AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Un corazón puro [Privado]
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Un corazón puro [Privado]
Su confianza en sí misma resplandecía como las estrellas, poderosa y centelleante, iluminando a su alrededor toda la oscuridad
Annabel Pitcher
La vida daba giros demasiado inesperados que terminaban por llevar a las personas a lugares o situaciones en las que nunca antes se plantearon estar. Así es como las cosas le pasaban siempre a Kirian, quien para empezar había descubierto que el gran amor de su vida seguía vivo y aguardando por él en los bosques de su infancia; la cazadora de quien se creyera antes enamorado le generaba una repulsión tremenda, lo que le obligo a dejarla aprovechando sus heridas de la ultima misión a la que fueran juntos y para terminar todo, bien apenas dejaba a Elisa en el hospital se encontraba con una pequeña que le aseguraba que era su padre y no paraba de seguirle.
Neliel no llegó a él en el momento más oportuno, sino en ese instante de su vida en que todo cambiaba y que lo dejaba sin saber si todo iría mejor o peor; pero cuando la niña le contara lo que había ocurrido a su madre y que ahora solo contaba con él, no tuvo el corazón para dejarle. Mintió, y no solo él lo sabía sino también la enfermera que le dejo partir llevando consigo a la pequeña. Después de todo Lya tenía razón al decirle que era el mismo cachorro que ella conociera hacía tanto tiempo; aún no podía permitir que ciertas cosas pasaran y mucho menos se iba a convertir en quien abandonara a una niña que se empeñaba en llamarle Sid y en decirle que aunque era de mala educación que se cambiara el nombre, estaba bien si lo hacía. No cabía duda que el Stendhal era un perro con todas ls de la ley, que cuando encontraba a alguien que necesitara de su fidelidad, se mantendría a su lado pese a las circunstancias que se les vinieran encima. Ahora, solo necesitaba una manera de llegar al lado de la cisne y decirle “Lya, ahora tenemos una hija”; ¿Cómo se lo tomaría ella? En su corazón estaba seguro de que Neliel se ganaría a Lya en el preciso instante que le sonriera y que claro, no le dejaría a su suerte, tal cual él había decidido no hacerlo.
– Nel, no te separes mucho de mi – La voz del cambiante opaco al menos por unos momentos el canto de los pájaros, mientras que su mirada y sentidos seguían a la pequeña que caminaba unos pasos más delante de él. Andar en los bosques no debía ser lo mejor para una niña de la edad de la pequeña, pero no existía otra forma de llegar al lado de la cisne que siguiendo esos caminos y pese a todas las dificultades que pudieran afrontar, Kirian estaba preparado para proteger a quien desde que dijera que era su padre, se había convertido en su hija, su pequeña Neliel. La niña había demostrado tener habilidades fuera de lo común y suficiente había tenido al viajar al lado de Elisa para saber que eran habilidades de una bruja. La juventud y el corazón puro de la niña, le hacían ser de lo más adorable y encantadora hasta cuando se molestaba con él y hacía como si fuera un enorme dragón, cosa que le sacaba las sonrisas al cambiante pues era el dragón más adorable que existiera en la tierra – ¿No tienes hambre o sed? – pregunto mientras los cabellos dorados de la pequeña brillaban con los rayos del sol que atravesaban las hojas de los árboles. La vida sin duda, daba muchos giros.
Annabel Pitcher
La vida daba giros demasiado inesperados que terminaban por llevar a las personas a lugares o situaciones en las que nunca antes se plantearon estar. Así es como las cosas le pasaban siempre a Kirian, quien para empezar había descubierto que el gran amor de su vida seguía vivo y aguardando por él en los bosques de su infancia; la cazadora de quien se creyera antes enamorado le generaba una repulsión tremenda, lo que le obligo a dejarla aprovechando sus heridas de la ultima misión a la que fueran juntos y para terminar todo, bien apenas dejaba a Elisa en el hospital se encontraba con una pequeña que le aseguraba que era su padre y no paraba de seguirle.
Neliel no llegó a él en el momento más oportuno, sino en ese instante de su vida en que todo cambiaba y que lo dejaba sin saber si todo iría mejor o peor; pero cuando la niña le contara lo que había ocurrido a su madre y que ahora solo contaba con él, no tuvo el corazón para dejarle. Mintió, y no solo él lo sabía sino también la enfermera que le dejo partir llevando consigo a la pequeña. Después de todo Lya tenía razón al decirle que era el mismo cachorro que ella conociera hacía tanto tiempo; aún no podía permitir que ciertas cosas pasaran y mucho menos se iba a convertir en quien abandonara a una niña que se empeñaba en llamarle Sid y en decirle que aunque era de mala educación que se cambiara el nombre, estaba bien si lo hacía. No cabía duda que el Stendhal era un perro con todas ls de la ley, que cuando encontraba a alguien que necesitara de su fidelidad, se mantendría a su lado pese a las circunstancias que se les vinieran encima. Ahora, solo necesitaba una manera de llegar al lado de la cisne y decirle “Lya, ahora tenemos una hija”; ¿Cómo se lo tomaría ella? En su corazón estaba seguro de que Neliel se ganaría a Lya en el preciso instante que le sonriera y que claro, no le dejaría a su suerte, tal cual él había decidido no hacerlo.
– Nel, no te separes mucho de mi – La voz del cambiante opaco al menos por unos momentos el canto de los pájaros, mientras que su mirada y sentidos seguían a la pequeña que caminaba unos pasos más delante de él. Andar en los bosques no debía ser lo mejor para una niña de la edad de la pequeña, pero no existía otra forma de llegar al lado de la cisne que siguiendo esos caminos y pese a todas las dificultades que pudieran afrontar, Kirian estaba preparado para proteger a quien desde que dijera que era su padre, se había convertido en su hija, su pequeña Neliel. La niña había demostrado tener habilidades fuera de lo común y suficiente había tenido al viajar al lado de Elisa para saber que eran habilidades de una bruja. La juventud y el corazón puro de la niña, le hacían ser de lo más adorable y encantadora hasta cuando se molestaba con él y hacía como si fuera un enorme dragón, cosa que le sacaba las sonrisas al cambiante pues era el dragón más adorable que existiera en la tierra – ¿No tienes hambre o sed? – pregunto mientras los cabellos dorados de la pequeña brillaban con los rayos del sol que atravesaban las hojas de los árboles. La vida sin duda, daba muchos giros.
Kirian Stendhal- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 55
Fecha de inscripción : 10/03/2014
Re: Un corazón puro [Privado]
“¿Fue en las islas de las rosas,
en el país de los sueños,
en donde hay niños risueños
y enjambre de mariposas?
Quizá.”
—La Copa de las Hadas. Rubén Darío.
en el país de los sueños,
en donde hay niños risueños
y enjambre de mariposas?
Quizá.”
—La Copa de las Hadas. Rubén Darío.
La vida suele dar giros inesperados, incluso para una pequeña como Neliel, quien quedando huérfana de padres, jamás fue abandonada por la buena fortuna. El espíritu de su madre se había convertido en su “hada madrina”, de esas de las que tanto le hablaba cuando poseía un cuerpo mortal. Tanto era su amor por su pequeña, que ahora, a través de ese peluche que tanto adoraba la niña, podía cuidar de sus pasitos por el mundo. Pero su angustia cesaría un poco más al saber que Neliel estaría resguardada y custodiada por aquel buen hombre que aceptó una paternidad que no le correspondía. Kirian ignoraba la presencia del espíritu de Iduna con el que solía conversar Neliel a través del “Señor Nieve”, su objeto más preciado. Ambas eran confidentes a pesar de la ausencia del cuerpo mortal de Iduna. Era un pequeño juego como los que solían tener en vivencias pasadas.
Neliel apenas contaba con cuatro años de edad, a medias sabía leer sus preciados cuentos, los cuales no volvería a ver nunca más y menos ahora que había tomado un rumbo diferente al de su familia real. A partir de ese día en aquel hospital, Kirian, al que había confundido con su padre Sid, sería su nueva familia. Cuán inocentes son los niños y como bien decían por ahí, “de ellos es el reino de los cielos”. La infanta desarrollaba sus habilidades como hechicera, especialmente su visión y percepción de energías. Aunque a la mayoría de estos eventos los confundiera con sus queridas hadas y las criaturas eran, quizás, las culpables de su gran imaginación e innata curiosidad. A veces solía esconderse debajo de su cama o en los estables diciendo que se cuidaba de los elfos oscuros que se robaban las galletas de trigo de las “good faeries”. O había veces que se ponía una cacerola en la cabeza diciendo que se iría al Avalon a luchar contra el hada malvada y salvar el reino de las hadas. Iduna era su fiel seguidora y aunque le diera largos ratos de preocupación, Neliel era su alegría y quien le arrancaba constantes sonrisas, cosa que ahora hacia con Kirian.
Ese día ambos se internaron en el bosque y a la pequeña no le asustaba, le gustaba la naturaleza, pues ese era su patio de juegos. Abrazaba a su fiel Señor Nieve, mientras caminaba unos pasos más delante de Kirian. De vez en cuando saltaba algunas rocas que estaban enterradas en el suelo o se quedaba observando las elevadas copas de los árboles, eso sin contar que llevaba los bolsillos llenos de hojas secas de todos los tamaños y colores, porque según ella, coronaría a su padre como el rey elfo. A veces murmuraba cosas a los troncos huecos, pues sus ojos percibían movimientos que para el cambiante eran ajenos. Neliel había heredado la habilidad de poder ver seres elementales y de poder usar esos dones en la magia. Descendía de un linaje de hábiles hechiceros irlandeses y escandinavos, su conexión con la naturaleza era un don muy especial que obtuvo desde su nacimiento. Sus pasos cortos se detuvieron al escuchar la interrogante del hombre, a quien observó desde su baja posición. La niña arrugó la nariz y se llevó la mano a la cabeza como si quisiera despejar las ideas.
—Tengo sed, hemos caminado muchisisisimo —le dijo con su peculiar voz infantil y cautivadora como el canto de un ángel. Sus ojos celestes se quedaron observando su horizonte y tomando rápidamente la mano del cambiante la jaló con la fuerza que sólo poseía una niña de su edad—. Por allá hay un riachuelo, los señores del aire me lo dijeron. Mami decía que el viento es muy sabio y nunca miente, ¡Vamos!
