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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Antoinette Bellerose Vie Ene 17, 2014 5:04 pm

Una figura esbelta se escabullía por los callejones, oculta bajo la capucha de su fina capa negra como la noche. La rapidez que se atribuía a la anormalidad que le precedía era a la de una maldición tanto como una bendición, puesto que le permitía avanzar a la velocidad que ella deseara con tan solo desearlo...sin embargo seguía siendo una maldición que venía acompañada de la soledad de sus pasos, y lo secreto de sus movimientos como si quisiera invitar al más osado a identificarla en medio de aquellas callejas de París.

Los pocos que conocían a la heredera no podían poner en duda lo reservado de su aspecto y la gracia de sus maneras. Era una mujer reservada, sola en un mundo donde la soledad de la mujer era casi equiparable con su debilidad. Evidentemente nadie sabía que en sus venas ya no corría más la sangre que un día nutrió su corazón, ahora quieto y duro como una roca. Menos mal la crudeza del invierno justificaba en parte la baja temperatura de su cuerpo, muerto, frío...

Se comentaba que salía poco , y que pocas veces hacía visitas personales a las damas de sociedad Parisinas. La verdad era que disfrutaba mucho de los bailes y del teatro, y que eran justificables con las muchas -únicas- veces que era vista en público, cuando la noche se alzaba con su imponente oscuridad, y lo que iluminaba las calles era apenas la tenue luz de las farolas.

No tenía muchos amigos cercanos, y eso la volvía una dama misteriosa. Claro que nadie sabía que en realidad ya no había nada de humano en aquella mujer, bella gracias a la inmortalidad maldita, e indestructible. Suspiró.

Solía escabullirse de aquella zona residencial donde vivía, en la antigua mansión familiar, ahora restaurada. Lo cierto era que no tenía que darle explicaciones a nadie sobre sus ausencias, tan necesarias para poder encontrar algún infeliz del cual alimentarse. Le había costado mucho lograr controlar sus instintos, y ahora podía estar orgullosa de que no mataba siempre a sus víctimas y que era capaz de controlarse al punto de dejar al desdichado en debilidad extrema, pero vivo, al fin y al cabo.

Sus sitios predilectos eran los callejones, donde había extrema pobreza. Atacaba por lo general a criaturas de los bajos fondos, a sabiendas que si en el caso la persona no sobrevivía, nadie notaría su ausencia. Sin embargo aún no podía manejar del todo la culpa y el remordimiento que precedían a esos ataques y a esas muertes. Una maldición con la que tenía que aprender a vivir, incluyendo los temores, los remordimientos y las privaciones.

Su caminar ligero apenas dejaba huellas en la nieve grisácea que cubría el pavimento. Estaba atenta a cualquier movimiento, pues generalmente se encontraba con ebrios o vagabundos en el camino. Aquella noche, sin embargo, no había tenido mucha suerte; y precisamente aquella noche estaba sedienta. La garganta ardiéndole como si estuviera en llamas le resultaba de lo más incómodo para tener la cabeza despejada, puesto que la necesidad se alzaba imponiéndose a sus demás sentidos -los pocos que le quedaban- humanos. Había llegado al burdel, lo sabía por el bullicio que salía de las paredes. Estaba segura de que se encontraba en algún callejón alterno, pues ya para ese entonces se habría topado con algún caballero semi-ebrio en busca de cariño, y por lo que su sentido del oído le afirmaba, la diversión se encontraba precisamente al lado contrario de la calle.

Aminoró el paso, oculta entre las sombras. Agradecía que la capucha de la capa cubriera sus facciones, pues así era ciertamente difícil reconocerla. Entonces aguardó, desde su posición, a la espera.
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Mensaje por Keyzey Skyride Dom Ene 19, 2014 7:11 am

Apenas había pasado ya una semana de su llegada a París. Su familia y todos sus recuerdos habían quedado muy atrás ya, excepto los de aquella noche en que se aventuro por las calles de Londres a altas horas de la noche. Solo hizo falta una noche para que la vida del joven de clase alta con futuro bastante prometedor cambiara radicalmente y ahí estaba producto de aquel cambio...

