AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Corazón de un león[Privado]
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Corazón de un león[Privado]
Sentía el sol caer como si fuese agua sobre mi rostro. Allí, como si fuese un árbol venía como iba descendiendo el calor por mi cuerpo. La brisa del mar estaba helada, y más fría el agua que lamía mis pies. La arena no cogía temperatura, y veía que aquel extraño día de invierno iba a reportarme una relajación que llevaba tiempo necesitando.
Ser un hechicero requiere estudio y pruebas, y si encima cazas vampiros u hombres lobos, pues más aún. Necesitaba alguien a mi lado. La soledad había sido mi camino elegido, pero, en realidad, quería de veras a un hombre a mi lado. Claro, siendo como era la sociedad, no podía encontrarle en París. Ni tampoco podía ser un pagano de lo sobrenatural. ¡Qué complicado era todo, Señor!
Me fui caminando por la playa y me fui hasta unos acantilados pequeños que daban a una cala estrecha. Desde allí miré el mal que era un espejo de lapislázuli y oro, llegando a tener un color blanquecino en algunas partes. Las montañas, cabos y costas lejanas se veían distorsionadas, y el marrón y el verde se mezclaban con un azul, llegando al morado y violeta.
Me fijé en una cosa que había en el mar, parecía una ballena, y di un paso de forma insensata. Perdí el equilibrio y caí hacia el suelo. Ni toda mi magia me hubiese salvado en ese momento. Por eso, en vez de magia, fui salvado por alguien. Abrí los ojos después del susto. Creía que me iba a partir en dos de la caída, pero ahí estaba, en brazos de un hombre. Le miré a los ojos. Tenía el cabello como el sol, y brillaba como si tuviese luz propia. Su piel era canela, gruesa, con barba. No era un niño, rondaría mi edad, o más. Me había agarrado a su cuello, y sentía que me corazón se iba a salir, pero no del susto, sino de la impresión que él me estaba dando. Mis ojos se perdieron en los suyos y sentí que iba a ahogarme en su sonrisa.
Ser un hechicero requiere estudio y pruebas, y si encima cazas vampiros u hombres lobos, pues más aún. Necesitaba alguien a mi lado. La soledad había sido mi camino elegido, pero, en realidad, quería de veras a un hombre a mi lado. Claro, siendo como era la sociedad, no podía encontrarle en París. Ni tampoco podía ser un pagano de lo sobrenatural. ¡Qué complicado era todo, Señor!
Me fui caminando por la playa y me fui hasta unos acantilados pequeños que daban a una cala estrecha. Desde allí miré el mal que era un espejo de lapislázuli y oro, llegando a tener un color blanquecino en algunas partes. Las montañas, cabos y costas lejanas se veían distorsionadas, y el marrón y el verde se mezclaban con un azul, llegando al morado y violeta.
Me fijé en una cosa que había en el mar, parecía una ballena, y di un paso de forma insensata. Perdí el equilibrio y caí hacia el suelo. Ni toda mi magia me hubiese salvado en ese momento. Por eso, en vez de magia, fui salvado por alguien. Abrí los ojos después del susto. Creía que me iba a partir en dos de la caída, pero ahí estaba, en brazos de un hombre. Le miré a los ojos. Tenía el cabello como el sol, y brillaba como si tuviese luz propia. Su piel era canela, gruesa, con barba. No era un niño, rondaría mi edad, o más. Me había agarrado a su cuello, y sentía que me corazón se iba a salir, pero no del susto, sino de la impresión que él me estaba dando. Mis ojos se perdieron en los suyos y sentí que iba a ahogarme en su sonrisa.
Kerberos Lancaster- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 07/01/2018
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Re: Corazón de un león[Privado]
—¡Eh! ¿a dónde pensaba ir, amigo? esto tiene una caída de treinta metros, no me diga que estaba avistando pájaros...— lo había agarrado in extremis antes de que el hombre rodara por el acantilado hasta estrellarse contra las roscas donde sólo quedaría un rojizo recuerde de sangre y sesos.— ya está, así mejor.— Le ayudó a sentarse sobre una roca plana después del susto y ahora que podía ver mejor su aura se percató de que era hechicero. Tenía una gran sensibilidad para percibir alteraciones en la energía y los campos magnéticos, los felinos eran los animales más dotados de ese sentido "sobrenatural". No solía juzgar a la gente por su procedencia o su naturaleza, aunque los vampiros le daban algo de mala espina, estaban muertos técnicamente y eso de que se alimentasen de la sangre de los demás no añadía valor al asunto.
Un hechicero despistado que casi se despeña. No era algo que sucediera todos los días y esa enorme curiosidad gatuna lo empujó a presentarse y a preguntar. Le tendió la mano que estrechó con fuerza.
— Colton Bradley, explorador. ¿Qué hacía tan cerca del borde? Yo a veces vengo aquí a relajarme, a pensar, a alejarme un rato del bullicio de la ciudad.— Porque tenía una esposa insoportable y no podía rugir, los vecinos llamarían a los gendarmes, así que se daba el paseo hasta la costa y allí se dejaba invadir por la sensación de libertad que siempre daba el mar y el viento. Aunque él prefería la jungla africana o el desierto egipcio, donde había tantos tosoros y misterios por resolver que su ansia de saciar la curiosidad siempre se veía colmada.
Le sacudió una mancha de tierra que ensuciaba el hombro de la camisa del desconocido, sin pedir permiso, porque la pulcritud felina no tenía filtro. Tenía una compulsión con la limpieza, no soportaba tener nada sucio encima.
Un hechicero despistado que casi se despeña. No era algo que sucediera todos los días y esa enorme curiosidad gatuna lo empujó a presentarse y a preguntar. Le tendió la mano que estrechó con fuerza.
— Colton Bradley, explorador. ¿Qué hacía tan cerca del borde? Yo a veces vengo aquí a relajarme, a pensar, a alejarme un rato del bullicio de la ciudad.— Porque tenía una esposa insoportable y no podía rugir, los vecinos llamarían a los gendarmes, así que se daba el paseo hasta la costa y allí se dejaba invadir por la sensación de libertad que siempre daba el mar y el viento. Aunque él prefería la jungla africana o el desierto egipcio, donde había tantos tosoros y misterios por resolver que su ansia de saciar la curiosidad siempre se veía colmada.
Le sacudió una mancha de tierra que ensuciaba el hombro de la camisa del desconocido, sin pedir permiso, porque la pulcritud felina no tenía filtro. Tenía una compulsión con la limpieza, no soportaba tener nada sucio encima.
Colton Bradley- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/04/2016
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Re: Corazón de un león[Privado]
Sentía su aura. La veía y era alguien con poderes. Eso me preocupó. No era vampiro, pero después del susto, no podía distinguirlo de un licantropo. Bueno, esperaba que no lo fuese.
-Mucho gusto. Kerberos Lancaster, ex soldado de la Real Armada de Su Majestad la Reina de Inglaterra...y bueno, supongo que también hice de esplorador.-Cuando me quitó el barro me di cuenta. Era un cambiante. Debía de ser un felino, o un pájaro, algo así, porque aquel gesto parecía de extrema obsesión con la pulcritud.
-Solamente miraba una ballena, o eso me parecía.-Dije algo entrecortado. Aquel hombre desprendía amabilidad y algo más, era apabullante y la verdad es que creo que era su presencia. Su aura, como dicen los paganos, pero no en el buen sentido.
