AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Todo es puro teatro ~ Privado.
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Todo es puro teatro ~ Privado.
Recuerdo del primer mensaje :
No había sido difícil conseguir las entradas de teatro con tan poco tiempo de antelación, había bastado con un par de visitas al director de dicho teatro, un poco de mi poder y todo había sido coser y cantar, así de fácil era conseguir dos entradas para ver la obra Maria Stuart. Esperaba que a Alessia le agradase la obra, era tan solo de cinco actos, en los que se acusaba a María de hechos que no había cometido, todo porque había gente que le apoyaba a la hora de quitarle la corona a Isabel I... Un drama que a todas las mujeres les gustaba, se veían reflejadas en cada personaje según como se sintieran esa noche... Suspiré y me separé del cadáver de un violador que acababa de llevar a mi casa para darme un festín con calma, aún estaba a la espera del modista, quien me tenía que traer los vestidos de mi querida. Era la segunda vez que me alimentaba hoy, pero sabía que no sería suficiente. La sed que iba a sentir al ver a Alessia iba a ir aumentando conforme la noche fuese avanzando, como me había ocurrido el viernes pasado.
Terminé de beber la sangre del muchacho y escuché unos golpes en la puerta de entrada. Era el sastre, el olor que desprendía era inconfundible. Abrí la puerta y cogí los tres vestidos. Había sido divertido ir a la tienda y elegirlos, decirle las telas y como quería que fuese cada uno, ninguna otra mujer iba a llevar estos mismos vestidos, eran únicamente para mi Alessia. Cerré la puerta, era hora de prepararme. Puse sobre mi cuerpo un traje de color negro, con gorro de copa del mismo color, y metí en mi bolsillos varias corbatas de distintos colores, me pondría una de ellas según el color de vestido que llevase Alessia. ¿Se pondría uno de estos? Me haría mucha ilusión ver que los aceptaba, pero sus últimas palabras antes de marcharme no habían sido esas, pero... Unos regalos eran regalos y no podía decirme que no cuando me había dicho que sí pese a estar bajo mi influjo. Sonreí al tipo del espejo que me miraba, pero también pude ver al cadáver que seguía ahí. Gruñí, y lo solucioné lo antes posible, ya casi era la hora a la que había quedado con Alessia en el burdel.
El carruaje me dejó en la puerta del burdel, pero no pedí que se marchase, nos serviría para que nos llevase al teatro. Abrí la puerta, sonreí a la Madamme y golpeé un par de veces a la puerta de la habitación. -¿Alessia? Soy yo. ¿Estás lista? Te he traído tres vestidos.- Sonreí, estaba impaciente por verla y por pasar esta noche de Miércoles junto a ella.
Terminé de beber la sangre del muchacho y escuché unos golpes en la puerta de entrada. Era el sastre, el olor que desprendía era inconfundible. Abrí la puerta y cogí los tres vestidos. Había sido divertido ir a la tienda y elegirlos, decirle las telas y como quería que fuese cada uno, ninguna otra mujer iba a llevar estos mismos vestidos, eran únicamente para mi Alessia. Cerré la puerta, era hora de prepararme. Puse sobre mi cuerpo un traje de color negro, con gorro de copa del mismo color, y metí en mi bolsillos varias corbatas de distintos colores, me pondría una de ellas según el color de vestido que llevase Alessia. ¿Se pondría uno de estos? Me haría mucha ilusión ver que los aceptaba, pero sus últimas palabras antes de marcharme no habían sido esas, pero... Unos regalos eran regalos y no podía decirme que no cuando me había dicho que sí pese a estar bajo mi influjo. Sonreí al tipo del espejo que me miraba, pero también pude ver al cadáver que seguía ahí. Gruñí, y lo solucioné lo antes posible, ya casi era la hora a la que había quedado con Alessia en el burdel.
El carruaje me dejó en la puerta del burdel, pero no pedí que se marchase, nos serviría para que nos llevase al teatro. Abrí la puerta, sonreí a la Madamme y golpeé un par de veces a la puerta de la habitación. -¿Alessia? Soy yo. ¿Estás lista? Te he traído tres vestidos.- Sonreí, estaba impaciente por verla y por pasar esta noche de Miércoles junto a ella.
Reed Wilde- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 11/04/2016
Re: Todo es puro teatro ~ Privado.
Negué con la cabeza mientas la escuchaba con atención, tenía una voz demasiado bonita, y según que cosas decía, hacía que me traspasase el alma, si es que se podía considerar que los vampiros teníamos alma. Le puse un dedo en la boca para interrumpirla cuando me llamó abogado. –Soy juez, señorita.– Reí un poco y le quité el dedo de los labios para que pudiera continuar sobre sus nulas citas de adolescente, y también me recordó, que seguía siéndolo, solamente tenía dieciocho años. Menos mal que mi apariencia siempre iba a ser la misma, si me viese como debería de estar ahora... Podría hasta ser su abuelo.
El beso duró menos de lo que me hubiera gustado, pero no era apropiado que siguiéramos así en medio de la calle. Yo me iba a poner peor de lo que ya estaba y alguien podría vernos. Estallé en carcajadas cuando gritó por el gesto y seguramente por lo que había notado al haberle pegado mi cadera contra su cuerpo y le acaricié el pelo con cariño para después besárselo. –Vale, pues vayamos hacía el centro a ver esos puestos. Seguro que hay cosas interesantes.– Iba a estar atento a todo lo que los ojos de ella mirasen. Si se paraba durante dos minutos era que le gustaba así que... Tenía que anotarlo en mi mente para compráselo otro día a modo de sorpresa.
–Sí, seguro que de día mejor...– Dije en referencia a su idea de pasar el día en la laguna, mejor que de noche. Ya ni siquiera me acordaba de como se sentía el sol sobre la piel, del calor que emanaba de él y de todo lo bonito. No lo echaba de menos, te acababas acostumbrando a la noche y a todas las cosas maravillosas que tenía. A ella, cuando la transformase, se iba a enfadar, lo tenía asumido. No debía de tomar mucho el sol, pero seguro que no le era agradable dormir de día y vivir de noche pero... Era necesario hacer sacrificios para pasar a mi lado el resto de nuestra eternidad.
La agarré del brazo mientras caminábamos en silencio hasta el centro de la ciudad. Hoy estaba animada, había gente por la calle caminando en parejas o en familias, todos en dirección al centro, a la feria que había dicho Alessia. –Espero luego portarme bien...– Dije nada más llegar a la primera caseta de la feria y solté su mano, dándole a entender que era libre de mi captura y podía ir a cotillear todo lo que quisiera, yo iría detrás. Las compras no eran lo mío.
El beso duró menos de lo que me hubiera gustado, pero no era apropiado que siguiéramos así en medio de la calle. Yo me iba a poner peor de lo que ya estaba y alguien podría vernos. Estallé en carcajadas cuando gritó por el gesto y seguramente por lo que había notado al haberle pegado mi cadera contra su cuerpo y le acaricié el pelo con cariño para después besárselo. –Vale, pues vayamos hacía el centro a ver esos puestos. Seguro que hay cosas interesantes.– Iba a estar atento a todo lo que los ojos de ella mirasen. Si se paraba durante dos minutos era que le gustaba así que... Tenía que anotarlo en mi mente para compráselo otro día a modo de sorpresa.
–Sí, seguro que de día mejor...– Dije en referencia a su idea de pasar el día en la laguna, mejor que de noche. Ya ni siquiera me acordaba de como se sentía el sol sobre la piel, del calor que emanaba de él y de todo lo bonito. No lo echaba de menos, te acababas acostumbrando a la noche y a todas las cosas maravillosas que tenía. A ella, cuando la transformase, se iba a enfadar, lo tenía asumido. No debía de tomar mucho el sol, pero seguro que no le era agradable dormir de día y vivir de noche pero... Era necesario hacer sacrificios para pasar a mi lado el resto de nuestra eternidad.
