Todo es puro teatro ~ Privado.

No había sido difícil conseguir las entradas de teatro con tan poco tiempo de antelación, había bastado con un par de visitas al director de dicho teatro, un poco de mi poder y todo había sido coser y cantar, así de fácil era conseguir dos entradas para ver la obra Maria Stuart. Esperaba que a Alessia le agradase la obra, era tan solo de cinco actos, en los que se acusaba a María de hechos que no había cometido, todo porque había gente que le apoyaba a la hora de quitarle la corona a Isabel I... Un drama que a todas las mujeres les gustaba, se veían reflejadas en cada personaje según como se sintieran esa noche... Suspiré y me separé del cadáver de un violador que acababa de llevar a mi casa para darme un festín con calma, aún estaba a la espera del modista, quien me tenía que traer los vestidos de mi querida. Era la segunda vez que me alimentaba hoy, pero sabía que no sería suficiente. La sed que iba a sentir al ver a Alessia iba a ir aumentando conforme la noche fuese avanzando, como me había ocurrido el viernes pasado.

Terminé de beber la sangre del muchacho y escuché unos golpes en la puerta de entrada. Era el sastre, el olor que desprendía era inconfundible. Abrí la puerta y cogí los tres vestidos. Había sido divertido ir a la tienda y elegirlos, decirle las telas y como quería que fuese cada uno, ninguna otra mujer iba a llevar estos mismos vestidos, eran únicamente para mi Alessia. Cerré la puerta, era hora de prepararme. Puse sobre mi cuerpo un traje de color negro, con gorro de copa del mismo color, y metí en mi bolsillos varias corbatas de distintos colores, me pondría una de ellas según el color de vestido que llevase Alessia. ¿Se pondría uno de estos? Me haría mucha ilusión ver que los aceptaba, pero sus últimas palabras antes de marcharme no habían sido esas, pero... Unos regalos eran regalos y no podía decirme que no cuando me había dicho que sí pese a estar bajo mi influjo. Sonreí al tipo del espejo que me miraba, pero también pude ver al cadáver que seguía ahí. Gruñí, y lo solucioné lo antes posible, ya casi era la hora a la que había quedado con Alessia en el burdel.

El carruaje me dejó en la puerta del burdel, pero no pedí que se marchase, nos serviría para que nos llevase al teatro. Abrí la puerta, sonreí a la Madamme y golpeé un par de veces a la puerta de la habitación. -¿Alessia? Soy yo. ¿Estás lista? Te he traído tres vestidos.- Sonreí, estaba impaciente por verla y por pasar esta noche de Miércoles junto a ella.

Podía escuchar a través de la puerta como Alessia se encaminaba a abrirme la puerta, exhalé una última vez, sabía que podía estar sin respirar, pero tenía que hacerlo para que no pensase que estaba muerto en vida y que era un zombie o algo de su imaginación. Contuve la respiración al verla apoyada en el marco de la puerta y sonreí, estaba realmente hermosa con tan solo esa bata puesta, era una imagen que muchos artistas ni siquiera se atreverían a pintar, pues su belleza era única. Mi sonrisa se hizo más amplia al escuchar su cumplido. -Tú también estás hermosa.- Me agarró por la chaqueta y me metió dentro de la habitación donde todo había comenzado.

Le dejé coger los tres vestidos y que los admirase al ponerlos sobre la cama. La verdad que todos eran excepcionales, perfectamente cosidos por las mejores costureras de alta costura. -Son preciosos como tú Alessia. Y son todo tuyos. Especialmente creados para ti.- Les había dado las medidas de Alessia por lo que solamente podría ponérselos ella o alguna otra mujer que tuviera exactamente las mismas proporciones. Eligió el vestido que más me había gustado, el de color turquesa, como el color de sus ojos. Le sentaba como una segunda piel, estaba aún más hermosa si podía estarlo. Le daría una paga extra a la mujer que lo había realizado. -Estás preciosa, pareces una princesa.- Reí cuando empezó a girar y a hacer preguntas, el vestido era adecuado para la ocasión, en realidad todos los que le había traído lo eran. -Iremos más veces, no te preocupes. Espero que te guste, la obra es muy buena.- Le mostré mi brazo para que se agarrase a él y coloqué bien mi sombrero de copa. Todo estaba listo para irnos.

