AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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On the count of three... I want you to scream ·Libre·
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On the count of three... I want you to scream ·Libre·
Él abrazó a su esposa por la espalda, sorprendiéndola, sonriendo para ella al notar la tripa de su esposa que esperaba un hijo; o eso era lo que creían. Las niñas corrieron a saludar a su padre, que llevaba dos días fuera de casa tras una larga misión para cazar venados al otro lado de la montaña. Éstas se abrazaron a sus piernas y él caminó con ellas pegadas cual garrapatas, pues era algo tan simple, pero que hacía que resonaran las risas de sus hijas por doquier; algo que le hacía feliz de sobremanera.
- Despierta mi amor. - Susurró la mujer, y él, intrigado, la examinó con el ceño fruncido.
- ¿De qué me estás hablando? Estoy despierto, ¿No escuchaste a las niñas?
La mujer en lugar de responder, tatareó una canción que jamás había escuchado, ni siquiera en boca de las otras mujeres del poblado. En cuanto él se acercó para tocarle el hombro, desapareció.
Como si hubiera seguido viviendo, como si nada hubiese cambiado, como si aquella guerra no hubiese sucedido, como si su mujer y sus hijas siguiesen vivas; como si respirase. Sumido en un sueño perpetuo, su mente era inundada por imágenes de su anterior vida, de aquella que hubiera tenido de haber llevado una vida más tranquila, de no haberse encontrado con el nigromante que de algún modo le maldijo. Maldición que el benefactor usaba en beneficio propio, haciendo del cazador una extensión de sí mismo, como un arma. Un año, un simple año en el que el Cazador resucitaría para llevar a cabo aquellos asesinatos pactados por su benefactor, quien nunca ha dado detalles de por qué debe liquidar a esas personas en efectivo, pero con un poco de ayuda y unas pautas a seguir, éstos se harían efectivo.
Pero aquel sueño -que más bien parecía una tortura constante- era lo que mantenía al cazador con vida, recordando por quien lucha y por quién debe rendir honores. Añoraba a su esposa y la pérdida de su familia le hizo entrar en tal agonía, que la simple imágen de su mujer en sus recuerdos, le hace caer en la locura.
Bestia. No hacía falta ser sobrenatural para sembrar el terror en mitad de la noche, tan solo hacía falta alejar toda muestra de sentimiento y humanidad que se acercara una milésima a aquel instinto que todo hombre vivo llevaba dentro. Rothgar se levantó de su lugar de entierro, con aquella espada de acero totalmente cubierta de raíces y su cuerpo cubierto de tierra que de a pocos se desprendía de sí, dejando al descubierto un hombre con ropas anchas, roídas botas y poco más que su acelerado respirar.
Aturdido, desorientado, fuera de sí, lleno de rabia y desconocimiento, así se sentía en su fuero interno. Giró en busca de respuestas de su entorno, pero tan solo podía adivinar que se encontraba en un denso bosque; lo cual no decía mucho de la época en la que se encontraba y por lo tanto, no hizo otra cosa que caminar hacia el frente, totalmente iracundo, en busca de respuestas, unas que tardarían en llegar dada las ansias del cazador por dar muerte inmediata a cualquiera que se le cruzase en su camino.
- Despierta mi amor. - Susurró la mujer, y él, intrigado, la examinó con el ceño fruncido.
- ¿De qué me estás hablando? Estoy despierto, ¿No escuchaste a las niñas?
La mujer en lugar de responder, tatareó una canción que jamás había escuchado, ni siquiera en boca de las otras mujeres del poblado. En cuanto él se acercó para tocarle el hombro, desapareció.
Como si hubiera seguido viviendo, como si nada hubiese cambiado, como si aquella guerra no hubiese sucedido, como si su mujer y sus hijas siguiesen vivas; como si respirase. Sumido en un sueño perpetuo, su mente era inundada por imágenes de su anterior vida, de aquella que hubiera tenido de haber llevado una vida más tranquila, de no haberse encontrado con el nigromante que de algún modo le maldijo. Maldición que el benefactor usaba en beneficio propio, haciendo del cazador una extensión de sí mismo, como un arma. Un año, un simple año en el que el Cazador resucitaría para llevar a cabo aquellos asesinatos pactados por su benefactor, quien nunca ha dado detalles de por qué debe liquidar a esas personas en efectivo, pero con un poco de ayuda y unas pautas a seguir, éstos se harían efectivo.
Pero aquel sueño -que más bien parecía una tortura constante- era lo que mantenía al cazador con vida, recordando por quien lucha y por quién debe rendir honores. Añoraba a su esposa y la pérdida de su familia le hizo entrar en tal agonía, que la simple imágen de su mujer en sus recuerdos, le hace caer en la locura.
