Naturaleza bajo restricción [privado]

La soledad de los bosques, con su inmejorable silencio que mecía a cualquiera en una paz solo encontrada con la mar en calma, jamás fue un problema hasta esos días, cuando la ausencia de su hija -siempre tan agradecida- se convirtió en motivo de preocupación. No era extraño que desapareciera un par o tres de días desde que conoció a esa arpía, la cazadora descarada que siempre buscaba sacarle de quicio, pero tras algunas semanas sin verla aparecer por ahí con comida o alguna excusa por la que pegarle bronca, empezó a creer que algo malo había pasado. O al menos prefería pensar en eso que no en la idea de que se hubiera olvidado de él -algo que, aunque se aferraba a no creer, lo tenía de bastante mal humor.  

No había ido antes a la ciudad por miedo a que alguien, cualquiera, pudiera relacionarle con la matanza de la cabaña. Hasta el momento los únicos que sabían de su existencia eran Elora y sus amigos, nadie más sabía que él vivía en aquellos bosques, pues siempre se aseguraba de alejarse de cualquiera -cualquiera a quien no quisiera convertir en su comida, por supuesto. Aún así toda precaución era poca y, si la investigación seguía abierta, no podía arriesgarse de ningún modo. Pero tras el paso de los días no le quedó de otra que hacer frente a la situación: Elora no daba señales de vida y él tenía un mal presentimiento.

La primera opción donde buscarla fue la buhardilla donde muchas veces había estado anteriormente, pero al encontrarla vacía y polvorienta supo que nadie había estado ahí en mucho tiempo. Recordó entonces a Mauritz, el marido muerto de su hija, y en la propiedad que tenía y donde se casaron. Fue ahí donde se afirmaron sus sospechas. Elora tenía problemas y de los gordos. Enfrentarse a la Inquisición no entraba dentro de sus deseos, pues de todos aquellos que había ahí dentro en ese instante él era quien más motivos reunía para ser llevado -una vez más- a la horca. Vagó alrededor hasta asegurarse que no era a su hija a quien buscaban y, justo cuando se marchaba, vio agazapado en una de las ventanas un gato. Inmediatamente, nada más verlo, tuvo dos cosas claras: una, ese no era un gato cualquiera, y dos, estaba ahí por su hija.

Se lo llevó consigo, no supo por qué. Tal vez esperando poder comunicarse con él y que le contara qué diantres pasaba con su hija. Desgraciadamente no hubo suerte, así que simplemente lo tuvo atado en la cueva para que no escapara y esperó, impaciente, a que de nuevo se calmaran las aguas para poder regresar.


Y ahí estaba, frente la casa donde vivía Elora, con un gato oculto entre sus ropas y aporreando la puerta con tal fuerza que no le sorprendería tirarla abajo sin querer.

Había visto la escena como a cámara lenta. El despertar de ese sueño de locos, la irrupción de la Inquisición en la mansión haciendo una redada, aquel clérigo nombrando la sentencia a muerte por brujería y... a Stein. Entregándose por ella. Por Elora.

Los soldados habían entrado en tromba en la habitación, y mi instinto había saltado a pesar del estado de debilidad en el que me encontraba tras aquella realidad paralela, producto de los poderes de Stein, que nos había dejado postrados una semana en la cama. Ni siquiera supe de dónde saqué las fuerzas para abalanzarme sobre los guardias enarbolando mis katanas, pero sólo pude seccionar las yugulares de los dos más cercanos antes de que me tiraran al suelo y me dieran una soberana paliza entre la docena que eran. Las pocas fuerzas que me quedaban me abandonaron y apenas fui consciente de los brazos de Elora, cubriéndome de las patadas en las costillas que aquellos bastardos me propinaron con rabia.

Fue entonces cuando el brujo, lleno de una fuerza oscura y demente, consiguió conjurar algo que mató a cuatro de ellos, proclamando que era él a quien buscaban y provocando que se lo llevaran, inconsciente y casi al límite de la fuerza vital que apenas le quedaba tras mantener, supuse, aquel hechizo que nos había aislado de la realidad durante tanto tiempo. Si aquel viaje astral fue intencionado o no, no lo sabía, pero pensaba averiguarlo. Si llegaba antes de que lo quemaran vivo por hechicería. Mi interior se debatía entre dejarlo morir o rescatarlo. Mi parte más fría y lógica me decía que se lo merecía. Él había provocado la muerte de Nahia y verla de nuevo, aunque fuera en aquel estado extraño en mi consciencia, había causado en mí tal impresión que aún no había podido recuperarme del todo.

Tampoco ayudaba en nada que tuviera un par de costillas rotas y la cara magullada, pero no habían tocado a Elora en ningún momento, y eso era lo único que importaba. Cada vez que pensaba en lo que podía haberle pasado, un frío mordisco me atenazaba la boca del estómago, impidiéndome coger aire en profundidad y oprimiéndome el pecho como si me estuvieran estrangulando. Por eso no me había separado de ella en los tres días que llevábamos en casa, sin salir squiera, intentando reunir los pedazos, físicos y mentales, que habían quedado de nosotras tras aquellos acontecimientos.