La niña animaba a Kirian como sólo ella sabía hacerlo, le gustaba ir a los ríos y riachuelos a refrescar su rostro y a jugar con las ondinas. A veces la misma Iduna se sorprendía de la facilidad con la que Neliel lograba atraer a esas criaturas, pues se necesitaba de un corazón muy puro o de una energía muy especial para que los elementales osaran acercarse a algún humano hasta el punto de convertirse en sus guardianes. Los enormes ojos cristalinos de la pequeña se clavaron en la mirada del cambiante.
—Por favor, por favor, por favor, por favor, ¿Vamos? Anda no seas malito, vamos…
Neliel Stendhal- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 07/05/2014
Re: Un corazón puro [Privado]
La infanta se transformaba de a poco en una felicidad como nunca tuvo igual en la vida de Kirian. Bien había escuchado otras ocasiones que los niños eran la alegría de la vida, que ellos volvían las penas pasajeras y que cuando alguien se convertía en padre su vida cambiaba por completo. El cambiarte se convirtió en padre de un segundo a otro y tal y como se rumoraba la felicidad llegaba a él, de maneras tan sencillas y todo gracias a Neliel y su manera de ver la vida, que no siempre comprendía del todo Kirian.
Avanzó hasta llegar al lado de su pequeña y le miro con una sonrisa en los labios. A pesar de que Neliel era apenas una niña de cuatro años, sus maneras de hablar y de actuar muchas veces le hacían sentir que estaba tratando con una adulta de un tamaño diminuto; incluso Kirian se preguntaba al verla actuar de esa manera, ¿Quién era el adulto entre ellos? La bruja una niña con actitudes de adulto y él, un adulto con actitudes de infante, las cosas no les eran sencillas en definitiva.
– Sí, hemos caminado ya un buen tramo pero no tenemos agua, deja que busque primero un poco. ¿Quieres que te cargue en lo que encontramos un lugar? – pregunto mientras se inclinaba para quedar más a la altura de la niña e hizo una mueca de descontento al escuchar que ella ya sabía donde se encontraba un riachuelo para conseguir agua. No desconfiaba de ella, claro que no; más de una ocasión ya la niña había demostrado que siempre que indicaba la existencia de algún lugar, eso era cierto así que no debía desconfiar de ella. Un suspiro salir de sus labios y paso su mano derecha por sus cabellos antes de levantarse de donde se hallaba – Bueno pues tu eres la que sabe donde es que esta ese lugar – acaricio la cabeza de la pequeña – y yo sé que tu madre nunca miente – porque el mentiroso era él, que prometía a la niña ser el padre perdido cuando únicamente era un hombre incapaz de dejarle en un lugar donde quizás ella fuese a estar mejor.
Quien quiera que hubiese sido la madre de Neliel, se había quedado grabada en su pequeña por siempre y eso era algo que hacía feliz al cambiante. Hablaba con ella tratando de saber todo lo que pudiera de Iduna para de esa manera tratar de mantener siempre ese recuerdo presente. Neliel no debía olvidar a su madre y él debía pretender realmente que era su padre aunque no lo fuese. Durante las tardes en que tenían poco que hacer interrogaba a la pequeña respecto a su madre y aprendía tanto como le era posible para después sacarla a colación en alguna platica y que la infante no notara la mentira en la que estaba viviendo.
– Claro que iremos, pero tu eres la que sabe, ya lo dije así que anda – miro de un lado a otro sin saber para que lugar era el que debía caminar – te seguiré porque no tengo ni la menos idea de a donde debemos ir – y sin más se echo a reír. Cedía tan fácil a las peticiones de la niña que de seguir andando y distrayendose terminarían durando años en llegar a su destino.
Avanzó hasta llegar al lado de su pequeña y le miro con una sonrisa en los labios. A pesar de que Neliel era apenas una niña de cuatro años, sus maneras de hablar y de actuar muchas veces le hacían sentir que estaba tratando con una adulta de un tamaño diminuto; incluso Kirian se preguntaba al verla actuar de esa manera, ¿Quién era el adulto entre ellos? La bruja una niña con actitudes de adulto y él, un adulto con actitudes de infante, las cosas no les eran sencillas en definitiva.
– Sí, hemos caminado ya un buen tramo pero no tenemos agua, deja que busque primero un poco. ¿Quieres que te cargue en lo que encontramos un lugar? – pregunto mientras se inclinaba para quedar más a la altura de la niña e hizo una mueca de descontento al escuchar que ella ya sabía donde se encontraba un riachuelo para conseguir agua. No desconfiaba de ella, claro que no; más de una ocasión ya la niña había demostrado que siempre que indicaba la existencia de algún lugar, eso era cierto así que no debía desconfiar de ella. Un suspiro salir de sus labios y paso su mano derecha por sus cabellos antes de levantarse de donde se hallaba – Bueno pues tu eres la que sabe donde es que esta ese lugar – acaricio la cabeza de la pequeña – y yo sé que tu madre nunca miente – porque el mentiroso era él, que prometía a la niña ser el padre perdido cuando únicamente era un hombre incapaz de dejarle en un lugar donde quizás ella fuese a estar mejor.
Quien quiera que hubiese sido la madre de Neliel, se había quedado grabada en su pequeña por siempre y eso era algo que hacía feliz al cambiante. Hablaba con ella tratando de saber todo lo que pudiera de Iduna para de esa manera tratar de mantener siempre ese recuerdo presente. Neliel no debía olvidar a su madre y él debía pretender realmente que era su padre aunque no lo fuese. Durante las tardes en que tenían poco que hacer interrogaba a la pequeña respecto a su madre y aprendía tanto como le era posible para después sacarla a colación en alguna platica y que la infante no notara la mentira en la que estaba viviendo.
– Claro que iremos, pero tu eres la que sabe, ya lo dije así que anda – miro de un lado a otro sin saber para que lugar era el que debía caminar – te seguiré porque no tengo ni la menos idea de a donde debemos ir – y sin más se echo a reír. Cedía tan fácil a las peticiones de la niña que de seguir andando y distrayendose terminarían durando años en llegar a su destino.
Kirian Stendhal- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 55
Fecha de inscripción : 10/03/2014
Re: Un corazón puro [Privado]
“Con sus rubias cabelleras luminosas,
en la sombra se aproximan. Son las Hadas.
A su paso los abetos de la selva,
como ofrenda tienden las crujientes ramas.
Con sus rubias cabelleras luminosas
se acercan las Hadas.”
—Ricardo Jaime Freyre.
en la sombra se aproximan. Son las Hadas.
A su paso los abetos de la selva,
como ofrenda tienden las crujientes ramas.
Con sus rubias cabelleras luminosas
se acercan las Hadas.”
—Ricardo Jaime Freyre.
Sin duda alguna, Neliel había tenido la mejor de las suertes al haberse encontrado a Kirian en el hospital, éste, a pesar de las dificultades, le brindó la posibilidad de tener una figura paterna en sus primeros años de vida y no lidiar con el hecho de que era una niña huérfana. Aquel hombre era demasiado noble, lo suficiente como para hacerse cargo de una responsabilidad que obviamente no le correspondía y aún así ahí estaba al lado de la pequeña, que le sacaba sonrisas con esa peculiar forma de ser. Iduna se había preocupado en educar a Neliel casi a la perfección, de inculcarle valores y de sumarle a eso una educación pulcra. Aunque en lo que la magia respecta, la niña tendría que lidiar con eso ella sola, valiéndose de la experiencia personal y del aprendizaje constante. Su madre estaría presente para esos casos, pues su espíritu aún rondaba en este mundo.
Neliel de vez en cuando se quedaba ensimismada viendo las copas de los árboles y escuchaba el alegre canto de los pájaros que se paseaban de rama en rama, le gustaba estar rodeada de tanta naturaleza, era sin duda su patio de juegos favorito. Cargaba los bolsillos llenos de hojas y llevaba también una que otra ramita seca, pues les gustaba la forma que éstas tenían. A pesar de que Kirian no podía proporcionarle un hogar estable debido a su estatus social, ella no se quejaba, al contrario, era feliz a su lado. Viajar con su nuevo padre era una gran aventura para ella, exploraba lugares inimaginables y su curiosa imaginación se abría paso entre el mundo que ahora la rodeaba.
Sin quisiera saberlo, debido a su corta edad, la infanta lograba escuchar los susurros propios de los espíritus del bosque y también los de su madre, quien la guiaba a lugares seguro cuando ni Kirian sabía a dónde dirigirse. Sí, estaba algo cansada por haber caminado tanto, pero aún así no se atrevía a decirle nada al cambiante, sin embargo la sugerencia de aquel para ir en busca de agua sin duda alguna animaron a Neliel, quien de inmediato se propuso a dirigirse hacia el riachuelo que sus nuevos “amigos” le habían indicado.
— ¡Vamos! Es por allá —exclamó animadamente mientras tomaba la mano de Kirian y lo jalaba para que la siguiera—. Papi debería mejorar sus oídos, los señores del bosque le hablan y él los ignora. Eso es de mala educación.
La pequeña bruja tenía la peculiaridad de actuar como si se tratase de una adulta cualquiera, eso solía encantar a cualquiera, especialmente a Kirian y a Gretchen, quienes no evitaban reír al verla haciendo esos gestos tan propios de Neliel cuando intentaba regañarlos muy a su modo. A veces, el cambiante parecía más el niño que la misma Neliel y esa era lo divertido de aquella relación. Aunque quizás la niña iba a estar mejor junto a la enfermera Gretchen, la felicidad de ella recaía en Kirian, pues, el simple hecho de estar a su lado era algo maravilloso. Realmente lo veía como si fuera su padre y eso nadie podía cambiarlo. Desde el día en que lo vio en el hospital se hizo esa idea y él, por supuesto, se esforzaba cada día más en tomar el lugar del padre de aquella infanta tan especial.
Su pequeña figura guiaba a la del hombre, quien sin más la siguió al sitio que ella le indicaba. Abrazaba a su querido Señor Nieve y las voces ausentes de los árboles le indicaban que iban por buen camino. La algarabía de las avecillas del lugar se opacaba por el sonido de una caída de agua cercana, quizás estarían ya a escasos pasos de estar cerca de un riachuelo tal como le había dicho Neliel hace varios minutos atrás. La niña se dejó llevar por el impresionante sonido del agua caer y sin más salió a las carreras con la emoción típica de un infante. Al ver el hermoso riachuelo se quedó boquiabierta y terminó esbozando una amplia sonrisa. Era realmente fantástico estar en un lugar así. Hacia un día perfecto, el sol brillaba a lo alto y las copas de los árboles parecían juntarse tanto que daban la impresión de parecer una bóveda con innumerables agujeros por donde se colaban los rayos del astro rey.