-Yo también vine a descansar de París, a veces se necesita algo de descanso de esa ciudad. El mar siempre ha sido algo que me ha atraído, por eso zarpé y tardé mucho en volver a casa. Bueno, a mi anterior casa.-Dije mirando al horizonte, donde, en algún punto, estaba mi amada isla, a la que volveré de un ataúd.
Me levante y miré al hombre que tenía una hierba en el pelo. Me acerqué y levanté el brazo despacio. Si hacías movimientos bruscos con un animal se suele asustar, y un gato es de lo más asustadizo, bueno, creo que solo un hombre lobo se quedaría quieto para devolverte el mordisco o jugar contigo. Fue entonces que me di cuenta que mi camisa estaba rota y maldije con la hierba en la mano que le había quitado.
-Vaya, con lo que me gustaba esa camisa. Bueno, que remedio.-Dije desabrochándome la camisa poco a poco y quedándome solo con el pecho descubierto. La miré y vi que la raja iba desde la cintura hasta el sobaco derecho. Era un corte limpio, pero no sabía si se podía recuperar. Me fijé que estaba Colton ahí y me sentí algo pudoroso, aunque sin saber porqué. Sería su aura.
-¿Y como es que un cambiante vive en París? Soleis siempre vivir en el campo, al fin y al cabo, la naturaleza os llama con mayor fuerza.-Negué haciendo un gesto para que no se alarmase.-Sé que te habrás dado cuenta de que soy un hechicero, no hace falta fingir, a parte, estamos solos tu y yo.
-Mucho gusto. Kerberos Lancaster, ex soldado de la Real Armada de Su Majestad la Reina de Inglaterra...y bueno, supongo que también hice de esplorador.-Cuando me quitó el barro me di cuenta. Era un cambiante. Debía de ser un felino, o un pájaro, algo así, porque aquel gesto parecía de extrema obsesión con la pulcritud.
-Solamente miraba una ballena, o eso me parecía.-Dije algo entrecortado. Aquel hombre desprendía amabilidad y algo más, era apabullante y la verdad es que creo que era su presencia. Su aura, como dicen los paganos, pero no en el buen sentido.
-Yo también vine a descansar de París, a veces se necesita algo de descanso de esa ciudad. El mar siempre ha sido algo que me ha atraído, por eso zarpé y tardé mucho en volver a casa. Bueno, a mi anterior casa.-Dije mirando al horizonte, donde, en algún punto, estaba mi amada isla, a la que volveré de un ataúd.
Me levante y miré al hombre que tenía una hierba en el pelo. Me acerqué y levanté el brazo despacio. Si hacías movimientos bruscos con un animal se suele asustar, y un gato es de lo más asustadizo, bueno, creo que solo un hombre lobo se quedaría quieto para devolverte el mordisco o jugar contigo. Fue entonces que me di cuenta que mi camisa estaba rota y maldije con la hierba en la mano que le había quitado.
-Vaya, con lo que me gustaba esa camisa. Bueno, que remedio.-Dije desabrochándome la camisa poco a poco y quedándome solo con el pecho descubierto. La miré y vi que la raja iba desde la cintura hasta el sobaco derecho. Era un corte limpio, pero no sabía si se podía recuperar. Me fijé que estaba Colton ahí y me sentí algo pudoroso, aunque sin saber porqué. Sería su aura.
-¿Y como es que un cambiante vive en París? Soleis siempre vivir en el campo, al fin y al cabo, la naturaleza os llama con mayor fuerza.-Negué haciendo un gesto para que no se alarmase.-Sé que te habrás dado cuenta de que soy un hechicero, no hace falta fingir, a parte, estamos solos tu y yo.
Kerberos Lancaster- Hechicero Clase Media
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Re: Corazón de un león[Privado]
Así que otro británico, él lo era de nacimiento y costumbres pero había vivido la mayor parte de su vida en el continente negro donde se econtrama como en casa.
— Ah... soldado. Nunca he sabido obedecer órdenes, no se me da bien eso de que me impongan nada.— Enarcó una ceja cuando lo vio sacarse la camisa.— Pues lo siento, no llevo ninguna de repuesto en el bolsillo.
Miró hacia el horizonte en busca de esa ballena que decía el brujo y se estremeció. Odiaba el agua, era un gato, y sólo pensar en verse rodeado de tan inmenso mar, a merced de las corrientes y de criaturas tan grandes...No. Definitivamente preferia cien mil veces enfrentarse a un dinosaurio si era preciso, pero con las cuatro patas en el suelo firme.
Evidentemente que se habían visto el aura, no tenían por qué fingir, además, como bien apuntaba Kerberos sólo estaban ellos.
— tiene toda la razón, preferimos el campo. Particularmente mi familia vive en Sudáfrica y allí estoy en casa rodeado de selva y de las mil maravillas de ese continente. Pero tengo en París algunos asuntos que resolver y estaré una temporada. Oiga...Hay una granja en el cruce del camino hacia Le Havre donde el dueño sirve el mejor Vin Brule que haya probado, ¿me acompaña?
El gato era un sibarita y no se llevaba cualquier cosa a la boca, como buen felino. Solía beber brandy o ginebra, tan típicos de la tradición inglesa, pero se había aficionado a esa bebida francesa hecha a base de vino, jugo de naranja y especias. Se hospedaba en Le Havre, en un hotel, y estaría allí durante un par de días haciendo negocios y distanciándose un poco de su mujer, que lo tenía más que saturado con su actitud. ¿Por qué no lo dejaba en paz? jamás obtendría de él nada mas que amistad y lo sabía desde antes de casarse, por mucho que se empeñara, no había posibilidad ninguna de que él cambiase.
— Tengo algunos negocios que cerrar en Le Havre, había pensado salir esta noche a cenar y dar una vuelta. Si no tiene nada mejor que hacer, podríamos compartir mesa, quizás una partida de naipes... no sé, si se le ocurre algo mejor, estaré encantado de participar, me aburren mucho los negocios.— esbozó una sonrisa determinada, el león no solía andarse con rodeos, estaba claro que era un extraño, pero...¿qué iba a hacerle? él era el rey de la selva, con un mordisco o un zarpazo podía salir airoso de cualquier situación.
— Ah... soldado. Nunca he sabido obedecer órdenes, no se me da bien eso de que me impongan nada.— Enarcó una ceja cuando lo vio sacarse la camisa.— Pues lo siento, no llevo ninguna de repuesto en el bolsillo.
Miró hacia el horizonte en busca de esa ballena que decía el brujo y se estremeció. Odiaba el agua, era un gato, y sólo pensar en verse rodeado de tan inmenso mar, a merced de las corrientes y de criaturas tan grandes...No. Definitivamente preferia cien mil veces enfrentarse a un dinosaurio si era preciso, pero con las cuatro patas en el suelo firme.
Evidentemente que se habían visto el aura, no tenían por qué fingir, además, como bien apuntaba Kerberos sólo estaban ellos.
— tiene toda la razón, preferimos el campo. Particularmente mi familia vive en Sudáfrica y allí estoy en casa rodeado de selva y de las mil maravillas de ese continente. Pero tengo en París algunos asuntos que resolver y estaré una temporada. Oiga...Hay una granja en el cruce del camino hacia Le Havre donde el dueño sirve el mejor Vin Brule que haya probado, ¿me acompaña?
