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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Lys Nuit Sáb Feb 15, 2014 8:03 pm

Miré mis manos mientras en pan terminaba de calentarse en el horno y el agua hervía sobre el fogón. Hacía ya un tiempo que había conseguido el trabajo en casa del Doctor Marceau. Bueno, conseguir no era la palabra correcta, había suplantado a quien debía trabajar allí y él no se había enterado de nada; cuando aquel día, horas más tardes, la auténtica vino para tomar el trabajo, yo me encargué de abrir la puerta y despacharla haciéndole saber que el Doctor ya había cubierto el puesto. Aún había días en los que me sentía, posiblemente aquella muchacha también necesitaba el trabajo pero en los últimos años había aprendido que necesitaba ser un poco egoísta si quería sobrevivir y puesto que yo necesitaba el techo que me cubría y la comida caliente diaria, no iba a decir una palabra sobre todo aquello al Doctor; además, iba a seguir rezando todas las noches para que nadie se pusiera en contacto con él para hablar de ese incidente.

Volví a mirar mis manos y mi ropa, no llegaba a acostumbrarme a ninguna de ellas. Hasta que me marché de Inglaterra nunca había tenido que trabajar y mis vestidos, sin ser trajes de seda, eran bonitos y de buena calidad. Pero desde que había pisado suelo francés ambas cuestiones habían cambiado. Mis manos ya no eran las delicadas y pálidas manos de alguien ajeno al esfuerzo, tenía cortes y magulladuras del trabajo que realizaba diariamente.

El pan empezó a humear y con ayuda de un trapo para no quemarme lo saqué del horno y lo coloqué en un plato que llevaría al comedor donde serviría el desayuno del doctor. Por descontado que no era lo único que habría en su desayuno, también habría mantequilla, mermelada, miel, algo de queso, unas lonchas de jamón, huevos, magdalenas, café y té, así como algo de fruta si había encontrado algo en el mercado el día anterior... El doctor no era un noble con grandes desayunos en los que más de la mitad acabaría tirado o podrido, pero era un hombre acomodado y la comida que había en la casa era razonablemente abundante para los únicos habitantes de la misma. El desayuno era una comida importante en esta casa porque el doctor, aunque tenía prisa por acudir a su trabajo en el hospital, disponía del tiempo necesario para comer algo.

Me pasé el dorso de la mano por la frente, limpiando un poco el sudor que provocaba estar cocinando junto al fuego mientras apartaba el agua. Los primeros días habían sido horribles pero ya me había habituado a la rutina y las consecuencias por el trabajo. Me había levantado hacía ya unas horas para sacar las cenizas del horno del día anterior y limpiarlo antes de volver a prepararlo con carbón para encenderlo de nuevo el fuego en la cocina y poder empezar a preparar el desayuno. También había subido un poco de agua caliente que había dejado junto a la puerta de su habitación para que se afeitase y lavase la cara. Una vez que el doctor saliera de casa, tocaría limpiar las habitaciones de la planta superior y limpiar el comedor y el resto de habitaciones de abajo.

Sonreí al pensar en el doctor, me gustaba ese hombre. No en el aspecto sentimental, ni en el físico, pero me resultaba agradable, podía conversar con él y, a veces, me hacía sentir como si fuera su madre aunque tuviera edad para ser su hija. Nunca había vivido con un hombre pues no sabía nada de mi padre y no tenía hermanos ni más familiares, y aún me resultaba raro e incómodo en algunas ocasiones. Por ejemplo, aún me bañaba cuando él no estuviera en casa, aunque fuera media mañana, solo por evitar la posibilidad de cruzarnos en un momento como ese. Pero salvo por esos detalles, vivir con él era agradable y me daba el suficiente tiempo libre para hacer muchas otras cosas.

Al escuchar ruido en las escaleras, me alisé el vestido para quitar las arrugas, ajusté la cofia y salí a su encuentro - Buen día, Sr Marceau - dije amablemente haciendo una leve reverencia con una sonrisa en el rostro; ante la posibilidad que tuviera pensado marcharse ya olvidando comer como alguna vez se le olvidaba añadí - Le he preparado el desayuno en el comedor. ¿querrá café o té? - pregunté para poder preparar la taza correspondiente. Puesto que la única que trabajaba en la casa era yo, hacía las veces no solo de cocinera sino de ama de llaves, doncella y también de mayordomo, por lo que acerqué el periódico que un muchacho había traído horas antes y se lo acerqué en una bandeja - aquí tiene el diario de hoy. ¿Vendrá hoy para cenar? -


Última edición por Lys Nuit el Miér Feb 19, 2014 2:35 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Climent A. Marceau Lun Feb 17, 2014 9:23 am

Como venía siendo costumbre últimamente soñó que seguía trabajando incluso después de llegar a su casa, cenar algo y acostarse la noche anterior. En esa ocasión iba a buscarle un carruaje tirado por un pulpo enorme que lo llevaba hasta el océano y se sumergía bajo el agua para buscar supuestamente la casa de su próximo paciente. Se despertó de golpe jurando que había oído que le llamaba una enfermera, pero se encontró en su habitación con la cara cruzada por las arrugas de la almohada como demostrativo que no se había movido ni un milímetro respecto a la postura en la que cayó por la noche. Se estiró boca abajo tratando de reunir los arrestos necesarios para enfrentar una nueva jornada y cuando estaba a punto de rendirse le llegó el olor del pan recién hecho, que bastaría para resucitar a un muerto, así que se incorporó y fue a asearse con la presteza que ya tenía interiorizada maquinalmente.

Cuando bajó la escalera nada salvo su cabello revuelto indicaba que venía de dormir, pues su doncella - un ángel caído del cielo que había aparecido un buen día en su puerta - siempre le tenía lista la ropa tan planchada que parecía un director de orquesta. - Hola Lys. - El doctor tenía fama de ser buen observador y tener gran ojo clínico en sus diagnósticos, pero pisaba tan poco su propia casa que los detalles pertinentes a la misma a menudo le pasaban por alto. Esa era la razón de que no hubiera notado que a su criada le había costado adaptarse un poco al puesto al principio. Para él Lys era la solución a casi todos sus problemas, y se sorprendería si descubriera de pronto algo que la chica no supiera hacer. Para muestra allí estaba esperándole en el comedor ese desayuno digno del mismo Napoleón Bonaparte. - Café mejor, si no te supone más trabajo. Hoy tengo que estar bien despierto. - Sonrió a la muchacha y fue a sentarse con el periódico en su silla favorita frente a la mesa. Abrió la primera página y fue pasando algunas distraídamente mientras untaba la mantequilla y la mermelada en el pan, de suerte que casi acabó untándose la manga de la camisa. - ¿Cenar? - Repitió como si aquella palabra no estuviera en su vocabulario habitual y tuviera que reflexionar hondamente al respecto. - Pues... podría ser... - Ese día invertía turnos: pasaba el hospital por la mañana y su consulta por la tarde porque tenía algunos pacientes ingresados que quería asegurarse de que hubieran pasado la noche bien. El problema era que se conocía y seguramente después de la consulta volvería otra vez al centro a echar el último vistazo, así que mejor si tomaba un bocadillo de camino entre un lugar y otro. - No, me llevaré esto. - Apartó un trozo de pan que abrió por la mitad para meter dentro el queso y el jamón y asunto resuelto.

