Don't Scream | Libre

por **Zephyr T. Smirnòva** Sáb Feb 15, 2014 10:27 pm

A veces las casualidades nos llevan a toparnos con encrucijadas de las que no somos capaces de salir sin ayuda. Y aquella noche, aunque al principio no lo supiera, sería una de ellas. Me observé en el espejo antiguo que adornaba el salón con el ceño fruncido. Tan ajetreada había estado los últimos meses que ni siquiera había tenido tiempo para conseguir que aquella mansión, antaño abandonada, comenzase a parecer un hogar de verdad. Sábanas de lino blancas cubrían el mobiliario por doquier, a excepción de la cocina, única estancia de la casa que había utilizado además del dormitorio de invitados. Cualquiera podría haberse preguntado por qué narices no había contratado servicio para instalarme... Y la verdad es que ni yo misma lo sé realmente. Simplemente no soporto a la gente, y entonces la soportaba aún menos. Me robaban mi espacio personal, mi siempre eterna calma. Además de estar expuestos a un peligro en muchos casos demasiado elevado para que yo pudiera hacer nada. Mi trabajo era muchas cosas, pero fácil no era una de ellas.

Pero entonces era joven, ingenua, y confiaba más en un Dios que nunca me había hecho ningún caso. Quizá porque era lo único que me quedaba. Quizá porque era algo que sabía que nunca podría encontrar. En realidad no me importaba demasiado. La cuestión era tener algo que hacer mientras el tiempo de vida se me escapaba de entre los dedos lenta, pero inexorablemente. Me estaba consumiendo. Y el reflejo no hacía más que darme la razón. Respiré hondo. Muy hondo. Demasiado hondo. Aparté la oscura capucha que me ocultaba el rostro, preparándome para realizar la mejor de mis actuaciones y sonreí. Bajo el discreto techo que asomaba por encima de la robusta puerta de la casa, me resguardé unos segundos, los suficientes para librarme de alguna que otra gota de agua, procedente de la ligera llovizna que caía a intervalos irregulares en la ciudad. Esperé al cochero y no dije nada en todo el trayecto. ¿Para qué? No me interesaba lo más mínimo cómo estaba su esposa, si tenía hijos, ni cómo se llamaba. No volvería a verlo en mi vida, ¿por qué debería concederle alguna importancia?

Llegué a la fiesta puntual, como siempre, y fingí ser alguien corriente durante las cinco horas en que la música estuvo sonando ininterrumpidamente. Por dentro maldecía a todo aquel que osaba acercarse para mencionar cosas tan triviales como lo hermoso que era mi vestido, o si era nueva en la ciudad. Gente estúpida. Gente aburrida. Yo no estaba allí para bailar, ni para divertirme. Mi objetivo la aguardaba varios metros más allá, sentado en una mesa, observándome tan fijamente que casi pude notar el fuego, la chispa que volaba de sus ojos a los míos. Ingenua criatura infernal... No me costó demasiado conquistar su lado más animal, y llevármelo al cuarto superior, esperando a que bajara la guardia para atacar... Pero entonces nos interrumpieron. La anfitriona de la fiesta -fuera quien fuese- había hecho llamar a todos a fin de dar uno de aquellos patéticos y aburridos discursos que a nadie le importaban. Y a mi menos todavía. Pero tal fue el alboroto que perdí de la vista al vampiro que me habían ordenado matar, con el consecuente enfado del que fui presa a continuación. Cuando la música volvió a tronar, marché hacia las puertas a fin de salir de allí de una maldita vez... Fue entonces cuando me di cuenta de que aquello era una trampa. Estábamos encerrados. No había sido casualidad que me mandasen a aquel sitio en una noche de fiesta. Entre el gentío pude distinguir a algunos compañeros con los que había compartido misión en otras ocasiones. Nos habían citado a todos.

por **Erika Knight** Lun Mar 03, 2014 4:49 pm

"La curiosidad mató al gato"

Golpeé el suelo del carruaje con impaciencia. Odiaba aquel tipo de fiestas, siempre las había odiado, pero por ser quien era no me quedaba más remedio que asistir a aquel aburrido baile. Aunque, siendo quien era nuestra anfitriona y con las nuevas amistades que estaba haciendo en París, podía llegar a ser íntimamente interesante. Y debía admitir que sentía curiosidad de saber por que la había invitado a ella, que ni siquiera había cruzado dos palabras con la dama.

La dueña de la casa no era otra que una de las damas en la lista negra que había heredado de mi padre y debía admitir que me encantaban los retos. ¿Que mejor que encontrar la manera de encargarse de una lycan en su propia fiesta, bajo las narices de todos? Eso tenía que ser divertido.

Sonreí perversamente mientras acariciaba una de las armas que llevaba atada a la pierna a través de la tela. Pero borré esa sonrisa antes de llegar a la mansión y compuse una más amable, más fría. Estaría demasiado expuesta si alguien me descubría. Claro que acusar a una condesa de asesinato era condenarse a uno mismo.

Entré y saludé a todo el mundo cordialemnte mientras mis ojos recorrían la estancia buscando puntos ciegos y salidas de emergencia como hacía automáticamente cada vez que entraba en un lugar cerrado y no era mi terreno.

Por un rato me mantuve en movimiento, yendo de un grupo a otro, saludando cortesmente, manteniendo mi farsa al tiempo que no quitaba ojo de nuestra anfitriona. Cada vez que trataba de acercare a ella, parecía evitarme. Fruncí un poco el ceño pero borré esa expresión rápidamente y me hice la tonta. Un escalofrío me recorrió la espalda. Algo no estaba bien.

Desde ese momento me mantuve alejada del centro de la pista. Todo el rato con la espalda casi pegada a una de las paredes del salón de baile. Vi a algunos de los míos. Muchos no me reconocieron sin el tinte y la capa pero los que lo hicieron me dedicaron una pequeña reverencia con la cabeza. Estuve tentada de acercarme a ellos un par de veces, preguntarles si ellos presentñian lo mismo que yo pero no lo hice. No podía arriesgarme a levantar la tapadera de ninguno de ellos.

De repente la dueña de la casa se subió a un pequeño estrado invitando a un brindis. Su cara relucía como no lo había hecho durante todo el baile. Cuanto más sonreía ella, peor era la sensación en mi estómago. Moviéndome deliveradamente lenta pero sin intención de ocultar mis movimientos me acerqué a la puerta nada más la musica volvió a sonar de nuevo y tiré de ella sin éxito. Estábamos encerrados.

Ocultando la tensión de mi cara me volví hacia el resto del mundo. De repente la escena se empezaba a tornar más oscura a mis ojos. Y nadie parecía notar aquello. O casi nadie. Barrí la sala con la mirada y me topé con una chica. La reconocía. Era otra inquisidora. Y tambien trataba de salir.

Moviéndome más rápido de lo que debería una dama, me acerqué a ella. La música de repente sonaba mucho más tétrica, mucho más parecida a un baile de la muerte que a un vals.

-Si no me equivoco, pronto empezarán la cena- le susurré con voz neutra, lo suficiente como para que me oyera ella y nadie más-¿que te parece si nos vamos antes de que decidan que somos una cena apetitosa?

A pesar que la situación no era para bromear, no pude evitar aquel pequeño toque macabro que parecía encajar perfectamente con el ambiente.

Spoiler:

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