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Bestia. No hacía falta ser sobrenatural para sembrar el terror en mitad de la noche, tan solo hacía falta alejar toda muestra de sentimiento y humanidad que se acercara una milésima a aquel instinto que todo hombre vivo llevaba dentro. Rothgar se levantó de su lugar de entierro, con aquella espada de acero totalmente cubierta de raíces y su cuerpo cubierto de tierra que de a pocos se desprendía de sí, dejando al descubierto un hombre con ropas anchas, roídas botas y poco más que su acelerado respirar.
Aturdido, desorientado, fuera de sí, lleno de rabia y desconocimiento, así se sentía en su fuero interno. Giró en busca de respuestas de su entorno, pero tan solo podía adivinar que se encontraba en un denso bosque; lo cual no decía mucho de la época en la que se encontraba y por lo tanto, no hizo otra cosa que caminar hacia el frente, totalmente iracundo, en busca de respuestas, unas que tardarían en llegar dada las ansias del cazador por dar muerte inmediata a cualquiera que se le cruzase en su camino.
Røthgar Sbjören- Cazador Clase Media
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Re: On the count of three... I want you to scream ·Libre·
An Angel Comes To Kill You. |
Había sido la noche más tensa de todas presto a la cacería de una manada pequeña de lobos, estaba conformada por tres adultos y dos jóvenes “no son gran reto” había pensado la mujer que trenzaba su cabello tras su escondite sobre aquella rama, tenía un cigarro entre sus labios aunque no estaba encendido, esperaba la señal de la noche para poder dejar su plan tomar forma en aquella cacería que estaba por iniciar.
Al momento de revisar sus armas las cuales escondía en su cuerpo y en sus ropas sus pensamientos fueron tomando la forma del pasado.
Las risas y los golpes durante y después del entrenamiento, la amistad surgida de un contrato o algo que se asemeja a un “compromiso” antiguo por familiaridades, pago, todo sin emociones que se mezclen para crear confusiones. Más, el fuego y los enemigos que atacan sin razón más que por la de defenderse hasta la muerte de cualquiera de los implicados. La sangre que corre sobre la tierra y los pocos que salieron con vida, ahí estaba aquella, de rodillas junto a un cuerpo sin vida y el fuego que crepita lentamente llevándose a todos los caídos que con rezos y lágrimas fueron recordados menos por aquella mujer que se limitó a observar la pira humana.
Barrió con aquellos recuerdos del pasado riéndose cuando guardaba su cigarro, descendió de aquel árbol con su revolver apuntando a la oscuridad —Esta vez, esta vez, no voy a fallar— recoge su cabello completamente caminando con cautela por el sector boscoso, observa aun con los pocos rayos de luna alguna señal de los que estaba persiguiendo, pero poco había de ello.
En sigilo y completo silencio avanzaba por el desconocido terreno, miraba en todas las direcciones siempre con su arma en alto, hasta que el sonido de algo que ascendía de las tinieblas la alertó, se mantuvo oculta tras el tronco de uno de los árboles que formaban el sendero, podía oír el aletear de los animales nocturnos y el canto de los pequeños insectos su respiración se agitaba, a medida que el sonido aumentaba; aquel crujir hacía que su corazón latiese abruptamente lleno de euforia.
La excitación y la adrenalina corrían por sus venas en aquel momento tanto que no podía ori nada más que el latir de su corazón.
Aguardaba en silencio esperando que aquel ser hiciera algún movimiento o crujido sobrenatural para poder atacar, si era un ser de aquellos se daría cuenta enseguida de su presencia y si no, entonces ella se lo haría saber a su manera.
Al momento de revisar sus armas las cuales escondía en su cuerpo y en sus ropas sus pensamientos fueron tomando la forma del pasado.
Así es como tienes que apuntar Pigüi, si no lo haces podrían meterte a ti la bala
Recuerda, cuando pelees contra alguien debes tomar esta postura, no, así no Pigüi, abre un poco más las piernas, separa los puños, más alto, encórvate un poco.
No te quejes por ser mujer, además tienes ventajas aquí y aquí
No puedo creerlo, pudiste tirarlo, eres asombrosa. Espero que algún día me tires
Recuerda, cuando pelees contra alguien debes tomar esta postura, no, así no Pigüi, abre un poco más las piernas, separa los puños, más alto, encórvate un poco.
