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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Ragna Dárkova Vie Sep 27, 2013 6:02 am

Nadie se cruza en tu camino por casualidad,
y tú no entras en la vida de nadie sin ninguna razón.
.


París, 22:00 h de la noche.

La noche había caído en París. La brisa fría del invierno mecía las hojas de los arboles. Era temporada de llevar abrigos, de los más selectos y caros a los más sencillos, pero siempre elementales al llegar estas tardías horas. En alguna de esas calles oscuras, una joven se movía en silencio pasando entre la gente inadvertida. Una capa negra le servía de abrigo y a su misma vez de escondite. Era normal ver gente en oscuras capas, por lo que en ningún momento atraía la atención, lo que agradecía Giselle. Caminando se internó en los callejones oscuros de la gran ciudad Parisiense, en donde se estaba alojando en una pequeña casa o lo estaba al menos. Hoy mismo la habían despedido del trabajo de recadera, los clientes habían bajado en número y ya su presencia no era requerida. Si los dueños de la casa se enteraran de aquello – no tardaría mucho en suceder- la echarían a la calle en menos de los que un gallo anunciara el amanecer poniente entre las montañas. Suspirando por su mala suerte, siguió andando entre los callejones vacios, cuando distinguió  mas delante de ella, una pequeña sombra de un cuerpo caído en el suelo.

Rápidamente acudió al lado del cuerpo, sorprendiéndose de encontrarse ante un niño de no más de tres años. Sin perder tiempo, se apresuró a buscarle los latidos de su corazón. Le tocó la muñeca y buscó el golpeteo de los latidos en el cuello, encontrándolo muy débil…en sus pocos minutos de vida. Pregonando una maldición, colocó las manos encima del cuerpo del pequeño y como cada vez que dejaba que sus poderes tomaran el control, enseguida sintió como parte de su energía se conectaba con la ajena, proporcionándole la vitalidad y fuerza propia, intentando así salvarle de la inminente muerte.

—¡Vamos! Maldita sea… ¡Despierta! —Exigió Giselle a los minutos al ver como cada intento, era un caso fallido. La respiración del joven solo empeoraba, hasta llegar al momento en que el aura del pequeño desapareció. —¡No, No! Vamos… Eres muy joven para morir, no es tu hora aún.

Nada de lo que dijera haría reaccionar el corazón del joven, que cansado hacia ya mucho había dejado de latir en su pecho. Aún así Giselle no se rindió, siguió proporcionándole su energía, hasta sentir que caía agotada y como su cuerpo temblaba. Le empezaban a faltar energías. Finalmente dándose por vencida, tras más de quince minutos de intentar reanimarle con su magia, fracasando en el intento, se dio cuenta de que no podía separarse de la retroalimentación de aquel cuerpo. Su magia seguía unida al joven muchacho, impidiendo que la propia Giselle rompiera el acto de sanación.

¡Malditos descontrolados poderes! Pensó asustada. En ocasiones sus poderes se le descontrolaban, normalmente en casos de extrema alerta o de hostilidad. Hasta ahora nunca se le habían descontrolado ante una situación igual, lo que la desconcertó, sumiéndola en la desesperación por salir de aquel bloqueo en el que se encontraba sometida. Cada vez más, estaba más débil y su magia no dejaba de obrar en aquel cuerpo que perecía en el suelo muerto desde hace ya mucho tiempo. Su única oportunidad era que alguien la viese y se acercara a ayudarla –lo que parecía improbable.- Impotente, no podía mas que permanecer en aquel lugar, teniendo fe en que alguien apareciese y la sacara del trance, en que gracias a su terquedad ahora se encontraba atrapada.
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Mensaje por Lissander C. Arcalucci Vie Sep 27, 2013 12:54 pm

¿La casualidad de verdad existía? ¿O es que todo estaba “escrito” en un plan divino de un ser no-terrenal? Preguntas sin respuestas como estrellas en el cielo. Aun había mucho de tanto que no conocía, mucho que quisiera conocer, mucho que investigar y saber, ese mundo guardaba secretos cada día, cada día todo se hacía más inaccesible, más místico, y aquel buen doctor solamente seguía el curso de un camino que no sabía a dónde le llevaba, pero literalmente hablando, no sabía dónde estaba o por donde iba. Maldita Paris y sus malditas calles iguales. Pensó eso mientras caminaba, aun no se acostumbraba del todo a pasearse por esa ciudad, odiaba que aun con una semana siendo parisiense, no tenía bien precisado el camino a casa.

Y todo por ser un buen samaritano…

Sus botas negras dejaban escuchar las pisadas respectivas sobre aquel piso de piedra, llevando un abrigo de color gris que cubría gran parte de su cuerpo, se refugiaba de aquel intenso frío que no perdonaba a nadie en Paris, y es que siendo invierno no se podía esperar nada menos, además, la hora colaboraba para desatar mucho más la baja temperatura, así que cubierto con unos buenos guantes en las manos, y aquel abrigo, el muchacho se perdía entre callejones, llevando su maletín de doctor, pues ese día había estado haciendo varias consultas médicas y buscando trabajos particulares. Ahora, ese maletín que era un salvador de vidas, se convertía en un pequeño peso que cargaba consigo y que ya solamente quería dejarlo tirado por ahí, durante más de media hora andando entre los callejones, ¿Quién no querría tal cosa?

Pero llegó un momento en donde se detuvo, no quería caminar más, debía tomarse un respiro. Aprovecharía entonces el momento para echar una mirada a los alrededores, necesitaba ubicarse; había una casa abandonada cerca, y pocos transeúntes, unos mendigos hurgando en lo que podría ser una bolsa de basura, quien sabe, y una mujer con un niño en el suelo haciendo curación mágica. Y si, para su sorpresa, eso fue lo que llamó su atención, aquellos orbes azules como el tono del cielo al amanecer se enfocaron en la escena que estaba a no más de cinco metros de distancia, podía ver la energía transferirse hacia el niño, que no tenía aura alguna, es decir, estaba muerto, pero ¿Por qué aquella bruja no dejaba de transferirle?