Mojando una magdalena en el café se manchó el bigote de espuma, pero no se percató porque ahora el diario capturaba toda su atención. - ¡Lys, ven a ver esto! - Era una estupenda noticia y a fin de cuentas aquella chica era lo más parecido a una familia que Climent tenía en ese momento. - Van a dar otra conferencia científica en el College. ¿Crees que ahora admitirán mi ponencia? - Él no se rendía y siempre trataba de dar charlas sobre higiene y limpieza en todos los simposios de los que tenía conocimiento, pero sus ideas eran demasiado modernas para ese hatajo de mal llamados médicos que insistían en practicar cirugías con la misma levita que usaban luego para pasear por sus huertos llenos de barro. Solo había logrado que le llamaran para dar dos conferencias. - Tal vez no debí decirle a Montbarde que operaba como un elefante con manoplas de cocina. - Comentó refiriéndose a cierto altercado con uno de los ponentes estrella del último coloquio, aunque tampoco se le veía muy arrepentido por el incidente.
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Mensaje por Lys Nuit Lun Feb 17, 2014 2:18 pm

Sonreí amablemente al doctor y le preparé la taza de café que había solicitado, quedándome en la habitación de pie. No habíamos llegado a aclarar algunas cuestiones protocolarias y, aunque me resultaba un poco absurdo tener que estar allí de pie mientras él desayunaba para luego hacerlo yo, entendía que era lo normal. Antiguamente, en la casa de mi madre, por lo general la institutriz y la cocinera realizaban las comidas con nosotras pero mi madre siempre había sido bastante liberal en ello; de hecho, la institutriz, que se llevaba bien con la cocinera, siempre nos decía que eso no estaría socialmente aceptado y mi madre le respondía haciendo gestos con la mano para que dejase ese tema.

Meneé suavemente la cabeza al ver cómo untaba el pan, esperaba que cuando atendía a sus pacientes no fuera tan despistado como en estos momentos o un día podría acabar amputándole un brazo a alguien con problemas de sordera. Me mordí el labio para no reír por mi propia ocurrencia pues, realmente, no tenía gracia que algo así pudiera llegar a ocurrir y volví a prestar atención a sus palabras, mirándole sorprendida al escucharle decir que se llevaría aquel trozo de pan relleno para la cena. - Doctor, debería comer más. ¿Cómo podrá ayudar a los demás si enferma o está tan débil que es incapaz de mantenerse en pie? - le regañé suavemente y con el tono amable para que no se molestase por meterme en su forma de llevar su vida; puede que fuera un hombre agradable pero después de todo, me doblaba la edad y era el dueño de la casa. - Si me lo permite, podría prepararle algo para la cena y llevárselo a la consulta o al hospital. Algo más que ese simple panecillo que apenas le dará para un par de bocados - Lo cierto es que me preocupaba que acabase enfermo por no alimentarse correctamente, no era sólo porque me quedaría sin trabajo, sino porque aunque no llevase gran cantidad de tiempo viviendo con él, me parecía un hombre encantador que se esforzaba demasiado en su trabajo y no quería que eso le pasara factura. Y aunque debía destinar algo de tiempo para el huerto que quería hacer en el jardín trasero de la casa, una sorpresa que quería darle para plantar hierbas medicinales que pudiera utilizar, no tendría demasiado problema en prepararle algo de cena y llevarlo hasta su trabajo en alguna cesta. - Pensaba acudir esta tarde a alguna librería para comprar unos ejemplares que me interesan, aprovecharé para llevarle la cena en una cesta.- repetí, solo que en esta ocasión sin darle opción a dar su opinión, sino como algo hecho. - La dejaré en su consulta, haga el favor de comérselo todo y no se preocupe mañana iré a recoger la cesta vacía. - añadí para que él no tuviera que venir cargado con ella aunque, presumiblemente, se le olvidaría en la consulta igualmente.

Me acerqué a ver la noticia que me señalaba y sonreí un poco al ver el bigote manchado, tendría que decirle algo para que no saliera así de casa pero esperaría a que acabase de desayunar para no tener que repetirlo cada vez que bebiera de la taza del café. De pie a su lado leí la noticia y me reí por el comentario, no lo pude evitar y repliqué - Ciertamente, no debió decir algo así, los elefantes se sentirían ofendidos por esa comparativa  le sonreí con cariño y me aparté de nuevo para que continuase leyendo el periódico con tranquilidad - - Tal vez en esta ocasión tenga suerte, debería acudir al College e informarse sobre ello para proponer la ponencia, quizás esta vez la acepten. Es de suponer que si no lo hace, no creo que le avisen para la ponencia. Ya se sabe que los cambios no siempre están bien vistos; algunas personas tienen miedo a los cambios y a las cosas que no entienden o desconocen, y las ideas que usted tiene son algo distintas y modernas para los médicos más viejos y conservadores. - Realmente, algunos médicos seguían procediendo de forma antigua, limitándose a poner algunas sanguijuelas para limpiar la sangre como si eso lo solucionase todo. Era lo que habían aprendido hacía muchos años y cualquier posibilidad que mejorase su tratamiento les parecía una locura porque les asusta pensar que lo que han hecho durante años antes no era lo mejor o que alguno de sus pacientes podría haber vivido si le hubieran tratado de otra forma, por eso solían negarse a aceptar los cambios.

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Última edición por Lys Nuit el Miér Feb 19, 2014 2:38 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Climent A. Marceau Miér Feb 19, 2014 12:31 pm

Normalmente se abstraía con el diario o se limitaba a engullir el café antes de salir corriendo hacia el hospital o al consultorio, pero ese día se giró especialmente lúcido para agradecer a Lys sus tostadas y se dio cuenta por primera vez de que ella se quedaba de pie tras él mientras desayunaba. ¡Qué horror! ¿Hacía eso siempre? Se sintió mal por haberlo permitido, ahora parecía un señor feudal, qué vergüenza. - ¿Has comido algo esta mañana? Puedes sentarte a la mesa, Lys, seamos modernos. - No tenía sentido que predicara la actualización en la ciencia médica y no en las costumbres domésticas. Igual a la chica no le hacía gracia tener que compartir el desayuno con su jefe, eso lo entendería, pero entonces tenía permiso para retirarse a la cocina. Climent estaba incómodo sabiéndose observado mientras se llevaba los bollos a la boca. - Pero... - Intentó decirle a la doncella que no era necesario que le llevase ninguna cesta, que iba más que sobrado comiéndose un bocadillo porque la mitad de las noches ni siquiera cenaba eso, pero ella no le dejaba meter baza en la conversación. - Es que... - Lys iba dos pasos por delante y tenía réplica a todas sus excusas. - No es necesario que... - Se sentía como cuando era pequeño y su madre insistía en hablar sin parar hasta que oía las palabras mágicas. - Como quieras. - Pareció que también funcionaban con la joven porque se detuvo su perorata y se quedó observándole satisfecha. ¿Serían así todas las mujeres? Nunca probó a decirle eso a su esposa para que lo dejara tranquilo, pero es que ella no era demasiado parlanchina sino más bien callada y dulce, del tipo tranquilo.