Me encontraba mirando la chimenea encendida y sentada en un sillón, copa de bourbon en mano, que ayudaba a templar mis nervios y mitigaba el dolor de las contusiones. Unos golpes en la puerta me distrajeron de mi marabunta mental y enseguida supe quien era por la fuerza con la que había retumbado la madera.
Leif. Lo que me faltaba.
Me levanté, lo que me provocó una mueca de dolor, y fui a abrir la puerta. Supuse que Elora estaría en su despacho, llevaba aquellos días igual de ausente que yo. Demasiado que asimilar. Abrí despacio la puerta y me encontré al pirata de frente. Ni siquiera me molesté en soltarle alguna bordería, no tenía ganas. Me giré aguantando otro gesto de dolor y le dejé pasar. Mientras volvía al salón susurré:
- Creo que está en su despacho.

Se había pasado aquellos días tratando de recuperarse física y emocionalmente de aquella catástrofe. Menos mal que Jana y Corbin les procuraban todos los cuidados necesarios y al menos la parte física iba curando a buen ritmo. Pero era lo demás lo que había hecho mella en la bruja.

Un hijo de profundos ojos azules la perseguía en sueños, a todas horas. Allá donde mirase escuchaba su vocecilla y veía su rostro. Sentía el aliento de Stein en el cuello y la opresión en el pecho cuando Xar vio a Nahia. Y al regresar: la guinda. La inquisición había venido a llevársela. Se le helaba la sangre cada vez que pensaba en todas las clases de torturas que inflingían a las brujas, en el olor a carne quemada que desprendían en la pira. De pequeña se habían movido por muchas ciudades para evitar a esos perros rabiosos y fanáticos y habían dado con ella. ¿Habrían descubierto lo de Mauritz? como fuera. Se estremecía cada vez que a su mente acudían los mil horrores que con gusto perpetrarían los torturadores de la Iglesia, y que ahora estarían ensañándose con Stein. No le tenía aprecio, pero en ese momento sintió que nadie merecía ese mal trago y le costaba comer y a veces hasta respirar. Si Stein moría, quizás Xar la culpase a ella...a saber.

Cuando escuchó que su padre había llegado, se levantó del sillón y corrió a su encuentro abrazándose a él. Pocas veces habían compartido un abrazo, un simple gesto de unión, pero se notaba a la legua que era la desesperación, la profunda inquietud, el más oscuro miedo, los que habían empujado a Elora de esa forma, sin tener en cuenta que a Leif no le gustaba esa cercanía. Le daba igual, necesitaba su fortaleza de roca en ese momento en el que se sentí tan vulnerable.

— Padre... ha sido horrible...

El día que fue testigo de escena protagonizada por la Inquisición no llegó a ver la paliza con la que redujeron a la amante de su hija, de modo que encontrársela en aquel estado tras abrirle la puerta fue toda una sorpresa. la cual no podía negar que resultaba en cierto modo agradable. Las dos sabían lo poco que le gustaba aquella cazadora, de lo que no eran conscientes era de que, para bien o para mal, la había acabado aceptando con el tiempo. La relación que tenía con Elora no era la de cualquier padre con su hija, de modo que no tenía derecho alguno a meterse en su vida, así como esperaba que ella se mantuviera igual de al margen con la suya. Les unía la sangre, pero las decisiones eran exclusivamente de cada uno.

El abrazo le llegó tan de repente que fue incapaz de frenarlo a tiempo. Notó en su hija no solo la debilidad física, también la mental y el aura triste que la rodeaba, por lo que -a regañadientes- terminó por rodearla con un brazo y esperar que se calmara. Mentiría si dijera que aquello era incómodo, pues en el fondo había estado terriblemente preocupado todo ese tiempo sin saber dónde se encontraba; el abrazo resultó extrañamente confortante. Tanto, que se le olvidó que había alguien más con ellos.

-¿Qué diantres ha pasado? No he sabido nada de ti en semanas y, cuando llego, me encuentro a la Inquisición de visita - murmuró con la voz ronca, pero más serena que nunca. Ni una gota de ron corría en ese instante por su cuerpo.

Cogió a su hija en brazos y la llevó hasta el primer salón que encontró, recostándola en un sillón. De pie a su lado, cogió al pequeño gato del pescuezo y lo sacó a la luz con el ceño fruncido. - Y encima me encuentro a este moreando por tu casa.

Theron había pasado tanto miedo el tiempo que estuvo en la cueva con Leif que, nada más ver a la bruja, se deshizo de su agarre y saltó sobre el regazo de esta, empujando con la cabeza el rincón entre su cuerpo y el sofá en un intento de ocultarse.

La bruja se sorprendió mucho de ver al gato y cuando éste saltó a su regazo lo cogió y lo achuchó un poco, dándole besos por su pequeña carita y acariciándolo con mimo.

—Theron!! menos mal que te encontró él!! estaba muy preocupada...— Dejó que el gato encontrase el lugar adecuado y se acostase allí con ella, mientras las manos de Elora recorrían su pelaje despacio. Suspiró y miró a Leif, había mucho que contar.