Se percató entonces del aura de aquella mujer, se volvía débil, más apagada cada vez, y estaba en el piso temblando. ¿Podría ser que no controlaba su habilidad? ¡Tenía que ser! Ningún brujo que usara vigoris, se quedaría hasta transferir toda la energía y morirse reviviendo un muerto. Eso con magia era imposible.

Apresuraría entonces el paso con su maletín en mano y se agacharía para ver el flujo de energía que pasaba de la mujer al niño, tocaría la garganta de la chica y buscaría su pulso. Estaba en lo cierto, esa mujer se estaba volviéndose débil, - ¡Oiga! Despierte. - Le diría con voz grave y un tanto en tono a orden, porque no quería dejarla morir en sus brazos, igual no esperaría una respuesta, sus manos buscarían alzarla a su altura allí en el piso, y condensando un puño con su mano diestra, se iría hacia el estómago de la chica con una fuerza premeditada, lo suficiente para sacarle el aire de los pulmones y desmayarla, no pretendía nada más que eso. Así se cortaría el flujo de energía con el niño y salvaría su vida.

¿Ahora, que haría aquel joven doctor? Era obvio que allí no podría curarla o hablar con ella, era muy riesgoso, por tanto buscaría algún testigo a su alrededor y para su sorpresa, no había nadie. Eso le daba una idea. Tomaría el cuerpo débil de aquella mujer y lo llevaría hasta la casa abandonada que dejo atrás, seguramente la madera hinchada de la humedad y las paredes sin pintura, y rasgadas, serían un buen refugio. La acostaría y le pondría su abrigo encima, dejando ver una camisa blanca manga larga de cuello completo, y un pantalón negro un tanto ajustado a sus piernas. Vestiduras típicas del primogénito Arcalucci.

La vería fijamente entonces y se sentaría en el suelo sucio de aquella pocilga, alejado de ella por tres o cuatro metros, observándola con cuidado, esperando a que despertara… - Una bruja… - Diría en silencio, pensando muchas cosas sobre esa ciudad, ¿Los sobrenaturales dominaban Paris o eran ideas suyas?
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Mensaje por Ragna Dárkova Vie Sep 27, 2013 2:24 pm

La casualidad es un desenlace,
pero no una explicación.


Maldito frio, el cual tampoco ayudaba a que el temblor del cuerpo de la joven dejara de temblar. Con solo la capa negra resguardándola del frio, sus huesos se helaban y junto con la debilidad que a cada segundo tomaba más de su vida, estos aún aumentaban hasta hacerse incontrolables. Por suerte o mala suerte, depende de cómo se mirara, no había nadie en la calle. Nadie que pudiera salvarle y nadie que pudiera desenmascararla y matarla. ¿Era bueno? ¿Malo? En cualquier caso más malo que bueno, ya que sin la posibilidad de que alguien la salvara de sus propios poderes, se apagaría como las hojas en invierno, que irremediablemente perecen, cayendo del árbol.

Por dentro se resistía y luchaba escarnecidamente contra ella misma, para salir de aquel laberinto en que solita se había metido y perdido. Pasaron los segundos, los minutos… Y seguía igual, allí encadenada a la muerte del pequeño que se negaba aún en muerte, a soltarla. Cada vez más desesperada, fue consciente de la lentitud de su corazón, del frio que ya no sentía y de los parpados que le pesaban. Una última vez rogó porque alguien la encontrará, y como si el destino así lo quisiese, de la nada oyó una voz masculina en su oído, hablándole, ordenándole.

De haber podido habría esbozado una sonrisa de alegría, al sentir a alguien a su lado. ¿La podría salvar? ¿Lo intentaría? Por su lado no podía hablarle, se iba durmiendo tras quedarse sin apenas fuerzas. Apenas fue consciente de cuando el joven la levantó y de cómo uno de sus puños con fuerza encontraron su estomago, impidiendo que su cerebro no tomara aire y se desvaneciera tras sentir y ser consciente del agudo dolor que asaltó su cuerpo, antes de caer desmayada en los brazos ajenos.

Oyó unas pisadas contra el suelo, sintió dos brazos alzándola y se perdió en la inconsciencia.



Media hora después…

Pasaron los minutos, sin saber con exactitud cuánto tiempo pasó, cuando poco a poco empezó a mover los parpados. Primero apenas un perceptible movimiento, y poco a poco empezó a abrirlos, confundida y desubicada. Lo único que se acordaba era de aquel pequeño cuerpo y tras aquello… el dolor. —Aghh…!  —se quejó al acordarse y caer en la cuenta nuevamente del dolor que aún permanecía en ella. Se llevó las manos al vientre, cayendo en la cuenta entonces de que una especie de tejido la protegía, tapándola. Volvió a cerrar los ojos confundida. Aún sentía la debilidad de su cuerpo, el dolor o el recuerdo del mismo en su estomago y la voz que había estado a su lado. ¿Un joven? Frunció el ceño completamente desorientada y analizó la situación. Alguien le había golpeado, salvado y encima de ella yacía un abrigo de piel que calentaba su cuerpo.

Tengo que levantarme…, pensó tercamente, y como pudo entreabriendo los ojos, consiguió incorporarse de donde estaba tumbada. Quejándose nuevamente del estomago, giró la mirada a los lados, hasta que descubrió en uno de ellos, a unos metros de ella, un joven que la miraba con cierta desconfianza.

Fijó sus ojos miel en los azules de los ajenos, mirándole confundida. — ¿Dónde estamos? —Preguntó desconcertada — Yo…tú me salvaste? Si es así, gracias por hacerlo. No debías molestarte por una extraña y aún así lo hiciste…Gracias por golpearme y bueno, dejarme así. Gracias a eso me salvaste — Agradeció respetando la distancia entre ambos, cerrando los ojos por un momento. Sonrío dulcemente todo lo que pudo con el mareo que sentía, aún así era desconfiada.