No te quejes por ser mujer, además tienes ventajas aquí y aquí
No puedo creerlo, pudiste tirarlo, eres asombrosa. Espero que algún día me tires
Las risas y los golpes durante y después del entrenamiento, la amistad surgida de un contrato o algo que se asemeja a un “compromiso” antiguo por familiaridades, pago, todo sin emociones que se mezclen para crear confusiones. Más, el fuego y los enemigos que atacan sin razón más que por la de defenderse hasta la muerte de cualquiera de los implicados. La sangre que corre sobre la tierra y los pocos que salieron con vida, ahí estaba aquella, de rodillas junto a un cuerpo sin vida y el fuego que crepita lentamente llevándose a todos los caídos que con rezos y lágrimas fueron recordados menos por aquella mujer que se limitó a observar la pira humana.
Barrió con aquellos recuerdos del pasado riéndose cuando guardaba su cigarro, descendió de aquel árbol con su revolver apuntando a la oscuridad —Esta vez, esta vez, no voy a fallar— recoge su cabello completamente caminando con cautela por el sector boscoso, observa aun con los pocos rayos de luna alguna señal de los que estaba persiguiendo, pero poco había de ello.
En sigilo y completo silencio avanzaba por el desconocido terreno, miraba en todas las direcciones siempre con su arma en alto, hasta que el sonido de algo que ascendía de las tinieblas la alertó, se mantuvo oculta tras el tronco de uno de los árboles que formaban el sendero, podía oír el aletear de los animales nocturnos y el canto de los pequeños insectos su respiración se agitaba, a medida que el sonido aumentaba; aquel crujir hacía que su corazón latiese abruptamente lleno de euforia.
La excitación y la adrenalina corrían por sus venas en aquel momento tanto que no podía ori nada más que el latir de su corazón.
Aguardaba en silencio esperando que aquel ser hiciera algún movimiento o crujido sobrenatural para poder atacar, si era un ser de aquellos se daría cuenta enseguida de su presencia y si no, entonces ella se lo haría saber a su manera.
Esto no es el Fin…
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Helenna Quarell- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 14/05/2015
Re: On the count of three... I want you to scream ·Libre·
Rothgar sentía como si la piel le quemase, sus rasgos eran duros y estaban levemente tiznados como cualquier persona que hubiese estado un par de días sin pasar por casa y estuviera dando tumbos por el bosque. Lo único que podía verse en él que fuera anormal, eran rastros característicos en sus ropajes de la última época en la que vivió; la Italia renacentista.
Pero él no reparó en su camisa cuasi destrozada, tampoco reparó en todo el ruído que estaba haciendo, ni siquiera reparó en aquel monstruo que le seguía sino que seguía hacia delante esperando saciar la agonía que sentía en cada uno de sus huesos, como si mil agujas le hubieran sido clavadas.
Su cabello era tan largo como la barba que portaba, dándole así una apariencia más tosca si podía, aunque ésto no le importaba a la criatura que asaltó su espalda y le hizo perder la espada. La criatura sujetó la cabeza y el hombro del cazador separándolos, para así tener mayor acceso a su cuello. Rothgar, clavó sus dedos en el interior de la mandíbula del monstruo y con una fuerza casi sobrehumana, hizo acopio de toda la rabia que portaba consigo, para abrir su boca y partir así literalmente el cráneo en dos.
Pero aquello no era todo, parecía que el monstruo quería alimentarse para reunir fuerzas... ¿Contra quién? Sólo había una respuesta: Licántropos.
- Sólo los cobardes se esconden. - Dijo en un perfecto latín, con la voz que salía directamente de su pecho, que parecía rugir en lugar de respirar.
Aunque su humanidad estuviese lejos de ser recuperada, había ciertos rasgos de su persona que nunca desaparecían y era precisamente aquel idioma el cual hablase en cualquiera de las épocas vividas, siempre sería entendido... cada vez por menos personas, pero igualmente aprendido.
La arboleda a la que se estaba acercando era probablemente fácil escondite de bestias y demás monstruos nocturnos. Por ello en su anterior vida vivía junto con el resto de personas del poblado en un claro elevado; para así poder ver a la perfección si alguien se atrevía a interrumpir aquella amada tranquilidad. Rothgar se acercaba más y más, haciendo ruído de sobra para hacer salir a todo aquel que estuviese acechándole, enseñándole quizás, la idea errónea de que era un hombre lleno de insensatez.
Pero él no reparó en su camisa cuasi destrozada, tampoco reparó en todo el ruído que estaba haciendo, ni siquiera reparó en aquel monstruo que le seguía sino que seguía hacia delante esperando saciar la agonía que sentía en cada uno de sus huesos, como si mil agujas le hubieran sido clavadas.