— Hace unas semanas nos fuimos a Alemania, en busca de una espada legendaria que mi amigo Höor necesitaba encontrar. Las cosas no fueron muy bien, y acabamos volviendo Xar y yo porque era casi una misión suicida. Mientras practicaba un hechizo para sacarnos de los túneles de Reims, algo fue mal y Höor y yo acabamos viajando al futuro.— hizo una pausa y siguió acariciando el pelo del gato.— El futuro es horrible padre. Tú sigues vivo, pero Xar no, la matan unos vampiros compinchados con su hermano Stein y yo me vuelvo una bruja loca y amargada. Stein es también un brujo, y está ahora en París. Cuando regresamos de Alemania apareció por aqui con la intención de hacerme daño porque sólo quería que Xar sufriera, pero me resistí a su control mental y acabamos inconscientes. Xar nos encontró días después, y no nos podía despertar. Nuestras mentes viajaron a algun lugar. No sé si es algo que podría suceder o es un sueño... no lo sé. Pero en esa otra realidad Stein y yo estabamos casados y teníamos un hijo, Ian. Xar vivía con la que fue su primer amor, Nahia, que estaba viva, y cuando vino a sacarnos de ese sueño recitando los conjuros, acabó también allí y fue todo muy horrible.— Hizo una pausa mirando a Xaryne, sentada al lado del fuego, con las heridas y moratones bien visibles, perdida en sus propios pensamientos.

— Finalmente Xar consiguió sacarme de aquel trance y cuando despertamos la Inquisición venía a por mí. Pero entonces Stein se entregó diciendo que era a él a quien buscaban y mató varios inquisidores. No sé si lo hizo porque en ese sueño se dio cuenta de lo equivocado que ha estado al querer hacer daño a su hermana... o no sé. Sé que todo suena imposible pero... es la verdad.

Escuchó con una extraña paciencia en él todo el relato de Elora, dándose cuenta de lo mucho que desconocía del mundo todavía. No solo a su hija, sino brujos en general. Las cosas que estaba contándole eran totalmente descabelladas, de haber sido otro quien se las narrara no habría creído ni una palabra que saliera por su boca. Viajes al futuro, mundos paralelos... a punto estuvo de preguntarle si no se habría equivocado de hierbas con las que hacer el té, pero se mordió la lengua a tiempo. Conociendo el carácter voluble de su hija, y en vistas de la situación mental y física en la que se encontraban ambas, por su propio bien era mejor mantener las aguas tranquilas.

Su expresión cuando Elora acabó de hablar era toda una oda a la perplejidad. Confesar que aquello escapaba de su entendimiento sería hablar de más, por lo que mantuvo silencio un rato más tratando de digerir la situación. Dio algunos pasos errantes de un lado a otro antes de tomar la decisión de sentarse y sacar del bolsillo de la camisa un delgado puro que no tardó en encender.

-Pongamos que he lo he entendido todo - movió la mano en el aire para frenar interrupciones, - ¿en qué situación os deja eso ahora? Si ese hombre tenía intenciones de haceros daño, ¿qué os asegura que entregarse no haya sido otra treta suya? Puede venderte si conoce suficiente. Lo que no entiendo es qué pinta ese - señaló con dedo acusador al gato que yacía pacífico en el regazo de su hija - en todo esto. ¿Quién es y de dónde ha salido? Y no me digas que es tuyo porque sé que no es así.

Leif sabía que no era un gato sino un niño encerrado, pero desconocía que su hija solo lo veía como una mascota, de modo que sin saberlo sus palabras podían ser mal interpretadas.

Escuché la historia que iba narrando Elora, parecía que al poner los hechos en palabras la situación volvía a revivirse. Escuché sin decir palabra, fija como tenía la mirada en el fuego y perdida en la maraña de sentimientos que me provocaba el escuchar nombres que hasta hace poco no conocía o había enterrado hace años. Aún no me había recueprado del todo del impacto que me generó volver a ver a Nahia, y al escuchar su nombre en los labios de Elora una intensa rabia me invadió, provocando que lanzara el vaso de whisky al fuego y estallara en pedazos, con la llamarada consiguiente que el alcohol alzó dentro de la chimenea.

Lo que si me sorprendió fue la actitud de Leif, paciente y a la escucha, aunque al mirar su cara de reojo noté la incredulidad saliendo por los poros. Pero Elora era bruja, y con ella los imposibles sucedían más a menudo de lo conveniente. Escuché su teoría de que Stein nos la siguiera jugando con su rendición. Esa fue una de mis primeras opciones, opción que descarté porque el orgullo podía a mi hermano y era bastante amigo de la facilidad. Hubiera sido mucho más sencillo para él y más limpio dejar que se llevaran a Elora y me hubieran matado en el intento de protegerla. Ése sí era su estilo, así como no lo era dejarse arrastrar por los calabozos de la Inquisición. Por tanto, algo me decía que por alguna razón, se había entregado de verdad.