Sus sentidos empáticos no le alertaban de nada extraño, su aura parecia completamente humana. Así qué, ¿como sabía que hacer para sacarla del trance en el que se habia encontrado atrapada? Aquello para un mortal normal, alguien que no creyera en la magia, era extraño. Primero habría intentado tirarla a un lado o alejarla de allí, no darle un golpe para caer inconsciente.

—¿Como supistes que hacer? — le preguntó con cierta curiosidad, recostando su espalda contra la pared con sumo cuidado y lentitud, sin querer notar el dolor del estomago, que ya de por sí sentía en sus propias carnes. Miró y mantuvo su mirada en la del joven, mostrándose en todo momento dulce, sin hostilidad alguna, solo con una leve desconfianza. Como era normal en los brujos.
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Mensaje por Lissander C. Arcalucci Vie Sep 27, 2013 4:27 pm

Otra más, otra alma desventurada en Paris que poseía poderes sobrenaturales y estaba condenada al exilio voluntario, esa pobre muchacha tenía una imagen que denotaba que pasaba por mucho trabajo en las calles, era deducible por cómo iba vestida solamente, pobre, en serio le daba cierta lástima que una bruja llena de habilidad y poder estuviese tan perdida en aquel mundo tan cruel. Y más, si esa bruja no sabía controlar sus poderes, eso era un peligro para todos y para ella misma incluso, pudo él salvarla hoy, ¿Pero mañana, quién? ¿Y si no corría con esa suerte? Aquel joven pensaba muchas cosas, en su madre, su hermana, pensaba demasiado, y aun tenía que hablar con esa chica.

Por suerte, el tiempo repasando su pasado y presente pasó demasiado rápido como para darse cuenta, ya media hora había rodado el mundo y aquella mujer despertaba, podía verla moverse y quejarse, eso era normal, solo esperaba en sus adentros que no fuese una histérica como su hermana, o que se descontrolará con sus poderes de nuevo, no sabía que habilidades tenía, pero ya él estaba preparando un hechizo en su mente para lanzarlo por si acaso. Una joven con un aura tan inestable no podía ser tratada con más cuidado que el que él le estaba dando.

- Si, te salvé… Y no agradezcas, no aun. - Diría joven, levantándose lentamente hacia aquella chica, acortando con cada paso suave la distancia entre ellos, para sentarse a su lado. - Estamos en una casa abandonada de las calles, muy cerca de donde te encontré, tranquila, estaremos bien aquí. - Le hablaba cordialmente, como si fuese ella una de sus pacientes, y es que en realidad lo era, debía curar el golpe que le había dado, y su cansancio, seguramente si no lo trataba rápido podría tener un desmayo por no tener fuerzas para andar. - Soy doctor, voy a curarte, ¿vale? - Diría mucho antes de contestar la pregunta que le hizo sobre como supo lo que haría para salvarla. La escucho a la perfección, pero se tomaría su tiempo en contestar.

Tomaría el maletín con paciencia y lo abriría, adentro, la muchacha podría ver un par de toallas, vendas, medicinas, algunas liquidas, otras mas de pasta, también un bisturí, agua, entre otras cosas. Él, sacaría las vendas, un ungüento, la toalla, y el agua, con la cual se lavaría las manos, eso siempre era lo primero, tratar de esterilizarse, no podía tratar a nadie con las manos sucias. Pondría en sus labios una sonrisa suave y fina, esto para calmar a la paciente, que seguramente tendría más miedo que cualquier otra cosa.

- Supe que hacer porque soy como tú. - Le diría, ya no importaba si ella lo sabía, si tenía desconfianza hacia ella, pero si intentaba alguna locura fácilmente podría matarla o herirla de gravedad, por eso quizás deicidio confiar en ella, porque las circunstancias le mostraban que no corría riesgo alguno. - Soy brujo, pero ahora, necesito ver el golpe que te di. ¿Me lo permites? - Le preguntaría haciendo énfasis en su mirada, buscando esos lindos ojos miel que la chica poseía, tratando de transmitirle confianza a ella, recogiéndose las mangas de la camisa para que no estorbasen y extendiendo sus manos hacia el vientre de la fémina sin hacer movimiento alguno, no la tocaría si ella no le daba permiso antes.

- Mi nombre es Lissander Arcalucci.... ¿señorita...? -
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Mensaje por Ragna Dárkova Sáb Sep 28, 2013 7:11 am

Confiamos porque somos precavidos.


Parecía no ser la única desconfiada, y hasta se podría decir que parecía más desconfiado el joven que ella misma. Cuando era ella la que debía tener más motivo para desconfiar, ya que el sano era él y ella era la débil en aquel instante. Lo que estaba claro era que Giselle no haría nada en contra de aquel joven, quien la había salvado.

Con los ojos entrecerrados, observó como el joven se le acercaba lentamente, intentando no darle miedo, hasta sentarse a su lado. En su mente procesó con calma sus palabras de aviso “no agradezcas, no aún”. ¿Qué querría decir con aquello? Observándole no sentía ningún sentimiento extraño, parecía calmado y quería ayudarle.—  ¿Por qué no debería agradecértelo…? —musitó en apenas un susurro, mirándole.

Asintió calmada en cuando le dijo que se encontraban a salvo, dedicándole al joven una dulce sonrisa de alivio que dulcificó su rostro. En ningún momento dejó de observar a aquel joven que le hablaba de forma muy cordial. Tranquilamente siguió escuchándole., sin sorprenderse en cuanto este le contó que era medico... Anteriormente había avistado el maletín que llevaba y en efecto era un maletín de médico, como aquellos que el vil doctor del orfanato había llevado siempre en sus visitas.

Con cautela observó como abría el maletín y dando un rápido vistazo, al ver el bisturí, inconscientemente tembló  — No usaras el bisturí no? —Pregunto con un timbre de voz asustada. El médico del orfanato, había sido el único contacto con un medico que había tenido a lo largo de su vida, y la experiencia no era nada buena, si no todo lo contrario. Y peor había sido, en cuanto el doctor la encerró alejada de los demás a causa de su locura. Locura que había intentado combatir con métodos pocos ortodoxos, con lo cual había bloqueado sus poderes.