Salimos del burdel y el cochero allí estaba, tal y como le había ordenado. Abrí la puerta y dejé que Alessia pasase primero, cuando entró, me metí detrás de ella, sentándome enfrente. -¿Nerviosa? Te voy a presentar en sociedad.- Le guiñé un ojo, pensaba ser la envidia de toda la alta cuna, ninguno de esos muchachos ricachones como yo tenían a su lado una compañera, una amiga, una futura esposa tan hermosa como Alessia y tampoco tan joven. Éramos la pareja perfecta y a partir de ahora, una vez que el mundo la conociese, debería de tener cuidado con quienes eran sus clientes, sería una mala reputación para mí que cualquier hombre de los que estuviese en el teatro la reconociesen en su trabajo, sería el hazme reír. Por lo cual, iba a tener que convencer a la Madamme de que Alessia solamente fuese mía, y esta vez no dudaría en utilizar todas mis habilidades con ella ni con Alessia. Era cuestión de "vida o muerte."

Mantuvimos una conversación agradable, en la cual le expliqué de qué trataba la obra que íbamos a disfrutar esta noche. El cochero paró en la mismísima puerta del teatro, en la que se podía ver a gente socializando antes de entrar. Salí el primero del carro, ofreciéndole a ella mi mano para que pudiera bajar sin caerse ni pisarse el vestido. -¿Lista? Muéstrate tal y como eres.- Posé mis labios sobre su sien y la sujeté con fuerza por la cintura mientras nos encaminábamos con las entradas en la mano al taquillero.

Sus preguntas me hacían reír, era muy divertido ver lo ingenua que era esta mujer. Este día en el teatro iba a ser el primero de muchos, veríamos más obras, más óperas, más paseos a la luz de la luna, más encierros en una cama fuera del burdel, más cenas de comida humana hasta que dejase de ser necesario que se alimentase de eso… Esto era el principio de todo. Le conté de que trataba la obra que íbamos a ver, me la habían recomendado muchos conocidos y estaba en alta demanda, por lo que había tenido mucha suerte al poder conseguir dos entradas en el palco. No dejé de acariciar su mano con ternura en todo el camino hasta el teatro, podía sentir dentro de mí lo nerviosa que estaba por este acontecimiento. Dejé que golpease mi hombro y entonces el chofer paró el carro delante del teatro y la miré de reojo mientras me bajaba para que pudiese bajar como una auténtica princesa.

Una princesa algo torpe, pues se tropezó en los escalones y me hizo reír, pero por suerte el vestido ni ella corrieron ningún riesgo, ya que la agarré lo más rápido que pude en movimientos visibles para ella. Meneé la cabeza, quitándole importancia al tropezón, nadie nos había prestado atención, así que podía estar tranquila y no ponerse del color de su pelo. Llegamos hasta la taquilla sin ningún problema y le mostré las entradas al muchacho. Nos miró unos instantes y después nos pidió que pasásemos una agradable noche, disfrutando de la obra. Le sonreí y continué caminando, ahora sí, dentro del teatro. Era un edificio muy amplio, con grandes columnas, enmoquetado, velas por todas partes, haciendo que pareciese que dentro estuviese el mismo sol. Mujeres y hombres reían a nuestro alrededor, aún quedaban unos minutos para el empiece de la obra, momentos que se aprovechaban para entablar conversaciones provechosas acerca de negocios, casamientos y otros menesteres. Saludé con un movimiento de la cabeza a unos cuantos caballeros que eran conocidos, pero no merecían de mi atención, por lo que no me iba a parar. Esta noche era solamente para Alessia. Para demostrarle lo mucho que podía cambiar su vida si dejaba todo y se venía conmigo.

-Me alegro de que te guste el lugar, porque espero que vengamos a disfrutar de muchas más obras.- Seguí guiándola por los pasillos hasta que pasamos de largo la puerta que estaba abierta, en la que se podía ver que era el gallinero, aquellos asientos en los que se sentaba la plebe. La miré mientras subíamos las escaleras y asentí a su pregunta. –Por supuesto. ¿De verdad te creías que te iba a llevar al gallinero? No soy un cutre.- Me reí y cruzamos juntos las cortinas que ocultaban nuestro palco, dos asientos muy cómodos desde los cuales se veía todo a la perfección, pero además, había unos catalejos para poder ver todo de más cerca. Me senté en el de la izquierda. –¿Te gusta? Puedes usar catalejos para poder ver hasta las arrugas de los actores.- Reí divertido y miré a los palcos que teníamos cerca y podían verse. Estaban por supuesto ocupados por personas de alta clase, entre ellas, la modista que había preparado los vestidos. –Después de la obra quiero presentarte a la mujer que ha hecho posible ese vestido y los otros dos. Seguro que le encanta ver su trabajo en ti. Podrías ser su modelo.- Lo dejé caer para ver como era su reacción a un posible cambio en su vida laboral, quizás le gustase mucho más ser modelo que prostituta… Yo al menos así lo deseaba.