La agarré del brazo mientras caminábamos en silencio hasta el centro de la ciudad. Hoy estaba animada, había gente por la calle caminando en parejas o en familias, todos en dirección al centro, a la feria que había dicho Alessia. –Espero luego portarme bien...– Dije nada más llegar a la primera caseta de la feria y solté su mano, dándole a entender que era libre de mi captura y podía ir a cotillear todo lo que quisiera, yo iría detrás. Las compras no eran lo mío.
Reed Wilde- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 11/04/2016
Re: Todo es puro teatro ~ Privado.
El frío de la noche podría despejar un poco mí cabeza y las ideas que se me estaban pasando por ella, o al menos así habría sido si Reed no me hubiera pedido que le dijera lo que se me pasaba por la cabeza, a cambio de un franco. Algo que me hizo sonreír y morderme el labio, muchas eran las cosas que se me pasaban por la cabeza y yo tenía que decirle una, ¿una solo de tantas? Sí, así parecía que debía de ser. Preferí ser franca y sincera, con él tenía esa confianza y no me importaba que lo supiera. No era extraño que no hubiera tenido muchas citas, en verdad, mí vida había sido bastante… diferente y extraña a las de la gran mayoría de jóvenes, por lo que las citas siempre habían quedado a un segundo y tercer plano a lo largo de ella, otras materias requerían más compromiso y tiempo.
Me paró, literalmente me cortó de hablar, poniendo su dedo sobre mis labios y lo miré enarcando una ceja, sin saber por qué me estaba impidiendo hablar cuando había sido él quien me había pedido que le dijera lo que estaba pensando. Al ver su sonrisa y la forma en la que me corrigió de que no era abogado, sino juez, hizo que me mordiera el labio porque había sido un fallo, un fallo tonto, pero al fin y al cabo le había rebajado de categoría. Lo miré con cara de inocente por ello, se notaba que se lo había tomado a broma. ¿Cómo había podido confundir su profesión? Negué levemente con la cabeza y preferí retomar el hilo de la conversación.
-De acuerdo, señor Juez, por favor… indulte a esta pobre señorita por tal descuido de su parte, qué fallo tan tonto –medio reí porque vi que él también se estaba riendo. Tras el beso por mí parte y el notorio acercamiento por su parte en donde me pude dar cuenta de cómo estaba, preferí que dar una vuelta por la feria que habían puesto en la ciudad podría ser una buena opción, ya que no quería que me llevara ya a mi casa y así quizás yo consiguiera despejar un poco mí mente, y a él… bueno, a él se le pasara el calentón. Me reí levemente por aquello cogiendo su brazo para que comenzara a andar hacia donde estaba la feria, conforme nos acercábamos podíamos ver que la gente también se dirigía hacia aquel lugar y, pese a que era una noche un poco fría, estaba bulliciosa debido a que los ciudadanos se habían animado a acudir al lugar.
Cuando llegamos el lugar estaba bastante concurrido, se podía ver a familias que habían acudido al igual que a parejas que, tomadas de la mano, miraban los puestos y se divertían. Noté que Reed soltaba mí mano y lo miré de reojo, mordiéndome el labio, pero comencé a mirar los puestos. Empecé por los de un lado que era donde habían collares, anillos, pulseras y demás abalorios. Todos eran muy bonitos y había de diferentes formas, tamaños y clases. Miré hacia atrás para comprobar si Reed seguía detrás de mí, aunque sabía que así era, y le sonreí mientras seguía mirando. Al parecer a él no le importaba aquella zona así que seguí hasta un puesto donde vendían un montón de libros.
Desde que estaba con Nai siempre me había inculcado, de alguna forma, el leer y siempre la había visto con un libro en la mano. Costumbre que, ahora, yo también había adquirido y de la cual siempre que podía disfrutaba. Comencé a coger libros, algunos ya los había leído y otros solo había oído hablar de ellos, así que me centré en esos mientras miraba cuál de ellos llevarme. Me gustaba leer un rato antes de dormir así en acabar el libro que tenía entre manos empezaría con uno nuevo. Finalmente me decanté por una novela fantástica, me gustaba la fantasía y si había algo de romance mejor, y lo pagué mientras el hombre lo metía en una bolsita. Me acerqué hacia donde estaba Reed con el libro entre manos y sonreí.
-Había muchos libros que no había leído nunca, creo que debería de pasarme más a menudo por las tiendas y ver si encuentro algo nuevo para futuras ocasiones –tomé su mano con la que tenía libre y tiré de él- Venga vamos, por allí he visto que hay animales, ¿te gustan los animales, Reed? Yo tengo dos en casa, una perra preciosa y un gato dormilón. Se llevan bien y me gusta estar con ellos. ¿Qué hay de ti? –pregunté mientras nos acercábamos hacia donde estaban los animales.
Me paró, literalmente me cortó de hablar, poniendo su dedo sobre mis labios y lo miré enarcando una ceja, sin saber por qué me estaba impidiendo hablar cuando había sido él quien me había pedido que le dijera lo que estaba pensando. Al ver su sonrisa y la forma en la que me corrigió de que no era abogado, sino juez, hizo que me mordiera el labio porque había sido un fallo, un fallo tonto, pero al fin y al cabo le había rebajado de categoría. Lo miré con cara de inocente por ello, se notaba que se lo había tomado a broma. ¿Cómo había podido confundir su profesión? Negué levemente con la cabeza y preferí retomar el hilo de la conversación.
-De acuerdo, señor Juez, por favor… indulte a esta pobre señorita por tal descuido de su parte, qué fallo tan tonto –medio reí porque vi que él también se estaba riendo. Tras el beso por mí parte y el notorio acercamiento por su parte en donde me pude dar cuenta de cómo estaba, preferí que dar una vuelta por la feria que habían puesto en la ciudad podría ser una buena opción, ya que no quería que me llevara ya a mi casa y así quizás yo consiguiera despejar un poco mí mente, y a él… bueno, a él se le pasara el calentón. Me reí levemente por aquello cogiendo su brazo para que comenzara a andar hacia donde estaba la feria, conforme nos acercábamos podíamos ver que la gente también se dirigía hacia aquel lugar y, pese a que era una noche un poco fría, estaba bulliciosa debido a que los ciudadanos se habían animado a acudir al lugar.
Cuando llegamos el lugar estaba bastante concurrido, se podía ver a familias que habían acudido al igual que a parejas que, tomadas de la mano, miraban los puestos y se divertían. Noté que Reed soltaba mí mano y lo miré de reojo, mordiéndome el labio, pero comencé a mirar los puestos. Empecé por los de un lado que era donde habían collares, anillos, pulseras y demás abalorios. Todos eran muy bonitos y había de diferentes formas, tamaños y clases. Miré hacia atrás para comprobar si Reed seguía detrás de mí, aunque sabía que así era, y le sonreí mientras seguía mirando. Al parecer a él no le importaba aquella zona así que seguí hasta un puesto donde vendían un montón de libros.
Desde que estaba con Nai siempre me había inculcado, de alguna forma, el leer y siempre la había visto con un libro en la mano. Costumbre que, ahora, yo también había adquirido y de la cual siempre que podía disfrutaba. Comencé a coger libros, algunos ya los había leído y otros solo había oído hablar de ellos, así que me centré en esos mientras miraba cuál de ellos llevarme. Me gustaba leer un rato antes de dormir así en acabar el libro que tenía entre manos empezaría con uno nuevo. Finalmente me decanté por una novela fantástica, me gustaba la fantasía y si había algo de romance mejor, y lo pagué mientras el hombre lo metía en una bolsita. Me acerqué hacia donde estaba Reed con el libro entre manos y sonreí.
