AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Capullos de esperanza - Lissander
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Capullos de esperanza - Lissander
Majestuosa presencia la tuya.
Hermosas vestiduras pincelan
cada milímetro de tu ser,
magna belleza incomparable.
Sutil en el silencio,
cálida en tu altivo mirar.
Todo lo que diga es poco
tratándose de ti...
Hermosas vestiduras pincelan
cada milímetro de tu ser,
magna belleza incomparable.
Sutil en el silencio,
cálida en tu altivo mirar.
Todo lo que diga es poco
tratándose de ti...
- Spoiler:
- https://www.youtube.com/watch?v=gdea-x38Pvs
___________
No sé por qué tengo la impresión de que Lissander está preguntándose qué clase de cosas cargo en la mochila. En realidad es más lo aparatosa que se ve, que en lo que realidad lleva. Sólo son pequeñas cosas que quise traer conmigo para pasar una buena tarde. Nada fuera de lo normal. No representan una carga para mí, es más ni siquiera siento que tengo peso sobre mi espalda. Mi mente simplemente puede pensar en lo que vendrá a continuación, que es subir - primeramente - hasta el pico de la montaña. La temperatura bajará un par de grados más apenas estemos arriba, habrá neblina y mucho silencio. ése bendito silencio que tanto amo. El nerviosismo ha ido menguando paulatinamente. Me siento en confianza, cómodo, pero lo que más me alegra por sobre todas las cosas, es que él se haya restablecido por completo. Al menos es la impresión que me da. Pareciera que el color le ha regresado a las mejillas, y sus sonrisa ha vuelto a brillar como el sol: Radiante.
-Pues bien, ya estamos aquí - le sonrío, mientras un denso vapor sale de mi boca - Justamente allá arriba es nuestro destino - alzo mi vista, percatándome de que hay densos nubarrones circundando el sitio de llegada - Sólo espero que no llueva demasiado, porque de lo contrario nos perderemos de una magnífica vista. La pared es muy alta como puedes apreciar, pero nada que unas fuertes alas puedan remediar. Todo saldrá bien si confías en mí… Y en tu magia.
Mis alas. ¡Qué bien se siente hablar sin temor a ser juzgado de manera cruel! estoy tan emocionado, que sólo faltaría saltar de alegría y correr como loco hacia ninguna parte en particular. Evito eso sí - en la medida de lo posible - que la emoción me rebase y cometa una serie de niñerías que acabarían dejándome en mal ante sus ojos. Le doblo la edad, pero muy al contrario de lo que pudiera ser una obviedad, soy muy inexperto para muchas cosas. Ésta especie de cita es una de ellas. Todo me parece desconocido, nuevo, emocionante; y sin embargo es la decimonovena vez que vengo a éste rincón tan apartado de la ciudad. La primera vez con Lissander C. Arcalucci. La salida, es un parte aguas entre el antes y el después. Entre el hoy y el mañana.
-¿No te asustan las alturas, cierto? - le doy un golpecito más a manera de juego, como cuando nos conocimos en el callejón - Créelo no, en un principio, me daba miedo volar más allá de algunos metros hacia arriba. Sobre volando siempre en un sitio seguro. Nada arriesgado. - Me acuclillo para supervisar que las pequeñas bolsas de la mochila estén perfectamente bien cerradas, cerrando y ajustando cordeles - Hasta que cierto día, tuve miedo de ser presa de un ave de mayor envergadura. ¿Puedes creerlo? estuve muy cerquita de terminar en el estómago de un ave más grande que yo. ¡Ironías de la vida! entonces… - continúo mi breve relato - Tuve que luchar por mi vida y enfrentarme a uno de mis mayores miedos, que era volar mucho más alto de lo que pudiera siquiera imaginar… Creo que estamos listos para partir, aunque deberé pedir un poco de tu ayuda-. Me pongo de pie, sacundiendo mis rodillas que se han mojado un poco por el pasto húmedo - ¿Podrías llevarla en tu espalda durante el ascenso? Te aseguro que no será por mucho tiempo, en un abrir y cerrar de ojo habremos llegado… Y eh, también debo pedirte que no vayas a olvidar mi ropa en cuanto esté completa la transformación. Puedes, colocarla en la bolsa delantera, si no es mucha molestia - Debido al viento gélido, mi rostro presente un color rosado intenso, por lo que mi sonrojo bien pudo pasar desapercibiddo ante sus ojos - Creo que es todo por el momento, y nuevamente gracias por haber venido. Sé que tuvimos que salir de madrugada, que tuvimos que caminar demasiado con el viento frío golpeando nuestros rostros, pero te aseguro que valdrá mucho la pena.