Su cabello era tan largo como la barba que portaba, dándole así una apariencia más tosca si podía, aunque ésto no le importaba a la criatura que asaltó su espalda y le hizo perder la espada. La criatura sujetó la cabeza y el hombro del cazador separándolos, para así tener mayor acceso a su cuello. Rothgar, clavó sus dedos en el interior de la mandíbula del monstruo y con una fuerza casi sobrehumana, hizo acopio de toda la rabia que portaba consigo, para abrir su boca y partir así literalmente el cráneo en dos.
Pero aquello no era todo, parecía que el monstruo quería alimentarse para reunir fuerzas... ¿Contra quién? Sólo había una respuesta: Licántropos.
- Sólo los cobardes se esconden. - Dijo en un perfecto latín, con la voz que salía directamente de su pecho, que parecía rugir en lugar de respirar.
Aunque su humanidad estuviese lejos de ser recuperada, había ciertos rasgos de su persona que nunca desaparecían y era precisamente aquel idioma el cual hablase en cualquiera de las épocas vividas, siempre sería entendido... cada vez por menos personas, pero igualmente aprendido.
La arboleda a la que se estaba acercando era probablemente fácil escondite de bestias y demás monstruos nocturnos. Por ello en su anterior vida vivía junto con el resto de personas del poblado en un claro elevado; para así poder ver a la perfección si alguien se atrevía a interrumpir aquella amada tranquilidad. Rothgar se acercaba más y más, haciendo ruído de sobra para hacer salir a todo aquel que estuviese acechándole, enseñándole quizás, la idea errónea de que era un hombre lleno de insensatez.
Røthgar Sbjören- Cazador Clase Media
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Re: On the count of three... I want you to scream ·Libre·
An Angel Comes To Kill You. |
Ruido, pequeños crujidos que se intensificaban a medida que las sombras avanzan por entre la oscura y fría noche que no dejaba de agitar con sus vientos las hojas de los pocos árboles que aún quedaban de pie, las ventiscas solo develaban el estado anímico de aquellos que usan a las sombras para ocultarse, un estado en el cual se siente el cuerpo paralizado, el corazón bombeando a mil con palpitaciones que podría despertar a un ejército de muertos.
El sonido de una voz rasposa, gutural que se mezcla en tonos de la bestialidad, lograron que una corriente gélida subiera por la espalda de la cazadora que sostuvo con mayor fuerza sus armas, sus extremidades tomaron una postura rígida con sus ojos clavados en la nada, abiertos de par en par ante el léxico del idioma que presentaba el desconocido.
Aun cuando había aprendido algunas lenguas cuando su niñez se lo permitió, nunca había tomado especial atención al latín; su mente quedó en blanco intentando descifrar el enigma que le presentaba aquel desconocido. Se maldijo mil veces y otras mil más por ello, envió las peores plagas del mundo para aquel que le había recordado aquella etapa de su vida que había odiado —Lo siento, pero no hablo muy bien latín, aunque solo una palabra he llegado a comprender— cierra sus ojos concentrándose en el ámbito que se encuentra, aquel campo que podría volverse uno de batalla.
Tosió con elegancia chasqueando la lengua, guarda una de sus armas dejando solo la de su diestra, su espalda contra aquel que le hacía de respaldo y protección mientras controlaba sus sentidos, su respiración, su éxtasis antes de una merecida cacería.
—No soy una cobarde, y si ha dicho ello asumo que se ha de referir al hecho de protección que establezco entre su bestial presencia y la preservación de mi vida, un ser de su clase no creo que le quede difícil conocer mi ubicación—
Trató de moverse lo más sigilosa cambiando de lugar, para evitar ser encontrada pero más que nada el poder tener una visión limpia para hacer su movimiento si aquel desconocido resultase ser aquello que más detesta, lo asesinaría sin piedad alguna.
Rogaba por ello.
El sonido de una voz rasposa, gutural que se mezcla en tonos de la bestialidad, lograron que una corriente gélida subiera por la espalda de la cazadora que sostuvo con mayor fuerza sus armas, sus extremidades tomaron una postura rígida con sus ojos clavados en la nada, abiertos de par en par ante el léxico del idioma que presentaba el desconocido.
Aun cuando había aprendido algunas lenguas cuando su niñez se lo permitió, nunca había tomado especial atención al latín; su mente quedó en blanco intentando descifrar el enigma que le presentaba aquel desconocido. Se maldijo mil veces y otras mil más por ello, envió las peores plagas del mundo para aquel que le había recordado aquella etapa de su vida que había odiado —Lo siento, pero no hablo muy bien latín, aunque solo una palabra he llegado a comprender— cierra sus ojos concentrándose en el ámbito que se encuentra, aquel campo que podría volverse uno de batalla.