La inseguridad que Alessia tenía sobre sí misma me ponía un tanto nervioso. ¿Cómo alguien se tenía tan poca estima a sí mismo? Ella valía muchísimo más que cualquier otra dama de clase alta, media o baja, valía incluso más que la mismísima reina de Francia. Ojalá algún día fuese capaz de verse con los mismos ojos con los que yo la veía... Entonces así empezaría a ser má feliz de lo que ya era, vería la vida con otra perspectiva completamente distinta. Quizás ese momento fuese cuando fuese como yo, cuando reinásemos en este mundo para siempre. -Para mí, Alessia, eres la mejor compañía que puedo tener. Eres perfecta. Algún día lo entenderás.- Dije aquellas palabras para dejarle claro que el tema quedaba zanjado, no quería tener una breve discusión de algo que no iba a acabar nunca y no nos iba a llevar a ninguna parte.

Su siguiente pregunta fue como si me hubiese leído la mente, pero al contrario. Yo había pensado en que sucedería si la reconocían después de esta noche, pero no se me había ocurrido el pensar que sucedería si alguien la reconocía hoy. Apreté la mandíbula, poniendome algo tenso, aunque por suerte era un problema que tenía solución, les borraría la memoria con mis poderes y punto... O quizás fuesen mi cena, si es que no eran demasiado importantes para la sociedad. -Si ves a alguien que te suena, dime y pasaremos por otro lado. A mi no me importa que te vean, pero si a ti te importa... Nos apartaremos.- Mentí, claro que me importaba, esto tenía que salir bien fuese como fuese. Esperaba que no se hubiese acostado con vejestorios, que eran los que más predominaban ahora mismo.

Me reí en la butaca cuando dijo que no le parecía un cutre. Un cutre no tenía dinero para pagarle estas entradas, este palco, toda esta noche en general y mucho menos para pagarle los magníficos vestidos que le había comprado. Cogí los catalejos que habían sido reservados para mí y me los puse, mirando a Alessia. No me hacían falta, yo veía todo perfectamente. Me los quité porque me había fijado demasiado en su cuello... Y nos podía traer problemas. Los dejé sobre mis piernas mientras esperábamos a que empezase la obra. -Bueno, luego te la presento y te lo piensas. Y eres perfecta.- Volví a repetir y besé su cabeza justo cuando el teatro se oscureció un poco más y la obra comenzaba.

Los actores comenzaron a salir de uno en uno, mientras se escuchaba una voz que hacía de narrador de la historia. Hablaba sobre María, una muchacha que se había enamorado de un hombre, el mismo hombre del cual estaba enamorada la que iba a ser la futura reina de Inglaterra. El tiempo fue pasando, los actores interpretaban muy bien su papel y de vez en cuando, apretaba la mano de Alessia para verla y fijarme en que estaba disfrutando con todo esto. Al final, en el quinto acto, la obra acabó con la muerte de María sobre el escenario a manos de quien fue su amado. El teatro volvió a ponerse con algo más de luz y tras aplaudir con entusiasmo miré a mi preciosa acompañante. -¿Te ha gustado? A mi sí.- Me levanté de la butaca y la esperé mientras los actores saludaban al público.

No dije nada más acerca de los hombres que podía haber aquí que ella conociese por su oficio en el burdel, un tema que lo íbamos a dejar aparcado para poder disfrutar de la velada. Ella tenía razón, ningún hombre si es que aquí había algún cliente suyo o algún asiduo al burdel iba a atreverse a decir nada delante de sus esposas… Estaba muy mal visto el adulterio aunque fuese practicado por muchos. La obra dio comienzo y los actores interpretaron unos papeles espléndidos, fue unas de las mejores obras que había visto en tiempo, aunque era verdad que hacía tiempo que no venía al teatro y mucho menos en tan valiosa compañía. El último acto fue sin duda el mejor de todos ellos, donde el enamorado mataba a María, la protagonista. Las velas se apagaron, dando así por finalizada la obra, la gente se levantó de sus asientos, y en el gallinero se podían oír las ovaciones y los aplausos. Alessia también aplaudió con brío, y me uní a ella.