Cuanndo toqué el portón de su casa por segunda vez, de madrugada, el corazón me latía mil veces más rápido de lo que late ahora. Pura emoción, expectativa, alegría. Por fín uno de mis más grandes sueños se estaba convirtiendo en realidad. No era el simple hecho de la estupenda compañía, era el hecho de tener un día "normal" salir, platicar con alguien, convivir con la naturaleza… De niño siempre quise una salida como ésta en compañía de mis padres, pero éramos tan pobres que sólo me conformaba con imaginar e idealizar el cómo sería: El sol brillando en todo lo alto, las nubes caminando lentamente mecidas por el viento, avecillas revoloteando entre nosotros y flores y plantas mostrando distintos colores, fromas y olores. El día de hoy no hay nada de eso, pero a veces las cosas no se presentan como esperamos; Dios en su infinita grandeza, siempre le da lo justo a cada quien, en el momento adecuado. Hoy es mi momento.
-Ahora la parte más importante de todas: La trasnformación. -Un ligero cosquilleo me recorre todo el cuerpo. -Sé que probablemente no estés acostumbrado a ver éstas cosas - ni yo msimo - Pero te pido paciencia. H-He estado practicando éstos días, y creo que finalmente puedo controlarla. Una vez me trasnforme, voy a elevarme, y ahí intentaré sujetarte por los hombros. ¿Está bien? ¿A-Alguna duda?
Ruego en Dios que no. Me comen las ansias por llegar a la cumbre, antes de que los cambios climatolígicos nos jueguen una mala pasada. El clima en Francia y en éstas zonas alejadas, suelen ser muy inconstantes. A la madre naturaleza siempre hay que tenerle mucho respeto.
-Pues bien, ya estamos aquí - le sonrío, mientras un denso vapor sale de mi boca - Justamente allá arriba es nuestro destino - alzo mi vista, percatándome de que hay densos nubarrones circundando el sitio de llegada - Sólo espero que no llueva demasiado, porque de lo contrario nos perderemos de una magnífica vista. La pared es muy alta como puedes apreciar, pero nada que unas fuertes alas puedan remediar. Todo saldrá bien si confías en mí… Y en tu magia.
Mis alas. ¡Qué bien se siente hablar sin temor a ser juzgado de manera cruel! estoy tan emocionado, que sólo faltaría saltar de alegría y correr como loco hacia ninguna parte en particular. Evito eso sí - en la medida de lo posible - que la emoción me rebase y cometa una serie de niñerías que acabarían dejándome en mal ante sus ojos. Le doblo la edad, pero muy al contrario de lo que pudiera ser una obviedad, soy muy inexperto para muchas cosas. Ésta especie de cita es una de ellas. Todo me parece desconocido, nuevo, emocionante; y sin embargo es la decimonovena vez que vengo a éste rincón tan apartado de la ciudad. La primera vez con Lissander C. Arcalucci. La salida, es un parte aguas entre el antes y el después. Entre el hoy y el mañana.