El gato era un sibarita y no se llevaba cualquier cosa a la boca, como buen felino. Solía beber brandy o ginebra, tan típicos de la tradición inglesa, pero se había aficionado a esa bebida francesa hecha a base de vino, jugo de naranja y especias. Se hospedaba en Le Havre, en un hotel, y estaría allí durante un par de días haciendo negocios y distanciándose un poco de su mujer, que lo tenía más que saturado con su actitud. ¿Por qué no lo dejaba en paz? jamás obtendría de él nada mas que amistad y lo sabía desde antes de casarse, por mucho que se empeñara, no había posibilidad ninguna de que él cambiase.
— Tengo algunos negocios que cerrar en Le Havre, había pensado salir esta noche a cenar y dar una vuelta. Si no tiene nada mejor que hacer, podríamos compartir mesa, quizás una partida de naipes... no sé, si se le ocurre algo mejor, estaré encantado de participar, me aburren mucho los negocios.— esbozó una sonrisa determinada, el león no solía andarse con rodeos, estaba claro que era un extraño, pero...¿qué iba a hacerle? él era el rey de la selva, con un mordisco o un zarpazo podía salir airoso de cualquier situación.
Colton Bradley- Cambiante Clase Alta
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Re: Corazón de un león[Privado]
Suspiré imaginándome con aquel hombre paseando por la noche, cogidos de la mano. Ay, por Dios, que solo me encontraba. Sonreí y asentí despacio, mientras me ponía la camisa de nuevo.-Bueno, entonces tendré que pernoctar en aquel lugar. Había pensado en volver a París en unas horas, pero creo que no tendré mejor plan que disfrutar de una copa de vino con usted. Así nos haremos más llevadero el día.-Dije mientras me abotonaba y le sonreía.
-Nunca había visto un cambia formas por París, siempre en las afueras.-Comencé a caminar hasta que llegué al mar y dejé que me mojase los pies. La brisa me levantó la camisa que estaba desabotonada. El sol me incidió, haciendo que estuviese brillando como el propio mar.-Ojala yo pudiese transformarme en un animal y huir de aquí, alejarme de toda preocupación más allá de la de comer y dormir...-Suspiré y me volví.-Aunque tengo una idéa. Creo que podría mostrarle un depacito de su África natal, a cambio de que me muestre su forma. ¿Le parece buen trato?-Le tendí la mano, esperando a que la apretase, pero no esperé a que se lo pensase.
Yo había estado en Sudafrica y más o menos conocía en el recuerdo de esa tierra. La proyecté en mi mente y abrí las palmas de las manos. La ilusión comenzó a brotar poco a poco. Las rocas y la arena se volvieron poco a poco tierra, altas plantas, árboles y el sol se volvió más caliente. Cerré los ojos para concentrarme aún más. Solo necesité unos segundos para poder conformar mi propio recuerdo. Aparecían animales que yo había visto, y a lo lejos montañas. Los olores del mar fueron cambiados por los de los árboles, la madera seca, los animales aquí y allá, el viento cálido...Me estaba costando un poco hacerla, pero cuando la terminé, abrí los ojos y miré a mi alrededor. La mejor que había conformado jamás.
-Seguro que usted la conoce mejor y si pudiese tener sus recuerdo estoy seguro que sería más detallados. ¿Le gusta?-Los animales que recordaba pasaban por allí, a lo mejor un poco fuera de lugar, pero era todo lo que podía hacer. Apareció al rato un león con una gran melena que llevaba el hocico lleno de sangre.-Ese león lo recuerdo. Me dio un gran susto. Pero parecía no estar interesado en mí.-Le miré sonriente y caminé, sintiendo el tacto de la hierba acariciarme. Hasta yo podría llegar a creerme mis propias ilusiones.
-Nunca había visto un cambia formas por París, siempre en las afueras.-Comencé a caminar hasta que llegué al mar y dejé que me mojase los pies. La brisa me levantó la camisa que estaba desabotonada. El sol me incidió, haciendo que estuviese brillando como el propio mar.-Ojala yo pudiese transformarme en un animal y huir de aquí, alejarme de toda preocupación más allá de la de comer y dormir...-Suspiré y me volví.-Aunque tengo una idéa. Creo que podría mostrarle un depacito de su África natal, a cambio de que me muestre su forma. ¿Le parece buen trato?-Le tendí la mano, esperando a que la apretase, pero no esperé a que se lo pensase.
Yo había estado en Sudafrica y más o menos conocía en el recuerdo de esa tierra. La proyecté en mi mente y abrí las palmas de las manos. La ilusión comenzó a brotar poco a poco. Las rocas y la arena se volvieron poco a poco tierra, altas plantas, árboles y el sol se volvió más caliente. Cerré los ojos para concentrarme aún más. Solo necesité unos segundos para poder conformar mi propio recuerdo. Aparecían animales que yo había visto, y a lo lejos montañas. Los olores del mar fueron cambiados por los de los árboles, la madera seca, los animales aquí y allá, el viento cálido...Me estaba costando un poco hacerla, pero cuando la terminé, abrí los ojos y miré a mi alrededor. La mejor que había conformado jamás.
-Seguro que usted la conoce mejor y si pudiese tener sus recuerdo estoy seguro que sería más detallados. ¿Le gusta?-Los animales que recordaba pasaban por allí, a lo mejor un poco fuera de lugar, pero era todo lo que podía hacer. Apareció al rato un león con una gran melena que llevaba el hocico lleno de sangre.-Ese león lo recuerdo. Me dio un gran susto. Pero parecía no estar interesado en mí.-Le miré sonriente y caminé, sintiendo el tacto de la hierba acariciarme. Hasta yo podría llegar a creerme mis propias ilusiones.
Kerberos Lancaster- Hechicero Clase Media
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Re: Corazón de un león[Privado]
— generalmente habitamos en zonas más llenas de naturaleza, porque aquí en París es un poco complicado explicarle a los vecinos un rugido a altas horas de la noche, o una valla destrozada por unas garras. Es mera cuestión de comodidad y supervivencia, pero eso no implica que a algunos nos guste viajar o conocer las ciudades e ir a museos, no todos respondemos sólo al instinto de comer o dormir, también somos humanos ¿sabe? hay de todo. Como usted, por ejemplo. Conozco pocos brujos y la mayoría no son buenas personas, es el estigma de los hechiceros al menos aquí en Europa. En África los chamanes viven en comunión con el misticismo y la naturaleza, respetan a los cambiantes, como los nativos americanos. Pero aquí es más fácil que quieran diseccionarme para mostrarme en una universidad.
Se pasó la mano por el rebelde cabello rubio, una indomable melena, marca de la casa en el cambiaformas león. No era huraño porque no tenía miedo de conocer gente, de hablar con extraños...¿qué iban a hacerle? si él era el rey de la selva, un zarpazo, un mordisco y a dormir para siempre. Cuando le habló de una ilusión sobre África entornó los ojos, la brujería era algo que se escapaba de su conocimiento pero su curiosidad podía más que todo aquello. Asistió con asombro a lo que el hechicero desplegó frente a sus ojos, parecía como un sueño, como si alguien estuviera pintando la sabana africana y dándole vida para luego reproducirla en directo frente a él. Sus enormes ojos azules que relampagueaban en un amarillo castaño cuando cambiaba, bebían absortos de las imágenes y cuando éstas acabaron cogió una de las manos del inglés buscando en ellas la fuente de la ilusión, que obviamente no encontró pues proyectaba energía. De inmediato le soltó la mano rascándose la nuca por ese arranque de curiosidad felina que estaba absolutamente fuera de lugar.
El león que le había mostrado se parecía bastante a él o a su hermano Bastian, pero ninguna ilusión sería tan auténtica como su propio yo animal. Sonrió un poco de lado negando con la cabeza.