-Había muchos libros que no había leído nunca, creo que debería de pasarme más a menudo por las tiendas y ver si encuentro algo nuevo para futuras ocasiones –tomé su mano con la que tenía libre y tiré de él- Venga vamos, por allí he visto que hay animales, ¿te gustan los animales, Reed? Yo tengo dos en casa, una perra preciosa y un gato dormilón. Se llevan bien y me gusta estar con ellos. ¿Qué hay de ti? –pregunté mientras nos acercábamos hacia donde estaban los animales.
Valenka N. Dragomir- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 180
Fecha de inscripción : 10/04/2016
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Re: Todo es puro teatro ~ Privado.
Me acerqué a ella un poco más sí eso podía ser realmente posible. Coloqué mi boca en el lóbulo de su oreja y sonreí, estar tan cerca de su yugular me hacía tener muchísima sed. –Ya veré si la indulto o no, señorita... Quizá se merezca un castigo, pero deberá de esperar. – La besé detrás de la oreja y fue entonces cuando comenzamos a caminar hasta donde se encontraba la pequeña feria donde mi querida acompañante quería ir y verla entera.
Una vez allí, solté su mano para dejarle con total libertad que cotillease y mirase todos y cada uno de los puestos. Primero nos paramos en los puestos que contenían joyas como anillos, collares, pendientes y un montón de cosas más que no sabía ni siquiera donde debían de colocarse. Ninguno se podía comparar al colgante que le había regalado la otra vez. La miré de reojo, divertido. Podía casi escuchar como en su cabeza deseaba tener alguno. Tras ver ese puesto, cambiamos de zona y acabamos en la zona de los libros. En esta zona, me permití alejarme de ella, los libros me gustaban y sobre todo desde que ahora era vampiro, porque podía leer a mayor velocidad y no se me olvidaba ninguna palabra. Era capaz de recitar El viaje del Beagle de memoria. Paseé la vista por las estanterías y cogí un libro forrado en cuero negro con letras plateadas. Era una novela de bastante tamaño, una novela de ficción que trataba sobre un caso de asesinato bastante peculiar. Pagué y me volví a encontrar con mi preciosa acompañante pelirroja. Sonreí cuando estuve cerca de ella y besé su sien. –Veo que ambos hemos encontrado algo que comprar.–
Reí a carcajadas cuando empezó a hablar mientras tiraba de mí, había hablado sin siquiera pararse a tomar algo de aliento, lo había dicho todo de un tirón. Me gustaba mucho que sintiese tanto amor por los animales, era una persona muy pura. A mí me gustaban los animales, eran unas criaturas que me podían sacar de algún que otro apuro si pasaba mucho tiempo sin beber sangre humana. –Sí que me gustan los animales, pero creo que yo a ellos no... Siempre se ponen tensos o me gruñen cuando me ven. Me tienen manía.– Terminé la frase con una sonrisa. Esperaba que esta vez los animales se portasen bien y no me temiesen como el depredador que era.
Una vez allí, solté su mano para dejarle con total libertad que cotillease y mirase todos y cada uno de los puestos. Primero nos paramos en los puestos que contenían joyas como anillos, collares, pendientes y un montón de cosas más que no sabía ni siquiera donde debían de colocarse. Ninguno se podía comparar al colgante que le había regalado la otra vez. La miré de reojo, divertido. Podía casi escuchar como en su cabeza deseaba tener alguno. Tras ver ese puesto, cambiamos de zona y acabamos en la zona de los libros. En esta zona, me permití alejarme de ella, los libros me gustaban y sobre todo desde que ahora era vampiro, porque podía leer a mayor velocidad y no se me olvidaba ninguna palabra. Era capaz de recitar El viaje del Beagle de memoria. Paseé la vista por las estanterías y cogí un libro forrado en cuero negro con letras plateadas. Era una novela de bastante tamaño, una novela de ficción que trataba sobre un caso de asesinato bastante peculiar. Pagué y me volví a encontrar con mi preciosa acompañante pelirroja. Sonreí cuando estuve cerca de ella y besé su sien. –Veo que ambos hemos encontrado algo que comprar.–
Reí a carcajadas cuando empezó a hablar mientras tiraba de mí, había hablado sin siquiera pararse a tomar algo de aliento, lo había dicho todo de un tirón. Me gustaba mucho que sintiese tanto amor por los animales, era una persona muy pura. A mí me gustaban los animales, eran unas criaturas que me podían sacar de algún que otro apuro si pasaba mucho tiempo sin beber sangre humana. –Sí que me gustan los animales, pero creo que yo a ellos no... Siempre se ponen tensos o me gruñen cuando me ven. Me tienen manía.– Terminé la frase con una sonrisa. Esperaba que esta vez los animales se portasen bien y no me temiesen como el depredador que era.
Reed Wilde- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 11/04/2016
Re: Todo es puro teatro ~ Privado.
Había sido todo un acierto haber ido a la feria después de cenar en aquel caro restaurante, no estaba acostumbrada a todos aquellos lujos… el vestido, el colgante, el palco del teatro, la cena en el restaurante… eran cosas que en mí vida no solía hacer y aunque me había gustado disfrutar del cambio, sí que era cierto que me veía con todo aquello fuera de lugar. Yo era una chica normal y corriente, la cual apenas tenía tiempo libre y el que tenía me gustaba pasarlo con las personas que quería y con mis dos mascotas, no era dada a los lujos, las pomposidades ni las excentricidades que los sabía los ricos tanto les gustaba en su día a día… ir a la feria era donde yo más cómoda me sentía, donde más sentía que era yo misma.
Allí no tenía que preocuparme por mis modales, por la forma de sentarme, por todo ese protocolo que tanto odiaba y que ellos habían adquirido desde pequeños como algo que les distinguía de las demás clases sociales. Cuando llegamos al puesto de los libros me dejó que fuera algo más libre mientras yo miraba todos y cada uno de los libros que había por allí. Algunos ya me los conocía, me habían inculcado el leer y era algo que debía de agradecer porque me encantaba sumergirme en aquellos mundos e historias que hacían volar mí mente y mí imaginación, que hacían que un día horrible pudiera convertirse en un mucho mejor. Al final terminé comprando un par de ellos que no tenía y que no había leído nunca, debería de pasarme más a menudo por las librerías o por la biblioteca para ver qué nuevos libros había que podía descubrir.
Una vez terminé me acerqué hacia Reed viendo que él también había comprado algún libro puesto que también llevaba una bolsa como la que llevaba yo, me sentía mucho más cómoda en aquel ambiente y eso se notaba en mí estado de ánimo. Aprovechando que era más alto que yo dejó un beso en mí cabeza mientras yo miraba hacia uno de los lugares donde había animales. A mí me encantaban y no concebía mí vida sin ellos, eran una muy buena compañía y me encantaba el recibimiento que tenía cuando llegaba a casa. Lo miré alzando mí rostro y enarqué una ceja por ello.
-¿Y por qué iban a gruñirte? Bueno, no puedo decir que seas del todo bueno… -comenté divertida, recordando lo que me había dicho del castigo- pero no veo que seas mala persona. Quizás es porque puede que noten que piensas que les tienes manía –riendo mientras andábamos hacia la parte donde había algunos animales- Si alguna vez conoces a los míos, te aseguro que ellos no te harán nada, mí perra es un amor y mí gato es un poco pasota a veces –reí divertida recordando a la peculiar pareja que tenía como mascota- Pero son muy buenos y yo los adoro –por fin llegamos hacia donde estaban todos los animales, había muchos exóticos pero lo que más había eran clases de búhos , con esos enormes ojos y la forma tan peculiar que tienen de girar su rostro casi en trescientos grados- ¡Mira ese! –señalé uno de ellos, enorme, con un pelaje precioso que tenía sus ojos ámbar clavados en donde estábamos nosotros- Qué bonito –me mordí el labio apoyándome contra su brazo- aunque me da lástima que tengan que estar atados, deberían de estar en libertad.
