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El esperado reencuentro (Giovanna) 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Molly Winslet Vie Ene 24, 2014 4:18 pm

La estación de tren se veía animada aquel día, todo el mundo caminaba de un lado a otro apresurado hacia sus trenes o desde ellos. Se veían encuentros y despedidas por todas partes: besos, lágrimas, abrazos... Pero mis padres y yo permanecíamos expectantes en el andén, ellos con un aspecto relajado y feliz (para mi gran sorpresa), y yo con el corazón en puño, nerviosa y alegre a la vez.
El tren de mi amiga llegaría en una hora, pero mi familia y yo nos aseguramos de llegar pronto, movidos por la impaciencia de su llegada. Hacía mucho tiempo que no hablaba con ella, a pesar de nuestras frecuentes cartas. Y pensar que fue una simple casualidad que nos conociéramos. Yo ni siquiera deseaba ir al palacio de aquel importante duque, el cual había reencontrado a su hija y necesitaba compartirlo con su gran amigo, George Winslet.
Era increíble la confianza que adquirimos entre nosotras en tan sólo una semana de visita, y lo fácil y agradable que era conversar con Giovanna. Tras aquel primer encuentro sólo nos vimos algunas veces, en las que mi padre decidía ver a su querido compañero. Hicimos unas cuantas travesuras, saltándonos las aburridas reglas de aquella sociedad, que incluso era aún más rígida que la mía, descubriendo que en realidad sólo éramos dos jóvenes soñadoras que compartían un mismo deseo: ser libres.
Y aquello nos unió de una forma incorruptible, a pesar del tiempo que pasara sin vernos o la tardanza de nuestra correspondencia. En el fondo, siempre estaba ahí, siempre seguía siendo la única amiga verdadera a la que podía acudir. Y aquella amistad iba mucho más allá que las supuestas amigas con las que compartía mi día a día. No nos juzgábamos por nuestros actos o apariencia, si no por lo que éramos.
Pero una carta bastante desalentadora llegó a nuestra casa no hace mucho tiempo, el duque y su mujer habían muerto en un atentado. Mi padre lo llevó bastante mal durante varios días, pues el tenía una relación muy similar a la nuestra con él. Y no podía imaginarme lo asustada y sola que se debía sentir Giovanna. Su tristeza era palpable incluso en la letra de sus cartas. Pero no podía evitar alegrarme de su traslado a París, al menos tendría un consuelo sincero cada día y una amiga en quien confiar.
Me paseaba de una punta a otra del andén, mirando el enorme reloj de la estación a cada minuto. Suspiré, intentando relajarme un poco. Seguro que lo que menos quería ella era tener una amiga que le pusiera de los nervios como bienvenida. Pero no podía evitarlo, habían pasado algo más de medio año desde la última vez que la vi.
Miré a mi padre, tenía los ojos tristes y una mueca de aparente tranquilidad. Para mi padre, Giovanna era la hija de su difunto mejor amigo, y sentía que su deber era protegerla en París de cualquier posible atentado contra ella. Y nada mejor para su seguridad que un oficial de la armada.
Mi madre, para mi gran sorpresa, cogía dulcemente la mano de mi padre, compartiendo aquel sentimiento. Sonreí ante la escena, al menos estaban juntos en aquellos momentos, aunque ya no se amaran.
Un agudo e intenso pitido me hizo pegar un salto. Con el corazón acelerado, me giré justo a tiempo para recibir una ráfaga de viento que hizo que mis rizos flotaran detrás de mi rostro. El tren se acercaba por fin.
Permanecimos los tres, esperando con impaciencia. En un minuto que se me hizo eterno, el tren frenó sus mecanismos, provocando unos cuantos chirridos estridentes. Mis ojos buscaron con desesperación entre el gentío que comenzaba a salir de las puertas.

"Cálmate" - me dije con un suspiro.

Finalmente, el vagón que tenía las más grandes y hermosas ventanas, y las puertas mas grandes, se abrió y comenzaron a salir en orden unas cuantas familias de lujosas vestimentas y poses orgullosas. Mis pupilas se fijaban en cada rostro, pero ninguno era el de la que esperaba. No me atrevía a acercarme o parpadear, sólo me mantuve en aquella postura de medio lado, con las manos entrelazadas frente a mi pecho, como si rezara.
Al fin, su inconfundible cabellera de un lustroso azabache asomó tras las puertas. Las criadas le rodeaban, y los mozos llevaban enormes paquetes y maletas. Estaba de espaldas a mí, y mis pies comenzaron a moverse sin que pudiera evitarlo. Su sonrisa se encontró con la mía en el momento en que mis brazos la alcanzaron y pude abrazarla con fuerza.