Tosió con elegancia chasqueando la lengua, guarda una de sus armas dejando solo la de su diestra, su espalda contra aquel que le hacía de respaldo y protección mientras controlaba sus sentidos, su respiración, su éxtasis antes de una merecida cacería.
—No soy una cobarde, y si ha dicho ello asumo que se ha de referir al hecho de protección que establezco entre su bestial presencia y la preservación de mi vida, un ser de su clase no creo que le quede difícil conocer mi ubicación—
Trató de moverse lo más sigilosa cambiando de lugar, para evitar ser encontrada pero más que nada el poder tener una visión limpia para hacer su movimiento si aquel desconocido resultase ser aquello que más detesta, lo asesinaría sin piedad alguna.
Rogaba por ello.
Esto no es el Fin…
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Helenna Quarell- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 14/05/2015
Re: On the count of three... I want you to scream ·Libre·
Dos palabras. Tan sólo dos palabras fueron necesarias para que aquel hombre entendiese el idioma que le devolvían, así haciendo funcionar su memoria. Francia, seguramente; aunque bien era sabido que podría estar en cualquier lugar, pero a juzgar por el acento de la muchacha, no estaba muy desencaminado. Por suerte o por desgracia, había resucitado tantas veces y en lugares tan desconocidos y distintos para él, que había logrado adaptarse a cada una de las situaciones, haciendo de él un perfecto superviviente. Justo antes de responder a la muchacha, decidió que sus pasos acortaran la distancia entre ambos. No pretendía dañarla, tampoco pretendía ayudarla, pues su tez denotaba una rabia interior propia de una mujer que sabe sobrevivir sin ayuda de nadie. La mentalidad de Rothgar estaba muy lejos de aceptar ver a una mujer haciendo el mismo trabajo que un hombre, pretendiendo y fingiendo mayor fortaleza que éstos.
- No hablaba contigo. - Demasiado cerca; Rothgar aguantó la mirada de la mujer, en la que podía adivinar un perfume demasiado intenso, y el inconfundible olor a pólvora, óxido y eucalipto. La tensión era innegable, la insensatez y la seguridad de hacer de aquel experto cazador, hacían mella en cada uno de sus actos, haciéndole merecedor de muchas de las heridas causadas a lo largo de los siglos. Hacía frío, mucho, pero justo dónde la mujer se encontraba, la temperatura descendía al menos lo suficiente como para que él pudiera percibirlo. Demasiado tiempo a la intemperie le hicieron ser un buen reconocedor de pautas. No le hizo falta mirar hacia arriba de ella para saber lo que allí se encontraba, sigiloso, a punto de saltar sobre ella.
Fué entonces cuando hizo uso de su espada, que más bien parecía una extensión de su brazo por la maestría con la que la manejaba, y la alzó sobre sus cabezas, cayendo así inerte el cuerpo de una bestia que se había alzado por sobre la muchacha, con tal sigilo sobrehumano que trastocaba la idea de la brutalidad y el poco tacto de los licántropos.
- Por culpa de gente como tú, muchos de nosotros morimos. Por culpa de la insensatez, muchos caeis creyendo en la facilidad de la misión a cumplir. Dime, niña, ¿Qué es lo que esperabas encontrar aquí?
El ácido de sus palabras no iba bien encaminado. Bien sabía que ella estaba allí por algún motivo, fuera el que fuera, quizás cazadora o quizás mercenaria, pero con la errónea idea de creer que uno estaba completamente seguro cuando todo estaba en calma.
- Los lobos se mueven en manadas. - Comentó, como si aquella fuera una mera novata en aquel mundo, como si al ser mujer, fuese más una carga que una ayuda, pero aun así, no tenía nada en contra de ella. Simplemente los dioses le hicieron así y así moriría. - ¿Vas a huir o vas a luchar? -Dijo, a la vez que limpiaba su espada contra el pelaje del licántropo que acababa de asesinar.
- No hablaba contigo. - Demasiado cerca; Rothgar aguantó la mirada de la mujer, en la que podía adivinar un perfume demasiado intenso, y el inconfundible olor a pólvora, óxido y eucalipto. La tensión era innegable, la insensatez y la seguridad de hacer de aquel experto cazador, hacían mella en cada uno de sus actos, haciéndole merecedor de muchas de las heridas causadas a lo largo de los siglos. Hacía frío, mucho, pero justo dónde la mujer se encontraba, la temperatura descendía al menos lo suficiente como para que él pudiera percibirlo. Demasiado tiempo a la intemperie le hicieron ser un buen reconocedor de pautas. No le hizo falta mirar hacia arriba de ella para saber lo que allí se encontraba, sigiloso, a punto de saltar sobre ella.