—Papi, ven… Mira, te dije que si tenían razón. El río es muy bonito y tiene una cascadota al final —expresó la niña con evidente emoción, casi saltando de la alegría. Volteó a ver al cambiante y le señalaba contenta que sus amigos no le habían mentido y nunca lo hacían—. Te dije que los señores del aire nunca dicen mentiritas, ¿podemos quedarnos un ratito aquí? ¿Podemos, podemos?
Neliel Stendhal- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 07/05/2014
Re: Un corazón puro [Privado]
Ahora que tú estás aquí me siento mucho mejor. Mientras tú estés aquí, todo irá bien. Lo sé.
Matthew Dicks
Trataba de ser un buen padre, un ejemplo para la pequeña Neliel que confiaba plenamente en él y le brindaba su cariño sin exigirle nada a cambio. Que maravilloso era el corazón infantil, capaz de abrirse de esa manera a cualquiera que inspirara seguridad, aunque claro, el canino se sentía aún algunas veces culpable por haberle mentido, aceptar ser llamado padre cuando nunca en su vida había hecho algo para merecer tal apelativo. Lo único que le daba aquel derecho era el la paternidad que la pequeña le había obsequiado al decir que era su padre. ¿No significaba eso que en el fondo era un buen hombre? Quizás.
Abandono la vida de cazador, la mujer que le brindara apoyo en todo momento y claro, también había abandonado de cierta manera a Lyanna. Aún se decía que viajaban en dirección donde prometio a la cisne verle nuevamente, pero la realidad es que en el fondo sabía que no se volverían a ver, que la despedida que se dieran cuando le ayudo a escapar sería para siempre. Con todo y eso se hallaba satisfecho porque le había visto una vez más, y aunque parte de él deseara volver a verla, observar a Neliel le era suficiente para dejar de lado aquellas ideas. La infanta le necesitaba, Lyanna podía seguir su vida y con suerte, se olvidaría pronto de él, pero Neliel. La niña requería de su presencia, porque ya fuera meramente por casualidad o por destino, ahora era su padre y lo sería por siempre. Era cuestión de tiempo para que Kirian optara por dejar de viajar o lo hiciera como mera diversión para la niña. Sus prioridades cambiaban a pasos agigantados y su preocupación máxima, era la seguridad de la pequeña que caminaba de manera alegre por los bosques.
Una vez que admitió no sabía el lugar al que debían dirigirse, su pequeña hija le tomo de la mano y él no pudo más que sonreír y dejarse guiar. Era demasiado divertida la manera en la que solían cambiar de puestos, pasando a ser Kirian el niño perdido que necesitara del apoyo de la adulta Neliel para sacarle de los lugares en donde su parte canina le fallaba por completo.
– A veces oigo susurros, pero creo que hablan muy bajito para que yo pueda escucharlos por eso es que agradezco que tu puedas oirles a la perfección, de no ser así ¿Qué haríamos? – No era capaz de escuchar ninguna voz, nada de lo que ella le decía que existía ahí en los bosques y con lo que la niña parecía tener tan buena relación. No desconfiaba de ella, sino todo lo contrario; pero igual le causaba cierto grado de pesar no poder admitir del todo que en algunos momentos no era lo que debía. En situaciones como aquella era en las que solía preguntarse si había obrado de la mejor manera. Desde que la enfermera les detuviera a la salida del hospital, él supo que aquella mujer era la mejor opción para Neliel y sin embargo, se la llevo. Fue egoísta al hacerlo, pensó unidamente en él y no en lo mejor para la niña; pero ahora era demasiado tarde. Si bien tenía momentos en los que pensaba que lo que debía hacer era buscar a la enfermera y dejar a la pequeña a su lado, Kirian se hallaba profundamente encariñado con ella, por lo que no era capaz de dejarle.
Andaba sin soltar la mano de la pequeña, observando todo para asegurarse de que no fuera a hacerse daño con algo de los bosques, porque desde que ella llegara a su vida, se veía a si mismo mucho más preocupado por lo que le rodeaba que nunca en la vida. Caminaron un buen tramo antes de que el sonido del agua llegara a los oídos de Kirian y su mano fuera abandonada por la de la infanta. Sin esperar, le siguió con rapidez y sin perderla un solo segundo de vista; así que no fue hasta que ella hablo que los ojos de Kirian fueron a ver el arroyo y la cascada.
– Ya vi que tenias completamente la razón – le miro con una sonrisa en los labios – pero ya sabía que mi niña nunca se equivoca con esas cosas – el orgullo de un nuevo padre se transmitía en su voz y su risa se escucho en aquel bosque cuando la petición de Neliel fue hecha – Podemos quedarnos el tiempo que quieras, pero ten cuidado de no ir muy lejos, recuerda que me siento más tranquilo cuando puedo verte – termino por acariciarle la mejilla con suavidad y sentarse cerca del arroyo – diles a tus amigos que también te cuiden – dijo sin dejar de mirar a la niña, quien seguramente pronto comenzaría a hablar para todos aquellos seres que él no veía.
Matthew Dicks
Trataba de ser un buen padre, un ejemplo para la pequeña Neliel que confiaba plenamente en él y le brindaba su cariño sin exigirle nada a cambio. Que maravilloso era el corazón infantil, capaz de abrirse de esa manera a cualquiera que inspirara seguridad, aunque claro, el canino se sentía aún algunas veces culpable por haberle mentido, aceptar ser llamado padre cuando nunca en su vida había hecho algo para merecer tal apelativo. Lo único que le daba aquel derecho era el la paternidad que la pequeña le había obsequiado al decir que era su padre. ¿No significaba eso que en el fondo era un buen hombre? Quizás.
Abandono la vida de cazador, la mujer que le brindara apoyo en todo momento y claro, también había abandonado de cierta manera a Lyanna. Aún se decía que viajaban en dirección donde prometio a la cisne verle nuevamente, pero la realidad es que en el fondo sabía que no se volverían a ver, que la despedida que se dieran cuando le ayudo a escapar sería para siempre. Con todo y eso se hallaba satisfecho porque le había visto una vez más, y aunque parte de él deseara volver a verla, observar a Neliel le era suficiente para dejar de lado aquellas ideas. La infanta le necesitaba, Lyanna podía seguir su vida y con suerte, se olvidaría pronto de él, pero Neliel. La niña requería de su presencia, porque ya fuera meramente por casualidad o por destino, ahora era su padre y lo sería por siempre. Era cuestión de tiempo para que Kirian optara por dejar de viajar o lo hiciera como mera diversión para la niña. Sus prioridades cambiaban a pasos agigantados y su preocupación máxima, era la seguridad de la pequeña que caminaba de manera alegre por los bosques.
Una vez que admitió no sabía el lugar al que debían dirigirse, su pequeña hija le tomo de la mano y él no pudo más que sonreír y dejarse guiar. Era demasiado divertida la manera en la que solían cambiar de puestos, pasando a ser Kirian el niño perdido que necesitara del apoyo de la adulta Neliel para sacarle de los lugares en donde su parte canina le fallaba por completo.
– A veces oigo susurros, pero creo que hablan muy bajito para que yo pueda escucharlos por eso es que agradezco que tu puedas oirles a la perfección, de no ser así ¿Qué haríamos? – No era capaz de escuchar ninguna voz, nada de lo que ella le decía que existía ahí en los bosques y con lo que la niña parecía tener tan buena relación. No desconfiaba de ella, sino todo lo contrario; pero igual le causaba cierto grado de pesar no poder admitir del todo que en algunos momentos no era lo que debía. En situaciones como aquella era en las que solía preguntarse si había obrado de la mejor manera. Desde que la enfermera les detuviera a la salida del hospital, él supo que aquella mujer era la mejor opción para Neliel y sin embargo, se la llevo. Fue egoísta al hacerlo, pensó unidamente en él y no en lo mejor para la niña; pero ahora era demasiado tarde. Si bien tenía momentos en los que pensaba que lo que debía hacer era buscar a la enfermera y dejar a la pequeña a su lado, Kirian se hallaba profundamente encariñado con ella, por lo que no era capaz de dejarle.
Andaba sin soltar la mano de la pequeña, observando todo para asegurarse de que no fuera a hacerse daño con algo de los bosques, porque desde que ella llegara a su vida, se veía a si mismo mucho más preocupado por lo que le rodeaba que nunca en la vida. Caminaron un buen tramo antes de que el sonido del agua llegara a los oídos de Kirian y su mano fuera abandonada por la de la infanta. Sin esperar, le siguió con rapidez y sin perderla un solo segundo de vista; así que no fue hasta que ella hablo que los ojos de Kirian fueron a ver el arroyo y la cascada.
– Ya vi que tenias completamente la razón – le miro con una sonrisa en los labios – pero ya sabía que mi niña nunca se equivoca con esas cosas – el orgullo de un nuevo padre se transmitía en su voz y su risa se escucho en aquel bosque cuando la petición de Neliel fue hecha – Podemos quedarnos el tiempo que quieras, pero ten cuidado de no ir muy lejos, recuerda que me siento más tranquilo cuando puedo verte – termino por acariciarle la mejilla con suavidad y sentarse cerca del arroyo – diles a tus amigos que también te cuiden – dijo sin dejar de mirar a la niña, quien seguramente pronto comenzaría a hablar para todos aquellos seres que él no veía.
Kirian Stendhal- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 55
Fecha de inscripción : 10/03/2014
Re: Un corazón puro [Privado]
Como la luz más pura, así son ellas;
Jamás han pecado,
Pero cuando los rayos del fuego eterno
Queman el horizonte, sus trenzas son desatadas,
Y en alas del viento occidental danzan sus ropas,
Barridas por el Deseo.
—Mary Elizabeth Coleridge.
Jamás han pecado,
Pero cuando los rayos del fuego eterno
Queman el horizonte, sus trenzas son desatadas,
Y en alas del viento occidental danzan sus ropas,
Barridas por el Deseo.
—Mary Elizabeth Coleridge.