-¡Oh, Giovanna! - grité emocionada contra su hombro -. ¡Cuánto te he echado de menos!


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Mensaje por Manon de Saint-Léger Jue Ene 30, 2014 3:40 pm

Sentada en el vagón del tren con un libro en mis manos mi mente procuraba mantenerse ocupada con la literatura. El libro de tapa de color verde y letras doradas que indicaban el título de la novela del autor inglés Charles Dickens, Grandes Esperanzas, hacía que por momentos me adentrara en las vicisitudes del protagonista quien había pasado de la pobreza absoluta a la riqueza de manera sorpresiva, provocando que una sonrisa con un cierto tinte irónico se dibujara en mis labios al notar la similitud de acontecimientos entre él y yo misma. Aunque por supuesto distaba mucho yo de considerarme material para las páginas de una novela me preguntaba con un suspiro si sería posible encontrar en estas páginas la respuesta que me hacía desde hace algún tiempo. ¿Adónde pertenecía realmente?

La partida de Italia había sido de índole muy repentina y aún no terminaba de asimilar el que en tan solo unos minutos más me encontraría en Paris. Coloqué el libro en mi regazo y observé por la ventana el paisaje que se deplegaba ante mis ojos reflexionando en que no era la primera vez en el último par de años en que debía abandonar el que creía que era mi hogar para comenzar en un lugar que me resultaba completamente desconocido aunque esta vez al menos contaría con la compañía de personas que me eran muy gratas. Recordé entonces a los Winslet y sonreí más animadamente al pensar que muy pronto me reuniría con Molly. Había conocido a la hija del oficial francés cuando llevaba poco tiempo de haber regresado con los duques y muy pronto encontré en ella a un alma afín con quien en medio de las innumerables restricciones de la etiqueta, podía comportarme con mayor libertad e incluso animarme a realizar ciertas travesuras que quizás no habría considerado de encontrarme sola.

La risa que escapó de mis labios al recordar precisamente una de nuestras hazañas provocó que una de las doncellas que me acompañaban alzara la mirada y me observase sorprendida. Era la primera vez que reía en semanas y el hecho debió parecerle curioso, en especial porque pareció provenir de la nada y porque aún me encontraba dentro del período de luto aunque hubiese decidido no continuar utilizando el color negro que había llevado en las últimas semanas como vestidura. Me había parecido fatídico el volver a llevar un vestido de dicho color para mi llegada a la capital francesa por lo que en su lugar escogí uno de color gris perla que aún siendo discreto resultaba más alegre. Muy en el fondo guardaba la esperanza de que este fuera un nuevo comienzo para mi y esperaba que el futuro después de todos los sinsabores que me había traído se apiadase un poco y me permitiese vivir mejores cosas de aquí en adelante. Por qué en realidad ¿que otro mal podría traerme si había ya perdido a mi familia dos veces?

El silbato del tren anuncio nuestra llegada por lo que ansiosamente abandoné mi asiento dirigiéndome a la salida detrás del personal que se esmeraba en cargar mi equipaje y delante de mi escolta personal que por seguridad no me abandonaba en todo el día fuese a donde fuese. De repente todo tipo de pensamientos absurdos se atropellaban en mi mente como ¿Y si a los Winslet se les había olvidado el día de mi llegada? ¿Les habíamos avisado correctamente la hora y la fecha? ó ¿Era mi francés lo suficientemente bueno para que los franceses me entendieran? ¿Lo había practicado lo suficiente? De repente era un manojo de nervios.

Mi ansiedad crecía a medida que abandonaba el vagón y pisaba suelo parisino por primera vez en mis dieciocho años de vida. Repentinamente me invadió la emoción y al mirar entre la multitud de gente que había llegado a despedir o a encontrarse con sus familiares y seres queridos distinguí el inconfundible rostro de mi amiga quien se acercó rápidamente, mi mirada se cruzó brevemente con la de mis escoltas indicándoles así que no fueran a impedirle el paso y en tan solo unos segundos me olvidé de mi ansiedad y me relajé al ver la sonrisa de Molly a quien ahora abrazaba fuertemente. -¡También te extrañé!- Reí alegremente y me separé un poco para verla. -Por un momento pensé que no te vería, que me había equivocado al escribirte cuando llegaría y que tendría que enviar alguna nota a tu casa para avisarles de mi llegada. ¿Cómo se oye mi francés?- Había dicho todo en ese idioma y la verdad es que hablaba atropelladamente por la emoción.

