AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Maybe I'll find another way [Sophia D`Luca]
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Maybe I'll find another way [Sophia D`Luca]
La figura pequeña y peluda corría tan rápido como podía a través de la densa vegetación. Tenía la respiración agitada y los ojos dilatados por el miedo. El instinto le impelía a huir, sobrevivir era la meta y para eso solo debía no dejarse alcanzar. No llevaba mucho tiempo corriendo por lo que aún contaba con fuerzas suficientes como continuar, el problema era que sentía a su perseguidor acercándose cada vez más. No importaba la fuerza que imprimiera en sus patas o las veces que le intentase evadir, allí continuaba, implacable. Derrapó al intentar evitar un árbol y fue entonces cuando se sintió levantado bruscamente del suelo. Chillando con fuerza se retorció intentando escapar pero sus esfuerzos fueron inútiles.
____________
– Deja de moverte – le ordenó exasperada al gato que sostenía entre sus manos. Podía escuchar su corazón latiendo frenéticamente, en parte por el intento de huida, en parte por el terror que sentía por haber sido atrapado. Pensó que sería mucho más sencillo darle alcance, pero el bribón había resultado ser un excelente corredor. De todas maneras no había tenido posibilidad de salirse con la suya, o eso era lo que ella creía. Ahora se encontraban en el linde del bosque, lejos de las multitudes de la ciudad y de sus miradas indiscretas. El minino gruñía y silbaba entre sus manos, arañándole cuando tenía oportunidad e intentando morderle a toda costa. Era casi increíble la flexibilidad que tenía, rotando prácticamente sobre sí mismo, retorciendo su cuello y patitas para demostrar su enojo y miedo. Cualquier vampiro que contemplara la escena podría anticipar fácilmente el final de la misma. Sin embargo, y contra todo pronóstico, la pelirroja solo se dedicó a examinar al enfurecido animal durante algunos minutos, después de lo cual cortó y arrancó un apretado lazó que rodeaba el grácil cuello. Le había visto a la distancia y los intentos del animal de liberarse de aquel lazó le habían llamado inmediatamente la atención. Era una de esas situaciones en las cuales no podía pasar simplemente de largo, su debilidad por los animales le obligaba a hacer algo aunque para lograrlo hubiese tenido que casi arruinar sus preciosas zapatillas. Hasta donde podía recordar era tal vez la única excepción para malograr su atuendo.
Agachándose depositó al felino en el suelo. Éste, al verse libre nuevamente, corrió a esconderse sin dilaciones. No esperaba ningún tipo de reconocimiento, por supuesto, le bastaba con saber que ahora él podría respirar cómodamente y que no resultaría herido por terminar enredado en algún lugar. Resultaba irónico como podía llegar a tomarse tales molestias por ayudar a un animal cuando no le importaba estrangular a un infante humano. Se encogió de hombros restándole importancia al asunto. Seguramente habría cosas más interesantes que hacer que intentar hacerse un examen de conciencia del cual, sabia, solo conseguirá resultados sesgados. La autocritica nunca le había funcionado, después de todo era casi perfecta ¿o no? Miró en derredor calculando su siguiente movimiento. Las opciones era limitadas: o regresaba a la ciudad y empezaba un recorrido por calles y callejones en busca de alimento, o se tomaba algunas horas de “descanso” en medio de la madre naturaleza. La cercanía de los arboles le ayudó a tomar la decisión.
Caminando lentamente se adentró en el bosque, esquivando ramas secas y charcos hasta encontrar un sendero por el cual transitar con más facilidad. La noche era clara y la luna y las estrellas iluminaban el camino. A pesar de que el bosque dormía podía escuchar, de tanto en tanto, algunos animalillos nocturnos correteando por el suelo o desplazándose entre las ramas desnudas de los arboles. El invierno recién había terminado por lo que, de seguro, encontrar comida para aquellos seres sería toda una odisea. Recordó sus caminatas por otro bosque, uno muy lejano, cuando aún podía ver el sol filtrándose por entre las hojas y escuchar el alegre canto de los pájaros. Era una de las cosas que más extrañaba en su nueva vida estrictamente nocturna. En alguna ocasión consideró tener una jaula en su mansión pero sería injusto con un ave privarla de su libertad solo para que ella pudiese oírle cantar. Sacudió la cabeza, no quería pensar en el pasado, no quería deprimirse con recuerdos de tiempos diferentes. Amaba su nueva vida y era en eso en lo que trataba de enfocarse noche tras noche. Sin embargo, y a pesar de ser una mentirosa compulsiva consigo misma, no podía negar el hecho de a veces se sentía muy sola ¿puede un monstruo anhelar compañía?