La pregunta que me lanzó me hizo abrazarla por un hombro, pegándola a  mi cuerpo. –El amor no suele ser así. Pocas veces un hombre pierde tanto los estribos y se pierde en sí mismo como para cometer tal acto de violencia. Suele ser bonito, apasionado…  Como ha sido en la obra pero con distinto final.- Exactamente como iba a ser el nuestro. Lleno de pasión, de locura,  de un amor sin medidas. ¿Cómo iba a acabar nuestra historia? Todo dependía de ella. –Está bien, la próxima vez, algo de comedia. Me mantendré atento para ver quienes vienen.- Las obras de comedia solían ser muy buenas, te hacían reír tanto que te provocaban dolores de barriga. Salimos del palco agarrados de la mano y nos encontramos con la modista que había hecho los tres vestidos de mi preciosa acompañante. Entablé una conversación formal con ella, a pesar de que teníamos la confianza necesaria para tutearnos, no lo hicimos, en público esas cosas se solían evitar. Le mostré como le quedaba el vestido turquesa a Alessia, también no dudé en mencionarle que podía ser su modelo para más adelante. Ella me lo tomó en cuenta, nos despedimos y cuando estábamos lo suficientemente alejados, Alessia me golpeó en el hombro, lo cual me hizo reír. –No le he puesto en ningún compromiso. Creeme que le pago muy bien por sus vestidos. Me debe algún que otro favor. Y serías una modelo preciosa.- La llevé hasta la entrada del teatro, esquivando a pequeños grupos de personas que reían y hablaban animadamente de la obra que acababan de disfrutar.

Bajamos las escaleras de la entrada y comenzó a hablarme del restaurante. Era agradable saber que tenía hambre y que iba a poder disfrutar de los manjares de aquel lugar, mientras yo cumplía un papel para que no se notase que todo me sabía a corcho. –Sí, la verdad que tengo hambre… Pero de ti, pequeña.- Reí y la ayudé a que se subiera al carro de caballos que nos había traído. –Está a unos minutos en carro. No quiero que te canses con los zapatos.- Le indiqué el nombre del restaurante al cochero y este comenzó la marcha. Me quedé sentado al lado de ella, sin dejar de acariciarle la mano. –Vamos a ir a un restaurante de comida Italiana. Era… Es de mis favoritos, aunque hace muchísimo tiempo que no voy. Creo que te gustará, ya verás.- Tras mis palabras, el cochero informó de que habíamos llegado a nuestro destino. Ayudé como antes a Alessia a bajar y le pagué al cochero el precio, indicándole que se podía ya marchar, pues después de cenar volveríamos dando un paseo. Hacía una bonita noche para pasear.

La agarré de nuevo por la mano y entramos al restaurante. –Buenas noches, tengo una reserva a nombre de Wilde.- Un mesero buscó el nombre en una larga lista y lo tachó con una pluma. Nos hizo pasar a una mesa de las del centro del restaurante. –Gracias.- Le saqué la silla a Alessia para que se sentase sin problemas con ese vestido y me senté delante de ella. Estaba algo nervioso por esta situación. ¿Qué pasaba si los vampiros comíamos comida normal? Esperaba que no sucediera nada. Otro mesero nos trajo las cartas con lo que había para pedir y cerré la mía, a mi me daba igual lo que comer, así que todo lo iba a elegir ella. –Pide lo que quieras, preciosa. Me gusta todo, así que… Tienes total libertad. Si quieres pedir veinte platos también puedes hacerlo, pero recuerda dejarte un poco de espacio para el postre. Es delicioso.- Le guiñé un ojo divertido y esperé con la cabeza apoyada en las manos a ver que era los manjares que elegía.

Tras hablar con la modista de los vestidos, Alessia comenzó a hacerme preguntas sobre el amor, sobre si me había enamorado y si había acabado bien. Casi no me dejó contestarle a las preguntas, se atropellaba a sí misma todo el tiempo, hablando y hablando sin parar. ¿Estaba nerviosa? Me reí y cuando apoyó su rostro sobre mi brazo mientras salíamos, aproveché para contestarle, aunque no sabía si en realidad quería contestación. –La verdad es que sí que me he enamorado, hace mucho, cuando tenía tu edad. Y no salió bien, si no, ahora mismo… Estaría casado. Mis padres eran algo mayores y… bueno, no necesitábamos un matrimonio para seguir en la clase alta. Así que me dediqué a estudiar, sin distracciones.- Esa había sido la primera vez, solo me había enamorado dos veces, una en mi vida humana y otra en esta nueva vida, de la mujer que tenía a mi lado, pero no pensaba decírselo, seguramente si lo hacía, saldría corriendo lejos de mis brazos. Era un riesgo que no quería cometer hasta que no estuviera seguro de que ella sentía lo mismo.