Por suerte el joven no tomó el bisturí, solo unas vendas, un ungüento, una toalla y agua con la que antes de dirigirse a ella de nuevo, se lavó las manos. Volvió a recorrer los sentimientos de aquel medico, viendo de nuevo que todo lo que provenía de él era preocupación y deber. Quizás el deber de un medico para con un paciente. Suspirando se relajó, intentando no pensar en aquel bisturí, tumbándose de nuevo. El joven tras limpiarse se giró, dejando sorprendida a la joven al confesar que era un brujo como ella. En efecto era previsible tras la forma en apartarla de aquel cuerpo sin vida.

Blackmelt...Giselle Blackmelt —Se presentó en una ligera sonrisa, para tras aquello asentir a su petición — Si, pero cuidado. Por favor. — Susurró ella mirándole a los ojos azules intensos con confianza pero aún con cierto miedo, sintiendo el calor de sus manos a punto de rozar su vientre. —No tengo buenas experiencias con médicos...—Añadió explicándole así el por qué de su miedo, sin dejar ningún momento de mirarle a los ojos fijamente. — ¿Qué me harás con todo eso?. —
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Mensaje por Lissander C. Arcalucci Sáb Sep 28, 2013 2:39 pm

A sus oídos llegaría aquel nombre, seguido luego de una afirmación para proceder con su labor, él, volvió a sonreír y procedió entonces a tocar el abdomen de la joven, - Puede que te duela un poco, pero es solo tacto, tranquila. - Le diría antes de empezar con las yemas de sus dedos a aplicar cierta fuerza, pero solamente para palpar y tratar de hacerse una imagen de lo que estaba debajo de la piel, esta es una antigua práctica que sabía hacer muy bien, por tanto sentiría en el área izquierda, luego en el centro, y un poco a la derecha, también subiría hacia la boca del estómago, justo donde había golpeado para sacarla del trance, allí estaba la inflamación que buscaba y allí seguramente le debería de doler.

- Muy bien, con el golpe que te di, te inflame un poco allí, pero nada grave. - Le diría viéndola a los ojos, mientras sus manos buscaban las vendas y el ungüento que había sacado. - ¿Con todo esto? Pues sanarte, no poseo la habilidad de vigoris, como tú. - Eso contestaría a la pregunta que hizo minutos atrás, lo diría con calma para seguir infundiendo esa emoción en ella, puesto que si su trato con médicos había sido horrible, tendría que mantener aquel trato para no poner más inestable a aquella dama, eso podría ser peligroso.

- Ahora, te pondré este ungüento, sentirás algo mentolado, es totalmente natural, así que tranquila. - Con sus dedos, índice y medio, de la mano derecha, tomaría un poco de aquella crema de color verde y la pondría en el lugar afectado, luego, comenzaría a frotarlo con mucho cuidado, sin hacer mucha presión, solamente haciendo círculos sobre la piel, hasta que la crema se asentara lo suficiente. - Muy bien señorita Blackmelt, ahora, necesitaré que se siente para ponerle la venda. - Le diría y esperaría a que esta muchacha hiciese lo que le pidió, colocársela era expresamente para evitar que la crema se deshiciera con la ropa, era mejor con la venda que la mantendría allí con el efecto.

- ¿Sabe usted que otras habilidades tiene, señorita Blackmelt? - Le preguntaría amablemente, tenía curiosidad por saber más de la joven, más por sus poderes y su control, que por otra cosa, esa chica quizás no lo sabía, pero era una bomba de tiempo, podría matar a alguien o podría matarse ella.
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Mensaje por Ragna Dárkova Sáb Sep 28, 2013 4:17 pm

Generalmente ganamos la confianza de aquéllos,
en quienes ponemos la nuestra.



Tras su aviso se preparó para sentir dolor, pero aquel tacto de su mano contra su propia piel logró todo lo contrario, la calmó, logrando que se olvidara del dolor hasta que lentamente fue acercándose a la inflamación. Primero fue rodeando la zona, hasta acercarse a la boca del estomago, donde apretando con los puños cerrados a los lados y mordiéndose del labio, acalló un gemido de dolor, al sentir las yemas de los dedos ajenos palpando la zona dolorida y sensible de su vientre. La revisión de la inflamación, no duró más que unos segundos, hasta que el joven apartó sus manos y volvió la mirada a la joven, en una completa calma y tranquilidad.

Giselle asintiendo a sus palabras, suspirando al dejar de sentir las palpaciones en su vientre, observó al médico quien tomo un ungüento y las vendas. El joven siguió en todo momento hablándole en calma, transmitiéndole esta sensación, relajándola. Dejando que le pusiera y restregara el ungüento en su vientre dolorido, con nada más que unas pequeñas molestias y un leve dolor, ya que esta vez apenas hacia fuerza, solo trataba de extender aquella mentolada crema. En cuanto terminó y le pidió que se sentara, con lentitud se incorporó—Cuando quieras. —Le dijo, dándole vía libre a que le colocara las vendas que encontrara necesarias.

Mientras dejaba que Lissander le colocara la venda, esperando que no apretara demasiado, se quedó pensativa, pensando en que responderle. En verdad nunca se había parado a pensar en sus poderes.

—Sanación o vigoris como tú le llamas —murmuró acordándose del nombre al que se había dirigido anteriormente a aquel poder que ella poseía — Y creo que soy empática, puedo reconocer los estados de ánimos de las personas y...En verdad no lo sé bien, pero puedo crear ilusiones. —Añadió mirándole esperando a ver qué le decía.