El camino la llevó en poco tiempo hasta un pequeño claro en donde, con apenas un pensamiento, se elevó por los aires hasta alcanzar una gruesa rama de uno de los árboles que le circundaban. Allí se sentó y permaneció tranquilamente, dejando que el viento jugase con su cabellera suelta y que sus piernas se balancearan muy por encima del suelo. La melancolía la invadió y entonces se arrepintió de haber seguido el sendero en lugar de regresar a la ciudad. En ese momento podría estar divirtiéndose de lo lindo con la sangre y carne de algún transeúnte nocturno en lugar de estar sentada en medio de la nada solo con sus pensamientos. Bah, que tontería. Estaba a punto de elevarse por los aires cuando escuchó el sonido de unas pequeñas pisadas aproximándose ¿seria posible que el minino regresara? – Ven aquí minino. Michicu, muchicu – le llamó pero permaneciendo sobre la rama desde donde tenía una mejor vista del claro.
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– Deja de moverte – le ordenó exasperada al gato que sostenía entre sus manos. Podía escuchar su corazón latiendo frenéticamente, en parte por el intento de huida, en parte por el terror que sentía por haber sido atrapado. Pensó que sería mucho más sencillo darle alcance, pero el bribón había resultado ser un excelente corredor. De todas maneras no había tenido posibilidad de salirse con la suya, o eso era lo que ella creía. Ahora se encontraban en el linde del bosque, lejos de las multitudes de la ciudad y de sus miradas indiscretas. El minino gruñía y silbaba entre sus manos, arañándole cuando tenía oportunidad e intentando morderle a toda costa. Era casi increíble la flexibilidad que tenía, rotando prácticamente sobre sí mismo, retorciendo su cuello y patitas para demostrar su enojo y miedo. Cualquier vampiro que contemplara la escena podría anticipar fácilmente el final de la misma. Sin embargo, y contra todo pronóstico, la pelirroja solo se dedicó a examinar al enfurecido animal durante algunos minutos, después de lo cual cortó y arrancó un apretado lazó que rodeaba el grácil cuello. Le había visto a la distancia y los intentos del animal de liberarse de aquel lazó le habían llamado inmediatamente la atención. Era una de esas situaciones en las cuales no podía pasar simplemente de largo, su debilidad por los animales le obligaba a hacer algo aunque para lograrlo hubiese tenido que casi arruinar sus preciosas zapatillas. Hasta donde podía recordar era tal vez la única excepción para malograr su atuendo.
Agachándose depositó al felino en el suelo. Éste, al verse libre nuevamente, corrió a esconderse sin dilaciones. No esperaba ningún tipo de reconocimiento, por supuesto, le bastaba con saber que ahora él podría respirar cómodamente y que no resultaría herido por terminar enredado en algún lugar. Resultaba irónico como podía llegar a tomarse tales molestias por ayudar a un animal cuando no le importaba estrangular a un infante humano. Se encogió de hombros restándole importancia al asunto. Seguramente habría cosas más interesantes que hacer que intentar hacerse un examen de conciencia del cual, sabia, solo conseguirá resultados sesgados. La autocritica nunca le había funcionado, después de todo era casi perfecta ¿o no? Miró en derredor calculando su siguiente movimiento. Las opciones era limitadas: o regresaba a la ciudad y empezaba un recorrido por calles y callejones en busca de alimento, o se tomaba algunas horas de “descanso” en medio de la madre naturaleza. La cercanía de los arboles le ayudó a tomar la decisión.