Fué entonces cuando hizo uso de su espada, que más bien parecía una extensión de su brazo por la maestría con la que la manejaba, y la alzó sobre sus cabezas, cayendo así inerte el cuerpo de una bestia que se había alzado por sobre la muchacha, con tal sigilo sobrehumano que trastocaba la idea de la brutalidad y el poco tacto de los licántropos.
- Por culpa de gente como tú, muchos de nosotros morimos. Por culpa de la insensatez, muchos caeis creyendo en la facilidad de la misión a cumplir. Dime, niña, ¿Qué es lo que esperabas encontrar aquí?
El ácido de sus palabras no iba bien encaminado. Bien sabía que ella estaba allí por algún motivo, fuera el que fuera, quizás cazadora o quizás mercenaria, pero con la errónea idea de creer que uno estaba completamente seguro cuando todo estaba en calma.
- Los lobos se mueven en manadas. - Comentó, como si aquella fuera una mera novata en aquel mundo, como si al ser mujer, fuese más una carga que una ayuda, pero aun así, no tenía nada en contra de ella. Simplemente los dioses le hicieron así y así moriría. - ¿Vas a huir o vas a luchar? -Dijo, a la vez que limpiaba su espada contra el pelaje del licántropo que acababa de asesinar.
Røthgar Sbjören- Cazador Clase Media
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Re: On the count of three... I want you to scream ·Libre·
An Angel Comes To Kill You. |
La dureza de las palabras no la impactaron en abosluto, ya estaba más que acostumbrada a recibirlas diariamente, lo único que consiguieron fue una sonrisa en aquel rostro que iba tornándose con la clara molestia del evento, pero, no era por el hecho del sujeto parado en la misma nada, sino por haberle “salvado” la cabeza de una bestia como esa que cayó sin vida casi a sus pies; sus ojos le taladraban a la bestia pero más de hacerle perder la compostura simplemente acomodó a sus aliadas, aquel par de revólveres.
Salió de su “escondite” plantándose frente a frente al sujeto, con la mirada altiva como si no le debiera absolutamente nada —y ¿Por qué he de huir? ¿por ser mujer? Crees que porque soy mujer estoy incapacitada para matar o hacer lo mismo que hacen los brutos hombres que se hacen llamar cazadores— cierra los ojos dándole la espalda al sujeto, al parecer no tenía intenciones de responderle todas sus interrogantes sobre ella, y menos sobre lo que hacía en aquel lugar. Sus sentidos se concentran en lugar escuchando cada ruido por más pequeño que fuera.
El sonar de una pequeña rama que se acompaña con el tronar de otras le indican por donde viene otro grupo de aquellas infernales bestias; apunta una de sus armas aguardando lo suficiente hasta el punto que el eco del cañón sonando junto a un cuerpo desplomándose se funden.
—Lo que haga o no haga aquí no es de tu incumbencia— su tono fue tajante al recargar su arma —La gente muere por idiota y confiada; la gente idiota cree que son los mejores en la vida y que jamás cometerán errores, claro y luego la muerte le llega a ellos y los que tanto aman cerrándoles la boca, y los confiados mueren, bueno ya sabemos por que mueren, no es culpa de nadie más que de uno mismo, y…— enarca una ceja riéndose del hombre —¿Quién te dijo a ti que no esperaba a aquellos lobos?— rueda los ojos colocándolos en blanco.
El aullido de la manada que se acerca ferozmente, el sonido de las armas que retraen los gatillos y los pasos de aquella mujer que corre hasta uno de los árboles aprovechando el grueso tronco para ocultar al menos parte de su fisionomía.
Miró al cazador con una mirada que se traducía “y entonces, ahora quien va a pelear o huír”.
Salió de su “escondite” plantándose frente a frente al sujeto, con la mirada altiva como si no le debiera absolutamente nada —y ¿Por qué he de huir? ¿por ser mujer? Crees que porque soy mujer estoy incapacitada para matar o hacer lo mismo que hacen los brutos hombres que se hacen llamar cazadores— cierra los ojos dándole la espalda al sujeto, al parecer no tenía intenciones de responderle todas sus interrogantes sobre ella, y menos sobre lo que hacía en aquel lugar. Sus sentidos se concentran en lugar escuchando cada ruido por más pequeño que fuera.
El sonar de una pequeña rama que se acompaña con el tronar de otras le indican por donde viene otro grupo de aquellas infernales bestias; apunta una de sus armas aguardando lo suficiente hasta el punto que el eco del cañón sonando junto a un cuerpo desplomándose se funden.