No había sido criada con nadie mágico, ni nadie que no creyera que estuviera loca, por lo que esperaba que aquel brujo tuviera algo de respuestas para ella. Conocía ciertas palabras mágicas, muchas de ellas sacadas en momento de necesidad, con las que había conseguido encender fuego, sacar agua y levitar objetos. —Y usted ¿Que poderes tiene? — Le preguntó con curiosidad clavando sus ojos miel en los ajenos, perdiéndose en ellos.
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Mensaje por Lissander C. Arcalucci Sáb Sep 28, 2013 4:59 pm

Pacientemente vería como el cuerpo de aquella joven se enderezaba y daba espacio a que el hiciera su labor, no esperaría mucho tiempo para empezar a vendarla, colocando una mano apretando en un lado, le daba vueltas a la venda para enrollarla en la cintura de la chica, no hacía mucha presión, puesto que no era una fractura, y si lo hacía, podría empeorar la inflamación, por tanto solamente quedaría al perfecto ajuste, ni mucho, ni poco, y en poco tiempo había terminado. Era una labor rápida curarle, pero ahora, no solo debía lidiar con eso, sino con su baja de energía.

- Bien, todo está listo. - Le diría sonriéndole para tomar la toalla y limpiarse las manos de aquella pasta que aun tenía engrasada en los dedos, ya habiendo terminado, guardaría todo en el maletín y sacaría una botella de leche y un pedazo de pan, y se los pondría en las piernas. - Ahora come, estás débil, y lo mejor será que repongas energías. - Se levantaría entonces y se iría hacia la ventana que daba una vista a la calle, no había nadie, eso era perfecto, si no había nadie podrían hablar con más naturalidad. Estaba más calmado ahora, bueno, su desconfianza lo estaba. - Tienes excelentes habilidades. - Le diría mientras se recostaba de la pared al lado derecho de la ventana, cruzando sus brazos, y mirándola fijamente para entablar la conversación.

- Yo puedo crear barreras y soy ilusionista, como tú. - La otra habilidad no se la diría, era de magia oscura, y muchos hechiceros verían mal que tuviera ese poder, la magia negra, como el vampirismo y la licantropía, eran una especie de maldición, o eso decían las malas lenguas. - ¿Sabe controlar sus poderes, señorita Blackmelt? - Le preguntaría todo serio, ya no era el mismo medico afable, ni el cariñoso y cuidadoso, ahora era Lissander Arcalucci, el brujo, el que estaba preocupado porque esa niña no supiese controlar sus poderes, el que tenía miedo de que un descontrol algo mal saliera y dejara expuesto a personas como él, ella era peligrosa y aquel joven se preguntaba si lo sabía.

- ¿Sabe usted que pudo haberse matado usando sus poderes en público, no? - Ese tono serio podría hacer ver aquel comentario como un regaño, pero estaba lejos de serlo, aquella chica no era nada de él, apenas la conocía esa noche, pero solamente le preguntaba con el fin de saber a qué punto estaba enterada ella de la situación entre brujos y humanos. Esperaba que lo supiera, si tan solo alguien la hubiese visto y notificado a la inquisición, podrían haber comenzado una caza de brujas en todo Paris, revisando a los seres humanos de toda el área para buscar si eran portadores de esos dones. Por culpa de un brujo descuidado no iba a perder a lo único que le quedaba de familia, no por ella, ni por nadie.
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Mensaje por Ragna Dárkova Dom Sep 29, 2013 8:44 am


¿Qué soledad es más solitaria que la desconfianza?


El joven médico no tardaría más que unos segundos en proceder a vendarle la cintura, sin hacer presión sobre la inflamación. Giselle observando aquella confianza en que el joven se movía, se encontraba absorta en la venda y las manos ajenas, hasta que tras un último tirón leve, terminó. Apenas habían pasado unos minutos hasta que le anunció que ya estaba lista. Tras aquellas palabras se limpió las manos y ante su sorpresa, sacaría un pedazo de pan y un poco de leche para ella.

—Gracias. — Dijo Giselle tomándolo en sus manos, al mismo tiempo que su estomago rugía, sacando una leve carcajada a la pequeña bruja.

Normalmente ya podía pasar días desde la última vez que hubiera comido que este no le rugía, pero a la que sus ojos veían algo comestible, aquel estomago tenía la costumbre de reclamar aquella pieza de comida, con aquellos rugidos desesperados. Olvidándose por un momento del brujo y sus pasos, dio un bocado al pan, obligándose a comer de forma lenta, ya que nunca sabía cuando tomaría algo más de alimento. Siempre podía robar comida de los mercados, con ilusión, no le seria demasiado difícil. No obstante, a ella no le gustaba ni mentir ni robar, así que no era una práctica habitual, solo cuando era necesariamente urgente.

Bebiendo un poco de leche, ahora si dirigió su mirada al brujo que había salido de su inmediato campo de visión, encontrándoselo recostado al lado de una de las ventanas, mirándola fijamente. Le escuchó atentamente, sorprendiéndose al no ser la única ilusionista  — ¿Barreras? —Preguntó sin entender muy bien a que se podía referir. Las barreras servirían para protegerse, pensó tomando un nuevo bocado del pan.

—No siempre...nadie nunca me ha dicho nada de ellos y desde hace dos años reaparecieron en mí de nuevo. —Dijo, con cierta tensión. Nada le gustaba que le recordaran que era un cero a la izquierda en todo lo que hacía, en esencial la magia, lo que aún intentaba acostumbrarse. — Normalmente en pequeñas dosis consigo controlarla, es cuando me obsesiono mucho y deseo algo con mucha fuerza, que mis poderes responden superando todos mis deseos...

Dejó el trozo de pan restante sobre sus piernas, sintiendo como volvía a sentirse insegura. De seguro que aquel brujo era muy poderoso y por lo que parecía, tenía la totalidad de sus poderes controlados, no como ella.  — Soy consciente de ello, pero no podía dejar a aquel pequeño morirse...No sin intentar salvarle la vida. Usted como médico, ¿No habría hecho lo mismo?