Se entusiasmó muchísimo en el carruaje cuando le dije que íbamos a un sitio de comida Italiana. Sabía que a todas las mujeres lo referente a Italia les resultaba muy romántico, quitando la exquisitez de sus platos, por supuesto. ¿Por qué hacía mucho tiempo que no iba? Suspiré y asentí, estaba claro que el trabajo me quitaba mucho tiempo. Muchas reuniones, muchos casos en los que pensar… Muchas víctimas de las que alimentarme, tras haberlas encontrado, acechado y aniquilado. Era un trabajo duro el ser juez. Tanto era así que me había alejado treinta años de ese restaurante. Ahora tenía que ser mucho mejor que cuando yo asistía. –Sí, estoy muy ocupado, mi tiempo libre lo uso para relajarme y para estar contigo. - Le sonreí y llegamos al restaurante. Me volví a reír cuando me afirmó que no se había tropezado, como había ocurrido cuando bajamos del carro antes del teatro. –Estabas nerviosa antes, ahora ya estás mejor. ¿Te pone nerviosa que te vean en público conmigo, Alessia?- Sabía que no era así, muchas veces me había dicho lo mucho que le agradaba mi compañía, pero me gustaba picarla un poco, era divertido ver sus gestos.

Puse los ojos en blanco cuando me llamó ella por mi apellido. ¿Cómo sería el suyo? – ¿Cómo te apellidas tú? No es justo que tu sepas el mío y yo no el tuyo.- Mientras ella decidía lo que íbamos a comer hoy, me quedé pensando. Arisley Alessia Wilde quedaba demasiado bien. Se vería hermosa llevando mi apellido y como su piel era casi igual de pálida que la mía, ya podía imaginármela a la perfección cazando juntos por las noches, durmiendo de día, cazando de noche… Dejaría atrás su vida de humana y comenzaríamos una nueva juntos… Vi que el camarero se marchó de nuestra mesa y volví a la realidad. ¿Qué había pedido? Me había perdido tanto en mis pensamientos que no le había estado prestando atención. –Espero que no te hayas pasado con la comida… Aunque bueno, si sobra creo que nos la podemos llevar. Así tienes para mañana.- Serví el vino que había pedido yo, de eso sí que me había enterado. Lo había pedido blanco, aunque hubiera deseado que fuese tinto, lo más rojo que pudiera ser, pero… Con la pasta era mejor blanco. Este era afrutado, dulce, se bebía como el agua. –Cuidado con el vino, este es peligroso, porque parece agua. No te emborraches, señorita.- Di un sorbo y seguí escuchándola. –Bueno, ahora ya sabes como es este lugar, puedes traer a tus amigas.- Le guiñé un ojo, quizás fuese algo caro para ella y sus amigas, pero… Un día era un día, quizás para celebrar algo entre ellas o ese tipo de cosas que hacían las mujeres.

El camarero trajo los platos de pasta, la muy burra había pedido 3 distintos. Tragué saliva, tenía miedo por si me ocurría algo al comer comida humana. La verdad que olía muy bien todo lo que había pedido. Dejé que se sirviera ella primero y yo cogí unos pocos de los que llevaban pesto. El pesto siempre me había gustado… Pinché uno con el tenedor y suspiré antes de llevármelo a la boca y masticarlo despacio.

No dije nada sobre la pequeña pista que le había dado con mi edad al decirle que debería estar casado, pero era muy raro que personas de mi edad no estuviesen casadas, incluso personas con la edad de Alessia ya tenían que estar casadas o al menos prometidas para así, tener hijos pronto. Me ponía nervioso eso de tener hijos a una edad temprana y más si no tenías los recursos necesarios. Por suerte o por desgracia, yo no iba a poder tener hijos. Miré de reojo a mi preciosa acompañante. ¿Ella querría en un futuro tener hijos? Apreté la mandíbula, deseando que no fuera así, que odiase a esos pequeños monstruos llenos de mocos y caca. Me alegré de comprobar que efectivamente, le ponía nerviosa. Ella a mí también, pero no por ella, si no por mi plan. Todo debía de salir a la perfección.


Ahora mismo, lo que me ponía nervioso era toda esta comida que Alessia había pedido porque como buen hombre, tenía que comer más que una mujer. Ahogué una risa cuando dijo que no me alimentaba de aire. De aire no, pero de sangre sí... Esto iba a ser más difícil de lo que me hubiera imaginado. La miré con una sonrisa pícara. Estaba jugando y encima jugaba bien. No pensaba decirme su apellido, estaba bien. –Está bien preciosa... Ya pagarás más tarde por negarte a esto. No me sirve la excusa de que tú no sabes mi edad.– Le guiñé un ojo divertido antes de armarme de valor y probar un poco del plato con pesto que había. Debía de saber delicioso, notaba los matices, pero poco más. Evité hacer una mueca y rápidamente, mi mano atrapó la copa de vino para dar sorbos. ¿Qué pasaba si se desnudaba? Que la llevaría a mi casa, y le haría el amor todo lo que quedase de noche, después, taparía todas las ventanas con las cortinas de color negro que tenía y dormiría a su lado... Pero era algo peligroso, podría despertarse de día y abrir la cortina... –Te cuidaré si te emborrachas, pero... Ten cuidado, no quiero que acabes vomitando. Aunque, pensándolo bien, con todo lo que vas... vamos a comer, no creo que llegues a emborracharte hasta ese punto.–