-¿No te asustan las alturas, cierto? - le doy un golpecito más a manera de juego, como cuando nos conocimos en el callejón - Créelo no, en un principio, me daba miedo volar más allá de algunos metros hacia arriba. Sobre volando siempre en un sitio seguro. Nada arriesgado. - Me acuclillo para supervisar que las pequeñas bolsas de la mochila estén perfectamente bien cerradas, cerrando y ajustando cordeles - Hasta que cierto día, tuve miedo de ser presa de un ave de mayor envergadura. ¿Puedes creerlo? estuve muy cerquita de terminar en el estómago de un ave más grande que yo. ¡Ironías de la vida! entonces… - continúo mi breve relato - Tuve que luchar por mi vida y enfrentarme a uno de mis mayores miedos, que era volar mucho más alto de lo que pudiera siquiera imaginar… Creo que estamos listos para partir, aunque deberé pedir un poco de tu ayuda-. Me pongo de pie, sacundiendo mis rodillas que se han mojado un poco por el pasto húmedo - ¿Podrías llevarla en tu espalda durante el ascenso? Te aseguro que no será por mucho tiempo, en un abrir y cerrar de ojo habremos llegado… Y eh, también debo pedirte que no vayas a olvidar mi ropa en cuanto esté completa la transformación. Puedes, colocarla en la bolsa delantera, si no es mucha molestia - Debido al viento gélido, mi rostro presente un color rosado intenso, por lo que mi sonrojo bien pudo pasar desapercibiddo ante sus ojos - Creo que es todo por el momento, y nuevamente gracias por haber venido. Sé que tuvimos que salir de madrugada, que tuvimos que caminar demasiado con el viento frío golpeando nuestros rostros, pero te aseguro que valdrá mucho la pena.
Cuanndo toqué el portón de su casa por segunda vez, de madrugada, el corazón me latía mil veces más rápido de lo que late ahora. Pura emoción, expectativa, alegría. Por fín uno de mis más grandes sueños se estaba convirtiendo en realidad. No era el simple hecho de la estupenda compañía, era el hecho de tener un día "normal" salir, platicar con alguien, convivir con la naturaleza… De niño siempre quise una salida como ésta en compañía de mis padres, pero éramos tan pobres que sólo me conformaba con imaginar e idealizar el cómo sería: El sol brillando en todo lo alto, las nubes caminando lentamente mecidas por el viento, avecillas revoloteando entre nosotros y flores y plantas mostrando distintos colores, fromas y olores. El día de hoy no hay nada de eso, pero a veces las cosas no se presentan como esperamos; Dios en su infinita grandeza, siempre le da lo justo a cada quien, en el momento adecuado. Hoy es mi momento.
-Ahora la parte más importante de todas: La trasnformación. -Un ligero cosquilleo me recorre todo el cuerpo. -Sé que probablemente no estés acostumbrado a ver éstas cosas - ni yo msimo - Pero te pido paciencia. H-He estado practicando éstos días, y creo que finalmente puedo controlarla. Una vez me trasnforme, voy a elevarme, y ahí intentaré sujetarte por los hombros. ¿Está bien? ¿A-Alguna duda?
Ruego en Dios que no. Me comen las ansias por llegar a la cumbre, antes de que los cambios climatolígicos nos jueguen una mala pasada. El clima en Francia y en éstas zonas alejadas, suelen ser muy inconstantes. A la madre naturaleza siempre hay que tenerle mucho respeto.
Joshua Maloney- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 322
Fecha de inscripción : 12/08/2013
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: Capullos de esperanza - Lissander
Se las palabras en mi silencio,
y yo seré los furtivos y valientes azules,
perdiéndome entre el curvo de tus labios,
perdiéndome en ese sutil abrazo de nubes…
Se las delicadas corolas que en la brisa danzan,
y yo seré el pistilo de la orquídea,
dejándote volar con tus alas,
dejándote marchar con un beso…
~~
y yo seré los furtivos y valientes azules,
perdiéndome entre el curvo de tus labios,
perdiéndome en ese sutil abrazo de nubes…
Se las delicadas corolas que en la brisa danzan,
y yo seré el pistilo de la orquídea,
dejándote volar con tus alas,
dejándote marchar con un beso…
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Si, fue temprana su aparición en casa de los Arcalucci. Si, no se lo esperaba tan puntual. Y si, tampoco esperaba que su lugar especial fuese tan recóndito y lejano de la ciudad. Más, ya estaba encaminado hacia la montaña, ya casi llegaban, según las referencias, y ya estaba en ambiente, entonces, ¿Porqué pensar en regresar? ¡Ah sí! Quizás por el hecho de que de su mente no se quitaba la palabra “cita”, porque su estómago parecía estar anudado justo en la entrada, y porque sentía un cosquilleo constante en él, cuales mariposas atrapadas intentando salir, justo cuando escuchaba su voz, cuando veía su sonrisa, cuando disfrutaba de su mirada, cuando apenas se rosaban los brazos al caminar. Era insoportable la sensación, pero tampoco podía evitarla, ¿o sí? Además, le debía a ese joven mucho por ayudar en aquella batalla del cementerio, por la posterior curación y por esa visita tan cálida a su casa; hasta su mente llegó el recuerdo de la pluma y el tintero, hasta su mente llegó aquella sonrisa en su cama, y ahora, hasta el presente se formaba en sus labios la finura de la curva que aquella vez, solo en su cama, se dibujó.