— Mejor que ese león no estuviera interesado en usted, de estarlo habría sido su cena. Que no le engañe el aspecto de gato grande, son fieros y salvajes.— Él lo sabía bien, y no había mayor placer que matar la presa y comerla aún caliente, el sabor de la sangre enardecía sus sentidos cazadores. No iba a revelarle a un desconocido qué tipo de animal era si él no lo preguntaba, pero de hacerlo, no tendría problemas en poner de manifiesto que era el rey de la selva, el mayor depredador, el Gran Rubio.— Así que puede hacer ilusiones... es fascinante. Pero sólo ha engañado mi sentido de la vista, no así el del olfato. Normalmente los animales lo tienen mucho más desarrollado, hay pequeñas variaciones del aire que se perciben a través de ese sentido y cuentan mucho más que lo que ven los ojos. ¿Qué más sabe hacer?
Echó a andar colina abajo, los acantilados daban a una carretera que serpenteaba hasta el puerto de Le Havre, el mayor puerto comercial y de pasajeros de Francia junto a Calais y Marsella. Se llevó las manos a los bolsillos mientras el viento agitaba su rebelde cabello, era imposible mantenerlo en su lugar, así que ya lo daba por perdido. El local al que Colton se refería estaba entre dos almacenes de mercancías y estaba bastante lleno, pero consiguieron una mesa cerca de una ventana y les llevaron la especialidad de la casa, el Vin Brulé. El león lo olió y puso cara de estar siendo transportado al cielo, le encantaban los aromas complejos, las especias potentes, todo aquello que le hablase de historias en paises lejanos, de aventuras por mar y tierra para llegar hasta su copa. Echaba de menos las aventuras, ciertamente ese modo de vida en el que había caído era una cárcel para el alma y para el cuerpo.
Se pasó la mano por el rebelde cabello rubio, una indomable melena, marca de la casa en el cambiaformas león. No era huraño porque no tenía miedo de conocer gente, de hablar con extraños...¿qué iban a hacerle? si él era el rey de la selva, un zarpazo, un mordisco y a dormir para siempre. Cuando le habló de una ilusión sobre África entornó los ojos, la brujería era algo que se escapaba de su conocimiento pero su curiosidad podía más que todo aquello. Asistió con asombro a lo que el hechicero desplegó frente a sus ojos, parecía como un sueño, como si alguien estuviera pintando la sabana africana y dándole vida para luego reproducirla en directo frente a él. Sus enormes ojos azules que relampagueaban en un amarillo castaño cuando cambiaba, bebían absortos de las imágenes y cuando éstas acabaron cogió una de las manos del inglés buscando en ellas la fuente de la ilusión, que obviamente no encontró pues proyectaba energía. De inmediato le soltó la mano rascándose la nuca por ese arranque de curiosidad felina que estaba absolutamente fuera de lugar.
El león que le había mostrado se parecía bastante a él o a su hermano Bastian, pero ninguna ilusión sería tan auténtica como su propio yo animal. Sonrió un poco de lado negando con la cabeza.
— Mejor que ese león no estuviera interesado en usted, de estarlo habría sido su cena. Que no le engañe el aspecto de gato grande, son fieros y salvajes.— Él lo sabía bien, y no había mayor placer que matar la presa y comerla aún caliente, el sabor de la sangre enardecía sus sentidos cazadores. No iba a revelarle a un desconocido qué tipo de animal era si él no lo preguntaba, pero de hacerlo, no tendría problemas en poner de manifiesto que era el rey de la selva, el mayor depredador, el Gran Rubio.— Así que puede hacer ilusiones... es fascinante. Pero sólo ha engañado mi sentido de la vista, no así el del olfato. Normalmente los animales lo tienen mucho más desarrollado, hay pequeñas variaciones del aire que se perciben a través de ese sentido y cuentan mucho más que lo que ven los ojos. ¿Qué más sabe hacer?
Echó a andar colina abajo, los acantilados daban a una carretera que serpenteaba hasta el puerto de Le Havre, el mayor puerto comercial y de pasajeros de Francia junto a Calais y Marsella. Se llevó las manos a los bolsillos mientras el viento agitaba su rebelde cabello, era imposible mantenerlo en su lugar, así que ya lo daba por perdido. El local al que Colton se refería estaba entre dos almacenes de mercancías y estaba bastante lleno, pero consiguieron una mesa cerca de una ventana y les llevaron la especialidad de la casa, el Vin Brulé. El león lo olió y puso cara de estar siendo transportado al cielo, le encantaban los aromas complejos, las especias potentes, todo aquello que le hablase de historias en paises lejanos, de aventuras por mar y tierra para llegar hasta su copa. Echaba de menos las aventuras, ciertamente ese modo de vida en el que había caído era una cárcel para el alma y para el cuerpo.
Colton Bradley- Cambiante Clase Alta
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Re: Corazón de un león[Privado]
Cuando la ilusión se desvaneció, sentía que me cosquilleaban las manos y la boca. A veces, si me esforzaba, tenía que hacer que mi mente se pusiese a pleno rendimiento, y más con un recuerdo tan lejano. Me pilló por sorpresa como me cogía las manos. Era como si un gato, en vez de un hombre, mirase a ver que había ocurrido. Pero sabía que eso no funcionaba así, tanto él como yo.-Si tuviese un recuerdo más reciente o hubiese estado más veces y más tiempo, entonces podría crear uno mucho más real, con olores, sensaciones térmicas...de todo tipo, pero claro.-Chasqué la lengua encogiéndome de hombros.-No siempre se puede.-Cuando preguntó por mis poderes, me sorprendí. No te solían preguntar eso, mucho menos querían saberlo, pero si lo sabían intentarían contrarrestar tu poder.-Bueno, no disecciono, me da mucho asco eso, y a parte, no suelo tener esa curiosidad. La magia no está en la carne, está en el alma. Por eso no entiendo a los que lo hacen.-Llevé mis manos hacia atrás y comencé a caminar a su lado.-Si me dejas esta noche, te los mostraré,
aunque me tienes que prometer no asustarte.-Dije en broma.
Al llegar al lugar que me dijo, no me costó mucho encontrar un mercader que me vendiese una camisa a buen precio. Estaba algo justa, marcándose mis músculos, algo que no me gustaba, porque solía usar más anchas, pero bueno, con no abrocharme todos los botones, sería suficiente para no estallar la. Dejé parte de mi pecho al aire cuando trajeron el vino y me quedé mirando a cambiante. Parecía que disfrutaba con el vino. Parecía que podía saborear y oler aromas y texturas que a mí se me escapaban. Olí despacio, moviendo la copa, y luego bebí, primero degustándolo, y luego ya poco a poco. -Umm, está riquísimo. Jamás hubiese pensado que habría un vino así de rico aquí. Tenías toda la razón.-Pedí que trajesen algo de comida, desde quesos hasta pescado, pasando por la carne. Era un picoteo variado, pero es que tenía un hambre voraz.-Vamos, no te cortes.-Dije ofreciéndole.
Tras estar un rato comiendo en silencio quise romper ese vacío, y quería indagar un poco más.-¿Y el león tiene alguien que lo comprometa?¿una leona u otro león?-Dije un poco disimulado. Me interesaba saber si aquel hombre estaba casado o no, y si podía intentar algo, era evidente que un tipo como aquel era extraño de encontrar, y quería saber si podía tener alguna intención hacia él, pero sin parecer demasiado desesperado.
aunque me tienes que prometer no asustarte.-Dije en broma.