La vi comer más de lo que yo cogía el tenedor para comer. Ella estaba probando de todos y cada uno de los platos y gemía. Eso me hizo excitarme un poco, por lo que me llevé la mano a la entrepierna y colocarme bien el pantalón, por si se llegaba a notar. Se me quedó mirando y pinché de mi plato un poco más, para después, ver como ella pinchaba en el suyo y lo acercaba a mi boca. Asentí y le guiñé un ojo al escuchar que era erótico que me diese de comer. Lo sería, algún día solamente me alimentaría de ella y sería muy erótico, sobre todo si bebía de su ingle cuando estuviera masturbándola... Cogí la pasta enrollada de su tenedor y volví a beber del vino, esta cena me estaba trastornando, tenía hambre de su sangre y de su cuerpo. Si se me iba de las manos, la pondría sobre la mesa y le haría el amor delante de todo el mundo.

–Ya verás, está delicioso el postre ese. El mejor de toda mi vida. Incluso mejor que tú con nata.– Le saqué la lengua divertido y terminé la pasta de mi plato, pasé a coger la que era con salsa marinera y pescado. En mis tiempos me gustaba mucho el pescado, era delicioso en salazón y ahumado. Probé y comprobé que tenía distintos matices que el anterior, algo más salado. Era una mierda no poder saborearlo como lo estaba haciendo ella, porque se veía en su cara que debía de estar delicioso. ¿Cuánto podría comer sin que me sentase mal? –Um que bueno. ¿Cuál te está gustando más?–

Refunfuñé levemente mientras masticaba un poco de la pasta que acababa de cogerme del tenedor. Para mí no era nada divertido el no saber como se apellidaba. Quería saberlo todo sobre ella, pero en parte, la entendía. No era agradable que yo supiera todo de su vida y ella de la mía solo lo que yo quería mostrarle, era un poco en desventaja. Comenzó entonces a darme de comer de su propio tenedor, era algo divertido, pero sin duda extraño. Pude ver como unas personas de las mesas de al lado, seguramente aburridas de su propia conversación, nos miraban con interés y algo de reparo. Cogí la pasta del tenedor de Alessia y la mastiqué despacio, notaba como se me quedaba pegada en los colmillos, así que cogí la servilleta para que ella ni nadie los viera y me limpié los restos con la lengua. –¿Sabes? Creo que tus métodos de alimentarme les resultan muy interesantes a los de la mesa de tú izquierda. – Cogí la copa y me la terminé, echándome más del delicioso vino dulce. Me reí un poco por su comentario sobre emborracharse. –Bueno, solo quiero que sepas que te cuidaría, de verdad.-

Comí un poco más solo para que ella no se enfadara conmigo y pinché un poco del plato que tenía salsa de queso. El queso era algo fuerte o al menos así lo podía saborear. Bebí inmediatamente de la copa de vino y tras limpiarme de nuevo con la servilleta de tela, me reí negando con la cabeza. Más que untarla con nata, prefería untarla en sangre. Así sí que estaría más deliciosa que con cualquier comida humana. Mi miembro al pensar en esto reaccionó y el pantalón comenzaba a molestarme. Maldita Alessia. Solo pensar en ella me volvía loco. –Está bueno Alessia, creéme. Cuando lo pruebes, me darás la razón. – Sus gustos eran similares a los míos cuando era humano. El pesto también era una salsa queme encantaba para echarle a la pasta. –El de pesto también es mi favorito. Pero el de salsa marinera también estaba rico. Ha sido todo un acierto el dejarte pedir. – Miré los platos que habían quedado, el de pesto era el que menos cantidad quedaba, pero también le habíamos dado buena cuenta a los demás.

