AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La naturaleza humana tiene inconvenientes (Privado)
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La naturaleza humana tiene inconvenientes (Privado)
No estaba llevando con mucha tranquilidad que Vaël tuviera que pasar sus primeras semanas en París poniéndose al día por el bien de sus negocios como importante empresario de la clase alta. Entendía que su nueva posición lo requería como una mujer celosa sin descuidarse, siempre a punto para contentar sus caprichos de gran dama, pero Basile era el amante predilecto y como tal ansiaba el instante para encontrarse con Sunderland a solas y recibir también su porción del inglés. No todo tenía que reducirse a la cama, aunque el deseo fue bastante imperioso los primeros días, sino que el vampiro esperaba con fingida paciencia cualquier momento para acercarse al menor y verlo estudiar sus documentos oficiales, o comer, o dormir o lo que fuera como excusa para tenerlo próximo. Se había tratado de convencer todo ese tiempo de ausencia de que las cosas buenas tienen que lucharse y aguardarse, pero luego no se veía capaz de prolongar ni un día más su separación. A Vaël lo requerían a veces en despachos de otros funcionarios para firmar o traspasar poderes, y como por razones lógicas Basile solo podía salir de su casa por las noches no se estaban encontrando con la asiduidad que a él le gustaría. Se sentía como un tigre enjaulado y pasaba más horas que nunca en la trastienda de su botica, sumido en la penumbra amigable de un candil, preparando nuevas medicinas, pomadas y jarabes para que su empleada las dispensara en el local que afortunadamente seguía manteniendo su clientela después de todo el periodo en que su dueño no se pudo hacer cargo del negocio.
Aquella tarde estaba decidido a visitar a su hombre tanto si a él le venía bien como si no. Iría a su casa, llamaría a la puerta y ya se le ocurriría qué historia contar si le abría la puerta cualquiera que no fuesen él o Catherine, a la que para alivio de todos no tenía que mentir. Le daba lo mismo si encontraba a Vaël inmerso en intrincados asuntos de la empresa, se sentaría junto a él y lo miraría mientras estudiaba. Las puntas de los dedos le cosquillearon de excitación al rememorar la curva de su cuello, el olor en su nuca y la suavidad del nacimiento de su cabello. Nunca se quejaba cuando los besos fríos de Grushenko le ponían la piel de gallina, e incluso lo miraba con esos ojos claros llenos de un cariño que trascendía la diferencia de razas, la vida, la muerte y lo que se les pudiera poner en medio. Colgó satisfecho el mandil que utilizaba para no mancharse la ropa y abrió la puerta que comunicaba el almacén con la tienda cuando ya hacía horas que el sol se había ocultado. Siempre le decía a la chica que no lo molestara cuando estaba allí dentro, así que ella acostumbraba a dejarle notas sobre el mostrador; Basile cogió los papeles medio distraído y se encontró con una carta manuscrita por Miss Sunderland que le pedía que se personara en la mansión, pues su hermano estaba enfermo. No le daba más detalles, ¿significaba eso que debía preocuparse? Tampoco se iba a parar a reflexionar, así que tomó la primera diligencia de alquiler que encontró y le dio la dirección al cochero. Habría llegado antes sobrevolando los tejados de las casas, pero no era buena idea pasearse así por una ciudad plagada de humanos que tenían ojos en la cara y que no tardarían mucho en darse cuenta de que esa figura era demasiado grande para tratarse de un gato explorador. A veces las personas eran un estorbo, pero el boticario les debía todas las precauciones que fueran necesarias después del revuelo y la desgracia que había sembrado entre ellos tras su conversión.
Antes de que el conductor redujese la marcha él ya había abierto la puerta, y después de darle los francos acordados y una propina saltó a los adoquines húmedos y fríos del suelo y llamó con la aldaba tres veces, quitándose después los guantes y esperando a que alguien lo atendiera. Se repitió que podía tratarse de un simple resfriado, de algo sin importancia que ni siquiera requiriese atención médica. No obstante, si no era el caso, Basile conocía a varios profesionales con los que había trabado relación por su empleo con los que sabía que podría contar para que cuidaran bien a Vaël. Una cosa era cierta: él no se iba de allí hasta que lo viera otra vez restablecido por completo. Ni con una polea podrían arrancarlo del lado del lecho del convaleciente.
Aquella tarde estaba decidido a visitar a su hombre tanto si a él le venía bien como si no. Iría a su casa, llamaría a la puerta y ya se le ocurriría qué historia contar si le abría la puerta cualquiera que no fuesen él o Catherine, a la que para alivio de todos no tenía que mentir. Le daba lo mismo si encontraba a Vaël inmerso en intrincados asuntos de la empresa, se sentaría junto a él y lo miraría mientras estudiaba. Las puntas de los dedos le cosquillearon de excitación al rememorar la curva de su cuello, el olor en su nuca y la suavidad del nacimiento de su cabello. Nunca se quejaba cuando los besos fríos de Grushenko le ponían la piel de gallina, e incluso lo miraba con esos ojos claros llenos de un cariño que trascendía la diferencia de razas, la vida, la muerte y lo que se les pudiera poner en medio. Colgó satisfecho el mandil que utilizaba para no mancharse la ropa y abrió la puerta que comunicaba el almacén con la tienda cuando ya hacía horas que el sol se había ocultado. Siempre le decía a la chica que no lo molestara cuando estaba allí dentro, así que ella acostumbraba a dejarle notas sobre el mostrador; Basile cogió los papeles medio distraído y se encontró con una carta manuscrita por Miss Sunderland que le pedía que se personara en la mansión, pues su hermano estaba enfermo. No le daba más detalles, ¿significaba eso que debía preocuparse? Tampoco se iba a parar a reflexionar, así que tomó la primera diligencia de alquiler que encontró y le dio la dirección al cochero. Habría llegado antes sobrevolando los tejados de las casas, pero no era buena idea pasearse así por una ciudad plagada de humanos que tenían ojos en la cara y que no tardarían mucho en darse cuenta de que esa figura era demasiado grande para tratarse de un gato explorador. A veces las personas eran un estorbo, pero el boticario les debía todas las precauciones que fueran necesarias después del revuelo y la desgracia que había sembrado entre ellos tras su conversión.
Antes de que el conductor redujese la marcha él ya había abierto la puerta, y después de darle los francos acordados y una propina saltó a los adoquines húmedos y fríos del suelo y llamó con la aldaba tres veces, quitándose después los guantes y esperando a que alguien lo atendiera. Se repitió que podía tratarse de un simple resfriado, de algo sin importancia que ni siquiera requiriese atención médica. No obstante, si no era el caso, Basile conocía a varios profesionales con los que había trabado relación por su empleo con los que sabía que podría contar para que cuidaran bien a Vaël. Una cosa era cierta: él no se iba de allí hasta que lo viera otra vez restablecido por completo. Ni con una polea podrían arrancarlo del lado del lecho del convaleciente.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 15/03/2012
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Re: La naturaleza humana tiene inconvenientes (Privado)
Probablemente ni siquiera era necesario ser médico o un genio para saber cuál era el problema del joven Sunderland. Es más, en cuanto el doctor entró y le preguntó sobre sus hábitos y le hizo algún que otro reconocimiento, en seguida supo lo que le ocurría, lo cual hizo que el empresario no quisiera seguir escuchándolo más. Había caído enfermo esa mañana, cuando estaba a punto de salir para una nueva reunión con una compañía con la que podía tener a bien unos negocios importantes. Su cuerpo había perdido completamente la fuerza, todo se había vuelto difuso y, al abrir los ojos, estaba tendido en la cama. Apenas tenía fuerza para ponerse en pie, así que se había visto en la obligación de cancelar todas sus citas para ese día.
Estaba agotado, su ritmo de vida había sido una completa locura desde que había vuelto a parís. Por el día se dedicaba en cuerpo y alma a los negocios, a que todo marchara lo mejor posible y así poder quedarse allí, junto a su boticario. Y por la noche, cuando ya su francés podía salir y estar juntos, se entregaba de nuevo en cuerpo, alma y también corazón, para poder estar a su lado sin caer rendido al sueño de forma temprana. Apenas se había dado cuenta de los estragos que ese ritmo de vida le estaba causando, o tal vez se había dado cuenta pero no quería reconocerlo, porque estaba bien así, necesitaba ambas cosas, no quería renunciar a ninguna. Detestaba su cuerpo, tan débil.
Su hermana abrió la puerta cuando Basile finalmente llegó y le dio la bienvenida a la casa, llevándolo en seguida al cuarto de Vaël. Este estaba sentado en la cama, leyendo algunos documentos. En cuanto lo vio, Catherine pegó cuatro gritos, regañándolo porque debería estar descansando en lugar de trabajar. Se acercó a él y le quitó todos los papeles, ante la mirada del inglés que no pudo más que suspirar con resignación y girar su rostro cansado hacia el vampiro, sonriendo como siempre había hecho al verlo, daba igual qué tan mal estuviera.
— No me digas que te han alarmado, mi boticario. — preguntó, con cierto reproche hacia su hermana, sin poder evitarlo.
— Solo le avisé de que viniera porque estabas enfermo. Es culpa tuya, eres quién no deja de decir que tiene que verle, que se preocupará, que esto y lo otro. — iba rezongando mientras caminaba de acá para allá y le escondía todos los asuntos de trabajo que tuviera en medio — Te traeré algo de beber, ¿quieres algo, señor Grushenko? — ella solo esperó sus palabras antes de poder salir y dejarlos solos.
— Es un verdadero terremoto, me tiene castigado sin trabajar todo el día. — dijo con diversión, mirando a su amante y volviendo a sonreírle — Me alegra que hayas venido, tenía ganas de verte. — había pasado dos años lejos de él y, sin embargo, ahora que lo tenía cerca parecía que la necesidad de tenerlo cerca eran mucho más apremiantes que antes, parecía casi ilógico.
Estaba agotado, su ritmo de vida había sido una completa locura desde que había vuelto a parís. Por el día se dedicaba en cuerpo y alma a los negocios, a que todo marchara lo mejor posible y así poder quedarse allí, junto a su boticario. Y por la noche, cuando ya su francés podía salir y estar juntos, se entregaba de nuevo en cuerpo, alma y también corazón, para poder estar a su lado sin caer rendido al sueño de forma temprana. Apenas se había dado cuenta de los estragos que ese ritmo de vida le estaba causando, o tal vez se había dado cuenta pero no quería reconocerlo, porque estaba bien así, necesitaba ambas cosas, no quería renunciar a ninguna. Detestaba su cuerpo, tan débil.
Su hermana abrió la puerta cuando Basile finalmente llegó y le dio la bienvenida a la casa, llevándolo en seguida al cuarto de Vaël. Este estaba sentado en la cama, leyendo algunos documentos. En cuanto lo vio, Catherine pegó cuatro gritos, regañándolo porque debería estar descansando en lugar de trabajar. Se acercó a él y le quitó todos los papeles, ante la mirada del inglés que no pudo más que suspirar con resignación y girar su rostro cansado hacia el vampiro, sonriendo como siempre había hecho al verlo, daba igual qué tan mal estuviera.
— No me digas que te han alarmado, mi boticario. — preguntó, con cierto reproche hacia su hermana, sin poder evitarlo.
— Solo le avisé de que viniera porque estabas enfermo. Es culpa tuya, eres quién no deja de decir que tiene que verle, que se preocupará, que esto y lo otro. — iba rezongando mientras caminaba de acá para allá y le escondía todos los asuntos de trabajo que tuviera en medio — Te traeré algo de beber, ¿quieres algo, señor Grushenko? — ella solo esperó sus palabras antes de poder salir y dejarlos solos.