El burdel de París parecía mucho más concurrido a esas horas que el de Londres, la gente iba y venía. Muchos clientes solo aprovechaban de beber un buen trago mientras miraban a las cortesanas que atendían mientras que otros pasaban con ellas a los cuartos que el local disponía. Keyzey miraba aquello desde la silla en la que estaba sentado y suspiraba. Seguía siendo un joven tímido y aquello no le estaba ayudando en su trabajo. Varias cortesanas tenían el mismo problema que él, pero no les era tan difícil por el hecho de ser mujeres, aunque se quedaban con los hombres más desesperados. Ser cortesano hombre era más difícil y Keyzey ya llevaba unos meses en los que no paraba de pensar en lo mismo. Eran pocas las mujeres que iban en condición de cliente y gracias a esto solo consiguió unos pocos clientes hombres aquella semana.

La mirada resignada de Keyzey bajo al libro que estaba leyendo. Un libro de historia en inglés que relataba sobre la vida de algunos mercenarios más nombrados de épocas pasadas. Keyzey podía pasar horas leyendo esos libros imaginando como sería su vida si tuviera al menos el 0,1 por ciento de las agallas que esos hombres tenían. Hacían lo imposible teniendo todas las posibilidades en su contra mientras que Keyzey con todo el valor que había podido conseguir termino siendo cortesano y viajando a París. Como si fuera poco, de no ser porque alojaba en el burdel, le estaría hiendo peor que a un perro callejero.

– De nuevo leyendo, Keyzey. Esto no es una biblioteca, sino te vas a acostar con algún cliente ¡ve a la calle y trae más!– Le ordenó su jefa tras posar ambas manos sobre la mesa, haciendo que Keyzey de inmediato la mirase a los ojos y se levantase. – Lo siento mucho, ¡voy enseguida!– Espetó el asustado joven mientras cerraba su libro, olvidándose de marcar la página en que había quedado, para guardarlo en su cuarto a toda prisa y salir a la calle. Solo ahí fue cuando se dio tiempo para soltar un suspiro.

Comenzó a caminar entre los callejones cercanos, donde los ebrios o vagabundos eran más fáciles de convencer para ir hasta el burdel, pero parecía no estar de suerte aquella noche. Kezey entonces levanto la vista al cielo y pudo contemplar una brillante luna llena como pocas veces la había visto. Recordó historias de hombres lobo y vampiros que había leído en su infancia. Sabía que varios padres las usaban para asustar a los niños y estos se quedaban en casa. – Le gente aquí parece ser más supersticiosa– Mascullo en inglés mientras caminaba y sentía una mano posarse sobre sus nalgas. Era un caballero que se veía ser de clase alta y estar algo ebrio. – Niño, me enteré que eres cortesano, ¿qué dices si te pago por la noche, eh? – Dijo el hombre, aunque a Keyzey no le llamó la atención y en ese momento tampoco estaba de ánimos. – Lo siento señor, hoy no estoy disponible. Le puedo ayudar a caminar hasta el burdel si quiere – Dijo, pero el hombre negó con la cabeza y empujó entonces al joven contra la pared del callejón para arrinconarlo ahí. – Serás mio esta noche, me gustas y ese acento inglés te hace más irresistible – Dijo el hombre en voz alta mientras acercaba sus labios al cuello de Keyzey.