Vi como cortaba los tallarines en trozos más pequeños, y de repente el olor a sangre me hizo tensarme como un auténtico palo. Me aferré con fuerza a la tela de mis pantalones, luchando por no abalanzarme contra su cuerpo y hacerla mía allí mismo. Su sangre era el canto de sirenas para los marineros. Se chupó la sangre. Mala idea, ahora si la besaba me iba a saber a ella. Apreté aún más fuerte la tela de mi pantalón, si seguía así la iba a acabar rompiendo. Me miró entonces cuando intentó tapar su herida con la servilleta. Moví la cabeza y volví a recolocarme la entrepierna, que se había vuelto a despertar por el olor. –Sí… soy un poco aprensivo con la sangre, digamoslo así. – Miré al camarero, solamente para distraerme, tenía un hambre voraz, podría matar al camarero en la parte de atrás del restaurante y en tan solo cinco minutos dejarlo vacío de toda gota de sangre. Me relamí mientras disimulaba con la carta de postres y me pedí el mismo que le había dicho a Alessia. Quería intentar notar el delicioso sabor del chocolate. –Vas a alucinar, querida. – Bebí de la copa y me la volví a terminar, ya era la segunda. –Voy al lavabo. No tardo. – Le guiñé un ojo y caminé en dirección a los servicios, pero en el último momento, en una zona en la que no había miradas indiscretas, me desvié y salí a la parte de atrás del restaurante.

El aire de la noche me venía bien, estaba acalorado por el olor a la sangre de ella. Me giré y vi a uno de los camareros en su descanso, comiendo un sándwich. Me acerqué y con un movimiento rápido, mis colmillos ya estaban en su cuello. Bebí y lo hice despacio, sin dejar escapar ni una gota de sangre, no podía mancharme y tampoco arriesgarme a que se me cayese nada por la cara. Cuando llevaba la mitad, paré. No quería tardar más de lo que pudiera tardar en el lavabo. Chupé la herida abierta del hombre, haciendo que esta desapareciese. Lo miré a los ojos y usé mi poder de convencerle. –Vete a casa. Te ha dado un bajón de azúcar y te encuentras mal. Tienes que descansar. – El hombre asintió y se marchó, dando pasos lentos y tropezándose, le había quitado casi un litro y medio de sangre. Miré mi ropa, no había ninguna mancha. Volví a entrar y aproveché para mirarle en el espejo del baño, no tenía tampoco ninguna mancha en la cara, pero me lavé con agua la boca por si acaso. Una vez que hice esto, volví con Alessia, justo acababan de llegar los postres. –Perdona, había algo de cola en el lavabo de caballeros. ¿Te has aburrido? – Sonreí y olí el postre, un volcán de chocolate con helado de vainilla. La miré para que lo probase ella primero. –Pruébalo. – Sonreí y contuve la cucharilla en mi mano.

Dejé que mi risa sonase algo más elevada de lo habitual, me gustaba ver cuando tenía un poco de vergüenza, ya que en su… pronto ex trabajo, debía de ser una chica complaciente, sin ningún tipo de vergüenza y mostrarse segura, eso a todos los hombres nos volvía completamente locos… A menos a mí. Que me retase, que me pusiera obstáculos me divertía, me atraía más hacía ella, pero con cierto límite. A veces se pasaba un poco siendo tan cabezota. Miré la copa con interés. ¿Yo iba a ponerme borracho? Para que un vampiro se pusiera borracho necesitaba mucho más alcohol que el que contenían dos copas o tres de vino. –No te preocupes que no me voy a emborrachar. Sé muy bien cuánto aguanta mi cuerpo el alcohol. Y me alegro de que no vaya a verte borracha. Así no cometerás ninguna estupidez. – Era mucho mejor tenerla bajo mi control con su mente despejada.

Asentí a su pregunta, no quería hablar, si el olor me llegaba podía cometer algún… acto que sería perjudicial para mi plan con ella. En lo relacionado al postre, solamente bebí un poco más de mi copa y negué con la cabeza, esa apuesta no era plausible. El postre le iba a encantar como ella me encantaba a mí. –No. El postre te va a paracer una absoluta maravilla, así que… No hay opción de que yo te diga mi edad. – Mi camino al baño fue muy beneficioso para mi hambre, un pequeño aparetivo antes de la cena que me iba a dar cuando Alessia se fuera, o la dejase en casa como el caballero que era. Al volver, el postre ya estaba servido, tenía una pinta exquisita, exactamente como yo lo recordaba. Me partía el alma no poder saborearlo en su totalidad. Era como acariciar el paraíso solamente con la punta de los dedos.

¿Admiradoras? Esperaba que nadie me hubiera seguido a la parte trasera del restaurante, no quería que nadie supiera aquí mi condición y mucho menos que se la dijeran a mi pelirroja acompañante. Bastante me centraba en no abrir mucho la boca para que los colmillos no se me vieran. Había sido años y años de práctica para hablar más… escuetamente con la boca. –¿Qué admiradoras? Espero que tú seas la número uno de mi club de fans. – Me reí y esperé a ver como ella devoraba su postres y ver lo que le parecía. La explosión del chocolate al partirse hubiera hecho que más de un alma fuese entregada al diablo para poder probarlo. Sonreí un poco al ver que había dado de lleno con el postre y partí el mío. Podía notar las tonalidades del chocolate, pero no era nada comparado con lo que podía sentir ella en su boca. Era como comparar un trozo de una astilla con una obra de arte. Una basura total. Ambos terminamos enseguida el postre, cuando algo estaba rico, las palabras sobraban.