— Es un verdadero terremoto, me tiene castigado sin trabajar todo el día. — dijo con diversión, mirando a su amante y volviendo a sonreírle — Me alegra que hayas venido, tenía ganas de verte. — había pasado dos años lejos de él y, sin embargo, ahora que lo tenía cerca parecía que la necesidad de tenerlo cerca eran mucho más apremiantes que antes, parecía casi ilógico.
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
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Re: La naturaleza humana tiene inconvenientes (Privado)
Se notaba que Catherine tenía mucha clase por la manera tan adelantada a su tiempo con la que se tomaba la relación entre Basile y su hermano. Cualquier otro en su lugar se habría alarmado, enfadado, avisado a los siervos de la iglesia o intentado hacer entrar en razón a su amado pariente, pero ella invitaba al boticario a entrar en su casa como si fuese su cuñado por ley. No solo eso sino que además lo había llamado motu proprio dejándole al vampiro una gran tranquilidad de saber que ante cualquier contratiempo que pudiera pasarle a Vaël sería informado rápidamente. Eso casi mitigaba el dolor de haber sido dejado en segundo plano por los negocios que ahora regentaba el inglés, aunque la sensación absurda de celos volvió a hacer acto de presencia cuando al entrar en su habitación lo encontró leyendo documentos como si estuviera en el despacho en lugar de en su lecho de convaleciente. Grushenko tuvo que reprimirse para no hacer trizas aquellas hojas con un esfuerzo similar al que hacía para no clavarle los dientes en el cuello cada vez que sabía por su olor que el otro estaba cerca. Se calmó con su chiquillada, los papeles no tenían la culpa de que Sunderland fuese ahora un hombre ocupado.
- No, gracias Catherine.
Con aquella dama era imposible ponerse muy familiar, a Basile le salía solo el ademán de inclinarse a besarle el dorso de la mano cada vez que se despedían aunque fuesen a permanecer bajo el mismo techo, como era el caso. Una vez que ella los dejó el boticario se sentó en el borde del colchón e hizo caso omiso de lo que decía el moreno mientras le ponía una mano en la frente, le tomaba el pulso y le examinaba las pupilas todo a la vez. No era médico ni se acercaba, solo preparaba remedios en su laboratorio que parecía en muchos sentidos una cueva de brujas con caldero y todo, pero había estudiado mucho para desempeñar su profesión y sabía qué signos apuntaban a algunas enfermedades graves que quería descartar por sí mismo. Incluso tomó aire por la nariz aunque ya le resultaba completamente inútil solo para detectar posibles cambios en su aroma, que por fortuna estaba igual de deliciosa que siempre. Los vampiros no sentían mucha tentación por beber sangre de sujetos enfermos, era un mecanismo para su propia supervivencia, así que eso le tranquilizó.
- Si vuelvo a verte trabajar mientras te recuperas te juro que te ato a la cama. - Amenazó, confiando en que no sería necesario. - ¿Qué es lo que te pasa?
Naturalmente que le habían alarmado, no quería ni pensar en que a Vaël pudiese ocurrirle algo. Comenzó acariciándole el cabello con cariño pero no bastándole con eso pronto se quitó las botas y se acostó a su lado, tomándolo del mentón para besarle varias veces con brevedad y una última en la que se tomó su tiempo.
- Explícame por qué tengo que ser tu querida cuando esos negocios tuyos te dejan un poco de tiempo libre. - Ronroneó, meloso.
- No, gracias Catherine.
Con aquella dama era imposible ponerse muy familiar, a Basile le salía solo el ademán de inclinarse a besarle el dorso de la mano cada vez que se despedían aunque fuesen a permanecer bajo el mismo techo, como era el caso. Una vez que ella los dejó el boticario se sentó en el borde del colchón e hizo caso omiso de lo que decía el moreno mientras le ponía una mano en la frente, le tomaba el pulso y le examinaba las pupilas todo a la vez. No era médico ni se acercaba, solo preparaba remedios en su laboratorio que parecía en muchos sentidos una cueva de brujas con caldero y todo, pero había estudiado mucho para desempeñar su profesión y sabía qué signos apuntaban a algunas enfermedades graves que quería descartar por sí mismo. Incluso tomó aire por la nariz aunque ya le resultaba completamente inútil solo para detectar posibles cambios en su aroma, que por fortuna estaba igual de deliciosa que siempre. Los vampiros no sentían mucha tentación por beber sangre de sujetos enfermos, era un mecanismo para su propia supervivencia, así que eso le tranquilizó.
- Si vuelvo a verte trabajar mientras te recuperas te juro que te ato a la cama. - Amenazó, confiando en que no sería necesario. - ¿Qué es lo que te pasa?
Naturalmente que le habían alarmado, no quería ni pensar en que a Vaël pudiese ocurrirle algo. Comenzó acariciándole el cabello con cariño pero no bastándole con eso pronto se quitó las botas y se acostó a su lado, tomándolo del mentón para besarle varias veces con brevedad y una última en la que se tomó su tiempo.
- Explícame por qué tengo que ser tu querida cuando esos negocios tuyos te dejan un poco de tiempo libre. - Ronroneó, meloso.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 15/03/2012
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Re: La naturaleza humana tiene inconvenientes (Privado)
Se sintió bastante ignorado por el otro, pero comprendió perfectamente lo que predendía y solo soltó una risita, dejándose revisar por su médico particular. Aunque de todo aquel reconocimiento lo que más le gustó fue el final, cuando se metió en la cama con él y lo besó. Correspondió con necesidad, aunque fuera de forma suave, necesitaba aquellos labios igual que necesitaba el agua o el aire, no soportaba tener que pasar tanto tiempo ocupado y que sus horarios coincidieran tan poco.
— ¿Otra amenaza? A este paso sentiré que vivo bajo control de todo el mundo. — bromeó, más o menos, a fin de cuentas entre su hermana y Basile iban a terminar postrándolo en una cama hasta que estuviera tan lleno de vida que compitiera con un niño de diez años. Suspiró, alzándose de hombros — Al parecer solo ha sido cansancio acumulado, como puedes ver, una verdadera tontería. Ha sido demasiado escándalo para lo que es.
Se acomodó algo mejor, para poder abrazarlo, porque realmente lo había echado de menos, y sus brazos eran un hogar en el que poder descansar, mejor que la cama, mejor que cualquier otro sitio. Sin embargo, pronto echó a reír por sus palabras. En su interior se sentía ligeramente mal, porque sabía que debería dedicarle más tiempo a su amante, tal vez se estaba sintiendo solo por su culpa, y no quería que eso fuera así después del tiempo que habían pasado separados. Se echó un poquito hacia atrás para poder mirarlo, jugueteando con la mano en su cabello y sonriéndole casi con ternura, toda esa que había acumulado desde que se conocieron, desde que le dio pie a ser suyo.
— ¿Está celoso de mi trabajo, señor Grushenko? — murmuró, en el mismo tono que había usado el contrario, meloso como un felino que buscara atenciones de su amo — No debería, solo debe tener en cuenta que a veces hay que dedicar más atención a la querida para no perderla, pero la esposa siempre será la primera...— se acercó a sus labios, mordiéndolos con suavidad — O esposo.
Buscó besarlo de nuevo, de manera lenta y húmeda. No se sentía con fuerzas para una de sus sesiones de sexo, ya que el vampiro era muy intenso, y aunque sus años de cortesano le habían preparado para eso y más, su cuerpo se sentía demasiado débil, así que no le quedaba más que conformarse con aquellos besos, tal vez alguna caricia y susurros, promesas de recuperarse pronto para poder dedicarle más tiempo. La puerta sonó con los golpes de los nudillos de su hermana, la cual pasó, dejando algo de beber sobre la mesita, junto con la medicina de Vaël, antes de salir y darles la intimidad que tanto requerían.
— Por cierto...— se incorporó para poder tomar la taza con su bebida, mirando al vampiro — Es muy probable que pronto consigamos un gran almacén cerca del puerto para la empresa. Eso sería el gran paso que estábamos esperando, para poder almacenar la mercancía y ofrecer un servicio mucho más interesante. — sonrió, aunque se le seguía viendo cansado — Es por eso que he estado trabajando tanto. Quiero poder asegurar una estabilidad en París para nuestra familia y la empresa, así podría quedarme sin ningún tipo de remordimiento. Aunque me siento bastante inútil al haber caído enfermo solo por un sobre esfuerzo...casi hasta me hace sentirme mayor. — sonrió, aunque en el fondo le afligía, tal vez porque sabía que su amante jamás pasaría por algo así, ya no, ahora no era humano y no se cansaba. Además, Vaël quería alimentarle, poder ser su única fuente de comida, pero estando así, ¿cómo iba a hacerlo? No sería atractivo a ojos del boticario. Dolía.
— ¿Otra amenaza? A este paso sentiré que vivo bajo control de todo el mundo. — bromeó, más o menos, a fin de cuentas entre su hermana y Basile iban a terminar postrándolo en una cama hasta que estuviera tan lleno de vida que compitiera con un niño de diez años. Suspiró, alzándose de hombros — Al parecer solo ha sido cansancio acumulado, como puedes ver, una verdadera tontería. Ha sido demasiado escándalo para lo que es.
Se acomodó algo mejor, para poder abrazarlo, porque realmente lo había echado de menos, y sus brazos eran un hogar en el que poder descansar, mejor que la cama, mejor que cualquier otro sitio. Sin embargo, pronto echó a reír por sus palabras. En su interior se sentía ligeramente mal, porque sabía que debería dedicarle más tiempo a su amante, tal vez se estaba sintiendo solo por su culpa, y no quería que eso fuera así después del tiempo que habían pasado separados. Se echó un poquito hacia atrás para poder mirarlo, jugueteando con la mano en su cabello y sonriéndole casi con ternura, toda esa que había acumulado desde que se conocieron, desde que le dio pie a ser suyo.
— ¿Está celoso de mi trabajo, señor Grushenko? — murmuró, en el mismo tono que había usado el contrario, meloso como un felino que buscara atenciones de su amo — No debería, solo debe tener en cuenta que a veces hay que dedicar más atención a la querida para no perderla, pero la esposa siempre será la primera...— se acercó a sus labios, mordiéndolos con suavidad — O esposo.
Buscó besarlo de nuevo, de manera lenta y húmeda. No se sentía con fuerzas para una de sus sesiones de sexo, ya que el vampiro era muy intenso, y aunque sus años de cortesano le habían preparado para eso y más, su cuerpo se sentía demasiado débil, así que no le quedaba más que conformarse con aquellos besos, tal vez alguna caricia y susurros, promesas de recuperarse pronto para poder dedicarle más tiempo. La puerta sonó con los golpes de los nudillos de su hermana, la cual pasó, dejando algo de beber sobre la mesita, junto con la medicina de Vaël, antes de salir y darles la intimidad que tanto requerían.
— Por cierto...— se incorporó para poder tomar la taza con su bebida, mirando al vampiro — Es muy probable que pronto consigamos un gran almacén cerca del puerto para la empresa. Eso sería el gran paso que estábamos esperando, para poder almacenar la mercancía y ofrecer un servicio mucho más interesante. — sonrió, aunque se le seguía viendo cansado — Es por eso que he estado trabajando tanto. Quiero poder asegurar una estabilidad en París para nuestra familia y la empresa, así podría quedarme sin ningún tipo de remordimiento. Aunque me siento bastante inútil al haber caído enfermo solo por un sobre esfuerzo...casi hasta me hace sentirme mayor. — sonrió, aunque en el fondo le afligía, tal vez porque sabía que su amante jamás pasaría por algo así, ya no, ahora no era humano y no se cansaba. Además, Vaël quería alimentarle, poder ser su única fuente de comida, pero estando así, ¿cómo iba a hacerlo? No sería atractivo a ojos del boticario. Dolía.