-Prométeme que me enseñarás todo lugar que valga la pena ver, no tengo idea de donde comenzar. Tienes el cabello más largo.- dije reparando en ese detalle, entonces advertí que mi amiga no estaba sola. -Ah ¡monsieur Winslet! ¡Madam Winslet!- Hice una respetuosa reverencia en cuanto se acercaron recordando que debía observar mis modales. -¡Gracias por venir a recibirme! Y por permitir que Molly les acompañase...- Mi mirada se detuvo un momento en el oficial que había sido un entrañable amigo del duque y por un momento mi mano se apresuró a limpiar un par de lágrimas que amenazaron por correr por mi rostro. -Me resulta muy grato volver a verles. Gracias por haber venido a recibirme.-
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Mensaje por Molly Winslet Vie Ene 31, 2014 6:43 pm

-¡También te extrañé!- su risa resonó en mis oídos, y me uní a ella-. Por un momento pensé que no te vería, que me había equivocado al escribirte cuando llegaría y que tendría que enviar alguna nota a tu casa para avisarles de mi llegada. ¿Cómo se oye mi francés?

-¡Increíble! Has mejorado muchísimo desde la última vez- le respondí con los ojos iluminados por la emoción.

-Prométeme que me enseñarás todo lugar que valga la pena ver, no tengo idea de donde comenzar. Tienes el cabello más largo.

Puse los ojos en blanco y solté una carcajada.

-Tampoco hay mucho que ver, Giovy, mis padres ya no me dejan cruzar el umbral de la puerta de mi casa- suspiré-. Pero ya buscaremos alguna forma de escaparnos.

Sonreí traviesa al tiempo que ella miraba detrás de mi hombro y saludaba a mis padres. Sus palabras emocionadas me hicieron sentir una punzada de pena, me había olvidado de lo mal que debía encontrarse ella. Pero decidí dejar el tema por el momento, aquella ocasión no era para estar triste, si no todo lo contrario, para que se sintiese mejor después de aquellos duros días que había pasado sola.

-Bienvenida a París, duquesa, hemos estado esperando con ansia su llegada - mi padre le estrechó las manos afectuosamente antes de retirarse.

-¡Nos alegramos mucho de que venga a París, Giovanna! - exclamó mi madre con alegría-. No nos agradezca nada, el placer es todo nuestro.

Mi madre se acercó a ella y le cogió por los hombros con ternura, sonriéndole comprensiva.

-Va a alojarse en nuestra casa, ¿verdad? Estaríamos encantados de que así lo hiciera, ya hemos acondicionado una habitación. Va a conocer muy bien París, es una ciudad preciosa, ya lo verá. Mañana podríamos ir al Palacio Royal, parece ser que va a ver un gran concierto con un baile después, o si lo desea podemos ir de compras al centro, conozco unas cuantas tiendas donde hacen unos vest...

-Madre, deje de marearla, la pobre debe estar cansada del viaje- corté a Elliot, consciente de lo mucho que podía alargarse aquella conversación.

-Oh cierto, bueno, ya mañana decidiremos qué hacer. Por ahora podemos invitarla a cenar, mi cocinero ya está preparando una deliciosa comida en casa. Además podemos ofrecerle un buen baño- mi madre por fin soltó a mi amiga y yo pude apartarme un poco mientras nos dirigíamos a nuestros coches de caballos.

Caminamos entrelazadas, hablando de las muchas cosas que habíamos hecho durante los últimos meses, riendo y olvidándonos de nuestro alrededor por momentos. Le conté la obsesión de mi madre por encontrarme un marido adecuado, y cuántas veces había ofrecido mi mano en los bailes a cualquiera que tuviera una buena cantidad de dinero. También le describí las muchas peleas que aquello había suscitado, y lo poco que me interesaban últimamente los bailes y las compras con mis supuestas "amigas". Seguimos conversando mientras cargaban el equipaje en el coche.

-¡Oh! Y no te lo he contado, pero hace poco más de una semana, me escapé de casa porque mi madre quiso concertar mi matrimonio con un desconocido - sacudí la cabeza, indignada ante el recuerdo-. Sé que no estuvo bien, pero eso no fue lo peor. Alargué el paseo hasta bien entrada la noche, y un hombre comenzó a perseguirme. No sabes el miedo que pude pasar en aquellos momentos, porque el hombre me alcanzó. Pero, por suerte, un joven oficial me salvó de aquel borracho.

Sonreí para mis adentros al recordar aquel primer encuentro. No pude evitar reírme ante su ceño fruncido.