Me crucé de brazos, seguía bastante dolorida por la paliza. Estaba claro que en una situación normal les hubiera matado a todos sin un sólo movimiento en falso, pero no había podido con ellos tras una semana en cama y eso me seguía carcomiendo por dentro. Miré a Elora, acariciaba al gato pelirrojo que curiosamente Leif había recogido. ¿Por qué? Quizás estuviera borracho, pero no, no olía a alcohol.
Fue entonces cuando pareció personificarlo en una frase. Le había llamado "él" con demasiada vehemencia.
- ¿Él? ¿Cómo que él? ¿No es... sólo un gato? - entrecerré los ojos, tensándome inconscientemente pero una punzada de dolor me hizo relajar el cuerpo. Estar debl era una soberana mierda.

Iba a contestar que evidentemente era su gato, ella lo había adoptado y...pero la interrupción de Xaryne la confundió. Si no era sólo un gato... ¿qué era? un cambiante?

— Ay, Dios!! ¿no es sólo un gato? pues... no tenía ni idea... lo encontré merodeando, famélico.— Cogió la cara del gato entre sus manos mirándolo.— Oye... tú!! si puedes oirme y entenderme...me parace fatal que no me hayas dicho nada!!!

Jana entró en el comedor con una bandeja grande de merienda. La cocinera había preparado bocadillos, tostadas y algunos dulces, todo acompañado de té y un par de botellas de ron y whisky, porque había escuchado que Leif había llegado. Era un chica muy discreta y tenía la total confianza de su señora, a la que ya conocía como la palma de la mano. Dejó todo sobre una mesilla y se retiró.

— ¿Y qué pasa si es un cambiante? lo voy a querer igual y ...¡Oh, mierda!... si ha dormido conmigo más de una noche... no me lo puedo creer.— Frunció el ceño. Conforme lo estaba pensando se sintió algo traicionada. Ese gato la había visto quitarse la ropa, devorar a Xar o llorar a solas. Y resulta que ahora era una persona. Pero...¿y si..?

— ¿Y por qué no ha cambiado hasta ahora? este gato es joven, quizás el humano sea un niño, o no pueda cambiar... yo que sé. No conozco a ninguno más que a ti.— señaló con la cabeza hacia Leif.

No se cortó en absoluto a la hora de demostrar lo divertida que le parecía la situación. Una carcajada ronca escapó mientras sacaba de sus ropas un puro que no tardó en prender mientras su hija lidiaba con aquella nueva información. Por otro lado, como padre que era de esa bruja, debía decir algo al respecto, por lo que se puso serio de inmediato y la miró fijamente con reproche.

-Elora, eres bruja, deberías haber sabido desde el primer momento que ese gato no era normal. Tienes suerte que solo sea un crío, de lo contrario quién sabe la de problemas extras que tendríais ahora... - caló profundamente el puro y afiló la mirada al sentir una presencia desconocida acercándose. Al ver a Jana se relajó, e incluso se entretuvo en mirarla detenidamente de arriba a abajo echando de menos un cuerpo caliente con el que compartir lecho y fluidos al menos por una noche. Con eso de haberse mantenido oculto en el bosque no tuvo la oportunidad de visitar el burdel y un hombre tiene sus necesidades.

Cuando por casualidad su mirada se topó con la cazadora, se le fueron enseguida las fantasías y gruño. Seguía sin tolerarla. Demasiado.

-Si te consuela, no sabe que es un niño - gruñó. - Pero si me preguntas por qué, no tengo ni idea. No conseguí sacarle nada... - No necesitaba preguntar qué clase de cosas habría visto ese animal viviendo con ambas, por las miradas de culpabilidad que cargaban era evidente que nada decente. Aunque quién era él para juzgar. - Tú eres la bruja, tú deberías saber qué hacer con él, si es que sigues pensando en quedártelo...

Me quedé mirando fijamente la escena. ¿El gato era... un niño? Era lo que me faltaba.
Retuve aire en los pulmones y me levanté con una mueca, sujetándome el costado de las fracturas con un gruñido. Me acerqué al sofá donde se encontraba Elora sin ningún pudor ante su padre y me senté a su lado con cuidado para no empeorar mi estado. No llevaba nada bien el reposo que según Elora debía guardar. Si fuera por mí, a estas alturas ya estaría cazando de nuevo, pero mentiría si dijera que no estaba preocupada por si la Inquisición volvía a visitarnos. Y esta vez no me pillarían con la guardia baja.

Alargué la mano con decisión y agarré al gato del pescuezo, levantándolo en el aire y colocándolo ante mi fulminante mirada, examinándolo con rabia Ese "simple gato" había dormido en nuestro cuarto la mayoría de las noches, con el consiguiente espectáculo. Cierto era que se pasaba la mayoría del tiempo dormido, pero no era agradable saber que había un tercer ser consciente en la habitación. La frustración y la rabia crecían por momentos. Si Leif no hubiera afirmado que era un niño encerrado, estaría teniendo más que palabras con aquel cambiante que tan fácilmente nos la había colado. ¿Es que Elora no detectaba auras?
Sin embargo, meneé la cabeza ante el reproche de Leif sobre la capacidad de detección de seres de Elora.