Neliel era feliz al lado de Kirian y desde luego, el cambiante, a pesar de las circunstancias, era feliz al lado de aquella pequeña bruja que con tan sólo una sonrisa lograba robarle el corazón. Él le había brindado cariño y protección a pesar de no ser realmente su padre, asumió aquel importante compromiso, ¿sería que Iduna se había encargado de escoger a aquel hombre para que cuidara de su niña? Quizás. La única que lograba ver a aquel espíritu era Neliel y aún estaba demasiado pequeña para entender muchas cosas. Ni siquiera era capaz de deducir que los colores que percibían sus cristalinos ojos eran las auras de las criaturas que la rodeaban. Eran las energías de los seres del universo interactuando ante sí. Pero, ¿quién podría capaz de hacerle entender tal cosa? Kirian era un cambiante, no un hechicero y no sabía casi nada acerca de las artes mágicas. Sin embargo, Iduna, quien vigilaba los pasos de ambos, siguiéndolos con su etérea figura, sería quien guiara a la pequeña Neliel en ese mundo al que algunos denominaban “magia”. Aquel noble espectro era casi un ángel de la guarda para la niña y el cambiante, o en palabras de Neliel, ella era su reina hada favorita.
La brujita caminaba feliz en busca de aquel arrollo que los espíritus del aire le indicaron, todos animados por la presencia de Iduna. Neliel casi llevaba rastras a Kirian, quien no pudo siquiera oponerse un poco y se dejó guiar felizmente por aquella niña a la que consideraba como una hija propia. Los ojos de la niña se iluminaron al ver al riachuelo de aguas transparentes y para darle más diversión al asunto, una cascada decoraba el final, cayendo con la majestuosidad propia de la naturaleza. Neliel se sintió tan contenta que daba pequeños saltitos mientras jaloneaba a Kirian. Su pato de juegos favorito se volvía aún más divertido. A su alrededor, los seres espectrales que consideraba sus amigos, danzaban con las ondas de viento y con el curso de agua, elevaban las hojas secas en su baile natural y la niña les aplaudía como si fuese el mejor espectáculo que hubiera presenciado en su vida. Al parecer ellos trataban de hacerle ver al cambiante que estaban ahí presentes, pero no revelaban sus formas ante él. Quizás no lo consideraban adecuado.
— ¿Viste papi? Están danzando con el aire —Giró sobre sí misma casi perdiendo el equilibrio—. Mis amigos dicen que gracias por aceptar quedarte un rato —sonrió como sólo ella era capaz de hacerlo, con gran honestidad—. Recogeré piedritas y tú cuidarás al Señor Nieve.
La energía de Neliel era capaz de contagiar al cualquiera, dejó a su querido Señor Nieve con su padre y sin pensárselo dos veces fue cuidadosamente a la orilla del arrollo a buscar piedras de colores. De vez en cuando se quedaba observando a los pequeños peces que se quedaban quietecillos en algunos pequeños pozos y en otras ocasiones simplemente dejaba que alguna hoja seca viajará por la fuerza de la corriente de agua. La niña, siendo tan sagaz, jamás se acercó demasiado a la cascada, se quedó mucho más atrás hasta que encontró una enorme roca y se sentó en ella mientras veía el agua correr y el despejado cielo azul que los cubría en ese momento. Sólo se volvió a su padre para saludarlo con la mano y dedicarle otra sonrisa, fue entonces cuando recordó que había recolectado suficientes hojas secas y ramitas para poder hacer la corona que le había prometido a Kirian momentos atrás.
—Papi, voy a hacerte una corona digna de un rey, ¡y todos están invitados! —Exclamó con entusiasmo al momento en que alzaba sus manos y reía alegre con los espíritus que le acompañaban—. Y luego te haré una a ti, a ti y a ti, ¡y a todos! —Mencionó como si verdad estuviera acompañada por muchos seres, cosa que no era mentira. Sus manos ágilmente empezaron a crear el objeto del que le habló al cambiante. Era otra cosa que le había enseñado la buena Iduna hace un tiempo atrás.
Neliel Stendhal- Hechicero Clase Baja
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Re: Un corazón puro [Privado]
Yo creo en las hadas.
J. M. Barrie
Sentado desde un lugar donde podía vigilar a la pequeña, Kirian sonreía y desde el fondo de aquel noble crazón de canino que poseía, agradecía a todos aquellos seres invisibles para él. Ser padre era una labor nueva para él y muchas veces se consideraba inadecuado para aquello, pero se sabía en compañía de todos aquellos seres que rodeaban a su hija y entonces se percataba de que la crianza de Neliel no la llevaría a cabo él solo. No sabía nada de magia, nadie que pudiera transmitir a la pequeña y que fuera a servir para el futuro; aún así, ella aprendía cada vez más cosas, pequeños detalles que no pasaban desapercibidos para el cambiante. Cosas que intuía aprendi gracias a los amigos del bosque que ella poseía.
La vista de aquel paisaje era hermosa y la belleza de aquel lugar solo se veía incrementada por la bondad y pureza de la infanta, que saltaba y giraba sobre si misma. Las hojas danzaban, el viento la acompañaba en sus movimientos y las aguas creaban una melodía únicamente para aquellos que se encontraban cerca en esos instantes. Cuando le vio perder el equilibrio, Kirian dio un pequeño respingo, pero volvió a la tranquilidad una vez que Neliel se mantuvo estática y le miro con esa alegría que solo ella era capaz de transmitir.
– Ya veo que todos danzan, pero definitivamente me gusta mucho más como danzas tu – le sonrió – algún día te pediré bailar conmigo, seguramente será divertido ¿No te parece así? – y en realidad el perro aquel jamás bailaba, era bastante torpe cuando se trataba de coordinarse en esos aspectos. Elisa, la cazadora con la que viviera tantos años, trato muchas veces de enseñarle aquel misterioso arte pero él, nunca aprendo; sin embargo las cosas con la bruja eran diferentes y quizás, si era con ella que bailaba, le saldría de una manera más natural – No tienen que agradecer, la verdad es que me gusta este lugar – le miro, asintiendo a aquellas palabras que eran las de una niña bastante madura – El señor Nieve y yo te cuidaremos desde aquí – y dicho eso, palmeo un lado de donde se encontraba él sentado, esperando porque la niña dejara a su peluche en aquel sitio y se lanzara a la exploración en compañía de aquellos amigos que eran más que nada, una familia para ellos.
El espíritu de la madre de Neliel siempre les acompañaba y quizás era también quien brindaba seguridad a Kirian; quien de alguna manera le decía que ambos se habían encontrado porque necesitaban del otro. Iduna era, aunque el cambiante no se percatara de eso; una voz dentro de su mente, una consciencia que le guiaba y le decía que era lo que debía hacer con aquella infante. Levanto la mano con alegría y una enorme sonrisa apareció en los labios de Kirian, quien respondió al saludo de la pequeña.
Sus ojos se abrieron más que nunca y una risotada salió de sus labios ante las palabras de la niña. Una corona. Él no era un hombre con dinero, ni siquiera tenían un hogar fijo en el cual permanecer y aún así, su pequeña hija le quería coronar como un rey. ¿Se merecía él realmente una felicidad como la que le brindaba aquella pequeña? Lo dudaba muy seriamente, pero era probable, que entre todos aquellos actos oscuros que realizara en su tiempo con Elisa, sin darse cuenta realizara un acto de bondad que ameritaba un regalo como aquel. Una paternidad no pedida pero maravillosa.
– Neliel, no tan rápido jovencita – dijo mientras se levantada de donde se encontraba, tomaba al señor Nieve entre sus manos y caminaba hasta poder sentarse más cerca de donde se encontraba su pequeña – Si vas a hacer una corona digna de un rey, debes enseñarme a hacerlas – le sonrió – Tu harás una digna de un rey y yo haré la corona que usara mi preciosa princesa. Así que dime que necesito y como es que se hace. Quiero hacer la corona más hermosa de todas para la hija más hermosa de todas – y sin tomo entre sus dedos, algunas hojas y ramas, esperando por las indicaciones de aquella niña.
J. M. Barrie
Sentado desde un lugar donde podía vigilar a la pequeña, Kirian sonreía y desde el fondo de aquel noble crazón de canino que poseía, agradecía a todos aquellos seres invisibles para él. Ser padre era una labor nueva para él y muchas veces se consideraba inadecuado para aquello, pero se sabía en compañía de todos aquellos seres que rodeaban a su hija y entonces se percataba de que la crianza de Neliel no la llevaría a cabo él solo. No sabía nada de magia, nadie que pudiera transmitir a la pequeña y que fuera a servir para el futuro; aún así, ella aprendía cada vez más cosas, pequeños detalles que no pasaban desapercibidos para el cambiante. Cosas que intuía aprendi gracias a los amigos del bosque que ella poseía.
La vista de aquel paisaje era hermosa y la belleza de aquel lugar solo se veía incrementada por la bondad y pureza de la infanta, que saltaba y giraba sobre si misma. Las hojas danzaban, el viento la acompañaba en sus movimientos y las aguas creaban una melodía únicamente para aquellos que se encontraban cerca en esos instantes. Cuando le vio perder el equilibrio, Kirian dio un pequeño respingo, pero volvió a la tranquilidad una vez que Neliel se mantuvo estática y le miro con esa alegría que solo ella era capaz de transmitir.
– Ya veo que todos danzan, pero definitivamente me gusta mucho más como danzas tu – le sonrió – algún día te pediré bailar conmigo, seguramente será divertido ¿No te parece así? – y en realidad el perro aquel jamás bailaba, era bastante torpe cuando se trataba de coordinarse en esos aspectos. Elisa, la cazadora con la que viviera tantos años, trato muchas veces de enseñarle aquel misterioso arte pero él, nunca aprendo; sin embargo las cosas con la bruja eran diferentes y quizás, si era con ella que bailaba, le saldría de una manera más natural – No tienen que agradecer, la verdad es que me gusta este lugar – le miro, asintiendo a aquellas palabras que eran las de una niña bastante madura – El señor Nieve y yo te cuidaremos desde aquí – y dicho eso, palmeo un lado de donde se encontraba él sentado, esperando porque la niña dejara a su peluche en aquel sitio y se lanzara a la exploración en compañía de aquellos amigos que eran más que nada, una familia para ellos.
El espíritu de la madre de Neliel siempre les acompañaba y quizás era también quien brindaba seguridad a Kirian; quien de alguna manera le decía que ambos se habían encontrado porque necesitaban del otro. Iduna era, aunque el cambiante no se percatara de eso; una voz dentro de su mente, una consciencia que le guiaba y le decía que era lo que debía hacer con aquella infante. Levanto la mano con alegría y una enorme sonrisa apareció en los labios de Kirian, quien respondió al saludo de la pequeña.