–Me alegro de que todo te haya gustado. A mi también. ¿A dónde quieres ir ahora? ¿Estás cansada ya de mí? – Me reí un poco y el camarero vino con lo que nos había sobrado y el recibo de lo que costaba todo. Saqué la pequeña bolsa donde llevaba siempre el dinero, de terciopelo negra y le pagué, desviando mi mirada a Alessia para que ni se le ocurriera hacer un amago de pagar a ella. Me levanté de la silla, cogí la bolsa con la comida y esperé a que se agarrase ella del otro brazo para así, salir a fuera del restaurante, donde la temperatura, había refrescado un poco. Desconocía la hora que era, pero por la luna, aún quedaban unas cuantas horas para que amaneciese. La miré con interés, queriendo leer su mente en estos momentos. –Te pago un franco si me dices lo que estás pensando ahora. –

Alcé la vista por encima de la cabeza pelirroja de mi acompañante y pude ver como dos muchachas apartaban su mirada de mí como si se hubieran quemado con una vela. Parecían sonrojadas y se les escapaba la risa nerviosa, aquella tan característica. Puse los ojos en blanco y sonreí para mí mismo. Nunca me había fijado en que las mujeres me podían ver de esa manera, y solían mirarme así, pero a mí solo me interesaba una. Yo quería que ella me mirase como los niños miran sus regalos de navidad, como una madre mira a su hijo recién nacido, como los creyentes miran una figura de Dios. Esa quería que fuese la forma en la que Alessia me mirase, con adoración e incluso con algo de miedo si algún día no estaba a su lado. Juntos íbamos a hacer de este mundo algo mejor. Sin criminales, sin muertes inocentes.  

Le guiñé un ojo divertido, sabía que no podía cansarse de mí, pobre de ella el día que decidiera que ya no quería seguir a mi lado, ni siquiera que fuese su cliente. Su mente quedaría trastornada para el fin de sus días. Me moví en la silla mientras ella cogía la bolsa, seguía excitado, el pensar en jugar con su mente hacía que se me pusiera también dura. ¿Qué diablos me pasaba con esta mujer? Era puro fuego en mí. Pensaba en ella y ya quería destrozarla sobre cualquier superficie, o contra el suelo. Me levanté a la vez que ella para salir del restaurante. Debía de hacer más frío fuera que dentro, porque ella se pegó a mi cuerpo en busca de un calor que este no le iba a poder proporcionar… Pero aún así, enredé mi brazo contra su cintura, haciendo que no quedase ni un espacio entre nuestros cuerpos.

Asentí a su pregunta y metí mi mano libre en el bolsillo, donde llevaba las monedas y saqué una, mostrándosela. Me moría por curiosidad por ver que escondía en el fondo de su mente. Mantuve mis ojos clavados en los de ella mientras me concedía lo que le había preguntado. No me creía que una mujer como ella, nunca hubiera salido con un hombre, pero me gustaba eso. El primero y el último en lo referente a citas. – Sigo sin creerme que nunca hayas tenido una cita. ¿Ni cuando eras adolescente? - Ella podía seguir siendo adolescente, era muy joven, pero parecía ya toda una mujer adulta, era madura y parecía saber lo que quería conseguir en la vida. – ¿Qué que veo? Veo muchas cosas, más allá de las que te puedas imaginar, Alessia. - Dejé que pasase sus brazos por mi cuello y nuestros labios entraron en contacto. Nunca nos habíamos besado en público, era un paso más para cumplir mis objetivos. Agarré su cadera y la coloqué muy pegada a mí. Mordisqueé su labio inferior un poco antes de separarme, si seguíamos, iba a acabar haciéndole el amor en el suelo. –Yo tampoco quiero llevarte a casa… ¿Dónde quieres ir? ¿Paseo? ¿Laguna? Ummm ¿Algún sitio más privado?-  La última pregunta fue acompañada de un leve movimiento de cadera. Estaba perdiendo el control sobre mí mismo y la sangre no me estaba llegando al cerebro. ¿Me había echado algún afrodisíaco en el vino? ¿Esta era la reacción que sufrían los vampiros al comer comida humana? ¿O era simplemente que estaba loco por ella? Me separé un poco más, hasta quedar solamente agarrado de su mano.