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
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Re: La naturaleza humana tiene inconvenientes (Privado)
Hubiera suspirado con alivio de necesitar todavía el aire para respirar, pero a causa de su condición nueva ya no hacía esas cosas. Se tranquilizó del todo al saber que su diagnóstico era agotamiento y no una enfermedad que tuviera peligro de llevárselo de su lado. Vaël podía pensar que era el único de los dos que sufría por el hecho de seguir siendo humano y tener que ir envejeciendo mientras Grushenko se mantenía siempre anclado en la aparente treintena, pero eso no era cierto. Al boticario no le importaba el aspecto que tuviera su compañero con el paso del tiempo, lo amaría igual con arrugas si fuera el caso, pero imaginar una eternidad de soledad sin él cuando muriera era su peor pesadilla desde que se convirtió. No era ninguna tontería para él que su hombre enfermara, y por mucho que Sunderland se quejara del exceso de atención pensaba seguir corriendo a su lado cada vez que el otro tuviera la más mínima tos que presagiara un inocente resfriado. Velaría por su salud y se aseguraría de que cumplía a rajatabla las indicaciones del doctor.
Se convirtió en un cachorro mimoso de vampiro cuando el inglés le acarició el cabello, que siempre le había gustado, y se dijo que en el fondo no era lo más importante del mundo si Vaël tenía que trabajar mucho. Habían pasado dos años muy lejos el uno del otro y Basile había dudado en algunas ocasiones que realmente el empresario fuera a volver. Al verlo bajar del barco la noche de su reencuentro se dio cuenta de que ya nunca más le importarían las tonterías propias de cada uno que molestaban tanto a los amantes corrientes. Lo tenía tan cerca que si afinaba el olfato podía seguir su estela casi desde cualquier rincón de París y eso era más que suficiente para él. Si tenía que postergar sus encuentros unos días por culpa del papeleo acumulado del inglés lo haría, y el otro no tendría que temer nunca por su fidelidad. Siempre iba a volver. Se preguntó si lo que decía sobre queridas y esposas era una metáfora o iba en serio, si Sunderland se tomaba tan a pecho como él esa especie de votos matrimoniales que habían efectuado de viva voz la noche que habían compartido tras la vuelta del menor de Inglaterra. A Basile no es que un título le diejra más que un sentimiento, pero a todos los efectos podría considerar a Vaël como su marido y estaba unido a él por algo mucho más intenso que cualquier otro vínculo que hubiera compartido jamás con nadie. No quería construirle un palacio de cristal ni comprarle rosas, pero habían llegado a ese punto en que a veces el vampiro se descubría pensando como su amante en situaciones cotidianas de su día a día. No es que tratara de decidir qué le gustaría más a Sunderland, sino que tomaba ciertas decisiones como si fuera él. Lo conocía tanto que no necesitaba para nada su telepatía para saber lo que le pasaba por la mente al empresario.
Correspondió a su beso marcando cierta distancia con las manos en la cintura del otro, que aún estaba débil y no debía emocionarse más de lo necesario. Él también lo sabía porque se limitó a juntar sus labios y a serenarse después, separándose un poco cuando Catherine entró. Basile podía ser un vampiro que había matado y abierto de piernas a la fuerza a media ciudad, pero seguía avergonzándose como una niña cuando su cuñada los encontraba en actitud cariñosa. Siempre había sido un hombre celoso de su intimidad, especialmente cuando todavía era humano, y se sentía bastante violento si alguien interfería en ella. Se sentó en la cama para ayudar a Vaël a tomar su medicina mientras escuchaba sus planes y proyectos.
- No eres ningún inútil, has estado trabajando sin parar desde que llegaste. ¿Cómo esperabas estar en tres meses? - Arqueó una ceja, medio divertido por su propia autocompasión. Era un exagerado, y por un instante Grushenko creyó ver en él al niño contrariado de mejillas regordetas que se había perdido en París a los ocho años. - Puedo ocuparme yo mientras estés en cama, si quieres. Ir al almacén, examinarlo, hablar con los vendedores y traerte la información que consiga reunir.
Tendría que hacer tratos siempre cuando cayera el sol pero no creía que eso fuese un problema para la gente de ralea dudosa que se movía por el puerto. Su botica podía quedarse a cargo de su empleada durante los días que le llevasen aquellas gestiones, después de todo la chica ya se había ocupado del negocio durante todo el tiempo que a Basile le costó recuperarse.
Se convirtió en un cachorro mimoso de vampiro cuando el inglés le acarició el cabello, que siempre le había gustado, y se dijo que en el fondo no era lo más importante del mundo si Vaël tenía que trabajar mucho. Habían pasado dos años muy lejos el uno del otro y Basile había dudado en algunas ocasiones que realmente el empresario fuera a volver. Al verlo bajar del barco la noche de su reencuentro se dio cuenta de que ya nunca más le importarían las tonterías propias de cada uno que molestaban tanto a los amantes corrientes. Lo tenía tan cerca que si afinaba el olfato podía seguir su estela casi desde cualquier rincón de París y eso era más que suficiente para él. Si tenía que postergar sus encuentros unos días por culpa del papeleo acumulado del inglés lo haría, y el otro no tendría que temer nunca por su fidelidad. Siempre iba a volver. Se preguntó si lo que decía sobre queridas y esposas era una metáfora o iba en serio, si Sunderland se tomaba tan a pecho como él esa especie de votos matrimoniales que habían efectuado de viva voz la noche que habían compartido tras la vuelta del menor de Inglaterra. A Basile no es que un título le diejra más que un sentimiento, pero a todos los efectos podría considerar a Vaël como su marido y estaba unido a él por algo mucho más intenso que cualquier otro vínculo que hubiera compartido jamás con nadie. No quería construirle un palacio de cristal ni comprarle rosas, pero habían llegado a ese punto en que a veces el vampiro se descubría pensando como su amante en situaciones cotidianas de su día a día. No es que tratara de decidir qué le gustaría más a Sunderland, sino que tomaba ciertas decisiones como si fuera él. Lo conocía tanto que no necesitaba para nada su telepatía para saber lo que le pasaba por la mente al empresario.
Correspondió a su beso marcando cierta distancia con las manos en la cintura del otro, que aún estaba débil y no debía emocionarse más de lo necesario. Él también lo sabía porque se limitó a juntar sus labios y a serenarse después, separándose un poco cuando Catherine entró. Basile podía ser un vampiro que había matado y abierto de piernas a la fuerza a media ciudad, pero seguía avergonzándose como una niña cuando su cuñada los encontraba en actitud cariñosa. Siempre había sido un hombre celoso de su intimidad, especialmente cuando todavía era humano, y se sentía bastante violento si alguien interfería en ella. Se sentó en la cama para ayudar a Vaël a tomar su medicina mientras escuchaba sus planes y proyectos.
- No eres ningún inútil, has estado trabajando sin parar desde que llegaste. ¿Cómo esperabas estar en tres meses? - Arqueó una ceja, medio divertido por su propia autocompasión. Era un exagerado, y por un instante Grushenko creyó ver en él al niño contrariado de mejillas regordetas que se había perdido en París a los ocho años. - Puedo ocuparme yo mientras estés en cama, si quieres. Ir al almacén, examinarlo, hablar con los vendedores y traerte la información que consiga reunir.
Tendría que hacer tratos siempre cuando cayera el sol pero no creía que eso fuese un problema para la gente de ralea dudosa que se movía por el puerto. Su botica podía quedarse a cargo de su empleada durante los días que le llevasen aquellas gestiones, después de todo la chica ya se había ocupado del negocio durante todo el tiempo que a Basile le costó recuperarse.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Realmente, por más veces que lo pensara, siempre llegaba a la conclusión de que Basile era lo mejor que le había pasado en la vida. Cuanto más miraba aquel rostro como la porcelana más creía que no sabría qué hacer si llegaba a perderlo. Entre suspiros relajados se tomó su medicación, dejando luego todo a un lado y analizando con mucho cuidado su oferta. No era mala, realmente, pero se había acostumbrado a estar muy metido en todos los asuntos concernientes al negocio y le costaba apartarse de ellos.
— Estoy seguro de que serás capaz de hacerlo. — terminó por conceder, girando un poco el rostro hacia él y dedicándole una sonrisa suave — Pero tendré que explicarte todos los planes que tengo en mente y hablarte un poco sobre los tipos con los que tendrás que tratar. Podría decirse que he hecho algo así como un estudio para tener más posibilidades de conseguir un buen trato.
Se pasó una mano por la cara, señalando hacia donde tenía todos los datos en papeles bien apilados, haciéndole luego un gesto para que los acercara a la cama y esperando que lo hiciera. Probablemente el siguiente rato no sería el más romántico que habrían pasado juntos, pues se dedicó a explicarle todo lo que le había dicho, intercalándolo con algún que otro beso o caricia, buscando siempre que podía su tacto. A veces no podía evitar mirar de reojo sus colmillos, porque de verdad que deseaba poder ser su alimento, sentir cómo perforaban su piel y succionaba, dándole parte de su vida, pero era consciente de que en su estado podía ser un completo desastre y podría rozar el límite de la muerte, así que era mejor no arriesgarse. Además, era más que probable que su boticario se negara a algo semejante.
— Creo que más o menos eso es todo...— se pasó una mano por la cara, no pudiendo contener un bostezo que tuvo que cubrir con esta, sacudiendo luego la cabeza para intentar despejarse y sonriéndole — Me pone un poco nervioso no poder atender todos los asuntos yo mismo, pero si debo confiar en alguien no puedo pensar en otra persona mejor. — su hermana era también de su total confianza, pero era una mujer, y por muy liberal que pudiera ser Vaël, aun tenía metidos en su cabeza los canones de la época, sin contar que otros hombres no la tomarían en serio a la hora de negociar.
— Estoy seguro de que serás capaz de hacerlo. — terminó por conceder, girando un poco el rostro hacia él y dedicándole una sonrisa suave — Pero tendré que explicarte todos los planes que tengo en mente y hablarte un poco sobre los tipos con los que tendrás que tratar. Podría decirse que he hecho algo así como un estudio para tener más posibilidades de conseguir un buen trato.
Se pasó una mano por la cara, señalando hacia donde tenía todos los datos en papeles bien apilados, haciéndole luego un gesto para que los acercara a la cama y esperando que lo hiciera. Probablemente el siguiente rato no sería el más romántico que habrían pasado juntos, pues se dedicó a explicarle todo lo que le había dicho, intercalándolo con algún que otro beso o caricia, buscando siempre que podía su tacto. A veces no podía evitar mirar de reojo sus colmillos, porque de verdad que deseaba poder ser su alimento, sentir cómo perforaban su piel y succionaba, dándole parte de su vida, pero era consciente de que en su estado podía ser un completo desastre y podría rozar el límite de la muerte, así que era mejor no arriesgarse. Además, era más que probable que su boticario se negara a algo semejante.
— Creo que más o menos eso es todo...— se pasó una mano por la cara, no pudiendo contener un bostezo que tuvo que cubrir con esta, sacudiendo luego la cabeza para intentar despejarse y sonriéndole — Me pone un poco nervioso no poder atender todos los asuntos yo mismo, pero si debo confiar en alguien no puedo pensar en otra persona mejor. — su hermana era también de su total confianza, pero era una mujer, y por muy liberal que pudiera ser Vaël, aun tenía metidos en su cabeza los canones de la época, sin contar que otros hombres no la tomarían en serio a la hora de negociar.
