Fredika Østergård

D. Física

Cuando era más pequeña, Fredika era más bien una niña regordeta que tenía un rostro muy redondo, con grandes y rosadas mejillas que todo el mundo solía pellizcar. A ella no le gustaba cómo se veía, aborrecía con el alma los apodos que cariñosamente la gente le ponía a causa de su graciosa y llamativa apariencia. A los diez años solía rezar por las noches esperando ansiosamente que dios le concediera el don de la belleza cuando fuera un poco mayor. Y así fue. Al crecer, el cuerpo de Fredika se estilizó convirtiéndose en una hermosa jovencita de larga cabellera castaña ligeramente ondulada, grandes ojos verdes, labios rosas y piel tan blanca y suave como la de un durazno. Hoy en día las curvas de su cuerpo son tan delicadas como las de una bailarina y apenas notables bajo los femeninos y elegantes atuendos con los que suele vestir. Es una muchacha delgada, de largas piernas y formas armoniosas, muy parecida a una victoriana muñeca de porcelana.

D. Psicológica

Fredika puede ser tenaz, calculadora y aventurera pero es mejor conocida por tener un temperamento feroz, volátil y realmente voluble, como toda adolescente. Es una manipuladora, cuando desea algo hace todo lo que está en su poder para obtenerlo sin importar el costo, muchas veces persuadiendo a otros porque, ¿quién podría resistirse ante el angelical e inocente rostro de una dulce quinceañera? Su mente es su mejor arma, de eso no hay duda, pero su apariencia su mejor método, infalible. Aunque la mayoría de las personas crean que es solamente una niña, inocente y estúpida, lo cierto es que hace tiempo que la jovencita dejó atrás los juegos de niños y toda ingenuidad. Ella no sueña con vivir en un cuento de hadas, sus sueños no son de color rosa y no cree en el tonto cliché del príncipe azul.

A diferencia de todas las muchachas de su edad, a Fredika no le atrae para nada la idea de enamorarse y casarse a una temprana edad, no desea convertirse en una típica joven y abnegada esposa cuya única tarea en la vida sea procrear, no, ella desea abrir su jaula y volar; viajar; experimentar. No es una ingenua y mucho menos una mojigata, cree saber lo suficiente del mundo para tener bien claro en lo que no desea convertirse, en alguien como su padre, por ejemplo, a quien considera una persona sumamente aburrida y aprehensiva. Su naturaleza rebelde y caprichosa se compara más a Predbjørn, su tío, de quien ha aprendido todo lo que sabe; él es su ídolo, su modelo a seguir, su máximo. Desde muy pequeña ha estado más apegada a Predbjørn que a su propio padre porque siempre consideró que éste le prestaba más atención que el hombre que le dio la vida; él la ha defendido de los regaños y exigencias de su padre, es su héroe, es todo lo que busca en otros hombres, especialmente la aventura y esa obsesión por lo prohibido.

La mayor parte del tiempo suele simular ser la víctima herida, especialmente con su padre porque sabe que es débil y le gusta hacerlo sentir culpable; su verdadera naturaleza, al menos en todo su esplendor, casi nunca es revelada frente a él. Fredika es salvaje, un poco animal en el corazón; le gusta correr libre en el bosque y en realidad no coincide con el mundo civilizado, aún cuando esté vestida para él con esas elegantes y costosas ropas que utiliza toda refinada señorita. Ella camina recto y con la frente en alto, contiene el aire y levanta el pecho mientras da su mejor actuación al mundo mostrando los mejores modales, sin embargo, hay algo en sus ojos que traiciona a su fachada. Hay algo en la forma en que se mueve y actúa a veces, algo que no es del todo… normal. En el fondo se siente un animal salvaje en una enorme jaula de oro, y todo animal salvaje que ha sido enjaulado significa un inconveniente, porque al igual que cualquier animal, se vuelve peligrosa.