Caminando lentamente se adentró en el bosque, esquivando ramas secas y charcos hasta encontrar un sendero por el cual transitar con más facilidad. La noche era clara y la luna y las estrellas iluminaban el camino. A pesar de que el bosque dormía podía escuchar, de tanto en tanto, algunos animalillos nocturnos correteando por el suelo o desplazándose entre las ramas desnudas de los arboles. El invierno recién había terminado por lo que, de seguro, encontrar comida para aquellos seres sería toda una odisea. Recordó sus caminatas por otro bosque, uno muy lejano, cuando aún podía ver el sol filtrándose por entre las hojas y escuchar el alegre canto de los pájaros. Era una de las cosas que más extrañaba en su nueva vida estrictamente nocturna. En alguna ocasión consideró tener una jaula en su mansión pero sería injusto con un ave privarla de su libertad solo para que ella pudiese oírle cantar. Sacudió la cabeza, no quería pensar en el pasado, no quería deprimirse con recuerdos de tiempos diferentes. Amaba su nueva vida y era en eso en lo que trataba de enfocarse noche tras noche. Sin embargo, y a pesar de ser una mentirosa compulsiva consigo misma, no podía negar el hecho de a veces se sentía muy sola ¿puede un monstruo anhelar compañía?
El camino la llevó en poco tiempo hasta un pequeño claro en donde, con apenas un pensamiento, se elevó por los aires hasta alcanzar una gruesa rama de uno de los árboles que le circundaban. Allí se sentó y permaneció tranquilamente, dejando que el viento jugase con su cabellera suelta y que sus piernas se balancearan muy por encima del suelo. La melancolía la invadió y entonces se arrepintió de haber seguido el sendero en lugar de regresar a la ciudad. En ese momento podría estar divirtiéndose de lo lindo con la sangre y carne de algún transeúnte nocturno en lugar de estar sentada en medio de la nada solo con sus pensamientos. Bah, que tontería. Estaba a punto de elevarse por los aires cuando escuchó el sonido de unas pequeñas pisadas aproximándose ¿seria posible que el minino regresara? – Ven aquí minino. Michicu, muchicu – le llamó pero permaneciendo sobre la rama desde donde tenía una mejor vista del claro.
Fiona Di Centa- Vampiro Clase Alta
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Re: Maybe I'll find another way [Sophia D`Luca]
Mis patas se aferraban al suelo con la fuerza de todas las fieras en mi interior, no podía más que seguir corriendo algo tan natural en mí, algo que siempre me traía más satisfacción que miedo ser perseguida era algo que llenaba mis venas de adrenalina, el fuego interno parecía avivar lo que mis instintos pedían a gritos, ser libre en una sociedad que estaba llena de prejuicios por todo que no fuera normal para los ojos de los grandes mandos. Mi pequeño corazón tenía una gran voluntad, siendo un pequeño gato era la fiera más domable que podía existir, eso solo ocurría cuando alguien amigable me tomara, en este caso aquella sangre fría parecía ser un tanto bruta, pero mis miedos hacia un buen tiempo estaban aflorando nuevamente, no quería formar relaciones humanas con nadie, ya que al final siempre me abandonaban, era un hecho nadie quería a un cambiaformas que había conseguido su dinero de forma misteriosa, en fin nadie me quería.
Estaba totalmente vuelta loca un vampiro, me revolvía en sus manos hasta que sentí como mi cuello era liberado, cierto era que la pequeña Emily me había puesto un lazo en el cuello para que no me hicieran mal de ojos, según ella ayudaba, mas mi incredulidad era más grande y solo había deseado quitármelo y volver a colocar mi collar, con aquella perla negra que tanto amaba, objeto que llevaba perdido hacía varios meses. La pelirroja logro su cometido y yo logre con gran fiereza arañarle algo de sus brazos, mi cuerpo callo al húmedo suelo y corrí a esconderme por ahí, necesitaba volver en mí, el mundo salvaje me estaba dominando… estaba perdiendo mi humanidad… y eso no podía ser admitido, iría contra todas las normas de la misma naturaleza, no podía ser un animal por siempre.