Sus ojos se abrieron más que nunca y una risotada salió de sus labios ante las palabras de la niña. Una corona. Él no era un hombre con dinero, ni siquiera tenían un hogar fijo en el cual permanecer y aún así, su pequeña hija le quería coronar como un rey. ¿Se merecía él realmente una felicidad como la que le brindaba aquella pequeña? Lo dudaba muy seriamente, pero era probable, que entre todos aquellos actos oscuros que realizara en su tiempo con Elisa, sin darse cuenta realizara un acto de bondad que ameritaba un regalo como aquel. Una paternidad no pedida pero maravillosa.
– Neliel, no tan rápido jovencita – dijo mientras se levantada de donde se encontraba, tomaba al señor Nieve entre sus manos y caminaba hasta poder sentarse más cerca de donde se encontraba su pequeña – Si vas a hacer una corona digna de un rey, debes enseñarme a hacerlas – le sonrió – Tu harás una digna de un rey y yo haré la corona que usara mi preciosa princesa. Así que dime que necesito y como es que se hace. Quiero hacer la corona más hermosa de todas para la hija más hermosa de todas – y sin tomo entre sus dedos, algunas hojas y ramas, esperando por las indicaciones de aquella niña.
Kirian Stendhal- Cambiante Clase Baja
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Re: Un corazón puro [Privado]
“Tejiendo viejas danzas,
Juntando las manos y juntando las miradas
Hasta que la luna emprende el vuelo.”
—W.B. Yeats.
Juntando las manos y juntando las miradas
Hasta que la luna emprende el vuelo.”
—W.B. Yeats.
En definitiva, podría decirse, que la infancia era quizás el momento más noble y puro de nuestras vidas. Es ese momento en donde la imaginación, la fantasía y los sueños se unen y transforman el mundo en un lugar maravilloso, lleno de aventuras extraordinarias. De ese modo es que Neliel veía su vida. Su naturaleza inquieta y esencia sobrenatural la llevaban a explorar cuanto lugar considerar misterioso y empujaba a su “padre” a que la acompañase. Neliel consideraba a Kirian el mejor padre del mundo, ¿Y cómo no? Si éste siempre iba a donde la brujita lo guiara sólo para aventurarse a descubrir lugares maravillosos para una personita tan pequeña como ella, quien era capaz de cautivar a cualquiera con una sonrisa sincera.
A Neliel le gustaba más que a nada pasear por el bosque, su lugar predilecto en donde las energías elementales fluían de mejor manera y ella, siendo una bruja elemental de nacimiento, se sentía como en casa y las cosas resultaban mucho más divertidas si Kirian la acompañaba, él podía igualarse a un niño motivado por el alegre espíritu de Neliel. Pero no eran los únicos que viajaban entre aquellos recónditos lugares, la difunta madre de la pequeña también seguía los pasos de ambos, como si fuera un ángel de la guarda.
Luego de haber dejado al Señor Nieve a cargo de su padre, la brujita se sentó en una de las piedras más grandes que decoraban todo el riachuelo. Costumbre que había adoptado junto con su madre tiempo atrás. La niña se quedó observando por unos minutos el agua cristalina correr a su alrededor hasta descender en la cascada que estaba a unos cuantos metros delante de ella. Pero antes de continuar distrayéndose con toda la naturaleza que le rodeaba se dedicó a hacer sus siempre favoritas coronas de hojas. Era sin duda algo que disfrutaba mucho y milagrosamente aquella tarea la mantenía entretenida y lejos de andar de un lado a otro, causándole alguno que otro dolor de cabeza a Kirian.
En el momento en que sus pequeñas manos empezaban a entrelazar las ramitas, el cambiante se sentó a su lado pidiéndole que le ensañara a hacer aquellas cosas que tanto entretenían a la niña. Neliel le miró con una amplia sonrisa en los labios.
—Está bien, papi. Pero presta muchísima atención —le mencionó mientras le hacía un ademán con el dedo índice y volvía nuevamente a centrarse en su labor—. Esta ramita va por aquí arribita, esta otra por aquí… Primero tienes que tejerlas, así como hacen las abuelitas con los abrigos y vas colocando hojitas así —dijo al momento en que introducía hojas con bastante ingenio entre los espacios que dejaban las ramas—. Las ramitas no pueden estar tan sequitas, porque luego no puedes tejer como abuelita... Papi, ¿Gretchen es una abuelita?
Neliel Stendhal- Hechicero Clase Baja
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Re: Un corazón puro [Privado]
A veces la belleza se desborda y entonces los espíritus se liberan.
Geraldine McCaughrean
Rodeados de aquel maravilloso cumulo de energías elementales que únicamente Neliel era capaz de percibir, padre e hija disfrutaban como siempre de las aventuras a las que el cambiante era empujado por la brujita. No existía día que le pareciera aburrido, su vida sin duda alguna se había tornado toda una aventura al lado de la pequeña, quien no dudaba en arrastrarle a los lugares más peculiares con tal de pasar un momento en compañía de sus amigos invisibles para los ojos de Kirian. Él era el peor padre que pudiera alguien imaginarse; era un torpe y un despistado la mayor parte del tiempo, se relajaba de más en momentos donde no debía de hacerlo pero si de algo no cabía la menor duda era de lo mucho que amaba a Neliel y de que sería capaz de hacer cualquier cosa con tal de mantenerla a salvo y feliz. Existían momentos en los que al pensar en el futuro, no solo veía la necesidad de un hogar fijo y de un trabajo que le proporcionara los recursos necesarios para dar a su pequeña todo cuanto necesitara, sino que además llegaban otros temores. ¿Qué tal si ella se daba cuenta después de que no era su verdadero padre? ¿Neliel se decepcionaría de él en algún momento de su vida? ¿Se separarían en algún momento de la vida de ambos? Cuando preocupaciones como esas solían atacarle, siempre sucedía algo que le hacía olvidarlo por completo y centrarse en el presente y en regalo que significaba la presencia de la brujita, ya fuera para siempre o apenas por un momento en su vida; en esa ocasión fue el hecho de que quisiera coronarle lo que le hizo despabilar de las preocupaciones y soltar una carcajada solo para después ir con ella, decidido a hacer una corona y al mismo tiempo a llenar de felicidad la vida de Neliel, tal y como ella había llenado la suya de luz.
La infanta le recibió con una enorme sonrisa en los labios y una vez que Kirian coloco al señor Nieve a un lado de él, se dispuso a observar lo que la niña hacía.
– Prometo poner toda la atención que tengo – aseguró levantando su mano solemnemente antes de realmente ver que era lo que Neliel hacía. Mientras que la infanta realizaba las acciones, explicaba al cambiante que era lo que debía hacer para que la corona fuera resistente y perfecta. Siguiendo las indicaciones de la brujita, las manos del Stendhal buscaron las ramas apropiadas y antes de darse cuenta, ya estaba siguiendo los pasos de Neliel para entrelazar las ramas. El sonido de la cascada era algo que le relajaba y hacia que la sonrisa se mantuviera en sus labios, al igual que los comentarios y preguntas de la pequeña. –¿Gretchen? – repitió en nombre mirándole con ojos muy abiertos, antes de reír por lo bajo ante las ocurrencias que aquella niña decía – No Neliel, Gretchen no es una abuelita. Ella solo es una mujer mayor pero aún no tiene la edad para que le llames así; además, no solo las abuelitas tejen – miro fijo a su pequeña acompañante en el crimen y arrugo la nariz – ¿o me has visto cara de abuelita? Porque yo también estoy tejiendo y tu igual – sonrió – pero ninguno de nosotros somos abuelitos ¿o si? – un pequeño momento de silencio surgió en aquellos momentos, el cual fue perturbado por el perro – Neliel… ¿Quieres que visitemos a Gretchen uno de estos días? Estoy seguro de que ella se sentirá muy alegre de verte y saludarte, ¿Qué opinas? – preguntó sin perder atención a las pequeñas manitas que seguían mostrándole como era que debía hacer la corona de flores.
Geraldine McCaughrean
Rodeados de aquel maravilloso cumulo de energías elementales que únicamente Neliel era capaz de percibir, padre e hija disfrutaban como siempre de las aventuras a las que el cambiante era empujado por la brujita. No existía día que le pareciera aburrido, su vida sin duda alguna se había tornado toda una aventura al lado de la pequeña, quien no dudaba en arrastrarle a los lugares más peculiares con tal de pasar un momento en compañía de sus amigos invisibles para los ojos de Kirian. Él era el peor padre que pudiera alguien imaginarse; era un torpe y un despistado la mayor parte del tiempo, se relajaba de más en momentos donde no debía de hacerlo pero si de algo no cabía la menor duda era de lo mucho que amaba a Neliel y de que sería capaz de hacer cualquier cosa con tal de mantenerla a salvo y feliz. Existían momentos en los que al pensar en el futuro, no solo veía la necesidad de un hogar fijo y de un trabajo que le proporcionara los recursos necesarios para dar a su pequeña todo cuanto necesitara, sino que además llegaban otros temores. ¿Qué tal si ella se daba cuenta después de que no era su verdadero padre? ¿Neliel se decepcionaría de él en algún momento de su vida? ¿Se separarían en algún momento de la vida de ambos? Cuando preocupaciones como esas solían atacarle, siempre sucedía algo que le hacía olvidarlo por completo y centrarse en el presente y en regalo que significaba la presencia de la brujita, ya fuera para siempre o apenas por un momento en su vida; en esa ocasión fue el hecho de que quisiera coronarle lo que le hizo despabilar de las preocupaciones y soltar una carcajada solo para después ir con ella, decidido a hacer una corona y al mismo tiempo a llenar de felicidad la vida de Neliel, tal y como ella había llenado la suya de luz.
La infanta le recibió con una enorme sonrisa en los labios y una vez que Kirian coloco al señor Nieve a un lado de él, se dispuso a observar lo que la niña hacía.