Llegaron, escuchó el anuncio y volteó a verle, estaba frío el ambiente, bastante. Su abrigo azabache parecía una fina sabana bordeando su cuerpo para el frío que hacía, era impresionante, pero ni aun así se marcharía, no bajaría el camino de regreso, no caminaría por ese pequeño sendero hasta entrar en los linderos de París, no lo haría, sino era con él, tal cual como llegó. - No creo que llueva, bueno, esperemos que no. - Contestó el brujo dejando perder su mirar en la infinidad de la muralla que se alzaba al frente de los dos jóvenes, arriba sería su destino, era una altura impresionante, quizás eso también aumentaba su nerviosismo, volar no era algo que hacía todos los días. Los brujos no andaban escobas como en historias tontas anuncian, así que sería su primera vez en el aire… ¡wow! Si, se apretó mucho más aquel nudo. - ¿Eh? - Anunció su boca por imprudencia o por impulso, quizás por la misma distracción en la que estaba sumergido: ¿Le tenía miedo a las alturas? - No, bueno, no lo creo. - Río un poco ante su respuesta, nunca había estado a semejante nivel, nunca había intentando hechizarse para levitar o algo así, por eso no sabía si poseía vértigo o fobia a las alturas.
Creía recordar que lo más alto que había llegado, fue el resultado de aquel golpe que le dio su amiga la vampira, cuando lucharon la primera vez que se conocieron, voló unos metros en el aire, esa sensación fue buena, recordó que al principio se sintió bastante débil, pero tuvo que despertar para no morir estrellado contra una roca. Quizás no tenía miedo a las alturas, quizás el nerviosismo era causado por el clima, el frío, la caminata, el temor a caer de una altura tan monstruosa, o de que una tormenta les alcance y les juegue una mala pasada, quizás su miedo era porque Asknhar podía aparecer. No, no podía permitirse pensar así, él no era como Eris, no era su hermana, ella era la paranoica, él no, era cuerdo y centrado y así lo sería en ese momento. Respiraría hondo y seguiría dejándose llevar por aquel presente, sin imaginar absolutamente nada para el futuro más cercano, eso era lo mejor, ¿y si no lo era?
Su relato le sacó de aquel momento suyo de inmersión personal, le atendió y sonrió, “vencer los miedos”, ¿Qué maravilloso era, no? Pensaba, sus miedos, ¿Cuáles eran? ¿Podría vencerlos? Fue inevitable cambiar el contexto hacia él, porque nunca se había hecho ese tipo de preguntas, el nigromante no tenía idea de a qué le temía, pues, desde la muerte de sus padres, tuvo que asumir el rol de un valiente caballero de brillante armadura, pues, tenía una damisela que proteger. - Está bien, tomaré la mochila y tu ropa. - Respondió risueño, dando unos pasos hacia el frente para tomarla y cargarla de una vez, si que estaba algo pesada, ¿Qué tanto cargaba el actor en esa cosa? No preguntaría porque no era de su incumbencia, pero le causaba ahora una gran curiosidad. - Calma hombre, que no me importó levantarme de madrugada, y no agradezcas nada. - Si, esa fue la respuesta que dio a su agradecimiento, acompañada de aquel gesto tosco de la otra vez, un golpecillo en el hombro, como hacían los hombres de la época, ¿no? Maldición, no sabía porque, pero, ese gesto siempre le resultaría incomodo. - No hay ninguna duda, joven cambiante, el escenario es todo suyo. - Quiso sonar como esos anfitriones de clase alta que daban paso a las estrellas del espectáculo, retrocedió un poco y solamente esperaría por el acto principal, sin pensar, que él también era protagonista de aquella historia…
Lissander C. Arcalucci- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 120
Fecha de inscripción : 12/09/2013
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