Última edición por Vaël Sunderland el Dom Mayo 18, 2014 6:54 am, editado 1 vez
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
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No pudo evitar sonreír cuando Vaël le miró con esa cara de magnate preocupado por sus finanzas y decidió depositar en él su confianza como si Basile fuera un subalterno que hubiese demostrado su valía y al fin mereciera un ascenso. Probablemente el inglés no se daba cuenta de ello porque tenía la cabeza muy llena de sus asuntos, pero para el vampiro seguía siendo ese jovencito descarado que acudía a su botica cuando las tornas estaban al revés buscando cremas muy obscenas para llamar su atención. Por aquel entonces en atribulado hombre de negocios ocupado en sacar una empresa adelante era Grushenko, cómo cambiaba la vida. No parecía quedar nada en el menor de ese hombre de vida alegre que había sido, pero el ruso siempre volvía a encontrarse con él entre las sábanas. Era allí donde Vaël volvía a ponerse travieso sin excepción.
Al principio se mostró reticente a acercarle a la cama el trabajo que acababa de regañarle por leer, pero luego se rindió a la evidencia de que era eso o esperar a marcharse para que el moreno lo tomara él mismo y siguiera desobedeciendo al médico. Cogió los papeles y atendió a sus explicaciones mirándolo de tanto en tanto para asegurarse de que no estaba poniendo gesto de excesivo cansancio. No le pasó por alto que le miraba mucho la boca. ¿Todavía tenía miedo de sus colmillos? No parecía muy inquieto pero Basile no sabía qué otra cosa podía estar pensando y desde luego no iba a utilizar su telepatía para enterarse, aún la consideraba una violación inadmisible de la intimidad de su compañero. Por supuesto pensaba utilizarla con todos los tipos con quienes hiciera negocios.
- Muy bien.
Volvió a dejar los documentos sobre la mesa cuando Sunderland confirmó que habían terminado y le puso de nuevo una mano sobre la frente para estimar la temperatura. Ahora que su piel estaba mucho más fría que antes había tenido que reajustar sus baremos habituales.
- Te prometo que cuidaré bien de tus asuntos. - Le tranquilizó mientras le acariciaba la mejilla. - También son los míos.
No es que quisiera apoderarse de su empresa, no lo decía en ese sentido. Se refería a que lo que ponía nervioso a su hombre le ponía también a él y a que sus preocupaciones eran compartidas porque lo quería. Hasta que lo conoció no comprendía todo lo que implicaba eso de "en lo bueno y en lo malo". No era solo un deber moral: cuando se amaba de verdad a alguien no podía evitarse participar de todas sus alegrías y tristezas.
Al principio se mostró reticente a acercarle a la cama el trabajo que acababa de regañarle por leer, pero luego se rindió a la evidencia de que era eso o esperar a marcharse para que el moreno lo tomara él mismo y siguiera desobedeciendo al médico. Cogió los papeles y atendió a sus explicaciones mirándolo de tanto en tanto para asegurarse de que no estaba poniendo gesto de excesivo cansancio. No le pasó por alto que le miraba mucho la boca. ¿Todavía tenía miedo de sus colmillos? No parecía muy inquieto pero Basile no sabía qué otra cosa podía estar pensando y desde luego no iba a utilizar su telepatía para enterarse, aún la consideraba una violación inadmisible de la intimidad de su compañero. Por supuesto pensaba utilizarla con todos los tipos con quienes hiciera negocios.
- Muy bien.
Volvió a dejar los documentos sobre la mesa cuando Sunderland confirmó que habían terminado y le puso de nuevo una mano sobre la frente para estimar la temperatura. Ahora que su piel estaba mucho más fría que antes había tenido que reajustar sus baremos habituales.
- Te prometo que cuidaré bien de tus asuntos. - Le tranquilizó mientras le acariciaba la mejilla. - También son los míos.
No es que quisiera apoderarse de su empresa, no lo decía en ese sentido. Se refería a que lo que ponía nervioso a su hombre le ponía también a él y a que sus preocupaciones eran compartidas porque lo quería. Hasta que lo conoció no comprendía todo lo que implicaba eso de "en lo bueno y en lo malo". No era solo un deber moral: cuando se amaba de verdad a alguien no podía evitarse participar de todas sus alegrías y tristezas.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: La naturaleza humana tiene inconvenientes (Privado)
La verdad es que Vaël no sentía preocupación porque Basile hiciera un mal trabajo, menos ahora, que había pasado por tantos cambios y se había convertido en un hombre mucho más decidido -o eso le parecía a él-, era simplemente que se había acostumbrado, en esos dos años, a ser él quién llevara las riendas de todo su trabajo, así que delegar se le complicaba un poco. Aun así sonrió, llevando una mano a la que él tenía sobre su mejilla y cerrando los ojos para disfrutar de su tacto frío y suave.
— Estoy seguro de eso. — reconoció, volviendo a mirarle. Era incapaz de esconder la devoción que sentía hacia aquel hombre, porque sus ojos brillaban al mirarlo, y ya no solo con la lascivia del principio — A veces me paro a pensar, en que si hace unos años me hubieran dicho que ahora estaría así, amándote de esta forma y siendo todo un señorito, me habría reído como loco en su cara. Además de darle la mejor y más apasionada noche de sexo a cambio de dinero que jamás hubiera podido imaginar, hasta hacerle cambiar de opinión al muy atrevido. — soltó una risita, deslizando la mano por su brazo y su hombro, hasta poder tirar un poco de él y besarlo, aunque fuera un suave roce de labios. No podía tenerle tan cerca y simplemente no sentirlo, le enloquecía.
Buscó un poco más de sus mimos, de sus besos o caricias. Sabía que Basile iba a tener todo el cuidado de no cansarlo, su boticario era así, pero no iba a dejar de insistir. Ahora estaría varios días en reposo, y eso era casi una tortura para él. Incluso cuando era cortesano solo dormía lo que le pedía el cuerpo para descansar, pero mientras estuviera despierto el tiempo había que aprovecharlo. Se separó un poco de él y lo miró, sonriendo con suavidad. Se llevó una mano al pecho, desabrochando la cinta que ataba el cuello de su pijama y abriéndolo un poco para dejar parte de sus hombros incluso expuesto.
— Voy a tener que estar muchas horas aquí, mi vida. Y sé que no vas a querer alimentarte de mi. — cuando lo dijo casi parecía un niño pequeño con un arrebato de fastidio por aquello — Pero podrías morderme...aunque no bebas. — pidió, bajando la voz a un susurro y girando el rostro a un lado, exponiendo totalmente su cuello para él, mirando hacia la pared — No hay nada que me plazca más que sentir una parte de ti entrando en mi. — reconoció, sonriendo ladino y mirándolo de reojo. En su estado también dudaba poder convencerlo para que le hiciera el amor, así que al menos, como mínimo...quería algo de él. En su tiempo como cortesano había sufrido casi una adicción a las mordidas de los vampiros, ese dolor, esa sensación de su vida abandonando su cuerpo, era algo inexplicable y siempre quería más. Ahora que era su propio amante el que disponía de tales armas, simplemente no podía quitárselo de la cabeza.
— Estoy seguro de eso. — reconoció, volviendo a mirarle. Era incapaz de esconder la devoción que sentía hacia aquel hombre, porque sus ojos brillaban al mirarlo, y ya no solo con la lascivia del principio — A veces me paro a pensar, en que si hace unos años me hubieran dicho que ahora estaría así, amándote de esta forma y siendo todo un señorito, me habría reído como loco en su cara. Además de darle la mejor y más apasionada noche de sexo a cambio de dinero que jamás hubiera podido imaginar, hasta hacerle cambiar de opinión al muy atrevido. — soltó una risita, deslizando la mano por su brazo y su hombro, hasta poder tirar un poco de él y besarlo, aunque fuera un suave roce de labios. No podía tenerle tan cerca y simplemente no sentirlo, le enloquecía.
Buscó un poco más de sus mimos, de sus besos o caricias. Sabía que Basile iba a tener todo el cuidado de no cansarlo, su boticario era así, pero no iba a dejar de insistir. Ahora estaría varios días en reposo, y eso era casi una tortura para él. Incluso cuando era cortesano solo dormía lo que le pedía el cuerpo para descansar, pero mientras estuviera despierto el tiempo había que aprovecharlo. Se separó un poco de él y lo miró, sonriendo con suavidad. Se llevó una mano al pecho, desabrochando la cinta que ataba el cuello de su pijama y abriéndolo un poco para dejar parte de sus hombros incluso expuesto.
— Voy a tener que estar muchas horas aquí, mi vida. Y sé que no vas a querer alimentarte de mi. — cuando lo dijo casi parecía un niño pequeño con un arrebato de fastidio por aquello — Pero podrías morderme...aunque no bebas. — pidió, bajando la voz a un susurro y girando el rostro a un lado, exponiendo totalmente su cuello para él, mirando hacia la pared — No hay nada que me plazca más que sentir una parte de ti entrando en mi. — reconoció, sonriendo ladino y mirándolo de reojo. En su estado también dudaba poder convencerlo para que le hiciera el amor, así que al menos, como mínimo...quería algo de él. En su tiempo como cortesano había sufrido casi una adicción a las mordidas de los vampiros, ese dolor, esa sensación de su vida abandonando su cuerpo, era algo inexplicable y siempre quería más. Ahora que era su propio amante el que disponía de tales armas, simplemente no podía quitárselo de la cabeza.
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
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Re: La naturaleza humana tiene inconvenientes (Privado)
Sabía que no podía borrar la parte del pasado de Vaël en la que había compartido la cama de tantos otros, pero cada vez que el ex-cortesano hacía referencia al mismo al vampiro lo aguijoneaban los celos. Le gustaría poder cerrar los ojos, mirar hacia otro lado y que todos aquellos antiguos amantes simplemente desaparecieran. Sabía que no era tan fácil, y tenía también la certeza de que el afecto de Sunderland era sincero ahora, pero siempre le quedaba la duda de si el inglés se había acabado conformando con él porque estaba cansado de ir de cama en cama. Sabía que no era justo para el otro pensar de esa forma. Vaël era como un niño que no tenía maldad, su aura tenía un resplandor inocente que chocaba bastante con la vida que había estado llevando de joven, y cuando veía llegar a su amante siempre se encendía con chispas doradas y tonos rojizos que no hacían sino confirmar a Basile que se alegraba de estar con él. No necesitaba todas esas señales, podía mirarlo a los ojos y sentirse en paz. Le devolvió el beso olvidando por un instante que estaba convaleciente y que no podía permitirse entregarse demasiado a la pasión.
Sonrió con la comisura derecha de los labios como cada vez que el inglés hacía una travesura. Cómo le gustaba que fuese descarado y qué lástima que no estuvieran en la mejor ocasión para aprovechar eso. Miró su cuello desnudo y expuesto para él y su lengua salió sola a relamer sus labios, que temblaban de anticipación. Pero fue lo bastante fuerte para volver a deslizar la tela donde tenía que estar, librándose así aunque fuera un poco de esa tentación deliciosa.
- No es momento para que te excites. - Lo reprendió. - Tienes que descansar.
No iba a complacerlo con aquello, pero igualmente le besó el nacimiento de la clavícula y aspiró un momento aquella fragancia que lo enloquecía, cerrando los párpados para embriagarse mejor con ella.
- ¿Qué médico te está tratando? Puedo traerte al mejor.
Sonrió con la comisura derecha de los labios como cada vez que el inglés hacía una travesura. Cómo le gustaba que fuese descarado y qué lástima que no estuvieran en la mejor ocasión para aprovechar eso. Miró su cuello desnudo y expuesto para él y su lengua salió sola a relamer sus labios, que temblaban de anticipación. Pero fue lo bastante fuerte para volver a deslizar la tela donde tenía que estar, librándose así aunque fuera un poco de esa tentación deliciosa.
