo he disfrutado, hechos como este sólo me demuestran que cada día soy más bestia que hombre, cada día tengo menos control.
— Ese no ha sido un acto muy caballeroso — Un intento de risa nerviosa se ahoga en mis cuerdas vocales, entonces aclaro mi garganta — Le ofrezco disculpas, Madame, no sucederá de nuevo — Anclo la mirada en el vacío, más que por vergüenza lo hago intentando invocar el lado más humano de mí mismo, reprochándome una y otra vez lo sucedido. Kim había accedido venir conmigo esperando algo más que los cerdos que le desvestían con la mirada de vuelta en la taberna. ciertamente no deseo incomodarla — Tiene usted todo el derecho a enojarse.
Un irritante dilema se apodera de mi cabeza, si bien mis acciones aparentaban ser erróneas, es cierto que oculto en mí, yace el goce de la libertad de no tener control.
Reprimir es la palabra indicada. Me he ocupado en contenerme a mí mismo de sentir cualquier deseo, anhelo o pasión, manteniendo mis emociones en un inestable equilibrio, que con esfuerzo ha logrado hacerme una vida de poco interés; un camino que sé que debo tomar pero por el últimamente me resisto a andar.
La pelirroja se aventura a una distancia que dudo se hubiese interpuesto entre nosotros de no ser ella quien se hubiese acercado primero. Sin embargo, no es la distancia lo que me desconcierta, más su siguiente acto fue, a ciencia cierta, el detonante de mi asombro, pues aunque existió desde el primer momento de nuestro encuentro una ligera atmosfera de flirteo, no llegué a imaginar que pudiese materializarse en alguna acción. Su pulgar, brevemente remojado en una gota de vino que surcaba la comisura de sus labios, se desliza sobre los míos impregnando lo que parece ser el último rezago del dulce néctar que nos unió.
Permanezco inmóvil, hipnotizado por el coqueto movimiento al que sigo expectante con la mirada. No estoy seguro qué tipo de expresión atraviese mi rostro, ni qué pensamiento pase por la cabeza de la inmortal, pues la confusión es tal que ha llegado a aturdir la perspicacia de mi observación ¿Era aquello un juego? ¿Acaso me estaba poniendo a prueba? Pestañeo un par de veces cuando el mismo dedo con el que recorrió mis labios terminó nuevamente en su boca, mientras una burlesca sonrisa se abría paso en ella. He conocido mujeres a las que les gustaban aquellos tentadores juegos, más nunca me había convertido en presa de una.
Intento pronunciar una palabra, que de haber salido, probablemente hubiese tomado forma en un torpe tartamudeo; sin embargo, una vez finaliza de degustar los rezagos del licor en su pulgar, sin brindarme tiempo de reaccionar, estira su mano entregándome la botella de vino, que aún conservaba la mitad del sorbo que apostamos anteriormente.
Sin decir palabra alguna, manteniendo la compostura y con un ademán medianamente serio plasmado en mis facciones, me limito a recibir la botella y beber hasta la última gota de su contenido, cerrando los párpados mientras disfruto de la dulzura del barato vino que, a pesar de su condición, nos ha mantenido en calor. Cuando ya he terminado, coloco la botella a la altura de mi mirada y cadenciosamente, permito que mis ojos se abran de nuevo. Un intenso y amarillo resplandor se apropia del color de mis irises, perfectamente reflectado en el vidrio del recipiente que sostengo. Mi lengua se pasea con sutil ligereza sobre mis labios, haciendo el mismo recorrido que el pulgar de mi acompañante; sólo entonces, dejo caer el frasco al vacío, que se quiebra de forma instantánea, dejándonos como recuerdo el eco de su ruptura.
Es demasiado tarde, me he dejado llevar por la necesidad de sentir, permitiendo que mi bestia se asome, incluso aunque su astro madre nos dé su cara más oscura. Sin darme tiempo a pensarlo, me acerco presuroso a la inmortal y atrapo sus labios un tanto salvaje, apretándolos entre los míos en una danza que poco a poco pierde intensidad, terminando en un breve y cálido roce. Para cuando abro los ojos, a pesar de que no lo veo, siento que el brillo se ha desvanecido a la par que la bestia vuelve a su escondite, esperando fiera la luna llena.
Me alejo, tomando la misma distancia que nos apartaba justo antes de mi imprudencia; ningún señor que osase llamarse caballero hubiera actuado de tal forma y, aunque es una falacia pensar que no lo he disfrutado, hechos como este sólo me demuestran que cada día soy más bestia que hombre, cada día tengo menos control.
— Ese no ha sido un acto muy caballeroso — Un intento de risa nerviosa se ahoga en mis cuerdas vocales, entonces aclaro mi garganta — Le ofrezco disculpas, Madame, no sucederá de nuevo — Anclo la mirada en el vacío, más que por vergüenza lo hago intentando invocar el lado más humano de mí mismo, reprochándome una y otra vez lo sucedido. Kim había accedido venir conmigo esperando algo más que los cerdos que le desvestían con la mirada de vuelta en la taberna. ciertamente no deseo incomodarla — Tiene usted todo el derecho a enojarse.
Un irritante dilema se apodera de mi cabeza, si bien mis acciones aparentaban ser erróneas, es cierto que oculto en mí, yace el goce de la libertad de no tener control.
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