- No le exijas tanto. Ha sido una temporada de locos, no es culpa suya el no haber detectado a este... crío. Y menos después de lo que ha pasado con el bastardo de mi hermano. Ojalá se esté pudriendo en esas mazmorras. - el gato se revolvía bajo mi mano pataleando en el aire, pero no le solté. Había que hacer algo con ese bicho. - No podemos quedárnoslo, Elora. - Paseé mi endurecida mirada hasta la bruja, cuya expresión me costaba descifrar. Las dos estábamos bastente perdidas tras el contacto con aquella realidad que tanto sufrimiento emocional nos había costado.
Sabía cuál sería su postura al respecto. Elora quería tener hijos, y era un tema bastante candente entre nosotras. Más aún después de conocer a Ian. Su cabeza y su corazón habían adorado a aquel niño y ahora le echaba muchísimo de menos, podía notárselo. Mentiría si dijera que a mí no me había tocado la fibra. Pero aquel era un tema complicado, y no podía tratarse en aquella situación de estrés postraumático. No en aquellas condiciones. No con el bastardo de mi hermano esperando para la hoguera.

Intenté desviar aquellos pensamientos apretando la mandíbula y pasé el brazo que no sujetaba a un pataleante Theron por los hombros de Elora. Necesitaba su contacto, la tranquilidad que me aportaba. Suspiré y miré a Leif con decisión.
- En fin, cómo hacemos que cambie a forma humana.

La bruja escuchó a uno y a otra y se maldijo a sí misma por no haber detectado al cambiante, pero es que nunca había visto uno, sólo a Leif, y con todos los sobresaltos que habían sufrido últimamente, no estaba muy centrada.

— ¿Cómo que no? claro que podemos...es más... debemos!! si es un niño, está claro que no tiene familia!!! ¿cómo vamos a dejarlo en la calle?.— se desprendió del brazo de Xaryne y recogió al gato de nuevo entre sus manos acunandolo contra su pecho.— Si por un momento habéis pensado en echarlo ahí fuera y condenarlo al hambre y al frío es que no tenéis corazón.

Les dedicó una mirada cargada de ira a ambos. Quizás ella fuera el eslabón más débil, seguramente así fuera. Pero por nada del mundo iba a abandonar a un ser indefenso a su suerte de esa forma.

— No tengo ni idea de cambiantes, pero supongo que habrá alguna forma de hacer que adopte su forma humana... y si no lo hace, es que quizás no puede. No sé. Me da igual, pero Theron no se va. Buscaré información sobre esto, quizás algun muerto sepa algo.

Le habló bajito al gato mientras se levantaba y les daba la espalda a Leif y Xar para irse a su cuarto a encerrarse un rato allí, necesitaba estar sola un poco y pensar.

— no vas a irte, tranquilo, te quedarás conmigo, te lo prometo.

Giró los ojos poniendo la vista ante la exagerada -aunque esperada- reacción de su hija, tan impulsiva aún cuando nadie había siquiera nombrado la idea de deshacerse del gato. A él lo que hicieran con el pequeño le daba igual, no era su problema, si querían jugar a las madres, adelante, siempre y cuando a él no le buscaran responsabilidades. Miró al gato zarandeándose por el tosco agarre de la cazadora, buscando escapar de sus garras. Se notó su miedo cuando, al ser acogido de nuevo en brazos de Elora, se hizo una bola escondiendo la cabeza en algún ángulo disponible. En la cueva tampoco había hecho mucho más que mantenerse encogido en el rincón donde le dejó. Estaba sucio, probablemente hambriento -pues no quiso probar nada de lo que Leif le dio-, y aún tembloroso desde entonces.

-No te alteres, nadie ha dicho nada de abandonarlo... - musitó, notándose que a él sí se le había pasado por la cabeza. - ¿Pero qué vas a hacer con él? Constantemente estáis metidas en problemas, ¿qué pasará si no lo encuentro yo la próxima vez? Sé consecuente, Elora, es un crío.

Resopló al verla salir y sacó del pequeño saco que colgaba de su cinto un puro arrugado y cerillas. - Veo que tú no tienes mucha voz ni voto aquí... - susurró mirando a la cazadora con una ladina sonrisa. Fugaz, pues estaba cabreado con ella. - ¿Por qué has permitido que tu hermano meta a mi hija en problemas?


En brazos de Elora, Theron empezó a maullar hambriento retorciéndose entre sus brazos, ansiando llevarse cualquier cosa a la boca. Lo que no permitiría era un baño, pues odiaba el agua con toda su alma.

Había muchas palabras que podían describir a la bruja. Impulsiva, elocuente, divertida, irónica... pero sin duda la que más le hacía justicia era la de cabezota. Elora era obstinda, y cuando algo se le metía en la cabeza era difícil hacerle cambiar de idea. Sobre todo en temas que rozaban ese terror al abandono que no conseguía desprender de su alma, por mucho que lo intentara. Me pellizqué el puente de la nariz con los dedos y resoplé, molesta. Tanto Leif como yo le estábamos dando argumentos válidos para contrarrestar su idea de quedarse al niño-gato.