—Lo que haga o no haga aquí no es de tu incumbencia— su tono fue tajante al recargar su arma —La gente muere por idiota y confiada; la gente idiota cree que son los mejores en la vida y que jamás cometerán errores, claro y luego la muerte le llega a ellos y los que tanto aman cerrándoles la boca, y los confiados mueren, bueno ya sabemos por que mueren, no es culpa de nadie más que de uno mismo, y…— enarca una ceja riéndose del hombre —¿Quién te dijo a ti que no esperaba a aquellos lobos?— rueda los ojos colocándolos en blanco.
El aullido de la manada que se acerca ferozmente, el sonido de las armas que retraen los gatillos y los pasos de aquella mujer que corre hasta uno de los árboles aprovechando el grueso tronco para ocultar al menos parte de su fisionomía.
Miró al cazador con una mirada que se traducía “y entonces, ahora quien va a pelear o huír”.
Esto no es el Fin…
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Helenna Quarell- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 14/05/2015
Re: On the count of three... I want you to scream ·Libre·
- Hablas demasiado. - Sus palabras eran lanzadas con desdén, no con la intención de herir, sino con la carga que suponía el ponerles en peligro con el maldito eco de aquella mortífera arma. No sabía hasta dónde habían logrado avanzar en ese aspecto, pero allá por el renacimiento, él mismo cargó uno de los primeros modelos de la conocida pistola actual.
- Cuidado, no te vayas a quedar sin munición. - Dijo con completo cinismo, camuflado en torno a una sonrisa que demostraba que aquella situación le gustaba en cierta forma. Acababa de levantarse de su sepultura y aquello era lo único que hacía que su sangre circulase a mayor velocidad, cargando cada músculo de su cuerpo de completa adrenalina. Según él, para ser un buen cazador, había que matar con la intención de morir; tan sólo ahí, era cuando se ponían todos los sentidos a disposición del cazador y así se lo hizo saber a la muchacha con escasas, pero directas palabras, que no serán reproducidas en éste texto.
El cazador tomó lo que encontró a su alrededor, lo suficiente como para tenderles una trampa a aquellos que amenazaban con devorar tanto sus huesos, como los de la chica; ramas, piedras y hasta una vieja cuerda fueron suficiente material para improvisar dicha trampa. No era más que una distracción, ya que hasta él, siendo bárbaro en su forma de luchar, creía en ocasiones en la diversión de hacer algo distinto a lo habitual, de jugar con la presa antes de arrancarle la piel a tiras.
Rothgar acabó en un abrir y cerrar de ojos, tomando nuevamente el camino hacia de dónde provenían la mayoría de las bestias. Una vez se encontró con uno de los cuerpos, observó el tiro tan certero que la muchacha le había propinado, dándole muerte en el acto. Se giró para observar nuevamente a su improvisada compañera y con un golpe limpio, lo decapitó. Sabía que los lobos no sólo se movían en manadas, sino que tenían ciertas creencias o normas que les impedían dejar a uno de los suyos sin sepultura.
- ¿Te enseñaron a pelear cuerpo a cuerpo? Deberías probarlo. Aunque te creas fuerte -y puede que lo seas- sigues siendo frágil y humana. Si eres una verdadera cazadora, deja a un lado la soberbia que envenena tu sangre y únete a mí. - Dijo como si estuviera frente a uno de sus antíguos aprendices, con cierto toque de superioridad de rango, pero nunca como persona; es así cómo todos y cada uno de ellos sobrevivieron en el pasado, porque siempre, hasta las bestias, necesítan alguien a quien seguir. Inesperadamente, Rothgar tomó una piedra y usando su espada de soporte, logró crear una chispa, lo suficientemente intensa como para crear una enorme hoguera con el cuerpo en el centro de ésta. El fuego llamaría la atención, pero sería una muy buena baza para lograr extinguir a aquella horda que se avecinaba. El murmullo así lo decía y Rothgar esperó junto a la hoguera, para dedicar la última estocada.
Røthgar Sbjören- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 26/05/2011
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Re: On the count of three... I want you to scream ·Libre·
An Angel Comes To Kill You. |
Una carcajada ante las palabras de ¿consuelo? ¿Apoyo? ¿Advertencia?, sea cual sea para aquella mujer solo significaron…nada, todo era un montón de idioteces que un tipo aparecido soltaba de la nada, no eran la primera ni la última y ya hasta esas alturas había aprendido a ignorarlas, porque todo se reduce a un sentido de hombría la que habla por su testosterona que no acepta a una mujer en esos trabajo, en resumen para ella no tenían un fin en sin, solo basura de las tantas que hay por ahí. Miró sobre su hombro al hombre que preparaba lo que se suponía debía ser una trampa, rodó aquellos ojos centrándose en la oscuridad de la noche y los ruidos en aullidos y zarpas que se acercaban más y más donde estaban.