Si había algo que al joven no le gustaba era que lo forzarán a hacer su trabajo, por lo que forcejeó un poco con el hombre, pero este a penas se movía. La fuerza que ejercía sobre los hombres del cortesano era mucha para que Keyzey pusiera resistencia alguna. –¡No, por favor! ¡No quiero! ¡Ayuda! – Gritó asustado, pero solo recibió un puñetazo en la mejilla. Le hizo sangrar levemente el labio y las lágrimas comenzaron a correr por el rostro del joven. – ¡Calla puto! ¡Te dejarás y te gustará! – Gritó el hombre de vuelta quien ahora tapaba la boca del muchacho haciendo que su nuca se golpeará con algo de fuerza contra la pared y no pudiese volver a gritar.
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Mensaje por Antoinette Bellerose Dom Ene 19, 2014 10:42 am

No había pasado mucho tiempo desde que la dama se hubo ocultado en la seguridad de las sombras, cuando ante sus ojos empezaron a desfilar ebrios con traje, y ebrios harapientos. Antoinette no gustaba mucho del sabor de la sangre alcoholizada, debido a que tenía muy mal sabor que tardaba días en pasarse. Sin embargo, era lo que había y no podía darse el lujo de permitirse otra cosa.

Estuvo observando detenidamente a un caballero de finos ropajes que se encontraba tambaleante, y estaba dispuesta a dar el gran golpe, cuando algo alterno sucedió. Antes de que ella pudiera atacarlo un joven apareció en la escena. La heredera no supo decir de dónde hubo salido, hasta que el caballero que iba a merendarse atacó al muchacho, de repente invadido por la lujuria.

¿Cortesano? se preguntó, levantando en acto involuntario ambas cejas a causa de la sorpresa. El joven tenía rasgos finos, y evidentemente era de buena cuna. ¿Qué le habría llevado a vivir su vida en un burdel? Agudizó el oído para escuchar el dialogo que se llevaba acabo varios metros por delante de ella, y pudo notar la persistencia del adulto, mientras que el joven se resistía rotundamente.  Usualmente ella aguardaba a que las peleas terminaran, y cuando los implicados se encontraban noqueados generalmente su trabajo se hacía mucho más sencillo, pero ahora sentía incomodidad ante la escena, puesto que el hombre había acudido a la fuerza como último recurso.

¿Cómo reaccionaría el joven si ella se revelaba? Seguramente gritaría y huiría de la escena y eso podría en alerta a los demás caminantes de la zona. Sin embargo, y a pesar de que todavía no dominaba con agudeza sus dones sobrehumanos, podía persuadir bastante bien a las personas con un tipo de hipnosis que todavía no comprendía del todo. Funcionaba bastante bien, y estaba segura de que podría cenar en paz y con la certeza de que los gritos serían nulos.

El joven cortesano empezó a pedir ayuda, y esa fue la entrada que inconscientemente la impulsó a mostrarse, revelando su escondite. Caminó con sigilo, aún oculta por la capucha, y se colocó detrás del hombre que aún aprisionaba al joven contra la pared.


Mi querido señor, esas no son maneras de tratar a las personas... —Su voz emergió entonces con todo el poder de su encanto vocal, tranquila y sedosa. Sin embargo era una voz que alertaba el peligro, y aquel hombre estaba a punto de saber de qué se trataba.

Una mano fantasmagórica emergió entonces de la capa, y se colocó en el hombro del caballero, oprimiendo la clavícula con la fuerza justa para romperla. Fue tan rápido que el hombre tuvo apenas tiempo para soltar al muchacho y proferir un desgarrador alarido, que supuso se hubo escuchado en los interiores del recinto. El hombre cayó sobre sus rodillas y miró aterrado a aquella figura sin rostro, intentando descubrir su identidad.

Es usted muy ruidoso, monsieur—Regañó la dama con evidente desaprobación. Con ambas manos deslizó con suavidad la capucha que le ocultaba el rostro, y se mostró tal cual era, poseedora de aquella belleza maldita y poco natural. Lo miró a los ojos, desde sus orbes zafiros y musitó con un murmullo gentil, que a todas luces era una orden —Te quedarás quieto y no gritarás más. ¿Entendido? —En otras circunstancias habría dejado al tipo noqueado y abandonado en la calle, sin embargo no había probado sangre en varios días, y ésta la llamaba a través del pulso acelerado y el corazón desbocado del hombre que tenía enfrente.