Como ya no tenía que llevarse el bocadillo para cenar empezó a comérselo allí, sería pecado mortal desaprovechar ese pan recién hecho. - Sí, iré al College mañana. ¡No! el jueves mejor. ¡No! el lunes. ¡No! Tampoco puedo ese día. - Le habría gustado alargar las horas a su voluntad, pero la única solución posible era faltar una tarde al hospital. No le gustaba pero la medicina preventiva era tanto o más importante que la asistencial, y si Climent quería que los otros doctores empezaran a darle al agua con jabón la importancia que se merecía estaría salvando indirectamente muchas vidas. - Iré mañana. - Se rindió. Para entonces su bandeja estaba vacía y él completamente lleno y listo para empezar su jornada. - Lys, ¿por qué crees que a los niños les cuesta tanto cepillarse los dientes? O usar un mondadientes. - Los cepillos eran caros porque los mangos estaban a menudo hechos de marfil, y únicamente los ricos podían permitirse tales piezas de artesanía. No obstante había muchos instrumentos al alcance de cualquiera que propiciaban la higiene dental. - No sabes la de muelas cariadas que tengo que sacar últimamente, parezco un barbero.


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Mensaje por Lys Nuit Miér Feb 19, 2014 3:06 pm

No del todo segura, traje otra taza y me serví un poco de café; también me agencié un plato para servirme el desayuno. Cogí un par de panecillos y los unté con la mantequilla, estiré el brazo para tomar un poco del queso y un par de magdalenas. Lo cierto es que siendo solo nosotros entendía que compartiéramos la mesa, pero no todos opinarían igual, seguro que había quien consideraría que su situación era superior y no quisiera sentarse en tal situación. Lo entendía perfectamente y dado que la mayoría de las comidas las realizaba sola porque él estaba todavía en el trabajo, no me suponía mucho esfuerzo esperar hasta que él acabase pero ya que él mismo solicitaba que me sentase, no había mucho más que pensar o decidir. - No debería preocuparse por mí, le aseguro que como cuanto puedo. - Después del hambre que había pasado en los años anteriores ahora disfrutaba enormemente de la comida, aunque me hubieran enseñado que las señoritas debían comer como si nunca tuvieran hambre yo ahora comía como si mañana no tuviera nada que comer porque quien sabía lo que podía ocurrir y mejor que tuviera reservas de sobra por si acaso.  

Sonreí por su comportamiento casi infantil - Es Usted quien debería cuidarse, el día menos pensado va a desfallecer si mantiene ese ritmo de trabajo y se olvida o se despreocupa de sus comidas. - cerré la boca al darme cuenta que le había vuelto a regañar pero es que realmente me preocupaba su estado y no había sido una regañina del todo, solo la exposición de mi preocupación. Me llevé el panecillo a la boca para obligarme a callar y pensé en qué podría prepararle para la cena, tal vez unas codornices rellenas de champiñones y nueces asadas al horno con un poco de vino y unas verduras cocidas o unas patatas hervidas con mantequilla. Ya fuera eso o alguna otra comida, tenía claro que le llevaría la cesta a la consulta, aunque tuviera que meterle el tenedor en la boca.

Se habría ofrecido a ir ella al college pero posiblemente no le hubieran hecho caso, ese era un tema que tendría que solucionar él entre sus iguales. - ¿Mañana? ¿Tan complicada tiene el día de hoy? - preguntó con curiosidad - Le pregunto porque si el anuncio ya ha salido en el diario será que ya la tienen medio organizada y quizás no debería dejarlo demasiado tiempo, no vaya a ir otro doctor con algún tema menos adecuado y le vayan a dar la posibilidad a este solo por haber acudido antes. - Sonreí un poco y le observé con cierta curiosidad - Sus ideas son buenas, puede que sea difícil pero deberían escucharle. Es como en la cocina, no puedes matar a una gallina y luego amasar el pan sin haber retirado la sangre de las manos primero; sino el pan tendría muy mal sabor. - Puede que no fuera la mejor comparativa pero era una forma de demostrar que entendía las teorías que me explicaba en algunos momentos y que las compartía, suponía que eso le serviría de apoyo y ánimo.

Al escuchar aquella pregunta y el tema de los niños, recordé cómo había pasado los años antes de entrar a trabajar a su casa. Al principio tenía el cepillo que mi madre me había comprado pero después se fue desgastando hasta que un día de mala suerte, unos pillos más jóvenes que yo me habían robado algunas cosas, eso entre ellas. - Supongo, doctor, que algunos niños están más preocupados por llevarse algo a la boca que por limpiársela. - Estaba convencida que él también había pensado en ello - Quizás también sea porque no tengan a nadie que les haya enseñado esa costumbre y no sepan que deben hacerlo o que no se preocupen por ello porque cuando se vive en ciertas condiciones preocupa más llegar vivo al día siguiente que cualquier otra cosa. - Hace años ni me habría preocupado por esos temas por mi inocencia en que creía que todos podían vivir igual que yo, pero tras haber pasado esos años en la calle sabía que la vida era dura y los niños lo tenían aún peor pues eran una carga y no siempre daban beneficios por lo que las familias de pocos recursos se veían ajustadas con su presencia. - Tal vez podría dar alguna clase de cuidado personal en la consulta o el hospital, aunque... - meneé la cabeza - puede que nadie acudiera. Puede que estuvieran interesados en el tema pero dudo que cierta escala social pueda permitirse utilizar su tiempo en algo así - suspiré un poco resignada, estaba claro que al doctor le iba a tocar seguir haciendo ese tipo de cosas durante una larga temporada más.