-Bueno... pues ese oficial me invitó a cenar, ¡a cenar! ¿Te lo puedes creer? Sin apenas conocerme y a altas horas de la noche. Aunque eso no es todo, pero bueno, ¡háblame de ti! ¿Cómo estás, Giovanna? Llevamos mucho tiempo sin saber la una de la otra, me tenías preocupada- le miré con un deje triste en los ojos-. Ojalá hubiera podido estar allí en aquellos momentos, debe haber sido muy duro para ti.



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Mensaje por Manon de Saint-Léger Dom Feb 09, 2014 1:59 am

Reí al escuchar a Molly, no estaba tan segura de que mi francés fuera tan increíble como ella decía pero haría un enorme esfuerzo por intentar pulirlo durante el tiempo que estuviera en Paris. -Pero para mejorar mi francés tenemos que ir a ver lugares.- Me sentí algo desilusionada al escuchar que sus padres no le dejarían salir, luego reí por lo bajo al escuchar su sugerencia de escaparnos. -Si quieres puedo intentar convencerles. No se negarán si les explico que necesito una guía pero si no es así- bajé más la voz con aire conspiratorio -seguro que más de una vía de escape podemos encontrar, no sería la primera vez.-

El hablar con mi amiga lograba calmar mis nervios por encontrarme en una tierra desconocida y me hacía sentir ilusionada con respecto a todo lo que podía esperarme en esta capital, más allá de los encuentros políticos e interminables ceremonias de rigor. Estaba segura de que con ella encontraría la manera de no pasarla tan mal y algo iba a mencionarle al respecto pero sus padres aparecieron pronto al lado nuestro.

-Son muy amables los dos por haber venido y hacerme sentir bienvenida con sus calurosas palabras.- Sonreí a ambos y caminé sorprendida al lado de madam Winslet cuando me tomó del hombro, al parecer tenía ya en mente todo un itinerario planeado para el día siguiente pero Molly acudió en mi rescate antes de que pudiera responder.

La miré agradecida y escuché con atención lo de los bailes y luego lo del posible marido. -Pero los bailes no han de ser tan aburridos...- Le observé con curiosidad, a mi lograban aún entusiasmarme estos, pero claro, eso se debía a que desde que recordaba mi llegada al palacio de los duques de Italia y con todo lo que sucedió después apenas había acudido a algún que otro baile, contrario a Molly que seguro ya estaría aburrida de vérselas en el mismo escenario a mi aún me causaban mucha ilusión.

-¿Eso quiere decir que si planeo algun baile no asistirás?- Coloqué mis manos en mi cintura a manera de reproche con fingida expresión malgeniuda pero no duró esta mucho. -¿Qué hiciste qué?- La observé boquiabierta unos segundos y luego con bastante preocupación.

-¿Pero si estás bien? ¿Seguro que no te pasó nada?- Mi expresión adquirió solemnidad pero su rostro tranquilo me indicó que no había pasado de un susto. -Entonces bendito sea dicho oficial, habrá que condecorarle por ser tan eficiente.- Alcé una ceja al escuchar que se había ido a cenar con él. -¿Y tus padres lo saben? ¿Ya fue a tu casa a presentarse?- Si era pretendiente de Molly como tal parecía y si era un hombre honorable resultaba de esperarse que lo hiciera. Aunque me preocupaba que mi amiga fuera tan impulsiva como para salir con un extraño pero a la vez confiaba en su buen juicio como saber que no haría nada a la ligera. -¿Cómo así que no fue todo?- La tomé del brazo y la llevé algo más lejos de los demás para hablar por lo bajo. -¡Entonces te corteja! ¡Molly Winslet! Debes contármelo todo.-

Mi alegre expresión se vió empañada momentáneamente al escuchar el siguiente comentario. -Sé que si hubieras podido hubieras estado presente.- Me resultaba difícil hablar de ello sintiéndolo aún demasiado reciente. No quise recordar el momento en que sucedió, ni como los duques habían perdido la vida de un momento a otro. Mis manos se crisparon impotentes en un puño a mis costados hasta tornarse rojas al cesar la circulación de la sangre en ellas pero se fueron relajando pausadamente. -Gracias por preocuparte pero de verdad, estaré bien.- Sonreí intentando reflejar lo que decían mis palabras y añadí. -Aprovecharé la oferta de tu madre y me alojaré unos días en tu casa. ¿Qué te parece?- Reí y giré alegremente entrelazando mis manos con las de ella. -Después de todo alguien tiene que conocer al famoso oficial y darle el visto bueno ¿No? Pero estás muy chica aún para tener marido.- Reí por lo bajo, me gustaba puyarla a veces con el hecho de que yo era mayor que ella.
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