Allí no tenía que preocuparme por mis modales, por la forma de sentarme, por todo ese protocolo que tanto odiaba y que ellos habían adquirido desde pequeños como algo que les distinguía de las demás clases sociales. Cuando llegamos al puesto de los libros me dejó que fuera algo más libre mientras yo miraba todos y cada uno de los libros que había por allí. Algunos ya me los conocía, me habían inculcado el leer y era algo que debía de agradecer porque me encantaba sumergirme en aquellos mundos e historias que hacían volar mí mente y mí imaginación, que hacían que un día horrible pudiera convertirse en un mucho mejor. Al final terminé comprando un par de ellos que no tenía y que no había leído nunca, debería de pasarme más a menudo por las librerías o por la biblioteca para ver qué nuevos libros había que podía descubrir.
Una vez terminé me acerqué hacia Reed viendo que él también había comprado algún libro puesto que también llevaba una bolsa como la que llevaba yo, me sentía mucho más cómoda en aquel ambiente y eso se notaba en mí estado de ánimo. Aprovechando que era más alto que yo dejó un beso en mí cabeza mientras yo miraba hacia uno de los lugares donde había animales. A mí me encantaban y no concebía mí vida sin ellos, eran una muy buena compañía y me encantaba el recibimiento que tenía cuando llegaba a casa. Lo miré alzando mí rostro y enarqué una ceja por ello.
-¿Y por qué iban a gruñirte? Bueno, no puedo decir que seas del todo bueno… -comenté divertida, recordando lo que me había dicho del castigo- pero no veo que seas mala persona. Quizás es porque puede que noten que piensas que les tienes manía –riendo mientras andábamos hacia la parte donde había algunos animales- Si alguna vez conoces a los míos, te aseguro que ellos no te harán nada, mí perra es un amor y mí gato es un poco pasota a veces –reí divertida recordando a la peculiar pareja que tenía como mascota- Pero son muy buenos y yo los adoro –por fin llegamos hacia donde estaban todos los animales, había muchos exóticos pero lo que más había eran clases de búhos , con esos enormes ojos y la forma tan peculiar que tienen de girar su rostro casi en trescientos grados- ¡Mira ese! –señalé uno de ellos, enorme, con un pelaje precioso que tenía sus ojos ámbar clavados en donde estábamos nosotros- Qué bonito –me mordí el labio apoyándome contra su brazo- aunque me da lástima que tengan que estar atados, deberían de estar en libertad.
Valenka N. Dragomir- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 10/04/2016
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Re: Todo es puro teatro ~ Privado.
Esperaba no tener que conocer nunca a las mascotas de Alessia. Si me metía en una casa con alguno de esos bichos, se iban a poner como locos, a gruñir, a ladrar o a bufar según su raza y me iba a resultar muy incómodo, me iba a enfadar y quién sabe. Quizás dejasen este bonito mundo para reencarnarse en algún que otro animal. Mantuve la mirada en la azul de ella y sonreí, no podía hacer otra cosa. Ella amaba tanto los animales que no le entraba en la cabeza que los animales odiasen a alguien o a algo mucho más superior que ellos. Mucho más feroz. -Seguramente sea por lo que dices, no lo sé, la verdad. Seguro que tus animales me gustan mucho.- Mentí y le seguí el paso, hasta que llegamos al puesto de animales exóticos.
Había muchos animales extraños, encerrados en jaulas. Había monos capuchinos que miraban agarrados a los barrotes con cara de desesperación, cuervos, búhos, lechuzas... ¿Quién diablos era el dueño de este puesto? ¿Quién iba a comprarlos? Si estaban aquí era porque se vendían, quizás para el circo o para millonarios que no sabían en que invertir su dinero. Alessia se quedó mirando un búho que tenía los ojos enormes y acomodé mi brazo en su hombro, mirando también al animal. -Mejor aquí que en libertad para que lo capture alguien peor... ¿Quieres que te lo compre? Podrás cuidarlo o liberarlo.- Seguro que le gustaba la idea de tener una mascota nueva, pero era una responsabilidad más, quizás no le convenía. Cuando la transformarse en mi esposa y en vampiresa, iba a desear comerse a esos animales para aplacar la sed de sangre que nunca se calmaba. Los primeros días eran horribles.
Tras ver los animales en ese puesto la miré de reojo, había una pregunta que me estaba carcomiendo desde hacía unos días. Mordí mi labio sin llegar a mostrar mis colmillos. -Oye ¿Tú quieres tener hijos algún día?- Unos hijos que yo no podía darle, pero quería saber como soportaría el hecho de no serlo nunca. Conocía a algunas vampiresas que se habían vuelto locas, habían mordido a niños y los habían transformado para tener hijos de una misma edad siempre. No quería que eso le pasase a ella. No era sano, ni "natural". Tras realizarle esa pregunta, la dirigí a un puesto donde había relojes de bolsillo. Siempre me gustaban este tipo de accesorios, sobre todo los que eran de inspiración inglesa. Me fijé en uno de color negro brillante. -¿Qué te parece ese reloj? ¿Me quedaría bien?- Sonreí y lo cogí en la mano para verlo con más detalle.
Había muchos animales extraños, encerrados en jaulas. Había monos capuchinos que miraban agarrados a los barrotes con cara de desesperación, cuervos, búhos, lechuzas... ¿Quién diablos era el dueño de este puesto? ¿Quién iba a comprarlos? Si estaban aquí era porque se vendían, quizás para el circo o para millonarios que no sabían en que invertir su dinero. Alessia se quedó mirando un búho que tenía los ojos enormes y acomodé mi brazo en su hombro, mirando también al animal. -Mejor aquí que en libertad para que lo capture alguien peor... ¿Quieres que te lo compre? Podrás cuidarlo o liberarlo.- Seguro que le gustaba la idea de tener una mascota nueva, pero era una responsabilidad más, quizás no le convenía. Cuando la transformarse en mi esposa y en vampiresa, iba a desear comerse a esos animales para aplacar la sed de sangre que nunca se calmaba. Los primeros días eran horribles.
Tras ver los animales en ese puesto la miré de reojo, había una pregunta que me estaba carcomiendo desde hacía unos días. Mordí mi labio sin llegar a mostrar mis colmillos. -Oye ¿Tú quieres tener hijos algún día?- Unos hijos que yo no podía darle, pero quería saber como soportaría el hecho de no serlo nunca. Conocía a algunas vampiresas que se habían vuelto locas, habían mordido a niños y los habían transformado para tener hijos de una misma edad siempre. No quería que eso le pasase a ella. No era sano, ni "natural". Tras realizarle esa pregunta, la dirigí a un puesto donde había relojes de bolsillo. Siempre me gustaban este tipo de accesorios, sobre todo los que eran de inspiración inglesa. Me fijé en uno de color negro brillante. -¿Qué te parece ese reloj? ¿Me quedaría bien?- Sonreí y lo cogí en la mano para verlo con más detalle.
Reed Wilde- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 11/04/2016
Re: Todo es puro teatro ~ Privado.