Sí, entendía cómo se estaba sintiendo en esos momentos. La bruja se estaba viendo reflejada en el crío y no lo abandonaría por nada del mundo. Pero era peligroso, y lo más seguro era que acabase muerto la próxima vez que la Inquisición tuviera a bien hacernos una visita. Porque sabía perfectamente que no se cansarían. Stein, con su confesión, no había hecho más que retrasar lo inevitable. Observé a Elora enfilar el pasillo con el gato en brazo y chasqueé la lengua, levantándome con dificultad para seguirla e intentar, seguro de manera inútil, hacerle cambiar de opinión.
Pero entonces Leif me provocó, y casi se escuchó mi mandíbula al apretarse cuando me giré fulminándole con la mirada. Gruñí y siseé mirándole a los ojos:
- Tampoco tú impones una mierda, y se supone que eres su padre. Pues deja que te diga que con la mala leche, te coronaste.

Ignoré acto seguido responderle al comentario de mi hermano. Stein era un grandísimo bastardo y nadie entendía por qué se habçia entregado por Elora. De lo que estaba casi segura era de que no era una treta. Se me hizo una bola en el estómago al imaginar las torturas que estaría sufriendo, pero intenté tragármelo y cogí a Elora del brazo cuando enfilaba el pasillo. El tirón que dio me arrancó un gruñido de dolor. La miré a los ojos e intenté suavizar mi voz, porque a las bravas las dos chocábamos y no ganaría nadie. Mi mirada fue suplicante cuando dije:
- Elora, escúchame y piénsalo detenidamente. No sabemos siquiera si tiene familia. Y si se queda lo matarán, la Inquisición no se olvidará de nosotras tan fácilmente. La próxima vez, podría encontrarlo cualquiera de los soldados y quien sabe lo que le harán. Es mucho más seguro para él llevarlo a un orfanato. - me acerqué con cuidado y le toqué la mejilla con suavidad. - Sé que es duro pensarlo, y más sabiendo que después de lo de Ian... - tragué saliva y desvié la mirada. - No es el momento, Elora. Si se queda aquí, morirá.

Elora miró a a Xaryne completamente incrédula. No podía imaginar que ella tuviera una reacción así. ¿Es que acaso se había equivocado con la cazadora? Elora pensaba que se alegraría de adoptar a ese niño, que incluso pensaría que quizás adoptando a Theron se le quitarían las ganas de tener sus propios hijos, pero si no era capaz de ver eso...¿qué clase de vida le esperaba a su lado? Torció el gesto y se sacudió, haciendo que la soltara, estaba empezando a entrar en ebullición.

— ¿que morirá? desde luego parece que por ti sí, porque yo no pienso dejar que nadie lo toque. Por la misma regla de tres yo también moriré y tú también. No me esperaba esto de ti.

La miró con sus oscuros ojos chispeando de rabia, y la decepción marcada en el rostro.

— Pensaba que eras diferente, que te preocupabas por los tuyos, pero al parecer no existe más criatura que merezca la vida que Gael o yo. Los demás te importan una puta mierda. Quizás debería sentirme honrada por eso, pero lo cierto es que me siento muy frustrada, porque acabo de darme cuenta de que no quieres a nadie más en nuestra vida, que los hijos te sobran, te molestan, son criaturas por las que preocuparse, por las que hay que dar la cara. No sabía que eras tan fría. Déjame en paz. No sé si esto se me pasará o no, pero me quedo con el gato, y es mi última palabra.

Entró en el despacho furibunda y con un movimiento de la mano hizo que las puertas se cerrasen de golpe y con portazo. Ordenó a los entes que repeliesen a cualquiera que quisiera entrar, necesitaba estar sola un rato, pensar en aquello y lavar un poco al minino que estaba muy sucio y desde luego no tenía la culpa de nada de aquello.

Pensaba que el enfado se le pasaría y que Xaryne insistiría en arreglarlo, como siempre hacían, pero durante las siguientes horas ni se acercó. Eso hizo que entrase en cólera todavía más. ¿Cómo era posible que hubieran llegado a esa situación? Golpeó con los puños sobre el escritorio, derribando un frasco con un líquido azul, que tenía preparado para el conjurto de unir las almas. Éste se derramó estropeando la alfombra persa, pero le dio completamente igual. Tenía los ojos fijos sobre el libro donde estaba escribiendo el conjuro, lo tenía casi hecho.

¿Cómo podía haber sido tan estúpida? había querido unir su alma a la de alguien que no conocía el significado de la palabra compasión, ni familia. Su padre tenía razón, la había defendido, había gritado contra viento y marea que Xaryne era para ella como su propia vida... y ahora le acababa de caer un jarro de agua fría encima. Iría hasta el inframundo a por ella, pero no movería un dedo si se trataba de un niño indefenso.

La desesperación hizo mella en la bruja y en un acceso de rabia golpeó todo lo que tenía sobre la mesa lanzándolo al suelo o contra la chimenea. Uno de los tarros explotó y se mezcló con la sustancia azul del conjuro que ataba almas y el despacho se llenó de humo. Elora abrió la ventana para que se ventilase, por suerte no había ido a más ni se había prendido fuego, pero ella había inspirado parte de ese humo azulado y de pronto empezó a sentir que le picaban los ojos.