Oculta entre la maleza del bosque me quede observando lo que la mujer haría, de alguna forma sentía esa especie de curiosidad muy de mí, demasiado podría decir. ¿Qué sacaba con ayudar a una criatura que ante sus ojos era inferior? Aquello decía mucho de la mujer vampiro y eso no lo podía dejar pasar así como así. Silenciosa como solía ser con la cabeza abajo y la cola completamente extendida a ras del suelo, como si fuera a cazar la observe, la seguí a una distancia prudente, mis ojos podían ver perfectamente en la oscuridad y eso me ayudaba mucho. Mis patas no hacían mucho ruido al pisar las ramas que cubrían el suelo me podía mezclar perfectamente con la oscuridad, con los sonidos de la naturaleza, con todo que no fuera propiamente hecho por el hombre.
Y el sendero se amplió de manera fenomenal, la chica vampiro se acomodó de una rama, en realidad el espectáculo era agradable a la vista, ella parecía un ser normal y vulnerable, pero no lo era, ¿Qué era yo? En ese momento no sabía que era lo que más dominaba mi interior si la naturaleza animal o la humana, o tal vez ninguna de las dos. Me distraje mirando el árbol donde estaba sentada, con los pies en lo alto ella parecía ser un alma libre pero no lo era como yo también tenía una condena que cargaba a sus espaldas, la de la pelirroja la oscuridad ¿Extrañara la luz del sol? ¿Ver un amanecer? ¿Sentir la calidez de los rayos de sol acariciar su cuerpo? Yo amaba el sol, cuando salía por las montañas… Mi cabeza se humanizaba mientras distraídamente me daba a conocer nuevamente, pude sentir el impacto de su mirada sobre mi cuerpo y erizada completamente, temerosa por la situación me acerque ante aquel llamado tan amigable que ella hacía. Mire a mis alrededores, si me hubiera querido matar ya lo hubiera hecho ¿o no? Di un pequeño salto y mis garras se aferraron al tronco, escalar siempre había sido fácil más en ese momento subí con la rapidez y agilidad que mi cuerpo lo permitía, pero siempre con la misma cautela de que no me fuera hacer daño, ya estando en la misma rama acomode mi cuerpo de manera que pudiera parecer estar sentada, mi cola se meneaba por el aire, mis orejas ponían principal atención en ella y mi vista se perdía en el prado – Meeeaaaaw- maullé.
Estaba totalmente vuelta loca un vampiro, me revolvía en sus manos hasta que sentí como mi cuello era liberado, cierto era que la pequeña Emily me había puesto un lazo en el cuello para que no me hicieran mal de ojos, según ella ayudaba, mas mi incredulidad era más grande y solo había deseado quitármelo y volver a colocar mi collar, con aquella perla negra que tanto amaba, objeto que llevaba perdido hacía varios meses. La pelirroja logro su cometido y yo logre con gran fiereza arañarle algo de sus brazos, mi cuerpo callo al húmedo suelo y corrí a esconderme por ahí, necesitaba volver en mí, el mundo salvaje me estaba dominando… estaba perdiendo mi humanidad… y eso no podía ser admitido, iría contra todas las normas de la misma naturaleza, no podía ser un animal por siempre.
Oculta entre la maleza del bosque me quede observando lo que la mujer haría, de alguna forma sentía esa especie de curiosidad muy de mí, demasiado podría decir. ¿Qué sacaba con ayudar a una criatura que ante sus ojos era inferior? Aquello decía mucho de la mujer vampiro y eso no lo podía dejar pasar así como así. Silenciosa como solía ser con la cabeza abajo y la cola completamente extendida a ras del suelo, como si fuera a cazar la observe, la seguí a una distancia prudente, mis ojos podían ver perfectamente en la oscuridad y eso me ayudaba mucho. Mis patas no hacían mucho ruido al pisar las ramas que cubrían el suelo me podía mezclar perfectamente con la oscuridad, con los sonidos de la naturaleza, con todo que no fuera propiamente hecho por el hombre.