- No es momento para que te excites. - Lo reprendió. - Tienes que descansar.
No iba a complacerlo con aquello, pero igualmente le besó el nacimiento de la clavícula y aspiró un momento aquella fragancia que lo enloquecía, cerrando los párpados para embriagarse mejor con ella.
- ¿Qué médico te está tratando? Puedo traerte al mejor.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: La naturaleza humana tiene inconvenientes (Privado)
Tal y como había imaginado su amante no iba a darle el capricho ese día. Cada vez detestaba más la idea de estar enfermo. Lo miraba a él, tan inalterable, tan etéreo y perfecto, a su lado se sentía como un pobre animalito incapaz de estar a su altura. Sentía celos y a la vez miedo, admiración y pasión, todo lo que le despertaba su boticario era intenso, del modo que fuese.
— Te preocupas demasiado, Basile. — susurró, llevando una mano a su nuca para hacerle una caricia, cerrando los ojos al sentir cómo aspiraba su aroma. Realmente habría deseado que en ese mismo momento le hincara el diente, pero sabía que no sería fácil lograr nada insistiendo, no mientras estuviera en ese estado — Me atiende un buen doctor, no tienes de qué preocuparte. De todas formas no es nada, ya te lo han dicho, no es más que un poco de cansancio. A fin de cuentas soy humano, ¿recuerdas? Para mi desgracia aun tengo ciertos límites, o al menos los tiene mi cuerpo, pues mental y anímicamente podría seguir trabajando.
Se removió un poco para poder sentarse en la cama, apoyándose contra los suaves almohadones que tenía allí y dejando escapar un suspiro, echándose hacia atrás y cerrando los ojos. A veces envidiaba al boticario, tal vez no podía salir a la luz del sol y tenía ciertas restricciones, pero al menos nunca se cansaba, podía estar a todas horas viviendo, su vida en muerte, su muerte en vida, qué más daba, la cuestión es que no tenía las ataduras que un simple mortal debía sufrir.
— Mi amor...— susurró finalmente, entreabriendo un poco los ojos para volver a mirarlo — ¿Seguirás amándome cuando comience a arrugarme y mi cuerpo ya no pueda satisfacer todas tus necesidades? — se miró las manos, como si por un momento pudiera ver cada mancha y cada arruga que tendría dentro de algunos años — Creo que...a pesar de mi vida como cortesano, a pesar de lo mucho que querría tu felicidad, no sé si sería capaz de soportar que tuvieras amantes que te dieran lo que yo no pueda darte. — tal vez no era el mejor momento para ese tipo de conversación, pero normalmente el tiempo que pasaban juntos era para poder apaciguar la llama de la pasión y enredarse sin descanso, así que tal vez era un momento más adecuado para hablar que cuando se devoraban mutuamente.
— Te preocupas demasiado, Basile. — susurró, llevando una mano a su nuca para hacerle una caricia, cerrando los ojos al sentir cómo aspiraba su aroma. Realmente habría deseado que en ese mismo momento le hincara el diente, pero sabía que no sería fácil lograr nada insistiendo, no mientras estuviera en ese estado — Me atiende un buen doctor, no tienes de qué preocuparte. De todas formas no es nada, ya te lo han dicho, no es más que un poco de cansancio. A fin de cuentas soy humano, ¿recuerdas? Para mi desgracia aun tengo ciertos límites, o al menos los tiene mi cuerpo, pues mental y anímicamente podría seguir trabajando.
Se removió un poco para poder sentarse en la cama, apoyándose contra los suaves almohadones que tenía allí y dejando escapar un suspiro, echándose hacia atrás y cerrando los ojos. A veces envidiaba al boticario, tal vez no podía salir a la luz del sol y tenía ciertas restricciones, pero al menos nunca se cansaba, podía estar a todas horas viviendo, su vida en muerte, su muerte en vida, qué más daba, la cuestión es que no tenía las ataduras que un simple mortal debía sufrir.
— Mi amor...— susurró finalmente, entreabriendo un poco los ojos para volver a mirarlo — ¿Seguirás amándome cuando comience a arrugarme y mi cuerpo ya no pueda satisfacer todas tus necesidades? — se miró las manos, como si por un momento pudiera ver cada mancha y cada arruga que tendría dentro de algunos años — Creo que...a pesar de mi vida como cortesano, a pesar de lo mucho que querría tu felicidad, no sé si sería capaz de soportar que tuvieras amantes que te dieran lo que yo no pueda darte. — tal vez no era el mejor momento para ese tipo de conversación, pero normalmente el tiempo que pasaban juntos era para poder apaciguar la llama de la pasión y enredarse sin descanso, así que tal vez era un momento más adecuado para hablar que cuando se devoraban mutuamente.
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
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Re: La naturaleza humana tiene inconvenientes (Privado)
Cierto, se preocupaba demasiado cuando se trataba de Vaël, pero es que no había pasado dos años separado de él como para que ahora cualquier costipado estúpido se lo llevara. Los humanos eran débiles y él mismo lo había experimentado no hacía tanto tiempo, cuando aún enfermaba y tenía que quedarse en cama postrado como un gatito indefenso ante el menor atisbo de una fiebre o una indigestión. Por suerte no parecía que hubiera motivos para alarmarse en esa ocasión: Sunderland estaba bien y no solo por lo que decía, sino que se notaba que la causa que lo tenía encamado no era grave. Aun así Basile no pensaba descuidarse y lo iba a regañar como a un niño si lo veía trabajar o ponerse nervioso. Tenía que descansar y el vampiro se tomaba muy en serio sus labores de cuidador, tanto que incluso le arropó las sábanas mientras el otro se quejaba de que no quisiera morderle. Desde luego, ¿cómo se le ocurría una cosa así?
Volvió a prestarle toda su atención cuando captó por su tono de voz que lo que se proponía a decirle era serio. Allí estaba otra vez el dichoso tema. Se abstuvo de zanjarlo con un par de frases contundentes porque sabía que en ese momento no iba a ser suficiente. Normalmente lo acallaba con besos antes de llevarlo a un terreno más íntimo donde el inglés ya no tenía ganas de hacer preguntas, pero en ese estado delicado no iba a ser posible usar tácticas de distracción. En su lugar le tomó las manos entre las suyas, que estaban frías, y lo miró a los ojos con calma.
- No pienso tener amantes. Te quiero a ti y siempre vas a ser más que suficiente para mí. - Movió la cabeza a un lado y a otro buscando el mejor modo de explicarle que, en su nueva situación, sus necesidades no eran tanto como él suponía. - Ya no soy el animal que fui. - Dijo con cierta tristeza al recordar esa etapa horrible. - Ahora me contento con estar a tu lado y abrazarte, eso llena mis días. Me estaré haciendo viejo. - Sonrió sutilmente y le rodeó los hombros. - Te querré cuando te arrugues y te querré si se te cae el pelo. Y cuando estés cansado... bueno. Tengo dos manos y diez dedos, sabré arreglármelas. - No sería la primera vez que se apañaba solo, después de todo habían estado separados mucho tiempo y Grushenko no era ningún niño tonto que no sabía qué hacer con una erección propia y se asustaba cuando empezaba a excitarse. - Sé lo que me vas a decir. - Siguió, anticipándose al deseo inevitable del empresario. - Y no espero que lo entiendas, pero imagina el dolor más absoluto que puedas llegar a sentir y multiplícalo por cien. No sería capaz de hacerte eso. Por favor, no me lo pidas.
Sabía que Vaël estaría encantado de que Basile lo convirtiera, pero eso no era algo tan ideal como parecía creer la gente. Los humanos identificaban ser un vampiro con la inmortalidad, la fuerza y las cosas estupendas que se podían hacer. ¿Pero dónde quedaba todo lo demás? Era un vacío inmenso seguir teniendo sentimientos por personas que iban envejeciendo y muriendo. Era horrible sentir que se perdía el control y que se hacían cosas deleznables. El boticario se había odiado tanto a sí mismo durante tanto tiempo que se planteó morir abrasado al sol, y únicamente el recuerdo de Sunderland lo matenía cuerdo a ratos. Había estado tan cerca de perderse para siempre en la oscuridad que la sola idea de que su amante pasara por lo mismo lo aterraba como si volviera a vivirlo en su propia piel.
Volvió a prestarle toda su atención cuando captó por su tono de voz que lo que se proponía a decirle era serio. Allí estaba otra vez el dichoso tema. Se abstuvo de zanjarlo con un par de frases contundentes porque sabía que en ese momento no iba a ser suficiente. Normalmente lo acallaba con besos antes de llevarlo a un terreno más íntimo donde el inglés ya no tenía ganas de hacer preguntas, pero en ese estado delicado no iba a ser posible usar tácticas de distracción. En su lugar le tomó las manos entre las suyas, que estaban frías, y lo miró a los ojos con calma.
- No pienso tener amantes. Te quiero a ti y siempre vas a ser más que suficiente para mí. - Movió la cabeza a un lado y a otro buscando el mejor modo de explicarle que, en su nueva situación, sus necesidades no eran tanto como él suponía. - Ya no soy el animal que fui. - Dijo con cierta tristeza al recordar esa etapa horrible. - Ahora me contento con estar a tu lado y abrazarte, eso llena mis días. Me estaré haciendo viejo. - Sonrió sutilmente y le rodeó los hombros. - Te querré cuando te arrugues y te querré si se te cae el pelo. Y cuando estés cansado... bueno. Tengo dos manos y diez dedos, sabré arreglármelas. - No sería la primera vez que se apañaba solo, después de todo habían estado separados mucho tiempo y Grushenko no era ningún niño tonto que no sabía qué hacer con una erección propia y se asustaba cuando empezaba a excitarse. - Sé lo que me vas a decir. - Siguió, anticipándose al deseo inevitable del empresario. - Y no espero que lo entiendas, pero imagina el dolor más absoluto que puedas llegar a sentir y multiplícalo por cien. No sería capaz de hacerte eso. Por favor, no me lo pidas.
Sabía que Vaël estaría encantado de que Basile lo convirtiera, pero eso no era algo tan ideal como parecía creer la gente. Los humanos identificaban ser un vampiro con la inmortalidad, la fuerza y las cosas estupendas que se podían hacer. ¿Pero dónde quedaba todo lo demás? Era un vacío inmenso seguir teniendo sentimientos por personas que iban envejeciendo y muriendo. Era horrible sentir que se perdía el control y que se hacían cosas deleznables. El boticario se había odiado tanto a sí mismo durante tanto tiempo que se planteó morir abrasado al sol, y únicamente el recuerdo de Sunderland lo matenía cuerdo a ratos. Había estado tan cerca de perderse para siempre en la oscuridad que la sola idea de que su amante pasara por lo mismo lo aterraba como si volviera a vivirlo en su propia piel.
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Re: La naturaleza humana tiene inconvenientes (Privado)
Era imposible controlar la sonrisa que se formaba en sus labios al escuchar las palabras de su amante, al saberse querido de aquella forma. Vaël nunca había temido envejecer, ni tan siquiera cuando vivía de su cuerpo, nunca pensaba en el futuro o lo que le pudiera deparar. Pero saber que él se marchitaría y moriría, dejando allí a Basile, era algo que le quemaba por dentro, despertaba en él incluso celos totalmente ilógicos que no podía controlar.
Y aun así, antes siquiera de que pudiera continuar llevando la conversación por el camino que pretendía, su amante inmortal le dejó las cosas más que claras; no tenía intención alguna de convertirlo, de hacerlo su pareja eterna. Por un momento varios sentimientos se agolparon en su pecho. No solo fue el enfado por sentir algo parecido al rechazo, también fue pena, porque de algún modo podía comprender las palabras de su compañero, mas no por ello era capaz de sentirlas, no podía compartirlas.