Se frotó la cara pero empezaba a marearse y todo se estaba poniendo negro alrededor. Cayó desplomada en el suelo y a los poco minutos volvió en si, pero ya no era Elora. Una de las almas que pululaba por allí cerca había aprovechado la reacción de las pociones para traspasar el velo y apoderarse del cuerpo de la bruja. Se trataba de un ente vengativo, lleno de ira y dolor. La bruja se levantó y se sacudió el polvo del vestido. Descolgó la capa del perchero y se marchó por la puerta de la cocina. La noche iba a ser testigo de cuan terrible puede ser la venganza de quien muere sin haber finalizado sus asuntos.

Las lunas llenas sacaban a pasear el animal que Uryan aceptaba igual que el lunar de su nalga izquierda. En esas noches era incapaz de detenerse, pero tampoco lo buscaba. Era una bestia desatada que disfrutaba completamente de la sangre, el asesinato y cualquier tipo de aberración contra la humanidad. Por fortuna, quedaban días para la luna circular, pero la fase creciente no se quedaba atrás. Uryan notaba el influjo del satélite: Estaba más enérgico, más ansioso, más, más y más de todo. En esos días comía más, follaba más y por supuesto, la liaba más. Si ya era muy poco dado a imponerse límites, aquellos días eran sencillamente el acabóse.

No estaba totalmente a merced del lobo en su interior, pero le sentía muy cerca, al borde de la piel, luchando por salir, esperando con ansiedad su turno. Uryan tenía muchas formas de contentar a la fiera, una de ellas era alimentando su sed de sangre y otra..Elevando el nivel de toxicidad en la sangre. Tener la mente y el cuerpo embotados funcionaba bastante bien, el lobo estaba ahí en la superficie y supuraba, pero no tenía el control. Era una mezcla entre Uryan y El Lobo que estaba tan acostumbrado a sobrellevar que era realmente difícil saber quién era quién o si realmente eran entes distintos. No hacía tanto tiempo que se había transformado, pero lo había aceptado tan bien, le gustaba tantísimo ser lo que era, que no lo veía como un tipo de desventaja. La bestia y él eran tan iguales que se llevaban mejor que hermanos de sangre.

Así que allí estaba él, en uno de esos tugurios donde las apuestas, las riñas, las drogas y el alcohol eran muy frecuentes, a apenas un par de locales de un burdel de lo más deprimente, pero muy frecuentado. Esta vez no estaba rodeado de gente, la mayoría estaban ya muy pasados de todo, se peleaban, discutían o dormían la cogorza sobre sus mesas. Uryan se encontraba en el sillón que habían colocado a un lado de la chimenea principal, repantigado y contemplando las llamas, subiendo en su mente la montaña del colocón que llevaba encima y le hacía parecer tan..Distante.

Elora se dirigió a los suburbios sin entretenerse por el camino. El ente que la poseía tenía asuntos pendientes y estaba muy cabreada. Entró en un antro, lo peinó con la mirada y salió a pasos cortos y secos, cerrando los puños y mascando la rabia. No estaba allí.

Llegó hasta el tugurio donde Uryan bebía y entró con gesto decido; en la puerta la detuvo un tipo alto poniendole la mano en el hombro.

— ¿dónde crees que vas?
— aparta, miserable. Quita esa sucia zarpa de encima de mi hombro o te la voy a hacer tragar.— el hombre estalló en carcajadas entornando los ojos y agarrándola del vestido hasta estar cerca de su cara.
— ¿Ah, si? me gustaría verlo, bonita.

Dicho y hecho. Elora levantó una mano y el pelo le flotó un instante, los entes se arremolinaron a su alrededor e impactaron con una furia inusitada contra el portero que se golpeó contra la pared violentamente y empezó a ascender empujado por una fuerza invisible rascando toda la espalda contra los ladrillos irregulares hasta que cayó al suelo como un fardo.

La bruja lo miró con indifirencia y una media sonrisa macabra en el rostro.

— te lo dije.

Entró en el local pasando por encima del tipo inconsciente y el bofetón de calor y hedor humano le golpeó en la cara. Frunció el ceño y lo buscó. Ajá. Allí estaba en un sillón junto a la lumbre. Avanzó hacia él y se plantó en frente en varias zancadas. Sin mediar palabra le arreó un bofetón a Uryan.

— hijo de puta. Me quedé esperandote. Me debes el polvo de tu vida.

Si el licántropo tenía buena memoria, no recordaría a Elora pues no se habían visto nunca. En ente que la poseía sí lo conocía, y bien, además. Magritte, que así se llamaba la furcia que ahora poseía a la bruja, había estado con el lobo varias veces. Era una salvaje, una normanda que había vivido en las calles desde pequeña, con una cicatriz en la cara de las peleas en las que se metía. Una fiera rabiosa que había encontrado en Uryan un igual y al que se quedó esperando cuando le sobrevino la muerte al hundirse el edificio viejo y húmedo en el que ejercía. Hacía dos semanas de aquel hecho y había salido en los periódicos locales.

Uryan estaba en su mundo de tranquilidad, el lobo pugnando por salir, aullando, mordisqueando y él sin ser capaz de mantener los ojos abiertos durante más de veinte segundos. Se sentía en la gloria, ¿Habría algún momento de su vida que mejorara ese? Los opiáceos correteaban por su organismo felizmente, llenándole de una paz que de otra forma no tendría. Las drogas era lo único que mantenía a su yo violento a raya, había veces que no le daba la gana, estaba claro..Pero después del altercado en un callejón que llamó demasiado la atención, necesitaba aflojar si no quería tener a más de una institución detrás de su culo, que era impulsivo pero no tonto. No podía moverse de París, de momento no.