Y el sendero se amplió de manera fenomenal, la chica vampiro se acomodó de una rama, en realidad el espectáculo era agradable a la vista, ella parecía un ser normal y vulnerable, pero no lo era, ¿Qué era yo? En ese momento no sabía que era lo que más dominaba mi interior si la naturaleza animal o la humana, o tal vez ninguna de las dos. Me distraje mirando el árbol donde estaba sentada, con los pies en lo alto ella parecía ser un alma libre pero no lo era como yo también tenía una condena que cargaba a sus espaldas, la de la pelirroja la oscuridad ¿Extrañara la luz del sol? ¿Ver un amanecer? ¿Sentir la calidez de los rayos de sol acariciar su cuerpo? Yo amaba el sol, cuando salía por las montañas… Mi cabeza se humanizaba mientras distraídamente me daba a conocer nuevamente, pude sentir el impacto de su mirada sobre mi cuerpo y erizada completamente, temerosa por la situación me acerque ante aquel llamado tan amigable que ella hacía. Mire a mis alrededores, si me hubiera querido matar ya lo hubiera hecho ¿o no? Di un pequeño salto y mis garras se aferraron al tronco, escalar siempre había sido fácil más en ese momento subí con la rapidez y agilidad que mi cuerpo lo permitía, pero siempre con la misma cautela de que no me fuera hacer daño, ya estando en la misma rama acomode mi cuerpo de manera que pudiera parecer estar sentada, mi cola se meneaba por el aire, mis orejas ponían principal atención en ella y mi vista se perdía en el prado – Meeeaaaaw- maullé.
Sophia D'Luca- Cambiante/Realeza
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Re: Maybe I'll find another way [Sophia D`Luca]
Observó en silenciosa expectación la reaparición del cuerpo del felino. Era bastante inusual y, de hecho, le extrañaba sobremanera que hubiese decidió regresar hasta su posición. Esperaba que estuviese colocando una distancia más que prudencial entre su pequeño cuerpo y su “captora”, pero en lugar de eso no solo reaparecía sino que con los agiles movimientos propios de la especie, trepó hasta la rama donde ella se encontraba para después otorgarle un simple pero caluroso maullido. Una risa escapó de los labios de la pelirroja. ¡Pero qué criatura tan curiosa! Con sus orejas aterciopeladas levantadas, atentas a cualquier movimiento mientras sus ojos no perdían de vista el claro que se encontraba bajo sus pies. Demasiado atento, ahora que lo pensaba… demasiado inusual. La pelirroja no hizo ningún movimiento rápido o inesperado. La pierna continuó balanceándose hacia el vacio mientras ella observaba a la criatura. Los rasguños ya desaparecían sobre su pálida piel. El mordisco necesitaría de algunos minutos más antes de pasar al olvido, sin dejar la más pequeña de las cicatrices. En sus manos aún sostenía el lazo que le había quitado y ahora lo movía con suavidad pasándolo entre sus dedos.
Era un ser despreciables desde su transformación. Un monstruo en busca de la autosatisfacción a costa del dolor y la miseria ajena. Se jactaba y regodeaba saltando entre su vanidad y el éxtasis que la muerte y la tortura le otorgaban. También el sexo, por supuesto, su libido se había incrementado considerablemente y ninguna restricción de índole moral le impediría explotar aquella parte de su nueva no-vida. Solo existía un atisbo de sensibilidad y compasión en su existencia. Un pequeño espacio en su oscuro corazón para las criaturas que no entraran en la definición de humanas… ni sobrenaturales. Los animales se habían convertido en un motor silencioso que hacia contrapeso a la maldad que había abrazado. Jamás pasaría por su mente idea alguna relacionada con el maltrato de alguna de aquellas criaturas, jamás se alimentaria de ellas y nunca se quedaría impávida hacia su posible sufrimiento. Lamentablemente este “código de honor” o lo que quiera que fuese no incluía a aquellas criaturas que podían transformarse de animales a humanos. No, esa era una especie por completo diferente la cual, a pesar de la inclinación de sus instintos hacia la fase animal, aún conservaban la capacidad de raciocinio propia del ser humano, sus ambiciones y deseos.
- Nada es lo que parece – pensó mientras permanecía sentada pacíficamente en aquella rama, mirando por primera vez con desconfianza al felino que tenía en frente. Aspiró de manera concienzuda. Era verdad que el aroma que emitía era “animalesco” pero no del todo, había algo más allí oculto. Hasta el momento había mantenido su mente cerrada. Dado que no se encontraba rodeada de nadie no había razón alguna para otear en busca de pensamientos ajenos. Tal vez ese había sido un error pues cada vez se convencía más de que la criatura no era solo un felino corriente ¿Cómo no había sospechado antes? Le había sostenido entre sus manos y aún así la había burlado. Una chispa de ira empezó a crecer en su interior pero se encargó de mantenerla controlada. Después de todo, cambiaformas o no, la criatura había regresado, escuchando y respondiendo a su llamado. Eso podía considerarse claramente como un comportamiento amigable ¿o no? la pregunta real era ¿deseaba ella ser amigable esa noche?