Sonreí mirándole cuando me dijo que quizás tenía razón, es que seguramente la tendría porque ¿qué otra cosa podía ser? No veía a Reed mala persona así que seguramente fuera porque ellos notaban lo que él sentía y de ahí que reaccionaran de esa forma. No le di mucha importancia tampoco a ese hecho y me encogí de hombros, reí levemente cuando habló sobre mis mascotas y lo miré con una sonrisa en los labios. Los adoraba, me hacían mucha compañía y los quería con locura… solo lamentaba que no pudiera estar más tiempo con ellos, pero cada vez que podía les dedicaba todas mis horas libres, eran tan buenos, tan pacientes y tan adorables que no sabría qué hacer sin ellos.
-Donde vivía antes también tenía una mascota, bueno, no era exactamente mía pero la quería como si lo fuera. Creo que de ahí me vino el amor por los animales, tener a Isis fue el principio y cuando me fui de allí siempre supe que yo también tendría mis propias mascotas como había tenido Nai –lancé un suspiro algo nostálgico, la echaba mucho de menos y tenía ganas de volver a verla. Debía de hacerle una visita o pasarme por su trabajo algún día para darle una sorpresa, le llevaría un pastel como siempre solía hacer y pasaría la tarde con ella, era como una hermana para mí… esa que nunca creí tener, y no llegaría a agradecerle nunca todo lo que hizo cuando me acogió con ella.
Quité esos pensamientos de mi mente y seguimos andando hasta llegar donde estaban todos los animales, el que más llamó mí atención fue aquel búho que con sus grandes y enormes ojos miraba y observaba todo, hasta que sus ojos se posaron en mí y me mordí el labio… eran muy bonitos y me daba lástima que estuvieran de esa forma. Deberían de estar en su hábitat natural, no de esa forma. Miré a Reed cuando dijo que si quería que me lo comprara y enarqué una ceja por ello negando con la cabeza.
-¿Qué hago yo con un búho, Reed? No sabría qué hacer con él y no dispongo del tiempo suficiente como para prestarle atención. Además prefiero que sea libre a tenerlo yo enjaulado… -negué con la cabeza- no podría aceptarlo tampoco, no es como decir “oh mira, ¿quieres un gatito?” –Reí entre dientes mientras nos alejábamos de allí hacia otro de los puestos donde habían un montón de relojes, su pregunta me hizo alzar la mirada hacia él y contemplarlo durante unos segundos. ¿Hijos? Jamás había llegado a cuestionarme esa faceta de mí vida, quizás porque ahora era imposible tenerlo y porque no tenía una pareja estable- No lo sé Reed… ahora mismo no me planteo tener hijos, porque aparte de que no puedo, no sé con quién iba a tenerlos –hice una leve pausa- quizás si mi situación cambiara, en unos años, me lo llegaría a plantear si fuera más “libre” y tuviera mí pareja, en ese caso, podría ser que me decidiera a dar el paso –lo miré- ¿Tú quieres tener hijos? –No era una pregunta para contestar sin pensarlo, consideraba que era una pregunta bastante seria pero que no sabía por qué me la estaba haciendo aquella noche. Miré el reloj que había cogido y lo observé de cerca, era muy bonito- Creo que te pega bastante, es muy bonito –miré alrededor del puesto para darme cuenta de que había un pequeño puesto donde estaban la mayoría de los niños ya que había chocolate y chucherías y…- Algodón de azúcar –murmuré lamiéndome los labios, me había gustado desde siempre- Vamos Reed vamos, quiero comprarme algodón de azúcar –esperé a que decidiera si se compraba o no el reloj y cuando tomó la decisión del brazo tiré de él hasta llegar al puesto donde pedí algodón de azúcar que el hombre preparó para dármelo. Cogí un trozo y me lo comí sonriendo- ¿Tú quieres? –Aparte del chocolate siempre me había gustado y siempre de una forma u otra terminaba por salirme con la mía y comprarme- ¿Qué tal si damos una vuelta antes de que me lleves a casa? Todavía no tengo sueño ni estoy cansada y quiero aprovechar la noche.
-Donde vivía antes también tenía una mascota, bueno, no era exactamente mía pero la quería como si lo fuera. Creo que de ahí me vino el amor por los animales, tener a Isis fue el principio y cuando me fui de allí siempre supe que yo también tendría mis propias mascotas como había tenido Nai –lancé un suspiro algo nostálgico, la echaba mucho de menos y tenía ganas de volver a verla. Debía de hacerle una visita o pasarme por su trabajo algún día para darle una sorpresa, le llevaría un pastel como siempre solía hacer y pasaría la tarde con ella, era como una hermana para mí… esa que nunca creí tener, y no llegaría a agradecerle nunca todo lo que hizo cuando me acogió con ella.
Quité esos pensamientos de mi mente y seguimos andando hasta llegar donde estaban todos los animales, el que más llamó mí atención fue aquel búho que con sus grandes y enormes ojos miraba y observaba todo, hasta que sus ojos se posaron en mí y me mordí el labio… eran muy bonitos y me daba lástima que estuvieran de esa forma. Deberían de estar en su hábitat natural, no de esa forma. Miré a Reed cuando dijo que si quería que me lo comprara y enarqué una ceja por ello negando con la cabeza.
-¿Qué hago yo con un búho, Reed? No sabría qué hacer con él y no dispongo del tiempo suficiente como para prestarle atención. Además prefiero que sea libre a tenerlo yo enjaulado… -negué con la cabeza- no podría aceptarlo tampoco, no es como decir “oh mira, ¿quieres un gatito?” –Reí entre dientes mientras nos alejábamos de allí hacia otro de los puestos donde habían un montón de relojes, su pregunta me hizo alzar la mirada hacia él y contemplarlo durante unos segundos. ¿Hijos? Jamás había llegado a cuestionarme esa faceta de mí vida, quizás porque ahora era imposible tenerlo y porque no tenía una pareja estable- No lo sé Reed… ahora mismo no me planteo tener hijos, porque aparte de que no puedo, no sé con quién iba a tenerlos –hice una leve pausa- quizás si mi situación cambiara, en unos años, me lo llegaría a plantear si fuera más “libre” y tuviera mí pareja, en ese caso, podría ser que me decidiera a dar el paso –lo miré- ¿Tú quieres tener hijos? –No era una pregunta para contestar sin pensarlo, consideraba que era una pregunta bastante seria pero que no sabía por qué me la estaba haciendo aquella noche. Miré el reloj que había cogido y lo observé de cerca, era muy bonito- Creo que te pega bastante, es muy bonito –miré alrededor del puesto para darme cuenta de que había un pequeño puesto donde estaban la mayoría de los niños ya que había chocolate y chucherías y…- Algodón de azúcar –murmuré lamiéndome los labios, me había gustado desde siempre- Vamos Reed vamos, quiero comprarme algodón de azúcar –esperé a que decidiera si se compraba o no el reloj y cuando tomó la decisión del brazo tiré de él hasta llegar al puesto donde pedí algodón de azúcar que el hombre preparó para dármelo. Cogí un trozo y me lo comí sonriendo- ¿Tú quieres? –Aparte del chocolate siempre me había gustado y siempre de una forma u otra terminaba por salirme con la mía y comprarme- ¿Qué tal si damos una vuelta antes de que me lleves a casa? Todavía no tengo sueño ni estoy cansada y quiero aprovechar la noche.
Valenka N. Dragomir- Hechicero Clase Alta
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Re: Todo es puro teatro ~ Privado.
Mientras me contaba sus historias de cuando era más pequeña, me limité a sonreír y a escucharla. Me gustaba cuando me contaba este tipo de historias de cuando era pequeña, porque solamente hablaba de sí misma y no me preguntaba a mí sobre mi infancia, una infancia que me parecía cada vez más lejana y mucho más difusa. Ya ni siquiera me acordaba de los rostros de mis padres, ni siquiera si seguían vivos o no. No tenía sentimientos con respecto a ellos. Tampoco los tenía por el delincuente que me transformó en lo que yo era. No sentía nada... Salvo por Alessia.