La desconfianza empezaba a penetrar en ella, quien a pesar del dolor de estomago que aún sentía, se incorporó bien aún en aquella especie de camilla, preparada por si debía huir o por lo menos para poder esquivar el primer golpe, si el brujo iba para ella. Nunca se sabía quiénes eran los malos y quienes los buenos y en muchas ocasiones había sentido como el corazón mas puro, se volvía en uno de los más corruptos y ennegrecidos. Había vivido estos últimos tres años huyendo de aquellos cuyos cazadores que podían arrojarla a la hoguera, como una vez había visto que hacían en una pobre mujer. Pero también huía de las demás criaturas.


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Mensaje por Lissander C. Arcalucci Dom Sep 29, 2013 11:24 pm

Desde que entró en aquella habitación con ella su percepción del aura no había dejado de funcionar, siempre tenía que observarla, porque era precisamente su aura lo que iba a delatarla en caso de que pensará en volverse tan inestable como se había vuelto en el callejón donde la consiguió. Y ahora, de nuevo sus ojos avistaban el cambio en el aura, algo mas turbio, combinación del color del miedo, y el color de la ira, esa chica estaba desconfiando de aquel que minutos atrás la había sanado, y él, no tenía intenciones algunas de pelear, no con ella. - Cálmate. - Cortaría en seco el silencio con su voz, sin mover un musculo, sin apartar su mirada de ella, tratando de infundir respeto por ella misma.

- No tengo intenciones de pelear, ni siquiera puedes torcer tu cuerpo bien, y menos tienes energía para lanzar un hechizo. Así que contrólate. - Su voz sonaba más baja que la primera vez, un poco más dócil, pero no menos seria, aquel muchacho solo intentaba ayudarla, buscar una forma de solucionar lo que ahora el destino le presentaba, algo que le interesaba y a su vez, le preocupaba en grande. - Termina de comer, que si hubiese querido matarte, la oportunidad ya la tuve. - Esa actitud de la joven le recordó mucho a Eris, fue impulsiva e inmadura, digna de una chica de corta edad. Y ahora que recordaba a Eris, seguro la pobre estaba preocupada por él, no llegaba a su casa desde muy temprano que salió y no tenía como informarle que llegaría un poco tarde.

- Como médico hubiese hecho todo lo posible, pero como brujo, no hubiese hecho nada. - El no tenía poderes de curación como ella, o su hermana, no podría sanarlo más que con el conocimiento aprendido en la academia de medicina, pero aun teniéndolos, usarlos hubiese sido un peligro que no era capaz de correr. - La inquisición siempre está a la caza de personas como nosotros, usar tus poderes en una calle fue una total imprudencia e idiotez. ¿Querías hacer algo? Toma al niño y entra en un lugar donde estés a salvo. Pero nunca uses tus poderes en público, eso nos pone en riesgo a todos los ciudadanos de esta ciudad. - Aquella voz grave afincaba mucho más la preocupación que mostraba, ponerlos en evidencia, huir de nuevo, algo que no quería que volviese a suceder, tenía que cuidar a su familia, le cueste lo que le cueste.

- Además, tus poderes están fuera de tu control, usar tus propios deseos para poder invocarlos es algo peligroso, hoy quisiste tanto salvarlo que inconscientemente seguiste intentándolo y es por eso que la conexión mágica no se terminó. - Sabía lo que era usar sus poderes con sus propios deseos, gracias a Dios tuvo a su madre para corregirle e indicarle que nunca lo hiciera, porque morir a manos de ti mismo, siempre era una opción para la magia.

- El poder que llevamos dentro es una bestia salvaje, nos toca a nosotros llegar a domarlo. - Diría bajando la mirada, recordando esas palabras exactas de aquel momento cuando se dejo llevar por sus emociones de niño, casi hechizándose a sí mismo en una potente ilusión, lo cual pudo haber sido el último de sus días. De todos modos, saldría rápidamente de sus pensamientos y volvería a mirarla para escuchar lo que tenía que decir, no iba a dejarla ir tan fácil, estaba pensando en algo y tenía la solución, bueno, eso creía.
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Mensaje por Ragna Dárkova Lun Sep 30, 2013 4:21 am

La confianza, como el arte,
nunca proviene de tener todas las respuestas,
sino de estar abierto a todas las preguntas



Desconfiada siguió mirando al joven, quien dándose cuenta de su desconfianza le hablaba en un tono más bajo de voz, queriendo calmarla pero sin permitir que sintiera que ella tenía el mando. Por supuesto que Giselle, sabía quien era el más fuete y quien ahora mandaba encima del otro. Una bruja como ella nada podría hacer con un brujo como él.
Oyéndole, decidió hacerle caso y respirando lentamente, intentó serenarse, aún sin sentirse del todo seguro en aquel lugar con aquella compañía.

—Solo estoy nerviosa. — Dijo ella —Hace muchos años dejaron de reñirme...y tú no eres ni mi padre, ni mi hermano mayor- espetó algo herida por aquella forma de hablarle. En su vida, solo los del orfanato le habían reñido, gritado y maltratado y nadie más lo haría jamás o aquello era lo que al salir de allí, había jurado.

—Podrías habértelo repensado...— Balbuceó así contestando a lo de que si hubiese querido matarle, podría haberlo hecho antes. Tomó  de nuevo el pan en su mano, pegando un bocado al pan, intentando así centrarse solo en la acción de comer, de alimentarse y que su mente dejara de alimentar su desconfianza y miedos, y lentamente su aura se estabilizase de nuevo.

Comiendo de nuevo siguió escuchándole atentamente, negando con la cabeza  —No tenía tiempo para resguardarnos bajo un techo y escondernos. ¿Y si no hubiera sido tan tarde? Le hubiera salvado. Y yo no podía dejar o pasar de largo del pequeño. Debía intentarlo... Cada uno tiene poderes, por algo no? De pequeña desde que descubrí mi arte de sanación, me prometí no dejar a nadie morir y eso intento hacer.