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Mensaje por Climent A. Marceau Vie Feb 21, 2014 8:25 am

Ahí estaba otra vez el tono maternal. Climent, como hombre de su época, creía firmemente que las mujeres tenían un instinto de cuidar al prójimo y a las criaturas más arraigado que el de los hombres, y que por tanto ellas eran siempre quienes más se preocupaban de proteger a los que veían necesitados. Por eso no le extrañaba de que una muchacha tan joven como Lys estuviera encima de un hombre de su edad vigilando si comía o si se enfermaba. El problema de Marceau no era que fuese un descuidado - al contrario, como médico sabía de la importancia de una buena alimentación - sino que se dejaba absorber demasiado por el trabajo y ese deber que creía tener para con los demás y estaba convencido de que podía postergar lo que se debía a sí mismo. Llevaba postergándolo toda la vida y a menudo se preguntaba si no sería demasiado tarde cuando quisiera parar y disfrutar de sus últimos años, si no le daría un infarto cualquier día en el hospital o caería víctima de alguna epidemia y todos esos sueños que había estado aplazando para un futuro hipotético se desvanecerían en el aire. Sufrir tan joven la muerte de su esposa le había hecho darse más cuenta todavía de que la Parca no distinguía entre niños y viejos, entre hombres y mujeres o entre guapos y feos. Era como un juego de azar, pero precisamente por eso la mejor garantía de no sentirse arrepentido cuando el momento le llegara era consagrar cada uno de sus días a hacer algo que le permitiera acostarse orgulloso por las noches. La moral cristiana de sufrir en este mundo para gozar en el otro estaba muy extendida, incluso en los que no eran devotos al extremo como Climent, que sin embargo sí quería pensar que había algo más después de fallecer y un lugar mejor al que iban las almas de las personas buenas que nada habían recibido en vida.

Sonrió afectuosamente a Lys - que a pesar de todo era casi una niña - y con la servilleta se limpió los labios y el bigote antes de suspirar con gesto satisfecho por el desayuno excelente. - Siempre como algo por ahí. - No especificó el qué, pero a menudo sus pacientes le llevaban algo. Los pobres, claro, porque los ricos le daban justos los francos de su tarifa como si encima le estuvieran haciendo un inmenso favor. - Tienes razón, debería ir hoy. - Echó un rápido vistazo al reloj de pared que le había legado su suegro como regalo de bodas y sacó sus cálculos. - Durante la mañana, puede que tenga un hueco entre los pacientes del hospital. - Iba a ver a los crónicos ingresados y después pasaba cerca del College en dirección al centro de los niños, así que tal vez ese fuera el momento más adecuado. - Me gusta el ejemplo de la gallina, si me permites lo utilizaré en mi discurso. - A la gente había que decirle las cosas de modo que pudieran comprender, el pueblo llano se perdía en la jerigonza médica y luego eran incapaces de extraer las ideas básicas de todo el embrollo de charla. Se aseguró de tener las manos limpias antes de pasarse los dedos por el pelo, arreglándolo un poco y apartándoselo de la frente. Tenía que cortárselo un día de esos.

De nuevo su doncella tenía razón. - Te voy a ascender a secretaria. - Bromeó el buen doctor, palmeándole afectuosamente el dorso de una de sus manos. La chica no llevaba tanto tiempo trabajando para él pero ya le tenía una confianza tremenda. Como no tenía tiempo material para entrevistar a las candidatas al puesto de criada tuvo que recurrir a una agencia de colocación que le envió a esa muchacha casi al instante, así que Marceau no había tenido que preocuparse por si sus antecedentes no estaban limpios. Le había abierto sin dudar las puertas de su hogar y ahora se proponía darle acceso a algo más. - Lys, he estado pensando en comprar una calesa pero para ello tendría que contratar un cochero y es demasiado. Luego pensé que puedo seguir alquilando coches cuando los necesito, como ahora, pero adquirir un caballo para cuando necesito salir con urgencia. ¿Tú podrías enterarte de dónde venden buenos animales? De cuáles son sus precios, cuánto cuesta mantenerlos, dónde hay cerca de aquí un establo para que lo cuiden... Estoy al corriente de que eso no es tu trabajo, así que te retribuiré por el tiempo que inviertas en una paga extra.
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Mensaje por Lys Nuit Dom Feb 23, 2014 3:04 pm

Observé cómo se limpiaba y sonreí dando un sorbo a mi taza de café. No le hubiera dejado salir de casa con restos del desayuno en el bigote pero era mejor si lo hacía por él mismo en vez de tener que decírselo ella pues hubiera quedado algo descortés hacer ese tipo de mención. Abrí uno de los panecillos y metí las lonchas de jamón antes de darle un bocado. Mientras tragaba el trozo meneaba la cabeza con cierto disgusto, a saber qué era lo que comía por ahí; aún así, opté por dejar el tema, no iba a seguir regañándole por ello.

Me gustaba que fuera un hombre tan volcado en su vocación. No sólo por la libertad que me ofrecía, sino también por lo que implicaba. No se limitaba a tratar a pacientes de clase alta, sino que se preocupaba por todos sin distinción, incluso puede que prefiriese a los de clase menos pudiente y eso era digno de admiración. - Espero que tenga suerte. Si dejasen de preocuparse sólo por dinero y reputación, y le escuchasen, podrían mejorar la vida de muchas personas. - afirmó en un intento por darle ánimos - Por supuesto que puede usar ese ejemplo, puede que no sean las tareas habituales de sus iguales pero algo sabrán sobre ello aunque sólo sea por lógica. - Tal vez podría pensar en algunos ejemplos nuevos, algo más acorde a los caballeros de ese círculo.

Le miré un poco confusa - ¿secretaria? - pregunté sin saber qué pretendería que hiciera, aunque la duda no duró demasiado tiempo pues en seguida expuso lo que quería. Estaba encantada de poder hacer cuanto estuviera en mi mano para que la vida de aquel hombre fuera mejor, dentro de mis limitadas posibilidades. Tal vez no fuera mucho pero era lo menos que podía hacer por devolverle de alguna forma la ayuda que él me daba sin siquiera saberlo. Algún día, cuando estuviera lista para decirlo y él estuviera preparado para no enfadarse por ello, se lo contaría todo, no me gusta mentirle a alguien como él pero hasta que ese día llegase, no me quedaba más opción que seguir callando y hacer todas esas tareas que mejorasen su vida. - No tiene que pagarme por eso, doctor, mis tareas son todas aquellas que precise encomendarme. - aseguré con una sonrisa - Tenía pensado salir esta tarde a buscar algunas cosas, aprovecharé para buscar algún establo cercano, tenga buen precio y, sobre todo, merezca la confianza de hacer los negocios allí. - Esperaba que estuviera a favor de eso y no sólo de la cercanía a la casa pero no quería buscar el caballo ni dejarlo al cuidado en algún lugar donde acabase medio maltratado, pasara hambre o algo similar. Principalmente por el sufrimiento del animal pero siempre podía decir que era por evitar gastos futuros pues si el animal no estaba bien cuidado moriría pronto y habría que comprar uno nuevo y así sucesivamente lo que supondría un continuo gasto innecesario. - Si está lo bastante cerca y le parece bien, yo misma podría ir a cepillarle a diario. - Me quedé pensativa un instante, los caballos debían ejercitarse también, no podía tenerlo en el establo días y días sin sacarlo de allí y si él no tenía tiempo para hacerlo, pues estaría trabajando, alguien tendría que encargarse de esos paseos, quizás algún mozo del establo. Aún así mi pregunta era más sencilla - ¿Sabe montar o necesita que pregunte en el establo si le enseñarían?