Al llegar al lugar que me dijo, no me costó mucho encontrar un mercader que me vendiese una camisa a buen precio. Estaba algo justa, marcándose mis músculos, algo que no me gustaba, porque solía usar más anchas, pero bueno, con no abrocharme todos los botones, sería suficiente para no estallar la. Dejé parte de mi pecho al aire cuando trajeron el vino y me quedé mirando a cambiante. Parecía que disfrutaba con el vino. Parecía que podía saborear y oler aromas y texturas que a mí se me escapaban. Olí despacio, moviendo la copa, y luego bebí, primero degustándolo, y luego ya poco a poco. -Umm, está riquísimo. Jamás hubiese pensado que habría un vino así de rico aquí. Tenías toda la razón.-Pedí que trajesen algo de comida, desde quesos hasta pescado, pasando por la carne. Era un picoteo variado, pero es que tenía un hambre voraz.-Vamos, no te cortes.-Dije ofreciéndole.
Tras estar un rato comiendo en silencio quise romper ese vacío, y quería indagar un poco más.-¿Y el león tiene alguien que lo comprometa?¿una leona u otro león?-Dije un poco disimulado. Me interesaba saber si aquel hombre estaba casado o no, y si podía intentar algo, era evidente que un tipo como aquel era extraño de encontrar, y quería saber si podía tener alguna intención hacia él, pero sin parecer demasiado desesperado.
Kerberos Lancaster- Hechicero Clase Media
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Re: Corazón de un león[Privado]
¿Que no se asustase? ¡Já! Kerberos tendría que comer muchos cereales en el desayuno para lograr que se asustase de algo. No tenía miedo de nada. Bueno...quizás del agua un poquito de nada...un poco chiquitín sin importancia... más bien tenía terror. Los gatos y el agua en grandes cantidades no se llevaban bien. Como humano no soportaba estar sucio, una bañera caliente era un placer. Pero eso de "Vamos a nadar a la playa" era la frase más fatídica que pudiera decirle al león.
Así que esa noche iba a enseñarle "sus trucos". Si no fuera porque era tan británico como él diría que había un doble sentido en esas palabras, que no estaban hablando sólo de magia. Pero se había llevado muchos desegaños con algunos hombres que parecían bromear y flirtear y era todo un estúpido juego que acababa en pelea porque se hacían los ofendidos, así que ya iba con mucho cuidado antes de dar ningun paso, había que interpretar bien las señales.
Tuvieron que pasar a comprar una camisa nueva y lo cierto es que le estaba algo apretada, pero bueno, así él podía deleitarse la vista con ese físico que casi parecía traspasar la tela. En la bodega a la que acudieron a probar la especialidad local, les sirvieron también comida, el gato era un buen gourmet, cuidaba mucho lo que se llevaba a la boca, eso de cazar ratones pasó a la historia, era un león africano y le gustaba disfrutar de los placeres del buen paladar. El pescado estaba bueno, así que lo atacó con ganas y se lamió dos dedos que habían quedado manchados a pesar de usar cubiertos. Las barbas también estaban pringadas, con lo cual se llevó la servilleta a ellas para limpiar los restos y repitió la operación de forma algo compulsiva. Lavar...lavar...pelo limpio...ya está. Estaba aún masticando cuando el brujo le lanzó la pregunta sin anestesia y a discreción, consiguiendo que se atragantara y tosiera varias veces.
— vaya... eso ha sido directo ¿eh?...— porque le insinuó leona o león, con lo que daba por sentado que Lancaster no veía mal las relaciones entre personas del mismo sexo, las acptaba como algo habitual sin condenarlo al rango de pecado capital.— si estuvieras tratando de hacerme el interesante te diría que ¿para qué lo quieres saber? y tú me dirías...¡Oh! por nada, simple curiosidad...y empezaríamos un juego largo y tonto que nos llevaría al mismo punto. Te ahorraré la incertidumbre. Estoy casado, con una mujer, y si las arpías existieran de verdad, ella sería una de esas.— elevó el vaso para hacer pasar la bola en la que se le había convertido el pescado en el esófago y prosiguió.— bueno, para ser justos, no es sólo su culpa. Nos casamos por conveniencia sabiendo cómo eran las cosas y ella ahora pretende que cambie de intereses...y eso, amigo, sabemos que no es posible.
Les interrumpió la camarera para retirar los platos y traer más bebidas. Colton se recostó sobre el asiento y se cruzó de brazos mirando al moreno. No debía serle fácil vivir en el ejército teniendo poderes mágicos y con su condición sexual, porque nadie preguntaba a otro hombre sobre otros "leones" en su vida.
—¿Y tú? ¿hay alguna "brujita" o "brujito" que te comprometa?.— utilizó las mismas palabras que él para referirse a pareja, novio, esposa o lo que fuera. A él le daba igual hablar de aquello como lo que podía ser: una aventura, un "affaire", porque por mucho que fuera injusto y bla bla guau miau, la homosexualidad estaba muy mal vista, arruinaba carreras y negocios y sobre el papel él estaba casado con todas las de la ley. Ahora bien, no decía que no a un buen rato, que no era de piedra y por desgracia no podía tener otro cuerpo a su lado siempre que quisiera. Le sonrió de medio lado sin apartar sus agudos ojos de los de el hechicero, con ese gesto juguetón en el rostro. Los leones no eran aptos para cobardes, ¿sería Kerberos un valiente? tenía buena pinta, generalmente los brujos no iban faltos de autoestima.
Así que esa noche iba a enseñarle "sus trucos". Si no fuera porque era tan británico como él diría que había un doble sentido en esas palabras, que no estaban hablando sólo de magia. Pero se había llevado muchos desegaños con algunos hombres que parecían bromear y flirtear y era todo un estúpido juego que acababa en pelea porque se hacían los ofendidos, así que ya iba con mucho cuidado antes de dar ningun paso, había que interpretar bien las señales.
Tuvieron que pasar a comprar una camisa nueva y lo cierto es que le estaba algo apretada, pero bueno, así él podía deleitarse la vista con ese físico que casi parecía traspasar la tela. En la bodega a la que acudieron a probar la especialidad local, les sirvieron también comida, el gato era un buen gourmet, cuidaba mucho lo que se llevaba a la boca, eso de cazar ratones pasó a la historia, era un león africano y le gustaba disfrutar de los placeres del buen paladar. El pescado estaba bueno, así que lo atacó con ganas y se lamió dos dedos que habían quedado manchados a pesar de usar cubiertos. Las barbas también estaban pringadas, con lo cual se llevó la servilleta a ellas para limpiar los restos y repitió la operación de forma algo compulsiva. Lavar...lavar...pelo limpio...ya está. Estaba aún masticando cuando el brujo le lanzó la pregunta sin anestesia y a discreción, consiguiendo que se atragantara y tosiera varias veces.
— vaya... eso ha sido directo ¿eh?...— porque le insinuó leona o león, con lo que daba por sentado que Lancaster no veía mal las relaciones entre personas del mismo sexo, las acptaba como algo habitual sin condenarlo al rango de pecado capital.— si estuvieras tratando de hacerme el interesante te diría que ¿para qué lo quieres saber? y tú me dirías...¡Oh! por nada, simple curiosidad...y empezaríamos un juego largo y tonto que nos llevaría al mismo punto. Te ahorraré la incertidumbre. Estoy casado, con una mujer, y si las arpías existieran de verdad, ella sería una de esas.— elevó el vaso para hacer pasar la bola en la que se le había convertido el pescado en el esófago y prosiguió.— bueno, para ser justos, no es sólo su culpa. Nos casamos por conveniencia sabiendo cómo eran las cosas y ella ahora pretende que cambie de intereses...y eso, amigo, sabemos que no es posible.