Cada vez se sentía peor, era cierto que seguramente lo había hecho mal, pero en aquel momento lo único que había pensado era que una criatura, un pequeño inocente como él no debía terminar así, que no podía dejarle morir. No obstante admitió en su mente, que aquel brujo tenia razón, no había pensado en los demás...ni en sí misma.  —Tienes razón...—Admitió mirando lo que quedaba de pan con un rostro triste, apartando la mirada de la ajena.

A cada palabra del brujo, peor le sabía el pan que comía. Era como si aquel fuera su hermano mayor o el padre que nunca  tuvo. Finalmente suspirando, dejó ya el pan a un lado negada a comer más.  —Nadie me ha enseñado a usarlos, no siempre los controlo. Ya sé que a causa de mis deseos, me encontré atrapada por mi poder. —Añadió mordaz, mirándole.

Con la empatía volvía a examinar al brujo, encontrando calma, tranquilidad, preocupación y cierta... ¿Protección?  — ¿Que tramas Lissander? — le preguntó con cierta curiosidad y desconfianza. En su fuero interno solo deseaba alejarse de aquel joven brujo más fuerte que ella y que le mostraba una preocupación que nunca había sentido, pero por otro lado necesitaba conocimientos y anhelaba ser parte de algo, ser aceptada...
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Mensaje por Lissander C. Arcalucci Mar Oct 01, 2013 12:35 am

Aquella pregunta le hizo reflexionar en grande, ¿Qué tramas Lissander?, ¿Qué tramaba? Ni él mismo estaba totalmente seguro de lo que tramaba, su mente solo buscaba ideas, buscaba soluciones, y esta solo le arrojaba recuerdos, ¿algo de eso serviría? No lo sabía, sinceramente, aquel médico analista, no tenía muy por seguro que hacer con esa muchacha, y su pregunta debía ser respondida, hasta para él mismo debía hacerlo, lo dos lo necesitaban. - Perdona por haber tomado un rol que no me correspondía. - Aquel muchacho reconoció que debía empezar por allí, por pedir disculpas, puesto que no era culpa de la chica que el quisiese ser sobre protector, esa actitud de ella tan altruista e impulsiva era digna de Eris, por ello quizás había ocupado un puesto que no le correspondía.

- Debes aprender a controlarlos, si quieres ayudar a otras personas y cumplirte la promesa de no dejar morir a nadie, debes aprenderlo. - En esto tenía razón, pero la curación mediante transferencia de energía era más complicada de lo que parecía, y aun su hermana ni sabía hacerlo bien, volvía quizás hasta donde empezó, no tenían un maestro que les enseñara, necesitaban un poderoso brujo, cosa que él aun no era, y no se consideraba como tal. A menos que… Bueno, no era tan buena idea, pero tampoco tan mala. - Giselle… Tengo una idea, algo que me gustaría proponerte. - Aquel joven guardaría silencio y pondría una expresión seria y pensativa, hasta sus orbes cerró incluso, su boca era una línea en su cara, y su cuerpo estaba rígido recostado en aquella pared.

- ¿Quieres trabajar para mí? - Empezaría por allí, él le pagaría por ayudar a Eris con los trabajos de la casa, además de las prácticas de pociones medicinales que las dos podrían hacer, considerando el hecho de que también tenía que enseñarles eso, y los entrenamientos en hechicería, claro. - Te enseñaré a controlar tus poderes, no soy experto en todas tus habilidades, pero puedo ayudarte Giselle, puedo ofrecerte casa, para que vivas, y puedo darte las herramientas necesarias para que cumplas tu sueño de sanar a todos los que puedas, incluso algunos conocimientos de enfermería te vendrían bien. - Aquel joven hablaba su propuesta con total seriedad y calma, llevándola pacientemente hacia ella, tratando de que vea que no buscaba nada de ella que no fuese un bienestar común.

Si ella quería saber sus interés podría preguntárselos, el fácilmente podría respondérselos. Pero, esa era la solución que tenía, proteger a su familia y ayudar a un brujo amateur era un total reto que iban de la mano, lo prometió a su madre por sobre todas las cosas.

- ¿Qué me dices? -
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Mensaje por Ragna Dárkova Miér Oct 02, 2013 5:19 pm


Aún con sus ojos fijos en los ajenos, esperó con paciencia a sus palabras, mientras sus ojos y su poder, no dejaba de investigar a fondo aquel mago. No parecía un experto, pero se le denotaba en su porte y actitud, que tenía el control absoluto y plena confianza en sus poderes como capacidades como brujo. Características que la joven Giselle, no poseía, o aún no del todo. Con un suave movimiento de cabeza aceptó sus disculpas por tomar el rol que no le pertocaba, rol que en verdad, no le pertocaba a nadie, ya que siempre había estado ella sola, ella y el mundo. Con atención siguió cada movimiento ajeno, descifrando que escondían, ya que no siempre era suficiente con leer los sentimientos, lo que sentía cada sujeto, sino que también había que descifrar muchas veces el porqué de sus movimientos.

—Lo sé… —
Solo atinó a decir pensando en aquellas palabras tan verdaderas que se clavaban en lo más hondo de su corazón, como si fueran puñales hincándose salvajemente en su espalda. Si no aprendía a controlar sus poderes ¿Cómo podía salvar a nadie? ¿Y si se equivocaba? Podían pasar tantas cosas, que de solo pensarlo, se estremecía de dolor, al pensar en que pudiese provocar algún día mal a alguien. Y aquello en cualquier momento podía ocurrir.

Le urgía alguien que le enseñara, un maestro…amigos que pudieran aconsejarla y darle aquella confianza que en ella le faltaba. Pero a quien acudir? No conocía a nadie, y su desconfianza era verdaderamente fuerte con sus iguales, menos claro, cuando la ayudaban y mostraban buenos sentimientos. Aún así, siempre debía estar atenta. Suspirando ante el camino sin salida que veía en su mente que seria su vida, volvió a la realidad tras escuchar que le iba a proponer algo. Le miró y alzo la ceja —Dime Lissander. —dijo, sin esperarse oír lo que oyó seguidamente que el joven brujo le planteaba.