El bofetón le llegó cual jarro de agua fría, sin comerlo ni beberlo. Le sorprendió tanto, que al principio ni se movió, a parte del latigazo de cabeza que vino a consecuencia del guantazo. El local se calló y se giró para mirar en esa dirección, todos allí tenían más o menos la misma reputación e iban exactamente a lo mismo pero...Soltarle una hostia a un tío con tanto opio en el cuerpo como para matar a un elefante no era buena idea y menos cuando ese tío era nada menos que Uryan. La mitad del colocón se fue solo con la lechuga que se había comido. Apretó los dedos contra los brazos del sillón hasta el punto de hacerlos chirriar, tenso, mirando a la mujer que estaba delante de él gritando. Uryan giró lentamente la cabeza hacia un lateral, lentamente, pensando si de una patada enviarla directamente a la hoguera o coger esa pequeña y preciosa cabecita en su mano y hacerle comer tanta madera como para hacerle un fresco al tugurio.

Uryan cerró los ojos y los abrió lentamente mirando de nuevo a la mujer, a ver si acababa de escuchar que el debía un polvo a una desconocida...O la droga era cojonudamente buena. La muchacha seguía allí y le quería recordar a alguien, por su postura, por su descaro...Pero no. Tenía una memoria bastante mala para las furcias que se comía y esta no le sonaba, solía acordarse de las compañeras nefastas, eso sí, para no volver a repetir carnada. O no conocía de nada a esa mujer o alguna vez se habían acostado y no había estado tan mal.- No se quién coño eres -Cogió del brazo a Elora y pegó un tirón contra su cuerpo para echarla sobre él en el sillón, sin apenas hacer un esfuerzo por levantarse. Se cernió sobre ella para hablarle pegado a sus labios.- ...pero me has puesto mmmuy cachondo.- Y la prueba era más que evidente. No esperó a obtener una respuesta, si lo que le debía era un buen polvo, amén a eso. Atrapó los labios de la mujer, mordiendo.

La bruja no se amedrentó ante el tirón seco y voraz del licántropo, es más, se arremangó la falda y se sentó sobre él respondiendo a su beso con hambre, entrelanzando la lengua con la suya. Pocos segundo después subieron por la escalera a uno de los cuartuchos que servían para tener cierta intimididad y las paredes crujieron cuando ambos cuerpos impactaron contra ella. El corsé le duró lo mismo que a él la camisa, las prendas cayeron al suelo sin miramientos, como todo lo demás.

Tras los labios fue el resto de la piel. La bruja arañó, gimió y mordió recibiendo el mismo pago por parte del licántropo que a Dios gracias que estaba drogado, porque de no estarlo la hubiera destrozado. Quizás Elora no estuviera muy puesta para complacer al sexo masculino, pero el ente que la poseía sí lo estaba y así todo fue mucho más fácil. En ese momento no era ella, y no recordaba que el destrozo de la espalda se lo había hecho un hombre, su mente y sus instintos no le pertenecían, Magritte se había hecho con ellos y la noche se podría calificar como memorable desde el punto de vista objetivo.

El cuarto no era nada del otro jueves pero al acabar parecía que había pasado el ejército de Aníbal con los elefantes incluidos por allí. La mañana los alcanzó y la bruja  estaba exhausta, aún así se levantó y se vistió, tenia que... ¿qué tenía que hacer? de pronto no lo recordaba. Bajó las escaleras del burdel y salió a la calle, despacio porque le dolían los bajos fondos del uso intenso. Tenía la mente embotada.

Alcanzó la salida del callejón y la luz le dolió en los ojos. ¿Estaba ya tan entrada la mañana? si apenas amanecía... No, no era la luz del sol. El ente que la poseía había finalizado la tarea pendiente por la que estaba allí y la luz la reclamaba. Se apoyó en la pared y resbaló hasta el suelo mientras Magritte salía, arrancada de su interior por la luz blanca, ascendiendo y vaporizándose de este plano a otro.

Elora sintió el dolor en cada célula de su cuerpo cuando la abandonó y por fin pudo ser dueña de sí misma y de su cuerpo. Tardó veinte minutos en poder abrir los ojos. El mundo dolía, cada silueta que se reflejaba en sus retinas dolía. La cabeza le iba a estallar, pero no era el único dolor, sentía la sangre latir en multitud de moratones, marcas de dientes y arañazos por todo el cuerpo. Era incapaz de recordar nada con claridad, pero conforme fueran pasando las horas la terrible verdad la sacudiría como a un saco de boxeo. Se puso en pie y poco a poco fue dando pasitos hasta salir a una avenida principal donde paró un coche y sacó las monedas de oro que llevaba en el bolsillo para que la llevase a la mansión Dahan. En ese instante sólo deseaba morir o caer inconsciente, el dolor de cabeza era insoportable, y el de sus zonas femeninas...bueno. Dolía pero notaba que estaba completamente vacía de placer.


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La historia continúa en este post: BROKEN