El día se me complicaría bastante pues además de limpiar la casa, por dentro y por fuera, recoger la cocina, buscar los establos para hacer una comparativa de precios -había aprendido que no podías limitarte a ir al primer sitio o solo la más cercano, sino investigar varios y comparar el precio, la calidad,..- e ir a la librería para buscar los libros sobre jardinería, más preparar la cena y llevarla hasta su consulta a tiempo no fuera a marcharse hacia quien sabe donde antes que yo llegase. Era un suerte que la casa no fuera demasiado grande o no me daría tiempo a todo, también era bueno que el doctor estuviera siempre tan ocupado y no hubiera visto lo que andaba haciendo en el jardín trasero y descubriera la sorpresa antes de que estuviera acabada. Corría el riesgo que mirase por la ventana en cualquier momento pero capaz que ni se diera cuenta. - Una de las cosas que tenía pensado hacer era acudir a la librería esta tarde, si me da tiempo - comenté, no porque tuviera que explicarle mis planes ni porque necesitase su permiso, y rápidamente añadí - ¿Hay algo que precise de allí o de algún otro negocio cercano? - pensaba desde algún libro relacionado con su trabajo como a cualquier otra cosa.
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Mensaje por Climent A. Marceau Lun Mar 03, 2014 12:03 pm

Suspiró pensando en la jornada que se le venía encima pero no era un hombre perezoso, y casi en el mismo instante en que le atravesó por la mente la idea de quedarse en casa todo el día holgazaneando le llegó el impulso de levantarse de la silla, dejar la servilleta a un lado y salir corriendo a salvar vidas, entregar ponencias y lo que hiciese falta. A menudo tenía la sensación de que si se paraba un momento todo su mundo se detendría a su alrededor y después sería incapaz de volver a ponerlo en marcha. - No te preocupes por mis iguales, Lys, todos sabemos lo que es una gallina. - Le sonrió y se preguntó qué clase consideraría su doncella que tenía él. Era un médico que había trabajado duro para hacer dinero y comprar una casa más que decente para cubrir sus necesidades básicas, pero entre la nobleza tener una profesión seguía estando mal considerado ya fuera como campesino o como doctor. Muchos de los ricos a los que atendía todavía le miraban por encima del hombro por tener que ganarse el pan en lugar de vivir de rentas o herencia como ellos. - Sé montar. - Aunque ella había hecho bien en preguntarle. - Estoy seguro de que podemos contratar a alguien para eso. - Lo que le faltaba a la pobre muchacha: añadir a sus tareas diarias cepillar un caballo. ¿De dónde sacaba las horas para hacer todo lo que hacía? Cada noche cuando Climent regresaba al hogar encontraba todo reluciente, la cena puesta, la cama hecha con las sábanas limpias, el agua caliente para lavarse, las hojas secas del jardín barridas, la despensa surtida y todos los recados tomados y cubiertos con gran diligencia. - ¿Dónde estuviste empleada antes? - Le preguntó. - Te tienen que echar de menos. - No sabía quiénes habrían sido sus jefes anteriores pero él se sentía vencedor por haberles arrebatado aquel tesoro hecho criada.

Una de las cosas en las que no había reparado antes pero que ahora le llamaron la atención fue que hiciese alusión a la librería. Marceau cayó en la cuenta de que efectivamente ella sabía leer y escribir, algo que no era muy corriente entre las clases humildes y menos todavía entre las mujeres. ¿Quién la habría enseñado? Y lo más extraño: ¿para qué? Nadie esperaba que una chica tuviera que vérselas con documentos, así que no eran pocos los maestros o institutrices que directamente omitían esa parte de la enseñanza para centrarse directamente en aspectos que una dama debía dominar primero: el canto, el bordado, la compostura y las más adineradas montar a lo amazona. - No, gracias Lys. Me marcho ya. - Se puso el sombrero y esperó a que ella le acercara el gabán. Abrió la puerta de su casa y se volvió para saludar a Nuit como si fuera su hija o su esposa, solo le faltaba exclamar "adiós cariño". ¿Cómo se las arreglaba la gente que no tenía servicio doméstico? Tenía que admitir que en eso se había hecho muy cómodo.
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Mensaje por Lys Nuit Jue Mar 06, 2014 7:10 pm

Casi me entraron ganas de reír. Debía reconocer que era encantador la forma en que intentaba no herir mis sentimientos, claro que todos sabían lo que era una gallina, igual que todos sabían lo que era el pan. Lo que no estaba tan segura es que aquellos doctores que no pasaban mucho por la cocina, sobre todo, los más conservadores que no se acercarían ni un ápice a esa zona de la casa, sabrían algo sobre las costumbres domésticas y sobre cómo se realizaban algunas tareas gastronómicas. - Entiendo; si el ejemplo es útil entonces no hay más que hablar, úselo, espero que tenga suerte y esos cerebros de mosquito aprendan algo de sus interesantes teorías. Sería una mejora para todos aquellos que estén en sus manos como pacientes y para que éstos prevengan posibles enfermedades si se lavan. - Pensar que algunos nobles orgullosos y arrogantes eran capaz de pasar varios días, incluso semanas, sin lavarse y que usaban sus abanicos solo para alejar el tufillo que emanaban. Era posible que los menos pudientes se lavasen con la misma frecuencia que ellos, pero quería suponer que era por falta de medios y posibilidades, no por propia iniciativa.

Me alegré que supiera montar, ahora solo quedaba que aprendiera ella misma, era algo que siempre había querido hacer pero en Dover no había necesitado de un caballo; no habían tenido ni un pequeño cabriolé, su madre prefería andar y se negaba a ese tipo de gastos innecesarios. Cuando necesitaban uno, tomaban uno de alquiler para la ocasión y asunto solucionado. Negué con la cabeza ante su respuesta - Antes de gastar dinero en contratar a alguien, porque no deja que intente ocuparme yo unos días. Me encantan los caballos y no sería una obligación ir a cepillarlo, siempre que encuentre el establo lo bastante cerca. Si mis tareas se vieran afectadas o descuidadas entonces busque a alguien que se encargue de ello. - Me parecía un gasto innecesario y yo realmente disfrutaría con esa tarea, desde luego sería más agradable que limpiar los orinales o que matar y/o despellejar a algunos animales antes de cocinarlos pues aunque estaban deliciosos al comerlos, me daban pena al verlos en ese estado.