– Prometo poner toda la atención que tengo – aseguró levantando su mano solemnemente antes de realmente ver que era lo que Neliel hacía. Mientras que la infanta realizaba las acciones, explicaba al cambiante que era lo que debía hacer para que la corona fuera resistente y perfecta. Siguiendo las indicaciones de la brujita, las manos del Stendhal buscaron las ramas apropiadas y antes de darse cuenta, ya estaba siguiendo los pasos de Neliel para entrelazar las ramas. El sonido de la cascada era algo que le relajaba y hacia que la sonrisa se mantuviera en sus labios, al igual que los comentarios y preguntas de la pequeña. –¿Gretchen? – repitió en nombre mirándole con ojos muy abiertos, antes de reír por lo bajo ante las ocurrencias que aquella niña decía – No Neliel, Gretchen no es una abuelita. Ella solo es una mujer mayor pero aún no tiene la edad para que le llames así; además, no solo las abuelitas tejen – miro fijo a su pequeña acompañante en el crimen y arrugo la nariz – ¿o me has visto cara de abuelita? Porque yo también estoy tejiendo y tu igual – sonrió – pero ninguno de nosotros somos abuelitos ¿o si? – un pequeño momento de silencio surgió en aquellos momentos, el cual fue perturbado por el perro – Neliel… ¿Quieres que visitemos a Gretchen uno de estos días? Estoy seguro de que ella se sentirá muy alegre de verte y saludarte, ¿Qué opinas? – preguntó sin perder atención a las pequeñas manitas que seguían mostrándole como era que debía hacer la corona de flores.
Kirian Stendhal- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 10/03/2014
Re: Un corazón puro [Privado]
“Su corazón colgaba sobre un hábito de seda,
y al final había conocido alguna ternura,
antes de que fuera abrazado por la tierra.”
—W.B. Yeats.
y al final había conocido alguna ternura,
antes de que fuera abrazado por la tierra.”
—W.B. Yeats.
¿Qué más podía pedir? Tenía todo lo que una niña de su edad necesitaba; Kirian, a pesar de no ser su padre biológico, se las ingeniaba por mantener siempre una sonrisa en los labios de la pequeña Neliel, quien se la pasaba jugueteando de un lado a otro y sin duda se le veía muy feliz, o mejor dicho, ella era feliz. No necesitaba más nada, sólo estar al lado de aquel que según ella era su padre. Ni siquiera tenían una casa en donde vivir, pero eso a Neliel poco le importaba, parecía estar más a gusto en el bosque y hasta en el parque de diversiones y muy de vez en cuando visitando a Gretchen en el hospital, que bajo un techo. La mujer se preocupaba por ambos, al punto que les guardaba alimento y ropa para ayudarlos, pues confiaba plenamente en que el cambiante cuidaba muy bien de aquella traviesa niña a la que tanto estima le había tomado desde que la vio por primera vez en los pasillos del viejo hospital. Era una chiquilla muy alegre que a pesar de haber perdido a su madre, siempre estaba sonriendo y confiando que su madre la protegía desde donde estaba, cosa que era muy cierta.
Iduna era una hábil hechicera elemental, quien al momento de su agonía pidió a sus ancestros ser el espíritu guardián de su niña, pues no podía dejarla desamparada en este mundo y sus palabras fueron escuchadas. Iduna acompañaba a Neliel a todas partes junto con los pequeños amigos que hacía la niña durante sus travesías. Neliel era un imán para atraer a seres elementales y eso se lo debía a su explosiva aura. Todo esto lo había heredado de su fallecida madre y de aquel antiguo linaje de brujos elementales, cosa que la niña desconocía por completo. ¿Será que en alguna parte del mundo éstos estarían intentando hallarla o simplemente se habrían olvidado de la pequeña? Nadie lo sabe o quizás Iduna se las haya ingeniado para darle a Neliel la paz que ella no tuvo por las continúas persecuciones de los enemigos de la familia.
Lo cierto es que su principal deseo a la hora de su muerte fue precisamente brindarle a Neliel paz. La infanta correteaba feliz por los bosquecillos de París, jugando a las escondidas y yendo de un lado a otro con aquel fiel cambiante al que tiernamente le decía "Papá". Compromiso que había asumido Kirian sin demasiado problema. Ambos solían pasar los días entre risas y juegos y ese día era uno de tantos en los que paseaban por el bosque. Uno de los pasatiempos favoritos de la brujita era precisamente hacer coronas de hojas secas, se entretenía mucho haciéndolas y sentada en una roca grande en medio del riachuelo, continuó con su labor hasta que su padre se acercó, motivado por las curiosidad de lo que hacía la niña.
—Pero es que mis amigos me dijeron que Gretchen es como mi abuelita porque nos cuida y nos teje cosas bonitas para el invierno —dijo con mucha seguridad, asintiendo levemente con la cabeza—. ¿Ves? y ellos nunca se equivocan...
Continuó con su labor cuando la risa de su padre le hizo arrugar la nariz y movió su cabeza de un lado a otro.
—Tú no tienes arruguitas de abuelita ni yo tampoco, pero Gretchen si y es muy tiernita como una abuelita —sonrió y casi da un saltito cuando escuchó la pregunta del cambiante—. ¡Sí! Hace muchote que no visitamos a Gretchen. Le lleváremos galletitas y también una corona de hojitas y también esta piedrita bonita que me regaló el señor azul —sacó del bolsillo de su vestido una especie de piedra preciosa, brillante y con un halo de luz que parecía relajar la vista—. El señor azul me dijo que esto cuidará a Gretchen de la gente mala y yo quiero que ella siempre esté bien.
Neliel Stendhal- Hechicero Clase Baja
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Re: Un corazón puro [Privado]
Daba sentido y peso a muchas cosas que quizá no lo habían tenido.
Alejandro Palomas
Gretchen era una mujer sumamente amable. La enfermera pese a no tener porque preocuparse por ellos, les cuidaba como si verdaderamente fueran todos parte de la misma familia. La mujer disfrutaba de pasar las tardes en compañía de Neliel, quien le daba fuerza y ganas de seguir viviendo; además de que le daba a Kirian consejos sobre como cuidar mejor a la infanta. En varias ocasiones el cambiante se había negado a recibir comida o ropa por parte de la mujer, pero ella solía insistir tanto que él termina por ceder y aunque ellos no podían darle tanto, el ahora padre de Neliel incitaba a su pequeña para que hiciera pequeños regalos que harían a la enfermera sumamente feliz. Una muestra de un regalo sencillo pero significativo, sería una de las coronas hechas por la pequeña bruja.
Kirian seguía con entusiasmo las indicaciones de su hija para completar la corona de flores. Escuchaba con atención las ocurrencias de la pequeña y no paraba de reír ante los comentarios que hacía.
– Bueno, en eso tienes razón – admitió – Gretchen nos cuida mucho y eso hacen las abuelitas – sonrió a la pequeña – estoy seguro de que si la llamas abuelita cuando la veas, ella se sentirá muy feliz – eso lo sabía de sobra, pues antes de ser él quien fuera elegido para cuidar a la infanta, la enfermera era la que planeaba hacerse responsable de ella. Entre Gretchen y Neliel existía una conexión que Kirian no podía ignorar y que por el contrario, trataría de mantener – Tus amigos nunca se equivocan, es cierto – dijo sin despegar la vista de su pequeña y tras un suspiro, volvió a la labor de hacer la corona para la infanta.
Una nueva carcajada salió de sus labios y asintió.
– En eso también tienes razón, nosotros no tenemos arruguitas como Gretchen aunque… – miro fijamente a la niña y dejando a un lado la corona de flores, paso uno de sus dedos por la frente de la pequeña – creo que tienes una aquí lo que significa que estas volviéndote viejita – y tras la pausa, dio a la pequeña la idea de visitar a la enfermera. Kirian no se sorprendió por lo emoción con la que respondía Neliel – No había pensado en que le lleváramos galletitas, pero seguro que a ella le encantara – los ojos del cambiante fueron a la pequeña mano de la bruja, la piedra que cargaba era bastante peculiar, algo que Kirian nunca antes había sido capaz de ver por su cuenta – ¿Dónde la conseguiste? ¿Te dijeron cómo es que funciona? – la curiosidad era algo natural en el canino, quien además, deseaba conocer tanto de su pequeña como le fuera posible.
Alejandro Palomas
Gretchen era una mujer sumamente amable. La enfermera pese a no tener porque preocuparse por ellos, les cuidaba como si verdaderamente fueran todos parte de la misma familia. La mujer disfrutaba de pasar las tardes en compañía de Neliel, quien le daba fuerza y ganas de seguir viviendo; además de que le daba a Kirian consejos sobre como cuidar mejor a la infanta. En varias ocasiones el cambiante se había negado a recibir comida o ropa por parte de la mujer, pero ella solía insistir tanto que él termina por ceder y aunque ellos no podían darle tanto, el ahora padre de Neliel incitaba a su pequeña para que hiciera pequeños regalos que harían a la enfermera sumamente feliz. Una muestra de un regalo sencillo pero significativo, sería una de las coronas hechas por la pequeña bruja.
Kirian seguía con entusiasmo las indicaciones de su hija para completar la corona de flores. Escuchaba con atención las ocurrencias de la pequeña y no paraba de reír ante los comentarios que hacía.
– Bueno, en eso tienes razón – admitió – Gretchen nos cuida mucho y eso hacen las abuelitas – sonrió a la pequeña – estoy seguro de que si la llamas abuelita cuando la veas, ella se sentirá muy feliz – eso lo sabía de sobra, pues antes de ser él quien fuera elegido para cuidar a la infanta, la enfermera era la que planeaba hacerse responsable de ella. Entre Gretchen y Neliel existía una conexión que Kirian no podía ignorar y que por el contrario, trataría de mantener – Tus amigos nunca se equivocan, es cierto – dijo sin despegar la vista de su pequeña y tras un suspiro, volvió a la labor de hacer la corona para la infanta.
Una nueva carcajada salió de sus labios y asintió.
– En eso también tienes razón, nosotros no tenemos arruguitas como Gretchen aunque… – miro fijamente a la niña y dejando a un lado la corona de flores, paso uno de sus dedos por la frente de la pequeña – creo que tienes una aquí lo que significa que estas volviéndote viejita – y tras la pausa, dio a la pequeña la idea de visitar a la enfermera. Kirian no se sorprendió por lo emoción con la que respondía Neliel – No había pensado en que le lleváramos galletitas, pero seguro que a ella le encantara – los ojos del cambiante fueron a la pequeña mano de la bruja, la piedra que cargaba era bastante peculiar, algo que Kirian nunca antes había sido capaz de ver por su cuenta – ¿Dónde la conseguiste? ¿Te dijeron cómo es que funciona? – la curiosidad era algo natural en el canino, quien además, deseaba conocer tanto de su pequeña como le fuera posible.
Kirian Stendhal- Cambiante Clase Baja
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Re: Un corazón puro [Privado]
“Cuidaré de todos a
quienes quiero. Seré como un hada madrina.”
quienes quiero. Seré como un hada madrina.”