No dolerá, y será rápido.. —Aseguró, ignorando la mirada de terror y los gimoteos intelegibles que propiciaba. Podía afirmarlo porque la mordida vampírica tenía una anestesia poderosa que apenas se sentía, y ella lo sabía. La morena había olvidado que estaba teniendo un testigo, y que seguramente la calle se llenaría con rapidez a causa del primer alarido del tipo. Tenía que actuar rápido, por lo que sujetando al hombre con una delicadeza impropia, ladeó su cabeza hasta exponer el cuello del mismo, y con bastantes ansias, desveló los colmillos que tenía ocultos entre su dentadura perfecta. Los colmillos emergieron casi triunfales, y ella sin pensárselo dos veces, los hundió en el cuello del mismo saboreando la amargura de la sangre alcoholizada, que inundó en un instante su boca, tranquilizando su garganta seca y saciando su sed. El pobre sujeto tuvo apenas tiempo de luchar, o al menos intentarlo, y se dejó ir en una tranquilidad inducida, hasta que ella lo drenó por completo. El ruido sordo del cuerpo al caer en la nieve completamente inerte fue quizás lo que la devolvió a la realidad. Se irguió entonces, olvidando limpiar la sangre que ahora corría por su mentón y goteaba sobre la negra capa y observó al hombre por última vez, deseando que las cosas hubiesen sido diferentes.

Un pequeño ruido recordó a la chica que no estaba sola, por lo que dirigió una mirada salvaje hacia el muchacho, repentinamente inquieta de haber tenido público. ¿Qué debía hacer? Podría matarlos a ambos y eliminar la evidencia, aunque ahora ya no tenía sed y ese instinto animal se le había evaporado. Aguardó mirando al joven, con una postura rígida, aún analizando como iba a proceder.
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Mensaje por Keyzey Skyride Lun Ene 20, 2014 5:05 am

Odiaba que los hombres le tratasen así por ser cortesano, incluso si estos eran sus clientes. Mas aquel hombre no lo era y le había golpeado, era la primera vez que iba a sufrir una violación y como si fuera poca la timidez de Keyzey, este había dejado de forcejear y se estaba preparando para hacer como al hombre le gustaba. Aquello habría dejado una secuela fuerte en la mentalidad del joven, pero lo que este no imaginaba era la persona que acudiría  a su llamado de auxilio.

Estaba con los ojos cerrados, por lo que solo pudo escuchar la voz de una mujer provenir por la espalda del hombre que intentaba acosarlo. Keyzey sintió entonces que ya nada lo aprisionaba contra la pared mas que el miedo por lo que estaba contemplando ahora que volvía a abrir los sus ojos. Pensó que había sido una mujer que le había salvado, pero no estaba segundo de aquello ya que estaba cubierta por una capucha. Aquello la hacía más aterradora, eso y el grito de dolor que soltó quien había sido su acosador. Solo fue cosa de segundos y entonces comprendió que si se trataba de una mujer, cuando volvió a hablar reprochando el grito del ebrio.

No quería seguir viendo, quería volver al burdel y rogar a su jefa por no dejarle salir más, pero aquello no era suficiente. Keyzey aún no había experimentado todo el terror que aquella noche y precisamente aquella dama podía ofrecerle. ¿Quién era esa mujer? Le resultaba todo tan extraño. De donde provenía Keyzey la mujer no podía ni pensar en reprochar al hombre, mucho menos usar su fuerza si es que la tenía contra este. ¿Por qué se había tomado la molestia de salvar a un prostituto como él? ¿O era acaso que él también estaba en peligro? Algo además de su instinto miedoso le decía que si.