Mordí mi labio para no soltar una carcajada a boca abierta que dejase entrever mis colmillos. Su reacción a mi pregunta si quería que le comprase un búho me hizo muchísima gracia. —Si quieres tener más tiempo libre siempre puedes tener menos trabajo. Puedes ser mía. — Dije como si lo dijese sin importancia, como si fuese un comentario desinteresado cuando en realidad, no era así. Quería que fuese mía todos los días de la semana, del mes y del año. Todos los días del resto de nuestras vidas. Si solamente trabajaba para mí, estaba dispuesto a sumar más francos a la cantidad de dinero que le pagaba a la Madamme por momentos como el que estábamos disfrutando esta noche. Pero de momento, había conseguido que aceptase ser solamente mía tres días a la semana. No quería ni pensar cuántos hombres podían caer en su lecho los cuatro días restantes.
En el puesto de los relojes, mientras mis ojos vagaban de uno a otro, ella me respondió a la pregunta de los hijos. Fue un alivio que de momento no quisiera tenerlos, de que nunca se lo hubiera planteado enserio. No me gustaba nada esas "niñas" o mujeres que desde bien pequeñas sabían que querían ser madres. La miré de reojo, apartando un poco la mirada de uno de los relojes que más me habían gustado. —No, la verdad es que los niños no me gustan. Son molestos.— Dije como excusa. Tampoco me había llegado nunca a plantear en mi forma humana el hecho de tener hijos, nunca había tenido una pareja más o menos estable como para planteárnoslo.
Al final, seguí el consejo de ella y me compré el reloj. Hacía mucho que no me compraba algún objeto algo caro para mí mismo. Me dejé estirar del brazo mientras ella me arrastraba hasta el puesto donde se encontraba el algodón de azúcar. —¿De verdad te gusta eso? Pero si lo comen los niños pequeños, Alessia.— Solo me faltó ponerme la mano en la cara, porque mis ojos se pusieron en blanco con una sonrisa. Me encantaba que fuese tan espontánea conmigo, que hiciera las cosas que le apetecían hacer en cada momento, que fuese ella. Simplemente ella. No como en la habitación del burdel, donde se le robaba toda la espontaneidad.
Negué con la cabeza ante su ofrecimiento del algodón y comencé a caminar por fuera de la feria con ella del brazo. —Me alegro de que no estés cansada. Si quieres podemos ir paseando de aquí hasta la zona en la que vivas, que por cierto, no sé donde es. ¿Vives en una zona bonita? — Pregunté por simple curiosidad.
Mordí mi labio para no soltar una carcajada a boca abierta que dejase entrever mis colmillos. Su reacción a mi pregunta si quería que le comprase un búho me hizo muchísima gracia. —Si quieres tener más tiempo libre siempre puedes tener menos trabajo. Puedes ser mía. — Dije como si lo dijese sin importancia, como si fuese un comentario desinteresado cuando en realidad, no era así. Quería que fuese mía todos los días de la semana, del mes y del año. Todos los días del resto de nuestras vidas. Si solamente trabajaba para mí, estaba dispuesto a sumar más francos a la cantidad de dinero que le pagaba a la Madamme por momentos como el que estábamos disfrutando esta noche. Pero de momento, había conseguido que aceptase ser solamente mía tres días a la semana. No quería ni pensar cuántos hombres podían caer en su lecho los cuatro días restantes.
En el puesto de los relojes, mientras mis ojos vagaban de uno a otro, ella me respondió a la pregunta de los hijos. Fue un alivio que de momento no quisiera tenerlos, de que nunca se lo hubiera planteado enserio. No me gustaba nada esas "niñas" o mujeres que desde bien pequeñas sabían que querían ser madres. La miré de reojo, apartando un poco la mirada de uno de los relojes que más me habían gustado. —No, la verdad es que los niños no me gustan. Son molestos.— Dije como excusa. Tampoco me había llegado nunca a plantear en mi forma humana el hecho de tener hijos, nunca había tenido una pareja más o menos estable como para planteárnoslo.
Al final, seguí el consejo de ella y me compré el reloj. Hacía mucho que no me compraba algún objeto algo caro para mí mismo. Me dejé estirar del brazo mientras ella me arrastraba hasta el puesto donde se encontraba el algodón de azúcar. —¿De verdad te gusta eso? Pero si lo comen los niños pequeños, Alessia.— Solo me faltó ponerme la mano en la cara, porque mis ojos se pusieron en blanco con una sonrisa. Me encantaba que fuese tan espontánea conmigo, que hiciera las cosas que le apetecían hacer en cada momento, que fuese ella. Simplemente ella. No como en la habitación del burdel, donde se le robaba toda la espontaneidad.
Negué con la cabeza ante su ofrecimiento del algodón y comencé a caminar por fuera de la feria con ella del brazo. —Me alegro de que no estés cansada. Si quieres podemos ir paseando de aquí hasta la zona en la que vivas, que por cierto, no sé donde es. ¿Vives en una zona bonita? — Pregunté por simple curiosidad.
Reed Wilde- Vampiro Clase Alta
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Re: Todo es puro teatro ~ Privado.
Reed parecía que igual que yo por el momento no queríamos ninguno de los dos tener hijos, la verdad era que no me lo había planteado a tan largo plazo, pero si tenía algo seguro es que era muy joven para tener ahora un hijo y en las condiciones en las que trabajaba… era impensable. Para ello debería de tener otro estilo de vida, otro trabajo sin duda alguna y no dedicarme a lo que me dedicaba. Lo miré mientras elegía aquel reloj que le había dicho que le quedaba bien y sonreí de lado por ello, esperando que lo comprara mientras yo seguía sujetando entre mis dedos la bolsa con los libros que leería en mis tiempos libres.
Cuando él terminó de comprar el reloj y terminábamos de recorrer aquella feria me fijé, enseguida, en un puesto donde vendían algodón de azúcar… me encantaba, siempre con Nai cuando veía un puesto le pedía que me comprara uno, y la verdad es que no me importaba que él me dijera que parecía una niña pequeña, en cierta manera, seguía siéndolo aunque mí mentalidad fuera la de una adulta. Reí tirando de él viendo su sonrisa por mis palabras y tras esperar finalmente me compré uno pagando al hombre, dándome cuenta de que él me miraba de forma fija y le tendí para que cogiera por si quería comer, igual le gustaba. Alegó que no y sonreí.
-Bueno, más para mí –dije cogiendo un trozo entre mis dedos y llevándolo a mí boca, las cosas dulces me encantaban y aquello era totalmente dulce. No le había contestado al comentario que había dicho de “puedes ser mía” porque no era algo que yo pudiera elegir, de hecho, es que me parecía totalmente extraño y raro que la Madam le hubiera dejado tener aquellos tres días exclusivos para él… y no quería ni imaginarme la suma de dinero que habría tenido que pagar para que eso se llevara a caro, pero por lo que había descubierto sin lugar a dudas en esa noche era que a él el dinero precisamente no le preocupaba, parecía que tenía de sobra. El vestido, la cena, las entradas… todo lo había pagado él y nada de ello era barato- Sigo siendo una niña pequeña Reed… -le hice un puchero para que viera a qué me refería y luego reí divertida llevando otro trozo de algodón a mi boca, cogiendo poco a poco para que así me durara más. Me preguntó dónde vivía y si era una buena zona… bueno, para el tiempo que pasaba allí la verdad es que era una zona normal y corriente.