—¿Viste? Por eso te dije que ella era una abuelita. Las lucecitas y yo lo sabíamos —asintió muy convencida de sus palabras mientras continuaba entrelazando algunas ramas más para completar su corona de hojas—. Mis amiguitos son inteligentísimos. Sí, sí.
Una enorme sonrisa se dibujó en los labios de Neliel; observaba atentamente a aquellas criaturas feéricas que se mostraban ante sus ojos y que muy difícilmente, Kirian, lograría ver. Sin embargo, éstas, a pesar de mostrarse invisibles ante el cambiante, se hallaban ahí, junto a él y a la pequeña Neliel, con quien tenían un vínculo muy especial. Solían acompañarla a todas partes y cuidaban de la infanta día y noche, al igual que lo hacía el espíritu de su madre.
Pero no sólo tenía guardianes del mundo espiritual, la niña también contaba con los cuidados de Gretchen, aquella mujer mayor, que al igual que Kirian, también se preocupaban por el bienestar de la brujita. Y era por esa razón que Neliel siempre buscaba la manera de hacerle algún regalo especial para que Gretchen estuviera bien, pues ante sus infantiles ojos, la enfermera era como su abuela y ya que Kirian había complacido sus ideas, Neliel se sintió muy feliz al saber que podía llamar a Gretchen por ese apodo tan especial.
—Entonces cuando la visitemos le diré abuelita para que sonría mucho, mucho... —Aplaudió entusiasmada—. Ustedes también pueden decirle abuelita y... Papi, las lucecitas dicen que Gretchen sería como tu mami. ¡Que bonito!
Se puso de pie con el cuidado que su edad le permitía y colocó la corona de hojas sobre la cabeza del cambiante. Llevó una de sus manos a los bolsillos de su vestido y sacó otra piedra idéntica a la anterior.
—El señor azul me dijo que cuando te coronara, te diera la piedrita de lunita y le regalara otra a Gretchen —afirmó—. Toma —tomó una mano del cambiante y colocó la extraña piedra en la palma—. Debes tenerla siempre contigo, papi. El señor azul dijo que va a cuidarte cuando lo necesites... También debo darle otra a Odette porque ella ha sido muy buena conmigo.
En sus tantas "aventuras", Neliel encontraba objetos raros y que contenían ciertas propiedades mágicas otorgadas por la mismísima naturaleza. Eso hacía a la niña una bruja con un don muy especial. Y precisamente, aquellas piedras azuladas, eran parte de esos descubrimientos. Un día mientras caminaba por el bosque, siguiendo a los fuegos fatuos, Neliel se encontró con un extrañó espíritu al que apodó como "señor azul", por los colores de sus ropas y aura. Éste le dio un mensaje especial junto con aquellos objetos mágicos que estaban destinados a determinadas personas. La niña, muy obediente, aceptó la misión que se le había encomendado. Era como si la brujita, de un momento a otro, hubiera pasado a ser el ángel de la guarda de aquellas personas que cuidaban de ella.
Última edición por Neliel Stendhal el Dom Nov 29, 2015 11:46 pm, editado 1 vez
Neliel Stendhal- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 07/05/2014
Re: Un corazón puro [Privado]
Kirian no despegaba la mirada de su pequeña brujita mientras que en sus labios se lucía una enorme sonrisa debido a las ocurrencias que decía la pequeña y las cuales, eran apoyadas por el cambiante, quien no paraba de imaginarse la cara de Gretchen cuando su pequeña la llamase abuelita.
– Ya me di cuenta de eso, tu y tus amiguitos son demasiado inteligentes para mi – los ojos de Kirian pasaron entonces a las manos de la niña, quien trabajaba arduamente en la corona de flores digna de un rey. Para el cambiante era ligeramente más complicado seguir el ritmo de la pequeña debido a que sus habilidades tejiendo coronas eran nulas y aquella era su primera vez haciendo algo como eso, aún así, ponía enteramente en corazón en su labor.
Una risita divertida fluyo de los labios del canino, sus manos se detuvieron de la labor que realizaban y sus ojos miraron con dulzura a Neliel.
– Así es Neliel, Gretchen es como tu abuelita y como mi madre – por supuesto que la mujer poco tenía que ver con la madre del cambiante, alguien que había heredado a su hijo sus habilidades para cambiar de forma y quien hacía ya varios años había abandonado el mundo de los vivos. Kirian no solía pensar mucho en su familia de hecho, no solía pensar mucho en casi nada pero desde la llegada de Neliel a su vida, las cosas estaban cambiando y para mejor. Quizás un día visitara el bosque donde estaban sepultados sus padres y les presentaría a su hija, su pequeña y amada Nelie – Pero sabes… no creo que Gretchen quiera un hijo como yo – terminó por decir aquello mientras que volvía a su labor, pensando seriamente en hacer un viaje al bosque de su infancia.
Al ver como la infanta se levantaba de su lugar y levantaba la corona, Kirian se agachó un poco, apenas lo necesario para que la corona fuera puesta sobre su cabeza.
– ¿Qué tal me veo? ¿Parezco un importante rey? – decía con un entusiasmo que se vio ligeramente opacado por la extraña actitud de su pequeña al ofrecerle una piedra tan peculiar como la que le mostrara antes y que sería, según la niña, un amuleto protector para Gretchen – Así que esta es para mi – estiró la mano y acepto aquel peculiar regalo, observándolo con sumo detalle y sonriendo después a su pequeña – Como ha sido un regalo tuyo, no voy a perderlo jamás de vista – arrugó enseguida la nariz – Odette… le vas a regalar algo a esa cazadora que no se merece nada de tu parte – observo con molestia a su pequeña y dando los toques finales a la pequeña corona de la niña, la coloco en su cabeza, mientras que la del canino se movía en negativa de un lado a otro – Neliel no podemos acercarnos más a Odette, ella quiere llevarte lejos de mi y… ¿Qué voy a hacer si trata de robarte? ¿Y si te lleva a donde no pueda encontrarte?
– Ya me di cuenta de eso, tu y tus amiguitos son demasiado inteligentes para mi – los ojos de Kirian pasaron entonces a las manos de la niña, quien trabajaba arduamente en la corona de flores digna de un rey. Para el cambiante era ligeramente más complicado seguir el ritmo de la pequeña debido a que sus habilidades tejiendo coronas eran nulas y aquella era su primera vez haciendo algo como eso, aún así, ponía enteramente en corazón en su labor.
Una risita divertida fluyo de los labios del canino, sus manos se detuvieron de la labor que realizaban y sus ojos miraron con dulzura a Neliel.
– Así es Neliel, Gretchen es como tu abuelita y como mi madre – por supuesto que la mujer poco tenía que ver con la madre del cambiante, alguien que había heredado a su hijo sus habilidades para cambiar de forma y quien hacía ya varios años había abandonado el mundo de los vivos. Kirian no solía pensar mucho en su familia de hecho, no solía pensar mucho en casi nada pero desde la llegada de Neliel a su vida, las cosas estaban cambiando y para mejor. Quizás un día visitara el bosque donde estaban sepultados sus padres y les presentaría a su hija, su pequeña y amada Nelie – Pero sabes… no creo que Gretchen quiera un hijo como yo – terminó por decir aquello mientras que volvía a su labor, pensando seriamente en hacer un viaje al bosque de su infancia.
Al ver como la infanta se levantaba de su lugar y levantaba la corona, Kirian se agachó un poco, apenas lo necesario para que la corona fuera puesta sobre su cabeza.
– ¿Qué tal me veo? ¿Parezco un importante rey? – decía con un entusiasmo que se vio ligeramente opacado por la extraña actitud de su pequeña al ofrecerle una piedra tan peculiar como la que le mostrara antes y que sería, según la niña, un amuleto protector para Gretchen – Así que esta es para mi – estiró la mano y acepto aquel peculiar regalo, observándolo con sumo detalle y sonriendo después a su pequeña – Como ha sido un regalo tuyo, no voy a perderlo jamás de vista – arrugó enseguida la nariz – Odette… le vas a regalar algo a esa cazadora que no se merece nada de tu parte – observo con molestia a su pequeña y dando los toques finales a la pequeña corona de la niña, la coloco en su cabeza, mientras que la del canino se movía en negativa de un lado a otro – Neliel no podemos acercarnos más a Odette, ella quiere llevarte lejos de mi y… ¿Qué voy a hacer si trata de robarte? ¿Y si te lleva a donde no pueda encontrarte?
Kirian Stendhal- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 10/03/2014
Re: Un corazón puro [Privado]
Sonrió ante los halagos de su padre. Lo hacía con tanta sinceridad, que el día parecía iluminarse con tan sólo ver aquella sonrisa de Neliel. A su alrededor empezaron a aparecer centenares de diminutos puntos luminosos; esta vez se hicieron completamente visibles, incluso para Kirian. Quizás los amigos de la pequeña bruja ya se sentían en mayor confianza con aquel cambiante al que la niña llamaba con tanto cariño "padre". Observó a todos aquellos seres reunidos con tal armonía, que parecía un espectáculo digno de un cuento de hadas. No podía sentirse más feliz; finalmente sus queridas "lucecitas" dejaron de ocultarse ante su padre y eso era algo para celebrar.
—Mira papi, a las lucecitas ya no les da penita que las conozcas —dijo—. Espero que algún día, también se le aprezcan a Gretchen... Y no digas eso, papi, Gretchencita estará muy feliz de que tú seas como su hijo, ¿verdad? —Preguntó a las pequeñas esferas de luz que la rodeaban—. ¿Oíste, papi? Dijeron que sí. Porque Gretchen es buena, es como las hadas madrinas. Mayorcitas y tiernitas y buenas.
De nuevo se sentó, estirando por completo sus cortas piernas, sacó la última piedra que guardaba y miró con cierta curiosidad a su padre cuando éste habló sobre Odette.
—Pero, papi... El señor azul me dijo que debía darle una a ella y las lucecitas y el señor nieve estuvieron de acuerdo —mencionó con un deje de tristeza en su voz—. Odette no es mala, ¿por qué no te agrada? Ella me agrada, siempre es muy amable conmigo.