— Está bien, no te lo pediré. — murmuró, apartando despacio las manos de su contacto. La sonrisa que había formado en su rostro había desaparecido, dejando paso a una mueca más seria, más cansada — No te lo haré saber, no te diré mis motivos y sentimientos al respecto. Pero cuando los años pasen, cuando me sienta cansado y me enfade sin motivo aparente, solo calla y aguántalo. — pidió, removiéndose para darse la vuelta, para poder darle la espalda y acostarse de costado, mirando hacia el lado contrario — No quiero morir...no quiero que me veas morir.
Tal vez fuera por el cansancio, que lo ponía mucho más sensible de lo que normalmente estaba. O simplemente que nunca habían llegado a tocar un tema tan delicado, pero en ese momento realmente se sentía mal. Cerró los ojos, negando despacio con la cabeza, casi como un niño pequeño enfurruñado, al que le han negado un capricho que desea con todas sus fuerzas.
Y aun así, antes siquiera de que pudiera continuar llevando la conversación por el camino que pretendía, su amante inmortal le dejó las cosas más que claras; no tenía intención alguna de convertirlo, de hacerlo su pareja eterna. Por un momento varios sentimientos se agolparon en su pecho. No solo fue el enfado por sentir algo parecido al rechazo, también fue pena, porque de algún modo podía comprender las palabras de su compañero, mas no por ello era capaz de sentirlas, no podía compartirlas.
— Está bien, no te lo pediré. — murmuró, apartando despacio las manos de su contacto. La sonrisa que había formado en su rostro había desaparecido, dejando paso a una mueca más seria, más cansada — No te lo haré saber, no te diré mis motivos y sentimientos al respecto. Pero cuando los años pasen, cuando me sienta cansado y me enfade sin motivo aparente, solo calla y aguántalo. — pidió, removiéndose para darse la vuelta, para poder darle la espalda y acostarse de costado, mirando hacia el lado contrario — No quiero morir...no quiero que me veas morir.
Tal vez fuera por el cansancio, que lo ponía mucho más sensible de lo que normalmente estaba. O simplemente que nunca habían llegado a tocar un tema tan delicado, pero en ese momento realmente se sentía mal. Cerró los ojos, negando despacio con la cabeza, casi como un niño pequeño enfurruñado, al que le han negado un capricho que desea con todas sus fuerzas.
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
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Re: La naturaleza humana tiene inconvenientes (Privado)
No había querido disgustarlo pero sabía que ese tema siempre iba a ser una barrera entre los dos. Se guardó de insinuarle siquiera que el culpable de esa diferencia entre ellos no había sido otro que el antiguo amante celoso de Sunderland, no sería justo. Sabía que Vaël habría preferido mil veces sufrir en sus carnes el daño que al final recibió el boticario de modo colateral antes que verlo soportar su transformación perdido y solo. Lo vio girarse y se quedó mirando a la espalda del inglés, pensando que paradójicamente ya estaba callando y aguantando sus enfados aunque todavía fuese joven y estuviera bastante lejos de ese futuro tan apocalíptico que pintaba para los dos. Suspiró sin necesidad, solo para que el menor lo escuchara, ya que no le influía para nada tomar aire. Sabiendo con certeza que nada lo que dijera podría arreglar el enojo que sentía su compañero se ahorró las palabras y pensó que, sin proponérselo, Vaël acababa de resumir muy bien el motivo por el que Basile no quería moderle. No quería verle morir. A fin de cuentas así era como estaba el boticario: muerto; su corazón no latía, sus pulmones no funcionaban y nunca podría volver a ver salir el sol.
Se estiró hacia un lado para tomar de la mesa los papeles de los que había prometido encargarse mientras el otro estuviera de reposo. Las escrituras del almacén no entrañaban mucho misterio, y por suerte a causa del trabajo que siempre había tenido y que aún desempeñaba se manejaba con soltura con las cuentas y el dinero. Sabía lo que era un trato justo y lo que no constituía un negocio ventajoso, así que confiaba en desempeñar una buena labor. Se entretuvo un rato con eso pero el silencio de la habitación se había vuelto demasiado pesado incluso para él, así que al final dejó de nuevo los documentos donde estaban y puso una mano en el hombro de Vaël.
- No te disgustes. - Pidió, preguntándose cómo conseguía siempre hacer que el vampiro fuera el que terminara disculpándose aun estando seguro de no tener culpa de nada. - Cuando te encuentres un poco mejor te llevaré a alguna parte para que termines de recuperarte. ¿Te gustaría?
A uno de esos balnearios donde el inglés podría estar todo el día recibiendo masajes y cociéndose en la sauna como una patata en la olla. A un lugar lo bastante alejado de París como para que nadie los reconociera, y lo bastante moderno para que tampoco les importara lo que ocurría dentro de su habitación. Sunderland no podía pasar el resto de su existencia tan preocupado por morirse que se olvidara de vivir los días que tenía, era absurdo.
Se estiró hacia un lado para tomar de la mesa los papeles de los que había prometido encargarse mientras el otro estuviera de reposo. Las escrituras del almacén no entrañaban mucho misterio, y por suerte a causa del trabajo que siempre había tenido y que aún desempeñaba se manejaba con soltura con las cuentas y el dinero. Sabía lo que era un trato justo y lo que no constituía un negocio ventajoso, así que confiaba en desempeñar una buena labor. Se entretuvo un rato con eso pero el silencio de la habitación se había vuelto demasiado pesado incluso para él, así que al final dejó de nuevo los documentos donde estaban y puso una mano en el hombro de Vaël.
- No te disgustes. - Pidió, preguntándose cómo conseguía siempre hacer que el vampiro fuera el que terminara disculpándose aun estando seguro de no tener culpa de nada. - Cuando te encuentres un poco mejor te llevaré a alguna parte para que termines de recuperarte. ¿Te gustaría?
A uno de esos balnearios donde el inglés podría estar todo el día recibiendo masajes y cociéndose en la sauna como una patata en la olla. A un lugar lo bastante alejado de París como para que nadie los reconociera, y lo bastante moderno para que tampoco les importara lo que ocurría dentro de su habitación. Sunderland no podía pasar el resto de su existencia tan preocupado por morirse que se olvidara de vivir los días que tenía, era absurdo.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: La naturaleza humana tiene inconvenientes (Privado)
Por extraño que pudiera parecer, aquel suspiro le hizo estremecer, pues sabía que era un toque de atención por parte de su amante, tal vez tratando de advertirle que aquella actitud le resultaba un completo hastío. A veces Vaël no podía evitar temer por su relación, por el simple hecho de que sus sentimientos humanos y sus pequeñas muestras de celos, inseguridades y cosas de lo más corrientes cansaran a un ser inmortal como Basile, que había dejado todas aquellas cosas muy lejos. Apretó los labios, observando de reojo cómo iba hacia los papeles. sus ojo se clavaron en él, mientras su mente daba mil vueltas a toda aquella situación.
Cuando el vampiro decidió romper la tensión del momento, tanto con el contacto como con su voz, el humano no pudo más que cerrar los ojos y suspirar, removiéndose para poder acercarse a él, llevando una mano a su pelo y deslizando los dedos por él, sintiendo la suavidad de sus hebras y apretando un poco los labios. Sus ojos estaban cargados de arrepentimiento, pero aun así sonrió, casi como una disculpa silenciosa.
— Claro que me gustaría. — reconoció, en un susurro suave, acercándose a él para poder dejar un leve beso en sus labios, fugaz y efímero — Lo siento, no pretendía hacerte sentir incómodo, estoy un poco cansado y no pienso con claridad. — no era del todo cierto, sus sentimientos referentes a la inmortalidad eran exactamente los que había dicho, pero si aquello iba a suponer discusión tras discusión entre ambos definitivamente prefería no volver a sacar el tema. Bajó la mano de su cabello a su rostro, frío como el hielo, de facciones perfectas — No voy a volver a hablar de ello. Simplemente disfrutaré de cada segundo que la vida me regale a tu lado. — prometió, acercándose para apoyar su frente en la de él, cerrando los ojos. Tras apenas unos segundos sus labios cambiaron la sonrisa de disculpa a una un poco más cargada de picardía, y entreabrió uno de sus párpados para mirarlo — Y empezaré por compensarte en cuanto me lleves a algún sitio, ya sabes. — se mordió el labio inferior, y a pesar de su cara de cansancio y su falta de fuerza a causa del mal estar, fue más que evidente ese pequeño retazo de aquel cortesano que una vez fue — Aun recuerdo muchas técnicas de mi antiguo trabajo. Y estoy seguro de que nos dejamos algunas en el tintero, sobretodo aquellas que podemos hacer ahora que eres más fuerte, más rápido, más resistente, más...— iba a decir "peligroso", pero temió que el boticario se lo tomara a mal, así que se separó un poco para poder observarlo mejor — Como no te alejes pronto de mi cama no me hago responsable de lo que pueda hacer, aunque ello conlleve estar tres semanas más aquí encerrado.
Se dejó caer despacio de nuevo, ahora manteniendo la mueca suave, esa sonrisa, esa intención de dejar a un lado el tema, como si no hubiera acontecido en ningún momento. Aun estaban adaptándose de nuevo a su relación. No era como antes, no solo por la condición del vampiro, también por la vida que ahora tenían. Vaël ya no era tan libre para hacer lo que quisiera, debía mantener su vida un poco más en el recato del hogar, como Basile siempre había pretendido. También había dejado atrás muchos de sus vicios, pero algo tenía claro, y es que en cuanto el vampiro dejara cualquier miedo a un lado, iba a disfrutar como un enajenado. Él siempre había disfrutado de la sensación de unos colmillos desgarrando su piel, unas garras dejando marcas en su cuerpo, y ahora aquello le pertenecía, estaba deseando que llegara el momento de poder darle un buen uso, sin miedos y con la confianza que un par de años atrás habían compartido.
Cuando el vampiro decidió romper la tensión del momento, tanto con el contacto como con su voz, el humano no pudo más que cerrar los ojos y suspirar, removiéndose para poder acercarse a él, llevando una mano a su pelo y deslizando los dedos por él, sintiendo la suavidad de sus hebras y apretando un poco los labios. Sus ojos estaban cargados de arrepentimiento, pero aun así sonrió, casi como una disculpa silenciosa.
— Claro que me gustaría. — reconoció, en un susurro suave, acercándose a él para poder dejar un leve beso en sus labios, fugaz y efímero — Lo siento, no pretendía hacerte sentir incómodo, estoy un poco cansado y no pienso con claridad. — no era del todo cierto, sus sentimientos referentes a la inmortalidad eran exactamente los que había dicho, pero si aquello iba a suponer discusión tras discusión entre ambos definitivamente prefería no volver a sacar el tema. Bajó la mano de su cabello a su rostro, frío como el hielo, de facciones perfectas — No voy a volver a hablar de ello. Simplemente disfrutaré de cada segundo que la vida me regale a tu lado. — prometió, acercándose para apoyar su frente en la de él, cerrando los ojos. Tras apenas unos segundos sus labios cambiaron la sonrisa de disculpa a una un poco más cargada de picardía, y entreabrió uno de sus párpados para mirarlo — Y empezaré por compensarte en cuanto me lleves a algún sitio, ya sabes. — se mordió el labio inferior, y a pesar de su cara de cansancio y su falta de fuerza a causa del mal estar, fue más que evidente ese pequeño retazo de aquel cortesano que una vez fue — Aun recuerdo muchas técnicas de mi antiguo trabajo. Y estoy seguro de que nos dejamos algunas en el tintero, sobretodo aquellas que podemos hacer ahora que eres más fuerte, más rápido, más resistente, más...— iba a decir "peligroso", pero temió que el boticario se lo tomara a mal, así que se separó un poco para poder observarlo mejor — Como no te alejes pronto de mi cama no me hago responsable de lo que pueda hacer, aunque ello conlleve estar tres semanas más aquí encerrado.