—El que habla más es otro— sonríe mirando hacia los árboles uno a uno contando entre ellos, al tener su punto cierto mira al hombre con una ceja enarcada, no era de hacer equipo con nadie porque no confiaba en otras personas para hacer ese tipo de trabajo, pero lo cierto era porque siempre la trataban como una “doncella” algo que dictaba ella muy lejos de serlo —¿Equipo? Pon tus manos e impúlsame lo más fuerte que puedas, aunque no creo que sea mucho considerando tu ¿despertar? — sonríe enfundando sus armas preparándose para subirá uno de los árboles, estira su cuerpo lo más que puede sobre todo las piernas —no te preocupes si necesitas un arma te lanzaré una de las mías, o quizás quieras un cuchillo para pelear cuerpo a cuerpo con alguien, no será mejor ver que puedes hacer realmente— ladea la cabeza de lado a lado con sus armas en alto; se arrepiente de no haber traído más en su cuerpo solo las filosas y las municiones de plata, ahora añoraba empuñar una espada, aunque los cuchillos de sus zapatos estarían bien. Bueno otras cosas también.
Miró al hombro como si le dijera con aquellos ojos “enserio, tú también” —Si, Si los humanos somos frágiles pero también rudos y difíciles de romper con cualquier cosa. Sean hombres o mujeres la debilidad afecta en varios sentidos, y la verdad creo que quien es débil eres tu porque solo tú me ves así, creo que es un complejo que tienes o no te llego mucho oxígeno al cerebro y por eso me ves como una simple mujer que debe quedarse en casa a esperar que le macho hombre llegue y servirle, pero no gracias hay más fuerzas en mujeres como yo de las que has visto en hombres— sonríe con una amabilidad fingida, con el tono de la ironía y la jocosidad en sus palabras.
Corre hacia el hombre para que este haga lo se han prometido, al menos una pequeña unión por el momento y circunstancias. Con uno arriba y otro abajo ganaría más ventaja que los que están a pocos metros de distancia, al menos desde arriba podría vigilar todos los ángulos en aquel campo desprovisto del bosque.
—El que habla más es otro— sonríe mirando hacia los árboles uno a uno contando entre ellos, al tener su punto cierto mira al hombre con una ceja enarcada, no era de hacer equipo con nadie porque no confiaba en otras personas para hacer ese tipo de trabajo, pero lo cierto era porque siempre la trataban como una “doncella” algo que dictaba ella muy lejos de serlo —¿Equipo? Pon tus manos e impúlsame lo más fuerte que puedas, aunque no creo que sea mucho considerando tu ¿despertar? — sonríe enfundando sus armas preparándose para subirá uno de los árboles, estira su cuerpo lo más que puede sobre todo las piernas —no te preocupes si necesitas un arma te lanzaré una de las mías, o quizás quieras un cuchillo para pelear cuerpo a cuerpo con alguien, no será mejor ver que puedes hacer realmente— ladea la cabeza de lado a lado con sus armas en alto; se arrepiente de no haber traído más en su cuerpo solo las filosas y las municiones de plata, ahora añoraba empuñar una espada, aunque los cuchillos de sus zapatos estarían bien. Bueno otras cosas también.
Miró al hombro como si le dijera con aquellos ojos “enserio, tú también” —Si, Si los humanos somos frágiles pero también rudos y difíciles de romper con cualquier cosa. Sean hombres o mujeres la debilidad afecta en varios sentidos, y la verdad creo que quien es débil eres tu porque solo tú me ves así, creo que es un complejo que tienes o no te llego mucho oxígeno al cerebro y por eso me ves como una simple mujer que debe quedarse en casa a esperar que le macho hombre llegue y servirle, pero no gracias hay más fuerzas en mujeres como yo de las que has visto en hombres— sonríe con una amabilidad fingida, con el tono de la ironía y la jocosidad en sus palabras.
Corre hacia el hombre para que este haga lo se han prometido, al menos una pequeña unión por el momento y circunstancias. Con uno arriba y otro abajo ganaría más ventaja que los que están a pocos metros de distancia, al menos desde arriba podría vigilar todos los ángulos en aquel campo desprovisto del bosque.
Esto no es el Fin…
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Helenna Quarell- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 14/05/2015
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