El tic tac de mi corazón.... Privado]

por **Isaac Southey** Vie Nov 23, 2012 4:53 pm

Lo pasado ha huido, lo que esperas está ausente, pero el presente es tuyo.

Mientras caminaba por las calles donde el comercio Parisino abría sus puertas mi atención se fue fijando en cada uno de los carteles que habían expuesto, florerías, joyerías, perfumerías, cafés, bares, antigüedades, vestuario, sombreteros un sinfín de carteles alusivos a cada oficio, sonreí al ver el mío, el de mi familia El reloj de Arena, el cartel tenía un reloj de arena del cual la arena se iba cayendo una clara analogía a la pérdida de tiempo, con una perfecta caligrafía grande y completa las letras perfectamente pintadas, de mi mano derecha colgaba la llave de aquel gran cándano que tenia la puerta de madera tallada a mano, los ventanales limpios de los cuales se podía ver el interior, mi reflejo era el de siempre, un joven elegante, de buen porte y bastante educado, arregle mi cabellera para que ninguno de mis cabellos saliera de su perfecto peinado, si, era un hombre demasiado perfeccionista. El candado dio un clic y lo saque mientras abría las puertas de par en par para dar paso a un ventanal que decía abierto. Me adentre a ese lugar, el piso de madera estaba encerado (cada noche lo enceraba) las vitrinas limpias y llenas de todo tipo de relojes, aquel era mi arte una manera de hacer joyas de otra forma, detrás de un gran meses de madera de roble gastada por los años estaba mi lugar, lleno de engranajes, tornillos, palancas una lámpara inmensa y una lupa que se dividía en cinco más de aumentos diferentes.

Instalado detrás del mesón quite mi saco dejándolo colgado en una pared puse mi monóculo en mi ojo derecho y comencé a revisar los pedidos pendientes, los arreglos que tenía que hacer, para hoy solo tenía un pedido en de la Madeimoselle Blueberry, que me había traído un reloj de bolsillo de oro blanco, el reloj estaba malo andaba para atrás, según ella, no lo había revisado, de una cajonera que había debajo de la mesa de trabajo abrí un pequeño compartimiento y ahí estaba el “reloj”, lo abrí con cuidado y tan solo me largue a reír por tal comentario y anotación – Es una brújula – Suspire aun sonriendo lleve mi mano hasta mi cabeza y volví a revisar el pedido – Hacerlo funcionar e incrustar diamantes azules… asiendo chiste a su apellido, Arándanos – hable en voz alta mientras con una pinza y mucho cuidado me pondría a trabajar, a desarmar y hacer que el reloj funcionara como tal y no como brújula, ella había mencionado que no escatimara en recursos que hiciera lo que tenía que hacer ya que su esposo vendría en busca del reloj, ¿Qué era lo correcto? Guardar la brújula para que ella viera que haría con eso, ahora bien tenía un reloj que armar.

Me levante y fui hasta un cuadro donde habían varios relojes mirando con cuidado que nadie estuviera observando lo saque y con una llave forjada de mi propia mano abrí una especie de caja fuerte, saque una caja de metal algo grande y larga en ella tenía todas las piedras preciosas, he ahí mi verdadero tesoro, volví a colocar el cuadro, en eso las campanillas de la puerta suenan, un cliente, suspire dejando la caja sobre la mesa , me di vueltas para con una sonrisa perfecta a la dama que entraba… - ¡Buenos días !– musite de manera cordial quitando el monóculo de mi ojo y acercándome al mesón para ver que necesitaba aquella joven.

por **Attia Fugger** Vie Dic 07, 2012 5:47 pm

Cuando al final del día anterior Attia descansaba sobre esa cama dura y con unas pocas mantas que la cubrían se dio cuenta que pese a ser aún joven ese era un presente que no desea seguir viviendo. El techo de su casa tiene filtraciones que quedaron claras durante el invierno pasado, la comida sigue faltando y las quejas de sus hermanos con respecto a los “lujos” que ella posee le molestan cada vez más. Quizás ellos no lo comprenden o tal vez no quieren entenderlo, pero ella todo lo hace también por ellos, está segura que cuando ella consiga su meta ellos también obtendrán dividendos y olvidarán todo lo que ahora le dicen. Con lo que cuesta una de sus vestidos podrían comprar algunos pollos y conseguir huevos para vender, pero el olor a gallinero quedaría impregnado en ella y ya le es difícil explicar por qué no invita a gente a su casa. Attia esa noche supo que estaba cansada, que debía salir a buscar su destino en vez de esperar que aparezca como por arte de magia. Acaba de tomar una decisión que comenzará a llevar a cabo apenas el sol se alce.

Un grito la despierta seguido de algunos más, al parecer sus padres olvidan que ella necesita dormir más para no lucir como una muchacha pobre y cansada que comparte habitación con más gente. Afortunadamente, piensa Attia, es la única mujer de sus hermanos y eso le permite disponer de una cama propia y también un cuarto que en casa de sus amigas ni siquiera sería apropiado para la servidumbre. Se toma el tiempo de elegir un vestido que sea al mismo tiempo llamativo pero sin ser exagerado, que no se note remendado ni tampoco de los mejores y que pueda arruinar entre el ajetreo de las mañanas parisinas. Su desayuno consiste en apenas una taza de leche y un pan añejo tostado y untado de mermelada casera, si tiene suerte este día podrá almorzar en algún restaurante del centro invitada por algún distinguido caballero. Attia sueña mientras se arregla el pelo, mientras se aplica algo de carmín en los labios y se observa por última vez en el espejo. Luce como una muñeca de porcelana, la única diferencia es que ella no es dulce ni tampoco divertida, ella sólo lo parece pero en realidad no es más que una muchachita obstinada.

De todos los lugares que ha tenido para escoger es la imagen que ahora tiene al frente la que le ayudó a tomar una decisión. Ese joyero tiene un traje adecuado, el cabello pulcramente ordenado y en exhibición unas piezas que dejarían boquiabiertos incluso a los miembros de la realeza. Está segura que en el local sólo mantiene aquello que no es tan grandioso, por lo que quizás en otro lugar posee muchas más riquezas. ¡Ese hombre debe estar nadando en francos! La sonrisa de Attia se amplía y se transforma así en una mujer delicada, cortés, muy amable y por sobretodo luciendo casi inocente. — Buenos días señor… — la reverencia que realiza está perfectamente ejecutada, se inclina apenas y vuelve a mirarlo siempre sonriente, quiere dar la sensación de calidez que muchas veces le ha funcionado, — ando en busca de un regalo para una amiga cercana que tiene unos gustos algo complejos… ¿cree que pueda ayudarme? — y ahí está el anzuelo, mostrarse como la damisela indefensa y esperar a que él le saque brillo a la armadura y decida ser ese caballero que todo hombre desea ser.

Off: Lamento mucho mucho la demora, ¿me perdonas? *__*

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