Les interrumpió la camarera para retirar los platos y traer más bebidas. Colton se recostó sobre el asiento y se cruzó de brazos mirando al moreno. No debía serle fácil vivir en el ejército teniendo poderes mágicos y con su condición sexual, porque nadie preguntaba a otro hombre sobre otros "leones" en su vida.
—¿Y tú? ¿hay alguna "brujita" o "brujito" que te comprometa?.— utilizó las mismas palabras que él para referirse a pareja, novio, esposa o lo que fuera. A él le daba igual hablar de aquello como lo que podía ser: una aventura, un "affaire", porque por mucho que fuera injusto y bla bla guau miau, la homosexualidad estaba muy mal vista, arruinaba carreras y negocios y sobre el papel él estaba casado con todas las de la ley. Ahora bien, no decía que no a un buen rato, que no era de piedra y por desgracia no podía tener otro cuerpo a su lado siempre que quisiera. Le sonrió de medio lado sin apartar sus agudos ojos de los de el hechicero, con ese gesto juguetón en el rostro. Los leones no eran aptos para cobardes, ¿sería Kerberos un valiente? tenía buena pinta, generalmente los brujos no iban faltos de autoestima.
Colton Bradley- Cambiante Clase Alta
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Re: Corazón de un león[Privado]
Le escuché atentamente, conociendo cada vez más de aquel hombre. Sus palabras decían más de lo que nosotros siempre queremos, y era algo normal, porque nosotros tenemos más poder en las palabras que en nada que se nos compare. A fin de cuentas, la magia no era producto de mí, sino de las palabras que abrían los poderes y secretos del mundo.
Pero parecía que aquel rubio tenía una vida nada agradable. Los casamientos por conveniencia estaban tan a la orden del día como la tuberculosis, y era algo normal. Aunque, claro, ¿era obligatorio? Si lo era, entonces no podía presuponer nada más, si no lo era, es que aquel hombre podía estar bien dispuesto a recibirme en su cama. Sonreí y mi cara cambió cuando mencionó a brujitos y brujitas. Me acordé de aquel cerdo cabrón y estuve a punto de doblar el cubierto, pero me contuve, respiré profundamente, y le miré, serio, aunque no con ira.
-No, no hay ninguno. Ya lo dijiste antes tú, somos unos cerdos ególatras y malas personas. En general somos detestables, incluso yo tengo días en los que soy un ser asqueroso, pero solo días. En mi gremio hay malas personas y tontos desde las ocho hasta la hora de comer y otros que son todo el día. Para gustos colores.- Me encogí de hombros y me acerqué un poco hacia él para que no se enterase mucha gente.- El último conjurador que estuvo conmigo fue mi maestro, un viejo cabrón que se aprovechó de mí y, a parte de usarme sexualmente, desde luego me utilizó como bien quiso. Y me dejó tirado. Supongo que lo necesitaba.-Me encogí de hombros y apoyé mi espalda en el respaldo.- Siempre está bien encontrarse con el mal. Al fin y al cabo, o aprendes a base de golpes poco a poco, o no aprendes y terminan matándote, ¿no?- Dije bebiendo y acabando mi copa. Le miré y alcé las cejas. Levanté un dedo, como si hubiese recordado algo.- Ah, y nunca habrá brujitas, alguna ha caído, pero no me interesa, para nada, esos mundos.
Supongo que quedó suficientemente claro que a mí solo me gustaban los hombres, y así sería por los siglos de los siglos. Cuando terminamos de comer, no quise decir nada más hasta que nos retiraron la comida. Se me había indigestado cuando había mencionado lo de brujitos, pero él no tenía la culpa, no quería estropear aquel momento.- Perdona si crees que me he enfadado contigo, para nada. Es que, he tenido que recordar algunas cosas desagradables, pero no creas que es por ti. Creo que eres una de las pocas personas que valen la pena y tiene un buen corazón.-Le sonreí y luego me levanté.-¿Una siesta, minino?- Reí un poco y le limpié de la comisura de los labios una mancha de alguna salsa, le guiñé un ojo y pagué la comida y el vino.
Pero parecía que aquel rubio tenía una vida nada agradable. Los casamientos por conveniencia estaban tan a la orden del día como la tuberculosis, y era algo normal. Aunque, claro, ¿era obligatorio? Si lo era, entonces no podía presuponer nada más, si no lo era, es que aquel hombre podía estar bien dispuesto a recibirme en su cama. Sonreí y mi cara cambió cuando mencionó a brujitos y brujitas. Me acordé de aquel cerdo cabrón y estuve a punto de doblar el cubierto, pero me contuve, respiré profundamente, y le miré, serio, aunque no con ira.
-No, no hay ninguno. Ya lo dijiste antes tú, somos unos cerdos ególatras y malas personas. En general somos detestables, incluso yo tengo días en los que soy un ser asqueroso, pero solo días. En mi gremio hay malas personas y tontos desde las ocho hasta la hora de comer y otros que son todo el día. Para gustos colores.- Me encogí de hombros y me acerqué un poco hacia él para que no se enterase mucha gente.- El último conjurador que estuvo conmigo fue mi maestro, un viejo cabrón que se aprovechó de mí y, a parte de usarme sexualmente, desde luego me utilizó como bien quiso. Y me dejó tirado. Supongo que lo necesitaba.-Me encogí de hombros y apoyé mi espalda en el respaldo.- Siempre está bien encontrarse con el mal. Al fin y al cabo, o aprendes a base de golpes poco a poco, o no aprendes y terminan matándote, ¿no?- Dije bebiendo y acabando mi copa. Le miré y alcé las cejas. Levanté un dedo, como si hubiese recordado algo.- Ah, y nunca habrá brujitas, alguna ha caído, pero no me interesa, para nada, esos mundos.
Supongo que quedó suficientemente claro que a mí solo me gustaban los hombres, y así sería por los siglos de los siglos. Cuando terminamos de comer, no quise decir nada más hasta que nos retiraron la comida. Se me había indigestado cuando había mencionado lo de brujitos, pero él no tenía la culpa, no quería estropear aquel momento.- Perdona si crees que me he enfadado contigo, para nada. Es que, he tenido que recordar algunas cosas desagradables, pero no creas que es por ti. Creo que eres una de las pocas personas que valen la pena y tiene un buen corazón.-Le sonreí y luego me levanté.-¿Una siesta, minino?- Reí un poco y le limpié de la comisura de los labios una mancha de alguna salsa, le guiñé un ojo y pagué la comida y el vino.
Kerberos Lancaster- Hechicero Clase Media
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Re: Corazón de un león[Privado]
Así que el hechicero había tenido una juventud dura, marcada por una relación traumática y tortuosa entre maestro y alumno, era una de esas historias que por desgracia se daban con frecuencia. Sonrió cuando le dijo que los brujos eran ególatras y terribles, citando sus porpias palabras.
— Bueno, aunque es cierto que ego no te falta y que los brujos en general no me caen bien, contigo puedo hacer una excepción, pero sólo porque en los de mi gremio hay días, como en el tuyo, en los que no devoramos carne fresca y preferimos hacer amigos.