No era como la casa en donde había vivido con Nai, esa era mucho más grande que el lugar donde vivía sola, pero era un buen sitio y era una zona residencial tranquila, llena de familia y sin ningún tipo de incidentes. Los vecinos eran agradables y no había tenido ninguna queja al respecto, y nadie tampoco se había quejado de mí por lo que para mí era un sitio perfecto. Estaba a pocos minutos del centro de la ciudad donde estaban todas las grandes tiendas y comercios, así también como de un parque enorme en el que me gustaba ir con mí perra a pasear y en resumidas, el sitio me gustaba.
-Es una zona tranquila, un barrio residencial algo pequeño pero que está lleno de familias en su mayoría. La gente es muy agradable y nunca he tenido queja –me encogí de hombros- ¿Y tú? Seguro que vives en una de esas mansiones que están en las afueras de la ciudad –porque no me costaba para nada imaginármelo en una mansión como aquella- Está un poco lejos de aquí pero no tengo problema alguno –le sonreí siguiendo con el algodón de azúcar- Para mí si es bonita, tengo el centro cerca, un enorme parque también donde pasear a mí perra… la zona me gusta y es tranquila. Antes en donde vivía era otra casa más grande y diferente, pero no me quejo, estoy contenta de poder vivir de forma independiente –aunque echaba mucho de menos a Nai- algún día me tendrás que enseñar donde vives… seguro que mí casa te parece muy pequeña comparada con la tuya.
Cuando él terminó de comprar el reloj y terminábamos de recorrer aquella feria me fijé, enseguida, en un puesto donde vendían algodón de azúcar… me encantaba, siempre con Nai cuando veía un puesto le pedía que me comprara uno, y la verdad es que no me importaba que él me dijera que parecía una niña pequeña, en cierta manera, seguía siéndolo aunque mí mentalidad fuera la de una adulta. Reí tirando de él viendo su sonrisa por mis palabras y tras esperar finalmente me compré uno pagando al hombre, dándome cuenta de que él me miraba de forma fija y le tendí para que cogiera por si quería comer, igual le gustaba. Alegó que no y sonreí.
-Bueno, más para mí –dije cogiendo un trozo entre mis dedos y llevándolo a mí boca, las cosas dulces me encantaban y aquello era totalmente dulce. No le había contestado al comentario que había dicho de “puedes ser mía” porque no era algo que yo pudiera elegir, de hecho, es que me parecía totalmente extraño y raro que la Madam le hubiera dejado tener aquellos tres días exclusivos para él… y no quería ni imaginarme la suma de dinero que habría tenido que pagar para que eso se llevara a caro, pero por lo que había descubierto sin lugar a dudas en esa noche era que a él el dinero precisamente no le preocupaba, parecía que tenía de sobra. El vestido, la cena, las entradas… todo lo había pagado él y nada de ello era barato- Sigo siendo una niña pequeña Reed… -le hice un puchero para que viera a qué me refería y luego reí divertida llevando otro trozo de algodón a mi boca, cogiendo poco a poco para que así me durara más. Me preguntó dónde vivía y si era una buena zona… bueno, para el tiempo que pasaba allí la verdad es que era una zona normal y corriente.
No era como la casa en donde había vivido con Nai, esa era mucho más grande que el lugar donde vivía sola, pero era un buen sitio y era una zona residencial tranquila, llena de familia y sin ningún tipo de incidentes. Los vecinos eran agradables y no había tenido ninguna queja al respecto, y nadie tampoco se había quejado de mí por lo que para mí era un sitio perfecto. Estaba a pocos minutos del centro de la ciudad donde estaban todas las grandes tiendas y comercios, así también como de un parque enorme en el que me gustaba ir con mí perra a pasear y en resumidas, el sitio me gustaba.
-Es una zona tranquila, un barrio residencial algo pequeño pero que está lleno de familias en su mayoría. La gente es muy agradable y nunca he tenido queja –me encogí de hombros- ¿Y tú? Seguro que vives en una de esas mansiones que están en las afueras de la ciudad –porque no me costaba para nada imaginármelo en una mansión como aquella- Está un poco lejos de aquí pero no tengo problema alguno –le sonreí siguiendo con el algodón de azúcar- Para mí si es bonita, tengo el centro cerca, un enorme parque también donde pasear a mí perra… la zona me gusta y es tranquila. Antes en donde vivía era otra casa más grande y diferente, pero no me quejo, estoy contenta de poder vivir de forma independiente –aunque echaba mucho de menos a Nai- algún día me tendrás que enseñar donde vives… seguro que mí casa te parece muy pequeña comparada con la tuya.
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Re: Todo es puro teatro ~ Privado.
Se veía que disfrutaba al comer esa nube rosa de azúcar. Cerré un momento los ojos, si se comía todo eso, después el beber de ella debería de ser una explosión de azúcar en mi boca... La sed me entró de nuevo con fuerza, era el momento de llevar nuestra conversación y nuestros pasos al final. Había sido una noche muy bonita, muy agradable, disfrutando de su total compañía y de su atención. Era alguien muy afortunado por poder hacer esto, pero yo no era un hombre cualquiera... Y pronto Alessia dejaría de ser todo lo que era para convertirse en alguien mucho más superior.
La agarré por el brazo para así no molestarla y dejar que pudiera seguir comiendo de esa nube rosa. Disfruté mucho y me imaginé en la zona en la que vivía. Seguramente fuese preciosa y pronto la iba a conocer, porque iba a acompañarla hasta la misma puerta de su casa. —Seguro que una noche, podemos dar un paseo a esa perra tuya tan preciosa. ¿Qué te parece? — Pregunté, dejándolo caer como si fuese una simple idea. Sabía que si dejaba entrar a un hombre a su casa... Las cosas iban a cambiar para bien. Las prostitutas eran muy reservadas con su zona de residencia real.
Salimos de la zona de la feria y dejé que guiase nuestros pasos en dirección a su casa. Me preguntó por mi casa y sonreí. —Tengo dinero Alessia, pero no me gusta gastarlo en cosas ostentosas. ¿Que haría un tipo como yo, solo en una mansión enorme? ¿No te daría miedo si fueses tú? Vivo en una zona a las afueras, eso es verdad, pero no en una mansión. Aunque, quizá si que sea algo más grande que tu casa. — La mayor parte de las habitaciones que tenía, estaban destinadas a una gran biblioteca, otra era un vestidor y otra en el sótano... Dejé de pensar en aquella. Me estaba dando más hambre de la que tenía y la sangre de Alessia estaba comenzando a parecerme irresistible.
Continuamos caminando por las calles, hablando de cosas banales, una conversación amena y sobre todo, divertida. Me divertía como nunca cuando estaba con ella, me sentía demasiado bien, quizá incluso, como si fuera humano. Llegamos a su zona residencial y esperé a que se parase delante de una de las puertas. La casa estaba muy bien por fuera, lo que significaba que por dentro también tenía que estar bien, si sus animales no la habían destrozado. Me quedé parado en las pequeñas escaleras de la entrada, ella estaba subida en una, así que estábamos prácticamente a la misma altura. —Ha sido una noche de lo más agradable. Espero que también haya resultado así para ti. — Me acerqué a ella mientras le colocaba un mechón de pelo tras la oreja y besé sus labios con delicadeza, si me ponía muy intenso, quizá esto acabase mal.
La agarré por el brazo para así no molestarla y dejar que pudiera seguir comiendo de esa nube rosa. Disfruté mucho y me imaginé en la zona en la que vivía. Seguramente fuese preciosa y pronto la iba a conocer, porque iba a acompañarla hasta la misma puerta de su casa. —Seguro que una noche, podemos dar un paseo a esa perra tuya tan preciosa. ¿Qué te parece? — Pregunté, dejándolo caer como si fuese una simple idea. Sabía que si dejaba entrar a un hombre a su casa... Las cosas iban a cambiar para bien. Las prostitutas eran muy reservadas con su zona de residencia real.