La capucha entonces reveló el rostro de su salvadora y a pesar de la poca luz que había en el lugar, Keyzey pudo contemplar algunas facciones de su rostro que le hicieron tragar saliva. Había un brillo en los ojos que miraba, aterrador y que decían a Keyzey que debía salir corriendo lo más pronto posible, pero sus extremidades inferiores seguían sin responder.

Y ahí fue cuando comprendió que la gente no era supersticiosa, que habían más seres en la noche de los que podía imaginar, aunque solo era una persona la que estaba viendo. Los colmillos dejaron sin vida al hombre, cosa que comprendió cuando el cadáver calló contra el suelo. Esta vez era el miedo quien aprisionaba al joven cortesano contra la pared. Era la primera vez que veía a alguien caer muerto a sus pies y encima en manos de un vampiro. Supo lo que era, la descripción de las historias encajaba casi a la perfección como tantas cosas que había visto por primera vez al salir de su casa.

–¿Eres una vampira? – Murmuró a penas con un hilo de voz. Sabía que debía hacer, pero su cuerpo entero estaba entre la espada y la pared. Sabía que si corría su salvadora daría con él sin ningún problema. Era mucho más fuerte que él quien ni pudo con el cadáver a sus pies. Volvió a tragar saliva e inhalo un poco de aíre. –¿Qué me harás?– Preguntó con un poco más de voz, temiendo que la respuesta fuera lo mismo que acababa de ver.

El grito de ayuda de Keyzey fue lo primero que alertó a la gente que se encontraba cerca, llegó hasta el burdel, así como lo hizo luego el del hombre ahora muerto. Entre los callejones cercanos la gente comenzaba a correr, buscando por donde habían provenido el llamado de auxilio y el grito de terror. Era solo cuestión de minutos para que dieran con el joven aterrado frente a la vampira. Paralizado por el miedo, Keyzey había olvidado completamente que la mujer frente a él le había salvado y esto le impedía dar las gracias por aquel acto puesto que aún no estaba seguro de si estaba realmente a salvo.

¿Cómo reaccionaría la gente al ver tal escena? Poco le importaba a Keyzey pues solo quería salir de la duda de que si realmente su llamado de auxilio había sido escuchado o sería también victima de aquellos colmillos.
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Mensaje por Antoinette Bellerose Sáb Ene 25, 2014 4:00 pm

Antoinette seguía mirando al muchacho, hasta que reparó  que la sangre que manaba de su barbilla estaba goteando sobre la nieve, tiñéndola de un rojo oscuro que se diluía en contacto con ella. No hizo nada para repararlo al instante, puesto que la pregunta del muchacho precedió a un grito ahogado de auxilio que esta vez, y estuvo segura, no iba a ser ignorado en el burdel.


Sus movimientos fueron mucho más rápidos de lo que el cortesano pudo siquiera pensar. La mano pálida de la dama se ubicó con prontitud en la mandíbula masculina, impidiendo que la moviera, y su cuerpo de mármol lo aprisionó contra la misma pared en la que el ahora difunto lo hubo aprisionado también. En los ojos femeninos ardía una ira salvaje que se reflejó en las duras palabras que salieron de sus labios, una vez más camufladas bajo la delicada y aterciopelada voz que como una técnica de hipnosis, relajaba siempre a quienes la escuchaban.


No había necesidad de gritar, niño torpe. —Lo dijo como un regaño, aunque sabía que el hombre que tenía enfrente nada tenía de niño. Se encontraba en medio del cortesano y del cadáver, y sabía que disponía verdaderamente de poco tiempo, puesto que gracias a su oído súper desarrollado supo de inmediato que estaban enviando a alguien a revisar.

No gritarás de nuevo, ¿verdad? —Se encontraba tan cerca al rostro masculino, que podía sentir su respiración agitada a causa del miedo. Sabía que el chico no gritaría de nuevo, al menos que quisiera morir, por lo que tratando de tranquilizarse para no hacerle daño, se retiró suavemente liberando la prisión que estaba haciendo sobre el cortesano.