Se dejó caer despacio de nuevo, ahora manteniendo la mueca suave, esa sonrisa, esa intención de dejar a un lado el tema, como si no hubiera acontecido en ningún momento. Aun estaban adaptándose de nuevo a su relación. No era como antes, no solo por la condición del vampiro, también por la vida que ahora tenían. Vaël ya no era tan libre para hacer lo que quisiera, debía mantener su vida un poco más en el recato del hogar, como Basile siempre había pretendido. También había dejado atrás muchos de sus vicios, pero algo tenía claro, y es que en cuanto el vampiro dejara cualquier miedo a un lado, iba a disfrutar como un enajenado. Él siempre había disfrutado de la sensación de unos colmillos desgarrando su piel, unas garras dejando marcas en su cuerpo, y ahora aquello le pertenecía, estaba deseando que llegara el momento de poder darle un buen uso, sin miedos y con la confianza que un par de años atrás habían compartido.
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
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Re: La naturaleza humana tiene inconvenientes (Privado)
Cuando Vaël se giró de nuevo el vampiro le rodeó la cintura. Era tan fácil abrazarlo, como si de alguna forma sus manos frías supieran exactamente dónde y cómo ponerse para sentir que lo abarcaba. Sunderland no era excesivamente delgado ni tampoco grueso, tenía el tamaño perfecto para los brazos del boticario.
- No importa.
Sí que importaba, muchísimo, y aunque el moreno pensara que solo era algo que le angustiaba a él se equivocaba por completo. A Basile se le rompía el corazón, aunque ya no le latiera, cuando imaginaba lo que sería pasar una eternidad sin él. Pero no podía dejar que lo intuyese porque entonces tal vez ya no tendría fuerza para explicarle por qué seguía oponiéndose a su deseo. Parecía fácil, solo tenía que morderle, y además era lo que más deseaba en el mundo... pero no a ese precio. No mataría al hombre al que amaba.
Agradeció que el menor se pusiera juguetón, siempre lo hacía cuando estaba de buen humor. Era algo que cuando empezaron a conocerse a Grushenko le sacaba de sus casillas y que ahora adoraba de él. Seguramente eso se debía a que al principio el boticario creía que podía ponerse igual de pícaro para otros. Curvó las comisuras de los labios sin querer dar mucha muestra de lo que aquello le complacía. Sunderland estaba convaleciente y si el rubio no se contenía acabarían saltándose su periodo de reposo impuesto por los médicos. Se rió abiertamente cuando el mismo inglés se dio cuenta de que se estaba acelerando.
- Me alegra saber que te parezco tan atractivo. - Se agachó sobre él cuando se tumbó y buscó sus labios para darle un beso que se alargó un poco, lento y calmado. - Pero me temo que igual te decepciono. Puede que sea más rápido y más fuerte pero sigo teniendo la misma poca idea en el campo.
Siendo honestos Basile no era el rey de los trucos entre sábanas. Se limitaba a disfrutar de lo que sabía hacer y solía ser Vaël quien conducía la situación, aunque el boticario se entregaba con toda el alma a sus encuentros. Volvió a besarle de nuevo sin soltar el agarre en su cintura. Aquello era mil veces mejor que discutir.
- No importa.
Sí que importaba, muchísimo, y aunque el moreno pensara que solo era algo que le angustiaba a él se equivocaba por completo. A Basile se le rompía el corazón, aunque ya no le latiera, cuando imaginaba lo que sería pasar una eternidad sin él. Pero no podía dejar que lo intuyese porque entonces tal vez ya no tendría fuerza para explicarle por qué seguía oponiéndose a su deseo. Parecía fácil, solo tenía que morderle, y además era lo que más deseaba en el mundo... pero no a ese precio. No mataría al hombre al que amaba.
Agradeció que el menor se pusiera juguetón, siempre lo hacía cuando estaba de buen humor. Era algo que cuando empezaron a conocerse a Grushenko le sacaba de sus casillas y que ahora adoraba de él. Seguramente eso se debía a que al principio el boticario creía que podía ponerse igual de pícaro para otros. Curvó las comisuras de los labios sin querer dar mucha muestra de lo que aquello le complacía. Sunderland estaba convaleciente y si el rubio no se contenía acabarían saltándose su periodo de reposo impuesto por los médicos. Se rió abiertamente cuando el mismo inglés se dio cuenta de que se estaba acelerando.
- Me alegra saber que te parezco tan atractivo. - Se agachó sobre él cuando se tumbó y buscó sus labios para darle un beso que se alargó un poco, lento y calmado. - Pero me temo que igual te decepciono. Puede que sea más rápido y más fuerte pero sigo teniendo la misma poca idea en el campo.
Siendo honestos Basile no era el rey de los trucos entre sábanas. Se limitaba a disfrutar de lo que sabía hacer y solía ser Vaël quien conducía la situación, aunque el boticario se entregaba con toda el alma a sus encuentros. Volvió a besarle de nuevo sin soltar el agarre en su cintura. Aquello era mil veces mejor que discutir.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: La naturaleza humana tiene inconvenientes (Privado)
Ante las palabras de su pareja no podía más que sonreír, pues para él no era una preocupación que no fuera el genio de las sábanas, Vaël lo compensaba, estaba seguro de que ambos eran una combinación perfecta en cualquiera de los sentidos. Simplemente continuó con el beso, buscando sus caricias y sus mimos, hasta que su hermana decidió que de nuevo era momento de interrumpir.
El resto ya fue simplemente un paseo de ella de un lado a otro, hablando con el vampiro y con él, sobre los diversos negocios y las necesidades que tenían, nada fuera de lo normal. Así fue como el momento romántico llegó a su fin, para sumirse de nuevo en la rutina y la monotonía de la vida cotidiana, aunque fuera de noche en lugar del día.
Los fías fueron pasando, y el humano al principio pareció mejorar, gracias al reposo y al hecho de que su amante se encargara de gran parte de su trabajo, lo cual agradecía sobremanera, pues le había ayudado muchísimo, al igual que los cuidados incansables de su hermana, que no se separaba de él ni un momento. Y sin embargo, desde el primer día que salió a la calle para retomar su día a día, de nuevo comenzó a sentirse mal, incluso peor de lo que había estado.
Durante las siguientes semanas Vaël parecía incapaz de recuperar la salud, por más que comenzó a visitar a un doctor que le daba remedios para intentar curar sus males, no daban con lo que tenía, no sabían por qué no lograba mejorar, si él realmente solo parecía tener síntomas de alguien agotado, y su hermana cada vez estaba más nerviosa porque se sentía impotente e incapaz de hacer nada por ayudarle. Hasta que finalmente el médico le dijo que no podían hacer más, que si no se recuperaba con todo lo que habían hecho, debía tener algo que la medicina aun no sabía cómo tratar. La mujer se cogió un gran disgusto, pero trató de disimularlo frente a su hermano.
Sin embargo, no hizo lo mismo con Basile, pues le escribía constantemente misivas para avisarle del avance de su hermano, a pesar de que él lo visitara a menudo, aunque durmiera. Y en la última carta solo le dio las malas noticias, que los médicos ya no sabían qué hacer, y que su hermano estaba en una línea, podía mejorar o podía simplemente seguir así hasta terminar del todo. No fue fácil, incluso la letra mostraba el pulso tembloroso de la mujer al escribirla. Ya solo quedaba esperar, solo eso, esa era toda la esperanza que le habían dado.
El resto ya fue simplemente un paseo de ella de un lado a otro, hablando con el vampiro y con él, sobre los diversos negocios y las necesidades que tenían, nada fuera de lo normal. Así fue como el momento romántico llegó a su fin, para sumirse de nuevo en la rutina y la monotonía de la vida cotidiana, aunque fuera de noche en lugar del día.
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Los fías fueron pasando, y el humano al principio pareció mejorar, gracias al reposo y al hecho de que su amante se encargara de gran parte de su trabajo, lo cual agradecía sobremanera, pues le había ayudado muchísimo, al igual que los cuidados incansables de su hermana, que no se separaba de él ni un momento. Y sin embargo, desde el primer día que salió a la calle para retomar su día a día, de nuevo comenzó a sentirse mal, incluso peor de lo que había estado.
Durante las siguientes semanas Vaël parecía incapaz de recuperar la salud, por más que comenzó a visitar a un doctor que le daba remedios para intentar curar sus males, no daban con lo que tenía, no sabían por qué no lograba mejorar, si él realmente solo parecía tener síntomas de alguien agotado, y su hermana cada vez estaba más nerviosa porque se sentía impotente e incapaz de hacer nada por ayudarle. Hasta que finalmente el médico le dijo que no podían hacer más, que si no se recuperaba con todo lo que habían hecho, debía tener algo que la medicina aun no sabía cómo tratar. La mujer se cogió un gran disgusto, pero trató de disimularlo frente a su hermano.
Sin embargo, no hizo lo mismo con Basile, pues le escribía constantemente misivas para avisarle del avance de su hermano, a pesar de que él lo visitara a menudo, aunque durmiera. Y en la última carta solo le dio las malas noticias, que los médicos ya no sabían qué hacer, y que su hermano estaba en una línea, podía mejorar o podía simplemente seguir así hasta terminar del todo. No fue fácil, incluso la letra mostraba el pulso tembloroso de la mujer al escribirla. Ya solo quedaba esperar, solo eso, esa era toda la esperanza que le habían dado.
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
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Re: La naturaleza humana tiene inconvenientes (Privado)
Solo era un joven cansado. Eso era lo que le habían dicho y lo que Basile había querido creer, a pesar de que su olor había cambiado y en su aura parecía haber una luz nueva que no le gustaba. Vaël estaba enfermo y era algo que los médicos no parecían saber curar. El vampiro cada vez estaba más enfadado, con el mundo y con todos, y cuanto más impotente se sentía más se enojaba. Trabajaba sin parar a todas horas, durante el día encerrado en el cuarto trasero de su botica y por las noches como representante de Sunderland, y aun así no lograba que en todo el tiempo pensamientos un tanto funestos le rondaran por la mente. No necesitaba leer las cartas de Catherine, y trataba de no enfadarse al menos con ella. La muchacha estaba igual de asustada que él.
El vampiro habría viajado a cualquier parte a buscar al mejor doctor que existiera, pero aun teniendo su velocidad un viaje como ese le habría llevado meses. Temía no encontrar al inglés al regresar, y eso era algo que le asfixiaba de terror. No cesaba de repetirse que únicamente necesitaba dormir y recobrar fuerzas. Podría ser una gripe que se había aferrado con ganas a Sunderland, solo eso. Cada ocaso Basile iba a casa de su hombre y se sentaba a los pies de su cama para dormitar a su lado un rato, esperando que en cualquier momento el otro despertara con mejor color y anunciara que se había recuperado por completo. Por desgracia la última misiva de su cuñada auguraba lo contrario y Grushenko no tardó en llegar a la mansión. Tenía tanta prisa que ya ni siquiera usaba carruajes de alquiler: iba saltando por los tejados como un murciélago medio enloquecido que hubiera perdido el rumbo de su vuelo.
- ¿Qué pasa? ¿Cómo está? - Casi no dejó hablar a la chica, pues ya se encaminó él solo hacia el dormitorio que conocía tan bien. - Inútiles. Está rodeado de inútiles. - Fulminó con la mirada a los criados de la familia, que se apresuraron a encogerse y desaparecer de su vista. - Me lo llevaré a otro sitio. Dicen que en Londres están más avanzados.