Fingí una sonrisa ante la mención del pasado - Ya sabe, aquí y allá. - respondí sin dar ningún detalle sobre mi vida antes de llegar a su casa. No le iba a decir que me crié como una dama aunque no lo fuera, o suponía que no lo era ya que nunca recibimos invitaciones a acudir a las fiestas y demás temas sociales. Observé la mesa del desayuno, tenía que empezar a recoger si quería tener tiempo para cumplir todas sus tareas pero no lo iba a hacer hasta que él se hubiera marchado porque le parecía maleducado hacerlo mientras hablaban, como si quisiera echarle o no le interesase su compañía. - Se aprende a hacer lo que sea necesario para sobrevivir - añadí con la firmeza propia de alguien que ha vivido en la calle los suficientes años para aprender ese tipo de enseñanzas. Me sintía realmente halagada por aquellas palabras y, a la vez, algo culpable por mentirle sobre mi pasado o, al menos, por ocultarlo, así como algo temerosa por si algún día decidía pedirme mis referencias de esos trabajos anteriores. Hacía todo lo posible porque no tuviera ninguna queja sobre mí ni mis tareas tanto para que no me echase como para compensar mi conciencia por esas pequeñas mentiras pero, tal como había dicho, se aprende a hacer lo necesario para sobrevivir y esto era solo otra cosa más que apuntar a mi lista de acciones de las que no estaba orgullosa pero que eran necesarias.

Una vez él se puso en pie dispuesto a marcharse, me levanté y le ofrecí el abrigo, no quería que enfermase y, aunque lo dudaba, tal vez podría olvidarlo. Sonreí mientras se marchaba y le despedí moviendo la mano - Que pase un buen día, doctor. Le veré en la consulta cuando le lleve la cena - Era un recordatorio sutil para que no se fuera a marchar camino del hospital antes que yo llegase; por supuesto lo dije tan alto como para que él me escuchase pero no como para que algún otro transeúnte pensase que yo le daba ordenes o algo similar. Sonreí con cariño observándole marchar; no estaba segura de porqué le había cogido cariño con rapidez, aunque suponía que era tanto por su carácter agradable y amable como porque en mi vida nunca había habido una figura paterna y él era lo más parecido.
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Mensaje por Climent A. Marceau Dom Mar 23, 2014 2:53 am

Sonrió disimuladamente por debajo de su bigote ahora impoluto al oír cómo se refería Lys a los catedráticos. "Cerebros de mosquito" no era el apelativo que uno esperaba escuchar para referirse a unos médicos de labios de una doncella, pero hacía ya un tiempo que Climent se venía dando cuenta de que no tenía una sirvienta a la usanza. Aquella muchacha parecía un alma libre e independiente aunque estuviera amasando pan entre sus fogones, no habría sabido explicarlo bien pero daba la impresión de que había elegido ese empleo porque ella lo deseaba y no porque Marceau la hubiese contratado. Había algo en sus ademanes más resuelto y decidido que en los de otras criadas que había tenido o que conocía, y que solían moverse por las casas de sus patrones con el paso quedo y la cabeza gacha como si temieran molestar. El sanador vivía solo en una construcción de dos plantas, así que agradecía oír otras pisadas que no fueran las suyas de vez en cuando y alguna tosecilla proveniente del piso inferior. No había planeado acabar tan solo cuando era joven e idealista, y sabía que si ahora no contara con la presencia refrescante de Lys se le vendría su hogar encima. - Bueno, no pensaba que te apeteciera tener que sumar eso a tu lista de cosas que hacer. - Reconoció, pero únicamente hubo de pensarlo unos segundos para entrar en razón y admitir que no había motivos para privar a la chica de ese gusto si así le placía. - Naturalmente puedes cepillarlo tú si lo deseas.

Su respuesta a la pregunta de dónde había trabajado con anterioridad no le dejó en absoluto satisfecho, "aquí y allá" no le decía nada. Él tenía genuina curiosidad por conocer algún retazo de la historia de la muchacha, pero tendría que ser cuando regresara de pasar consulta, y probablemente entonces estaría demasiado cansado para acordarse de volver a interrogarla. - Sí, tienes razón. - Lo había visto en sus pacientes, la mayoría de los cuales llevaban vidas mucho peor que indignas con tal de tener un trozo de pan duro que llevarse a la boca cuando anochecía. No los podía culpar. ¿Acaso si él tuviera hijos no haría lo mismo? Partirse la espalda cargando cajas en el puerto, limpiar pozos negros, incluso robar lo que se le pusiera a tiro. Dio gracias a Dios por tener una profesión que le agradaba y que le permitía subsistir cómodamente y ayudar a subsistir a su doncella. - ¡Oh sí! La cena. - Se dio un toquecito con la punta del dedo índice en la frente para forzarse a recordar aquello y no marcharse antes de ver aparecer a Lys con la cesta. Se puso el gabán con ayuda de la chica y le dijo adiós con la mano desde la calle, como si fuese una pariente más que el servicio doméstico. No sabía cómo se relacionaban otros caballeros con sus sirvientas pero él prefería llevarse bien con ella, porque si tenían que vivir juntos era una tontería pasarse el rato lanzando dardos en una y otra dirección. Después de eso cruzó la calle y tomó una calesa de punto que se lo llevó de allí rumbo a otro día intenso de trabajo bien aprovechado.
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Mensaje por Lys Nuit Sáb Mar 29, 2014 2:34 pm

Observé como el doctor se marchaba hasta alcanzar la calesa en la que subió para dirigirse al trabajo o al College si optaba por acudir a primera hora. Cerré la puerta de la casa y suspiré aliviada; por un momento, cuando él había preguntado por mis trabajos anteriores no había sabido bien qué o cómo responder. Responder algo "aquí y allá" era tan evasivo que lo normal es que provocase cierta desconfianza y preguntase por más indicaciones, pero el doctor no solía mostrarse demasiado inquisitivo y esperaba que lo dejase pasar, tal como hizo. Sabía que algún día se lo tendría contar todo y esperaba que para entonces no le importase mi pasado pero hasta entonces seguía viviendo en la cuerda floja y ese tema tendría que mantenerse tan apartado de nuestra conversación como fuera posible.

Tras ese breve instante de alivio personal continué con el trabajo rutinario de mi jornada. Lo primero era empezar por recoger el desayuno para que ninguno de los alimentos se estropease y adecentar el comedor. Acabado con eso, habría que proceder a airear la habitación principal, limpiar las sábanas así como el polvo acumulado en la habitación; no es que en un día pudiera acumularse precisamente mucho pero era más fácil si se daba un pequeño repaso diario. Por suerte la casa, aunque era grande, no contaba con demasiadas habitaciones cuyo uso fuera diario por lo que las demás solían mantenerse cerradas y se mantenían limpias con cierta facilidad.

Concluidas las actividades en el interior de la casa, tocaba salir. Opté por ir primeramente a investigar los establos cercanos y una vez tuve la información necesaria, continué camino hacia el mercado para comprar lo que hiciera falta para abastecer la despensa; por ejemplo, un par de codornices de buen tamaño para poder cocinarlas a lo largo después. La tarde fue igual de ajetreada que la mañana, primero acudí a la librería tal como le había dicho al doctor. Resultó que la dueña era una mujer bastante interesante que veía espíritus y tenía otros tantos poderes, esperaba poder hablar más a menudo con ella y que me enseñase dado que al parecer yo compartía ciertos puntos con ella, como el hecho de ser bruja, aunque no tenía ni idea de cómo utilizar mis poderes ni cuales eran realmente.