Cerró suavemente los ojos por un segundo, y cuando los abrió se encontraba nuevamente serena, por lo que cuando habló lo hizo verdaderamente tranquila. —Un gracias habría bastado, ¿sabes? Éste —pateó el cadáver suavemente—...parecía bastante propuesto a acabar contigo, y estoy segura de que lo hubiese logrado. Mortales gritones... —Se lamentó, extrayendo de las profundidades de su capa un pañuelo de blanco algodón, para limpiarse con él los labios y la barbilla. Era impropio que se molestara todavía en mantener la educación y la buena presencia frente al joven desconocido, sabiendo que podía haberlo roto en cuanto lo descubrió como testigo de aquel asesinato. Sin embargo, y a pesar de todos los años de vampirismo, la morena no lograba desligar su parte humana de su nuevo cuerpo vampírico.

Los hombres que se habían arriesgado a ir a supervisar el callejón estaban a punto de doblar la esquina y descubrirlos, por lo que la inmortal dirigió una vez más sus orbes azules al muchacho, y habló con tranquilidad.

Están por descubrirnos, y a menos que desees que me haga un festín con tus clientes, es mejor que desmientas todo lo que has visto y hagas que se alejen del lugar, ¿si? —Lo solicitó con amabilidad, lamentando la posición en la que estaba poniendo al cortesano. Sabía que era la única manera, pues no tenía verdaderas ganas de matar a los inocentes, a pesar de que siendo sensata hubiese tenido que hacerlo. Tomó por el cuello de la camisa al hombre que yacía muerto a sus pies, y lo alzó con facilidad. Lo iba a esconder de la vista de los curiosos, esperando que el joven supiera tomar la decisión correcta y deshacerse de la indeseada  compañía.
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Mensaje por Keyzey Skyride Dom Ene 26, 2014 7:09 am

El terror se dibujaba en los ojos del cortesano que contemplaba el rostro aún cubierto con algo de sangre de la vampira que tenía en frente. Tragó saliva unos segundos, pero no pudo hacer nada más que esto puesto que volvía a estar aprisionado contra la misma pared. Por más que intentase no podía mover su cabeza, su vista estaba prisionera también de los ojos de la dama que tenía en frente. Podía ver lo enojada que estaba y entonces fue cuando realmente Keyzey temió por su vida.

A pesar de eso, la voz de la mujer no parecía molesta, aunque el cortesano no era tonto en lo absoluto pues sabía lo enojada que estaba por haber gritado. Temeroso negó con la cabeza cuando le preguntó si volvería a gritar. No le quedaba de otra que obedecer si quería volver con vida al burdel.

Fue soltado entonces del agarre cuando ella comenzaba a limpiarse lo que quedaba de sangre en su rostro. Keyzey solo miraba. Comprendió que no estaba en peligro cuando volvió a abrir los ojos, pero la timidez del joven le superaba, eso y las muchas veces que sus hermanos comenzaban a molestarle cuando parecían ya aburridos de esto. Sabía que a pesar de no tener con que defenderse no debía molestar a la mujer pues no sabía en cuanto podía cambiar de parecer y matarlo como lo hizo con el cadáver que estaba entre medio de ambos. – Lo...Lo siento m-mucho... – Dijo tartamudo y haciendo que sin querer su acento inglés se notara más de lo normal. – Gracias – Volvió a decir después de haber tomado un leve suspiro para que su tono de voz volviese a la normalidad.

Sus ojos se cruzaron de nuevo antes de que le diera la orden. Contempló aunque asustado los ojos azules de la vampira. A pesar de ser una criatura temible y mortal para quien la hiciera enojar Keyzey pudo notar la belleza la mujer. Quizás eso era lo que más le intimidaba de ella. – Lo haré enseguida, lo siento – Volvió a decir aunque su tono de voz pareció más el de un sirviente temeroso por la ira de su amo. Y mientras ella se ocupaba del cadáver, el joven cortesano partió corriendo casi tropezándose al otro lado del callejón donde se encontraban quienes habían venido a socorrerle.