Se levantó de la mesa estirándose perezosamente, pagando después una botella que se llevaría con él, ya que su acompañante había abonado la cuenta antes de que él pudiera hacerlo. Se alojaba en un hotel de Le Havre en el que no hacían preguntas si pagabas puntualmente y le indicó al inglés que le acompañase hasta el lugar. Mientras caminaban se subió el cullo de la chaqueta color camel, el viento cargado de humedad le molestaba en la melena y los bigotes.
— Aprender a base de golpes es una forma cruel y poco eficaz de aprender. Yo creo que la voluntad es el arma más poderosa de todo hombre, no hay nada que la supere. Mi naturaleza felina me empuja a estar tumbado al sol dejando que me adoren, pero también mi curiosidad es infinita, por eso estudié historia y sigo estudiándola, para ir a buscar tesoros, reliquias, yacimientos sepultados bajo el peso de los siglos. Porque por mucho esfuerzo que cueste encontrarlos, merece la pena el arduo camino recorrido.
No solía ponerse muy serio a menos que la situación lo requiriese, y cuando le dijo que había recordado un pasaje doloroso de su vida no hizo ni gun comentario al respecto. Quizás pensase que era un payaso, o que no tomaba en consideración el estado de ánimo del militar, pero es que simplemente prefería no ahondar en los dramas personales (a menos que se tratase del suyo, claro) porque hincharlos no era la solución para que molestaran menos, así que prefería tomarse la vida con cierta perspectiva y sentido del humor.
— Ya sé que no te has enfadado conmigo, porque no puedes enfadarte conmigo, mírame, soy adorable.— y con esa jeta que le caracterizaba se echó las flores sobre si mismo.— ¿Una siesta? hummm... no es mala idea.
Recogió las llaves, era la habitación 132, en el primer piso y con vistas a la calle, no apreciaba demasiado el mar así que le daba igual el paisaje que tuviera. El cuarto era de primera catgoría para ser un hotel sencillo, contaba con su propio baño con bañera, una cama grande, un par de descalzadoras tapizadas en colores claros, una mesita donde colocó la botella y una cómoda con espejo. Se quitó las botas, porque no había mayor placer que caminar descalzo y sentir una alfombra mullida bajo los pies, o las almohadillas cuando pasaba a su otra forma.
— Mi esposa sabe lo que soy, era mi mejor amiga. Ella quería un casamiento por conveniencia, porque sabía que yo le daría la libertad para seguir explorando el mundo, es arqueóloga. Pero en algún momento empezó a echar de menos un marido que actuase como tal y cambió radicalmente... y estamos unidos en la salud y la enfermedad. Está enferma de los nervios y seguiré cuidando de ella hasta que la muerte nos separe o me pida el divorcio.
Descorchó la botella y le dio un trago alejando los pensamientos oscuros que por un segundo cruzaron por su cabeza. Hablar de Nebet era siempre un cortada de rollo, pero ya tenía experiencia en esos asuntos y muchas veces se colgaban de él, y eso no podía ser, estaba casado y no iba a abandonarla ni a desatenderla. Era mejor sentar las expectativas desde el principio, porque estaba claro que podían ser amantes, pero sin exigencias ni compromisos fuera de la ley, pues obviamente dentro de ella no había cabida para quienes gustaban del mismo sexo.
— Bueno, aunque es cierto que ego no te falta y que los brujos en general no me caen bien, contigo puedo hacer una excepción, pero sólo porque en los de mi gremio hay días, como en el tuyo, en los que no devoramos carne fresca y preferimos hacer amigos.
Se levantó de la mesa estirándose perezosamente, pagando después una botella que se llevaría con él, ya que su acompañante había abonado la cuenta antes de que él pudiera hacerlo. Se alojaba en un hotel de Le Havre en el que no hacían preguntas si pagabas puntualmente y le indicó al inglés que le acompañase hasta el lugar. Mientras caminaban se subió el cullo de la chaqueta color camel, el viento cargado de humedad le molestaba en la melena y los bigotes.
— Aprender a base de golpes es una forma cruel y poco eficaz de aprender. Yo creo que la voluntad es el arma más poderosa de todo hombre, no hay nada que la supere. Mi naturaleza felina me empuja a estar tumbado al sol dejando que me adoren, pero también mi curiosidad es infinita, por eso estudié historia y sigo estudiándola, para ir a buscar tesoros, reliquias, yacimientos sepultados bajo el peso de los siglos. Porque por mucho esfuerzo que cueste encontrarlos, merece la pena el arduo camino recorrido.
No solía ponerse muy serio a menos que la situación lo requiriese, y cuando le dijo que había recordado un pasaje doloroso de su vida no hizo ni gun comentario al respecto. Quizás pensase que era un payaso, o que no tomaba en consideración el estado de ánimo del militar, pero es que simplemente prefería no ahondar en los dramas personales (a menos que se tratase del suyo, claro) porque hincharlos no era la solución para que molestaran menos, así que prefería tomarse la vida con cierta perspectiva y sentido del humor.
— Ya sé que no te has enfadado conmigo, porque no puedes enfadarte conmigo, mírame, soy adorable.— y con esa jeta que le caracterizaba se echó las flores sobre si mismo.— ¿Una siesta? hummm... no es mala idea.
Recogió las llaves, era la habitación 132, en el primer piso y con vistas a la calle, no apreciaba demasiado el mar así que le daba igual el paisaje que tuviera. El cuarto era de primera catgoría para ser un hotel sencillo, contaba con su propio baño con bañera, una cama grande, un par de descalzadoras tapizadas en colores claros, una mesita donde colocó la botella y una cómoda con espejo. Se quitó las botas, porque no había mayor placer que caminar descalzo y sentir una alfombra mullida bajo los pies, o las almohadillas cuando pasaba a su otra forma.
— Mi esposa sabe lo que soy, era mi mejor amiga. Ella quería un casamiento por conveniencia, porque sabía que yo le daría la libertad para seguir explorando el mundo, es arqueóloga. Pero en algún momento empezó a echar de menos un marido que actuase como tal y cambió radicalmente... y estamos unidos en la salud y la enfermedad. Está enferma de los nervios y seguiré cuidando de ella hasta que la muerte nos separe o me pida el divorcio.
Descorchó la botella y le dio un trago alejando los pensamientos oscuros que por un segundo cruzaron por su cabeza. Hablar de Nebet era siempre un cortada de rollo, pero ya tenía experiencia en esos asuntos y muchas veces se colgaban de él, y eso no podía ser, estaba casado y no iba a abandonarla ni a desatenderla. Era mejor sentar las expectativas desde el principio, porque estaba claro que podían ser amantes, pero sin exigencias ni compromisos fuera de la ley, pues obviamente dentro de ella no había cabida para quienes gustaban del mismo sexo.
Colton Bradley- Cambiante Clase Alta
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Re: Corazón de un león[Privado]
Yo creía que los magos teníamos ego, pero eso de que era dorable, que no era mentira, me dejó un poco descolocado. Sonreí y le seguí a la habitación. Decidí seguir su ejemplo y me quité las botas, que tenían arena y podían dejar todo sucio.
Parecía que hablar de su mujer no era, para nada, algo que le agradase. Había conocido algún tipo de matrimonio así, de mejores amigos que se casan solo por salir de casa y que, al final, es un infierno porque ninguno obtiene lo que necesita del otro. Algo que pasaba. Lo bueno de ser homosexual es que eso nunca pasaría, era imposible que nos casásemos, y si lo hacíamos, tendría que ser en algún rito pagano o de forma no oficial.