Abrió los ojos escéptica, sin creerse ninguna de sus palabras. ¿Por qué un brujo aceptaría una bruja descontrolada en su casa? ¿Qué intereses le movía para hacer aquella locura, o pensarla siquiera? — No te entiendo… —Le miró confundida— Soy una desconocida, ¿Me abrirías y me permitirías aprender de ti… ¿Por qué? — La verdad era que el trabajo le iría muy bien, pero si vivía con ellos no aceptaría dinero, ellos le darían un techo, comida e instrucción mínima en controlar sus habilidades. ¿Qué más podía pedir?

—Yo... en verdad, lo necesito. Un techo bajo el que dormir…comida  —añadió sonriendo ligeramente al oír su vientre quejarse. —Pero no puedo aceptar que me deis trabajo, yo os puedo ayudar en todo lo que haga falta…vosotros me daréis mas de lo que yo puedo daros — Finalizó pensativa, desviando la mirada del joven que aún permanecía lejos de ella, en aquel lugar, serio y calmado.
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Nadie se cruza en tu camino por casualidad [Lissander] Empty Re: Nadie se cruza en tu camino por casualidad [Lissander]

Mensaje por Lissander C. Arcalucci Miér Oct 02, 2013 11:11 pm

- Porque eres un peligro - Comenzaría diciendo, con calma y sin mostrar ningún sentimiento notorio hacia la realidad del asunto. - Si tu descontrol es notado por los inquisidores, corre el riesgo de que haya una caza de brujas, y estaríamos todos en riesgo. Incluyéndonos a mi hermana y a mí. Por ende, ayudarte, es ayudarme también, y ayudar a muchos otros brujos de esta ciudad. - Estaba tan preocupado por ello que prefería tenerla en casa, ayudándola, buscando que tuviera sus poderes a un nivel adecuado y controlado, que dejándola a su suerte a la calle. Aquel joven no se destacaba en el altruismo, pero sentía que debía tenderle la mano, así como su madre se la tendió a muchos otros brujos en el pasado.

Por tanto ahora buscaba concentrar su mirada en la joven, detallando su respuesta a su propuesta, quería trabajar para pagar las clases, eso era bueno, tanto económicamente para él, como para Eris, porque le ayudaría en las cosas de la casa, que eran muchas. - Está bien, trabajaras para mí, pero con una sola condición. - Le diría aquel con seria faz y una voz bastante odiosa, como si estuviese a punto de decir algo terrible, - No quiero que seas una criada, quiero que seas una ayudante mía en el consultorio, y una ayuda para mi hermana en las cosas del hogar, no tienes que ser la criada, porque ya tenemos suficientes. - Caminaría entonces desde donde estaba hacia su maletín, lo tomaría y tomaría a su vez el abrigo que le había dado.

- Que no se diga más, señorita Blackmelt. - Extendería el abrigo hacia ella, porque no quería que sintiese frío mientras caminaban hasta donde se ubicaba la casa. - Nos vamos, las damas primero. - Le diría con una suave sonrisa a la muchacha, mientras que su mano daba un ademán hacia la puerta. Ya todo estaba listo, una nueva estudiante, una compañera para Eris y quizá una nueva amiga. Sabía que las cosas con ella en casa se pondrían difíciles, pero ¿Cómo rechazar a aquella joven? Su madre la habría aceptado sin pensárselo dos veces, él en el fondo quería seguir su ejemplo, y quería mantener a su familia a salvo.

Así era Lissander Cornelio Arcalucci, el joven doctor que ayudaba a quien lo merecía, y el mismo que podía asesinar a quien lo traicionase, pero, la confianza no sería traicionada, ¿Quién sabe? Solo el destino tendría la respuesta.
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Nadie se cruza en tu camino por casualidad [Lissander] Empty Re: Nadie se cruza en tu camino por casualidad [Lissander]

Mensaje por Ragna Dárkova Dom Oct 06, 2013 7:52 am

En muchos finales,
se encuentran los inicios.

La joven asintió escuchándole con atención, entendiendo cada palabra que le decía. Era verdad que era un peligro, ya que si un inquisidor se encontraba con ella, podía ser el desencadenante de una caza de brujas. Y tras ver una vez cuando quemaron a una joven que pensaron que era bruja morir, ya había tenido suficiente maldad de parte de aquellos que se consideraban los soldados de dios todo poderoso. Aquel había sido el único instante en que había visto de cerca a los inquisidores y aún recordaba el temor y miedo que había sentido, cuando de pronto se giraron buscando algo y temiendo que la hubieran sentido, les dio la espalda y simuló ser una joven mas.

—Lo entiendo y acepto, el descontrol puede ser malo para mi y cualquiera que esté a mi lado — murmuró triste, pero aceptando aquello. Tampoco era su culpa no haber tenido unos padres que la amaron y le instruyeran ¿No?

Siguió con la mirada al brujo , quien tomó su maletín y a su vez el abrigo, el cual extendió hacia ella. Giselle agradecida lo aceptó poniéndoselo por encima, levantándose de aquella cama vieja donde había sido tumbada y devolviéndole la sonrisa al joven pasó primera hacia el exterior, dando la bienvenida a la solitaria calle de aquel callejón y frio de aquella oscura noche. Estaba nerviosa, era comprensible.

—Gracias — dijo mirando al joven con una sonrisa, al salir de aquella casa abandonada y empezar a caminar dirigiéndose al hogar del brujo —Por confiar en mí, cuando nadie lo ha hecho nunca.

Solo esperaba no molestar a aquel amable medico que la había “adoptado” por el momento. ¿Tendría hermanos? ¿Viviría con más gente? Preguntas y preguntas que rondaban su cabeza sin cesar y que solo serian contestadas una vez llegara a su nuevo hogar. Y quizás si todo iba bien, algún día podrían considerarle de su familia.

Solo el tiempo lo diría.



TEMA TERMINADO
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