Levantando la cinta que permanecía en sus manos la acercó hasta su nariz. El aroma de la gata (pues ahora ya era claro que se trataba de una fémina) se mezclaba con el de una humana, muy seguramente alguien de corta edad. – Lo que en realidad no entiendo es porqué tomarse tantas molestias con este estúpido lazo cuando cambiar las garras por manos hubiese facilitado mucho el proceso… en cuyo caso me hubiese podido ahorrar el salpicar mis preciosos zapatos con barro – comentó en voz alta esperando que la criatura reaccionara. Su mente se encontraba ahora abierta, atenta a cualquier pensamiento que pudiese cursar la peluda cabecilla y que le sirviese para confirmar su sospecha. El cómo reaccionaría dependía, en gran medida, del cómo se comportara su ahora acompañante.
Era un ser despreciables desde su transformación. Un monstruo en busca de la autosatisfacción a costa del dolor y la miseria ajena. Se jactaba y regodeaba saltando entre su vanidad y el éxtasis que la muerte y la tortura le otorgaban. También el sexo, por supuesto, su libido se había incrementado considerablemente y ninguna restricción de índole moral le impediría explotar aquella parte de su nueva no-vida. Solo existía un atisbo de sensibilidad y compasión en su existencia. Un pequeño espacio en su oscuro corazón para las criaturas que no entraran en la definición de humanas… ni sobrenaturales. Los animales se habían convertido en un motor silencioso que hacia contrapeso a la maldad que había abrazado. Jamás pasaría por su mente idea alguna relacionada con el maltrato de alguna de aquellas criaturas, jamás se alimentaria de ellas y nunca se quedaría impávida hacia su posible sufrimiento. Lamentablemente este “código de honor” o lo que quiera que fuese no incluía a aquellas criaturas que podían transformarse de animales a humanos. No, esa era una especie por completo diferente la cual, a pesar de la inclinación de sus instintos hacia la fase animal, aún conservaban la capacidad de raciocinio propia del ser humano, sus ambiciones y deseos.
- Nada es lo que parece – pensó mientras permanecía sentada pacíficamente en aquella rama, mirando por primera vez con desconfianza al felino que tenía en frente. Aspiró de manera concienzuda. Era verdad que el aroma que emitía era “animalesco” pero no del todo, había algo más allí oculto. Hasta el momento había mantenido su mente cerrada. Dado que no se encontraba rodeada de nadie no había razón alguna para otear en busca de pensamientos ajenos. Tal vez ese había sido un error pues cada vez se convencía más de que la criatura no era solo un felino corriente ¿Cómo no había sospechado antes? Le había sostenido entre sus manos y aún así la había burlado. Una chispa de ira empezó a crecer en su interior pero se encargó de mantenerla controlada. Después de todo, cambiaformas o no, la criatura había regresado, escuchando y respondiendo a su llamado. Eso podía considerarse claramente como un comportamiento amigable ¿o no? la pregunta real era ¿deseaba ella ser amigable esa noche?
Levantando la cinta que permanecía en sus manos la acercó hasta su nariz. El aroma de la gata (pues ahora ya era claro que se trataba de una fémina) se mezclaba con el de una humana, muy seguramente alguien de corta edad. – Lo que en realidad no entiendo es porqué tomarse tantas molestias con este estúpido lazo cuando cambiar las garras por manos hubiese facilitado mucho el proceso… en cuyo caso me hubiese podido ahorrar el salpicar mis preciosos zapatos con barro – comentó en voz alta esperando que la criatura reaccionara. Su mente se encontraba ahora abierta, atenta a cualquier pensamiento que pudiese cursar la peluda cabecilla y que le sirviese para confirmar su sospecha. El cómo reaccionaría dependía, en gran medida, del cómo se comportara su ahora acompañante.
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