Historia

Fredika vino al mundo la primavera del 1785 en la ciudad de Londres, Inglaterra. Fue la hija de la hermosa Anges Huddersfield, una muchacha inglesa que se convirtió en madre y en la joven esposa del danés Damien Østergård cuando era apenas una adolescente. Fue una niña muy deseada y amada por sus padres, quienes volcaron sobre ella todo el amor que les cabía en el pecho. La llenaron de atenciones, la mimaron hasta casi malcriarla; se convirtió en la reina de la mansión y ni siquiera las sirvientas y los criados pudieron resistirse a su encanto. Era una niña preciosa, sana y llena de vida. Su vida no podía ser más afortunada, porque además del inmenso amor de sus padres, tenía también riquezas a manos llenas. Nada jamás le faltaría, tendría una infancia feliz y más tarde sería una joven con la vida que toda muchacha sueña. Al menos eso era lo que vaticinaban todos, pero estaban muy equivocados.

Cuando cumplió los tres años su madre le fue arrebatada por su propio padre, aunque no de manera intencional. Era demasiado pequeña para entender lo que ocurría, para recibir una explicación coherente de su padre o de cualquiera de esas otras personas que se mostraban indignadas por la repentina y supuesta muerte de Anges, pero la pequeña no dudó en mostrar su inconformidad mediante un llanto desconsolado, como si de verdad fuera consciente de que nunca más vería a su madre. La pequeña Fredika lloró todas las noches durante meses enteros, y aunque más tarde logró acostumbrarse a la nodriza que le fue asignada, siempre se notó cierta tristeza en su mirada.

Los años pasaron y aunque creció alcanzando ya una edad considerable para entender las cosas, nunca se le habló de aquel terrible suceso. Damien prohibió tajantemente que se le hablara del tema y amenazó con despedir de la casa a cualquier empleado imprudente que desobedeciera sus órdenes. La niña preguntó decenas de veces sobre la mujer que le dio la vida, de quien tenía si acaso un opaco recuerdo, pero nunca recibió respuestas. Cada vez que buscaba a su padre para hacerle preguntas sobre Anges, éste esquivaba el tema inventándose cualquier cantidad de excusas y más tarde, al ver la insistencia de su hija, se limitó a permanecer callado, dando la impresión de haberse vuelto sordo. Damien no toleraba ocultarle la verdad no solo a su hija, sino a la familia entera, a todos sus allegados y conocidos, pero no tuvo más remedio porque estaba convencido de que la verdad era demasiado horrorosa para ser revelada y le partía el alma tener que admitir ante su hija que era un mentiroso y un ser egoísta, el culpable de todo.

Para cuando Fredika llegó a la pubertad, ya se había convertido en una muchachita caprichosa y rebelde, todo a causa del acercamiento que tenía con su tío Predbjørn, ya que fue él el que la recibió con los brazos abiertos todas las veces que fue rechazada o ignorada por su padre, convirtiéndose así en su persona más querida, es su modelo a seguir.

Extras

● Tiene un gran resentimiento hacia su padre que sólo ha ido creciendo con el paso de los años; no le perdona que siempre haya estado tan distante con ella, que jamás le hable de su madre y que siempre quiera llevarle la contraria no accediendo a sus inmaduros caprichos.

● Es una muchacha solitaria. No tiene amigas porque dice que todas son tontas y aburridas. La única persona con la que le gusta estar es con su tío Predbjørn, a quien cela desmesuradamente.

● Aunque no lo haya dicho nunca de manera explícita, lo cierto es que más que a un tío, Fredika ve a Predbjørn como una especie de amor platónico.

● No se avergüenza de su sexualidad, de hecho es preciso mencionar que la tiene bastante desarrollada y se muestra bastante curiosa e interesada en el tema. Es juguetona, pícara y le encanta la idea de lograr seducir a un hombre. Sigue siendo virgen y aunque fue estrictamente educada y guiada en el tema, no dudaría en dejar de serlo si se presenta la oportunidad.

● Le gusta leer a escondidas libros que son considerados impropios para la época y sobre todo para una señorita como ella. Conoció al Marques de Sade gracias a… ¿adivinen quién? Sí, también gracias a Predbjørn.

● Le encantan los caballos y su deporte favorito es la equitación. Tiene una yegua negra llamada Ninfa que Predbjørn le regaló cuando cumplió los quince años a pesar de que su padre se opuso a la idea, ya que él deseaba que se interesara en otras actividades más femeninas y menos peligrosas.