Salimos de la zona de la feria y dejé que guiase nuestros pasos en dirección a su casa. Me preguntó por mi casa y sonreí. —Tengo dinero Alessia, pero no me gusta gastarlo en cosas ostentosas. ¿Que haría un tipo como yo, solo en una mansión enorme? ¿No te daría miedo si fueses tú? Vivo en una zona a las afueras, eso es verdad, pero no en una mansión. Aunque, quizá si que sea algo más grande que tu casa. — La mayor parte de las habitaciones que tenía, estaban destinadas a una gran biblioteca, otra era un vestidor y otra en el sótano... Dejé de pensar en aquella. Me estaba dando más hambre de la que tenía y la sangre de Alessia estaba comenzando a parecerme irresistible.
Continuamos caminando por las calles, hablando de cosas banales, una conversación amena y sobre todo, divertida. Me divertía como nunca cuando estaba con ella, me sentía demasiado bien, quizá incluso, como si fuera humano. Llegamos a su zona residencial y esperé a que se parase delante de una de las puertas. La casa estaba muy bien por fuera, lo que significaba que por dentro también tenía que estar bien, si sus animales no la habían destrozado. Me quedé parado en las pequeñas escaleras de la entrada, ella estaba subida en una, así que estábamos prácticamente a la misma altura. —Ha sido una noche de lo más agradable. Espero que también haya resultado así para ti. — Me acerqué a ella mientras le colocaba un mechón de pelo tras la oreja y besé sus labios con delicadeza, si me ponía muy intenso, quizá esto acabase mal.
Reed Wilde- Vampiro Clase Alta
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Re: Todo es puro teatro ~ Privado.
Parecía como una niña pequeña con aquel algodón de azúcar que ahora comía y del que Reed no quería comer un poco, más para mí. La verdad es que era capaz de comerme ese y si me ponía otro más… aunque aquella noche había cenado bastante y no iba a poder con otro, pero ese en cuestión de un rato se habría acabado. Lo miré de reojo mientras comía, viendo como cogía un trozo y me lo llevaba a la boca. La verdad es que me preguntaba cómo sería su casa, si tenía todo aquel dinero me lo imaginaba viviendo en una enorme mansión él solo, aunque yo no sabía si podría vivir en una mansión sola… sería demasiado grande y quizás hasta tuviera miedo y sentiría un vacío enorme, ¿qué hacía una persona sola viviendo en una mansión enorme? Desde luego no se necesitaba de grandes casas para poder vivir bien.
-Podrías venir una noche conmigo a pasearla, me gusta ir a un parque a que juegue un poco con una pelota que tengo, me gusta lanzársela para ver como no se cansa de ir a por ella una, y otra, y otra vez… -reí entre dientes- es algo divertido y bueno, a ella no le viene mal –me encogí de hombros notando su brazo rodear el mío dejándome movimiento para mover bien mi brazo y poder comer bien. Lo miré y sonreí de lado- la verdad es que no me gustaría vivir en una mansión yo sola, como dices tú, me daría miedo porque un sitio tan grande para una sola persona… no sé, no lo veo –aclaré volviendo a llevar un trozo de algodón de azúcar a mis labios- prefiero algo más modesto, aunque sin duda alguna seguro que tú casa es más grande que la mía –dije con un tono divertido, sabiendo de sobra que así sería seguramente porque con el trabajo que tenía, los trajes que llevaba, lo que me había regalado, las entradas al teatro, la cena… vaya, todo me hacía pensar que así podría ser realmente.
Seguimos andando por las calles de París charlando de cosas banales y sin importancia, riéndonos de tonterías mientras ponía rumbo a casa y él me acompañaba. Pronto el algodón de azúcar se acabó y chupé mis labios con una sonrisa divertida, como si fuera una niña pequeña que había disfrutado de aquello… y es que en verdad había sido así exactamente. Llegamos a la zona residencial donde tenía la casa y tras llegar a la que era me paré en la puerta y me giré para verle, lo observé que miraba la fachada y me mordí el labio estando subida sobre el primer escalón quedando ahora, por lo alto que él era, a la misma altura. Sus ojos se quedaron en los míos y sus dedos pusieron bien un mechón de mí pelo tras la oreja.
-Gracias por esta noche Reed, creo que no sabría exactamente cómo agradecerte lo que has hecho –y lo que me había mostrado- al invitarme esta noche. Me lo he pasado muy bien, ha sido… diferente –sonreí de lado antes de que notara sus labios sobre los míos, un beso sutil, delicado, en el que no me aparté y cerré los ojos dejándome llevar como si por un momento me olvidara de que él era un cliente, y yo era una cortesana. Al separarme lo miré, con las mejillas algo coloradas, y me mordí el labio- Hasta la próxima vez que nos veamos, Reed –dejé un beso más corto en sus labios y me giré para entrar dentro no sin antes mirarlo desde la puerta mientras la cerraba. Extraño, había sido una noche de lo más extraño en el que me había olvidado de todo, como si fuera libre… quizás es que esa era la sensación que sentía cuando estaba con él.
-Podrías venir una noche conmigo a pasearla, me gusta ir a un parque a que juegue un poco con una pelota que tengo, me gusta lanzársela para ver como no se cansa de ir a por ella una, y otra, y otra vez… -reí entre dientes- es algo divertido y bueno, a ella no le viene mal –me encogí de hombros notando su brazo rodear el mío dejándome movimiento para mover bien mi brazo y poder comer bien. Lo miré y sonreí de lado- la verdad es que no me gustaría vivir en una mansión yo sola, como dices tú, me daría miedo porque un sitio tan grande para una sola persona… no sé, no lo veo –aclaré volviendo a llevar un trozo de algodón de azúcar a mis labios- prefiero algo más modesto, aunque sin duda alguna seguro que tú casa es más grande que la mía –dije con un tono divertido, sabiendo de sobra que así sería seguramente porque con el trabajo que tenía, los trajes que llevaba, lo que me había regalado, las entradas al teatro, la cena… vaya, todo me hacía pensar que así podría ser realmente.
Seguimos andando por las calles de París charlando de cosas banales y sin importancia, riéndonos de tonterías mientras ponía rumbo a casa y él me acompañaba. Pronto el algodón de azúcar se acabó y chupé mis labios con una sonrisa divertida, como si fuera una niña pequeña que había disfrutado de aquello… y es que en verdad había sido así exactamente. Llegamos a la zona residencial donde tenía la casa y tras llegar a la que era me paré en la puerta y me giré para verle, lo observé que miraba la fachada y me mordí el labio estando subida sobre el primer escalón quedando ahora, por lo alto que él era, a la misma altura. Sus ojos se quedaron en los míos y sus dedos pusieron bien un mechón de mí pelo tras la oreja.
-Gracias por esta noche Reed, creo que no sabría exactamente cómo agradecerte lo que has hecho –y lo que me había mostrado- al invitarme esta noche. Me lo he pasado muy bien, ha sido… diferente –sonreí de lado antes de que notara sus labios sobre los míos, un beso sutil, delicado, en el que no me aparté y cerré los ojos dejándome llevar como si por un momento me olvidara de que él era un cliente, y yo era una cortesana. Al separarme lo miré, con las mejillas algo coloradas, y me mordí el labio- Hasta la próxima vez que nos veamos, Reed –dejé un beso más corto en sus labios y me giré para entrar dentro no sin antes mirarlo desde la puerta mientras la cerraba. Extraño, había sido una noche de lo más extraño en el que me había olvidado de todo, como si fuera libre… quizás es que esa era la sensación que sentía cuando estaba con él.
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