Me senté en la cama y me tumbé, dejando las piernas colgadas, mirándole mientras hablaba.-Vaya, bueno, dejemos de hablar de lo que nos aflije. El pasado y el presente nunca son como nos gustaría, ¿no?-Dije despacio, mientras me levantaba. Me acerqué a él y cogí la botella lentamente, dándole un trago despacio. Luego le miré a los ojos. Estábamos muy cerca el uno del otro, y podía sentir su aliento sobre mi cara. Respiraba de forma tranquilo. Le di otro trago y mi mano se posó sobre su pecho, quitando un botón de su camisa lentamente.-Aunque siempre se puede mejorar este mundo en la intimidad-dije despacio, quitando un segundo botón. Luego le miré a los ojos y sonreí. Era extremadamente guapo, demasiado, era un rubio dorado, como si fuese el mismo sol, y su sonrisa me llenaba de ese nerviosismo de cuando encuentras a algo que te encandila.
Le di un ligero beso en los labios, posando lentamente mis manos sobre sus brazos y apretandolo con ligereza. Separé despacio y besé en en cuello con lentitud.-Para dormir primero tendrá que cansarse el minino.-Le sonreí algo pícaro y le cogí de la mano.-Sé que estas casado, y no quiero separarte, ni voy a hacer nada de eso, soy un hechicero, mañana podría aparecer muerto por alguien que me odia o cualquier cosa.-Le llevé a la cama y le senté en el borde, sentándome sobre sus piernas, de lado.-Por eso quiero guardar un momento, y dejar las torpezas del corazón fuera.-Le volví a besar, despacio, lentamente, cogiéndole la cara. Separé los labios tras un largo minuto que se me hizo tan corto.-Vamos, gatito, enséñame al rey de la selva.-Dije despacio y me abracé a su cuello, dejándome caer sobre él, y quedando sobre la cama los dos, yo encima de él, besándole con lentitud.
Parecía que hablar de su mujer no era, para nada, algo que le agradase. Había conocido algún tipo de matrimonio así, de mejores amigos que se casan solo por salir de casa y que, al final, es un infierno porque ninguno obtiene lo que necesita del otro. Algo que pasaba. Lo bueno de ser homosexual es que eso nunca pasaría, era imposible que nos casásemos, y si lo hacíamos, tendría que ser en algún rito pagano o de forma no oficial.
Me senté en la cama y me tumbé, dejando las piernas colgadas, mirándole mientras hablaba.-Vaya, bueno, dejemos de hablar de lo que nos aflije. El pasado y el presente nunca son como nos gustaría, ¿no?-Dije despacio, mientras me levantaba. Me acerqué a él y cogí la botella lentamente, dándole un trago despacio. Luego le miré a los ojos. Estábamos muy cerca el uno del otro, y podía sentir su aliento sobre mi cara. Respiraba de forma tranquilo. Le di otro trago y mi mano se posó sobre su pecho, quitando un botón de su camisa lentamente.-Aunque siempre se puede mejorar este mundo en la intimidad-dije despacio, quitando un segundo botón. Luego le miré a los ojos y sonreí. Era extremadamente guapo, demasiado, era un rubio dorado, como si fuese el mismo sol, y su sonrisa me llenaba de ese nerviosismo de cuando encuentras a algo que te encandila.
Le di un ligero beso en los labios, posando lentamente mis manos sobre sus brazos y apretandolo con ligereza. Separé despacio y besé en en cuello con lentitud.-Para dormir primero tendrá que cansarse el minino.-Le sonreí algo pícaro y le cogí de la mano.-Sé que estas casado, y no quiero separarte, ni voy a hacer nada de eso, soy un hechicero, mañana podría aparecer muerto por alguien que me odia o cualquier cosa.-Le llevé a la cama y le senté en el borde, sentándome sobre sus piernas, de lado.-Por eso quiero guardar un momento, y dejar las torpezas del corazón fuera.-Le volví a besar, despacio, lentamente, cogiéndole la cara. Separé los labios tras un largo minuto que se me hizo tan corto.-Vamos, gatito, enséñame al rey de la selva.-Dije despacio y me abracé a su cuello, dejándome caer sobre él, y quedando sobre la cama los dos, yo encima de él, besándole con lentitud.
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Re: Corazón de un león[Privado]
No tenía dudas desde hacía unas horas de que el brujo se sentía atraído por él, podía notar sus feromonas en el aire, y para qué negarlo...es que él era muy apetecible. Ciertamente no es que le apeteciese hablar de su esposa, pero él había sacado el tema, así que era mejor sentar las expectativas desde un principio, ya que él cumplía sus promesas y le había jurado lealtad a Nebet aunque no compartieran lecho.
Sin problema ninguno para exhibir su anatomía, se quitó la camisa, pues su físico era digno de mirarse y saborerase y ya que estaban allí, era mejor dejarse de cháchara inútil y ponerse manos a la obra. Saboreó sus labios notando su barba de dos días, que no era competencia para su frondosa barba de león, y lo agarró de la nuca para profundizar más el beso. Cayó de espaldas con el ímpetu del brujo que quedó sobre él y sonrió con esa expresión risueña que le caracterizaba.
— wooo...así que acabas de aplastar al rey de la selva. Algo no cuadra en esta escena.
Se retorció con su gracia felina y en un santiamén estaba encima de Kerberos, que al parecer es lo que quería, conocer su faceta más salvaje. Presionó con sus piernas contra los costados del brujo, así no se voltearía de nuevo y sujetó sus manos encima de la nuca acercándose a sus labios.
— roooooarrrrg.— estalló en carcajadas, porque eso no se parecía en verdad a su rugido, el suyo era muy potente, profundo y animal, como debía ser. Soltó una de sus manos para quitarle la camisa, le sobraba mucha ropa y en ese estado o la quitaba por las buenas ahora o acabaría comprándose otra camisa, la segunda del día.— para cansar a este gatito necesitas ponerle mucho empeño.
Descendió para quedarse a la altura de su cara y fue desgranando besos y mordiscos por su cuello hasta llegar al pecho donde paseó sus dedos palpando cada relieve de su torso musculado.
Sin problema ninguno para exhibir su anatomía, se quitó la camisa, pues su físico era digno de mirarse y saborerase y ya que estaban allí, era mejor dejarse de cháchara inútil y ponerse manos a la obra. Saboreó sus labios notando su barba de dos días, que no era competencia para su frondosa barba de león, y lo agarró de la nuca para profundizar más el beso. Cayó de espaldas con el ímpetu del brujo que quedó sobre él y sonrió con esa expresión risueña que le caracterizaba.
— wooo...así que acabas de aplastar al rey de la selva. Algo no cuadra en esta escena.
Se retorció con su gracia felina y en un santiamén estaba encima de Kerberos, que al parecer es lo que quería, conocer su faceta más salvaje. Presionó con sus piernas contra los costados del brujo, así no se voltearía de nuevo y sujetó sus manos encima de la nuca acercándose a sus labios.
— roooooarrrrg.— estalló en carcajadas, porque eso no se parecía en verdad a su rugido, el suyo era muy potente, profundo y animal, como debía ser. Soltó una de sus manos para quitarle la camisa, le sobraba mucha ropa y en ese estado o la quitaba por las buenas ahora o acabaría comprándose otra camisa, la segunda del día.— para cansar a este gatito necesitas ponerle mucho empeño.
Descendió para quedarse a la altura de su cara y fue desgranando besos y mordiscos por su cuello hasta llegar al pecho donde paseó sus dedos palpando cada relieve de su torso musculado.
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