Los días pasaban de forma repetitiva y rutinaria en su mayor parte, muchas personas llegarían a aburrirse de esa situación, yo misma en otra época de mi vida me habría llegado a aburrir pero, dados los cambios en mi vida, valoraba otras cosas por encima de la rutina como eran el techo, la alimentación y, sobre todo, poder mantenerme oculta y que quien fuera que hubiera cazado a mi familia me hubiera perdido la pista, o eso esperaba.

Muchas horas después de que el doctor se hubiera marchado, yo misma salía de la casa con una cesta en la que había dejado dos cuencos de barro cubiertos, uno con unas verduras cocidas y levemente condimentadas, y el otro con dos codornices rellenas de champiñones y nueces con un bonito tono dorado tras haberlas asado en el horno. El camino que debía recorrer hasta la consulta del doctor no era demasiado largo, aunque cargada como iba y tras todo el esfuerzo realizado a lo largo del día se hacía más pesado pero, a pesar de ello, llegué a la hora indicada a la consulta. Tras confirmar que el doctor no estuviera atendiendo a ningún paciente, entré en la consulta con la cesta aún sostenida en la curva de mi codo derecho. -  Hola, doctor, ¿ha tenido un buen día? - pregunté educadamente - Le he traído la cena y he pasado por los establos tal como solicitó, ¿quiere que le informe ahora de ello o prefiere que lo haga mañana con el desayuno? - Dadas las horas que eran no sabía si estaría lo bastante centrado como para escuchar sobre ello, además que era el momento para cenar y no quería estropearle la digestión hablando de un tema tan vulgar, y tan necesario, como el dinero.
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Mensaje por Climent A. Marceau Vie Abr 18, 2014 3:10 am

Lys le había hecho un favor instándole a que entregara cuanto antes los papeles de la ponencia que había preparado para la conferencia de ese año. En realidad su charla era siempre la misma con ligeras modificaciones, pero como no se la aceptaban casi nunca no había peligro de que los oyentes pensaran que se repetía. Climent no entendía por qué hombres adultos y científicos, que supuestamente al estudiar habían abierto la mente a un sinfín de métodos y terminología nueva sin pestañear, tenían tanto pavor a introducir técnicas nuevas de eficacia más que probada en otros países y por otros colegas. El doctor Marceau comprendía que sería muy difícil convencer a alguien de que era buena idea abrir en canal a los pacientes cada vez que acudían a la consulta por un resfriado, ¿pero el agua y el jabón? ¿Qué daño hacía eso? El único riesgo al que se exponía un médico por lavarse bien antes de explorar a sus enfermos era que la práctica no tuviese resultados, pero desde luego no era nada peligroso. Le exasperaba ver que había tanta gente que aún tenía alergia a bañarse.

En el College registraron su solicitud y le informaron que en el caso de aceptarlo como ponente le escribirían a su dirección en un plazo de dos semanas. Resuelto ese trámite Climent partió en dirección al hospital, donde invirtió buena parte del día y se llevó la grata sorpresa de que los brotes de dolencias invernales comenzaban ya a remitir. Las pulmonías, costipados, gripes y sinusitis se batían en retirada lentamente hasta que el mes de octubre volviese a traer el frío de vuelta, y así todo el personal sanitario descansaba un tiempo. Naturalmente la gente seguía teniendo problemas en verano, pero el volumen de ingresos disminuía y el ritmo del hospital se ralentizaba, ya se podía dedicar más tiempo a cada paciente y así se trabajaba mucho más a gusto. Marceau sabía que en los meses cálidos las ojeras prácticamente le desaparecían e incluso se enlentecía el ritmo al que le crecían las canas, que poco a poco le iban tiñendo las sienes de gris. Ya no era ningún jovencito pero no quería ni pensar en el día que le tocara retirarse; cuando ya no pudiera trabajar no sabía qué iba a hacer con todo su tiempo.

A media tarde partió hacia la consulta, donde encontró a un señor muy airado que llevaba mucho tiempo esperando por un nuevo ataque de gota. Era muy curioso cómo los adinerados tenían dolencias distintas que los de condición más mísera, sería interesante estudiar los factores ambientales que condicionaban tal fenómeno. ¿Sería la alimentación, el estilo de vida? Debido a su falta de vacaciones y de recursos el médico tenía que limitarse a leer los resultados de las investigaciones de otros en las revistas, pues carecía de medios para llevarlas a cabo él mismo. Varias artritis y diabetes después llegó al fin la hora de cerrar, y mientras Climent se inclinaba sobre el escritorio para terminar de firmar historiales y recetas la puerta volvió a abrirse, pero en lugar de tener allí un paciente rezagado en la puerta se encontraba Lys con una cesta que olía a gloria bendita. - Sí. - Contestó con una sonrisa que acentuaba todavía más las arrugas a los lados de sus ojos. - Muchas gracias, ¿quieres sentarte aquí conmigo? - Puso a un lado sus papeles e hizo hueco para su cena. - Toma algo también, aquí hay mucha comida. Cuéntame qué has averiguado. - Aquellas codornices estaban tan jugosas que parecían a punto de reventar.
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Mensaje por Lys Nuit Lun Abr 21, 2014 12:41 pm

Dejé la cena en el hueco que el doctor había dejado sobre la mesa, con cuidado de no manchar nada pues era de esperar que todos aquellos papeles fueran importantes. Una vez los cuencos estuvieron bien dispuestos, solté la cesta en el suelo. No estaba incómoda pero me seguía pareciendo algo raro sentarme en la improvisada mesa a comer con él, aún así, entendía que si me quedaba de pie simplemente mirándole comer quien se sentiría incómodo sería él por lo que pasé las manos por la tela del vestido para acomodarlo y que no quedaran arrugas mientras me deslizaba con suavidad en la silla frente a él.

Había dejado algo de comida fría en casa para cuando regresara pero no le iba a hacer el feo ante la invitación. Aunque dado lo poco que comía, debería dejar que acabase con todo pero no estaba segura que fuera a hacerlo. Tomé una de las rebanadas de pan y serví unas pocas de verduras encima para llevar la improvisada tostada y darle un mordisco. Tragué esa parte y me llevé la otra mitad de la rebanada a la boca. Dejaría que el comiera de las codornices y después, una vez le hubiera hablado de los establos, según lo que hubiera dejado ya tomaría algo.