Los hombres parecían preocupados al verlo tan agitado. También eran cortesanos por lo que sabía de ellos. No sabía muy bien como iba a explicarle lo que había sucedido, debía inventar alguna mentira sino quería que acabarán muertos como el sujeto que intentó violarlo. – Keyzey, ¿qué ha pasado aquí? Te escuchamos gritar y nos mandaron a buscarte – Preguntó uno de los cortesanos. No quería ni mirar hacía atrás temeroso más de la mujer que estaba ahí que de sus compañeros. Probablemente ya habían visto el cadáver, no sabía que este ya no estaba ahí puesto a que corrió a penas le dieron la orden. – Lo siento – Miro hacía atrás para comprobar que él cuerpo inerte ya no estaba y suspiro de nuevo aliviado. – No fue nada, un ebrio intento pasarse conmigo, no tenía como pagarme, insistió pero al parecer bebió demasiado y callo dormido – Dijo temeroso aún, no fue la mejor mentira que se le pudo ocurrir en el momento, pero al parecer aquello no era raro puesto que sus compañeros pronto soltaron unas carcajadas. Al parecer no habían notado a la mujer. – Bueno, si eso ha sido todo te esperamos en el burdel hombre, vente de regreso con más cuidado – Le dijo su otro compañero quienes marcharon al comprobar que todo andaba bien.

Suspiró nuevamente y volvió hacía donde estaba la vampira. Bien pudo haber vuelto al burdel, pero supuso que aún tenía asuntos pendientes con ella. – Lo siento por eso, pensé que también iba a atacarme – Dijo por último aunque su tono de voz rozaba entre la inseguridad y la tranquilidad. ¿Qué más debía decir? ¿Cómo debía actuar con ella? No tenía idea, era la primera vampira que conocía frente a frente y quizás no había sido aquella la mejor situación para conocerla.
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Mensaje por Antoinette Bellerose Miér Feb 26, 2014 11:49 am

La inmortal aguardó oculta entre las sombras, a la espera. Escuchaba atenta el diálogo del cortesano con los hombres, sintiéndose más tranquila ante la burda excusa que pasó inadvertida para los curiosos. Lentamente las pisadas se alejaron, junto a un murmullo de voces que se alejó hasta volverse casi imperceptibles. Por su parte, la dama ya había acomodado al cadáver de manera que la herida pasara indvertida. Claro que lo que no era inadvertido era la mancha sanguinolienta en el níveo suelo. Suspiró, la nieve resultaba sumamente reveladora.


Un suave sonido de pisadas se acercó entonces, revelando al cortesano que estaba ya mucho más calmado que antes. Menudo susto se había llevado, así que le resultaba sumamente tranquilo saber que era capaz de procesar con rapidez emociones fuertes.


No te disculpes... —Musitó ella con un ápice de amargura en la voz. Lo miró entonces de nuevo, directamente, una mirada que ya no era acusatoria, sino carente de emoción alguna. —Es lo que siempre sucede. Digo, no es que todos sobrevivan para contarlo... —Rió con amargura, a sabiendas de que era una línea carente de humor. La historia siempre se repetia, y es que no solo era malo tener que vivir encerrada en las mañanas, sino que también tenía que lidiar con el miedo, la angustia, el horror. Claro, ella no estaba acostumbrada ya que siempre había sido toda bondad, aun que esa faceta se había disuelto con la misma rapidez con la que su inmortalidad había llegado. Estaba consiente de que era tan sólo un cadáver animado, y que nada que fuera contra las leyes naturales -nada maldito-  podría ser un ente amado. Debía admitirlo, a veces se sentía mal por ello.