Los médicos ingleses tenían buena fama. Tomó la mano del enfermo y luego posó los labios en su frente. No tenía fiebre, y eso no le tranquilizaba. ¿Y si no se trataba de algo infeccioso? ¿Y si era su corazón? U otra cosa, el vampiro no era doctor, solo fabricaba jarabes. Podría estar herido de muerte en cualquier parte interna de su cuerpo y él no se enteraría jamás.
El vampiro habría viajado a cualquier parte a buscar al mejor doctor que existiera, pero aun teniendo su velocidad un viaje como ese le habría llevado meses. Temía no encontrar al inglés al regresar, y eso era algo que le asfixiaba de terror. No cesaba de repetirse que únicamente necesitaba dormir y recobrar fuerzas. Podría ser una gripe que se había aferrado con ganas a Sunderland, solo eso. Cada ocaso Basile iba a casa de su hombre y se sentaba a los pies de su cama para dormitar a su lado un rato, esperando que en cualquier momento el otro despertara con mejor color y anunciara que se había recuperado por completo. Por desgracia la última misiva de su cuñada auguraba lo contrario y Grushenko no tardó en llegar a la mansión. Tenía tanta prisa que ya ni siquiera usaba carruajes de alquiler: iba saltando por los tejados como un murciélago medio enloquecido que hubiera perdido el rumbo de su vuelo.
- ¿Qué pasa? ¿Cómo está? - Casi no dejó hablar a la chica, pues ya se encaminó él solo hacia el dormitorio que conocía tan bien. - Inútiles. Está rodeado de inútiles. - Fulminó con la mirada a los criados de la familia, que se apresuraron a encogerse y desaparecer de su vista. - Me lo llevaré a otro sitio. Dicen que en Londres están más avanzados.
Los médicos ingleses tenían buena fama. Tomó la mano del enfermo y luego posó los labios en su frente. No tenía fiebre, y eso no le tranquilizaba. ¿Y si no se trataba de algo infeccioso? ¿Y si era su corazón? U otra cosa, el vampiro no era doctor, solo fabricaba jarabes. Podría estar herido de muerte en cualquier parte interna de su cuerpo y él no se enteraría jamás.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: La naturaleza humana tiene inconvenientes (Privado)
Era difícil que un enfado como el de Basile pasara desapercibido, así que era casi como si toda la casa se bañara de su malestar. Si de por si ya estaban pasándolo mal por no poder hacer nada para ayudar al señorito de la casa, que un vampiro furioso llegara no era precisamente algo tranquilizador. La hermana de Sunderland no podía más que agachar la cabeza y dejarle estar.
En el cuarto, el humano abrió despacio los ojos, sonriendo de forma cansada al sentir los labios contrarios en su frente, despertando después de haber estado un buen rato dormitando. Verlo era algo que siempre hacía sentir mejor a Vaël, aunque fuera puramente emocional o psicológico, ya que su cuerpo, por más que lo intentaba, parecía no querer volver a tener la fuerza acostumbrada.
— No sé si sería capaz de aguantar un viaje en barco. — reconoció, aunque no perdió la sonrisa, moviendo una mano para poder acariciar el costado de su amante inmortal — No estés tan preocupado, mi vida. No me gusta verte así. — se aseguró de que allí se iban marchando todos, incluso su hermana, lanzándoles miradas de advertencia, de que quería estar a solas con su compañero. Solo entonces alzó la mano, algo débil, pero lo suficientemente fuerte como para poder acariciarle la mejilla — Me es difícil entender por qué se esmeran en esconderme la verdad, Basile. Sé de sobra que no me voy a recuperar, he escuchado a mi hermana llorar cuando piensa que duermo. — esta vez hablaba algo más serio, molesto tal vez, por sentir que le mentían y le ocultaban su verdadero estado — Solo quiero que me digas la verdad, porque me gustaría tener la oportunidad de despedirme de este mundo, y de ti, como quiero, y no marcharme siendo un cuerpo frío, desagradable y desmejorado.
No podía ser más sincero. Lo cierto es que, los ratos que había podido mantenerse despierto, le había estado dando muchas vueltas al tema, a cómo habría preferido morir, y lo tenía más que claro. Si su muerte era inminente, prefería hacerlo cuando él lo eligiera, y no seguir padeciendo hasta que el tiempo decidiera que había llegado su hora. Además, quería despedirse de Grushenko, la única persona que le había llenado por completo en toda su vida, el único que se llevaría en el corazón donde quiera que fuese.
En el cuarto, el humano abrió despacio los ojos, sonriendo de forma cansada al sentir los labios contrarios en su frente, despertando después de haber estado un buen rato dormitando. Verlo era algo que siempre hacía sentir mejor a Vaël, aunque fuera puramente emocional o psicológico, ya que su cuerpo, por más que lo intentaba, parecía no querer volver a tener la fuerza acostumbrada.
— No sé si sería capaz de aguantar un viaje en barco. — reconoció, aunque no perdió la sonrisa, moviendo una mano para poder acariciar el costado de su amante inmortal — No estés tan preocupado, mi vida. No me gusta verte así. — se aseguró de que allí se iban marchando todos, incluso su hermana, lanzándoles miradas de advertencia, de que quería estar a solas con su compañero. Solo entonces alzó la mano, algo débil, pero lo suficientemente fuerte como para poder acariciarle la mejilla — Me es difícil entender por qué se esmeran en esconderme la verdad, Basile. Sé de sobra que no me voy a recuperar, he escuchado a mi hermana llorar cuando piensa que duermo. — esta vez hablaba algo más serio, molesto tal vez, por sentir que le mentían y le ocultaban su verdadero estado — Solo quiero que me digas la verdad, porque me gustaría tener la oportunidad de despedirme de este mundo, y de ti, como quiero, y no marcharme siendo un cuerpo frío, desagradable y desmejorado.
No podía ser más sincero. Lo cierto es que, los ratos que había podido mantenerse despierto, le había estado dando muchas vueltas al tema, a cómo habría preferido morir, y lo tenía más que claro. Si su muerte era inminente, prefería hacerlo cuando él lo eligiera, y no seguir padeciendo hasta que el tiempo decidiera que había llegado su hora. Además, quería despedirse de Grushenko, la única persona que le había llenado por completo en toda su vida, el único que se llevaría en el corazón donde quiera que fuese.
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
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Re: La naturaleza humana tiene inconvenientes (Privado)
Los papeles se habían invertido y ahora Vaël era el mayor, el más serio y el único práctico de los dos. Basile estaba consumido por dentro por un fuego que ya había conocido una vez y al que le daba miedo volver a liberar. Empezaba a mirar a los demás como enemigos, todos se cruzaban de brazos mientras Sunderland se apagaba, ni todos esos idiotas de médicos juntos lograban restablecerlo. ¡Era joven! Un hombre joven, fuerte y sano. ¿Qué era lo que encontraban tan complicado? Decían que no hallaban nada, que era como si el agotamiento pudiera con él, pero después de la vida que había llevado el boticario sabía que un simple cansancio no iba a ganarle la batalla al inglés. Tenía que ser algo más, algo que tenía dentro. Quizá algo que había adquirido mucho tiempo atrás siendo cortesano, no eran infrecuentes las enfermedades de transmisión por el sexo, y Vaël nunca había tomado precauciones. Los preservativos de esa época no eran precisamente cómodos, y los clientes no solían aceptarlos. Tampoco se conocía si eran una vía segura para evitar infecciones. Por amor de Dios, ni siquiera se sabía qué era una infección.
El vampiro era culto para su tiempo, había estudiado y leído mucho, pero no dejaba de pertenecer a su siglo y por tanto de estar atado a todas las cosas que se escapaban al saber de esos años. ¡Y era tan frustrante! Notaba la bilis amarga de la desesperación subiéndole por la garganta, luchando contra su lado racional por despertar otra vez a la bestia que llevaba tanto tiempo ya dormida, dominada.
- Te vas a recuperar. - No quería ni oír lo contrario. Se puso de rodillas al lado de su cama y tomó sus dos manos entre las suyas, apretándolas como si así pudiera retenerlo por más tiempo. - No permitiré que te pase nada. Juré cuidarte siempre. Ni siquiera pienses en la posibilidad...
Si le sucedía algo los mataría a todos. Destrozaría aquella casa hasta los cimientos. Sus labios se tensaron y sus pupilas empequeñecieron, formando dos puntos del tamaño de la cabeza de un alfiler y dejando más espacio a los iris de color de plata que centellearon con furia. Tenía mucha sed.
- Les daré lo que quieren, conseguiré al mejor. Te curarán. Tengo dinero, todos ellos se pueden comprar. Y si no colaboran aprenderán a obedecer.
Le estaba apretando demasiado las manos, quizá le hacía daño, pero no se percató. Durante esos últimos años había estado en contacto con vampiros de reciente conversión que tenían problemas para controlar su fuerza y su ira, y con la experiencia de quien había sufrido lo mismo en carne propia Grushenko trataba de ayudarles con sus consejos. Casi todos ellos le habían agradecido su paciencia y admirado su autocontrol. El secreto del boticario siempre había sido aferrarse al recuerdo de algo por lo que valiera la pena luchar, de alguien a quien no se quisiera decepcionar. Ahora estaba a punto de perder el único vínculo que mantenía con el mundo de las personas civilizadas, de los seres humanos. Vaël todavía estaba a su lado y él ya se sentía distinto, cruel, como en la época en la que el sufrimiento ajeno que provocaba le era indiferente e incluso le calmaba la propia ansiedad.
El vampiro era culto para su tiempo, había estudiado y leído mucho, pero no dejaba de pertenecer a su siglo y por tanto de estar atado a todas las cosas que se escapaban al saber de esos años. ¡Y era tan frustrante! Notaba la bilis amarga de la desesperación subiéndole por la garganta, luchando contra su lado racional por despertar otra vez a la bestia que llevaba tanto tiempo ya dormida, dominada.
- Te vas a recuperar. - No quería ni oír lo contrario. Se puso de rodillas al lado de su cama y tomó sus dos manos entre las suyas, apretándolas como si así pudiera retenerlo por más tiempo. - No permitiré que te pase nada. Juré cuidarte siempre. Ni siquiera pienses en la posibilidad...
Si le sucedía algo los mataría a todos. Destrozaría aquella casa hasta los cimientos. Sus labios se tensaron y sus pupilas empequeñecieron, formando dos puntos del tamaño de la cabeza de un alfiler y dejando más espacio a los iris de color de plata que centellearon con furia. Tenía mucha sed.
- Les daré lo que quieren, conseguiré al mejor. Te curarán. Tengo dinero, todos ellos se pueden comprar. Y si no colaboran aprenderán a obedecer.
Le estaba apretando demasiado las manos, quizá le hacía daño, pero no se percató. Durante esos últimos años había estado en contacto con vampiros de reciente conversión que tenían problemas para controlar su fuerza y su ira, y con la experiencia de quien había sufrido lo mismo en carne propia Grushenko trataba de ayudarles con sus consejos. Casi todos ellos le habían agradecido su paciencia y admirado su autocontrol. El secreto del boticario siempre había sido aferrarse al recuerdo de algo por lo que valiera la pena luchar, de alguien a quien no se quisiera decepcionar. Ahora estaba a punto de perder el único vínculo que mantenía con el mundo de las personas civilizadas, de los seres humanos. Vaël todavía estaba a su lado y él ya se sentía distinto, cruel, como en la época en la que el sufrimiento ajeno que provocaba le era indiferente e incluso le calmaba la propia ansiedad.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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