- Tal como me pidió, he pasado por varios establos - empecé informando - Los precios son bastante similares, no así la distancia hasta allí o el cuidado que puedan darle al animal. - A pesar que alguna de ellas no me había terminado de gustar, no era mi decisión y por tanto creía oportuno darle toda la información. - Todas cuestan alrededor de tres francos y medio mensuales. en lo que se supone engloba el pago al mozo que lo alimenta y pasea, las comidas, la limpieza del caballo y el recinto; pero acceden a dejarlo en tres si nosotros nos encargamos de limpiar al animal a diario. - Sonreí un poco orgullosa de haber negociado tan duro por ese descuento, después de años viviendo en la calle era algo que había aprendido para que mi poco dinero rindiera el tiempo suficiente. - La más cercana está a tan solo un par de calles de distancia hacia el sur pero, sin embargo, es la que en mi humilde opinión es la menos conveniente. Cierto que es la que está más cerca y en caso de urgencia sería lo mejor pero he visto algunos de los caballos que tenían allí y no parecían tan bien cuidados como debieran estar. De hecho, no había nadie cuidándolos cuando he llegado, sino que he tenido que buscarle por los alrededores; estaba en una herrería pero mientras tanto no había que se encargara de los animales, lo que supongo podría ser un peligro si alguien rápido llegase y se llevase algún animal, sino todos. - Chasqueé la lengua con desaprobación recordando alguno de los animales. - Las otras dos están igual de lejos, pero sí más que esta otra. Hay una a cuatro calles hacia el norte y la otra está a la misma distancia pero hacia el este. Ambas parecen dar un cuidado apropiado, los animales se veían fuertes, vigorosos y sanos, el dueño estaba allí junto a un par de mozalbetes que atendían a los caballos y con entusiasmo. Cualquiera de ellas sería una buena opción, salvo por la distancia.

Hablaba con tranquilidad para que él pudiera atender tanto a mis palabras como a la cena, no quería que por el hecho de estar escuchándome comiera menos, ya bastante poco comía. - En cuanto a la compra, igualmente recomiendo que sea en una de las últimas caballerizas pues los animales, tal como decía, tenían mucho mejor aspecto y cuestan lo mismo. ¿Para qué pagar más por un animal de aspecto decrépito o moribundo? - Era una pregunta sin intención de respuesta, por lo que antes que respondiera continué. - Según la edad y el entrenamiento del animal, el coste sería entre 15 y 25 francos.

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Mensaje por Climent A. Marceau Miér Abr 30, 2014 5:19 am

A fuerza de comer poco y deprisa el estómago de Climent se había acostumbrado más a recibir pequeñas cantidades varias veces al día que a sentarse en horas señaladas a consumir tres platos y postre. Era por eso que aunque la codorniz estaba deliciosa no pudo terminarse las dos y decidió poner parte de la segunda encima de la rebanada de pan de Lys. Era una cocinera estupenda y, tal y como demostró a continuación, una gran mujer de negocios.

Conforme iba escuchando todo el relato de las andanzas de su criada por los establos y el modo en el que se desenvolvía con los francos supo que no podía ser una sirvienta normal y corriente. Para empezar entendría demasiado de caballos, mucho más que el propio Climent, y la chispa de la curiosidad que había prendido en él esa mañana volvió a avivarse como un fuego al que se le abanica. - Creo que prefiero entonces el establo que está hacia el este, hacia el norte los barrios se ponen peor. - Curiosamente la condición de las aguas públicas era mucho más deficiente en las fuentes de la parte alta de la ciudad, así que allí terminaban quedándose las personas que no podían permitirse nada mejor. - Puedo ir a ver los caballos el sábado. - El domingo era el día de guardar pero hasta entonces todo el mundo trabajaba de sol a sol, era muy raro ver un establecimiento cerrado en cualquier otro momento.

Tomó la servilleta para cuidar que no se le quedara nada de comida ensuciándole el mostacho y luego se frotó entre sí las palmas de sus manos algo callosas. - Entiendes de monturas. - Le dijo, y no era una pregunta sino una afirmación. La estaba invitando cordialmente a que se explicase y no intuía que ella podía tener una razón para no hacerlo. Climent no sospechaba que ese halo misterioso que rodeaba a su doncella estuviera encubriendo nada malo sobre ella, de momento únicamente se creía un hombre con suerte por haber logrado de casualidad que la agencia de empleo le enviara aquella joya.




FdR. No me parece ni mucho ni poco porque no tengo ni idea de cuánto vale un caballo ahora, mucho menos en el siglo XIX... así que por mí todo perfecto ; )
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Mensaje por Lys Nuit Miér Mayo 07, 2014 1:26 pm

Pensaba protestar al ver sus intenciones con la cena pero acabé por suspirar con resignación y dar un bocado a la rebanada de pan con el trozo de codorniz, lamiéndome cuidadosamente los labios para evitar que cualquier resto o mancha quedara allí. No podía hacer más que ponerle tanta comida como fuera razonable, sabía que no podía obligarle a comérsela pero, tras los años que había pasado cuidándose sola, tenía claro que no iba a desperdiciar ni tirar ni un trozo de comida y ese era el motivo de aceptar aquel trozo de su cena.

Sonreí cuando dio su conformidad y propuso una fecha para acudir al establo, aunque no estaba segura que pudiera cumplirlo; no porque no fuera un hombre de palabra, que hasta ahora no tenía duda en ello, sino porque presumiblemente surgiría algún enfermo urgente o tendría que visitar el hospital para comprobar el estado de los allí presentes. No podía culparle por eso, no todos aceptarían vivir así. - Bien, en ese caso el sábado estaré esperándole para llevarle hasta allí y pueda ver por si mismo el estado de la cuadra y los animales. Seguro que encuentra algo que sea de su agrado. - repliqué.

Terminé de comerme la rebanada de pan y tuve que concentrarme en aparentar normalidad ante su pregunta, así como evitar atragantarme con lo que aún quedaba en mi boca. Tragué con más lentitud de la necesaria para darme tiempo a pensar y encogí los hombros. - No tanto.. no es difícil diferenciar un animal escuálido de uno más robusto y vigoroso. Es algo que puede comprobarse con una simple mirada, si el ejemplar está raquítico no está siendo bien alimentado y cuidado. No pretendo compararlo pero es como con las personas, ya sabe, cuando están en los huesos suelen estar desnutridos y tienen peor salud generalmente, no tienen tanta fuerza para trabajar o cualquier otra actividad,.. - Sonreí un poco al responder, le estaba diciendo la verdad aunque suponía que eso no era exactamente lo que quería saber y añadí - Me crié en un pueblo. Allí es más fácil y más frecuente ver el estado de los animales, escuchar conversaciones de los criadores,.. y conocía a varios mozos de cuadra, les gustaba impresionar a las chicas y supongo que hablar de los caballos para mostrar cuanto sabían sobre el tema así como alardear de los señores a los que habían conocido por cuidar a sus animales era su mejor forma de conquistar a las chicas. - Suponía que no había problema en contarle eso ya que no daba ningún detalle concreto de interés. Al decir todo aquello sobre impresionar a las chicas, pensé en preguntarle por la que fuera su esposa y que contase como la conquistó pero no tenía claro si le despertaría algún recuerdo triste, igual que me ocurría a mí cuando pensaba en mi madre por lo que me contuve a tiempo de preguntar algo que pudiera acabar resultando incómodo y, en su lugar, hice una pregunta más natural y mundana - ¿Dónde se crió?
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