Bajó la mirada y se quedó mirando aquella piedra tan especial. Le entristecía el hecho de que Odette y su padre siempre estuvieran discutiendo cuando se encontraban. A Neliel no le agradaban esas cosas y menos cuando se trataba de personas a las cuales les tomaba mucha estima. Aunque la cazadora tuviera un carácter fuerte, para la brujita era una mujer agradable, pues con ella se había mostrado cariñosa y dispuesta a protegerla de cualquiera que intentara dañarla de alguna manera. Podía decirse que Odette Bourgeois era de las pocas personas con las que Neliel se sentía verdaderamente segura. Por eso no iba a dejar a un lado la idea de entregarle aquel objeto que se le encomendó le fuera entregado a la cazadora; la brujita tendría que hacerlo a escondidas y sus amigos elementales, la ayudarían en esa aventura. De eso estaba muy segura.
—Papi, a las lucecitas no les agrada que hables así. Se van a enojar y no podrás verlas nunca. No que no —movió su cabeza de un lado a otro—. Odette sólo es muy seriesota... Pero si intenta eso que dices, no podrá hacerlo porque las lucecitas y mami te llevarán a donde yo estaré. Ellas saben todo... Y dicen que si no entrego esto, el señor azul se va a sentir mal por no cumplir con mis deberes de mensajera de las hadas.
Neliel se sentía orgullosa de que aquella criatura del universo mágico confiara en ella. No podía decepcionar al "señor azul" a pesar de que su padre le pedía que no debían acercarse a Odette. Y ella era una niña muy leal a sus amigos, por lo que haría lo posible, junto con sus espíritus, de que su padre y la cazadora hicieran las pases. Tenía la esperanza de que así fuera.
—Mira papi, a las lucecitas ya no les da penita que las conozcas —dijo—. Espero que algún día, también se le aprezcan a Gretchen... Y no digas eso, papi, Gretchencita estará muy feliz de que tú seas como su hijo, ¿verdad? —Preguntó a las pequeñas esferas de luz que la rodeaban—. ¿Oíste, papi? Dijeron que sí. Porque Gretchen es buena, es como las hadas madrinas. Mayorcitas y tiernitas y buenas.
De nuevo se sentó, estirando por completo sus cortas piernas, sacó la última piedra que guardaba y miró con cierta curiosidad a su padre cuando éste habló sobre Odette.
—Pero, papi... El señor azul me dijo que debía darle una a ella y las lucecitas y el señor nieve estuvieron de acuerdo —mencionó con un deje de tristeza en su voz—. Odette no es mala, ¿por qué no te agrada? Ella me agrada, siempre es muy amable conmigo.
Bajó la mirada y se quedó mirando aquella piedra tan especial. Le entristecía el hecho de que Odette y su padre siempre estuvieran discutiendo cuando se encontraban. A Neliel no le agradaban esas cosas y menos cuando se trataba de personas a las cuales les tomaba mucha estima. Aunque la cazadora tuviera un carácter fuerte, para la brujita era una mujer agradable, pues con ella se había mostrado cariñosa y dispuesta a protegerla de cualquiera que intentara dañarla de alguna manera. Podía decirse que Odette Bourgeois era de las pocas personas con las que Neliel se sentía verdaderamente segura. Por eso no iba a dejar a un lado la idea de entregarle aquel objeto que se le encomendó le fuera entregado a la cazadora; la brujita tendría que hacerlo a escondidas y sus amigos elementales, la ayudarían en esa aventura. De eso estaba muy segura.
—Papi, a las lucecitas no les agrada que hables así. Se van a enojar y no podrás verlas nunca. No que no —movió su cabeza de un lado a otro—. Odette sólo es muy seriesota... Pero si intenta eso que dices, no podrá hacerlo porque las lucecitas y mami te llevarán a donde yo estaré. Ellas saben todo... Y dicen que si no entrego esto, el señor azul se va a sentir mal por no cumplir con mis deberes de mensajera de las hadas.
Neliel se sentía orgullosa de que aquella criatura del universo mágico confiara en ella. No podía decepcionar al "señor azul" a pesar de que su padre le pedía que no debían acercarse a Odette. Y ella era una niña muy leal a sus amigos, por lo que haría lo posible, junto con sus espíritus, de que su padre y la cazadora hicieran las pases. Tenía la esperanza de que así fuera.
Neliel Stendhal- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 07/05/2014
Re: Un corazón puro [Privado]
De un momento a otro, el cambiante se encontró rodeado por un montón de pequeñas luces a las que confundió con luciérnagas, así que de manera despreocupada comenzó a mover la mano de un lado a otro tratando de alejarlas. Kirian nunca antes había visto los seres elementales que rodeaban y acompañaban siempre a su pequeña, por lo que resultó una gran sorpresa cuando ella le reveló la verdadera identidad de todos aquellos puntos luminosos. Con la sorpresa tatuada en el rostro, el perro comenzó a observar con mayor detenimiento aquellos puntos que flotaban a su alrededor, notando entonces como la mayoría de ellos se encontraban alrededor de Neliel, asegurándole que ella era sumamente especial. Agradecido internamente y bastante incrédulo por lo que sucedía (aunque trataba de no demostrarlo ante su hija) Kirian sonrió a su pequeña.
– Seguro que también podrá verlas algún día y dices esas cosas porque me quieres – asintió – Gretchen nos quiere mucho, ella es una de tus mejores hadas madrinas – le aseguró, pues de no haber sido en un inicio por aquella amable mujer, nunca hubiera podido estar con su amada brujita.
– Neliel ellos pudieron estar de acuerdo pero – negó – no puedes acercarte más a Odette – la cara de tristeza que ponía la infanta lastimaba a Kirian, pero él prefería verla así que arriesgarse a no verla nunca más – Sé que ella es buena contigo – estiró la mano para acariciarle una mejilla – Y mis problemas con Odette son cuestiones de adultos, así que solo obedece lo que te digo y no acerques a ella, ¿de acuerdo?
¿Qué era lo que iba a hacer con ella? Kirian confiaba en su pequeña y en las habilidades mágicas que poseía, pues hasta aquellos momentos, los seres de luz que decía le rodeaban al igual que su madre, los habían mantenido a salvo en diversas situaciones por más que él tratará de decir que eran simples casualidad, todo debido a su incapacidad por ver a aquellos seres elementales, aunque claro, ese incapacidad estaba quedando lentamente de lado. Sin embargo, respecto a Odette no se encontraba del todo seguro. La cazadora ya lo tenía bien advertido respecto a que se llevaría a la pequeña bien lejos de él y eso, era algo que sencillamente el cambiante no podía si quiera pensar. Neliel se había convertido en la luz de su vida, en su razón de seguir adelante y no tenerla a su lado significaría la muerte. Un suspiro salió de sus labios y se rasco la nuca antes de volver a mirar a su hija.
– Si te hace feliz a ti y a las lucecitas, iremos a llevarle el regalo del Señor azul a Odette – le sonrió, siendo débil ante ella y quizás afectado también por la repentina presencia de todos aquellos seres que tal y como su hija decía, eran simplemente pequeños destellos de luz – Pero se la damos y nos alejamos de ella, ¿Te parece? Porque no quiero que corramos riesgos.
La experiencia del cambiante con la cazadora de nombre Elisa no fue mala, pero esa misma experiencia le había demostrado que la vida al lado de cazadores no era lo mejor, mucho menos para una niña como ella. Neliel era un espíritu libre, alguien que merecía más que vivir siempre en el peligro constante y si bien al lado de Kirian no todo era seguridad, el perro ya se encontraba resuelto a buscar un trabajo estable y digno, así como también una casa donde criar a la brujita; de hecho, más que una casa, Kirian forjaría para ella, un hogar.
Con lentitud se levantó de donde antes se encontraba tan cómodamente sentado y estiró su cuerpo.
– Muy bien Neliel – estiró su mano en dirección a la pequeña – Es hora de irnos, comienza a hacerse tarde – Por un día, tenía suficiente aventura.
– Seguro que también podrá verlas algún día y dices esas cosas porque me quieres – asintió – Gretchen nos quiere mucho, ella es una de tus mejores hadas madrinas – le aseguró, pues de no haber sido en un inicio por aquella amable mujer, nunca hubiera podido estar con su amada brujita.
– Neliel ellos pudieron estar de acuerdo pero – negó – no puedes acercarte más a Odette – la cara de tristeza que ponía la infanta lastimaba a Kirian, pero él prefería verla así que arriesgarse a no verla nunca más – Sé que ella es buena contigo – estiró la mano para acariciarle una mejilla – Y mis problemas con Odette son cuestiones de adultos, así que solo obedece lo que te digo y no acerques a ella, ¿de acuerdo?
¿Qué era lo que iba a hacer con ella? Kirian confiaba en su pequeña y en las habilidades mágicas que poseía, pues hasta aquellos momentos, los seres de luz que decía le rodeaban al igual que su madre, los habían mantenido a salvo en diversas situaciones por más que él tratará de decir que eran simples casualidad, todo debido a su incapacidad por ver a aquellos seres elementales, aunque claro, ese incapacidad estaba quedando lentamente de lado. Sin embargo, respecto a Odette no se encontraba del todo seguro. La cazadora ya lo tenía bien advertido respecto a que se llevaría a la pequeña bien lejos de él y eso, era algo que sencillamente el cambiante no podía si quiera pensar. Neliel se había convertido en la luz de su vida, en su razón de seguir adelante y no tenerla a su lado significaría la muerte. Un suspiro salió de sus labios y se rasco la nuca antes de volver a mirar a su hija.
– Si te hace feliz a ti y a las lucecitas, iremos a llevarle el regalo del Señor azul a Odette – le sonrió, siendo débil ante ella y quizás afectado también por la repentina presencia de todos aquellos seres que tal y como su hija decía, eran simplemente pequeños destellos de luz – Pero se la damos y nos alejamos de ella, ¿Te parece? Porque no quiero que corramos riesgos.
La experiencia del cambiante con la cazadora de nombre Elisa no fue mala, pero esa misma experiencia le había demostrado que la vida al lado de cazadores no era lo mejor, mucho menos para una niña como ella. Neliel era un espíritu libre, alguien que merecía más que vivir siempre en el peligro constante y si bien al lado de Kirian no todo era seguridad, el perro ya se encontraba resuelto a buscar un trabajo estable y digno, así como también una casa donde criar a la brujita; de hecho, más que una casa, Kirian forjaría para ella, un hogar.
Con lentitud se levantó de donde antes se encontraba tan cómodamente sentado y estiró su cuerpo.
– Muy bien Neliel – estiró su mano en dirección a la pequeña – Es hora de irnos, comienza a hacerse tarde – Por un día, tenía suficiente aventura.
FINALIZADO
Kirian Stendhal- Cambiante Clase Baja
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