Debes pensar que soy un ente despreciable... ¿no? —Inquirió al cortesano. Sus orbes ya no estaban fijos en él, sino en el cadáver del hombre. Se acercó suavemente al inanimado ser y con sus níveas manos le acomodó la corbata para que no se viera tan maltratado. Le sorprendía ver al joven aún allí, enfrentando sus miedos. Aún seguía esperando que él salga corriendo, huyendo por su vida.


Dime Keyzey, ¿ahora crees en vampiros? —Inquirió, con una sonrisa. Alisó los pliegue de su falda, y se acomodó la capa. Quien la hubiese visto no habría dudado nunca que era una dama como cualquier otra, que debería encontrar un esposo adecuado que la protegiera, y a la que solo debería importarle formar una familia y seguir adelante de acuerdo a los estándares sociales. Sonrió. Ella estaba muy alejada de esos parámetros.
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Mensaje por Keyzey Skyride Miér Abr 02, 2014 4:11 pm

Keyzey logró percibir el cambio de temple en la dama que tenía en frente, aunque este apenas parecía ser real. Claro, no era tan difícil después de haber visto la fiereza con la que la vampiresa se alimento de su atacante. La notaba hasta cierto punto más calmado y aunque no quería averiguar que tanto duraría este cambio le intrigaba saber cuanto podría durar o si daría al menos algún aviso. Keyzey por su parte había vuelto también a la normalidad, aunque seguía asustado y alerta quienes lo conocían podían asegurar que ese era Keyzey gran parte del tiempo. No le era nada nuevo enfrentar sus temores, aunque no lo hacía por coraje sino más bien por resignación.

Tragó saliva al escuchar sus primeras líneas, podía sentirse afortunado de haber visto los colmillos de un vampiro por primera vez y vivir para contarlo. Empero, también aquel ser le intrigaba bastante, no parecía orgullosa de lo que era sino más bien todo lo contrario, ¿o era acaso que la presencia del cortesano le incomodaba? Por más que lo intentase aquella dama parecía un libro cerrado y prohibido para él. ¿Un ente despreciable? Keyzey no era de los que juzgaban mal a las personas y a pesar de haber visto aquel asesinato era cierto que la vampiresa había aparecido en el momento justo para protegerlo, aunque esas quizás no hayan sido sus intenciones. Negó con la cabeza al escuchar la pregunta.

Volvió a tragar saliva al escuchar la segunda pregunta. ¿Quién no podría creer en vampiros después de haber visto aquello? Aunque el cortesano toda su vida se mantuvo escéptico al respecto, tampoco era alguien borde o ciego, sus ojos nunca le engañaban y sabía que no solo tenía una bella dama frente suyo sino también una muerte segura si la hacía enfadar.

Su sonrisa a pesar de hermosa era igual de intrigante. No podía adivinar por más que lo intentara que estaba pasando por la cabeza de la dama. No era como cualquier otra que haya conocido, mucho menos como las que había conocido en el burdel, la gran mayoría era fácil de leer lo que pensaban incluso para Keyzey quien no era un experto con las mujeres aún.

Suspiró levemente mientras ella miraba al cadáver. La idea de mantener una conversación con un vampiro le seguía asombrando y hasta cierto punto asustando al cortesano. Muchos hombres no se atreverían y no era que se estuviera haciendo el valiente, simplemente el miedo le hacía actuar de la pero manera posible o quizás no. – Aunque no me deja del todo tranquilo, no encuentro otra explicación para lo que vi... – Dijo dejando el tartamudeo de lado y volviendo a un tono de voz más normal en él. – No creo que sea despreciable. Quienes abusan de los débiles son más despreciables que usted – Terminó de hablar aunque su mirada reflejaba algo de duda después de mirar al cadáver. ¿Había sido necesario matarlo? No lo sabía, pero tampoco era quien para escribir las reglas del juego.
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